domingo, 5 de noviembre de 2017

Sociofobia

Entre las diversas actitudes adoptadas respecto de la sociedad, puede mencionarse la “sociofobia”, que rechaza la sociedad existente, promueve su destrucción y su posterior reemplazo por otra diferente. La observación de los defectos en el comportamiento de las personas permite el surgimiento de coincidencias entre quienes buscan la mejora social y quienes buscan la destrucción de la sociedad, es decir, el punto de partida es similar, pero el punto de llegada es opuesto.

Puede decirse que los que buscan la mejora social son quienes tienen la autoridad moral suficiente como para realizar críticas constructivas, mientras que carece de tal autoridad quien no se siente parte de la sociedad que busca destruir. Ello se refleja en la forma de vincularse con la sociedad. El primero habla siempre de “nosotros”, incluyendo a todos los integrantes de la sociedad en que vive. El segundo habla siempre de “nosotros y ellos”, excluyendo de culpas al primer sector y atribuyendo toda culpabilidad al segundo sector considerado.

Cuando se acentúa la actitud adversa a la sociedad, se puede llegar a ser un sociópata, esto es, puede convertirse en alguien capaz de matar a algún integrante de la sociedad por el solo hecho de serlo, tal como lo hacen los terroristas. De la misma forma en que las buenas actitudes se promueven y se difunden a través de ejemplos, ideas y libros, las actitudes antisociales se difunden en forma similar. De ahí que sea siempre posible identificar a los ideólogos que promueven la violencia destructiva aun cuando se muestren como personas cultas y pacíficas.

Una de las formas en que se promueve la destrucción de una nación, implica una campaña de desprestigio o difamación premeditada de los próceres nacionales. En forma paralela, se procede a engrandecer la figura de algún personaje que haya intentado destruirla. Como ejemplo podemos mencionar al periodista Pacho O’Donnell quien afirmaba en un programa televisivo ciertas infidelidades matrimoniales que sufría el Gran. San Martín por parte de su esposa. De ahí que Remedios Escalada no haya sido, según esa versión, una mujer enfermiza al cuidado de su familia, como afirman los historiadores, sino una libertina que permitía que sus andanzas fuesen observadas hasta el extremo de llegar a conocerse en nuestros días. En otro programa televisivo, el citado periodista y escritor elogiaba a Ernesto Che Guevara, diciendo que fue un luchador que “murió por sus ideales” e incluso hace cierta comparación entre sus últimas frases y las pronunciadas por Cristo.

Las críticas a San Martín, cuando provienen de alguien con autoridad moral, como Juan Bautista Alberdi, que lo critica como militar y político, son dignas de ser tenidas en cuenta, y no producen rechazo por cuanto surgen de alguien que luchó toda su vida a favor del engrandecimiento de su patria. Alberdi nunca cae tan bajo como para la crítica íntima o personal del ilustre militar; incluso lo visita en Francia dejando constancia de cierta admiración por el héroe de la independencia, si bien con ciertas limitaciones.

Los sectores marxistas también criticaban a Cristo, aunque en la actualidad han tergiversado sus prédicas hasta convertirlo en un revolucionario más. En otras épocas, sus detractores decían que “Cristo no hizo nada” y que toda su vida consistió en adaptarse a la profecía realizada varios siglos antes. Sin embargo, en la profecía no aparece el “repertorio” de sus prédicas, de todos los mensajes que habría de pronunciar para la reforma y el afianzamiento de la religión moral.

Quienes promueven el mejoramiento de su nación son considerados “patriotas” a la vez que son considerados “traidores” quienes promovieron los objetivos cubano-soviéticos para afianzar el socialismo en todo el planeta. En realidad, debe admitirse que todo individuo ha de tener la libertad y el derecho de adoptar la nacionalidad o la patria que crea conveniente, por lo cual, la condición de extranjero no resulta en sí misma detestable. Sin embargo, el rechazo surge cuando el extranjero intenta la destrucción material y humana de otro país.

Jean-François Revel establecía cierta analogía entre la luz que nos llega desde estrellas distantes aun cuando algunas de ellas han dejado de emitirla, y la adhesión incondicional a la expansión del socialismo aun cuando la URSS ha dejado de existir. La actitud destructiva hacia la nación se mantiene indemne en quienes renunciaron a la nacionalidad argentina para adoptar la cubano-soviética. En realidad, tal renuncia y adopción posterior no ha de ser reconocida por esos sectores: Sin embargo, si tenemos en cuenta aquello de que “por sus frutos los conoceréis”, resulta ser una aberración denominar “argentinos” a quienes pretendieron destruir a la Argentina promoviendo y ejecutando más de 20 mil atentados contra la propiedad, más de 700 secuestros extorsivos y más de 800 asesinatos durante la década de los 70.

La campaña destructiva sigue vigente. En el ámbito callejero se escucha calumniar a San Martín como “pedófilo”, por cuanto se casó con una menor, si bien en esa época era una costumbre. También se destinan descalificaciones al Gral. Roca, a Sarmiento, a Cristóbal Colon y otros. Hace algunos años atrás, cuando se difunde el SIDA, no faltaron las almas curiosas e inquisitivas que pedían una exhumación de los restos del Gral. Belgrano por cuanto suponían que había muerto de esa enfermedad debido posiblemente a costumbres íntimas desordenadas.

Mientras denigran a cuanto prócer aparece en la historia nacional, intentan engrandecer las figuras destructivas de la civilización occidental y cristiana. Incluso Pablo Neruda escribe versos en homenaje a Stalin, aun cuando tal tirano tenga el “honor” de ser el segundo mayor asesino de la historia universal (después de Mao y aun sobre Hitler). Todo indica que en la escala de valores de los revolucionarios aparecen en primer lugar quienes fueron los más exitosos destructores de sociedades y poblaciones.

Se comenta que Osama Bin Laden, el terrorista planificador del atentado de las torres de Nueva York, en una temprana estadía en Inglaterra, advierte defectos morales en los integrantes de la sociedad británica. Como tales defectos constituyen una especie de enfermedad social, decide posteriormente combatirla. Mientras que el buen médico elimina la enfermedad sin afectar al enfermo, el terrorista pretende eliminar la enfermedad eliminando previamente al enfermo.

Debido a que la observación de los defectos humanos es similar entre quienes desean destruir la sociedad y quienes desean repararla, es frecuente que los primeros arrastren a los segundos aunque éstos a veces adviertan el error demasiado tarde. Éste parece haber sido el caso del movimiento destructor de Francia conocido como Mayo del 68. Este acontecimiento sirve, además, para detectar mediante una simple pregunta si una persona adolece de sociofobia o bien se trata de una persona normal. En el primer caso se mostrará favorable hacia ese acontecimiento mientras que en el segundo caso lo rechazará. Raymond Aron expresó: “Encontraba absolutamente indigno que unas hordas de chiquilines derrocaran al gobierno, al régimen y a la Francia política”.

“Encontraba que esos estudiantes estaban destruyendo la antigua Universidad sin construir otra. Al mismo tiempo intentaban poner desorden en la economía francesa que, de todos modos, había sido reconstruida desde hacía una generación. Digamos que los acontecimientos de mayo de 1968 recordaban las jornadas revolucionarias del siglo XIX. Una vez más se tenía la sensación de que los franceses eran incapaces de efectuar reformas y capaces de tanto en tanto de hacer una revolución”.

“Existía también, en el mundo entero, un movimiento de rebelión de una parte de la juventud contra la sociedad establecida, rebelión que tomó la forma de una revolución estudiantil. Como Francia no tenía universidades sino una Universidad, la misma para todo el país, en vez de haber como en los Estados Unidos rebeliones sucesivas en las diferentes universidades, se produjo casi al mismo tiempo, de golpe, la rebelión en todas las universidades. Y luego hubo un fenómeno más misterioso, es decir las huelgas generalizadas” (De “El observador comprometido”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1983).

El requisito esencial para instalar el socialismo implica la destrucción previa de la sociedad capitalista; de ahí que los adherentes al socialismo manifiesten en todo diálogo ciertas actitudes destructivas. Es por ello que, al observar cualquier conflicto social, traten de hacerlo mucho mayor. Si existen grupos de mapuches que trabajan decentemente y grupos de mapuches que practican el terrorismo, entonces el socialista apoyará a estos últimos. Si existen conflictos matrimoniales y grupos feministas que proponen una abierta lucha en contra del género masculino, el socialista apoyará esta postura.

El socialismo podría muy bien denominarse “anticapitalismo” por cuanto ve en el capitalismo todo lo perverso y pecaminoso que pueda existir, y de ahí que todo socialista proponga que se haga todo lo contrario. Para los marxistas, el dinero es la causa de los grandes males sociales, por lo cual proponen su abolición. Recordemos que, bajo el socialismo, se utilizan libretas de abastecimiento para que cada ciudadano reciba lo que el Estado considera necesario y suficiente, resultando innecesario en este caso el empleo del dinero.

Sin dinero, se vuelve a la época del trueque imposibilitando muchos intercambios. Además, el mal uso del dinero es una cuestión moral, que atañe a las personas y no a las cosas. Karl Marx escribió: “[El dinero] transforma la fidelidad en infidelidad, el amor en odio, el odio en amor, la virtud en vicio, el vicio en virtud, al criado en amo, al amo en criado, el cretinismo en inteligencia, la inteligencia en cretinismo”.

“Como el dinero, que es el concepto existente y manifiesto del valor, confunde e intercambia todas las cosas, es entonces la confusión y la permutación universales de todas las cosas, por lo tanto el mundo al revés, la confusión y la permutación de todas las cualidades naturales y humanas” (Citado en “Los clínicos de las pasiones políticas” de Pierre Ansart-Ediciones Nueva Visión SAIC-Buenos Aires 1997).

Debido a que la economía de mercado se basa en la división o especialización del trabajo, para establecer posteriormente el intercambio en el mercado, el marxismo también propone la abolición de dicha especialización, por lo que debería volverse a las épocas del autoabastecimiento en las cuales cada uno produce sus alimentos, su vestimenta y todo lo demás. Anthony Giddens escribió: “En el análisis que hace Marx de la sociedad burguesa, encuentra dos fuentes de alienación…Las llamaré, para mayor facilidad, «alienación tecnológica» y «alienación de mercado», respectivamente. Ambas provienen de la división del trabajo que supone la producción capitalista” (De “Capitalismo y la moderna teoría social”-Idea Books SA-Barcelona 1998).

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