miércoles, 15 de noviembre de 2017

Parusía

El acontecimiento más importante, en toda la historia de la humanidad (en caso de producirse), será el cumplimiento de la profecía del propio Cristo acerca de su Segunda Venida, o Parusía; palabra que significa “presencia”. En la actualidad, con conflictos de todo tipo, pareciera que tal acontecimiento implica la única opción para comenzar una nueva etapa de la humanidad. Tal etapa requiere de un mejoramiento ético e intelectual generalizado, que deberá involucrar a todo ser humano. Giovanni Papini escribió: “¿Cuándo volverá el Hijo del Hombre, sobre la nube, precedido por las tinieblas, anunciado por las clarinadas evangélicas? Nadie, declara Jesús, puede anunciar el día de su venida. El Hijo del Hombre es comparado a un relámpago que, repentinamente, cruza el cielo de oriente a occidente; a un ladrón que viene a escondidas, de noche; a un patrón que se ha ido lejos y regresa inesperadamente y sorprende a sus criados. Hay, pues, que vigilar y estar preparados. Purificaos, porque ignoráis cómo llega y ¡ay de quien no sea digno de presentársele! «Mirad por vosotros, no sea que vuestros corazones se carguen de glotonería y de embriaguez y de los afanes de esta vida, y se os eche encima de repente aquel día como un lazo: porque de esta manera vendrá sobre los habitantes de la Tierra entera» (Luc. 21.34.35)”.

Siendo la religión una cuestión ética, tenderá en el futuro a identificarse con la psicología y con las ciencias sociales. De ahí que, nos imaginamos, tal profecía ha de ser cumplida por alguien capaz de sintetizar eficazmente toda la información disponible sobre cuestiones éticas para hacerla accesible a la mayor parte de los seres humanos. Para lograr tal objetivo, esa síntesis deberá atraer la atención de numerosos lectores y divulgadores, constituyendo esencialmente una parte de las ciencias sociales.

Cuando aparezca el hábil sintetizador, deberá disponer previamente de material suficiente para establecer una ideología de adaptación al orden natural que resulte convincente y capaz de impulsar sentimientos y acciones para conformar los cimientos de una Segunda Era Cristiana y el establecimiento definitivo del Reino de Dios.

Tal Reino implica una adhesión masiva al cumplimiento del “Amarás al prójimo como a ti mismo”; considerado bajo el proceso natural de la empatía, por lo que significa intentar compartir las penas y las alegrías de quienes nos rodean como si fuesen propias. Si bien en la Biblia se dice que el cumplimiento de la profecía es cercano, podría ocurrir en un año, en cien o en mil. Debido a que el avance del conocimiento científico se ha acelerado en los últimos decenios, es posible que las condiciones actuales sean favorables para que se produzca en una época cercana. Papini agrega: “Pero si Jesús no anuncia el día, nos dice las cosas que han de acontecer antes de aquel día. Dos son estas cosas: que el Evangelio del Reino sea predicado a todos los pueblos y que los Gentiles no hollen más el suelo de Jerusalén. Estas dos condiciones se han cumplido en nuestros tiempos y, acaso, el gran día se aproxima. Ya no hay más en el mundo nación civilizada o tribu bárbara donde los descendientes de los Apóstoles no hayan predicado el Evangelio. Desde 1918 los turcos no mandan más en Jerusalén y se habla de una verdadera resurrección del antiguo Estado judío. Cuando, según las palabras de Oseas, los hijos de Israel, privados por tanto tiempo del rey y del altar, se conviertan al Hijo de David y vuelvan, temblando a la bondad del Señor, el fin de los tiempos está próximo”.

“Si las palabras de la segunda profecía de Jesús son verídicas como se han demostrado verídicas las palabras de la primera, la Parusía no debería estar lejos. Una vez más, en estos años, las naciones se han movido contra las naciones y la Tierra ha temblado haciendo estragos de vidas, y las pestes y carestías y las convulsiones han diezmado a los pueblos. Las palabras de Cristo, de un siglo a esta parte, son traducidas y predicadas en todas las lenguas. Soldados que creen en Cristo, aunque no todos fieles a los herederos de Pedro [se refiere a los británicos anglicanos], mandan en aquella ciudad que, después de su ruina, estuvo a merced de romanos, de persas, de árabes, de egipcios y de turcos” (De “Historia de Cristo”-Ediciones del Peregrino-Rosario 1984).

Si bien la Biblia utiliza analogías y simbolismos, se debe tratar de comprender su significado tomando como referencia el mundo real y las leyes naturales que lo rigen. Cuando se escribe, en la profecía apocalíptica, acerca del “fin de los tiempos”, implica el fin de una época mala (como fue el siglo XX con las grandes guerras y los totalitarismos) para dar inicio a una etapa mucho mejor. Los “castigos divinos” que aparecen en la Biblia, como las catástrofes mencionadas, son en realidad obra y decisión exclusivamente humana. “Pero los hombres no recuerdan a Jesús y su promesa. Viven como si el mundo tuviera que durar como hasta aquí, y no se muestran afanosos sino por sus intereses terrenales y carnales. «En efecto, dice Jesús, como en los días antes del diluvio estaban los hombres, comiendo y bebiendo y tomando maridos y mujeres, hasta el mismo día en que entró Noe en el arca, y no conocieron el diluvio hasta que vino y se llevó a todos; así será la venida del Hijo del Hombre. Así también en los días de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, plantaban y hacían casas. Pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y los mató a todos. Lo mismo sucederá el día en que se manifieste el Hijo del Hombre»”.

Si ha de acontecer la Parusía, habrá de estar asociada a grandes cambios en la religión, o en la forma en que ha sido interpretada con preponderancia. Quienes creen que sólo habrá cambios leves, o simplemente burocráticos, en cierta forma niegan tal posible suceso ya que suponen que la actual decadencia religiosa ha de revertirse con pequeños cambios. Recordemos que toda propuesta debe tener validez para todos los hombres, incluso para los adeptos de otras religiones.

Si existe un solo Dios, o un solo orden natural, necesariamente deberá existir una sola religión, cuyos contenidos no han de diferir demasiado de los de las ciencias sociales (en aquellos aspectos verificados). De ahí que el cambio principal posiblemente sea el de la interpretación del cristianismo como una religión natural, que surge del hombre y no de Dios. Toda supuesta intervención de Dios en los acontecimientos humanos, excepto el de establecer las leyes que rigen todo lo existente, conduce necesariamente a contradicciones lógicas y abre la posibilidad al ingreso de todo tipo de formas paganas. George Santayana escribió: “Si Dios se ajustase a la moral humana, ¿podría ser bueno? Si estuviera obligado, por ejemplo, a obrar en toda ocasión como el buen samaritano, ningún hombre ni animal alguno sufriría jamás desgracia ninguna, con lo que quedaría abolido totalmente el orden de la Naturaleza y las presuposiciones de la moral humana, al abolir así al mundo bajo la presión de su supuesta conciencia humana, Dios aboliría sus propias funciones de creador, gobernador y padre, dejando de ser, por tanto, el objeto ideal de la religión” (De “La idea de Cristo en los Evangelios”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1966).

Entre los autores que se aventuran a suponer los cambios que vendrán, encontramos a Roger Hasseveldt, quien escribió: “Elementos que cambiarán: a) No existirá más la actual jerarquía de gobierno: papa, obispos, sacerdotes. Esta jerarquía será reemplazada por la igualdad de los hijos de Dios. O más bien, esta jerarquía será reemplazada por otra jerarquía, la de la santidad. Por lo mismo, ya no habrá leyes, ni obediencia a las mismas. b) No habrá más Sacramentos, ya que la vida divina estará definitivamente en el interior de los elegidos. c) La Fe desaparecerá para hacer lugar a la Visión de Dios. d) La Esperanza, igualmente, cederá su sitio a la Posesión de Dios. e) La mezcla actual de Buenos y Malos en la Iglesia de la Tierra se terminará, por la separación definitiva de Malos y Buenos. f) Igualmente, el pecado y la muerte habrán definitivamente desaparecido para los elegidos resucitados…” (De “El misterio de la Iglesia”-Educaciion y Vida-Buenos Aires 1964).

El citado autor llega a algunas conclusiones sosteniendo una continuidad de la religión teísta o revelada. De ahí que, al hacer una interpretación textual de la profecía, admite la posibilidad de una resurrección generalizada de los muertos, proceso que va en contra de las leyes naturales conocidas. Seguramente que tal resurrección ha de ser espiritual, y será para quienes han “muerto por el pecado” y necesitan “nacer de nuevo”.

La Segunda Venida ha de estar asociada al Juicio Final, es decir, a una descripción del hombre y de la sociedad de tipo axiomático, que constituirá un umbral de conocimientos que marcará una etapa similar a la establecida en la física con la aparición de la mecánica de Isaac Newton. Este ha de ser el requisito principal, ya que no sólo deberá promover una mejora ética generalizada sino también deberá producir una mejora en el nivel intelectual de la mayoría de las personas. Toda descripción o teoría de las ciencias sociales que no cumpla con estos requisitos, aún cuando sea en gran parte válida, constituirá un aporte a tener presente para una futura síntesis.

Quien finalmente logre encuadrarse dentro de los requisitos de la profecía, posiblemente ha de ser una persona éticamente normal, antes que excepcional, ya que deberá sugerir normas de convivencia adecuadas para personas normales, con virtudes y defectos. Es oportuno mencionar el caso de Adam Smith, quien da la impresión de no haber sentido ni conocido el odio, ya que en su “Tratado de los sentimientos morales” sólo describe el amor y el egoísmo; de ahí que su descripción sea incompleta.

La excepcionalidad, como se dijo, no ha de ser ética, sino esencialmente intelectual, ya que se deberá establecer una descripción que en forma convincente dé respuestas concretas a las opciones capitalismo-socialismo, democracia-totalitarismo, deísmo-teísmo, etc. Este objetivo habrá de lograrse, además, cuando la forma en que se exprese sea lo suficientemente clara y atractiva para el lector, que puede ser cualquier persona con una formación humanística no especializada. Así, aun cuando Baruch de Spinoza haya cumplido gran parte de tales requisitos, y aun cuando tuviese la hipotética posibilidad de escribir en la actualidad acerca de temas y problemas inexistentes en su época, su obra presenta una enorme dificultad para su comprensión por parte del lector no especializado y aun para el especialista.

Cada intento realizado para modificar la religión tradicional, será observado y considerado como una herejía. Sin embargo, la religión, con su estructura actual, resulta completamente ineficaz. Todo cambio o innovación podrá ser benéfico o perjudicial, pero proponer una continuidad de lo existente implica prolongar el sufrimiento de un gran sector de la humanidad. El intelectual debe intentar hacer todo lo posible para mejorar el mundo en que vive. Con ello logrará, al menos, tener la conciencia tranquila al haber hecho todo lo que estaba a su alcance.

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