martes, 21 de marzo de 2017

La ética necesaria para el capitalismo

Por lo general se supone que cualquier sistema económico puede dar buenos resultados si se parte de un nivel moral adecuado. Sin embargo, tal expresión tiene poco sentido a menos que se especifique a qué tipo de ética nos referimos. Si consideramos que existe una ética natural, entendiendo como tal la que promueve una actitud cooperativa y desalienta las actitudes competitivas y negligentes, entonces puede decirse que existe un sistema económico que mejor se adapta a dicha ética.

Otro aspecto a tener en cuenta es la existencia de poblaciones reales, en lugar de ideales. Y en toda población real existe una fuerte dosis de egoísmo. La economía de mercado ha tenido en cuenta dicho aspecto de la sociedad real y ha propuesto la competencia económica para anularlo parcialmente, al menos en su aspecto económico. Así como una alegría compartida es doble alegría y un dolor compartido es medio dolor, puede decirse que egoísmos enfrentados son medio egoísmo, mientras que varios egoísmos enfrentados (y en competencia) tienden a anularse. Ludwig von Mises escribió: “El mercado no es un lugar, una cosa o una entidad colectiva. Es un proceso impulsado por la interacción de los distintos individuos que cooperan bajo el sistema de la división del trabajo”.

“Cada uno, al actuar en el mercado, sirve a sus conciudadanos. Por otra parte, nuestros conciudadanos nos sirven. Cada uno es tanto un medio como un fin en sí mismo, un fin último para sí mismo y un medio para los otros que se esfuerzan por alcanzar sus propios fines”. “En la economía de mercado, todo hombre es libre, nadie está sujeto a un déspota. El individuo se integra a un sistema cooperativo espontáneamente. El mercado lo dirige y le dice en qué forma puede promover mejor su propio bienestar así como el de otras personas” (Citado en “Libertad: un sistema de fronteras móviles” de Enrique Arenz-Juan José Zuccoli Editor-Mar del Plata 1986).

La neutralización del egoísmo es una ventaja de la economía de mercado por cuanto cada empresario, o cada comerciante, deben tratar de vender a mejor precio y mejor calidad sus productos, para no perder ventas ni tampoco clientes. Se trata de una competencia cooperativa por cuanto todos se benefician con ella, especialmente el cliente. La competencia no cooperativa, o destructiva, se manifiesta cuando existen pocos participantes en la producción o en el comercio, estableciéndose monopolios que estimulan las ambiciones del único oferente en desmedro de los consumidores. En este caso, egoísmo no enfrentado con otro, tiende a ser doble egoísmo. Aun así, resulta mejor disponer de un monopolio que de la ausencia de empresas, ya que en ese caso la sociedad carecería de elementos necesarios para el consumo y también de fuentes de trabajo. Puede simbolizarse en forma breve el fundamento de la economía de mercado o sistema capitalista:

Capitalismo = Trabajo + Ahorro productivo + Libertad económica

Teniendo presente la definición dada por Álvaro C. Alsogaray:

Libertad económica = Libertad para comprar y vender + Competencia + Autorregulación de los precios

Disponemos de los elementos necesarios para describir una economía de mercado (a los que habría que agregar la propiedad privada de los medios de producción y una adecuada adaptación a la ética natural).

La capacidad, o aptitud laboral, de un individuo requiere de cierta preparación previa y de una actitud favorable hacia la sociedad de la que forma parte. Mientras que el hábito del trabajo resulta una virtud, o es el reflejo de una virtud moral, la negligencia o ineptitud laboral resultan ser fallas morales en las personas que poseen una salud normal.

Por otra parte, la voluntad para el ahorro surge de cierta disciplina por la cual el individuo que la posee tiende a sacrificar parte de sus comodidades presentes contemplado su seguridad futura, lo que implica cierta previsión del futuro y una responsabilidad social adecuada. Podemos decir que el individuo responde a la sociedad, desde un punto de vista económico, con el trabajo y el ahorro productivo, en donde se advierte que ambos atributos requieren de cierto nivel moral adecuado.

Si la sociedad, a través de sus representantes, se decide a otorgar a cada integrante la libertad para producir, comprar y vender, posibilita la formación de un mercado, que consiste en un proceso autorregulado del que surge un precio para cada mercancía. El precio de mercado actúa como una señal que aporta información, tanto a productores como a consumidores, indicándoles la conveniencia, o no, de producir, invertir, o consumir.

Una forma diferente para reducir o eliminar el egoísmo existente en las sociedades reales es el propuesto por el socialismo. En ese caso aplica la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción. Una forma alternativa de socialismo es la socialdemocracia, en cuyo caso se procede a la confiscación parcial de las ganancias de las empresas para ser redistribuidas fuera del proceso del mercado.

Al no distinguir entre competencia cooperativa y competencia destructiva, tales sistemas buscan anular toda competencia, por lo que promueven necesariamente la conformación de un monopolio estatal. Esta vez el Estado (o quienes lo dirigen) están en condiciones de ejercer una explotación laboral similar a la establecida por el empresario privado monopólico, quien no tiene competencia. Por ello, el socialismo acentúa todos los errores atribuidos en forma difamatoria al capitalismo, por cuanto la economía de mercado se opone a todo tipo de monopolio (para evitar justamente una posible explotación laboral) siendo en realidad el socialismo el que la promueve mediante el monopolio estatal.

En una economía de mercado, cada uno produce lo más posible para intercambiar la producción propia con la producción de otros, predominando un criterio cooperativo: “A cada uno según lo que produzca”. Ello contempla algo elemental; ya que cada ser humano tiene un solo cuerpo que alimentar y un solo cuerpo para vestir, todo el excedente que produzca será destinado, por intercambio, al resto de la sociedad. De esa forma existen motivaciones materiales (produce para sí mismo) como también motivaciones espirituales (produce para los demás) previo intercambio.

Bajo el socialismo, por el contrario, predomina un criterio altruista: “De cada uno según su capacidad, a cada uno según sus necesidades”. Se trata de motivar espiritualmente a cada individuo anulando previamente toda motivación material. Mientras el egoísmo no limitado por la competencia implica beneficiarse uno mismo desinteresándose por los demás, el altruismo implica sacrificarse uno mismo para beneficiar a los demás, por lo cual, a la larga, ambas situaciones producen resultados similares. De ahí la ventaja del intercambio que beneficia a ambas partes, que es la base de una economía libre.

Como el trabajo y el ahorro requieren de cierta disciplina individual, el sistema capitalista tiende a ser tergiversado por quienes, evitando adaptarse, buscan vivir a costa del trabajo y del ahorro ajeno. Es por ello que cada intento de perturbar el proceso del mercado hace que el sistema “reaccione” empeorando las cosas. Así, quienes pretenden “crear riquezas” reemplazando el trabajo por la emisión monetaria, no advierten que ello habrá de provocar en posterior efecto indeseable de la inflación.

Cuando se pretende reemplazar el ahorro productivo por la casi ilimitada concesión de créditos bancarios, el sistema reacciona con las crisis periódicas que aparecen con los ciclos de la economía, según la opinión de Mises. Tanto la inflación como las crisis periódicas son el precio que las sociedades pagan al intentar reemplazar comportamientos éticos virtuosos, como la laboriosidad y el hábito del ahorro, intentando suplantarlos por alguna forma de manipulación monetaria. Puede decirse que se puede engañar a mucha gente mediante tales maniobras, pero es el propio sistema autorregulado el que se “rebela” cuando no se respeta su buen funcionamiento.

Mientras que los hábitos del trabajo y del ahorro son atributos accesibles al individuo, la aceptación o el rechazo de la libertad económica surgen de decisiones de toda la sociedad. De ahí que las diferentes posturas políticas consisten esencialmente en la adopción de una entre las dos direcciones posibles que orientarán a la sociedad mirando hacia el futuro: la adopción de una economía capitalista o bien la adopción de una economía socialista (o su variante socialdemócrata). En este caso se advierte la preferencia de individuos que buscan vivir a costa de los demás a través del Estado mientras rechazan la posibilidad del trabajo y del ahorro individual como medios principales para sus realizaciones personales.

Una de las claves para que todo individuo adopte una actitud cooperativa, implica buscar un trabajo agradable. Y para ello es necesario que se capacite, mediante la educación principalmente. Bernardo A. Houssay expresó: “Trabajar en algo que interesa o apasiona es un placer, es una de las felicidades humanas más grandes. El trabajo es la diversión más barata y permite ser útil a sus semejantes” De “Bernardo A. Houssay. Su vida y su obra”-Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales-Buenos Aires 1981).

No debe extrañar que una persona decente y trabajadora como el Premio Nobel Houssay haya tenido conflictos con los gobiernos totalitarios o populistas, como el de Perón, todavía aclamados por importantes sectores de la sociedad. Luis F. Leloir escribió sobre Houssay: “En política era más bien conservador, pero nunca tuvo actuación. Odiaba la ineficiencia, el desorden, la mentira y los slogans”. “Contrariamente a lo que creíamos, el Premio Nobel no representó mayor cambio en las condiciones de trabajo. Las autoridades de entonces [1947] no demostraron ningún interés, sino que probablemente se sintieron molestas con el premio que recibía un opositor acérrimo al régimen imperante”.

Es frecuente la opinión de que el egoísmo es la actitud necesaria para el buen funcionamiento del capitalismo. Ello es un error, ya que lo correcto implica decir que puede funcionar bien a pesar del egoísmo humano, bajo la circunstancia antes mencionada de la compensación entre diversos egoísmos por la competencia en el mercado. Un empresario egoísta, a la corta o a la larga habrá de perjudicar a sus socios, empleados, clientes o a la sociedad en general. Por el contrario, como lo afirma Mises, el capitalismo es un proceso orientado por la cooperación que complementa la previa división o especialización del trabajo.

A veces no se distingue la débil frontera entre el amor propio, que es una virtud, y el egoísmo, que es un defecto, por lo que se trataría de un problema de definición de palabras. Enrique Arenz escribió: “Decididamente, venimos al mundo con la impronta de nuestro Ego y con una saludable y natural tendencia al egoísmo, que no es otra cosa que amor por nosotros mismos, pero no un amor inmoderado –como dice el diccionario- sino humano, puro y racional”.

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