martes, 28 de febrero de 2017

Búsqueda vs. rechazo de la libertad

No todos los hombres buscan la libertad como un valor esencial para realizar sus vidas, ya que muchos prefieren cederla a cambio de cierta seguridad, especialmente en el campo laboral. Quienes la buscan, confían en sus propias fuerzas y se sentirán anulados si les tocase vivir bajo regimenes totalitarios. Por el contrario, quienes poco confían en sus propias fuerzas, o tienen ambiciones económicas limitadas, se encuentran cómodos bajo una relación de dependencia. Aun así, no faltarán quienes esperan y exigen de la sociedad iguales resultados económicos, ya que no advierten que la libertad tiene sus riesgos e incertidumbres, con su correspondiente costo.

Cuando en una población predominan netamente quienes renuncian a la libertad a cambio de seguridad, la sociedad tendrá un déficit de empresarios, por lo cual será difícil establecer mercados competitivos. Los monopolios y el subdesarrollo serán las consecuencias inmediatas de ese desequilibrio. Incluso la minoría empresaria será atacada y difamada por crear “desigualdad social”. En cuanto a los países desarrollados, Jeremy Rifkin estableció una comparación entre las mentalidades predominantes en los EEUU y en Europa: “Los sueños europeo y americano consisten esencialmente en dos ideas diametralmente opuestas sobre la libertad y la seguridad. Los estadounidenses defienden una definición negativa de la libertad, y, por lo tanto, de la seguridad. Para nosotros, la libertad ha sido asociada desde siempre con la autonomía. Si uno es autónomo, no depende de los demás ni es vulnerable a circunstancias ajenas a su control. Para ser autónomo es preciso ser propietario. Cuanta más riqueza amasa uno, más independiente es respecto al mundo. Uno es libre si se convierte en una isla autónoma y autosuficiente. La riqueza trae consigo la exclusividad y la exclusividad trae consigo la seguridad”.

“El nuevo sueño europeo, en cambio, se basa en un conjunto distinto de premisas sobre aquello en que consisten la libertad y la seguridad. Para los europeos, no hay que buscar la libertad en la autonomía, sino en la integración. Ser libre significa tener acceso a una miríada de relaciones de interdependencia con otras personas. Cuanto más acceso tiene uno a comunidades distintas, tantas más opciones y posibilidades tiene de vivir una vida plena y con sentido. Las relaciones traen consigo la inclusividad, y la inclusividad trae consigo la seguridad” (De “El sueño europeo”-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2004).

Si bien a la palabra “libertad” se le han dado diversos significados, en cuestiones sociales implica independencia respecto de la influencia o el mando de otros hombres. El hombre libre es el que sólo está limitado por las leyes naturales, o leyes de Dios. John Locke escribió: “El estado de Naturaleza tiene una ley de la Naturaleza que lo gobierna y lo obliga a cada uno: y la razón, que es esa ley, enseña a toda la Humanidad, que quiera conocerla que, siendo todos iguales e independientes, nadie debe agraviar a otro en su vida, su salud, su libertad o sus propiedades…Cada uno se halla obligado a conservarse a sí mismo y a no abandonar voluntariamente su situación; así, por la misma razón, cuando su propia conservación no está en juego, debe, tanto como le sea posible, preservar el resto de la Humanidad, a menos de que se trate de hacer justicia a un transgresor y arrebatar o poner en peligro la vida o lo que tiende a ser la conservación de la vida, la libertad, la salud, los miembros o bienes de otro” (Citado en “Teoría política moderna” de L. J. Macfarlane-Editorial Espasa-Calpe SA-Madrid 1978).

La libertad personal implica, por lo tanto, gobernarse por medio de la ley natural, coincidiendo con la propuesta cristiana. Así, la idea del Reino de Dios implica esencialmente acatar las leyes de Dios, o leyes naturales. La hermandad y la igualdad de los hombres sólo se adquieren cuando se establece este gobierno, mientras que se anulan bajo sistemas totalitarios en los cuales quienes dirigen al Estado son los que determinan las vidas de sus súbditos.

La libertad política surge de la consideración de que el Estado debe establecer la ley humana compatibilizándola con la ley natural. Las leyes provenientes del Derecho sólo tienen sentido si respetan la ley natural. Luego, la acción de todo hombre ha de ser limitada por las leyes del Estado y no por las decisiones de los gobernantes. El cambio que se da en Inglaterra, desde la monarquía absoluta a la parlamentaria, es una consecuencia de tener presentes tanto el gobierno mediante leyes y la tendencia a la igualdad ante la ley natural. Mariano Grondona escribió: “Locke toma de Hobbes el contrato. Este giro de Dios al contrato será fundamental para el liberalismo. El origen del poder ya no es místico. No proviene de la naturaleza –como decía Aristóteles-ni de Dios a través de la Iglesia o a través del rey. En Locke, el contrato lo hacen los hombres libres y racionales para fundar un poder limitado; el origen del poder somos nosotros mismos. «Tú tienes tanto poder cuanto yo te he dado»”.

“Lo que hay en el origen de la sociedad es el poder que yo tengo sobre mí mismo. Cada uno de nosotros tiene un poder soberano, y entre todos decidimos fundar un poder que nunca tendrá más prerrogativas que aquellas que le hayamos dado. En Locke se humaniza la idea del poder; se hace secular y «moderna». Ya no hay elementos religiosos ni despóticos en el poder. Lo que hay es el derecho de cada hombre, que cede libremente cierto poder a un gobierno para que garantice la vida en sociedad” (De “Los pensadores de la libertad”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1986).

En cuanto a la libertad económica, Locke advierte que la riqueza generada individual y legalmente resulta beneficiosa para la sociedad. Grondona agrega: “Locke está impregnado de la idea puritana de que el hombre se gana el cielo teniendo éxito en la Tierra. Por eso el rico que se enriqueció por métodos legales y correctos sospecha que se va a salvar. En el fondo, más que premiarse el trabajo se premia al mérito. Es un premio de tipo casi religioso. Fuiste honesto, trabajador, activo, diligente; tienes un premio en esta Tierra que anticipa y no anula el premio celestial: la propiedad. Los ricos de Locke pasan por el ojo de la aguja evangélica”.

“Se ha dado una explicación ingenua del liberalismo diciendo que elogia el egoísmo. No lo elogia, pero reconoce que una sociedad egoísta puede funcionar. Sería ideal que la gente fuera distinta, pero siendo como es, es razonable lograr un orden a partir de ella. Dice Locke: «Los hombres están de acuerdo y han estado de acuerdo en que comiencen las posesiones desiguales sobre la Tierra desde el momento en que por tácito consenso encontraron en la moneda una manera de acumular sin que lo acumulado se corrompa». La moneda es el producto de un consenso, de un contrato, los hombres lo quisieron así. A Locke moralista no le gusta, pero Locke pensador práctico lo reconoce. La gente, en el momento mismo en que aceptó la creación de la moneda, aceptó la desigualdad porque los metales –hoy, los ceros a la derecha de la cuenta bancaria- se pueden acumular en forma ilimitada”.

Cuando Cristo brinda al hombre la posibilidad de liberarse del pecado y del gobierno mental de otros hombres, no todos aceptan la libertad que les ofrece por cuanto les resultaba más cómodo seguir con sus vidas tales como hasta el momento habían llevado. El precio al que les ofrecía la libertad personal era considerado excesivo, por lo cual, con el tiempo, convirtieron al propio cristianismo en un paganismo más y en el cual todo se logra, no a través del cumplimiento de los mandamientos, sino adhiriendo a la creencia sin la previa virtud requerida. José Luis Martín Descalzo escribió: “Fedor Dostoyevski ha escrito una de las más bellas y terribles páginas de la literatura contemporánea. Es aquella en la que Cristo, vuelto a la Tierra en el siglo XVI, se encuentra en Sevilla con el gran inquisidor. Jesús ha llegado al mundo en silencio, sin anunciarse y el pueblo enseguida lo reconoce. «El pueblo se siente atraído hacia él por una fuerza irresistible, se aglomera a su lado, le rodea y le sigue. Él avanza en medio de las gentes, sonriéndoles con piedad infinita. El sol del amor arde en su corazón, sus ojos irradian luz y virtud que se vierte en los corazones, moviéndolos a un amor mutuo. Levanta sus manos para bendecir a las multitudes y de su cuerpo y de sus mismas vestiduras se desprende una virtud que cura al solo contacto. Un viejo, ciego de nacimiento, grita entre la muchedumbre: ‘¡Señor, sáname y te veré!’ y, como si le cayesen algunas escamas de los ojos, el ciego lo ve. La muchedumbre llora y besa las huellas de sus pies, los niños siembran de flores su camino, cantando y gritando ‘¡Es él! ¡Es él! ¡Ha de ser él, no puede sino ser él!’»”.

“Es entonces cuando aparece el gran inquisidor, «un anciano de noventa años, alto, envarado, de rostro pálido y ojos sumisos, que despiden chispas de inteligencia que la senectud no ha extinguido. Al ver a Cristo su rostro se nubla, frunce sus espesas cejas, brilla en sus ojos un fuego siniestro y, señalándolo con el dedo, ordena a la guardia que lo detengan»”.

“«¿Por qué has venido a estorbarnos?» pregunta el inquisidor, cuando tiene al hombre delante. Y, ante su silencio, el inquisidor acusa a Cristo de haberse equivocado dando a los hombres libertad, en lugar del pan que los hombres pedían. En rigor, dice, tenía razón el tentador. «Te dispones a ir por el mundo y piensas llevar las manos vacías, vas sólo con la promesa de una libertad que los hombres no pueden comprender en su sencillez y en su natural desenfreno; que les amedrenta, pues nada ha habido jamás tan insoportable para el individuo y la sociedad como la libertad. Pero ¿ves esas piedras? Conviértelas en panes y la humanidad correrá tras de ti como un rebaño agradecido y sumiso, temblando de miedo a que retires tu mano y les niegues la comida. Decidiéndote por el pan, hubieras satisfecho el general y sempiterno deseo de la humanidad que busca alguien a quien adorar; porque nada hay que agite más a los hombres que el afán constante de encontrar a quién rendir adoración mientras son libres».

«Pero tu olvidaste que el hombre prefiere la paz y aun la muerte a la libertad de elegir. Nada le seduce tanto como la libertad de conciencia, pero tampoco le proporciona nada mayores torturas. Y tú, en vez de apoderarte de su libertad, se la aumentaste, sobrecargando el reino espiritual de la humanidad de nuevos dolores perdurables. Quisiste que el hombre te amase libremente, que te siguiera libremente, seducido, cautivado por ti; desprendido de la dura ley antigua, el hombre debía, en adelante, decidir por sí mismo en su corazón libre entre el bien y el mal, sin otra guía que tu imagen. Pero ¿no sabías que acabará por rechazar tu imagen y tu doctrina, cansado, aniquilado bajo el pesado fardo del libre albedrío? ¡El hombre es más bajo, más vil por naturaleza de lo que tú creías! Mañana verás cómo, a una indicación mía, se apresurará ese dócil rebaño a atizar la fogata en que arderás por haber venido a estorbarnos»” (De “Vida y misterio de Jesús de Nazaret” (I)-Ediciones Sígueme SA-Salamanca 1987).

lunes, 27 de febrero de 2017

Creacionistas vs. evolucionistas

Existe una controversia entre los adherentes a la simbología bíblica de la creación directa del hombre y los partidarios de la creación indirecta mediante el proceso de la evolución biológica. Para los primeros, la ley natural no es suficiente para hacer surgir la vida inteligente y de ahí la necesidad de la existencia de un Creador y de un orden sobrenatural. Para los segundos, la ley natural resulta suficiente para que se establezca la vida inteligente y el universo tal como es.

Tanto religiosos como espiritualistas se basan en la creencia en un orden sobrenatural y nunca aceptan evidencias de lo contrario, mientras que los científicos tratan de describir todo lo existente en base a leyes naturales; de ahí que no resulte fácil convencer a los rivales. Por otra parte, la ciencia no puede mostrar definitivamente la inexistencia de un Creador por lo cual la disputa seguramente se prolongará por bastante tiempo.

Los creacionistas no “creen” en la evolución biológica a pesar de las evidencias mostradas por la biología. En realidad, no se trata sólo de una teoría, ya que la evolución de las especies es un proceso natural que ocurre aun cuando el hombre no lo hubiese descubierto, siendo los restos fósiles un indicio de ese proceso. Tampoco “creen” en la expansión del universo y el proceso de la gran explosión (big-bang), excepto cuando se les diga que Dios actuó en el momento inicial. Leonard Mlodinow escribió: “Nuestro análisis cotidiano depende de nuestras creencias y deseos precedentes. Si queremos llegar a cierta conclusión, nuestros cerebros alterarán la manera en que percibimos y sopesamos los datos, y nuestra forma de analizar los argumentos. Y, lo más importante, nuestros cerebros hacen esto inconscientemente. Así que suele ser posible creer honestamente en lo que deseamos creer, aunque un observador objetivo llegaría a otra conclusión. A veces, los psicólogos llaman a esto razonamiento motivado, lo que constituye un factor a considerar cuando examinamos por qué elegimos creer en una cosmovisión seductora que implica una conciencia universal y un universo amoroso” (De “Guerra de dos mundos” de D. Chopra y L. Mlodinow-Aguilar-Buenos Aires 2014).

Cuando, desde la ciencia, aparece cierta conclusión acerca de cómo está hecho nuestro universo, o de cómo podrá ser su futuro, algunos opositores dirán que a tal conclusión llegó hace 2.500 años tal filósofo griego, o que hace 4.000 años llegó a lo mismo algún espiritualista hindú. Sin embargo, no es lo mismo construir paso a paso, verificando la validez de cada uno, el conocimiento científico, que establecer hipótesis no verificadas ni tampoco fundamentadas experimentalmente. Si juntamos a todos los filósofos griegos o a todos los espiritualistas hindúes del pasado, seguramente cubrirán todas las posibilidades, mientras que la ciencia experimental tiende a dilucidar cuál de todas esas posturas está más cerca de la verdad. Deepak Chopra escribió: “La hipótesis espiritual que funciona hace miles de años está conformada por tres partes: 1) Una realidad invisible que es la fuente de todo lo visible; 2) Esta realidad invisible puede conocerse por medio de la conciencia y 3) La inteligencia, la creatividad y el poder de organización, están integrados al cosmos”.

Mientras que la espiritualidad se mueve por los senderos de lo invisible (o visible para algunos), la ciencia se mueve por senderos observables (o visibles para todos). Lo que puede ser observado por unos pocos es lo subjetivo, mientras que lo que puede ser observado y entendido por cualquiera, es lo objetivo. Mlodinow agrega: “Cuando las teorías que apasionan a la gente son descartadas por la comunidad científica, suelen escucharse reclamos de estrechez de miras. Pero la historia de la ciencia demuestra que la verdadera razón del rechazo de las teorías es que suelen chocar con la evidencia observable. De hecho, algunas muy extrañas, venidas de regiones muy oscuras e inesperadas –como la relatividad y la incertidumbre cuántica- han ganado reconocimiento rápidamente, a pesar de poner en entredicho el pensamiento convencional. La razón de ello es que han pasado las pruebas experimentales”.

“Los seguidores de la metafísica y de la espiritualidad de Deepak se muestran mucho menos abiertos a revisar o expandir sus cosmovisiones para abarcar nuevos descubrimientos. En lugar de dar la bienvenida a nuevas verdades, suelen aferrarse a viejas ideas, explicaciones y textos. Si por casualidad acuden a la ciencia para justificar sus ideas tradicionales, en cuanto parece que la ciencia no los apoya, le dan la espalda sin demora. Y cuando emplean conceptos científicos, los usan tan a la ligera que los significados quedan alterados y, en consecuencia, las conclusiones a las que llegan no son válidas”.

Es más importante aún que saber si hubo una creación directa (intervención de Dios en el tiempo) o una creación indirecta (a través de la evolución biológica), saber si el universo tiene un sentido o bien si no lo tiene. Si lo tiene, puede decirse que la humanidad también tiene un sentido como así también la vida de cada hombre (si la puede descubrir). Esta posibilidad puede existir tanto para el que considera un Dios mágico que hace todo de la nada como para el que supone un Dios inteligente capaz de prever el futuro del universo a partir de las leyes naturales que rigen los constituyentes básicos de la materia. Víctor Massuh escribió: “La intuición de un orden cósmico otorgaría sostén a una actitud personal. El orden exterior, en tal caso, se correspondería con el de la mente y ésta gravitaría en el conjunto de las acciones sociales. Como se advierte, la reflexión cosmológica de David Bohm comienza en las lejanas estrellas y termina en el comportamiento humano. Se inicia como ciencia pero concluye como ética” (De “La flecha del tiempo”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1990).

Si bien el método de la ciencia es el único confiable, es oportuno mencionar que no todos los científicos están de acuerdo en que el universo tiene algún sentido o responde a una finalidad implícita a las leyes naturales que lo rigen. Christian de Duve escribió respecto del libro “El azar y la necesidad” de Jacques Monod: “El principal mensaje filosófico de esta obra es que la evolución biológica, lejos de estar de alguna forma dirigida por alguna clase de «élan vital», energía radial u otra fuerza mística, depende enteramente de las mutaciones fortuitas (el azar) evaluadas por la selección natural (la necesidad). No hay ningún significado, propósito o diseño a leer en la aparición y evolución de la vida, aun tratándose de la vida inteligente. «El universo», escribe Monod, «no estaba preñado con la vida, ni la biosfera con el hombre». Y concluye, con una mezcla de grandiosidad austera y romanticismo estoico: «La antigua alianza se ha hecho pedazos: el hombre sabe por fin que se encuentra solo en la insensible inmensidad del universo, de la cual surgió solamente por casualidad. Su destino no está inscrito en ninguna parte, ni lo está su deber. El reino de encima o la oscuridad de abajo; él debe escoger»”.

“Mis razones para considerar que el universo tiene sentido se encuentran en lo que percibo como sus necesidades inherentes. Monod subrayó la improbabilidad de la vida y la mente y el papel preponderante del azar en su surgimiento, y por ende la falta de designio en el universo, su absurdo y su carencia de sentido. La manera en que interpreto los mismos hechos es diferente. Le doy el mismo papel al azar, pero actuando dentro de un conjunto tan estricto de restricciones que obligatoriamente debe producir la vida y la mente, no una sino muchas veces. A la famosa frase de Monod: «El universo no estaba preñado con la vida, ni la biosfera con el hombre», yo respondo: «Falso. Sí lo estaban»” (De “Polvo vital”-Grupo Editorial Norma-Bogotá 1999).

Las bajas probabilidades para el surgimiento de la vida, constituyen el principal fundamento esgrimido por los creacionistas, incluso por los científicos que niegan un sentido al universo. Al respecto, Leonard Mlodinow escribió: “Lo que hace que la evolución sea mucho más que un simple proceso aleatorio es la selección natural. Si la ignoras, en verdad puedes hacer que la teoría de la evolución parezca absurda y descabellada. Por ejemplo, Deepak escribe que «la creación sin conciencia se parece a la fábula de la habitación llena de monos que presionan al azar las teclas de una máquina de escribir hasta que terminan, millones de años después, escribiendo las obras completas de Shakespeare»”.

“Ese experimento de las letras al azar es típico de los argumentos que surgen cuando se ignoran aspectos de la selección natural. Richard Dawkins lo cita en su libro «El relojero ciego». En él describe un programa de computadora que escribió, el cual incluía un mecanismo análogo a la selección natural. Al ponerlo a funcionar, esperó para ver cuánto tiempo tomaría al programa dar con la frase de Shakespeare: «Pienso que es como una comadreja», por medio del tecleo al azar, de manera que se imitaba a la evolución. En el modelo puramente fortuito que Deepak describió, las probabilidades de teclear la frase entera correctamente eran de una en diez mil billones de billones de billones, de modo que una computadora podría generar letras al azar hasta que el Sol agotara su combustible sin dar nunca con la frase. Pero al incorporar la selección natural en este programa de tecleo aleatorio, Dawkins demostró que la frase podía producirse en sólo cuarenta y tres generaciones, no más de un instante para cualquier computadora decente. ¡Tal es la magnitud del error que puede suscitarse si uno no es cuidadoso al definir los conceptos de la ciencia!”.

La visión del universo que nos brinda la ciencia actual es la de un universo caracterizado por el surgimiento de una complejidad creciente que va desde las partículas fundamentales, siguiendo por los átomos, moléculas, células, organismos, hasta llegar a la vida inteligente. Esta secuencia nos da un indicio de cierto sentido o finalidad aparente del universo, aun cuando el hombre no haya podido agruparla bajo un esquema teórico satisfactorio.

La existencia de una finalidad aparente no sólo tiene importancia para el presente, sino para el futuro de la humanidad. Si existe una finalidad implícita, seguramente el universo no tendrá un fin en el tiempo. Por el contrario, sin un sentido aparente, sería admisible su desaparición en un futuro lejano. Este es el caso de la “muerte térmica” del universo como consecuencia de la degradación de la energía luego de varios años de la expansión de las galaxias. Al respecto, Víctor Massuh escribió: “Recordemos que a raíz del Segundo Principio [de la Termodinámica] Rudolf Clausius formuló en 1865 la ley del aumento irreversible de la entropía, es decir, que un inexorable enfriamiento del universo llevará a la «muerte térmica», la nivelación de las diferencias y la disolución final. En cambio las investigaciones de Ilya Prigogine e Isabelle Stengers vendrían a sostener lo contrario: que esa posibilidad apocalíptica ya se cumplió en los comienzos del universo, es decir, que la entropía máxima precedió a los segundos de la explosión inicial y, por lo tanto, aquella promesa de disolución no estaría pesando sobre el cosmos como una condena inexorable”.

viernes, 24 de febrero de 2017

Matemáticas y realidad

Mientras que en otras épocas se consideraba a las matemáticas aplicadas a la física como un lenguaje convencional, en la actualidad tienden a ser consideradas como las únicas propiedades objetivas de la materia. Una vez que se eligen las variables relevantes para una descripción, como ser masa, velocidad y aceleración, el vínculo matemático entre las mismas tiene un carácter único para cierto fenómeno descrito, ya que en esas relaciones matemáticas se encuentra toda la información requerida para una adecuada descripción.

Galileo Galilei fue el iniciador de la física experimental y también el primero en aplicar las matemáticas en la descripción del movimiento. Las verificaciones experimentales no sólo las establecía para verificar hipótesis de tipo cualitativo sino, esencialmente, cuantitativo. Al respecto escribió: “Vamos a instituir una ciencia nueva sobre un tema muy antiguo. Tal vez no haya, en la naturaleza, nada más antiguo que el movimiento; y acerca de él son numerosos y extensos los volúmenes escritos por los sabios. Sin embargo, entre sus propiedades, que son muchas y dignas de saberse, encuentro yo no pocas que todavía no han sido observadas ni demostradas hasta ahora”.

“Se ha fijado la atención en algunas que son de poca importancia, como por ejemplo, que el movimiento natural (libre) de los graves en descenso se acelera continuamente; sin embargo, no se ha hallado hasta ahora en qué proporción se lleva a cabo esta aceleración; pues nadie, que yo sepa, ha demostrado que los espacios, que un móvil en caída y a partir del reposo recorre en tiempos iguales tienen entre sí la misma razón que tiene la sucesión de los números impares a partir de la unidad”.

“Se ha observado que las armas arrojadizas o proyectiles describen una línea en cierto modo curva; sin embargo, nadie notó que esa curva era una parábola. Yo demostraré que esto es así, y también otras cosas muy dignas de saberse; y lo que es de mayor importancia, dejaré expeditos la puerta y el acceso hacia una vastísima y prestantísima ciencia, cuyos fundamentos serán estas mismas investigaciones, y en la cual, ingenios más agudos que el mío, podrán alcanzar mayores profundidades” (Citado en “Sigma. El mundo de las matemáticas” (Tomo 2) de James R. Newman-Ediciones Grijalbo SA-Barcelona 1976).

Puede decirse que distintos fenómenos físicos, regidos por leyes que tienen una misma forma matemática, tienen propiedades semejantes. Como ejemplo veremos una relación matemática que rige tanto el movimiento de una partícula como el comportamiento de bobinados y condensadores en circuitos eléctricos. En el primer caso, la relación matemática es la siguiente:

Fuerza = Masa x aceleración

F = M dv/dt

En donde la aceleración se ha expresado como el ritmo de cambio de la velocidad (v) respecto del tiempo (t), esto es, la derivada de la velocidad respecto del tiempo. En este caso, la masa inercial (M) es una medida de la inercia o tendencia del móvil a mantener la velocidad (v) constante cuando se le aplica una fuerza F que trata de moverlo.

Veamos ahora el caso de una bobina L recorrida por cierta corriente eléctrica (i) impulsada por una tensión eléctrica (E):

E = L di/dt

Como la forma matemática es similar a la anterior, podemos decir que la inductancia (L) es una medida de la inercia magnética o tendencia de la bobina a mantener la corriente (i) constante cuando se le aplica una tensión eléctrica E.

En el caso de un capacitor, o condensador eléctrico, aparece una ecuación similar:

i = C de/dt

En este caso decimos que la capacitancia (C) es una medida de la inercia eléctrica o tendencia del capacitor a mantener la tensión (e) constante cuando por él circula una corriente eléctrica (i).

Existen dos formas posibles de razonar sobre los fenómenos físicos:

a) El físico intuitivo razona en base a imágenes que forma en su mente y que reproducen cercanamente el fenómeno en cuestión.
b) El físico matemático razona en base a la ley matemática que rige el fenómeno en cuestión.

Especialmente en el caso de los fenómenos atómicos y nucleares, sobre los cuales no resulta sencillo formarse imágenes mentales concretas, predomina el razonamiento en base a ecuaciones matemáticas, no existiendo una división neta entre estas dos formas de acceder a los fenómenos físicos. David Bohm escribió al respecto: “La teoría cuántica, y en menor medida la de la relatividad, no fueron nunca bien entendidas en términos de conceptos físicos, y por ello la física fue poco a poco resbalando hacia la práctica de tratar los temas por medio de ecuaciones. Esto ocurrió, desde luego, porque las ecuaciones eran la única parte de la teoría que todo el mundo creía poder entender realmente”.

“Eso hizo que, de manera inevitable, se desarrollara la idea de que las ecuaciones son en sí mismas el contenido esencial de la física. De alguna manera eso comenzó ya en los años veinte, cuando el astrónomo sir James Jeans afirmó que Dios tenía que ser un matemático. Más tarde, Heisenberg le dio gran empuje con su idea de que la ciencia no podía ya visualizar la realidad atómica mediante conceptos físicos, y de que las matemáticas son la expresión básica de nuestro conocimiento de la realidad”.

“Junto a ello llegó un cambio radical en lo que se entendía por capacidad intuitiva o imaginativa. Anteriormente esto había sido identificado con la habilidad para visualizar ideas y conceptos, pero ahora Heisenberg pretendía que la intuición y la imaginación proporcionan no una imagen de la realidad, sino una representación mental del significado de las matemáticas”. “Yo no estoy de acuerdo con esta evolución. De hecho, creo que el actual énfasis por las matemáticas ha ido demasiado lejos” (De “Ciencia, orden y creatividad” de D. Bohm y F. D. Peat-Editorial Kairós-Barcelona 1998).

Si consideramos que una hipótesis científica tiene una formulación inicial y un desarrollo posterior, puede afirmarse que, en la mayoría de los casos, la formulación inicial emplea el razonamiento intuitivo tradicional mientras que el desarrollo posterior se vuelca hacia la utilización de las matemáticas. El citado autor agrega: “Es verdad que las matemáticas permiten hacer observaciones creativas, y que la búsqueda de belleza matemática puede ser una guía de gran ayuda. Los científicos que han trabajado de esta manera han conseguido a menudo derivar un conocimiento nuevo a través del énfasis por el formalismo matemático…..Pero las matemáticas nunca fueron el único criterio de sus descubrimientos. Además, eso no significa que todos piensen lo mismo a este respecto. De hecho, yo creo que los conceptos verbales, los aspectos pictóricos y el pensamiento filosófico pueden contribuir de manera significativa a las nuevas ideas”.

“Einstein apreciaba ciertamente la belleza matemática pero, en realidad, no empezaba por las matemáticas, sobre todo en su periodo más creativo. En lugar de eso, comenzaba con sentimientos difíciles de especificar y una sucesión de imágenes de las cuales surgían en algún momento conceptos más detallados”. “Parece arbitrario decir que las matemáticas deben jugar un papel único en la expresión de la realidad. Las matemáticas sólo son una función de la mente humana, y otras funciones pueden, con toda seguridad, ser igualmente importantes, incluso en física”.

Mientras que Isaac Newton utiliza la geometría para establecer los fundamentos de la mecánica, Joseph Louis Lagrange, en el siglo XVII, establece una descripción equivalente pero sin utilizar ninguna figura geométrica, siendo un temprano indicio de que puede prescindirse de imágenes para la descripción de los fenómenos físicos. E. T. Bell escribió: “Desde el principio Lagrange fue un analista, jamás un geómetra. En él vemos el primer ejemplo notable de esa especialización que viene a constituir una necesidad en la investigación de la matemática. Las preferencias analíticas de Lagrange se manifiestan notablemente en su obra maestra, la Mécanique analytique, que proyectó en Turín cuando tenía 19 años, pero que fue publicada en París en el año 1788, cuando Lagrange tenía 52. «En esta obra no se encontrará ninguna figura», dice en el prefacio. Pero con un semihumorístico sacrificio a los dioses de la Geometría hace notar que la ciencia de la mecánica puede ser considerada como la Geometría de un espacio de cuatro dimensiones; tres coordenadas cartesianas con una coordenada del tiempo son suficientes para localizar una partícula en movimiento en el espacio y en el tiempo, una forma de considerar la mecánica que se ha hecho popular desde 1915, cuando Einstein la explotó en su relatividad general” (De “Los Grandes Matemáticos”-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1948).

Una posible dualidad entre corpúsculo y onda aparece, en la mecánica clásica, en el siglo XIX. Lo que en un momento sólo pareció ser una curiosidad matemática, le sirvió a Louis de Broglie para introducir un importante concepto en la mecánica cuántica. D. Bohm y F. D. Peat escriben al respecto: “La teoría de Hamilton-Jacobi, desarrollada a finales de 1860, presentaba una nueva manera de tratar el movimiento, basada en ondas más que en partículas. En lugar de considerar que el movimiento de una partícula sigue un camino dado sobre el que actúan fuerzas externas, la teoría de Hamilton-Jacobi se basa en la descripción de una onda en la cual todo movimiento es perpendicular a una onda frontal. Una imagen sencilla la proporciona el movimiento de un corcho o un trozo de madera desplazado por las ondas en un lago. De esta manera, el movimiento lo determinan las ondas como un todo, y no acciones locales de una fuerza en cada punto de la trayectoria de una partícula”.

Uno de los mayores atractivos de la física teórica se encuentra en el desarrollo puramente matemático que se efectúa a partir de una ecuación matemática compatible con la realidad. En tales desarrollos aparecen fenómenos nuevos, o no advertidos por su realizador. De ahí que Paul Dirac dijo, respecto de su ecuación cuántica-relativista, que “era más inteligente que su autor” por cuanto en ella aparecía la posibilidad de la existencia de la antimateria, algo no previsto en un principio por el propio Dirac.

martes, 21 de febrero de 2017

Un Estado sin religión, una sociedad sin familia

En las primeras épocas del comunismo, no son pocos los escritores occidentales que se entusiasman con la idea de una sociedad distinta a la tradicional, especialmente por el hecho de que el Estado ha de reemplazar a la religión y la familia dejará de constituir la célula básica de la sociedad. El socialismo es esencialmente un proyecto destructor, que no sólo involucra a la religión y la familia, sino al sistema económico, el político y a la libertad personal. Los defectos de la religión, de la familia y de toda institución social son evidentes para la mayor parte de las personas. Sin embargo, existe la posibilidad de subsanarlos en lugar de destruirlos para reemplazarlos por otras formas menos efectivas de organización.

André Gide es uno de esos entusiastas con el socialismo, escribiendo al respecto en 1931: “Me gustaría vivir lo suficiente como para ver lograrse el plan de Rusia, y a los Estados de Europa obligados a inclinarse ante lo que se obstinaban en no reconocer. ¿Cómo una reorganización tan nueva habría podido obtenerse sin un periodo de desorganización profunda al principio? Jamás me he inclinado sobre el futuro con una curiosidad más apasionada”.

“Querría gritar muy fuerte mi simpatía por Rusia; y que mi grito se oiga, que tenga importancia. Querría vivir lo suficiente para ver el logro de este enorme esfuerzo; su éxito que deseo con toda mi alma, en el que me gustaría trabajar. Ver lo que puede dar un Estado sin religión, una sociedad sin familia. La religión y la familia son los dos peores enemigos del progreso” (Citado en “Una historia política de los intelectuales” de Alain Minc-Duomo Ediciones-Barcelona 2012).

En 1936 decide realizar un viaje a Rusia para ver de cerca la marcha de la nueva sociedad. Mientras que el auténtico intelectual no puede dejar de decir la verdad, la mayor parte de los escritores sigue confundiendo el socialismo teórico con el real, ayudando a prolongar el sufrimiento de las víctimas inocentes que deben padecer las novedosas experiencias de quienes suponen que basta con la expropiación de los medios de producción para resolver todos los problemas sociales. Gide escribe luego de su retorno: “La inercia de las masas, la dictadura intelectual, la presión policial, el culto a la personalidad, los fracasos económicos…”. “Y dudo que en ningún otro país hoy día, aunque fuera la Alemania de Hitler, el espíritu sea menos libre, más inclinado, más temeroso, más avasallado”.

A pesar de los nefastos resultados, gran parte de los “intelectuales” se oponen a Gide por decir la verdad sobre la URSS. Alain Minc escribió: “La condena es pues absoluta. Procedente de un compañero de viaje, es insoportable. Por ello el régimen lanza a sus batallones intelectuales contra Gide, como no dejará de hacerlo más tarde contra el inmenso ejército de comunistas decepcionados. Burgués, fascista, trotskista, esos epítetos formarán la trinidad de las injurias en un futuro. Y según un principio simplísimo, es necesario que otro gran escritor, dentro de los cánones esta vez, fustigue al renegado. Romain Rolland inaugura el papel: «Ese libro malo [Regreso de la URSS] es por cierto un libro mediocre, sorprendentemente pobre, superficial, pueril, contradictorio. Es un ruido hecho alrededor del nombre de Gide y a la explotación de su celebridad por parte de los enemigos de la URSS siempre al acecho y dispuestos a servirse contra ella de todas las armas que se ofrecen a su maldad»”.

“El redactor de ‘Regreso de la URSS’ se niega a sacrificar la verdad a la comodidad acogedora que había encontrado”. “Esa ida y vuelta se convertirá en la herencia de muchos intelectuales comunistas y luego anticomunistas. Gide lo hizo con una majestuosidad poco corriente y un sentido del matiz sin equivalente. Convertido en el primero de esta especie –de la tribu de los renegados, dirán los comunistas-, es el más respetable, porque no cedió, como lo harían tantos otros, a la alegría perversa de quemar con demasiada violencia lo que habían adorado con demasiada credulidad”.

Los decepcionantes resultados de la puesta en práctica de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción generaron en el adepto al socialismo unas ansias desmedidas por destruir toda sociedad capitalista. Esta actitud es la misma que la del individuo que no le alcanza el dinero para comprarse un automóvil similar al del vecino y le resulta más sencillo, para obtener la “igualdad social”, incendiar en un descuido el vehículo de aquel por quien siente envidia. André Gide escribió: “Aunque no se ha concretado la tan pregonada Dictadura del Proletariado, existe cierto tipo de dictadura: la de la burocracia soviética. Es esencial advertir esto y no dejarse engañar. Esto no es lo esperado: casi podría decirse que era lo que menos esperaba la gente. Los obreros ni siquiera tienen la libertad de elegir a sus propios representantes para defender sus intereses amenazados”.

“El libre sufragio –público o secreto- es una burla y una patraña; los electores tienen simplemente el derecho a votar a los que han sido elegidos para ellos de antemano. A los obreros se les engaña, amordaza de pies y manos, para que la resistencia resulte virtualmente imposible. La partida ha sido bien jugada por Stalin y los comunistas del mundo entero lo aplauden, creyendo que, en la Unión Soviética por lo menos, han logrado una gloriosa victoria y llaman a todos los que no están de acuerdo con ellos enemigos públicos y traidores”.

“Pero en Rusia esto ha llevado a un nuevo género de traición. Una manera excelente de progresar es hacerse delator, lo cual lo pone a uno en buenos términos con la peligrosa policía, que lo protege a uno mientras lo usa. Cuando se ha empezado por ese camino fácil y resbaladizo, ninguna relación de amistad o lealtad puede detenerlo; en cada caso, uno se ve obligado a avanzar, resbalando más y más al abismo de la vergüenza. El resultado es que cada cual sospecha de cada uno de los demás y que las observaciones más inocentes –aun las de los niños- pueden provocar la destrucción, de modo que todos están en guardia y nadie se expansiona”.

“Durante mi gira por Rusia me llevaron a ver la ciudad modelo de Bolchevo, única en su género, porque todos sus integrantes son presidiarios: asaltantes, carteristas y asesinos….donde no sólo hay fábricas, sino también bibliotecas, centros de descanso y clubes. Cuando la visité, me pareció uno de los experimentos más nobles de mayor éxito de la Unión Soviética y una gran realización. Sólo más tarde descubrí, cosa que ignoraba al principio, que únicamente a los delatores –a los que denunciaran a sus compañeros de presidio a las autoridades- se les concedía el privilegio de vivir en esa colonia modelo. ¿Podía llegar más bajo el cinismo moral?” (De “El Dios que fracasó” de R. Crossman-Plaza & Janés Editores-Buenos Aires 1966).

Si existe algo parecido a un pequeño infierno en la Tierra, es el de los establecimientos educativos dirigidos por un directivo que escucha chismes y alcahueterías, promoviéndolas de esa forma. Los afectados por la difamación y las calumnias anónimas, comienzan a sospechar de todos, por cuanto no tienen la certeza de quién o quiénes pueden haberlo perjudicado, por lo cual tiende a separarse del grupo del personal de la institución. En la etapa soviética, los delatores no eran los “arrepentidos” que confesaban para reducir sus penas, como se hace actualmente en algunos países, sino que se promovía en niños y jóvenes la denuncia a sus propios familiares en caso de oposición política contra el régimen imperante. La familia quedaba relegada, como célula social básica, para darle lugar y prioridad absoluta al Estado y sus dirigentes.

Aun cuando el Papa Francisco exprese que “son los comunistas los que se parecen a los cristianos”, resulta bastante difícil entenderlo, ya que el socialista se opone a toda religión y considera más importante al Estado que a la familia, adoptando el disfraz de “cristiano” cuando las circunstancias políticas le muestren cierta conveniencia. Podemos hacer una comparación entre ambas actitudes:

Cristiano: propone mejorar al individuo; propone repartir las propias riquezas; propone dar su vida por la fe; propone la prédica universal del amor.
Marxista: propone instalar el socialismo previa destrucción de la sociedad existente; propone repartir las riquezas ajenas, nunca las propias; propone quitar la vida de los opositores al socialismo; propone la prédica universal del odio entre sectores.

Habría que preguntarle a Francisco y a sus seguidores en qué circunstancias observan la “igualdad” mencionada. Todo parece indicar que se trata de alguien que, como André Gide en un comienzo, creyó en las palabras atractivas del socialismo teórico sin atender al socialismo real. Mientras que Gide mantuvo su creencia en las primeras décadas del socialismo, Francisco tiene a su disposición los hechos innegables de la catástrofe socialista de China y de la URSS.

Una de las características de las ideologías poco compatibles con la realidad es que impiden que el adepto tome como referencia la propia realidad para reemplazarla por la ideología. Luego, las acciones y decisiones no serán buenas o malas según los efectos que provoquen, sino por la compatibilidad que tengan con la ideología. Es así que a veces se elige lo que produce el peor resultado. Jean-François Revel escribió: “Este proceso se repitió durante los años sesenta, porque en sus comienzos Breznev, como ahora Andropov, entonó el himno de la productividad, de la iniciativa, de la honradez; según el rito propio de semejantes situaciones, se inyectó un poco de vitamina capitalista en el comunismo, se toleró cierto beneficio, un poco de iniciativa en el seno de las empresas, se quiso volver a dar la palabra al mercado. Fue el momento de gloria de un tal Iván Kudenko, alto funcionario de la sección financiera del consejo de ministros y viceministro, que obtuvo resultados inesperados instaurando en ciertas granjas colectivas un sistema fundado en la libertad comercial y la gestión independiente”.

“Tuvo émulos, hasta el punto de que una verdadera oleada de capitalismo clandestino recorrió el país, constituyéndose una «oposición económica», dice Vladimir Bukovski, cosa, añade, que el poder no pudo soportar, pues «la superioridad del principio capitalista sobre el principio socialista de gestión era demasiado visible». Los innovadores fueron perseguidos, llevados a los tribunales, encarcelados. El propio Kudenko fue condenado a seis años bajo la acusación soberbiamente ingeniosa de «depredación de la propiedad socialista». Siempre ocurre lo mismo desde el momento, y este momento llega muy pronto, en que la introducción de estímulos económicos normales entra en conflicto con los fundamentos políticos del sistema” (De “El rechazo del Estado”-Sudamericana-Planeta-Buenos Aires 1985).

En la actualidad, la debilidad de las religiones pacíficas y el afianzamiento de las violentas, ha contribuido a debilitar los fundamentos morales de la sociedad, cuya primera consecuencia ha sido el debilitamiento de la familia y del matrimonio; vínculo poco respetado entre sus integrantes y poco respetado por terceros.

viernes, 17 de febrero de 2017

El lujo populista

Los líderes populistas, por lo general, se caracterizan por una predisposición al lujo y la ostentación junto a ilimitadas ambiciones de poder. Posiblemente ello se deba a que las masas asocian el éxito personal sólo a la posesión de dinero y al poder. De ahí que esperan de sus líderes señales de ese éxito. Juan José Sebreli escribió: “En otros tiempos, la vestimenta de reyes, prelados y aristócratas fue símbolo de su dignidad y poderío. En los tiempos modernos, la ropa se convirtió en señal de distinción entre las clases sociales. En la importancia otorgada por Evita a la ropa se mezclaban los motivos políticos con los personales: la necesidad de competir con la clase alta que la despreciaba”.

“Pero el vestuario respondía también a motivaciones más complejas: su majestuosidad de reina de cuento de hadas y, más específicamente, de Cenicienta rescatada por el príncipe, fascinaba a las masas populares por el mecanismo psicológico de proyección e identificación. Ella repetía incansablemente que era la «más humilde de las mujeres» para que los pobres se identificaran con ella, pero, a la vez, había llegado a lo más alto, cumpliendo simbólicamente los deseos insatisfechos de los desposeídos” (De “Comediantes y mártires”-Debate-Buenos Aires 2008).

Si tomamos como referencia una persona equilibrada, para quien es tan importante su cuerpo, como su intelecto y sus afectos, puede decirse que ambiciona para su vida sólo lo necesario. En cambio, si consideramos esta vez a una persona poco equilibrada, que tiene poca o ninguna meta intelectual y afectiva, seguramente ambicionará la mayor cantidad de bienes materiales, que serán considerados por la persona equilibrada como superfluos, por cuanto no son esenciales para una vida plena. Pelet de la Lozére escribió: “Hay más gente desgraciada por la falta de lo superfluo que por la carencia de lo necesario” (Del “Diccionario de Citas” de C. Goicoechea Romano-Editorial Labor SA-Barcelona 1955).

Se supone, en general, que lo superfluo es ambicionado por los ricos y lo necesario por los pobres. Sin embargo, quienes logran una buena posesión económica son, por lo general, quienes mejor administran sus bienes y son propensos a gastar sólo en lo necesario, mientras que el pobre, apenas sobrepasa el nivel de lo necesario, aspira al lujo y al poder, ya que pocas veces tuvo esa posibilidad. De ahí la expresión: “Si quieres conocer a alguien, dadle poder”.

El requerimiento de lo superfluo orienta la producción hacia el consumo mientras que la demanda de lo necesario la orienta hacia la inversión. La búsqueda exclusiva de lo necesario casi siempre genera un excedente que permite la capitalización individual. La cultura del trabajo se establece principalmente entre los sectores que priorizan la producción al consumo. Mariano Grondona escribió: “La revolución del desarrollo económico se produce cuando la gente sigue trabajando, compitiendo, invirtiendo e innovando, incluso cuando ya no lo necesita para ser rica. Esto es posible sólo cuando los valores que se persiguen, que promueven la prosperidad, no se disipan con la llegada de la prosperidad. Así, los valores imperantes en los momentos cruciales en que hay que tomar decisiones que conduzcan al desarrollo económico deben ser intrínsecos, dado que los segundos son, por definición, temporarios: únicamente los valores intrínsecos son inagotables. Ningún instrumento sobrevive a su propia utilidad, pero un valor intrínseco nos llama desde una cumbre siempre distante” (De “La cultura es lo que importa” de S. P. Huntington y L. E. Harrison-Ariel-Buenos Aires 2001).

En un mundo con bastante pobreza, a pesar de que los porcentajes han caído en los últimos tiempos, no se justifica la demanda de lo superfluo y mucho menos del lujo. Sin embargo, las figuras políticas que se autodenominan “defensoras de los pobres”, ambicionaban el lujo y el poder en una forma desmedida, contradiciendo aquél objetivo, o bien mostrando que no es auténtico, ya que tan sólo les sirve para fines electorales promoviendo el odio contra los ricos. Mary Main escribió sobre Eva Perón: “En la recepción del Círculo de Latinoamérica fue tratada, por única vez, con la deferencia a que estaba acostumbrada, ya que los representantes de Sud América que le fueron presentados sabían que sus deseos no eran los de una mujer bonita y caprichosa. Llevaba en esa oportunidad el más lujoso de todos sus atuendos; dorado de los pies a la cabeza. El traje dorado cubría su cuerpo como la piel de una sirena; un manto de lamé del mismo color coronaba los rizos para deslizarse sobre los hombros y el cuello, las orejas, las muñecas, las manos –todos los lugares donde podía exhibirse una joya- lucían pesadas alhajas, mientras las sandalias doradas aparecían tachonadas de piedras. No es de extrañarse que los diplomáticos latinoamericanos se comportaran como ante un miembro de la realeza y las señoras retrocedieran unos pasos para efectuar una cortesía”.

“A la noche, cuando fue a cenar al «Pre Catalán», del «Bois de Boulogne», los indisciplinados parisinos se trepaban sobre las mesas para observar a esa magnífica dama de traje dorado y daban a conocer su admiración en la más irrespetuosa y apreciativa de las formas” (De “La mujer del látigo: Eva Perón”-Ediciones La Reja-Buenos Aires 1955).

Por lo general, se considera legítimo el derroche de recursos económicos adquiridos legalmente. Sin embargo, tanto el empresario que los produjo como el político que los extrajo del Estado mediante un procedimiento legal, tienen obligaciones morales que son prioritarias sobre la legalidad de sus acciones. Tales obligaciones implican no derrochar los recursos que tanto necesitan otras personas.

La citada autora sigue su descripción del viaje a Europa de Eva Perón: “Los preparativos para la recepción oficial en Roma no alcanzaron la escala de Madrid. La embajada argentina sin embargo se superó para el magno recibimiento y reacondicionó, reamoblando, doce salones. Su dormitorio fue puesto en su estilo favorito, Luis XVI, y alhajado con dos óleos, uno de Perón y otro de Jesucristo. La fachada se refaccionó, iluminándola con proyectores y el costo de los arreglos alcanzó la cifra de doscientos cincuenta mil dólares”.

Los ataques frecuentes e interminables del peronismo hacia la oligarquía resultan llamativos e incomprensibles por cuanto pareciera que la mayor ambición de Eva Perón consistía en convertirse en oligarca, adquirir un poder ilimitado y hacer una obscena ostentación de sus riquezas (no generadas por ella, sino extraídas del Estado). “La representante de la clase trabajadora viajaba con un guardarropa tan costoso como el de una princesa hindú motivo de sus bodas y joyas tan magníficas que hubieran sido dignas de Cleopatra. Contaba con tres trajes y arreglos diferentes por cada uno de los sesenta días de su alojamiento”.

“El programa que le habían preparado en Madrid no le dejó tiempo libre para pensar en quejas y su ostentación debe haber satisfecho, por lo menos temporariamente, hasta su insaciable afán exhibicionista y rendido de cansancio a doña Carmen [la esposa de Francisco Franco], que tenía que acompañarla a todos lados”.

La gente que odia a los ricos, pero que quiere ser como ellos, imagina que llegar tarde a una reunión y hacerse esperar implica un “toque de distinción”, en lugar de ser una falta de respeto. Cuando Eva se desempeñaba como actriz, llegaba tarde a las filmaciones, impidiendo comenzar el trabajo de todo un equipo. Ello provocó un reproche de Libertad Lamarque, actitud que posteriormente le costó tener que abandonar el país. Una vez en el poder, en su viaje por Europa, Eva llegó tarde a la audiencia que le había concedido el Papa. Mary Main agrega: “Se dice que Eva, del brazo del príncipe Alessandro Rúspoli, que tenía un solo ojo, llegó veinte minutos tarde y que Su Santidad, con digno reproche, la hizo esperar el mismo tiempo. La Iglesia no iba a abandonar su rutina para agasajarla, no hubo la menor insinuación sobre marquesados y la audiencia, celebrada en la biblioteca del pontífice, duró la media hora usualmente concedida a las mujeres de los potentados extranjeros”.

Más adelante, agrega: “Eva había alcanzado lo que debería constituir la cumbre de sus ambiciones: ser la primera dama del país. La megalomanía, sin embargo, no cesa nunca de hostigar a sus víctimas, ya que ningún poderío puede satisfacerla y Eva, como el náufrago que bebe agua del mar, se veía devorada por una sed insaciable, acrecentada por cada aumento de influencia, que habría de conducirla, si la muerte no se le adelantaba, a la insanía”.

“Muchos estaban convencidos en esa época que si la aristocracia argentina –esos mismos terratenientes oligárquicos entre los que se contaban sus más acerbos enemigos- la hubiera recibido, ella no habría ambicionado más poder. Afirmaban también que era su inescrupuloso presente y no su turbio pasado lo que la hacía inaceptable”.

Sus ambiciones personales la impulsaban a lograr poder dentro del poder establecido por Perón. Al respecto, Mary Main escribió: “Por mucho que ocultara y se ocultara sus verdaderas motivaciones, lo cierto es que se hicieron más evidentes a medida que se acercaba a su meta. En este sentido la delató el afán de colocar a sus parientes e incondicionales en las posiciones clave del gobierno, tratando así de llevar las fuentes del poder de su marido a sus propias manos. En esos momentos se encontraba consolidando su posición y no la de él”.

“Ya había colocado a Nicolini, el amigo de su madre, en el cargo de ministro de comunicaciones, de manera que controlaba prácticamente todos los medios de comunicaciones. Tan pronto como se retiró Farell, persuadió a Perón que designara a su único hermano [varón], Juancito, como su secretario privado, ya que el anterior, Freude, estaba a cargo de la jefatura del departamento de investigaciones de la presidencia, su organización privada de espionaje. Juancito no había tenido otras experiencias que su actuación como comerciante en Junín”.

“Luego usó su influencia para conseguir que se eligiera como senador de la provincia de Buenos Aires al amigo de su hermana mayor, el mayor Arrieta. Blanca se había casado con un abogado, el doctor Álvarez Rodríguez, y Eva se preocupó de que fuera nombrado miembro de la Suprema Corte más tarde. El marido de su tercera hermana, un tal Orlando Bertolini, empleado como ascensorista, recibió el cargo de director de aduanas”.

“De esta manera, a través de sus parientes, obtuvo el control de la radiotelefonía, correos y telégrafos y disponiendo, asimismo, de aliados en el Senado y en la Suprema Corte, logró más tarde un contralor en el programa diario del presidente. Al ubicar a sus parientes no se guió por la capacidad que pudieran haber demostrado y mucho menos por afecto familiar, sino porque al hacerlo así vinculaba su porvenir al suyo propio y los obligaba, por interés, a una entera fidelidad".

jueves, 16 de febrero de 2017

Compatibilidad entre deísmo y teísmo

Existen dos posturas religiosas aparentemente irreconciliables que son el deísmo, o religión natural, y el teísmo, o religión revelada. La primera proviene de la visión de un Dios inmanente, que se identifica con el mundo; la segunda se identifica con un Dios trascendente, que está fuera del mundo. Ambas posturas se pueden simbolizar de la siguiente forma:

Religión natural (deísmo, monismo inmanente):

Universo = Dios = Naturaleza

Religión revelada (teísmo, dualismo trascendente):

Universo = Dios + Naturaleza

Para los adeptos a la religión revelada, preocupados esencialmente por atribuir legitimidad a su propia religión y negársela a las demás, encuentran en la religión natural una forma deplorable y perniciosa de religión, incluso no la consideran como religión. Michele Federico Sciacca escribió: “El Dios-Causa de la metafísica racionalista, que conserva y rige el Universo, se aleja siempre del Dios-Persona para identificarse con el Dios-Ley, ley suprema del Universo. El sistema de Newton reconoce en el mundo un orden eterno, como también lo reconoce Leibniz. Tal orden, en la metafísica racionalista y en la ciencia de los siglos XVII y XVIII, se va haciendo gradual pero inexorablemente autónomo hasta rehusar cualquier apoyo divino, porque no lo necesita. La Razón absoluta del Cosmos es identificada con el Dios-Causa o Ley del Universo; así, pues, la Razón absoluta o Dios vienen a identificarse con la Naturaleza. Spinoza, en efecto, el filósofo más coherente del racionalismo moderno, llegó implacablemente a esta conclusión”.

“Si bien se considera, es éste el triunfo de Aristóteles y del aristotelismo: un Dios-Causa del Universo, un Dios puramente cosmológico que no puede ser el Dios-Persona del Cristianismo y que está siempre dispuesto, como pura causa o Ley suprema de la Naturaleza y de su orden, a identificarse con ella. El panteísmo inmanentista difícilmente puede evitarse dentro de esta postura, y así el racionalismo moderno, influido por la metafísica de Aristóteles y por la ciencia moderna, no lo evitó”.

“La civilización occidental y mediterránea se ha formado sobre la base de la filosofía clásica y de la Revelación cristiana. Ahora bien, su pensamiento es dualista, metafísicamente dualista: existe esta realidad (nuestro mundo) y otra Realidad trascendente. Dualista es el pensamiento cristiano: la realidad de Dios y la realidad del mundo, Dios trasciende el mundo libremente creado por Él. La metafísica de la civilización occidental es, pues, dualista y teísta. El monismo y el inmanentismo son, por lo tanto, la negación del fundamento metafísico de nuestra civilización. He aquí por qué el pensamiento moderno y contemporáneo, cuya característica es el inmanentismo, la ha puesto históricamente en crisis, y he aquí también por qué, a nuestro juicio, es posible resolver la crisis y salvar nuestra civilización con sólo reconstruir la metafísica dualista y teísta, que es su fundamento. O se consigue esto o, durante mucho tiempo, se oscurecerá en el mundo toda luz de civilización” (De “Historia de la Filosofía”-Editorial Luis Miracle SA-Barcelona 1962).

Si nos atenemos a la facilidad o a la dificultad que tiene nuestra mente para aceptar un mundo creado o bien uno que siempre existió, se advierte que es igualmente ilógica una creación a partir de la nada que un mundo sin un principio en el tiempo. De todas formas, la moderna cosmología considera que existió un origen del universo, si bien prescindiendo de la necesidad de un Dios exterior al mundo que dirigiera el proceso, ya que para ello bastaba un conjunto de leyes naturales asociadas a la materia primordial que habría de dar lugar, mediante la evolución posterior, a todo el universo existente, incluida la vida inteligente. Con ella, el universo toma conciencia de sí mismo. Todo parece indicar que el orden natural exige del hombre todo su potencial anímico e intelectual como un precio que dicho orden nos impone como precio por nuestra supervivencia. De ahí que la religión haya surgido del hombre y no de Dios. Si surgiera de Dios, el hombre tendría poco o ningún mérito en el proceso de la evolución cultural en vistas a una adaptación a dicho orden.

A pesar de la postura irreconciliable de algunos teístas respecto del deísmo, como la sostenida por Sciacca, se vislumbra cierta posibilidad conciliatoria teniendo en cuenta el concepto de ley natural, como vínculo invariante entre causa y efecto. Nuestra vida es posible en un mundo en el que todo responde de igual manera en iguales circunstancias, es decir, un mismo efecto sigue a una misma causa, al menos en el mundo macroscópico de nuestra vida cotidiana. Si así no fuera, estaríamos desconcertados por cuanto no podríamos prever ni siquiera el futuro inmediato. De ahí que la existencia de una ley natural invariante es un requisito necesario para permitir nuestra adaptación al medio y nuestra supervivencia.

En el caso de las personas sucede otro tanto. Si no tuviésemos una respuesta estable, o actitud característica, no podríamos prever el posible comportamiento de los demás y mucho menos sus posibles respuestas. Nuestro crecimiento moral se va construyendo de a poco a medida que vamos advirtiendo los efectos negativos que algunas acciones o expresiones propias inducen en los demás. De esa forma, las vamos dejamos de lado y optamos por mantener y acentuar aquellas acciones o expresiones que provocan una respuesta positiva en los demás. No es otra cosa que el método de prueba y error que aplicamos consciente o inconscientemente durante la mayor parte de nuestra vida. De esa forma vamos construyendo de a poco nuestra propia actitud característica.

Si consideramos, aceptando la postura teísta, que Dios es una persona, o que se parece a una persona, imaginamos que responde de igual manera en iguales circunstancias, es decir, lo imaginamos constituido con una actitud característica definida e invariante. Suponemos que un ser eterno ha tenido suficiente tiempo como para ir conformando una personalidad adecuada a su función.

Tanto las personas como las cosas, como se dijo, responden de igual manera en iguales circunstancias, de ahí que todo lo existente esté regido por alguna ley natural; tal la visión que nos permite adoptar la ciencia experimental de nuestros días. Luego, resulta equivalente la postura de quien cree en un universo regido por leyes naturales invariantes a la postura de quien cree en un universo regido por un Dios que posee una actitud característica definida. Esta idea ya fue tenida en cuenta por René Descartes. Al respecto, Franklin L. Baumer escribió: “Fuese lo que fuese, Dios seguía siendo, ante todo, «inmutable» para la mayoría en el siglo XVII. Desde luego, en la idea de plenitud hay una sugestión de que Dios actúa de maneras nuevas y distintas, de un Dios fecundo, que crea, generosamente, infinidad de seres y de mundos. Pero para todo el que tomara en serio el nuevo orden de la naturaleza, era esencial que Dios mismo no cambiara, como después querrían hacerle cambiar los hegelianos”.

“Descartes insistió en la «inmutabilidad de Dios», en sus ‘Principios de filosofía’. Sabemos, escribió Descartes, no sólo que Dios es «inamovible por naturaleza» sino que «actúa de una manera que nunca cambia». «Por el hecho de que Dios no está sujeto al cambio y que siempre actúa de la misma manera, podemos llegar al conocimiento de ciertas reglas a las que yo llamo las leyes de la naturaleza»”.

“Es obvia la conexión, en el cerebro de Descartes entran los dos, entre Dios y las leyes de la naturaleza. La inmutabilidad de Dios garantiza la confiabilidad de la naturaleza (considerada como obra de Dios), y por tanto, la certidumbre científica. Esta interconexión también era cierta para Spinoza y Leibniz, aun cuando tenían ideas distintas acerca de Dios y de su relación con la naturaleza. Hasta entonces, el hincapié seguía, claramente, en el ser de Dios, no en su devenir” (De “El pensamiento europeo moderno”-Fondo de Cultura Económica SA-México 1985).

La creencia en un Dios que interviene en los acontecimientos humanos, como lo establece el teísmo, presenta el inconveniente en que puede fácilmente convertirse en un vulgar paganismo, ya que se acepta que lo que le acontece a cada individuo no depende tanto de su actitud moral como de la forma en que es capaz de pedirle a Dios que le conceda lo que necesita. De ahí que Cristo expresó: “Dios ya sabe que os hace falta antes de que se lo pidáis”, para hacer inefectiva tal distorsión.

En cuanto a los milagros relatados en la Biblia, no son atribuidos por Cristo a intervenciones directas de Dios por cuanto señala que es la fe del individuo la que produjo el milagro, o el acontecimiento con reducidas probabilidades de ocurrencia. Es por ello que, una religión sin intervenciones de Dios, no es otra cosa que una religión natural. El cristianismo, interpretado tanto como una religión teísta o como una religión natural, puede inducir en el individuo una actitud similar, mientras que, por el contrario, para los filósofos y los teólogos existen diferencias insalvables. Por ello cabe preguntarse si la religión de Cristo fue establecida para todos los hombres o sólo para los filósofos y los teólogos. Leonard Mlodinow escribió: “La Enciclopedia católica advierte explícitamente que no creer en la revelación cristiana «no sólo implica error intelectual, sino también cierto grado de perversidad moral», y que «la duda en relación a la religión cristiana es equivalente a su rechazo total»” (De “Guerra de dos mundos” de D. Chopra y L. Mlodinow-Aguilar-Buenos Aires 2014).

Se puede creer en la revelación cristiana sin cumplir con los mandamientos y también se puede cumplir con los mandamientos sin creer en la revelación cristiana. Este es el punto central: ¿es el cristianismo una filosofía en la cual el objetivo y el mérito radican prioritariamente en las creencias en los dogmas adoptados por la Iglesia o bien se trata de una religión inserta en el proceso de adaptación cultural del hombre al orden natural?

Teniendo presente las profecías bíblicas del Apocalipsis, que esencialmente amplían la profecía del propio Cristo acerca de su segunda venida, cabe la siguiente pregunta: ¿qué cambios va a haber en el futuro del cristianismo? Si hasta ahora se lo ha interpretado como una religión teísta, mientras que la ciencia experimental ha confirmado que el mundo real funciona como lo sostienen los deístas (o más cercanamente), es de esperar que en el futuro toda religión tienda a constituirse en una religión natural. Y si es posible una unificación de religiones, seguramente ha de ser en su versión deísta.

La teocracia indirecta, que toma como referencia los libros sagrados, se ha de convertir en una teocracia directa que toma como referencia la ley natural. La actitud característica no sólo ha de ser un vínculo entre individuo y sociedad, sino también entre el individuo y Dios, identificado con el orden natural.

martes, 14 de febrero de 2017

Disputas filosóficas; ateismo vs. religión

Mientras que una disputa filosófica se define a favor de quien advierte en el adversario alguna incoherencia lógica, como una contradicción o una mentira, utilizadas para fundamentar hipótesis de dudosa validez, en cuestiones científicas, una vez que se llega a la verificación experimental, se termina el conflicto, trasladándose el interés hacia algún otro fenómeno no clarificado aún.

Cuando Albert Einstein enuncia la ley que rige el efecto fotoeléctrico, Robert Millikan supone que en ella existe algún error, por lo cual comienza a preparar una experiencia que le permita evidenciar tal supuesto error. Sin embargo, comprueba finalmente que dicha ley es correcta, por lo que de inmediato surge su reconocimiento y admiración por el descubridor de la nueva ley.

En cuestiones humanas y sociales, especialmente en filosofía, se establecen disputas que no se resuelven en función de una experiencia observada, sino que se intenta rebatir una postura rival mediante la detección de incoherencias lógicas, en lugar a recurrir al firme veredicto de la realidad. El inconveniente que se advierte en estos casos, es que un habilidoso discutidor puede “ganarle” la disputa a uno menos habilidoso, aún cuando defienda una postura errónea, o contradictoria con la realidad. Este es el caso del marxismo, una postura filosófica que se ha intentado hacer pasar por científica y que todavía sigue reuniendo adeptos a pesar de sus contradicciones y sus evidentes fracasos.

Las incoherencias lógicas resultan ser indicios de cierto desajuste entre la hipótesis defendida y el mundo real, si bien no debe exagerarse la eficacia de este método. En este caso, a manera de ejemplo, se menciona cierta disputa filosófica entre el teísmo y el humanismo ateo a partir de una de las posturas litigantes. Michele Federico Sciacca escribió: “El teísmo es la antitesis del humanismo: en el momento religioso el hombre renuncia a sí mismo, se enajena, se lo da todo a Dios (teocentrismo); por el contrario, en plena conciencia del momento humanístico, se aleja de la enajenación y reconoce en sí mismo sus poderes autónomos. Esta es la tesis general del llamado humanismo ateo”.

Respecto del humanismo ateo, agrega: “Si bien sus formas son varias, tienen todas en común algunos presupuestos: a) la religión es un grado inferior de la evolución y del progreso del hombre (y de la sociedad) correspondiente a aquellas «situaciones estáticas» en las que el hombre no tiene todavía plena conciencia de sí mismo y de sus poderes y, por ello, atribuye a Dios cuanto, por el contrario, pertenece al hombre y reconoce pertenecerle en una fase ulterior y más avanzada de su evolución; b) por consiguiente, el momento religioso es un grado transitorio del progreso humano: cuando un hombre (una sociedad, toda la humanidad) adquiere, en el punto máximo de la evolución, plena conciencia de sí, la religión y aun la idea de Dios desaparecen (excepto, quizás, como mito antiguo despojado de toda fascinación), Dios queda borrado de todas las mentes; c) por consiguiente, en la misma medida en que el hombre se enajena en un Dios, podemos tener la certeza de que no ha alcanzado la plena madurez y de que todavía conserva residuos de infantilismo” (De “Sísifo sube al calvario”-Editorial Luis Miracle SA-Barcelona 1964).

Se advierte en este caso que el ateo no se hace distingo entre una religión que predica una actitud cooperativa de otra que promueve una lucha violenta contra los infieles. Tampoco se distingue entre religiones paganas, en las cuales se buscan beneficios a partir del ruego a los dioses, y la religión moral, en la cual los logros del hombre dependen de su actitud ética. Este último tipo de religión, al favorecer una actitud cooperativa, esta inserta en el proceso de la evolución cultural del hombre que busca una plena adaptación al orden natural. De ahí que el ateísmo mencionado se opone a la evolución cultural del hombre, ya que se opone a las leyes naturales existentes, siendo una postura netamente anticientífica.

Los planteos antirreligiosos tienden a considerar a la religión como una ideología perversa que tiene como finalidad facilitar la explotación laboral del proletariado por parte de la burguesía. El citado autor agrega: “Marx está en la línea de Feuerbach: la única estructura del proceso dialéctico de la historia es la de lo «económico» o «material», de la que la moral, la religión, etc., son superestructuras correspondientes a una situación social, producida por una particular estructura económica. En la sociedad capitalista, la moral y la religión son superestructuras correspondientes a esta estructura (y, por consiguiente, son «burguesas») y sirven para garantizar los privilegios del capital contra el trabajo”.

Para solucionar todos los problemas humanos, que derivarían de lo económico y lo material, el marxismo promueve una sociedad igualitaria (homogénea, según Sciacca) que se alcanza con la expropiación de los medios de producción. “En la «sociedad homogénea», desaparecidas las clases sociales y con ellas los privilegios, desaparecen también las superestructuras; a través de la evolución histórica, en el momento en que cesa la enajenación económica (la enajenación de una parte del trabajo de un hombre por otro hombre que es su explotador) cesa asimismo la religiosa. De este modo, una vez realizado en la sociedad comunista aquel ideal de perfecta felicidad hipostatizado primeramente fuera de la historia y llamado Dios, se actúa una humanidad en la cual todos los hombres se han hermanado en el trabajo, sin explotaciones ni enajenaciones de ningún género, y sin tener ya en la mente aquel tiránico y fantástico ser que las sociedades todavía no evolucionadas llamaban Dios y en el cual el hombre enajenaba su poder y todo cuanto le pertenecía”.

La explotación laboral se da principalmente cuando no existe una cantidad suficiente de empresarios y, por lo tanto, no puede establecerse una competencia y un mercado que limitan el egoísmo empresarial. Cuando Marx sostiene que todos los medios de producción deben ser del Estado, no advierte que éste se ha de convertir en una sola gran empresa, sin competencia alguna, por lo que inevitablemente la explotación laboral ha de surgir esta vez desde el Estado, resultando mucho peor que la que se quiso solucionar.

El individuo explotado laboralmente tiende a trabajar a desgano, por lo cual el empresario exitoso, aun cuando tenga la posibilidad de aprovecharse de sus empleados, tenderá a evitar tal situación. El trabajo a desgano, propio de las economías socialistas, ha sido la principal causa de su ineficacia.

El marxismo considera el proceso de la evolución cultural sosteniendo que, una vez instalado el socialismo, tal evolución ha de finalizar. Como al sistema planetario solar todavía le quedan algunos miles de millones de años por delante, lo mismo que a la humanidad, resulta absurda la pretensión de suponer que el socialismo es la etapa final y definitiva del proceso evolutivo. “Marx añade que el proceso histórico se detiene con el advenimiento de la sociedad homogénea, en cuanto que, en este punto, la evolución alcanza su máxima perfección. Si esto es así, es necesario decir que, en este momento, el hombre ya no deviene, no evoluciona, no se hace, sino que es y permanece idéntico a sí mismo”.

“Pero entonces: a) el devenir (o la evolución) es temporal e histórico, en tanto que el ser es eterno y definitivo; b) vuelve a entrar por la ventana el concepto de substancia arrojado desconsiderada y violentamente por la puerta; c) ¿cómo puede haber una esencia inmutable (el ser) al término de la evolución, si no la hay también en un principio?; d) si la evolución se detiene en un cierto momento, y con ella el devenir histórico, la consecuencia es que la sociedad homogénea está fuera de la historia; por ello, el marxismo, que es materialismo histórico o dialéctico, admite un momento no histórico en la historia, una eternidad (intemporal) en el tiempo. Todo esto carece de sentido lógico y de sentido común, que es, además, el buen sentido”.

El marxismo supone que el proceso de tesis, antitesis y síntesis es algo inherente al mundo real, y no sólo un invento de los filósofos. Sin embargo, al establecerse el socialismo, supone que deja de pertenecer a la realidad. “Ahora bien, si la sociedad homogénea representa el último momento de la dialéctica, aquélla resulta una tesis definitiva, sin antitesis, esto es, fuera y más allá de la misma dialéctica. Y en tal caso, o se renuncia al principio de que cada tesis es concreta y real en su relación dialéctica con la antitesis, y con ello se renuncia al dialectismo y al propio marxismo; o se acepta el principio y en tal caso la sociedad homogénea niega por un lado el dialectismo y hace de él algo temporal y puramente instrumental, y por otro, resulta ser una tesis sin antitesis (fuera de la relación dialéctica) y, como tal, en términos de correcto hegelianismo, absoluta e irreal”.

Los marxistas suponen que, una vez establecido el socialismo, el hombre deja de tener necesidades materiales, por lo que pronto ha de olvidar a Dios. Lo grave de este planteo es la creencia de que el hombre sólo tiene necesidades materiales, o que, solucionando éstas, se solucionará el resto. Sciacca agrega: “Para que sea concebible que en la sociedad homogénea el hombre deje de pensar en Dios y no tenga lugar la enajenación religiosa, es necesario admitir su insuficiencia absoluta, no sólo en el sentido de su liberación de las necesidades económicas y naturales, sino también en el de la liberación de toda necesidad. Es preciso, en otros términos, llegar a la conclusión de que el hombre, en el máximo de su evolución, no experimentará ya dolores físicos o morales, no padecerá con el tedio o con el cansancio espiritual, no sufrirá dudas ni tormentos interiores, no morirá”.

“Mientras el hombre sienta una sola de estas flaquezas o insuficiencias, tendrá conciencia de no haber realizado aquel ideal de perfección al que llama Dios, y la enajenación religiosa estará presente incluso en la sociedad homogénea, sin ser ya explicable como superestructura a la manera marxista. Por amor a una tesis absurda, no le queda al marxismo más remedio que precipitarse en la conclusión extrema: el hombre nuevo de la sociedad homogénea estará libre de necesidad y, por consiguiente, también de todo dolor y de la misma muerte. Pero un hombre semejante no es ya un hombre, es un ser desconocido; en efecto, ello significa simplemente que aquel viviente que hoy llamamos hombre, evolucionará hasta el punto de llegar a ser aquel ente que hoy llamamos Dios. Pero si se hace Dios, dejará de ser hombre; por consiguiente, el advenimiento del humanismo ateo se resuelve en la negación del hombre y lo humano…”.

El Apocalipsis bíblico promete un futuro venturoso para la humanidad, en el que no existirá “ni llanto, ni clamor, ni dolor”, mientras que el marxismo promete algo bastante similar. Sin embargo, mientras que la Biblia nos exige, para ello, ser capaz de compartir las penas y las alegrías de los demás como propias, el marxismo nos la ofrece a partir del simple fenómeno político y económico de la expropiación de los medios de producción. Mientras que la Biblia nos exige un riguroso mejoramiento moral e intelectual, el marxismo nos induce a “acelerar los dolores de parto” invitándonos hacia alguna forma de destrucción de la sociedad capitalista, incluyendo la eliminación física de varios de sus miembros.

domingo, 12 de febrero de 2017

Blog ideológico

Un blog ideológico, como el presente, tiene como finalidad transmitir información organizada, sintetizada convenientemente y fundamentada en una teoría establecida en el marco de la Psicología Social. La organización de la información proviene de adoptar como punto de partida un conjunto de principios a partir de los cuales puede ser deducida la mayor parte de la información transmitida. Tales principios coinciden justamente con los fundamentos de la teoría mencionada.

Brevemente puede describirse tal teoría considerando los principios de cooperación y de competencia. Se postula la existencia de una actitud característica con cuatro componentes afectivas y cuatro componentes cognitivas, que corresponden a una teoría de la acción ética y a una teoría del conocimiento, respectivamente. A partir de tal fundamento puede establecerse una ética natural que permite considerar al cristianismo como una religión natural, entre otras posibilidades. Tales fundamentos aparecen en forma detallada en Fundamentos de las Ciencias Sociales http://fundamentos2011.blogspot.com

A la palabra “ideología” se le da el significado original de estudio o ciencia de las ideas, ya que tanto el fundamento mencionado como las conclusiones posteriores han de ser expresados mediante ideas accesibles a la mayoría de las personas. Ello implica que toda ideología, o información organizada y sintetizada convenientemente, no alcanzará sus objetivos si no se la logra comunicar adecuadamente. Mientras que una ideología, en su acepción negativa, constituye un conjunto de ideas que reemplazan las ideas propias de un individuo impidiendo la libertad de pensamiento, la ideología que se debe transmitir ha de constituir una información adicional que cumple un rol similar al de un nuevo programa de computación que se incorpora a una computadora, no para impedir que haga todo lo que antes podía hacer, sino para ampliar sus posibilidades y prestaciones.

Las ideologías pueden ser de origen religioso, filosófico y científico, sin que se pueda asegurar su validez o su falsedad según sea su origen. Arne Naess escribió: “En 1796, Destutt de Tracy introdujo la palabra «ideología» como término antropológico y filosófico. Es difícil, si no imposible, establecer qué quería expresar con ella, pero, como primer acercamiento a una definición, podría sernos útil lo siguiente: «doctrina general acerca de las ideas»; el término «ideas» se toma aquí en un sentido semejante al que solían darle las filosofías empiristas anglosajona y francesa (John Locke, Condillac y otros)”.

“En 1801, Destutt escribía lo siguiente, refiriéndose a este término: «Si sólo prestamos atención al sujeto, esta ciencia podría llamarse Ideología; Gramática general, si sólo nos fijamos en el medio, y Lógica, si no consideramos otra cosa que el objeto. Ella encierra, sea cual fuere el nombre que se le asigne, estas tres partes, porque no podemos razonablemente tratar una de ellas sin tratar las otras dos. Me parece que Ideología es el término genérico, porque la ciencia de las ideas abarca la ciencia de la expresión de las ideas y la de su deducción. Al mismo tiempo, es el nombre específico de la primera parte»” (De “Historia y elementos de la sociología del conocimiento” de Irving L. Horowitz-EUDEBA-Buenos Aires 1974).

Especialmente en nuestra época, todo pensador necesariamente tiende a ser un especialista, mientras que una ideología de adaptación al orden natural exige que su realizador domine un amplio espectro de temas, por lo cual se hace imprescindible citar pensamientos e ideas de otros autores, tal como se hace en los ámbitos de la docencia o de la investigación. Lord Acton escribió: “Es nuestra función comprender el movimiento de las ideas, que no son el efecto sino la causa de los hechos públicos”.

Uno de los objetivos de toda ideología es el de llegar en forma masiva a una gran cantidad de lectores. De ahí que resulte más beneficioso para ellos que el autor cite párrafos de conocidos ensayistas, en lugar de ofrecer artículos estrictamente personales. Es preferible realizar un muy buen artículo repartiendo el mérito entre varios (el autor y los coautores involuntarios) que realizar un artículo bueno o mediocre bajo una autoría personal. El historiador de las ideas Franklin L. Baumer escribió: “Hay abundantes citas, pues yo creo en la enorme importancia de dejar que los hombres del pasado hablen por sí mismos, y en su propio idioma, y de analizar después, lo que han dicho” (De “El pensamiento europeo moderno”-Fondo de Cultura Económica SA-México 1985).

Quienes critican el hábito de “transcribir” párrafos de libros, deberían advertir que el autor podría expresar, luego, las mismas ideas observadas mediante una redacción personal sin que nadie se diese cuenta. Sin embargo, las citas frecuentes sirven para dar seguridad tanto al autor como al lector, de que se trata de un conocimiento establecido o confirmado, y, posiblemente, válido. De la misma manera en que un docente desea compartir con los demás sus conocimientos, quienes nos dedicamos a las ideologías deseamos compartir las ideas importantes que han sido expresadas en distintas épocas. Pretendemos, además, ofrecer algunos meritorios escritos realizados en décadas pasadas y que yacen relegados al olvido que surge inevitablemente con el paso del tiempo.

La crisis actual, que afecta a gran parte de la humanidad, requiere para su solución del aporte de la mayor parte de los pensadores del presente y del pasado. No podemos darnos el lujo de prescindir de algunos de ellos con la absurda pretensión de llegar a ser “autores originales”. La originalidad del ideólogo consiste esencialmente en poder solucionar conflictos ideológicos a partir de la información personalmente lograda o bien a partir de la establecida por otros autores. Si la medicina fuese aplicada sólo por “médicos originales”, que poco o nada tienen en cuenta los conocimientos aportados por otros médicos del presente y del pasado, seguramente el promedio de vida actual sería bastante inferior del que tenemos. Pitirim A. Sorokin escribió hace varios años algo que tiene validez en el presente: “Contrariamente a las opiniones optimistas, creemos que la crisis presente no es ordinaria, sino extraordinaria; que no es solamente un desajuste económico y político, sino que envuelve simultáneamente a casi la totalidad de la cultura y sociedad occidentales en sus diferentes sectores. Es una crisis en el arte y la ciencia, la filosofía y la religión, las leyes y la moral, los hábitos y las costumbres, que abarca todas las formas de organización social, política y económica, incluyendo la naturaleza de la familia y el matrimonio” (De “La crisis de nuestra era”-Espasa-Calpe Argentina SA-Buenos Aires 1948).

La finalidad de una ideología consiste en orientar la acción humana individual indicando cómo debemos orientar nuestra actitud característica. Toda descripción del comportamiento humano que no contemple este requisito, puede considerarse, en el mejor de los casos, ciencia social, aunque no ideología. Si tenemos presentes los diversos autores que escriben acerca de religión, filosofía o ciencia social, se advierte que ninguno logra una aceptación generalizada debido esencialmente a la especialización, que limita sus objetivos. Por el contrario, una ideología ha de consistir en un todo organizado que ha de ser construido con los aportes de varios especialistas.

Para que el resultado de una amalgama de diversos autores tenga una coherencia lógica interna, el ideólogo ha de ser capaz de integrarlos bajo una visión esencialmente coincidente con aquella que nos brinda la ciencia experimental. Hasta el momento, realizar una ideología en base a la religión y la fe, o en base a la filosofía y la razón, no ha podido realizarse y nunca, posiblemente, podrá realizarse por esos medios. De ahí que la necesaria universalización de la información disponible, acumulada por las diversas generaciones, habrá de provenir necesariamente de su reunión bajo el carácter aglutinador de la ciencia experimental.

Quienes aducen que, con la información acumulada en las grandes bibliotecas, se hace innecesaria la tarea del ideólogo, o la del docente que “sólo imparte información” ya disponible, hacen recordar una nota que le envía Wolfgang Pauli al optimista Erwin Schrödinger cuando éste suponía haber logrado una exitosa teoría del campo unificado: “La obra de arte ya está en el bloque de piedra; sólo hace falta retirar el material que sobra”.

Si bien el autor del presente blog espera haber podido contribuir con una ideología fundamentada adecuadamente y ampliada con el aporte (involuntario) de autores de distintas épocas y orígenes, nada garantiza que vaya alcanzar el éxito esperado, por lo que, al menos, puede resultar un intento orientador y facilitador para que otros ideólogos establezcan intentos semejantes. Como toda ciencia experimental, la ideología procede por pasos mediante prueba y error, y la utilización parcial de intentos que no tuvieron el éxito esperado. La comunicación de ideas resulta ser un arte tanto como la comunicación de la música y nadie puede prever su aceptación o su rechazo definitivos.

Así como existen religiones para monjes y religiones para individuos comunes, existen ideologías destinadas a líderes o conductores, y otras para un alcance general. Mientras las ideologías medievales y las totalitarias fueron establecidas por minorías y ofrecidas o impuestas al resto, es imprescindible establecer una ideología de alcance general de manera de preparar a todo individuo a actuar como un ser humano libre sin que tenga que acatar directivas impuestas por otros. A pesar de sus limitaciones, el medioevo occidental muestra una organización centrada en una ideología que todo lo abarcaba. De ahí que el objetivo de una ideología de validez general será la de orientar al individuo hacia una actitud cooperativa; actitud que ha de conducir necesariamente hacia una sociedad plena. Sorokin escribe al respecto: “Tomemos, por ejemplo, la cultura medieval de Occidente. Su principio básico era Dios, el valor verdaderamente real. Todos los sectores importantes de la cultura medieval conjugaban este principio y valor fundamental como se formula en el Credo cristiano”.

“Su filosofía era casi idéntica a la religión y teología y se centraba sobre el mismo principio o valor básico: Dios. Su ciencia era un simple colaborador de la religión cristiana y su ética y leyes eran solamente una adaptación práctica de los Mandamientos”.

En la actualidad, la idea básica que ha de promover la realización de ideologías ha de ser la adaptación al orden natural en el marco del proceso de la evolución cultural. Julian Huxley escribió: “Es como si el hombre hubiese sido designado, de repente, director general de la más grande de todas las empresas, la empresa de la evolución, y designado sin preguntarle si necesitaba ese puesto, y sin aviso ni preparación de ninguna clase. Más aún: no puede rechazar ese puesto. Precíselo o no, conozca o no lo que está haciendo, el hecho es que está determinando la futura orientación de la evolución en este mundo. Este es su destino, al que no puede escapar, y cuanto más pronto se dé cuenta de ello y empiece a creer en ello, mejor para todos los interesados” (De “Nuevos odres para el vino nuevo”-Editorial Hermes-Buenos Aires 1959).

Una ideología, al estar fundamentada en la ciencia experimental, deja de ser un sistema cerrado o dogmático, para aceptar modificaciones a lo largo del tiempo.

jueves, 9 de febrero de 2017

La anti-discriminación y sus promotores discriminadores

Así como el señalamiento contra personas contaminadoras del medio ambiente ha motivado y dado un sentido de la vida a muchos ecologistas, el señalamiento contra personas discriminadoras ha dado un sentido de la vida a los promotores del igualitarismo y de la anti-discriminación. Mientras el ecologista adopta una postura de superioridad moral convirtiéndose en juez del resto de la humanidad, al menos respecto a la conservación del medio ambiente, corriendo el riesgo de exagerar su postura hasta sostener que, además de los integrantes de Greenpeace, el resto de las personas es un potencial destructor de la naturaleza, el militante anti-discriminación corre el riesgo de caer en una forma similar de discriminación, que es la de inducir a la sociedad a que excluya a las personas “malas” (los discriminadores).

En este caso se advierte una postura enfermiza por la cual el militante de la anti-discriminación escucha con atención cada palabra emitida por potenciales discriminadores esperando que caigan en algún error verbal para denunciarlo a los cuatro vientos y hacerlos pasar desde ese momento al grupo de las “malas personas” por cuanto sugiere tácitamente su aislamiento social, generalmente por haber tenido la mala fortuna de haber emitido alguna palabra o expresión que fue detectada por la nueva inquisición que vela por la igualdad de las personas.

Recordemos que el odio nazi surge de la discriminación racial por la cual se separa a los grupos étnicos “malos”, o perniciosos, mientras que el odio marxista-leninista hace otro tanto con las clases sociales “malas” o perversas, por lo que la peor de las discriminaciones es la de tipo moral, asociada en estos casos a los “malos” integrantes de los grupos étnicos o sociales.

En lugar de concentrar nuestros esfuerzos en mejorarnos cada uno de nosotros mismos para dar posteriormente buenos ejemplos, los diversos discriminadores se caracterizan por concentrar sus esfuerzos en mejorar a los demás, ya que dan por supuesta su superioridad moral. Alejandro Rozitchner escribió: “Para ser éticos, como suele decirse, y lograrlo con eficacia, el primer paso es no hablar en forma obsesiva y temerosa de la ética. Para prueba del sentido de tal movimiento estratégico podríamos mencionar el hecho de que muchos de los titanes de la moral, aquellos que más aluden a los valores y su importancia, suelen ser justo aquellos que más adolecen de su falta de aplicación. El reino de la estrictez militar, político, intelectual y artístico está lleno de buenos ejemplos de este caso”.

“Para parecer ético es bueno tener los valores en la boca todo el día; para serlo no conviene”. “Abandonemos la cámara argentina de denunciantes. La ética es acción, no dedo digno que señala culpables” (De “Amor y país”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2005).

El individuo que poco se valora a sí mismo tiene la necesidad de valorarse como integrante de algún grupo al que pertenece. Esa pertenencia lo convierte en un defensor del mismo ante la supuesta discriminación que sufre dicho grupo. Este es el caso de algunos indigenistas que emiten programas radiales moviendo casi a la compasión hacia “seres perversos” que discriminan a los descendientes de los aborígenes, por lo que lo único que queda en la mente del radioescucha es que el resto de la sociedad discrimina a los pobres e inocentes indígenas, siendo ese resto del todo malo.

Si bien es cierto que en toda sociedad existen individuos aislados que sólo logran destacarse, no buscando sobresalir entre los demás, sino degradando a los demás, los promotores de la anti-discriminación generalizan algunas de esas posturas individuales y las asocian a toda la sociedad. Alejandro Rozitchner escribió: “La regla es general, y vale: uno habla de los otros, de lo que hacen, quieren, les pasa, cuando todavía no pueden hablar sobre lo que hace, quiere y le pasa a uno. Sí, claro, no lo digo en términos absolutos. Siempre vamos a hablar de otros, pero me refiero a esa atención un poco maniaca que se siente más cómoda en la referencia a los mundos ajenos que al propio, creo yo que porque todavía no se siente dueña de su propio mundo”. “Uno habla mal de los demás cuando todavía no logró hablar bien de sí mismo” (De “Ganas de vivir”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2010).

La mayoría de los militantes de la anti-discriminación, de cualquier tipo, se reconocen como partidarios de la izquierda política, mientras que consideran a los discriminadores como gente de derecha. El citado autor escribió al respecto: “Ser de izquierda es ser bueno y ser de derecha es ser malo. Esta idea falsa se ha instalado como si fuera una verdad indudable, pero no resiste el análisis. Si miramos de cerca la situación encontramos todo tipo de objeciones, la más extrema de las cuales tiene que ver con descalificar los términos mismos de la proposición: ¿qué es ser de izquierda, qué es ser de derecha? El punto central de este análisis será la absurda creencia de que esta pregunta se responde diciendo: el de izquierda es bueno, el de derecha es malo”.

“¿Quiere ayudar, el izquierdista, o lo que quiere es dar forma a un sistema en el que las desigualdades no tengan oportunidad de producirse? Por donde llegamos a otro problema, aun más difícil, ¿acaso las desigualdades las inventa el sistema? Sabemos que no. Ciertos sistemas, o mejor dicho, ciertas leyes o medidas o políticas, pueden favorecer desigualdades extremas, promover un estado de pobreza general, pero el sistema que inventó la desigualdad y que se nutre de esa desigualdad se llama naturaleza, y nada puede hacerse en contra de él. ¿El izquierdista quiere entonces un sistema que no avale desigualdades exageradas? Es una buena meta para el diseño de un sistema político, pero la misma derecha podría avalarla sin por eso llegar a ser de izquierda” (De “Ideas falsas”-Editorial del Nuevo Extremo SA-Buenos Aires 2004).

El izquierdista busca el igualitarismo en todos los aspectos de la vida por cuanto todo lo que implique desigualdad lo interpreta como causa de violencia, ya sea la desigualdad económica que favorece la explotación laboral, ya sea la desigualdad entre hombre y mujer, que favorece la violencia de género, etc. De ahí el empeño por implantar la igualdad económica (socialismo) destruyendo el sistema capitalista, de implantar formas alternativas para el vínculo social, para destruir la organización de tipo familiar, o bien la eliminación del orden jerárquico en las instituciones educativas.

En todos los casos procede, en nombre del igualitarismo, a difamar y a pretender la segregación del hombre de derecha y de todo aquel que promueva la economía de mercado, la familia tradicional y, en general, los valores aceptados por la civilización occidental. “¿Qué quiere decir ser de derecha? La acepción más frecuente es que se trata de alguien malo, personas a las que no les importa el sufrimiento ajeno y que sólo piensan en sí mismas”.

“Lo que hay que considerar…es que el deseo de un sistema social más competitivo y volcado al reconocimiento del mérito individual, es decir, menos asistencial y más exigente, suele tener el mérito de elevar el nivel de vida de la totalidad de las personas. Paradójicamente, un sistema no populista, no deseoso de ayudar de manera directa o programática al caído suele ser más beneficioso para el mismo caído que un sistema asistencial, que bajo la impresión de estar haciendo algo por los pobres en realidad lo que hace es multiplicar su número”.

“Es bueno tener planes sociales, pero no es bueno no tener planes productivos, no es bueno no cuidar también a aquel capaz de arriesgarse y producir, a aquel que quiere y sabe generar riqueza para beneficiarse con ella. Estos generadores de riqueza, que la izquierda ve con mala conciencia como si fueran los causantes de los problemas, son justamente aquellos que hacen posible que un país tenga riquezas con las que elevar su nivel de vida. Antes de repartir riqueza es bueno saber cómo se genera, porque si no lo que se reparte es pobreza”.

“La izquierda es moralista, está en contra de la participación popular (a la que por intentar guiar y acaparar, desmoviliza), está en contra de la iniciativa individual, en contra de lo nuevo, de aprovechar las posibilidades de la realidad (critica como reformista a aquel que se conforma con mejorar un poco las cosas, prefiriendo la opción de acentuar las contradicciones para que todo se venga abajo –izquierda apocalíptica-), pretende que el arte tenga un mensaje y limita su libertad, obstaculiza la creatividad natural de las fuerzas sociales considerándolas individualistas, etcétera” (De “Ideas falsas”).

Quien piensa individualmente, sin sentirse integrante de algún subgrupo de la humanidad, tiende a considerar a los demás de la misma forma, es decir, individualmente. Al valorar en forma individual, no tendrá la predisposición a discriminar a nadie, esto es, a caracterizar a todo individuo con los atributos generalizados del grupo al cual pertenece, que por lo general son tergiversados. Como a muchos les cuesta bastante alejarse de la masificación que impone la “sabiduría popular”, que repite los eslogan de la izquierda, adoptan la postura más cómoda de generalizar los atributos de un grupo o clase, para aplicarlos a todos sus integrantes y así establecer el fenómeno de la discriminación social.

Un inconveniente asociado a este fenómeno discriminatorio inverso (ya que quien adopta el papel de victima, o de defensor, es en realidad quien establece la mayor discriminación) es el que aparece en toda selección de personal, o en todo concurso de algún tipo, por el cual la persona no seleccionada tiende a protestar y hasta enjuiciar a quienes establecen las decisiones del caso acusándolos de haberla relegado bajo un acto discriminador. Rozitchner escribió: “La sospecha es…una resistencia al mundo. Tiene que ver con estar mirando más que haciendo, con estar mirando con miedo, tratando de justificar ese miedo como conducta apropiada, realista. Quien vive con sospecha adora confirmar sus elucubraciones cotidianas reseñando hechos diabólicos de distinto orden: si sos una señora con fobias contarás las cosas horribles de la inseguridad ciudadana, si sos un señor con lecturas detallarás las maquinaciones del poder para dejarnos sin nada. La sospecha es una enajenación patológica, una discapacidad” (De “Ganas de vivir”).

Mientras que la democracia se basa, entre otros aspectos, en el respeto por los derechos de las minorías, la discriminación social se desarrolla en sociedades poco democráticas, siendo esas minorías de dos tipos: la de los grupos que presentan alguna debilidad o bien las que presentan alguna virtud que los llevó a ocupar un lugar social preponderante.