sábado, 17 de diciembre de 2016

Igualitarismo vs. orden jerárquico

De la misma forma en que se denomina “libertinaje” a toda forma distorsionada, o falsa, de la libertad, puede denominarse “igualitarismo” a una forma distorsionada de igualdad. En este caso, se ha considerado como igualdad, en el sentido pleno de la palabra, a la promovida por el cristianismo, y que consiste en la sugerencia a compartir como propias las penas y las alegrías de los demás. Si bien este punto de llegada no resulta nada accesible, el camino hacia esa meta resulta suficientemente comprensible como para poder describir como falsos los diversos caminos que conducen a otras supuestas igualdades.

Uno de tales igualitarismos es el del hombre y la mujer, ya que en lugar de apuntar al cumplimiento de las sugerencias evangélicas, en esta época se entiende que la mujer es “igual” al hombre por cuanto se admite una grosería generalizada que no distingue géneros. En otras épocas, por el contrario, un hombre podía hablar groserías, incluso decir obscenidades, delante de otros hombres, pero se cuidaba de no mostrar su ordinariez delante de una mujer. Puede decirse que la mujer no era “igual al hombre”, en el sentido actual, sino que era considerada un tanto superior, por lo que existían límites, o frenos, que hacían casi imposible que en alguna ocasión el hombre se excediera en el trato y llegara incluso hasta situaciones violentas.

Las mujeres, por otra parte, hablan un lenguaje ordinario propio de lo que antes sólo era aceptable, o tolerable, en un hombre, por lo cual la situación de preeminencia que la mujer ostentaba en otras épocas ha sido limitada por la mujer misma. Incluso las vestimentas femeninas y la renuncia a valores tales como la intimidad, tienden a despertar en los hombres un atractivo centrado en el deseo, y no tanto en la admiración o el afecto. En cuanto a los igualitaristas que proponen la igualdad absoluta de hombre y mujer, olvidan que la evolución biológica nos ha formado diferentes en varios aspectos, y por ello debemos tratar de responder a las exigencias implícitas en el orden natural.

Otros cambio desfavorable que se advierte es el del tuteo generalizado. Incluso se llega al absurdo que un adulto trate de “usted” a un adolescente mientras que éste le responde con un tuteo. Hay adultos que creen que tal trato igualitarista los va a rejuvenecer al permitirles colocarse a la par del adolescente, como señal de una aparente igualdad. Hace algunas décadas, era bastante frecuente encontrar hijos que trataban de “usted” a sus propios padres. Si bien este trato puede considerarse como un síntoma de distanciamiento afectivo, no podrá negarse que el extremo al que hemos llegado en la actualidad resulta bastante menos eficaz que el anterior. Marcelino Cereijido escribió sobre Bernardo A. Houssay: “Se graduó como bachiller a los trece años, y en ese momento decidió costear sus gastos personales y su educación. Cada vez que se recuerda esta circunstancia, se realza su abnegación y laboriosidad. Sin embargo, con los años, me he pasado a preguntar por qué habrá tomado semejante decisión un niño de apenas trece años y, progresivamente, he pasado a suponer un cuadro familiar de estrechez económica, pero acaso también de mezquino desafecto”.

“Houssay nunca me dio la impresión de haber pertenecido a un hogar lo suficientemente pobre como para que a los trece años un hijo se tuviera que costear sus propios gastos. Y no es que me interesen los pormenores económicos de los Houssay-Laffont, sino que he ido imaginando una desapegada relación familiar, que quizá haya plasmado la formalizada frialdad con que Bernardo A. Houssay se relacionaba con sus discípulos y hasta con sus propios hijos, a quienes él trataba de ‘usted’, y ellos –al menos en nuestra presencia- rigurosamente de ‘doctor Houssay’. No le habrá resultado nada fácil ganarse ese dinero, pues para ahorrar en transportes caminaba diariamente seis kilómetros” (De “La nuca de Houssay”-Fondo de Cultura Económica SA de CV-Buenos Aires 1990).

Mientras que Houssay, por necesidad o por dignidad, optó por prescindir de la ayuda de sus padres desde una temprana edad, en la actualidad hemos caído en una situación opuesta, ya que gran parte de la población no tiene el menor inconveniente en ser mantenido por el trabajo ajeno actuando el Estado como intermediario. La Argentina que vislumbraba seguir perteneciendo al mundo desarrollado, con gente como Houssay, comienza a decaer hacia el subdesarrollo con el igualitarismo propuesto por el peronismo. El antiguo concepto de “justicia social”, en lugar de ser interpretado como una justa repartición en función de los méritos y el trabajo, se cambió por la búsqueda del acomodo político para poder vivir a costa de los demás.

A medida que transcurre el siglo XX, va retrocediendo la mentalidad que prioriza el mérito y el orden jerárquico ante una mentalidad en la que prevalece la falsa igualdad. Ambas actitudes resultan opuestas, dando lugar a dos posturas irreconciliables: peronismo y anti-peronismo, siendo Bernardo A. Houssay una figura representativa de la segunda. Comienza la época en que predomina el lema “Alpargatas, sí; libros, no”. Cereijido agrega: “En esa dicotomía, Houssay quedaba del lado de los libros, es decir contra la prédica populista del gobierno, que resolvió quitarlo de en medio otra vez apelando al recurso de jubilarlo de facto el 6 de septiembre de 1946. Como sus colaboradores eran más jóvenes no podían ser jubilados y, por lo tanto, se los dejó cesantes sin más excusa”.

A la gente como Houssay se la denostaba como la “oligarquía”; junto a la clase media, constituían la base del anti-peronismo. “Solía conversar con empleados, técnicos y ordenanzas que, años antes, habían trabajado bajo las órdenes de Houssay, y a través de ellos fui reconstruyendo un pasado. Recurrentemente se referían a la intensidad de un trabajo sin límites horarios, sin pausas, sin ausencias, sin excusas. Se trabajaba diez veces más que en cualquier otra cátedra, pero así y todo lo preferían, pues Houssay adiestraba a un simple ordenanza como auxiliar de fotografía, o le enseñaba a cuidar perros y ratas, o lo ponía a ayudar en los quirófanos, o a clasificar revistas en la biblioteca, o a esterilizar pinzas y compresas con el autoclave; de este modo los educaba pero, además, tenía una razón para conseguirles compensaciones salariales de las que no gozaban los remisos ni los que carecían de aptitudes. Éstos terminaban por pedir pase a otras cátedras, de modo que a lo largo de los años, Houssay había ido seleccionando y capacitando a un personal despierto y competente”.

“«Houssay era exigente, severísimo y más desconfiado que mula tuerta», recordó Secundino Cabodevila, el eficiente gallego que ingresara cuando era apenas un adolescente, pero que ahora era mayordomo y conocía infinidad de técnicas fisiológicas que nos enseñaba con respetuosa generosidad a los instructores”.

Con el tiempo, con la llegada del igualitarismo, las cosas cambian. Esta vez son los sindicatos peronistas los que administran y seleccionan puestos de trabajo y demás condiciones. “El Instituto de Fisiología de la Facultad de Medicina en cambio, tenía un personal reclutado durante los años del peronismo, que de ninguna manera hubiera podido prescindir de su salario. Más aún, la mayor parte de ese personal, sobre todo el no científico, tenía sus cargos asegurados por leyes y decretos que Houssay no podía transgredir. Entonces exhumó la vieja táctica de encomendarles tareas complejas o pesadas –a la que no se oponía ninguna ley- o, simplemente, de ver que las cumplieran estrictamente, con lo cual consiguió que un buen número pidiera pase para otros lugares de la universidad”.

Cereijido comenta el caso de un empleado que no asiste un domingo a dar de comer a algunos animalitos utilizados en una investigación, aduciendo una causa de fuerza mayor. Se trataba, pues, de un empleado contaminado con la mentalidad peronista: “Preocupado [cierto investigador] por la condición de los animales, muchos de los cuales estaban siendo objeto de elaborados estudios, el lunes comunicó la anomalía: el encargado de la comida había sido el inefable Ferrito”.

“Al toparse con Ferrito comenzó [Houssay] por preguntarle socarronamente si acaso no era él quien debía haberle dado de comer a las ratas el domingo. «Sí doctor, era yo, y entiendo perfectamente su enojo» -que por otra parte Houssay no había manifestado, pues también era un maestro con contener iras y entusiasmo- «Pero permítame explicarle por qué falté, y usted estará perfectamente de acuerdo conmigo». Creo que la apertura de Houssay no tenía variantes preparadas para esta defensa. «Resulta que el domingo me levanto para venir a darle de comer a las ratas, salgo de mi casa, compro el diario en la esquina, tomo el tranvía, me acomodo para leer…y me entero de que el fútbol cambió a horarios de verano y que los partidos se van a jugar esa misma mañana. ¡Y por unas ratas miserables no me voy a perder el partido!»”.

“Houssay trastabilló. «¿Ve doctor que en este mundo todo tiene su razón de ser? ¡Mire si vengo a darle de comer a esas ratas y después Boca Juniors pierde!»”.

En la actualidad, los empleados públicos exceden por uno y medio, o dos millones, la cantidad necesaria para realizar las actividades del Estado. El enorme déficit estatal se debe principalmente a los gastos que imponen los cargos políticos superfluos. Mientras se siga criticando a la gente decente como Houssay y se siga admirando a personajes como Perón, las cosas poco o nada van a cambiar. Un paso importante sería dejar de protestar por la situación ruinosa del país, ya que la mayoría ha elegido el camino del igualitarismo y de la “justicia social”, mientras que el resto es cómplice con su silencio. Si apoyamos las causas que producen la decadencia argentina, debemos tener la suficiente dignidad como para aceptar los efectos necesarios que posteriormente vendrán.

La sociedad democrática se establece a través de un orden jerárquico encabezado por quienes muestran mayor capacidad y mayores méritos. La sociedad igualitarista, por el contrario, no busca la igualdad, sino revertir el orden jerárquico para lograr que el hombre-masa, encarnado en un político o en un sindicalista, presione a la jerarquía natural para que le ceda el lugar de preeminencia y así poder imponer sus nefastos caprichos y sus ilimitadas ambiciones.

La entrada del peronismo en la historia argentina implicó la “protección” de empleados estatales como el mencionado Ferrito, para que no sufrieran las consecuencias de la “maldad y perversidad” de “oligarcas” como el Premio Nobel Bernardo A. Houssay. Esta “verdad”, repetida miles de veces, señala que no es por casualidad que el país se halle inmerso en una prolongada decadencia.

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