viernes, 28 de octubre de 2016

¿Puede un socialista ser una buena persona?

Por lo general, no distinguimos entre el comportamiento familiar de un individuo y su comportamiento social, aunque existe cierta diferencia entre moral individual y moral social. Aun cuando el cristianismo, al promover el “amor al prójimo”, no hace distinción entre ambas morales, sino que las unifica, siguen existiendo diferencias notables. Esto implica que un buen padre, marido o hijo, puede no ser a la vez un buen ciudadano, ya que su moral social puede quedar por debajo de su moral individual. Luis Moreno Ocampo escribió: “Una encuesta que compara a la ética personal con la ética en el lugar de trabajo realizada en EEUU y en Argentina, muestra los siguientes resultados:

En EEUU el 6% de las personas consultadas dijeron que la ética en sus lugares de trabajo era más alta que su ética personal. En la Argentina nadie dijo eso.
En EEUU, el 26% de los encuestados dijeron que la ética en sus lugares de trabajo era peor que su ética personal. En la Argentina eso lo dijo el 60%.
Si eso pasa en el mundo de los negocios, algo muy similar debe pasar en el ámbito público, por lo que este problema no se soluciona con una reforma ética de tipo individual sino modificando el funcionamiento organizacional” (Del Prólogo de “Quién es quién de la Justicia”-Poder Ciudadano-Editorial Perfil SA-Buenos Aires 1997).

En primer lugar, la mejora ética individual es imprescindible, aun cuando deba establecerse mejoras en el funcionamiento de las instituciones. En segundo lugar, y en relación a la pregunta inicial, cabe mencionar que se trata de averiguar si un socialista puede ser buena persona a nivel social, suponiendo que, si no lo fuese, nada puede decirse de su moral familiar o individual.

Si nos preguntamos si un nazi puede ser una buena persona, a nivel social, resulta evidente que no, porque adhiere y justifica la matanza indiscriminada de seres humanos basada en una absurda discriminación racial. Si nos preguntamos si un socialista puede ser una buena persona, a nivel social, resulta evidente que no, porque acepta al sistema y a las ideas que produjeron entre cuatro o cinco veces más asesinatos que los producidos por los nazis, basados en una absurda discriminación social o de clases.

Si bien muchos socialistas desconocen, aparentemente, la barbarie soviética y la maoísta, no desconocen del todo la barbarie del terrorismo marxista-leninista de los años setenta, respecto de la cual muestran una actitud de indiferencia cuando no de apoyo silencioso y hasta de admiración. Guiados por ideas similares a las de Marx, Lenin o Stalin, no debieran ignorar que tales ideas, llevadas a la práctica, produjeron la mayor catástrofe social en toda la historia de la humanidad (unas cien millones de víctimas inocentes por oponerse a la instauración del socialismo en sus respectivos países).

Incluso quien se atreve a criticar los “elevados ideales” socialistas, es considerado, con indignación, como una persona perversa que se opone a la “justicia social” promovida por gente de “nobles sentimientos”. Por el contrario, quienes poseen tales “sentimientos”, adhieren a la mentira y a la violencia por cuanto suponen que ese es el camino que nos ha de llevar hacia una sociedad igualitaria e idílica. Se atribuye a Fernando Cardoso la expresión: “Quien de joven no es socialista, no tiene corazón; quien de adulto no es capitalista, no tiene cerebro”.

Quienes tratamos de no ser injustos descalificando al sector socialista, tenemos presente que no todo socialista es marxista-leninista, ya que es posible la existencia de un socialismo no marxista, que fue dominado o usurpado por el marxismo-leninismo. Sin embargo, resulta difícil encontrar posturas socialistas que no aboguen por la expropiación de los medios de producción, por la discriminación social contra la “burguesía” e insistan en una sobre-valoración de quienes no generan riquezas, sino que sólo pretenden distribuir la que otros generan.

En cuestiones de economía, debería dejarse de lado las discusiones acerca de los objetivos, ya que en ese aspecto existen coincidencias. Todos estamos de acuerdo en que no debe existir pobreza, ni desigualdad, y que todo individuo debe llegar a ser feliz. La cuestión esencial radica en encontrar los medios aptos para acercarnos a esos objetivos. De ahí que la promoción de medios que nos alejan de tales objetivos implica cierta ignorancia de la economía por lo cual sus promotores son culpables tanto como los defensores del curanderismo en contra de la ciencia médica.

Un socialista de “antes”, Manuel Ugarte, expresaba en 1903: “El socialismo es necesario, porque sólo él nos puede dar el equilibrio internacional, la paz interior y la felicidad colectiva. Y además de los males que puede evitarnos, nos puede proporcionar muy grandes goces”.

“El socialismo es necesario, porque es el único medio de contrarrestar la influencia de los truts. Llegará dentro de poco un momento en que todos los pequeños capitales, y hasta los medianos, serán absorbidos por esos monstruosos devoradores de oro….”

“Para defenderse de esa centralización, de esa unificación de las fuerzas del país en manos de sindicatos omnipotentes, será indispensable recurrir a las fórmulas colectivistas y oponer al truts de los particulares el truts del Estado”

“El capitalismo es un monstruo que se devorará a sí mismo. Muchos de los que hoy lo defienden todavía, serán mañana sus víctimas. Las grandes fortunas se alimentan a expensas de las pequeñas. Y llegará un día en que esa portentosa acumulación de capitales, paralizará la acción de los gobiernos. Entonces, los rutinarios hombres del Estado que hoy nos motejan de ilusos, tendrán que recurrir al socialismo para defender a la nación de la tiranía de un grupo de hombres” (De “El romanticismo político” de Dardo Cúneo-Ediciones Transición-Buenos Aires 1955).

Al respecto, puede decirse que el socialismo parte de una idea absurda, ya que supone que la concentración económica (llamada truts, monopolios, etc.) se ha de combatir mediante una concentración económica mucho mayor (la del Estado). De ahí que el remedio resulta peor que la enfermedad, como efectivamente ocurrió en China, la URSS y muchos otros países.

No hace falta ser muy inteligente para darse cuenta que en un país, si resulta insatisfactorio que, digamos, veinte empresas particulares sean los dueños absolutos de todo el sector productivo, también ha de ser insatisfactorio que una empresa (el Estado) sea dueña absoluta de todo ese sector. Si la concentración parcial de poder es mala, la concentración total ha de ser aún más mala. Si el capitalismo privado es malo, el socialismo ha de ser bastante peor, por las mismas razones.

La “respuesta socialista” al respecto será que el empresario particular es “malo y perverso por naturaleza” (ya que pertenece a la clase explotadora) mientras que el socialista a cargo del gobierno, es “bueno y amigable por naturaleza”. Recordemos que la base del socialismo es la discriminación social de la misma manera en que, para los nazis, lo es la discriminación racial. Incluso los nazis expropiaron a los judíos mediante razonamientos similares a los esgrimidos por los socialistas.

En cuanto a los capitales, que constituyen un importante e imprescindible factor de la producción, resulta ser un medio necesario para el crecimiento económico de una sociedad, aun cuando los socialistas lo consideren algo negativo. También en la marcha peronista aparece la consigna: “Combatiendo al capital”. De ahí que no debe extrañar la decadencia económica y social de una Argentina que expulsa capitales.

Mientras Cristo, lavando los pies a sus discípulos, pretendía indicarles que predicaran con humildad el Evangelio, el socialista predica sus ideas bajo cierto complejo de superioridad. Uno de los socialistas de fines del siglo XIX y principios del XX, José Ingenieros, descalifica al “hombre mediocre” ante sus carencias intelectuales, sin reconocerle valores éticos que podría tener con suficiencia. Incluso valores de los que podría carecer el propio Ingenieros. Dardo Cúneo escribió al respecto: “Ingenieros, gran organizador de bromas, siempre anda a la pesca de un infeliz del cual reír y hacer reír a sus amigos, riendo él, a la vez, del uno y de los otros. Una sesión de la Syringa [institución de picardía porteña] es suficiente para enloquecer del todo a un débil mental aspirante a poeta. Su humorismo resultaba perverso”.

José Ingenieros expresaba en un discurso: “A todos los que mal intencionalmente os digan que no sabéis dónde vais, ni a qué, respondedles que vais a enrolaros en el ejército del progreso, en cuyas filas han luchado y luchan Marx, Bebel, Adler, De Amicis, Engels, Ferri, Tolstoi….”.

“A su lado, nuestra acción debe ser tenaz como sincera: sin preocupaciones, sin dudas y sin ambiciones, debemos sacrificar nuestros mejores días a la emancipación social, que también el proletariado intelectual debe emanciparse”. “La lucha se acalora; entran en ella todos, sin excepción, los genios del saber humano, y las armas por ambas partes se perfeccionan, asegurando que de esa lucha de la fe contra la ciencia, del egoísmo contra la fraternidad, surgirá radiante la paz y de progreso el Ideal que para siempre asegure el triunfo de la justicia” (De “El romanticismo político”).

Los distintos personajes políticos han sido caracterizados mediante alguna expresión típica. Si tuviésemos que asociar alguna a la figura latinoamericana más destacada del socialismo del el siglo XXI, Hugo Chávez, podría ser: “¡Exprópiese!”. En una encuesta realizada en varios países, el 40% de los encuestados en la Argentina apoyaba al “gran expropiador”. La destrucción social y económica que produjo el chavismo fue la consecuencia necesaria de las “buenas intenciones” de los socialistas, quienes requieren de la complicidad de los espíritus generosos que se niegan a “juzgar” conductas individuales hasta que la situación se torna irreversible, como en Cuba o Venezuela.

Si definimos como “bueno” a quien favorece el bien, y “malo” a quien favorece el mal, entonces el socialista es malo a nivel social, aunque a muchos pueda parecerle “bien” la destrucción de Venezuela, ya que lo que les importa no son los individuos ni sus padecimientos, sino la llegada y la permanencia del socialismo en el poder, como parece ser el pensamiento de Nicolás Maduro.

Cuando el socialista descalifica y difama permanentemente al “neoliberal”, al “burgués” o al “capitalista”, nadie protesta; pero, en cuanto alguno de los afectados responde a la difamación, surgen de todas partes los defensores de los discriminadores sociales rechazando la protesta. Así funciona nuestra sociedad.

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