domingo, 30 de octubre de 2016

El mercado como sistema autorregulado

El control automático surge de la necesidad del hombre de evadirse de tareas repetitivas. Con el tiempo, los automatismos lo reemplazan en varias tareas aumentando la eficacia de los procesos productivos (y también aumentando el desempleo tecnológico). El regulador centrífugo de James Watt, empleado para controlar en forma automática la velocidad de una máquina de vapor, constituye la primera innovación tecnológica de importancia (siglo XVIII), que permitiría dar inicio a la ciencia del control automático. Norbert Wiener escribió: “Otro ejemplo de sistema de retroalimentación puramente mecánico –el originalmente tratado por Clerk Maxwell- es el del regulador de un motor de vapor que controla su velocidad en las distintas condiciones de carga. El original diseñado por Watt consta de dos bolas unidas a unas varillas que pendulan y oscilan en los lados opuestos de un eje en rotación” (De “Cibernética o control y comunicación en animales y máquinas”-Tusquets Editores-Barcelona 1985).

Con el tiempo, se pudo observar que la naturaleza se había adelantado a los innovadores tecnológicos ya que también aparecen sistemas autorregulados en animales y en el hombre. La palabra cibernética fue utilizada inicialmente por André M. Ampere. Al respecto, Victor Pékelis escribió: “A cada ciencia le correspondía un lema en verso en idioma latín. A la cibernética Ampere le asignó estas simbólicas palabras: «…et secura cives ut pace fruantur» («…y garantiza a los ciudadanos la posibilidad de gozar de la paz»” (De la “Pequeña enciclopedia de la gran cibernética”-Editorial Mir-Moscú 1977).

La economía espontánea, en la cual se establecen intercambios entre productores y consumidores, también constituye un proceso autorregulado, ya que, luego de la división (o especialización) del trabajo, resulta necesario complementarla con los intercambios mencionados. Tal proceso implica la oferta por parte de los productores y la demanda por parte de los consumidores. Para cada producto existe un mercado, entendido no sólo como un lugar donde se producen los intercambios, sino como el proceso en sí, y en el cual se genera un precio que, por lo general, resultará variable. Ludwig von Mises escribió: “El capitalismo o economía de mercado es aquel sistema de cooperación y de división del trabajo que se basa en la propiedad privada de los medios de producción. Los factores materiales de la producción son propiedad de ciudadanos individuales, los capitalistas y los terratenientes. Las instalaciones industriales y las explotaciones agrícolas son manejadas por empresarios privados, es decir, por individuos y asociaciones de individuos que poseen el capital y la tierra, o bien los han tomado prestados o en arriendo de los propietarios. La empresa libre es lo característico del capitalismo”.

“El objetivo de toda persona emprendedora –sea hombre de negocios o agricultor- consiste en obtener beneficios. Los capitalistas, los empresarios y los agricultores cooperan en la dirección de los asuntos económicos. Son el timón y dirigen el rumbo de la nave. Pero no tienen libertad para establecer su curso. No son soberanos sino solamente los timoneles obligados a obedecer incondicionalmente las órdenes del capitán. El capitán es el consumidor”.

“Al comprar y al abstenerse de comprar, son ellos [los consumidores] los que deciden quién se apropiará del capital y quién dirigirá las instalaciones. Determinan lo que se ha de producir y en qué cantidad y de qué calidad. Sus actitudes originan el beneficio o la pérdida para el empresario. Hacen ricos a los pobres y pobres a los ricos. No son amos cómodos. Están llenos de caprichos y de fantasías: son mudables e imprevisibles. Les tienen sin cuidado los méritos anteriores. Tan pronto como se les ofrece algo que les parece mejor o que resulta más barato, abandonan a sus antiguos proveedores. Para ellos sólo cuenta su propia satisfacción. No se preocupan ni de los intereses establecidos de los capitalistas ni del destino de los trabajadores que pierden sus empleos, si, como consumidores, dejan de comprar lo que compraban antes” (De “Burocracia”-Unión Editorial SA-Madrid 2005).

El productor necesita imperiosamente disponer de información respecto de la cantidad de bienes que debe producir, ya que si se excede en la estimación de lo que podrá intercambiar, acumulará bienes invendibles que absorbieron trabajo y capital, pudiéndole impedir continuar con sus actividades productivas. Por el contrario, si produce poco, hasta el extremo de perder algunas ventas, corre el riesgo de perder incluso algunos clientes, situación que a la larga también podrá impedirle continuar con sus actividades.

Adam Smith advirtió en el siglo XVIII que el mercado, o proceso de intercambio, resulta ser un proceso autorregulado, atribuyendo a tal atributo la actuación de una “mano invisible”, que no es otra cosa que un sistema de realimentación negativa:

Precio estable (+/-) => Mercado => Precio variable
………………….......<= Oferta – Demanda <=

El aumento del precio de una mercadería actúa como una señal que le informa al productor que la demanda está superando a la oferta, por lo que le conviene aumentar la producción (para evitar perder ventas y clientes). La baja en el precio de una mercadería la informa al productor que la oferta está superando a la demanda, por lo que debe disminuir la producción (para evitar tener mercadería inmovilizada por cierto tiempo).

Como objetivo del sistema (lo que se desea lograr), aparece el Precio estable, ya que esta situación implica que la oferta iguala a la demanda y el productor no debe aumentar ni disminuir la producción. En la mayoría de los casos, por el contrario, se establece un precio cambiante (Precio variable). Como lazo de realimentación actuará la diferencia entre oferta y demanda (Oferta – Demanda). Cuando la oferta iguala a la demanda, el lazo de realimentación deja de actuar indicando que el precio se ha estabilizado. José María Dagnino Pastore escribió: “La primera forma de presentar la función de los precios es indicar que constituyen un vasto sistema de señales que guía la acción de productores y de los factores productivos en general en el sentido de obtener la máxima satisfacción de las necesidades de la comunidad libremente expresada en el mercado” (De “Economía Política”-Editorial Crespillo-Buenos Aires 1971).

Cuando algún empresario innovador logra momentáneamente ganancias excepcionales, aparecerán competidores, por lo que tales ganancias tenderán a disminuir debido precisamente al ingreso de otros empresarios al sector. También los salarios, los créditos y todo lo que admita una situación en la que concurren oferentes y demandantes, responde al mismo proceso, constituyendo siempre una guía para el funcionamiento de la economía.

La abstención de continuar la producción, cuando la demanda disminuye, es interpretada negativamente por los sectores que “no creen” en la realidad de este proceso. Henry Hazlitt escribió: “Esta última contingencia es la que escandaliza a quienes no comprenden el «mecanismo de los precios» por ellos denunciado. Le acusan de crear escasez. ¿Por qué, preguntan indignados, los empresarios han de interrumpir la fabricación de zapatos en el momento en que su producción deja de rendir beneficios? ¿Por qué han de guiarse exclusivamente por sus propios intereses? ¿Por qué han de guiarse por el mercado? ¿Por qué no producen zapatos «a plena capacidad» utilizando los modernos procedimientos técnicos? El mecanismo de los precios y la empresa privada, concluyen los filósofos de la «producción para el consumo», engendran una especie de «economía de la escasez»”.

“Los anteriores interrogantes y conclusiones derivan de la falacia de prestar atención tan sólo a una industria aislada, de ver el árbol y no reparar en el bosque. Hasta llegar a un límite determinado, es necesario fabricar abrigos, camisas, pantalones, viviendas, arados, puentes, leche y pan. Sería absurdo amontonar zapatos innecesarios, simplemente porque podemos producirlos, mientras centenares de otras necesidades más urgentes quedan por satisfacer” (De “La economía en una lección”-Unión Editorial SA-Madrid 1981).

Lo mencionado hasta ahora tiene validez en economías sin inflación, o con muy poca. Como podrá advertirse fácilmente, la inflación destruye completamente el “sistema de señales” constituido por la variación de los precios. Así, cuando aumenta un precio, en una economía inflacionaria, no significa que haya aumentado la demanda, sino que tal aumento se debe a la devaluación de la moneda.

También el control de precios, por parte del Estado, genera una perturbación que destruye el “sistema de señales”, de ahí que los economistas aconsejan que el Estado no intervenga en la economía, es decir, no debe perturbar el sistema autorregulado por cuanto los efectos serán perniciosos tanto para productores como para consumidores. Aconsejan, además, que el Estado actúe promoviendo la seguridad jurídica, la seguridad personal, etc., y la infraestructura necesaria para facilitar la producción.

En las economías socialistas, al abolirse el mercado, no existe justamente el “precio de mercado” para ser utilizado para el cálculo económico. De ahí que tengan que pedir información acerca de los precios relativos en algún país capitalista, lo que constituye sólo una orientación. La ausencia de la posibilidad de cálculo, como la falta de incentivos, hace que tales economías sean altamente ineficientes.

Mientras que en épocas pasadas, quienes “no creían” en el principio de conservación de la energía proponían ingeniosos aparatos que producirían el “movimiento perpetuo”, quienes “no creen” en la existencia del sistema autorregulado de intercambios (mercado) siguen proponiendo diversas sociedades utópicas o variantes del socialismo. Mientras que los primeros por lo general no perjudicaban a nadie, los segundos producen sufrimiento en la gente que tiene que soportar las consecuencias de la “no creencia”.

Como la mayor parte de los “intelectuales” desconoce los sistemas autorregulados, al igual que el público en general, para ellos no existen tales sistemas. Luego, atacan a quienes promueven el mercado de la misma manera en que el ateo descalifica al creyente. Henri Lepage escribió: “Quiérase o no, a pesar de las falacias, de las falsificaciones científicas o incluso de las estafas intelectuales que comportan, hemos de rendirnos a la evidencia: las ideas antieconómicas son en la actualidad la norma entre la opinión pública. A partir de ahora forman la cultura económica popular y condicionan la mayoría de los reflejos políticos de nuestros conciudadanos, aunque no pertenezcan a la oposición de ideología socialista” (De “Mañana, el capitalismo”-Alianza Editorial SA-Madrid 1979).

viernes, 28 de octubre de 2016

¿Puede un socialista ser una buena persona?

Por lo general, no distinguimos entre el comportamiento familiar de un individuo y su comportamiento social, aunque existe cierta diferencia entre moral individual y moral social. Aun cuando el cristianismo, al promover el “amor al prójimo”, no hace distinción entre ambas morales, sino que las unifica, siguen existiendo diferencias notables. Esto implica que un buen padre, marido o hijo, puede no ser a la vez un buen ciudadano, ya que su moral social puede quedar por debajo de su moral individual. Luis Moreno Ocampo escribió: “Una encuesta que compara a la ética personal con la ética en el lugar de trabajo realizada en EEUU y en Argentina, muestra los siguientes resultados:

En EEUU el 6% de las personas consultadas dijeron que la ética en sus lugares de trabajo era más alta que su ética personal. En la Argentina nadie dijo eso.
En EEUU, el 26% de los encuestados dijeron que la ética en sus lugares de trabajo era peor que su ética personal. En la Argentina eso lo dijo el 60%.
Si eso pasa en el mundo de los negocios, algo muy similar debe pasar en el ámbito público, por lo que este problema no se soluciona con una reforma ética de tipo individual sino modificando el funcionamiento organizacional” (Del Prólogo de “Quién es quién de la Justicia”-Poder Ciudadano-Editorial Perfil SA-Buenos Aires 1997).

En primer lugar, la mejora ética individual es imprescindible, aun cuando deba establecerse mejoras en el funcionamiento de las instituciones. En segundo lugar, y en relación a la pregunta inicial, cabe mencionar que se trata de averiguar si un socialista puede ser buena persona a nivel social, suponiendo que, si no lo fuese, nada puede decirse de su moral familiar o individual.

Si nos preguntamos si un nazi puede ser una buena persona, a nivel social, resulta evidente que no, porque adhiere y justifica la matanza indiscriminada de seres humanos basada en una absurda discriminación racial. Si nos preguntamos si un socialista puede ser una buena persona, a nivel social, resulta evidente que no, porque acepta al sistema y a las ideas que produjeron entre cuatro o cinco veces más asesinatos que los producidos por los nazis, basados en una absurda discriminación social o de clases.

Si bien muchos socialistas desconocen, aparentemente, la barbarie soviética y la maoísta, no desconocen del todo la barbarie del terrorismo marxista-leninista de los años setenta, respecto de la cual muestran una actitud de indiferencia cuando no de apoyo silencioso y hasta de admiración. Guiados por ideas similares a las de Marx, Lenin o Stalin, no debieran ignorar que tales ideas, llevadas a la práctica, produjeron la mayor catástrofe social en toda la historia de la humanidad (unas cien millones de víctimas inocentes por oponerse a la instauración del socialismo en sus respectivos países).

Incluso quien se atreve a criticar los “elevados ideales” socialistas, es considerado, con indignación, como una persona perversa que se opone a la “justicia social” promovida por gente de “nobles sentimientos”. Por el contrario, quienes poseen tales “sentimientos”, adhieren a la mentira y a la violencia por cuanto suponen que ese es el camino que nos ha de llevar hacia una sociedad igualitaria e idílica. Se atribuye a Fernando Cardoso la expresión: “Quien de joven no es socialista, no tiene corazón; quien de adulto no es capitalista, no tiene cerebro”.

Quienes tratamos de no ser injustos descalificando al sector socialista, tenemos presente que no todo socialista es marxista-leninista, ya que es posible la existencia de un socialismo no marxista, que fue dominado o usurpado por el marxismo-leninismo. Sin embargo, resulta difícil encontrar posturas socialistas que no aboguen por la expropiación de los medios de producción, por la discriminación social contra la “burguesía” e insistan en una sobre-valoración de quienes no generan riquezas, sino que sólo pretenden distribuir la que otros generan.

En cuestiones de economía, debería dejarse de lado las discusiones acerca de los objetivos, ya que en ese aspecto existen coincidencias. Todos estamos de acuerdo en que no debe existir pobreza, ni desigualdad, y que todo individuo debe llegar a ser feliz. La cuestión esencial radica en encontrar los medios aptos para acercarnos a esos objetivos. De ahí que la promoción de medios que nos alejan de tales objetivos implica cierta ignorancia de la economía por lo cual sus promotores son culpables tanto como los defensores del curanderismo en contra de la ciencia médica.

Un socialista de “antes”, Manuel Ugarte, expresaba en 1903: “El socialismo es necesario, porque sólo él nos puede dar el equilibrio internacional, la paz interior y la felicidad colectiva. Y además de los males que puede evitarnos, nos puede proporcionar muy grandes goces”.

“El socialismo es necesario, porque es el único medio de contrarrestar la influencia de los truts. Llegará dentro de poco un momento en que todos los pequeños capitales, y hasta los medianos, serán absorbidos por esos monstruosos devoradores de oro….”

“Para defenderse de esa centralización, de esa unificación de las fuerzas del país en manos de sindicatos omnipotentes, será indispensable recurrir a las fórmulas colectivistas y oponer al truts de los particulares el truts del Estado”

“El capitalismo es un monstruo que se devorará a sí mismo. Muchos de los que hoy lo defienden todavía, serán mañana sus víctimas. Las grandes fortunas se alimentan a expensas de las pequeñas. Y llegará un día en que esa portentosa acumulación de capitales, paralizará la acción de los gobiernos. Entonces, los rutinarios hombres del Estado que hoy nos motejan de ilusos, tendrán que recurrir al socialismo para defender a la nación de la tiranía de un grupo de hombres” (De “El romanticismo político” de Dardo Cúneo-Ediciones Transición-Buenos Aires 1955).

Al respecto, puede decirse que el socialismo parte de una idea absurda, ya que supone que la concentración económica (llamada truts, monopolios, etc.) se ha de combatir mediante una concentración económica mucho mayor (la del Estado). De ahí que el remedio resulta peor que la enfermedad, como efectivamente ocurrió en China, la URSS y muchos otros países.

No hace falta ser muy inteligente para darse cuenta que en un país, si resulta insatisfactorio que, digamos, veinte empresas particulares sean los dueños absolutos de todo el sector productivo, también ha de ser insatisfactorio que una empresa (el Estado) sea dueña absoluta de todo ese sector. Si la concentración parcial de poder es mala, la concentración total ha de ser aún más mala. Si el capitalismo privado es malo, el socialismo ha de ser bastante peor, por las mismas razones.

La “respuesta socialista” al respecto será que el empresario particular es “malo y perverso por naturaleza” (ya que pertenece a la clase explotadora) mientras que el socialista a cargo del gobierno, es “bueno y amigable por naturaleza”. Recordemos que la base del socialismo es la discriminación social de la misma manera en que, para los nazis, lo es la discriminación racial. Incluso los nazis expropiaron a los judíos mediante razonamientos similares a los esgrimidos por los socialistas.

En cuanto a los capitales, que constituyen un importante e imprescindible factor de la producción, resulta ser un medio necesario para el crecimiento económico de una sociedad, aun cuando los socialistas lo consideren algo negativo. También en la marcha peronista aparece la consigna: “Combatiendo al capital”. De ahí que no debe extrañar la decadencia económica y social de una Argentina que expulsa capitales.

Mientras Cristo, lavando los pies a sus discípulos, pretendía indicarles que predicaran con humildad el Evangelio, el socialista predica sus ideas bajo cierto complejo de superioridad. Uno de los socialistas de fines del siglo XIX y principios del XX, José Ingenieros, descalifica al “hombre mediocre” ante sus carencias intelectuales, sin reconocerle valores éticos que podría tener con suficiencia. Incluso valores de los que podría carecer el propio Ingenieros. Dardo Cúneo escribió al respecto: “Ingenieros, gran organizador de bromas, siempre anda a la pesca de un infeliz del cual reír y hacer reír a sus amigos, riendo él, a la vez, del uno y de los otros. Una sesión de la Syringa [institución de picardía porteña] es suficiente para enloquecer del todo a un débil mental aspirante a poeta. Su humorismo resultaba perverso”.

José Ingenieros expresaba en un discurso: “A todos los que mal intencionalmente os digan que no sabéis dónde vais, ni a qué, respondedles que vais a enrolaros en el ejército del progreso, en cuyas filas han luchado y luchan Marx, Bebel, Adler, De Amicis, Engels, Ferri, Tolstoi….”.

“A su lado, nuestra acción debe ser tenaz como sincera: sin preocupaciones, sin dudas y sin ambiciones, debemos sacrificar nuestros mejores días a la emancipación social, que también el proletariado intelectual debe emanciparse”. “La lucha se acalora; entran en ella todos, sin excepción, los genios del saber humano, y las armas por ambas partes se perfeccionan, asegurando que de esa lucha de la fe contra la ciencia, del egoísmo contra la fraternidad, surgirá radiante la paz y de progreso el Ideal que para siempre asegure el triunfo de la justicia” (De “El romanticismo político”).

Los distintos personajes políticos han sido caracterizados mediante alguna expresión típica. Si tuviésemos que asociar alguna a la figura latinoamericana más destacada del socialismo del el siglo XXI, Hugo Chávez, podría ser: “¡Exprópiese!”. En una encuesta realizada en varios países, el 40% de los encuestados en la Argentina apoyaba al “gran expropiador”. La destrucción social y económica que produjo el chavismo fue la consecuencia necesaria de las “buenas intenciones” de los socialistas, quienes requieren de la complicidad de los espíritus generosos que se niegan a “juzgar” conductas individuales hasta que la situación se torna irreversible, como en Cuba o Venezuela.

Si definimos como “bueno” a quien favorece el bien, y “malo” a quien favorece el mal, entonces el socialista es malo a nivel social, aunque a muchos pueda parecerle “bien” la destrucción de Venezuela, ya que lo que les importa no son los individuos ni sus padecimientos, sino la llegada y la permanencia del socialismo en el poder, como parece ser el pensamiento de Nicolás Maduro.

Cuando el socialista descalifica y difama permanentemente al “neoliberal”, al “burgués” o al “capitalista”, nadie protesta; pero, en cuanto alguno de los afectados responde a la difamación, surgen de todas partes los defensores de los discriminadores sociales rechazando la protesta. Así funciona nuestra sociedad.

jueves, 27 de octubre de 2016

La acción humana en psicología social, sociología y economía

La acción humana puede constituirse en el fundamento básico de las ciencias sociales por cuanto resulta ser el punto de coincidencia entre las principales ramas de tales ciencias, ya que fundamenta, a la vez, a la psicología social, a la sociología y a la economía (al menos en la versión de la Escuela Austriaca de Economía).

En psicología social aparece como un sistema de realimentación negativa, como el indicado en el esquema siguiente, en el que al hombre se le asocia una actitud característica que define una tendencia definida respecto de las acciones que ha de adoptar:

Lo que desea (+/-) => Hombre => Lo que logra
....................<= Realimentación <=

Respuesta (lo que logra) = Actitud característica x Estímulo (lo que desea)

En un primer momento, (lo que logra) puede no ser igual a (lo que desea), ya que aparece cierta diferencia, o error, que actúa como un nuevo estímulo, que el individuo intenta reducir hasta que la diferencia sea aceptable, o la menor posible. A la actitud característica se le pueden asociar cuatro componentes afectivas, estableciéndose una “teoría de la acción ética”, mientras que, al asociarle cuatro componentes cognitivas, se establece adicionalmente una “teoría del conocimiento”; ambas aparecen inicialmente en el libro “Una opinión sobre el mundo” de Pompilio Zigrino-Mendoza 1978.

En cuanto a la sociología, Talcott Parsons escribió: “El objetivo de este estudio es seguir con detalle un proceso de cambio fundamental de la estructura de un único sistema teórico de las ciencias sociales”. “Por conveniencias de referencias, se llamará a este esquema conceptual teoría de la acción”.

“Puede llamarse a la unidad básica «acto unidad»”. “Un «acto» implica lógicamente lo siguiente:

1- Un agente, un «actor»
2- A efectos de definición, el acto debe tener un «fin», un futuro estado de cosas hacia el que se oriente el proceso de la acción.
3- Debe iniciarse en una «situación» cuyas tendencias de evolución difieran, en uno o más aspectos importantes, del estado de cosas hacia el que se orienta la acción (el fin)”.

Parsons distingue la acción consciente de aquellas que realizamos en forma instintiva, agregando: “Esta situación es, a su vez, descomponible en dos elementos: aquellos sobre los que el actor no tiene control (es decir, los que no puede alterar, o evitar que se alteren, de acuerdo con su fin), y aquellos sobre los que tiene control. Cabe denominar a los primeros «condiciones» de la acción; a los últimos, «medios»”.

“La primera implicación importante es la de que un acto es siempre un proceso en el tiempo. La categoría tiempo es básica para el esquema. El concepto de fin implica siempre una referencia futura a un estado que, o no existe todavía, y no empezaría a existir si el actor no hiciese algo a este respecto, o, si existe ya, no permanecería invariable. Este proceso, visto fundamentalmente en términos de su relación con los fines, es denominado, indistintamente: «consecución», «realización» y «logro»” (De “La estructura de la Acción Social”-Ediciones Guadarrama SA-Madrid 1968).

Hasta aquí, todo indica que ambas visiones resultan enteramente compatibles, si bien la primera emplea un sistema realimentado mientras que la segunda está expresada mediante palabras, posiblemente por carecer su autor de una formación técnica o ingenieril. Parsons agrega: “En segundo lugar, el hecho de que se abra al actor un abanico de posibilidades (en relación tanto con los fines como con los medios), en combinación con el concepto de una orientación normativa de la acción, supone la posibilidad de «error», de fracaso en la consecución de los fines o en la elección «correcta» de los medios. Los varios significados del error y los diversos factores a los que cabe atribuirlo constituirán uno de los principales temas a tratar”.

“En tercer lugar, el marco de referencia del esquema es subjetivo en un sentido especial. Es decir, trata de fenómenos, de cosas y sucesos tal y como aparecen desde el punto de vista del actor cuya acción se analiza y considera. Desde luego, los fenómenos del «mundo externo» juegan una parte principal en el condicionamiento de la acción. Pero, en la medida en que puedan utilizarse por este esquema teórico, deben ser reductibles a términos subjetivos en este sentido concreto”.

Los economistas que adhieren a la Escuela Austriaca de Economía fundamentan su visión en la acción humana. Tal es así que el libro básico de Ludwig von Mises se titula precisamente “La Acción Humana. Tratado de Economía”. En la descripción del comportamiento económico del hombre, llegan a la conclusión de que el valor otorgado a los bienes económicos tiene un carácter subjetivo, lo que pareciera implicar que la economía, como ciencia social, estuviese fundamentada en lo subjetivo, sin constituir un conocimiento objetivo, de validez universal. Talcott Parsons aclara esta situación: “Cabe decir que es competencia de toda ciencia empírica la comprensión de los fenómenos del mundo externo. Luego los hechos de la acción son, para el científico que los estudia, hechos del mundo exterior (en este sentido, hechos objetivos). Es decir, se refieren simbólicamente a fenómenos «externos» al científico, no al contenido de su propia mente. Pero, en este caso concreto, a diferencia de las ciencias físicas, los fenómenos que se estudian tienen un aspecto subjetivo científicamente relevante. Es decir, así como no es de la competencia del científico social el estudio del contenido de su propia mente, sí lo es, y mucho, el estudio del contenido de las mentes de las personas cuya acción estudia. Esto hace necesario distinguir entre el punto de vista objetivo y el subjetivo. La distinción y la relación de los dos entre sí son de gran importancia. Al decir «objetivo» en este contexto, se quiere decir: «desde el punto de vista del observador científico de la acción»; y al decir subjetivo: «desde el punto de vista del actor»”.

En cuanto al comportamiento del hombre económico, se lo puede sintetizar en la siguiente secuencia:

1- El hombre actúa
2- La gente tiene diversos fines
3- Hay una variedad de recursos o medios mediante los cuales la gente puede conseguir esos fines.
(De “Una introducción al razonamiento económico” de David Gordon-Pdf en www.anarcocapitalista.com).

En este caso se observa cierta similitud con la secuencia antes mencionada, de Talcott Parsons, lo que indica que se está hablando de una misma cosa, o de un proceso similar.

Al no existir, aparentemente, vinculación alguna entre los autores de las tres versiones, se advierte que no ha de ser una mera coincidencia, sino que todos están describiendo el mismo proceso observado en el mundo real. Si bien esta coincidencia no debe considerarse como una “prueba” de la veracidad de las mismas, al menos es un indicio de que se marcha por el buen camino.

Ludwig von Mises considera que el fundamento de la economía, la acción humana, cumple un papel similar a los axiomas en las ciencias formales, como la lógica y las matemáticas, en lugar de constituir un principio básico que puede ser adoptado como fundamento de las ciencias experimentales como la psicología social y la sociología. Por lo visto, tanto estas últimas, como la economía, tienen un fundamento enteramente experimental, es decir, accesible a la observación directa y a la verificación experimental. Mises escribió: “El prerrequisito más general de la acción es un estado de insatisfacción, por un lado, y, por otro, la posibilidad de eliminarlo o aliviarlo mediante la acción”.

En el caso de las matemáticas, puede decirse que están constituidas por entes y estructuras simbólicas sin una aplicación concreta al mundo real. No porque no tengan cabida, sino porque, por lo general, tienen muchas aplicaciones concretas. Son como esqueletos que adquieren vida cuando se les da una aplicación, siendo la ciencia de los modelos y las estructuras generales que prescinde, en su realización, de la aplicación concreta que se les pueda dar. También el sistema realimentado puede considerarse como una estructura o modelo matemático de múltiples aplicaciones, ya que “lo que desea” puede ser confeccionar una estatua, establecer una teoría científica, satisfacer una necesidad por medios económicos, etc., es decir, todo lo que se realiza mediante “prueba y error”; de ahí que el criterio adoptado por Mises haya sido el empleado por la lógica y las matemáticas.

Óscar Rodríguez Carreiro escribió: “La praxeología es el método distintivo de la Escuela Austriaca de Economía. El término, acuñado por Ludwig von Mises significa «la ciencia de la acción». La praxeología toma como punto de partida el axioma de la acción, que nos dice, simplemente, que el hombre actúa. Actuar significa escoger un fin y usar los medios que se crean adecuados para la consecución de ese fin. Actuar implica intentar pasar de un estado que se considera menos satisfactorio a otro más satisfactorio. Este axioma es autoevidente y no necesita de experiencia alguna para ser demostrado. No es autoevidente en un sentido psicológico, es decir, que se hace evidente a todo el mundo, sino en el sentido de que cualquier intento de refutación sólo lo confirma. Efectivamente, si alguien pretendiera negar el axioma de la acción estaría realizando una acción: tendría un fin y para conseguirlo usaría los medios que considerara adecuados (algún tiempo para pensar, ciertos argumentos, su propio cuerpo para realizar esos argumentos, etc.)”

“La praxeología se construye a partir de los principios intelectuales incluidos en la categoría de la acción humana por medio de deducciones lógicas y nos dota con el conocimiento teórico necesario para interpretar la realidad” (De “El método de la Escuela Austriaca: la praxeología” en http://xoandelugo.org).

La deducción lógica, no sólo tiene validez para las ciencias formales, sino también para las ciencias experimentales, ya que a partir de principios establecidos experimentalmente, cuando son compatibles con la realidad, pueden realizarse deducciones lógicas cuyas conclusiones también tendrán cabida en el mundo real, como es el caso de la física. Toda estructura descriptiva compatible con la realidad “hereda” la coherencia lógica del mundo real, o la coherencia matemática de las teorías de la física, siendo la coherencia lógica un requisito necesario, aunque no suficiente.

martes, 25 de octubre de 2016

La izquierdista promoción de la violencia

Mientras que la mayor parte de los socialistas del siglo XIX y principios del XX adherían a un socialismo no marxista, siendo una postura alternativa para la resolución de los conflictos sociales, el socialismo posterior fue dominado, y hasta usurpado, por el marxismo-leninismo, advirtiéndose una postura belicista por cuanto sus objetivos sólo podrán lograrse con la caída del sistema capitalista. De ahí que sus fines inmediatos sean esencialmente destructivos, ya que busca instalar la “sociedad sin clases” (al menos en teoría) para reemplazar al “perverso capitalismo”.

Así como la violencia puede ser tanto psicológica como física, la violencia promovida por el socialista también adquiere esas dos formas. Con la violencia psicológica, que implica discriminación social, difama a todo lo que provenga de la clase social “burguesa”, la que va desde la clase media hasta las clases altas, es decir, las que tienen la capacidad de “explotar laboralmente” a sus semejantes, por lo que son consideradas culpables de todos los males sociales hasta que demuestren lo contrario.

Al sistema capitalista, o economía de mercado, se lo combate de todas las formas posibles. A nivel teórico, se aduce que la ciencia económica, en la que se apoya, es pura “ideología”, aceptando bajo esa denominación la connotación despectiva que Marx le da a esa palabra. Todo lo que descalifique al mercado, implica descalificar a millones de decisiones que los integrantes de una sociedad establecen en base a millones de intercambios económicos cotidianos. La economía de mercado puede denominarse también “democracia económica” por cuanto cada individuo elige adquirir, o no, cotidianamente, ciertos bienes o servicios en una forma similar a la que le permite elegir sus representantes políticos en una contienda electoral.

El socialista considera que toda decisión individual es una decisión “egoísta” (aunque cualquier persona razonable sabe muy bien que cada vez que compra pan o verduras, por ejemplo, existe una beneficio simultáneo entre ambas partes), de ahí que estima oportuno establecer una economía planificada en la cual se prohíben todas las decisiones “egoístas” para establecer metas comunes decididas por el político socialista que ha conquistado el poder. La imagen de una población de hormigas, o de abejas, en la que participan miles de tales insectos en la consecución de una meta común, es la imagen más cercana de lo que implica la abolición de las metas individuales, de los intercambios en el mercado y de la propiedad privada de los medios de producción.

El socialista ataca también a la religión cristiana porque, supone, es un medio que fue establecido para permitir que la clase dominante explote laboralmente, y con mayor facilidad, a la clase social menos favorecida. La campaña destructiva hacia la religión puede cambiarse por una táctica más eficaz y por la cual, interpretándola de una manera no tradicional, se la puede convertir en una aliada del socialismo.

Como lo esencial en una sociedad totalitaria ideal es la igualdad, ya que una hormiga resulta indistinguible de otra, o una abeja de otra, se trata de anular en los establecimientos educativos todo lo que implique premios y sanciones, porque ambos crean “desigualdad”. La eliminación de las amonestaciones favorece la indisciplina y se deteriora todo el sistema educativo. Se trata de proteger al alumno indisciplinado para impedir que quede excluido del sistema. Jorge L. Grillo escribió: “La preocupación de los funcionarios es la exclusión. Sostienen que si los alumnos que se portan mal son amonestados y por reiterar su inconducta, o por la gravedad de la misma, llegan a las tradicionales 25 amonestaciones y son expulsados quedan excluidos, es decir sin oportunidad de salir de la situación marginal”.

“Ellos prefieren que los jóvenes no reciban una sanción y perciban que da todo lo mismo. Que pasen un tiempo más en la escuela, sin aprender, porque al no respetar las indicaciones docentes no harán lo que éstos indiquen deben hacer para aprender y así, completamente escolarizados salgan a la vida sin saber contenidos ni haber aprendido los mínimos valores necesarios para manejarse en la sociedad. ¿Cuánto puede durar en un trabajo quien le pega al jefe cuando le indica lo que está mal hecho o quién falta permanentemente? ¿Qué exclusión es más grave, la de la amonestación en la juventud, cuando todavía hay tiempo de corregirse o la del despido en el primer trabajo?” (De “La culpa no es de las amonestaciones” en www.economiaparatodos.net -12/06/2008).

Con un criterio similar, se trata de penalizar lo menos posible, o incluso despenalizarlo, al peligroso delincuente por cuanto el socialista estima que tal individuo “previamente fue excluido de la sociedad” y que su actitud agresiva hacia el medio es una “justa venganza” ya que es una víctima inocente de un “sistema injusto” (el sistema capitalista). El delincuente urbano pasa a ser una figura importante en el plano socialista por cuanto reemplaza al antiguo terrorista de los 70, ya que los efectos destructivos contra el “sistema injusto” son bastante similares. Incluso se le ha quitado a la policía toda capacidad de “represión del delito” para que no vaya a tener la efectividad (y cometer los excesos) evidenciados en épocas pasadas.

En momentos críticos de la economía, conseguir trabajo es bastante difícil, por lo que se requiere un arduo trabajo para poder insertarse laboralmente. Sin embargo, es muy común escuchar a reconocidos socialistas, que participan en programas televisivos, que a tales desocupados “sólo les queda la opción” de dedicarse a la delincuencia. O bien sugerirlo bajo expresiones como la siguiente: “Si hubiese nacido muy pobre….sería delincuente antes que albañil”.

Como complemento necesario de la prédica socialista, en algunos canales de televisión estatales, se promociona a los antiguos terroristas quienes en los años setenta provocaron más de 20.000 atentados contra la propiedad, unos 750 secuestros extorsivos y unos 1.000 asesinatos. Pero no se los convoca para que muestren signos de arrepentimiento por sus actos destructivos, sino que aparecen como figuras ejemplares en la lucha a favor de la “igualdad social”. De esa forma se promueve una vuelta a la violencia, por lo que el “Nunca más” parece haber quedado en el olvido, a no ser que tal consigna haya sido dirigida sólo al sector que respondió a la agresión y no al que la promovió y la inició.

Todas las culpas son asignadas a la “desigualdad social”, lo que implica asociarla al sistema capitalista. Quien tenga un poco de sentido común, advertirá que un empresario exitoso, que genera puestos de trabajo e inversiones productivas, es alguien necesario y útil a la sociedad. Sin embargo, para el marxista, se trata necesariamente de un “explotador laboral” que crea “desigualdad social”. En lugar de que gran parte de las soluciones se encuentre con la llegada de muchos empresarios exitosos, que den puestos de trabajo y realicen inversiones productivas, supone el marxista que tal situación crearía “mayores desigualdades” y que todo se soluciona, en cambio, con la expropiación de los medios de producción por parte del Estado, o bien con la confiscación parcial de las ganancias empresariales.

El marxista sostiene que la producción capitalista requiere de la “explotación laboral” del trabajador, sin tener en cuenta que un trabajador capacitado es un capital humano valioso y que debe ser bien remunerado para que no vaya a trasladarse a trabajar a otra empresa. Incluso se piensa que la desocupación laboral es premeditada para que, en el mercado laboral, desciendan las remuneraciones de los empleados para lograr así mayores ganancias. La desocupación se establece generalmente en aquellas sociedades subdesarrolladas, con pocos empresarios que ofrezcan puestos de trabajo, y en donde la mayoría busca un empleo estatal, aunque éste sea improductivo.

Adolfo Figueroa escribió sobre un sistema hipotético que coincide esencialmente con una economía de mercado: “Interesa saber cuáles son las condiciones bajo las cuales esta sociedad va a llegar a un orden, a un equilibrio, en su funcionamiento. Esta sociedad va a funcionar con una característica principal que quiero destacar: va a funcionar con desempleo. Es decir, el desempleo va a ser una condición necesaria para el funcionamiento de la sociedad, porque los capitalistas buscan maximizar las ganancias y esto va a provenir del trabajo que se contrata. Pero como los trabajadores están alienados de la propiedad del capital, ellos no son socios de los capitalistas, entonces tiene que haber mecanismos para obligarlos a trabajar y a producir el producto que se desea y de allí generar los salarios y las ganancias. Entonces se necesitan mecanismos para generar una disciplina laboral necesaria para esa generación de ganancia. ¿Cuál sería ese mecanismo para generar disciplina laboral? El desempleo, porque si algún trabajador no cumple con las órdenes, no cumple con las tareas que se le encomiendan, debe ser despedido, y si es despedido debe sufrir un costo, el desempleo. Porque si hubiera pleno empleo, los trabajadores que son despedidos siempre encontrarían un trabajo; entonces, ¿por qué tendrían que tener disciplina laboral?” (De “De Igual a Igual” de J. Carpio e I. Novacovsky-Fondo de Cultura Económica de Argentina SA-Buenos Aires 1999).

El citado autor parece considerar que el único factor de la producción es el trabajo asalariado, dejando de lado el capital, la gestión empresarial, la inventiva, asociados todos los factores al riesgo empresarial. Tampoco tiene en cuenta la automatización de los procesos productivos, ya que adopta una visión propia del siglo XIX. Si bien existen empresarios explotadores y especuladores con el trabajo ajeno, no debería generalizarse como que tal situación sea inherente a todos los empresarios y a la economía de mercado. De ahí que la descripción hecha sirve perfectamente para “envenenar” a la gente contra el sector empresarial, contra el sistema capitalista y contra todo el que se oponga a la “triunfal llegada del socialismo” (previa destrucción del sistema capitalista) e, incluso, previa desaparición y asesinato de empresarios, militares, policías, etc., como fue el objetivo concreto de la guerrilla marxista-leninista de los setenta.

Los momentos de mayor interés para la izquierda política ocurren con la revolución socialista que se establece en algún país, o bien cuando aparece alguna crisis global que pueda ser tomada como síntoma de la “caída final del capitalismo”. En realidad, estas crisis responden a diversas causas, ya sea de orden legal (pocas medidas de seguridad por parte del Estado), o un irresponsable otorgamiento de créditos sin fondos que los sustenten o bien por un excesivo egoísmo por parte de los actores en el mercado. La economía de mercado tienes sus reglas, de las cuales no se conocen todas, por lo cual han de surgir inconvenientes serios cuando no se las tiene en cuenta. No existe sistema alguno que esté a salvo de las acciones humanas que sean excesivamente egoístas o incluso delictivas.

lunes, 24 de octubre de 2016

Televisión, Internet y educación

Antes de la aparición de la escritura, el hombre primitivo establecía razonamientos elementales en base a imágenes que extraía de la realidad. Con la aparición de la escritura comienza la etapa del razonamiento simbólico, que ha de predominar hasta nuestras épocas. La civilización se va consolidando con la aparición de la imprenta, el telégrafo, el teléfono, y la radio. En todos estos casos es la palabra, y no la imagen, la que permite las comunicaciones y el pensamiento. Ernst Cassirer define al hombre como un “animal simbólico”, escribiendo al respecto: “El hombre no vive en un universo puramente físico sino en un universo simbólico. Lengua, mito, arte y religión… son los diversos hilos que componen el tejido simbólico… Cualquier progreso humano en el campo del pensamiento y de la experiencia refuerza ese tejido… La definición del hombre como animal racional no ha perdido nada de su valor, pero es fácil observar que esta definición es una parte del total. Porque al lado del lenguaje conceptual hay un lenguaje del sentimiento, al lado del lenguaje lógico o científico está el lenguaje de la imaginación poética. Al principio, el lenguaje no representa pensamientos o ideas, sino sentimientos y afectos” (Citado en “Homo videns”).

Con el advenimiento de la televisión, palabra que significa “visión a lo lejos”, en cierta forma se deja un tanto de lado el pensamiento en base a la palabra para retornar el pensamiento en base a la imagen. Si bien las palabras nos exigen formar imágenes mentales en el proceso del razonamiento, las imágenes que transmite la televisión nos eximen del proceso de abstracción y limitan el razonamiento lógico del tipo verdadero-falso, permitido y favorecido por la palabra. Giovanni Sartori escribió: “Lo que nosotros vemos o percibimos concretamente no produce «ideas», pero se insiere en ideas (o conceptos) que lo encuadran y lo «significan». Y éste es el proceso que se atrofia cuando el ‘homo sapiens’ es suplantado por el ‘homo videns’. En este último, el lenguaje conceptual (abstracto) es sustituido por el lenguaje perceptivo (concreto) que es infinitamente más pobre: más pobre no sólo en cuanto a palabras (al número de palabras), sino sobre todo en cuanto a la riqueza de significado, es decir, de capacidad connotativa”.

“La cuestión es ésta: la televisión invierte la evolución de lo sensible en inteligible y lo convierte en…un regreso al puro y simple acto de ver. La televisión produce imágenes y anula conceptos, y de este modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella toda nuestra capacidad de entender”.

“Los llamados primitivos son tales porque –fábulas aparte- en su lenguaje destacan palabras concretas: lo cual garantiza la comunicación, pero escasa capacidad científico-cognoscitiva. Y de hecho, durante milenios los primitivos no se movieron de sus pequeñas aldeas y organizaciones tribales. Por el contrario, los pueblos se consideran avanzados porque han adquirido un lenguaje abstracto –que es además un lenguaje construido en la lógica- que permite el conocimiento analítico-científico”.

“El ‘homo sapiens’ debe todo su saber y todo el avance de su entendimiento a su capacidad de abstracción. Sabemos que las palabras que articulan el lenguaje humano son símbolos que evocan también «representaciones» y, por tanto, llevan a la mente figuras, imágenes de cosas visibles y que hemos visto. Pero esto sucede sólo con los nombres propios y con las «palabras concretas», es decir, palabras como casa, cama, mesa…etcétera, nuestro vocabulario de orden práctico”.

“De otro modo, casi todo nuestro vocabulario cognoscitivo y teórico consiste en palabras abstractas que no tienen ningún correlato en cosas visibles, y cuyo significado no se puede trasladar ni traducir en imágenes. Ciudad es todavía algo que podemos «ver»; pero no nos es posible ver nación, Estado, soberanía, democracia, representación, burocracia, etcétera; son conceptos abstractos elaborados por procesos mentales de abstracción que están construidos por nuestra mente como entidades” (De “Homo videns. La sociedad teledirigida”-Taurus-Madrid 1998).

Por lo general pensamos que quien no mira televisión ni usa una calculadora digital, es alguien que no “evoluciona” por cuanto deja de lado las innovaciones tecnológicas. Sin embargo, el excesivo uso de la televisión y de la calculadora hace perder al individuo el entrenamiento mental requerido para la lectura de libros sin imágenes y para el cálculo numérico mental. Si tenemos en cuenta que uno de los objetivos básicos de la educación es el adiestramiento de la mente, para una posterior educación de tipo autodidacta, se advierte que la televisión hace perder el hábito de la lectura y la calculadora el hábito del razonamiento cuantitativo.

Quien se acostumbra a observar imágenes de alta calidad, y en colores, tendrá que hacer un gran esfuerzo con su imaginación cada vez que intente leer un libro sin figuras, ya que no está habituado a “formar imágenes” en su mente para asociarlas a la palabra escrita. Se ha llegado al extremo de que, en algunas universidades, deben hacer cursos preuniversitarios sobre “comprensión de textos” por cuanto, los futuros alumnos, que poco leen, prácticamente apenas si saben leer.

En los ámbitos educativos, por lo general, aparecen controversias respecto del aburrimiento del niño o del adolescente que pasa mucho tiempo frente al televisor y que por ello no le encuentra atractivo alguno a las clases que recibe en la escuela. De ahí la propuesta de que la escuela debería ser tan “divertida” como la televisión, algo que, según lo visto, no parece ser lo mejor para el estudiante. Por el contrario, debería restringir sus horas de televisión aumentado las pocas (o ninguna) horas de lectura de textos sin figuras. “Por encima de todo, la verdad es que la televisión es la primera escuela del niño (la escuela divertida que precede a la escuela aburrida); y el niño es un animal simbólico que recibe su impronta educacional en imágenes de un mundo centrado en el hecho de ver. En esta «paideía», la predisposición a la violencia es sólo un detalle del problema. El problema es que el niño es una esponja que registra y absorbe indiscriminadamente todo lo que ve (ya que no posee aún capacidad de discriminación). Por el contrario, desde el otro punto de vista, el niño formado en la imagen se reduce a ser un hombre que no lee, y, por tanto, la mayoría de las veces, es un ser «reblandecido por la televisión», adicto de por vida a los videojuegos”.

“Es cierto que la televisión entretiene y divierte: el «homo ludens», el hombre como animal que goza, que le encanta jugar, nunca ha estado tan satisfecho y gratificado en toda su historia. Pero este dato positivo concierne a la «televisión espectáculo». No obstante, si la televisión transforma todo en espectáculo, entonces la valoración cambia”.

Si los comportamientos se repiten en los diversos países, ello se debe seguramente a la “ingesta diaria” de varias horas de televisión, a la que le ha de seguir un comportamiento típico. Francesco Alberoni escribió al respecto: “Los jóvenes caminan por el mundo adulto de la escuela, del Estado…de la profesión como clandestinos. En la escuela, escuchan perezosamente lecciones que enseguida olvidan. No leen periódicos…Se parapetan en su habitación con carteles de sus héroes, ven sus propios espectáculos, caminan por la calle inmersos en su música. Despiertan sólo cuando se encuentran en la discoteca por la noche, que es el momento en el que, por fin, saborean la ebriedad de apiñarse unos con otros, la fortuna de existir como un único cuerpo colectivo danzante” (Citado en “Homo videns”).

Si el alumno que poco o nada lee, y ve mucha televisión, encuentra grandes dificultades cada vez que intenta leer un libro sin figuras, tendrá dificultades similares cuando se propone interpretar al docente que le habla a la clase durante un lapso prolongado. Además, la “atrofia cultural” asociada al hombre que no lee, se debe a que crece “en compañía” del conductor de televisión y no del autor de un libro, que por lo general le ha de poder transmitir una mejor visión de la realidad. Sartori agrega: “Hoy hablamos, por ejemplo, de una cultura del ocio, una cultura de la imagen y una cultura juvenil. Pero cultura es además sinónimo de «saber»: una persona culta es una persona que sabe, que ha hecho buenas lecturas o que, en todo caso, está bien informada. En esta acepción restringida y apreciativa, la cultura es de los «cultos», no de los ignorantes. Y éste es el sentido que nos permite hablar (sin contradicciones) de una «cultura de la incultura» y asimismo de atrofia y pobreza cultural”.

La crisis educativa actual no se ha de deber sólo a la televisión, o al uso excesivo de Internet, sino a otros factores, como lo es la poca valoración social que se le da al conocimiento y a la cultura, ya que prevalece lo superficial, el dinero y la diversión. Sin embargo, es conveniente tener en cuenta cada uno de los posibles factores que favorecen la crisis, de manera de poder revertirla en un tiempo prudencial.

La televisión promueve una “cultura” de masas que se realimenta a través de ella misma acentuando el fenómeno. Si en la sociedad real ocurren escenas de violencia, se induce a los productores televisivos a “recrear la realidad” emitiendo nuevamente escenas similares a las captadas en el medio social. De ahí que la televisión no sólo tiende a imponer una manera de pensar, sino que induce una escala de valores opuesta a la que resultaría ser la adecuada para la juventud. Posiblemente de ahí provenga el desgano y la apatía de los alumnos, y no tanto del docente “incapaz de motivarlos adecuadamente”.

Internet permite que todo individuo disponga de una “memoria artificial” prácticamente infinita, que haría innecesaria la “memoria artificial” constituida por una biblioteca. Sin embargo, la primera es inmanejable y sólo ha ser un complemento de gran utilidad en algunas circunstancias. Si la educación consistiera solamente en “disponer de información”, con Internet bastaría para combatir todo tipo de ignorancia. Sin embargo, debe existir siempre un “filtro”, constituido generalmente por el docente, que permite la “formación intelectual” del alumno, algo que por lo general no puede hacerlo en forma individual.

Ante la programación de la educación como si el alumno fuese una computadora, Fernando Savater escribió: “Puede aprenderse mucho sobre lo que nos rodea sin que nadie nos lo enseñe ni directa ni indirectamente (adquirimos gran parte de nuestros conocimientos más funcionales así), pero en cambio la llave para entrar en el jardín simbólico de los significados siempre tenemos que pedírsela a nuestros semejantes. De ahí el profundo error actual… de homologar la dialéctica educativa con el sistema por el que se programa la información de los ordenadores. No es lo mismo procesar información que comprender significados”.

“La verdadera educación no sólo consiste en enseñar a pensar sino también en aprender a pensar sobre lo que se piensa y este momento reflexivo –el que con mayor nitidez marca nuestro salto evolutivo respecto a otras especies- exige constatar nuestra pertenencia a una comunidad de criaturas pensantes. Todo puede ser privado e inefable –sensaciones, pulsiones, deseos…- menos aquello que nos hace partícipes de un universo simbólico y a lo que llamamos «humanidad»” (De “El valor de educar”-Editorial Ariel SA-Barcelona 1997).

sábado, 22 de octubre de 2016

Sumisión y violencia familiar

Gran parte de la historia de la humanidad está escrita en base a los diversos intentos por lograr el poder, ya sea a nivel de los pueblos o bien a nivel de las familias. Tal poder consiste en la posibilidad de gobernar a otras personas; para hacerlas dependientes de quien pretende que los demás cumplan con su voluntad y sus deseos, siendo la desobediencia castigada en forma violenta.

Existe cierta semejanza entre el problema por el cual se discute acerca de la mejor forma de gobierno, y el problema familiar acerca de quién debe “gobernar”: hombre o mujer; o bien si debe ser un “gobierno” compartido. Posiblemente exista una relación entre las ideas políticas aceptadas por un individuo y las ideas admitidas en cuanto al gobierno del hogar. De ahí que no sería de extrañar que quienes son partidarios de los gobiernos totalitarios, sean también partidarios del gobierno absoluto del hombre sobre la mujer, ya que en ambos casos el gobernado deberá limitarse a obedecer las directivas impartidas con el riesgo de su propia vida en caso de no acatarlas.

También puede existir una relación entre la actitud religiosa adoptada por el creyente respecto a Dios, y la actitud que ha de adoptar la mujer respecto del hombre en el hogar. Así, la palabra “islam” se asocia a “sumisión”, siendo la actitud que deben adoptar los islámicos respecto de Dios, que no difiere mucho de la actitud sumisa que debe adoptar la mujer frente al marido entre los adeptos a dicha religión.

La obediencia de los hombres a otros hombres es una idea que permanece todavía en plena vigencia, ya que el sueño de la utopía socialista tiene todavía muchos partidarios. Quien mejor ilustra la actitud que debe adoptar el ciudadano común bajo un sistema totalitario, fue Platón, quien escribió: “De todos los principios, el más importante es que nadie, ya sea hombre o mujer, debe carecer de un jefe. Tampoco ha de acostumbrarse el espíritu de nadie a permitirse obrar siguiendo su propia iniciativa, ya sea en el trabajo o en el placer. Lejos de ello, así en la guerra como en la paz, todo ciudadano habrá de fijar la vista en su jefe, siguiéndolo fielmente, y aun en los asuntos más triviales deberá mantenerse bajo su mando. Así, por ejemplo, deberá levantarse, moverse, lavarse, o comer…sólo si se le ha ordenado hacerlo. En una palabra: deberá enseñarle a su alma, por medio del hábito largamente practicado, a no soñar nunca actuar con independencia, y a tornarse totalmente incapaz de ello” (Citado en “La sociedad abierta y sus enemigos” de Karl Popper-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1992).

La idea del Reino de Dios, o del gobierno de Dios sobre el hombre, por el contrario, implica que ningún hombre deberá gobernar a otros, sino que debe acatar las leyes naturales que gobiernan todo lo existente, en total oposición al “gobierno del hombre sobre el hombre” sugerido por Platón.

En la actualidad, el liberalismo es la postura filosófica que prioritariamente propone la libertad como el objetivo prioritario que debemos alcanzar, coincidiendo esencialmente con la idea cristiana. Friedrich Hayek escribió: “Esta obra hace referencia a aquella condición de los hombres en cuya virtud la coacción que algunos ejercen sobre los demás queda reducida, en el ámbito social, al mínimo. Tal estado lo describiremos como estado de libertad” (De “Los fundamentos de la libertad” en pdf en www.anarcocapitalista.com)

Friedrich Engels, haciendo una analogía entre la sociedad y la familia, escribió: “En la familia, el hombre es el burgués y la mujer el proletariado” (De “El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado”- Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1992). En su tiempo, Engels tenía la esperanza de mejorar la condición social de los hombres, aunque en realidad, la propuesta comunista acentuó y magnificó todos y cada uno de los errores atribuidos al capitalismo. Al eliminar la propiedad privada, todo hombre, necesariamente, dependía totalmente de la clase gobernante a cargo del Estado.

También en el ámbito de la Iglesia, y a pesar de las directivas de Cristo, existe la tendencia a la sumisión al superior. Incluso los jesuitas, en las misiones establecidas en Sudamérica durante la colonia, promovían economías de tipo socialista en las cuales los aborígenes debían limitarse al cumplimiento de lo que se les ordenaba. Ignacio de Loyola escribió en una de sus cartas: “En las manos de mi superior debo ser cera blanda, algo de donde éste obtenga lo que le plazca, sea ello escribir o recibir cartas, hablar o no hablar a tal persona o algo por el estilo. Debo poner todo mi fervor en la celosa y exacta ejecución de lo que se me ordene. Debo considerarme como un cadáver, sin inteligencia ni voluntad, igual que una masa de materia que sin ninguna resistencia se coloca donde le place a cualquiera, como un bastón en las manos de un ciego que lo usa de acuerdo con sus necesidades y lo pone donde le conviene. Así debo ser en manos de la Orden para servirla en la forma que ésta juzgue más útil” (Citado en “Las variedades de la experiencia religiosa” de William James- Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1992).

Siendo Ignacio de Loyola el fundador de la orden de los jesuitas (la Compañía de Jesús), no debe extrañar que varios de sus miembros hayan sido ideólogos promotores de la violencia de los 70, en muchos países de Latinoamérica, con las intenciones de promover el marxismo-leninismo y la posterior implantación del socialismo, en total oposición al ideal cristiano.

Por lo general, el que se muestra sumiso frente al superior, puede tornarse un déspota frente a quien considera inferior. Esto puede comprobarse en la soberbia advertida entre los adeptos a los totalitarismos y populismos, mientras que a la vez son obsecuentes y sumisos frente a los líderes de tales movimientos políticos. También los hombres que castigan a su mujer y a sus propios hijos, muestran en otras situaciones una excesiva docilidad. De ahí que la cultura liberal y cristiana, de la igualdad y la libertad, se opone a la incultura totalitaria y socialista del mando y la sumisión.

Las costumbres sociales respecto de las mujeres, en la Argentina, se parecen bastante a las que imperaban en Italia, lo que recibe el nombre de “machismo”, el cual señala una diferencia esencial del hombre y la mujer, que está lejos de la igualdad propuesta por el cristianismo, aunque todo el mundo afirme ser cristiano y creyente. Brock Yates escribió en su libro biográfico sobre Enzo Ferrari: “Es razonable suponer que Enzo se crió en un hogar italiano relativamente normal, con papá Ferrari en el papel de pequeño déspota indiscutido, exigiendo respeto y silencioso servilismo de sus hijos y sometimiento de mamá Adalgisa. La unidad familiar era sagrada para los varones de la generación de Ferrari, dentro, por supuesto, de los amplios límites definidos exclusivamente por el varón mismo, que seguía siendo libre de tener otras mujeres, de gastar dinero a su antojo, y de ignorar los mandamientos de la Iglesia, a la vez que exigía estricta obediencia de sus hijos y santa fidelidad de su mujer”.

“Alfredo Ferrari [padre de Enzo] adoraba a sus hijos y trataba a su mujer como a una compañera básicamente asexuada según el que consideraba el modelo más perfecto de todos los tiempos, su propia madre. Las madres eran adoradas, las esposas toleradas y el resto de las mujeres tratadas con desprecio o con lujuria, y a veces con ambos sentimientos a la vez. Las mujeres, para Ferrari y sus antepasados, caían en dos categorías simplistas: la casta mujer que los hacía nacer, y las lujuriosas mujerzuelas de baja estirpe entre las que se elegían las amantes y las concubinas”.

“Este criterio doble y torpe produjo en los hombres de la generación de Ferrari (y de sus hijos) una fijación tal vez más grande que la de cualquier otra raza civilizada en cuanto al sexo. Por ejemplo, el adulterio cometido por un hombre en Italia no se castiga, salvo que vaya acompañado de conducta escandalosa. En cambio, si lo comete una mujer, puede terminar en la cárcel. Para el hombre, tener más de una mujer es una medida de su virilidad y solamente eso. Esto, por supuesto, plantea contradicciones, confusiones y, en última instancia, tremendas inseguridades”.

“En su muy sugerente libro sobre sus conciudadanos, los italianos, el conocido periodista e historiador Luigi Barzini escribió lo siguiente: «La mayoría [de los varones] oculta dudas y temores secretos. Llega el momento en que todos se dan cuenta del hecho de que la mayoría de las mujeres con las que han tenido relaciones son las esposas de alguien y de que, por lo tanto, no es materialmente posible que todos los maridos en Italia se aparten de la fidelidad marital si ninguna de las mujeres lo hace. No hay manera de escapar al hecho de que cada día un buen número de varones italianos, orgullosos, celosos, suspicaces, dominantes, se transformen en ‘cornuti’ y con ello, en motivo de burla y ridículo»” (De “Enzo Ferrari”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1995).

Tanto Eva Duarte como Perón provenían de “segundas mujeres”, y de ahí la causa aparente que inicia la decadencia nacional que todavía mantiene su vigencia. Juan José Sebreli escribió: “Era común en las comunidades rurales que el rico del pueblo tuviera una segunda familia ilegítima. No obstante, para los prejuicios de un pueblo chico, la pobreza y la condición de hijo natural –en el caso de Evita, además, adulterina y ni siquiera reconocida- significaban un estigma. Con un padre ausente y una madre mal afamada, no encontró en el grupo familiar una forma adecuada de identidad ni instancias aceptables para relacionarse con la sociedad”. “La condición de hijos naturales, y la doble pertenencia a la clase alta del padre y baja de la madre, era similar a la de Perón, y ahí pudo haber estado una causa de su mutua atracción” (De “Comediantes y mártires”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2008).

Por las razones que fueren, Eva mantiene en público su adhesión a las costumbres de la época, es decir, considera que la mujer debe realizarse en total dependencia del hombre, en lugar de adoptar una postura independiente. En realidad, una actitud normal e igualitaria, implica que hombre y mujer compartan éxitos y derrotas, alegrías y tristezas, ya que la tan mencionada “liberación” de la mujer puede implicar cierto distanciamiento no recomendable. El citado autor agrega: “El feminismo, según Evita, se apartaba de la naturaleza misma de la mujer, que era «darse, entregarse por amor, que en esa entrega está su gloria, su salvación y su eternidad». Paradójicamente, Evita quedaría como adalid de la emancipación femenina cuando en realidad fue una defensora acérrima de la visión machista y paternalista de la mujer”.

Si se busca encontrar la solución a la violencia contra la mujer, acentuada en los últimos años, puede decirse que, tanto el hombre como la mujer, deben volver a la normalidad, considerando como normal una actitud esencialmente similar a la difundida por el cristianismo (lo que no debería constituir novedad alguna). Frank S. Caprio escribió: “Según el doctor Edward Glover, psiquiatra de Londres, puede calificarse de normal a la persona que carece de síntomas, sin conflictos mentales, con una satisfactoria capacidad de trabajo, y que está en condiciones de amar a cualquier otra persona, aparte de sí misma” (De “Viva mejor sin conflictos”-Editorial Central-Buenos Aires 1973).

jueves, 20 de octubre de 2016

Acerca del perdón y de la tolerancia

Los hombres vamos conformando nuestra personalidad de la misma forma en que aparece la vida inteligente; es decir, mediante “prueba y error”. De ahí la expresión de que “todos somos pecadores”, ya que cada error implica habernos equivocado respecto a las palabras o a los gestos que dirigimos a otras personas para luego advertir que tales palabras o gestos pudieron ofenderlas, o hacerlas padecer una situación incómoda o de desagrado.

En base a tales acciones erróneas, en el sentido indicado, hemos sido conscientes de sus efectos tratando de no repetirlas en el futuro. Aún cuando pasan los años, no disponemos de suficiente velocidad mental para responder sin que tengamos que arrepentirnos luego, sino que seguimos cometiendo errores, posiblemente en menor cantidad. De ahí que necesitemos que los demás perdonen nuestras imprudencias, lo que nos obliga, a la vez, a perdonar los errores involuntarios que seguramente cometen los demás. También necesitamos perdonarnos a nosotros mismos aceptando que, como todo ser humano, somos “hijos de la prueba y el error”, y que la naturaleza humana está hecha de esa forma.

Cuando vemos que algún personaje público acepta homenajes y pleitesías, y que las recibe con total naturalidad, surge el interrogante acerca de si tal individuo carece de defectos o si ha llegado a una situación en la que no comete ningún error, o que incluso no los ha cometido antes. Nos parece que una persona normal no debería aceptar ninguna forma de “culto de la personalidad”, sin que ello deba considerarse como una virtud. Por el contrario, la aceptación de ese culto nos indica deshonestidad de su parte.

Si todos somos pecadores, no tenemos derecho a juzgar a los demás, ya que no tenemos la virtud necesaria para hacerlo. De ahí la sugerencia de Cristo dirigida a quien estuviese libre de culpas, para que arrojara la primera piedra al pecador. En la Biblia se promueve el amor al prójimo junto al el perdón, de ahí la conclusión de que la capacidad de amar sea idéntica a la capacidad de perdonar. De la misma manera en que sentimos la obligación moral de compartir las penas y las alegrías de los demás como propias, sentimos la obligación moral de perdonar sus errores.

Cabe la duda acerca de si el perdón ha de ser incondicional o bien ha de ser condicional. Si se trata de una persona que hace el normal esfuerzo por no cometer errores, es decir, si se trata de alguien bien intencionado, lo ayudaremos a crecer si perdonamos sus involuntarios errores. Por el contrario, si se trata de alguien en quien lo habitual es una mala actitud respecto a los demás, debemos señalarle, de alguna forma, sus defectos. Nuestra predisposición al perdón será bastante menor ya que, aceptarle su actitud poco social, equivale a inducirle a que siga por el mal camino elegido.

Quien no perdona a los demás, aun cuando el perdón sea condicional, posiblemente no ha de perdonarse a sí mismo por los errores cometidos en el pasado, de donde surgirá cierta culpabilidad poco propicia para llevar una vida feliz. Incluso podrá intentar culpar a los demás por todos los errores que cometió, lo que tampoco le facilitará llegar a ser feliz.

Los frecuentes casos de violencia familiar y social, que están provocando numerosas víctimas, son síntomas de una grave crisis moral, ya que no se trata solamente de los efectos de la acción de peligrosos delincuentes, sino que, pareciera, cualquier persona “normal”, en cualquier momento, puede convertirse en un asesino, ya sea de su novia, de su esposa o hasta de su madre. Ello lleva a pensar que se trata de los efectos de una mala educación familiar y social, que comienza con padres tolerantes, que no saben poner límites a sus hijos, señalándoles lo que está bien y lo que está mal, por cuanto, se dice, “el bien y el mal son conceptos anticuados”, ya que “todo vale” en una sociedad en la que impera el relativismo moral.

Luego, la escuela tampoco pone límites al pequeño déspota-dictador que se va formando, aboliendo premios y sanciones, hasta que las propias leyes promulgadas por la justicia parecieran estar hechas para proteger al cuasi-delincuente que ya está acostumbrado a que se debe cumplir con su voluntad o habrá de responder violentamente ante cualquier contrariedad que pueda recibir.

A manera de experiencia psicológica práctica, se sugiere intentar indicarle a un adolescente de que no debe circular en bicicleta por la vereda, y ha de advertir que en la mayoría de los casos recibirá como respuesta insultos irreproducibles, a veces bajo una actitud amenazante, a quien intentó educarlo un poco o, más bien, intentó civilizarlo. Como el adolescente actual tiene solamente derechos, y no obligaciones, tiende a responder con violencia cada vez que alguien perturba su “libre” accionar.

Mientras que, entre individuos, se establece el perdón, entre los diversos sectores de la sociedad se establece la tolerancia. También en este caso la tolerancia incondicional puede llevar a peores situaciones futuras, mientras que la tolerancia condicional puede mejorar las cosas. Así, la actitud tolerante de los europeos ante la silenciosa invasión del intolerante Islam, sólo puede agravar las cosas. Lars Gustafsson escribió: “La tolerancia de la intolerancia produce intolerancia. La intolerancia de la intolerancia produce tolerancia”.

Fernando Savater escribió al respecto: “La tolerancia es la disposición cívica a convivir armoniosamente con personas de creencias diferentes y aun opuestas a las nuestras, así como hábitos sociales o costumbres que no compartimos. La tolerancia no es mera indiferencia sino que implica en muchas ocasiones soportar lo que nos disgusta: por supuesto, ser tolerante no implica formular críticas razonadas ni obliga a silenciar nuestra forma de pensar para no «herir» a quienes piensan de otro modo”.

“La tolerancia es de doble dirección, es decir, que el precio de no prohibir o impedir la conducta del prójimo tiene como contrapartida que éste se resigne a objeciones o bromas de quienes tienen preferencias distintas. Por supuesto, la cortesía recomienda en muchos casos moderación, pero es una opción voluntaria, no una obligación legal. Ser tolerante no exige ser universalmente aquiescente…. Además, lo que siempre debe ser respetado son las personas, no sus opiniones o sus comportamientos” (Del “Diccionario del ciudadano sin miedo a saber”-Editorial Ariel SA-Barcelona 2007).

Cuando en la sociedad decrece la capacidad de perdonar, aumenta la intolerancia en quienes se sienten víctimas de algunos sectores acusándolos precisamente de ser “intolerantes”, o discriminadores. Savater agregó: “Disfrutar de las ventajas de la tolerancia pública impone también a cada cual renunciar a ejercer formas de intolerancia privada. El exceso de susceptibilidad de ciertos grupos organizados como auténticos «lobbies» [grupos de presión] es una nueva forma de intolerancia en nombre de una «tolerancia» que no admite críticas adversas. Así, por ejemplo, convertir en «fobias» (islamofobia, cristianofobia, homofobia, catalanofobia y por ahí seguido), o sea, en una especie de enfermedad, cualquier comentario desaprobador que se les dirige. Decretar que el discrepante es una especie de enfermo social es una de las más antiguas prácticas totalitarias…”.

Una táctica utilizada por los ideólogos totalitarios, implica no combatir al oponente por lo que es o por lo que hace, sino combatir a una caricatura del mismo, distorsionando completamente sus ideas. De esta forma, el totalitario adquiere el disfraz democrático limitándose sólo a tergiversar la realidad del oponente. Un perfeccionamiento de esta táctica consiste en interpretar los hechos de tal manera que el rival ideológico llegue a ser un aliado involuntario. Esto es lo que hacen algunos ideólogos freudo-marxistas quienes intentan hacer aparecer al cristianismo, no como una religión que fortalece a los hombres otorgándoles la ética natural y el sentido objetivo de la vida, sino como un “engaña-inocentes” que facilita las vidas miserables y exculpa a los exitosos por los pecados de la dominación.

Mientras que en otras épocas se criticaba a la religión como una aliada perversa de los explotadores, según la típica visión marxista-leninista, han aparecido otras versiones por las cuales se pretende hacer del cristianismo un aliado involuntario del totalitarismo; como lo propone la Teología de la Liberación. Erich Fromm escribió: “Para resumir, la religión desempeña una función triple: para toda la humanidad, consuelo por las privaciones que impone la vida; para la gran mayoría de los hombres, estímulo para aceptar emocionalmente su situación de clase; y para la minoría dominante, alivio para los sentimientos de culpa causados por el sufrimiento de aquellos a quienes oprime”.

“Intentaremos mostrar…..cómo ciertas tendencias emocionales encontraron expresión en ciertos dogmas, en ciertas fantasías colectivas, y mostrar además cuál fue el cambio psíquico producido por un cambio en la situación social. Intentaremos ver cómo este cambio psíquico halló expresión en nuevas fantasías religiosas que dieron satisfacción a ciertos impulsos inconscientes”.

“A partir de este estrato de las masas pobres, analfabetas, revolucionarias, surgió el cristianismo como un importante movimiento histórico-mesiánico revolucionario”.

“Al referirse a este odio, Kautsky dice acertadamente: «Raras veces el odio de clases del proletariado moderno ha alcanzado formas tales como el del proletariado cristiano»” (De “El dogma de Cristo”-Editorial Paidós-Buenos Aires 1974).

Cree este autor que las privaciones materiales impiden a los hombres adquirir valores éticos o afectivos suficientes. Supone, además, que quien posee riquezas necesariamente ha de quedar excluido de la posibilidad de adquirirlos. Cristo no predicaba para pobres y ricos, sino para justos y pecadores. Observaba la naturaleza humana y no el sistema económico asociado a la producción.

Recordemos que el freudismo no describe al ser humano en forma completa, sino que deja de lado su aspecto esencial: los afectos. De ahí que el hombre, para Freud, no es más que un simple “bicho sexual”. En su caricatura del hombre no puede entrar la actitud predicada por Cristo y mucho menos el sentido de la vida asociado a esa actitud. De ahí la necesidad de sus seguidores psicoanalistas de tergiversar la religión cristiana.

El mandamiento del amor al prójimo es una sugerencia para que todo hombre comparta las penas y las alegrías ajenas como propias, y no constituye ninguna “fantasía” para engañar a la gente, sino que se trata de una actitud concreta que produce efectos concretos. El socialismo resultó catastrófico para decenas de millones de seres humanos, lo que resulta ser una consecuencia necesaria de haber partido de una visión errónea del hombre, y de la sociedad, y de las leyes naturales que lo rigen.

Por el contrario, el Reino de Dios es una sociedad concreta que podrá establecerse cuando el hombre pueda liberarse de la perniciosa influencia marxista, que ha envenenado la vida de muchos hombres, para adoptar la sugerencia cristiana, que no es más que adoptar la actitud cooperativa que ya viene implícita en nuestra naturaleza humana.

martes, 18 de octubre de 2016

Llenando el vacío existencial

Entre los graves problemas que afectan al hombre actual, aparece la ausencia de un sentido de la vida individual, que le dé significado a su acción cotidiana. Si bien muchos encuentran un sentido para sus vidas eligiendo metas definidas, como ser actor, futbolista, músico o científico, es importante saber si existe, además, un sentido de la vida objetivo que todos podamos adoptar y que surja del hecho de ser integrantes de la humanidad, y sólo por ese motivo.

Es sabido que la acción humana se potencia cuando la vida adquiere significación luego de descubrir una tarea considerada importante, o incluso trascendente, para la humanidad. Esto explica el fanatismo y el entusiasmo mostrado por los seguidores y constructores del socialismo cuando, creyendo en las palabras de Marx, se deciden a crear el “hombre nuevo”; el que, mediante la herencia de los caracteres adquiridos, iría a conformar una “humanidad nueva” que habría de predominar en el futuro. Si bien resultó ser una idea descabellada y trágica, sirve para ejemplificar cómo una utopía fantasiosa pudo movilizar a muchas personas que creían firmemente en la importancia del proceso del cual forman parte.

El físico Richard P. Feynman relata una experiencia que le tocó vivir, como integrante del proyecto Manhattan, en la época de la Segunda Guerra Mundial. Debido al riguroso criterio de seguridad reinante durante la creación de la primera bomba nuclear, gran parte del personal afectado a la tarea, desconocía los objetivos a los cuales apuntaba el trabajo que realizaban. Feynman relata cómo cambió la forma de trabajar del grupo que dirigía cuando se le informó que se trataba de un proyecto importante que podría cambiar el curso de la guerra. Al respecto escribió: “El verdadero problema consistía en que nadie les había contado a aquellos tipos nada de nada. El Ejército los había seleccionado por todo el país para formar el llamado Destacamento de Ingenieros Especiales; todos eran chicos muy inteligentes y con dotes ingenieriles, procedentes de los cursos superiores de secundaria. El Ejército los destinó a Los Alamos. Allí los acuartelaron. Y no les dijeron ni una palabra”.

“Entonces los pusieron a trabajar, y lo que tenían que hacer era trabajar en las máquinas IBM, perforar tarjetas y manejar números que no comprendían. Nadie les dijo de qué iba la cosa. El trabajo progresaba muy lentamente. Yo expuse que lo primero que había que hacer era decirle al personal técnico lo que estaban haciendo. Oppenheimer habló con los de seguridad y obtuvo permiso especial para que yo pudiera darles una charla y explicarles lo que estábamos haciendo, y todos quedaron entusiasmados: «¡Estamos luchando en la guerra! ¡Ahora nos damos cuenta!». Ahora conocían el significado de los números. Si la presión era mayor, se liberaba más energía, y así sucesivamente. Ahora sabían lo que estaban haciendo”.

“¡Transformación completa! Comenzaron a inventar métodos para lograr mejores resultados. Perfeccionaron el esquema de trabajo. Trabajaron de noche. Durante la noche no tenían necesidad de ser supervisados; en realidad, no necesitaban nada. Lo comprendían todo; ellos inventaron varios de los programas que utilizamos”.

“Así que mis chicos realmente destacaron, y todo lo que hubo que hacer fue decirles de qué iba la cosa. En consecuencia, mientras que antes tardaron nueve meses en resolver tres problemas, ahora resolvimos nueve problemas en tres meses, lo que supone trabajar diez veces más rápidamente” (De “¿Está Ud. de broma, Sr. Feynman?”-Alianza Editorial SA-Madrid 1994).

Si en lugar de seguir empresas absurdas, o bélicas, nos proponemos ser partícipes directos del proceso de adaptación cultural del hombre al orden natural, encontraremos motivos más que suficientes para darle a nuestra vida un sentido objetivo y valioso. Esto es lo que sienten generalmente quienes realizan aportes de tipo científico, artístico o cultural, que se agregan a otros existentes, y que permiten que cada hombre se encuentre un poquito más cerca de la plena adaptación que nos impone el orden natural como precio a nuestra supervivencia. El ciudadano común, de la misma forma, al hacerse consciente de la posición que ocupa como integrante de la humanidad, tiende a realizar sus tareas bajo una expectativa diferente. El citado autor escribió: “A través de todas las edades pasadas, la humanidad ha tratado de sondear el significado de la vida. Ha comprendido que de poder conferir a nuestras acciones alguna dirección o significado, se desencadenarían grandes fuerzas humanas. Y en consecuencia, muchísimas han sido las respuestas que se han dado al problema del significado de todo. Pero las respuestas han sido de toda clase de suertes, y los proponentes de una respuesta han contemplado con horror las acciones de los creyentes en otras; con horror, porque a resultas de una discordancia en el punto de vista todas las grandes potencialidades de la raza quedan canalizadas y confinadas en un callejón falso y sin salida. De hecho, ha sido a partir de la historia de las enormes monstruosidades creadas por las falsas creencias cómo los filósofos han comprendido las infinitas y maravillosas capacidades de los humanos. El sueño consiste ahora en descubrir el canal abierto”.

“Nos encontramos en los comienzos mismos de la era de la raza humana. No es irrazonable que tengamos o que tropecemos con problemas. Pero hay decenas de miles de años en el futuro. Es responsabilidad nuestra hacer lo que podamos, aprender lo que podamos, mejorar las soluciones, y transmitirlas a nuestros sucesores. Es responsabilidad nuestra dejar las manos libres a las gentes futuras. Hallándonos como estamos en la impetuosa juventud de la Humanidad, podemos cometer graves errores que paralicen nuestro crecimiento durante largo tiempo. Y así sucederá si afirmamos tener ya las respuestas, cuando tan grande es nuestra juventud y nuestra ignorancia. Si suprimimos toda discusión, toda crítica, proclamando, «¡He aquí la respuesta, amigos míos; el Hombre está salvado!» condenaremos durante largo tiempo a la Humanidad, la encadenaremos a la autoridad, la confinaremos a los límites de nuestra imaginación presente. Ya se ha hecho antes muchas veces” (De “¿Qué te importa lo que piensen los demás?”-Alianza Editorial SA-Madrid 1988).

En realidad, si el hombre tuviese que esperar muchos años para encontrar el sentido objetivo de su vida, dejaríamos sin esperanza al hombre actual. De ahí que no sólo debemos proyectarnos hacia el futuro, sino que también podemos mirar hacia el pasado, ya que el interrogante acerca del sentido de la vida, con una proyección a toda la humanidad, implica simplemente adoptar una actitud cooperativa, que es esencialmente la actitud propuesta por el cristianismo. De ahí la expresión de Cristo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

Una vez que aceptamos nuestro lugar en el mundo, adoptando como tarea para nuestra vida el afianzamiento de los rasgos propios que nos confiere nuestra naturaleza humana, podemos intentar “contagiar” nuestra actitud teniendo en cuenta la expresión de Wolfgang Goethe: “Si tomamos a los hombres como son, los hacemos peores; si los tratamos como deberían ser, entonces los conduciremos allí donde deben ser llevados”.

Los riesgos asociados a la ignorancia de la recomendación de Goethe, tienden a alejar al hombre del sentido objetivo que debe dar a su vida. Víktor Frankl escribió: “Si nosotros proponemos al paciente una imagen del hombre que no refleja su verdadero rostro, sino su caricatura –es decir, no el hombre, sino el «homunculus»- existe el peligro de que corrompamos al hombre, fomentando su nihilismo y profundizando, de esta manera, su neurosis. El moderno «homunculus» no es producido por las cantinas ni por las retortas de los alquimistas; nace allí donde se representa al hombre como un autómata gobernado por reflejos, o como un haz de pulsiones, como el juguete de las reacciones y de los instintos, como el producto de las pulsiones, de la herencia y del ambiente”.

“En una palabra, hoy creamos «homunculus» como resultado de investigaciones biológicas o psicológicas y sacamos conclusiones biológicas o psicológicas. Si por ejemplo, como ha hecho un autor, en la bondad y en el amor no vemos ‘más que’ un excedente de energía biológica no utilizada para los fines de la autoconservación y procreación, entonces tenemos la caricatura del hombre. Lo mismo decimos a propósito de otro autor, premio Nobel, que no ve en el hombre ‘más que’ un insignificante grumo, ni siquiera puro, de carbono y agua, destinado a descomponerse en sus elementos, después de arrastrarse durante unos lustros por la superficie de la tierra”.

“Es muy posible que la biología degenere en un biologismo pero no será nunca posible que de una teoría ‘homunculista’ resulte una praxis humanista. No entiendo mucho de biología ni de biologismo. La primera la estudié para mi primer examen fundamental de medicina; pero el biologismo lo conocí durante mi segunda experiencia vivida en los campos de concentración en Auschwitz, y se llega a un punto: las cámaras de gas, nacidas de la premisa de que el hombre no es más que un producto de la herencia y del ambiente o, como se decía en aquellos tiempos, un producto ‘de la sangre y del suelo’ (Blut und Boden)…De tal ‘teoría’ antropológica a la ‘práctica’ de la eutanasia en las cámaras de gas el paso es breve” (Citado en “De Freud a Frankl” de Eugenio Fizzotti-Ediciones Universidad de Navarra SA-Pamplona 1977).

La ruina del hombre comienza cuando olvida que es un ser social y convierte su individualidad en puro egoísmo. Tiene metas solamente personales y es un espectador, antes que un actor, en el proceso de la adaptación cultural. Eugenio Fizzotti escribió respecto al anterior escrito de Frankl: “Tal interpretación antropológica, unida al acentuado egocentrismo del hombre que tiende sólo a la realización de sí mismo, a la autosatisfacción, al éxito y al bienestar, no puede más que desembocar en el desequilibrio, en la ruina, en la neurosis, en lo que Frankl llama «frustración existencial», y que denota la incapacidad de mirar más allá de sí mismo, de autotrascenderse, de dar la primacía a la existencia humana, primacía no inventada; ni mucho menos fabricada por el hombre, pero que puede y debe estar en la conciencia, en la responsabilidad buscada y encontrada. En un último análisis es un significado recibido”.

“En la perspectiva del quietismo más absoluto, de la apatía, del aburrimiento, del desinterés, de la irresponsabilidad, asume un puesto central el razonamiento sobre la frustración existencial, el vacío interior en que se hunde el hombre que de pronto ve su existencia desposeída de un significado que la haga digna de ser vivida”.

“La novedad aportada por Frankl a la antropología consiste en que el hombre es un ser que busca perennemente el significado de la propia vida; y sólo en la autotrascendencia, realizando dicho significado, obtendrá como consecuencia la realización de sí y de su potencialidad, la felicidad, la alegría, la paz, a pesar del inevitable sufrimiento y del más incomprensible dolor”.

Gasto público e irresponsabilidad

El excesivo gasto público en que incurre el Estado “asegura” al país un penoso futuro. El derroche de recursos económicos implica malgastar lo que a muchos le ha de faltar. El sobredimensionamiento del Estado, debido principalmente al otorgamiento de puestos de trabajos superfluos, concedidos con fines electorales, implica una grave irresponsabilidad por parte de gobernantes que consideran sus éxitos personales o sectoriales por encima del presente y del futuro de la nación.

La ausencia total de patriotismo, en gobernantes del más alto rango, el apoyo incondicional que reciben de un sector de la población, y la indiferencia del resto, indican que la nación ha decidido, casi conscientemente, acelerar el declive económico y social. Si a tal ausencia de patriotismo se le suma una falta total de responsabilidad, se explica cómo tales gobernantes facilitaron la instalación del narcotráfico, el que, junto a la corrupción generalizada, asegura la eficaz destrucción de la sociedad. El populismo, sin embargo, al basarse en la mentira, distorsiona la realidad de tal forma que hace recaer las culpas en otros sectores a fin de mantener abiertas las puertas para un futuro acceso al poder.

Tanto la izquierda política como el kirchnerismo y el peronismo, han promovido una mentalidad antiempresarial y antiproductiva, por lo cual no es de extrañar que sea extranjera la mayoría de las grandes empresas que operan en el país. Los populistas suponen que sólo un “Estado fuerte” podrá enfrentar a los sectores productivos, ya que justifican su propia existencia como defensores de los pobres ante la acción perversa del sector productivo, considerado culpable hasta que demuestre lo contrario. El “Estado fuerte” en realidad es un Estado grande que absorbe gran parte de los recursos económicos impidiendo el crecimiento de la sociedad.

Luego de la finalización del corrupto gobierno kirchnerista, le sigue un gobierno que, en lugar de tratar de reducir el déficit fiscal, reduciendo la cantidad de empleos superfluos en el Estado o bien logrando hacerlo más eficaz, ha mantenido una cantidad similar de empleos públicos mientras ha descendido la cantidad de empleos productivos debido al cierre de unas 6.000 empresas. Puede decirse que, al menos hasta ahora, puede considerarse a Cambiemos como un “buen kirchnerismo”, es decir, un gobierno que mantiene la sobredimensión del Estado, reduce puestos de trabajo productivos mientras aumenta la cantidad de planes sociales para continuar con la agonía del país. Wilhelm Röpke escribió: “Entre estas lacras que devoran lentamente nuestra economía y nuestra sociedad occidental, figuran dos en cabeza: el avance, al parecer incontenible, del Estado de bienestar o Estado-providencia, y la pérdida del poder adquisitivo de la moneda, conocida bajo el nombre de inflación reptante. Ambos hechos están íntimamente relacionados entre sí, tanto en razón de sus causas como de su fomento mutuo”.

Para financiar el gasto público, tanto el necesario como el superfluo, el Estado dispone de los siguientes medios: cobrar impuestos, endeudarse, vender activos, generar ingresos propios por la venta de servicios o emitir moneda. Martín Krause escribió: “Suele decirse que los impuestos son el medio «genuino» de financiar los gastos del Estado. Esto se debe a que tarde o temprano, buena parte de los otros métodos terminan siendo impuestos o son impuestos disfrazados”.

“En nuestra dura realidad, los impuestos se aplican muchas veces sobre las actividades productivas y, por lo tanto, obtenemos menos de ellas. Incluso se llega a niveles de impuestos tan altos que ciertas actividades se ven forzadas a cesar”.

A medida que aumenta el porcentaje de los impuestos, tiende a ser menor la recaudación, hasta que muchas empresas cierran o bien optan por continuar sus actividades en la economía ilegal o paralela. Con impuestos elevados, las empresas no tienen posibilidades de realizar inversiones productivas ni de crear nuevos puestos de trabajo. Tampoco puede afianzarse una nueva empresa si tiene que pagar los impuestos correspondientes. En la Argentina, se estima que de cada 100 empresas que se crean, al cabo de 10 años sólo 2 sobreviven.

Los países con altas tasas de impuestos, son poco favorables tanto a la formación de nuevas empresas como a la llegada de inversión extranjera. Incluso favorecen el éxodo hacia otros países con Estados mejor administrados, con menores gastos y menor corrupción, y de ahí una menor tasa de impuestos. Martín Krause escribió: “En Suecia, por ejemplo, la gente está dispuesta a pagar elevadas tasas y la recaudación se reduciría solamente después de que se alcanzaran tasas muy altas (aunque es necesario señalar que en Suecia los impuestos a las empresas son muy bajos, de otra forma no podrían competir internacionalmente, y la carga impositiva recae principalmente en los individuos). También podría ser, en este caso, que la elevada carga impositiva sobre la renta personal presente un costo más alto para evitarla, pues haría necesario que los suecos se trasladaran de su país a otro (los «millonarios» suecos como Ingmar Bergman o Björn Borg suelen ser residentes de lugares como Montecarlo); por otro lado, la carga impositiva sobre las empresas sería baja porque éstas no tendrían mayor problema en trasladarse a lugares de menor presión fiscal” (De “La economía explicada a mis hijos”-Aguilar-Buenos Aires 2003).

El título del libro citado nos indica que estos temas pueden ser comprendidos por los niños, si bien la mayoría de los votantes e, incluso, de los “intelectuales” de izquierda y populistas, parece no poder comprender conceptos bastante elementales. Esto nos recuerda la expresión de Cristo que agradecía a Dios por haberle revelado las cosas importantes a los niños ocultándolas de los sabios y fariseos.

Mientras da la sensación de que los suecos cooperan con su Estado, aunque con algunas limitaciones, pareciera, en el caso argentino, que todos los sectores trataran de saquear al Estado cooperando lo mínimo posible. Es decir, en lugar de mirarlo como un intermediario que posibilita el desarrollo del país, es considerado un intermediario capaz de confiscar bienes a los demás para vivir a costa de ellos.

Los sectores populistas tienden a justificar las elevadas tasas de impuestos comparándolas con las existentes en algunos países nórdicos. Sin embargo, no es lo mismo que un Estado reciba mucho dinero y lo gestione bien, derrochando muy poco, que un Estado que lo derrocha y lo malgasta, promoviendo la vagancia crónica y la total dependencia respecto de la ayuda estatal de grandes sectores.

Uno de los gastos que tiene el Estado argentino es el destinado a la seguridad y a la justicia. Sin embargo, es llamativo el desinterés policial por reprimir o combatir el delito. También se observa que la justicia esté más predispuesta a defender la seguridad de los delincuentes que de la gente decente. Así, el ciudadano termina pagando sus impuestos para que esos aportes sean utilizados en su contra con serios riesgos para su propia vida.

En cuanto a la eficiencia del sector público, el citado autor escribió: “Si bien la calidad de los servicios que el Estado brinda es muy dispar según países, en cada uno de ellos se observa una clara diferencia de eficiencia entre las actividades que lleva a cabo el sector público y aquellas que lleva a cabo el sector privado”.

“¿Por qué esa gran diferencia entre la actividad productiva de los individuos y la del Estado? Se debe a los incentivos de las personas que se ocupan de uno y otro, los cuales derivan del uso y disposición de la propiedad”.

“Cuando la propiedad es privada (aunque sólo se refieran al propio trabajo), el ser humano tiene los mejores incentivos para prosperar, para resguardar su capital y para incrementar su beneficio. Cuando la propiedad es pública, es de todos y no es de nadie; el que la administra no tiene mayor incentivo para que ésta prospere, ya que el beneficio que de ello pueda obtenerse no es suyo, ni las pérdidas derivadas de su mal manejo serán un castigo para él. Por eso, el mismo ser humano que en su propia casa cuida de no gastar más de lo que ingresa, de no destruir su propiedad, de ser eficiente en la administración de sus escasos recursos, no tiene ninguna necesidad de aplicar esos mismos principios cuando de manejar los fondos de otro se trata”.

“Los incentivos para la eficiencia en el sector privado son muy fuertes, y uno no podría definir claramente cuál es más poderoso, si las ganancias o las pérdidas. Si el producto o servicio es bueno, las ganancias pueden ser grandes; si es malo, se puede terminar perdiendo el capital invertido. Son como el garrote y la zanahoria para hacer que el burro camine”.

“Pero en el sector estatal esos incentivos se encuentran inevitablemente aletargados: un gran administrador no se va a llevar todas las ganancias que su accionar genere, como tampoco asumirá las pérdidas quien sea ineficiente. Cuando se disfruta de las ganancias, pero también se deben asumir las pérdidas, como sucede en una casa de familia, cada gasto se medita muy bien y la familia trata siempre de vivir con los ingresos de los que dispone. Esto no sucede así cuando se trata del Estado. Las decisiones sobre el gasto público están sujetas a las presiones de los «lobbies»… [y a cuestiones políticas]. Esto produce dos efectos: uno es el recién mencionado de la ineficiencia; el otro es que no siempre el gasto público va dirigido hacia donde los ciudadanos quisieran que vaya”.

Incluso en las grandes empresas, cuyos mayores accionistas sólo disponen de un pequeño porcentaje del total de las acciones, las decisiones empresariales quedan a cargo de los gerentes, quienes a veces caen en los mismos vicios que los burócratas a cargo del Estado. “Un buen ejemplo, aunque tal vez extremo, es el caso de F. Ross Johnson, quien fue el principal ejecutivo de RJR Nabisco. Entre otras cosas, Johnson regalaba asiduamente relojes de 1.500 dólares, contrataba a figuras para jugar en torneos de golf que la compañía promovía, y a Frank Sinatra o Bob Hope para entretener a los clientes; autorizaba oficinas excesivamente lujosas, proporcionaba a sus principales ejecutivos Cadillac, Mercedes y Rolls Royce con chofer; tenía treinta y seis pilotos para los diez aviones de la empresa, que se usaban a gusto. El resultado no es de extrañar. Sin accionistas que ejercieran el control, Johnson terminó perdiendo su posición cuando la empresa fue adquirida por Kohlberg, Kravis, Roberts & Co (KKR)”.

Este comportamiento extremo es bastante común en los Estados de los países subdesarrollados. La irresponsabilidad se advierte junto al derroche y la corrupción. Gran parte de sus adeptos son “comprados” cuando acceden a alguna ventaja generada por actitudes poco éticas. Mientras que el cristiano reparte de lo propio, el socialista y el populista reparten lo ajeno, generalmente quedándose con la mejor parte.