miércoles, 28 de septiembre de 2016

Similitudes entre Rosas y Perón

Las dictaduras padecidas por los pueblos pueden considerarse como “imperialismos internos”, ya que los adeptos al régimen despótico se sienten de alguna forma dominadores del resto. De ahí que los líderes populistas o totalitarios sean idolatrados por un sector y despreciados por el sector rival, generando siempre fracturas sociales que impiden que un país salga del atraso o de la decadencia.

Además de producir tiranías que dividieron a la sociedad argentina, tanto Rosas como Perón se caracterizaron por tener el apoyo de sus respectivas esposas, algo poco frecuente en épocas y sociedades con fuerte preeminencia masculina. Germán Arciniegas escribió: “Como en el escudo de los Austria, las dos cabezas de la dictadura argentina están unidas en un solo cuerpo. El cuerpo en este caso es la firma social Eva-Perón. Perón es un apellido. La personalidad histórica de Perón no tiene nada único: pertenece a la familia de los dictadores pasados y presentes. Eva, Evita, en cambio individualiza el caso argentino”.

“Absoluto como es hoy el poder que ejerce Evita en la Argentina, recuerda a Encarnación Ezcurra, la mujer de Juan Manuel de Rosas. Rosas fue el tipo del gran dictador latinoamericano hace cien años, y siendo el precursor natural de Perón, se diferencia de él en que en su tiempo hubo que hacer correr mucha sangre para mantener el orden. Encarnación, su mujer, era tan apasionada como Evita, pero a diferencia de Evita pertenecía a una de las familias de la aristocracia argentina. Pero Juan Manuel y Encarnación formaban un matrimonio gobernante que gozó por igual de las delicias del poder y practicó a sus anchas la política de la violencia” (De “Entre la libertad y el miedo”-Editorial del Pacífico SA-Santiago de Chile 1952).

Manuel Gálvez escribió: “La mujer del gobernador de Buenos Aires era todopoderosa. Dos años atrás, mientras su marido venía llegando de su expedición contra los indios, ella había dirigido una revolución contra el gobierno de Balcarce, que lo traicionara. Manejó a generales y políticos, a periodistas y caudillos de la campaña, a hombres ilustres como Tomás Guido y a sujetos de influencia entre el populacho. Enérgica, mandona, brava, perspicaz y sorprendentemente activa, había hecho lo que ninguno de los amigos de Rosas era capaz de hacer. Desde su casa, ordenando a unos, increpando a otros, zamarreando a éste, vigilando al de más allá, había organizado la revolución que se llamó «de los restauradores» y que echó abajo el gobierno del general Juan Ramón Balcarce”.

Cuando Perón es detenido ante la presión y las protestas contra la dictadura de Farrell, de la que forma parte, Eva organiza un movimiento popular para liberarlo; quedando el hecho registrado como el del 17 de octubre. “Es Evita quien ha desencadenado esta revolución. Ella ha repetido la hazaña de Encarnación Ezcurra… Al cabo de ciento veinte años la historia se repite. Evita, por Perón, bajó a los barrios obreros, tomó contacto con los dirigentes locales, fue a las fábricas y se convirtió en el productor en grande escala de una formidable representación viva. Se encontró a sí misma ese día. De ahí a la conquista del poder no habrá sino un paso. Y entonces, ejercerá el poder sin contemplaciones. Exigiendo rendiciones incondicionales a quienes pudieron antes tener sobre ella un puesto más alto en la jerarquía social”.

“¿Cuáles son las ideas políticas de Evita? Muy simples, casi rudimentarias, pero directas, efectivas. Determinan un cambio profundo en la moral del pueblo. Todo se reduce a sustituir el imperio de las instituciones por el de su marido, o por el suyo. Que donde antes se decía asistencia pública se diga Evita. Que cuando un obrero reciba un aumento de salario, un estudiante un libro, un anciano un auxilio, o cuando se establezca una clínica, un hospital, un gimnasio, un parque de recreo, aquello no aparezca como una obra del Estado o de la ley, sino de Evita o de Perón”.

“Si se envía trigo a un país, no lo envía la Argentina: lo envía Perón. En la ciudad de Cúcuta, en Colombia, hay un terremoto; a Cúcuta vuelan los aviones de Evita, para llevar los auxilios que envía Evita, y la ciudad reconocida se viste de banderas con el nombre de Evita. No hay que confiar en la ley, sino en Perón. No hay que temer a la justicia, sino a Perón. No hay sino una norma de derecho: Perón. Y así, poco a poco va perdiéndose en el mundo la costumbre de referirse a la Argentina: se habla de Perón. Se habla de Evita. Un siglo y medio de luchar por construir una nación, con todas sus cortes y parlamentos y órganos ejecutivos, desemboca de pronto en un solo nombre. Evita lo dice todos los días con las mismas palabras, lo graba en la mente del partido, se lo ha impuesto, restregado, a la nación. Se lo ha hecho sentir en carne viva a cuantos han osado contradecirla, así sea con un simple no hacer lo que ella quiere, no dar lo que ella pide”.

En cada discurso de Perón o de Eva, nunca se desaprovecha la ocasión para emitir alguna forma de agresión contra la oposición, como posteriormente lo hacen los Kirchner. “Ella no está formulando intelectualmente y en frío la teoría del caudillismo. Detrás de las hogueras que ella misma enciende muestra una pasión casi feroz. Veamos algunos apartes de su discurso del 1º de mayo: «Mis queridos descamisados: En este día tradicional para los trabajadores argentinos, en este primero de mayo maravilloso en que los trabajadores festejan el triunfo del pueblo y de Perón sobre los eternos enemigos y traidores de la patria, yo quiero hablar con la sola, con la absoluta, con la exclusiva representación de los descamisados»”.

“«Ustedes que tienen derecho a hablar de frente con la patria y con Perón porque ustedes, igual que yo, siguieron apretando los dientes de rabia y de coraje cuando la oligarquía sin patria ni bandera quiso dejarnos a nosotros también sin patria ni bandera robándonos el derecho de seguirlo a Perón hasta la muerte….»”.

En la dictadura de Perón, al igual que en el régimen de Stalin, no había inconvenientes en inducir a la gente a que delatara a los opositores, la gente decente, para adoptar alguna medida en su contra, por el solo hecho de ser opositores. “Evita recoge estos acentos de la antigua barbarie, y así avanza, con una actividad febril que no hace sino avivar la llama de su pasión femenina y el propio fuego de su marido. Cuando algo se opone a su voluntad, lo aniquila. Quien no está con ella es antiperonista, es un antiperonista a quien deben delatar los compañeros, para que caigan sobre él las sanciones. En un acto organizado por los empleados de los teléfonos, dijo: «Las reparticiones nacionales deben purificarse para que aquellos que no sientan la hora argentina, para que aquellos que son vendepatrias o que permanezcan indiferentes a la hora extraordinaria en que vivimos…dejen lugar para los argentinos de bien. Pido a los trabajadores que denuncien a los antiperonistas, porque son vendepatrias y también les pido a los funcionarios que tomen medidas, porque si no creeremos que ellos también son vendepatrias»”.

Según Eva, un antiperonista es “un mal nacido”, de donde puede vislumbrarse fácilmente lo que ha sido el peronismo. En otro discurso expresó: “Yo aprovecho esta oportunidad para pedir a Dios que ilumine a los mediocres para que puedan ver a Perón y para que puedan comprenderlo, y para que las futuras generaciones no los tengan que marcar con el dedo de la desesperación si llegaran a comprobar que hubo argentinos tan mal nacidos que a un hombre como el general Perón, que ha quemado su vida para lograr el camino de la grandeza y la felicidad de la patria, lo combatieron aliándose con intereses foráneos…”.

En uno de sus últimos discurso incita a la violencia, aunque preventivamente: “Ay de quien se atreva a oponerse a Perón: Nosotros nos haremos justicia con nuestras propias manos…Yo pido a Dios que no permita a esos necios levantar una mano contra Perón porque, lo anuncio: Yo marcharé con todos los descamisados del país, y no quedará piedra sobre piedra que no sea peronista”.

Puede decirse que Perón fue un agitador de masas y un sembrador de odios que destruyó material y humanamente a la nación, ya que ni siquiera los periodistas o los intelectuales posteriores se atreven a decir la verdad sobre lo que fue el peronismo. Arciniegas agrega: “Todo se está como haciendo por el pueblo y para el pueblo, y nada más sencillo que ir movilizando las masas contra lo oligarquía. Es decir: contra quienes han venido apareciendo al frente de la vida industrial argentina, de las haciendas, del comercio, de la prensa, de la universidad. Las fuerzas que él desata, en realidad, son más que las que ha movilizado el comunismo, que las que movilizó el nazismo o el fascismo. Y las desata, las educa, las organiza para la violencia, para la toma del poder”.

En épocas de Rosas, predominan estribillos violentos contra los adversarios: “¡Viva la Santa y Gloriosa Federación! ¡Mueran los salvajes unitarios!”. Perón reedita la situación promoviendo la discordia y la violencia entre seguidores y adversarios, hasta llegar al extremo de inducir a sus adeptos a adoptar una venganza poco equitativa; 5 por 1. En uno de sus discursos, expresó: “A la violencia hemos de contestar con una violencia mayor…Aquel que en cualquier lugar intente alterar el orden…puede ser muerto por cualquier argentino…Y cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de ellos”.

De los tantos hechos acontecidos durante el peronismo, es representativa una acción promovida contra estudiantes universitarios que no aceptan al peronismo. “Uno de los episodios más célebres del peronismo fue la marcha de los obreros sobre la Universidad de La Plata, ciudad no muy distante de Buenos Aires y que es como el Cambridge de la Argentina. Los estudiantes, exasperados por la dictadura, resolvieron mantenerse dentro de la universidad y resistir. Por tres días se les mantuvo sitiados. Afuera, el pueblo gritaba las voces dadas en consigna: «¡Alpargatas sí! ¡Libros no!». «¡Viva Perón! ¡Haga Patria! ¡Mate a un estudiante!». Llega un momento en que la resistencia se hace imposible. La policía toma por la fuerza el edificio y unos cuantos centenares de muchachos y muchachas tienen que salir en medio de los más soeces insultos, sufriendo los golpes que a todo lo largo de los corredores por donde fatalmente han de pasar, van propinándoles los peronistas a puntapiés, a puños, con estacas. La mayor parte quedan heridos, algunos de bastante gravedad”.

La grieta social que afecta a la Argentina no parece cerrarse, por cuanto los antiperonistas y antikirchneristas no tienen el menor interés ni la menor posibilidad de renunciar a principios morales básicos y elementales, propios de cualquier persona civilizada. Tampoco los sectores peronistas y kirchneristas parecen intentar adherir a tales principios, ya que toda ideología populista o totalitaria tiende a reemplazar en las mentes individuales cualquier razonamiento propio.

Svetlana, la hija de Stalin

Mientras que la educación y el ejemplo brindados por el filósofo emperador Marco Aurelio a su hijo Cómodo, no pudieron predominar sobre la retorcida personalidad de éste (que según los historiadores no era hijo natural), tampoco la herencia genética, la educación y el mal ejemplo brindados por la retorcida personalidad de Stalin pudieron desviar los normales atributos de su hija Svetlana. Ni la influencia familiar ni la herencia genética parcial resultan determinantes en las personalidades individuales, ya que dependen de alguna extraña mezcla de ambos componentes.

Svetlana Alliluyeva, quien adopta el apellido materno, escribió: “Tenía cuarenta años. Había pasado veintisiete de ellos bajo un yugo extremadamente pesado. Había pasado los trece siguientes concentrada en la tarea de liberarme, poco a poco. En la URSS esos veintisiete años -1926-1953- han sido denominados por los historiadores «el periodo del estalinismo»: la época del despotismo absoluto, del terror sangriento, de los desastres económicos, de la más cruel de las guerras, de la reacción ideológica”.

“Después de 1953, todo el país volvía sobre sí mismo, comenzaba lentamente a vivir. Juzgábase que el terror se había desvanecido. Pero ese gran aparato económico, social, político que se había construido piedra sobre piedra, pacientemente al correr de los años, estaba implantado con toda potencia, no solamente en el Partido, sino en la conciencia de millones de hombres a los que aquella máquina había convertido en esclavos cuando no los cegara”.

“Dentro de la familia en que nací, en cuyo seno me crié, nada era normal, todo resultaba opresivo, y el suicidio de mi madre prueba lo desesperada de nuestra situación. Me rodeaban los muros del Kremlin. La policía secreta se encontraba en el vestíbulo, en la cocina, en la escuela. Por encima de todo esto había un hombre vacío, endurecido, solitario, que se había apartado, voluntariamente, de sus amigos de otro tiempo, de todos aquellos que habían vivido cerca de él, del mundo entero, logrando, con la colaboración de algunos cómplices, convertir el país en una gigantesca cárcel, en la cual todo ser viviente, sólo con que fuese capaz de pensar un poco, era asesinado. Hablo de un hombre que suscitaba personalmente el terror, que despertaba el odio de millones y millones de hombres: mi padre”.

“A lo largo de veintisiete años fui testigo de la progresiva deterioración del espíritu de mi padre, observando día tras día cómo perdía hasta el último de sus rasgos humanos, viendo cómo se transformaba, poco a poco, en un siniestro monumento que él erigía a su propia persona. Pero mi generación fue enseñada a pensar que ese monumento encarnaba lo más bello de los ideales comunistas, que era su personificación viviente”.

“Nos metían el comunismo en la cabeza desde el colegio primario. No éramos recién nacidos, sino «pequeños octubres»; no éramos niños de las escuelas, sino «pioneros»; no éramos estudiantes, sino «komsomols». Cuando habíamos asimilado bien aquellas enseñanzas, éramos admitidos en el Partido. Lo mismo daba que no hiciese nada por el Partido –el caso de muchos-, siempre y cuando no dejara de pagar, como todo el mundo, la mensualidad o aportación periódica fijada. Tenía que votar a favor de todas las decisiones de los hombres del Partido, aun cuando se me antojasen injustas. Lenin era nuestro dios; Marx y Engels nuestros apóstoles. Cada una de sus frases eran palabras de aquél. Y la menor idea de mi padre, hablada o escrita, era aceptada como una revelación procedente de las misteriosas alturas” (De “Vivir como un ser libre”-Aymá SA Editora-Barcelona 1970).

Cada fracaso del comunismo generaba opiniones tales como que “estaba mal aplicado”, por cuanto los resultados diferían de todo lo que habían pronosticado Marx y Engels. Pero no se trataba sólo de una mala aplicación, sino de un plan que no podía llevar a otra cosa que al fracaso. Los teóricos marxistas estaban muy seguros de que, con sólo abolir la propiedad privada de los medios de producción, conseguirían crear al “hombre nuevo” en el “paraíso socialista”. Era una idea tan absurda como la de quienes creen que la impresión y la masiva distribución de dinero podrán generar la felicidad de todos. Svetlana agrega: “Estudié historia y sociología. Estudiamos seriamente la doctrina marxista; analizamos a Marx, a Engels, a Lenin, y, naturalmente, a Stalin. Llegué a una conclusión: el marxismo y el comunismo teóricos que teníamos que aprender no se hallaban relacionados en ningún aspecto con la situación práctica de la Unión Soviética. Económicamente, nuestro socialismo era más bien un capitalismo estatal. Desde el punto de vista social disponíamos de un extraño híbrido de cuartel y burocracia, recordando la policía secreta a la Gestapo alemana. Por lo que respecta a nuestra agricultura, cabía decir que los campos del siglo XIX nada tenían que envidiar a los de nuestro tiempo. Marx no había pensado en nada semejante. El progreso había quedado olvidado. La Rusia soviética había enterrado todo lo «revolucionario» de su historia; seguía derroteros anticuados; había vuelto al imperialismo totalitario, suprimiendo el liberalismo del siglo XX en sus comienzos, para reinstalar en su lugar los horrores de Iván el Terrible”.

Luego de la muerte de Stalin, surgió la esperanza de lograr la libertad anhelada por todos. Sin embargo, el Partido Comunista mantuvo el poder a toda costa. “Lo principal, lo primordial era que el pueblo no tuviera conciencia del hecho de que había llegado el momento de que él gobernara el país. Y si surgían poetas y algunos intelectuales que le susurrasen eso al oído, era preciso hacer lo posible para que los mismos se tragasen sus palabras. Había que recordarles de una vez para siempre que dentro de la URSS sólo el Kremlin tenía derecho a pensar, a expresarse, a decidir la suerte de millones de seres. El Kremlin y el Partido, que a pesar de su sangriento pasado seguía siendo sabio, inmaculado, puro como una paloma…”.

“Kruschev no podía anunciar que había sido el mismo Partido quien había celebrado el culto de Stalin, quien había puesto en sus manos todo el poder, transformándose en ejecutante benévolo de su voluntad absoluta. Espantado ante la idea de admitir la culpabilidad colectiva del Partido, Kruschev cargó con aquel muerto formidable, con lo que no sólo se desacreditó él mismo, sino que también hizo que el Partido perdiera prestigio formalmente. Éste no podía perdonarle tal cosa. Se puso bien en claro ante todo el mundo que un régimen totalitario no podía acusarse ni transformarse a sí mismo: el suicidio no entraba en su contexto. Lo único que podía hacer era matar a otros”.

“Entonces, una vez más, el sistema bien aceitado de la Revolución de Palacio funcionó con éxito. El nuevo «Premier», Kosyguin, flanqueado por un nuevo «líder», Brezhnev, prestó juramento de fidelidad a la vieja tradición despótica: el pueblo calla; sólo el Kremlin habla y decide”.

La mentira, como han señalado varios autores, entre ellos Alexander Solyenitsin, imperaba en la sociedad soviética en todos los niveles. “El hecho más espantoso de la vida soviética es que la hipocresía y el disimulo han sido inoculados en los seres desde el primer día de colegio, hasta el punto de que constituyen una segunda naturaleza. Los que no pertenecen al Partido no son escuchados jamás. Nadie les pide su opinión. Quienes son del Partido, o de los Komsomols, tienen la obligación de levantarse y hablar, para decir exactamente lo contrario de lo que piensan. Y treinta minutos después, entre amigos, por los pasillos, se murmura la verdad”.

Los ideólogos socialistas, aprovechando el reconocimiento oficial, dentro de la URSS, de los crímenes de Stalin, lo culparon por todos los males del comunismo con la intención de dejar limpia la imagen de Lenin y así seguir intentando la expansión del socialismo por el resto del mundo. Svetlana escribió al respecto: “Son los regimenes totalitarios los que engendran las ideologías totalitarias, y en este sentido el comunismo no se diferencia en nada del fascismo”.

“Fueron fuerzas de esa naturaleza las que conquistaron el poder en 1917. Mi padre fue el instrumento de una ideología. Pero los fundamentos del sistema de partido único, del terror, de la prohibición de albergar otras opiniones, son obras de Lenin. Él es el verdadero padre de todo lo que Stalin, más tarde, desarrolló hasta los máximos límites. Todas las tentativas de blanquear a Lenin, de hacer de él un santo, son inútiles: han quedado cincuenta años de historia atrás para probarnos lo contrario. Stalin no descubrió nada, ni siquiera «combinó». Recibió de Lenin, como herencia, un régimen comunista totalitario, del cual él fue la encarnación ideal: personificación completa de un poder sin control del pueblo, basado en la supresión de millones de seres humanos. Y aquellos que habían tenido fuerzas suficientes para sobrevivir físicamente fueron reducidos a la esclavitud, fueron privados del derecho de crear, de pensar. Y en este país encadenado, casi asfixiado, él inventó su versión del pseudo-socialismo”.

“El chiste de los años veinte se tornó verdad encarnada: «Se puede levantar una sociedad socialista; es imposible, sin embargo, vivir en ella». Los «inmensos méritos históricos» de mi padre se cifran en el objetivo de sus objetivos: la invención de un mundo mitad prisión y mitad cuartel”.

La “trinidad del mal”, formada por Marx-Lenin-Stalin, encuentra en el primero a su ideólogo, en el segundo a quien lo lleva a la práctica y en el tercero a quien lo consolidó por bastantes años. Aún en la actualidad tal trinidad tiene muchos adeptos, ya que gran parte de la izquierda política piensa exactamente igual que ellos, si bien descarta la violencia y el terror como métodos para alcanzar y mantener el poder.

martes, 27 de septiembre de 2016

Eliminación de la pobreza vs. eliminación de la desigualdad

Existen opiniones divergentes, que podrán resolverse, ya que provienen de dos visiones distintas de la misma realidad, como es el caso de dos observadores que opinan sobre un paisaje de montaña, uno viajando en un sentido y el otro en sentido opuesto. Aun cuando pasen por el mismo lugar, los paisajes observados serán distintos, pero la causa de la divergencia podrá advertirse finalmente.

Otro caso distinto es el de dos observadores que gozan o padecen una misma situación, respondiendo de maneras muy diferentes, en cuyo caso el acuerdo entre ambos resultará casi imposible. Este es el caso de dos personas, poseedora cada una de ellas de una vivienda, y que, de pronto, ven surgir en el vecindario algunas viviendas nuevas, de mejor calidad y de mayor costo que la propia. Uno de ellos pensará: “Me gusta la situación, ya que es conveniente que se construyan lindas viviendas en el barrio por cuanto mi propia casa se valorizará bastante más de lo que valía antes”. El otro, en cambio, pensará: “Ahora mi vivienda es una de las peores del barrio; mi status social habrá descendido bastante”.

El primer vecino, que ve la situación en forma positiva, posee una escala de valores no económica, ya que prioritariamente considera los valores morales e intelectuales de las personas y no se sentirá disminuido por la nueva situación. El segundo vecino, por el contrario, posee una escala de valores económica, o materialista, y por ello vive comparándose con los demás según los niveles económicos de cada uno. Mira en menos a quienes tienen menos dinero que él y siente envidia por aquellos que lo superan.

Una situación similar ocurre en el plano laboral. Así, el empleado agradecido tiende a reconocer en su empleador a alguien que le permitió resolver su problema económico y laboral. En cambio, otro empleado, en una situación similar, no ve en su empleador otra cosa que alguien “superior” que lo explota laboralmente, estando siempre disconforme con la dependencia laboral. El primero mencionado es el que prioriza la eliminación de la pobreza, mientras que el segundo prioriza la eliminación de la desigualdad social, o económica.

Estas mismas actitudes se trasladan al nivel macroeconómico. El primer vecino contempla el proceso de la globalización como un medio eficaz para combatir la pobreza, mientras que el segundo vecino lo contempla como un medio favorecedor de la desigualdad social. Daniel Cohen escribió: “El mundo se enriquece a un ritmo nunca antes conocido. India y China, los países más poblados del planeta, crecen cada año a tasas extravagantes del 7 al 10 % anuales. Ciudades como Hong Kong y Singapur, que fueron depósitos del imperio británico, son ahora más ricas que su antiguo amo, Inglaterra. El mundo en su conjunto ha penetrado irremediablemente en un fenómeno que se asemeja a los «treinta años gloriosos» que conocimos después de la Segunda Guerra Mundial” (De “Riqueza del mundo, pobreza de las naciones”-Fondo de Cultura Económica de Argentina SA-Buenos Aires 1998).

Si bien el citado autor ve algunos aspectos negativos en el actual proceso de la globalización, retendremos lo positivo, que es lo que recibe varias críticas por parte de los igualitaristas. Uno de tales aspectos radica en que, mientras que países de gran crecimiento, como China e India, adoptaron la economía de mercado, muchos de los países europeos se estancaron al persistir con sistemas de tipo socialdemócrata, que apuntan hacia la vigencia del Estado benefactor. De ahí que el mundo se enriquezca, mientras varios países tienden a empobrecerse.

Aun cuando la economía de mercado permita sacar de la pobreza a centenares de millones de chinos e indios, se le sigue asociando cierta “perversidad intrínseca” por cuanto crea “desigualdad social”. Desde el liberalismo se promueve a tal tipo de economía por ser el que mejores resultados produce, si bien se puede no estar de acuerdo con los excesos que siempre se cometen. Viviane Forrester, que ve todo negativo, escribió: “Día a día asistimos al fiasco del ultraliberalismo. Cada día, este sistema ideológico basado en el dogma (o el fantasma) de una autorregulación de la llamada economía de mercado demuestra su incapacidad para autodirigirse, controlar lo que provoca, dominar los fenómenos que desencadena. A tal punto que sus iniciativas, tan crueles para el conjunto de la población, se vuelven en su contra por un efecto bumerán, y al mismo tiempo el sistema se muestra impotente para restablecer un mínimo de orden en aquello que insiste en imponer” (De “Una extrema dictadura”-Fondo de Cultura Económica de Argentina SA-Buenos Aires 2000).

Puede decirse que, tanto el mercado, como Internet, y como todo aquello que el hombre descubre o inventa, puede utilizarse tanto para lo bueno como para lo malo. De ahí que no deba acusarse al sistema económico por los usos indebidos que se le dé por parte de empresas o consorcios globales. Tal sistema ha dado muy buenos resultados cuando existe una aceptable adaptación a sus reglas. Por algo ha sido adoptado, aunque no plenamente, por la mayoría de los países, mientras que tan sólo Corea del Norte, Cuba y Venezuela mantienen en vigencia al ineficaz socialismo, que parece ser el ideal de la citada autora, ya que ataca, no sólo a la falta de adaptación al sistema, sino al propio sistema autorregulado.

Que un sistema económico sea autorregulado, no implica que vaya a funcionar bien en forma independiente a las acciones y decisiones establecidas por Estado, empresarios y consumidores. Justamente, se desestabiliza cuando existen perturbaciones indeseables ejercidas por tales actores económicos. Lo que se aconseja, para que funcione en forma óptima, es que tales actores cumplan con las funciones requeridas por el sistema. Así, el Estado debe ofrecer una infraestructura y un marco legal que favorezca la inversión y la producción. Los empresarios deben producir en un marco de competencia sectorial mientras el resto debe trabajar y consumir con un criterio de cooperación. Estas condiciones no son fáciles de cumplir, de ahí que existan pocas economías de mercado similares a las que exige el sistema y promueve el liberalismo. En realidad, es una propuesta que intenta imponer una dirección hacia la cual se debería apuntar.

Puede hacerse una analogía entre el mercado autorregulado y un sistema vial. El Estado construye una carretera y coloca señalizaciones adecuadas. Los vehículos la transitan respetando sus reglas y si alguien intenta transgredirlas, tanto los demás automovilistas como los agentes de tránsito, presionarán al infractor para encauzarlo hacia la conducta requerida. El sistema será “autorregulado” cuando exista un estricto respeto de las reglas impuestas sin que haya necesidad de que haya una multitud de agentes de tránsito controlando la situación.

Si alguien comete alguna infracción, posiblemente habrá víctimas inocentes. Aunque el sistema estuvo bien diseñado, no pudo prever ni evitar el siniestro, ya que la culpa fue del conductor que actuó en forma egoísta e irresponsable. Lo mismo ocurre con el mercado, siendo eficiente cuando se respetan sus reglas. El “sistema ideal”, que permite que todos vivan bien, que no haya pobreza, y que seamos todos felices, en forma independiente de lo que la mayoría haga o deje de hacer, todavía no se ha inventado.

Si la economía de un país anda mal, se piensa generalmente que todo se debe a que el ministro de economía no es apto para la gestión (lo que a veces puede ser cierto). Se olvida que un país, aún con el mejor ministro, sólo podrá orientar el comportamiento económico hacia un efectivo funcionamiento, mientras que la inversión y el trabajo productivo dependen principalmente de los actores del sistema económico. Entre las principales virtudes de un ministro de economía, estará la poco común y valorada de “dejar hacer”.

La desigual distribución de la riqueza es un concepto que no tiene en cuenta la desigual capacidad de creación de la riqueza. No es lo mismo el caso de un empresario que tiene toda su fortuna invertida en bienes de producción al de alguien que, por medios ajenos al trabajo y a la inversión, dispone de bienes materiales que utiliza generalmente en forma egoísta y derrochadora.

Viviane Forrester menciona en su libro, como ejemplos negativos, a la discriminación racial en EEUU, a la de Sudáfrica, a los fascismos, etc., pero nada dice de las desastrosas consecuencias de poner en práctica las sugerencias de sus tácitos y admirados Marx-Lenin-Stalin-Mao. Las cien millones de víctimas del socialismo, como los centenares de millones de chinos e indios liberados de la pobreza, parecen ser para la autora “pequeños detalles” que ni siquiera deben comentarse.

En estos momentos, en lugar de seguir perdiendo el tiempo en defender lo indefendible y de atacar lo inatacable, resulta mejor concentrarse en tratar de mejorar las sociedades con sus economías respectivas. Ralph Miliband hizo un resumen de esta actitud, si bien no la comparte por cuando aún tiene ilusiones de revivir alguna forma de socialismo: “A la luz de esta evolución, y a pesar de todas las limitaciones ¿es razonable intentar la sustitución del capitalismo por un sistema totalmente diferente? ¿No es mucho más sensato presionar en favor de más reformas dentro del sistema actual y alcanzar así un capitalismo con un rostro más humano? Si el socialismo se entiende en realidad como una perspectiva lejana, o como una comprobada ilusión, ¿por qué no concentrarse en luchar por que tales avances puedan realizarse, y olvidar una idea, una visión, una utopía que hoy está ampliamente desacreditada?; ¿y no es posible, incluso probable, que estos avances con el tiempo ayuden a transformar el capitalismo en la dirección deseada? Más generalmente, ¿no estamos ahora en un notable momento de la historia en el que el capitalismo ha cambiado tanto, y con ello han cambiado así las perspectivas y las expectativas de la gente, que la idea de una alternativa socialista es una excentricidad cada vez más irrelevante?” (De “Socialismo para una época de escepticismo”-Editorial Sistema-Madrid 1997).

Existe la tendencia a culpar al proceso de la globalización económica por todos los problemas existentes en los diversos países. Daniel Cohen escribió: “Los términos empleados para describir el comercio con los países pobres –deslocalización, competencia «desleal»,…- suenan correctos no por la realidad que supuestamente describen, sino, simplemente, porque convienen a la nueva realidad interna del capitalismo. En efecto, ha sido bajo el peso de sus propias transformaciones que el capitalismo se ha «abierto» brutalmente. Unidades de producción más pequeñas y homogéneas, un mayor recurso a la subcontratación, una nueva tendencia a la «profesionalización de las tareas» que rechaza de plano a los trabajadores menos especializados…todas estas tendencias deben poco a la globalización”.

“Las transformaciones que están ocurriendo hoy se observan, pues, en cualquier oficio, sector, cualquiera sea la tarea, estén en contacto o no con la economía mundial. Son el resultado de dos evoluciones mayores: la revolución informática y la masificación de la enseñanza, por lo general, totalmente independientes del comercio con los países pobres, aún hoy muy escaso”.

domingo, 25 de septiembre de 2016

El largo proceso decadente

En comparación con otros países, en lo que se refiere a índices económicos, culturales o sociales, la Argentina desciende en forma permanente a medida que trascurren los años. Ningún sector acepta los errores cometidos mientras atribuye el fracaso a los demás sectores. Incluso se culpa a otros países por todos nuestros males. Por este camino, las posibilidades de revertir la caída permanente son pocas. Es el mismo caso de las personas que se equivocan en la mayoría de sus decisiones sin hacer autocrítica, ya que suponen que en nada deben cambiar, ya que el culpable “es el sistema”.

Hace algunos años, el Diario Uno, de Mendoza, publicaba una encuesta en la cual preguntaba a los participantes si tendrían algún inconveniente en vivir sin trabajar y ser mantenidos por el Estado, es decir, mediante el trabajo ajeno confiscado parcialmente por el Estado. Algo más del 50 % de los encuestados afirmó que no tendría ningún inconveniente en aceptar esa situación.

En un reportaje que se le hiciera a Mauricio Macri, éste responde: “Usted vio que hay una encuesta, que publicaron el año pasado, en la que le preguntaban a jóvenes universitarios: «Si usted tuviese poder y, a partir de ahí, la posibilidad de corromperse: ¿Se corrompería?» El 42 % contestó que sí. Lo que a mí me lleva a pensar: ¿Cuántos más no se animaron por timidez? Hay una distorsión de valores tan grande que al argentino medio le parece normal que, si accede a un cargo de poder, cuando administra cosas que son de todos, es lógico que uno se enriquezca. La mayoría debe pensar: «Pero hay que hacerlo con moderación»” (De “Reportajes” de Jorge Fontevecchia-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2007).

En épocas en las que se hacía el servicio militar, los ex-conscriptos solían relatar con orgullo los pequeños robos realizados durante el año militar, siendo considerada tal acción una muestra de “viveza”; incluso exagerando sus pequeñas “hazañas” delictivas.

En cierta ocasión, cuando el autor del presente escrito tuvo la oportunidad de conversar con un ex-jugador de fútbol, quedó sorprendido cuando el deportista relataba con cierto orgullo algunas de las trampas que hacía en el juego sin que lo advirtiera el árbitro. De ahí un indicio de por qué muchos aficionados al fútbol se oponen a la utilización de medios electrónicos para eliminar las trampas de los jugadores y los errores arbítrales aduciendo que ello “le quitaría al fútbol la picardía”, es decir, valoran más las trampas que el juego limpio y la justicia deportiva.

Esto indica que el populismo y la corrupción surgen de una mentalidad favorable para su vigencia, siendo algo “normal” para el pueblo y para los gobernantes. La elevada corrupción del kirchnerismo no ha sido otra cosa que la “genuina interpretación de la voluntad popular” y del nivel moral predominante en la población. Las personas consideradas excepcionales, en política, no son las que realizan buenas gestiones, sino “los que no roban”.

El nuevo periodo presidencial, iniciado en el 2015, no ha producido, hasta el momento, los resultados esperados, lo que no implica que no vaya a lograrlos en el futuro. Pocas veces se ha visto al sector kirchnerista tan feliz, ya que están convencidos que la grave situación del país no podrá ser resuelta por el partido gobernante. Desean el fracaso aunque ellos mismos padezcan los efectos.

Puede decirse que en la Argentina existe una importante “desigualdad ética”, que debe resolverse mucho antes de intentar solucionar la “desigualdad social”. Mientras que el sector integrado por vagos y ladrones pretende vivir (y generalmente vive) a costa de los demás, al sector honesto y trabajador se le pide que “distribuya sus riquezas” para que “todos podamos vivir dignamente”. En realidad, la vida digna, como la “casa digna”, son las que se logran con trabajo genuino, siendo indignas cuando se logran robando al sector productivo.

Algunos ideólogos optimistas, mostrando los buenos resultados de los países nórdicos, aducen que tales resultados se lograron promoviendo la igualdad social y cobrando muchos impuestos. No aclaran si en esos países la mitad de la población pretende vivir a costa de los demás mientras que la otra mitad trabaja el doble para compensar lo que no produjo el sector parasitario. Seguramente que el nivel ético de esos pueblos debe ser bastante mejor que el nivel ético medio de los pueblos subdesarrollados.

Constituye un error creer que la vagancia y las actitudes antisociales se establecen en ciertas clases sociales definidas. Por el contrario, las virtudes y los defectos morales se dan tanto en los sectores de mayores recursos como en los de clase media y baja. Recientemente se publicaron estadísticas acerca de la violencia familiar en las que se desmiente la creencia generalizada de que tal violencia se genera principalmente en hogares de reducido nivel económico. No existe una relación directa entre valores morales y nivel económico, por lo que prioritariamente debería solucionarse el problema moral; el económico se irá arreglando como una consecuencia. Recordemos el consejo de Cristo: “Primeramente buscad el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura”.

Los ataques socialistas y populistas a la religión fueron destruyendo poco a poco las reservas morales de la población. El dirigente socialista Juan B. Justo escribió: “Su función [de la religión] esencial es el engaño que amedrenta a los hombres, la fascinación que los entrega inermes a la voluntad ajena, hacer del hombre «el animal doméstico de Dios» para que sufra paciente el despotismo, embaucarlo con promesas de ultratumba que lo anestesien para los dolores de su miseria presente”. “No tiene en sí misma la religión ninguna tendencia progresiva. Sus dogmas, apenas enunciados, se petrifican”.

“Infinitamente superior a las religiones por sus fundamentos objetivos y su influencia sobre la conducta de creyentes y profanos, ese exaltado idealismo tiene, sin embargo, algo de ellas, y puede decirse que es el lado religioso del socialismo”.

“Por mucho que los ideales obreros se alejen de la realidad, están siempre incomparablemente más cerca de ésta que las absurdas esperanzas sugeridas por las sectas cristianas y otras iglesias”.

“Cada paso hacia la vida inteligente nos inmuniza contra la inoculación religiosa y nos hace impenetrables al dogma. La ciencia, en anhelo de saber, la investigación de la verdad es la actividad humana más estorbada por las ligaduras religiosas, la que está siempre con ellas en inmediato conflicto y tiende primero a romperlas”.

“Las nuevas verdades sólo tienen trascendencia histórica en cuanto se hacen vulgares y, directa o indirectamente, se incorporan al sentido común”… “prácticamente el hombre es el centro del mundo, y nada tanto como el hombre mismo debe preocupar al hombre” (Citado por Rolando M. Rivière en “Concepto humanista de la historia”-Ediciones Libera-Buenos Aires 1966).

La decadencia argentina comienza en las primeras décadas del siglo XX cuando intelectuales, militares y políticos ven en los sistemas fascistas y nazis la solución a los problemas existentes. Juan Carlos Casas escribió: “La decadencia afectó las relaciones internacionales. Casi se puede decir que ello coincidió con el comienzo de la decadencia cuando numerosos argentinos tomaron el partido de la barbarie fascista y nazista. Tantos y tan influyentes que lograron evitar que la Argentina se inscribiera en el bando aliado durante la Segunda Guerra Mundial hasta el último minuto (¡más habría valido no hacerlo!). Luego, alejada del Commonwealth británico, alienada su relación con la gran potencia económica emergente de esa guerra, vagó desconectada del mundo (salvo los países desalineados) como asteroide perdido en el espacio…”.

“En lo económico la decadencia se inició en forma solapada bajo la atractiva bandera de la industrialización, sinónimo de modernidad. El carácter frívolo de los argentinos vio en las tradicionales actividades donde el país tenía fuertes ventajas comparativas internacionales el sinónimo de atraso. La cría y el engorde de ganado se consideró propio de superados pueblos pastores, del gauchaje”.

“La agricultura supuestamente daba poco empleo y su comercialización era hecha por un oligopolio internacional. Lo mismo ocurría con la industria procesadora de carne y de otros alimentos. Además, se decía, el valor agregado nacional era escaso (aunque el 100% era argentino). Había que pasar a otra tapa, aceleradamente…Cuanto más humo despidieran las chimeneas de las nuevas fábricas, mejor. Eran los productos «estratégicos», los que permitirían ingresar en las modernas tecnologías…liberándonos de la dependencia exterior” (De la Introducción a “No a la decadencia de la Argentina” de Guy Sorman-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1989).

La búsqueda de la independencia del exterior impone una limitación al comercio internacional, perjudicando a las propias exportaciones agrícolas y ganaderas. Por lo general, los países exitosos realizan intercambios con otros países. El error consistió en intentar promover la industrialización a costa de la ganadería y la agricultura, en lugar de establecerla gradualmente, sin perjuicio para las otras actividades. El citado autor agrega: “El financiamiento era lo de menos: para eso estaban las fuertes gabelas impuestas al agro y los inmensos ahorros acumulados en las cajas de jubilaciones. Los improvisados industriales surgidos durante la guerra adhirieron jubilosamente. Se proclamaron defensores de la iniciativa privada y contrarios a la intervención del Estado en los negocios…cuando ésta los perjudicaba, pero cualquier atisbo de disminuir las ventajas impositivas o la protección aduanera levantaba torrentes de críticas. Era necesario cuidar las fuentes de empleo y las reservas de divisas (cada vez más escasas), y evitar el dumping, alegábase”.

“Con el correr de los años se fue formando un tejido de incentivos, desgravaciones, reservas de mercado, aranceles protectores cada vez más espeso que beneficiaba indistintamente a empresas privadas, del Estado y mixtas, distinción no del todo importante pues todas finalmente eran estatales o paraestatales”.

“El tejido cada vez más cerrado y menos flexible comenzó a asfixiar a algunos sectores, luego a otros, encareció la producción a medida que las sustituciones de artículos importados incluían rubros donde nuestro país tenía cada vez menores ventajas comparativas. Lógicamente cada vez se importaba menos y, como resultado, se exportaba menos. En cuanto a la competencia, su significado se borró de la memoria. Fue así como todo ello dio lugar a un pesadísimo «costo argentino» que exigía grandes subsidios para permitir que la industria pudiera exportar”.

La mayoría espera que surja un líder político que “redistribuya las riquezas” con mayor “justicia social”, suponiendo que ello permitirá revertir la crisis. Por el contrario, debe elevarse el nivel moral de la población para que predomine una mentalidad favorable al trabajo y a la cooperación. La enorme “grieta social” que mantiene al país dividido, esencialmente es una división existente entre peronismo y cristianismo, al menos según el tipo de ética adoptada y no de aquella declamada.

viernes, 23 de septiembre de 2016

Acerca de la tercera vía

De la misma manera en que el proceso de la perestroika intentó salvar al socialismo de su decadencia, la tercera vía constituye un intento por salvar tanto al socialismo como a la socialdemocracia junto al Estado de bienestar. Implica una postura intermedia entre capitalismo y socialismo, o entre economía de mercado y economía planificada desde el Estado. Anthony Giddens escribió: “La expresión parece haberse acuñado ya a finales del siglo pasado [se refiere al XIX], y fue común entre los grupos de derechas en los años veinte. Sin embargo, ha sido utilizada mayormente por socialdemócratas y socialistas. A comienzos del periodo de posguerra los socialdemócratas estaban convencidos de que estaban encontrando una vía distinta al capitalismo de mercado norteamericano y al comunismo soviético. En el momento de su refundación en 1951, la Internacional Socialista hablaba explícitamente de la tercera vía en este sentido. Unos veinte años más tarde, tal y como fue usada por el economista checo Ota Sik y otros, se empleó para referirse al socialismo de mercado” (De “La tercera vía”-Taurus-Buenos Aires 2000).

La expresión “socialismo de mercado” implica un sistema cuya producción es de tipo capitalista, o de mercado, con una distribución de tipo socialista, o de redistribución por parte del Estado. Sin embargo, ello no es posible, ya que el mercado implica una interacción permanente entre oferta y demanda, por lo cual el proceso mixto resulta inviable. Gerardo Bongiovanni escribió: “Convencidos del fracaso del socialismo en su forma tradicional, quienes sostienen esta nueva variante proponen la convivencia –el «matrimonio por conveniencia»- entre formas de producción basadas en el mercado y de distribución «socialista», es decir redistribución del ingreso orientada por el Estado. En el fondo, la vieja idea de separar producción y distribución, que encuentra en John Stuart Mill su antecedente más remoto” (Del Prólogo de “Socialismo de Mercado” de A. Benegas Lynch (h)-Ameghino Editora SA-Rosario 1997).

En el siglo XIX, John Stuart Mill escribía: “Quiéralo o no el hombre, su producción estará limitada por la magnitud de su acumulación previa y, partiendo de ésta, será proporcional a su actividad, a su habilidad y a la perfección de su maquinaria y al prudente uso de las ventajas de la combinación del trabajo”. “No sucede lo propio con la distribución de la riqueza. Esta depende tan sólo de las instituciones humanas. Una vez que existen las cosas, la humanidad, individual o colectivamente, puede disponer de ellas como le plazca. Puede ponerlas a disposición de quien le plazca y en las condiciones que se le antoje” (De “Principios de Economía política”, 1848).

El error en que generalmente se incurre se debe a la aceptación de la “ley de Marx”, que establece que el empresario productor de riquezas es egoísta y perverso, y por lo tanto, no está éticamente preparado para distribuir lo que produce, mientras que el político socialista, a cargo del Estado, es el indicado para establecer tal distribución debido a su indiscutible “superioridad ética”. Tal forma de discriminación social es la única admitida por la sociedad. Resulta repulsivo observar el cinismo del redistribuidor de lo ajeno cuando simultáneamente difama al productor de la riqueza que reparte, sin siquiera tener la mínima dignidad de agradecerle su trabajo y su gestión empresarial.

La “superioridad moral” de un Fidel Castro o de un Nicolás Maduro resulta bastante peligrosa para la seguridad de las personas. Si existe superioridad ética de alguna función social sobre otras, ha de ser la del que produce sobre el que intenta redistribuir lo ajeno. Incluso Giddens propone “humanizar” al capitalismo desde el socialismo, escribiendo: “La idea de que el capitalismo puede ser humanizado a través de la gestión económica socialista dota al socialismo de la mayor ventaja que pueda poseer, incluso aunque haya habido muchas descripciones diferentes sobre cómo pueda lograrse tal objetivo”.

El proceso de la distribución directa, a través de los intercambios en el mercado, presenta la ventaja de carecer de intermediarios, ya que la intermediación (aun cuando no hubiese corrupción) absorbe un porcentaje importante de la riqueza a distribuir. Además, estimula el hábito del trabajo en la persona receptora. Por el contrario, se le hace un grave daño cuando se la acostumbra a recibir gratuitamente lo que otros producen, ya que en cierta forma se la inhabilita para cualquier forma de cooperación social.

Alberto Benegas Lynch (h) escribe respecto de Stuart Mill: “A partir de este tratado, los sucesivos textos de economía comenzaron a tratar sistemáticamente producción y distribución como dos procesos independientes y separados entre sí. A este enfoque siguió el tratamiento de agregados como el producto bruto nacional, por un lado, y el ingreso nacional por otro. Esta forma de tratar el análisis económico hizo que surgiera el espejismo de que se está frente a una cantidad producida y, sin indagar demasiado cuál fue el proceso por el cual apareció, se abren las puertas al debate para considerar en qué direcciones y por qué canales se distribuirá el producto”.

“Esta forma de abordar la producción y la distribución en departamentos estancos desdibuja y distorsiona por completo la naturaleza del proceso económico. Producción y distribución son dos caras de un proceso único e indivisible. En realidad, ni siquiera hay la secuencia producción-distribución. Desde luego, no se puede distribuir lo que no se produce pero tampoco se puede producir lo que no se distribuye puesto que, como queda dicho, forma parte del mismo hecho”.

“En otros términos, el proceso productivo no se realiza por ósmosis ni en abstracto, tiene destinatarios concretos los cuales reciben la distribución en el momento mismo en que se realiza la producción, es por esto que es más preciso aludir a la expresión «redistribución» cuando se recurre a la fuerza para apropiarse de recursos que pertenecen a otros. Redistribución significa volver a distribuir por métodos coactivos lo que ya se distribuyó por métodos pacíficos a través de arreglos contractuales libres y voluntarios”.

La solución económica buscada por quienes “aman a los pobres y sufren por ellos”, no debería consistir en redistribuir lo ajeno, sino en aplicar el criterio cristiano de dar de lo propio. Para ello, sería conveniente que los socialistas se transformaran en empresarios y regalaran a su antojo todo lo que creyeran conveniente. En los últimos tiempos se habla de “filantrocapitalismo”, para referirse a empresarios exitosos que donan parte de sus cuantiosas fortunas, mostrando cómo puede establecerse un camino mucho más ético. Matthew Bishop y Michael Green escribieron: “Este es el espíritu del filantrocapitalismo: empresarios de éxito tratan de solucionar grandes problemas sociales porque creen que pueden hacerlo y porque sienten que deben hacerlo. Cierto, son raros los filántropos que encuentran su causa en la clase de informe oficial que Bill Gates considera una lectura ligera. Con más frecuencia, han llegado a la filantropía por alguna experiencia personal; quizás una tragedia personal, o el encuentro con una persona que tiene una necesidad apremiante. Pero cuando estos filantrocapitalistas hablan sobre lo que los motiva, los mismos temas aparecen una y otra vez: ellos tienen los recursos, el problema exige solución, ellos saben cómo solucionar problemas, porque eso es lo que hacen todo el día en su trabajo”.

“Sí, hay muchos escépticos que ponen en duda que a Gates y al nuevo regimiento de filantrocapitalistas los mueva realmente un humanitarismo altruista tan sencillo y práctico. La lista de posibles motivos alternativos es extensa y va desde utilizar sus donaciones como hoja de parra para ocultar actividades empresariales vergonzosas o poco claras, hasta explotar lagunas fiscales, pasando por potenciar una posición social por pura y desmesurada vanidad” (De “Filantro-capitalismo”-Ediciones Urano SA-Barcelona 2009).

La solución a los problemas sociales no vendrá de algún engendro político-económico que deje intactas las actitudes de las personas, sino de una mejora ética individual que permita potenciar las aptitudes individuales para que puedan desarrollarse en un clima de libertad. Ello implica que todas las personas deberían tratar de producir más y de no ser mantenidas por los demás, que los socialistas trataran de producir y repartir lo propio en lugar de lo ajeno, que los grandes empresarios se hagan filántropos, etc. No existe, hasta el momento, un sistema que funcione bien a pesar de las fallas éticas individuales.

Los cambios buscados por los socialdemócratas se deben a que no se pudo, con el Estado benefactor, solucionar el problema de la pobreza extrema. Por el contrario, al acostumbrar al pobre a no trabajar, anuló parcialmente sus aptitudes y motivaciones laborales. La ayuda social llega al necesitado reducida al 30 % de lo asignado (en países con mediana corrupción); el resto queda en los bolsillos de los socialistas redistribuidores de lo ajeno.

Algunos críticos del “derrame directo”, del productor al consumidor a través de los intercambios en el mercado, aducen su poca efectividad. James Tobin escribió: “La cuestión es siempre el tema que Arthur M. Okun ha explicitado con tanta efectividad: el balde que lleva bienes desde los ricos a los pobres siempre pierde”. Debe recordarse que siempre ha de ser menor esa pérdida que la del balde que lleva bienes desde los ricos al Estado y luego desde el Estado a los pobres.

Mientras que los intentos por disminuir la pobreza son legítimos, si bien son discutibles los medios para lograrlo, la búsqueda de la eliminación de la desigualdad económica no es otra cosa que la tendencia a proteger al envidioso del sufrimiento padecido al observar que otros tienen más dinero. Ello lleva al derroche de recursos económicos por cuanto se establecen “ayudas sociales universales”, otorgando beneficios materiales tanto al que los necesita como al que no, ya que ayudar sólo a los pobres pondría en evidencia su desventajosa condición social.

También la socialdemocracia está haciendo sus estragos en el país en que más aceptación tuvo el capitalismo históricamente. William E. Simon escribió: “Estados Unidos se hunde por la falta de principios; ahora está guiada por la creencia de que una acción no inspirada en principios –cosa que recibe el respetable nombre de «pragmatismo»- demuestra superioridad”.

“Debe combatirse el creciente cinismo con que se interpreta la democracia explicando por qué se ha corrompido su concepto. A la gente se le ha inculcado que si se puede reunir en un grupo lo suficientemente poderoso, tiene el derecho legal de apoderarse de la riqueza de otros ciudadanos, es decir, a apoderarse de los esfuerzos, energías y vidas de otras personas. Ninguna sociedad decente puede funcionar cuando a los hombres se les da semejante poder” (De “La hora de la verdad”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1980).

jueves, 22 de septiembre de 2016

La Argentina del siglo XIX

Puede decirse que, de la misma forma en que las raíces de un árbol determinan su tamaño, la historia de en país determina, al menos parcialmente, su futuro. De ahí la necesidad de tener presente nuestra historia; para no incurrir en los mismos fracasos y para repetir las buenas decisiones.

La historia de la Argentina del siglo XIX resulta similar a la de los demás países de la región, ya que todos constituían colonias dependientes de países europeos. Luego de las independencias respectivas, se advierten mayores diferencias. Elda E. González Martínez y Rosario Sevilla escribieron: “En el siglo XIX tuvieron lugar en América Latina una serie de transformaciones sustanciales que comenzaron por su independencia de las antiguas metrópolis y, en consecuencia, de la ruptura del pacto colonial, y culminaron con su plena integración en el sistema económico internacional que se estaba configurando en esa centuria”.

“El proceso fue complejo y tuvo características diferentes en los distintos territorios en función de la situación previa de cada uno de ellos, especialmente en lo que se refiere al desarrollo de las elites locales y a las relaciones que cada zona tenía previamente con las potencias extranjeras ajenas a los dos grandes imperios coloniales. No obstante, al margen de las diferencias, el resultado en todos ellos fue la conformación de nuevos Estados, con sistemas políticos y de relaciones internacionales muy diferentes de los que habían tenido hasta entonces, a pesar de que, en muchas de sus estructuras sociales y económicas, perviviera la herencia colonial”.

“El Imperio español en América fue sustituido así por un número considerable de países, en contraste con Brasil, donde la mayor parte de la oligarquía estuvo de acuerdo en constituirse en una sola nación y con un sistema político, el imperio, también diferente al de sus vecinos, si exceptuamos la breve experiencia mexicana. Sin embargo, la transformación de las antiguas colonias en Estados independientes no fue inmediata; significó no sólo dotarse de un cuerpo jurídico y redactar e implantar Constituciones, sino además, lo que resultaría más problemático, la búsqueda de equilibrios de poder nada fáciles de conseguir. Al margen de los enfrentamientos bélicos entre las distintas repúblicas, dentro de cada una de ellas los disturbios políticos tardarían, en general, décadas en resolverse y serían una rémora importante a la hora de la consolidación de las recién nacidas repúblicas” (De “El mundo contemporáneo: Historia y problemas” de J. Aróstegui, C. Buchrucker y J. Saborido-Editorial Biblos-Crítica-Barcelona 2001).

A veces se considera, como causa de algún acontecimiento político, un hecho menor, mientras que se desatiende el clima y las ideas dominantes previas al suceso. Martín García Mérou escribió: “Alberdi, en el Discurso, empieza por rechazar con altura la creencia que abrigan algunos de que la revolución de 1810 es hija de las arbitrariedades de un Virrey, de la invasión peninsular de Napoleón u otros hechos análogos, que sólo constituyen un pretexto, un motivo, y no una causa. «Otro tanto –dice- sucede cuando se da por causa de la revolución de Norte América la cuestión del té; por causa de la Revolución Francesa los desórdenes financieros y las insolencias de una aristocracia degradada». Niega que «de unos hechos tan efímeros hayan podido nacer resultados inmortales»” (De “Alberdi”-La Cultura Argentina-Buenos Aires 1916).

Al respecto, Montesquieu escribió: “Existen causas generales, ya sea morales, ya sea físicas, que obran sobre cada monarquía, la levantan, la mantienen o la derriban; todos los accidentes están bajo el dominio de estas causas; y si los azares de una batalla, es decir, una causa particular, han arruinado un Estado, es que existía una causa general, que hacía que este Estado debiera perecer por una sola batalla”.

Martín García Mérou agrega: “Para Alberdi la Revolución de Mayo empezó por donde debería haber concluido. No fue el resultado de principios establecidos; y, por eso, nuestros errores vienen de que «no hemos subordinado nuestro movimiento a las condiciones propias de nuestra edad y de nuestro suelo»; o, por mejor decir, al declararnos libres, nos ha faltado la preparación necesaria para serlo, respondiendo a los grandes fines de la evolución democrática que habíamos efectuado”.

“Según esta opinión, los Estados Unidos y la Francia se habían limitado a realizar en los hechos la libertad que estaba en la conciencia del pueblo, mientras nosotros habíamos conquistado la libertad en el hecho continuado bajo la servidumbre de las ideas, de la tradición y de la raza. De aquí las numerosas anomalías de nuestra sociedad: la amalgama extraña de elementos primitivos en formas perfectísimas; de la ignorancia de las masas con la república representativa. ¿Qué hacer, se pregunta, dada la situación y estos resultados indestructibles? «Legitimarlos por el desarrollo del fundamento que les falta: por el desarrollo del pensamiento. Tal es la misión de las generaciones venideras: dar a la obra material de nuestros padres una base inteligente, para completar de este modo nuestro desarrollo irregular: de suerte que somos llamados a ejecutar la obra que nuestros padres debieron haber ejecutado en vez de haber hecho lo que nosotros debiéramos hacer recién»”.

Todo parece indicar que, luego de la Revolución de Mayo, se reemplaza el gobierno central del Virreinato por uno similar, pero esta vez constituido por gobernantes del país. “Desde ese ángulo, insistía una y otra vez en que la Revolución de Mayo, si bien había independizado a las provincias argentinas del Rey de España, no había logrado impedir el entronizamiento de la provincia de Buenos Aires sobre el Interior argentino. Se había producido así una sustitución de poder, el antiguo poder real sucedido por el poder porteño. Si el Rey había organizado la estructura rentística y política del antiguo virreinato del Río de la Plata usando como eje a la ciudad y al puerto de Buenos Aires, esta última, al romper con la Corona, usufructuó ilegítimamente ese poder para su propio beneficio, rehusando desde 1810 convertirlo en patrimonio común de todos los argentinos. Ese era el punto capital de 70 años de discordia, según Alberdi. Refiriéndose a la Revolución de Mayo, Alberdi escribía: «Fue una doble revolución contra la autoridad de España y contra la autoridad de la Nación Argentina. Fue la sustitución de la autoridad metropolitana de España por la de Buenos Aires sobre las provincias argentinas: el coloniaje porteño sustituyendo al coloniaje español. Fue una doble declaración de guerra: la guerra de la independencia y la guerra civil…Ese extravío de la revolución, debido a la ambición ininteligente de Buenos Aires, ha creado dos países distintos e independientes bajo la apariencia de uno solo: el Estado-metrópoli, Buenos Aires; y el país vasallo, la República. El uno gobierna, el otro obedece; el uno goza del tesoro, el otro lo produce; el uno es feliz, el otro miserable; el uno tiene su renta y su gasto garantido; el otro no tiene seguro su pan»” (Del Prólogo de “La Revolución del 80” de Juan Bautista Alberdi-Editorial Plus Ultra-Buenos Aires 1964).

La principal figura política que se identifica con el sistema colonial fue Juan Manuel de Rosas. Esteban Echeverría escribió: “Rosas es el representante del principio colonial de aislamiento retrógrado y marchaba a una contrarrevolución no en beneficio de España, sino de su despotismo, rehabilitando las preocupaciones, las tendencias, las leyes, en que se apoyaba el régimen colonial” (De “Echeverría” de Pablo Rojas Paz-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1951).

Por otra parte, Alberdi escribió acerca de la necesidad de derrocar a Rosas: “El gobernador Rosas representó esa trasmigración del despotismo realista en el despotismo republicano. De ahí la necesidad de la Revolución de 1852, que derrocó al gobernador-dictador de Buenos Aires, en Caseros”.

“Dejada en pie, por segunda vez, la máquina del poder del Virrey y del Dictador, que era la integridad de la Provincia-Metrópoli, pronto la máquina encontró nuevos maquinistas en la revolución provincial del 11 de setiembre del mismo año 1852, confirmada por otra revolución que se llamó la reforma de la Constitución, en que fue restaurada como régimen definitivo la Capital-Provincia de Buenos Aires, monarquista de origen y naturaleza”.

“Ese organismo, llamado Compromiso, llevaba al país a su disolución, por el conflicto permanente de dos gobiernos en guerra, cuando una tercera faz del movimiento de Mayo ha hecho lo que debió hacer hace setenta años: separar la Provincia de Buenos Aires de la Ciudad de Buenos Aires, Capital histórica y necesaria de la República Argentina” (De “La revolución del 80”).

La concentración casi total del poder estatal vuelve a repetirse durante el gobierno de Perón en los años 50 y posteriormente con los Kirchner, en la primera década del siglo XXI. Como siempre se dice en estos casos: “los pueblos que olvidan el pasado están condenados a repetirlo”.

Alberdi agrega: “Como sucedía en tiempo del Rey, sucedió en tiempo de la Patria. Quince gobiernos no podrían gastar y consumir menos que un Rey solo, por absoluto y omnímodo que fuese”.

“¿Qué resultó de este estado de cosas que se llamó gobierno libre y patriota? Que no hubo función ni ocupación mejor y más provechosa que ser empleado público, es decir, que la ocupación de gobernar; que no hubo privilegio más deseado ni productivo de beneficios que el de gobernar. Cortejar al dispensador de esos beneficios, que era el soberano pueblo, fue todo el fin de ser patriota. Ser patriota fue todo el arte de vivir. Conseguir su designación para el goce de un puesto y de un salario, por un voto del país, nuevo soberano, fue todo el arte del sistema en que se refundió la ciencia del nuevo régimen de ser patriota y libre”.

“Tenemos, sin embargo, políticos que se desviven en averiguar por qué nuestro país, tan rico, no prospera como los Estados Unidos”. “A ninguno se le ocurre advertir que nuestro país, lleno de movimiento aparente de progreso, sigue constituido como en su tiempo colonial, para hacer la dicha, la riqueza y el poder de sus gobernantes, en lugar de estarlo para enriquecer y mejorar la suerte del pueblo, como la Revolución de 1810 lo prometió”. “Con catorce gobiernos de Estado, compuesto cada uno de tres poderes; y con dos gobiernos más adicionales, de carácter nacional, coexistiendo de la Ciudad-Virreinato, que habitó el Virrey, con el poder absoluto y omnímodo del Rey, no puede haber economía, ni riqueza, ni gobierno, ni libertad, ni paz, ni progreso”.

“Esta es la historia de lo sucedido en la República Argentina después que cayó el Virrey en 1810, y después que cayó su restaurador, el dictador Rosas, en 1852, hasta 1880. Esto es lo que la Revolución de Mayo prometió y empieza a cumplir recién. Esto es lo que ya es tiempo de cumplir a los setenta años de la promesa que hizo la Revolución”.

Luego de un paréntesis de unos cincuenta años, a contar desde 1880, la Argentina vuelve a repetir varios de los errores señalados por Alberdi. La opinión pública apoya mayoritariamente a alguna forma de estatismo y populismo, por lo que la tendencia no parece cambiar demasiado.

martes, 20 de septiembre de 2016

El trabajo como deber y como derecho

Las acciones humanas son motivadas principalmente por la fuerza anímica personal que puede asociarse a la obligación moral. La obligación moral es la que surge de la actitud del amor, ya sea hacia uno mismo, hacia sus familiares, o hacia el resto de las personas (la patria o la humanidad). Al compartir las penas y las alegrías de los demás como propias, el individuo cooperador estará motivado para tratar de evitar el sufrimiento ajeno como también para tratar de favorecer la alegría ajena.

En caso de disminuir el interés por uno mismo y por los demás, el individuo intentará refugiarse en el vicio para alejarse mentalmente de la desdichada vida que padece. Alfonso López Quintás escribió: “El gran pensador italoalemán Romano Guardini me dijo en una ocasión: «Usted no puede figurarse en qué situación encontré a los jóvenes alemanes de la posguerra. Se hallaban totalmente desmoralizados y desvalidos. Su ideal se reducía a encerrarse en las cervecerías, espesar el aire con el humo del tabaco, embriagarse de cerveza y jugar a las cartas»” (De “El arte de pensar con rigor y vivir de forma creativa”-Madrid 1993).

Además de la fuerza anímica mencionada, se deberá disponer de un ambiente de libertad que le permita a todo individuo realizar sus actividades. De lo contrario, aún cuando persistan las motivaciones para la acción, deberá luchar arduamente (a veces sin éxito) para vencer los escollos puestos por otros hombres en su camino; pudiendo sintetizarse la idea de la siguiente forma:

Acción humana = Obligación moral + Libertad

La actividad laboral, como una parte importante de la acción humana, requerirá también de una previa y suficiente obligación moral. La acción laboral se verá favorecida por un ambiente de libertad mientras que se verá limitada por cuestiones anímicas personales y por la existencia de prohibiciones establecidas en el ámbito social en donde vive.

Los mandamientos bíblicos buscan fortalecer las obligaciones morales ampliando la cantidad de personas vinculadas afectivamente, ya que el amor ha de ser el vínculo que ha de permitir establecer una sociedad verdaderamente humana. Además, la idea del Reino de Dios implica que debemos regirnos por las leyes naturales antes que por otros hombres, de donde surge la idea de libertad.

Este esquema tiende a ser incompatible con el socialismo, ya que, al proponer éste la confiscación de los medios de producción, todo individuo tendrá una obligación legal de trabajar. El vínculo de unión respecto de otros seres humanos ya no serán los afectos, sino el trabajo en esos medios, y su producción. Vladimir Bukovsky escribió: “Su teoría [la del socialismo] asombra por su incoherencia: por una parte no dejan de criticar el consumismo, el materialismo y los intereses creados; por otra, es precisamente este aspecto de la vida el que más los emociona, es precisamente en el consumismo donde pretenden establecer la igualdad. ¿Acaso creen que si se da a todos una ración igual de pan, en el acto se convierten en hermanos? A los hombres los hacen hermanos los sufrimientos y esperanzas compartidos, la ayuda y el respeto mutuos, el reconocimiento de la personalidad del otro”.

“¿Pueden ser hermanos los que cuentan celosamente los ingresos de los demás, los que no apartan su envidiosa mirada de cada bocado engullido por el vecino? No, yo no quisiera tener por hermano a un socialista” (De “El dolor de la libertad”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1983).

Cuando realizamos una actividad elegida libremente, podemos realizarla con entusiasmo, mientras que si esa misma actividad nos viene impuesta por una autoridad gubernamental, la predisposición ya no será la misma. El socialismo no sólo restringe las motivaciones sino que las limita al reducir la libertad laboral, ya que incluso no podrá cada individuo vincularse laboralmente con quienes desee sino con quienes autorice la autoridad. El citado autor agrega: “El socialismo es una idea que ahora está en el candelero, pero que carece de sentido. Simplemente, la gente tiene el antojo de llamar con este nombre a todo lo bueno e inasequible. Incluso se ha llegado a decir que los primeros cristianos también fueron socialistas. ¿Cómo no, si estuvieron luchando por la igualdad?”.

“El parecido, en este caso, es puramente superficial: porque los cristianos proponían repartir lo que tenían ellos mismos y voluntariamente, mientras los socialistas tienen sus miras puestas en lo que tienen los otros y quieren obtenerlo por fuerza. Para hacer donaciones voluntarias, no hace falta ningún socialismo. Podría prescindirse por completo de la burocracia y el mundo sería mucho mejor”.

El diagrama anterior, aplicado al socialismo, resulta así:

Acción socialista = Obligación legal + Libertad nula

Debido a la situación emergente, de tipo carcelario, no resulta extraño que en la URSS el alcoholismo haya adquirido niveles importantes. Andrei Sajarov escribió: “El remate del cuadro social de la colectividad soviética corresponde al abatimiento, la corrupción y el trágico alcoholismo de grandes masas de la población, incluidos mujeres y jóvenes. El consumo de alcohol por habitante es tres veces superior al de la Rusia zarista” (De “Mi país y el Mundo”-Editorial Noguer SA-Barcelona 1976).

La libertad necesaria para el cumplimiento de las obligaciones morales constituye un derecho natural que debe respetarse. Es por ello que el trabajo, en las sociedades democráticas, resulta ser un derecho natural. Por el contrario, trabajar en forma independiente (fuera del Estado) bajo el socialismo, era considerado un delito, ya que el individuo no se había unido al resto de la sociedad a través del trabajo, aun cuando fuera productivo en sus tareas. Bukovsky escribió al respecto: “Apenas un hombre intenta levantarse sobre sus pies, conquistar su independencia, todo se vuelve contra él. El monstruo de mil cabezas –el Estado- inmediatamente se pone a perseguirlo como si fuera un criminal, lo roba a cada paso y no vuelve a estar tranquilo hasta que la dependencia está restablecida”.

En resumen: en las sociedades democráticas, el trabajo es una obligación moral y un derecho natural, mientras que en el socialismo es un deber legal y deja de ser un derecho. El símbolo de la hoz y el martillo, la unión de la agricultura con la industria, en lugar de representar al trabajo como vínculo de unión entre los hombres, representa más bien las cadenas que los “unen” al Estado.

Mientras que, durante las últimas etapas del socialismo soviético, pocos creían en la ideología marxista-leninista, en muchos ámbitos intelectuales, especialmente en aquellos en que sus integrantes no se han molestado en averiguar cómo resultó el socialismo real, sigue teniendo vigencia. Resulta asombroso que todavía haya seguidores de algo tan absurdo aún en la teoría. Incluso Marx creía haber descubierto el sistema que habría de adoptar la humanidad en el futuro. P.B. Medawar y J.S. Medawar escribieron: “El hecho de incluir un artículo sobre el historicismo se justifica más aún por la afirmación que hizo Friedrich Engels en su discurso frente a la tumba de Karl Marx: «Así como Darwin descubrió la ley de la evolución en la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley de la evolución en la historia humana»”.

“Marx, según se recordará, dedujo la ley como consecuencia del principio de la lucha de clases, que afirmaba que el estado de las clases trabajadoras inevitablemente debía desmejorar de un año a otro. No podría haber estado más equivocado, pues esta previsión falló tanto…que representó la misma antítesis de la verdad, pues en los países industrializados de Occidente (aquellos en que las clases trabajadoras estarían en peligro mayor de sufrir las intrigas del capitalismo) la suerte de las clases trabajadoras ha mejorado en forma progresiva, en términos de ingreso real y también en lo que se refiere a los placeres de la vida y la conciencia que tiene la sociedad de su deuda hacia esas clases”.

“El historicismo fue la tendencia predominante en sociología hasta que la sociología encontró a su David Hume, pues éste es el sitio que ocupa Karl Popper en el pensamiento sociológico. En «La pobreza del historicismo» y «La sociedad abierta y sus enemigos», Popper socavó las pretensiones explicativas del historicismo con tanta eficacia como Hume había socavado las pretensiones explicativas del empirismo. En consecuencia, actualmente se oye hablar mucho menos del funcionamiento de las fuerzas históricas; y, si tenemos suerte, pronto no se les mencionará en absoluto” (De “De Aristóteles a zoológicos”-Fondo de Cultura Económica SA-México 1988).

Recordemos que “el historicismo representa la creencia de que existe o puede proponerse una ciencia social histórica que, al poner de manifiesto las leyes de la transformación social (incluso las leyes del destino humano), puede hacer la predicción histórica tan familiar y tan segura como la predicción astronómica”. El destino de las sociedades humanas depende generalmente de las aptitudes y características personales de los líderes políticos; de ahí que sea desaconsejable hacer pronósticos para el futuro con cierta veracidad, y menos aún con propuestas sociales que van contra las costumbres y tradiciones culturales que las generaciones pasadas fueron construyendo trabajosamente mediante “prueba y error”.

Las limitaciones de las ciencias sociales y los graves problemas sociales, deben superarse mediante el trabajo intelectual serio y el esfuerzo de todos. La idea de la revolución marxista, consistente en destruir la sociedad capitalista para levantar sobre sus escombros el “mundo nuevo” socialista, es un absurdo que ha costado muchas vidas y mucho sufrimiento. Sin embargo, en lo países subdesarrollados, existen sectores de la sociedad que temen al capitalismo y viven esperanzados en el arribo final del socialismo. De ahí que las actividades destructivas mantienen su vigencia, pero a través de medios distintos al de la revolución armada.

Debemos dejar de lado las misteriosas “fuerzas históricas” para concentrar nuestra atención en las cercanas y evidentes fuerzas afectivas individuales, que son las que motivan las acciones humanas, ya que son las únicas reales y las que, además, resultan accesibles a nuestras decisiones.

domingo, 18 de septiembre de 2016

Educación en base al deber vs. educación en base a los derechos

Las diversas propuestas éticas apuntan hacia el cumplimiento de alguna forma de obligación moral. Por ello es que, históricamente, la educación se ha basado en alguna forma de deber. En los últimos tiempos, por el contrario, ha predominado una educación basada en los derechos del individuo, es decir, una educación que deja de lado a la ética. Entre los diversos objetivos éticos, no aparecen los derechos del hombre, excepto como objetivos secundarios, figurando en cambio los siguientes: “a) Búsqueda de la felicidad, b) Cumplimiento del deber, c) Aptitud para la solución pacífica de conflictos, d) Ajustamiento a la tradición de la propia comunidad y e) Desarrollo que culmina en principios universales” (De “Ética” de A. Cortina y E. Martínez-Ediciones Akal SA-Madrid 2008).

En cuanto al proceso generador de la ética, William H. Kilpatrick escribió: “Los hombres primitivos encaraban los problemas de la vida, sobre la base de «probar para ver los errores» y sobre esta base seleccionaban lenta y gradualmente sus formas para satisfacer sus urgentes necesidades sociales. Las formas seleccionadas de su conducta, reducidas a «hábito, rutina y habilidad» eran lo que Sumner llama «costumbres del pueblo». Los jóvenes las aprendían por «tradición, imitación y autoridad». Con el tiempo, las costumbres del pueblo se desarrollaron para hacerse cargo de la verdad, el derecho y el bienestar público, tal como aparecieron éstas ante los hombres de la tribu”.

“En esto se alcanzó un nivel más alto que el de simples costumbres del pueblo, es decir, que estaban imbuidas de un sentido ético. Sumner las llama «mores» (tomando la palabra latina para este propósito). Junto con las mores surgieron los «tabús» para expresar el sentimiento común de que algunas cosas no debían hacerse. Mores y tabús «contienen así juicios sobre el bienestar social» y tienen por objeto promover el bien común”.

“Cuando un niño se ha desarrollado al punto de que no sólo puede hacer varias cosas, sino que sabe que puede hacerlas, entonces decimos que puede obrar intencionalmente. Él puede tener la intención de hacer lo que hace y saberlo. Está listo para el próximo paso, y entender que estos actos suyos son parte del mundo público en que él y los otros viven juntos. Consiguientemente, sus mayores comienzan a decirle que no debe hacer esto y que debe hacer aquello. En otras palabras, comienzan a considerarlo responsable de lo que hace, responsable de sus actos conscientes e intencionales”.

“Cuando un niño ha vivido en esta etapa de responsabilidad lo bastante como para aprender a controlarse en las líneas de conducta por las que tendrá que responder; cuando logra hacer, al menos en cierto modo, lo que se espera de él, ha entrado en la próxima etapa superior de la responsabilidad. Comienza ahora a considerarse responsable de hacer lo que de acuerdo a sus mayores debería hacer. Si este niño en crecimiento tiene suerte en su educación hogareña, en la última etapa se formará una conciencia como correlativa de su sentido de responsabilidad”.

“Entendemos por conciencia la tendencia de la persona a considerarse responsable a sabiendas de hacer o no hacer ciertas cosas específicas, aceptadas así como justas o injustas. Actuar apropiadamente respecto de algo reconocido como justo o erróneo, se vuelve un deber. A cada deber corresponde un sentido de obligatoriedad interior. La conciencia es así el sentimiento activo de la obligación interior en relación con un deber reconocido” (De “Filosofía de la Educación”-Editorial Nova SA-Buenos Aires 1957).

La base de la ética cristiana consiste en el cumplimiento de los mandamientos bíblicos, dando lugar a una educación que predomina en Occidente. Dante Morando escribió: “La contribución […] debida al cristianismo en este campo, contribución destinada a producir grandes repercusiones en todos los sentidos, fue que, con su advenimiento, la educación humana asumió un carácter y contenido eminentemente religioso moral y se convirtió también en un hecho esencialmente religioso y moral: el ideal del «sapiente» o del «sabio» estoico o epicúreo fue substituido por el nuevo ideal del «santo»”.

“Vinculaba toda la vida en el amor de Dios y del prójimo, con un mandamiento que hubiese debido liberar al hombre de todo egoísmo y de todo vicio y crear una nueva sociedad fundada en diversos valores espirituales y preparadora del Reino de Dios” (De “Pedagogía”-Editorial Luis Miracle SA-Barcelona 1968).

En las primeras décadas del siglo XX, Miguel Parera y Pablo Doumer escriben: “¿Qué orientación tomar?...Ante todo, debemos encaminarnos a lo bueno, a lo razonable, a los dictados de la conciencia, al cumplimiento de nuestros deberes y no olvidar el mandato: ¡Cumple con tu deber! La voluntad no es más que un factor que, si bien importante, vale sólo por lo que produce, y siendo su producto el bien, haciendo lo que se debe, resultará cumplido el deber. ¡Cumple con tu deber!...¿hay en la vida algo más noble y más hermoso que el deber cumplido?” (De “El perfecto ciudadano”-Librería Parera-Barcelona 1915).

Dos fueron los factores que fueron paulatinamente alejando al individuo del cumplimiento de los deberes como ideal de la educación moral. Por una parte, el predominio de los misterios de la religión sobre la ética cristiana. Por otra parte, el surgimiento del relativismo moral y cognitivo, que terminó por debilitar la validez de la religión moral. Para el relativista moral, el mandamiento cristiano que ordena compartir las penas y las alegrías ajenas como propias, ya no produce los mismos efectos que hace dos mil años atrás, o bien produce efectos opuestos, o distintos; de ahí que no habría que tenerlo en cuenta. Según el relativista moral, la naturaleza humana ha cambiado desde las épocas de Cristo y el fenómeno psicológico de la empatía ya no existe en los seres humanos. Sin embargo, hasta un niño advierte que incluso los animalitos domésticos permiten establecer fuertes vínculos afectivos. Lo que un niño observa y advierte fácilmente, permanece oculto a los “grandes filósofos” que predican el relativismo moral y el cognitivo.

El relativista moral ataca todo tipo de absolutismo para reemplazarlo por otro absolutismo. Vladimir Lenin expresó: “Moral es lo que favorece el advenimiento del socialismo; inmoral lo contrario”. Advierte que no existe el bien ni el mal en sentido absoluto, pero que existe una clase social virtuosa (buena) y una clase social perversa (mala). Que el asesinato puede ser tanto bueno como malo; es bueno si favorece al socialismo y malo si lo desfavorece. El absolutismo y el relativismo son usados según la conveniencia circunstancial del político totalitario.

A medida que el relativismo moral fue anulando la validez de los deberes morales, no hubo motivos para cumplirlos, por lo que la decadencia moral se fue incrementando. De ahí la razón por la que surgen sucesivos llamamientos a defender los derechos de las personas. Cuando nadie cumple ningún deber, tampoco se satisfacen los derechos que de los deberes derivan. Publio Cornelio Tácito escribió: “El Estado más corrompido es el que más leyes tiene”. En la actualidad puede decirse: “Mientras menos deberes se cumplan, mayor será la necesidad de promover el respeto por los diferentes derechos”.

Si bien las sociedades han ido progresando con el aumento de las libertades y los derechos individuales, el camino para ese progreso consistió en aumentar las obligaciones, morales y legales, de quienes restringían tales libertades y derechos, sin necesidad de prescindir de las obligaciones morales de todo individuo. Si en la antigüedad, los derechos de un rey limitaban los de sus súbditos, la solución implicaba una mayor igualdad entre gobernante y gobernados, es decir, era el rey quien debía incrementar sus obligaciones morales respecto del pueblo.

Con el advenimiento de los populismos y los totalitarismos, al individuo se lo fue alejando de la posibilidad de ejercer y mostrar sus obligaciones morales, como las que implican ayudar al necesitado, por cuanto tal función habría de ser ejercida por el Estado. Luego, la educación habría de dejar de promover la ética de la cooperación por una “ética” de la obediencia y de la exaltación de los derechos. Es decir, en lugar de promover las obligaciones morales, las que surgen de la conciencia individual, se comenzó a promover la obligación de obedecer al Estado, retrocediendo en el tiempo hasta llegar a etapas ya superadas por la humanidad. Eva Perón escribió: “Porque la limosna para mí siempre fue un placer de ricos, el placer desalmado de excitar el deseo de los pobres sin dejarlo nunca satisfecho. Y para eso, para que la limosna fuese aún más miserable y más cruel, inventaron la beneficencia y así añadieron el perverso placer de divertirse alegremente con el pretexto del hambre de los pobres. La limosna y la beneficencia son para mí ostentación de riqueza y de poder para humillar a los humildes”.

Para el peronismo, quienes hacían beneficencia lo hacían con malas intenciones, y no como una necesidad de cumplir con sus obligaciones morales, por lo que se fue perdiendo la posibilidad de exaltar todo tipo de virtud. Alberto Benegas Lynch (h) y Martín Krause escribieron: “A partir del protagonismo de la Fundación Eva Perón y de la Secretaría del Trabajo y Previsión se impuso, mediante abrumadora campaña masiva de difusión, «un nuevo concepto de beneficencia»”.

“Se intentó por todos los medios eliminar el concepto de ayuda al necesitado para reemplazarlo por el criterio de «justicia» al damnificado”. “Según esta concepción, la pobreza no era una cuestión que demandara ayuda de los benevolentes sino que requería ser «indemnizada» por tratarse de un acto de injusticia. La «ayuda social» era más bien un acto de «justicia» que de benevolencia. El Estado era el encargado de remediar, de equiparar el daño realizado al pobre”.

“Surgen por lo tanto una batería de pseudoderechos para los pobres. Los «derechos» del niño, el decálogo de la ancianidad, los derechos sociales, etc. El pobre ya no tenía que pedir ayuda sino que podía reclamar un derecho. Es una cuestión de «justicia social», un tema de Estado, una prioridad absoluta de la acción de gobierno. Este cambio sustancial de mentalidad fue muy profundo, llegando hasta nuestros días y se ha incorporado al hábito de los argentinos”.

“El cambio fue llevado de manera violenta, a pesar de que ya se estaba insinuando en los escritos y las demandas de los socialistas de los años veinte. No obstante el odio impulsado desde la Fundación Eva Perón hacia las entidades voluntarias de beneficencia fue determinante del cambio de mentalidad”.

“Las entidades de beneficencia y los socorros mutuos fueron desapareciendo paulatinamente a medida que crecía el protagonismo del Estado benefactor y de su brazo privado, la Fundación. Es más, dichas entidades, fueron víctimas de persecuciones físicas y de una fuerte campaña de desprestigio que las relegó a tareas marginales y casi ocultas” (De “En defensa de los más necesitados”-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1998).

viernes, 16 de septiembre de 2016

Construyendo una ideología

Desde tiempos remotos, el hombre ha organizado la información disponible para establecer sistemas descriptivos con la intención de orientar a sus semejantes por la difícil aventura de la vida. Los sistemas más conocidos son los religiosos y los filosóficos, teniendo algunos de ellos objetivos contemplativos mientras que otros apuntaban a establecer normas de conducta concretas.

Más cerca en el tiempo, se han propuesto ideologías que contemplan el método científico, asociadas a la ciencia vigente en la época de su realización, o bien han simulado tenerla presente (marxismo). Puede decirse que todo sistema descriptivo con objetivos prácticos concretos, debe necesariamente tener en cuenta la ciencia de la época o, al menos, ser compatible con ella, y mucho más con la realidad.

A la palabra “ideología”, en el ámbito de las ciencias sociales, se le puede asignar el significado de “estudio de los diversos sistemas descriptivos orientados a promover la adaptación del hombre al orden natural”; que es el que se le asociará en este escrito. El nivel de las ideologías progresará mediante prueba y error, no siendo, por lo general, obra de un solo autor, ya que resulta absurdo desconocer e ignorar el pasado para empezar “desde cero” en la búsqueda de una pretendida originalidad.

Los sistemas descriptivos prácticos, surgidos últimamente, son esencialmente políticos y económicos, si bien pueden tener vínculos con otras ramas de la cultura, como la religión, el arte o la antropología. En ellos es posible encontrar algunos aspectos comunes, que no son otra cosa que los requisitos básicos que debe reunir toda ideología que pretenda tener cierta trascendencia. Tales aspectos son: a) Fundamentos científicos, b) Estructura, c) Compilación de la información y d) Difusión pública.

Como ejemplo de un sistema político y económico puede mencionarse al establecido por Álvaro Alsogaray en la década de los 60. El objetivo de su propuesta consistió en la posibilidad de establecer la Economía Social de Mercado en la Argentina, tomando como referencia la experiencia de la Alemania Occidental bajo la conducción de Konrad Adenauer. Aplicar en un país algo que previamente fue aplicado en otro, constituye también una innovación.

El fundamento político, y especialmente, económico, está explícito en los libros que recomienda como lectura básica partidaria, con autores como Ludwig von Mises, Friedrich von Hayek, Jacques Rueff, Murray N. Rothbard, Wilhelm Röpke, Ludwig Erhard, Luigi Einaudi, Juan B. Alberdi, principalmente, y del propio Álvaro Alsogaray.

El fundamento científico de la propuesta es la teoría económica en la versión establecida por la Escuela Austriaca de Economía. La estructura de la propuesta, al igual que su difusión, está integrada en los libros y folletos partidarios, con los planes por realizar en caso de obtener un éxito electoral. El partido en cuestión se denominaba UCD (Unión del Centro Democrático). Alsogaray escribía en 1968: “Mi propósito es facilitar a quienes se interesan por el tema, y sobre todo a los líderes y dirigentes políticos que tendrán que asumir sus responsabilidades en el futuro próximo, un resumen ordenado acerca de un sistema de ideas político-económicas que, en mi opinión, es el que mejor se adapta al país, pero que no es suficientemente conocido y que muchos rechazan de antemano sin tomarse siquiera la molestia de estudiar. Esas ideas salvaron la civilización de occidente después de la Segunda Guerra Mundial y sin embargo son descalificadas sin más trámite por cuanto demagogo o «experto» en economía circula en los ambientes políticos y en los de las burocracias nacionales e internacionales”.

“Prueba de ello es, por ejemplo, el hecho de que opiniones de estadistas eminentes como Erhard, Rueff, Einaudi y otros, que gobernaron y reconstruyeron países asolados por la conflagración, sean descartados con infinita arrogancia y pedantería por «aprendices de brujo» y «economistas de café», incapaces de comprender los principios que inspiraron la obra de aquéllos. Lo cual se debe en buena medida a que no se ha hecho el esfuerzo de divulgación necesario para que se conozcan dichas ideas y se desate la vocación de llevarlas a la práctica. A ese esfuerzo de divulgación esta destinada esta síntesis, que el lector deberá naturalmente profundizar mediante la lectura de las obras clásicas en la materia si desea llegar al fondo del problema” (De “Bases para la acción política futura”-Editorial Atlántida-Buenos Aires 1968).

Muchos autores destacados, como Alberdi, von Mises y los demás antes citados, sólo lograron éxitos parciales. De ahí que sea necesario intentar otras formas de organizar la información por ellos brindada para lograr así una “ideología para todos”. Por ello es necesario que se establezcan otros intentos en tal sentido. Sólo la unión de los mejores pensadores permitirá establecer un sistema descriptivo capaz de resolver los serios problemas que afrontan las sociedades actuales.

Como la mayor parte de tales pensadores ya no existe, pero quedan sus libros, se pueden realizar otros intentos. Un nuevo sistema descriptivo debe ser realizado por alguien que tenga previamente un esquema bien definido acerca de la realidad, es decir, debe tener en la mente el “esqueleto” básico que ha de ir corporizando paulatinamente con la ayuda de otros pensadores, tanto del presente como del pasado.

El ideólogo debe tener la predisposición suficiente para dar lugar, en sus escritos, a otros autores que han expresado similares ideas en una forma más eficiente. Esta es esencialmente la labor del docente; la de transmitir el conocimiento por otros aportado siendo capaz incluso de “recuperar” a varios pensadores del olvido al que los ha relegado la historia. Como ningún autor ha logrado, todavía, un éxito total en la tarea orientadora del hombre y de la humanidad, quedan las puertas abiertas para que surjan nuevos intentos por establecer sistemas descriptivos que alcancen ese objetivo. Si son muchas las propuestas, cada una de ellas se fortalecerá observando a las otras, hasta que, finalmente, mediante “selección”, se aceptará provisionalmente a la que mejor se acerque al ideal buscado.

De la misma manera en que el empresario eficaz es el que sabe organizar las distintas habilidades y los diversos materiales, el ideólogo eficaz será el que logre armonizar el conocimiento aportado por otros. Su mérito radica, no tanto en su originalidad, sino en su capacidad de sintetizar el conocimiento previo.

Una ideología de adaptación del hombre al orden natural, no sólo debe apuntar a una mejora ética individual, sino también intelectual, ya que la mente ocupada en cosas importantes no permite reservar lugar en nuestro cerebro para los malos pensamientos.

Cuando alguien se siente parte integrante del sector de la humanidad que trata por todos los medios de hacer prevalecer el bien sobre el mal, poco le interesará, a la hora de difundir una idea, si tal idea es propia o bien si la ha elaborado otra persona. Es el mismo caso del soldado que lucha a la par de otros por una causa noble, siendo equivalentes los efectos si provienen de una acción propia o de la de un camarada por cuanto lo prioritario es el triunfo de la causa por la que se lucha.

Un ideólogo que adopta ese criterio, si encuentra un libro, o una página web, en donde aparece gran parte de la verdad que busca, no tendría inconveniente alguno en renunciar a seguir escribiendo para pasar a promover en forma decidida la difusión de tal libro o de tal página web.

Encontrar el sentido objetivo de la vida implica sentirse parte del sector de la humanidad que lucha a favor de la supervivencia de la especie humana y de su adaptación al orden natural. Por el contrario, el sinsentido objetivo consiste en no advertir tal proceso o bien en integrar el sector que se le opone totalmente. Denis Diderot, autor de la Enciclopedia junto a Jean L. D´Alembert, escribió: “Ya hemos advertido que entre quienes se erigen en censores de la Enciclopedia hay apenas uno que tenga el talento suficiente como para enriquecerla con un solo artículo de buena hechura. No creo estar exagerando al agregar que ella constituye una obra que en la mayoría de sus artículos trata temas que esa gente todavía tendrá que estudiar” (Citado en “Fundamentos de Sociología política” de I. L. Horowitz-Fondo de Cultura Económica-México 1986).

Cuando se observa, cotidianamente, el sufrimiento padecido por muchos seres humanos, se deja de pensar en el “mérito propio” que podría lograrse como escritor, para difundir tanto lo propio como lo que otros autores han expresado de mejor forma o con mayor veracidad; ya que lo prioritario es la utilidad que la información pueda tener.

Para establecer una ideología amplia, de la cual lo político y lo económico sea sólo una parte de ella, es necesario colocar “nuevos cimientos”, más cercanos al comportamiento del hombre. De esa manera, el “edificio” que podrá levantarse será de mayor envergadura. Estos nuevos cimientos consisten en la introducción de la Actitud Característica, como relación entre Respuesta y Estímulo, con sus cuatro componentes afectivas (amor, odio, egoísmo e indiferencia) y con sus cuatro componentes cognitivas (referencia en la realidad, en uno mismo, en otra persona o en lo que dice la mayoría). Erwin Schrödinger escribió: “La cuestión no es tanto ver lo que nadie ha visto todavía, sino pensar lo que aún nadie ha pensado acerca de lo que todo el mundo ve”.

Las deducciones a partir de esos principios, permiten encontrar una respuesta convincente y aclaratoria entre varias duplas antagónicas que predominan en la actualidad: a) El Bien vs. el Mal, b) Absolutismo vs. relativismo, c) Individualismo vs. colectivismo, d) Religión natural vs. religión revelada, e) Liberalismo vs. socialismo, f) Democracia vs. totalitarismo, y algunas otras, adhiriendo a las primeras mencionadas.

Esto implica que la ideología desarrollada en el presente blog incluye no sólo lo político y lo económico, ya que, al sustentarse en la psicología social, involucra una teoría de la acción ética, interpreta al cristianismo como una religión natural, establece una teoría de la personalidad y, en general, resulta ser una nueva visión que permite dar una respuesta sobre el resto de las ciencias sociales.

Si bien constituye una descripción de gran amplitud y contenido, expresada de forma que pueda ser accesible a la mayoría de las personas, la oposición ideológica resulta bastante importante, por lo que no es de esperar que pueda lograr una difusión suficiente. Al menos podrá servir, en el futuro, como parte integrante de ideologías más amplias aún, o mejor definidas, de la misma manera en que la ideología propuesta por Alsogaray forma parte de la presente ideología.

Aún cuando no lograra trascendencia alguna, al autor le queda la satisfacción de haber realizado todo lo que está a su alcance para tratar de revertir la crisis humana y social que afecta a gran parte de las sociedades actuales.

lunes, 12 de septiembre de 2016

La creatividad del científico

No existe un método general para la creación científica, como tampoco para cualquier tipo de creación, sino que existen condiciones personales y sociales favorables. Para promover la creatividad científica, sólo resta estimular el cumplimiento de tales condiciones, ya que es lo único que resulta accesible a nuestras decisiones.

Indagando en la historia de la ciencia, se puede vislumbrar el conjunto de atributos que ha de tener el “científico ideal”, para poder tomarlo como referencia. Por ejemplo, varios de los más destacados investigadores se han caracterizado por mostrar una amplia vocación que cubre un amplio espectro del conocimiento. Sin embargo, no todos los científicos destacados comparten ese atributo, ya que varios de ellos mostraron un gran interés por un tema en especial y bastante menos por los demás. De ahí que nuestro “científico ideal” ha de tener una gran curiosidad y necesidad de conocimientos variados, aunque no será una condición imprescindible para la innovación científica.

Erwin Schrödinger fue uno de los investigadores que se aproximó bastante al ideal mencionado. Linda Wessels escribió: “En las ciencias, las actividades de Schrödinger iban mucho más allá de la teoría cuántica. Durante toda su carrera laboró en mecánica estadística y en relatividad y cosmología. Sus contribuciones a estas áreas abarcaron desde artículos técnicos de investigación hasta vívidos repasos introductorios. A fines de la cuarta década del siglo y comienzos de la siguiente, bregó por desarrollar una teoría del campo unificada; a fines de esta última década llegó incluso a pensar que lo había conseguido”.

“Tuvo asimismo una influencia decisiva sobre las ciencias biológicas. En el citado decenio, su librito «¿Qué es la vida?» llamó la tensión de muchos físicos hacia la posibilidad de aplicar la moderna teoría atómica y molecular a la genética e inspiró a varios de ellos a emprender investigaciones en el campo de la biología molecular”.

“Los intereses y las capacidades de Schrödinger se extendían también a actividades no científicas. Estaba dotado para las lenguas. Aparte de su alemán natal, hablaba inglés, francés y español, y leía y escribía en estas cuatro lenguas, más dos antiguas, griego y latín. Traducía poesía griega e inglesa y escribía asimismo poesía suya tanto en inglés como en alemán. En 1949 publicó un volumen de poesía que contenía algunas de sus creaciones propias, así como traducciones”.

“Sus papeles privados y algunos de sus escritos populares revelan un prolongado interés en cuestiones de metafísica, epistemología y ética. Estos trabajos muestran también que el holismo del misticismo oriental cautivó su imaginación filosófica desde temprano y persistió como tema importante en sus escritos, hasta la muerte. En cuestiones de arte, Schrödinger era ante todo un espectador. Educado en la Viena de fin de siglo, era un asiduo concurrente al teatro. Tejer en telar era para él la salida artística activa. Su dominio de este oficio es evidente en los ejemplos de su labor que aún conserva la familia” (De “Resortes de la creatividad científica” de Rutherford Aris y otros-Fondo de Cultura Económica SA-México 1989).

La preparación mental del científico es esencial, y ella consiste en el largo proceso de aprendizaje de los diversos temas de interés, o bien del tema que ya ha elegido para especializarse. En su memoria se irán grabando los conocimientos adquiridos mediante el ejercicio reiterado de “prueba y error”, por cuanto cada nuevo tema que se nos presenta, nos exige establecer una especie de “hipótesis” que se pondrá a prueba luego, cuando se presente la oportunidad de rendir un examen, o bien hacer una autoevaluación.

Cada nuevo conocimiento podrá ser aprendido en función de la información que previamente hemos guardado en nuestra memoria. Finalmente, se nos podrá presentar la ocasión en la que advertiremos una especie de “laguna” en el caudal de conocimientos disponibles por parte de la comunidad científica, por lo que, nuevamente, propondremos una hipótesis; esta vez para salvar tal ausencia y, en caso de ser acertada, habremos realizado un descubrimiento científico. Tal proceso innovador no difiere, esencialmente, del proceso de aprendizaje previo.

El descubrimiento, o la innovación, surgen de la misma curiosidad que motivó el aprendizaje previo, si bien existen estímulos adicionales al vislumbrar la posibilidad de establecer algo nunca antes realizado. Erwin Schrödinger define la situación de la siguiente forma: “La cuestión…no es tanto ver lo que nadie ha visto todavía, sino pensar lo que aún nadie ha pensado acerca de lo que todo el mundo ve”.

Todos vemos el movimiento de la Luna y la caída de manzanas, pero sólo a Newton se le ocurrió que la fuerza con que la Tierra atrae a la Luna es la misma que la que atrae a las manzanas. Al confiar en la hipótesis propuesta, extrayendo todas las consecuencias posibles, pudo llegar a establecer la Ley de la Gravitación universal.

También en el caso del descubrimiento de la evolución por selección natural, aparece cierta asociación entre lo que ocurría en las sociedades humanas como en las especies animales y vegetales. Silvano Arieti escribió: “En 1838, Darwin leyó el libro escrito por Malthus 40 años antes (Essay on the Principle of Populations). Malthus había aventurado la idea de que las optimistas ideas de Rousseau acerca de la humanidad eran falsas, porque 1) la tendencia natural de la población es a aumentar con mayor rapidez que los medios de subsistencia; y 2) este rápido aumento resulta en una lucha por la existencia”.

“Darwin, abstrayéndose de todas las observaciones que había hecho en las islas Galápagos, tuvo la visión de que la competencia reproductiva entre miembros de la misma especie es similar a la competencia malthusiana descubierta en la sociedad humana. De este modo, principios formulados en relación con la sociedad humana fueron aplicados por Darwin a la vida orgánica general” (De “La creatividad”-Fondo de Cultura Económica SA-México 1993).

Mientras que cada uno de nosotros puede, en forma consciente, elegir los temas de estudio, aquello que irá quedando guardado en la memoria ha de escapar un tanto a nuestro control. Luego, cada vez que establecemos un razonamiento consciente, van aflorando los recuerdos que desde largo tiempo atrás llevamos en la memoria. Hasta que llega el momento en que surge, en forma más o menos espontánea, la idea nueva, o la innovación tan esperada. Arieti escribió: “Uno de los objetivos de los estudiosos de la creatividad científica ha sido recobrar las diversas fases del pensamiento que conducen al acto creador. Los relatos personales hechos por grandes hombres de ciencia son particularmente valiosos, pero sólo un bajísimo porcentaje de ellos nos ha dado esta información. Uno que sí lo hizo fue el fisiólogo Helmholtz (1896), quien reconoció tres etapas de su obra creadora: 1) una investigación inicial, llevada hasta que fue imposible llegar más lejos; 2) un periodo de descanso y recuperación, y 3) el surgimiento de una solución súbita e inesperada”.

Por su parte, el físico Paul Dirac escribió: “Quisiera mencionar el hecho de que generalmente alcancé mis mejores ideas, no cuando las perseguía activamente, sino cuando me encontraba en un estado de relajamiento. El profesor Bethe nos contó cómo se le ocurrían ideas sobre los trenes y que aun antes de terminar el día a menudo las tenía elaboradas. A mí no me pasaba eso. Solía dar largas caminatas solitarias los domingos, durante las cuales me ponía a pasar revista de la situación actual en un espíritu de ocio. Esas ocasiones frecuentemente resultaron fructíferas, aun cuando (o quizás a causa de ello) la finalidad principal del paseo era relajarme y no investigar” (De “La unificación de las fuerzas fundamentales” de Abdus Salam-Editorial Gedisa SA-Barcelona 1991).

Todo parece indicar que la creatividad científica presenta alguna similitud con el físico-culturismo, ya que, se dice, el músculo crece, no cuando trabaja, sino cuando descansa. De ahí que se recomienda realizar una jornada intensa, sin llegar a un estado de extenuación, para descansar al otro día.

En cuanto a la creatividad en matemáticas, Henri Poincaré dio indicios del proceso, que no difiere demasiado de los antes mencionados. Al respecto escribió: “¿Qué es, de hecho, la invención matemática? No consiste en hacer nuevas combinaciones con entes matemáticos ya existentes. Esto podría hacerlo cualquiera, pero las combinaciones que así se podrían formas serían infinitas y muchas de ellas carecerían de interés. Inventar consiste precisamente en no construir combinaciones inútiles y en construirlas útiles, que no son más que una ínfima minoría. Inventar es discriminar, es escoger”.

Poincaré sugiere, para el siguiente relato, no darle mayor importancia a los términos estrictamente matemáticos: “Desde hacía quince días, me esforzaba en demostrar que no podía existir ninguna función análoga a las que después he llamado funciones fuchsianas; entonces era bastante ignorante; todos los días me sentaba ante mi mesa de trabajo, donde pasaba una hora o dos ensayando gran número de combinaciones y no llegaba a ningún resultado. Una noche tomé café negro, contrariamente a mi costumbre, y no pude dormir: las ideas me surgían en tropel; las sentía como si se embistieran hasta que dos de ellas se juntaron, por decirlo así, para formar una combinación estable. Por la mañana había establecido la existencia de una clase de funciones fuchsianas, las que derivan de la serie hipergeométrica; no tuve más que redactar los resultados, lo que sólo me llevó algunas horas”.

Más adelante: “Por esa época dejé Caen, donde habitaba entonces, para tomar parte de una excursión geológica organizada por la escuela de minas. Las peripecias del viaje me hicieron olvidar mis trabajos matemáticos. Cuando llegamos a Coutances, subimos a un ómnibus para realizar no sé qué paseo. En el momento en que ponía el pie en el estribo, me vino la idea, sin que nada de mis pensamientos anteriores pareciera haberme preparado para ello, de que las transformaciones que había utilizado para definir las funciones fuchsianas eran idénticas a las de la geometría no euclideana….”

“…fui a pasar algunos días al borde del mar, donde me dedicaba a pensar en cosas muy distintas. Un día, cuando me paseaba por el acantilado, me vino la idea, siempre con los mismos caracteres de brevedad, de brusquedad y de certidumbre inmediata, de que las transformaciones aritméticas de las formas cuadráticas ternarias indefinidas eran iguales a las de la geometría no euclideana”.

Más adelante: “Después de esto partí hacia Mont-Valérien, donde tenía que hacer mi servicio militar; por tanto, tuve preocupaciones muy diferentes. Un día, al atravesar la calle, se me apareció de golpe la solución de la dificultad que me había detenido. No intenté profundizar en ella inmediatamente y sólo después de mi trabajo reanudé la cuestión. Poseía todos los elementos, no tenía más que juntarlos y ordenarlos. Así pues, redacté mi memoria definitiva de golpe y sin ninguna dificultad” (De “El mundo de las Matemáticas” (Tomo 5) de James R. Newman-Ediciones Grijalbo SA-Barcelona 1976).

¡A pensar y a pasear, entonces!