viernes, 26 de agosto de 2016

Salir del socialismo

La economía argentina tiende a parecerse bastante más a la economía imperante en la ex Unión Soviética que a la economía de mercado existente en algunos países desarrollados, si bien en éstos existe una tendencia hacia el Estado benefactor. Las dificultades que se les presentaron a los soviéticos para salir del socialismo resultan, en varios aspectos, similares a las que se les presentan a la Argentina para una salida del populismo.

Entre los aspectos semejantes debe considerarse la ineficacia soviética ante la presencia de una excesiva burocracia, similar a la ineficacia argentina con una excesiva cantidad de empleos estatales. Además de los funcionarios, jueces, docentes, administrativos, médicos, etc., que trabajan con seriedad en el Estado, se les agrega un excedente de 1.500.000 a 2.000.000 de empleados que tienen como tarea principal cumplir un horario. Para solventar ese enorme gasto, el Estado impone una pesada carga fiscal al sector productivo, que de esa forma se ve impedido a invertir y a generar puestos de trabajo útiles para la sociedad. Como los impuestos no alcanzan, el Estado debe realizar una excesiva impresión de billetes, lo que favorece el proceso inflacionario, o bien pedir préstamos al exterior para financiar el déficit.

La mayor parte de la población comparte la visión socialista sosteniendo que las empresas, y el Estado, deben cumplir con una “misión social” en forma independiente de su eficacia económica. De ahí que encuentra legitima la decisión del Estado de otorgar “puestos de trabajo” a quienes no lo tienen. Sin embargo, no se tiene en cuenta que por ese camino seguiremos estancados, o bien retrocederemos cada vez más, ya que la pobreza seguirá en aumento y el crecimiento será nulo. Las aparentes buenas intenciones de quienes apoyan tal decisión se delatan en la indiferencia mostrada ante los puestos de trabajos que se pierden en el sector privado, o ante los puestos que nunca se crearán.

Guy Sorman describe una situación que observó en la URSS, y que seguramente se replica a lo largo y a lo ancho de toda la Argentina: “Leningrado no es una ciudad de verdad, es una escenografía de teatro. Detrás de las fachadas clásicas en tonos de ocre, rosa o verde oscuro, que dan al Neva…, no hay nada. Las puertas no abren al vacío, sino a la ilusión. En el momento en que el visitante cree entrar en viviendas principescas no descubre sino conventillos insalubres y superpoblados y, sobre todo, oficinas y más oficinas. Las oficinas colonizaron los antiguos palacios; allí no funciona nada: ni los teléfonos ni las máquinas de escribir. Cosa que por otra parte no tiene demasiada importancia, ya que los funcionarios que pueblan dichas oficinas no tienen nada esencial que hacer” (De “Salir del socialismo”-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1991).

En la Argentina podría intentarse utilizar la mano de obra estatal ociosa en tareas útiles, por ejemplo en la construcción de viviendas, ya que el déficit en tal sentido es enorme. Algunos autores proponen que se vuelvan a sus casas y que el Estado les siga pagando el sueldo ya que, aun así, se ahorraría bastante dinero. El exceso de empleos superfluos o ineficientes es la principal causa del estancamiento y declive de cualquier economía.

Ante la imposibilidad de progreso económico del ciudadano soviético, ya que estaba prohibido el trabajo fuera del Estado, debía recurrir a actividades laborales clandestinas, o mercado negro. Incluso estaba prohibido tener empleados en relación de dependencia, por lo que las cooperativas permitidas durante la Perestroika, estaban limitadas al tamaño familiar. En la Argentina, la carga fiscal excesiva impide que toda nueva empresa pueda sobrevivir, por lo que sólo le queda al emprendedor la posibilidad de la economía paralela. Guy Sorman escribió: “Tras las apariencias del trabajo socialista y del comercio legal, el mercado negro y el trabajo clandestino preservan a la economía de la bancarrota. Las tiendas están vacías, pero la mesa está llena: la casi totalidad de los soviéticos recurren al mercado paralelo, esa «economía de la sombra» sin la cual el pueblo habría muerto de hambre hace tiempo”.

El desinterés por el trabajo personal es un reflejo del desinterés por el resto de la sociedad, ya que las economías ineficientes se caracterizan por la búsqueda de ventajas personales sin apenas interesarles el resto de la sociedad. Sorman agrega: “Ingeniero desde hace treinta años en una fábrica de televisores de Moscú, su trabajo consiste en controlar la cantidad del producto final, pero que trata de desempeñar diligentemente. Lo que le ha hecho ganar el odio de sus jefes, para quienes lo importante es alcanzar el cupo de producción que fija el Plan. Les importa poco que los televisores exploten, algo corriente en la URSS. Durante años, Gussev llevó adelante una lucha desesperanzada contra la dirección de la fábrica y contra sus compañeros de trabajo, enojados por el exceso de celo del ingeniero que les hacía perder los sobresueldos de producción. Al mismo tiempo, Gussev escribía regularmente a los diarios –una manía soviética- para denunciar la incuria de su empresa; lo que le valía ser convocado por la KGB y por los psiquiatras sucesivamente”.

Existe otro paralelo importante entre la Argentina y la URSS, ya que el peronismo, en algunos periodos, hizo el rol tanto de gobierno como de oposición, siendo una “anormalidad” que un antiperonista vaya a ser elegido en una votación nacional. En la URSS este papel lo cumplía el Partido Comunista: “Si el Partido Comunista resulta un lugar de discusión en el que están representadas todas las corrientes, el multipartidismo, entonces, carece de objeto. El Partido Comunista está, en suma, en el gobierno y en la oposición, lo que hace que sea inútil hasta imposible la creación de una oposición al Partido mismo. Legalmente, es posible crear partidos de oposición al PC –me había explicado Ligachev-, «pero si trabajamos bien, si el PC es suficientemente democrático en su base y centralizado en la cúpula, la creación de dichos partidos de oposición no será necesaria». Habrá opositores –agregó- pero no oposición. Por lo tanto, no hay alternativa. Esta es la situación política de la URSS en 1990: un multipartidismo teórico dominado por un solo partido al cual, por el momento, no se opone ninguna formación alternativa”.

En la Argentina, las alterativas al peronismo no se diferencian demasiado en cuanto a mantener en vigencia el Estado sobredimensionado e ineficiente. Quienes intenten desarmarlo y hacerlo eficiente, no serán apoyados electoralmente, ya que las intenciones de vivir a costa del trabajo ajeno, a través del Estado, forma parte de las “tradiciones argentinas” y son consideradas “valiosas conquistas sociales”.

Al igual que en la URSS, en la Argentina se ha acostumbrado al pueblo a disponer de gas y energía eléctrica gratis (o casi gratis). Aún con el reciente ajuste en el precio del gas (2016), en Mendoza, un consumo normal mensual de gas (por persona), costó algo más que una Coca Cola de 2,25 litros. De todas maneras, el actual gobierno de Cambiemos (o Continuemos para otros) incurrió en un grave error al no tener en cuenta las reacciones y los efectos posteriores a la suba.

Cuando el Estado maneja todos los resortes de la economía, establece accesibles posibilidades para la corrupción. Al cuantioso déficit ocasionado por el mantenimiento de la clase ociosa estatal se le debe agregar el déficit producido por la clase gobernante, que llegó incluso a constituir una “asociación ilícita” durante el kirchnerismo. El citado autor escribe sobre la URSS: “El bloqueo de Lituania en 1990 nos ofrece una ilustración fantástica de esta sociedad del «mando desobedecido». El gobierno central interrumpió la venta de nafta a los lituanos; luego de lo cual la mafia de Moscú se alzó con toda la nafta disponible en la capital y la revendió a los lituanos en el mercado negro; resultado: ¡los que no podían circular eran los automovilistas moscovitas!”.

El ocultamiento de información desde el Gobierno ha sido una táctica utilizada tanto por populistas como por totalitarios, como lo hizo el kirchnerismo durante su gobierno. “El economista Nikolai Chmelev mostró que con Stalin las cifras eran a menudo multiplicadas por diez; se falseaba incluso el censo de la población. En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno anunció una población que superaba a la real en treinta millones, para disimular las consecuencias desastrosas del hambre y el exterminio de campesinos. Por precaución, Stalin hizo asesinar a los expertos en estadística que conocían las cifras exactas”.

El último intento de salvar al socialismo fue el proceso denominado “perestroika”. Sin embargo, no tuvo ningún efecto por cuanto, luego de haber despotricado todo el tiempo contra la competencia y la propiedad privada, no era posible aceptarlas por cuestiones ideológicas, por lo que el socialismo finalmente sucumbió.

Al no haber competencia entre productores (cooperativas), constituían monopolios. Estos monopolios estatales soviéticos, cuyos empleados tenían algunos incentivos, en muchos casos no se preocupaban por mejorar la calidad de sus productos. Incluso trataban de no aumentar la producción para que los bienes fabricados aumentasen su valor. “Los «perestroikistas», muy amantes del modelo sueco, parecen ignorar que en Suecia todas las empresas son privadas y capitalistas y que compiten entre sí y con el resto del mundo. Ahora bien, en el discurso «perestroikista», nunca se menciona el principio de competencia; podemos, pues, decir que se lo excluye”.

“Nos acercamos aquí a lo que considero el error fundamental de la perestroika: la autonomía de gestión sin la competencia es un callejón sin salida. Peor aún, perpetúa la escasez porque a los dirigentes de las empresas estatales les conviene. La escasez general es la que garantiza a los productores que, pase lo que pase, venderán la totalidad de su producción. Con un mínimo de seriedad que tenga la gestión, el koljoz conservará, en nombre de la autonomía instaurada, beneficios acomodados. Pero a los dirigentes no les conviene invertir esos beneficios en el desarrollo o la modernización. Para ellos es mejor mantener la producción en un nivel inferior a la demanda, con precios elevados. Es así como, gracias a la pobreza de la nación, los productores, los dirigentes y sus asalariados aprovecharán al máximo las consecuencias de la perestroika. Esos nuevos beneficios serán distribuidos al personal en forma de ventajas en especie, ya que los sueldos no permiten comprar nada en los comercios soviéticos, siempre vacíos”.

Otro de los cambios fue el arrendamiento de tierras estatales, con maquinaria incluida, y de industrias instaladas, para una autogestión. Sin embargo, pocos accedieron a esa posibilidad por cuanto se trataba de tierras o fábricas que nunca les iban a pertenecer. “La visita a los talleres confirma que la transformación de la fábrica estatal en cooperativa ya agotó sus efectos. El personal está presente pero no trabaja; las máquinas están paradas por falta de materia prima. La fábrica estatal no entregó el alambre de cobre necesario para la fabricación de los motores; no había integrado a su plan el hecho de que la cooperativa trabajaría más rápido y exigiría más alambre. No hay otro proveedor en Rusia”.

La traumática salida del socialismo se debió a que no se tuvo en cuenta la inercia mental que existe en toda población. También la salida del populismo requiere de cierta gradualidad para no caer en el mismo error.

2 comentarios:

Tony dijo...

Muy bueno su artículo Pompilio. Totalmente de acuerdo. Estimo que actualmente en nuestro país, aproximadamente un 80% o algo más se identifica de alma con el populismo o con el pogresismo o con el socialismo más o menos light cuando no con posiciones de la izquierda extrema. Por tanto es teóricamente imposible encarar con cierto apoyo, reformas que produzcan eficientización del Estado y su repliegue a lo estrictamente indelegable. Mucho menos aceptar las ideas liberales en la economía y su aplicación para marchar en el sentido de los países que han progresado. En Argentina, existe en esa determinante porción del electorado una perversa mezcla de necesidad de tutelaje del Estado benefactor por la personal inseguridad en los propios méritos, con una marcada inclinación por el menor esfuerzo y el convencimiento ideológico que nuestros males provienen del exterior, en especial del Imperio.
El Gobierno del presidente Macri tiene escasas posibilidades de revertir la situación, y me parece que terminará entregando gran parte de su poder a los lobos. Solamente el gran robo del kirchnerato amortigua en mi opinión un mayor rechazo de los que lo votaron.
No hay motivos a la vista para ser optimistas.

Bdsp dijo...

Esa es la triste realidad del país......