martes, 30 de agosto de 2016

Avances y retrocesos culturales

El proceso de adaptación cultural al orden natural requiere de innovaciones culturales para, posteriormente, ser sometidas a una selección. De ahí que deba recurrirse a un criterio similar al utilizado por la ciencia experimental para que permita decidir cuál es la mejor propuesta. Tal proceso puede esquematizarse de la siguiente manera:

Adaptación cultural = Innovaciones + Selección

Los pueblos que realizan la mayor cantidad de innovaciones son criticados generalmente por “tratar de imponer” sobre los demás pueblos su propia cultura. De ahí que los innovadores deberían limitarse a ofrecer sus innovaciones sin intentar imponerlas por la fuerza, ya que ello genera conflictos, aun cuando los pueblos “sometidos” puedan beneficiarse con tales innovaciones.

Los pueblos que generan pocas innovaciones en materia de ciencia, arte, filosofía, religión, política, economía, etc., por lo general tienden a rechazar las propuestas foráneas, ya que aceptarlas implicaría renunciar a sus propias culturas. Tal es la mentalidad asociada a los diversos nacionalismos. Olvidan que la adaptación cultural es un proceso que involucra a toda la humanidad.

Hay pueblos que establecen innovaciones perjudiciales para cualquier sociedad que las ponga en práctica. Al predominar en ellos el egoísmo colectivo (nacionalismo), intentan imponerlas a otros pueblos por la fuerza. De ahí que, si los pueblos renunciaran a imponer innovaciones culturales de esa forma, sino que sólo se limitaran a ofrecerlas, se habrá hecho un gran adelanto para establecer una convivencia pacífica. De ahí que el esquema anterior puede quedar así:

Adaptación cultural = Innovaciones + Selección + Ofrecimientos sin presión

La globalización es un proceso que favorece la difusión de innovaciones de todo tipo. Sin embargo, quienes veían con agrado la uniformidad que Mao-Tse-Tung imponía al pueblo chino, en la actualidad critican una supuesta uniformidad producida por la globalización económica. No es lo mismo imponer un uniformismo por la fuerza que verlo surgir debido a las ventajas que presentan algunas innovaciones de masiva aceptación.

Uno de los escollos que se deben salvar para mejorar el nivel de adaptación cultural, es la tendencia asociada a los diversos relativismos, ya que se supone que todas las culturas son igualmente valiosas y que no existe ningún criterio válido para considerar alguna mejor que otras. De ahí que, si esta postura tiende a generalizarse, se anularía el proceso de adaptación mencionado, por cuanto no existirían innovaciones mejores que otras, por lo que tampoco habría necesidad de incorporar aportes realizados por otros pueblos.

Recordemos que la grandeza del Imperio Romano se debió principalmente a la incorporación de innovaciones culturales realizadas por los pueblos conquistados, aceptando la superioridad parcial de esos pueblos. También la ciencia experimental avanza a pasos agigantados debido a la existencia de un proceso generador de innovaciones que va acompañado por una eficaz selección (experimentación) que ha permitido la realización de un gran edificio intelectual establecido con la colaboración de individuos de distintos orígenes. Ralph Emerson escribió: “Todas las personas que conozco son superiores a mí en algún sentido, y en ese sentido puedo aprender de todas”.

La aceptación del relativismo moral, cognitivo y cultural, es uno de los atributos de la posmodernidad; o mejor, de los filósofos que sostienen tal creencia. Se oponen tanto a la ciencia experimental como a todo lo que implique la modernidad. Ricardo Maliandi escribió: “Con la agonía del milenio muchos intelectuales se sienten autorizados –y hasta obligados- a decretar la agonía de todo lo que el milenio elaboró, y, especialmente, de lo que antes se tuvo por eterno. La «muerte de Dios» se produjo ya a fines del siglo XIX, aunque Dios sigue hoy, paradójicamente, jugando a los dados. Ahora se anuncian una serie de nuevas agonías: la de la razón, la de lo universal, la de la ética, la del progreso, la de la historia, la del consenso…, y, claro, sobre todo, la de la «modernidad»”.

“Si antes «moderno» fue sinónimo de «nuevo», hoy lo es más bien de «viejo». A este tiempo de enranciamiento de lo moderno se lo llama «posmodernidad». Pero a lo moderno le acontece no sólo haberse vuelto rancio, sino también el haberse convertido en una especie de tabú. Quienes, de manera explícita o con ciertas reticencias (para evitar, precisamente, incurrir en lo que está de moda), defienden lo «posmoderno», se cuidan mucho de toda vergonzosa «recaída» en modos «modernos» de pensar” (De “Dejar la Posmodernidad”-Editorial Almagesto-Buenos Aires 1993).

La sugerencia a dejar de lado la modernidad para aceptar la posmodernidad, implica nada más ni nada menos que sugerir a la humanidad que renuncie a proseguir el proceso de adaptación cultural al orden natural y a su supervivencia, como así también a que todo individuo renuncie al sentido de la vida que el orden natural le ofrece al permitirle ser partícipe de tal proceso.

Los atributos de la modernidad, según Mario Bunge, son los siguientes: 1- Confianza en la razón; 2- Rechazo del mito; 3- Investigación libre y secularismo; 4- Naturalismo (opuesto al sobrenaturalismo); 5- Cientificismo; 6- Utilitarismo; 7- Respeto por la praxis; 8- Modernismo y progresismo; 9- Individualismo y 10- Universalismo o cosmopolitismo.

En cuanto a la oposición posmoderna, Bunge escribió: “La tercera ola romántica, que llamaré neorromanticismo, se solapa parcialmente con la segunda. Comenzó con la fenomenología de Husserl, le siguió el existencialismo de Heidegger y culminó con el «posmodernismo» y el movimiento anticientífico y antitecnológico contemporáneo. Algunos de los nombres más conocidos de este movimiento son los de Edmund Husserl y Martin Heidegger, Oswald Spengler y Jacques Ellul, Georg Lukács y Louis Althusser, Albert Camus y Jean Paul Sartre, Karl Jaspers y Hans-Georg Gadamer, Michel Foucault y Jacques Derrida, Paul Feyerabend y Richard Rorty, Cliffor Geertz y Harold Garfinkel, Barry Barnes y Bruno Latour”.

“Aunque bastante diferentes entre sí, estos autores comparten todos o casi todos los cinco rasgos siguientes, típicamente románticos. Estos son:

1- Desconfianza en la razón y, en particular, en la lógica y en la ciencia.
2- Subjetivismo, o la doctrina de que el mundo es nuestra representación.
3- Relativismo, o la negación de la existencia de verdades universales.
4- Obsesión por el símbolo, el mito, la metáfora y la retórica.
5- Pesimismo, o la negativa de la posibilidad del progreso, sobre todo en materia de conocimiento científico” (De “La relación entre la sociología y la filosofía”-Edaf y Albatros SA-Buenos Aires 2000).

Si se desea sintetizar, en pocas palabras, cuál es la principal oposición al avance cultural, puede considerarse a los relativismos (moral, cognitivo y cultural) y a los totalitarismos (fascismo, nazismo y marxismo-leninismo). En cierta forma puede decirse que los relativismos son la “teoría” que abre las puertas de par en par a los totalitarismos, que constituyen la “práctica” opositora al progreso de la humanidad. Juan José Sebreli escribió: “El «espíritu del tiempo» intelectual de las últimas décadas se define por el abandono de la sociedad occidental de todo lo que significaron sus rasgos distintivos: el racionalismo, la creencia en la ciencia y la técnica, la idea de progreso y modernidad. A la concepción objetiva de los valores se opuso el relativismo; al universalismo, los particularismos culturales. Los términos esenciales del humanismo clásico –sujeto, hombre, humanidad, persona, conciencia, libertad-, se consideraron obsoletos”.

“La historia perdió el lugar de privilegio que tuvo en épocas anteriores, y fue sustituida, como ciencia piloto, por la antropología y la lingüística, y sobre todo por una antropología basada en la lingüística. Al mismo tiempo surgieron ciencias nuevas, la semiótica, la semiología, o seudociencias como la «gramatología», las cuales no se ocupan de ningún contenido, y se reducen tan sólo al «discurso» que es, según parece, de lo único que se puede hablar”.

“Al mismo tiempo que se iba disolviendo el mito del stalinismo surgían otros mitos políticos sustitutivos como el tercermundismo, el maoísmo y el guevarismo. Por ese lado el terreno estaba también preparado para el recibimiento triunfal de la antropología estructuralista con su exaltación al «pensamiento salvaje», su idealización de los pueblos primitivos, su rechazo a la universalidad, la unidad y continuidad de la historia. El relativismo cultural, la primacía de lo particular sobre lo universal, daban razones filosóficas a los nacionalismos, los fundamentalismos, los populismos, los primitivismos, las distintas formas de antioccidentalismo, el orientalismo, la negritud, el indianismo. Hay pues una sutil, secreta coherencia en esa mezcla rara de filosofías académicas sumamente esotéricas e iniciáticas con movimientos revolucionarios que pretendían expresar a masas analfabetas y primitivas, aunque, en realidad, sus portavoces eran los profesores y alumnos de aquellas mismas universidades de elite” (De “El asedio a la modernidad”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1992).

La ciencia experimental describe las leyes naturales que rigen a todo lo existente; leyes que coinciden con las leyes de Dios, en el ámbito de la religión. De ahí que lo objetivo, lo vinculado al mundo real, puede asociarse a Dios, como es el caso de la visión de Baruch de Spinoza. Por el contrario, la búsqueda de lo subjetivo, implica un pensamiento alejado de la ley natural, de lo universal y de lo invariante. De ahí que lo posmoderno pueda asociarse a cierto ateísmo.

La lectura de todo libro nos exige cierta “inversión” de tiempo con la esperanza de recibir una compensación materializada en el hecho de incrementar nuestros conocimientos. Los libros científicos, aun cuando sean especializados, nos aseguran que nuestra “inversión” de tiempo será recompensada con un incremento de conocimientos sobre un tema en especial. Por ello, el aficionado a la ciencia encuentra poco fructífera la “inversión” de tiempo que no nos permite conocer un poco mejor el mundo real, sino que sólo favorece el conocimiento de lo que pensaba tal o cual filósofo posmoderno. De ahí que, por ese camino, se puede seguir leyendo tales libros durante toda una vida mientras que sólo se logrará como recompensa conocer ideas y pensamientos que poco o nada permiten acercarse a lo fundamental, que es la obra de Dios, o la esencia del orden natural.

viernes, 26 de agosto de 2016

Salir del socialismo

La economía argentina tiende a parecerse bastante más a la economía imperante en la ex Unión Soviética que a la economía de mercado existente en algunos países desarrollados, si bien en éstos existe una tendencia hacia el Estado benefactor. Las dificultades que se les presentaron a los soviéticos para salir del socialismo resultan, en varios aspectos, similares a las que se les presentan a la Argentina para una salida del populismo.

Entre los aspectos semejantes debe considerarse la ineficacia soviética ante la presencia de una excesiva burocracia, similar a la ineficacia argentina con una excesiva cantidad de empleos estatales. Además de los funcionarios, jueces, docentes, administrativos, médicos, etc., que trabajan con seriedad en el Estado, se les agrega un excedente de 1.500.000 a 2.000.000 de empleados que tienen como tarea principal cumplir un horario. Para solventar ese enorme gasto, el Estado impone una pesada carga fiscal al sector productivo, que de esa forma se ve impedido a invertir y a generar puestos de trabajo útiles para la sociedad. Como los impuestos no alcanzan, el Estado debe realizar una excesiva impresión de billetes, lo que favorece el proceso inflacionario, o bien pedir préstamos al exterior para financiar el déficit.

La mayor parte de la población comparte la visión socialista sosteniendo que las empresas, y el Estado, deben cumplir con una “misión social” en forma independiente de su eficacia económica. De ahí que encuentra legitima la decisión del Estado de otorgar “puestos de trabajo” a quienes no lo tienen. Sin embargo, no se tiene en cuenta que por ese camino seguiremos estancados, o bien retrocederemos cada vez más, ya que la pobreza seguirá en aumento y el crecimiento será nulo. Las aparentes buenas intenciones de quienes apoyan tal decisión se delatan en la indiferencia mostrada ante los puestos de trabajos que se pierden en el sector privado, o ante los puestos que nunca se crearán.

Guy Sorman describe una situación que observó en la URSS, y que seguramente se replica a lo largo y a lo ancho de toda la Argentina: “Leningrado no es una ciudad de verdad, es una escenografía de teatro. Detrás de las fachadas clásicas en tonos de ocre, rosa o verde oscuro, que dan al Neva…, no hay nada. Las puertas no abren al vacío, sino a la ilusión. En el momento en que el visitante cree entrar en viviendas principescas no descubre sino conventillos insalubres y superpoblados y, sobre todo, oficinas y más oficinas. Las oficinas colonizaron los antiguos palacios; allí no funciona nada: ni los teléfonos ni las máquinas de escribir. Cosa que por otra parte no tiene demasiada importancia, ya que los funcionarios que pueblan dichas oficinas no tienen nada esencial que hacer” (De “Salir del socialismo”-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1991).

En la Argentina podría intentarse utilizar la mano de obra estatal ociosa en tareas útiles, por ejemplo en la construcción de viviendas, ya que el déficit en tal sentido es enorme. Algunos autores proponen que se vuelvan a sus casas y que el Estado les siga pagando el sueldo ya que, aun así, se ahorraría bastante dinero. El exceso de empleos superfluos o ineficientes es la principal causa del estancamiento y declive de cualquier economía.

Ante la imposibilidad de progreso económico del ciudadano soviético, ya que estaba prohibido el trabajo fuera del Estado, debía recurrir a actividades laborales clandestinas, o mercado negro. Incluso estaba prohibido tener empleados en relación de dependencia, por lo que las cooperativas permitidas durante la Perestroika, estaban limitadas al tamaño familiar. En la Argentina, la carga fiscal excesiva impide que toda nueva empresa pueda sobrevivir, por lo que sólo le queda al emprendedor la posibilidad de la economía paralela. Guy Sorman escribió: “Tras las apariencias del trabajo socialista y del comercio legal, el mercado negro y el trabajo clandestino preservan a la economía de la bancarrota. Las tiendas están vacías, pero la mesa está llena: la casi totalidad de los soviéticos recurren al mercado paralelo, esa «economía de la sombra» sin la cual el pueblo habría muerto de hambre hace tiempo”.

El desinterés por el trabajo personal es un reflejo del desinterés por el resto de la sociedad, ya que las economías ineficientes se caracterizan por la búsqueda de ventajas personales sin apenas interesarles el resto de la sociedad. Sorman agrega: “Ingeniero desde hace treinta años en una fábrica de televisores de Moscú, su trabajo consiste en controlar la cantidad del producto final, pero que trata de desempeñar diligentemente. Lo que le ha hecho ganar el odio de sus jefes, para quienes lo importante es alcanzar el cupo de producción que fija el Plan. Les importa poco que los televisores exploten, algo corriente en la URSS. Durante años, Gussev llevó adelante una lucha desesperanzada contra la dirección de la fábrica y contra sus compañeros de trabajo, enojados por el exceso de celo del ingeniero que les hacía perder los sobresueldos de producción. Al mismo tiempo, Gussev escribía regularmente a los diarios –una manía soviética- para denunciar la incuria de su empresa; lo que le valía ser convocado por la KGB y por los psiquiatras sucesivamente”.

Existe otro paralelo importante entre la Argentina y la URSS, ya que el peronismo, en algunos periodos, hizo el rol tanto de gobierno como de oposición, siendo una “anormalidad” que un antiperonista vaya a ser elegido en una votación nacional. En la URSS este papel lo cumplía el Partido Comunista: “Si el Partido Comunista resulta un lugar de discusión en el que están representadas todas las corrientes, el multipartidismo, entonces, carece de objeto. El Partido Comunista está, en suma, en el gobierno y en la oposición, lo que hace que sea inútil hasta imposible la creación de una oposición al Partido mismo. Legalmente, es posible crear partidos de oposición al PC –me había explicado Ligachev-, «pero si trabajamos bien, si el PC es suficientemente democrático en su base y centralizado en la cúpula, la creación de dichos partidos de oposición no será necesaria». Habrá opositores –agregó- pero no oposición. Por lo tanto, no hay alternativa. Esta es la situación política de la URSS en 1990: un multipartidismo teórico dominado por un solo partido al cual, por el momento, no se opone ninguna formación alternativa”.

En la Argentina, las alterativas al peronismo no se diferencian demasiado en cuanto a mantener en vigencia el Estado sobredimensionado e ineficiente. Quienes intenten desarmarlo y hacerlo eficiente, no serán apoyados electoralmente, ya que las intenciones de vivir a costa del trabajo ajeno, a través del Estado, forma parte de las “tradiciones argentinas” y son consideradas “valiosas conquistas sociales”.

Al igual que en la URSS, en la Argentina se ha acostumbrado al pueblo a disponer de gas y energía eléctrica gratis (o casi gratis). Aún con el reciente ajuste en el precio del gas (2016), en Mendoza, un consumo normal mensual de gas (por persona), costó algo más que una Coca Cola de 2,25 litros. De todas maneras, el actual gobierno de Cambiemos (o Continuemos para otros) incurrió en un grave error al no tener en cuenta las reacciones y los efectos posteriores a la suba.

Cuando el Estado maneja todos los resortes de la economía, establece accesibles posibilidades para la corrupción. Al cuantioso déficit ocasionado por el mantenimiento de la clase ociosa estatal se le debe agregar el déficit producido por la clase gobernante, que llegó incluso a constituir una “asociación ilícita” durante el kirchnerismo. El citado autor escribe sobre la URSS: “El bloqueo de Lituania en 1990 nos ofrece una ilustración fantástica de esta sociedad del «mando desobedecido». El gobierno central interrumpió la venta de nafta a los lituanos; luego de lo cual la mafia de Moscú se alzó con toda la nafta disponible en la capital y la revendió a los lituanos en el mercado negro; resultado: ¡los que no podían circular eran los automovilistas moscovitas!”.

El ocultamiento de información desde el Gobierno ha sido una táctica utilizada tanto por populistas como por totalitarios, como lo hizo el kirchnerismo durante su gobierno. “El economista Nikolai Chmelev mostró que con Stalin las cifras eran a menudo multiplicadas por diez; se falseaba incluso el censo de la población. En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno anunció una población que superaba a la real en treinta millones, para disimular las consecuencias desastrosas del hambre y el exterminio de campesinos. Por precaución, Stalin hizo asesinar a los expertos en estadística que conocían las cifras exactas”.

El último intento de salvar al socialismo fue el proceso denominado “perestroika”. Sin embargo, no tuvo ningún efecto por cuanto, luego de haber despotricado todo el tiempo contra la competencia y la propiedad privada, no era posible aceptarlas por cuestiones ideológicas, por lo que el socialismo finalmente sucumbió.

Al no haber competencia entre productores (cooperativas), constituían monopolios. Estos monopolios estatales soviéticos, cuyos empleados tenían algunos incentivos, en muchos casos no se preocupaban por mejorar la calidad de sus productos. Incluso trataban de no aumentar la producción para que los bienes fabricados aumentasen su valor. “Los «perestroikistas», muy amantes del modelo sueco, parecen ignorar que en Suecia todas las empresas son privadas y capitalistas y que compiten entre sí y con el resto del mundo. Ahora bien, en el discurso «perestroikista», nunca se menciona el principio de competencia; podemos, pues, decir que se lo excluye”.

“Nos acercamos aquí a lo que considero el error fundamental de la perestroika: la autonomía de gestión sin la competencia es un callejón sin salida. Peor aún, perpetúa la escasez porque a los dirigentes de las empresas estatales les conviene. La escasez general es la que garantiza a los productores que, pase lo que pase, venderán la totalidad de su producción. Con un mínimo de seriedad que tenga la gestión, el koljoz conservará, en nombre de la autonomía instaurada, beneficios acomodados. Pero a los dirigentes no les conviene invertir esos beneficios en el desarrollo o la modernización. Para ellos es mejor mantener la producción en un nivel inferior a la demanda, con precios elevados. Es así como, gracias a la pobreza de la nación, los productores, los dirigentes y sus asalariados aprovecharán al máximo las consecuencias de la perestroika. Esos nuevos beneficios serán distribuidos al personal en forma de ventajas en especie, ya que los sueldos no permiten comprar nada en los comercios soviéticos, siempre vacíos”.

Otro de los cambios fue el arrendamiento de tierras estatales, con maquinaria incluida, y de industrias instaladas, para una autogestión. Sin embargo, pocos accedieron a esa posibilidad por cuanto se trataba de tierras o fábricas que nunca les iban a pertenecer. “La visita a los talleres confirma que la transformación de la fábrica estatal en cooperativa ya agotó sus efectos. El personal está presente pero no trabaja; las máquinas están paradas por falta de materia prima. La fábrica estatal no entregó el alambre de cobre necesario para la fabricación de los motores; no había integrado a su plan el hecho de que la cooperativa trabajaría más rápido y exigiría más alambre. No hay otro proveedor en Rusia”.

La traumática salida del socialismo se debió a que no se tuvo en cuenta la inercia mental que existe en toda población. También la salida del populismo requiere de cierta gradualidad para no caer en el mismo error.

jueves, 25 de agosto de 2016

Los nuevos sofistas

En épocas en que, desde el punto de vista ético, predomina el “todo vale”, como consecuencia de un predominante relativismo moral y cognitivo, vuelve a tener vigencia el antiguo enfrentamiento entre Sócrates y los sofistas de la antigua Grecia. Puede decirse que el relativismo vigente desconoce toda referencia a las leyes naturales, para experimentar con el hombre una especie de “utopía individual”, que lleva implícito el mismo objetivo de las utopías sociales; construir el “hombre nuevo” bajo criterios enteramente subjetivos.

Octavi Fullat escribió respecto de Sócrates: “La ruptura de la «educación única» en provecho de una «educación pluralista» que reconozca la variedad de concepciones antropológicas y hasta ontológicas no está exenta de riesgos. No es el menor de ellos el que cada grupo social divinice su opción metafísica y axiológica calificando de verdad absoluta lo que tendría que ser exclusivamente elección temblorosa de un modelo humano al que configurar a los educandos”.

“Dando saltos excesivos se pasa con frecuencia de la verdad única, para toda la ciudadanía, a que cada cual posea la verdad –aunque a todas luces sólo sea la suya- por el mero hecho de ponerle sinceridad y emoción al asunto defendido. De esta guisa se confiere mágicamente objetividad a lo que tan sólo es subjetivismo de elevada temperatura psíquica”.

“Cuando esto sucede se produce, se fabrican ideologías fervorosas que dan apariencia de objetividad a lo que no pasa de ser ocurrencia personal. Cuando sucede tal cosa ya no vale decir algo, sino el escueto decir; dejan de interesar los contenidos del habla prestando exclusivamente atención el hecho de que se habla. Una sola condición –formal, por cierto- se pone en tal circunstancia: que el hablante se comprometa en lo que dice de tal forma que esté dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias prácticas de su discurso”.

“Este problema, o superficialidad, se hizo ya presente de alguna forma en la Grecia clásica. Los «sophoi» presocráticos –sophós significó diestro, hábil, competente, entendido en algo; más tarde ya designó sabio- se autocalificaron de sabios, eran los poseedores de la sabiduría. Eran sabios porque se decían sabios, porque lo aparentaban, porque querían mostrarse como sabios. Lo sabían todo; afirmaban saberlo todo. Los «sophoí» [sofistas] eran omniscientes por autodecreto, porque arrollaban a los conciudadanos con su palabrería. No alcanzando la Verdad, denominaron verdad la simple apariencia de la misma. Fueron diestros en la dialéctica y en retórica o habilidad de argumentar y convencer. Podían probar primero lo que negaban a continuación; verdad y falsedad se metamorfoseaban fácilmente en sus hábiles discursos”.

“El círculo socrático hizo frente a esta desfachatez antilógica. Sócrates renunció a llamarse sabio (sophos), adoptando el humilde vocablo de filósofo. Philos significó propio, perteneciente a, y, por tanto, amigo. El «filósofo» era un amigo o pretendiente a la sabiduría. Estaba tan ligado a la doxa –a las opiniones frente al saber seguro- como el resto de los ciudadanos; su originalidad residía en hacerse cargo de la fragilidad de su saber esquivando el engreimiento, cosa que los demás ciudadanos no hacían”.

“Todos los hombres son ignorantes, clamaba Sócrates; el filósofo, con ser también ignorante, es el más sabio porque sabe que es ignorante. De esta guisa, mientras los demás andaban poseídos por dos ignorancias, al filósofo sólo le quedaba una. El «conócete a ti mismo» -gnoti seoton- de Sócrates servía para librarse de una de las dos ignorancias, aquella que no discierne entre «lo que es» y «lo que quiero yo que sea». Lo que conozco no coincide con lo que quiero conocer, dejó sentado el círculo humano que se formó en torno a Sócrates. Tan elemental saber no lo alcanzaron los sofistas o «sophoí». La ignorancia filosófica reside en no saber la realidad de algo; la doble ignorancia sofística consiste además en no saber que no se sabe dicha realidad de algo” (De “Filosofías de la Educación”-Ediciones Ceac SA-Barcelona 1983).

El cristianismo adopta una actitud similar a la de Sócrates cuando afirma que “somos todos pecadores”. El nuevo sofista, por el contrario, cree no ser pecador. Es pecador y no lo sabe, incurriendo en un doble error. Los nuevos sofistas creen ser los poseedores únicos de la verdad y creen poseer una superioridad ética sobre el resto de los mortales; son los marxistas-leninistas.

Aun cuando el socialismo fracasó en todas partes, siguen en la lucha cotidiana ya que el objetivo inmediato no es establecer el socialismo como destruir al capitalismo. Así, mientras el estudiante puede considerar su etapa universitaria como un objetivo en sí mismo, sin vislumbrar su futuro como profesional, el marxista-leninista apunta a la destrucción de la sociedad en que vive, y no tanto a la etapa posterior de la instauración del socialismo.

Esto puede comprobarse en el caso de Venezuela. El hecho de que antes del chavismo hubiese una cantidad formidable de pobres (supongamos un 20 o 30%), y que ahora exista un porcentaje mucho mayor (supongamos un 80 o 90%), se considera todo un éxito ya que se ha avanzado en la “igualdad social”, y tanto las incomodidades como el sufrimiento ante la carencia de medios económicos suficientes es compartida por una mayor cantidad de gente, especialmente por la “burguesía”.

Así como la televisación directa de la guerra de Vietnam promovió campañas a favor de la paz, es de esperar que, al disponer de mayor información de lo que pasa en un país socialista, como Venezuela, algo que pocas veces sucedió en el pasado, se restrinja la influencia nefasta de los nuevos sofistas.

El sofista no piensa en función de la realidad, ya que su mente es ocupada totalmente por una ideología que no cambia esencialmente desde el siglo XIX. Al estar alejado de la realidad, induce a que quienes lo escuchan a que se alejen de la misma forma. Tal alienación mental se parece al de las personas que padecen algún trastorno mental, ya que los síntomas siempre están asociados a alguna forma distorsionada de observar la realidad. Las crisis sociales y morales que afectan a una sociedad surgen esencialmente como consecuencia de cierta alienación mental inducida por los nuevos sofistas, además de otras causas.

Los intelectuales conocidos como posmodernos también evidencian el deseo o la voluntad de destruir el orden social. Ya sea que lo reconozcan, o no, son indistinguibles de los marxistas-leninistas. Stephen R.C. Hicks escribió: “Podríamos, después de filosofar un poco, llegar a ser verdaderos creyentes en el subjetivismo y el relativismo. Consecuentemente, podríamos llegar a creer que la razón es un derivado, que la voluntad y el deseo ponen las reglas, que la sociedad es una batalla de voluntades en competencia, que las palabras son meras herramientas en la lucha por el poder por la dominación, y que todo vale en el amor y en la guerra”.

“Ésa es la posición que los sofistas sostuvieron hace 2.400 años atrás. La única diferencia, entonces, entre ellos y los posmodernistas es de qué lado se paran. Trasímaco era representativo de la segunda y más descarnada generación de sofistas, que gestionaban argumentos subjetivistas y relativistas al servicio de la pretensión política de que la justicia es el interés del más fuerte. Los posmodernistas, que llegan después de dos milenios de cristianismo y de dos siglos de teoría socialista, simplemente revierten esa afirmación: el subjetivismo y el relativismo son verdad, pero los posmodernistas están del lado de los grupos débiles e históricamente oprimidos. La justicia, a diferencia de cómo sucede con Trasímaco, se aplica en el interés de los más débiles”.

“La conexión con los sofistas desplaza la estrategia posmoderna, alejándola de la fe religiosa y acercándola hacia la «realpolitik». Los sofistas enseñaban retórica, no como un medio para avanzar hacia la verdad y el conocimiento, sino como un medio para ganar debates en el convulsionado mundo del día a día de la política. La política del día a día no es un lugar donde la fe ciega en la información conduzca al éxito práctico. Requiere, en cambio, una apertura hacia nuevas realidades, y flexibilidad para adaptarse a circunstancias cambiantes. Estirar esa flexibilidad al punto de despreocuparse por la verdad y por la coherencia en la argumentación puede ser, y a menudo es visto, como parte de una estrategia para lograr el éxito político. Aquí es útil recordar a Lentricchia: el Posmodernismo «no busca encontrar los fundamentos y las condiciones de la verdad, sino ejercer el poder con el propósito del cambio social»” (De “Explicando el posmodernismo, la crisis del socialismo”-Barbarroja Ediciones-Buenos Aires 2014).

En cuanto al uso de discursos contradictorios como estrategia política, Hicks escribe: “En el discurso posmoderno, la verdad es rechazada explícitamente, y la coherencia puede llegar a ser un fenómeno raro. Consideremos los siguientes pares de afirmaciones:

- Por un lado, que toda verdad es relativa; por otro, el Posmodernismo dice las cosas tal y como realmente son.
- Por una parte, todas las culturas son igualmente merecedoras de respeto; por otra, la cultura occidental es excepcionalmente mala y destructiva.
- Los valores son subjetivos; pero el sexismo y el racismo son malos en forma absoluta.
- La tecnología es mala y destructiva; al mismo tiempo es injusto que algunas personas privilegiadas dispongan de más tecnología que otras”.

“Consideremos tres ejemplos más, esta vez casos de choques entre teoría posmodernista y hechos históricos:

- Los posmodernos dicen que Occidente es profundamente racista, pero saben muy bien que fue el primero en la historia en terminar con la esclavitud, y que sólo en los lugares donde las ideas occidentales penetraron fue donde las ideas racistas quedaron a la defensiva.
- Ellos dicen que Occidente es profundamente sexista, pero saben muy bien que las mujeres occidentales fueron las primeras en conseguir el derecho al voto, derechos contractuales y oportunidades que la mayoría de las mujeres de todo el mundo aún no tienen.
- Dicen que los países capitalistas de Occidente son crueles con sus miembros más pobres, los subyugan y se enriquecen a costa de ellos, pero saben muy bien que los pobres de Occidente son lejos más ricos que los pobres en cualquier otra parte, tanto en términos de ingresos materiales como en términos de oportunidades para mejorar su condición”.

Marxistas, posmodernos y fundamentalistas islámicos realizan una intensa campaña contra todo lo que signifique Occidente, capitalismo, burguesía, gente feliz, etc. De ahí que resulte conveniente que las futuras victimas dejen de colaborar inconscientemente en la promoción de su propia destrucción.

martes, 23 de agosto de 2016

La Psicología Social de la política

A medida que se indaga acerca del comportamiento político de las personas, se llega a la conclusión de que sus acciones y opiniones no dependen tanto de las ideas o de los razonamientos asociados al tema social, sino que dependen principalmente de las actitudes afectivas, tanto positivas como negativas, destinadas a otros individuos o grupos sociales. En los casos extremos, se llega a las posturas populistas, o totalitarias, en las cuales la vida social transcurre entre amigos y enemigos, incluyendo en este último bando a las personas neutrales en materia política.

En estos casos, se considera errónea toda opinión surgida de algún integrante del “sector enemigo”, por lo cual el trabajo mental de quien toma como referencia, no a la realidad, sino una opinión a rebatir, es similar al arduo trabajo mental del mentiroso que tiene que poseer una buena memoria y buena creatividad para no quedar expuesto a alguna incoherencia lógica. Torcuato S. Di Tella escribió: “Se podría decir que el principal objeto de una ciencia de la política es el estudio de los resultados no previstos y en general no conscientes o premeditados de la acción social” (De “Sociología de los Procesos Políticos”-Grupo Editor Latinoamericano SRL-Buenos Aires 1985).

Respecto de la socialización de un individuo, Robert E. Dowse y John A. Hughes escriben: “La primera etapa de la socialización en todas las sociedades suele tener lugar dentro de la familia o en el marco del grupo de parentesco o de iguales. En esta fase, el niño empieza a aprender un lenguaje y una serie de normas culturales sobre lo bueno y lo malo, así como ciertas pautas de comportamiento referentes básicamente a roles de edad y sexo. En esta etapa, la socialización política abierta y manifiesta tiene un papel muy reducido, pero lo que se aprende puede transferirse al contexto de lo político”.

“Esta situación puede apreciarse con la mayor claridad en las sociedades relativamente indiferenciadas, en las que el sistema familiar o de parentesco es casi correlativo con el sistema político. R. A. Le Vine ha estudiado la autoridad y las actitudes hacia ella en dos sistemas de linaje segmentarios, el nuer y el gusii, hallando un contraste sorprendente entre ellos. Los nuer son reacios a aceptar posiciones de autoridad, mientras que los gusii no lo son; los nuer practican el odio de sangre mientras que los gusii solucionan los conflictos ante los tribunales; los nuer hacen hincapié en su independencia personal, y sólo de mala gana aceptan órdenes directas, mientras que los gusii muestran una actitud indiferente hacia las personas de posición superior”.

“En pocas palabras, los nuer son igualitarios en actitudes y comportamiento, mientras que los gusii tienen en grado mucho mayor valores de respeto hacia la autoridad. Tratando de hallar una explicación a estas diferencias, Le Vine cree que ha de buscarse en la «socialización en el seno de la estructura de autoridad de la familia que deja a la persona con valores y expectativas de rol aplicables a unidades sociopolíticas de nivel superior a la familia. Debido a esta conexión entre el primer entorno familiar del niño y del sistema político, es lógico que esperemos hallar diferencias en las primeras experiencias de aprendizaje de individuos típicos en las sociedades nuer y gusii»” (De “Sociología política”-Alianza Editorial SA-Madrid 1999).

Mientras que algunos sociólogos admiten que todo comportamiento individual depende del sistema político y económico imperante en la sociedad, desde la psicología social se supone que es el sistema el que depende de las costumbres y hábitos familiares generalizados. La interacción individuo-sociedad tiende a enmascarar la relación entre causa y efecto, aunque el resultado es similar. Sin embargo, a la hora de buscar un cambio social, no es lo mismo intentar cambiar la política y la economía para que cambie el individuo que cambiar al individuo para que cambie la política y la economía.

Los autores mencionados agregan: “Sirviéndose de ideas elaboradas por psicólogos sociales, Le Vine propone «que las actitudes del individuo con respecto a la autoridad están en función de sus primeras relaciones con sus padres». Las relaciones con los padres se examinan después en una triple dimensión: (1) la distribución de la autoridad en la familia, es decir si es compartida o está concentrada en una persona; (2) la solidez y cordialidad de las relaciones entre el niño y los que tienen la autoridad en la familia; (3) las pautas de disciplina en la familia, es decir, si son severos y utilizan con frecuencia el castigo físico, o si son más indulgentes y tienden más a la recompensa”.

“A este respecto existe una diferencia considerable entre las dos culturas, que explicará las diferencias subsiguientes en cuestiones políticamente importantes. Los padres gusii no se ocupan de los niños y sólo intervienen para castigarles, mientras los padres nuer son cariñosos y con frecuencia juegan con el niño. Además, las familias gusii insisten en que los niños no deben luchar sino plantear las causas de sus riñas a los adultos para que éstos decidan, mientras que los nuer conceden gran valor a la agresión y la independencia durante la niñez”.

“Como indican estos ejemplos, cuando en las sociedades indiferenciadas el sistema político está sumido en un nexo de familia y parentesco, la socialización familiar tiene una influencia directa sobre el comportamiento político de los miembros de la sociedad. En las sociedades más diferenciadas ha de considerarse la posibilidad al menos teórica de que existan influencias no congruentes sobre la socialización”.

“Surgen inconsecuencias potenciales cuando hay más de un agente importante de socialización. De este modo, en una sociedad culturalmente variada o racialmente mixta, la socialización en subculturas podría influir en la aptitud de los individuos a integrarse en la cultura política oficial o dominante. Por ejemplo, en la Italia meridional, la familia constituye la asociación a la que se ha de prestar adhesión, confiar, proteger y por la que hay que luchar, con exclusión de todas las demás asociaciones a través de las cuales el individuo podría entrar en contacto con la sociedad en general”.

“Dentro de la familia aprende el niño a desconfiar de forasteros –familismo amoral- y a considerarlos como amenazas potenciales para el bienestar del individuo que sólo puede conseguirse a través de la familia unida. De este modo, la familia mina de manera sistemática la confianza y la aptitud de sus miembros para participar en la sociedad general, aun cuando haya agentes en competencia, como las escuelas, los periódicos y los partidos, que representan las perspectivas más amplias de una sociedad nacional. Una heterogeneidad de este tipo es típica de las zonas en desarrollo débilmente integradas, donde los procesos de socialización de la familia y los grupos de parentesco pueden ir en contra del desarrollo de instituciones nacionales viables”.

Es oportuno tener en cuenta que algunos individuos actúan contra los hábitos familiares que tuvieron que soportar, abandonándolos posteriormente con sus propios hijos. Así, quien se vio presionado a poseer buena presencia y pulcritud personal desde niño, puede de adulto rebelarse contra esa situación impuesta por sus padres para adoptar una actitud de descuido personal. De todas formas, la importancia del medio familiar es la que impone la influencia inicial, que luego será adoptada o abandonada. De ahí las notorias diferencias que entre hermanos pueden existir.

Puede decirse que hay dos formas extremas de perjudicar a los niños: a) Crearles una desconfianza total y absoluta respecto de la sociedad, b) Crearles una confianza total y absoluta respecto de la sociedad. En el primer caso creerán que toda la gente es mala y perversa, por lo que abogarán por la entronización de un Estado totalitario, mientras que en el segundo caso padecerán las consecuencias de reiterados engaños y estafas. Una postura intermedia puede ser la mejor.

En la actualidad, la influencia de los medios masivos de comunicación tiende a ocupar un lugar importante en cuanto a la influencia social recibida por los niños, influencia que a veces entra en conflicto con los criterios imperantes en una familia. Ninguna influencia ha de resultar determinante del accionar individual, por lo que ninguna sociedad está a salvo de las consecuencias que pueden seguir al acceso al poder de personajes con problemas psicológicos. Así, el destino de algunos países (como la Argentina) ha quedado determinado por personajes tales como Perón, Eva Duarte y los Kirchner.

También a nivel mundial han sido los personajes con problemas psicológicos los que produjeron las grandes catástrofes que nos recuerda la historia. Maurice Duverger escribió: “El autoritarismo, la dominación, la violencia encuentran también otras explicaciones psicológicas. A veces son la compensación de fracasos individuales. La venganza puede surgir como consecuencia de la falta de estima, de la burla o del menosprecio de los demás. Los débiles, los imbéciles, los fracasados, tratan de sentirse más fuertes humillando a los que son superiores e intentado rebajarlos hasta un nivel inferior al suyo. Un psicoanalista disidente, Adler, notó que la brutalidad y el despotismo son frecuentemente una supercompensación del sentimiento penoso que arrastran las personas de poca estatura o que se ven afligidos por una deformación física (la mayoría de los dictadores han sido bajos: César, Napoleón, Hitler, Stalin, Mussolini, etc.). El propio Adler considera las tendencias autoritarias como fundamentales”.

“Esta personalidad autoritaria caracteriza a los individuos poco seguros de sí mismos, los cuales no han logrado nunca construir su propia personalidad y estabilizarla y que a la vez dudan de su «yo» y de su propia identidad. Se vuelven hacia el mundo exterior, porque no pueden volcarse hacia sí mismos. La estabilidad del orden social, llega a ser así el fundamento de la estabilidad de su propia personalidad, la cual correría el riesgo de disolverse sin aquél. Por consiguiente, son ellos mismos, es la base de su yo y su equilibrio psicológico, lo que defienden al defender este orden social”.

“De ahí su agresividad y su odio hacia sus opositores, y sobre todo hacia los «otros», hacia los «diferentes», hacia aquellos cuyo modo de existencia y sistema de valores son un desafío al orden social existente, cuyo fundamento y generalidad ponen en entredicho. Las personalidades autoritarias se adhieren a los partidos conservadores en los tiempos tranquilos cuando el orden social no está amenazado. Pero si éste es atacado, su agresividad crece naturalmente y les empuja hacia los movimientos fascistas. Así, las personas menos sólidas interiormente aparentan la mayor solidez exterior, o, lo que es lo mismo, los partidos que se fundan en la fuerza están sobre todo compuestos de débiles” (De “Sociología política”-Ediciones Ariel-Barcelona 1968).

lunes, 22 de agosto de 2016

Psicología y economía

El comportamiento humano es de gran interés para el economista teórico; por lo que no debe extrañar que el libro más importante de Ludwig von Mises se titule “La acción humana”, ya que la economía es una ciencia social que describe la forma en que el hombre realiza intercambios con el resto de los integrantes de la sociedad. Incluso Daniel Kahneman recibió el Premio Nobel de Economía por su trabajo pionero en psicología sobre el modelo racional de la toma de decisiones.

En el campo de la economía aplicada también resulta de gran importancia la influencia psicológica de un ministro de economía tratando de orientar el accionar económico de la población, por cuanto la mayoría de las personas desconoce los fundamentos en que se basa la economía. Sin embargo, muchos de los economistas que toman decisiones desde el gobierno, suponen que, por ser el mercado un sistema autorregulado, poco o nada debe hacer un ministro además de tratar de que tal sistema no sea perturbado por el Estado o por las grandes empresas. Olvidan que la economía de mercado requiere de una previa adaptación de sus actores; de ahí que sea imprescindible una orientación desde el gobierno para lograr que la economía de un país sea eficiente.

Uno de los ministros que le dio mucha importancia a tal labor informativa, y formativa, fue Ludwig Erhard, principal responsable del “milagro alemán”; proceso que llevó a la entonces Alemania Occidental desde una situación caótica, luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial, hasta hacer que ese país se convirtiera en pocos años en una potencia económica mundial. Erhard escribió: “«Si se logra modificar la conducta económica de la población con medios psicológicos, estas influencias psicológicas pasarán a ser una realidad económica y cumplirán la misma finalidad que otras medidas tradicionales de la política de coyuntura.» En este principio que formulé en nombre del Gobierno, el 19 de octubre de 1955, en Berlín, en ocasión del primer debate sobre la coyuntura en la Dieta Federal, queda señalada la idea fundamental que me ha llevado a operar con una multitud de medios psicológicos de actuación para equiparar éstos a los métodos hasta ahora conocidos de política coyuntural al modo tradicional”.

“Desde el punto de vista puramente teórico, puede parecer que esta manera de influir en los participantes del mercado, e igualmente el intento de influir sobre los precios dentro del marco de la alta coyuntura, no encajan bien en un sistema de economía de mercado de tipo corriente. Sin embargo, yo no veo motivo para renunciar a tales procedimientos por razones dogmáticas”.

“Hartas veces se me ha censurado por excesivo sistematismo. No se me reprenda, pues, porque como político economista difiera por una vez del tipo ideal de la economía pura. A mi ver, aquí no se da la menor infracción de la idea ordenadora que, rectamente entendida, preside a una economía de mercado. Se trata simple y sencillamente de la enseñanza que se desprende de la psicología económica: que el acontecer económico no discurre según leyes mecánicas. La economía no tiene una vida propia en el sentido de un automatismo inanimado, sino que viene sustentada y conformada por el hombre. Si ello es así –y no puede dudarse de que así sea-, el carácter de la economía, o sea, su estructura y aspectos, cambiarán visiblemente según nuestro modo de obrar y proceder, mejor dicho, tendrán que cambiar. No se infravaloren, pues, los métodos de influencia psicológica” (De “Bienestar para todos”-Ediciones Omega SA-Barcelona 1957).

Por lo general, los economistas liberales suponen que el comportamiento adecuado de los hombres, requerido por una economía de mercado, se realizará en una forma natural una vez que vean que, desde el Estado, se establece un criterio liberador de las trabas económicas estatales previamente vigentes. No advierten que, además de esa libertad, se requiere que los participantes en el proceso económico adopten una actitud cooperativa compatible con un nivel moral básico adecuado a esa circunstancia. Sin este requisito, los resultados a lograr sólo serán mediocres. El citado autor agrega: “La psicología moderna exige precisamente que no se entienda el proceso económico nacional en un sentido puramente técnico; también importa, y mucho, implicar a los hombres que mueven ese aparato dentro del cálculo económico. En el curso de la economía es de importancia decisiva cómo nos conducimos nosotros mismos, de qué manera obramos. El que seamos optimistas o pesimistas, el que especulemos «à la hausse» o «à la baisse», el que ahorremos o queramos consumir, todo esto se refleja y condensa en datos económicos. Y estos datos, por ejemplo el que los precios bajen, permanezcan estables o suban, obran a su vez sobre nuestra conducta”.

“Sería falso suponer que la idea de un influjo psicológico se haya inventado ahora, en la reciente alta coyuntura, con el logro del pleno empleo. Si en los últimos años ha habido no pocos escépticos y críticos que me han censurado el que muchas veces, de manera bien poco burocrática, haya yo abandonado mi despacho para irme a pronunciar discursos por acá y por allá, al Norte y al Sur, al Este y al Oeste, tales censuras se fundaban ya en mis criterios psicologistas. Sin embargo, es cierto que estas consideraciones mías no han alcanzado forma específica y aplicación más sistemática hasta estos últimos tiempos. Estoy convencido de que en el futuro habrá que contar ya como un instrumento necesario de la política económica que estas campañas psicológicas practicadas por mí y hoy calificadas comúnmente en Alemania como de «masaje de almas»”.

Cuando se habla de la necesidad de partir de un nivel ético aceptable, se hace referencia a una actitud cooperativa previa, antes que una predisposición a “sacrificarse” por los demás, aun en perjuicio propio, algo que poco tiene que ver con la ética natural: “Sería prematuro querer hoy día desarrollar un tratado de psicología económica sistemática. Quede ello reservado a la ciencia de estas próximas décadas, cuando se disponga de más amplias experiencias. Pero una indicación sí me parece importante hacer ya ahora, y es ésta: que sería carecer del sentido inmediato de las realidades pretender operar en exceso con llamamientos morales”.

“Naturalmente, esto no quiere decir que yo tenga a la economía y al obrar económico de los hombres por algo amoral. Pero tendría poco sentido exhortar a los hombres de modo que éstos tuviesen la impresión de que habrían de sacrificarse por un ministro o por el Gobierno. Lo que hay que hacer es poner de relieve a los que participan en el mercado de qué modo el seguir la voz del sentido común y de la razón económica repercute en último extremo en su propio beneficio”.

Erhard destaca que el Estado no debe ser “como un vigilante nocturno”, con poca participación en la economía, sino que debe orientarla sin que ello implique perturbar el sistema autorregulado constituido por el mercado: “Ya he dicho al principio que estoy contra esos críticos que dicen por ahí que el uso de la psicología moderna como instrumento de la política económica actual es inconciliable con los criterios de una economía de mercado al estilo clásico. Tal manera de pensar se remonta, a mi ver, a un liberalismo manchesteriano francamente rancio. Yo no estoy dispuesto a aceptar sin reservas y para toda fase evolutiva esas reglas ortodoxas de la economía de mercado según las cuales sólo la oferta y la demanda determinan el precio, por lo que el político economista habría de guardarse mucho de toda intervención en el terreno de los precios”.

“Yo en principio defiendo una opinión incluso totalmente distinta. Un Estado moderno y responsable no puede permitirse sencillamente que se le relegue otra vez al papel de vigilante nocturno. Esa mal entendida libertad es precisamente la que ha enterrado la libertad auténtica y el orden liberal bienhechor. Una actitud tan remisa sería hoy menos justificable que nunca, dado que por falta de un mercado mundial verdaderamente libre y de tipos de moneda libremente convertibles no funciona por entero un nivel internacional de precios ni tiene efecto la saludable norma reguladora de una competencia universal”.

Por parte del pueblo, es necesario que la conducta individual se ajuste a sus reales posibilidades económicas. Erhard escribe al respecto: “El mayor peligro que amenaza el mantenimiento del estado de alta coyuntura, así como el constante progreso económico, no es, como alguna vez se ha afirmado, una proliferación del materialismo. Yo creo que hay que considerar mucho más grave la amenaza de un ilusionismo nutrido por vía demagógica”.

“Los crecientes deseos cuyo cumplimiento violento habría de llevarnos muy pronto a un pernicioso desarrollo inflacionista se basan en una idea nada realista de la esencia y función de la economía nacional. Por eso conviene tener siempre en cuenta que, por ejemplo, la conexión interna entre consumo, ahorro e inversión rara vez se reconoce adecuada y plenamente”.

“Prescindiendo de la ofuscación política que se expresa en la llamada «política activa de salarios», nadie puede negar en serio la relación existente entre los salarios y los precios. Pero el juego alternativo de aumentos de salarios y aumento de precios que se viene observando desde hace algún tiempo demuestra que, o el reconocimiento de aquella relación no cala muy hondo, o lo encubren y ciegan determinadas influencias políticas”.

“Según que logremos o no que la relación entre empleo (horario de trabajo) y productividad, entre nivel de salarios y nivel de vida, penetre en la conciencia general y determine el consecuente proceder, podremos encarar con confianza o con inquietud la evolución ulterior. En esta fase de desarrollo económico no existe motivo para considerar enferma a nuestra economía misma. A mi parecer, las perturbaciones se deben exclusivamente a que la conducta de los hombres no es adecuada a las posibilidades económicas”.

“Para ser completos, indiquemos también que, junto a la peligrosa supervaloración de las posibilidades reales, hay que reconocer como otro peligro más el hecho de que por todas partes se vea en la alta coyuntura la plataforma adecuada para imponer abusivamente un poderío económico. En casos así, la tentativa de operar con medios psicológicos fracasará. Llegado el caso, lo único que cabe hacer aquí es tomar medidas en contra enérgicas y terminantes”.

De la misma manera en que Ludwig Erhard recomendaba una acción psicológica para fortalecer la economía de mercado, los sectores socialistas lo hacen estableciendo una campaña en contra. Mientras que en el primer caso se trata de avanzar mediante la verdad, en el segundo caso se trata de hacerlo con la mentira. Incluso en países como la Argentina se cree que la Alemania Oriental (la del Muro de Berlín) fue una experiencia exitosa y que el “milagro alemán” (el de la Alemania Occidental) nunca existió.

sábado, 20 de agosto de 2016

Acerca del relativismo

Frecuentemente encontramos personas que adoptan y difunden diversas creencias que no son puestas en práctica por ellas mismas. Este es el caso del relativismo, ya sea ético, cognitivo o cultural. La creencia en que no existe el bien y el mal, ni una verdad única, o una cultura mejor que otra, sino que existen diversas opiniones sin que ninguna de ellas deba considerarse mejor que otra, genera consecuencias inesperadas. Miguel Ángel Fuentes escribió: “Un relativista puede enseñar el relativismo durante toda su vida con plena convicción (lo que sería contrario al relativismo); pero si llegase a ir a un restaurante «relativista» y pidiendo liebre le trajesen gato porque el dueño del restaurante desde su punto de vista sostiene que el gato es igual a la liebre, no sólo puede ver derrumbarse su sistema en pocos segundos sino pasar el resto «relativo» de su vida en prisión por intento de homicidio de un propietario de restaurante. Todo relativista es, necesariamente, inconsecuente en la vida real”.

“Para el relativismo cada uno tiene su verdad, cada uno alcanza las cosas con una visión propia y personal basada en sus gustos, su educación o sus intereses. No solamente se hace difícil, para quienes así piensan, lograr comprender adecuadamente lo que piensan los demás sino que es imposible lograr un acuerdo, puesto que no habría propiamente hablando una verdad objetiva válida y obligatoria para todos. Así se empiezan a demoler los principios religiosos, los criterios morales por los que nos regimos, y la víctima de este aplastante ataque se sumerge en una auténtica «depresión intelectual»”.

“El relativismo es el principio de aislamiento más grande entre los seres humanos: el ostracismo de las inteligencias que quedan desterradas a los límites de su dueño. Con la aceptación de la filosofía relativista no puede haber maestros, hay tan sólo orientadores de opinión, o mejor todavía, cada uno ofrece su opinión por si a alguien le gustaría hacerla suya” (De “Las verdades robadas”-Ediciones del Verbo Encarnado-San Rafael-Mendoza 2008).

El relativismo, en sus diversas formas, no sólo es un error intelectual que ataca al hombre común, sino también a personas influyentes en el ámbito de la filosofía y de las ciencias sociales. Este error se debe, entre otros, a que la verdad objetiva, o el bien y el mal objetivos, no son conceptos que pueden observarse en la vida diaria tan fácilmente como se observa un árbol o un automóvil. Además, como el hombre actúa en función de la herencia genética recibida y también por la influencia del medio social, se concluye erróneamente que todas las opiniones que emita dependen enteramente de ese medio, y de ahí que surjan las diversas “verdades” que dependen del grupo cultural, de la clase social, del grupo étnico, etc.

Estas diversas influencias son reales, pero no por ello puede decirse que sean válidas tanto unas como otras, ya que unas se aproximarán a la verdad más que otras, ya que la verdad sobre algún aspecto de la realidad depende de la concordancia existente entre la descripción hecha por el hombre y la propia realidad. El citado autor escribió: “El relativismo sociológico fue creado y defendido por Émile Durkheim y hace depender lo que condiciona la verdad del juicio en los grupos sociales: «El grupo social presiona –según Durkheim- de modo irresistible e inconsciente sobre sus miembros, imponiéndoles normas de conducta y criterios de valoración. Esta coacción no se siente cuando el individuo acepta y cumple con las normas sociales y, por ello, cae en la ilusión de creer que es él mismo el que, espontánea y voluntariamente, se las impone. La fuerza de la presión social únicamente se pone de manifiesto al infringirse dichas normas…El individuo recibirá de la sociedad todo su mundo mental; el mundo ideológico del individuo sería el reflejo de la sociedad en que vive; lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, toda la gama axiológica, serían determinados en cuanto tales por el grupo social, y el individuo se limitaría a recibirlos pasivamente; se considera la sociedad como anterior al hombre y a la persona»”.

Para los científicos, al existir una verdad objetiva, poco les interesa el origen étnico o social, o los atributos personales de quien elabora una descripción. Richard Feynman escribió: “No importa lo bonita que sea tu teoría. No importa lo listo que seas. Si no está de acuerdo con el experimento, está equivocada” (Citado en “La materia oscura”-RBA-Navarra 2015).

En el caso del relativismo cultural, se admite que no existe una civilización mejor que otra. De ahí que las “verdades” emanadas de cada una de ellas deberían aceptarse sin discriminar a ninguna. Miguel Ángel Fuentes agrega: “El relativismo cultural es el que hace depender la verdad de la cultura histórica. Fue defendido por Oswald Spengler en su conocida obra «La decadencia de Occidente». Cada cultura –china, hindú, egipcia, babilónica, greco-romana, árabe, americana, occidental- realiza su propia valoración de lo real, tiene su modo de comprender el cosmos, distinta de las demás culturas e irreductible a cualquiera de ellas. Ninguna cultura puede aspirar a que su valoración sea absoluta, universalmente válida. No cambia mucho del relativismo individual sólo que es menos radical y en lugar del individuo coloca como fuente de la verdad-opinión a cada cultura o pueblo”.

Es oportuno agregar que la ciencia experimental progresa, en la búsqueda de la verdad objetiva, debido a que existen diversas opiniones en conflicto, y que, luego, cuando se llega a la etapa experimental, se acepta la postura que mejor se adapta a la realidad. Este es también el caso de las diversas culturas. La grandeza de Roma se debió, entre otros aspectos, a saber nutrirse de otras culturas que la superaban en algunos aspectos. Así, se va formando una cultura universal que recibe el aporte de muchos pueblos que colaboran de distinta manera para ese logro.

Para el marxismo existen diversas “verdades” según la clase social de donde surjan. De ahí que en los países comunistas se hablaba de la “ciencia burguesa” en oposición a la “ciencia proletaria”. Para los nazis, por otra parte, existía una “ciencia aria” distinta de la “ciencia judía”. Incluso tales tendencias totalitarias consideraban que la lógica empleada por las diversas clases sociales, o por las diversas razas, eran diferentes, por lo que el marxismo consideraba como verdadera a la lógica proletaria mientras que los nazis consideraban verdadera la lógica aria. Ludwig von Mises escribió: “Quedaba por superar el obstáculo principal, a saber, la inquebrantable dialéctica de los economistas. Marx, sin embargo encontró una solución. La razón humana –arguyó- es, por naturaleza, incapaz de hallar la verdad. La estructura lógica de la mente varía según las diferentes clases sociales. No existe una lógica universalmente válida. La mente sólo produce «ideologías»; es decir, con arreglo a la terminología marxista, conjuntos de ideas destinados a disimular y enmascarar los ruines intereses de la propia clase social del pensador. De ahí que la mentalidad «burguesa» no puede interesar al proletariado, esa nueva clase social que abolirá todas las clases sociales y convertirá la Tierra en un auténtico edén”.

“La lógica proletaria, sin embargo, en modo alguno puede ser tachada de lógica de clase. «Las ideas que la lógica proletaria engendra no son ideas partidistas, sino emanaciones de la más pura y estricta lógica»(Eugen Dietzgen). Es más, en virtud de específico privilegio, la mente de ciertos escogidos burgueses no está manchada por el pecado original de su origen burgués. Ni K. Marx, hijo de un pudiente abogado, casado con la hija de un junker prusiano, ni tampoco su colaborador F. Engels, rico fabricante textil, jamás creyeron podía afectarles la aludida condena, atribuyéndose, por el contrario, pese a su origen burgués, plena capacidad para descubrir la verdad absoluta”.

“El polilogismo marxista afirma que la estructura lógica de la mente varía según las distintas clases sociales. El polilogismo racista difiere del anterior tan sólo en que esa dispar estructura mental la atribuye a las distintas razas, proclamando que los miembros de cada una de ellas, independientemente de su filiación clasista, gozan de idéntica estructura lógica” (De “La acción humana”-Editorial Sopec SA-Madrid 1968).

El teórico nazi Alfred Rosenberg escribió: “Toda manifestación cultural estaría determinada por la raza, que no hay que confundir con el grupo social, ya que una misma sociedad puede de hecho estar integrada por diversas razas. La filosofía, la ciencia, la moral, la religión, el arte serían la expresión de la raza, que en ellas plasma su fuerza vital. La raza sería el principio creador y el elemento condicionante de toda producción cultural, a la que habrá de valorar positivamente, si se trata de una raza superior, o negativamente, en los casos de las razas inferiores. Así, no habría nunca una verdad única, igual que no hay una raza única; habría sólo una verdad aria, otra eslava, otra judía, etc.”.

Además del relativismo cognitivo, el marxismo-leninismo sostiene el relativismo moral. Alexander Solyenitsin escribió: “El comunismo nunca ocultó su negación de los conceptos morales absolutos. Se mofa de las nociones de bien y mal como categorías absolutas. Considera la moralidad como un fenómeno relativo a la clase. Según las circunstancias y el ambiente político, cualquier acción, incluyendo el asesinato, y aun el asesinato de millares de seres humanos, puede ser buena como puede ser mala. Depende de la ideología de clase que lo alimente. ¿Y quien determina la ideología de clase? Toda la clase no puede reunirse para decidir lo que es bueno y lo que es malo. Pero debo decir que, en este sentido, el comunismo ha progresado. Logró contagiar a todo el mundo con esta noción del bien y del mal. Ahora no sólo los comunistas están convencidos de esto” (De “En la lucha por la libertad”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1976).

Resulta ahora algo más comprensible el hecho de que los sectores marxistas nunca se hayan arrepentido por los asesinatos cometidos en los años 70, incluso negando el derecho de una nación a ejercer su legitima defensa ante la agresión y el peligro de ser dominada por el entonces Imperio Soviético. Para los marxistas, sus asesinatos eran considerados “buenos” porque favorecían el advenimiento del socialismo, mientras que los militares fueron considerados “malos” por evitar el dominio imperialista que se avecinaba. Las difamaciones hacia el militarismo nacional se deben esencialmente a su oposición al socialismo, y se habrían mantenido aún cuando la defensa militar hubiese sido desarrollada estrictamente dentro del marco de la ley, y no sólo parcialmente.

En cuanto al relativismo político, Fuentes escribió: “El relativismo político es hoy en día una de las formas más extendidas en nuestra sociedad; este relativismo, como su nombre lo indica, hace depender la verdad de los compromisos políticos, ya sea de los votos de la mayoría o de los pactos entre los partidos políticos o de otros modos de lograr el común acuerdo (consenso). Así si todos estamos de acuerdo en que el aborto sea legal, el aborto será realmente legal y por tanto bueno; si todos estamos de acuerdo en permitir la prostitución, ésta ya no será ni delito ni siquiera pecado; si la mayoría ha votado que se enseñe un error, eso dejará de ser un error para ser una verdad. Este relativismo, metido hasta los huesos en nuestra cultura, produce gravísimos daños empezando por el descalabro de la misma libertad humana”.

viernes, 19 de agosto de 2016

El gobierno más democrático

Un gobierno democrático es aquel que promueve la libertad y la igualdad entre los ciudadanos afectados. Cuando no coinciden los proyectos políticos con los anhelos del hombre, no se logran tales objetivos. La sensación de libertad en cada hombre surge al estar regido por leyes en lugar de estarlo por la voluntad o el capricho de otros hombres, mientras que la igualdad implica que esas leyes son idénticas para todos, ya que no conceden derechos ni exigen deberes distintos a los concedidos y exigidos a los demás. Giovanni Sartori escribió: “¿Por qué la libertad necesita de la ley? Porque si gobiernan las leyes –que son reglas generales e impersonales- no gobiernan los hombres, y a través de ellos, la voluntad arbitraria, despótica o simplemente estúpida de otro hombre. Es verdad que la ley es también coerción (puesto que prohíbe y condena), pero al mismo tiempo nos tutela porque está constituida por normas que se aplican a todos sin distinción, incluso a quienes las hacen. Lo que es un formidable freno” (De “La democracia en 30 lecciones”-Taurus-Buenos Aires 2009).

Si bien las leyes que rigen a los hombres, en un Estado de derecho, han sido redactas y sancionadas por otros hombres, son por lo general fundamentadas en una instancia superior, como lo es la ley natural que rige sobre todo habitante del planeta. Tanto la política, como el derecho y la religión, deben contemplar a la ley natural, ya que cada desviación respecto de la misma implica una forma involuntaria de gobierno del hombre sobre el hombre. La ley humana, emanada del derecho o de la religión, tiene las limitaciones propias de toda actividad humana al no poder describir fielmente a la ley natural, y mucho menos interpretar fielmente sus objetivos.

El gobierno más democrático ha de ser el ejercido por la ley natural, y es el gobierno al cual debemos aproximarnos tanto como podamos. La idea bíblica del Reino de Dios, o gobierno de Dios sobre el hombre, no es otra cosa que el gobierno de Dios a través de la ley natural.

La igualdad que nos concede tal gobierno surge del hecho de que todos los hombres que habitamos el planeta estamos regidos por tales leyes, que son, además, las que estudia y describe la psicología. Sin embargo, como el hombre no las conoce con precisión, o bien no está dispuesto a acatarlas, se produce un desencuentro entre el proyecto de Dios, o su aparente voluntad, y los anhelos del hombre, por lo que no se logra la libertad ni la igualdad prevista en dicha ley.

Marco Tulio Cicerón fue uno de los primeros en advertir la existencia de una instancia superior, la ley natural, que debía adoptarse como referencia para la promulgación de las leyes humanas. Si bien la religión moral también la contempla, no la considera como una ley implícita en todo lo existente, sino emanada de un Dios personal que, a cada tanto, revela a la humanidad su voluntad, por medio de los profetas. Luego, la ley natural no se considera como aquella que describen los científicos, sino la ley moral revelada y difundida en los Libros Sagrados de la religión. Cicerón escribió: “Somos siervos de la ley con el fin de poder ser libres”.

Las discusiones entre religiosos teístas y deístas (religión natural) recaen esencialmente en la esencia de la instancia superior. Para unos se trata de un Dios con atributos humanos mientras que para los otros consiste en un Dios inmanente, cuyos atributos se materializan en las leyes naturales. Lo importante, en todo esto, es que existen acuerdos en cuanto a las acciones que los hombres debemos emprender; aspecto relegado muchas veces por la necesidad de ambos bandos por hacer prevalecer sus propias visiones filosóficas acerca del funcionamiento del mundo.

El gobierno más democrático es el que concede iguales derechos a todos los hombres y es también el que impone iguales deberes. Así, los mandamientos bíblicos tienen igual validez para todos los hombres y para todas las épocas. Conceden el derecho a lograr la felicidad pero imponen un precio para su logro, que es el deber asociado al cumplimiento efectivo de tales mandamientos.

En las sociedades actuales, por el contrario, sólo se habla de derechos y muy poco de deberes, por lo cual las cosas no funcionan nada bien. Si cada uno de nosotros pensamos en nuestros derechos e ignoramos nuestros deberes, nunca podremos satisfacer los derechos de los demás (que serán satisfechos precisamente con el cumplimiento de nuestros deberes).

El Reino de Dios se fundamenta principalmente en el “Amarás al prójimo como a ti mismo”. Si cada uno cumple con este deber, se contemplarán los derechos de todos. De ahí que Cristo agrega: “Buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura”. En otras palabras, cumple primeramente con tu deber, que los derechos de todos serán satisfechos como una consecuencia necesaria e inmediata.

La característica esencial de nuestra época radica en la entronización del Estado como instancia superior, usurpando el lugar de Dios y de la ley natural. La base del socialismo, en sus diversas formas, implica el gobierno del hombre sobre el hombre a través del Estado. Luego, se entiende por “libertad” el derecho del gobernante totalitario, o populista, de hacer lo que le viene en ganas, mientras que al ciudadano común se le “concede” el derecho a obedecerlo. No hay igualdad ni tampoco interés ni voluntad por lograrla, a pesar de que, desde las tendencias socialistas, no se habla de otra cosa que de igualdad.

Se considera que el pueblo tiene derecho al consumo mientras que poco se alienta el deber de producir. Esta peligrosa tendencia favorece la pobreza e incluso la desigualdad económica y social. Por el contrario, si se adoptara el criterio cristiano en la economía, podríamos sugerir: “Primeramente produce lo que has de consumir (y un poco más que eso), que el abastecimiento suficiente para todos se dará por añadidura”.

La pobreza existente no se debe a que los empresarios tienen, cada uno, cien estómagos para alimentar y cien cuerpos para vestir, por lo cual existiría una “injusta distribución de la riqueza”, sino que se asigna al reducido sector empresarial el deber de producir para todos mientras que la mayoría (el pueblo) tiene el derecho a consumir, incluso sin una contrapartida laboral. Luego, si la producción no es suficiente, se culpa al productor y se lo amenaza desde el Estado (como ocurre en el venezolano Socialismo del Siglo XXI).

Mientras que la religión moral supone que el hombre es potencialmente bueno, aunque a veces deja de serlo, desde las posturas totalitarias y populistas se supone que el empresario es malo por naturaleza y que por ello mismo se lo debe controlar y dirigir, Por el contrario, al sector que poco o nada produce, se lo considera virtuoso y sometido a la “explotación laboral” (lo que muchas veces es cierto). Nicolás Maquiavelo escribió: “Como demuestran todos los que han meditado sobre la vida política y los ejemplos de que está llena la historia, es necesario que quien dispone una república y ordena sus leyes presuponga que todos los hombres son malos, y que pondrán en práctica sus perversas ideas siempre que se les presente la ocasión de hacerlo libremente” (De “Discursos sobre la primera década de Tito Livio”).

Si el hombre es malo, por naturaleza, sin posibilidades de mejorar, entonces no se le puede otorgar la libertad que aspira disponer. Por lo tanto, el Estado totalitario, en lugar de garantizar el derecho a la libertad individual, se encarga de restringirla al máximo, con un criterio similar al empleado por la justicia penal cuando encierra en la cárcel a quienes constituyen un potencial peligro para la sociedad. Arturo Orgaz escribió: “El conocimiento de la inocultable realidad soviética permite apreciar que, si en algunos aspectos técnicos, el pueblo ruso parece haber ganado, comparativamente con la situación reinante durante el zarismo, en punto a la relativa nivelación o igualación social, la libertad humana ha sido abolida implacablemente, en sus manifestaciones más excelsas y universales: libertad de creación intelectual y estética, libertad de expresión en todas sus formas, libertad de conciencia civil y religiosa, libertad de tránsito y residencia, libertad de organización, libertad de investigación científica, etc. Tal conjunto de poderes humanos, tenidos por adquisiciones preciosas para la concreción individuo-social de la persona, han sido policial y judicialmente sofocados, perseguidos sus actores e incriminadas sus realizaciones, por «contrarias a la línea política» o a «los intereses de la patria del proletariado»” (De “Sentido social de la libertad”-Bases Editorial-Buenos Aires 1956).

Tanto la democracia política como la económica (mercado), propuestas por el liberalismo, son totalmente compatibles con el cristianismo, por cuanto parten de la optimista (o realista) suposición de que el hombre, aun cuando tenga aspectos personales negativos, es posible que en él predomine finalmente lo bueno, o postivo, y pueda así vivir con la libertad necesaria para realizar todo su potencial individual.

Cuando se habla de la “civilización occidental”, se hace referencia principalmente al cristianismo junto a la democracia plena. Ello no implica que todo lo que realizan, o han realizado, los países de Occidente, sea compatible con el cristianismo y la democracia, sino que, al igual que las personas, tales países tienen aspectos positivos como negativos, y es necesario contemplar los positivos sin ignorar los negativos. Es por ello que las visiones pesimistas del hombre lo sean también respecto de los países. Así, la izquierda política tiene como finalidad destruir a Occidente para reemplazarlo por alguna forma de socialismo, mientras que las posturas optimistas, esperanzadas en que lo positivo predominará finalmente, apuestan a restaurar tanto el predominio del cristianismo como de la democracia plena.

El mandamiento del amor al prójimo está estrechamente vinculado a un aspecto psicológico simple, como es el fenómeno de la empatía. Mediante este atributo personal, podemos llegar a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias. De ahí que la instancia superior del cristianismo sea la ley natural, lo que no parece constituir novedad alguna. Sin embargo, algunos sectores de la Iglesia consideran que la instancia superior es lo “sobrenatural”; instancia accesible sólo a los elegidos por decisión de Dios. Si lo sobrenatural es la instancia superior, el Reino de Dios dejaría de ser un gobierno “democrático”, por cuanto dejaría de ser accesible a todos los hombres. Miguel Ángel Fuentes escribió: “Científicamente alguna de estas verdades no son alcanzables pues sobrepasan la capacidad de nuestro intelecto; estas verdades superiores a nuestra potencia natural son denominadas «misterios intrínsecamente sobrenaturales», y como tales sólo pueden ser conocidos por Dios y por aquél a quien Dios quiera manifestarlos (= revelarlos o des-velarlos). Tal es el caso del misterio de la Trinidad, del pecado original, de la Encarnación de Dios (Jesucristo) y su obra salvadora. La ciencia no puede alcanzarlas con su propio método, pues éste parte de las cosas naturales y con la fuerza que le da la sola razón humana natural. Pero estrictamente hablando la ciencia tampoco puede refutarlas ni contradecirlas puesto que precisamente por definición escapan a su campo” (De “Las verdades robadas”-Ediciones del Verbo Encarnado-San Rafael-Mendoza 2008).

martes, 16 de agosto de 2016

Materialismo y escala de valores

Desde un punto de vista ético, denominamos materialista a quien adopta, como valor predominante, al dinero y a todo lo que represente comodidades para el cuerpo. Desprecia o ignora todo lo que implique búsqueda de afectos como también de valores cognitivos o intelectuales. Este materialismo, poco o nada está relacionado con la postura filosófica o científica que admite un sustrato material único como base sustancial de todo lo que existe.

La preponderancia de la búsqueda de lo material implica dejar de lado valores afectivos o éticos, por lo cual una sociedad materialista es aquella que no alcanza un nivel ético adecuado para su desarrollo social. Además, como el materialista es un egoísta, tiene predisposición a buscar el poder a través del dinero, buscando dominar a otros hombres.

La sociedad materialista puede dividirse entre materialistas con bastante dinero (exitosos) y materialistas con poco dinero (fracasados). Los primeros fingen ser personas de gustos refinados mientras que los otros fingen ser personas “espirituales”, a veces con inclinaciones intelectuales. En ambos casos brindan imágenes un tanto grotescas ante la necesidad de mostrar personalidades que no concuerdan con las propias.

Los exitosos, en el sentido indicado, hacen ostentación de sus riquezas materiales tratando de despertar la envidia de los fracasados. Éstos, por su parte, adoptan una actitud de odio ante la desventaja material en la que están socialmente ubicados. La rabia que sienten, no se debe tanto a las penurias padecidas por la falta de recursos materiales suficientes, sino por la “desigualdad social”; por sentirse perdedores en la absurda competencia social en la que se han involucrado.

Existe un grupo ajeno a esa situación y es el de quienes tienen una mentalidad típica de la clase media, que busca lo material sólo como un medio para la subsistencia y para una seguridad económica futura. De ahí que una buena situación económica no implique por ella misma una actitud materialista. Las actitudes predominantes en las personas no dependen del nivel de recursos materiales logrados, sino de las ideas y visiones particulares adoptadas para la vida. Carlos Goñi escribe sobre Lucio Anneo Séneca: “Muchos le reprochaban que siendo estoico tuviera tan gran fortuna. Para justificar que las riquezas en nada afectan a la vida interior, escribió «De vita beata» (Sobre la felicidad), un pequeño tratado en el que podemos encontrar casi todas las tesis estoicas”.

“En esta obrita, Séneca apela al hombre independiente, capaz de vivir separado de la masa, pues el vulgo es un «pésimo intérprete de la verdad». Está de acuerdo con todos los estoicos en que la sabiduría consiste en no apartarse de la naturaleza y seguir su ley, y que la felicidad sólo acaecerá si vive conforme a la naturaleza. El sabio no debe dejarse dominar por nada: «El día que lo domine el placer -dice-, lo dominará también el dolor». La impasibilidad es fuente de felicidad, porque el verdadero placer es el desprecio de los placeres” (De “Las narices de los filósofos”-Editorial Ariel SA-Barcelona 2008).

Si al materialismo se le opone el humanismo, puede decirse que en Occidente predomina la tendencia al materialismo. Por el contrario, en algunos países de Oriente existe una manifiesta tendencia a ocupar la mayor parte del tiempo libre en profundizar los aspectos espirituales del hombre. Luis Jiménez Moreno escribió: “La actitud cognitiva humana que por los derroteros de los conocimientos de la naturaleza, había maravillado al mundo con el progreso de las ciencias físicas y naturales, con la industria y el progreso, incluso en la mercantilización y el dinero, iba absorbiendo intensamente la atención de los hombres, y estos hombres, los científicos, los industriales, los comerciantes se lanzaban tras sus descubrimientos, en pos de sus productos, en su afán por amontonar dinero o por manipular industrialmente las fuerzas naturales que llegaban a dominar, y se olvidaban de si mismos. ¿Qué interés tendría saber en serio algo acerca del hombre, cuando ellos estaban totalmente ocupados y abstraídos por los resultados exteriores?” (De “Hombre, historia y cultura”-Editorial Espasa-Calpe SA-Madrid 1983).

Quienes aducen que los materialistas exitosos son necesarios para el progreso económico de la sociedad, no tienen en cuenta que las personas equilibradas, con capacidades empresariales adecuadas, pueden lograr similares niveles económicos con la simple estrategia de invertir el exceso de ingresos monetarios, sin competir materialmente con los demás. El crecimiento económico natural resulta ser no menos exitoso que el promovido por personas que “padecen” cierto desequilibrio en su propia escala social de valores.

Como los defectos del materialista exitoso son mucho más evidentes que los del materialista fracasado, se comete el frecuente error de asociar defectos y virtudes en función del nivel económico logrado. Así, se concluye que todos los ricos son ostentadores de riquezas, mientras que todos los pobres son sencillos y virtuosos, y que sus precarias situaciones son debidas a la maldad y al egoísmo de los ricos.

Existe un refrán que sintetiza la situación: “Si quieres conocer a alguien, dadle poder”. La falsa humildad puede estar escondida en quienes padecen una baja condición social. La soberbia y la maldad pueden despertarse en cuanto se les presentan las condiciones favorables. Un síntoma elocuente es la forma brutal que algunos “humildes” ejercen en el trato cotidiano hacia sus hijos pequeños.

No siempre el poder debe asociarse a quienes están motivados por el egoísmo, ya que también han existido gobernantes poderosos que mostraron responsabilidad en sus funciones. Fernando Savater escribió respecto de un emperador romano: “Para Marco Aurelio lo más importante era ser un verdadero hombre, no un funcionario de alto rango. «¡Cuidado! No te conviertas en un César…Lucha por conservarte tal cual la filosofía ha querido hacerte»: así se amonestaba a sí mismo”.

“El ideal a conseguir: «Ser igual que el promontorio contra el que sin interrupción se estrellan las olas. Éste se mantiene firme y en torno a él se adormece la espuma del oleaje». Poco tiene que ver esta sabiduría, como puede verse, con la erudición o el acopio de datos; ninguna computadora es útil para conseguirla. Ahora bien, ¿cómo podríamos aspirar nosotros a esta apática autonomía, nosotros, retoños románticos de la epilepsia cristiana, del delirio historicista del progreso y de la ciega apetencia psicoanalítica?” (De “Sobre vivir”-Editorial Ariel SA-Barcelona 1983).

El materialista está siempre compitiendo y mirando la riqueza o la pobreza de los demás. Por ello, convencido de que la felicidad radica en lo material, buscará poseer cada vez mayor cantidad de bienes, con la absurda creencia de que alguna vez hallará la paz que necesita. Para una persona equilibrada, un aumento del bienestar material le reportará un leve aumento en su nivel de felicidad, siendo plenamente consciente de ello. De ahí la esencial diferencia de mentalidad.

La reiterada repetición de palabras permite que los niños pequeños aprendan un idioma, de la misma manera en que la mentalidad generalizada de la sociedad se va formando a partir de ciertas ideas repetidas por la mayoría y que son admitidas en forma indiscutible aun cuando no sean verdaderas; tal el caso de la “culpabilidad” del exitoso y de la “inocencia” del fracasado.

Así como se culpa a los ricos de todos los problemas existentes en una sociedad, se acusa a los países poderosos como culpables de todos los problemas existentes en la humanidad. De ahí surge una actitud de odio que gobierna la mente y los actos de grandes sectores de la población. Adoptando tácticas totalitarias, la izquierda política trata de unificar al enemigo; se induce a odiar a los empresarios, a los EEUU, a Occidente, al capitalismo; quien no comparte ese odio unificado es considerado como un enemigo de la sociedad y de la patria, o bien es mirado con un dejo de lástima como se mira a un ingenuo colaboracionista del mal absoluto.

Bajo tal mirada dominante, la solución de todos los males provendrá de la destrucción del capitalismo y de todo lo que constituye la “civilización occidental”, cristianismo incluido. El relativismo moral, como toda creencia, se va instalando poco a poco promoviendo la destrucción de valores tradicionales que convendría mantener en lugar de intentar reemplazarlo por cualquier ética de dudosa validez. Fernando Savater escribió: “La ética no proviene de otra parte más que de la voluntad humana. Soy moral no cuando hago lo que debo -¡puaf!- sino cuando me atrevo a hacer lo que quiero. Lo que realmente quiero”.

El mencionado autor olvida que existe una ley natural que rige a todos los seres humanos, creyentes o no de su existencia, y que la validez de las diversas éticas que el hombre propone depende de cuánto se adaptan a nuestra naturaleza humana. De lo contrario no tendría sentido hablar de la ética, como ciencia objetiva. Las diversas sociedades pagan un precio muy alto cuando “se atreven a hacer lo que quieren”, ignorando “hacer lo que deben”, desconociendo los mandamientos que desde la antigüedad fueron enunciados por Moisés y por Cristo.

Otros autores apuntan contra la existencia de “la naturaleza humana”, la que justifica la psicología y otras ciencias que estudian al hombre. Si no existiera algo concreto, como fundamento de la diversidad entre los distintos individuos, no sería posible realizar descripciones objetivas del ser humano. Así, el hombre puede cambiar de actitud cuando adquiere una nueva información, de la misma manera en que una computadora puede cambiar su desempeño cuando se le coloca un nuevo programa; sigue haciendo lo que antes podía hacer y también lo que el nuevo programa le permite.

Mientras algunos autores advierten que la mentira es la principal fuerza que mueve al mundo, debe agregarse que la mentira siempre va acompañada por el odio. Los movimientos políticos de izquierda, así como los de tipo populista, adquieren su fuerza pública promoviendo el odio básico de los materialistas pobres en contra de los ricos, sean éstos materialistas, o no.

No podrá un país salir de una severa crisis sin que antes sus ciudadanos traten de transitar por la verdad y de alejarse del materialismo. De lo contrario, tarde o temprano serán conducidos por políticos inescrupulosos que logran votos favorables a costa de promover el odio debilitando de esa forma la fortaleza moral que pueda tener un pueblo.

En la Argentina, la izquierda política ha tenido la habilidad de convencer a las masas que lo que ha fracasado en el mundo no es el socialismo, sino el capitalismo. De ahí que un gran sector de la sociedad esté predispuesto a colaborar en la destrucción de los últimos vestigios de la economía de mercado, para que el país se oriente hacia alguna forma de socialismo. Para gran parte de los argentinos, el Muro de Berlín no fue un síntoma de opresión, esclavitud o fracaso, sino que el fracaso estuvo constituido por el “milagro alemán” ocurrido en el sector de la ex Alemania Occidental.

viernes, 12 de agosto de 2016

Teoría de la cultura

Entre las ciencias sociales encontramos a la antropología; la encargada de describir el proceso cultural mediante el cual el hombre se adapta al orden natural en vistas a lograr su supervivencia. Como la mayor parte de tales ciencias, la antropología atraviesa una etapa precientífica caracterizada por la existencia de varias teorías, generalmente poco vinculadas entre sí. De ahí que resulte necesario encontrar un marco de referencia común que ligue de alguna forma los distintos puntos de vista. Bronislaw Malinowski escribió: “La antropología, como ciencia del hombre, en sentido amplio, como la más comprensiva disciplina en el humanismo, fue la última en llegar. Ella debió limitar sus alcances y su campo, su contenido y su método lo mejor que pudo. Asimiló lo que había sido dejado de lado y aun tuvo que usurpar antiguos materiales que otras ciencias conservaban. La constituyen ahora disciplinas tales como la prehistoria, el folklore, la antropología física y cultural. Éstas se aproximan peligrosamente a otros legítimos campos de ciencias sociales y naturales: psicología, historia, arqueología, sociología y anatomía”.

“En este ensayo intentaré mostrar que el verdadero campo de reunión de todas las ramas de la antropología es el estudio científico de la cultura”.

“Cada concepto a su turno es el resultado de una teoría que declara que algunos hechos determinan el curso de los acontecimientos y otros son accesorios meramente accidentales: que las cosas ocurren como ocurren porque determinadas personas, el pueblo en general o factores materiales del ambiente las producen”.

“La causa de todo el trastorno reside en el hecho de que la mayoría de los principios, generalizaciones y teorías estuvo implícita en la reconstrucción del historiador y fue naturaleza intuitiva más bien que sistemática. El historiador típico y muchos antropólogos gastan la mayor parte de su energía teorética y de sus ocios epistemológicos en refutar el concepto de ley científica en los procesos culturales, en erigir comportamientos estancos entre el humanismo y la ciencia y en proclamar que el historiador o el antropólogo pueden reconstruir el pasado gracias a una visión específica, a cierta intuición o revelación, en una palabra, que pueden confiar en la gracia de Dios más bien que en el sistema metódico de trabajo concienzudo” (De “Una teoría científica de la cultura”-Sarpe-Madrid 1984).

Como continuidad al proceso de la evolución biológica, aparece el proceso de la evolución cultural; ambos orientados a la adaptación del hombre al orden natural. De ahí que una “teoría de la cultura”, en el ámbito de la antropología, ha de ser una teoría que describa el proceso de la evolución cultural con la consiguiente sugerencia para la adaptación del hombre a dicho orden.

Existe actualmente un marco orientador, surgido de la física, y es el que muestra una continuidad desde la evolución de la materia hasta llegar a la vida inteligente. Consiste en la aparición sucesiva, en el universo, de las partículas fundamentales, luego de átomos, moléculas, células, organismos, vida y vida inteligente. Mientras que la física, la química, la astronomía y la biología, principalmente, describen el proceso evolutivo hasta llegar a la vida inteligente, resulta necesario establecer un esquema teórico que describa la evolución cultural a cargo del hombre, que será la teoría de la cultura antes mencionada.

Mientras que el proceso de la evolución biológica se fue estableciendo sin ninguna intervención del hombre, el proceso de la evolución cultural lo tiene como a su figura central. En el primer caso, el hombre era un actor pasivo que nada podía hacer frente a las fuerzas de la naturaleza; en el segundo caso, el hombre ha sido “designado” como el Director General del proceso evolutivo, y la humanidad será conducida por los caminos que el hombre elija.

En sociología, hay quienes opinan que existen comportamientos estrictamente sociales, independientes de los individuos, mientras que otros opinan que, para la descripción de todo comportamiento social, no debe excluirse al individuo. Desde esta postura, se advierte que, en el proceso de la evolución cultural, será prioritario el comportamiento individual. Ello implica que debe predominar la visión del psicólogo social antes que la del sociólogo. Elvin Hatch escribió: “Malinowski cree que la comprensión en el nivel de la conducta individual se obtiene sobrepasando el nivel de los intereses y las predisposiciones. Es necesario profundizar el problema, dejando atrás la costumbre, y descubrir las motivaciones naturales que son los resortes básicos de la acción humana. Por ejemplo, para comprender las actividades del horticultor trobriandés, es necesario percibir la ambición y el deseo de obtener ventajas que lo motivan. Para comprender la conducta del mago primitivo es necesario identificar las necesidades emocionales que lo impulsan a actuar”.

“El problema de la naturaleza del hombre era una cuestión residual en el esquema de Radcliffe-Brown. A su juicio, el sistema social se basa en sus propios y particulares principios, y puede entenderse sin tener en cuenta la naturaleza de los miembros individuales de la sociedad. Puede afirmarse casi exactamente lo contrario de la obra de Malinowski, que escribió: «En mi opinión, importa sobre todo que el estudioso no olvide nunca el organismo humano vivo y palpitante, de carne y sangre, que está siempre en el centro de todas las instituciones»” (De “Teorías del hombre y de la cultura”-Prolam Editores SRL-Buenos Aires 1975).

Una vez “instalados en el individuo”, podremos aplicar el conocimiento que sobre él disponemos, tal como las componentes afectivas y las cognitivas de su actitud característica. Si existe una evolución cultural, habrá de estar materializada por un mejoramiento de los aspectos afectivos (o morales) como así también de los aspectos intelectuales (o cognitivos). De ahí que una teoría de la cultura ha de describir la manera en que tales aspectos mejoran, o empeoran, de la misma manera en que deberá distinguir entre las costumbres que favorecen la adaptación al orden natural de aquellas que lo impiden, en oposición a la actitud imperante en la antropología actual que denomina “cultura” a todo lo que realiza el hombre, sin distinguir lo que resulta positivo de lo que no lo es.

Desde la antigüedad se describían los distintos procesos naturales en base a supuestas intervenciones de un Dios Creador, como es el caso de la vida y del hombre. Luego de la aparición de la teoría de la evolución biológica, por medio de la selección natural, se admitió la posibilidad de existencia de sistemas autoorganizados que podían ser descriptos mediante sistemas de realimentación negativa (feedback), como es el caso del propio proceso evolutivo.

Un sistema autorregulado es el constituido por el tanque de agua de una vivienda. El estado estable implica haber logrado el objetivo buscado (tanque lleno), mientras que circunstancialmente se tiene un tanque lleno a medias, que es lo que se logra en realidad. El flotante detecta la diferencia entre lo que se desea y lo que se ha logrado y actúa sobre la válvula de entrada de agua haciendo pequeña la diferencia, buscando la situación de estabilidad. El proceso de la evolución biológica, como sistema autorregulado, puede esquematizarse como sigue:

Especie adaptada => Reino animal y vegetal => Especie en adaptación
<= Selección natural <=

La teoría de sistemas fue aplicada en antropología bajo las siguientes formulaciones: la cibernética de Norbert Wiener (1947); la teoría general de sistemas de Ludwig von Bertalanffy (difundida entre 1950 y 1970); la teoría de las estructuras disipativas de Ilya Prigogine (1960) y la sinergética de Hermann Haken (1980) (De “Corrientes en antropología contemporánea” de Carlos Reynoso-Editorial Biblos-Buenos Aires 1988).

La evolución cultural, por otra parte, admite una descripción similar:

Individuo adaptado => Humanidad => Individuo en adaptación
<= Profeta, filósofo, científico social <=

En este caso, algunos hombres son los “encargados” de sugerir lo que implica estar “plenamente adaptado”, proponiendo cambios al resto de los hombres para que la diferencia se reduzca cada vez más.

En cuanto al conocimiento, tanto la ciencia experimental como el aprendizaje cotidiano, admiten una descripción similar, que implica el conocido método de “prueba y error”:

Realidad => Científico => Modelo de la realidad
<= Experimentación <=

Mediante los esquemas mencionados se puede disponer de un soporte básico que permite establecer pensamientos concretos respecto al proceso de adaptación cultural. Denomínese teoría elemental, soporte básico, o lo que sea, constituyen conceptos que deben ser tenidos en cuenta para establecer una teoría científica de la cultura.

Si nos preguntamos acerca de la orientación que debe adoptar la humanidad, o las decisiones concretas que deberían tomar los gobiernos de los distintos países, seguramente que no obtendríamos una respuesta única, y si la hubiese, no tendríamos seguridad en cuanto a su eficacia. En cambio, si nos preguntamos por las decisiones que debería adoptar cada individuo, la respuesta podrá ser concreta, coincidente y segura. Tal respuesta surge al “elegir” entre adoptar una actitud cooperativa o bien una competitiva, y en tomar como referencia la propia realidad o bien alguna ideología propuesta por otra persona aun cuando esa ideología no sea compatible con la realidad.

La respuesta concreta implica adoptar la actitud que nos permite compartir las penas y las alegrías de los demás como propias, algo que ya viene propuesto en el Antiguo Testamento, en forma algo oculta, como en el Nuevo Testamento, en forma explícita. Además, implica adoptar la actitud del científico, como un apasionado buscador de la verdad.

La primera etapa, para encontrar la solución a los problemas del hombre, radica en encontrar las respuestas que orienten sus acciones. La segunda etapa, la de mayor dificultad, consiste en convencerlo de la efectividad de tales sugerencias.