martes, 5 de julio de 2016

Todo es igual, nada es mejor

Para denunciar la decadencia moral de la sociedad argentina, Enrique Santos Discepolo expresaba, en la letra del tango Cambalache: “Todo es igual, nada es mejor, lo mismo es un burro que un gran profesor”, haciendo evidente una comparación injusta que se establece cuando predomina el relativismo moral y se degrada al superior mientras se eleva al inferior, hasta igualarlos en una escala de valores que no reconoce méritos ni mediocridades.

En la Argentina actual, las cosas no han cambiado demasiado, ya que, en el ámbito de la política, se trata de igualar la acción de una organización delictiva que gobernó y saqueó el Estado durante 12 años, comparándola con el actual gobierno cuyos integrantes, hasta ahora, han dado apenas algunos indicios de intentar una evasión impositiva, pero que están todavía muy lejos de alcanzar el record de los más de 20.000 millones de dólares que algunas estimaciones atribuyen al fraude kirchnerista.

Luego de la suba de precios de la energía, poco se tiene en cuenta que el gas utilizado en el país es importado en su mayor parte; que viene en barcos y que se paga en dólares, herencia del gobierno kirchnerista que destruyó el sistema energético tanto como el autoabastecimiento en ese rubro. Según un sector de la población, el gobierno populista anterior (que mucho amaba a los pobres) distribuía el gas a precios muy bajos, mientras que el gobierno actual (que se complace con generar pobreza) ha elevado los precios para satisfacer su maldad inherente.

Si bien se puede discutir la forma en que se trata de que cada uno pague su consumo de energía, no se debe olvidar el daño que el gobierno anterior infligió al sector energético. No resulta justo criticar solamente a quien intenta arreglar el desbarajuste económico, que puede o no tener éxito en su empeño, olvidando la corrupción y la mala gestión del gobierno populista anterior.

Al igualar a ambos gobiernos, se intenta abrirle las puertas a la asociación ilícita para que intente acceder nuevamente al poder. No sólo el grupo de seguidores deshonestos promueve el “todos son iguales”, o “siempre hubo corrupción”, sino también muchos periodistas que, intentando ser objetivos, no encuentran algo mejor que criticar por igual a ambos gobiernos para mostrar a la opinión pública su imparcialidad, logrando de esa manera establecer un eficaz encubrimiento a la mencionada asociación delictiva.

Luego de que se ha hecho evidente y pública la acción ilícita encabezada por los Kirchner, un 20% de los votantes, aproximadamente, tendría la intención de votarlos nuevamente, en caso de que la Presidente saliente fuese candidata. La democracia sólo puede resultar eficaz si existe el “voto castigo”, por el cual se promueve la salida de los malos gobiernos. Sin embargo, muchos sólo tienen en cuenta sus casos particulares y poco les interesa lo que le sucede al resto, y mucho menos a la nación. De ahí que favorezcan, con su actitud, la “compra de votos” que cada gobierno de turno pueda efectuar con los medios económicos del Estado.

La “compra de votos” más efectiva es la realizada mediante la concesión de empleos en el Estado. De ahí que, con el desmedido aumento de empleados públicos realizado bajo el gobierno kirchnerista, se estima que unos 2 millones de empleados estatales realizan tareas prescindibles. Con tanto derroche de recursos, es imposible reducir el déficit fiscal, la presión tributaria y la inflación. Se estima que unos 8 millones de argentinos, que realizan trabajo productivo, mantienen a unos 19 millones que no lo hacen (jubilados, empleos parasitarios, planes sociales, etc.). Incluso resulta sorprendente que exista un fuerte consenso para realizar una “justa redistribución de la riqueza” antes de promover una justa distribución del trabajo y de las responsabilidades.

El cinismo kirchnerista parece no tener límites. En lugar de aceptar los errores de su gestión y la corrupción en gran escala, ni siquiera muestran señales de culpa o de arrepentimiento. El peronismo, en lugar de hacerse responsable del kirchnerismo que promovió, ahora lo critica como alguien ajeno al partido. Algo similar ocurrió con el menemismo. Ello implica que, no sólo el votante no cumple con las reglas democráticas del voto castigo, sino que uno de los principales partidos nacionales (Partido Justicialista) ni siquiera se hace cargo de los graves errores cometidos. Por el contrario, los radicales siempre aceptaron sus errores y no negaron sus fracasos.

Quienes aducen que “todos los políticos son corruptos” no advierten la diferencia entre los radicales, que cuando dejan el gobierno tienen un patrimonio similar a cuando accedieron al poder, y los peronistas, que por lo general arreglan su situación económica personal, a veces hasta asegurar más de una de sus futuras generaciones. En ambos casos, por supuesto, puede haber excepciones. Pero se advierte siempre la tendencia encubridora que utiliza como lema tácito el “todo es igual, nada es mejor”.

La intelectualidad, por otra parte, con su silencio se hace cómplice de los movimientos políticos corruptos. Muchos escritores temen ser catalogados de “gorilas” si alguna vez intentan informar acerca de lo que en realidad fue el peronismo. Por el contrario, debería considerarse un orgullo ser considerado “gorila” si tal calificativo proviene de un peronista. Una crítica similar realizó Mario Vargas Llosa quien, respondiendo a una pregunta sobre quiénes son los intelectuales «condicionados» por la izquierda, expresó: “Gabriel García Márquez, Mario Benedetti y Julio Cortázar. Estos son los más ilustres, pero luego hay un número infinito de intelectuales medianos y menores, todos perfectamente manipulados, subordinados, corruptos. Corruptos por el reflejo condicionado del miedo de afrontar el mecanismo de satanización que posee la extrema izquierda. […] Intelectuales respetabilísimos tragan las mentiras más infames simplemente para no ser triturados por ese mecanismo de difamación” (De “Escritores contra escritores” de Albert Angelo-El Aleph Editores-Barcelona 2006).

La actitud de periodistas e intelectuales, aun cuando no se sientan presionados, parece invocar el lema “somos todos pecadores”, lo cual es una verdad a medias. Si partimos de que no existen hombres perfectos, se sigue evidentemente que “somos todos pecadores”, de ahí surge la aparente igualdad entre un múltiple asesino y quien comete una leve infracción de tránsito.

Otro de los medios utilizados para dejar abiertas las puertas a una futura vuelta al poder de los sectores políticos nefastos consiste en calificar a los fracasados regímenes de tipo socialista diciendo que son “de derecha”. Confunden a la gente al hacerles creer que el término “socialista” implica un movimiento democrático. Por el contrario, Fidel Castro, alguien representativo de la izquierda socialista, se caracterizó por tomar el poder por las armas y dirigir a la sociedad cubana bajo su criterio personal, disponiendo de bienes y de personas como si fuese el dueño absoluto de Cuba. Su aliado y seguidor, Nicolás Maduro, seguramente será calificado por algunos periodistas como un gobernante “de derecha” a fin de dejar las puertas abiertas en Latinoamérica para futuras incursiones del socialismo siglo XXI.

La deshonestidad de los sectores peronistas y kirchneristas es llamativa, ya que en poco tiempo han olvidado todos los errores de la gestión K. Como partícipes y cómplices no tienen ninguna autoridad moral para criticar los errores del actual gobierno, que por supuesto los tiene, sino que, como cómplices del deterioro de la nación, deberían tener al menos un poco de dignidad y dejar que la gente decente proceda a hacer las críticas correspondientes.

Algunos hablan de la necesidad de “cerrar la grieta” que divide a los argentinos. Sin embargo, ello no resultará posible hasta que el sector que roba, miente, descalifica y destruye, siendo consciente de ese proceder, muestre algunos síntomas de arrepentimiento y de reconocimiento de errores, algo que por el momento parece imposible. La grieta ha de continuar, con efectos nefastos para la nación, por cuanto una persona decente, con sólo mirar en televisión el cinismo mostrado por kirchneristas y peronistas, posiblemente sufrirá un malestar emocional que le podrá durar medio día, o el día entero, optando posiblemente por escuchar música en su tiempo libre para poder llevar una vida cercana a la normal.

También en este caso surgen los intelectuales y periodistas “objetivos e imparciales” que promueven el cierre de la grieta esperando un cambio favorable en ambos bandos. Si es uno de los dos el sector que está alejado de la ética elemental mientras que el otro, al menos, intenta orientarse por criterios éticos, llegamos a la conclusión de que la grieta es consecuencia de la antigua división entre justos y pecadores, por lo cual el cambio mayor debe darse en estos últimos.

Seguramente que hubo quienes votaron por los Kirchner sin ser beneficiados directos de un empleo estatal o por alguna otra forma “redistributiva” que el Estado destinaba a la compra de votos. Por ello, el sector kirchnerista puede dividirse entre engañados por la asociación ilícita, que habla todo el tiempo de los pobres cuando lo que buscan es el enriquecimiento y el poder, y por los adeptos incondicionales que sienten un profundo odio hacia la clase media y la superior, incluso siendo parte de ellas. El argentino típico se jacta de la “viveza criolla”, que es una forma de denominar a la deshonestidad que nos caracteriza. Si se tiene en cuenta la forma en que la población fue engañada por embaucadores profesionales, advertimos que, de la viveza auténtica (como una forma de inteligencia), tenemos bastante poco.

La tolerancia hacia la asociación ilícita que nos gobernó durante la “década ganada” (o robada) se ha transformado de pronto en una intolerancia extrema hacia el macrismo, que a veces llega a confundirse con el golpismo y el sabotaje. Recordemos que, nuevamente, los argentinos no pudimos votar libremente, sino en contra de alguien. Cuando apareció Zanini como candidato a vicepresidente de Scioli, se advirtió, sin la menor duda, que tal lista presentaba una continuidad de la asociación ilícita que por más de una década detentaba el poder. El casi 50% de apoyo electoral es una muestra elocuente de la severa crisis moral que reina en nuestra sociedad.

No faltan quienes aducen que “la culpa es del sistema” y de “una ley del año 47”. De ahí que los integrantes de la asociación delictiva serían víctimas inocentes del sistema corrupto. Sin embargo, con otro sistema, habrían cambiado de estrategia, y hubieran logrado resultados distintos. Si todo se tratara del “sistema”, las cosas se arreglarían mucho más fácilmente.

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