jueves, 14 de abril de 2016

Igual respuesta afectiva vs. igualitarismo

Todo parece indicar que el comportamiento humano depende tanto de la herencia genética que traemos de nacimiento (lo que puede denominarse “naturaleza humana”) como de la influencia cultural recibida desde el medio social. De ahí que el proceso evolutivo del hombre presenta dos aspectos complementarios que pueden simbolizarse de la siguiente manera:

Comportamiento humano = Herencia genética + Influencia del medio social
Evolución humana = Evolución biológica + Evolución cultural

Sin embargo, las ideologías totalitarias suponen que nuestro comportamiento depende de sólo uno de tales factores, según se detalla:

Nazismo

Comportamiento = Herencia genética
Evolución humana = Eliminación de las razas genéticamente inferiores

Marxismo

Comportamiento = Influencia del medio social
Evolución humana = Eliminación o reeducación de la clase social burguesa

El cristianismo, compatible con la postura inicial (Herencia + Influencia), propone una igual respuesta afectiva hacia todos los seres humanos, tal el “amarás al prójimo como a ti mismo”. Para ello tiene presente que nuestra naturaleza humana presenta cuatro actitudes emocionales básicas (amor, odio, egoísmo y negligencia) por lo que, buscando la cooperación entre los hombres, propone adoptar la primera de ellas. El “hombre nuevo” cristiano es el que elige tal actitud, aun cuando los hombres difieran tanto desde el punto de vista de sus atributos heredados como por la influencia social recibida.

El sector marxista, al sostener que el hombre actúa sólo por influencia del medio social (ambientalismo), consideró la posibilidad del “hombre nuevo soviético”, esta vez pretendiendo “educarlo” para que se adapte plenamente a la sociedad comunista, en la cual los hombres se unen entre sí, no a través de sus atributos emocionales, como lo propone el cristianismo, sino a través del trabajo y de los medios de producción previamente confiscados por el Estado. Henry de Lesquen escribió: “Según la explicación ambientalista, los comportamientos humanos, sean menores o sublimes, son el resultado del adiestramiento social. Son adquiridos. Cada ser humano al nacer es «una página en blanco» sobre la cual se puede literalmente escribir no importa qué”.

“Para Marx, como, por otra parte, para los economistas clásicos en los cuales se inspiró, el hombre no es más que un engranaje dentro de un mecanismo económico: todos sus actos, todas sus reacciones en todos los dominios, son explicables y están determinados por el sistema económico dentro del cual se encuentra. A partir de allí, la única motivación de los hombres y el único factor de desigualdad existente entre ellos es la posesión o no posesión de un factor de producción”.

“Un cambio en la repartición de este factor de producción –cambio impuesto eventualmente por la fuerza- entrañará pues necesariamente una modificación de la conducta profunda de los hombres. Si se suprime la desigualdad con respecto a los factores de producción, cada uno será capaz de desempeñar cualquier función: como escribe Lenin; «el socialismo elevará a las masas a una vida nueva, colocará a la mayor parte de la población en condiciones que permitirán que todos, sin excepción, desempeñen las funciones públicas». Aquí se encuentra un tema caro a Lenin: el de la sencilla cocinera llamada al desempeño de las más altas funciones dentro de la sociedad comunista”.

“Sin embargo, una evolución de este tipo habrá hecho posible la sustitución de los hombres en el gobierno por la administración de las cosas: «la superación positiva de la propiedad privada, que es la apropiación de la vida humana, significa la superación positiva de toda alienación y, en consecuencia, el abandono por el hombre de la religión, de la familia, del Estado, y el retorno a su existencia humana, es decir, social». La sociedad del futuro carecerá de instituciones porque carecerá de clases”.

“Al repudiar el «a cada uno según sus capacidades» en provecho del «a cada uno según sus necesidades», dicha sociedad concretará el ideal igualitario. Por fuerza no igualitario, entonces, el derecho desaparecerá. En lo referente al hombre, cuya naturaleza y evolución están rigurosamente determinadas por la Historia, al término de ésta, o sea dentro de la sociedad comunista, se habrá convertido muy naturalmente en un ser bueno y perfecto. Será el paraíso reencontrado” (De “La política de lo viviente”-EUDEBA-Buenos Aires 1981).

A lo largo de la historia se han sucedido gobernantes caracterizados por una anormal ambición por el poder, lo que generó una sucesión de serios conflictos. Lo que pretende el marxismo-leninismo no implica solamente conquistar todo el poder posible y mantenerlo todo el tiempo posible, sino imponer a los seres humanos una “naturaleza artificial” que habría de heredarse durante las sucesivas generaciones. En lugar de compatibilizar la herencia biológica con la cultural, optimizando nuestra naturaleza humana, busca imponer una personalidad acorde a la utópica sociedad comunista.

El sistema totalitario promovido por el marxismo-leninismo se ha basado en el terror, ya que ha sido la única forma de intentar compatibilizar la naturaleza humana con la mencionada “naturaleza artificial” tratada de imponer por la ideología igualitarista.

De la misma forma en que, se supone, el hombre actúa sólo por la influencia del medio social, y que nace con una mente en blanco en la cual se puede “escribir” todo lo que los educadores deseen, cuando se trata de imponer el socialismo se procede a la destrucción total de las instituciones que caracterizan a la sociedad anterior. “Hay grados en la refutación del orden social. La que inspira al igualitarismo es en realidad de naturaleza diferente. No se interesa nada en los «contenidos» y muy poco en los «continentes». Su objetivo no apunta a sustituir un hombre por otro, una institución por otra, sino a hacer tabla rasa, y de una vez por todas, de las jerarquías. En estado puro, esto da por resultado, como en China, la Revolución Cultural. La amplitud que puede revestir una revolución tal se mide en una óptica donde la cultura es todo y la naturaleza, por decir así, nada”.

“La aspiración a la tabla rasa, esa fanática rabia de erradicación del mal, se encuentra en los movimientos milenaristas, hostiles a la Iglesia –y, por otra parte, severamente condenados por ella- que se habían propuesto realizar en la Tierra, a sangre y fuego, las profecías del Apocalipsis. Por consiguiente, ¿habrá que sorprenderse de que Engels haya reconocido en la persona de Thomas Münzer, fundador de la secta milenarista de los anabaptistas, al «primer comunista»?”.

Un “proceso igualitarista” espontáneo, algo similar al proceso inducido por Marx, quien promovía la “dictadura del proletariado” junto a la violencia contra “la burguesía”, se estableció hace algunos años en Rwanda, sin que, aparentemente, existiera un ideólogo que lo impulsara. “Del alcance real del espíritu igualitario se puede tener una idea por la historia verídica de los hutus y de los tutsis. Estas dos agrupaciones de individuos con la misma lengua y la misma cultura –etnias- cohabitaban en Rwanda, pequeño Estado de África Central que obtuvo su independencia en 1962. Los tutsis, de talla gigantesca, constituían la aristocracia del país y habían reducido a la servidumbre a los campesinos hutus, mucho más pequeños. Ahora bien, tras la proclamación de su independencia, los hutus, ampliamente mayoritarios, se rebelaron contra los tutsis. Vencedores, no se contentaron con asesinar a sus antiguos amos, sino que se libraron de su complejo de inferioridad física cortándoles las piernas a nivel de la rótula. Durante semanas, los ríos de Rwanda arrastraron los cadáveres de los tutsis salvajemente mutilados. Para nivelar la sociedad, los hutus habían elegido el medio más radical”.

“Si el principio igualitario es absurdo, ¿cómo explicar la persistencia de las concepciones y sentimientos igualitaristas? ¿Forman parte de las motivaciones profundas del ser humano o bien no son más que una manifestación particular de la voluntad de revancha propia de los «oprimidos» y de todos aquellos que por una u otra razón se sienten inferiores a sus congéneres?”.

La Revolución comunista implica esencialmente una guerra civil en la cual sus instigadores promueven y exacerban las diferencias entre sectores para que los menos favorecidos destruyan a sus rivales en forma violenta. Bertrand Russell escribió sobre el revolucionario Lenin: “Cuando conocí a Lenin, tuve mucha menos impresión de un grande hombre de lo que esperaba; mis más vívidas impresiones fueron de fanatismo y crueldad mogólica. Cuando le interrogué acerca del socialismo en la agricultura, me explicó con júbilo cómo había incitado a los campesinos más pobres contra los más ricos: «Y muy pronto les colgaron de los árboles más cercanos -¡ja, ja, ja!». Sus risotadas ante el recuerdo de los muertos hicieron que la sangre se me congelara” (De “Ensayos impopulares”-Editorial Hermes-Buenos Aires 1961).

En el campo de la psicología, existen escuelas que postulan el ambientalismo, tal el caso del pavlovismo y el behaviorismo. Si alguien está convencido de que cada ser humano es una página en blanco, resulta de ello una invitación a “escribir algo” en ella, es decir, una invitación al dominio mental del hombre sobre el hombre. Henry de Lesquen escribió al respecto: “La concepción [ambientalista] del hombre contiene implicaciones tanto más graves cuanto que, según Watson, el fin de la psicología no radica sólo en observar, sino en dirigir los comportamientos humanos: «La psicología, tal como la concibe el behaviorista, es una parte de las ciencias naturales, rigurosamente objetiva y experimental. Desde el punto de vista teórico, su objetivo es la previsión y dominio del comportamiento»”.

Cada uno de nosotros lleva encima los rastros tanto de la evolución biológica como de la cultural, siendo el hombre un colaborador de Dios en el proceso de realización de la humanidad, en el lenguaje religioso, Quienes ignoran la naturaleza humana, o nuestra herencia genética, en cierta forma intentan reemplazar al Dios Creador, o al espíritu creativo de la evolución, por sus propias y “sabias” utopías.

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