viernes, 29 de abril de 2016

Europa y la renuncia a sus fundamentos

Los pueblos que habitan el continente europeo estuvieron ligados a través del cristianismo, ya que fue la religión difundida por el Imperio Romano. En la actualidad, Europa parece haber olvidado sus orígenes dejando un tanto de lado su antigua religión. Jeremy Rifkin escribió: “Muchos europeos ya no creen en Dios. El 82% de los estadounidenses confiesa que Dios es muy importante en su vida, mientras que aproximadamente la mitad de los daneses, los noruegos y los suecos afirman que Dios no tiene ninguna importancia para ellos. Cuando se trata de creencias religiosas, las opiniones de los estadounidenses están mucho más cerca de las opiniones de la población de los países en vías de desarrollo y muy lejos de las del resto del mundo industrializado”.

“¿Acaso tiene alguna importancia todo esto? Nada es más fundamental para determinar la manera de pensar y de comportarse de la gente que sus valores personales. En el caso de la mayoría de los estadounidenses, los valores religiosos tiñen toda su manera de actuar, no sólo en casa, sino también fuera de ella. Por ejemplo, las actitudes de los estadounidenses sobre la naturaleza del bien y el mal difieren sustancialmente de las de nuestros amigos europeos. El Estudio Mundial de Valores pidió a sus encuestados en varios países que escogieran cuál de las dos visiones diferentes de la moral reflejaba mejor sus actitudes: «Hay una serie de principios absolutamente definidos sobre el bien y el mal. Éstos valen para todo el mundo y en cualquier circunstancia» o «En ningún caso puede haber unos principios absolutamente definidos sobre el bien y el mal. El bien y el mal dependen enteramente de las circunstancias de nuestro tiempo…». La mayoría de los europeos, e incluso de los canadienses y los japoneses, escogió la segunda respuesta, mientras que los estadounidenses tenían tendencia a preferir la primera” (De “El sueño europeo”-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2004).

La primera opción mencionada es una postura que reconoce la existencia de una ética objetiva, mientras que la segunda, aceptada mayoritariamente por los europeos, implica el relativismo moral. Por lo general, quien acepta el relativismo moral es el que también acepta el relativismo cognitivo y el cultural, ya que son posturas que derivan de suponer que no existen instancias superiores (Dios o las leyes naturales) sino que “el hombre es la medida de todas las cosas”. Si no existen instancias superiores tampoco existe la verdad ni la ciencia experimental, sino que la “verdad” se establecerá por consenso o mayoría (relativismo cognitivo). Si no existen instancias superiores, no existe el bien ni el mal, y mucho menos la ética y la religión moral, sino que tales conceptos se establecerán por consenso o por mayoría (relativismo moral). Si no existen instancias superiores, no existe una cultura mejor que otra (al menos desde algún punto de vista), por lo que no tendría sentido el proceso de adaptación cultural al orden natural (relativismo cultural).

La Europa de los relativismos, la que no reconoce instancias superiores, da la espalda a uno de sus fundamentos principales, el cristianismo, inclusive dejando de lado a Dios como referencia, o bien a las concretas y casi evidentes leyes naturales que rigen todo lo existente. Jeremy Rifkin escribió: “Mi primera impresión al leer la Constitución Europea fue que importantes secciones de la misma no resultarían nunca aceptables para la mayoría de los estadounidenses, si alguna vez les fuera propuesta para su ratificación. Aunque hay en ella pasajes que sin duda encontrarían ecos positivos –entre ellos algunos copiados en gran medida de nuestra propia Declaración de Independencia y de la Carta de Derechos de la Constitución estadounidense-, el documento de 265 páginas contiene otras ideas y nociones que son tan ajenas a la mentalidad americana contemporánea que serían vistas con suspicacia o incluso con extrañeza”.

“Para empezar, no hay una sola referencia a Dios, y sólo una referencia velada a la «herencia religiosa» de Europa. Dios está ausente. Algo extraño en un continente donde las grandes catedrales adornan las plazas de la mayoría de las ciudades, y en el que en cada esquina aparecen pequeñas iglesias y capillas. Sin embargo, hoy en día la mayoría de los visitantes de los antiguos santuarios son turistas. Resulta difícil ver, en una misa del domingo por la mañana, a algo más que un puñado de habitantes del lugar. La mayoría de los europeos –sobre todo las generaciones de la posguerra- han dejado atrás a Dios. Europa es posiblemente la región más secular del mundo”.

La primera idea que viene a la mente, es que esa ausencia de Dios, y del cristianismo, ha de despertar la atención de “otros oferentes de religión”, de la misma manera en que la ausencia de un producto en el mercado ha de despertar el interés de algún posible proveedor. Amparado por el relativismo cultural europeo, el Islam ha visto un lugar favorable para la conquista de las almas, sin descartar formas violentas.

La Iglesia Católica, por su parte, ha renunciado justamente a su catolicidad (universalidad). Ha dejado un tanto de lado aquello de que “fuera de la Iglesia no hay salvación”. En realidad, fuera del cumplimiento de los mandamientos cristianos, no se lograrán buenos resultados; y no porque uno esté fuera de la Iglesia o porque admita otra religión. Ello resulta fácil de entender si tenemos presente que el Bien está asociado al amor y el Mal al odio, al egoísmo y a la indiferencia. Sólo compartiendo las penas y alegrías ajenas como propias se logrará resolver todos los problemas que aquejan al hombre.

El relativismo cultural ha abierto las puertas a la entrada del absolutismo cultural propuesto por el totalitarismo teocrático de origen islámico. De ahí que el europeo debería soportar, sin protestar, los distintos actos terroristas por cuanto ellos son una expresión de la “cultura islámica”, ya que en sus libros sagrados se insinúa combatir a los “infieles” a cambio de recompensas en el más allá. El relativista quizá exprese que “no es cultural lo que afecta la vida de otros seres humanos”, por lo que, entonces, parece aceptar que existe cierto absolutismo ético (contra su creencia previa que no existe una ética de validez universal). Valentí Puig escribió: “Todo es relativo, luego todo vale”. “Negar a las nuevas generaciones la opción de ir en busca de la verdad es una de las hendiduras más ilustrativas de la crisis de civilización. Afecta a la libertad de la conciencia en su encaminarse en busca de aquella grandeza que –de una u otra forma- todas las generaciones anhelaban, como el Santo Grial. Rescindir ese compromiso con la verdad es un temprano sometimiento a fuerzas hostiles como fue en el siglo XX el totalitarismo y es, en el siglo XXI, el relativismo”.

“Desde el punto de vista de Occidente y de lo que llamamos valores judeocristianos, lo más nocivo del relativismo cultural es que negar la objetividad de esos valores les niega de hecho la misma consistencia y credibilidad que los de otras culturas. Por el hecho de ser occidental, un valor tiene unas connotaciones negativas que en otras culturas son positivas. Ésa ha sido una insalvable tentación para intelectuales y pensadores de Occidente: el antioccidentalismo”.

“Una de las consecuencias más rotundas del relativismo cultural ha sido el multiculturalismo. Décadas después, las sociedades europeas están llegando al mismo dilema, y en ocasiones al límite. El multiculturalismo nace como ideología en algunas universidades norteamericanas y consiste en desmerecer de tal modo los logros de Occidente que la civilización más libre y próspera del mundo pasa a ser sinónimo de genocidio y opresión. En la noción de reciprocidad se fundamenta una de las experiencias colectivas más dinámicas de la historia. El multiculturalismo, por el contrario, deslía las identidades y ese sentido único de comunidad histórica y vital”.

“Según la lógica multiculturalista, el inmigrante que llega de otras culturas no debe dejarse contaminar por los valores públicos de la tierra que le acoge. Queda deslegitimado el esfuerzo de integrarse. Es así como el multiculturalismo suscita guetos y atomiza la comunidad de acogida. Las entidades no se suman, sino que viven por separado, refractarias a la idea de bien común. La multiculturalidad sustituye al pluralismo de ciudadanía. Según el multiculturalismo, todas las culturas son iguales. Si fuera así, el Renacimiento y la Ilustración significan tanto o menos que la percusión elemental de los aborígenes australianos. Sin embargo, existe una diferencia entre las señales por humo y la telegrafía sin hilos”.

“Multiculturalismo y fundamentalismo parecen haberse fortificado de tal manera que el simple amago de indagar acerca de la noción de verdad choca contra las extensas posiciones que sostiene el relativismo. Es decisiva la búsqueda humana de coherencia porque –como dijo Isaías Berlín- uno de los deseos humanos más profundos es hallar un modelo simétricamente unitario. Es un hecho que afecta a los equilibrios morales de una sociedad porque la falta de confianza en el concepto de verdad deja al conjunto de los individuos de una comunidad de forma totalmente inerme ante la impostura, cuando no ante los totalitarismos. Para que la verdad no sea simple dependencia del contexto, la duda debiera dejar de ser la verdad de nuestra época” (De “La fe de nuestros padres”-Ediciones Península-Barcelona 2007).

También Puig hace referencia a la Constitución europea: “Europa es actualmente el paradigma del relativismo y su escaparate principal fue el debate sobre el preámbulo del Tratado Constitucional de la Unión Europea. En ese preámbulo predominaron las líneas de fuerza que subyacen en todo relativismo, especialmente en lo que se refería a la mención específica del cristianismo como alfa y omega de Europa”.

“Marcello Pera…ha construido un muy sólido argumento sobre el relativismo…Su tesis antirrelativista es laica y en defensa de aquellas aportaciones de Occidente –la ciencia, por ejemplo, la invención de la democracia, la separación entre religión y Estado- que tiene de pleno valor universal. Esa universalidad es lo que es puesto en cuestión por la idea relativista que tanto ha ido avanzando en Europa, más que en cualquier otra parte, precisamente cuando más necesario es todo aquello que por su propia naturaleza afecta negativamente a lo que significa Occidente. El relativismo rebaja esos valores a la condición tangencial de lo que puede verse afectado por un determinado clima moral, un cruce de vientos o la indiferencia. En estos momentos, cuando una fe como la cristiana se nos antoja despojada de valor universal, se propone paradójicamente una asimilación presta al Islam. Mucho más concreto: Europa debe ser un territorio de mezquitas y catedrales mientras que, sin reciprocidad alguna, la práctica cristiana es limitada de forma metódica en los países del Islam”.

“Ortega y Gasset decía que la fe mahometana consiste, ante todo, en creer que los demás no tienen derecho a creer lo que nosotros no creemos”.

Finalmente una referencia al relativismo cognitivo: “El filósofo Roger Scruton sostiene con mucho acierto: «El hombre que te dice que la verdad no existe te pide que no le creas. Así que no lo hagas»”.

domingo, 24 de abril de 2016

Del robo espontáneo al robo organizado

La corrupción en el Estado se establece principalmente a través de individuos con poco o ningún patriotismo, ya que el robo al Estado (o desde el Estado) denota cierto desinterés por la sociedad de la cual es un intermediario. El corrupto piensa que “el Estado no es de nadie” y que por ello se le puede robar tranquilamente, sin tener el menor cargo de conciencia.

El robo espontáneo, o no organizado, es el ejercido por funcionarios públicos cuando se les presenta la ocasión y tienen la predisposición respectiva. Una de las formas más comunes es cobrar una especie de “peaje”, o “coima”, para permitir algún trámite o procedimiento que en realidad es un derecho que tiene el ciudadano para hacerlo. Mariano Grondona escribió: “Los actos de corrupción pueden ser clasificados según su gravedad. El primer grado es el de la propina o regalo que se ofrece como signo de gentileza o gratitud. El segundo grado es la exacción, esto es, la extorsión de un funcionario a un ciudadano para que pague para obtener lo que, de todos modos, le es debido. Por último, existe el cohecho, pago que se ofrece o se da para que un funcionario haga lo que no es debido”.

“Mientras los actos de corrupción que ocurren en el sector privado pueden ser controlados o castigados por el Estado, ¿Quién podría controlar o castigar al Estado? Si los mecanismos del Estado están infiltrados por la corrupción, el sistema queda sin apelaciones. Por eso considero que la corrupción en el sector público es más grave que la privada” (De “La corrupción”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 1993).

La corrupción promueve una desnaturalización del Estado y de la sociedad. El citado autor agrega: “El funcionario del cual depende de una decisión no se halla ante ella como en un mercado en donde otros compiten con él; al contrario, goza de un monopolio: es el único con jurisdicción para decidir el tema. Si explota esta situación monopólica para que le rinda, comete un acto de corrupción. Se da entonces la paradoja que propuso el premio Nobel Gunnar Myrdal: en los países subdesarrollados el sector privado es estatista porque pide protección y subsidios al Estado, y el sector público es privatista porque lo anima el espíritu de lucro individual. Los roles se invierten: los privados operan en la esfera pública, mientras la esfera pública opera bajo el influjo del lucro privado”.

La corrupción adquiere dimensiones gigantescas cuando el Estado pasa a ser dirigido por una organización delictiva asociada al partido político gobernante; se llega entonces al “robo organizado”. Mientras que el peronismo se caracterizó por ser un movimiento constituido por una multitud de ladrones espontáneos, seguidores incondicionales de su líder, el kirchnerismo presentó todos los atributos de constituir el “robo organizado”, de donde tiene sentido la expresión de Fernando A. Iglesias: “El kirchnerismo, etapa superior del peronismo”.

La connivencia entre el Estado y algunas empresas privadas, que realizan obras públicas, ha constituido el núcleo principal de la corrupción kirchnerista. Uno de los primeros casos conocidos fue el asociado a Skanska. “Skanska es una empresa de capitales privados suecos dedicada a las construcciones de gran envergadura, acredita 17 mil millones de dólares de facturación anual y más de 52 mil empleados en todo el mundo”.

“La sede de Skanska en la Argentina fue allanada el 15 de marzo de 2006: la justicia investigaba apenas un caso importante de evasión impositiva mediante facturación trucha a 23 sociedades diferentes, durante la ampliación del tramo de un gasoducto, impulsada por el Ministerio de Planificación. Fue la propia constructora la que reconoció el pago de «comisiones indebidas» a través de esas facturas”.

“Este caso, el escándalo de corrupción más importante de los últimos tiempos, puso en el tapete la enorme trama de la obra pública de la Argentina y compromete seriamente al ministro Julio De Vido. El tejido de alianzas, que con notable impunidad se disimulan en la obra pública, tiene caracteres propios en el gobierno K: cartelización entre empresas amigas, mayores beneficios para provincias gobernadas por amigos, administración concentrada en funcionarios sospechados, sistema de financiamiento con escasos controles –los polémicos fideicomisos- y manejo discrecional de fondos con superpoderes y el ninguneo del presupuesto nacional, que históricamente se llamaba Ley de Leyes” (De “El club K de la obra pública” de Pablo Abiad-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2007).

Por lo general, el sector partidario del gobierno de turno tiende a culpar a las empresas que pagan sobornos y a considerar a los funcionarios como seres inocentes que han sido pervertidos por “el capital”. En realidad, si una empresa pretende trabajar en un país corrupto, debe pagar lo que los funcionarios le exigen o bien resignarse a irse del país. Recordemos que todo el dinero asociado a las coimas y sobreprecios surge del contribuyente. Pablo Abiad escribió: “En dos décadas, ningún Presidente anunció tantas obras. Son obras necesarias, si cada vez que hace frío falta el gas, si cada vez que hace calor falta electricidad y si millones de personas viven sin casa o agua potable. El problema es lo que hay detrás. La obra pública de la Argentina se reparte entre un puñado de empresas. La administración de los fondos está concentrada en un área, el Ministerio de Planificación, sin órganos de control eficientes; tanto es así, que una de las autoridades de esos órganos es la esposa del mismo ministro que dispone dónde se invierte y dónde no. La normativa que rige la actividad es enrevesada, llena de excepciones. Y el mecanismo financiero privilegiado, los fideicomisos, tienen una fiscalización limitada”.

“La combinación es ideal para que las licitaciones se arreglen de antemano y se pague 10 lo que vale 5. La diferencia se va entre sobreprecios y coimas, que no son sinónimos”.

El uso de las matemáticas en ciencias sociales sirve, por lo general, para establecer descripciones con mayor precisión, sin que sea necesario realizar cálculo alguno. También en el caso de la corrupción se estableció una ecuación en la que aparecen las principales causas que la favorecen. Luis Moreno Ocampo escribió: “C = M + D – T. Corrupción es igual a monopolio más discrecionalidad menos transparencia. La fórmula fue desarrollada por Robert Klitgaard cuando dictaba cursos en la Universidad de Harvard sobre la forma en que el máximo responsable podía controlar la corrupción del organismo que conducía. Ese es un problema de muchos países desarrollados”.

“En la Argentina, como en muchos otros países subdesarrollados, el problema a resolver es distinto. ¿Cómo hacen los ciudadanos para controlar la corrupción de los altos funcionarios? Una de las claves para controlar y prevenir la corrupción es detectar la influencia del sistema político. En un régimen de poder hegemónico (PH) no hay poderes independientes sino un poder monopólico (M), no se cumple la ley sino la discrecionalidad de los que detentan la autoridad (D) y se restringe la libertad de prensa y la información afectando la transparencia (T)”.

“PH = M + D – T. Poder hegemónico es igual a monopolio, más discrecionalidad menos transparencia. Y si reemplazamos los términos iguales resulta que PH = C. Poder hegemónico es igual a corrupción” (De “En defensa propia”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1993).

Como resulta sencillo de advertir, el Poder Ejecutivo kirchnerista se constituyó en un poder hegemónico al absorber al Poder Legislativo y al Judicial. Favoreció a los “amigos” del poder otorgando concesiones a ciertas empresas en perjuicio de otras. Favoreció la compra de medios periodísticos privados con dinero público, a la vez que usó los medios de información estatales a favor del partido gobernante. Destruyó las estadísticas del Estado (INDEC) para desinformar a la población. De ahí que, en el caso argentino, puede escribirse: Kirchnerismo = Corrupción

La expresión anterior implica que los populismos, en general, son esencialmente corruptos, igual que los totalitarismos, lo que no constituye novedad alguna para el observador con ideas y mentalidad democrática. Son ejemplos que confirman la validez de la fórmula mencionada.

Por lo general, cuando el Estado interviene directamente en la economía, a través de las empresas estatales, o bien distorsionando el mercado o destruyendo la moneda, genera las condiciones favorables para una “hipercorrupción”; otra forma de denominar al robo organizado. Javier González Fraga escribió: “El Estado debe reducir sus funciones para centrarse sobre aquellas verdaderamente indelegables: la administración de la justicia, la salud, la vivienda, la educación y la seguridad. Pero debe limitar sus actividades en lo posible, ya que cuanto más interviene el Estado más oportunidad de corrupción hay. No debería ser una decisión estatal, por ejemplo, qué sector económico crece o cuál está expuesto a la competencia”.

“Por lo que respecta a las privatizaciones, presentan una paradoja. Curiosamente, son un caso donde la corrupción política abunda, pero es también gracias a ellas que la corrupción burocrática termina. Quizás algún pragmático…justificaría a las privatizaciones como un último gran acto de corrupción en aras de un bien mayor: la desaparición de la corrupción en las empresas del Estado”.

“La estabilidad monetaria es otro gran guardián contra la corrupción. En los países donde hay inflación es muy fácil lograr diferencias de precios para generar utilidades mal habidas. Cuando el déficit fiscal es permanente se pueden justificar partidas más fácilmente que cuando hay una fuerte restricción presupuestaria. Y si esta estabilidad es asegurada con un Banco Central y una Dirección Impositiva independientes, más difícil resultarán las posibilidades de obtener subsidios, excepciones impositivas, financiamientos en condiciones excepcionales, etc.”

“Creo entonces que la desregulación, la estabilidad y una justicia independiente son tres elementos indispensables en esta batalla, una forma sin duda eficaz de por lo menos achicar el ámbito de los actos de corrupción estatal. Pero hay un cuarto ingrediente que siempre resultó eficaz en los países que lucharon con éxito contra la corrupción, y es la disposición para castigar a los corruptores, al igual que a los funcionarios corruptos” (De “La corrupción” de Mariano Grondona).

Como la reducción de las intervenciones del Estado en la economía es considerada una “práctica neoliberal”, en la Argentina existe una fuerte tendencia a apoyar los regimenes populistas e intervencionistas, por lo que pocas esperanzas quedan para reducir con eficacia uno de los principales flagelos que impiden vislumbrar una mejora notable en materia de transparencia y eficacia estatal.

Lo que dijo Ortega y Gasset de los argentinos

Cuando una nación pretende revertir su caída, en comparación con otros países, y en todos los aspectos, necesita conocer sus errores en forma imprescindible, para poder subsanarlos. Y para conocerlos, nada mejor que tener en cuenta la opinión de importantes pensadores, como es el caso de José Ortega y Gasset. Si bien sus advertencias fueron publicadas en 1929, es posible que gran parte de los defectos advertidos aún perduren; al menos la situación actual nos indica que así debería ser. De lo contrario, si hubiésemos superado los aspectos negativos señalados por el filósofo, la crisis social y moral habría sido menor.

Mientras que el psiquiatra diagnostica los problemas de un individuo, el psicólogo social diagnostica los problemas de una sociedad. Luego, el psiquiatra puede “arreglar” a un individuo, pero no a una sociedad, mientras que el psicólogo social puede “arreglar” a una sociedad, pero no a un individuo.

Un análisis superficial nos hace ver que “en todos los países hay gente buena y gente mala”. De ahí que, en principio, no habría países mejores ni peores, por lo que todos deberían lograr similares resultados. Sin embargo, la realidad nos muestra que hay países que mejoran, otros que empeoran y otros que están estabilizados en un determinado nivel. Por ello, las sociedades que descienden, comparándolas con otras, deben estar atentas a las ideas y a los valores en ellas dominantes.

Para comprender las críticas orteguianas debemos considerar algunos aspectos esenciales respecto de la actitud mostrada por las personas frente a la vida. En este caso debe considerarse la existencia, o no, de una tensión esencial que motiva a los hombres para la acción. Tal tensión implica una diferencia entre lo que el hombres es y lo que aspira ser. Cuando el hombre carece de proyectos y aspiraciones futuras y renuncia a toda mejora personal, tenemos al hombre-masa. Por el contrario, el hombre activo es el que se esfuerza por concretar proyectos que estableció para el futuro. Finalmente, existen hombres que fingen alcanzarlos y actúan como si los hubiesen alcanzado, siendo ésta la actitud generalizada advertida por Ortega durante su estadía en la Argentina. Al respecto escribió: “Nada califica más auténticamente a cada una de las personas que conocemos, como la altura de la meta hacia la cual proyecta su vida. La mayor parte rehuye el proyectar, lo cual no es menos proyección. Van a la deriva, sin rumbo propio: han elegido no tener destino aparte y prefieren diluirse en las corrientes colectivas. Otros ponen su vida a metas de escasa altura, y no podrá esperarse de ellos sino cosas «terre á terre». Pero algunos disparan hacia lo alto su existencia y esto disciplina automáticamente todos sus actos y ennoblece hasta su régimen cotidiano. El hombre superior no lo es tanto por sus dotes como por sus aspiraciones si por aspiraciones se entiende el efectivo esfuerzo de ascensión y no el creer que se ha llegado”.

“El pueblo argentino no se contenta con ser una nación entre otras: quiere un destino peraltado, exige de sí mismo un futuro soberbio, no le sabría una historia sin triunfo y está resuelto a mandar. Lo logrará o no, pero es sobremanera interesante asistir al disparo sobre el tiempo histórico de un pueblo con vocación imperial”.

“Lo que sí creo es que esa alta idea de sí propio anidada en este pueblo es la causa mayor de su progreso y no la fertilidad de su tierra ni ningún otro factor económico. La aspiración hacia lo alto es una fuerza de succión que moviliza todo lo inferior y automáticamente produce su perfeccionamiento”.

Los aspectos positivos señalados pueden sintetizarse como un “saludable” inconformismo que hace que el hombre busque metas personales de superación. Éste parece ser el verdadero sentido de la vida; que consiste en poseer un determinado nivel moral y cultural en el presente que será aumentado en el futuro, lo que puede expresarse de la siguiente manera:

Vida espiritual = Tensión esencial / Conformismo

Mientras mayor sea la conformidad con la personalidad propia, menor será el esfuerzo que el individuo ha de realizar para mejorar su nivel. Por el contrario, el inconformista es el que realiza los mayores esfuerzos por superarse. El argentino, según Ortega, muestra un saludable inconformismo, pero, en lugar de esforzarse por una superación personal, actúa como si ya lo hubiese logrado y lo manifiesta en una forma altanera y guaranga ante la sociedad que no reconoce sus supuestos valores. Simbólicamente, tal tendencia podría expresarse así:

Vida espiritual (argentina) = Tensión esencial / Simulación

El citado autor agrega: “Pero no se olvide que todo ese deplorable mecanismo va movido originariamente por un enorme afán de ser más, por una exigencia de poseer altos destinos. Y esto es una fuerza radical mucho menos frecuente en las razas humanas de lo que suele creerse. El pueblo que no la posee no tiene remedio: es lo único que no cabe inyectar en el hombre. Se puede inventar la turbina, pero no el salto de agua que la mueva. Este tiene que existir de antemano, milagrosamente. Supuesto dinámico de todo lo demás, el nivel de energía predetermina la historia del individuo y de la nación”.

“Este dinamismo es el tesoro fabuloso que posee la Argentina. Yo no conozco ningún otro pueblo actual donde los resortes radicales y decisivos sean más poderosos. Contando con parejo ímpetu elemental, con esa decisión frenética de vivir y de vivir en grande, se puede hacer de una raza lo que se quiera”.

“El guarango o la guaranga siente un enorme apetito de ser algo admirable, superlativo, único. No sabe bien qué pero vive embriagado con esa vaga maravilla que presiente ser. Para existir necesita creer en esa imagen de sí mismo, y para creer necesita alimentarse de triunfos. Mas como la realidad de su vida no corresponde a esa imagen, y no le sobrevienen auténticos triunfos, duda de sí mismo deplorablemente. Para sostenerse sobre la existencia necesita compensarse, sentir de alguna manera la realidad de esa fuerte personalidad que quisiera ser. Ya que los demás no parecen espontáneamente dispuestos a reconocerlo, tomará el hábito de aventajarse él en forma violenta. De aquí que el guarango no se contente con defender su ser imaginario, sino que para defenderlo comience desde luego por la agresión. El guarango es agresivo, no por natural exuberancia de fuerzas, sino, al revés, para defenderse y salvarse. Necesita hacerse sitio para respirar, para poder creer en sí, dará codazos al caminar entre la gente para abrirse paso y crearse ámbito. Iniciará la conversación con una impertinencia para romper brecha en el prójimo y sentirse seguro sobre sus ruinas” (De “El Espectador” VII-Revista de Occidente-Madrid 1929).

La sabiduría popular, a través del humor, parece “confirmar” que el diagnóstico realizado en los años 20 sigue vigente. Se mencionan a continuación dos chistes sobre argentinos, con bastante dosis de verdad:

a) “¿Sabe usted cuál es el negocio más rentable que existe? Comprar un argentino por lo que vale y venderlo por lo que cree que vale…”
b) “¿Sabe usted cómo se suicida un argentino? Se sube encima de su ego y desde ahí se arroja al vacío…” (popularizado recientemente por el Papa Francisco).

Algunos de tales “síntomas” son relatados por Ortega: “En la relación normal el argentino no se abandona; por el contrario, cuando el prójimo se acerca hermetiza su alma y se dispone a la defensa. Nos encontramos con un hombre que ha movilizado la mayor porción de sus energías hacia las fronteras de sí mismo. Si intentamos hablar con él de ciencia, de política, de la vida en general, notamos que resbala sobre el tema –como dirían los psiquiatras alemanes, que habla por delante de las cosas-. Es natural que sea así, porque su energía no está puesta sobre aquel asunto, sino ocupada en defender su propia persona. Pero…¿en defenderla de quién, de qué, si no la atacamos? He aquí precisamente la peculiaridad que nos sorprende. Que el atacado se defienda es lo más congruente, pero vivir en estado de sitio cuando nadie nos asedia es una propensión superlativamente extraña”.

“Mientras nosotros nos abandonamos y nos dejamos ir con entera sinceridad a lo que el tema del diálogo exige, nuestro interlocutor adopta una actitud que, traducida en palabras, significaría aproximadamente esto: «Aquí lo importante no es eso, sino que se haga usted bien cargo de que yo soy nada menos que el redactor jefe del importante periódico X»; o bien «Fíjese usted que yo soy profesor de la facultad Z»; o bien «¡Tenga usted cuidado! Está usted ignorando u olvidando que yo soy una de las primeras figuras de la juventud dorada que triunfa sobre la sociedad elegante porteña. Tengo fama de ingenioso y no estoy dispuesto a que usted lo desconozca». Con lo cual nuestro interlocutor no consigue convencernos, antes bien, desperdicia tan excelente ocasión para demostrar que es un periodista inteligente o un hombre de ciencia o un primor de ingenio elegante. En vez de estar viviendo activamente eso mismo que pretende ser, en vez de estar sumido en su oficio o destino, se coloca fuera de él y «cicerone» de sí mismo nos muestra su posición social como se muestra un monumento”.

“Pero los monumentos no viven, sino que perpetúan un solo gesto rígido y monótono. Esta actitud defensiva obliga al argentino a no vivir, ya que vivir es una operación que se hace desde dentro hacia fuera y es un brotar o manar continuo desde el secreto fondo individual hacia la redondez del mundo. El europeo se extraña de que el gesto argentino –sigo refiriéndome al varón- carezca de fluidez y le sobre empaque. Si no se detiene creerá que no es más que ese gesto y su opinión sobre el hombre del Plata será, como suele ser, poco favorable. Sólo una larga convivencia nos permite descubrir bajo esa máscara rígida el flujo de un ardiente lirismo vital. Mas el argentino ocupa la mayor parte de su vida en impedirse a sí mismo vivir con autenticidad. Esa preocupación defensiva frena y paraliza su ser espontáneo y deja sólo en pié su persona convencional”.

“La descripción que he apuntado, no es sólo exagerada, sino que toma únicamente lo más grueso y externo del hecho. Tenemos que calar más. Lo dicho significaría meramente que a este tipo de hombre le preocupa en forma desproporcionada su figura o puesto social. Lo excesivo de semejante preocupación sólo se comprende si admitimos dos hipótesis: 1ª, que en la Argentina, el puesto o función social de un individuo se halla siempre en peligro por el apetito de otros hacia él y la audacia con que intentan arrebatarlo; 2ª, que el individuo mismo no siente su conciencia tranquila respecto a la plenitud de títulos con que ocupa aquel puesto o rango. Es natural, que donde ambos factores existan, sea frecuente esa actitud inquieta, soliviantada y defensiva. Yo creo que en la Argentina acontece así y me explico sin dificultad este estrato más externo de la estructura psicológica que he llamado «hombre a la defensiva»”.

miércoles, 20 de abril de 2016

El decatlón intelectual

Así como en el deporte olímpico existen los especialistas en alguna competencia determinada, y también los decatlonistas, que se dedican a una competencia conjunta de diez especialidades, en el ámbito de la ciencia experimental existen los especialistas en alguna rama y también los científicos que se dedican a varias de ellas. Mientras que el decatlonista, por lo general, obtiene resultados inferiores a los especialistas, el científico múltiple ha de lograr un nivel inferior al de quienes se especializan en sólo una rama del conocimiento, aunque algunos de ellos hagan aportes de primer nivel en varias de esas ramas.

Se afirma que ambos extremos tienen sus ventajas e inconvenientes. Mientras que el especialista es el que “conoce todo de nada”, el filósofo o el científico social es el que “conoce nada de todo”, siendo una forma exagerada, y también representativa, de las ventajas y de las desventajas de la especialización. Cuando asistimos al médico, esperamos que sea alguien que conozca todo lo que se sabe sobre la especialidad por la que se lo consulta, aunque a veces resulta necesario recurrir al médico clínico, que domina varias especialidades, por cuanto sus conocimientos amplios pueden diagnosticar mejor alguna falencia poco común.

El físico, lingüista y médico Thomas Young realizaba investigaciones sobre jeroglíficos egipcios tratando de evitar que sus pacientes pensaran que tal actividad le restaba tiempo para actualizarse en medicina. Lesley y Roy Adkins escribieron: “En 1813 se publicó su «Introducción a la literatura médica», otra obra tan voluminosa como la de sus clases, y diez años después apareció una segunda edición. Mientras tanto, empezó a trabajar en otros campos, interesándose en muchos y muy diversos temas pero sin dedicarse por entero a uno solo. Solía publicar sus investigaciones de forma anónima o bajo pseudónimo, ya que no quería que pareciera que dedicaba demasiado tiempo a otras actividades sin relación con su profesión de médico” (De “Las claves de Egipto”-Debate-Madrid 2000).

Su nombre aparece en la física asociado al “módulo de Young”, en resistencia de materiales. Sin embargo, sus aportes más significativos los realizó en el campo de la óptica experimental. “Su investigación más sobresaliente se centraba en la teoría ondulatoria de la luz, que Newton había considerado corpuscular y Huygens ondulatoria. Young ofreció argumentos (entre 1800 y 1804) a favor de la teoría ondulatoria, apoyando su adhesión con claros y detallados informes relativos a toda una serie de elegantes experimentos realizados con vistas al estudio de las interferencias debidas a la superposición de ondas” (Del “Diccionario básico de científicos” de David Millar y otros-Editorial Tecnos SA-Madrid 1989).

En el caso de Young se advierte que, a pesar de dedicarse a varios temas de investigación, realiza algunos de gran importancia, incluso de un nivel propio de un especialista, y no de un enciclopedista. Estos también son los casos de René Descartes, Blaise Pascal y Goodfried Leibniz, quienes realizan aportes significativos tanto en matemáticas, como en física y en humanidades.

Pierre de Fermat fue el matemático más importante de su siglo. Sin embargo, era un “aficionado” que se distraía con las matemáticas mientras que su profesión estaba asociada a las leyes. También realiza aportes a la óptica geométrica. “Durante el tiempo que dedicara a sus labores de consejero del Parlamento (trabajo que no hacía demasiado bien), sorprende que Fermat encontrara tiempo suficiente para cultivar su afición por la lingüística, la poesía y, sobre todo, la matemática. A partir de 1652, año en que estuvo a punto de morir por causa de una plaga, consagró la mayor parte de su tiempo al estudio de las matemáticas, aunque no publicó sus trabajos, al menos en el sentido usual del término. Los resultados de sus investigaciones han sido descubiertos a través de cartas dirigidas a sus amigos, notas al margen en los libros que leía o en los problemas que solía proponer a otros matemáticos con el fin de hallar pruebas para los teoremas que él mismo había inventado” (Del “Diccionario básico de científicos”).

Mientras que en las ciencias exactas el científico “puede” elegir ser un especialista o bien un experto en varios temas (situación reservada a los genios), en el campo de las ciencias sociales el científico “debe” tener un conocimiento aceptable en varias de las ramas de la ciencia que tienen alguna relación con el comportamiento humano. No hace falta que haga aportes personales en la rama social en la que se especializa, sino que debe tener un conocimiento básico de biología, economía, religión, epistemología, historia, política, sociología, psicología social, psicología individual, entre otras. Este sería el “decatlón intelectual” imprescindible y necesario para el progreso efectivo de las ciencias sociales.

En lugar de mostrar las ventajas que implica conocer las distintas ramas humanistas mencionadas, se puede advertir más fácilmente las desventajas que tiene el desconocimiento de alguna de ellas, tal el caso de la biología. Desde la ciencia biológica se estudia la herencia genética del hombre, mientras que gran parte de los científicos sociales supone que el comportamiento humano depende sólo de la influencia social del medio ambiente, por lo que sus conclusiones llevan siempre a errores apreciables. Los adeptos al igualitarismo suponen que la mente es una página en blanco en la cual puede escribirse lo que uno desea esperando que de esa forma pueda modificarse la naturaleza humana creando un hombre con tendencias uniformes e igualitarias que, incluso, las generaciones posteriores heredarían sus atributos adquiridos; un lamarckismo negado por la biología que aún es sustentado por los sectores marxistas. Henry de Lesquen escribió: “La biología es hoy un poderoso antídoto contra las teorías que pretenden reducir al hombre a su medio, a su educación, descuidando la parte de la herencia. La teoría del medio se esfuerza para hacer creer que el hombre está totalmente determinado por la educación, las costumbres, etc. Deduce de ello la inocencia del criminal, quitándole toda responsabilidad. En consecuencia, el hombre no es responsable de nada. Si comete errores, «la falta es de la sociedad, del capitalismo»», etc. Esta ideología, imbuida de un marxismo difuso que ha invadido los espíritus, culpa al público, justifica de antemano una eventual revolución y niega al hombre toda responsabilidad y, por tanto, toda dignidad. Es el sustrato ideológico del archipiélago Gulag”.

“Pero el «biologismo», que comete el error reduccionista inverso de referirlo todo a la herencia, deduce, asimismo, la inocencia del criminal, quien, después de todo, no sería más que un enfermo”.

“En ambos casos el delincuente es declarado inocente debido a la circunstancia de que no se le reconoce su dignidad de hombre, basada en la responsabilidad de sus actos”.

“También el hombre puede ser descrito, en virtud de una «proyección degradante», como un conglomerado de moléculas o como un producto de la lucha de clases. El sustancial aporte de la biología moderna consiste, en este sentido, en proporcionar argumentos controlados científicamente contra el igualitarismo y la ideología de la preeminencia del medio, que reducen al hombre a la condición de simple producto del medio social. Pero la biología sola no podría dar una completa imagen de lo que es el hombre” (De “La política de lo viviente”-EUDEBA-Buenos Aires 1981).

Otro de los errores observados es el desconocimiento de lo que implica el método de la ciencia experimental, cuyo nombre indica precisamente que toda hipótesis debe ser verificada experimentalmente para tener validez. De lo contrario, se trata de propuestas no verificadas, con probabilidades de ser ciertas y también con probabilidades de ser erróneas. Cuando se habla del “conocimiento científico”, como el de las ciencias naturales, se hace referencia al caudal de conocimientos comprobados, presuponiendo que los que no verificaron su validez fueron dejados de lado. De ahí que la sociología actual esté transitando por una etapa pre-científica, o filosófica, en donde se aceptan, y se estudian, teorías que no han salido airosas de una verificación experimental.

También es posible detectar una ignorancia casi total de la ciencia económica, ya que la mayor parte de los sociólogos repiten al unísono lo que dicen los demás, que es lo mismo que afirma la “sabiduría popular” orientada por políticos populistas o totalitarios. Podría decirse que el mundo está gobernado ideológicamente por los peores hombres que poblaron el planeta: Hitler, Stalin, Lenin, Mao, etc. En sus discursos existen grandes coincidencias, especialmente cuando atacan a la economía de mercado (capitalismo) y a los sectores productivos. De ahí la acertada expresión de Jean-François Revel: “La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira”.

“¿De dónde procede el feroz odio de los intelectuales a las sociedades menos bárbaras de la historia y su rabia por destruir las únicas civilizaciones que, hasta nuestros días, han conferido precisamente a la inteligencia un papel dominante?”.

“¿Por qué los maestros, en todos los países democráticos, odian a tal punto la sociedad liberal y, para hablar concretamente, votan notoriamente más a la izquierda que la media de la sociedad de la que son miembros y cuyos niños instruyen? En el siglo XIX y en el curso de la primera mitad del siglo XX, a menudo era el ejército quien se desviaba peligrosamente de la corriente principal de la opinión pública, hacia la derecha y la extrema derecha. Hoy, son los profesores, hacia la izquierda y la extrema izquierda” (De “El conocimiento inútil”-Editorial Planeta SA-Barcelona 1989).

Todo parece indicar que en lugar de ser “decatlonistas”, intelectualmente hablando, muchos han elegido ser especialistas sociales con reducidas bibliotecas personales, que optaron por las ideologías más simples, que lo explican casi todo, pero que son totalmente erróneas y nefastas para la sociedad. Carlos Alberto Montaner escribió: “Esta característica de nuestra cultura no tendría mayor importancia si no fuera por sus destructivas consecuencias. Esta «todología» -la facultad de hablar acerca de todo sin modestia o conocimiento- practicada con gran entusiasmo por nuestros intelectuales tiene su precio: todo lo que declaran y repiten se convierte en un elemento clave de la creación de una cosmovisión latinoamericana. Esta característica de nuestra cultura tiene serias consecuencias, ya que un número significativo de intelectuales latinoamericanos es antioccidente, antiyanquis y antimercado. Más aún, aunque sus puntos de vista son contrarios a la experiencia de veinte naciones que son las más desarrolladas y prósperas de nuestro planeta, de todas formas ejercen una profunda influencia sobre la cosmovisión latinoamericana. Sus pronunciamientos tienen como efecto debilitar la democracia e impedir el desarrollo de una confianza razonable en el futuro. Si los intelectuales promueven la visión de un atemorizador amanecer revolucionario, no debería sorprendernos la fuga de los capitales ni la idea de precariedad que acompaña nuestros sistemas económicos y políticos” (De “La cultura es lo que importa” de S. P. Huntington y L. E. Harrison-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2001).

domingo, 17 de abril de 2016

¿Qué es el amor?

Por el Dalai Lama

En la vida, ¿qué es lo más importante? El Buda, un príncipe que más tarde se convirtió en monje, y que vivió hace más de dos mil años, propuso una respuesta sencilla: todos queremos ser felices. Pero eso, ¿cómo se consigue? Muchos creen que lo conseguirán cuando sean ricos y famosos, o cuando hayan logrado acumular mucho poder. Con frecuencia comprueban luego que la vida con la riqueza y el lujo sigue siendo tan vacía y carente de sentido como antes. La receta de la felicidad según el Buda es de una sencillez asombrosa: procura ser bueno, y serás feliz. Sin embargo, eso es mucho más fácil decirlo que hacerlo. Pero él como buen entrenador que era, nos dejó algunos trucos para intentarlo.

Todo surge en el propio cerebro. Hay que cambiar las actitudes y la mentalidad de uno, hacer el bien y evitar el mal. El caso es que no hemos nacido para perjudicar a los demás. Nuestra vida sólo cobra sentido cuando nos relacionamos con los demás con una actitud cordial y amistosa. Ése es el fundamento de mi filosofía. La clave de todo es el amor. Pero ¿qué es el amor? Para empezar es una palabra que escuchamos mil veces al día. Por las mañanas nos saluda a través de la radio la voz chillona que canta «I love you». A mediodía, a lo mejor eres tú el que murmura esas palabras temblorosas al oído de la chica o del chico de quien crees haberte enamorado. Y al acostarte, quizás es tu madre la que te lo dice al oído cuando te da las buenas noches. Y tal vez habrás escuchado alguna vez a tu padre diciendo que ama por encima de todo su coche o su colección de videos.

En todos estos ejemplos ¿estamos hablando de la misma clase de amor? A mi me parece que no. Muchas personas confunden el amor con la diversión o con un sentimiento momentáneo de atracción hacia una persona (o una cosa). Este tipo de amor es inconstante y caprichoso como el tiempo atmosférico. Así decimos que amamos a alguien porque tiene bellos ojos, o porque dice esas cosas tan inteligentes, o por otros mil motivos, algunos de ellos imaginarios a veces. Pero cuando ese sol deja de alumbrar, compruebas que el supuesto amor no era más que una ficción nacida de tus propios deseos. También ocurre algo muy parecido con los juguetes o las prendas de ropa. Por ejemplo, entras en una tienda y de pronto ves un artículo que te gusta, y te encaprichas con él. «Lo quiero», dices. En ese momento comienza una atracción. Ese objeto, del que hace un momento ni siquiera sabías que lo necesitabas, pasa a convertirse en algo muy especial para ti. Lo compras y en el momento de tenerlo en tus manos lo ves todavía más bonito que antes. Sigue siendo el mismo artículo, seguramente los almacenes del establecimiento guardan todavía cientos de ejemplares idénticos a él. Sin embargo, para ti es diferente, porque ahora te pertenece. Lo llevas en el bolsillo, lo amas, piensas que es exclusivamente tuyo. En este caso se trata de un simple cariño de propietario.

La mayoría de las personas sueña con un amor romántico y hermoso como se ve en las películas de Hollywood. Chico encuentra chica, se enciende la chispa entre ellos, y ya los tienes a los dos ciegos de amor. Locos de felicidad. Por desgracia, la experiencia demuestra que la relación o el matrimonio establecidos sobre este fundamento tienen poca duración, la mayoría de las veces. Los lazos de la pasión son como una casa levantada sobre el hielo. Cuando se funde la base, el edificio se derrumba. Este amor se convierte fácilmente en fastidio y aburrimiento. En el peor de los casos nace el odio. Por desgracia, esto sucede muy rápidamente entre dos personas que antes se quisieron. Por tanto, ése tampoco es el amor auténtico y duradero.

Una vez me preguntó una pareja de enamorados: ¿tenemos derecho a exigir ser correspondidos por nuestro compañero o compañera? Mi respuesta fue que no. Eso sería como una negociación: yo te querré mientras tú me quieras como yo a ti. Se trata de una postura fundamentalmente equivocada. Desde mi punto de vista, el amor es algo muy diferente. El amor auténtico no conoce los celos, no exige nada, no pone condiciones ni establece juicios previos. Esta clase de cariño se parece un poco a lo que Jesús llamó el «amor al prójimo».

Todo ser humano lleva consigo lo que podríamos llamar el germen del amor. Podemos hacer que despierte ese germen que duerme dentro de nuestro corazón y que inicie su crecimiento hasta florecer como una planta. Nosotros los monjes tratamos de conseguirlo practicando la acción positiva. Forman parte de ella el respeto y la tolerancia hacia todo cuanto nos rodea. Evidentemente, nos abstenemos de realizar malas acciones como matar, robar o mentir. No hace falta ser un santo para mantener una actitud bondadosa y cordial hacia los demás. El amor al que me refiero aquí abarca a todos los seres vivos de nuestro planeta. Entonces yo te pregunto: ¿se puede establecer una diferencia entre el amor que uno siente por su madre y el amor que uno siente por una hormiga? Mi contestación es que no.

Por muy increíble que te parezca, también es posible amar a los enemigos. Diría más, me parece muy importante que aprendamos a amar a los enemigos. Habitualmente uno tiende a considerar como enemiga a cualquier persona que le ataca los nervios y le crea dificultades. Pero esto es un error. A pesar de todo nos hallamos frente a un ser humano. Y si pretendemos amar a toda la humanidad, ¿cómo vamos a excluir a los enemigos? Es preciso tenderles la mano. Reconozco, no obstante, que es muy difícil amar a los enemigos. Sin embargo, voy a ponerte un ejemplo. En 1951, cuando yo tenía quince años, el ejército chino entró en Lhasa, la capital del Tíbet. Como jefe espiritual y temporal de mi nación, traté de alcanzar una solución pacífica del conflicto. En 1959 las tropas comunistas de Mao mataron a miles de compatriotas míos y ocuparon todo el país. Yo escapé cruzando el Himalaya hacia la vecina India, donde vivo exiliado desde entonces. Es decir, que a los tibetanos les sobrarían razones para odiar a los chinos por el daño indescriptible que éstos han infligido a mi pueblo. Pero siempre que van a surgir esta clase de sentimientos, procuramos recapacitar. Intentamos ser comprensivos incluso con los chinos. Un hombre nunca deja de ser un hombre, con independencia de lo que haya hecho. En tanto que individuo, que ser humano, sigue mereciendo nuestro respeto y nuestro amor. Aunque no dejaremos de condenar sus malas acciones. Y cuando sea necesario, nos pondremos a cubierto de ellas.

Tal vez ahora te preguntes si se puede aprender a amar. No hay una receta infalible. No hay fórmulas. Para mí, viene a ser algo así como el arte de la cocina. Todos los platos se preparan de manera diferente y todos requieren una sensibilidad especial. A veces hay que hervir primero las hortalizas, luego pasarlas por la sartén y añadir los condimentos al final. Otras veces la preparación empieza por añadir una buena cantidad de sal. Para que nos salga un plato apetitoso, hay que tener en cuenta muchas cosas distintas. Lo mismo sucede en el trato con las personas.

Por eso considero que no basta con decir «¡bueno! a partir de ahora voy a ser amable y considerado en el trato con los demás». El método más eficaz, creo yo, es tratar de ponerse en el lugar del otro, tratar de imaginar y entender lo que él piensa y siente. O cómo sufre. Por eso nosotros los monjes practicamos a diario unos ejercicios con los que tratamos de desarrollar y fortalecer la compasión. Imaginamos situaciones dolorosas en las que se encuentra algún ser sensible, por ejemplo, una oveja conducida al matadero. El miedo a la muerte, el dolor, la sangre. Tratamos de imaginar el padecimiento que se aflige al animal. O evocamos una situación triste para un ser querido. Entonces nos preguntamos cómo reaccionaríamos nosotros si estuviéramos en el mismo caso. De esta manera se aprende a comprender mejor las sensaciones y los sentimientos de otras personas, y se desarrolla la compasión que incita a intervenir con afán de remediar las cosas.

La capacidad para ponerse en lugar de los demás y considerar lo que uno haría si se hallase en la misma situación, es muy útil cuando se quiere aprender a amar. Pero también esa técnica requiere un gran acto de valor. El que se necesita para ponerse en la piel del otro. A menudo, eso puede ser suficiente para aplacar los ánimos en un conflicto. Porque entonces comprendemos mejor los sentimientos ajenos y, aunque no los compartamos, al menos sabremos respetarlos. Es bueno dejar que el amor habite nuestro corazón, dejar sinceramente que no le ocurra nada malo a nadie, no dejar lugar a la agresividad ni a los sentimientos de odio. En tibetano compasión se dice «tse wa», pero estas palabras también se traducen por respeto, responsabilidad. Y también significa, en nuestro idioma, desearse lo mejor a uno mismo. Es bien sencillo: ante todo hay que reconciliarse con uno mismo, desear ser bueno y verse libre de preocupaciones agobiantes. Entonces puede crecer el sentimiento, y cuando ha crecido, hay que dejar que se ensanche dentro de uno hasta que no deje lugar para otra cosa, y más todavía, hasta contagiar de dicho sentimiento a los demás.

Ya lo ves. Esta forma de amor no depende de la mayor o menor simpatía que nos inspire tal o cual persona. Puesto que todos los seres vivos desean vivir felices. Y todos tienen, lo mismo que tú y yo, derecho a que se les cumpla ese deseo. Yo trato con muchas personas y siempre me acerco a ellas desde ese punto de vista. Porque sé que tenemos muchos rasgos comunes que nos unen. Todos tenemos cuerpo, espíritu y sentimientos. A todos nos ha parido una madre, y cada uno de nosotros desea ser feliz en la vida y no desgraciado. Sea cual sea el color de su piel, su religión o su número de calzado. Cuando me acerco a un ser humano con ese criterio, no me resulta difícil tener la sensación de que esa persona es exactamente igual que yo.

(Del libro: “Los niños preguntan, los Premios Nobel contestan” de Bettina Stiekel-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2004).

sábado, 16 de abril de 2016

Paganismo vs. religión moral

Una de las formas en que puede clasificarse a las distintas religiones es aquella en la que se tiene en cuenta quién, o qué, decide finalmente lo que le ha de suceder a cada hombre luego de que toma sus propias decisiones. Entre las principales opciones se encuentra la de los varios dioses especializados, o bien un dios único, que responde de alguna manera ante cada una de nuestras acciones o intenciones; siendo ésta la caracterización esencial de las religiones paganas, en donde predomina la voluntad de los dioses, o del dios único, antes que la moral puesta de manifiesto en cada una de nuestras acciones. En realidad, no se descarta que esos dioses invocados tengan exigencias de tipo moral, si bien tales exigencias han de ser interpretadas de una forma totalmente subjetiva por los creyentes respectivos.

La religión moral, tal el caso de las religiones bíblicas, hace recaer su importancia, no tanto en las respuestas cotidianas de Dios, sino en las propias acciones humanas en referencia a una ley natural, o ley de Dios, previamente establecida. En la religión ocurre algo similar a lo que acontece en la política. Así, las religiones paganas se parecen a los gobiernos dictatoriales en donde no existen leyes previamente establecidas sino que es el dictador, o el tirano, quien decide en cada caso lo que está, o no, de acuerdo a sus propios gustos personales. La religión moral por el contrario, se parece a una democracia en la cual las leyes han sido establecidas y en forma automática los infractores reciben su castigo o la recompensa quienes las tienen en cuenta.

La religión moral va perdiendo su eficacia cuando comienza el proceso de “paganización”, es decir, en lugar de cumplir estrictamente con los mandamientos establecidos, se procede a rendir homenajes, públicos o privados, a los diversos personajes bíblicos, incluso al mismísimo Dios, en la creencia de que tales manifestaciones nos reportarán beneficios inmediatos. Incluso se cree que los distintos fenómenos naturales, cuando nos resultan desfavorables, implican una venganza, o un castigo, impuesto por Dios ante la desobediencia a sus mandatos. Bertrand Russell escribió: “Cuando Benjamín Franklin inventó el pararrayos, el clero, tanto en Inglaterra como en Norteamérica, con el entusiasta respaldo de Jorge III, lo condenó como un impío intento de derrotar la voluntad de Dios. Porque, como se daba cuenta toda la gente que sabía pensar, el rayo es enviado por Dios para castigar la irreligiosidad o cualquier otro pecado grave –los virtuosos jamás son heridos por el rayo-. Por lo tanto, si Dios quiere golpear a alguien, Benjamín Franklin no tendría que oponerse a Sus designios: en verdad, hacer tal cosa es ayudar a los criminales a escapar”.

“Pero Dios se puso a la altura de la situación, si tenemos que creer al eminente doctor Price, uno de los principales teólogos de Boston. Como el rayo había sido tornado ineficaz por las «puntas de hierro inventadas por el sagaz doctor Franklin», Massachussets fue sacudido por temblores de tierra, que el doctor Price vio debidos a la ira de Dios contra las «puntas de hierro». En un sermón sobre el tema dijo: «En Boston se erigen en más cantidad que en cualquier otra parte de Nueva Inglaterra, y Boston parece ser la más espantosamente sacudida. ¡Oh!, es imposible escapar a la potente mano de Dios»”.

“Aparentemente, sin embargo, la Providencia abandonó toda esperanza de curar a Boston de su perversidad, porque, aunque los pararrayos se hicieron cada vez más comunes, los terremotos en Boston han seguido siendo raros. No obstante, el punto de vista del doctor Price, o algo sumamente parecido, era sostenido aún por uno de los hombres más influyentes de tiempos recientes. Cuando, en una oportunidad, hubo varios graves terremotos en la India, el Mahatma Gandhi advirtió solemnemente a sus compatriotas que esos desastres habían sido enviados en castigo por los pecados de ellos”.

“Este punto de vista existe incluso en mi propia isla natal [Inglaterra]. Durante la guerra de 1914-18 el gobierno británico hizo mucho para estimular la producción de alimentos en la metrópoli. En 1916, cuando las cosas no iban bien, un sacerdote escocés escribió a los periódicos para decir que el fracaso militar se debía al hecho de que, con la sanción del gobierno, se habían plantado papas en el día del descanso. Empero, se evitó el desastre gracias a que los alemanes desobedecieron todos los Diez Mandamientos, y no sólo uno de ellos” (De “Ensayos impopulares”-Editorial Hermes-Buenos Aires 1963).

Con un criterio similar, durante la Edad Media se interpretaba que la aparición de los cometas eran señales enviadas por Dios preanunciando castigos por los pecados cometidos por la humanidad. Mientras que las estrellas estaban fijas en el cielo y los planetas tenían movimientos periódicos (la palabra planeta viene de “errante”), los cometas aparecían para desaparecer luego, por lo que se los interpretaba como señales provenientes de Dios. La palabra “desastre” proviene de “dis-astra”, es decir, algo que se mueve “contra los astros”.

Cuando Edmund Halley descubre que los cometas retornan luego de algunos años, llevó cierta tranquilidad a los creyentes. Carl Sagan escribió: “Los cometas siempre han suscitado temor, presagios y supersticiones. Sus apariciones ocasionales desafiaban de modo inquietante la noción de un Cosmos inalterable y ordenado por la divinidad. Parecía inconcebible que una lengua espectacular de llama blanca como la leche, saliendo y poniéndose con las estrellas noche tras noche, estuviera allí sin ninguna razón, que no trajera algún presagio sobre cuestiones humanas”.

“Así nació la idea de que los cometas eran precursores del desastre, augurios de la ira divina; que predecían la muerte de los príncipes y la caída de los reinos. Los babilonios pensaban que los cometas eran barbas celestiales. Los griegos las veían como cabelleras flotantes, los árabes como espadas llameantes. En la época de Tolomeo los cometas se clasificaban laboriosamente, según sus formas, en «rayos», «trompetas», «jarras» y demás. Tolomeo pensó que los cometas traían guerras, temperaturas calurosas y «desórdenes». Algunas descripciones medievales de cometas parecen crucifijos volantes no identificados”.

“Un «superintendente» u obispo luterano de Magdeburgo llamado Andreas Celichius publicó en 1578 una «Advertencia teológica del nuevo cometa», donde ofrecía la inspirada opinión según la cual un cometa es «la humareda espesa de los pecados humanos, que sube cada día, a cada hora, en cada momento, llena de hedor y de horror ante la faz de Dios, con trenzas rizadas, que al final se enciende por la cólera y el fuego ardiente del Supremo Juez Celestial». Pero otros replicaron que si los cometas fuesen el humo de los pecados, los cielos estarían ardiendo continuamente” (De “Cosmos”-Editorial Planeta SA-Barcelona 1980).

Si los castigos de Dios vienen en forma de fenómenos naturales o como plagas que afectan a la mayor parte de una población, quienes cometen pecados “atraen” los males hacia todos, es decir, tanto a justos como a pecadores. De ahí que quienes se consideran libres de pecados tienden a castigar a los pecadores, siendo ésta, posiblemente, la causa principal de los conflictos religiosos. Tanto la Inquisición como una parte del Islam, han pretendido destruir el pecado destruyendo simultáneamente al pecador. “Por desgracia, los Savonarola modernos son una legión y el fanatismo puede socavar los cimientos de muchas naciones, del mismo modo que ha generado el ocaso de la República toscana cuando estaba en su esplendor” (De “La ira de Dios” de Claude Mossé-Editorial El Ateneo-Buenos Aires 2008).

Puede decirse que el paganismo es una forma de religión subjetiva ya que impera el “todo vale”, mientras que la religión moral tiende a ser una religión objetiva por cuanto cada respuesta individual puede ubicarse en el contexto referencial de la ley natural. Bertrand Russell escribió: “En cuanto abandonamos nuestra propia razón, y nos contentamos con confiar en la autoridad, nuestras dificultades no tienen fin. ¿La autoridad de quién? ¿La del Antiguo Testamento? ¿La del Nuevo Testamento? ¿La del Corán? En la práctica, la gente elige el libro considerado sagrado por la comunidad en el seno de la cual nacieron, y de ese libro escoge las partes que le agrada, haciendo caso omiso de las demás. En una época, el texto más influyente de la Biblia era: «No permitirás que una bruja viva». Ahora, la gente pasa por alto ese texto, si es posible, en silencio; si no, con una disculpa. Y así, aunque tengamos un libro sagrado, todavía seguimos eligiendo como verdadero lo que se acomoda a nuestros prejuicios”.

Respecto de la religión, existen dos posturas extremas: la de quienes pretenden mejorarla y ven en el paganismo un antecedente necesario e inevitable de la religión moral, y la de quienes consideran a la religión como simple superstición y abogan por su desaparición. Incluso los referentes de una parte importante de la Iglesia actual (Marx y Lenin) sostenían que el cristianismo ha sido promovido maliciosamente por las clases dominantes para explotar laboralmente, y con mayor facilidad, a las clases oprimidas. J. M. Guyau escribió: “Cuando os indignáis contra algún viejo prejuicio absurdo, pensad que es el compañero de viaje de la humanidad; hace diez mil años, acaso, que se ha apoyado en él en los malos pasos, que ha sido ocasión de muchas alegrías, que ha vivido, por decirlo así, la vida humana: ¿no hay para nosotros alguna cosa fraternal en todo pensamiento humano?”.

“Existe un fanatismo antirreligioso que es casi tan peligroso como el de las religiones. Todo el mundo sabe que Erasmo comparaba la humanidad a un hombre ebrio subido a un caballo y que a cada movimiento cae, ya a la derecha, ya a la izquierda. Con frecuencia los enemigos de la religión han cometido la falta de despreciar a sus adversarios; es la peor de las faltas: hay en las creencias humanas una fuerza de elasticidad que hace que su resistencia crezca en razón de la compresión que sufren”.

“Antiguamente, cuando una ciudad era víctima de un azote, el primer cuidado de sus habitantes principales, de los jefes de la ciudad, era ordenar rogativas públicas; hoy, cuando se conocen mejor los medios prácticos de luchar contra las epidemias y los demás azotes, se ha visto, sin embargo, en Marsella, en 1885, en el momento en que el cólera hacía estragos, al consejo municipal, casi únicamente ocupado en arrancar los emblemas religiosos de las escuelas públicas: este es un ejemplo notable de lo que se podría llamar una contra-superstición. Así es que las dos especies de fanatismos, el religioso y el antirreligioso, pueden igualmente alejar del empleo de los medios verdaderamente científicos contra los males naturales; empleo que es, después de todo, la tarea humana por excelencia. (De “La irreligión del porvenir”-Editorial Tupac-Buenos Aires 1947).

jueves, 14 de abril de 2016

Igual respuesta afectiva vs. igualitarismo

Todo parece indicar que el comportamiento humano depende tanto de la herencia genética que traemos de nacimiento (lo que puede denominarse “naturaleza humana”) como de la influencia cultural recibida desde el medio social. De ahí que el proceso evolutivo del hombre presenta dos aspectos complementarios que pueden simbolizarse de la siguiente manera:

Comportamiento humano = Herencia genética + Influencia del medio social
Evolución humana = Evolución biológica + Evolución cultural

Sin embargo, las ideologías totalitarias suponen que nuestro comportamiento depende de sólo uno de tales factores, según se detalla:

Nazismo

Comportamiento = Herencia genética
Evolución humana = Eliminación de las razas genéticamente inferiores

Marxismo

Comportamiento = Influencia del medio social
Evolución humana = Eliminación o reeducación de la clase social burguesa

El cristianismo, compatible con la postura inicial (Herencia + Influencia), propone una igual respuesta afectiva hacia todos los seres humanos, tal el “amarás al prójimo como a ti mismo”. Para ello tiene presente que nuestra naturaleza humana presenta cuatro actitudes emocionales básicas (amor, odio, egoísmo y negligencia) por lo que, buscando la cooperación entre los hombres, propone adoptar la primera de ellas. El “hombre nuevo” cristiano es el que elige tal actitud, aun cuando los hombres difieran tanto desde el punto de vista de sus atributos heredados como por la influencia social recibida.

El sector marxista, al sostener que el hombre actúa sólo por influencia del medio social (ambientalismo), consideró la posibilidad del “hombre nuevo soviético”, esta vez pretendiendo “educarlo” para que se adapte plenamente a la sociedad comunista, en la cual los hombres se unen entre sí, no a través de sus atributos emocionales, como lo propone el cristianismo, sino a través del trabajo y de los medios de producción previamente confiscados por el Estado. Henry de Lesquen escribió: “Según la explicación ambientalista, los comportamientos humanos, sean menores o sublimes, son el resultado del adiestramiento social. Son adquiridos. Cada ser humano al nacer es «una página en blanco» sobre la cual se puede literalmente escribir no importa qué”.

“Para Marx, como, por otra parte, para los economistas clásicos en los cuales se inspiró, el hombre no es más que un engranaje dentro de un mecanismo económico: todos sus actos, todas sus reacciones en todos los dominios, son explicables y están determinados por el sistema económico dentro del cual se encuentra. A partir de allí, la única motivación de los hombres y el único factor de desigualdad existente entre ellos es la posesión o no posesión de un factor de producción”.

“Un cambio en la repartición de este factor de producción –cambio impuesto eventualmente por la fuerza- entrañará pues necesariamente una modificación de la conducta profunda de los hombres. Si se suprime la desigualdad con respecto a los factores de producción, cada uno será capaz de desempeñar cualquier función: como escribe Lenin; «el socialismo elevará a las masas a una vida nueva, colocará a la mayor parte de la población en condiciones que permitirán que todos, sin excepción, desempeñen las funciones públicas». Aquí se encuentra un tema caro a Lenin: el de la sencilla cocinera llamada al desempeño de las más altas funciones dentro de la sociedad comunista”.

“Sin embargo, una evolución de este tipo habrá hecho posible la sustitución de los hombres en el gobierno por la administración de las cosas: «la superación positiva de la propiedad privada, que es la apropiación de la vida humana, significa la superación positiva de toda alienación y, en consecuencia, el abandono por el hombre de la religión, de la familia, del Estado, y el retorno a su existencia humana, es decir, social». La sociedad del futuro carecerá de instituciones porque carecerá de clases”.

“Al repudiar el «a cada uno según sus capacidades» en provecho del «a cada uno según sus necesidades», dicha sociedad concretará el ideal igualitario. Por fuerza no igualitario, entonces, el derecho desaparecerá. En lo referente al hombre, cuya naturaleza y evolución están rigurosamente determinadas por la Historia, al término de ésta, o sea dentro de la sociedad comunista, se habrá convertido muy naturalmente en un ser bueno y perfecto. Será el paraíso reencontrado” (De “La política de lo viviente”-EUDEBA-Buenos Aires 1981).

A lo largo de la historia se han sucedido gobernantes caracterizados por una anormal ambición por el poder, lo que generó una sucesión de serios conflictos. Lo que pretende el marxismo-leninismo no implica solamente conquistar todo el poder posible y mantenerlo todo el tiempo posible, sino imponer a los seres humanos una “naturaleza artificial” que habría de heredarse durante las sucesivas generaciones. En lugar de compatibilizar la herencia biológica con la cultural, optimizando nuestra naturaleza humana, busca imponer una personalidad acorde a la utópica sociedad comunista.

El sistema totalitario promovido por el marxismo-leninismo se ha basado en el terror, ya que ha sido la única forma de intentar compatibilizar la naturaleza humana con la mencionada “naturaleza artificial” tratada de imponer por la ideología igualitarista.

De la misma forma en que, se supone, el hombre actúa sólo por la influencia del medio social, y que nace con una mente en blanco en la cual se puede “escribir” todo lo que los educadores deseen, cuando se trata de imponer el socialismo se procede a la destrucción total de las instituciones que caracterizan a la sociedad anterior. “Hay grados en la refutación del orden social. La que inspira al igualitarismo es en realidad de naturaleza diferente. No se interesa nada en los «contenidos» y muy poco en los «continentes». Su objetivo no apunta a sustituir un hombre por otro, una institución por otra, sino a hacer tabla rasa, y de una vez por todas, de las jerarquías. En estado puro, esto da por resultado, como en China, la Revolución Cultural. La amplitud que puede revestir una revolución tal se mide en una óptica donde la cultura es todo y la naturaleza, por decir así, nada”.

“La aspiración a la tabla rasa, esa fanática rabia de erradicación del mal, se encuentra en los movimientos milenaristas, hostiles a la Iglesia –y, por otra parte, severamente condenados por ella- que se habían propuesto realizar en la Tierra, a sangre y fuego, las profecías del Apocalipsis. Por consiguiente, ¿habrá que sorprenderse de que Engels haya reconocido en la persona de Thomas Münzer, fundador de la secta milenarista de los anabaptistas, al «primer comunista»?”.

Un “proceso igualitarista” espontáneo, algo similar al proceso inducido por Marx, quien promovía la “dictadura del proletariado” junto a la violencia contra “la burguesía”, se estableció hace algunos años en Rwanda, sin que, aparentemente, existiera un ideólogo que lo impulsara. “Del alcance real del espíritu igualitario se puede tener una idea por la historia verídica de los hutus y de los tutsis. Estas dos agrupaciones de individuos con la misma lengua y la misma cultura –etnias- cohabitaban en Rwanda, pequeño Estado de África Central que obtuvo su independencia en 1962. Los tutsis, de talla gigantesca, constituían la aristocracia del país y habían reducido a la servidumbre a los campesinos hutus, mucho más pequeños. Ahora bien, tras la proclamación de su independencia, los hutus, ampliamente mayoritarios, se rebelaron contra los tutsis. Vencedores, no se contentaron con asesinar a sus antiguos amos, sino que se libraron de su complejo de inferioridad física cortándoles las piernas a nivel de la rótula. Durante semanas, los ríos de Rwanda arrastraron los cadáveres de los tutsis salvajemente mutilados. Para nivelar la sociedad, los hutus habían elegido el medio más radical”.

“Si el principio igualitario es absurdo, ¿cómo explicar la persistencia de las concepciones y sentimientos igualitaristas? ¿Forman parte de las motivaciones profundas del ser humano o bien no son más que una manifestación particular de la voluntad de revancha propia de los «oprimidos» y de todos aquellos que por una u otra razón se sienten inferiores a sus congéneres?”.

La Revolución comunista implica esencialmente una guerra civil en la cual sus instigadores promueven y exacerban las diferencias entre sectores para que los menos favorecidos destruyan a sus rivales en forma violenta. Bertrand Russell escribió sobre el revolucionario Lenin: “Cuando conocí a Lenin, tuve mucha menos impresión de un grande hombre de lo que esperaba; mis más vívidas impresiones fueron de fanatismo y crueldad mogólica. Cuando le interrogué acerca del socialismo en la agricultura, me explicó con júbilo cómo había incitado a los campesinos más pobres contra los más ricos: «Y muy pronto les colgaron de los árboles más cercanos -¡ja, ja, ja!». Sus risotadas ante el recuerdo de los muertos hicieron que la sangre se me congelara” (De “Ensayos impopulares”-Editorial Hermes-Buenos Aires 1961).

En el campo de la psicología, existen escuelas que postulan el ambientalismo, tal el caso del pavlovismo y el behaviorismo. Si alguien está convencido de que cada ser humano es una página en blanco, resulta de ello una invitación a “escribir algo” en ella, es decir, una invitación al dominio mental del hombre sobre el hombre. Henry de Lesquen escribió al respecto: “La concepción [ambientalista] del hombre contiene implicaciones tanto más graves cuanto que, según Watson, el fin de la psicología no radica sólo en observar, sino en dirigir los comportamientos humanos: «La psicología, tal como la concibe el behaviorista, es una parte de las ciencias naturales, rigurosamente objetiva y experimental. Desde el punto de vista teórico, su objetivo es la previsión y dominio del comportamiento»”.

Cada uno de nosotros lleva encima los rastros tanto de la evolución biológica como de la cultural, siendo el hombre un colaborador de Dios en el proceso de realización de la humanidad, en el lenguaje religioso, Quienes ignoran la naturaleza humana, o nuestra herencia genética, en cierta forma intentan reemplazar al Dios Creador, o al espíritu creativo de la evolución, por sus propias y “sabias” utopías.

martes, 12 de abril de 2016

La revolución o guerra civil

Muchas veces se han establecido analogías entre una sociedad y un ser humano. Así, se dice que la sociedad tiene un cuerpo, un alma, o que padece alguna enfermedad. Si hemos de definir, mediante tal analogía, lo que una guerra civil implica, puede decirse que se trata de un acontecimiento similar al cáncer en el ser humano, ya que existe un tumor que crece y que va dividiendo netamente al cuerpo entre células normales y células cancerosas, capaces estas últimas de seguir agrandando el tumor hasta el deceso del paciente.

Las división de una sociedad entre los “adeptos a un líder” (populista o totalitario), y los “opositores al líder”, es el primer eslabón de la secuencia que genera el “cáncer social” mencionado, que incluso podrá llevar a la sociedad a una guerra civil. La iniciativa de la lucha armada puede ser iniciada por cualquiera de los bandos, pero es importante tener presente quiénes son los autores intelectuales y promotores del odio colectivo que creó las condiciones para la contienda.

No siempre existe un bando totalmente culpable y un bando totalmente inocente. Así, en el caso del peronismo, el totalitarismo argentino, podía afirmarse que entre sus opositores estaban también los “fabricantes de peronismo”; gente con pocos valores humanos que, para compensar esa debilidad, hacía ostentación de sus riquezas despreciando a los estratos sociales de menor poder adquisitivo.

Entre los orígenes de los distintos odios colectivos pueden mencionarse los siguientes:

1- De origen religioso: se promueve el odio y desprecio desde los “fieles” a los “infieles”.
2- De origen político: se promueve el odio desde las clases sociales “inferiores” a las “superiores”.
3- De origen racial: se promueve el desprecio desde las razas “superiores” a las “inferiores”.

A pesar de ser las guerras una causa de padecimientos, y aun más lo son las guerras civiles, existe en el ideario popular cierta benevolencia y admiración por los revolucionarios. Octavio Paz escribió: “Villa cabalga todavía en el norte; Zapata muere en cada feria popular; Madero se asoma a los balcones agitando la bandera nacional; Carranza y Obregón viajan aún en aquellos trenes revolucionarios, en un ir y venir por todo el país, alborotando los gallineros femeninos y arrancando a los jóvenes de la casa paterna. Todos los siguen: ¿adónde? Nadie lo sabe. Es la Revolución, la palabra mágica, la palabra que va cambiando todo y que nos va a dar una alegría inmensa y una muerte rápida. Por la Revolución el pueblo mexicano se adentra en sí mismo, en su pasado y en su sustancia, para extraer de su intimidad, de su entraña, su filiación” (Citado en “Biografía del Poder” de Enrique Krauze-Tusquets Editores SA-Barcelona 1997).

Por su parte, Enrique Krauze escribió: “La Revolución –así, con mayúscula, como un mito de renovación histórica- ha perdido el prestigio de sus mejores tiempos: nació en 1789, alcanzó su cenit en 1917 y murió en 1989. Pero hubo un país que conservó intacta la mitología revolucionaria a todo lo largo de los siglos XIX y XX: México. Cada ciudad del país y casi cada pueblo tienen al menos una calle que conmemora la Revolución. La palabra se usa todavía con una carga de positividad casi religiosa, como sinónimo de progreso social. Lo bueno es revolucionario, lo revolucionario es bueno. El origen remoto de este prestigio está, por supuesto, en la Independencia: México nació, literalmente, de la revolución encabezada por el primer gran caudillo, el cura Hidalgo. Pero la consolidación definitiva del mito advino con la Revolución mexicana”.

“El movimiento armado duró diez años: desde 1910 hasta 1920. Durante las dos décadas siguientes el país vivió una profunda mutación política, económica, social y cultural inducida desde el Estado por los militares revolucionarios. Hacia 1940, la palabra «revolución» había adquirido su significación ideológica definitiva. Ya no era la revolución de un caudillo o de otro. La Revolución se había vuelto un movimiento único y envolvente. No abarcaba sólo la lucha armada de 1910 a 1920, sino la Constitución de 1917 y el proceso permanente de transformación y creación de instituciones que derivaba de su programa”.

“Por encima de los matices, la Revolución –guerra civil y proceso de transformación social- había adquirido un rango superior a todas las otras etapas de la historia mexicana”.

“Se han organizado revoluciones en torno a ideas o ideales: libertad, igualdad, nacionalismo, socialismo. La Revolución mexicana constituye una excepción por haberse organizado, primordialmente, alrededor de personajes. Cada uno generaba un «ismo» específico a su zaga: maderismo, zapatismo, villismo, carrancismo, obregonismo, callismo, cardenismo”. “En estos hombres algo había de peculiar, original e incluso inocente. No se parecían a los conductores de otras revoluciones, que en nombre de la humanidad defendían principios abstractos, amplios sistemas ideológicos, prescripciones para la felicidad universal. Los caudillos, jefes y estadistas mexicanos actuaron de acuerdo con las modestas categorías que les eran propias. No tenían en cuenta la historia universal sino la historia de la patria. Exceptuando a Madero, no eran leídos ni instruidos, no habían viajado por el mundo y ni siquiera conocían por completo su propio país, sino apenas su propia región, su propio Estado, su propio suelo natal. Al igual que los sacerdotes insurgentes, sus acciones estaban reñidas de actitud mesiánica: deseaban redimir, liberar, imponer justicia, presidir el advenimiento final del buen gobierno. Las historias locales de las cuales partieron, sus conflictos familiares, sus vidas antes de elevarse al poder, sus más íntimas pasiones, todos éstos son factores que podrían haber sido meramente anecdóticos de haberse encarnado en hombres sin trascendencia pública o en políticos que operaban en una democracia. Pero no pudieron serlo en México, donde la concentración del poder en una sola persona (tlatoani, monarca, virrey, emperador, presidente, caudillo, jefe o estadista) ha representado la norma histórica a lo largo de los siglos” (De “Biografía del Poder”).

Esta descripción nos hace recordar la serie de guerras civiles que se desarrollaron en la Argentina del siglo XIX encabezada por caudillos provenientes de distintas regiones. También nos hace recordar que el destino de la Argentina, a partir del siglo XX, en cierta forma depende de los detalles de la vida privada, incluso íntima, de personajes tales como Perón, Eva o los Kirchner. Falta aún bastante tiempo para que entremos en una etapa de democracia plena (o al menos, normal).

La revolución surge a veces como una necesidad para revertir una situación de anarquía, por lo que no todo gobierno surgido al margen de un proceso electoral ha de ser necesariamente negativo, ni todo gobierno elegido por el voto popular ha de asegurarnos una buena gestión. Brian Crozier escribió: “Los gobiernos totalistas [totalitarios] son el máximo horror que puede producir la política. Desde el momento que ellos se reservan el «derecho» de invadir todas las áreas de la vida privada, no pueden estar realmente amenazados por el peligro de la subversión, ya que en todo momento tienen en sus manos el remedio decisivo para lograr la represión total. Los gobiernos autoritarios también pueden cuidar de sí mismos; a menos que sean lo tradicional en un determinado país, ellos por lo general llegan al poder como resultado de un golpe de Estado que se hacía necesario e inevitable, a causa del caos desencadenado por un mal gobierno, por la subversión o por ambas cosas. Al restaurar el orden ellos por lo menos proveen las bases sociales que permitirán la expansión económica, que no puede producirse en medio de la anarquía”.

“El precio que cobran por este servicio al bien común es el empobrecimiento de la vida intelectual que supone la suspensión del debate y de la libertad de pensamiento. A la larga resulta un alto precio pero, a la corta –fuera de los intelectuales que sufrirán persecución y probablemente castigos físicos- es un precio que la gran mayoría de la población parece normalmente dispuesto a pagar. Para frustración de los observadores liberales, especialmente de los países que no han sufrido dictaduras, esos regímenes no son necesariamente impopulares y esto parece haber sido cierto en el caso de los coroneles griegos. En un punto esencial, por lo menos, la solución autoritaria a la anarquía es la antitesis de la totalista: en lugar de forzar al pueblo a tragar la política y la ideología, le otorga el beneficio, que no debe despreciarse, de elegir el no participar en política” (De “Teoría del conflicto”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1977).

En una guerra civil, como en toda guerra, se producen actos aberrantes, por lo que resulta imprescindible dejarlas de lado y buscar medios civilizados para el cambio social. Nicholas Capaldi escribió: “Maximilien Robespierre (1758-1794) fue un abogado francés. Creía en una democracia igualitaria y en el sufragio universal; se oponía a la pena capital. Su temperamento idealista le valió el nombre de «incorruptible»”. “Cuando llegó a ser el principal portavoz de los jacobinos durante la Revolución Francesa, identificó la «voluntad general» de Rousseau con la voluntad de los jacobinos y, finalmente, con él mismo. Instituyó también el reino del terror sintetizado en la acción de la guillotina”.

“La Vandée es un departamento de Francia, en la costa occidental atlántica; los católicos conservadores de esa región se oponían a la Revolución Francesa…..”.

Robespierre expresaba ante sus seguidores: “¡Parisienses! Los señores feudales se están armando porque vosotros os halláis a la vanguardia de la humanidad. Todas las grandes potencias de Europa se equipan contra vosotros y todas las personas bajas y depravadas en Francia las apoyan”.

“¡Parisienses! ¡Apresurémonos a enfrentar a los bandidos de La Vandée!” (De “Censura y libertad de expresión” de N. Capaldi-Ediciones Libera-Buenos Aires 1973).

En esas épocas estuvo en vigencia, como durante los siglos posteriores, los asesinatos “preventivos” consistentes en exterminar cualquier tipo de oposición. Henry de Lesquen escribió: “Los convencionales resuelven acabar con la situación cueste lo que cueste. La Vandée será arrasada”. “El general Turreau, encargado de llevar a cabo la tarea, da muestras de notable celo: «Si la República desea aniquilar de un golpe a estos campesinos feroces que han destruido a nuestros más bellos ejércitos, matado a nuestros mejores generales –explica- ¡Bien! Hay que tomar grandes medidas. Hay que exterminar a todos los hombres que han tomado las armas y golpear junto con ellos a sus padres, sus mujeres, sus hermanas y sus hijos. La Vandée no debe ser sino un gran cementerio»”.

“Este programa fue efectivamente realizado por las tropas revolucionarias. Sobre una población total de 500.000 habitantes, la guerra de la Vandée dejó 350.000 muertos entre hombres, mujeres y niños. Es que el general Turreau sabía elegir muy bien las armas de su política. Después del 19 de enero de 1794, creó las famosas «columnas infernales», designadas para ejecutar lo que bien puede llamarse su plan: incendio total de las aldeas y matanza general de la población de la Vandée militar” (De “La política de lo viviente”-EUDEBA-Buenos Aires 1981).

domingo, 10 de abril de 2016

Del infierno fiscal a los paraísos fiscales

Un “sistema impositivo” elemental puede observarse en un edificio con varios departamentos. Al existir, además de las propiedades individuales, accesos e instalaciones compartidas, se advierte que también ha de existir una propiedad común, o del consorcio, que deberá recurrir mensualmente a los propietarios individuales para solventar gastos de mantenimiento, reparaciones o mejoras. Si alguno deja de pagar sus “impuestos” (o expensas), los restantes deberán compensar la diferencia; de ahí que la evasión se considere un delito, por cuanto perjudica al resto. También incurre en delito quien utiliza parte de lo recaudado para fines personales.

En el caso de las naciones, el sistema impositivo difiere en cuanto a los porcentajes exigidos, siendo un atributo típico de los distintos sistemas económicos. En un extremo están los sistemas socialistas en los cuales no existe la propiedad privada de los medios de producción, en cuyo caso puede afirmarse que el 100% de lo producido por cada individuo va al Estado, constituyendo en este caso un “infierno fiscal” debido a los diversos inconvenientes asociados a dicha práctica. En el otro extremo están los países que, en su afán de traer capitales del exterior, promueven un sistema de reducidos impuestos, además de servicios bancarios y financieros de bajo costo, lo que se conoce como “paraísos fiscales”. El resto de los países adopta posturas intermedias.

Cuando los impuestos son muy elevados, surge la tendencia a la evasión impositiva, mientras que si son bajos, la evasión tiende a disminuir. Se estima que el máximo de recaudación fiscal se logra cuando los impuestos implican cerca de un 50% de las ganancias del contribuyente. Superado ese porcentaje, comienza a decaer la recaudación por cuanto se intensifica la evasión fiscal. Mientras que para el político que dirige al Estado lo ideal es disponer de mucho dinero y recaudar muchos impuestos (infierno fiscal) para el contribuyente lo ideal es encontrar un lugar en donde los impuestos sean mínimos (paraíso fiscal).

Cuando el Estado cobra impuestos en forma excesiva, ahuyenta los capitales que comienzan a “refugiarse” en lugares más seguros y menos exigentes. De ahí que, cuando se hacen críticas a los paraísos fiscales, no debe olvidarse que quienes allí concurren fueron expulsados previamente por los infiernos fiscales. Las críticas a los paraísos surgen también por admitir capitales provenientes de actividades ilegales, fomentándolas de esa manera.

En cuanto a lo justo o lo injusto de los porcentajes mencionados, primeramente debe tenerse en cuenta la forma en que han de ser utilizados por el Estado. Si un Estado exige de una empresa el 50% de sus ganancias, pero realiza una nueva ruta que aumenta el valor de terrenos de su propiedad, entonces tal porcentaje no le resulta adverso. Además, no resulta criticable si beneficia al resto de la sociedad. En cambio, si un Estado cobra el 30% y dilapida esos ingresos bajo alguna forma de corrupción, ese porcentaje ha de considerarse excesivo, porque poco o nada beneficia al contribuyente. “Ningún elemento es tóxico en sí; la dosis hace al veneno” (Claudel).

En algunos países, abrir una nueva empresa requiere de una gran cantidad de trámites, por lo que la mayoría opta por trabajar en forma ilegal, o en el mercado negro. Hernando de Soto realizó un minucioso estudio de lo que costaba abrir legalmente una pequeña empresa en el Perú, escribiendo al respecto: “Los resultados arrojaron que una persona modesta debía tramitar durante 289 días antes de obtener los 11 requisitos previos a la instalación de una pequeña industria”. “Se incurre en un costo equivalente a 194,4 dólares. Además, la espera de casi 10 meses para iniciar las actividades produce una pérdida de utilidades netas equivalentes a 1.036,6 dólares, de manera que el costo total de acceso a la pequeña industria formal para una persona natural es de 1.231 dólares, equivalente a 32 veces el sueldo mínimo vital” (De “El otro sendero”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1987).

La otra opción, al menos para quienes poseen capitales importantes, implica abrir una empresa en algún paraíso fiscal. Alain Vernay escribió: “La ventajosa constitución de una sociedad en Tánger no ofrecía dificultades. Apenas acababa uno de entrar en la casa de cualquiera de los técnicos que pululaban por la ciudad, cuando éste le ofrecía, con la jovialidad impersonal del médico que trata una enfermedad vergonzosa, su clásica receta: la formación de una sociedad «que tuviese por objeto toda clase de actividades agrícolas, industriales, comerciales, inmobiliarias, financieras y bancarias». Los estatutos estaban ya redactados, y sólo había que rellenar los espacios dejados en blanco de dos formularios. En el primero, donde sólo faltaban la razón social escogida y una cifra de fantasía para el capital, figuraba el número de apartado de Correos y los nombres de los miembros del consejo de administración. El segundo documento contenía la renuncia, firmada, pero no fechada, de los administradores a sus acciones, a favor del verdadero propietario, cuya identidad no aparecía en ninguna de las actas. El especialista tangerino proporcionaba los comparsas y el domicilio social, radicado en un cajón de su oficina, que contenía ya varios centenares de otros «holdings». (El «holding» es una sociedad que tiene una actividad puramente financiera, consistente en adquirir y manejar participaciones lo bastante importantes en el capital de otras sociedades, industriales y comerciales, para tener su control)”.

“Se apresuraba a tranquilizar al cliente sobre el importe de los gastos, haciendo halagüeñas comparaciones entre Tánger y los países que llamaba, según su temperamento, «tierras de libertad» o «de facilidades»” (De “Los paraísos fiscales”-Plaza & Janés Editores SA-Barcelona 1970).

A partir de las publicaciones recientes de listas de personajes públicos, que de alguna forma intervinieron en Panamá, considerado como paraíso fiscal, se desataron conflictos políticos en diversos países. En el caso de la Argentina, el kirchnerismo ha pretendido equiparar la mega-corrupción promovida durante sus doce años de gobierno con la aparición del nombre del presidente actual (Macri) como integrante del directorio de una empresa abierta en aquel país. Si bien tal aparición implica una presunción a la evasión de impuestos, ello no implica que el ilícito fue cometido. De ahí que resulta un tanto absurdo querer comparar una presunción de ilícito a una evidente corrupción establecida en el infierno fiscal en que fue convertida la Argentina kirchnerista.

En este caso se advierte que el mismo sector que admite un “terrorismo bueno” y un “terrorismo malo”, actuantes en los setenta, el primero asociado a los guerrilleros marxistas y el segundo al Estado nacional, en la actualidad adopta una actitud similar admitiendo una “corrupción buena” y una “corrupción mala”, la primera asociada al kirchnerismo y la segunda asociada al macrismo, aun cuando a éste ni siquiera se le haya permitido “desarrollarse”.

El kirchnerismo podría definirse como una asociación ilícita que accedió al poder con el apoyo de gran parte de la población. Entre sus “logros” pueden mencionarse los intentos de quedarse con la empresa que imprime billetes, evasión fiscal de un testaferro presidencial por el equivalente a 530 millones de dólares de una empresa expendedora de combustibles, compra fraudulenta de vagones inservibles, cobro anticipado de obras públicas sin haberse realizado, etc. Aunque el mayor “aporte” consiste en haber permitido el desarrollo del narcotráfico en el país. Todas estas acciones estuvieron bajo el amparo de las máximas figuras de tal asociación ilícita.

La extrema gravedad de la situación no radica en que dos, diez o cincuenta individuos le hayan robado al país una suma estimada en unos 10.000 millones de dólares, sino en que un 49% de la población apoyó electoralmente la continuidad de tal asociación ilícita. Es oportuno mencionar un escrito debido a Marta Altolaguirre, editado en La Prensa de Guatemala el 22/02/1990:

“Cuando en una sociedad triunfan los sinvergüenzas; cuando se admira al abusivo; cuando los principios se terminan y sólo el oportunismo prevalece; cuando el insolente manda y el pueblo lo tolera: cuando todo se corrompe, pero la mayoría calla porque su tajada espera.
Cuando quienes integran instituciones del Estado actúan como vulgares ladrones; cuando el escrúpulo desaparece de las autoridades y traicionan al que cree en ellos; cuando todo se ha minado porque quienes gobiernan se saben impunes de cualquier acción; cuando la satisfacción del hombre ya no depende del corazón sino sólo de cuántos billetes le ofrecen y es capaz de pisotear hasta a su madre a cambio de mayor riqueza.
Cuando se engaña al aliado sin importar ponerle en riesgo; cuando el honrado sale siempre perdiendo; cuando el patriota es burlado porque no concibe que la estafa se haya generalizado; cuando la decencia se confunde con estupidez y la nobleza pasa a ser historia del pasado; cuando manos inmundas tocan a quienes se conducen con pureza; cuando de esos villanos depende la seguridad y el desarrollo de un pueblo.
Cuando la inteligencia sólo es efectiva combinada con la sin-vergüenza; cuando el hombre excepcional se le aliena e ignora porque para el grupo dominante representa una afrenta su existencia; cuando la sabiduría del viejo se descarta y la juventud no sólo es linda sino se vuelve una virtud.
Cuando el poderoso no respeta el derecho ajeno; cuando se «sublimizan» conceptos como la democracia para destruir una nación; cuando la justicia es para la gente común, pero no para los poderosos; cuando no hay cura para el menesteroso ni cuaderno para el niño del área rural; cuando el nombre «democracia» se usa como «chantaje» para mantener estable la peor corrupción; cuando los capos de la droga se entronizan en una nación; cuando un pueblo añora a un demente porque le cree su salvación; cuando sólo hay entusiasmo por las sumas millonarias que identifica a los miembros de una organización.
Cuando se usan distintas balanzas para juzgar la conducta de hombres y naciones; cuando el malvado se convierte en héroe porque finalmente rectifica su acción; cuando por convocar a «elecciones» de un solo zarpazo se olvida la represión y el terror; cuando todo eso se está dando: el honrado es despreciado, el patriota es abatido, el hacendoso es burlado; el bien intencionado es engañado; el honrado es estafado; el sincero es intrigado. Cuando todo esto sucede, la podredumbre domina; el uso de las drogas se generaliza y el dinero es el único valor reconocido, las naciones sucumben.
Cuando tanto cuando se reúne, quizás es tiempo de refugiarse: es tiempo de suspender la lucha; es tiempo de dejar de ser Quijote; es tiempo de revisar actitudes, es tiempo de revaluar a quienes nos rodean y es tiempo de regresar a nosotros”
.

sábado, 9 de abril de 2016

El cristianismo-leninismo en la Iglesia Católica

La infiltración marxista-leninista en la Iglesia Católica ha sido un proceso lento y sostenido, similar al empleado por los difusores de tal ideología en otros ámbitos y en otras instituciones. La actitud de la Iglesia (o de sus jerarcas) respecto del comunismo, o del socialismo, ha ido cambiando con las épocas, evolución que puede sintetizarse en la siguiente secuencia:

1- El comunismo es intrínsecamente perverso; el capitalismo requiere mejoras
2- El comunismo y el capitalismo son sistemas deplorables
3- El capitalismo es intrínsecamente perverso

La postura inicial es la que resulta compatible con la realidad histórica, mientras que la segunda parece ignorar que existen dos sistemas económicos complementarios que pueden expresarse simbólicamente mediante una igualdad como la siguiente:

Socialismo + Capitalismo = Constante

Ello implica que, a mayor socialismo, menor capitalismo, y viceversa. Esto es, mientras mayor ingerencia tiene el Estado en las actividades económicas, menor ha de ser la ingerencia de los particulares; y mientras mayor sea la libertad de los emprendedores privados, menor ha de ser la perturbación estatal al proceso autorregulado del mercado. En cuanto a la tercera alternativa, si el capitalismo es “intrínsecamente perverso”, ello implica necesariamente que el socialismo ha de ser un sistema más justo y es el que deberíamos adoptar, por lo que las decisiones económicas deberían surgir de una minoría que dirige el Estado en reemplazo de las millones de decisiones cotidianas de una mayoría, lo que constituye el mercado. No hay otra alternativa posible.

Todo parece indicar que no existe aquella “infalibilidad papal” decretada en el siglo XIX, ya que si alguna de las actitudes mencionadas es la correcta, necesariamente las restantes son incorrectas. Como el marxismo-leninismo es una postura ideológica concreta, afirmar que el cristianismo es compatible con ella o bien incompatible totalmente, implica necesariamente una gran diferencia en cuanto a la interpretación del significado de las prédicas cristianas.

En cierta ocasión, Pablo VI le replica a un periodista: “Para hablar de la Iglesia hay que conocerla y para conocerla hay que estudiarla”. Parece olvidar que la Iglesia, al tener cierta influencia social, legitima la posibilidad de opinar sobre ella en cada integrante del grupo social, pertenezca o no a la Iglesia. Además, se le puede responder que: “para hablar de economía hay que conocerla y para conocerla hay que estudiarla”. Jacques Paternot y Gabriel Veraldi escriben al respecto: “La ignorancia de la economía arroja a Pablo VI a una contradicción fatal. Tiene moralmente razón al reclamar reformas, hablando con precisión, revolucionarias para el Tercer Mundo. Condena a justo título a las oligarquías «que gozan de una civilización refinada al precio de la inmerecida miseria de los campesinos, privados de iniciativas y de la propiedad de las tierras». Pero eso no es capitalismo liberal, sino neo-feudalismo. Su concepción de la economía seguía siendo la de un juego de suma nula en que la riqueza de uno se obtiene a expensas del empobrecimiento de muchos otros. De ese hecho, su pensamiento, surgen enseñanzas forzosamente orientadas hacia soluciones marxistas, políticamente desastrosas y económicamente ineficaces”.

“No parece que ni Pablo VI ni los millares de obispos ni decenas de millares de intelectuales distinguidos integrados en el magisterio de la Iglesia hayan leído un solo manual de historia económica, puesto que ningún autor competente disocia el capitalismo de la revolución científico-técnico-industrial” (De “¿Está Dios contra la economía?”-Editorial Planeta SA-Barcelona 1991).

La ideología que pretende inducir a los cristianos a adherir al marxismo-leninismo ha sido sintetizada por el sacerdote Miguel Poradowski y mencionada en el libro antes indicado: “Cristo ha venido para liberar a los hombres; el cristianismo es un movimiento que lucha por la libertad humana; en nuestro tiempo el hombre es esclavo del régimen capitalista; un régimen que no es socialista está necesariamente consagrado a la opresión y a la explotación; los cristianos tienen el deber de luchar contra el esclavismo capitalista; la revolución marxista es el único camino que conduce a la destrucción del capitalismo y a la construcción de una sociedad socialista; por lo tanto, cada cristiano debe luchar por la victoria de la revolución marxista; esas directivas son un verdadero deber religioso que se expresa por la profesión de fe: «Soy marxista porque soy cristiano»”.

Si bien las distintas sectas cristianas muestran falencias evidentes, cuando uno va conociendo el “pensamiento católico” predominante en la Iglesia, advierte que las sectas, posiblemente, se encuentren bastante más cerca del cristianismo auténtico que el predicado por el catolicismo. Casi nunca un Papa va a promover el marxismo-leninismo en forma sincera y explícita, sino que va a condenar al capitalismo, al dinero y a la globalización económica, como lo hace el actual Papa Francisco.

La etapa en que la Iglesia comienza un acercamiento con el comunismo soviético, aceptando o perdonando a los autores ideológicos y materiales del asesinato de decenas de millones de victimas pertenecientes a la “clase social incorrecta”, coincide con una “apertura hacia la paz” promovida por Nikita Kruschev sin que la URSS abandonara sus objetivos de destrucción del capitalismo, de la Iglesia y de todo lo que signifique Occidente. Tal actitud suicida fue adoptada por Juan XXIII, quien olvidó que Cristo promovía un acercamiento con los pecadores cuando éstos dejaban de serlo, y no cuando persistían en sus defectos. “Cuando ésta [la encíclica Pacem in terris] fue promulgada, el 11 de abril de 1963, al papa [Juan XXIII] le quedaban cincuenta y tres días de vida en una casi agonía. Pero «no concedía reposo a nadie», quería ganarle a la muerte en velocidad con el objeto de acabar personalmente la transformación de la Iglesia”.

“«Espero conducir el Concilio II a buen fin y ver la paz en el mundo». Así se expresaba hasta el último momento aquel carácter profundamente bueno, y fundamentalmente obstinado, obsesionado por una visión grandiosa y llevado a no tener en cuenta la realidad cuando ésta no se adecuaba a dicha visión”.

“Este hombre de gran fe estaba imbuido desde la infancia de la voluntad de «convertirse en santo a cualquier precio», según informa uno de sus biógrafos, o mejor dicho hagiógrafos. Él mismo señalaba como su más constante tentación «el espíritu de soberbia, de presunción, de vanidad». Elevado de forma imprevista al trono de San Pedro, no resistió la ambición de señalar su paso con brillo. Papa mal preparado, se apresuró en la convocatoria de un concilio mal preparado. Y su prisa le hizo caer en una trampa que la estrategia soviética, fiel a la doctrina de tener siempre «muchos hierros en la fragua», preparaba desde mucho antes”.

“La URSS sabía que no podía esperar nada del intransigente Pío XII…pero desde que Kruschev se hubo asegurado el poder en el pleno del Comité central de octubre de 1957, comenzó a avanzar peones en dirección a Roma, con el tema irresistible de la paz”. “Cualquiera que tenga una mínima noción de estrategia leninista no se asombrará. La doctrina ordena desencadenar simultáneamente la ofensiva militar sobre el terreno y la ofensiva de paz en el discurso con el objeto de desviar la inteligencia de la situación y la voluntad de resistencia entre la gente políticamente necia, débil o «intoxicada»”.

Mientras la URSS “promueve la paz” con Occidente, se producen tres hechos que contradicen tales aparentes intenciones:

1- Se levanta el muro de Berlín
2- Se instalan misiles nucleares en Cuba para un posible ataque a los EEUU
3- Se cierra una gran cantidad de templos en la URSS

“Las columnas de refugiados informaban pronto y bien al Vaticano. Éste no podía ignorar la represión religiosa, más sistemática que en los tiempos de Stalin, aunque no tan brutal. De acuerdo a las cifras oficiales soviéticas, el total de los lugares de culto pasó de 22.000 en 1956 a 11.500 en 1961 y a 7.500, capillas mortuorias incluidas, en 1969”. “No, el temerario «copar la banca» de Juan XXIII no tuvo como feliz resultado romper los bloques: consolidó el campo socialista y causó fisuras en las democracias, la cristiandad y en particular en la Iglesia”.

Respecto del Concilio Vaticano II, los autores citados escriben: “El Concilio habló de casi todos los problemas del mundo contemporáneo, salvo aquellos que plantea el comunismo”. “Lo dicho es bastante como para que comprendamos mejor de qué manera el Concilio pudo tener resultados tan paradójicos; de qué manera la Iglesia llegó a invertir su tradicional actitud hacia el socialismo y el capitalismo; cómo permitió que la herejía, que no otra cosa es el cristianismo-leninismo y su vanguardia, la Teología de la Liberación, creciera e hiciera metástasis en su vasto cuerpo; de qué modo se dejó arrastrar a la situación de cisma en la que actualmente se encuentra”.

Si bien Juan Pablo II denunció los serios problemas que sufrió la sociedad polaca bajo el comunismo, ello no implica que haya aceptado al capitalismo, ya que, en lugar de considerar que los intercambios en el mercado permiten un beneficio simultaneo de ambas partes, sostenía que una parte se beneficia perjudicando a la otra. Esta creencia no sólo implica el caso del comercio entre particulares, sino que la visión socialista se aplica al comercio internacional aduciendo que el capitalismo produce necesariamente dependencia y colonialismo. Paternot y Veraldi escriben sobre Juan Pablo II: “Este gran Papa tiene un punto débil que paraliza su voluntad de servir a los pobres y también su capacidad de controlar la difusión de las herejías marxistas en la Iglesia: comprende mal las causas y los métodos del desarrollo. Al igual que sus antecesores, sigue considerando la economía como un juego de suma igual a cero, de suma nula [lo que uno gana, el otro lo pierde]”.