miércoles, 9 de septiembre de 2015

Crisis individual y social

Las crisis que afrontan los distintos pueblos se deben esencialmente a fallas éticas a nivel individual y también a fallas cognitivas a nivel social, advirtiéndose el predominio de creencias erróneas respecto a cuestiones económicas, políticas y culturales. Puede decirse que una situación de crisis es aquella en la que se manifiesta una decadencia respecto de épocas anteriores, de ahí que se tenga en cuenta el cambio antes que el nivel existente de algún indicador social. Por ello, los ánimos mejoran en cuanto se advierte un crecimiento aun cuando se esté lejos de una situación ideal.

En el caso de la Argentina, si bien se notan progresos respecto de otras épocas, si se la compara con otras naciones, se observa una caída continua a partir del 7mo. lugar que en el mundo detentaba a principios del siglo XX. No se trata de una crisis circunstancial, sino de una crisis crónica. Jorge Luis Borges asocia a uno de sus personajes literarios la siguiente expresión: “Como a todos los hombres, le tocó vivir épocas de crisis”.

Cuando se llega a una etapa exitosa, y no se la sabe mantener, le siguen etapas de estancamiento y de caída. Es un caso similar al del inmigrante que llegaba a América sin ninguna fortuna, pero con muchos deseos de trabajar y progresar. Luego de alcanzado el éxito, en esa primera generación, le sigue una segunda que sólo logra mantener lo heredado a duras penas, mientras que la tercera, acostumbrada a las comodidades y al ocio, termina destruyendo la obra de las generaciones anteriores.

Si se consideran las ideas predominantes en una sociedad y, especialmente, las actitudes emocionales de las cuales surgen, se advierte que existen dos orígenes distintos para la crisis, y son:

a- Crisis del subdesarrollo: envidia y vagancia
b- Crisis del desarrollo: consumismo e irresponsabilidad

La crisis del subdesarrollo parece estar motivada esencialmente por la vagancia y por la envidia, lo que se pone en evidencia por la preferencia por los gobiernos populistas y/o totalitarios. La reacción del hombre común ante el progreso ajeno, en lugar de ser un factor de emulación, resulta ser un factor de destrucción. Thomas Friedman escribió: “Un amigo mío musulmán del sur de Asia me contó un día esta historia: su familia india musulmana se separó en 1948. La mitad fue a Pakistán y la otra se quedó en Bombay. Un día, cuando él ya no era un niño, preguntó a su padre por qué daba la impresión de que a la mitad india de la familia las cosas le iban mejor que a la mitad pakistaní. Y su padre le dijo: «Hijo, cuando un musulmán se cría en la India y ve a un hombre que vive en una mansión enorme en lo alto de una colina, dice: ‘Padre, un día yo seré ese hombre’. Pero cuando un musulmán se cría en Pakistán y ve a un hombre que vive en una enorme mansión en lo alto de una colina, dice: ‘Padre, un día mataré a ese hombre’». Cuando ante ti tienes una senda para ser Hombre o Mujer, tiendes a centrarte en esa senda y en hacer realidad tus sueños. Cuando no cuentas con esa senda, tiendes a concentrarte en tu ira y en alimentar tus recuerdos”.

“Hay dos maneras de aplanar el mundo. Una es usar la imaginación para subir a la gente al mismo nivel y la otra es usar la imaginación para bajar a la gente al mismo nivel. David Neeleman utilizó su imaginación optimista y las tecnologías del mundo plano (a las que tan fácil acceso tenía) para elevar a la gente. Creó una nueva compañía aérea, llena de ideas nuevas y muy exitosas, y con parte de sus beneficios financia un fondo de ayuda a sus empleados para situaciones personales catastróficas. Osama Bin Laden y sus discípulos utilizaron su imaginación retorcida y muchas de las mismas herramientas que Neeleman para montar un atentado sorpresa, con el que derribaron dos inmensos símbolos del poder estadounidense para ponerlos a su propio nivel. Peor aún, recaudaron fondos y provocaron esta catástrofe humana multitudinaria con un pretexto religioso” (De “La Tierra es plana”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2008).

Cuando una radioemisora de Buenos Aires, luego del atentado a las torres gemelas de Nueva York, consulta a sus oyentes acerca de la adhesión, o no, a la expresión de Hebe de Bonafini quien afirmó “haber festejado” tal hecho, no resultó sorprendente que un 55% de los encuestados coincidía con el “festejo”. También en la Argentina se tiende a ocultar todos los errores del gobierno y de la sociedad culpando al “imperialismo yanki” por todos nuestros males, siendo el camino más efectivo para continuar con nuestra prolongada decadencia.

Cada vez que Hugo Chávez impartía la orden “¡Exprópiese!”, provocaba un eco favorable en los países subdesarrollados. Posiblemente no se tenía en cuenta que simultáneamente era una señal para los futuros inversores, venezolanos y extranjeros, a quienes pareciera decirles: “No inviertan en Venezuela, que pueden perderlo todo. Mejor lleven sus capitales a lugares seguros como los EEUU”. Sin embargo, el mensaje populista, por el que se ganan elecciones, se basa en la aparente oposición a los EEUU, cuando en realidad resulta todo lo contrario.

Otra de las causas favorables al subdesarrollo radica en la “maldición del petróleo”. Thomas Friedman escribió: “Nada ha contribuido más a retardar la aparición de un contexto democrático en lugares como Venezuela, Nigeria, Arabia Saudí o Irán que la maldición del petróleo. Mientras los reyes y los dictadores que dirigen estos Estados petrolíferos pueden hacerse ricos explotando sus recursos naturales (en lugar de explotar el talento natural y la energía de su pueblo), se quedarán en el poder eternamente. Pueden utilizar el petróleo para monopolizar todos los instrumentos del poder (el ejército, la policía y los servicios de inteligencia), sin necesidad de introducir nunca una transparencia real ni de compartir el poder con nadie. Lo único que tienen que hacer es apoderarse del grifo del petróleo y no soltarlo. Como no tienen que cobrar impuestos a su pueblo, la relación entre el gobernante y el gobernado está muy distorsionada. Sin un sistema tributario, no hay representación. Los gobernantes no tienen que prestar atención a la gente ni explicarles cómo se gastan el dinero, porque no lo han recaudado a través de ningún impuesto. Por eso en los países que viven dedicados exclusivamente a sacar el fruto de sus pozos petrolíferos las instituciones son siempre muy débiles o inexistentes”.

“Los países que dedican sus esfuerzos a sacar lo mejor de su gente tienen que centrarse en desarrollar instituciones auténticas, derechos de propiedad, el imperio de la ley, cortes independientes, un sistema moderno de enseñanza, un comercio exterior, una inversión exterior, la libertad de pensamiento y la investigación científica para sacar el mejor partido de sus hombres y mujeres”.

“Cuando tienes que hacer las cosas con tus propias manos y usarlas para comerciar con los demás, con el fin de prosperar, en vez de simplemente sacar petróleo del patio de atrás, inevitablemente tu imaginación se expande y tu tolerancia y tu confianza crecen. No es por casualidad que los países musulmanes representen el 20 por ciento de la población total del planeta pero sólo el 4 por ciento del comercio mundial”.

Los cambios favorables aparecen, por lo general, bajo circunstancias críticas, aunque son impedidos por la constante distorsión de la realidad llevada a cabo por la propaganda populista y la intelectualidad de izquierda, que sólo tiene como objetivo final “la destrucción del sistema capitalista”. El citado autor agrega: “No hay otra madre de la invención que la pura necesidad. Y sólo cuando la caída de los precios del petróleo obligue a los dirigentes de Oriente Medio a modificar sus contextos, acometerán reformas. La gente no cambia cuando le dices que debería cambiar. Cambia cuando ellos mismos se dicen que deben cambiar. O, como dice…Michael Mandelbaum: «La gente no cambia cuando le dices que hay una opción mejor. Cambia cuando llegan a la conclusión de que no les queda otra opción»”.

En cuanto a la crisis originada en los EEUU, Thomas Friedman escribió: “La Gran Recesión estuvo motivada, en parte, por un amplio desmoronamiento ético por parte de actores cruciales, a saber, banqueros, agencias de rating, empresas de inversión, agentes hipotecarios y consumidores. Pueden existir todas las regulaciones del mundo, pero cuando la avaricia tienta a grandes cantidades de gente a perder de vista cualquier clase de pensamiento a largo plazo o sentido de la responsabilidad, las regulaciones no ayudarán en nada. No fue un comportamiento ilícito el que motivó la Gran Recesión; fue todo lo que ocurrió a la vista de gente que debería haber actuado mejor pero que aparcó sus creencias, valores, normas y escepticismos para unirse a la fiesta. Sí, tenían «principios», pero por desgracia, toda la burbuja crediticia que desestabilizó la economía mundial reposaba sobre los «principios» conocidos en el mundo financiero como YNE/TNE: Yo No Estaré o Tú No Estarás cuando las cosas vayan mal”.

“Los bancos de inversión tenían un gran interés en introducir más y más hipotecas en bonos y venderlos por todo el mundo, porque las comisiones eran enormes, y mientras que no mantuvieran demasiados en su balance, ¿a quién le importaba si estallaban? Yo no estaré”. “Todo el sistema dependía de gente que originaba el riesgo aprovechando este punto de partida, transfiriéndolo luego a otra persona y evitando ser responsable por ello más tarde. De esa forma, gente que nunca debería haber asumido hipotecas las asumió, gente que nunca debería haberlas concedido las concedió, gente que nunca debería haberlas empaquetado las empaquetó…Todo el mundo presumió que podían beneficiarse personalmente a corto plazo y que nunca más tendrían que preocuparse de lo que ocurriera a largo plazo tras pasar el bono” (De “Caliente, plana y abarrotada”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2009).

En lugar de admitirse que no existe sistema económico que pueda funcionar aun a pesar de las fallas morales de los hombres, algunos caen en la peligrosa conclusión de que la “culpa no es de la gente, sino del sistema”, es decir, de la economía de mercado. Luego, suponen la gente no debería cambiar en lo más mínimo, sino que habría que volver instalar el socialismo entregando todo el poder decisorio a algún personaje parecido a Fidel Castro.

La economía de mercado es un sistema eficaz siempre y cuando se parta de un nivel ético adecuado. Si, en lugar de adoptarlo para permitir establecer intercambios equitativos, se lo utiliza para un beneficio unilateral, con un perjuicio para la otra parte interviniente en un intercambio, el propio sistema “se rebela” indicando que se han transgredido sus reglas.

La referencia para nuestras vidas deben ser los valores éticos que nos impone el propio orden natural en lugar de adoptar como referencia “lo que indica el mercado”. Esta referencia, que puede orientarnos adecuadamente para los intercambios comerciales, puede desorientarnos respecto del verdadero sentido de la vida.

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