miércoles, 30 de septiembre de 2015

Las preferencias políticas

Los motivos por los cuales un ciudadano opta por un candidato político en lugar de otro, responden a diversas causas, si bien es posible reunirlas en función de las componentes emocionales de las actitudes personales. De ahí tenemos las siguientes posibilidades:

a- Voto constructivo
b- Voto egoísta
c- Voto competitivo
d- Voto mayoritario

En el primer caso, tenemos el voto constructivo o cooperativo, por el cual se opta por el candidato que vislumbra hacer una gestión eficaz que ha de beneficiar a todos los sectores. En el segundo caso, el ciudadano elige al candidato que, por alguna razón, piensa que lo va a favorecer personalmente aun sospechando que no lo hará con otros sectores. En el voto competitivo, se tienen en cuenta, no tanto los beneficios para uno mismo o para la sociedad, sino el perjuicio que se ocasionará al sector al cual se odia, aun a costa de perjudicarse parcialmente el propio votante. En el voto mayoritario, se tiene en cuenta lo que aparentemente ha de elegir la mayoría, sin otro criterio adicional.

En el voto constructivo se tienen en cuenta las tendencias políticas y económicas que han resultado efectivas en otros países, o en el pasado en el propio país. Sin embargo, tal apreciación puede estar influenciada por la propaganda mal intencionada que deforma la realidad con fines puramente electorales. Así, en algunos países se estima que el siglo XX mostró el fracaso del capitalismo en lugar del fracaso del socialismo y los populismos.

El voto egoísta supone que el futuro gobierno de cierto partido político va a beneficiar a su propio sector sin importarle mayormente los demás, ya sea que se trate del sector empresarial, obrero, estatal, etc. Esta actitud es estimulada por los gobiernos populistas a través de la compra de votos con dinero del propio Estado, favoreciendo la permanencia en el poder del partido gobernante. Es la causa del aumento ilimitado de los puestos laborales en el Estado, otorgados a cambio de votos. Luego, el deterioro económico del país resulta inevitable. Sin embargo, si la compra de votos ha sido “efectiva”, es posible el triunfo electoral del partido que ha deteriorado seriamente al país, aspecto poco tenido en cuenta por quienes observan tan sólo sus ventajas personales.

El voto competitivo es el motivado esencialmente por la envidia. Así, bajo un gobierno socialista, el nivel de vida tiende a descender y las incomodidades a aumentar, ya que se busca prioritariamente la igualdad. El individuo, sin embargo, prefiere sacrificar parte de su bienestar con tal de que los ricos, por quienes siente envidia, compartirán sus propias incomodidades.

El voto mayoritario es el emitido por las personas poco interesadas por la política o por la economía y deciden su voto en función exclusiva del carisma de algún político o por la calidad o la cantidad de propaganda partidaria realizada, teniendo nuevamente grandes ventajas el partido que ya está en el poder ya que utiliza todos los medios estatales (económicos, medios de información) a su exclusivo beneficio. De ahí que sea recomendable excluir legalmente las posibilidades de reelección.

El físico Richard P. Feynman comentaba que el pensamiento dominante en nuestra época poco tiene de científico, aunque el progreso de la ciencia se puede advertir en los adelantos tecnológicos observados. Al respecto escribió: “Si ustedes toman, por ejemplo, la edad heroica de los griegos, había entonces poemas sobre los héroes militares. En el periodo religioso de la Edad Media, el arte estaba relacionado directamente con la religión, y las actitudes vitales de la gente estaban muy estrechamente ligadas a los puntos de vista religiosos. Era una edad religiosa. Desde ese punto de vista, esta no es una era científica”.

“Ahora bien, el hecho de que existan cosas acientíficas no me apesadumbra. Esta es una bonita palabra. Quiero decir que no es eso lo que me preocupa, que existan cosas acientíficas. Que algo sea acientífico no es malo; no es esta la cuestión. Y el calificativo de científico está reservado, por supuesto, a aquello que podemos conocer por ensayo y error”.

“Me gustaría discutir algunos de los pequeños trucos cuando se trata de juzgar una idea. En las ciencias tenemos la ventaja de que en última instancia podemos someter una idea al experimento, lo que quizá no sea posible en otros campos. Pero, en cualquier caso, algunas de las maneras de juzgar las cosas, algunas de las experiencias son indudablemente útiles en otros ámbitos. Por eso empiezo con algunos ejemplos”.

“El primero tiene que ver con discernir si un hombre sabe o no de lo que está hablando, si lo que dice tiene alguna base o no. Y el truco que uso es muy fácil. Si ustedes le plantean preguntas inteligentes –es decir, preguntas penetrantes, honestas, francas y directas sobre el tema, y no preguntas capciosas- rápidamente se quedará atascado. Es como cuando un niño hace preguntas ingenuas. Si ustedes hacen preguntas relevantes pero ingenuas, entonces la persona no tiene una respuesta inmediata, si realmente es un hombre honesto. Es importante darse cuenta de esto. Y creo que puedo ilustrar un aspecto acientífico del mundo que probablemente sería mucho mejor si fuera más científico. Tiene que ver con la política”.

“Supongamos que dos políticos están compitiendo para ser presidentes; uno de ellos pasa por la sección de agricultura de su programa y alguien le pregunta: «¿Qué va a hacer usted con la cuestión agrícola?». Y el lo sabe inmediatamente: bang, bang, bang. Ahora la persona que plantea la pregunta va a ver al candidato siguiente: «¿Qué va a hacer usted con el problema agrícola?» «Bien, no lo sé. Yo era general y no sé nada sobre agricultura. Pero me parece que debe ser un problema muy difícil, porque durante doce, quince, veinte años la gente ha estado batallando con él, y la gente dice que sabe cómo resolver el problema agrícola. Y debe ser un problema difícil. Así que la forma en que yo intento resolver el problema agrícola consiste en rodearme de un grupo de personas que sepan algo sobre ello, considerar todas las experiencias que hemos tenido antes con este problema, dedicarle una cierta cantidad de tiempo y luego llegar razonablemente a alguna conclusión acerca del mismo. Yo no puedo decir ahora por adelantado cuál será la conclusión, pero puedo darle algunos de los principios que yo trataré de utilizar: no haremos las cosas difíciles para los agricultores individuales y, si existen algunos problemas especiales, buscaremos la forma de ocuparnos de ellos», etc., etc., etc.”.

“Ahora bien, ningún hombre semejante llegará nunca a ninguna parte en este país, pienso yo. Nunca se ha intentado, en cualquier caso. Esto forma parte de la actitud mental del pueblo llano, el hecho de querer recibir una respuesta y pensar que un hombre que da una respuesta es mejor que un hombre que no da respuestas, cuando, en la mayoría de los casos, lo cierto es lo contrario. Y el resultado de esto es, por supuesto, que el político debe dar una respuesta. Y el resultado de esto es que las promesas políticas nunca pueden mantenerse”.

“Es un hecho mecánico: es imposible. El resultado de ello es que nadie se cree las promesas de las campañas electorales. Y el resultado de esto es un desdén general hacia la política, una falta general de respeto hacia las personas que están tratando de resolver problemas. Todo se deriva del propio principio (quizá, este es un análisis simple). Todo se deriva, quizá, del hecho de que la actitud del pueblo llano consiste en tratar de encontrar la respuesta en lugar de tratar de encontrar a un hombre que tenga un modo de buscar la respuesta” (De “Qué significa todo eso”-Crítica-Barcelona 1999).

Es evidente que los problemas de una nación los debe solucionar gente capacitada y que el ciudadano debe intentar buscar al político que intente mejorar todos los sectores, en lugar de mejorar algunos a costa de empeorar otros o de empeorar a todos para alivianar el sufrimiento moral de quienes padecen de envidia. Sin embargo, en lugar de mejorar este proceso, el de la democracia representativa, hay quienes proponen una democracia directa, o participativa. Esto implicaría, no sólo el fin de la democracia sino de la propia civilización, ya que los grandes problemas se solucionarían por consenso o por elección mayoritaria. Así, por ejemplo, la gente votaría qué hacer con la salud pública, en lugar de ser médicos los que habrían de decidir sobre el tema. Bajo una democracia participativa no habría “gobierno del pueblo” sino “gobierno indirecto del líder populista” que tiene la habilidad de inducir voluntades sin capacidad ni responsabilidad alguna. En realidad, la democracia representativa distorsionada nos da un indicio de lo que habría de ser una democracia participativa.

Si se considera que la democracia representativa y la economía de mercado son el mejor sistema político y económico, respectivamente, o los menos malos, debe tenerse presente que ambos presuponen un nivel ético aceptable por parte de sus actores. De lo contrario, tales tipos de organización social no responderán a las expectativas. Giovanni Sartori escribió: “¿La democracia está en peligro? Me temo que tengo que responder que, a largo plazo, sí”.

“La democracia es una «gran generosidad», porque para la gestión y la creación de la buena ciudad confía en sus ciudadanos. Pero los estudios sobre la opinión pública ponen en evidencia que esos ciudadanos lo son poco, dado que a menudo carecen de interés, que ni siquiera van a votar, que no están mínimamente informados. Por tanto, decir que la democracia es una gran generosidad subraya que la democracia siempre está potencialmente en peligro”.

“Sin embargo, tenemos que distinguir entre la máquina y los maquinistas. Los maquinistas son ciudadanos, y no son nada del otro mundo. Pero la máquina es buena. Es más, en sí misma, es la mejor máquina que se ha inventado nunca para permitir al hombre ser libre, y no estar sometido a la voluntad arbitraria y tiránica de otros hombres. Construir esta máquina nos ha llevado casi dos mil años. Intentemos no perderla”.

“Yo no creo que la democracia necesite importantes innovaciones estructurales. Lo que me preocupa son los maquinistas. En los años treinta, José Ortega y Gasset escribía «La rebelión de las masas», un libro muy inteligente donde se identifica al ciudadano como el «hombre-masa». ¿Quién es ese tipo? Es un niño malcriado e ingrato que recibe en herencia unos beneficios que no merece y que, por consiguiente, no aprecia. La cuestión es que el niño mimado es un hombre debilitado, «ablandado». Ortega lo llamaba «invertebrado», sin espina dorsal. Y dado que nos aguardan retos durísimos, ¿será capaz de afrontarlos el niño mimado? Espero que sí. Pero no estoy nada seguro. Nos queda, en cualquier caso, la esperanza de que nuevas generaciones de jóvenes me desmientan” (De “La democracia en 30 lecciones”-Taurus-Buenos Aires 2009).

lunes, 28 de septiembre de 2015

La estética y la ciencia

Por lo general se piensa que lo estético, orientado por el ideal de la belleza, poco tiene que ver con lo científico, orientado por el ideal de la verdad. Sin embargo, todo parece indicar que la trilogía constituida por la verdad, el bien y la belleza resultan ir juntos en la mayoría de los casos. El vínculo faltante, entre el bien y la verdad, se establece en el ámbito de la moral. Henri Poincaré escribió: “Para buscar la verdad es necesario ser independiente, completamente independiente. Al contrario, si queremos obrar, si queremos ser fuertes, es menester que estemos unidos. He aquí que muchos se horrorizan de la verdad; la consideran como una causa de debilidad. No obstante, es necesario no temer a la verdad, porque sólo ella es bella”.

“Cuando hablo aquí de la verdad, quiero hablar, sin duda, en primer término de la verdad científica, pero también de la verdad moral, de la cual lo que se llama justicia no es más que uno de sus aspectos. Parece que abuso de las palabras, que reúno con un mismo nombre dos cosas que no tienen nada en común; que la verdad científica, que se demuestra, no puede, de ningún modo, aproximarse a la verdad moral, que se siente”.

“Sin embargo, no puedo separarlas, y quienes gusten de una no pueden dejar de gustar de la otra. Para encontrar una, como para hallar la otra, es menester esforzarse en librar completamente al espíritu del prejuicio y de la pasión, es necesario alcanzar la absoluta sinceridad” (De “El valor de la ciencia”-Editorial Espasa-Calpe Argentina SA-Buenos Aires 1947).

Mientras que generalmente se asocia el valor de la ciencia a las aplicaciones concretas de la tecnología, existen también los valores estéticos que favorecen el descubrimiento científico. El autor citado escribió: “El sabio no estudia la naturaleza porque sea útil; la estudia porque encuentra placer, y encuentra placer porque es bella. Si la naturaleza no fuera bella, no valdría la pena conocerla, ni la vida vivirla. No hablo aquí, entendamos bien, de esta belleza que sorprende a los sentidos, de la belleza de las cualidades y de las apariencias; no es que la desdeñe, pero no tiene nada que hacer con la ciencia; quiero hablar de esa belleza, más íntima, que proviene del orden armonioso de las partes y que sólo una inteligencia pura puede comprender. Por así decirlo es la que da un cuerpo, un esqueleto a las halagadoras apariencias que embellecen nuestros sentidos y sin este soporte, la belleza de estos sueños fugitivos sería imperfecta, porque sería indecisa y huiría siempre. Por el contrario, la belleza intelectual se basta a sí misma y por ella, más que por el bien futuro de la humanidad, el sabio se condena a largos y penosos trabajos” (De “Ciencia y método”-Editorial Espasa-Calpe SA-Madrid 1963).

El vínculo entre el arte y la ciencia más de una vez se ha materializado en una misma persona, tal el caso de Leonardo Da Vinci, el pintor que, para perfeccionar su obra, realiza investigaciones de la anatomía humana que luego servirán al desarrollo de la biología y de la medicina. Desiderio Papp escribió: “Artista de primerísima fila, científico versado en las más diferentes ramas del saber, Leonardo es uno de los genios más universales de la historia humana. Aun haciendo caso omiso de sus realizaciones artísticas, de su obra de pintor, escultor y arquitecto, todavía resulta desconcertante la mole de su labor científica, el inmenso campo cognoscitivo cubierto por sus investigaciones en la mecánica, la física, la ingeniería y la anatomía. En todos estos dominios tan heterogéneos, llegó a sobrepasar los conocimientos de su siglo, no sólo anticipando varias innovaciones del Renacimiento, sino logrando intuir también los progresos de un porvenir mucho más lejano” (De “Ideas revolucionarias en la ciencia”-Editorial Universitaria-Santiago de Chile 1975).

Mientras que Poincaré asociaba la investigación científica con la belleza interior de la naturaleza, Alexander von Humboldt la asociaba con la belleza exterior. Stephen Jay Gould escribió: “Humboldt consideraba la interacción de la emoción y del intelecto como un sistema que se desplazaba en espiral hacia arriba, progresivamente hacia una comprensión profunda. La emoción excita nuestro interés y nos lleva a un deseo apasionado por el conocimiento científico de los detalles y las causas. A su vez este conocimiento, aumenta nuestra apreciación de la belleza natural. La emoción y el intelecto se convierten en fuentes complementarias de comprensión: conocer las causas de los fenómenos naturales nos lleva a un asombro y admiración todavía mayores”.

“«De esta manera, las impresiones espontáneas de la mente sencilla conducen, como las laboriosas deducciones del intelecto cultivado, a la misma persuasión íntima, que una cadena única e indisoluble une a toda la naturaleza…Toda escena grandiosa de la naturaleza depende así materialmente de la relación mutua de las ideas y los sentimientos excitados simultáneamente en la mente del observador» (Humboldt)”.

“Humboldt implantaba su teoría estética en esta idea de refuerzo mutuo. Un gran pintor ha de ser asimismo un científico, o al menos tiene que estar comprometido con la observación detallada y precisa, y con el conocimiento de las causas, que motiva a un científico profesional. Para las artes visuales, la pintura de paisajes se convierte en el principal modo de expresar la unidad del conocimiento (al igual que la poesía sirve a las artes literarias y el cultivo de plantas exóticas a las artes prácticas). Un gran pintor paisajista es el mayor servidor a la vez de la naturaleza y de la mente humana” (De “Acabo de llegar”-Crítica-Barcelona 2007).

El aporte de los escritores al conocimiento de la personalidad humana ha sido tanto o más importante que los aportes establecidos por los psicólogos. Gordon W. Allport escribió: “El descubrimiento de la personalidad es uno de los acontecimientos de la psicología más destacados del siglo actual [se refiere al siglo XX]. La personalidad, dejando de lado todo lo demás que pueda ser, constituye la unidad fundamental y concreta de la vida mental que tiene formas categóricamente singulares e individuales. En el transcurso de los siglos los hombres no dejaron de describir y explorar este fenómeno de la personalidad individual. Fue motivo de interés para los filósofos artistas y los artistas filósofos”.

“Los psicólogos salieron tarde a la escena. Podría decirse que comenzaron con dos milenios de retraso. La obra de psicólogos fue hecha por otros, que la hicieron espléndidamente. Con sus antecedentes escasos y recientes, los psicólogos parecen intrusos presuntuosos. Y eso es lo que opinan de ellos muchos eruditos. Stephan Zweig, por ejemplo, hablando de Proust, Amiel, Flaubert y otros grandes maestros de la descripción, dice: «Escritores como éstos son gigantes de la observación y la literatura, mientras que en la psicología el campo de la personalidad está en manos de hombres inferiores, meras moscas, que tienen el ancla segura de un marco científico para ubicar sus insignificantes trivialidades y sus pequeñas herejías»”.

“El artista de las letras crea sus relatos: el psicólogo no hace más que recopilar los de él. En un caso emerge una unidad, consecuente consigo misma a pesar de sus sutiles variaciones. En el otro caso se va acumulando un pesado conjunto de datos deshilvanados”.

“Un crítico hizo una observación áspera. Cuando la psicología habla de la personalidad humana, expresó, no hace más que lo que siempre dijo la literatura, sólo que lo hace con menos arte”. “Pronto veremos si esa opinión poco halagadora es acertada. Por el momento servirá para llamar la atención sobre el hecho significativo de que en cierto sentido la literatura y la psicología rivalizan: son los dos métodos por excelencia para tratar la personalidad. Los métodos de la literatura son los del arte; los métodos de la psicología son los de la ciencia” (De “¿Qué es la personalidad?”-Editorial Siglo Veinte-Buenos Aires 1980).

Un caso llamativo es el de Paul Dirac, quien recomienda a los físicos teóricos orientarse por la estética asociada a las ecuaciones matemáticas como criterio de su posterior veracidad. Al respecto, Judith Wechsler escribió: “En apoyo de la confianza que Poincaré depositaba en el juicio estético, Dirac comentaba que Schrödinger no publicó su primera versión de la ecuación de ondas porque entraba en conflicto con los datos empíricos: «Creo que hay una moraleja de esta historia, a saber que es más importante que nuestras ecuaciones sean bellas que se adecuen a la experimentación […] Al parecer, si uno trabaja para lograr la belleza de las ecuaciones, y si uno tiene una verdadera penetración acertada, es que se está en una línea segura de progreso. Si no hay completo acuerdo entre los resultados del trabajo y la experimentación, uno no debe desalentarse demasiado, porque la discrepancia puede muy bien deberse a rasgos menores que no están tomados en cuenta correctamente y que se aclararán en los desarrollos posteriores de la teoría” (De “La estética de la ciencia”-Fondo de Cultura Económica-México 1982).

Mientras que los resultados de la física teórica deben contrastarse con la propia realidad para verificar su validez, los resultados de la matemática deben tener la coherencia lógica suficiente para poder vincularse con la matemática existente. De ahí que también en este ámbito la exigencia estética haya sido considerada por algunos matemáticos. Henri Poincaré escribió al respecto: “La lógica pura nunca podría llevarnos más que a tautologías; no podría crear nada nuevo; ni puede surgir de ella ninguna ciencia. En un sentido estos filósofos tienen razón; para hacer aritmética, lo mismo que para hacer geometría, o cualquier ciencia, es necesario algo más que pura lógica. Para designar ese algo más no tenemos otra palabra que intuición”.

“Puede parecer sorprendente que deba hablarse de la sensibilidad en relación con las demostraciones matemáticas que, parecería, sólo pueden interesar al intelecto. Pero no será así si pensamos en el sentimiento de belleza matemática, de la armonía de los números y las formas y de la elegancia geométrica. Es un verdadero sentimiento estético que todos los matemáticos reconocen, y esto es ciertamente sensibilidad […] Las combinaciones útiles son precisamente las más bellas” (Citado en “La estética de la ciencia”).

A manera de conclusión, Judith Wechsler agrega: “La elección de una orientación no está necesariamente determinada en la ciencia por un problema sino por una manera de pensar. Aunque hay restricciones, no hay un modo epistemológico esencial y a priori de ver. Por tanto el método cognoscitivo y la sensibilidad estética desempeñan un papel de suma importancia en la estructura y el estilo del proceso científico”.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Del perdón al consentimiento

Conceder el perdón a quien cometió errores, es un deber de los cristianos; ya que es la forma de evitar caer en una interminable secuencia de venganzas que puede llevarnos hasta extremos insospechados. Sin embargo, si no existe, por parte del pecador, una actitud de arrepentimiento, que surja de su propia conciencia, el perdón puede estimular acciones perjudiciales contra los demás. En ese caso no queda otra opción que el alejamiento para evitar ser perjudicados nuevamente; el perdón incondicional tiende a favorecer conductas erróneas.

El proceso del perdón, asociado al arrepentimiento, tiene en cuenta la existencia de la actitud característica, ya que, una vez que fue modificada desde posturas egoístas hasta posturas cooperadoras, deja de existir la causa que promovía la conducta errónea. La persona ha logrado cambiar de actitud, mejorándola, y el arrepentimiento es el síntoma del cambio, siendo el arrepentimiento el perdón otorgado a uno mismo. De ahí que antes de esperar el perdón de los demás, debemos perdonarnos a nosotros mismos. En ese caso, el perdón de los demás permitirá afianzar el cambio.

La actual conducción de la Iglesia Católica parece promover un perdón incondicional otorgándolo a quienes ni siquiera muestran señales mínimas de arrepentimiento, alejando a quienes fueron víctimas de la violencia de los “perdonados”. Este es el caso concreto de Francisco, que dialoga con Fidel Castro negándose a recibir a disidentes cubanos; varios de ellos detenidos horas antes de su visita a Cuba.

La conducta de Castro ha sido siempre deplorable; aunque sigue manteniendo con firmeza sus convicciones políticas que desencadenaron una inusitada violencia en toda América Latina. Se estima que la cantidad de victimas producidas por la guerrilla marxista, favorecida por su accionar, llegó a 150.000 (cifra de “El libro negro del comunismo” de S. Courtois y otros-Ediciones B SA-Barcelona 2010).

Los asesinatos colectivos promovidos por el marxismo-leninismo afectaron a varios millones en todo el mundo, una cantidad mayor a la promovida por Adolf Hitler y sus secuaces. Claire Wolfe escribió: “Casi cien millones de muertos. No víctimas de guerra, sino civiles asesinados. Muertos en gulags y campos de concentración. Con una bala en la cabeza. La mayoría, muertos en hambrunas, planificadas o como resultado de castigos por luchas intestinas (como en la URSS de Stalin), o como consecuencia de una mala gestión central” (Cita en “El libro negro del comunismo”).

Respecto del caso cubano, Guillermo Martínez Márquez escribió: “Mientras los agentes de Castro lo secundaban en su tarea de despertar el dormido entusiasmo popular, los Tribunales Revolucionarios no se daban punto de reposo. En algunos lugares, como en la provincia de Oriente –entonces bajo la autoridad militar del comandante Raúl Castro, hermano de Fidel-, se «despachaba» con dramática rapidez a los acusados, llegando a dictarse cerca de setenta penas de muerte en breves horas; en otras regiones, y de manera especial en La Habana, las audiencias públicas de los juicios revolucionarios se montaban como en un circo romano. El público rodeaba al tribunal y a los encartados, aprobaba o rechazaba a viva voz los descargos del acusado, las declaraciones de los testigos o las apelaciones de los defensores y el fiscal. Con sus gritos alentaba a los acusadores, coaccionaba a los abogados, amedrentaba a los presuntos culpables y en definitiva adelantaba el ineludible fallo a la última pena que seguía a la mayoría de estos juicios faltos de la serenidad imprescindible a la justicia”.

“En esta forma fueron condenados a muerte, y fusilados, más de quinientos ex-militares y ex–policías, junto a algunas autoridades del régimen depuesto y amigos del dictador Batista”. “Pronto, sin embargo, se acabaron los «criminales de guerra». Comenzó entonces la batida contra «los malversadores», los que se habían enriquecido con el dinero robado al pueblo; contra los contratistas que habían cobrado sobreprecios por las obras realizadas; contra los funcionarios del gobierno anterior, y contra los amigos de Batista, y los amigos de los amigos de Batista”.

“Los locales destinados a cárceles se colmaron con los detenidos. A muchos de ellos no se les instruía siquiera de cargos, no se les decía a ellos, ni a sus familiares, ni a sus abogados de qué se les acusaba. Como el gobierno había suspendido el recurso de habeas corpus, permanecían en prisión, con frecuencia incomunicados y casi sin alimentación durante días, semanas y meses. Llegó a darse el caso de hacinarse más de dos mil personas en una cárcel que normalmente no hubiera podido albergar a más de doscientos presos”.

“Así se inició la siembra de odios en un país donde sus pobladores gozaban de la merecida fama de ser los más cordiales del mundo”. “Así se inició, pero no se detuvo ahí. Los ricos, decían, tenían una gran parte de la culpa de lo ocurrido, porque atesoraban sus riquezas sin pensar en los pobres. (No decían que los banqueros, industriales, hacendados y ganaderos de Cuba habían donado millones de pesos a la revolución y a Castro; no recordaban que numerosos revolucionarios habían salvado su vida en virtud de las gestiones de extranjeros y cubanos influyentes)”.

“Los viejos, los hombres de experiencia, tampoco habían colaborado en la lucha contra la tiranía, según los agentes de Castro. Durante la Dictadura habían permanecido indiferentes al dolor y al sacrificio del pueblo, y eran también culpables de lo ocurrido. Los profesionales, los intelectuales, los periodistas, los escritores, tampoco habían utilizado sus conocimientos en favor de los humildes, los habían abandonado a su suerte, se habían mostrado más que cobardes, cómplices de la Dictadura con su silencio que era como un asentimiento tácito con los crímenes y horrores cometidos. Eran también culpables”.

“Y así continuó la siembra de odios; así fue tejiéndose la complicada red del gran rencor, del resentimiento inmenso que envuelve al pueblo cubano, que lo aprisiona y que no le deja ver una solución normal a sus problemas”. “Ese era, claro está, el caldo de cultivo de la proyectada era comunista. Una etapa de preparación a la entrada de una sociedad al comunismo muy peculiar, porque se iniciaba sobre el odio de los pobres a los ricos, de los jóvenes a los viejos, de los negros a los blancos y de los ignorantes a los profesionales, sin acentuar demasiado la lucha de clases de los obreros contra los patrones, que postula el marxismo porque, como proyectaban convertir casi inmediatamente al Estado en patrón único, no convenía a sus planes intensificar la agitación obrera” (Del Prólogo de “Media vuelta a la izquierda” de Frank Gibney-Diario de la Marina-La Habana 1960)

La “justicia revolucionaria” implantada por Fidel Castro poco tenía de cristiana, por cuanto era impulsada por el odio y las ansias de venganza, considerando al perdón como una debilidad. La pena de muerte servía eficazmente a la necesidad de implantar el terror. El “modelo cubano” fue promovido por Fidel Castro en el resto del continente. Juan B. Yofre escribió: “Desde antes de 1975 –para ser más precisos desde 1962- el comandante Fidel Castro exportaba la revolución socialista a todo el continente, convirtiendo a Cuba en un campo de adiestramiento de la guerrilla latinoamericana. Aunque todos lo presumían o sabían, Castro no lo reconocía. Debieron pasar varias décadas para escuchar de sus propios labios la terrible confesión. El 4 de julio de 1998, Fidel Castro aceptó oficialmente su papel de promotor de la subversión en América Latina, durante la década del 60 y del 70, cuando Cuba intentó crear «un Vietnam gigante» a lo largo de toda la región” (De “Nadie fue”-Buenos Aires 2006).

El Papa habló, en su gira por EEUU, contra la pena de muerte aplicada a los delincuentes. Sin embargo, aceptó hablar con Fidel Castro, quien la impuso en Cuba y en Latinoamérica, desde hace varios años, aplicada contra quienes se oponían a sus planes de expansión del comunismo, ya fueran personas honestas o fuesen delincuentes.

De la misma manera en que Jorge Luis Borges fue criticado y calumniado luego de asistir a una reunión con el Gral. Augusto Pinochet, Francisco ha dado lugar a una situación similar, con la diferencia de que la cantidad de victimas ejecutadas por órdenes de Castro fue mucho mayor que las ejecutadas por órdenes de Pinochet. A.C. Grayling escribió: “Ha llegado la hora de subvertir la idea de que el credo religioso merece respeto por sí mismo, y de que debería tratárselo con guantes de seda. Ha llegado la hora de rechazar tener que andar de puntillas al pasar junto a las personas que reclaman respeto, consideración, un trato especial o cualquier otra forma de inmunidad, por el simple hecho de tener fe religiosa, como si tener fe fuera una virtud privilegiada, como si fuera más noble creer en afirmaciones sin fundamento y en antiguas supersticiones” (De “Contra todos los dioses”-Editorial Planeta SA-Barcelona 2011).

Las reacciones ante el trato papal hacia Fidel Castro, como si ese brutal asesino se hubiese arrepentido de sus obras, no se dejaron esperar. Cosme Beccar Varela escribió: “Cuba está tiranizada por el comunismo desde hace 55 años; miles de católicos han muerto contra el «paredón» clamando «¡Viva Cristo Rey!» fusilados por orden de los Castro y sus secuaces; millones de cubanos han perdido la fe instigados por un sistema de «lavado de cerebro» mal llamado «educación», obra de la tiranía; cientos de miles han huido de la isla corriendo el riesgo de morir y muchos de ellos de hecho han muerto en la travesía; miles de presos políticos que ni siquiera son reconocidos como existentes sufren en las cárceles del régimen; los Obispos cubanos, empezando por el Cardenal Ortega, «primado» de Cuba, son aliados ostensibles de los Castro y esa nación desventurada ha sido convertida en un foco de infección comunista que ya ha contagiado a ocho países católicos de Iberoamérica”.

“No hay ninguna señal de que esa situación horrenda se modifique para bien. El poder en manos del comunismo está sólidamente afirmado. A pesar de eso, el Papa intercedió ante los EEUU para que se reconozca ese régimen notoriamente ilegítimo y lo ha conseguido porque el Presidente de esa gran nación del Norte, un musulmán, pro-marxista, ha cometido el crimen de reconocer ese «gobierno» ilegítimo como si fuera legítimo restableciendo con él relaciones diplomáticas normales”.

“Como católico y como argentino, hijo de una nación hermana de Cuba por su origen hispánico, su religión y sus costumbres, me atormenta la idea de que esa visita papal sea como las dos anteriores, o sea, un espaldarazo para la tiranía de Raúl Castro, temor que se acrecienta cuando recuerdo que no hace mucho lo recibió con «bombos y platillos» en el Vaticano sin acordarse de que es el verdugo de miles de sus hijos de la Iglesia y el carcelero corruptor de millones que soportan su tiranía sin esperanza humana de liberación” (De www.laprensapopular.com.ar ).

viernes, 25 de septiembre de 2015

Los fines de la educación

Un objetivo prioritario de toda sociedad implica definir la orientación que le ha de dar a la educación, previendo que de ello resultará su futuro. La educación debe favorecer tanto el logro de una actitud ética como también aptitudes que favorezcan el desempeño laboral de todo individuo, ya que ambas constituirán la base de su realización personal. Además, en épocas de gran desarrollo tecnológico, cuando los automatismos desplazan las tareas manuales simples, resulta imprescindible una capacitación laboral efectiva que evite quedar fuera del campo laboral. Las exigencias actuales requieren de trabajadores con un previo entrenamiento mental que les permita adquirir nuevos conocimientos y nuevas habilidades en tiempos relativamente cortos.

Al ir ocupando la ciencia experimental los lugares que antes ocupaban la religión y la filosofía, se tiende a una universalización de los fines de la educación, con la ventaja de que las experiencias positivas de algunos países podrán ser difundidas en otros. Lorenzo Luzuriaga escribió: “Dentro de los amplios contornos de los ideales de vida y de educación se perfilan objetivos más precisos y delimitados, que son los fines educativos. Mientras que aquéllos eran producto de una sociedad y una época determinada, éstos son más bien resultado de la reflexión individual; aquéllos, tenían un carácter predominantemente emotivo, éstos son más bien intelectuales; aquéllos estaban limitados a una época o a un pueblo, éstos aspiran a tener validez general y necesaria”.

“Los fines de la educación se pueden dividir, por la referencia a su objeto, en dos clases: trascendentes e inmanentes. Los fines trascendentes son aquellos que rebasan o sobrepasan la individualidad del sujeto, los que están más allá de él: Dios, la verdad, la justicia; los inmanentes son los que quedan dentro de su personalidad: su conciencia, su desarrollo psíquico, su experiencia vital. Más concretamente, llamamos fines trascendentales a los que se refieren a la sociedad y a la cultura, en relación con la educación, y fines inmanentes a los que se dirigen a la vida humana en su singularidad, a su desarrollo personal”.

“Aunque los fines asignados a la educación tienden a ser universales, objetivos y permanentes, la historia nos revela también que no existe un fin único de educación, sino diversidad de ellos, en relación con la concepción de la vida y los ideales en que se ha proyectado. Esto no quiere decir que no se aspire siempre a una finalidad única, pero la realidad nos demuestra que ésta es imposible de alcanzar, por lo menos hasta el momento presente” (De “Pedagogía”-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1984).

Entre los fines de la educación, el citado autor distingue los siguientes: políticos, sociales, culturales, individuales y vitales. Considerando que todo individuo debe lograr un amplio desarrollo de sus aspectos emocional, intelectual y físico, la educación integral debe contemplarlos. “Por lo tanto, la estructura de la educación está constituida por: a) La educación física; b) La educación estética; c) La educación intelectual; d) La educación moral; e) La educación social y cívica; f) La educación religiosa”.

Debido a que todo individuo posee una actitud característica, es importante orientarla hacia una de las dos principales tendencias de la conducta social: cooperación y competencia, produciéndose mejores resultados con la primera. Para consolidar esta tendencia, es necesario considerar la posibilidad de compartir las penas y las alegrías de los demás como propias, que no es otra cosa que el amor al prójimo propuesto por el cristianismo. En este caso, no se trata de proponer la intromisión de una religión en particular en un ámbito pluralista, como debe ser el de la educación, pero tampoco se puede dejar de lado una sugerencia que resulta ser la base de la educación de tipo cooperativo.

Tanto la evolución biológica como la evolución cultural se establecen mediante “prueba y error”. Sin embargo, la obcecación y el fanatismo ideológico han hecho que en los últimos tiempos se siga utilizando tal método de selección pero con la “novedad” de que se adopta lo que no funciona bien, en lugar de lo que sí funciona. Incluso en ámbitos educativos se trata de cambiar alguna modalidad de enseñanza, no porque no produzca buenos resultados, sino porque se trata de “métodos anticuados”.

Generalmente estamos todos de acuerdo en que los problemas sociales se solucionarán en base a la educación. Sin embargo, tal acuerdo carece de sentido mientras no digamos qué tipo de educación es el propuesto. Así, entre los distintos fines políticos, propuestos desde la época de Platón y Aristóteles, existen diferencias notables. El primero propone una educación que conduce a un sistema totalitario mientras que el segundo propone un sistema próximo al que actualmente denominamos democrático. Luzuriaga escribió: “La primera finalidad asignada históricamente a la educación ha sido la finalidad política, entendiendo por ésta, no la visión parcial de los partidos políticos, sino la concepción más amplia de la vida pública y del Estado. Así los primeros que han señalado un fin político a la educación han sido Platón y Aristóteles”.

“Esta finalidad política de la educación desaparece en la historia hasta que vuelve a resurgir en los tiempos modernos, sobre todo en el siglo XVIII con los reyes del «despotismo ilustrado» y con la Revolución Francesa. Ambos movimientos coinciden en asignar un fin político a la educación, la cual subordinan a los fines de la nación o del Estado”.

En la actualidad se advierte en algunos países la intención de promover, mediante la educación, la mentalidad favorable a una sociedad totalitaria (todo en el Estado). Se promueve un igualitarismo que suprime premios y castigos, tratando de uniformar las diferencias naturales asociadas a cada individuo. Como el colectivismo se opone al individualismo, se interpreta que individualismo implica necesariamente egoísmo, tratando de hacer resurgir sociedades de tipo comunista o nacionalsocialista. Georg Hegel escribió: “Sólo en el Estado tiene el hombre existencia racional. Toda educación se endereza a que el individuo no siga siendo algo subjetivo, sino que se haga objetivo en el Estado. Un individuo puede, sin duda, hacer del Estado un medio, para alcanzar esto o aquello; pero lo verdadero es que uno quiera la cosa misma, abandonando lo inesencial. El hombre debe cuanto es al Estado” (De “Lecciones sobre la Filosofía de la historia universal”).

Entre las finalidades sociales aparece el objetivo de lograr que el niño y el adolescente adquieran cierta capacidad para valerse por sí mismos, en lugar de tener que depender de la tutela de quienes dirigen al Estado. Lorenzo Luzuriaga escribe sobre Pestalozzi: “Las relaciones sociales y las condiciones sociales constituyen el objeto fundamental de su obra más celebrada, «Leonardo y Gertrudis». En ella da cuenta de sus experiencias pedagógicas para educar a los niños abandonados en una forma humana. Su finalidad era «poner a los niños pobres en la situación de salir por sus propias fuerzas de la incapacidad de una situación enteramente insatisfactoria y de ponerles en camino de goces vitales que les parecían muy alejados de su estado actual». No era ésta, sin embargo, una obra caritativa, como tantas otras, sino una labor estrictamente educativa y social”.

El fin cultural de la educación debe estar inserto en el proceso de la evolución cultural de la humanidad, previendo mayores niveles de adaptación respecto del orden natural, que conlleva una mejor adaptación a la propia sociedad, tanto si se identifica con ella como si no lo hace. “El fin cultural de la educación consiste en introducir al ser juvenil en el mundo de la cultura, en hacérselo asimilar en una forma activa. En este sentido, la educación sería el aspecto subjetivo de la cultura. Pero al mismo tiempo, la cultura necesita del hombre para subsistir, para ser viva y actual. Esta vivificación o animación de la cultura constituye el aspecto objetivo de la educación. Finalmente, la cultura debe transmitirse de una generación a otra para que no se pierda en cada generación que nace, y esto forma el aspecto histórico de la educación cultural”.

La educación se imparte en forma individual, dirigida a todos y cada uno de los individuos que conforman un grupo. “El siglo XIX acentuó el carácter individualista de la educación, sobre todo con Herbart y Spencer. Después surgió como reacción la finalidad social de la educación. Y en la actualidad existe una marcada divergencia entre los que anteponen en la educación la sociedad al individuo y los que, inversamente, anteponen el individuo a la sociedad”.

Es importante tener presente que la educación debe favorecer el desarrollo óptimo de las potencialidades individuales. Lo que se opone a la tendencia igualitarista que pretende cierta uniformidad para proteger al envidioso ante el éxito de quienes lo puedan superar. Aquí debemos tener presente la expresión de Ralph Emerson: “Todas las personas que conozco son superiores a mí en algún sentido. Y en ese sentido puede aprender de todas”. Por otra parte, Bertrand Russell escribió: “Lo que quiero que se entienda es que el sistema educativo que debemos aspirar a implantar en lo futuro es el que da a cada niño una oportunidad para obtener lo mejor que existe…Sería desastroso insistir en un nivel absurdo de uniformidad” (De “Ensayos sobre educación”).

En cuanto a la finalidad vital, Luzuriaga escribió: “La finalidad vital de la educación la ha reconocido la pedagogía actual al convertir la escuela tradicional del aprender intelectual en la escuela del aprender a vivir. Así la escuela se ha transformado en «comunidad vital» donde los alumnos son atendidos en todos los aspectos de su vida y donde ellos a su vez participan en la vida de aquélla”.

A las distintas finalidades mencionadas, podría agregarse la educación económica, en la que debe sugerirse que debemos producir más de lo que consumismos y que igualdad social implica no sólo tener iguales derechos, sino también iguales deberes. No debe aceptarse que la clase media, la de los empresarios, tiene la obligación de producir para el resto de la sociedad ni tampoco que el Estado debe redistribuir esa producción, para luego culpar por la pobreza a la clase productiva que no produjo lo suficiente. El primer culpable de la pobreza es el que produce menos de lo que consume y los que renuncian a ser empresarios y crean una mentalidad favorable para el subdesarrollo y la miseria. Si se combate al empresariado, no sólo estamos realizando un tipo de discriminación social sino que estamos destruyendo las bases económicas de la sociedad amparando el sufrimiento moral de los envidiosos y estimulando el ascenso de nefastos tiranos populistas y totalitarios.

Se combate al sistema capitalista, o economía de mercado, aduciendo que se trata de un sistema basado en la “competencia y el egoísmo”, de ahí que se propone reemplazarlo por una economía socialista basada en la acción del Estado redistribuidor. En una economía de mercado, el control competitivo evita excesos; si no existiese competencia empresarial, predominarían los monopolios, con la consiguiente necesidad de control estatal. La ausencia de competencia empresarial (por la falta de empresarios) es propia de los países subdesarrollados por cuanto la población ha estigmatizado al empresariado y la mayoría aspira a lograr algún puesto laboral en el Estado, generalmente realizando actividades improductivas. En realidad, quienes deben dejar de competir con los demás son los envidiosos y quienes los utilizan para lograr el poder absoluto a través del Estado totalitario.

Las tendencias totalitarias todavía tienen muchos adeptos, si bien puede afirmarse que la democracia política y la económica (mercado) son los sistemas “menos malos”. William H. Kilpatrick escribió: “Comienza ahora a surgir claramente que cada tipo de visión del mundo reclama su tipo de educación consecuente. El autócrata quiere secuaces dóciles; por lo tanto desea un tipo de educación para formar docilidad y obediencia. La democracia desea que toda la gente sea a la vez capaz y deseosa de juzgar sabiamente por sí misma y para el bien común en lo que respecta a la política que se debe aprobar; en consecuencia buscará un tipo de educación que forme en su pueblo una ciudadanía responsable, pensante, imbuida del bien público”.

“La decisión del dictador es terminante. Puede consultar si lo desea, pero no necesita hacerlo; si lo hace, elige a quien consultará y toma sus decisiones como mejor le parece. Luego dice a su pueblo lo que debe pensar y hacer. Para esto puede usar la radio, la prensa, el cine, todo lo cual controla en forma absoluta para estar seguro de que no se formulan opiniones contrarias. Para conseguir el apoyo de su pueblo puede intimidarlo o asustarlo o puede «echar arena en los ojos» y confundirlo; o puede engañarlo deliberadamente con respecto a sus finalidades y propósitos reales. Hitler y Mussolini hicieron a veces estas cosas. Lenin, que precedió a ambos, fue más explícito: «Los comunistas tienen que estar preparados si es necesario, para recurrir a toda clase de planes astutos y estratégicos, para emplear métodos ilegales, para evadir y ocultar la verdad»” (De “Filosofía de la Educación”-Editorial Nova SA-Buenos Aires 1957).

Las posturas socialistas basan su ideología en la única forma de discriminación aceptada con naturalidad: la discriminación social. Mediante la misma se considera que todo empresario debe ser necesariamente un explotador laboral. Incluso muchos suponen que todo habitante de los EEUU necesariamente ha de ser “capitalista” cuando en realidad las preferencias políticas son diversas como en cualquier parte del mundo. De ahí nace otra discriminación aceptada con naturalidad; la de la nacionalidad estadounidense.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Patria, nación y Estado

Cuando utilizamos la palabra “patria”, involucramos nuestras emociones, siendo la frase más representativa la del “amor a la Patria”. En cambio, cuando utilizamos la palabra “nación”, involucramos nuestra intelectualidad, siendo una frase representativa la del “destino de la nación” o “el futuro que queremos para la nación”. Luego que asociamos sentimientos e intelecto a conceptos tales como patria y nación, nos resta vincular los valores materiales al aspecto concreto del país: el Estado. En este caso, frases representativas son: “el Estado es demasiado grande” o “el Estado es poco eficiente”. Jean Ousset escribió: “El símbolo platónico lo dice todo: la sociedad, lo mismo que el hombre, es simultáneamente cabeza, corazón y vientre. No puede prescindir de los ardores del corazón, pero con la condición de que la cabeza discierna y reine. A esto llamaba Platón la justicia, pudiendo también ser llamado salud o virtud”.

De la misma manera en que todo individuo debe mostrar cierto equilibrio en cuanto a la importancia que otorga a los afectos, al intelecto y al cuerpo, todo país debe mostrar cierto equilibrio en cuanto a la importancia otorgada a la patria, a la nación y al Estado. El citado autor agrega: “La patria pesa y actúa tan fuertemente sobre el corazón humano porque en forma directamente sensible es el cuadro de nuestra vida física y moral. Por eso es objeto de sentimiento y afecto. Por su parte, el patriotismo será principalmente afectivo. Él es el amor que nos une a lo que es como la raíz de nosotros mismos, que nos une al suelo, al patrimonio material, intelectual o moral que constituye nuestro primer universo físico y espiritual” (De “Patria, Nación, Estado”-Ediciones del Cruzamante-Buenos Aires 1980).

Toda sociedad puede caracterizarse tanto por el grado de patriotismo existente, que surge de la capacidad de amar al prójimo de sus integrantes, como por el grado de nacionalismo existente, que surge del egoísmo de sus integrantes. También por el grado de resentimiento existente; que surge del odio de sus integrantes y por la indiferencia social, que surge de su masiva negligencia. Si bien se dice que “la sociedad es más que la suma de sus integrantes”, no puede negarse que, al menos, debe ser similar a esa hipotética suma.

Mientras que el universalismo, que puede asociarse al amor al prójimo, resulta ser la base concreta del patriotismo, la actitud egoísta, asociada al interés por uno mismo, resulta ser la base del nacionalismo. De ahí que el nacionalista se interese por su propio país mostrando indiferencia hacia el resto de los países. El patriota es el ciudadano del mundo, mientras que el nacionalista promueve un mundo escindido con fronteras bien definidas. “El cristianismo llama a «la humanidad entera para formar una misma sociedad única, la Iglesia, en el seno de la cual se borran todas las diferencias nacionales, pues para ella, según la palabra de San Pablo, ya no hay griego, ni judío, igual que no hay hombre libre o esclavo…Además, el cristianismo no solamente derriba las barreras intangibles que dividían la humanidad en grupos cerrados y herméticos, favoreciendo de este modo una continua comunicación fraternal entre los hombres, sino que arrastra hacia una organización temporal universal del mundo que logre de alguna manera su unificación espiritual. Fue hacia una realización de esta clase hacia la que la cristiandad medieval no cesó jamás de tender, y en gran parte, la crisis del mundo moderno es consecuencia de la disgregación de esta cristiandad, cuyo desarrollo histórico se acaba en el mismo momento en que el desenvolvimiento de la civilización exige cada vez más la organización unificada de toda la Tierra, no sólo como ideal de perfección, sino como urgente necesidad vital…» (Ducatillon)” (De “Patria, Nación, Estado”).

Así como en la actualidad no faltan los espíritus “generosos”, siempre dispuestos a redistribuir las riquezas ajenas, a lo largo de la historia han existido pueblos y líderes dispuestos “generosamente” a unificar al mundo bajo un solo reino, o bajo un solo imperio, ejercido por ellos mismos. Una unificación que resulta factible y beneficiosa para todos ha de ser la que provenga del predominio de la actitud cooperativa asociada al amor al prójimo, aunque desprovista un tanto de los aditamentos asociados posteriormente al cristianismo original. Si se aduce que debemos aceptarlo o negarlo en forma “completa”, la solución esperada nunca se ha de lograr.

Cuando en una sociedad predomina la actitud cooperativa, estaremos en presencia de una época de paz. Ello se deberá al predominio del patriotismo. J. Lacroix escribió: “A primera vista, la patria se distingue de la nación y del Estado por algo más afectivo, más carnal. Implica un lazo con el suelo y con los antepasados, con el suelo que se ha hecho sagrado por ser un verdadero osario”.
“En su propia esencia, la función de la patria consiste en transportar a la categoría de lo «público» los sentimientos nacidos en la de lo «privado»”.

Cuando en una sociedad predomina la actitud egoísta, estaremos en presencia de una época conflictiva. Ello se deberá al predominio del nacionalismo. R. Girod escribió: “Sin duda, Julian Huxley no está del todo equivocado al considerar a las naciones como sociedades de individuos que comparten los mismos errores en cuanto a su propia superioridad sobre los demás hombres”.

Cuando en una sociedad predomina la actitud del odio, estaremos en presencia de una época de catástrofes sociales. Ello se deberá al predominio de algún totalitarismo. Joseph Stalin escribió: “El Estado es en manos de la clase dominante un mecanismo destinado a aplastar a sus adversarios de clase. El Estado proletario es un mecanismo para aplastar a la burguesía”. Por otra parte, Adolf Hitler escribía: “El fin supremo del Estado racista debe ser velar por la conservación de los representantes de la raza primitiva, dispensadora de la civilización, que constituyen la belleza y el valor moral de una humanidad superior” (Citas del “Diccionario del Lenguaje filosófico” de Paul Foulquié-Editorial Labor SA-Barcelona 1967).

Cuando en una sociedad predomina la negligencia, estaremos en presencia de una época de miseria generalizada. Ello se deberá al predominio del ocio y la vagancia. Juan Bautista Alberdi escribió: “El trabajo y el ahorro son esas causas naturales de la riqueza, como la ociosidad y el dispendio son las causas de la pobreza. Esas cuatro palabras expresan los cuatro hechos a que está reducida toda la gran ciencia de Adam Smith” (De “Estudios económicos”-Librería La Facultad-Buenos Aires 1927).

El odio y el resentimiento contra su propia patria llevaron a muchos a ubicarse del lado del bando agresor extranjero que pretendía dominar la Argentina de los 70. Ni siquiera reconocieron la legitimidad de quienes la defendieron, una vez finalizado el conflicto. Tampoco puede decirse que actuaron como si su propia patria hubiese sido Cuba o la URSS, ya que quien ama a una patria, nunca ha de buscar la destrucción de otra. Por el contrario, adoptaron un nacionalismo inverso, traicionando a su propia nación. El Gral. José de San Martín escribió: “No aprobaré jamás el que un hijo del país se una a una nación extranjera para humillar a su patria” (Citado en “El derecho a la libertad”-Ejército Argentino-Buenos Aires 1980).

Así como un tumor maligno va deteriorando paulatinamente los órganos sanos, el odio populista se propaga por la población en base a mentiras y difamaciones. Sus ansias de poder son ilimitadas. La antipatria es la unión de quienes se ubicaron del lado del país agresor en los 70 junto con quienes aspiran lograr la totalidad del poder existente en la nación.

El pobre patriotismo existente en un país se advierte en la actitud adoptada respecto del Estado, ya que todos buscan extraerle todo lo posible, buscando un beneficio personal, de la misma manera en que eluden toda ocasión para cumplir con las obligaciones que impone. La degradación del pueblo, por parte de los políticos que lo dirigen, consiste en promover odios sectoriales junto a la usurpación total, por lo que el Estado pasa a ser parte del patrimonio personal del líder populista de turno. Roberto Cachanosky escribió: “Cuando los países están dominados por la ignorancia y la envidia, podemos afirmar que se pavimenta el camino para la construcción de las demagogias y políticas populistas que pueden derivar en sistemas autoritarios” (Del Prólogo de “La idolatría del Estado” de Carlos Mira-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2009).

Mientras que el siglo XX mostró la ineficacia de los totalitarismos, en la Argentina persistimos por esa senda. Puede decirse que, a mayor Estado, menos nación. El citado autor agrega: “A partir de la década del ‘30 comienza a tomar fuerza la expoliación legal vía las juntas reguladoras y otras intervenciones del Estado en beneficio de determinados sectores. Pero es a partir del 45, con la llegada de Perón, que esta expoliación legal se generaliza y todos comienzan a sentirse con derecho a apropiarse de los ingresos y patrimonios de terceros. La cultura del trabajo honesto para ganarse la vida y progresar es dejada de lado, zambulléndonos en una orgía de robos y estafas «legalizadas» ¿Para qué producir eficientemente si puedo lograr, mediante una ley, que el Estado le quite a otros lo que legítimamente les pertenece para darme a mí lo que no me pertenece?”.

“En las últimas décadas, las diferencias ideológicas entre radicales y peronistas fueron, en el fondo, diferencias en el uso del poder, pero ambos partidos sustentan la idea del gobierno redistributivo, de un Estado sin límites. Ambos creen en la expoliación legal como forma de gobierno. Por su parte, cuando los gobiernos militares reemplazaron a los gobiernos civiles terminaron aplicando el mismo principio de intervencionismo, redistribución compulsiva de ingresos y demás políticas populistas” (De “El síndrome argentino”-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2006).

Los calificativos de patriota o de traidor son utilizados en forma contrapuesta tanto por el bando afín a la democracia como por el bando totalitario. De ahí que pueda pensarse que son calificativos con validez subjetiva. Sin embargo, teniendo presente las actitudes básicas del hombre, de las cuales surgen, se advierte que pueden llegar a tener validez objetiva.

Se puede sintetizar la postura del bando democrático en los siguientes principios:

a) Existes sistemas autorregulados en la economía (mercado), en lo político, en lo moral, etc.
b) Debemos adaptarnos a ellos.

Por el contrario, el bando totalitario, se basa en los siguientes principios:

a) No existen los sistemas autorregulados por lo que el hombre en libertad genera un caos esencial.
b) Debemos imponer un orden social artificial (diversas formas de socialismo).

jueves, 17 de septiembre de 2015

Mitos y política

Mientras que las democracias tienden a fundamentarse en ideas y sentimientos compatibles con la realidad, los totalitarismos y populismos están ligados a algún mito; por lo que se ubican en el ámbito de lo irracional y de las creencias infundadas. Las democracias involucran a los ciudadanos, mientras que los totalitarismos y populismos involucran a las masas. Hannah Arendt escribió: “La propaganda totalitaria puede atentar vergonzosamente contra el sentido común solo donde el sentido común ha perdido su validez. Ante la alternativa de enfrentarse con el crecimiento anárquico y la arbitrariedad total de la decadencia o inclinarse ante la más rígida consistencia fantásticamente ficticia de una ideología, las masas elegirán probablemente lo último y estarán dispuestas a pagar el precio con sacrificios individuales…” (De “Los orígenes del totalitarismo”-Aguilar-Buenos Aires 2010).

Los mitos, que son creencias con poco fundamento racional, fueron las bases de los movimientos totalitarios que azotaron la humanidad durante el siglo XX. Mientras que los marxistas-leninistas buscaban establecer el “hombre nuevo soviético”, cuyos atributos adquiridos pasarían por herencia al resto de las generaciones (contra lo que afirma la genética), los nazis buscaban el predominio de la “raza superior” (contra lo que afirma la antropología). En ambos casos se promovía eliminar el “material sobrante”: los burgueses que no cambiaban su mentalidad fácilmente y las razas distintas de la aria, respectivamente. “Mito: Es una explicación sobre aspectos del mundo y de la vida que una sociedad se da a sí misma y que se perpetúa a través de la tradición. En algunos casos –especialmente en los pueblos «primitivos»- el mito se refiere, narrativamente, al origen del mundo. En cualquiera de los casos, se trata de una de las formas que adopta la conciencia colectiva” (Del “Diccionario de Sociología” de E. del Acebo Ibáñez y R. J. Brie-Editorial Claridad SA-Buenos Aires 2006).

Por lo general, los mitos adoptados por los totalitarismos, se trataban de cubrir con un disfraz científico aunque las “investigaciones” realizadas sólo buscan fortalecer una creencia que no habría de cambiar en lo más mínimo. “En 1935 Heinrich Himmler, uno de los jerarcas nazis más poderosos, creó el Ahnenerbe, un instituto de investigación que producía pruebas arqueológicas con fines políticos. Himmler reunió una peculiar combinación de aventureros, místicos y respetables profesores para que le ayudaran a reescribir la historia de la humanidad. Los investigadores realizaron expediciones públicas y misiones secretas en Irak, Finlandia, el Tíbet y más allá, con el apoyo absoluto del Tercer Reich”.

“Estaba convencido de que los arqueólogos habían ignorado durante siglos los logros de una raza primigenia de guerreros rubios y con ojos azules: los arios. Himmler creía que los ancestros de los alemanes habían crecido en el árido y helado Ártico, que habían dominado como raza superior invencible. Según su teoría, solo quedaban restos de esa raza en lugares especiales del mundo. Encontrar a los auténticos arios y eliminar todas las demás razas se convirtió en la piedra angular del proyecto nazi” (De “El plan maestro” de Heather Pringle-Debate-Buenos Aires 2008).

La Argentina también tiene sus mitos, como Eva Perón y Ernesto “Che” Guevara, que son hábilmente explotados por quienes viven de la política. A diferencia de los mitos de nazis y comunistas, en nuestro país tienen mayor aceptación los que atacan a la oligarquía y a la clase media en nombre de los pobres. Juan José Sebreli escribió: “El retorno del mito y de los héroes míticos es recibido por los posmodernos como el signo del fin del mundo moderno, la pérdida de la fe en la razón, la ciencia y la idea de progreso. Puede interpretarse, sin embargo, como una manifestación de la decadencia de las religiones tradicionales y el regreso a la magia”.

“La búsqueda de la verdad objetiva en la ciencia y el pensamiento racional obliga a la verificación del resultado obtenido y la coincidencia de éste con la realidad; la crítica es inherente al conocimiento científico. El mito, en cambio, es una forma de verdad irrefutable y definitiva por ser inseparable de la simbología que le dio origen, y por eso no verificable ni rebatible”.

“Los intelectuales populistas proclaman que sólo la comunión con la sensibilidad popular permite percibir la emoción de los mitos populares. Éstos son misterios insondables que pueden sentirse pero no pensarse. Los mitólogos caen en el dogmatismo cuando niegan a los no creyentes el derecho de desmitificar y desacralizar sus creencias, los acusan de profanar lo sagrado, de cometer sacrilegio de entrometerse con lo intocable”.

“El universo encantado y quimérico del mito donde habitan los héroes legendarios es una etapa histórica necesaria en la evolución de los pueblos primitivos, también en el periodo infantil de la formación psicológica del individuo, y es una enriquecedora fuente de inspiración en el arte y la literatura. En todas esas situaciones juega un papel positivo, pero resulta, en cambio, peligroso si se lo quiere reinstalar en la vida cotidiana de los tiempos modernos; es absurdo si se lo eleva a conocimiento superior al racional, y es perverso cuando se lo usa como instrumento político. Hay un hilo invisible que va de la rehabilitación de la mitología nórdica por el romanticismo alemán hasta el nacionalsocialismo” (De “Comediantes y mártires”-Debate-Buenos Aires 2008).

Cierto revisionismo histórico, en forma conciente o inconsciente, desvirtúa y degrada a los próceres del pasado para remplazarlos por los mitos populares. El citado autor agrega: “En pleno siglo XX, la cultura de masas reemplazó a los próceres por los ídolos populares; entonces el abismo entre la realidad y la idealización fue aún más profundo y más drástica la anulación de todo juicio crítico. Si el culto a los próceres cumplía objetivos nacionales, en el de los héroes populares se mezclaron intereses políticos o puramente comerciales”.

“El mito es un proceso maniqueo de divinización y demonización y, a veces, ambas cualidades se unen en un mismo individuo. Los ídolos populares, como los héroes mitológicos, tienen dos rostros: uno lumínico, otro tenebroso; oscilan siempre entre lo sagrado y lo impuro: dioses y demonios que provocan todo el amor y todo el odio”. “Evita, la protectora de los pobres y la fanática perseguidora, la «dama de la esperanza» y la «mujer del látigo»; el Che, el luchador por un mundo mejor y el delirante que se sacrificaba a sí mismo y a los demás en aventuras absurdas”.

El mito peronista surge como respuesta a la redistribución y el derroche de lo que dispone el Estado; promoviendo un lugar casi permanente de la Argentina en la lista de los países subdesarrollados. Sebreli agrega: “Lo criticable de la política social del peronismo estaba, además de su molde autoritario, en no haber sabido implementar una economía capaz de sustentar y mantener a largo plazo esas mejoras sociales. La crisis económica ya se había instalado en la mitad del régimen entre 1949 y 1950; aunque es verdad que tampoco las clases gobernantes después de la caída del peronismo supieron encontrar el rumbo adecuado”.

El nombre de Eva Perón estuvo principalmente ligado a su Fundación: “Desde la Fundación, Evita imponía la idea de que todos los problemas se solucionaban por arte de magia o por la generosidad de un gobernante, pero más grave fue hacer pensar que los beneficios no eran derechos que debían reclamarse al Estado, sino favores personales otorgados por ella. Visitantes de prestigio o huéspedes del extranjero asistían al ritual frente a las siempre presentes cámaras de los fotógrafos de prensa y de los noticieros cinematográficos. Los pobres seguirían siendo tan pobres como antes, pero nunca más olvidarían a esa hada bella y buena que había satisfecho en el acto sus deseos o necesidades inmediatas”.

“La ayuda social de la Fundación no fue al fin sino una variante del clientelismo político usado antes por el yrigoyenismo y también por los conservadores, el llamado populismo oligárquico practicado por ciertos caudillos como Barceló. El palacio de la intendencia de Avellaneda y aun la propia casa de Barceló estaban siempre llenos de indigentes pidiendo algo”.

“Si la obra de la Fundación Eva Perón fue tan monumental que la volvió incomparable con la de sus precursores, se debió a los medios peculiares de financiación, nutridos no sólo con el dinero obtenido, a veces mediante extorsión de las grandes empresas, sino también con el de los propios trabajadores a través de descuentos obligatorios en los aumentos de salarios. Por tratarse de una institución privada no rendía cuentas a nadie, pero a la vez echaba mano del presupuesto del Estado destinado para obras que en los gobiernos normales realizaban, bien o mal, otras reparticiones. La Fundación le quitaba la edificación de escuelas al Ministerio de Educación; hospitales al Ministerio de Salud; las construcciones de toda índole al Ministerio de Obras Públicas; y la resolución de problemas gremiales al Ministerio de Trabajo”.

“Todo era absorbido por la Fundación; de ese modo, lo que debió ser un trámite administrativo común se convirtió en una fabulosa máquina de favoritismo político y de propaganda para la pareja gobernante. De ahí los roces que Evita tuvo con el ministro de Salud Pública, entre otros, por superposición de tareas. Hasta tal punto la Fundación llegó a absorberlo todo, que incluso otorgaba cargos o seleccionaba a los empleados públicos. Esta práctica continuó después de su muerte: los peticionantes remitían cartas como si ella siguiera viva. Se había producido lo que Max Weber llama la «rutinización del carisma»; la mera burocracia sustituía el liderazgo carismático de Evita”.

“La gran fiesta peronista, con un inédito consumo de las clases populares, existió gracias a la gran prosperidad, producto de las divisas acumuladas durante la guerra. Cuando éstas se terminaron, en la mitad misma del periodo peronista, comenzó a ser más difícil continuar ese frenesí. Evita murió sin tener necesidad de enfrentarse a la dura realidad: el bienestar eterno prometido a los pobres había sido ilusorio y efímero”.

Mientras que el peronismo fue una farsa en la que hábiles embaucadores engañaron a su antojo a todo un pueblo, el mito asociado al Che Guevara involucra a un personaje siniestro que mataba gente como si se matara a un insecto. Sebreli escribió: “Su crueldad –según testimonio del sacerdote Bustos Argañaraz- llegaba hasta el punto de obligar a los familiares que iban a recoger los cadáveres de los fusilados a pasar por el famoso «paredón» manchado con la sangre fresca de las víctimas. Carnicero de La Cabaña, lo llamaban los adversarios; sadomasoquista, diagnosticaba un psicólogo; ángel exterminador, metaforizaba Régis Debray; asesino serial, acusaba Oscar del Barco, guevarista arrepentido”.

“Todo personaje –o evento de actualidad- aunque carezca de entidad y sea ética o estéticamente desdeñable, es susceptible de ser transformado en mito”.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Vidas ejemplares, educadores e hipócritas

Se supone, por lo general, que los predicadores de la moral y de las buenas costumbres deben realizar su tarea basados principalmente en el ejemplo. De ahí que, ante ese criterio, quedarían marginados de dicha labor muchos educadores, quienes, como personas normales que son, tienen cierta cantidad de defectos. Sin embargo, si tenemos en cuenta la historia de la educación y de la religión, se advierte que muchos aportes importantes fueron realizados por personas normales, antes que excepcionales.

Por el contrario, desde la religión se considera que su efectividad radica esencialmente en su capacidad para convertir pecadores en justos, en lugar de lograr la adhesión de las personas que no precisan mejorar por cuanto han tenido la suerte de nacer con pocos defectos y muchas virtudes. Tales personas, por otra parte, al llevar encima muy pocos defectos personales, tienen una pobre predisposición a aconsejar a los demás acerca de lo que poco conocen.

Respecto de Marco Tulio Cicerón, el destacado filósofo y escritor romano, Orestes Ferrara escribió: “Su larga actuación revela, a pesar de los continuos elogios que se prodiga en sus discursos, cartas y libros, las debilidades de un espíritu vacilante y tímido, acopladas a una enorme y mal disimulada ambición, tal como aparecen en nuestros mismos tiempos en los caracteres débiles y en los advenedizos. En sus magníficas obras domina el ideal dirigido por la razón, mas en sus actos diarios no hay un solo principio rectilíneo, una sola idea permanente. No obstante las alabanzas con que se incensa en esta especie de autoapología que es su producción literaria, no le encontramos una actitud definida. Todo es circunstancial en él, y, lo que es peor, todo depende de la molestia que pueda sufrir, del lejano peligro que corra, de un honor que le nieguen. Las glorias que continuamente tejió sobre alguno de sus actos y que recogidos por algunos historiadores alzan su gran pedestal, a poco que se ahonda, resultan falsas o están resquebrajadas por acciones contradictorias. De constante en él no encontramos más que frases sonoras que hacen un eterno llamamiento a virtudes que no practica, a principios de que carece. Su actuación no merece aplausos” (De “Cicerón y Mirabeau”-La Nave-Madrid 1949).

La educación no sólo se transmite a través del ejemplo sino también de la palabra. Ello se debe a que es posible condicionar nuestras respuestas personales a los propios pensamientos, que son inducidos a través de la información que nos llega sobre la naturaleza humana. El razonamiento va más allá de nuestro cotidiano existir siendo un guía orientador hacia el futuro. De ahí que muchas veces pensamiento y acción no se correspondan estrictamente, ya que la acción sigue el pensamiento luego de cierto retardo.

Lucio Anneo Séneca fue un destacado filósofo moral en el cual sus contemporáneos advierten tal “retardo”. Gerardo Vidal Guzmán escribió: “Séneca era muy consciente de que nadie se convencía de aceptar un determinado ideal ético por medio de intrincados argumentos de carácter racional. Adoptar ciertas normas de vida no era cuestión primaria del intelecto ni de la razón, sino de la voluntad. Y ésta, según Séneca, sólo se la conquistaba presentando hábil y sugestivamente los motivos, apelando a los sentimientos, suministrando emociones, en fin, utilizando el arte retórico de la persuasión”.

“Su producción filosófica desenmascaró también el ansia de riquezas. Asqueado del derroche imperial [en épocas de Nerón], Séneca realizó una apología de la pobreza y desarrolló su magisterio en torno al desprecio de los bienes materiales, insistiendo en que era el hombre quien debía ser el dueño del dinero, no el dinero el dueño del hombre. En sus obras era rico el que nada necesitaba, y miserable el que, aun nadando en la riqueza, se dejaba atenazar por el deseo. Sus epístolas enseñaban que «el camino más corto para ser rico era despreciar la riqueza», que ninguna diferencia había «entre no desear y tener», y que «quien se mantiene en los límites de la medida natural, no siente la pobreza. Quien la excede es perseguido por la pobreza hasta en el colmo de la opulencia»”.

“Sea como fuere, lo cierto es que, al menos en este punto, su doctrina era más aleccionadora que su ejemplo. Para muchos de sus contemporáneos, su prédica era tan animosa como vacía. En una ocasión un viejo procónsul lo encaró en el senado pidiéndole que explicara por qué tipo de procedimiento filosófico había adquirido en sus tiempos de ministro 300 millones de sextercios…Séneca, de hecho, comía en vajilla de plata, poseía dos extensas villas, mantenía propiedades en Egipto y acumulaba cuantiosas rentas por los favores de un emperador corrupto. Haya sido o no consciente de ello, lo cierto es que tal dicotomía le costó la reprobación de sus contemporáneos y el duro juicio de la historia” (De “Retratos de la antigüedad romana y la primera cristiandad”-Editorial Universitaria SA-Santiago de Chile 2004).

Entre los predicadores con un turbio pasado, se encuentra Pablo de Tarso, quien se dedicaba a combatir a los cristianos, que debían huir ante sus persecuciones. Luego se convierte y pasa a ser un importante difusor de la, entonces, nueva religión en el seno del Imperio Romano. Gerardo Vidal Guzmán escribe sobre Pablo: “Durante su juventud, había dado muestras de un carácter fanático e intolerante; llevado de un celo improcedente, se había convertido en el más temible perseguidor de la comunidad cristiana, a la que consideraba una desviación intolerable de la pureza de la fe hebrea”.

“Constituían una mala yerba a la que había que extirpar sin titubeos ni dilaciones. Y muy pronto, cuando la edad se lo permitió, hizo propia esta labor persecutoria y no mostró escrúpulo alguno en llevar a los cristianos encadenados a los tribunales”.

En cuanto a San Agustín, W. Weischedel escribió: “Vivía con una concubina y, a pesar de que la amaba sinceramente –como lo sabemos por su propio testimonio- y de que llegó a tener de ella un hijo como fruto de sus amores, Agustín se llenó de escrúpulos. Su madre, venerada más tarde como Santa Mónica, fomentaba esos reparos, según las apariencias, menos por motivos moralistas que por su deseo de que su hijo tuviera un matrimonio decoroso y apropiado. Así pues, la amiga fue despedida –no sin que se derramaran lágrimas por ambas partes-, y Agustín se propuso normalizar su vida, lo cual significaba casarse con una doncella de buena familia. Pero al prolongarse demasiado el periodo de noviazgo se apresuró a buscarse otra querida” (De “Los filósofos entre bambalinas”-Fondo de Cultura Económica-México 1972).

E. A. Dal Maschio agrega: “Esta misteriosa figura constituye la máxima expresión de la nada inocente tendencia del santo a cubrir de silencio a determinados personajes de su biografía: a pesar de los largos años de vida en común y de ser la madre de su hijo, poco o nada más dice san Agustín de ella. Incluso su nombre permanece oculto: «Por aquellos años tuve yo una mujer, no por vía de lo que se conoce como matrimonio legítimo, sino hallada en el vagar errático de mi pasión insensata» (Confesiones)” (De “San Agustín”-EMSE EDAPP SL-Buenos Aires 2015).

Jean-Jacques Rousseau, el autor de “Emilio”, un libro sobre educación, abandonó a sus propios hijos en un orfanato. Ben-Ami Scharfstein escribió: “Las racionalizaciones de Rousseau a propósito del abandono de sus hijos hacen que la lectura [de sus Confesiones] resulte interesante pero triste. Él era, dice, demasiado pobre para mantenerlos; y si para mantenerlos hubiera tenido que ganar más dinero con sus escritos, las preocupaciones y perturbaciones domésticas habrían sido demasiado grandes para él. Entonces habría tenido que suplicar algún bajo empleo. Además, sufría de tremendos dolores y estaba mortalmente enfermo. ¿Y cómo podrían los muchachos soportar el doble infortunio de la pobreza y el nacimiento ilegítimo? Además, la inclusa los criaba sin echarlos a perder. Por último, Platón había recomendado que los padres no conocieran a sus hijos, que deberían dejarse al cuidado del Estado. En otro conjunto de racionalizaciones, Rousseau añade que su locuacidad y agilidad mental eran demasiado pobres para criar hijos. Le entristecía, dice, no recuperar unos pocos momentos de caricias sinceras y puras, pero había perdido su antiguo ascendiente y familiaridad con los niños. «A los niños no le gusta la vejez, el aspecto de la naturaleza en decadencia les parece horrible; y preferiría abstenerme de acariciarlos que fastidiarles o disgustarles»” (De “Los filósofos y sus vidas”-Ediciones Cátedra SA-Madrid 1984).

La ética, como toda ciencia, requiere tanto de los aportes de los teóricos como de los prácticos, estando los primeros constituidos por quienes escriben verdades de utilidad general, aunque sin llegar a ser ejemplos, mientras que los prácticos son los que han llevado vidas ejemplares aunque teorizando poco al respecto. Nuestra personalidad se construye tanto con información útil al razonamiento como por los contagios emocionales de quienes se destacaron por su comportamiento moral.

No siempre debe calificarse como hipócrita al que da buenos consejos a los demás sin acatar él mismo tales sugerencias, como la del adulto fumador que promueve en un niño una actitud negativa hacia el cigarrillo. De ahí que podamos aceptar en un sentido similar las disertaciones de los diversos pensadores que nunca trataron de constituirse en ejemplos de vida, sino tan sólo intentaron realizar aportes al conocimiento universal.

Un caso distinto es el de quienes no hablan en su propio nombre sino que se muestran como predicadores cristianos realizando acciones reñidas con la moral elemental. En esta situación, usan un disfraz, por lo que constituyen un verdadero peligro para la sociedad y un desprestigio para una iglesia que no supo lograr que varios de sus integrantes compatibilizaran mínimamente sus vidas con el espíritu de los Evangelios.

Lev Tolstoi define la diferencia entre instrucción y educación: “Todo lo que enseñamos intencionadamente a los niños, conocimientos científicos u oficios; constituye la sugestión consciente; todo lo que los niños imitan independientemente de nuestro deseo –sobre todo en nuestra vida, en nuestros actos- constituye la sugestión inconsciente”.

“La sugestión consciente es lo que se llama instrucción; la sugestión inconsciente lo que llamamos, en sentido estricto, educación” (Citado en el “Diccionario del Lenguaje Filosófico” de Paul Foulquié-Editorial Labor SA-Barcelona 1967).

Mientras que la idea de Tolstoi se refiere al conocimiento de lo que no tiene vinculación con la moral y lo que sí tiene relación, puede decirse que la influencia consciente, en cuestiones de moral, es establecida por los educadores y por los éticos teóricos mientras que la influencia inconsciente es la establecida por quienes llevan vidas ejemplares.

domingo, 13 de septiembre de 2015

La autorrealización y sus limitaciones

La psicología humanista de Abraham Maslow y Carl Rogers surge como una superación necesaria del conductismo de John Watson y del psicoanálisis de Sigmund Freud, ya que conductismo y psicoanálisis resultaron ineficaces para orientar al hombre como alternativas válidas frente a la religión. Robert Barry escribió: “Como el psicoanálisis, el conductismo se desarrolló hasta formar un sistema muy complejo con varias escuelas de pensamiento. La preponderancia de estas dos escuelas psicológicas se prolongó más de medio siglo. Más tarde, durante los años cincuenta y sesenta, una serie de corrientes subterráneas comenzaron a erosionar esa situación. Una de ellas era la denominada «tercera fuerza» de la psicología humanista”.

“En su búsqueda de objetividad, el conductismo excluyó los datos subjetivos de la conciencia, mientras que el psicoanálisis redujo la conducta a una expresión de los impulsos inconscientes. Esta nueva ciencia, cada vez más deshumanizada, no estaba prestando atención a gran cantidad de fenómenos humanos tan relevantes como el amor, la libertad personal, el arte, la literatura y la religión, o bien los explicaba en términos de cadenas estímulo-respuesta o manifestaciones de fuerzas inconscientes. En reacción a las visiones mecanicistas y deterministas de la humanidad adoptadas por los conductistas y psicoanalistas surgió la psicología humanista”.

“La nueva psicología se centraba en el yo más que en ningún otro elemento. Su preocupación inicial por la humanidad dio paso rápidamente a una preocupación por la autorrealización. La ciencia del yo, basada en el estudio del funcionamiento mental y sus manifestaciones en el comportamiento, comenzó a florecer en el estudio del potencial humano (yo)” (De “Una teoría para casi todo”-Arkano Books-Madrid 2001).

Puede decirse que la psicología del “yo” debe ser tomada como una etapa previa a una psicología del “nosotros”, recordando que el hombre es un ser esencialmente social. De ahí que las posturas en la que aparecen hombres meditando con los ojos cerrados deben complementarse hasta llegar a promover hombres interactuando socialmente en medio de una concurrida calle. “En su compromiso con el desarrollo del potencial humano, la psicología humanista reconoce la necesidad de combinar la libertad individual con la interdependencia y la responsabilidad hacia los demás como miembros de grupos y organizaciones y de la sociedad en su conjunto. Reconoce que no podemos ser completamente libres de fuerzas sociales e inconscientes, pero en todo caso pone de relieve la dignidad y el valor de los seres humanos y su capacidad de desarrollar competencias personales y autorrespeto. Dada la libre voluntad que poseen los individuos, se espera que la empleen para plasmar su potencial o alcanzar la «autorrealización»”.

La limitación de la psicología humanista se advierte cuando potencia la individualidad dejando un tanto de lado el aspecto social. El citado autor agrega: “Los objetivos de la psicología humanista son loables. Sin embargo, y por desgracia, la práctica y la visión limitada de algunos de sus adeptos no hacen honor a la visión original de Abraham Maslow. De hecho, para Maslow, la nueva psicología de la «tercera fuerza» constituía un estadio de transición hacia el desarrollo de una psicología de la «cuarta fuerza» que nos llevaría más allá del yo”.

“Entre tanto, el yo parece recibir más atención que la comunidad, y el crecimiento individual tiene un papel más destacado en la psicología convencional que el crecimiento colectivo. Tanto es así que algunos escritores han etiquetado a la nueva psicología de «culto de adoración del yo». El escritor cristiano Dave Hunt resume así este punto de vista: «La salvación siempre se centra en el Yo: autoconfianza, autopotencial, autoconciencia, autoaceptación, autoamor, autoimagen, autoestima, autorrealización, autodesarrollo, autoafirmación, ¡auto-ad nauseam!”.

“Hunt argumenta que Abraham Maslow fue responsable de la deificación del yo por parte de la psicología al declarar que la autorrealización era el más elevado de los objetivos humanos. Afirma que el movimiento actual hacia el misticismo oriental es una vuelta peligrosa al ocultismo. El peligro, afirma Hunt, surge de la negación de los absolutos morales y de la deificación del yo”.

“Dentro del campo de la psicología, también se afirma que la acusación más seria contra la psicología humanista es su promoción de tendencias narcisistas, egoístas y hedonistas. Esto queda patente en la importancia que se concede al autodesarrollo en general”.

La tendencia mencionada da lugar también a la intromisión de la pseudociencia, en sus distintas variantes, como una forma lucrativa de llenar el vacío dejado por la psicología y por la religión. De igual manera en que políticos y economistas buscan distintas formas de eludir el trabajo honesto y la inversión para la mejora social, en el campo de las humanidades se buscan alternativas, para el mejoramiento humano, que estén exentas del trabajo intelectual y personal necesario para lograrlo. “Guy Claxton resume la situación con precisión: «El crecimiento personal se ha convertido en la industria del crecimiento, y las terapias y grupos se anuncian con el mismo entusiasmo y despreocupación por su consistencia que el aceite de serpiente. El cielo está sólo un fin de semana de distancia y este libro cambiará tu vida…La creación de falsas expectativas puede hacer y hace que la gente siga el circuito del crecimiento personal pasando de una decepción a otra en busca de algo que realmente funcione. Y hay mucho donde elegir: encuentros, bioenergía, masaje, integración postural, iluminación intensiva, rolfing, est, grito primal, renacimiento (de tres clases), análisis transaccional, danza sufi, tai chi, técnica Alexander, reflexología, shiatsu, meditación trascendental, zazen, regresión, trabajo corporal reichiano, psicosíntesis, grupos gestalt, maratones…; la lista es interminable. Atraídos por promesas de aumentar la confianza en uno mismo, mejores orgasmos y relaciones más satisfactorias, resulta difícil no aceptar la idea de que la buena vida consiste en ser eternamente feliz y estar libre de problemas. Esta actitud genera buenos negocios para la industria porque hace que el buscador esté aún un poco más insatisfecho con su pequeña vida confusa, lo que asegura su retorno constante”.

Mientras que en la Edad Media la idea y referencia de Dios llenaba todos los ámbitos, con el “pienso; luego existo” cartesiano comienza una época en que la referencia es el propio hombre, incluso alejado de la idea de Dios. “John Huddleston, en un breve resumen del ascenso y caída de la iglesia cristiana, señala que su mismo éxito provocó su fracaso: «En los días gloriosos de sus comienzos históricos, la iglesia cristiana, además de ser un centro de aprendizaje, también era indudablemente responsable de elevar los niveles de civilización en todos los estratos sociales. Desgraciadamente, su éxito fue también el origen de su fragmentación. La iglesia se convirtió en un poder por derecho propio, se introdujo en política y poco después hizo su aparición la corrupción. Actividades como las cruzadas, la venta de indulgencias, la inquisición, por no mencionar la falta de valores morales de muchos hombres de la iglesia, produjeron dudas sobre su lealtad a las enseñanzas de Jesucristo, y su pretensión de ser la guía espiritual de la humanidad…Los obispos construyeron iglesias preciosas y vivieron rodeados de lujos, y enviaron a sus sacerdotes a decir a los pobres que aceptaran su suerte…Las leyes sobre el control de natalidad, las bodas interconfesionales, el divorcio, la atención médica, los entierros y otros asuntos personales se han impuesto con dureza sin prestar atención a las circunstancias de las vidas personales o al propósito final de la religión. Por lo tanto, en lugar de convertirse en medios para elevar el espíritu humano, las leyes religiosas han sido frecuentemente instrumentos de opresión»”.

Las fallas advertidas en los intermediarios entre Dios y el hombre provocaron un alejamiento masivo del hombre hacia la religión. Este alejamiento fue favorecido por tendencias filosóficas y científicas que lo ubicaron como el centro de nuestras indagaciones, incluso hasta llegar a desplazar a Dios del antiguo lugar preferencial que le había otorgado la Edad Media. Carl Jung escribió: “El hombre moderno no comprende hasta qué punto su «racionalismo»…le ha puesto a merced del «submundo» psíquico. Se ha liberado de la «superstición» (o eso es lo que cree), pero en este proceso ha perdido hasta tal punto sus valores espirituales que su situación resulta peligrosa. Su tradición moral y espiritual se ha desintegrado, y ahora está pagando el precio de esta fragmentación en la desorganización y disgregación que se están produciendo a escala mundial”.

“Los antropólogos han descrito frecuentemente lo que le ocurre a una sociedad primitiva cuando sus valores espirituales quedan expuestos al impacto de la civilización moderna. Sus gentes pierden el sentido de la vida, su organización social se desintegra y se produce el decaimiento moral. Nosotros estamos ahora en esta misma situación” (De “El hombre y sus símbolos”-Ediciones Paidós Ibérica-Barcelona 1999).

Robert Barry se pregunta: “¿Hemos reemplazado a Dios por el yo? ¿Hemos declarado que Dios ha muerto como lo hizo Nietzsche? Al final Nietzsche cayó en un estado de enfermedad mental del que no llegó a recuperarse. ¿Podemos permitirnos seguir avanzando por ese mismo camino?”.

El amor al prójimo es el vínculo que une al hombre con la sociedad y con humanidad, promoviendo la autorrealización de todos y de cada uno de los hombres. Quienes proponen los demás medios de autorrealización han ignorado esta “novedad” enunciada hace unos 2.000 años. Esto trae a la memoria el hecho de que Eratóstenes, en el siglo III AC, sabía que la Tierra era redonda y conocía sus dimensiones, mientras que más de 1.000 años después se creía que era plana y que estaba sostenida por enormes elefantes.

Luego de considerar los sucesivos fracasos de la humanidad, al menos sabemos lo que no debemos hacer: promover la religión en base a creencias y no en base a evidencias. Los resultados de la actitud del amor al prójimo constituyen una evidencia accesible a distintas formas de verificación. Además, no es posible dejar la religión de lado, ni tampoco la ciencia, ni debe existir antagonismo entre ciencia y religión.

La aparente y única solución posible ha de ser la unificación de ciencia y religión en la religión natural. Ello conllevará a la posterior unificación de religiones. Incluso el cristianismo podrá ser interpretado como una religión natural por cuanto el propio Cristo, en algunos pasajes, advierte que los “milagros” son producidos por la fe del hombre, y no por una interrupción de la ley natural por parte de Dios. Aconseja, además, que “Dios sabe que os hace falta antes de que se lo pidáis”.

Debemos imaginar cómo ha de ser la religión del futuro a partir de observar lo que no funciona adecuadamente. Luego, podemos adoptar como lema de acción. “Sé tú mismo el cambio que propones”.

viernes, 11 de septiembre de 2015

El acoso escolar

La violencia escolar es un aspecto más de la violencia existente en una sociedad. Actualmente conocida por su designación en inglés (bullying), está caracterizada por un acoso psicológico que a veces puede llegar a la violencia física. Debemos, sin embargo, especificar que violento es el que inicia el acoso psicológico y no el que, a veces, responde con violencia a esa situación.

Resulta frecuente la descalificación de un alumno tanto si muestra alguna superioridad como alguna deficiencia intelectual o física. Este fue el caso del pequeño Isaac Newton, que nació prematuramente pesando alrededor de un kilogramo. Cuentan los historiadores que, ante el acoso de un escolar de mayor contextura física, Newton se vio forzado por las circunstancias a enfrentarlo, logrando vencerlo. De ahí en más, comienza a mejorar en sus estudios superando ampliamente a los demás escolares. Richard S. Westfall escribió: “En los primeros tiempos de la estancia de Newton en Grantham, sucedió algo que le atormentó profundamente y que no fue capaz de olvidar. Ni siquiera había tenido tiempo de afirmar su poder intelectual. Fuera por la deficiente formación que había recibido en las escuelas de aquellos pueblos o porque se encontraba de nuevo solo y asustado, el caso es que había sido relegado al último banco, e incluso en éste ocupaba uno de los últimos puestos. Una mañana, de camino a la escuela, el niño que ocupaba el puesto inmediatamente superior al suyo le dio una fuerte patada en el estómago. Debía tratarse de Arthur Storer. Los niños se comportan como niños, sí, pero una patada en el estómago requiere cierta provocación”.

“Según el relato de Conduitt: «Tan pronto como terminaron las clases, retó al niño a una pelea y salieron juntos al patio de la iglesia. El hijo del maestro se acercó a ellos, mientras peleaban, y empezó a dar palmadas en el hombro de uno y a guiñar el ojo al otro, para azuzarles. Aunque sir Isaac no era tan fuerte como su antagonista, tenía mucho más empuje y resolución, y golpeó al otro hasta que declaró que no pelearía más, ante lo cual el hijo del maestro le pidió que lo tratara como a un cobarde y le restregara la nariz contra el muro. Sir Isaac, entonces, le agarró por las orejas y estampó su cara contra un lado de la iglesia»”.

“No contento con golpearlo físicamente, insistió en derrotarle también en el terreno académico; una vez encauzado, Newton se convirtió en el primer alumno de la escuela. Su progresión dejó un rastro tras de sí, y todos los bancos que ocupó fueron grabados con su nombre” (De “Isaac Newton: una vida”-Ediciones Folio SA-Barcelona 2004).

El acoso psicológico va siempre asociado a la burla y la ironía. La burla implica manifestar cierta alegría propia ante los errores, defectos o penas ajenas, ya sean reales o imaginarios. El burlesco carece de empatía ya que es incapaz de compartir las penas y las alegrías ajenas. Incluso puede decirse que posee una empatía negativa ya que el sufrimiento ajeno le provoca bienestar propio (manifestado en forma de burla) y la felicidad ajena le provoca malestar propio (manifestado en forma de envidia). La burla y la envidia se dan juntas en una misma persona y constituyen los dos aspectos que caracterizan al odio.

Por lo general, la envidia es disfrazada con falsas actitudes ya que denota un autocastigo cercano y permanente que requiere ser compensado por altas dosis de burla y de degradación hacia los demás. Marie-France Hirigoyen escribió: “La envidia es un sentimiento de codicia, de irritación rencorosa, que se desencadena a raíz de la visión de la felicidad y las ventajas del otro. Es una mentalidad inicialmente agresiva que se funda en la percepción de lo que el otro posee y uno no. Esta percepción es subjetiva, y puede llegar a ser delirante. La envidia comporta dos polos: por un lado, el egocentrismo y, por otro, la mala intención, que se basa en las ganas de perjudicar a la persona envidiada. Esto presupone un sentimiento de inferioridad en relación con esa persona que posee lo que uno codicia. El envidioso lamenta ver cómo el otro posee ciertos bienes materiales o morales, y desea destruirlos antes que adquirirlos. Si los adquiriera, no sabría qué hacer con ellos. No tiene los recursos necesarios para ello. Para vencer la distancia que lo separa del objeto codiciado, el envidioso se conforma con humillar al otro y envilecerlo. El otro adopta de este modo los rasgos de un demonio o de una bruja”.

“Lo que el perverso envidia por encima de todo es la vida de los demás. Envidia los éxitos ajenos, que le hacen afrontar su propia sensación de fracaso. Pero no se muestra más contento con los demás que consigo mismo; jamás considera que algo funcione, todo resulta complicado, y todo es una prueba. Los perversos imponen a los demás su visión peyorativa del mundo y su insatisfacción crónica ante la vida. Desbaratan cualquier entusiasmo que se pueda producir a su alrededor e intentan demostrar antes que nada que el mundo es malvado, que los otros son malvados y que su propio compañero es malvado. Con su pesimismo, van arrastrando al otro hasta que lo sumen en un registro depresivo, y luego se lo reprochan” (De “El acoso moral”-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2014).

Tal es el sufrimiento que se inflige a si mismo el envidioso, que se ha ideado un sistema social y económico que tiende a protegerlo: el socialismo. De ahí que el socialismo promueve, no tanto eliminar la pobreza como lograr la igualdad social que elimine las posibles causas de envidia. Por el contrario, las tendencias democráticas buscan que los graves defectos psicológicos sean resueltos por quienes lo padecen, en lugar de intentar que toda la sociedad se adapte al perverso.

El sistema escolar argentino apoya el acoso escolar por cuanto en muchas jurisdicciones educativas han eliminado premios y castigos, asumiendo que violento no es el envidioso que descarga su furia ante el envidiado, sino que éste es el causante de la envidia ajena. Así, en una escuela primaria de Mendoza, un alumno tuvo que ser llevado tres veces al hospital en un lapso de cuatro meses para ser atendido por las heridas que le ocasionó un alumno violento. Al no existir posibilidad de expulsión, el futuro delincuente se acostumbra a ejercer la violencia hacia los demás sin mejorar en lo más mínimo; de ahí que se haya producido un éxodo de los buenos alumnos desde la escuela pública hacia las privadas, siempre que los padres puedan pagar la cuota respectiva. De lo contrario, el buen alumno deberá resignarse a tolerar al violento mientras que todo el curso deberá adaptarse al mismo.

Por lo general, el niño y el adolescente consideran que lo normal, y hasta lo bueno, es lo que la mayoría acepta, ya se trate de un programa televisivo o de un determinado gobernante. De ahí que la violencia escolar tenga el apoyo brindado por algunos personajes mediáticos cuyo humor no es otra cosa que burla encubierta. Así como el drogadicto cree por unos instantes sentirse en la cima del mundo, para luego caer en lo más bajo, quien se burla de todos, cree por un momento ser el mejor, aunque en realidad se trate de lo peor que como persona pueda existir.

El agresor, para cumplir mejor su función, requiere de espectadores circunstanciales. La citada autora agrega: “Cuando los perversos y los paranoicos se asocian, su efecto destructor sobre la víctima designada se multiplica. Esto se puede comprobar especialmente en los grupos y en las empresas. ¡Es más divertido despreciar o burlarse de alguien delante de un espectador alentador! Con frecuencia, los perversos obtienen una aprobación tácita de testigos a los que han desestabilizado primero y luego convencido más o menos, pero no llegan a convertirlos en cómplices”.

El auge del acoso escolar y de la violencia asociada se ha dado justamente bajo el kirchnerismo. Ello se debe, además del apoyo y protección del sistema escolar al alumno violento, al ejemplo televisivo asociado a los mensajes presidenciales en los cuales un numeroso grupo de aplaudidores festeja las ironías, descalificaciones y “escraches” que desde la propia figura presidencial se dirigen especialmente contra los opositores políticos.

Cuando un pueblo decide llevar a la presidencia a personas con ciertos atributos narcisistas, debe luego asumir las consecuencias ineludibles que vendrán; entre ellas, el mal ejemplo que favorece la violencia social, uno de cuyos síntomas es el acoso escolar. “La personalidad narcisista se describe como sigue y tiene que presentar al menos cinco de las siguientes manifestaciones:

- el sujeto tiene una idea grandiosa de su propia importancia;
- lo absorben fantasías de éxito ilimitado y de poder;
- se considera «especial» y único;
- tiene una necesidad excesiva de ser admirado;
- piensa que se le debe todo;
- explota al otro en sus relaciones interpersonales;
- carece de empatía;
- envidia a menudo a los demás;
- tiene actitudes y comportamientos arrogantes.

“La descripción de la patología narcisista que Otto Kernberg realizó en 1975 se aproxima mucho a lo que hoy en día se define como perversión narcisista: «Los rasgos sobresalientes de las personalidades narcisistas son la grandiosidad, la exagerada centralización de sí mismos y una notable falta de interés y empatía hacia los demás, no obstante la avidez con que buscan su tributo y aprobación. Sienten gran envidia hacia aquellos que poseen algo que ellos no tienen o que simplemente parecen disfrutar de sus vidas. No sólo les falta profundidad emocional y capacidad para comprender las complejas emociones de los demás, sino que además sus propios sentimientos carecen de diferenciación, encendiéndose en rápidos destellos para dispersarse inmediatamente. En particular, son incapaces de experimentar auténticos sentimientos de tristeza, duelo, anhelo y reacciones depresivas, siendo esta última carencia una característica básica de sus personalidades. Cuando se sienten abandonados o defraudados por otras personas, suelen exhibir una respuesta aparentemente depresiva pero que, examinada con mayor detenimiento, resulta ser de enojo y resentimiento cargado de deseos de venganza, y no verdadera tristeza por la pérdida de una persona que apreciaban»”.

Cuando un pueblo decide ser orientado por personajes de dudosa integridad psíquica y moral, no sólo promueve una severa crisis educativa, sino que pone en juego el futuro de la propia sociedad, cada vez más cercana a la barbarie y al salvajismo.