miércoles, 29 de julio de 2015

Protección social vs. ocupación laboral

En cuestiones económicas se presentan frecuentemente situaciones en las cuales, al mejorar uno de los aspectos deseables, se empeora otro aspecto deseable, lo que se conoce como el “problema de la frazada corta”. Así, cuando nos abrigamos la cabeza con una frazada corta, destapamos los pies, y viceversa; por lo cual debemos sacrificar una de las alternativas o bien buscar un término medio. Sin embargo, desde la política se le promete al pueblo situaciones de “frazada larga”, en las cuales se disuelven artificialmente las alternativas contrapuestas que aparecen en toda economía real.

Este es el caso de la protección social al trabajador; protección que proviene generalmente del empleador. Cuando las ventajas del trabajador son excesivas, surge la predisposición empresarial a no contratar nuevos empleados, con lo que disminuye el nivel de empleo. En realidad, las ventajas son para quienes ya tienen empleo, mientras que las desventajas son para quienes todavía no lo tienen.

Cuando la presión impositiva es muy grande, surge la tendencia a refugiarse en la economía informal, perdiendo los trabajadores todo tipo de protección social. Susana Agnelli expresó: “La economía subterránea tiene una importancia significativa, aunque no se pueda medir con exactitud. Debo decir que no me parece muy bueno que exista porque eso significa que buena cantidad de gente no tiene seguros sociales de que disfrutan otros, por ejemplo. Pero el desarrollo de la economía negra explica por otra parte que ésa fue la manera de resolver un problema: Italia era un país demasiado adelantado en sus beneficios sociales con respecto a la economía que daba sustento a ese aparato. Cuando ello sucede, fatalmente la sociedad comienza a no seguir las leyes estrictamente. Creo que Italia tenía la legislación más progresista del mundo en cuanto al trabajo de la mujer. Cuando una mujer espera un hijo puede pedir un año de licencia sin dejar de cobrar el sueldo. Si tiene varios chicos seguidos puede pasar de cuatro a cinco años sin trabajar pero cobrando su sueldo. Eso me parece muy bien, pero el resultado es que ninguna empresa chica o mediana quiere dar empleo a mujeres, salvo que lo haga en negro” (De “Testimonios de nuestra época” de Germán Sopeña-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1991).

Durante los procesos inflacionarios, los sindicatos presionan para que los sueldos sean ajustados en función de la inflación existente, lo que promueve un posterior ajuste de los precios y un aumento de la inflación, lo que provoca mayores deterioros salariales. La citada ex-funcionaria italiana expresó: “Hubo un momento de cambio que fue la llamada «marcha de los cuarenta mil», que fue la manifestación de los obreros y empleados de Fiat que proponían trabajar contra la voluntad sindical. Allí se produjo el tránsito de una mentalidad a otra. Y luego hubo, también, el famoso referéndum en el cual la mayoría de los trabajadores aceptaron desindexar los salarios del índice mensual de inflación, o sea no seguir manteniendo una escala móvil por la cual se aumentaba automáticamente, según el ascenso de la inflación, mes a mes. La mayoría comprendió, en ese momento, que seguir indexando los salarios era lo que retroalimentaba la inflación en forma indefinida y que a la larga era perjudicial para todos. Lo más curioso de todo es que el pedido de referéndum lo hizo el Partido Comunista, pensando, naturalmente, que todos los asalariados rechazarían en forma rotunda la propuesta del Gobierno de suprimir la escala móvil. Pero Italia había cambiado”.

Por lo general, se supone que el empleado tiene pocas fallas personales y que por ello las leyes sociales deben protegerlo de la maldad empresarial; lo que no resulta compatible con la realidad. La citada autora expresó: “La mentalidad de la gente del Sur no es la misma que la del Norte en lo que concierne a la actitud frente al trabajo. Esto suena poco racional pero es así. Tuvimos el ejemplo de Alfa Romeo, que instaló una fábrica en el Sur [de Italia] –para producir justamente sus modelos Alfasud- con la misma tecnología o mejor que las de las plantas del Norte y resultó un desastre. El ausentismo era enorme, la productividad muy baja, etcétera. Pero también es cierto que la gestión empresaria era muy mala. Veremos ahora, en manos de Fiat, si esto cambia o no”.

Mientras que las leyes sociales perduran y se afianzan en el tiempo, la economía que las sustenta puede a veces retroceder, por lo que las mejoras sociales logradas tienden a agudizar los problemas, a menos que se tenga la precaución de cambiar las leyes laborales junto con su sustento. Este ha sido el caso de España y su masiva desocupación reciente. Lorenzo Bernaldo de Quiroz escribió: “Aquí funciona la mano invisible al revés: una institución creada con la benéfica intención de proteger a los trabajadores acaba produciendo el efecto contrario, que es condenar a una porción importante de ellos a que no logren, que no encuentren, ningún puesto de trabajo”.

“El grado de protección en esta materia en Europa es muy elevado. La legislación sobre despidos es especialmente costosa en España. En España lo que se denomina despido improcedente es un despido que cuesta a un empresario 45 días por año trabajado durante una máxima de 42 meses, y ese enorme volumen de dinero que se hace necesario para despedir a un trabajador o a trabajadores indefinidos, indudablemente es uno de los factores determinantes de la baja demanda de trabajo existente en las economías europeas, y en concreto, en una de las economías más rígida que es la de España”.

“En segundo lugar se encuentra la fiscalidad sobre el empleo. Lo que se denomina las cuotas o las contribuciones para la seguridad social. Todos los meses, del salario bruto de los trabajadores se les extrae una cantidad determinada que será destinada a financiar la seguridad social. En España esa contribución para la seguridad social supone el 33% aproximadamente del salario bruto de un trabajador y son financiados 2/3 por el empresario y menos de 1/3 por los trabajadores”.

“Esa institución….encarece la mano de obra de tal manera que hace que la demanda de empleo sea casi nula. Si los costes de contratar a un trabajador son muy altos, los incentivos para hacerlo son menores, y por lo tanto quienes se ven afectados con esta situación son aquellos trabajadores con niveles de función más bajos…”.

También los subsidios por desempleo hacen que se ponga poco empeño por volver a trabajar cuando sus montos son cercanos al sueldo que percibía quien perdió su trabajo. El citado autor escribió: “El subsidio de paro en Europa es muy generoso tanto en cuantía como en su duración, es decir que la prestación recibida por trabajador es aproximadamente entre un 70 y un 80% del salario que percibía antes de caer en el desempleo y eso suele durar aproximadamente, en términos generales, entre dos y tres años”.

“Un trabajador, un desempleado que tiene un subsidio que le proporciona una renta similar a la que tendría ocupado y que además dura mucho tiempo, carece de incentivos para buscar empleo, y además los tiene para permanecer en esa situación porque puede obtener rentas adicionales en la economía sumergida [informal] y tener una renta superior a la que le proporcionaría incorporarse al mercado laboral” (De “Los desafíos a la sociedad abierta”-Varios autores-Ameghino Editora SA-Rosario 1999).

La excesiva protección social brindada por las leyes laborales, junto a la excesiva presión impositiva y el chantaje ocasional del sindicalismo, promueve el éxodo de empresas y capitales a otros países. A todo eso se le ha agregado la novedad de las “empresas recuperadas”, como un castigo final y definitivo al empresario poco exitoso cuya empresa en decadencia podrá ser expropiada y entregada a sus empleados.

La mentalidad anticapitalista y antiempresarial hace que muchos sean indiferentes al éxodo de capitales y empresas hacia otros países, siendo uno de los síntomas típicos de la mentalidad subdesarrollada. Orlando Ferreres escribió: “Un joven profesional en la Argentina, apenas se recibe, pasa a ganar algo menos de 1.000 dólares al mes si consigue un trabajo en una buena empresa, en tanto que en los EEUU ese mismo joven ganaría alrededor de 5.000 dólares por mes de entrada. ¿Por qué trabajando las mismas horas ganamos cinco veces menos que en EEUU? ¿A qué se debe esa desconcertante diferencia? A que en los EEUU (y en otros países ordenados) el capital invertido tanto en máquinas como en capital humano y capital institucional es mucho más grande que aquí. También hay más orden, más puntualidad, que permite aprovechar más productivamente el día, menos ausentismo, especialmente en educación y áreas de gobierno”.

Ante la situación de pobreza y demás inconvenientes que padecemos, el citado autor expresó: “¿Qué nos guía a este desastre? Las creencias equivocadas de los argentinos, comenzando por los políticos y siguiendo con la población, casi toda, que dicen que luchando contra el capital seremos más ricos, tendremos más para nosotros, cosa que no es así, que es lo contrario. Por eso se combate al capital como un enemigo de la sociedad y el hombre de negocios que gana dinero con sus empresas está mal visto. No sólo se combate al capital que cada año podría aumentar la capacidad productiva, o sea las inversiones, sino también a su fuente de financiamiento, que es el ahorro de millones de argentinos. De esa forma se perjudica además al que ahorra, sea niño, adulto o anciano”.

“La lista de formas de perjudicar al capital es bastante larga, pero finalmente el capital reacciona frente a las distintas expropiaciones, y se dirige al exterior donde incluso le dan ventajas para que coagule allá dinero líquido en máquinas, caminos, bosques, puertos, y crece en otros países, con lo que mejora la ocupación y la productividad de esos países…”.

Los políticos populistas, sin embargo, han tenido la habilidad para inculcarnos que el capitalismo (y los capitales) son malos, porque “explotan al trabajador”, y por ello mismo deben emigrar al exterior. Luego culpan al imperialismo de los EEUU por “chupar la sangre” de las “venas abiertas de América Latina” olvidando que somos los propios latinoamericanos quienes les enviamos capitales y gente capacitada para agrandar el imperio y empobrecer los países de la región. Ferreres agrega: “Esos dirigentes del país nos van haciendo perder la esperanza, con falsas ideas mágicas, con slogans sensibles a los sentimientos, con ideas que son lo contrario de lo que conviene, lo opuesto de lo que hacen en los países que crecen. En economía no hay magia, hay productividad” (De “Combate al capital y tendrás un bajo salario”-Diario La Nación-Buenos Aires 2010).

Tener en cuenta el funcionamiento de los procesos económicos para promover medidas que beneficien a todos, resulta ser en la Argentina algo “políticamente incorrecto”, ya que predomina la mentalidad por la cual nuestra tarea más importante, no es mejorar las condiciones de vida, sino la de combatir al capitalismo.

No hay comentarios: