lunes, 6 de julio de 2015

Platón y el totalitarismo

Por lo general se piensa que las utopías socialistas aparecen en el siglo XIX y que los totalitarismos socialistas son una invención del siglo XX, sin embargo, en la obra de Platón puede encontrarse una ideología en la que aparecen varias características que posteriormente aparecerán en los colectivismos modernos.

Ante la “novedad” del socialismo, luego de la Revolución rusa, muchos creyeron en su éxito posterior. La actitud platónica parece haber surgido en forma similar ante su contemporánea Esparta, una sociedad en la que aparecen varios rasgos colectivistas, o anti-individualistas, de la sociedad. Vicente Gonzalo Massot escribió: “El concepto de lo totalitario no llega hasta nosotros como uno de esos productos intelectuales trabajosamente elaborados a lo largo del tiempo, en cuya factura han colaborado, a la par, la inteligencia de los hombres y la decantación del tiempo. Si nos obligáramos a consultar un diccionario de ciencia política o de ciencias sociales anterior a 1920, notaríamos que el término en cuestión no aparece citado. Razón de más para concluir –cuando menos en primera instancia- que uno de los condicionantes del fenómeno totalitario es su carácter contemporáneo o, si se prefiere, su modernidad. El haber sido pensado y racionalizado cuando el siglo XX amanecía y con él despertaban, para asombro de las naciones, regimenes como el bolchevique en Rusia y el nacionalsocialista en Alemania, no sólo conspiró contra su correcta intelección, sino que invalidó cualquier tentativa seria de remontar la historia con el objeto de hallar sus huellas en el mundo antiguo”.

Si se enumeran las características principales de los sistemas totalitarios, se encontrará que también el peronismo presentó varias de ellas. El citado autor agrega: “Presentado como heredero de ciertas ideas propias del siglo y ornado con determinados atributos que hincan su raíz en el mundo contemporáneo –partido único de masas organizado de manera jerárquica: control físico y psicológico de las personas por parte de un sistema policíaco; monopolio de la información en manos del Estado; monopolio del uso efectivo de las armas y de las fuerzas de persuasión por parte del partido; centralización monopólica de la economía; existencia de una ideología única transformada, poco menos, en religión oficial, estructura monolítica y uniforme de toda la sociedad; Fuhrer-prinzip e imposición, por el terror, de un sistema de valores absolutos, fuera del cual nada tiene derecho a la existencia-, el totalitarismo pasó a ser patrimonio de los fascismos, primero, y de los diferentes sistemas comunistas esparcidos por el orbe, más tarde. Semejante sinonimia conspiró, pues, de manera harto efectiva, contra cualquier empresa intelectual tendiendo a buscarlo más allá de la cruz gamada y la hoz y el martillo” (De “Esparta. Un ensayo sobre el totalitarismo antiguo”-Grupo Editor Latinoamericano-Buenos Aires 1990).

En su libro “La República”, Platón propone una sociedad ideal, de tipo colectivista, presuponiendo que es el individuo quien debe adaptarse a la estructura del Estado en vez de ser la sociedad la consecuencia de que cada individuo haya adoptado una actitud moral de tipo cooperativo, como lo propone luego el cristianismo o como antes lo hizo el judaísmo y otras religiones. Bertrand Russell escribió: “Platón tuvo la habilidad de disfrazar planteamientos antidemocráticos de tal forma que engañaran a las generaciones futuras, que admiraron La República sin ser conscientes de lo que implicaban sus propuestas. Siempre ha estado bien visto alabar a Platón, pero no necesariamente entenderlo. Este es el destino común de los grandes hombres. Yo me propongo lo contrario. Yo pretendo entenderlo, pero tratarlo con tan poca reverencia como la que mostraría ante un inglés o norteamericano contemporáneo partidario del totalitarismo” (Citado en “Platón” de E. A. Dal Maschio-Bonalletra Alcompas SL-Buenos Aires 2015).

En cuanto a la actitud totalitaria, si tuviésemos que elegir un escrito representativo, podríamos recurrir a Benito Mussolini o bien al siguiente párrafo atribuido a Platón: “De todos los principios, el más importante es que nadie, ya sea hombre o mujer, debe carecer de un jefe. Tampoco ha de acostumbrarse el espíritu de nadie permitirse obrar siguiendo su propia iniciativa, ya sea en el trabajo o en el placer. Lejos de ello, así en la guerra como en la paz, todo ciudadano habrá de fijar la vista en su jefe, siguiéndolo fielmente, y aun en los asuntos más triviales deberá mantenerse bajo su mando. Así, por ejemplo, deberá levantarse, moverse, lavarse o comer…sólo si se le ha ordenado hacerlo. En una palabra: deberá enseñarle a su alma, por medio del hábito largamente practicado, a no soñar nunca actuar con independencia, y a tornarse totalmente incapaz de ello” (Citado en “La sociedad abierta y sus enemigos” de Karl R. Popper-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1992).

Resulta llamativa la creencia marxista de que el colectivismo constituirá en el futuro una etapa superadora del individualismo, ya que, históricamente, el colectivismo es algo del pasado remoto mientras que el individualismo es relativamente reciente. E. A. Dal Maschio escribe: “El individualismo […] es un invento de la modernidad, algo que hemos dado por sentado (y no siempre) solo en los dos últimos siglos y medio. En la Antigua Grecia (y en general en toda la historia anterior al siglo XVIII), el hombre es esencialmente miembro de una comunidad, y es fundamentalmente ésta la que le da un ser y lo define (qué ha de hacer, qué se puede o debe esperar de él, cómo debe comportarse y cómo no). Con matices, la diferencia entre la mentalidad moderna individualista y la del pasado sería similar a la que existe entre vivir en una gran ciudad o en un pequeño pueblo. En la gran ciudad (modernidad) damos por sentado que cada cual puede trabajar en lo que le da la gana, vestir como más le plazca, salir con quien le parezca, divertirse como más guste, sin que por ello tenga que ser objeto de la censura oficial o informal de la comunidad: que cada cual puede vivir «su» vida nos parece un derecho, un valor, con el único límite del respeto a la individualidad de los demás”.

El Estado ideal de Platón tiene cierta semejanza con el totalitarismo impuesto por el marxismo-leninismo, ya que en ambos casos existen tres clases sociales. Así, en la URSS, se trataba de la clase dirigente soviética (marxista) en el primer nivel, luego la clase constituida por militares, técnicos y profesionales, y finalmente, los obreros. El citado autor agrega, respecto de la utopía de Platón: “El Estado ideal se compone de tres clases rígidamente separadas y con funciones específicas. En el ápice los guardianes-filósofos (o el guardián-filósofo) que ordena y gobierna, a continuación los guardianes auxiliares (clase militar) que velan por el mantenimiento del orden, y por último la masa de ciudadanos productores, cuya misión se limita a abastecer de los medios necesarios para su subsistencia y las de las clases superiores”.

“No cuesta ver que la filosofía y la sabiduría coinciden con las doctrinas de Platón, que los guardianes cuyas «virtudes» los convierten en aptos para el gobierno son aquellos que comulgan con la filosofía platónica, y que el paradigma del guardián-filósofo, del filósofo-rey, es el propio Platón”.

“Sobre la clase inferior de los productores, Platón tiene poco que decir; lo importante es que «la muchedumbre» o el «rebaño» produzca y obedezca, pudiendo por lo demás dedicar sus míseras vidas a sus insignificantes quehaceres, preocupaciones e intereses. Las dos superiores, por el contrario, vivirán en un régimen de comunismo radical, compartiendo habitación, mesa e incluso mujeres e hijos, sin disponer de nada en propiedad privada, evitando así que puedan ser tentados por el egoísmo o los intereses particulares. Un Estado así organizado, en el que cada cual ocupa su lugar «natural» y cumple con las funciones que le corresponden, se encamina inevitablemente hacia el Bien y la Justicia, pues al fin y al cabo esta última no consiste en otra cosa que en que cada parte realice las funciones que le corresponde”.

Recordemos que, para Vladimir Lenin, “moral es lo que favorece al advenimiento del comunismo; inmoral lo contrario”, por lo que resulta imposible dialogar con un marxista-leninista, quien tiene en su mente una sociedad similar a la propuesta por Platón y de ahí que todos los valores y conceptos que establezca los hará con referencia a esa sociedad, y no a una sociedad real, como la que adopta como referencia la persona normal.

Adviértase que la educación estatal fue usada para el adoctrinamiento ideológico totalitario, ya se tratara de marxistas, fascistas, nazis o peronistas. Para que la planificación de Platón tuviese éxito, debería comenzarse por los niños. “Para garantizar la calidad de la materia prima (los niños) se hace necesario arbitrar una serie de medidas que contribuyan a la selección de la raza, aplicando las mismas lógicas que empleamos en la cría de perros, caballos o aves”. “El Estado regulará las uniones sexuales entre los hombres y mujeres de las clases superiores, de tal forma que los mejores procreen con las mejores y los menos aventajados con las menos aventajadas”.

Respecto de la educación en Esparta, Dal Maschio escribe: “Con solo siete años, los jóvenes espartanos eran separados de sus padres para integrarse en una suerte de academia militar estatal, donde toda la educación estaba encaminada a hacer de ellos temibles guerreros, insensibles al dolor y a los sacrificios. Allí eran adiestrados en el combate, y se les sometía a castigos extremos y penosas condiciones de vida: ataviados con un simple manto, que debía servirles tanto en invierno como en verano, se les proporcionaba la comida estrictamente necesaria para su supervivencia, pues el resto debían procurárselo por su cuenta. Una «curiosa» institución era la de la Krypteia, en la que solo tomaban parte los mejores: abandonados en localidades periféricas, con medios limitados y armados con un puñal, los espartanos podían robar y asesinar legalmente a los ilotas [pueblo dominado] con los que se encontraban, para poder experimentar la eficiencia de la propia formación militar”.

Recordemos que en los 70, los terroristas que intentaban imponer el socialismo, para ser aceptados como integrantes de Montoneros, debían asesinar a traición (no en combate) a un policía urbano para quitarle su arma y su uniforme. Como el socialismo es considerado todavía como un “elevado ideal”, gran parte de la población argentina no tiene ningún inconveniente en votar por candidatos que hayan pertenecido a Montoneros, aunque nunca hayan mostrado el menor arrepentimiento por sus crímenes. Los sueños de poder de unos, y los ideales utópicos de otros, legitiman cualquier acción requerida por el ideal socialista.

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