sábado, 30 de mayo de 2015

Obligaciones morales y materiales

El ser humano tiene dos formas principales para conformar su personalidad: en primer lugar, el propio proceso cognitivo de supervivencia, por el cual, mediante prueba y error, va adquiriendo un conocimiento de todo lo que le rodea observando tanto los efectos que producen sus acciones como descubriendo los vínculos entre causas y efectos existentes en todo lo que observa. La segunda forma la constituye la influencia del medio social circundante por la cual recibe estímulos para continuar con ciertas acciones o actitudes y también desaliento para continuar con otras.

Tanto los premios como los castigos admiten dos posibilidades extremas, ya que pueden ser de tipo moral, o psicológico, o bien pueden ser de tipo material, en cuyo caso el individuo recibe premios materializados en objetos de su agrado, mientras que los castigos los percibe en su propio cuerpo en forma de malestar o incomodidad manifiesta. El castigo material por lo general trae asociado algún tipo de sufrimiento moral autoinfligido por el propio receptor. Puede hacerse una síntesis:

Cambio interior: mediante “prueba y error”
Cambio inducido desde el exterior: mediante “premios y castigos” (morales o materiales)

Un individuo logra la madurez suficiente cuando hace innecesaria la influencia exterior, si bien los halagos nunca estarán de más por cuanto le confirman la buena senda elegida. En cierta forma logra su libertad respecto de los demás, al menos en el sentido indicado. Por el contrario, quien no tiene tal madurez, requiere de cierto control o influencia exterior.

Cuando el docente pretende que sus alumnos cumplan con los requisitos disciplinarios exigidos por el establecimiento educativo, tiene dos formas extremas de hacerlo. En la primera alternativa, considera que los alumnos tienen la madurez suficiente como para respetar las normas vigentes haciendo innecesario cualquier tipo de castigo material, obligando así a los alumnos a no fallar, presionándolos de manera que incumplir con las expectativas del docente significará una decepción ante sus ojos, lo que podrá promover un castigo moral infligido por el propio alumno que decepcionó las expectativas del docente. En la segunda alternativa les advierte acerca de las sanciones vigentes en caso de infringir alguna de las reglas establecidas, obligando a los alumnos a comportarse adecuadamente presionándolos con la amenaza de un castigo concreto o material.

El castigo moral, del que se cuida toda persona que tiene cierta autoestima, o amor propio, hace innecesario el castigo material. Por el contrario, cuando no los tiene, tiende a responder solamente al castigo material. Como en todo grupo existen ambas clases de individuos, debe ponerse en práctica ambos tipos de presión, promoviendo primero el temor a decepcionar la confianza puesta en juego por el docente, para promover adicionalmente cierta presión ante aquellos que sólo responden a los castigos o penalidades concretas.

Por lo general, cuando el docente piensa, respecto de cierto alumno, que se trata de una persona excelente, comprobando luego que no lo es, surgirá una valoración descendente y una decepción que no esperaba. Por el contrario, cuando piensa, respecto de otro alumno, que se trata de una persona con pocos valores, comprobando luego que no es así, surgirá una valoración ascendente que le traerá cierta satisfacción, aun cuando siga habiendo cierta superioridad en el que promovió la opinión descendente.

Puede decirse que el docente debe intentar lograr una respuesta favorable en sus alumnos suponiendo a priori que todos tienen suficiente autoestima como para hacer innecesaria alguna sanción concreta. Para ello tendrá en cuenta la sugerencia de Wolfgang Goethe: “Trata a la gente como si fuera lo que debería ser y la ayudarás a convertirse en lo que es capaz de ser”.

De la anterior expresión, podemos extraer la información que nos indica lo que no debemos hacer en cuestiones educativas: “Si no tratas a la gente como si fuera lo que debería ser, entonces no la ayudarás a convertirse en lo que es capaz de ser”.

La actitud indicada por Goethe, aplicada en forma exclusiva, incluso con la derogación de todo tipo de sanciones o amonestaciones, trae como contrapartida un estímulo negativo al alumno indisciplinado quien ha de ejercer acciones incompatibles con la disciplina que debe predominar en todo grupo humano. De la misma manera en que renunciar a aplicar vacunas preventivas, aduciendo que cierta enfermedad desapareció definitivamente, puede promover el retorno de una epidemia, la renuncia a aplicar sanciones materiales en los establecimientos escolares constituye el camino directo hacia la destrucción del sistema educativo. La tendencia a minimizar penas en el ámbito de la justicia, produce un efecto igualmente destructivo en toda la sociedad.

Cuando la gente se cree bastante mejor de lo que es en realidad, tiende a no respetar las leyes o convenciones establecidas, incluso al ser estimulada por la propaganda oficial que indica que “somos un país con buena gente”, aunque tal creencia nos lleve a acentuar el hecho de que estamos en “un país al margen de la ley”. Actuamos con la libertad de la persona madura, que no necesita control ni sanción exterior, cuando en realidad nos falta bastante para ello. De todas maneras, siguiendo el criterio de Goethe, las leyes deben tratar de ayudar al individuo a lograr su autonomía a través de la autodisciplina. La nobleza que obliga a realizar acciones cooperativas es la actitud asociada a la obligación moral; la que sentimos como integrantes de la humanidad. A. Ponceau escribió: “No hemos de confesarnos obligados como si esto fuese una inferioridad o una servidumbre. Por el contrario, declararse obligado es proclamar una reivindicación, colocarse en una situación de plenitud, tomar en nuestras manos el empleo de la propia vida” (Del “Diccionario del Lenguaje Filosófico”-Paul Foulquié-Editorial Labor SA-Barcelona 1967).

Cuatro son las instancias que inducen a un individuo a lograr una actitud ética adecuada:

a- Conciencia moral individual
b- Influencia del ámbito familiar
c- Influencia del ámbito social
d- Penalidades provenientes de la justicia

Cuando falla la primera instancia, y el individuo no muestra un comportamiento social adecuado, es el ámbito familiar el que deberá inducirlo a una mejora. Si falla esta segunda instancia, será el medio social (a través de la escuela, por ejemplo) quien deberá encauzarlo por el buen camino. Si aún falla esta instancia, serán las leyes las que, como última alternativa, tratarán de encauzarlo por la buena senda.

Quienes suponen que a partir de leyes adecuadas se logrará mejorar la sociedad, no tienen en cuenta que éstas constituyen una última instancia, y que sólo tiene sentido aplicarlas cuando fallaron las tres anteriores, por lo que debe apuntarse a una mejora en las etapas previas. Sin embargo, debido a que está generalizada la idea de que no existe el Bien ni el Mal, en sentido absoluto, y ni siquiera la verdad objetiva, poco podrá hacerse en las tres primeras instancias a menos que se cambie esa creencia.

La actual crisis educativa es un aspecto más de la crisis que afecta a toda la sociedad, y está asociada a la vigencia de ideas y creencias erróneas tales como la mencionada existencia del relativismo moral y cognitivo. Si se considera que no existe el Bien ni la Verdad, tampoco tiene sentido buscarlos.

Si los aspectos emotivos nos orientan en la vida, la base de la educación debería acentuar este aspecto. Daniel Goleman escribió: “Si existe un remedio, creo que debe estar en la forma en que preparemos a nuestros jóvenes para la vida. En la actualidad dejamos librada al azar la educación emocional de nuestros hijos, con resultados cada vez más desastrosos. Una solución consiste en tener una nueva visión de lo que las escuelas pueden hacer para educar al alumno como un todo, reuniendo mente y corazón en el aula” (De “La Inteligencia Emocional”–Javier Vergara Editor-Buenos Aires 2000).

Las emociones son “impulsos para la acción” y son la consecuencia de una mejora adaptativa, si bien tales aspectos deberán intensificarse dentro del marco de la evolución cultural. La base de nuestra educación emocional ha de significar la plena conciencia de la existencia de los sentimientos humanos y de sus posibles desviaciones. Daniel Goleman escribe: “En esencia, todas las emociones son impulsos para actuar, planes instantáneos para enfrentarnos a la vida que la evolución nos ha inculcado”. “Los nuevos pensamientos sostienen que nuestra sociabilidad ha sido la estrategia de supervivencia primordial de las especies primates, inclusive la nuestra”.

En esta psicología de los sentimientos, o de las emociones, el concepto básico es el de “empatía” respecto del cual Goleman escribe: “En la psicología de hoy en día, la palabra «empatía» es utilizada con tres sentidos diferentes: conocer los sentimientos de otra persona, sentir lo que esa persona siente y responder compasivamente a la aflicción de otro. Estas tres variantes de empatía parecen describir una secuencia 1-2-3: te veo, siento contigo y entonces actúo para ayudarte”. “Sentir «con» nos mueve a actuar «para»” (De “La Inteligencia Social”-Editorial Planeta Mexicana SA-México 2006).

Es oportuno tener presente que los aspectos intelectuales y afectivos son independientes: “Esas lágrimas repentinas podrían haber pasado inadvertidas. Pero darse cuenta de que el lagrimeo de alguien significa que está triste a pesar de que dice lo contrario, es un acto de comprensión tan claro como lo es el de desentrañar el sentido de las palabras de una página impresa. Uno es un acto de la mente emocional, el otro de la mente racional. En un sentido muy real, tenemos dos mentes, una que piensa y otra que siente”.

Desde tiempos remotos se enfatiza la ventaja de hacer prevalecer la razón a los sentimientos, algo no contemplado por nuestra propia naturaleza: “Esto invierte la antigua comprensión de la tensión entre razón y sentimiento: no se trata de que queramos suprimir la emoción y colocar en su lugar la razón, como afirmaba Erasmo, sino encontrar el equilibrio inteligente entre ambas. El antiguo paradigma sostenía un ideal de razón liberado de la tensión emocional. El nuevo paradigma nos obliga a armonizar cabeza y corazón. Para hacerlo positivamente en nuestra vida, primero debemos comprender más precisamente qué significa utilizar la emoción de manera inteligente”.

miércoles, 27 de mayo de 2015

El poder de la oración

La visión deísta del mundo, compatible con la ciencia experimental, considera la existencia de un orden natural establecido por leyes naturales subyacentes e invariantes, que hacen innecesaria toda posible interrupción. De ahí que descarta la posibilidad del milagro, como una contravención hacia tales leyes, siendo el milagro la interrupción momentánea de la secuencia de causas y efectos por parte de Dios, o bien la alteración de las condiciones iniciales en una secuencia de tal tipo.

Ante la posible existencia de tales intervenciones, el hombre acude a Dios en situaciones de emergencia. Para prevenirlas, lleva imágenes y símbolos religiosos, a veces considerando al propio Cristo como un amuleto de la buena suerte. En este caso, la religión moral no se distingue de un simple paganismo. Algo similar ocurre cuando la oración tiende más a parecerse a un ritual que a un pensamiento inspirado en la idea de Dios. De ahí que Cristo recomendaba: “Cuando recéis, no charléis mucho, como los paganos, que se imaginan que serán atendidos a fuerza de mucho hablar. No os parezcáis a ellos, pues vuestro Padre ya sabe qué os hace falta antes que se lo pidáis” (De “Los Cuatro Evangelios”-Mateo-Ediciones Guadarrama-Madrid 1968).

Se considera a la oración como un pedido a Dios cuya respuesta es el milagro; como si “Dios no supiera qué nos hace falta”. José María Riaza Morales escribió: “Los milagros significan la acogida favorable de una oración, son señales de aprobación, testimonios de benevolencia, advertencias, enseñanzas. Constituyen signos dirigidos por Dios al hombre, un lenguaje divino sobre el fondo de la Naturaleza. «En resumen –se podría decir con el premio Nobel de Medicina Alexis Carrel-, todo sucede como si Dios escuchase al hombre y le transmitiese su respuesta»” (De “Azar, Ley, Milagro”-BAC-Madrid 1964).

Por otra parte, Alexis Carrel escribió: “Fue generalmente admitido que no sólo no existen los milagros, sino que no podían existir. Lo mismo que las leyes de la termodinámica hacen imposible el movimiento continuo, las leyes fisiológicas se oponen a los milagros. Todavía es está la actitud de la mayor parte de los fisiólogos y de los médicos. Sin embargo, en vista de los hechos observados durante los últimos cincuenta años, no puede sostenerse esta actitud. Los casos más importantes de curación milagrosa se han registrado en la Oficina Médica de Lourdes. Nuestro concepto actual de la influencia de la oración sobre las lesiones patológicas está basado en la observación de pacientes que han sido curados casi instantáneamente de diversas afecciones, tales como tuberculosis peritoneal, abscesos fríos, osteítis, heridas supurantes, lupus, cáncer, etc. El proceso de la curación varía poco de unos individuos a otros. A menudo, un dolor agudo. Luego, una sensación instantánea de estar curado. En unos segundos, unos minutos, todo lo más unas horas, se cicatrizan las heridas, desaparecen los síntomas patológicos, vuelve el apetito”.

“El milagro se caracteriza principalmente por una extraordinaria aceleración de los procesos de reparación orgánica. No hay duda de que el grado de cicatrización de los defectos anatómicos es mucho más rápido que lo normal. La única condición indispensable para que el fenómeno se produzca es la plegaria. Pero no es necesario que sea el mismo paciente el que rece, ni siquiera que tenga fe religiosa. Basta con que alguien a su alrededor se halle en estado de oración. Estos hechos son profundamente significativos. Muestran la realidad de ciertas relaciones, de naturaleza aún desconocida, entre los procesos psicológicos y orgánicos. Prueban la importancia objetiva de las actividades espirituales, que los higienistas, los médicos, los educadores y los sociólogos han dejado de estudiar casi siempre. Abren al hombre un mundo nuevo” (De “La incógnita del hombre”–Editorial Época SA-México 1967).

Queda como alternativa suponer que el pensamiento religioso, inspirado en la idea de Dios, sea el que, en forma directa, promueve efectos curativos como los mencionados. En realidad, no existe ningún inconveniente en que el propio Creador actuase cotidianamente solucionando nuestros problemas más acuciantes. Sin embargo, los acontecimientos humanos que contemplamos parecen estar regidos por leyes naturales invariantes. De aceptar lo contrario, surge el interrogante de por qué Dios, si en realidad interviene cotidianamente, permite la existencia de hechos desgraciados, como un accidente, que podría fácilmente evitar modificando en una escena apenas algunos detalles.

La “desgracia”, justamente, se explica aduciendo que la persona que la padece está excluida de “la gracia de Dios”, por no estar protegida por las supuestas intervenciones cotidianas del Creador o por no realizar los pedidos en forma correcta o por no cumplir con los mandamientos éticos. Si se considera que la acción de Dios no lo protege ante la ausencia de oración o de ritual, estamos en una situación netamente pagana, mientras que si se trata de la ausencia de la acción del hombre, se debería al desinterés por adoptar una postura moral compatible con los Evangelios. Nancy A. Allen escribió: “Dios habla al hombre por medio de su Palabra. El hombre habla a Dios por medio de la oración”. “A veces la respuesta ha venido casi inmediatamente; en cambio en otras, hubo una dilación que nos ha estimulado a doblar nuestras rodillas, con corazones solícitos, por la desobediencia no confesada ni abandonada en nuestras vidas, que pudo impedir la respuesta. Muchas veces nuestra fe se transformó en conocimiento y nuestra esperanza en experiencia” (De “La oración eficaz”-Convención Bautista del Río de la Plata-Buenos Aires 1937).

Los accidentes, sin embargo, parecen no seguir una estricta justicia en el sentido de que no tienen en cuenta méritos ni culpas, idea mejor expresada por Jorge Luis Borges: “Ciego a las culpas, el destino suele ser despiadado con las mínimas distracciones….”.

Por lo general, la oración eficaz es la establecida por varias personas quienes, en forma conjunta, invocan a Dios para la curación de una persona enferma. Para que ello ocurra, es decir, para que exista una influencia positiva sin intervención directa de Dios, es necesaria la existencia de transmisiones telepáticas. De esa manera, es posible que la influencia mental favorable de los orantes llegue de alguna manera hasta la persona que requiere de la ayuda. Si tenemos presente el elemental sistema transmisor-receptor utilizado por Guglielmo Marconi, capaz de enviar información a grandes distancias, y lo comparamos con el complejo cerebro humano, nos extrañaría que nuestro cerebro no pudiese enviar información telepática a grandes distancias antes que sorprendernos por su posibilidad.

“En el caso de las transmisiones telepáticas he tenido la suerte de percibirlas en mí mismo. Si bien se trata de algo simple, fue suficiente para convencerme que la telepatía es algo real y natural. Cuando voy por la calle y miro a una persona, me parece que veo a alguien conocido. La miro más detenidamente y advierto que no la conozco. Sigo caminando y al dar vuelta por la esquina, o al seguir en la misma dirección, aparece la persona que antes creí ver. Esto me ha pasado más de quince veces y supongo que en otras tantas habrá sucedido algo similar sin que le haya prestado atención. Son varias veces y es posible que no haya sido sólo coincidencia, sino una transmisión telepática” (De “Una opinión sobre el mundo”-Pompilio Zigrino-Mendoza 1978).

La religión surge del hombre que mira hacia Dios de la misma manera en que el poder de la oración depende de la acción del hombre que mira a Dios. De ahí la mencionada expresión de Cristo de que “Dios ya sabe lo que nos falta antes de que lo pidamos”. De lo contrario, se caería en la conclusión de que Dios permite el sufrimiento humano cuando puede evitarlo fácilmente, o bien que la gracia de Dios es concedida sin tener en cuenta los méritos siendo su distribución poco igualitaria aunque todos seamos sus hijos. José Ferrater Mora escribió: “El término «gracia» ofrece interés filosófico principalmente en dos sentidos: el estético y el teológico. Hay ciertos elementos comunes en los dos sentidos: la gracia aparece como un don, como una concesión que se recibe sin esfuerzo o mérito, como algo que se tiene o no se tiene” (Del “Diccionario de Filosofía”-Editorial Ariel SA-Barcelona 1994).

Si concluimos con que el poder de la oración depende de nuestro pensamiento y de su transmisión subconsciente hacia los demás, no por ello debemos preocuparnos por adoptar una postura de máxima eficacia como transmisores de ondas mentales, sino que debemos preocuparnos por adoptar la actitud cooperativa asociada al mandamiento del amor al prójimo. Adicionalmente, debemos considerar la existencia de enfermedades inducidas o favorecidas por nuestro propio estado mental, de donde se advierte que la actitud cooperativa mencionada tiende a favorecer la salud en general. Caroline Myss escribió:

“Como todos los grandes místicos, santa Teresa de Jesús había alcanzado un estado cósmico y sus escritos son estudiados, respetados y apreciados en todo el mundo, aunque sus raíces siguen profundamente enterradas en sus orígenes religiosos. Su vida como monja católica era el marco necesario para incubar el genio de sus visiones místicas, que son universales por su magnitud, profundidad y capacidad para conducir a un individuo hacia una profunda experiencia de transformación mística. Baste decir que antes de mi afición por Teresa, la oración había sido para mí un acto mental repetitivo y que la gracia era algo que continuamente luchaba por definir para otros; después de Teresa, la oración se convirtió en la forma de poder más pura para mí y la gracia en el medio para entender por qué sana la gente”.

“Mientras estudiaba la obra de Teresa, me di cuenta de que el vacío que la gente expresa continuamente hoy, su búsqueda de «algo más» en la vida, no es una búsqueda de otro trabajo o de otra pareja. La gente ha perdido su capacidad de asombro, de conectar con lo sagrado: una conexión que no puede establecer intelectualmente. No quiere hablar de Dios; quiere sentir el poder de Dios. Quiere sentirse abrumada de asombro, de una forma que sólo una experiencia mística puede lograr. Quiere silenciar el intelecto que razona, exige e inquiere, y caer en esa experiencia de verdad interior que te deja sin aliento”.

“Me he dado cuenta de que curar no es una cuestión de visualizaciones, sagrados óleos, procesar heridas, encender velas ni nada parecido. En última instancia, sanar es el resultado de un acto místico de rendición, un despertar que trasciende cualquier religión. Es un diálogo íntimo de la verdad entre el individuo y lo divino” (De “Desafiar la gravedad”-Ediciones B SA-Barcelona 2012).

lunes, 25 de mayo de 2015

Aspectos biológicos del colectivismo

Los seres humanos compartimos con el reino animal varios procesos biológicos que conforman nuestro cuerpo y nuestra mente, incluidos los que afectan al comportamiento grupal. De ahí que las técnicas de domesticación de animales puedan también ser empleadas para dirigir a grupos humanos con fines políticos. El colectivismo, promovido por ideologías totalitarias, tiene como finalidad esencial anular los rasgos de individualismo para lograr un comportamiento masificado que responda a las órdenes de quienes dirigen el Estado. Para ello es esencial la existencia de un enemigo, que puede encontrarse en la propia nación: las “razas inferiores” en el caso del nazismo y la “clase social perversa” en el caso del marxismo-leninismo. Jorge Fontevecchia escribió: “Cuando el mayor etólogo del siglo XX, Konrad Lorenz, recibió el premio Nobel de Medicina en 1973, contó su historia personal durante la Segunda Guerra Mundial. Era médico, austriaco, y al invadir los nazis su país, donde también se habla alemán, lo enviaron como médico al frente. Luego fue capturado por los rusos, los que, al descubrir que se trataba de un médico, y no alemán, lo enviaron junto al Ejército Rojo a los hospitales de campaña. Lorenz pudo observar que tanto el nazismo como el comunismo producían en los hombres las mismas desviaciones que en las aves salvajes habían generado los procesos de domesticación que él mismo había experimentado. «Me aterré, y aún lo estoy, con la idea de que estos procesos degenerativos son aplicables a humanos», declaró”.

“Estas vivencias le permitieron en 1961 escribir para la Universidad de Harvard sobre los peligros del adoctrinamiento, en su libro «Evolución y modificación de la conducta». En otro de sus libros, «Sobre la agresión: el pretendido mal», Lorenz explica que cualquier estructura grupal primitiva, desde una compañía de soldados hasta una simple clase de escolares, es perfectamente capaz de crueldad colectiva con cualquier extraño al grupo” (De “Entretiempo”-Aguilar-Buenos Aires 2005).

Los movimientos de masas se basan en la “fuerza del odio y la mentira” en oposición a los constituidos por individuos, que se basan en la “fuerza del amor y la verdad”. Es posible contemplar el caso de un hombre que apenas puede elaborar pensamientos que requieran un poco de imaginación y que, por ello mismo, muestra cierto menoscabo personal. Sin embargo, en cuanto tiene la posibilidad de odiar y de insultar a alguien, pareciera que su personalidad ha adquirido un “carácter fuerte”. Luego, la asociación con otros seres “poco pensantes” potenciará su actitud. Fontevecchia agrega: “Se darán las mismas reacciones puramente instintivas de burla frente a un individuo físicamente anormal o un compañero obeso, como frente a personas cuyas normas sociales, culturales o religiosas sean distintas, o quien hable con un acento diferente”.

“Para Lorenz, la necesidad instintiva de ser miembro de un grupo bien unido y que luche por ideales comunes es tan fuerte y estimulante que tiene importancia secundaria saber cuáles son esos ideales y si tienen algún valor”. “Una vez que se fija una valoración emocional, el individuo vivirá, luchará y, en ciertos casos, guerreará ciegamente por ese valor. Ya sea una nación, una religión, un club de fútbol, un grupo de rock, una tribu ciudadana o el Ku Klux Klan”.

“Entusiasmo deriva del griego y significa endiosamiento. Para los filósofos, el entusiasta tiene su alma en tránsito inspirada en algo divino. De ahí su pretensión de certidumbre y confianza inmutables. Voltaire decía que era una devoción mal entendida, porque la razón ve las cosas como son mientras que el entusiasmo las ve como quiere que sean. El entusiasmo sería como una borrachera de la razón”.

Mientras que el educador busca que el alumno incorpore conocimientos y adquiera actitudes cooperativas, el ideólogo totalitario espera de sus seguidores respuestas instintivas ante los eslóganes partidarios. “Lorenz compara esa reacción irreflexiva hacia un solo fin, a la que denominaba entusiasmo militante, con el procedimiento de condicionamiento automático que Pavlov inducía en los animales durante sus experimentos”.

“El demagogo puede producir entusiasmo militante reflejo igual que un médico hace levantar la pierna del paciente con un golpe en la rodilla. Para ello, fabricará enemigos, se postulará como líder que resolverá la amenaza y –lo más importante- juntará la mayor cantidad de adeptos posibles”.

La muchedumbre humana masificada ha sido comparada con un conjunto numeroso de peces que renuncian a su individualidad para sentirse exclusivamente partes integrantes del grupo. “La cantidad hace diferencia porque la reacción cambia cuando cambia el número de individuos: las grandes multitudes inspiran estremecimiento sagrado y ejercen atracción hipnótica. Al igual que en las muchedumbres anónimas de peces, la cohesión es mayor cuanto mayor sea el número de integrantes. Tantos no pueden estar equivocados, parecería pensar el subconsciente colectivo”.

“Pero la lógica de un cardumen es otra: la fuerza, el impulso y el tamaño son proporcionales de modo que miles de peces conformen un solo y enorme pez. Es decir, no hay individuos sino masa y la comunicación entre las partes no es racional sino eléctrica, al igual que dentro de un mismo cuerpo”.

La idea de igualdad entre los hombres, propuesta por el cristianismo, sugiere prestar una similar importancia a las penas y alegrías ajenas como a las propias, aunque resulta severamente distorsionada cuando la palabra “igualdad” implica la de los peces dentro del cardumen. “No hay jerarquías: cualquier integrante puede desencadenar efectos en los demás por atracción mutua de uno sobre otro. Ni tampoco estructura: todos ejercen una influencia recíproca entre sí. Si alguno ve un peligro y se da a la fuga, todos lo seguirán contagiados en su temor. Es la forma más antigua de sociedad y la más común entre los invertebrados”.

El peligro existente en las sociedades masificadas, especialmente las que caen bajo el totalitarismo, radica en la desinhibición del líder ocasional ya que puede generar severas catástrofes sociales, como fueron los casos de Stalin y de Hitler. “El peligro de las muchedumbres lo demostró el biólogo Erich von Holst, quien experimentó quitándoles a los peces la parte del cerebro que les permitía comer, nadar y ver de la misma forma que los demás a la vez que perder todas sus inhibiciones. Los otros peces, cuando por cualquier causa deseaban nadar en alguna dirección diferente de la del cardumen que integraban, vacilaban y rápidamente abandonaban la idea de separarse de sus congéneres. El pez descerebrado, al haber perdido esa preocupación, nadaba decidido hacia cualquier objeto que le resultara atractivo y de una forma tan segura que todo el cardumen lo terminaba siguiendo. Es decir, su defecto lo convertía en jefe. La importancia de la desinhibición, a veces hasta por sobre el talento, es palpable en el show business”.

En países subdesarrollados, los líderes populistas no solamente son convertidos en jefes, sino también en próceres nacionales, tales los casos de Perón, Kirchner y el Che Guevara. Jorge Fontevecchia agrega: “La cohesión que mantiene unida a una tropa anónima es muy diferente de la generada por la amistad personal, la admiración, la identificación y otros nobles sentimientos que caracterizan a lo mejor de la sociedad humana”.

A pesar de los nefastos resultados promovidos por el socialismo, tanto por el nacional-socialismo alemán como por el socialismo internacional soviético, goza de gran aceptación en una parte importante de los “intelectuales”, especialmente en el segundo caso ya que la discriminación social de clases es aceptada y no así la discriminación racial o étnica, aunque produzcan resultados similares. “El hombre en masa pierde su libre albedrío, se siente sin culpa porque delegó su responsabilidad al grupo. En el todo, nadie es uno”. “El totalitarismo aprovecha la grandeza de actuar en nombre de todos para hacer a uno por uno superfluos: la masa es precisamente puro número”.

“La filósofa judía Hannah Arendt, en su libro «La condición humana», se refiere a las masas diciendo: «Comprimidos los unos contra los otros, cada uno está absolutamente aislado de todos los demás». De ahí el poder de los organizadores, que no pocas veces se terminan sirviendo de las masas para su propio beneficio”. “Arendt sostenía que «los hombres, aunque han de morir, no han nacido para eso sino para comenzar», y es esa capacidad de los hombres de agregar algo nuevo, algo propio, lo que los totalitarismos no pueden soportar. Para combatir lo nuevo, suprimen la individualidad y con ella la espontaneidad. El totalitarismo es el gobierno de nadie que termina siendo, en lugar de un no gobierno, un supergobierno. Como el partido único de Lenin, que bajo la premisa de ser la máxima expresión de la democracia porque representaba a la mayoría proletaria, asesinó el concepto de democracia totalizando el concepto de mayoría”. “La agresividad de las masas es un perro rabioso que los políticos siempre lanzan contra sus opositores con el cuidado de que no se vuelva contra su amo”.

En forma semejante a la garrapata, que anestesia parcialmente la piel del perro en donde se instala, para que pase inadvertida su invasión, el ideólogo populista o totalitario tiende a disfrazar sus intenciones utilizando palabras y discursos similares a los de las personas honestas, aunque previamente haya cambiado el significado de la mayor parte de los conceptos empleados en temas sociales. Términos tales como igualdad, justicia social, democracia, derechos humanos, etc., son palabras que han sido tergiversadas para que la “ley de Marx” sea aceptada como algo indiscutible, evidente y obvio, ya que ni siquiera hace falta pensar en ello, implicando dicha “ley” que las personas que tienen cierto éxito económico son perversas mientras que quienes no lo tuvieron son sus víctimas inocentes (lo que a veces puede ser cierto). De ahí la imperiosa necesidad de revertir la situación a través de la expropiación total o parcial de las pertenencias o de las ganancias empresariales. La intensidad de la lucha de clases y la violencia instalada dependerá de la efectividad de la tergiversación antes señalada. Alejandro Katz escribió:

“El balcón ocupó el lugar del púlpito, se pronunciaron arengas a cambio de sermones, el ocasional líder tomó el lugar del sacerdote”. “La política de masas del siglo XX, con su apelación a las emociones y a los sentimientos colectivos, se fue desfigurando en igual medida en que la sociedad sufrió transformaciones. Desde hace veinte años, se conformó un régimen del discurso político que ya no es estrictamente el de la palabra religiosa, sino el de la palabra espectáculo. A la vez modo de organizar la ignorancia acerca de lo que está ocurriendo y de ocultar la historia común y la propia historia de quienes la pronuncian, la palabra espectáculo –heredera de la palabra religiosa en la sociedad de la comunicación- produce, como dice Guy Débord, «relatos imposibles de verificar, estadísticas incontrolables, explicaciones inverosímiles y argumentos insostenibles»” (De “El simulacro”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2013).

sábado, 23 de mayo de 2015

Innovación empresarial: la enseñanza de Steve Jobs

La economía de mercado requiere de una permanente innovación ante el asedio de la competencia. Quedarse en el mismo lugar implica retroceder respecto de los demás y quedar fuera del mercado en poco tiempo. De ahí la imperiosa necesidad de renovar productos y de vislumbrar las necesidades del consumidor. Uno de los más destacados innovadores, Steve Jobs, transformó siete industrias asociadas a la electrónica y a la informática: ordenadores personales, películas de animación, música, telefonía, tabletas informáticas, tiendas digitales y edición digital.

Supo reunir en su persona las aptitudes del técnico y del humanista, absorbiendo las influencias californianas de los 60. Walter Isaacson escribió: “Steve Jobs era el resultado de los dos grandes movimientos sociales que surgieron en la zona de la bahía de San Francisco a finales de los sesenta. El primero era la contracultura de los hippies y los activistas antibélicos, que se distinguía por las drogas psicodélicas, la música rock y el desafío a la autoridad. El segundo era la cultura tecnológica y hacker del Silicon Valley, llena de ingenieros, obsesos de la tecnología, radioaficionados, piratas telefónicos, ciberpunks, aficionados y emprendedores de garaje”.

“Jobs vinculó las humanidades con las ciencias, la creatividad con la tecnología. Hubo mejores tecnólogos (Wozniak, Gates), y sin duda mejores diseñadores y artistas. Pero nadie más en nuestra era pudo combinar mejor la poesía y los procesadores, y potenciar con ello la innovación” (De “Steve Jobs. Lecciones de liderazgo”-Debate-Buenos Aires 2015).

Mientras que el innovador prioriza el producto final pensando en las ventajas del cliente, el financista de la empresa tiende a optimizar las ganancias pensando en las ventajas de los accionistas. Jobs se identifica con la primera opción. “John Sculley, que dirigió Apple entre 1983 y 1993…se centró más en cómo maximizar los beneficios que en el diseño del producto, y Apple fue decayendo poco a poco. «Yo tengo mi propia teoría sobre por qué las empresas se vienen abajo –me contó Jobs-. Crean algunos productos fantásticos, pero entonces la gente de los departamentos de ventas y publicidad se adueña de la compañía, porque son ellos los que pueden aumentar los beneficios. Cuando los chicos de ventas dirigen la compañía, los de operaciones dejan de tener importancia, y muchos de ellos desconectan»”.

“«Mi pasión siempre fue construir una empresa duradera en la que la gente se sintiera motivada para crear grandes productos. Todo lo demás era secundario. Por supuesto, era fantástico obtener beneficios, porque eso es lo que te permite crear grandes productos. Pero la motivación eran los productos, no los beneficios. Sculley alteró esas prioridades y convirtió el dinero en la meta. Es una diferencia sutil, pero acaba por afectar a todos los campos: la gente a la que contratas, quién asciende y qué se discute en las reuniones»”.

Jobs consideraba que era conveniente una intensa comunicación entre sus colaboradores de manera de promover el intercambio de ideas. Por ello sugirió un diseño, para el edificio de Pixar, que facilitara los encuentros fortuitos. Isaacson agrega: “Dispuso el diseño del edificio de Pixar de forma que potenciara los encuentros y las colaboraciones casuales. «Si un edificio no favorece ese tipo de cosas, te pierdes gran parte de la innovación y la magia que surge de los encuentros fortuitos –señaló- Así que diseñamos el edificio para que la gente saliera de sus despachos y se mezclaran todos en el atrio con otras personas a las que, de otro modo, no verían»”.

“«En esta era interconectada existe la tentación de creer que las ideas pueden desarrollarse a través de mensajes de correo electrónico y en el iChat –me comentó-. Eso es una locura. La creatividad surge en las reuniones espontáneas, en las discusiones imprevistas. Te encuentras con alguien, le preguntas qué está haciendo, dices ¡Uau! y de pronto te encuentras cavilando todo tipo de ideas»”.

De la misma manera en que es más importante crear una máquina que fabrique un producto en serie en lugar del producto en sí, para Jobs su creación más importante fue Apple. Para los países subdesarrollados es ésta una enseñanza de gran importancia, especialmente cuando todos piensan en redistribuir las ganancias de las empresas establecidas en lugar de preocuparse por promover la creación de nuevas empresas. “Una vez le pregunté cuál consideraba que era su creación más importante, y pensé que me iba a responder que eran el iPad o el Macintosh. En vez de eso contestó que había sido Apple. El hecho de haber creado una empresa duradera, según él, era mucho más difícil y mucho más importante que crear un buen producto”.

Cuando Jobs regresa a Apple en 1997, tuvo que decidir la forma de revertir la decadencia. Su principal decisión consistió en reducir drásticamente la cantidad de productos fabricados por la empresa para concentrarse en satisfacer la demanda en base a sólo cuatro conceptos principales, indicando en una pizarra las palabras Consumidor, Profesional, Escritorio y Portátil. “Entonces le dijo a su equipo que su trabajo era centrarse en cuatro productos que fueran excelentes, uno para cada cuadrante. La fabricación de todos los demás dispositivos debía suspenderse”. “«Decidir lo que no hay que hacer es tan importante como decidir lo que hay que hacer –me dijo-. Esto sirve para las empresas, y también para los productos»”.

Durante el desarrollo de la computadora digital se advertía que, mientras mayor fuese la sencillez del hardware, se requeriría una mayor complejidad del software, debiendo elegirse la combinación de ambos que resultara más ventajosa, o más accesible para el fabricante. Para la fabricación de dispositivos de uso masivo, aparece una situación similar: mientras más sencillo es un producto, y más fácil resulta utilizarlo, mayores deberán ser las dificultades para el diseñador. También en este caso Jobs se decide por la sencillez para el usuario, dejando las exigencias y los dolores de cabeza para los diseñadores de Apple. “Jobs perseguía la sencillez que se alcanzaba al conquistar la complejidad, en lugar de ignorarla. Se dio cuenta de que lograr una simplicidad tan profunda daría lugar a una máquina que se adaptara al usuario de forma intuitiva en vez de suponerle un desafío. «Hace falta mucho trabajo –afirmaba- para que algo resulte sencillo, para comprender de verdad los desafíos latentes y obtener soluciones elegantes»”.

La innovación empresarial no sólo requiere creatividad para perfeccionar dispositivos ya existentes, sino también capacidad para advertir los inexistentes. En estos casos la empresa produce un salto hacia delante, requerido especialmente en épocas de estancamiento o retroceso. “El distintivo de una empresa innovadora no es sólo ser la primera en tener nuevas ideas, también es saber cómo dar un salto al frente cuando se encuentra rezagada. Eso es lo que ocurrió cuando Jobs diseñó el primer iMac. Se centró en lograr que fuera útil para manejar fotografías y los videos del usuario, pero se quedó atrás a la hora de gestionar la música”. “Pero en lugar de limitarse a alcanzar a los demás actualizando la unidad de disco del iMac, decidió crear un sistema integrado que transformase toda la industria musical”.

Los estudios de mercado, que se realizan antes de lanzar un nuevo producto, pueden no resultar de interés cuando se trata de una innovación tecnológica, ya que sus ventajas pueden no ser advertidas por el público antes de conocerlo en detalle. De ahí que Jobs era reacio a efectuar tales estudios como guía y orientación para la innovación. “Cuando Jobs se llevó de retiro al equipo del primer Macintosh, uno de los miembros preguntó si debían realizar algún estudio de mercado para averiguar qué querían los clientes. «No –respondió Jobs-, porque la gente no sabe lo que quiere hasta que se lo muestras». Entonces recordó la cita de Henry Ford: «Si les hubiera preguntado a los clientes qué querían, me habrían contestado: ¡Un caballo más rápido!»”.

Fue llamativa la capacidad de Jobs para convencer y presionar a sus colaboradores y proveedores para realizar trabajos en tiempos breves cuando todo parecía indicar que sería imposible lograrlo. “La famosa y en ocasiones infame capacidad de Jobs para forzar a los demás a lograr lo imposible fue bautizada por sus compañeros como su «campo de distorsión de la realidad» a raíz de un episodio de Star Trek en el que los alienígenas crean una realidad alternativa convincente con el poder de su mente. Uno de los primeros ejemplos fue cuando Jobs, mientras trabajaba en el turno noche en Atari, presionó a Steve Wozniak para que crease un videojuego llamado Breakout. Woz le advirtió de que iba a necesitar meses, pero Jobs se quedó mirándolo fijamente e insistió en que podía hacerlo en cuatro días. Woz sabía que aquello era imposible, pero acabó consiguiéndolo”.

La presentación de un producto forma parte del atractivo que ofrece ante la mirada del cliente, de ahí la importancia dada a todo gabinete e, incluso, envoltorio. “Jobs sabía que la gente se forma una opinión sobre una empresa o un producto basándose en cómo está presentado y empaquetado: «Mike [Markkula] me enseñó que la gente sí juzga un libro por la cubierta», me reveló”. “Cuando estaba preparándose para lanzar el Macintosh, en 1984, Jobs se obsesionó con los colores y el diseño de la caja. También dedicó mucho tiempo a diseñar y rediseñar las cajas, parecidas a joyeros, en la que reposan el iPod y el iPhone, y patentó sus diseños. Tanto él como Ive creían que desempaquetar un producto es un ritual que relata una historia, como el teatro, y que anticipa sus virtudes. «Queremos que, cuando abras la caja de un iPhone o de un iPad, la experiencia táctil condicione cómo vas a percibir el dispositivo», señaló”.

El hábito de la perfección debía incluir aquello que no fuera accesible a la vista del usuario. “El perfeccionismo de Jobs afectaba incluso a las partes que no se veían. Cuando era pequeño, había ayudado a su padre a construir una valla alrededor del patio trasero, y éste le dijo que debían poner el mismo cuidado en la parte trasera que en la frontal. «Pero si nadie se va a enterar», afirmó Steve. Su padre le respondió: «Pero tú si que lo sabrás». Un verdadero artesano utiliza una buena pieza de madera incluso para la parte posterior de un armario que va a ir contra la pared, le explicó su padre, y ellos debían hacer lo mismo con la parte trasera de la valla. El sello del artista era precisamente esa pasión por la perfección”.

Si tuviésemos que sintetizar el mensaje de Steve Jobs al mundo empresarial, puede decirse que sugirió priorizar la satisfacción del cliente junto al bienestar propio por haber realizado un producto de calidad. El beneficio empresarial también debe tener en cuenta los aspectos emocionales del trabajo. De esa forma se conseguirán adicionalmente beneficios económicos para todos los integrantes del proceso productivo. Alterar tal prioridad redundará en acortar la vida de la empresa.

viernes, 22 de mayo de 2015

Relaciones laborales y explotación

Las virtudes y defectos de los seres humanos se evidencian en todas sus acciones, por lo que, también en el ámbito de las relaciones laborales encontraremos intercambios excelentes y pésimos, con una variación gradual entre ambos extremos. Gerry Lange y Todd Domke han simbolizado tales extremos con las figuras históricas de Caín (el malo) y su hermano Abel (el bueno), asesinado por aquél, escribiendo al respecto: “Sería un error considerar a Caín la reencarnación de Iván el Terrible. Obviamente no es un demonio. Si busca a una persona abiertamente corrupta o notoriamente deshonesta, no reconocerá a Caín cuando se tropiece con él. Ni tampoco Caín se reconocería como tal”. “Pero su carácter ambicioso es reconocible. Caín está tan motivado por la ambición que hará casi cualquier cosa para satisfacer sus ansias de éxito. Para salirse con la suya utilizará y manipulará a los demás; apuñalará por la espalda (y sin remordimientos) a un compañero de trabajo; no sólo engañará a los que trabajan con él, sino que abusará de ellos y les amargará la vida –y se enorgullecerá de ello-. ¿Por qué? Porque no sólo quiere ascender y sofocar cualquier competencia posible, sino que también quiere y necesita demostrarse a sí mismo que es superior en poder y status”.

“Pero ¿cómo puede aceptarse a sí mismo? ¿Cómo puede actuar de la forma que actúa y aún así mirarse en el espejo? La respuesta es: Caín puede aceptarse porque se miente a sí mismo”. “Él es el maestro del arte del engaño por excelencia: el autoengaño”. “La mentira más rápida y más fácil es la que uno se dice a sí mismo. Sólo tiene que viajar de una sinapsis a otra y queda alojada para siempre en el subconsciente”.

“Hasta cierto punto todos nos mentimos a nosotros mismos. «Nos hacemos ilusiones» es una manera bonita de decirlo. Pero para Caín el autoengaño es un mecanismo operativo básico”. “Este descaro es importante para comprender a Caín, porque pocas personas pueden considerarse malvadas y comportarse con una maldad confesa. No olvide que hablamos de personas «civilizadas», personas que tienen empleos respetables en empresas, el gobierno y otras instituciones. No hablamos de psicópatas violentos ni de cómo los Borgia consolidaron su poder envenenando a sus rivales”.

“Buena parte del tiempo, Caín tratará con la gente con franqueza, honestidad y consideración. Puede que quiera a su familia y esté realmente unido a unos amigos. Como cantaba con voz suave Dean Martin: todo el mundo quiere a alguien alguna vez”. “Pero cuando Caín ve la oportunidad de progresar, o cuando su interés personal se ve amenazado, entonces ¡cuidado Abel!” (De “Caín y Abel en el mundo laboral”-Plaza & Janés Editores SA-Barcelona 2002).

Las relaciones laborales negativas pueden considerarse como las distintas alternativas en que Caín puede actuar: como empresario, como socio o como empleado, es decir, con personas bajo su mando, al mismo nivel o en condición de dependencia. En cada caso buscará sus ventajas personales aun a costa del perjuicio a los demás. Analizaremos las posibles alternativas:

a- Desigualdad económica en ausencia de mercado, o mercado poco desarrollado:
Al no existir competencia suficiente entre distintas empresas, porque hay una sola, o muy pocas, el empleado tiene que optar por aceptar todo lo que se le ocurra al empresario que le da trabajo o bien por la desocupación. “Caín está convencido de que tiene que degradar y devaluar a los demás para justificar el hecho de que se aprovecha de ellos. Se autoconvence de que otras personas merecen ser explotadas porque son, según su propia definición, estúpidas o, como él mismo, deshonestas y manipuladoras. Puede que Caín no se conforme con convencerse a sí mismo; puede que recurra a la ridiculización de Abel (a sus espaldas) para tratar de justificar adicionalmente sus propios sentimientos y conducta pinchando tanto a los demás que al final estarán de acuerdo con la opinión que él tiene de Abel”.

b- Desigualdad económica, social, etc. en el capitalismo estatal (socialismo):
Al no haber competencia entre empresas por cuanto todas pertenecen al Estado, el empleado debe aceptar lo que le diga Caín (los administradores del Estado) o ser ubicado por el propio Estado en otra empresa estatal. El socialismo surge de la creencia básica de que todos los sistemas capitalistas son mercados poco desarrollados y que están constituidos por caínes (burguesía) y abeles (proletariados). De ahí que proponen que todo el poder pase al proletariado, en teoría, aunque en realidad ninguna de las dos clases sociales asume el poder, sino que lo hace “la nueva clase”; la clase política. “Dos líderes comunistas discuten sobre la ideología, la política y sus propias historias: -No sé por qué me discutes a mí, Mijail, si yo sé de esto; yo provengo de una familia proletaria, mientras que tú provienes de una familia adinerada: eres de origen burgués. –Cierto, Boris, pero algo tenemos en común…¡Ambos traicionamos a nuestras respectivas clases!” (De “Odiar es pertenecer” de Rudy y Eliahu Toker-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2012).

c- Desigualdad económica en un mercado desarrollado:
Hay competencia entre empresas. El empleado no conforme con su trabajo, su sueldo o su empleador, puede irse a otra empresa. El empresario debe pagar salarios que conformen al empleado para poder mantenerlo en su empresa. De lo contrario, pierde parte de capital humano, que es el principal capital empresarial. Caín se ve presionado por las circunstancias a limitar sus excesos.

d- Igualdad económica entre socios de una empresa:
Existen abusos cuando uno de los socios trabaja menos que otros, o hace trampas, generando conflictos que llevan a la disolución de la empresa. “Con frecuencia Caín dirá a cualquiera que lo escuche: «No es cuestión de dinero» o «No me importa el poder». Como la luz reflejada en un espejo, las palabras de Caín son el reverso de lo que realmente le importa y lo que supone que le importa a todo el mundo. Caín no puede evitar creer que los demás están motivados por los deseos más corruptos, ya que esto es lo que ansía su propia ambición. Al negar sus verdaderas motivaciones, se convence de que es superior a todos los demás y esto refuerza su sensación de que su comportamiento está justificado”.

e- Igualdad económica entre empleados:
En este caso, Caín trata de lograr ascensos o mejoras salariales incluso tratando de perjudicar a sus propios compañeros, quienes en realidad son para él competidores y enemigos. “Con el tiempo la conducta de Caín infecta a los demás. Crea una contaminación conductual general que envuelve el entorno de la empresa; todo el mundo se ve obligado a actuar como él por puro instinto de supervivencia. La confabulación, la intriga, la conspiración y la paranoia sustituyen a la cooperación entre compañeros”.

f- Desigualdad económica, el empleado se aprovecha del empleador:
En países con leyes laborales muy favorables al empleado, hay casos en los cuales el empleado hace realmente lo que le venga en ganas buscando que el empresario lo eche del trabajo y le pague la indemnización por despido que marca la ley. Como el monto de la misma puede resultar inaccesible para una pequeña empresa, el empresario se verá perjudicado ante esa situación. La “industria del despido”, promovida por abogados laborales, ha logrado que los nuevos empleos se ofrezcan mediante contrato por un tiempo limitado o bien a través de la tercerización de actividades.

Para la mayor parte de los intelectuales, y de la opinión pública, la relación laboral entre Caín el malo y Abel el bueno, sólo se da en el mercado poco desarrollado o inexistente, ignorando los demás casos. De ahí que, en lugar de promover la formación de un mercado desarrollado, como lo pretende el liberalismo, se tiende a promover el socialismo o capitalismo estatal. Para ello se parte de la base de que los dirigentes de tal sociedad, que no son empresarios ni obreros, es decir, que nunca produjeron nada ni lo van a hacer en el futuro, son las personas indicadas para dirigir la economía y el resto de las actividades. En la actualidad, no hay que ser un genio para advertir y admitir los fracasos del socialismo, pero hay que ser muy necio para negarlos.

La explotación laboral que establece el Estado en los países socialistas es bastante conocida como para ser negada sistemáticamente, a menos que se busque ocupar un lugar importante en el futuro Estado socialista que se propone lograr. La médica cubana Hilda Molina escribió: “Mi primera jornada en el hospital de Mostaganem resultó esclarecedora. Al firmar mi contrato comprobé que el gobierno cubano cobraba muchas divisas por mi trabajo, tantas que la cifra final ascendió a más de un cuarto de millón de dólares. Yo, al igual que el resto de mis compatriotas, recibía sólo un pequeño estipendio en dinares argelinos que apenas garantizaba la supervivencia, al tiempo que en Cuba entregaban a mi madre mi modesto salario en pesos cubanos”.

“Supe también que mi presencia en Argelia no obedecía a una situación de catástrofe. El verdadero motivo era que los neurocirujanos de ese país se negaban a trabajar en Mostaganem y preferían hacerlo en ciudades más importantes con vistas a satisfacer sus intereses lucrativos. Conocí además que a los galenos cubanos nos obligaban a residir cual becarios adolescentes, varios en un mismo apartamento. Y confirmé que, tanto para las autoridades de la isla como para sus representantes en Argelia, los especialistas de la salud no éramos más que una dotación de esclavos ingenuos, obedientes, abnegados y excelentes productores de dólares”.

“….Y yo, una indefensa mujer, viajaba sola junta al chofer hasta el hospital donde en horario nocturno únicamente trabajaban hombres argelinos. El peligro que esto implicaba para mi seguridad y para mi salud no importaba ni a los diplomáticos ni a los funcionarios cubanos. A ellos solamente les interesaban las divisas que el régimen recaudaba por cada una de mis guardias, los dólares que fluían a partir de mi riesgoso trabajo y de mis inolvidables dolorosos sacrificios” (De “Mi verdad”- Grupo Editorial Planeta SAIC–Buenos Aires 2010).

Una sociedad sin propiedad individual, como en una familia, o en una congregación de sacerdotes, o en un kibbutz israelí, es atractiva para muchos suponiendo que tal tipo de organización ha de anular a los caínes que abundan y proliferan por todas partes. Sin embargo, la unión de las personas a través de vínculos materiales, como el trabajo o la propiedad, sólo tiene sentido si primeramente se ha establecido una unión a través de vínculos afectivos. Así, cuando Cristo sugiere “amar al prójimo como a uno mismo”, sugiere compartir las penas y las alegrías de los demás como propias. Una vez establecido el vínculo afectivo, los vínculos materiales sólo lograrán atarnos a los demás restringiendo todo tipo de libertad, tan necesaria para el desarrollo de todas nuestras potencialidades individuales.

miércoles, 20 de mayo de 2015

El conocimiento autorreferente

La ciencia experimental resulta ser el mejor método para adquirir conocimientos, no solamente por el empeño puesto en la verificación de sus hipótesis, sino también por ser una actividad en la cual los avances establecidos por un científico son tenidos en cuenta por el resto. De ahí que Albert Einstein consideraba que “la labor del científico está tan ligada a la de los científicos contemporáneos y a la de los que le precedieron, que parece casi un producto de su generación”.

El propio Einstein, antes de enunciar la teoría de la relatividad, tuvo en cuenta las opiniones que sobre el tiempo y el espacio habían manifestado algunos filósofos. Sin embargo, luego de la aparición de dicha teoría, muchos la ignoraron completamente incluso al escribir sobre esos temas. Esta actitud puede denominarse como “conocimiento autorreferente”, que no tiene en cuenta a la ciencia una vez que ésta logra resultados verificables. Mario Bunge escribió: “En «El Ser y el tiempo» (1927), el libro que lo hizo famoso de la noche a la mañana, Heidegger definió el tiempo así: «El tiempo es la maduración [o el desarrollo] de la temporalidad». ¿Qué significa este enunciado, que Heidegger formuló dos decenios después de que la teoría de la relatividad especial diera lugar a una voluminosa literatura sobre la naturaleza del tiempo? Ni Heidegger ni sus discípulos nos lo han dicho, porque esa oración carece de sentido” (De “Provocaciones”-Edhasa-Buenos Aires 2011).

Los escritos de los filósofos autorreferenciales tienden a ser poco claros, careciendo de vinculaciones con la ciencia de su tiempo. Bunge agrega: “Una característica común a los textos de Hegel, Husserl y Heidegger es su hermetismo, y otra característica es la ausencia de una argumentación. Se espera del lector que dé su consentimiento al autor sin discutir”.

“El primero, el más célebre de los idealistas objetivos, escribió sobre temas importantes, pero lo hizo con una oscuridad tal que dio lugar a tres escuelas, que lo interpretaron de sendas maneras incompatibles entre sí: los hegelianos de izquierda, entre quienes se encontraban futuros comunistas como Marx; los centristas, como Benedetto Croce; y los derechistas, entre quienes descolló Giovanni Gentile, colaborador y ministro de Educación de Mussolini”. “Edmund Husserl, un matemático fracasado, se ocupó de sí mismo: fundó la fenomenología o egología, la descripción del yo interior, y desdeñó los principales problemas de la filosofía: los de la naturaleza del mundo, el conocimiento del mismo, la recta conducta y la sociedad justa. Como Hegel, fue tan críptico que tuvo discípulos de varios colores, tales como Max Scheler, que se interesó por los problemas sociales, Nicolai Hartmann, quien eventualmente renegó de su maestro y esbozó una teoría interesante del mundo; y Martin Heidegger, uno de los peores macaneadores de todos los tiempos”.

A pesar de que el conocimiento autorreferente resulta incompleto y poco confiable, poco recomendable para quienes pretendan constituirse en intelectuales, o pensadores de cierto nivel, es común entre sus cultores la pretensión de ubicarse en la cima del conocimiento. Hans Reichenbach escribió: “Los sistemas filosóficos, en el mejor de los casos, han reflejado la situación del conocimiento científico de su época; pero no han contribuido al desenvolvimiento de la ciencia. El desarrollo lógico de los problemas es labor del científico; su análisis técnico, aun cuando a menudo se halla dirigido hacia pequeños detalles y rara vez se realiza con propósitos filosóficos, ha ampliado la comprensión del problema hasta que, con el tiempo, el conocimiento técnico fue lo suficientemente completo para poder dar respuesta a las preguntas filosóficas”.

“Los libros de texto de filosofía generalmente incluyen un capítulo sobre la filosofía del siglo XIX escrito en el mismo tono que los que tratan de la filosofía de los siglos anteriores. Este capítulo menciona nombres como los de Fichte, Schelling, Hegel, Schopenhauer, Spencer y Bergson, y comenta sus sistemas como si fueran creaciones filosóficas situadas en la misma línea de los sistemas de los periodos precedentes. Pero la filosofía de los sistemas termina con Kant, y es un error de la historia de la filosofía el discutir sistemas posteriores en el mismo nivel que los de Kant o Platón. Los sistemas anteriores reflejan la ciencia de su tiempo y dieron pseudorespuestas cuando no podían darse otras mejores. Los sistemas filosóficos del siglo XIX fueron construidos en los momentos en que se estaba elaborando una nueva filosofía; son el producto de hombres que no se dieron cuenta de los descubrimientos filosóficos inmanentes a la ciencia de su tiempo y que desarrollaron, bajo el nombre de filosofía, sistemas de ingenuas generalizaciones y analogías. En ocasiones fue el persuasivo lenguaje de sus exposiciones, en otras la sequedad pseudo-científica de su estilo, lo que impresionó a sus lectores y contribuyó a su fama. Pero, considerados históricamente, estos sistemas podrían compararse más bien al término de un río que después de correr por fértiles tierras terminara por secarse en el desierto”.

“El filósofo de la escuela tradicional muchas veces se ha rehusado a reconocer al análisis de la ciencia como filosofía, y continúa identificando la filosofía con la invención de sistemas filosóficos. No se da cuenta de que los sistemas filosóficos han perdido su significación y de que su función ha sido asumida por la filosofía de la ciencia. El filósofo científico no teme este antagonismo. Deja al filósofo anticuado que siga inventando sus sistemas filosóficos –para los que puede haber todavía un lugar dentro del museo filosófico que lleva el nombre de historia de la filosofía- y se pone a trabajar”.

“La filosofía especulativa quería certeza absoluta. Si era imposible predecir acontecimientos individuales, al menos se consideraba que podían conocerse las leyes generales que rigen todos los acontecimientos; estas leyes podían derivarse mediante el poder de la razón. La razón, legisladora del universo, revelaba a la mente humana la naturaleza íntima de todas las cosas. Esta tesis se encontraba en la base de todas las diversas formas de sistemas especulativos. Por otra parte, la filosofía científica se rehúsa a aceptar cualquier clase de conocimiento del mundo físico como absolutamente seguro. Los principios de la lógica y de las matemáticas representan el único terreno en que puede alcanzarse la certeza; pero estos principios son analíticos y vacíos. La certeza y la vaciedad son inseparables: la síntesis a priori no existe”.

“Y a pesar de todo, todavía hay filósofos que se niegan a aceptar la filosofía científica como una filosofía, que quieren incorporar sus resultados a un capítulo introductorio de la ciencia y que pretenden que existe una filosofía independiente, que no tiene nada que ver con la investigación científica y que puede alcanzar directamente la verdad. Estas pretensiones, creo yo, revelan una falta de sentido crítico. Los que no ven los errores de la filosofía tradicional no quieren renunciar a sus métodos o resultados y prefieren seguir un camino que la filosofía científica ha abandonado. Reservan el nombre de filosofía para sus falaces empeños en busca de un conocimiento supercientífico y se rehúsan a aceptar como filosófico un método de análisis construido sobre el modelo de la investigación científica” (De “La Filosofía científica”–Fondo de Cultura Económica-México 1953)

El conocimiento autorreferente también aparece en pensadores que tienden a considerar a la religión como “una enfermedad mental” (Sigmund Freud) o como un “medio para facilitar la explotación laboral” (Karl Marx), actitud que los delata como pseudo científicos. Y esto, no por su postura frente a la religión, sino por los propios métodos y contenidos de sus respectivas actividades. Así, el primero parece no tener en cuenta conceptos tales como el sentido de la vida, o el sentido del universo, o la existencia de una ética natural, conceptos ligados a las creencias religiosas, mientras que el segundo, considerado como “sociólogo” tiende a desconocer la existencia de tal ética objetiva, de la ciencia económica y de otras ramas de las ciencias sociales.

Incluso el Derecho tiende a renunciar a ser parte de las ciencias sociales para constituirse en una actividad reguladora de la sociedad que rechaza todo conocimiento que no provenga de su propio ámbito. Una de las consecuencias funestas de esta actitud es la promoción abierta y descarada de la delincuencia urbana a través del abolicionismo. Mario Bunge escribió: “Hubo por lo menos dos grandes filósofos, Spinoza y Kant, que rechazaron el relativismo cultural al proclamar la igualdad moral de todos los seres humanos y condenar la guerra. Pero la mayoría de los filósofos no se pronunciaron sobre el tema. Algunos como Hegel, Nietzsche y Kelsen, proclamaron que justo es lo que estatuye el Derecho Positivo, es decir, la legislación local. Otros, los defensores del Derecho natural, sostuvieron lo contrario, aunque al mismo tiempo pretendieron que los principios morales y jurídicos de su propia religión eran naturales, no artificiales, y por lo tanto tan universales como el hambre y la sed”.

“Pontius Pilatus, funcionario romano, tenía la obligación de respetar y hacer respetar las costumbres locales para mantener la Pax Romana. (Si hubiera sido gobernador de Cartago habría hecho respetar el culto a las crueles divinidades fenicias). Pero puesto que era un funcionario colonial, y no un filósofo moral, Pontius no reflexionó que una paz que se mantiene liquidando u oprimiendo a una de las partes en conflicto no es moralmente justa”.

“Al fin y al cabo, dos milenios después, Hans Kelsen, el famoso positivista jurídico, justificó la masacre de la Noche de los Bastones Largos, contra la facción de Roemer, aduciendo que la Alemania nazi era un Estado de derecho”. “Y lo que es peor: que el positivismo jurídico, un caso especial del relativismo cultural, es la filosofía que sostienen casi todos los filósofos del Derecho, incluso los de convicciones democráticas”.

La pseudo-intelectualidad tiende a reemplazar a la verdadera; la que busca la verdad. Su principal arma no es precisamente la claridad conceptual ni tampoco la claridad empleada para comunicar sus ideas. Ello se debe a que todavía se sigue confundiendo “oscuridad” con “profundidad”. “En sus deliciosos recuerdos de infancia, Delfina Gálvez cuenta que Manolito, su precoz hermano, declaró una vez: «Xenius es más inteligente que Platón, porque a Platón lo entiendo, mientras que a Xenius no»”.

“La reacción de Manolito era natural en un chico inteligente, modesto y sin malicia ante algo que no entendía. El chico no podía entonces sospechar que existen profesionales de la ignorancia que pretenden hacer pasar ignorancia, estupidez, payasada o locura por sabiduría”.

“Estos profesionales son los oscurantistas de todos los tiempos, desde el padre de la Iglesia a quien se atribuyó la fórmula «lo creo porque es absurdo» hasta el profesor de filosofía que admira y repite los enigmas de Hegel, Husserl o Heidegger aunque (o porque) no los entiende” (“Provocaciones”).

lunes, 18 de mayo de 2015

Hombre masa y populismo

Cuando accede al gobierno un político populista, o totalitario, se despiertan en las personalidades individuales algunos aspectos ocultos. Así como todos los seres humanos tenemos un lado bueno y uno malo, que surgen según sean los estímulos exteriores y las circunstancias, existe un lado populista y uno democrático, que resurgen según sea el tipo de gobierno. Hadley Cantril escribió: “Una de las más importantes razones que explican el éxito de Hitler es la capacidad de éste para nombrar y concretar las causas de insatisfacción, para fijar la atención en las causas, reales o aparentes, de la inquietud. Supo descubrir, o inventar, enemigos del pueblo. Un antiguo afiliado explica cómo, después de haber asistido por primera vez a una reunión del Partido Nacional Socialista, «me sentí impresionado por algo que había estado durante mucho tiempo oculto en mi subconsciente, pero que era evocado ahora hasta aparecer a plena luz en mi conciencia. Regresé a casa profundamente conmovido pensando que, si los objetivos y proyectos descritos por el orador eran susceptibles de realización, entonces la vida volvería a merecer la pena de vivirse»” (De “Psicología de los movimientos sociales”-Ediciones Euramérica SA-Madrid 1969).

Un aspecto observado en el hombre masa, a quien lo han convencido de que ejerce el poder que antes estaba en manos del “enemigo”, radica en la forma grotesca de interpretar su nuevo rol social. Incluso adoptando aires aristocráticos e imaginando ser parte de la nobleza, como en otras épocas. Mientras que la nobleza verdadera consideraba como virtud esencial la de servir a los demás, el hombre masa tiende a imitar al falso noble, es decir, al déspota que busca ser servido por los demás. Tal es así que al sector peronista se lo designaba como “la nueva oligarquía analfabeta”, materializando casi a la perfección el fenómeno descrito como “la rebelión de las masas”. Los populismos y los totalitarismos no son medios para establecer una elevación de los sectores menos favorecidos, sino para ocupar en forma ridícula y violenta el lugar ocupado por sus enemigos ocasionales.

Algunas veces hemos advertido, al abrir la puerta de un negocio, mientras observamos que alguien se acerca con varios paquetes tratando de ingresar, que ni siquiera se digna a expresar el menor gesto de agradecimiento, como si fuera nuestra obligación hacerlo ante la presencia del “noble déspota”. El individuo masificado trabaja lo menos posible, y a desgano, por cuanto todo trabajo implica prestar un servicio a los demás, mientras que él pretende ser servido por los demás, y de ahí que surja una actitud negligente que puede interpretarse parcialmente a partir de la actitud mencionada.

Pueden considerarse otros ejemplos, como el del cartero, del correo estatal, que tira la correspondencia casi en plena vereda en lugar de realizar el mínimo esfuerzo de ubicarla en un lugar más seguro. O el del empleado que se siente molesto cuando llega un cliente que lo hace trabajar algo más de lo esperado. Cuando el sector de la población constituido por hombres masa resulta numéricamente importante, la economía tiende a funcionar con un bajísimo rendimiento, constituyendo un verdadero sabotaje al país sin que sea necesario reunirlos para lograr acuerdos previos. Cuando se busca una aparente igualdad social prohibiendo todo tipo de premios y castigos, como ocurre en la educación primaria y secundaria, surge del individuo la posibilidad de expresar todo lo bueno y también todo lo malo, por lo cual las instituciones entran en una etapa de auto-destrucción.

El populista y el totalitario tienen una visión pesimista de la realidad que parte de la presunción tácita de que el hombre es “malo por naturaleza”; en especial el sector social caracterizado como el “enemigo”, culpable de todos los males existentes. Julián Marías escribió: “Al hablar hoy de espíritu positivo pienso en […] la actitud que propende a ver lo bueno, a retener y subrayar el aspecto valioso de lo real. Se contrapone a lo que podríamos llamar el espíritu negativo o «negativista», que busca, casi siempre con afán, el lado peor de las cosas, lo que les falta, lo que disminuye su realidad, las manchas que lo afean. Hay personas que no pueden soportar la perfección, ni siquiera la incompleta que suelen alcanzar hombres y mujeres, realidades naturales, obras humanas. Buscan ávidamente los defectos, se alivian cuando los encuentran, y en todo caso los fingen e inventan. Parecen nutrirse de las faltas, carencias, errores: en suma, del mal”.

“El espíritu positivo, por el contrario, sufre cuando tropieza con todo eso; no deja de verlo, tal vez es más verdaderamente sensible a ello, porque se alimenta de la realidad, la necesita, deriva su alegría de ella, se complace en hallarla. Se llama muchas veces «espíritu crítico» al negativismo, lo cual es un error: el espíritu crítico consiste en mirar atentamente lo real, distinguir lo bueno de lo malo, lo existente de lo carente […] lo verdadero de lo falso, como decía Descartes”.

“El negativismo es, ante todo, un error de cálculo”. “Lo que pasa es que la atención se concentra sobre todo en lo negativo, lamentable, perverso. He recordado muchas veces la definición que Goethe da del demonio: el espíritu que siempre niega. La palabra decisiva es «siempre» -por eso lo peor del diablo es su monotonía-. Hay que negar algunas veces, pero ¿siempre? Goethe emplea certeramente la fórmula del negativismo” (De “Tratado sobre la convivencia”-Ediciones Martínez Roca SA-Barcelona 2000).

Los movimientos políticos dirigidos al hombre masa, tienen bastante adhesión por cuanto lo eximen de culpa por lo que no supo o no quiso hacer, y de responsabilidad ante todo lo que debe hacer. Lo libera de culpa al atribuirla toda al “enemigo” y lo libera de las preocupaciones actuales y futuras sugiriéndole obedecer las directivas de quienes dirigen al Estado.

El progresivo avance populista y totalitario se advierte en el caudal de mentiras que va siendo aceptado cada vez con mayor naturalidad. Las sociedades actuales tienden a vivir una realidad virtual que consiste desfigurar tanto la presente como la histórica, haciendo inciertas las previsiones para el futuro. Julián Marías escribe: “Se trata de conservar o recobrar el sentimiento de la verdad. La condición fundamental es el escrupuloso respeto a ello; el ideal sería el entusiasmo por la verdad. Si se difundiera, la mayoría de los males que nos afligen desaparecerían o se mitigarían”. “El primer paso, el decisivo, es no engañarse ni engañar a los demás. El error es posible, hay «derecho» a él, con la condición de que se reconozca y rectifique. Lo que es intolerable es la mentira. Y se la aplica de un modo aterrador –nada me aterra más que eso-. Hay grupos, partidos, publicaciones, que mienten sistemáticamente”.

“La mentira debe producir el desprestigio, la descalificación inmediata e inapelable. Para ello es menester que «conste», que sea puesta de manifiesto; que el que miente sea enfrentado con su mentira, actual o pretérita. De ella se puede y debe «pedir cuentas». Esto, por supuesto, no se hace, y a nadie se obliga a justificar lo dicho o aceptar las consecuencias. Nada perjudica más la salud de una sociedad que la impunidad de la mentira”.

En la Argentina, si se trata de encontrar el origen de la desunión, del populismo, el totalitarismo, la inflación y varios otros males, incluido el de la mentira sistemática, ese origen es Juan D. Perón. Si uno se atiene a sus escritos, da la sensación de estar “bien intencionados” pero, como se trataba de un mentiroso, sólo eran un disfraz que le permitía encubrir sus verdaderas intenciones. Como al hombre masa le gusta que le mientan sobre su propia realidad personal, sobre la realidad de sus “enemigos” y la de su propia nación, implanta una demanda de mentiras que abre las puertas incluso a futuros populismos. Francisco Domínguez escribió: “No se fortalece, ni se mejora, ni se honra a la escuela argentina, introduciendo en las mentes infantiles la «doctrina peronista»; envenenando el alma de los niños con falsos credos políticos y endiosando a las figuras y símbolos representativos de la omnipotencia del poder en un momento transitorio de la vida de la patria”.

“Esta «revolución nacional» [la de 1943] desembocó en el «justicialismo peronista» identificado con ideologías de extrema derecha que dejaron profundas huellas de dolor, sangre y miserias en la Italia de Mussolini y en la Alemania de Hitler…”. “La lucha de clases fue estimulada y ahondada por una persistente siembra de odios y «venenos» y, en cierto modo, reemplazada por la «armonía» inestable y denigrante de la esclavitud, impuesta por un Estado Omnipotente y Omnisciente: el «Estado peronista», convertido en el más violento, imperioso e injusto de los patrones. Patrón con la suma del poder en sus manos, con todos los derechos de su parte, con las leyes fabricadas y aplicadas a su antojo. Patrón a quien nadie puede imponer obligaciones. Poderoso «amo feudal», dueño de vidas y haciendas, de libertades y de honras, en todo el territorio de la patria, transformada en heredad peronista, manejada y administrada según las conveniencias del amo y de su círculo áulico…” (De “El Apóstol de la Mentira: Juan Perón”-Ediciones La Reja-Buenos Aires 1956).

De la misma manera en que en los países totalitarios existían las habituales “filas de espera”, en la era peronista aparecieron las “colas peronistas” como un reflejo de la situación económica en que habían sumido al país. El citado autor agrega: “El «Estado peronista», con su intervención totalitaria en la economía privada, sólo estimuló la escasez y las necesidades, incrementándolas y multiplicándolas –según los hechos lo evidencian cada día- en nuevos y mayores racionamientos y en largas y penosas colas que la población debe soportar para proveerse de artículos de primera necesidad. (El pueblo argentino está haciendo «amansadoras», de muchas horas, para conseguir –diariamente- las «dosis» de alimentos y combustibles que necesita para poder seguir viviendo en el «Gran Buenos Aires» superpoblado y desorganizado por el peronismo. Hay largas «colas» populares para proveerse de manteca, leche, hielo, papas, verduras varias, kerosene, carbón, etc. Esto sucede con todos los productos esenciales, que escasean, conjunta o sucesivamente, cuando no faltan en absoluto, durante determinados periodos)”.

La era peronista tiene bastante semejanza con el kirchnerismo y más aún con la Venezuela de Nicolás Maduro. No es de extrañar que el propio Hugo Chávez declarara ser un admirador de Perón. De la misma forma en que los chavistas actuales, ante el desastre económico y social que produjeron, descargan todo su odio en la oposición y en el Imperialismo, las masas peronistas descargaban todo su odio en la oligarquía y en el Imperialismo Yankee, siendo la “oligarquía” aludida esencialmente la gente decente y trabajadora.

Las disputas entre democracia y totalitarismo es esencialmente una lucha ética del bien contra el mal y de la verdad contra la mentira. El subdesarrollo argentino persistirá mientras en el país siga reinando la mentira, el ocultamiento y la tergiversación de la realidad, difundidas por el hombre masa con la complicidad de quienes, supuestamente, no lo son (o no deberían serlo).

sábado, 16 de mayo de 2015

Argentina A vs. Argentina B

En una sociedad, el disenso es algo normal siempre y cuando se reconozcan instancias superiores de cuyo ámbito surgirán posibles acuerdos. Las opiniones diversas, que conducen a un mismo objetivo, permiten disponer de varios puntos de vista sobre un mismo aspecto de la realidad. Por el contrario, cuando no se acepta instancia superior alguna, los desacuerdos pueden conducir a posturas irreconciliables.

A veces la Argentina nos parece un conjunto de seres humanos sin objetivos comunes, estando cada uno dedicado a lo suyo, sin interesarse por lo que le pueda suceder a los demás. Tal desinterés se advierte en la falta de respeto a toda ley vigente, por lo que se la ha considerado como “un país al margen de la ley”. Otras veces la vemos como un país dividido en dos bandos, sin instancias superiores comunes y, por lo tanto, irreconciliables. A estos dos bandos podemos denominarlos con las letras A y B, con la esperanza de que sea un antagonismo que finalmente podamos superar.

Así como dos fuerzas coincidentes duplican su efecto, dos fuerzas en oposición se anulan, haciendo estériles su existencia individual. De ahí que un primer punto de desacuerdo entre ambas posturas en conflicto sea precisamente la elección de los “héroes” nacionales. Teniendo en cuenta que las divisiones abruptas impiden el desarrollo de una sociedad, los héroes nacionales serán aquellos personajes históricos que favorecieron la unidad nacional acudiendo a instancias superiores, mientras que los antihéroes serán quienes promovieron la desunión y la discordia, incluso considerándose ellos mismos como la “instancia superior” a considerar, aun sobre ideales tales como Dios, la Patria o la Nación.

Teniendo presente la opinión del Gral. Manuel Belgrano acerca de las desventajas de las divisiones irreconciliables, tenemos al trío Rosas-Perón-Kirchner como los máximos promotores de división en la sociedad argentina. Belgrano escribió: “Procurando indagar en la historia de los pueblos las causas de la extinción de su existencia política, habiendo conseguido muchos de ellos un renombre que ha llegado hasta nuestros días, en vano las hemos buscado en la falta de religión, en sus malas instituciones y leyes, en el abuso de la autoridad de los gobernantes, en la corrupción de las costumbres, y demás”.

“Después de un maduro examen y de la reflexión más detenida, hemos venido a inferir, que cada uno de aquellos motivos, y todos juntos no han sido más que concausas, o mejor diremos, los antecedentes que han producido la única, la principal, en una palabra, la desunión”.

“Esta sola voz es capaz de traer a la imaginación los más horribles desastres que con ella puede sufrir la sociedad, sea cual fuere el gobierno que la dirija: basta la desunión para originar las guerras civiles, para dar entrada al enemigo por débil que sea, para arruinar el imperio más floreciente” (De “La Revolución de Mayo y sus proyectos nacionales”-Alejandro Herrero-Grupo Editor Universitario-Buenos Aires 2010).

Podemos resumir las características de ambos sectores:

a) Argentina A: Admite instancias superiores. Busca la verdad y la unidad nacional. Trata de insertarse en la civilización Occidental (Democracia económica y política junto al cristianismo)
b) Argentina B: No admite instancias superiores. Busca el poder a costa de la unidad nacional. Adopta posturas totalitarias y anti-occidentales.

Un ex-integrante de Montoneros, Héctor Ricardo Leis, expresó: “Lo que estábamos percibiendo intuitivamente en esa época [los 70] y lo vemos muy claro hoy es que dentro de los movimientos democráticos es normal que existan facciones, grupos o sectores enfrentados. Pero dentro de los movimientos fascistas o totalitarios de cualquier signo existen enemigos irreconciliables. Hasta un determinado momento unos y otros van juntos pero después se matan. Eso fue lo que ocurrió con las SA en tiempos de Hitler en Alemania. Las SA lo ayudaron a conquistar el poder para ser luego eliminados. Entre nosotros, la Juventud Peronista y Montoneros ayudaron a Perón a subir y después Perón nos quiere matar a todos” (De “El diálogo” de Graciela Fernández Meijide y Héctor Ricardo Leis-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2015).

Luego del partido entre Boca y River, en donde hinchas del primero agredieron con sustancias químicas a jugadores del segundo, se afirma que previamente existió cierta “planificación” en la que se proponían diversas formas de ataque contra los jugadores del bando “enemigo”. Surgieron comentarios periodísticos señalando la gravedad de la situación sin advertir que lo grave no radica en que un sector de hinchas adopte tal actitud, sino que un gran sector de la población admita como ejemplos a Perón y al Che Guevara cuyas formas de lucha política implican esencialmente eliminar al adversario político convertido en enemigo. Perón expresa en su discurso del 31/Ago/55: “La consigna para todo peronista, esté aislado o esté dentro de una organización, es contestar a una acción violenta con otra más violenta. Y cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de los de ellos”.

Posteriormente expresa: “Al amigo, todo; al enemigo, ni justicia, porque en esto no se puede tener dualidades”. Luego (21/01/74), en un comunicado a las Fuerzas Armadas, durante su tercer mandato presidencial, sugiere el exterminio de sus antiguos aliados, los guerrilleros marxistas: “Teniendo en nuestras manos las grandes banderas o causas que hasta el 25 de mayo de 1973 pudieron esgrimir, la decisión de las grandes mayorías soberanas nacionales de protagonizar una revolución en paz y el repudio unánime de la ciudadanía, harán que el reducido número de psicópatas que va quedando sea exterminado uno a uno para el bien de esta República”.

Graciela Fernández Meijide comenta al respecto: “Este fomento del odio que transforma al adversario en un enemigo irreconciliable al que hay que exterminar aún existe. En dosis menores o mayores reaparece dependiendo de las circunstancias. En distintos momentos, en la Argentina la gente pasó a creer que las cosas se podían conseguir con más violencia. Y lo que comienza con un verdadero culto a la violencia acaba siendo un culto al odio y, en última instancia, un culto a la muerte”.

En los medios masivos de comunicación del Estado, manejado por el kirchnerismo, se propala actualmente la ideología que promovió las acciones subversivas de los 60 y 70, siguiendo vigente la idea sembrar el odio y los enfrentamientos entre la Argentina A y la Argentina B. Las ideologías con poco o ningún sustento en la realidad constituyen el primer peldaño en la escala ascendente de la violencia generalizada. Héctor Leis expresó: “La ideología impedía ver la realidad. Yo fui comunista, peronista, socialista, socialdemócrata, verde, liberal. Ahora no soy nada de eso. Pasé por todas. Ahora pude ver la realidad. El que antepone su ideología, el que dice «yo siempre fui peronista» o «yo siempre fui socialista» no ve la realidad. ¡Hay tanta ideología en la Argentina! La noción de ideología en la Argentina representa un sentimiento negativo, un sentimiento de violencia, de ganas de matar al otro”.

A pesar de los nefastos acontecimientos de los 70, la Argentina B sigue promoviendo la división de la sociedad entre “amigos” y “enemigos”, incluso alineándose con países en franca oposición a todo lo que signifique civilización occidental. En la Casa Rosada, dos granaderos escoltan un cuadro de Ernesto Che Guevara por cuanto el camino emprendido es el de la lucha motivada por el odio al enemigo. El citado autor nos da una viva imagen de lo que sentía en su etapa de guerrillero, como fiel emulador y admirador del Che:

“Yo quería matar a todo el mundo. Una vez estábamos en la ruta que va a Berisso y Ensenada, esperando a dos camiones de Techint para hacer un atentado. Inesperadamente aparecen unos camiones del Ejército que estaban patrullando la zona. Eran dos camiones cargados de soldados. Le dije a mi responsable: «Aprovechamos y los matamos a todos». Íbamos a matar a conscriptos. Yo era consciente de eso. También sabía que era muy probable que nos mataran, más allá de la ventaja de la oscuridad y de estar atrincherados sobre la banquina. Pero yo tuve esa sensación, yo quería matarlos a todos. Uno de los que me acompañaban se cagó, literalmente, y me dijo: «Vayámonos». En el camino quiso enterrar las armas y tuve que insubordinarme, saqué el seguro del arma, y le dije «no, si vos la dejás, yo me llevo tu arma, pero yo no voy a dejar ningún arma aquí». Después lo procesaron en la organización y debe haber quedado por el camino, el pobre pibe”.

“Era un pibe joven que había sido llevado a oficial por ser fiel a la línea, pero que no tenía mucha experiencia de combate. El que entró en el combate varias veces tiene siempre el deseo de vengarse. O sea, si vos nunca entraste en combate, vos dudás. Pensás «entro, no entro». Si entraste una vez, y ganaste y mataste a todos, la próxima vez podés hasta ser magnánimo. Pero si empataste o perdiste, la próxima vez querés, igual que en la ruleta, doblar la jugada a ver si ganás. Doblás una y otra vez. Doblás, doblás. Y querés matar a todo el mundo. No podés parar. A veces hay circunstancias que te hacen parar. A mí la circunstancia que me hizo parar fue la conciencia de la derrota, cuando yo percibí que estábamos derrotados”.

La Argentina B, la del odio, el totalitarismo, el populismo y el subdesarrollo, sigue vigente bajo el lema “vamos por todo”. El acontecimiento del partido de fútbol señalado, no hace más que mostrarnos la actitud predominante en los grupos violentos, que es esencialmente similar a la del peronista o del kirchnerista. Aunque debe admitirse que en la actualidad ya no se busca la eliminación del enemigo sino su descalificación, su degradación o su ninguneo. Mario Bunge escribió: “Basurear es hablar mal de algo o de alguien. El ninguneo es el colmo del basureo; es transformar a alguien en nadie. Y algunear es lo opuesto, esto es, sacar a alguien del anonimato”. “En los regímenes totalitarios se ningunea al individuo al mismo tiempo que se florea al Estado o al partido dominante y su cabeza visible. Una de las consignas más populares del régimen nazi fue «Tú no eres nadie, tu pueblo lo es todo». Y el mariscal Goering declaró una vez que la Revolución Francesa de 1789 no había ocurrido” (De “Provocaciones”-Edhasa-Buenos Aires 2011).

No puede existir diálogo entre las dos Argentinas por cuanto una instancia superior, como la ética natural y universal, no es reconocida por una de las partes, justamente por aquel sector que declara “enemigos” a la gente decente y la degrada en forma permanente junto a toda institución que la represente o la caracterice. El viejo eslogan utilizado por los adeptos de la Argentina B de “defender al trabajador” constituye el punto de partida para el proceso de discriminación social por el cual se presupone que a los trabajadores, inocentes hasta que se demuestre lo contrario, se los debe defender de los empresarios, culpables hasta que demuestren lo contrario. En lugar de buscar inocentes y culpables en ambos lados, se promueve la división social luego de sembrar tal semilla de discordia.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Psicología del arte y creatividad

Considerando que toda expresión artística es un medio para transmitir emociones, necesariamente resulta ser representativa de la personalidad del artista. De ahí que existan estudios que describen el vínculo existente entre una obra artística y la personalidad de su autor. El arte-terapia aplicado a los niños para descubrir, a través de sus dibujos, síntomas de problemas psicológicos, es un ejemplo de la vinculación mencionada. Lev Vygotsky escribió: “Si tomamos los estudios existentes del verso, estudios realizados no por psicólogos sino por críticos de arte, como un hecho estético, percibiremos de inmediato la notable semejanza existente entre las conclusiones a que han llegado los psicólogos por un lado y los críticos de arte por el otro. Las dos series de hechos –psíquicos y estéticos- revelan una sorprendente correspondencia que corrobora y confirma nuestra fórmula” (De “Psicología del arte”-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2008).

Puede hacerse una analogía entre un hombre y un prisma que recibe la luz solar y la retransmite difundiendo los diversos colores que la componen. En forma semejante, cada ser humano observa la realidad, o parte de ella, y la retransmite distorsionándola, o no, según sea el tipo de personalidad individual. De ahí que cada expresión artística tenga la originalidad única de su autor. En cuestiones cognitivas, podría no haber existido algún destacado científico y, sin embargo, algún otro hubiese logrado algo más tarde aportar un conocimiento similar. Por el contrario, de no existir determinado artista, seguramente nunca hubiese existido su obra. Emilio G. Segré escribió: “Si Newton no hubiese existido, algún otro habría inventado el cálculo infinitesimal y descubierto la fuerza de gravedad, pero sin Shakespeare no habría habido Hamlet” (De “De los rayos X a los quarks”-Folio Ediciones SA-México 1983).

Desde la psicología social aparece el concepto de actitud característica como el vinculo entre respuesta y estimulo. Si consideramos a un paisaje como estímulo para un artista y la pintura que lo representa como respuesta, tenemos la posibilidad de intuir cierta actitud artística que, de alguna forma, habrá de estar vinculada a la actitud mostrada en otras circunstancias. A pesar de que sea difícil sacar conclusiones, o deducciones, respecto del comportamiento en otras circunstancias, es posible hablar de una actitud artística que resulta representativa de cierta personalidad. La actitud del artista se la conoce como su estilo.

De la misma manera en que un artista se caracteriza por un estilo propio, el conjunto de artistas de una época tiende a mostrar estilos comunes que en cierta forma son representativos de la mentalidad generalizada del grupo, o de la sociedad. Movimientos artísticos como el cubismo son expresiones que denotan ciertas preferencias filosóficas o ideológicas que son el punto de partida para tales movimientos. En una caricatura publicada en 1898, el personaje que representa a un artista mostrando una pintura abstracta, difícil de asociar a algo concreto, le comenta a un crítico de arte: “He aquí mi santuario. Sabe que no se lo enseño a cualquiera; sólo a personas con el más alto grado de cultura intelectual, gente que sé que ha leído y entendido a los grandes filósofos; que, por encima de todo, conocen perfectamente a los ocultistas y místicos, y, además, la antigua literatura india, las enseñanzas de Brama, Buda y Confucio. No es ni más ni menos que la línea metafísica de mi personalidad”, recibiendo como contestación del crítico: “¡Ah, ah, el parecido es muy bueno!” (En “Temas de nuestro tiempo”).

E. H. Gombrich comenta al respecto: “Hasta qué punto esas ideas filosóficas ejercieron influencia en los artistas creativos será siempre motivo de controversia. En verdad, pocos artistas son filósofos que se preocupen por sus tecnicismos de tan abstrusas doctrinas. Pero esto no tiene porqué disuadirles de valerse de eslóganes y valores que les permiten racionalizar su desafío a las convenciones existentes; y una vez que el público ha sido conquistado por los críticos, ellos a su vez se sentirán animados a continuar por ese camino bajo la égida de una ideología de moda” (De “Temas de nuestro tiempo”-Editorial Debate SA-Madrid 1997).

En los países totalitarios, el artista pierde sus derechos a expresarse a través de sus obras o de sus escritos obligado por el Estado a transmitir a las masas una “realidad artificial” impuesta por los dirigentes del Partido gobernante; tal el caso del “realismo socialista”. “Para aquel que cree, para un escritor soviético que ve en el comunismo la finalidad de su propia existencia y el de toda la humanidad (y si no piensa así no hay sitio para él ni en nuestra literatura ni en nuestra sociedad), tal disyuntiva no puede existir. Para un creyente en el comunismo, como lo ha hecho notar justamente N. S. Kruschev en una de sus últimas declaraciones sobre asuntos de arte, «para un artista que sirve fielmente a su pueblo, no se trata de saber si es libre o no es libre en su labor de creación. Esta cuestión ni siquiera se plantea. Ese artista sabe perfectamente cómo ha de abordar los fenómenos de la realidad. No necesita ni ‘conformarse’ ni forzarse. Representar fielmente la realidad según sus convicciones comunistas es una exigencia de su alma. Se sostiene sólidamente en sus posiciones, las afirma y las defiende en su obra»”.

“¿Quién mejor que el Partido y su jefe podrá saber de qué arte estamos necesitados? El Partido y sólo el Partido, puesto que es él quien nos conduce a la Finalidad siguiendo las reglas del marxismo-leninismo. Así, pues, en el Partido y en la persona de su jefe tenemos al guía más prudente, el más experimentado, el más competente en todas las cuestiones de industria, de lingüística, de música, de filosofía, de pintura, de biología, etc.” (De “El realismo socialista”-Disidente soviético anónimo-Asociación Argentina por la Libertad de la Cultura-Buenos Aires 1959).

Toda actividad creativa requiere de cierta libertad esencial para su desarrollo, incluso para mostrar cierto disconformismo; de lo contrario tiende a perder vitalidad. Donald Kuspit escribió: “El arte de vanguardia fue valorado por exactamente lo que afirmaba ser: crítico, opositor. No se le pedía que cambiara, sólo que continuara siendo su emocionante e intransigente yo. Pero ese yo antagonista fue reinterpretado como una muestra de creatividad, el espectáculo creativo de la sociedad en que el arte se desarrollaba. La creatividad de vanguardia se convirtió en parte de la autojustificación de la sociedad, su apología. El carácter crítico y opositor se consideró indicio de creatividad «como tal»” (De “Signos de psique en el arte moderno y posmoderno”-Ediciones Akal SA-Madrid 2003).

A partir de la mentalidad posmoderna, resulta razonable esperar un arte acorde con la misma, es decir, un arte posmoderno. Tal mentalidad puede sintetizarse brevemente en los siguientes aspectos: a) Pérdida de interés por la ciencia y el conocimiento, b) Todo tiene un valor de cambio, c) Adhesión al relativismo moral, d) Actitud consumista y hedónica, e) Percepción superficial de la realidad, f) Poco respeto por la vida en sí misma, g) Prioridad de los derechos sobre los deberes, h) Metas triviales para la existencia, i) Dependencia ante las nuevas tecnologías. Armando Roa escribió: “Con la progresiva desaparición del binomio sujeto-objeto, típico de la modernidad, que partía de la base de que el objeto de investigación era una realidad con su propia identidad maciza, dicha realidad empieza a volatilizarse, a perder sus contornos, a no distinguirse claramente incluso de las realidades creadas por la imaginación que son las propias del arte y de la poesía”.

“Antes el arte y la poesía de vanguardia pretendían, por ejemplo, distorsionar al máximo los objetos de la realidad cotidiana, para tener el privilegio de crear, al lado de las cosas del mundo estudiadas por la ciencia o utilizadas en la vida diaria, otra realidad obra de la pura fantasía y que sin embargo fuera tan recia como la primera para mostrar así su poderío. Ahora, en cambio, una serie de factores, entre otros la física cuántica, la sociedad industrial avanzada, la informática, ha llevado a debilitar la antigua macicez de lo objetivo y a disminuir al extremo la distancia entre dicha realidad y la realidad fantaseada, y así a la fantasía le ha sido más fácil impregnarlo todo, constituyéndose ello en una de las caracterizaciones de la posmodernidad; se asiste así a una especie de estetización de la vida”.

Al aceptar el posmodernismo al relativismo cultural, el arte respectivo tiende a tenerlo presente. “De ahí que el arte posmoderno, a diferencia del arte moderno y de todos los anteriores, tenga hoy como característica para validarse estéticamente el mostrar en lo íntimo un pluralismo histórico, o sea, algo que al verlo ponga en contacto el espíritu del observador con las diversas realidades que han construido los hombres a través del tiempo. De este modo la pintura y sobre todo la arquitectura procuran ahora reconstruir una verdad historizada plural de lo real, y no monolítica, como lo pretendían los clásicos y los vanguardistas, fuesen cubistas, dadaístas o surrealistas”.

“Esto es muy notorio en la arquitectura posmoderna, en la cual se privilegia lo estético sobre lo funcional y se mezclan en un mismo edificio estilos diversos tanto de épocas pasadas como contemporáneas, historizándose así a fondo y mostrando lo relativo de la verdad de esos estilos o también que en cada uno de ellos –clásico, gótico, barroco, moderno- se expresó una recia concepción del mundo que no es reemplazable ni superable por la otra” (De “Modernidad y posmodernidad”-Editorial Andrés Bello-Santiago de Chile 1995).

La creatividad, en el caso de la ciencia, resulta ser un proceso similar o, incluso, una continuación del proceso del aprendizaje. Así, cada vez que aprendemos algo nuevo, mediante prueba y error comparamos la idea que vamos adquiriendo con aquello que tratamos de comprender, modificándola cada vez que no exista concordancia. El paso creativo implica poner a prueba una idea propia tratando de compatibilizarla con la realidad a describir.

La diferencia existente, en el caso del arte, es que el criterio de la verdad (o exacta descripción) utilizado en el aprendizaje científico, se lo cambia por el criterio de la belleza. De ahí que toda nueva obra de arte se va conformando con el aumento paulatino del agrado que provoca en su autor. También en cuestiones éticas se utiliza el método de prueba y error, poniendo a prueba los resultados de nuestras acciones tratando de ajustarlas a la idea del bien. Por ello, el trío del bien, la verdad y la belleza va surgiendo desde el mismo momento en que tratamos de alcanzarlo.

Mientras que el científico adopta una referencia objetiva, como puede ser un fenómeno a describir, el artista adopta una referencia subjetiva e incluso subconsciente, ya que, al elaborar un escrito literario, una pintura o una canción, no puede prever de antemano el agrado que ha de surgir desde los niveles ocultos de su memoria ni la conmoción que en ella puede ocasionar. Si la primera versión supera cierto nivel de agrado, resulta ser un indicio de que se la debe mejorar hasta que adquiera un nivel óptimo.