jueves, 30 de abril de 2015

El anti-mal no es el bien

Es frecuente observar personas que, al contemplar actitudes y costumbres erróneas, en el sentido de que producen resultados indeseables, las adoptan como referencia para hacer todo lo contrario en la creencia en que el bien es lo opuesto al mal. En realidad, el bien es opuesto al mal siempre y cuando adoptemos como referencia las leyes naturales que conforman el orden natural. De lo contrario, este criterio puede conducir a resultados alejados del bien.

Este es el caso del individuo que observa a quienes viven casi con exclusividad para gozar de los placeres de la comida dejando de lado otros valores (¡Sí! ¡La preferencia por la buena comida es un valor!) adoptándolos como referencia para fingir una falsa espiritualidad consistente en comer poco y mal, mientras que, en realidad, “espiritualidad” implica un desarrollo óptimo de nuestras aptitudes afectivas e intelectuales, que poco tiene que ver con lo que se come. Incluso algunos “cristianos” caen en ese error mientras que el propio Cristo era a veces criticado por comer bastante.

Algo similar ocurre con la avaricia, que es tomada como referencia para hacer todo lo contrario, llegándose a malgastar el dinero en cosas superfluas para demostrar que no se tiene aquel defecto. Pero el caso extremo ocurre en el caso de la riqueza, cuando no se distingue entre quien tiene bastante dinero por ser un exitoso empresario y el político que lo tiene porque lo robó luego de pasar un tiempo en el Estado a cargo del gobierno. Luego, con la palabra “rico” se iguala a quien produce bienes útiles y necesarios dando trabajo a muchas personas con el vulgar delincuente que previamente embaucó a miles de personas para obtener los votos necesarios para acceder al poder. Para completar el absurdo, se considera a la pobreza como una virtud sin advertirse que la falta de dinero suficiente implica siempre alguna falla individual o colectiva, excepto cuando se debe a razones ajenas a las decisiones humanas.

También es común asociar el calificativo de “buena persona” a quien no hace mal a nadie. En realidad, si se trata de alguien que no hace bien ni mal, resulta ser una persona éticamente neutra, por lo que debe reservarse tal calificativo al que hace el bien a los demás. Esto nos retrotrae a los mandamientos de Moisés que sugieren no matar, no robar, etc. Si alguien se encierra en su casa sin hacer el bien ni el mal, cumple con la mayoría de tales mandamientos. Por el contrario, cuando Cristo promueve el “Amarás al prójimo como a ti mismo” sugiere adoptar una actitud que luego generará el bien en todas y en cada una de las interacciones y circunstancias sociales en las que participe el individuo que la pone en práctica.

Si decir mentiras es algo malo, decir todo lo que se piensa sobre los demás implica confundir la “verdad” con las propias opiniones o juicios personales. También en este caso se incurre en un error. En todo caso, se trataría de una excesiva sinceridad que puede afectar a las demás personas.

La tendencia pesimista a mirar la sociedad creyéndola bastante peor de lo que es, resulta ser a veces una forma de exaltar los propios valores sin tener que hacer ningún esfuerzo personal por mejorar la propia actitud afectiva y cognitiva. También en este caso se observa que no se toma como referencia a las leyes naturales sino al resto de las personas que conforman la sociedad. Se buscan los valores morales relativos, en lugar de absolutos, siendo un aspecto más de los errores derivados del relativismo moral que afecta a la mayor parte de las sociedades en crisis.

En cuestiones de política se observan actitudes similares cuando alguien se define como anti-algo en lugar de acentuar su postura a favor de alguna tendencia definida. Si bien resulta positivo definirse como anti-totalitario, tal postura debe ser la consecuencia de haber previamente adoptado una definida posición pro-democrática. Es la referencia adoptada la que potencia una postura mientras que una anti-postura refleja en realidad no haber sostenido alguna actitud intelectual definida. Alexandr Solyenitzin escribió:

“Existe una palabra que tiene amplia divulgación: «anticomunismo». Es una palabra mal compuesta y carece de sentido. Está compuesta de tal modo que parece que el comunismo fuera una cosa eterna, fundamental y básica. El anticomunismo y los anticomunistas se determinan por relación con el comunismo. ¿Por qué digo que esta palabra está mal construida? Porque la compusieron hombres que carecen de nociones etimológicas: la concepción eterna, la concepción permanente es la humanidad. Y el comunismo es la anti-humanidad. Quien dice anticomunista dice contra lo antihumano. Una mala construcción. Hay que decirlo así: lo que está en contra del comunismo está a favor del hombre. ¡No reconocer y negar la ideología comunista del odio contra la humanidad es el verdadero humanismo!” (De “En la lucha por la libertad”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1976).

Quienes viven en función del odio a los demás, se hacen dependientes y esclavos de sus enemigos. De ahí el sabio consejo cristiano de “amar al enemigo”, o al menos no odiarlo, por cuanto odiarlo implicaría malograr nuestra propia vida. El que odia a quien actúa mal, no advierte que el propio orden natural impide ser feliz a quienes equivocan el camino, y odiar a tales personas implica ubicarse en un peldaño todavía inferior. De ahí que se sienta desprecio o repugnancia por nazis y marxistas en lugar de odio. Justamente, la debilidad ideológica y moral de los totalitarismos se advierte en que existen sólo en función de sus “enemigos”; sin judíos ni “razas inferiores” no existiría el nazismo, y sin burguesía o clase social “incorrecta”, no habría marxismo.

El anti-mal confundido con el “bien”, de mayor trascendencia histórica, ha sido el marxismo. Nacido como reacción al capitalismo, lo adopta como referencia para hacer todo lo contrario en la creencia de que así se lograrán resultados positivos, sin advertir que, en realidad, al adoptar esa postura, el remedio resulta bastante peor que la enfermedad. Existen sistemas económicos que pueden no dar resultados positivos por cuanto no existe una mentalidad compatible con ellos y mucho menos un nivel moral que los sustente, sin que sea necesario destruirlos para adoptar posturas totalmente opuestas.

De ahí que Karl Marx haya propuesto el “socialismo científico” en base a eliminar la propiedad privada de los medios de producción junto a la prohibición de los intercambios libres en el mercado. Supone que sin propiedad privada y sin mercado se darán las condiciones para la solución de todos los problemas de la sociedad. No establece propiamente una teoría económica que describa el libre accionar de los hombres buscando una optimización del proceso, ya que simplemente propone el anti-capitalismo sin dar demasiados detalles.

Las cosas no terminan ahí ya que Marx sostiene que la economía es el motor de la sociedad y de la historia, pretendiendo mejorar todos los aspectos humanos a partir de la economía. Solyenitzin escribió: “El comunismo es un intento tan torpe de explicar la sociedad y el hombre, como si un cirujano se valiera del hacha del carnicero para una delicada operación. Todo lo que hay de delicado y agudo en la psicología individual y en la organización de la sociedad –un organismo todavía más complicado- lo reducen a un grosero proceso económico”.

Adviértase que tal postura resulta ser una consecuencia necesaria de haber adoptado previamente una actitud atea, esto es, reconocer la existencia de leyes naturales suponiendo un universo sin sentido y sin finalidad alguna. Al no tener en cuenta un posible objetivo del hombre y de la humanidad, asociado a Dios o al orden natural, necesariamente debe adoptarse como referencia alguna postura ya existente, tal como el capitalismo. Al negar toda referencia objetiva, en la propia realidad, rechaza la posibilidad de una postura a favor del sentido objetivo (el bien absoluto) o en contra del mismo (el mal absoluto) cayendo en el relativismo moral, que es la base de toda crisis afrontada por una sociedad. Solyenitzin escribe al respecto:

“El comunismo nunca ocultó su negación de los conceptos morales absolutos. Se mofa de las nociones de bien y mal como categorías absolutas. Considera la moralidad como un fenómeno relativo a la clase. Según las circunstancias y el ambiente político, cualquier acción, incluyendo el asesinato, y aún el asesinato de millares de seres humanos, puede ser mala como puede ser buena. Depende de la ideología de clase que lo alimente. ¿Y quien determina la ideología de clase? Toda la clase no puede reunirse para decidir lo que es bueno y lo que es malo. Pero debo decir que, en este sentido, el comunismo ha progresado. Logró contagiar a todo el mundo con esta noción del bien y del mal. Ahora no sólo los comunistas están convencidos de esto. En una sociedad progresista se considera inconveniente usar seriamente las palabras bien y mal. El comunismo supo inculcarnos a todos la idea de que tales nociones son anticuadas y ridículas. Pero si nos quitan la noción del bien y mal, ¿Qué nos queda? Nos quedan sólo las combinaciones vitales. Descendemos al mundo animal. Y por esto, la teoría y la práctica del comunismo son absolutamente inhumanas”.

La actitud marxista respecto del capitalismo ha sido igualmente adoptada respecto de la religión, especialmente la cristiana. Es posible afirmar que, actualmente, en muchas sociedades, se advierte una clara intención de hacer todo lo que la Iglesia prohíbe y de no hacer todo lo que la Iglesia promueve. En este caso se hace referencia a la Iglesia tradicional cristiana y no hacia sectores eclesiásticos que coinciden con el marxismo. El ateísmo ha penetrado incluso en la propia institución destinada a promover la creencia en valores y en referencias absolutas tales como las existentes en el universo y en la propia naturaleza humana.

El Estado totalitario resulta ser, posiblemente, la bestia triunfante en las visiones apocalípticas. En esas visiones aparecen los adoradores de la bestia, que exige a sus victimas homenajes permanentes. La infinita soberbia de las autoridades de la antigua URSS puede evidenciarse en casos como el del escritor Boris Pasternak, autor de la célebre novela “El Doctor Zhivago”, que fuera llevada al cine y conocida en Occidente. Quienes esperaban encontrar en ella algunas insinuaciones en contra del comunismo se sintieron defraudados, ya que no esperaban que la reacción adversa del Kremlin ante la concesión del Premio Nobel de Literatura a Pasternak, se haya debido a que en su obra no se exaltaban las virtudes de la Revolución, y no porque expresara algo en su contra.

La ciencia experimental progresa y se fundamenta en el proceso de prueba y error, o hipótesis y experimentación. Luego, el marxismo no busca errores en su teoría, ni los admite cuando aparecen, negando incluso la propia realidad como referencia para evaluar sus resultados. De ahí que sea una postura anticientífica; una postura bastante inferior incluso a la de quienes realizan ciencia errónea.

lunes, 27 de abril de 2015

Acerca del bien y del mal

El bien lo asociamos a la felicidad mientras que el mal lo asociamos al sufrimiento. Por ello, un padre que se preocupa por sus hijos, y los quiere por igual, buscará tanto el bien como la felicidad de todos ellos. Tratará de convencerlos de que deberán compartir tanto las alegrías como las tristezas de los demás. De esa forma se asegurará que cada uno tratará de beneficiarse junto con los demás. Tampoco ninguno intentará perjudicar al resto, ya que el sufrimiento compartido será su propio sufrimiento.

La ética natural apunta, justamente, a compartir las penas y las alegrías de los demás, es decir, propone amar al prójimo como a uno mismo. El orden natural nos ofrece una simple alternativa que resulta accesible a los hombres de todos los pueblos y de todos los tiempos. Decimos que dicho orden se comporta (a través de sus leyes) como un padre que ha previsto la posibilidad de que sus hijos puedan vivir felices y en armonía; de ahí que la ética cristiana sea una ética natural.

Este conocimiento básico y elemental no requiere necesariamente de una revelación desde Dios hacia los hombres, sino más bien de cierta capacidad de observación que permite interpretar adecuadamente el espíritu de la ley natural. Identificando la ética natural con la ética cristiana, podemos decir también que la religión de Cristo es una religión natural; una religión que surge del hombre y que no requiere de intermediarios ni de intérpretes, sino de difusores que la comuniquen a nivel masivo.

Quienes adhieren a la postura filosófica que supone que la acción de Dios consiste en interrumpir la ley natural en beneficio del hombre, y a pedido del hombre, tiende a reemplazar la obediencia que debe mostrar acatando dicha ley. Promueven cierta rebeldía al desconocerla mientras priorizan rituales que muchas veces muestran cierta intención de adular a quien consideran capaz de lograr tal interrupción. En este caso, la ética queda relegada por cuanto asocian la virtud a la creencia de que la postura filosófica adoptada es la correcta.

Toda actitud filosófica depende bastante del tipo psicológico asociado a cada individuo. De ahí que sea prácticamente imposible lograr acuerdos ideológicos más allá de aquellas cuestiones tan simples como las propuestas por la ética natural.

Las religiones bíblicas apuntan, esencialmente, a lograr un comportamiento ético adecuado, mostrando que el triunfo del bien sobre el mal es prioritario al triunfo de la postura que adhiere al Dios trascendente, con atributos humanos, sobre la postura que adhiere al Dios inmanente, identificado con el orden natural.

Tanto en el ámbito de la religión como en el de las ciencias sociales se debería adoptar un criterio similar al vigente en las ciencias exactas, en donde matemáticos y físicos tienen distintas posturas filosóficas respecto de sus respectivas ciencias, pero están de acuerdo en cuestiones demostradas o verificadas experimentalmente. En cuestiones sociales, debemos lograr acuerdos en una cuestión tan básica como la ética natural.

El Reino de Dios es una propuesta cercana e inmediata, dirigida a todo ser humano, cualquiera sea su postura filosófica o creencia personal. Este ideal ha sido manifestado a toda la humanidad y no a un reducido sector que se atribuye cierta exclusividad en el conocimiento religioso. Lo simple ha sido revestido con misterios que tienden a desplazar de la mente de los hombres el conocimiento necesario para una plena adaptación al orden natural.

Las religiones que promueven un comportamiento ético adecuado, tienen en cuenta lo que es accesible a nuestras decisiones, mientras que las de tipo pagano tienden a establecer rituales para orientar las posibles acciones de Dios. La adulación a Dios también es propia de la religión que perdió su carácter moral para facilitar un intercambio de pedidos y concesiones. Cristo previno ese deterioro al afirmar: “..porque Dios ya sabe qué os hace falta antes que se lo pidáis”. Por otra parte, Epicteto escribió: “Consultamos temblando a los augures y en nuestro miedo insensato dirigimos a los dioses ardientes plegarias como ésta: «¡Dioses, apiadaos de mí y permitid que salga con bien de esta empresa!». Vil esclavo, ¿cómo pretendes de ellos algo que no sea lo mejor para ti? ¿Y qué puede ser lo mejor para ti sino lo que ellos te deparen? ¿Por qué, pues, tratas de sobornar por cuantos medios están a tu alcance a tu juez y árbitro?”.

Nuestro futuro ha de depender de nuestras decisiones, antes que de un destino prefijado e independiente de ellas. Tales decisiones estarán orientadas por el criterio del bien y del mal, buscando lo primero y evitando lo segundo. “¿Habrá algo más inútil que ir a consultar a augures y adivinos sobre las cosas que ya nos están señaladas? Y si se trata de exponerme a un peligro para salvar a un amigo, o morir por él, ¿qué necesidad tengo de adivino alguno? ¿No llevo en mi interior un adivino más infalible, el cual me ha enseñado la naturaleza del bien y del mal y me ha revelado todas las señales mediante las cuales puedo reconocer todo lo que me sucederá?”.

“De lo existente, unas cosas dependen de nosotros: otras no dependen de nosotros. De nosotros dependen el juicio, el impulso, el deseo, el rechazo y, en una palabra, cuanto es asunto nuestro. Y no dependen de nosotros el cuerpo, la hacienda, la reputación, los cargos y, en una palabra, cuanto no es asunto nuestro. Y lo que depende de nosotros es por naturaleza libre, no sometido a estorbos ni impedimentos; mientras que lo que no depende de nosotros es débil, esclavo, sometido a impedimentos, ajeno. Recuerda, por tanto, que si lo que por naturaleza es esclavo lo consideras libre y lo ajeno propio, sufrirás impedimentos, padecerás, te verás perturbado, harás reproches a los dioses y a los hombres, mientras que si consideras que sólo lo tuyo es tuyo y lo ajeno, como es en realidad, ajeno, nunca nadie te obligará, nadie te estorbará, no harás reproches a nadie, no irás con reclamos a nadie, no harás ni una sola cosa contra tu voluntad, no tendrás enemigo, nadie te perjudicará ni nada perjudicial te sucederá” (Del “Manual”-Editorial Gredos SA-Madrid 2001).

La validez de una religión depende de su grado de aproximación a la ética natural, sin interesar demasiado su origen. Tampoco resulta esencial distinguir entre religión y filosofía mientras sus sugerencias orienten al ser humano por el camino del bien. Epicteto agrega: “Lo primero que es preciso aprender es que hay un Dios que con su providencia lo gobierna todo, al cual no se le oculta ninguno de nuestros actos, como ninguno de nuestros pensamientos e inclinaciones. Luego hay que examinar cuál es su naturaleza. Conocida ésta, es indispensable que los que quieran agradarle y obedecerle se esfuercen en parecérsele, y, por tanto, que sean libres, fieles, benéficos, misericordiosos y magnánimos. Por consiguiente, que todos tus pensamientos, todas tus palabras y todos tus actos sean los actos, pensamientos y palabras de un hombre que quiere imitar a Dios y parecérsele”.

Epicteto tiene presente la existencia de las pasiones, ligadas a nuestra esencia biológica, que se oponen a las virtudes, ligadas a nuestra esencia cultural. En las prédicas cristianas se habla de la esclavitud asociada al pecado, concepto enteramente similar. “El ser libres o esclavos no depende de la ley ni del nacimiento, sino de nosotros mismos; porque todas las cadenas y todo el peso de ciertas prescripciones legales serán siempre mucho más leves que el dominio brutal de las pasiones no sometidas, de los apetitos insanos no satisfechos, de las codicias, de las avaricias, de las envidias y demás desenfrenos. Que aquéllas, cuando más, sólo podrán pasar sobre el cuerpo, y éstas, además, sobre el espíritu. Por malo que sea el amo a que aquellas nos sometan, siempre tendremos momentos de respiro y esperanzas de manumisión; éstas nos someten a tantos y tan crueles males, que generalmente sólo la muerte puede librarnos de su yugo”.

“Los dioses me han concedido la libertad, y como conozco y acato sus mandatos, nadie puede hacerme esclavo, porque tengo el libertador y los jueces que necesito”. “No consiste la felicidad en adquirir y gozar, sino en no desear. En esto es en lo que verdaderamente consiste ser libre”.

En el caso de las ciencias sociales, existen autores que consideran que sus descripciones deben estar exentas de consideraciones éticas considerando que los valores asociados carecen de la objetividad requerida por el método científico. Sin embargo, debido a que la ética natural implica un fenómeno psicológico elemental, asociado a la empatía entre seres humanos, cabe incluir en las distintas descripciones el carácter ético, o no, que puedan tener las acciones humanas. Alvin W. Gouldner escribió: “Me temo que muchos sociólogos actuales, al concebir la ciencia social como libre de valores, aluden a cosas muy diferentes; que muchos sostienen estas creencias dogmáticamente, sin haber examinado con seriedad las bases de su confiabilidad, y que algunos abogan por una sociología libre de valores de manera ritual, sin tener idea clara de lo que ello puede significar”. “Si bien Max Weber veía grandes peligros en el hecho de que los sociólogos expresaran juicios de valor, también afirmaba que era dable denunciarlos siempre y cuando se tomase la precaución de distinguirlos de los enunciados fácticos. Si bien insistía en la necesidad de mantener la objetividad científica, también advertía que ésta es muy distinta a la indiferencia moral” (De “La sociología actual: renovación y crítica”-Alianza Editorial SA-Madrid 1979).

Sería absurdo que quienes se especializan en describir las acciones y las decisiones humanas dejaran de lado una parte importante del comportamiento social relegando tal labor exclusivamente a la religión o a la filosofía, ámbitos en los que no existe objetividad en sus afirmaciones. El citado autor escribió: “Para Talcott Parsons, el mundo social es ante todo un mundo moral, y la realidad social, una realidad moral. Según él, lo más importante no es lo que los hombres realmente hacen; esto no es sino discrepancias, perturbaciones secundarias, desviaciones erráticas de una u otra clase. Examina, en cambio, su conducta real desde una perspectiva constituida por lo que determinan los valores grupales. Así, en la obra de Parsons existe una persistente presión tendiente a ignorar las regularidades sociales no originadas en códigos morales” (De “La crisis de la sociología occidental”-Amorrortu Editores SA-Buenos Aires 2000).

Considerando a Baruch de Spinoza como un precursor de la psicología social y teniendo presente su definición del amor y del odio, resulta oportuno que las ciencias sociales, con todo derecho, contemplen la posibilidad de desarrollar una labor moralizadora complementaria a partir de tal conocimiento. Debido a las dificultades propias de las interpretaciones teológicas del cristianismo, resulta necesario que las ciencias sociales adopten con firmeza la tarea de difundir la ética natural para que la mejora moral subsiguiente llegue masivamente a toda la población.

domingo, 26 de abril de 2015

El Papa y el Estado de Bienestar

Por lo general, quienes promueven sistemas sociales “bien intencionados”, que contemplen las necesidades básicas de todos los habitantes, lo hacen sin tener presentes las leyes de la economía, por lo cual las “soluciones” propuestas generalmente terminan empeorando las cosas en lugar de mejorarlas. Por el contrario, quienes conocen tales leyes, tienden a buscar soluciones que, a primera vista, pueden parecer injustas para algunos sectores. Este es un caso similar al del médico que prohíbe algunos alimentos y aconseja otros, siendo el paciente renuente a darles cumplimiento. Así como el niño interpreta que toda prohibición es “mala”, por cuanto se opone a sus deseos, las masas consideran “perversos” los planteamientos que realizan algunos economistas si no responden a sus deseos inmediatos.

El Estado de Bienestar, heredero del socialismo, es promovido por quienes consideran que el sector productivo, o empresarial, está constituido por hombres que extraen de la sociedad más de lo que le otorgan, de ahí que se hace necesaria e imprescindible la participación del Estado para redistribuir la producción, previa confiscación parcial de las ganancias empresariales. Se supone que, de lo contrario, tal sector ha de “devorar” toda la riqueza generada por la sociedad.

Los socialistas suponen que la sociedad está compuesta por hombres malos y egoístas (los empresarios) y por hombres buenos y honestos (las masas empobrecidas). La justicia social, por lo tanto, se logrará simplemente confiscando riquezas al sector productivo para concederlas al sector improductivo. Sin embargo, al quitar mérito e incentivos a los productores, éstos tienden a limitar su producción; y al conceder elogios y bienes gratuitos a los sectores improductivos, se abandonarán al ocio y a la vagancia. Tarde o temprano la economía nacional se reducirá a su mínimo nivel.

El ideal socialista implica establecer un conjunto uniforme de seres humanos que responda a los objetivos señalados por el Estado benefactor, siendo desalentado todo objetivo individual. De ahí que en el lenguaje socialista se consideran sinónimos individualismo y egoísmo, siendo dos conceptos totalmente distintos. El egoísmo es siempre malo porque produce resultados indeseables, mientras que el individualismo produce buenos resultados mientras no se convierta en aquél. Francisco, haciendo idénticos ambos términos, escribe: “El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios…” (De la “Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium”-Conferencia Episcopal Argentina-Buenos Aires 2013).

Pareciera dirigir estas palabras al egoísta y avaro productor, y no tanto al pobre, quien estaría exento de defectos siendo inocente por su estado de pobreza. En realidad, las virtudes y los defectos morales se dan en todo nivel económico y social. En los países latinoamericanos se acentúan los problemas económicos por cuanto el sector empresarial tiende a asociarse al sector político para no verse obligado a competir en el mercado. Sin embargo, todos los ataques van dirigidos al “neoliberalismo”, que es justamente la tendencia que se opone a tales acuerdos y promueve la existencia de mercados libres y competitivos. Es el Estado de Bienestar el que tiende a favorecer los vínculos entre políticos y empresarios. Michael Novak escribió: “América Latina tiene necesidad de una revolución. Pero su sistema actual es mercantilista y casi feudal, no capitalista, y la revolución que necesita es liberal y católica. El orden presente no es libre sino estatista, no está centrado en el buen juicio sino en el privilegio, no es abierto a los pobres sino proteccionista con los ricos. La gran mayoría de los pobres no son propietarios. La ley impide a los pobres fundar sus propias empresas y constituirse en sociedad. El acceso al crédito les es negado. Son reprimidos por una antigua estructura legal concebida para proteger a los antiguos privilegios de una elite precapitalista”.

“Dicha elite no inventa virtualmente nada, no arriesga virtualmente nada, no toma virtualmente ninguna nueva iniciativa. Es un parásito y distribuye los bienes y servicios de las empresas extranjeras de las cuales no emula la inventiva y el dinamismo. De esta manera, las elites latinoamericanas permanecen detrás de un grueso muro jurídico cuyo propósito es impedir el surgimiento del capitalismo. Estas elites temen la competencia económica. Su mayor preocupación es la protección del antiguo privilegio. Quieren comprar y vender, pero sólo detrás de muros protectores concebidos para excluir a otros. No son creadores. Muy pocos nacieron entre pobres” (De “¿Será liberadora?”-Grupo Editorial Planeta-Buenos Aires 1988).

En vez de criticar al intervencionismo estatal en economía, al proteccionismo o al mercantilismo, se trata de aprovechar la situación para denigrar a la economía de mercado, o capitalismo, que poco o nada tiene que ver en este caso. Francisco escribe: “Algunos todavía defienden las teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando”.

Resulta obvio que si una nación pobre decide adoptar una economía de mercado, no logrará los resultados esperados mientras no exista una mentalidad favorable al trabajo, la empresa y la inversión. En cuanto al “derrame capitalista”, debe decirse que se trata de las ganancias empresariales que irán a parar a nuevas inversiones. Estas inversiones generarán trabajo adicional con la creación de nuevos empleos. No es verdad que este proceso “jamás ha sido confirmado por los hechos”. La economía de mercado fue capaz de “resucitar” económica y socialmente a países como Alemania, Italia, y Japón destruidos luego de la Segunda Guerra Mundial. Por el contrario, los sistemas socialistas resultaron totalmente ineficaces, algo que quedó confirmado con la reciente adopción del capitalismo por parte de China y de Rusia, y de la mayor parte de los países del mundo. La comparación entre socialismo y capitalismo puede establecerse considerando los resultados de Alemania Occidental y Oriental, de Corea del Sur y del Norte, de la China con mercado y la socialista. Se advierte claramente las ventajas del capitalismo.

En cuanto al “derrame socialista”, propuesto por el Estado de Bienestar, se advierte que introduce estímulos negativos para el trabajo y la inversión e induce estímulos positivos para el ocio y la vagancia, con lo cual favorece la pobreza, ya que reduce al sector productivo mientras crece el improductivo. Así, en la Argentina kirchnerista, unos 7 millones de habitantes mantienen a los 33 millones restantes. Incluso, con cierto orgullo, la propaganda oficial anuncia que 18 millones de personas reciben ayuda social del Estado a través de ANSES. De seguir esta tendencia, los niveles de pobreza adquirirán niveles alarmantes.

Resulta evidente que el “derrame capitalista”, a través del trabajo, produce mejores resultados que el “derrame socialista” a través del ocio. Incluso es oportuno mencionar que en países con niveles de corrupción mediana, como es el caso de los EEUU, del total de dinero asignado por el Estado a los sectores pobres, sólo les llega el 30%. El resto queda en el camino. En países con mayores niveles de corrupción, les llegan porcentajes bastante inferiores. Además, en los Estados de Bienestar las ayudas son “universales”, es decir, van dirigidas tanto a quienes las necesitan como a quienes no (para que los pobres no se sientan desiguales). La inversión productiva de los empresarios tiende a reducirse porque gran parte de sus excedentes han ido a parar al Estado redistribuidor. El crecimiento económico se anula, ya que tal crecimiento implica aumentar el capital productivo invertido per capita. Francisco agrega: “Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común”.

“En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta”.

Ante los evidentes problemas morales que aquejan a las distintas sociedades, existen distintas alternativas para su solución. Una consiste en acentuar los sistemas económicos de tipo socialista, como lo propone el Papa (junto a Cuba, Corea del Norte, Venezuela y Argentina), y la otra alternativa es mejorar moralmente a cada individuo mediante la ética natural promovida por el cristianismo para que pueda establecerse una economía de mercado que generalice los buenos resultados producidos en muchos países.

La violencia tiene sus promotores y son quienes atribuyen todas las culpas al sector productivo de la sociedad excluyendo al resto. Al dividir a la sociedad en dos categorías, ricos y pobres, y culpar a los primeros de todos los males, se incentiva la violencia social que en el siglo XX produjo grandes catástrofes sociales. Francisco escribe al respecto: “Hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión”.

“Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz”.

Si bien podemos estar de acuerdo con Francisco en que las cosas andan mal y que el sistema capitalista es poco eficiente, la realidad histórica nos impone una verdad evidente: el socialismo es mucho peor. Si el capitalismo privado tiene muchas deficiencias, el capitalismo estatal tiende a acentuarlas y a profundizarlas. Mientras que, en otras épocas, la Iglesia consideraba acertadamente que “el comunismo es intrínsecamente perverso”, la actual conducción parece sugerir que “el capitalismo es intrínsecamente perverso”. La caída del muro de Berlín fue el signo elocuente del fracaso del socialismo aunque todavía muchos sostengan que el siglo XX mostró el fracaso del capitalismo.

sábado, 25 de abril de 2015

Aspectos históricos de la ética natural

Puede decirse que la formulación de una ética natural, de carácter universal, ha de ser el objetivo principal de toda religión, de toda filosofía y de las ciencias sociales. Se entiende por ética natural aquel conjunto de normas, mandamientos o sugerencias éticas que permitirán adaptar al hombre al orden natural, y que han de provenir de una adecuada ideología de adaptación. De la misma manera en que una teoría científica se impone a otras anteriores según el grado de concordancia con la realidad a describir, toda ética natural propuesta deberá perfeccionar los intentos previos.

Así como existe una historia de la ciencia que describe la secuencia de intentos que han de ser seleccionados luego de numerosos intentos de prueba y error, existe también una historia de las ideas morales que describe los distintos intentos por conformar una ética universal que ponga fin a los persistentes conflictos exigentes entre los hombres. Si bien puede calificarse tal objetivo como demasiado pretencioso, resulta conveniente apuntar hacia lo alto para lograr un objetivo comparable.

Una ética natural es, esencialmente, una religión natural, de ahí que tengan una historia común. Para poder tener éxito y aceptación, deberá consistir, no sólo en una sugerencia promotora de una actitud cooperativa asociada a los aspectos emocionales del hombre, sino también deberá disponer de una sugerencia de tipo cognitivo o intelectual que permita reforzar tales aspectos a través del razonamiento.

Uno de los primeros intentos por establecer una ética universal fue realizado por los estoicos, nombre asociado a los filósofos que se reunían en la Stoa (Pórtico), que era una edificación con columnas. De origen griego, el estoicismo tiene gran influencia en Roma, resultando posteriormente compatible con el cristianismo, de ahí que la aceptación de Cristo, por parte del Imperio Romano, haya sido menos dificultosa de lo que pueda suponerse. Adviértase que las sugerencias éticas de filósofos influyentes como Aristóteles y Platón estaban dirigidas a su propio pueblo, y no a los extranjeros, ni tampoco a los propios esclavos. La religión judía, por otra parte, contemplaba a sus propios seguidores excluyendo a los demás. La innovación estoica consiste precisamente en apuntar hacia una ética del “ciudadano del mundo”, es decir, de valor universal. Paul Gille escribió: “Fundada en Atenas, hacia el año 300 AC, por Zenón de Citium (Chipre), la escuela estoica no tardó en hacerse un lugar notable en la república filosófica. Primeramente fue propagada por Cleanto de Assos, quien más austero que Zenón, tomó por divisa: «Vivir conforme a la razón, eligiendo entre nuestras tendencias naturales»”.

“Como filosofía, el estoicismo en un panteísmo espiritualista que admite la inmortalidad condicional del alma. Los estoicos no reconocen ningún dios trascendente, ni alma absolutamente distinta del cuerpo; pero su materia está completamente animada y no simplemente puesta en movimiento; su dios es uno con el mundo, pero es, no obstante, más que la materia que se mueve, es la «razón ígnea del mundo»”.

“La unidad del género humano, un mismo derecho y una misma ley para todos los seres razonables, la igualdad, la filantropía, la comunidad o la solidaridad universal: tales son las grandes novedades de la filosofía contemporánea de Alejandro Magno” (De “Historia de las ideas morales”-Editorial Partenón-Buenos Aires 1945).

Entre los difusores romanos del estoicismo puede mencionarse a Cicerón, Séneca, Epicteto (el filósofo que fue esclavo) y Marco Aurelio (el filósofo que fue Emperador). “El espíritu de los romanos, admirable para adaptarse a todo lo que era susceptible de aplicación práctica, se apoderó con ardor indecible de una filosofía que concertaba con tanta precisión a sus fieros instintos. Los jurisconsultos la aplicaron a la interpretación de las leyes nacionales, y los más bellos genios de la literatura latina la adornaron con todos los encantos del estilo para propagar su gusto y su conocimiento”.

“Epicteto y Marco Aurelio son propiamente, casi exclusivamente, moralistas. En ellos el estoicismo se reduce a sus verdaderas proporciones: le despojaron con mano valerosa y firme de todos los ornamentos superfluos, o si se prefiere, de todos los estorbos, de todas las superfetaciones parásitas”. “La Naturaleza ha recobrado sus derechos, en el mismo estoicismo, por Epicteto y por Marco Aurelio. Ya no hay en ellos nada de utópico: el uno ha dictado lecciones que han podido ser la regla de los santos del cristianismo, y el otro, pintándose a sí mismo, ha escrito uno de los más sublimes tratados de moral que se hayan escrito jamás”.

Con la aparición del cristianismo, la religión natural se perfecciona, aunque tradicionalmente se acepte que su origen es sobrenatural. Puede decirse que la religión natural “pide prestados” al cristianismo sus mandamientos para conformar definitivamente una religión universal, o católica. El mandamiento del amor al próximo induce a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias, orientando nuestra actitud emocional. El mandamiento del amor a Dios coincide con el posterior “amor intelectual de Dios” de Baruch de Spinoza respondiendo al aspecto cognitivo y racional. Sin embargo, las diversas interpretaciones cristianas hicieron del amor al prójimo una sugerencia con un significado casi adaptable al gusto del creyente, convirtiendo adicionalmente el amor a Dios es una actitud emocional hacia un ser perfecto e imaginario sin constatar que en realidad era el vehículo intelectual que habría de permitir una efectiva cooperación con todos los demás seres humanos a través de la actitud afectiva o emocional correspondiente.

Los intentos por “naturalizar” la religión revelada están asociados a la Ilustración, o Iluminismo. Durante el siglo XVIII surgen los deístas, o librepensadores, que suponen que Dios sólo actuó en el momento de la Creación, o bien identificaron a Dios con el orden natural, oponiéndose a los teístas, que sostenían que Dios sigue interviniendo cotidianamente en el mundo. Federico Klimke S.J. escribió: “El postulado de la tolerancia y de la libertad de conciencia señala el punto culminante de todas estas tendencias. La «iluminación» ama la tolerancia con delirio. Spinoza es uno de los primeros que intenta probar filosóficamente la libertad de conciencia; en su “Tratado teológico-político” quiere probar que esa libertad está fundada en el mismo Derecho natural, por lo que el hombre no puede jamás renunciar a ella”.

“La «iluminación» no reconoce como fuente de verdad la autoridad y la tradición, sino sólo la razón humana; además, únicamente admite la Religión natural”. “La «iluminación» tan sólo reconoce tres verdades religiosas: Dios, la virtud, o sea, la libertad, y la inmortalidad, porque esas tres ideas son obvias a la razón natural y comunes a todas las religiones. Conviene con la doctrina católica en el concepto de religión natural, pero el valor y el significado de ese concepto en ambas es distinto. Según la doctrina de la Iglesia, la Religión meramente natural nunca existió como tal, sino que ya desde los orígenes del género humano ha sido elevada y perfeccionada por la Religión sobrenatural; en cambio, según los filósofos empiristas y racionalistas, la única religión verdadera y cierta es la Religión natural; destruyendo cada vez más con su escepticismo la Religión sobrenatural”.

“Algunos que todavía admiten la Revelación, o bien afirman que sobreañade nuevas verdades a las de la Religión natural, o bien creen que sólo comprueba las verdades naturales; otros, yendo mucho más lejos, defienden que todas las doctrinas reveladas no son más que una corrupción de la Religión natural, un efecto de la superstición, de la ignorancia o del deseo de dominar de algunos”. “De este modo naturalista y escéptico de interpretar las cosas de la Religión se siguió la desaparición de la fe en los milagros. De la ciencia natural matemático-mecánica nació la persuasión de que en el cosmos las leyes naturales rigen de una manera inviolable, y que todos los fenómenos que hasta el presente no han sido descifrados, con el progreso de la ciencia hallarán su explicación natural”.

“Así, toda la religión cristiana ya no se considera como una institución sobrenatural, sino como un suceso meramente natural sujeto a las mismas causas que todos los demás acontecimientos históricos. Spinoza es el primero que niega los milagros apoyado en los principios de su filosofía”. “Otros, como Newton y Leibniz, al desarrollar con el mayor rigor posible el aspecto mecánico de la Naturaleza, se esfuerzan en demostrar la existencia de una causa inteligente y suprema, deduciéndola precisamente del admirable orden del mecanismo cósmico, con lo que el argumento teleológico viene a ser uno de los más usados. Pero de esta misma consideración se sacan argumentos contra los milagros: un mundo tan bien ordenado, requiere de suyo la existencia y grandeza de Dios, pero los milagros derogarían esta grandeza divina y además son superfluos”.

“Esa misma conciliación de la religión con la mentalidad moderna, hizo que la esencia de la religión se colocara en la simple moralidad y que se negaran todos los dogmas. El fin del hombre no se pone en la salvación del alma y la bienaventuranza después de la muerte, sino en la presente felicidad interna que brota espontáneamente de la vida honesta. De aquí que los dogmas y el culto o se rechacen o se menosprecien; por lo mismo la fe inquebrantable en los dogmas como absolutamente imprescindible para la salvación, es atacada como «intolerancia»; el afecto y sentimiento religioso son mirados con desprecio y tenidos como «misticismo» y «fanatismo»”.

“La persuasión optimista de que el hombre es bueno por naturaleza está en pugna con el dogma del pecado original, por lo que despreciado este dogma, se da poca importancia al pecado en general”. “Nuestro Señor Jesucristo se considera cada vez más como mero hombre que enseñó únicamente la moralidad y restauró la Religión natural. De ahí viene aquella distinción entre religión de Jesús y la religión cristiana, que como corrupción humana de la primera es condenada y rechazada; de ahí nace aquel pesimismo en el juzgar la historia de la Iglesia; de ahí también la crítica racionalista de libros sagrados, que ya no se tienen como divinamente inspirados, sino como una simple obra humana” (De “Historia de la Filosofía”-Editorial Labor SA-Barcelona 1947).

Teniendo presentes las propias Sagradas Escrituras y las palabras de Cristo, se advierte la existencia de la profecía que anuncia la Parusía (presencia), o Segunda Venida, de donde se supone que ha de haber cambios importantes en la religión cristiana. De lo contrario, tal acontecimiento tendría poca razón de ser. Debido a que el cristianismo actual dista bastante de ser universal, y de ser eficaz, al menos como sería deseable y necesario, resulta acertado suponer que tal cambio consistirá en “aliarse” a la ciencia experimental para compartir con ella su universalidad, de la misma manera en que en la antigüedad se alió al Imperio Romano para su difusión planetaria. Un cristianismo accesible a todos los hombres, desprovisto de misterios, seguramente podrá revertir la severa crisis moral.

jueves, 23 de abril de 2015

Acerca del poder

La naturaleza social del hombre se advierte en la interacción social cotidiana en la que se produce una influencia conciente o inconsciente sobre los demás integrantes de la sociedad. Al disponer de memoria, toda interacción social tiende a dejar su rastro. Al existir personas influyentes y también poco influyentes, con una transición gradual entre ambos extremos, podemos asociar a la capacidad de influir sobre los demás, cierta cantidad de poder social. Además, como la influencia ejercida puede ser orientada para el bien tanto como para el mal, podemos asociar a la capacidad de influir sobre los demás, cierta calidad de poder social. De ahí que sea necesario caracterizar el poder asociado a las distintas acciones humanas mediante cantidad y calidad. Alejandro Rozitchner escribió: “Podríamos formular la idea de que el poder es una riqueza comunitaria específica y que incluso posee magnitudes, que hay una cantidad social de poder en una sociedad dada, y que no está necesaria o exclusivamente representada por el poder del dinero o de las armas. Ni siquiera por el poder que esa sociedad posee como bloque y capacidad de avance sobre otras sociedades. Este poder sería una especie de suma de las capacidades de una comunidad, a la que todos aportaríamos al hacer crecer nuestras cualidades de realización personal”.

“Podríamos pensar que esta existencia de un poder social se expresa en sus tensiones internas, pero no sólo en ellas. Es más, podríamos postular la idea de que si el poder de una sociedad se expresa demasiado en forma de enfrentamientos internos lo hace a costa de otros desarrollos posibles. Mucha de la fuerza que se invierte en choques sociales podría tener un destino más alto y efectivo, desde donde los choques pueden verse muchas veces más como el recurso neurótico de la indirección (dar vueltas innecesarias en vez de invertir la energía en el acceso directo a los objetivos) que como la lucha por el logro”.

“Esta visión del poder no responde a una visión sólo cuantificable, el poder también posee cualidades, estilos, modos de concepción y comportamiento que es necesario concebir y desplegar para que el efecto de su magnitud general permita unos y otros objetivos. No sólo se trata entonces de intervenir en el juego del poder haciendo fuerza por una u otra fracción, la intervención posible tiene en primer lugar un efecto formativo según el plan que se adopte” (De “Amor y país”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2005).

Por lo general, se considera al poder como algo negativo, lo que en realidad no resulta siempre cierto, ya que se puede tener capacidad de influenciar a los demás tanto actuando en forma cooperativa como competitiva. No siempre se busca tener una situación preponderante, o socialmente influyente, para hacer el mal, ya que muchos líderes sociales, religiosos o políticos han tenido significativos desempeños a favor del bien de sus propios pueblos. Annabelle Hoffs escribió: “El poder era originariamente un término sociológico, pero al descubrir que el poder depende de las emociones, actitudes y motivos inconscientes, se ha buscado en la psicología una clarificación. En psicología, el poder significa la habilidad de afectar, cambiar e influir en otras personas. Por tanto, consideraciones tales como el status, la autoridad y el prestigio resultan centrales en el asunto de poder” (De “El poder del poder”-Editorial Diana SA-México 1986).

Teniendo presente que el complejo de inferioridad tiende a ser compensado por el de superioridad, se advierte que la búsqueda de poder a veces proviene de personas que tratan de compensar sus sentimientos de minusvalía social. La citada autora agrega: “Es difícil confrontar nuestra carencia de poder. Admitir la poca influencia que tenemos sobre otros, y que somos insignificantes, es ciertamente difícil, ya que hiere nuestro narcisismo. Vemos cómo, en nuestra sociedad, la violencia la realizan aquellos que intentan de ese modo preservar su imagen, establecer su autoestima y sentirse significativos. Por tanto, la violencia no surge de la sensación real de poder, sino de la falta de éste”.

En todo ámbito social, existe una natural lucha por el poder, es decir, por la capacidad de influir sobre los demás. Cuando quienes, adoptando una actitud cooperativa, ceden su lugar a quienes adoptan una competitiva, las cosas andarán mal. Esto pasa también en un hogar cuando los padres, creyendo que, con una limitada intervención, favorecerán la formación de sus hijos, terminan dejando un vacío que será ocupado por éstos, bastante menos expertos. La ausencia de autoridad, motivada por el temor a que parezca autoritarismo, termina favoreciendo cierto estado caótico que ha de ser perjudicial para el grupo familiar. “Rollo May, en su libro «Poder e inocencia», afirma que la violencia es la expresión de la carencia de poder. Asimismo, el autor intenta establecer una relación entre poder y amor. Nos plantea que ambos términos están tradicionalmente citados como opuestos, o sea que a más poder, menos amor, y a más amor, menos poder. Dicho de otro modo, entre más desarrollada esté la capacidad de amar de un individuo, menor será su interés por el poder”.

“Se dice que el poder conduce a la violencia y al dominio, mientras que el amor nos acerca a la igualdad y al bienestar humano. Esta postura vino como reacción al autoritarismo victoriano, y se vio reflejada en el núcleo familiar. Los padres asumían que renunciando a su poder sobre los hijos, mostraban su amor por ellos. Los niños, por su lado, manipulaban a sus padres despertando en ellos resentimientos y culpa, así que el cúmulo de tensiones estallaba en arranques de ira, ya sea en berrinches en los niños o enojos violentos en los padres. Los hijos de estas familias inestructuradas que operaban supuestamente en el amor sin poder, crecían, para luego reclamar a sus padres el que nunca se les hubiera dicho NO, ya que los abrumaba el no estar capacitados entonces para tomar decisiones y poner límites por sí mismos” (Annabelle Hoffs).

El deterioro que se advierte en la educación se debe, entre otros aspectos, a la promoción de cierto antiautoritarismo que deberían mostrar los docentes para ceder protagonismo a los alumnos. Jorge Bosch escribió: “Una de las consecuencias más desopilantes de la ideología activista-creativista-anticonsumista es la pretensión de suprimir por medio de consignas revolucionarias ciertas diferencias objetivas que la realidad se empeña en mantener. En términos generales, esta pretensión se puede describir diciendo que se aspira a suprimir las diferencias entre el emisor y el receptor de un mensaje, entre el maestro y el alumno, entre el estimulador y el estimulado, advirtiendo que todas estas diferencias están basadas en la relación dominante-dominado”.

“El grado de penetración de esta ideología «igualitarista» y borradora de diferencias es enorme. En los congresos internacionales, en las reuniones de «expertos»…se insiste hasta el hartazgo en esta consigna supuestamente democrática y que en realidad contribuye a la ruina de la democracia”. “¿Cómo no se les ha ocurrido a estos profetas de la liberación total que también la relación médico-enfermo puede ser puesta bajo el anatema de la relación dominante-dominado? No la edad, pero sí el saber y la autoridad están de parte del médico; y la inferioridad y la sumisión del enfermo son mucho mayores que las del alumno”. “La verdad es que el perverso mundo capitalista está lleno de estas relaciones de dominación: la relación agente de tránsito-automovilista, la relación bombero-víctima del incendio, la relación mamá-bebé, etc.”.

“Leemos [en un libro de Paulo Freire]: «Toda relación de dominación, de explotación, de opresión ya en sí es violencia. No importa que se haga a través de medios drásticos o no». Así se reencuentra el conocido slogan de los terroristas de izquierda: «La violencia de arriba engendra la violencia de abajo». Pero, ¿qué es la violencia de arriba? Ya lo ha dicho Paulo Freire: la dominación, la explotación, la opresión, aunque no se realicen por medios drásticos. La conclusión que se extrae de toda esta «pedagogía» es la siguiente: todo el que se considera explotado tiene derecho a radicalizarse y entonces, por una cuestión de amor, debe reaccionar con violencia. Ésta es la forma insurreccional que nada tiene que ver con la pedagogía, evidentemente. Es más bien contrapedagogía” (De “Cultura y contracultura”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1992).

En el ámbito de la política se considera que ambicionar el poder social es necesariamente algo malo, por lo cual la gente bien intencionada tiende a no participar en las decisiones del Estado cediendo esa posibilidad a gente inescrupulosa y, a veces, psíquicamente poco normal, cuya meta es el poder en sí mismo. “Al poder se le puede dar un uso constructivo o uno destructivo; tener manifestaciones creativas, sanas y normales, o por el contrario, tener expresiones patológicas y negativas”. “En conclusión, el poder es amoral, ya que por sí mismo, no determina valores” (Annabelle Hoffs).

Cuando personajes positivos como el Mahatma Gandhi o Nelson Mandela adquieren bastante poder, las cosas tienden a ir bien. Por el contrario, cuando en un país los líderes populistas, como Juan D. Perón, tratan de responder afirmativamente a todo lo que las masas exigen, ocurre algo similar al caso familiar antes mencionado en el que los padres delegan en sus hijos inmaduros la libertad que no son capaces de administrar. La irresponsabilidad del líder que busca popularidad y votos promueve lo que Ortega y Gasset denominó “la rebelión de las masas”. El subdesarrollo de una nación es la consecuencia inmediata y necesaria de todo populismo.

En cada sociedad, el poder esta dividido en varias partes; el poder político, el económico, el militar, el religioso, el financiero, el periodístico, etc. De ahí surgen dos posibilidades extremas que dan lugar a dos tendencias opuestas; el liberalismo, que propone la división del poder social en varias partes para evitar que caiga en manos de una persona o de un grupo reducido de personas, y el socialismo, que propone la concentración total y absoluta de poder en manos del Estado, lo que implica que caiga justamente en una persona o en un grupo reducido.

Para el liberalismo, las personas pueden ser buenas o malas, con una transición gradual entre los extremos, de ahí que busca evitar, aplicando cierto factor de seguridad social, la unificación del poder. Para el socialismo, las personas son esencialmente corruptas y egoístas, de ahí que busca concentrar todo el poder social en una persona, o en un grupo reducido, de mentalidad socialista, es decir, “exento de egoísmo”, para asegurar el buen desarrollo de la vida social.

En épocas pasadas se postulaba un principio físico que sugería que “la naturaleza tiene horror al vacío” (ya que si lo había, habría lugares no ocupados por Dios). En forma análoga, puede decirse que la sociedad tiene horror al vacío de poder y que si no lo llenan los “buenos”, lo llenarán los “malos”.

lunes, 20 de abril de 2015

Milagros vs. ley natural

La religión revelada admite la existencia de leyes naturales y también de interrupciones a dichas leyes desde el nivel sobrenatural. Incluso la propia revelación implica tal tipo de interrupción. La religión natural, por otra parte, sólo considera la existencia de leyes naturales. Al igual que la ciencia experimental, se basa en la observación directa de la realidad. La verdad, en este caso, es sinónimo de “exacta descripción”, aunque pocas veces podamos alcanzarla.

Desde el punto de vista de la religión natural, el grado de veracidad alcanzado por una descripción se mantiene inalterable a través del tiempo. Ello se debe a la invariabilidad de la ley natural. Desde la religión revelada, o sobrenatural, por el contrario, se recibe la verdad en el acto de la revelación (desde Dios hacia el enviado o el elegido) y tiene un carácter definitivo (al menos hasta que ocurra una revelación posterior).

Si se descubre un milagro (intervención de Dios o de seres sobrenaturales) la religión natural perdería bastante credibilidad, ya que dejaría de lado una parte esencial de la realidad. La comprobación de un milagro resulta muy dificultosa. Además, al existir varias religiones reveladas, la veracidad de las mismas deberá ser comprobada con el mismo criterio con el que se comprueba la validez de la religión natural, esto es, por su grado de vinculación con la ley natural.

Desde la religión natural se observa al milagro como una trasgresión de Dios hacia su propia ley, mientras que los pecados implican su trasgresión por parte del hombre. Para David Hume “un milagro es una violación de las leyes de la Naturaleza”. Otras expresiones similares son: “es un hecho producido contrariamente a la Naturaleza”, “que se sale del orden de la Naturaleza”, etc. José María Riaza Morales escribió: “La creencia en Dios no presupone necesariamente la admisión de milagros. Científicos se encontrarán convencidos de la existencia de Dios y vacilantes o escépticos delante de todo fenómeno de tipo maravilloso. Más si es verdad que existe el Autor del universo, habremos de reconocerle la posibilidad de que, cuando lo estime conveniente, intervenga en su obra” (De “Azar, ley, milagro”–La Editorial Católica SA-Madrid 1964).

Muchos cristianos aceptan las prédicas evangélicas sin necesidad de observar, o de creer, en los milagros. Sólo les basta la palabra de Cristo. Sin embargo, como la creencia en lo sobrenatural resulta, para otros, prioritaria a la postura ética, acusan de ser no creyente, o no cristiano, a quien no necesita ser convencido mediante la existencia de milagros. Hacer que la mayoría de los hombres acepte una postura filosófica determinada, resulta imposible de lograr, ya que tales posturas están ligadas al tipo psicológico al que pertenecen. En cambio, si se trata de hacer prevalecer una postura ética, es factible lograr coincidencias. Es un caso similar al de la ciencia experimental: pueden haber diferentes posturas filosóficas respecto de la interpretación de las teorías; sin embargo, no se ponen en duda los hechos experimentales ni las teorías verificadas.

La incertidumbre asociada a la intervención de seres sobrenaturales radica en que a veces actúan y a veces no, permitiendo la ocurrencia de males que pudieron evitarse fácilmente. En cuanto a las profecías bíblicas, interpretadas como anuncios de Dios, cabe preguntarse por la demora en la finalización de una época caracterizada por un sufrimiento extremo cuando podría actuarse en forma rápida.

Si existe un Dios que produce interrupciones de la ley natural, el hombre tiende a adoptar una actitud pasiva. Incluso trata de homenajear y de adular al causante de todos los beneficios que le serán otorgados. Por el contrario, la existencia de una ley natural invariante nos obliga a adoptar una actitud activa, ya que debemos adaptarnos al orden natural a partir de un gran trabajo de mejoramiento individual.

Así como alguien puede sentirse superior a los demás por su clase social o por su origen racial, muchos se sienten superiores a los demás por su condición de “creyentes en lo sobrenatural”, observando al resto de los mortales como simples seres naturales de esencia biológica.

El camino de adaptación al orden natural está ligado al razonamiento y a cierta intelectualidad, lo que lo hace atractivo desde ese punto de vista. Thomas Merton escribió: “El concepto de virtud no atrae a los hombres, porque ya no están interesados en hacerse buenos. Sin embargo, si se les dice que Santo Tomás habla de las virtudes como hábitos del intelecto práctico quizás presten cierta atención a esas palabras. Les agrada el pensamiento de todo cuanto parezca hacerles inteligentes” (De “Nuevas semillas de contemplación”).

Quienes poseen un pobre nivel intelectual, tienden a valorar a Dios por su poder manifestado en su capacidad para actuar sobre la naturaleza. Baruch de Spinoza escribió: “De ahí que el vulgo llama milagros u obras de Dios a las obras insólitas de la naturaleza; y, en parte por devoción, en parte por deseos de oponerse a aquellos que cultivan las ciencias naturales y sólo quiere oír lo que ignora y, por tanto, lo que más admira. Y es que el vulgo sólo puede adorar a Dios y referir todas las cosas a su dominio y a su voluntad, suprimiendo las causas naturales e imaginando las cosas fuera del orden de la naturaleza; y nunca admira más el poder de Dios, que cuando imagina el poder de la naturaleza como sometido por Dios” (Del “Tratado teológico-político”–Ediciones Altaya SA-Barcelna 1994).

Según la Biblia, el “milagro” también puede ser asociado a los falsos profetas, de ahí que, finalmente, ha de ser la compatibilidad con la ley natural lo que garantizará la verdad. Baruch de Spinoza escribió: “En primer lugar, del hecho de que Moisés (Deuteronomio, 13) manda que condenen a muerte al profeta seductor, aunque haga milagros. Pues se expresa así: «aunque se produzca la señal o el portento que te predijo, etc., no quieras (sin embargo) dar crédito a las palabras de ese profeta, etc., porque vuestro Dios os tienta, etc. Que aquel profeta sea pues condenado a muerte, etc». De donde se sigue claramente que los milagros también pueden ser realizados por falsos profetas y que, a menos que los hombres estén provistos del verdadero conocimiento y amor de Dios, por los milagros pueden ser inducidos con la misma facilidad a abrazar dioses falsos o el Dios verdadero”.

La teología es el estudio de Dios, o el conocimiento de Dios. Existen dos caminos posibles para ese conocimiento: a partir de su obra, conociendo el orden natural y las leyes naturales subyacentes, o bien a través de las interrupciones de tales leyes y la destrucción momentánea de dicho orden. En el primer caso podemos llegar a un conocimiento claro y concreto. En el segundo caso sólo llegaremos a una situación confusa. De ahí que Spinoza haya expresado: “Los israelitas no lograron formar, a partir de tantos milagros, una idea correcta de Dios, como la misma experiencia ha confirmado. Y así, cuando creyeron que Moisés se había marchado, pidieron a Aarón divinidades visibles y, ¡qué vergüenza!, un becerro fue la idea que ellos formaron, finalmente, de Dios a partir de tantos milagros”.

Muchas veces se ha designado como milagro al acontecimiento que el hombre no pudo explicar a partir de leyes naturales, o que nunca podrá explicar debido a las limitaciones inherentes a nuestra propia naturaleza. De todas formas, existen fenómenos asociados a efectos sorprendentes. El médico y Premio Nobel Alexis Carrel escribió: “Fue generalmente admitido que no sólo no existen los milagros, sino que no podían existir. Lo mismo que las leyes de la termodinámica hacen imposible el movimiento continuo, las leyes fisiológicas se oponen a los milagros. Todavía es está la actitud de la mayor parte de los fisiólogos y de los médicos. Sin embargo, en vista de los hechos observados durante los últimos cincuenta años, no puede sostenerse esta actitud. Los casos más importantes de curación milagrosa se han registrado en la Oficina Médica de Lourdes. Nuestro concepto actual de la influencia de la oración sobre las lesiones patológicas está basado en la observación de pacientes que han sido curados casi instantáneamente de diversas afecciones, tales como tuberculosis peritoneal, abscesos fríos, osteítis, heridas supurantes, lupus, cáncer, etc. El proceso de la curación varía poco de unos individuos a otros. A menudo, un dolor agudo. Luego, una sensación instantánea de estar curado. En unos segundos, unos minutos, todo lo más unas horas, se cicatrizan las heridas, desaparecen los síntomas patológicos, vuelve el apetito”.

“El milagro se caracteriza principalmente por una extraordinaria aceleración de los procesos de reparación orgánica. No hay duda de que el grado de cicatrización de los defectos anatómicos es mucho más rápido que lo normal. La única condición indispensable para que el fenómeno se produzca es la plegaria. Pero no es necesario que sea el mismo paciente el que rece, ni siquiera que tenga fe religiosa. Basta con que alguien a su alrededor se halle en estado de oración. Estos hechos son profundamente significativos. Muestran la realidad de ciertas relaciones, de naturaleza aún desconocida, entre los procesos psicológicos y orgánicos. Prueban la importancia objetiva de las actividades espirituales, que los higienistas, los médicos, los educadores y los sociólogos han dejado de estudiar casi siempre. Abren al hombre un mundo nuevo” (De “La incógnita del hombre”–Editorial Época SA-México 1967.

En el caso de que existiesen los milagros, en el sentido estricto de la palabra, es importante resaltar que las probabilidades de ocurrencia son muy pequeñas, al menos muchos de nosotros podemos afirmar no haber visto ninguno durante nuestra vida. De ahí que debe darse prioridad al predominio de la ley natural por encima de lo sobrenatural. En cambio, quienes suponen la existencia de intervenciones cotidianas, fundamentan sus vidas en visiones subjetivas y, seguramente, alejadas de la realidad. La religión debe tener una validez general, y no particular, ya que, en este caso, no tendría razón de ser.

Es oportuno mencionar que la ley natural no excluye al suceso poco probable, siendo tal tipo de acontecimiento algo tan sorprendente como el milagro propiamente dicho. Así, no es imposible que todas las moléculas de aire de la habitación en donde estamos se muevan hacia un sector de la misma y tengamos dificultades para respirar. La ocurrencia de este fenómeno es tan poco probable que nunca ha sido observado, si bien la teoría respectiva le asigna una probabilidad muy pequeña, pero no nula.

Debido a la abrumadora diferencia existente entre la probabilidad de ocurrencia de los acontecimientos regidos por la ley natural respecto de aquellos que, posiblemente, sean motivados por las intervenciones divinas, es prioritaria la consideración de dicha ley como una guía efectiva para nuestra vida. Quienes, en sus visiones personales, alteran esta prioridad, suponen la existencia de mundos imaginarios, lo que implica una tendencia hacia su desadaptación al orden natural.

domingo, 19 de abril de 2015

Sistemas sociales y actitudes favorables

Los sistemas sociales más importantes son los propuestos por el liberalismo y el marxismo. Mientras que el liberalismo propone un sistema social completo, con una democracia política y una democracia económica (mercado), el socialismo consiste esencialmente en un sistema político. Julien Freund escribió: “El socialismo es una construcción intelectual e incluso artificial, más o menos coherente, que, como tal, no está en condiciones de animarse por sí mismo. Su indumentaria es más bien abigarrada, como la del arlequín, hecha de fragmentos de diversos orígenes. Recibe su movimiento del exterior. Las primeras formas de socialismo, correspondientes al siglo XIX, fueron de inspiración cristiana; sólo después ese movimiento se tornó a menudo agresivamente ateo. Sin embargo, lo que en verdad lo estimula no es a mi juicio la teología, aun la negativa que adopta forma de ateísmo, sino más bien la economía capitalista”.

“Por otra parte, su actitud ante este sistema económico sigue siendo ambigua, incluido el caso del marxismo. No sólo escribió Marx páginas particularmente elogiosas sobre el capitalismo, sobre el papel que ha desempeñado y puede todavía desempeñar; además, nunca cambió de opinión sobre la necesidad de que toda sociedad que desee llegar al socialismo cumpla antes su revolución capitalista, que la familiarizará con los principios de la economía moderna. El productor de abundancia es el sistema capitalista, y el socialismo intervendrá después para, según lo dice, corregir las injusticias y poner fin a las desigualdades de clases distribuyendo en forma distinta los bienes existentes y producidos con anterioridad”.

“Esto significa reconocer implícitamente que el socialismo no es el creador de lo que se siente llamado a administrar; se limitará a reproducir, en el seno de una organización social nueva, los principios de una economía elaborados al margen de él. Podría decirse que el socialismo es una doctrina social y no un sistema económico. De cualquier manera, cabe prever que el fin del capitalismo significará también el fin del socialismo”.

“La grandeza de Europa reside en ser capitalista, en haber inventado el capitalismo, que por primera vez en la historia permitió al hombre combatir con éxito la escasez en el plano de las necesidades inmediatas y hacer disfrutar de una abundancia relativa, en diversas proporciones, a todas las capas de la población. Generalizó el bienestar, sin suprimir evidentemente las desigualdades, en la medida misma en que la dependencia es un fenómeno inherente a la esencia de lo económico”.

“Es poco probable que un sistema económico, cualquiera que fuese, pueda eliminar algún día esa dependencia. En aquellos espacios económicos donde reinaba la escasez, las condiciones de vida eran sin duda más iguales de un grupo a otro, pero se vivía bajo la amenaza constante de la penuria. En las sociedades capitalistas actuales es posible disminuir las desigualdades o su volumen, pero no borrarlas definitivamente. En ese sentido, la acción del socialismo ha sido eficaz, pero se torna demagógico si se cree capaz de instaurar un sistema igualitario, o siquiera de reducir a un mínimo las desigualdades manteniendo a la vez el bienestar. A decir verdad, siempre hubo demagogia en el socialismo, en la medida en que la demagogia consiste en formular promesas halagadoras como si ella dispusiera del secreto de la solución de todos los problemas, o al menos la solución de los problemas en un sector o una actividad determinados. Una humanidad sin problemas dejaría de ser humanidad”.

Ante los reiterados fracasos del socialismo en sus intenciones de reemplazar al sistema productivo capitalista, surge la posibilidad de gobierne por un periodo determinado un partido liberal, para fortalecer la economía, seguido por un partido socialdemócrata, para tratar de mejorar la igualdad que antes no pudo establecerse. La persistencia de gobiernos socialistas produce el fracaso absoluto de la economía y de la sociedad. De ahí que los intentos por profundizar la “etapa distributiva” llevan al deterioro social y económico en forma inevitable. El citado autor agrega: “La admisión del socialismo por la mayoría de los países del Tercer Mundo no careció de malentendidos ni de confusiones. Como lo dije líneas arriba, el socialismo es una doctrina social, no un sistema económico. No inventó los mecanismos propios de la moderna producción de riquezas, sino que se propone, exclusivamente, distribuir mejor los frutos del trabajo económico. Es erróneo, por lo tanto, creer que el socialismo sería una nueva fórmula de producción económica que permitiría sustituir al sistema capitalista. A un país de producción débil de nada le valdrá pasar al régimen socialista; no por ello se enriquecerá. Un país pobre, de recursos limitados, e ignorante de los mecanismos de desarrollo, podrá volverse socialista por voluntad política, pero se limitará a socializar su pobreza” (De “El fin del Renacimiento”-Editorial de Belgrano-Buenos Aires 1981).

Como señalan muchos autores, el subdesarrollo ha sido lo normal durante gran parte de la historia de la humanidad. La anomalía ha sido el desarrollo, asociado a la aparición del capitalismo. L. Moulin escribió: “El no desarrollo económico es el estado normal de la humanidad. La excepción, además por completo reciente, de esa regla, la anomalía, que por ahora se circunscribe a una pequeña parte de las naciones, reside en que, en lo futuro, algunos centenares de millones de hombres habrán dejado de vivir en el temor permanente del hambre, de la peste, de la muerte innumerable de recién nacidos y de mujeres jóvenes que acaban de ser madres” (Citado en “El fin del Renacimiento”).

Si todo resulta tan claro, surge la pregunta acerca de por qué los países subdesarrollados se oponen a la adopción del “sistema capitalista”. En realidad, no se trata sólo de adoptar un sistema político y económico, sino de establecer una paulatina adaptación mental al mismo. Los diversos intentos de imitación, antes que de adaptación, tuvieron muy escaso éxito, como era de esperarse. No puede hacerse surgir de la noche a la mañana una mentalidad empresaria y productiva cuando ni siquiera se han hecho los mínimos esfuerzos para ello. Julien Freund agrega:

“Cuando en el mundo entero los pueblos vivían en condiciones de subdesarrollo, el concepto de subdesarrollo no tenía sentido alguno, salvo en las utopías literarias posteriores al Renacimiento. El término adquirió un significado pertinente sólo el día en que resultó posible establecer una comparación con Europa, que se ha desarrollado recientemente. Parece estúpido, pues, imputar a los europeos la culpa de haber sido los primeros en salir del estado de desnutrición permanente y no haber obsequiado inmediatamente esas técnicas, recién sometidas a prueba, a otros pueblos. Si lo hubiesen hecho, el regalo no habría servido de nada. En efecto, el desarrollo europeo no tiene nada de milagroso; no es un privilegio que se haya otorgado al Viejo Mundo. Por el contrario, fue preparado por esfuerzos seculares y por una lenta adaptación de las mentalidades a las condiciones nuevas. Los europeos necesitaron tiempo para elaborar e instituir la economía de mercado o el sistema democrático”.

“Se pueden explotar técnicas hospitalarias, o máquinas para trazado rápido de nuevas rutas, o universidades, pero no el espíritu que presidió su creación. Es necesario poseer previamente mentalidad industrial para ser capaz de utilizar en forma conveniente los mecanismos de la industria moderna. La simple imitación no basta, pues en el dominio de esos campos no se queman etapas. También en este caso se necesita tiempo. No se efectúan descubrimientos por encargo, y la historia de Europa muestra que las diversas actividades –económica, política, técnica o científica- no avanzaron por igual al mismo tiempo, como avanza un cuerpo de tropa sobre una misma línea de frente. Hubo desfasajes entre ellas. A todo eso, los países del Tercer Mundo conocen en forma simultánea, sin preparación ni retardo, todos esos descubrimientos, cuando los espíritus no están todavía maduros para asimilarlos. No es cuestión de mayor o menor inteligencia, sino de costumbres mentales e intelectuales y de experiencia técnica”.

El subdesarrollo, en el caso argentino, resulta evidente cuando la mayoría de la población, y de los políticos, piensa en redistribuir las riquezas y no tanto en producirlas. Luego, los héroes nacionales son los líderes populistas mientras que los antihéroes son los empresarios. Con una tradición y una población, en gran parte, de origen europeo, y con un medio geográfico favorable, no se ha podido reconquistar el desarrollo que alguna vez se alcanzó. En lugar de intentar el cambio favorable desde la cultura, para luego promover juntas la política y la economía, hubo algunos intentos por establecer el desarrollo priorizando la economía (desarrollismo) o la política (democratismo), aunque con pobres resultados, ya que la mentalidad reinante resultó ser poco favorable. Mariano Grondona escribió:

“También es filosófico el planteo según el cual el desarrollo es un proceso por el cual determinada sociedad realiza sus posibilidades. Apoyado en la distinción aristotélica entre potencia –lo que podríamos llegar a ser- y acto –lo que efectivamente somos- este atractivo criterio exigiría largas y azarosas investigaciones para determinar la potencialidad de cada sociedad. En un artículo que publicó hace tiempo La Nación, el economista argentino Julio Olivera hizo notar, aplicando este criterio, que la Argentina es una sociedad mucho más subdesarrollada que otras más atrasadas que ella –africanas, por ejemplo- porque sus posibilidades son también mucho mayores: su «acto» está más lejos de su «potencia»”.

“En los años cincuenta y sesenta se creyó que había que buscar primero el desarrollo económico y que lo demás –la democracia, la educación, la civilización- vendría por añadidura. Los partidarios de esta posición recibieron el nombre de desarrollistas”. “W.W. Rostow sostenía en «Las etapas del crecimiento económico» que a cada nivel de ingreso por habitante corresponde un estadio determinado de civilización”.

“El desarrollo económico ocurre cuando una nación reinvierte el sobrante económico del que dispone en su propia capacidad de producción, con lo cual el sobrante y la inversión crecen sistemáticamente como una bola de nieve. Pero es evidente que las decisiones por las cuales se llega a este proceso de naturaleza económica no son, ellas mismas, económicas, en cuanto suponen cierta predisposición en quienes las toman cuyas raíces se hunden en las motivaciones profundas del ser humano”.

“El espejismo «desarrollista» quedó al desnudo cuando los estudiantes «desarrollados» llegaban para manifestarse violentamente en la Sorbonne a bordo de su Alfa Romeo, precipitando los acontecimientos de mayo de 1968 en París, el mundo aprendió que la economía no lo explica todo”.

“Los dirigentes políticos democráticos han manifestado con frecuencia la convicción de que, una vez en posesión de firmes instituciones democráticas, nuestros pueblos avanzarían derechamente hacia el desarrollo económico. Esta fe casi absoluta en el impacto económico casi automático de las instituciones democráticas, esta suerte de democratismo, ha sido típica de la Unión Cívica Radical en la Argentina” (Del Prólogo de “El subdesarrollo está en la mente” de L. E. Harrison-Editorial REI Argentina SA-Buenos Aires 1987).

sábado, 18 de abril de 2015

Éticas naturales vs. artificiales

A partir de las distintas visiones que se adoptan frente al universo, es posible proponer distintas éticas teniendo en cuenta una posible adaptación al mismo. No todas las visiones son compatibles con la visión surgida desde la ciencia experimental, de ahí que algunas sean insostenibles. Según Françoise Gregoire se las puede sintetizar en tres posturas fundamentales. Al respecto escribió: “El hecho moral es una realidad universal que se impone a cada uno por experiencia externa e interna. Esta realidad se revela y se traduce bajo una extrema diversidad de formas particulares, a menudo extrañamente contradictorias, según las épocas y los pueblos”. “El pensamiento filosófico (que puede definirse como «esfuerzo hacia la síntesis total» se ha dedicado siempre y naturalmente a conciliar estos dos aspectos opuestos y a descubrir una perspectiva que permitiese fusionarlos; y solamente tres vías parecen ofrecerse a este deseo de unificación:

a) Considerar el universo como «ordenado», es decir dirigido por un Orden superior a las apariencias sensibles o, si se prefiere, un Sentido que las dominase, las orientase, sin dependencia.
b) Definirlo como «desordenado», desprovisto de «sentido», lo que no significa de ningún modo de privarlo de leyes; de hecho, los moralistas que se adhieren a esta actitud son generalmente «científicos» que consideran al mundo como regido por un estricto determinismo natural, pero un determinismo ciego, cuyas innumerables combinaciones llegaron, por azar, a esta superficial estabilidad que da a las cosas la apariencia de un sistema organizado.
c) Admitir que un Orden se elabora lentamente en el universo: sea bajo el efecto de una confusa «tendencia a la coherencia» inherente a la Naturaleza (que ciertos pensadores llamarían de buen grado una tendencia a lo «divino», Dios considerado como la realización total y lejana de este proceso evolutivo); sea bajo la acción del ser humano, en un dominio evidentemente más reducido: el del universo terrestre” (De “Las grandes doctrinas morales”-Compañía General Fabril Editora SA-Buenos Aires 1962).

Estas posturas, surgidas en el ámbito filosófico, pueden encontrarse análogamente en un marco religioso:

a) Existe un orden natural, conformado por leyes naturales que rigen todo lo existente, que tiene un sentido u objetivo implícito (Religión natural o deísmo)
b) Existe un universo sin sentido, conformado por leyes naturales que rigen todo lo existente (Ateísmo).
c) Existe un orden natural conformado por las leyes de Dios, quien impone su voluntad (Religión revelada o teísmo)

Luego, las éticas emergentes de estas posturas pueden considerarse naturales en el primero y en el tercer casos, mientras que las éticas asociadas al ateísmo pueden considerarse artificiales, ya que no contemplan un sentido natural interno del universo, ni uno externo de origen divino, sino que buscan darle un sentido a la vida del hombre sin contemplar aquellas referencias. Quienes critican el carácter subjetivo de la religión, no advierten que las posturas del sinsentido, o nihilistas, son esencialmente subjetivas.

La religión natural tiene en común con la religión revelada en que existe un orden natural, de ahí que, en principio, las éticas propuestas desde ambas posturas tienden a identificarse. Por el contrario, las éticas del sinsentido no contemplan una referencia universal, ya que son propuestas esencialmente subjetivas aunque con pretensiones de no serlo.

Por lo general, cuesta un tanto imaginarse un mundo regido totalmente por leyes naturales sin encontrarle algún sentido aparente. Si bien tal sentido no viene escrito en ningún lado, debe ser parte de la descripción que se haga del universo conocido. Un claro ejemplo de sentido del universo asociado a nuestro actual nivel de conocimientos, es el principio de complejidad-conciencia propuesto por Pierre Teilhard de Chardin. Tal principio cumple en la religión natural el mismo lugar desempeñado por la voluntad del Creador en la religión revelada.

Las figuras más representativas del humanismo ateo, o de las filosofías nihilistas, han sido Karl Marx, Friedrich Nietzsche y Sigmund Freud. Los dos primeros autores han sido ideológicamente ligados a los totalitarismos del siglo XX, al comunismo el primero y al nazismo el segundo, por lo que las “éticas” propuestas por ambos autores han sido, en realidad, contra-éticas que han promovido el mal en lugar del bien. Victor Massuh escribe al respecto: “El hombre moderno no necesitaría de Dios para otorgar coherencia a su pensamiento, ni hondura a su sentimiento, ni un punto de apoyo normativo a su voluntad moral. Dios y lo sagrado serían entes ficticios, inútiles e irreales que no responden a la exigencia intelectual, ni emocional o volitiva de un hombre en la plena posesión de sí mismo. Toda necesidad de Dios estaría denunciando, sostiene el humanismo ateo, la situación de un hombre alienado (Marx), enfermo (Nietzsche) o que no alcanzó un pleno desarrollo intelectual (Freud)”.

“Para el ateísmo contemporáneo, Dios no es un enemigo fuerte que presenta batalla; sencillamente no existe. La ausencia de Dios resulta evidente o, en todo caso, no se percibe su imagen como dominante: esta es la razón por la cual el ateo ya no muestra los dientes en una actitud bélica, provocativa o proselitista como acontecía en el pasado”. “Dios no es una cuestión teóricamente interesante. Es una hipótesis inútil (Sartre), ha sido olvidado (Heidegger), su luz entró en eclipse (Buber) o, en términos fuertes, ha muerto (Nietzsche)” (De “Nihilismo y experiencia extrema”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1976).

Para el humanismo ateo, el lugar preponderante que Dios ocupaba en la humanidad, deberá ser ocupado por el hombre. “Marx afirma que no podemos restaurar la dignidad de la historia si no convertimos al hombre en realidad suprema mediante una gran gesta de cambio. La revolución opera una «recuperación total del hombre»; su reverso necesario es la abolición de Dios porque expresa la forma mayor de la alienación humana. Hombre y Dios son términos excluyentes: la existencia de uno representa la negación del otro”. “Si Marx niega a Dios en nombre del hombre y la historia, Nietzsche lo hace en el de la vida y de la voluntad de poderío”.

Mientras que Marx reduce la historia de la humanidad a una lucha de clases económicas, Freud reduce la religión a un conflicto que, pareciera, tal sólo puede caber en su mente. “El «magno acontecimiento» que está en el comienzo de la cultura humana es la aventura edípica: el hombre mató a su padre y se acostó con su madre. Todas las formas de religión, la ética y la regulación jurídica, surgieron de una voluntad de «reconciliación retrospectiva» con la imagen del padre asesinado”. “«La investigación psicoanalítica del individuo –escribe Freud- nos ha evidenciado que el mismo concibe a Dios a imagen y semejanza de su padre carnal, que su actitud personal con respecto a Dios depende de la que abriga con relación a dicha persona terrenal y que en el fondo, no es Dios sino una sublimación del padre»”.

Para Freud, la actitud religiosa es una forma de enfermedad mental. Massuh agrega: “Las ideas religiosas no son ideas falsas sino ilusiones, tienen una fuerza poderosa que las alimenta contra toda razón, cobran forma mediante una desconexión total con la realidad. Freud quiere decirnos que estas ideas no se corrigen con la labor del filósofo sino del psicólogo. Quien las padece no necesita de teorías sino de una cura. Ellas no pertenecen al mundo del error sino del delirio”.

Pareciera que lo del “complejo de Edipo” es una gran idea por cuanto “llena todo un cerebro”. En lugar de encontrar principios explicatorios al final del camino del conocimiento, Freud pretende reducir la humanidad a su “gran idea”. “«La religión –escribe Freud- sería la neurosis obsesiva de la colectividad humana, y lo mismo que la del niño, provendría del complejo de Edipo, de la relación con el padre. Conforme a esta teoría, hemos de suponer que el abandono de la religión se cumplirá con toda la inexorable fatalidad de un proceso del crecimiento y que en la actualidad nos encontramos ya dentro de esta fase de la evolución»”.

El trío promotor del humanismo ateo parece centrar sus prédicas en la destrucción de la religión, y no en su perfeccionamiento. No tienen en cuenta que la ética natural implícita en el “Amarás al prójimo como a ti mismo” contempla una actitud cooperativa que, de ser reemplazada por el sinsentido, el absurdo o la violencia, llevarán la humanidad a un caos terminal. “El ateismo de Marx se apoya en una praxis revolucionaria, el de Nietzsche en una praxis vitalista y el de Freud en una praxis médica. Las tres grandes formas del humanismo ateo son refutaciones activistas y no teóricas. En otras palabras, los tres coinciden en que no es preciso demostrar demasiado a propósito de Dios, que la cosa es harto evidente y que urge pasar a la acción: la revolución, la exaltación de valores vitales, la terapia psíquica. El diagnóstico ya está hecho: una alienación ideológica, un enmascaramiento de la debilidad y la impotencia, una neurosis infantil. No se trata de escuchar demasiado a los que padecen esta enfermedad o esta insuficiencia, ni de argüir con ellos o respetar sus delirios. Sus ideas no son «errores» sino «ilusiones». Piadosamente es preciso curarlos”.

“No podemos desconocer que al cabo de cien años, la batalla del humanismo ateo ha sido ganada”. “El trabajo (Marx), la voluntad de poderío (Nietzsche), el inconsciente (Freud), son potencias que el hombre reivindica contra toda divinidad trascendente”.

“Al cabo de varias décadas en las que el acontecimiento de la «muerte» de Dios aparece como el signo dominante de una época, ¿no se ha difundido, acaso, una neurosis peor que la originada por la fe y que es la de la incredulidad y la pérdida de la capacidad de creer, esto es, la neurosis del nihilismo? La acción que había propuesto Freud se cumplió con creces. No hay ya divinidad alguna. Nuestra cultura no venera al padre, ni necesita de Dios para esconder la culpa de un parricidio originario; no necesita de estos recursos lujosos. Hoy acomete tales eliminaciones cotidiana y alegremente, sin los remordimientos del hombre primitivo ni su voluntad de «reconciliación retrospectiva»”.

“Es claro que Freud se asustaría de ver que en su propio terreno, disfrazado con su vestimenta y utilizando su vocabulario, el nihilismo baila una danza macabra. En una de sus volteretas viene a decir, con ánimo indulgente, que si subsiste necesidad alguna de lo divino es posible satisfacerla con cualquier sustituto: un líder, un ídolo, un héroe, un aventurero, un cantante, un actor, un delincuente idealizado, un deportista, un santón, un hombre de éxito, o un objeto material cualquiera. Que se destrone al viejo Rey para que adoremos a los mil reyes menores del momento. ¿No viene a ser el nihilismo una neurosis atea extremada que si bien no tolera un movimiento de fe, termina autorizándolos a todos por un acto de generalizado desprecio?”.

jueves, 16 de abril de 2015

Lo que se dice y no se hace

La personalidad de todo individuo va conformando en base al elemental proceso adaptativo de “prueba y error”, cuya primera etapa es la introspección. Luego, podrá modificar sus actitudes erróneas al observar las respuestas que induce en los demás. Introspección implica “mirar hacia uno mismo”, y consiste en un control racional de nuestras respuestas emocionales. B. R. Hergenhahn escribió: “Ernst Mach se mostró de acuerdo con empiristas británicos como Berkeley y Hume, al afirmar que de lo único que podemos estar seguros es de nuestras sensaciones. Así, éstas conforman el tema de interés final de todas las ciencias, incluyendo la física y la psicología. Para Mach, la introspección era esencial en todas las ciencias, toda vez que constituía el único método mediante el cual era posible analizar las sensaciones. No obstante, no se debe especular respecto de qué existe más allá de las sensaciones, ni tratar de determinar su significado último” (De “Introducción a la Historia de la Psicología”-Cengage Learning Editores SA-México 2011).

El razonamiento tiene, por lo general, un alcance mayor al de las actitudes reales, de donde surge cierta dualidad por la cual un hombre no hace lo que dice, ni tampoco lo que piensa. José Ingenieros escribió: “Un ideal no es una forma muerta, sino una hipótesis perfectible; para que sirva, debe ser concebida así, actuante en función de la vida social que incesantemente deviene. La imaginación, partiendo de la experiencia, anticipa juicios acerca de futuros perfeccionamientos: los ideales, entre todas las creencias, representan el resultado más alto de la función de pensar”.

“La evolución humana es un esfuerzo continuo del hombre para adaptarse a la naturaleza, que evoluciona a su vez. Para ello necesita conocer la realidad ambiente y prever el sentido de las propias adaptaciones: los caminos de su perfección. Sus etapas refléjanse en la mente humana como ideales. Un hombre, un grupo o una raza son idealistas porque circunstancias propicias determinan su imaginación a concebir perfeccionamientos posibles”.

“Experiencia e imaginación siguen vías paralelas, aunque va muy retardada aquélla respecto de ésta. La hipótesis vuela, el hecho camina; a veces el ala rumbea mal, el pie pisa siempre en firme; pero el vuelo puede rectificarse, mientras el paso no puede volar nunca” (De “El hombre mediocre”-Editorial Época SA-México 1967).

Si se trata de establecer una ética que oriente a los hombres en la vida, posiblemente la persona más idónea sea la que haya padecido fallas morales y las haya podido superar, incluso podrá desempeñarse mejor que alguien que nunca padeció tales debilidades. El primero conoce tanto las virtudes como los defectos humanos, mientras que el segundo sólo conoce las virtudes.

Un personaje histórico discutido fue el filósofo romano Lucio Anneo Séneca, quien contribuye con sus escritos morales a la cultura universal, mientras es criticado por vivir en una forma un tanto alejada de su propia prédica. Al respecto puede decirse que la validez de una sugerencia ética, derivada de una previa descripción del hombre, depende del grado de adaptación que tiene respecto de la naturaleza humana, en forma semejante a la validez de una teoría científica, que no depende de los atributos éticos o intelectuales de su autor, sino sólo de la concordancia que presenta respecto de la realidad. Gerardo Vidal Guzmán escribió: “La reflexión de Séneca tenía siempre como horizonte a alguien concreto, a quien buscaba exponer persuasivamente sus consideraciones filosóficas y morales. Justamente por eso en su obra tenían poca relevancia las consideraciones abstractas sobre las implicaciones metafísicas de su filosofía moral. Séneca era muy consciente de que nadie se convencía de aceptar un determinado ideal ético por medio de intrincados argumentos de carácter racional. Adoptar ciertas normas de vida no era cuestión primaria del intelecto ni de la razón, sino de la voluntad. Y ésta, según Séneca, sólo se la conquistaba presentando hábil y sugestivamente los motivos, apelando a los sentimientos, suministrando emociones, en fin, utilizando el arte retórico de la persuasión”.

“Séneca había sido testigo de las locuras del palacio imperial: el hipócrita asesinato de Claudio, la demencial pugna entre Agripina y Nerón, los excesos cotidianos del emperador y sus amigos…Todo ello constituía una patente prueba de que al traspasar «la medida natural» el hombre renunciaba a su propia dignidad para rebajarse al nivel de las bestias”. “Para el sabio, en cambio, el único bien era el bien moral, el que provenía del hombre mismo y de la virtud. Ni el placer, ni el poder, ni la riqueza ejercían sugestión alguna sobre él, porque ninguno de ellos podía considerarse un «bien». Y quien, por el contrario, los perseguía como si lo fuesen, no era un hombre libre sino un esclavo”.

Sin embargo…“Su doctrina era más aleccionadora que su ejemplo. Para muchos de sus contemporáneos, su prédica era tan animosa como vacía. En una ocasión un viejo procónsul lo encaró en el senado pidiéndole que explicara por qué tipo de procedimiento filosófico había adquirido en sus tiempos de ministro 300 millones de sestercios… Séneca, de hecho, comía en vajilla de plata, poseía dos extensas villas, mantenía propiedades en Egipto y acumulaba cuantiosas rentas por los favores de un emperador corrupto. Haya sido o no consciente de ello, lo cierto es que tal dicotomía le costó la reprobación de sus contemporáneos y el duro juicio de la historia” (De “Retratos de la antigüedad romana y la primera cristiandad”-Editorial Universitaria SA-Santiago de Chile 2004).

Por otra parte, Francisco Nóvoa escribe sobre Séneca: “La contradicción entre su vida y su obra fue problema que ya dividió a sus contemporáneos. Si hubo quienes lo censuraron, hubo también quienes, sin llegar a aprobarlo, encontraron como excusarlo”. “Séneca no fue indiferente a esos ataques y trató varias veces de justificarse ante la opinión pública. Cuando se le critica su enorme riqueza, en contradicción tan aparente con el ideal de sabio que predicaba, contesta que éste puede poseer, sin contradecirse, los bienes legítimamente adquiridos o heredados y que, por lo demás, la sabiduría no exige la pobreza efectiva, sino la indiferencia de ánimo para con las riquezas, tal que se pueda perderlas sin perderse”.

“Nunca se presentó como modelo o garantía de su doctrina. Se consideraba el primero de sus oyentes, tan necesitado como ellos. ¿Cómo ignorar sus fallas de carácter, su falta de constancia?” (Del Estudio preliminar de “Tratados morales” de Cicerón y Séneca-Editorial de Ediciones Selectas SRL-Buenos Aires 1963).

El docente, como educador, no siempre resulta ser una persona ejemplar o excepcional, ya que se trata de una actividad social desempeñada por personas normales. Podemos hacer, en este caso, una analogía con los conductores de automóviles: el conductor excepcional es el que nunca comete infracciones, el conductor normal es el que se esfuerza por no cometerlas, aunque algunas veces no pueda evitarlo. El conductor irresponsable es el que hace lo que le conviene en cada momento ignorando las normas de tránsito. Luego, el docente normal no es el que carece de defectos, sino el que se esfuerza por carecer de ellos.

En épocas recientes, se le otorgó el Premio Nobel de la Paz a Andrei Sajarov, el “padre de la bomba de hidrógeno” de la URSS. La aparente contradicción debe analizarse observando que en la época de la Guerra Fría, los científicos estaban presionados a colaborar en el aumento del potencial bélico de su país. En caso contrario estarían permitiendo el aumento relativo del potencial del país enemigo. Sin embargo, en algún momento se produce el “salto al universalismo” por el cual el individuo se siente parte de la humanidad en lugar de sentirse sólo una parte de un país. Desde ese momento deja de luchar por la supremacía nacional para promover un acercamiento pacífico con los enemigos ocasionales.

En el ámbito de la política existe la tendencia a valorar a los líderes según lo que dicen y no según lo que hacen. De esa manera, el populismo se impone en muchos países subdesarrollados por cuanto es impulsado masivamente por quienes declaman con mayor eficacia una gran vocación a favor de los pobres, aunque en realidad sólo tratan de conseguir sus votos y su incondicional apoyo. En esos mismos países se denigran las imágenes de los antipopulistas, como Domingo F. Sarmiento, quien, en sus escritos, denigra al gaucho, pero en su acción concreta promueve la educación masiva que permitirá incluirlo socialmente. En política se valora más lo que se dice que lo que se hace.

En la marcha peronista aparece la expresión “luchando contra el capital”. Oponerse a las ventajas del sistema capitalista, trae perjuicios para todos los sectores, por cuanto ni siquiera el propio Marx dudaba de la eficacia del capitalismo en la producción; ya que sólo dudaba de su eficacia distributiva. Recordemos que en todo mercado poco desarrollado las virtudes del capitalismo no resultan tan evidentes, especialmente cuando se observa el aspecto poco igualitario de la situación.

El caso extremo de cinismo lo encontramos en los revolucionarios, ya que tales personajes observan los defectos de los demás para generalizarlos hacia todo un sector social, mientras ellos mismos se excluyen de toda culpa, incluso hasta el extremo de sentirse “éticamente superiores” al resto de la sociedad. Tal “superioridad” legitima luego las atrocidades que cometen durante la etapa revolucionaria. Este fue el caso de Robespierre, a quien se le conocía por el contradictorio apodo de El Incorruptible. Erik Durschmied escribió: “«¡El rey debe morir para que la patria pueda vivir!» Con una sola frase, Maximilien de Roberpierre, alguien que nunca tuvo demasiados escrúpulos, selló el destino del monarca. Antes de que la Convención francesa llegara a un voto decisivo, Victorien Vergniaud, dirigente de la facción girondina, desafió a Robespierre, el jacobino, con la frase: «Mata a un rey y enfréntate al mundo entero. Eso costará vidas»”.

“Robespierre, cuyas convicciones rozaban el dogmatismo, replicó: «¿Cuántos hombres harán falta y cuántas vidas costará? ¿Cuántas? ¿Cien? ¿Mil? Por supuesto se perderán vidas. Si no tienes valor para apoyar tus convicciones, háznoslo saber…»”.

“Otros llevaban consigo las tinieblas, apuñalaban corazones y aplastaban huesos. Entre ellos se contaban los que decidieron asesinar a sus enemigos de clase no por lo que hacían sino por lo que eran. Vivian de acuerdo con su lema: «La historia me absolverá», y utilizaban el mal como un poderoso estímulo para cumplir alguna profecía bíblica. Su voluntad para matar despiadadamente inspiró un proceso de pensamiento totalmente nuevo acerca del bien y del mal. Hasta que por fin otros se enfrentaban al terror y luchaban por la supervivencia del espíritu humano” (De “En las entrañas de la revolución”-Ediciones Robinbook SL-Barcelona 2005).