jueves, 29 de enero de 2015

La economía de Ponzi y otras variedades

Carlo Ponzi (1882-1949) fue un célebre estafador que utilizaba un método típico para realizar sus perjudiciales maniobras. Las estafas se diferencian del simple robo por cuanto se adopta una parte legal en una primera etapa, estableciendo un pacto que se ha de cumplir, hasta que llega el momento en que el estafador se queda con el dinero ajeno. Lo interesante de este proceso es que en las economías normales a veces aparecen procesos similares, sin que sus participantes sean conscientes de ello, constituyendo un mecanismo adicional generador de crisis. Kaushik Basu escribió: “Las estafas de Ponzi han sido un elemento recurrente en la vida económica de las naciones ricas y pobres desde, al menos, el siglo XIX. A pesar de tratarse de un timo que ha arruinado la vida de millones de personas, la mayor parte de la gente apenas tiene una vaga idea de cómo funciona. Ello tal vez explique por qué tantas personas continúan cayendo víctimas de su extraño y casi místico encanto. La cuestión ha cobrado cierta importancia en tiempo reciente a raíz de la crisis financiera mundial y de los titulares sobre la mayor estafa de Ponzi de la historia: el escándalo de Bernard Madoff, que estalló en el punto álgido de la debacle” (De “La economía de Ponzi”-Investigación y Ciencia-Nº 455-Prensa Científica SA-Barcelona Agosto/2014).

La estafa consiste esencialmente en convencer a sus potenciales clientes de que el supuesto “agente inversor” ha de invertir su dinero en algo muy redituable. Así, alguien le confía 100 dólares a cambio de la promesa de que ha de recibir, al mes siguiente y como interés por el préstamo realizado, 10 dólares junto al capital prestado, lo que constituye un porcentaje inusual en economías con poca o ninguna inflación. En el siguiente mes, con el mismo argumento, convence a otras dos personas, de quienes recibe un total de 200 dólares. Con este dinero devuelve capital e interés al primer inversor, con lo que le queda una diferencia apreciable. El siguiente mes trata de convencer a cuatro inversores para realizar la misma jugarreta, y así sucesivamente.

Adviértase que, mientras tanto, comienza a elevarse el prestigio del “agente inversor” por cuanto cumple con sus promesas mientras que quienes le confían su dinero reciben importantes ganancias. No se tiene en cuenta aquello de que: “Cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía”. Si la cantidad de posibles embaucados fuese infinita, el proceso podría continuar sin que nadie se perjudique. Sin embargo, llega el momento en que comienza a saturarse la cantidad de “inversores” y es cuando el estafador desaparece con una importante suma de dinero. “Los esquemas de Ponzi (las estafas piramidales clásicas del tipo «robar a Pedro para pagar a Pablo») probablemente hayan sido una constante en la actividad económica desde, al menos, el siglo XIX. Un análisis cuidadoso revela que, en las economías modernas, los esquemas de Ponzi son más comunes de lo que se pensaba. En ocasiones surgen de manera espontánea, sin necesidad de un estafador. Las burbujas financieras y numerosas prácticas empresariales comparten características con los esquemas de Ponzi. Su conexión con prácticas legítimas dificulta sobremanera su regulación”.

“Cualquiera que haya seguido la debacle de Madoff habrá pensado que toda estafa de Ponzi constituye un fraude perpetrado deliberadamente. En lugar de emplear el dinero de los inversores para financiar un negocio producido, el estafador lo usa para pagar los intereses de los inversores anteriores. Sin embargo, los economistas han comenzado a percatarse de que ese comportamiento puede también surgir de forma espontánea e incluso inconsciente. La razón se debe a que las expectativas se alimentan en cascada, lo que genera un frenesí especulativo que infla una burbuja condenada a explotar tarde o temprano”.

La especulación y la estafa deben diferenciarse, ya que en la primera no necesariamente se perjudica a alguien, mientras que la segunda se caracteriza por hacerlo. Edward Chancellor escribe respecto de la diferencia entre empresario y especulador: “Para Adam Smith, el especulador se define por su afán de lucro a corto plazo; sus inversiones son fluidas, mientras que las del empresario convencional son más o menos fijas. John Maynard Keynes retuvo esta distinción cuando definió la «empresa» como «la actividad de pronosticar el rendimiento prospectivo de los activos durante toda la vida de éstos», a diferencia de la especulación, que él denominaba «la actividad de pronosticar la psicología del mercado»" (De “Sálvese quien pueda”-Ediciones Granica SA-Buenos Aires 2000).

Las diversas crisis económicas están asociadas a la excesiva ambición personal y a la creencia de que es posible ganar dinero fuera del trabajo productivo. Uno de esos casos es el sobrevalúo de las acciones. Así, supongamos que una empresa tuvo ganancias anuales con un incremento del 10% respecto del año anterior. Si las acciones de esa empresa suben un 10%, se considera un incremento normal o razonable. Sin embargo, se da el caso de que, ante una excesiva demanda de tales acciones, se produce un incremento de su valor en un 30%, comenzando a formarse una burbuja financiera por cuanto el valor de las acciones comienza a “alejarse de la realidad", es decir, comienza a desligarse del proceso productivo que debería generar el valor de la acción. En estos casos, tarde o temprano las acciones bajarán a su nivel normal perjudicándose quienes invirtieron antes de comenzar el descenso de su valor. Bernard Baruch escribió: “Lo que se registra en las fluctuaciones de los mercados financieros no son los eventos de los activos que ahí se negocian, sino las reacciones de los humanos a esos eventos, cómo millones de individuos sienten que esos sucesos afectarán su futuro. Por encima de todo, en otras palabras, los mercados financieros son la gente” (Citado en Neuro-economía” de Pablo Peyrotón-Ediciones Granica SA-Barcelona 2004).

En relación al tema tratado, surge el interrogante acerca del vínculo existente entre economía, moral y eficacia económica. Resulta evidente que un proceso de estafa, como el mencionado, no puede ser considerado un hecho moral por cuanto, a pesar de haber beneficiado a algunos, termina perjudicando a otros. Como la esencia de la economía es el intercambio, puede decirse que aquel proceso que beneficia a ambas partes es el que está acorde a la moral natural, teniendo presente la actitud cooperativa básica por la cual compartimos las penas y las alegrías de los demás como propias, siendo el proceso básico de la economía de mercado:

A intercambia con B para beneficio de ambos (Mercado)

Por el contrario, las economías de tipo socialista, adoptan el siguiente esquema:

A es confiscado por E (Estado) que a su vez lo regala a B (Socialismo)

Mientras que la economía de mercado resulta compatible con una ética natural, la economía socialista resulta incompatible por cuanto la confiscación que sufre A (su empresa o sus ganancias) es equivalente a un robo. En lugar de que el individuo A haga intercambios directos con B, como puede ser el pago de un sueldo a cambio de una prestación laboral, el Estado tiende a otorgar a B lo confiscado “según sus necesidades” y no según el trabajo que haya realizado.

Debido a que son sistemas incompatibles, surgen diferencias entre los conceptos de moralidad y legalidad. Así, mientras que la economía de mercado considera el intercambio básico como algo moral y por lo tanto legal, es decir, legal por ser antes moral, la confiscación socialista, similar a un robo, no es moral y tampoco ha de ser legal. Por el contrario, el socialista, que adhiere al relativismo moral, considera que la confiscación cumple con ambos requisitos: es legal y por lo tanto moral, ya que, según Lenin, “Moral es lo que favorece el advenimiento del socialismo; inmoral lo contrario”. En síntesis, para quien el mercado es moral y legal, el socialismo es inmoral e ilegal, mientras que, para quien el socialismo es legal y moral, el mercado es ilegal e inmoral.

Por lo general, poco se tiene en cuenta el carácter ético de los sistemas económicos priorizándose la eficacia de los mismos, que puede medirse mediante la productividad, siendo la productividad la razón que existe entre lo producido en relación a los insumos requeridos para esa producción. Así, alguien que fabrica 20 sillas con $ 500 es más productivo que quien produce 15 sillas similares con esos mismos $ 500.

Si se puede hacer evidente que el sistema compatible con la moral natural resulta más productivo que aquel que no lo es, habremos advertido que la intuición no nos engañó. De lo contrario, si para ser más eficaces deberíamos ser menos morales, se producirían serios conflictos en la sociedad. Efectivamente, si comparamos la Alemania del “milagro alemán” con la Alemania del “muro de Berlín”, o la China socialista de Mao con la actual China con economía de mercado, se advierte siempre una clara diferencia a favor de la economía capitalista, o de mercado.

Son varias las razones por las que ello ocurre. La primera de ellas es que la confiscación quita estímulos para la producción, mientras que la distribución posterior agrega estímulos a la vagancia. En segundo lugar, la intermediación del Estado, con una enorme burocracia que nada produce, hace perder productividad al sistema. Incluso en aquellos países, con moderada corrupción, que han redistribuido enormes cantidades de dinero para combatir la pobreza, se encontró que sólo llegaba al necesitado un 30% de lo asignado, mientras que el 70% quedaba en manos de los burócratas redistribuidores. En países con elevada corrupción, el porcentaje que le llega es menor aún.

La gente, teniendo presente lo antes sucedido, posiblemente sea menos propensa a padecer los engaños de los futuros Ponzis. De ahí que quienes buscan enriquecerse sin producir, observan con atención ese 70%, y aún más, que va a parar a las manos de los redistribuidores de lo confiscado por el Estado. Para justificar esa estafa a la sociedad se muestran a favor de los pobres mientras promueven simultáneamente una mentalidad anticapitalista, es decir, adversa a los intercambios libres ya que aducen que siempre el fuerte va a someter al débil, económicamente hablando. Por lo que sugieren que debe ser el Estado, conformado teóricamente por quienes están “exentos de defectos y plenos de nobles intenciones”, el que debe redistribuir lo que producen los “perversos” empresarios.

Luego del fracaso de los regímenes socialistas, pareciera ser que lo que fracasó no fue el socialismo sino el capitalismo. De ahí que todo individuo debe resguardarse de los “defensores de los pobres” que jamás piensan en producir o en dar trabajar a alguien. Debe pensar en su propio futuro sin dejarse estafar por quienes les relatan una situación histórica exactamente al revés de lo sucedido ya que es el medio disponible que utilizan para realizar estafas en gran escala.

lunes, 26 de enero de 2015

Spinoza y la religión

Los escritos atribuidos a Baruch de Spinoza constituyen una postura religiosa que se identifica parcialmente con la religión natural. Sin embargo, al desconocerse en el siglo XVII tanto la evolución biológica como la cultural, la visión spinoziana no atribuye un sentido al universo y de ahí que no sugiera explícitamente un sentido de la vida para todo individuo, por lo que, como religión natural, su postura resulta ser incompleta; lo que en nada reduce el mérito de sus aportes destinados a la crítica y al esclarecimiento de la religión. Diego Tatián escribió respecto del mundo de Spinoza: “Es un mundo sin origen, sin fin y sin fundamento. Un mundo en el que se trata de vivir, en el que hay otros. Los seres humanos nos damos fines, nos son útiles algunas cosas y no otras, y nos mancomunamos para el logro de ciertos objetivos comunes. Pero el Dios de Spinoza, la Naturaleza en su conjunto, no va a ninguna parte. No hay un plan divino ni una redención ni una salvación ni un fin de los tiempos ni un autoconocimiento absoluto ni nada de todo eso. ¡Un completo hereje!” (De “Spinoza; una introducción”-Editorial Quadrata-Buenos Aires 2012).

En realidad, si se considera la existencia de leyes naturales que rigen todas y cada una de las partes del universo, incluido nosotros mismos, puede hablarse también de un orden natural. Luego, al igual que un juego que tiene reglas definidas y que hemos de describirlo, podemos asociarle un sentido implícito, aunque no esté escrito en ninguna parte. Por ello la visión de Spinoza resulta compatible con la religión natural. Por el contrario, si existiendo reglas y un orden emergente, no encontramos una finalidad implícita, podemos suponer una limitación de nuestra capacidad cognitiva, ya que resulta bastante dificultoso imaginar un organismo regido por leyes naturales invariantes que no tenga finalidad u objetivo alguno.

Las cosas comienzan a aclararse luego del descubrimiento, en el siglo XIX, de la evolución biológica de las especies, lo que da lugar a una idea similar con la evolución cultural, apareciendo como finalidad objetiva la adaptación del hombre al orden natural. Luego, la propia religión resulta ser el más antiguo de los adaptadores, si bien desde varios sectores se tiende a negar un proceso tan evidente. El principio de complejidad-conciencia, formulado por Pierre Teilhard de Chardin, puede asociarse a la finalidad aparente que el orden natural ha impuesto a la vida inteligente.

Tal principio resulta compatible con la visión de Spinoza en la que se supone que todo lo existente está realizado con una sustancia única. De donde resulta la evolución de la materia, que va desde las partículas fundamentales a los átomos, moléculas, células, organismos, etc., continuando con la evolución biológica que genera las distintas especies prosiguiendo luego con la evolución cultural. De ahí que podamos juntar los aportes de ambos autores para encontrar una propuesta de religión natural:

Religión natural = Spinoza + Teilhard

Por lo general, existe la pesimista predisposición a denigrar tales intentos por cuanto se supone que sus autores pretenden “reemplazar” a la religión tradicional. En realidad, estos intentos deberían considerarse como propuestas establecidas para confirmar y fortalecer la religión de la fe mediante el camino paralelo del razonamiento y de la observación.

Spinoza busca una religión desprovista de toda intermediación posible. Así, considera que la felicidad se adquiere junto a la virtud sin necesidad de ser recibida como un premio adicional. Diego Tatián escribió: “En la última proposición de la Ética, Spinoza escribe que: «La felicidad no es un premio que se otorga a la virtud, sino que es la virtud misma, y no gozamos de ella porque reprimamos nuestras concupiscencias, sino que, al contrario, podemos reprimir nuestras concupiscencias porque gozamos de ella». Así termina la Ética”. “Este pasaje, la última proposición de la Ética, es un texto muy importante. Porque ¿qué dicen todas las morales clásicas?: pues bien, atraviese virtuosamente este Valle de Lágrimas, y como premio a la virtud (es decir, a la represión, al hecho de contenerse, al ascetismo, a no permitirse inmediatamente ciertas cosas) tendrá la felicidad en otra vida”.

“Lo que Spinoza dice es que debemos actuar sin temor a ningún castigo. Los que se reprimen por temor a un castigo, los que si no tuvieran ese temor, es decir, si no creyeran que hay un Dios que es capaz de castigar, dejarían libres sus pasiones, son tan ridículos, tan absurdos, como lo sería un pez que por enterarse de que no hay Dios saltara del agua a la tierra. El pez tiene que vivir en el agua de la mejor manera, porque está en su naturaleza vivir en el agua, y no porque haya un Dios que lo va a castigar si no lo hace. Y si se entera de que no hay Dios, no tiene sentido que salte a la tierra, que haga otra cosa que la que hace por naturaleza. Eso es lo que dice Spinoza: hay que dejar de pensar bajo la lógica de la trascendencia y empezar a pensar –en todos los órdenes: en la vida individual, en la política, en la metafísica- con una lógica de la inmanencia”.

Por lo general, se sostiene la conveniencia de que la humanidad llegue un día a disponer de una religión común a todos los hombres, ya que la religión ha de ser universal o no será religión, en el sentido de “unir a los adeptos”. Sin embargo, encontramos personas que afirman de su propia religión que “debe aceptarse totalmente o rechazarse totalmente”, por lo que cierran todos los caminos hacia una posible unificación. Si el católico supone que alguna vez un musulmán va a aceptar “totalmente” su religión, o si el musulmán cree que algún día un católico va a aceptar “totalmente” la suya, podemos esperar tranquilos en que ello no va a suceder. De ahí las ventajas que presenta la religión natural al no sostener la existencia de un Dios con forma humana sino que parte directamente de lo concreto, de las leyes naturales invariantes que rigen todo lo existente. El citado autor agrega: “¿Qué hace Cristo? A un núcleo de verdad, que está en la base de la religión judía y de otras religiones, lo despoja de todas las formas y las configuraciones históricas bajo las cuales se había manifestado hasta entonces: ceremonias, ritos, mitos, cultos, castigos, premios, etc. Es como si Cristo despojara de esa «cáscara» histórica al núcleo de verdad de todas las religiones, que en sí mismo es ahistórico. ¿Y cuál es ese núcleo de verdad, para Cristo, según Spinoza?: el amor al prójimo, o –en una palabra- la fraternidad”.

Justamente, el carácter no histórico de la religión está asociado a la ley natural invariante asociada a todo lo existente, de donde proviene la sugerencia de contemplar al mundo “bajo una perspectiva de eternidad”. “El núcleo de verdad de todas las religiones es la fraternidad humana. Y Cristo viene a decir que esa fraternidad se instituye como una comunidad universal; no nacional, no particular, no local, no racial, sino absolutamente de todos los hombres. Este núcleo, esta idea, este mensaje de fraternidad tan antiguo como las religiones mismas, es presentado por Cristo en su forma pura –lo que Spinoza dice es que, inmediatamente, con la institución del cristianismo como religión, se adultera y se pierde, y vuelve a cobrar la forma histórica que Cristo lo había despojado. Entonces, de nuevo: ritos, ceremonias, sacramentos, castigos y premios: eso es el cristianismo histórico”.

Los Evangelios constituyen el cristianismo no histórico: lo que Cristo dijo a los hombres, mientras que la Iglesia constituye el cristianismo histórico: lo que los hombres dicen sobre Cristo. Este último “cristianismo” ha ido suplantando al primero hasta llegar al extremo de tergiversarlo totalmente con la aceptación por parte de la Iglesia de la Teología de la Liberación, que no es otra cosa que el vulgar marxismo-leninismo que tanto daño ha hecho a la humanidad. “En el Nuevo Testamento, el Apocalipsis de los tres sinópticos es el discurso del Señor a sus discípulos que le interrogan: «Dinos cuándo será esto y cuál la señal de tu advenimiento y del fin del mundo» (Mat. 24,3); pero poco o nada se dice allí acerca del Anticristo, salvo que se tenga por tal el versículo 15: «Cuando veáis, pues, la abominación de la desolación, predicha por el profeta Daniel, instalada en el lugar santo»; lo cual puede entenderse quizá del Anticristo como «el que se ensalza sobre todo lo que se llama Dios o sagrado, hasta sentarse él mismo en el templo de Dios» según San Pablo (II Tes., 2,4)” (De “El hombre y la historia”-Alberto Caturelli-Editorial Guadalupe-Córdoba 1956).

Si a Spinoza y a Teilhard le agregamos la fundamentación de la Psicología Social, podremos disponer de una religión natural completa. Spinoza define con precisión tanto al amor como al odio; luego, con el concepto de actitud característica se vislumbra la existencia del egoísmo y la negligencia, que cubren todas las posibles respuestas afectivas básicas del ser humano, de donde se extrae una ética natural con tales actitudes materializando el Bien y el Mal. También se incluyen las componentes cognitivas dejando las cosas de tal manera que es posible una posterior fundamentación desde el ámbito de las neurociencias.

Religión natural = Spinoza + Teilhard + Psicología Social + Neurociencia

El juicio final, desde este punto de vista, puede interpretarse como el logro de una teoría que permite unificar gran parte del conocimiento aportado por las ciencias sociales. De la misma manera en que Newton, con la síntesis de la mecánica, o Maxwell, con la síntesis electromagnética, marcan una etapa en la que se establece un conocimiento organizado que permite incluir la totalidad de los fenómenos descriptos en tales ramas del conocimiento, así, a partir de la síntesis establecida en las ciencias sociales, se establece un conocimiento umbral que seguramente podrá constituir una etapa de reunificación tanto de ciencia y religión como de las distintas religiones entre sí. Esta es una propuesta más, entre otras que podrán presentarse y que con el tiempo se aceptará, o bien pasará a ser un nuevo intento que ayudará a establecer la descripción definitiva en un futuro algo más lejano.

En religión, varias veces se han producido conflictos entre los “aristócratas espirituales”, supuestamente elegidos por Dios y que tienen acceso por la fe a lo sobrenatural, por una parte, y los “plebeyos espirituales”, para quienes lo sobrenatural no es accesible, por lo que sólo les queda acceder a lo natural por medio del razonamiento, por otra parte. Como la preponderancia de los “aristócratas” ha tenido muy poco éxito, quizá sea la hora de probar con lo que proponen los “plebeyos”.

sábado, 24 de enero de 2015

Islamismo, encubrimientos y dudas

De la misma forma en que resulta necesario tener en cuenta el marco de la guerra fría a fin de analizar la guerrilla de los setenta, resulta necesario tener presente la expansión del islamismo a fin de analizar los atentados terroristas de los noventa (Embajada de Israel y AMIA) y que todavía no han sido resueltos en forma satisfactoria. Los distintos totalitarismos surgen en una misma época y se basan en la creencia en la supremacía racial, de clase o de religión, de quienes en el futuro gobernarán al resto. Gustavo D. Perednik escribió: “Los tres totalitarismos nacidos en los años veinte pregonan la supremacía de raza/clase/religión. Su verdad absoluta ha de esparcirse, por medio de la fuerza, a lo largo y ancho de la Tierra confundida. Descreen de la libertad individual, de la libre expresión, de la libertad de conciencia, de la aplicación de derechos humanos a sus enemigos. Su soberbia incluye al historicismo: la certeza acerca de cómo será el futuro, en el que ellos dominarán”.

El totalitarismo teocrático, impulsado por un sector musulmán, está amparado por el “multiculturalismo” propuesto por quienes serán sus victimas y ejecutado por grupos terroristas que ponen en peligro la paz mundial. El citado autor agrega: “El Islam es la respetable religión de Mahoma, creada en el siglo VII y practicada por más de mil millones de personas. El islamismo, por su parte, es la corriente política que, por medios terroristas, aspira a someter al mundo entero a la versión más sanguinaria del Islam. Su centro, hoy en día, está en Irán. A la pregunta de si puede haber un Islam que no aspire a dominarnos, la respuesta es afirmativa”.

“De hecho, el primer Estado gobernado por ayatolás fue el Irán de Jomeini en 1979. Pero hay una base en el Islam para impedir que éste se apodere del Estado: el Corán demanda un gobierno consultivo. El mismísimo Mahoma lo estableció en Medina cuando la gobernó durante los diez últimos años de su vida. No imponía la ley coránica, sino en la llamada Constitución de Medina (Dastur al-Medina), 622) que trataba a las minorías con tolerancia y gobernaba por consentimiento” (De “Matar sin que se note”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2009).

Los atentados mencionados fueron atribuidos al grupo Hezbolá: “Agrupación creada por Irán, entre los chiítas libaneses, como un brazo armado de la revolución islamista de 1979. Es el ejército de los ayatolás en el exterior y fue injertada en el Líbano en 1982. Sus objetivos son: destruir Israel y someter a «los infieles» por medios terroristas. Los que están dispuestos a dejar que se cumpla el primer hemistiquio en aras de que el Hezbolá y similares los dejen en paz, no leen la segunda parte y así saltean que, para el «Partido de Dios», infieles somos todos”.

“El terrorismo puede ser definido. Es la acción que mata civiles (cuantos más, mucho mejor) y lo celebra. La actitud que adopta el agresor ante el atentado es definitoria. Como en rigor no existe guerra en la que no mueran civiles inocentes, lo que define que una acción es terrorista no es que las víctimas sean civiles, sino que éstos sean el blanco deliberado, y que quien los mata se deleite en ello, en vez de tomar distancia de la tragedia”. “El terrorista islamista busca matar civiles, bien porque los considera a todos infieles, o bien para aterrorizar a la población y someterla. Por lo tanto, argüir que un poco terrorista es Osama y un poco lo son sus víctimas, es diluir el concepto de terrorismo hasta el extremo de hacerlo inaplicable. Eso desean los terroristas”.

El apoyo gubernamental y sectorial al terrorismo impulsado por Irán, no debe extrañarnos, por cuanto en la Argentina existe cierta tradición favorable a tales actividades. Así, cuando el país fue agredido por el terrorismo promovido por la URSS, vía Cuba, con más de 20.000 atentados a la propiedad, más de 1.700 secuestros extorsivos y algo menos de 1.000 asesinatos, los terroristas fueron elevados a la categoría de “héroes”, ya que, supuestamente, “dieron sus vidas por un mundo mejor”. Incluso el Estado concedió un importante resarcimiento económico a sus familiares mientras que las victimas del sector argentino terminaron en la cárcel, no por haber cometido excesos, como ocurrió en muchos casos, sino simplemente por haber defendido el país del ataque impulsado por el marxismo-leninismo. Además, durante el gobierno de Raúl Alfonsin, se le concedió un préstamo a Cuba, que no fue devuelto, siendo que desde ese país se promovió el terrorismo por todo el continente.

Posteriormente, en 1992, colapsado el Imperio Soviético, se produce el atentado contra la Embajada de Israel, en Buenos Aires, esta vez anunciando la aparición de un nuevo terrorismo. Como era de esperar, no hubo el menor interés por buscar y condenar a los culpables, siendo tal actitud una especie de llamado a otros atentados. “Amen de las malezas que imposibilitaban la investigación, el atentado contra la embajada fue considerado por los servicios de inteligencia como un éxito del terrorismo, porque no hubo culpables. Ni hubo ruptura de relaciones con Irán: el terrorismo daba réditos, no castigos. La apatía generalizada fue casi una invitación a que se repitiera la experiencia”. “El líder de Hezbolá, Muhamad Fadlallah, declaró: «La resistencia tiene mucho oxígeno. Los combatientes musulmanes hemos probado que nuestras manos pueden llegar a la Argentina. El frente se ha extendido a todo el mundo y la batalla se desarrollará a lo largo del tiempo»”.

El nuevo atentado no se hizo esperar y fue perpetrado dos años más tarde en la sede de la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina). Esta vez se realizó un simulacro de investigación para ser encubierto por el propio gobierno de Carlos Menem. “En su posterior reunión de gabinete anunció que había que romper con Irán, anuncio que fue doblemente impugnado. La primera objeción fue del Canciller Guido Di Tella: «De ninguna manera. A Irán no lo podemos tocar. No los irritemos más» -un eufemismo de «nos van a meter otra bomba»”.

“Además –agregó el Ministro Domingo Cavallo impulsando la segunda impugnación –no podemos perder un mercado como Irán. Han reemplazado a la ex Unión Soviética como compradores de granos argentinos. Les estamos vendiendo 800 millones de dólares. ¿Cortar con ellos? ¿Estamos todos locos? Si nosotros apenas les compramos veinte millones. ¿Cortar con nuestro principal cliente?”.

“En la SIDE se pensaba que el atentado contra la Embajada de Israel había sido efecto directo de la suspensión de los acuerdos de tecnología nuclear y que el de la AMIA resultó de la cancelación de dichos acuerdos. La sensación generalizada era que había llegado la hora de evitar toda provocación; de escarmentar de lo sucedido y de dejar abierta la vía de la negociación”.

Las “investigaciones sobre el caso AMIA” se convirtieron en una simple maniobra de distracción por la cual el principal detenido era la persona que había vendido a los terroristas el vehículo utilizado en el atentado (Renault Trafic). Un desertor iraní, al poco tiempo, había dado los nombres de los planificadores del complot, de ahí que se trató de “protegerlos” para no deteriorar las relaciones con Irán. A su vez “Irán pedía que en la Argentina la Justicia funcionara políticamente, como en la teocracia”.

Al igual que la Argentina, otros países optan por no enfrentar el avance del totalitarismo teocrático. “Daniel Kindere [personaje ficticio de la historia novelada] iba construyendo un rompecabezas de cómo Occidente se entregaba. De cómo permitía que se censuraran sus óperas, que obligaran al Papa a pedir perdón, que modificaran los planes de estudio. De cómo se exilian sus caricaturistas, se eluden películas que pueden abordar temas espinosos, se prohíben muestras en museos, en fin, de cómo los occidentales iban aprendiendo a cuidarse en sus expresiones culturales y libres”. “Los islamistas denominan «liberación» a su imposición de la ley coránica y «paz» al imperialismo iraní”.

Durante la presidencia de Néstor Kirchner, posiblemente ante presiones extranjeras, se apoya la gestión del fiscal Alberto Nisman a fin de establecer una investigación seria. Sin embargo, la alianza con Venezuela e Irán hizo que nuevamente se volviera a la actitud “tradicional”.

Así como en la ciencia experimental aparece generalmente un experimento crucial, que determina el rechazo o bien la aceptación provisoria de una teoría, el fiscal Alberto Nisman consigue una foto de Ibrahim Berro, el autor material del atentado. Varios años atrás se había confeccionado un identikit elaborado en base a una testigo que lo vio en una arriesgada maniobra instantes antes del atentado a la AMIA. La compatibilidad de la foto con el identikit, confirmada por la testigo, mostró que la investigación había resultado exitosa.

Luego de la dudosa muerte de Nisman, los dirigentes kirchneristas repiten que tal investigación y la posterior denuncia por encubrimiento es un “absurdo”, mientras en la televisión se escuchan grabaciones de las que se infiere la existencia de un “ministerio de relaciones exteriores paralelo”, a cargo de Luis D’Elía, en amistoso vínculo con alguien de la Embajada de Irán. Los funcionarios deben repetir una y otra vez descalificaciones al fiscal desaparecido por cuanto pueden recibir un serio llamado de atención desde Irán. Perednik agrega: “En política, el gobierno argentino corre el riesgo de zigzaguear entre, por un lado, Occidente y los derechos humanos y, por el otro, los aliados de los ayatolás. Una línea brega por esclarecer los atentados en Buenos Aires, ergo enfrentarse a Irán si es necesario, y la otra, por coquetear con los aliados de Irán, lo que pone a la Argentina en riesgo de ditecavallizar [de Di Tella y Cavallo]”.

“La mezquita At-Tauhid, que había tenido un rol nada despreciable en los atentados antiargentinos, tuvo su destacado stand en la Feria del Libro de Buenos Aires, en mayo del 2008. La víctima hospeda a su agresor. Hasta le rinde homenaje: una escuela porteña lleva por nombre «República Islámica de Irán»”.

“El representante de Irán en Buenos Aires, Mohsen Baharvand, no sólo mantiene en alto el honor de su gobierno, sino que se permite regañar a la Argentina. En febrero de 2007 señaló que «la Justicia argentina es parcial» y propuso que la cuestión no sea resuelta por la Justicia, sino a través de un acuerdo político entre ambos gobiernos. En diciembre de 2008, Irán llamó «corruptos» a todos los jueces argentinos”. “Por si alguien llegara a desechar su indicación, agregó «En Irán hay una ley contra quien difame al país. Si este proceso sigue adelante, pediremos la captura de los fiscales y el juez argentinos»”.

Alberto Nisman seguramente pensaba que este país debía volver a tener la dignidad que tuvo en otras épocas; ese parece haber sido el objetivo de su vida. Aunque todavía tiene mayor influencia el sector que, por el contrario, confunde dignidad humana con prejuicio moral.

jueves, 22 de enero de 2015

Sociología del conocimiento

La influencia que sobre el individuo ejerce el medio social, como también el vínculo existente entre las teorías y los modos de pensar, son los principales objetivos de la sociología del conocimiento. Para llegar a conclusiones válidas, debe partirse de una teoría del conocimiento establecida a nivel individual. Paolo Tufari escribió: “La sociología del conocimiento estudia la conexión entre la actividad cognoscitiva y las circunstancias histórico-ambientales en que se desarrolla tal actividad. Como teoría, la sociología del conocimiento tiende a definir la naturaleza de esta conexión; como método positivo, analiza en qué forma se ha verificado en determinadas situaciones históricas la relación conocimiento-existencia”.

“Los estudios en este sector dan significados diversos al término conocimiento. A veces asume una comprensión tan amplia que viene prácticamente a coincidir con el término antropológico de cultura, incluyendo todo tipo de producción mental, desde las tradiciones populares y las creencias religiosas, hasta las expresiones artísticas y hasta la técnica. Sin embargo, mucho más a menudo el término conocimiento se ha referido preferentemente a los sistemas de valores concernientes a las relaciones humanas, como el derecho, la ética social, la economía política” (De “Cuestiones de Sociología” de Francesco Alberoni y otros-Editorial Herder-Barcelona 1971).

La sociología del conocimiento contempla los sutiles aspectos que tienden a reflejar el espíritu de una época y de un lugar. Karl Mannheim escribió: “La tesis según la cual el proceso histórico-social tiene un significado esencial en la mayoría de las ramas del conocimiento, se funda en el hecho de que podemos ver cuándo y dónde se formó la mayor parte de las afirmaciones de los seres humanos, cuándo y dónde fueron formuladas. La historia del arte ha mostrado en forma bastante convincente que se puede poner una fecha precisa a una obra de arte, según su estilo, ya que cada forma sólo es posible en determinadas condiciones históricas y revela las características de una época. Lo que es cierto en el arte, lo es, mutatis mutandis, del conocimiento. Lo mismo que el arte puede poner una fecha a determinadas formas, asociándolas con un periodo particular de la historia, del mismo modo, tratándose del conocimiento, podemos determinar cuándo y dónde el mundo ofreció determinado aspecto, con exclusión de cualquier otro…y se puede llevar el análisis al punto de que es posible resolver el problema más amplio de saber por qué el mundo ofreció precisamente entonces ese aspecto” (De “Ideología y utopía”-Fondo de Cultura Económica-México 1987).

Desde el punto de vista de la Psicología Social, resulta ser un tema que permite poner a prueba la efectividad del concepto de actitud y de sus componentes cognitivas. De la misma manera en que fue posible darle sentido a las diversas tendencias éticas contemplando las componentes afectivas de tal actitud, es de esperar que algo similar ocurra con las tendencias cognitivas contemplando las componentes cognitivas que, junto a las afectivas, materializan la actitud característica del individuo. Las particularidades de una época posiblemente deriven de las actitudes cognitivas predominantes. David G. Myers escribió: “La Psicología Social es el estudio científico de la forma en que las personas piensan, influyen y se relacionan con los demás” (De “Psicología Social”-McGraw-Hill-México 2005).

En forma muy sintética puede decirse que la teoría del conocimiento que da lugar a tales componentes implica esencialmente el método de prueba y error utilizado por la ciencia experimental, complementado con un agrupamiento posterior, que en el caso de la ciencia adopta la forma axiomática. A partir de tal proceso, surge la necesidad de encontrar una referencia que permita comparar todo nuevo conocimiento que se pretende adquirir. De ahí surgen las siguientes alternativas que cubren todas las posibles:

a) Se adopta la realidad, con sus leyes naturales, como referencia concreta

b) Se adopta como referencia lo que dice otra persona

c) Se adopta como referencia lo que piensa uno mismo

d) Se adopta como referencia lo que dice la mayoría

La primera conclusión que se deriva de este planteo es que los inconvenientes entre ciencia y religión, o entre política y ciencia, o los internos a esos ámbitos, tienen como origen las distintas referencias adoptadas, de manera que, como en el caso de dos personas que no pueden comprenderse por hablar distintos idiomas, poco podrán llegar a entenderse.

Como ejemplo de esta situación puede mencionarse el conflicto entre Galileo Galilei, quien, como todo científico, adopta como referencia la propia realidad, y la Iglesia Católica, cuyos integrantes adoptan como referencia a la Biblia. Además, en esa época se creía que la Biblia no sólo traía mensajes éticos, sino incluso aquellos de tipo científico, siendo un error que generó muchos conflictos. Galileo afirmaba que la Biblia indica “cómo se va al cielo” en lugar de decirnos “cómo está constituido el cielo”. Moisés González escribió: “Galileo no fue precisamente un hombre apartado del mundo, encerrado a solas con su propio pensamiento; al contrario, su vida fue la de un luchador intelectual, que intentó desechar prejuicios milenarios, lo que lo llevó de forma inevitable a chocar con las instituciones, celosas defensoras de una tradición estereotipada y encerrada en sí misma. Fue fustigador implacable de esa pereza mental que se refugiaba en el saber dogmático de la tradición escolástica y no dudó en utilizar la ironía y el sarcasmo contra aquellos que él denominaba «filósofos librescos», que, encerrados en su mundo de papel, recurrían exclusivamente al principio de autoridad y despreciaban o huían de las investigaciones directas en el «gran libro de la naturaleza»” (De la Introducción de “Carta a Cristina de Lorena” de Galileo Galilei-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1994).

La lucha intelectual entablada por Galileo contemplaba dos frentes: la Iglesia y los profesores aristotélicos. Quienes adoptaban como referencia a la Biblia, o bien a Aristóteles, sostenían que todo conocimiento válido y posible estaba ya incluido en la referencia adoptada. Luego, quien pretendía estar en la cima del conocimiento, le bastaba aprenderse los libros respectivos sin siquiera preocuparse por indagar en el mundo real la veracidad de sus contenidos. No eran buscadores de la verdad porque, supuestamente, ya la conocían.

Desde la religión se afirma la validez prioritaria de sus planteamientos por cuanto éstos derivarían de hombres inspirados en Dios, o bien del mismísimo Dios, mientras que desde la ciencia se afirma la validez prioritaria de sus planteamientos por cuanto éstos derivan de la observación directa de las leyes naturales establecidas por Dios, sin necesidad de intermediarios. Galileo Galilei escribió: “Si para suprimir del mundo una doctrina bastase con cerrar la boca a uno solo, eso sería facilísimo…, pero las cosas no van por ese camino…, porque sería necesario no sólo prohibir el libro de Copérnico y los de sus seguidores, sino toda la ciencia astronómica, e incluso más, prohibir a los hombres mirar al cielo”.

Mientras que Galileo tiene conflictos por contradecir el conocimiento aceptado por la comunidad en cuestiones de astronomía y de física, Baruch de Spinoza los tiene por contradecir el conocimiento aceptado en cuestiones inherentes a Dios y al comportamiento humano vigentes en la comunidad judía holandesa. Indaga la realidad según su propia visión personal, mientras que sus opositores se basan en los Libros Sagrados haciendo imposible cualquier entendimiento. Algunos ven en estos conflictos una lucha entre ciencia y religión, o entre filosofía y religión. En realidad, Galileo no estaba en contra del catolicismo (incluso dos de sus hijas fueron monjas), sino que estaba a favor de la verdad. Tampoco Spinoza estaba en contra de la religión, sino que busca compatibilizar observación y razonamiento con las creencias vigentes, siendo una manera de perfeccionar la religión de su tiempo, si bien fue considerado como un destructor de la religión tradicional.

Todo parece indicar que el camino para la solución de los conflictos existentes entre religión, ciencia y filosofía, o entre distintas religiones, se ha de lograr otorgando a la ciencia un rol prioritario. Ello no se deberá a que el científico social sea alguien superior intelectualmente hablando, o que el método de la ciencia sea infalible, sino porque la ciencia acepta y propone una referencia única, la ley natural. En lugar de existir conflictos por los cuales directamente se rechaza a quien adopta una referencia distinta, las discusiones esta vez provendrán de los distintos planteos, como ocurre dentro del ámbito de la ciencia experimental.

Si bien se aduce que la ciencia experimental no puede acceder a lo sobrenatural, o a dar alguna conclusión respecto de la vida eterna, debe tenerse presente que la misión de la religión es la de sugerir una postura ética concreta que podrá tener ese “premio adicional”. En el caso del cristianismo, se advierte que el camino de la felicidad es el mismo que el de la inmortalidad, si es que existe. Luego, desde la ciencia experimental (psicología, ciencias sociales, etc.) podrá llegarse a sugerencias éticas similares teniendo en cuenta principalmente lo que resulta accesible a nuestras decisiones.

De la misma manera en que podemos mejorar éticamente haciendo una introspección moral a partir de nuestras componentes afectivas, podemos también establecer cierta introspección cognitiva tratando de buscar el predominio de la ley natural como referencia adoptada, contemplando al mundo bajo una “perspectiva de eternidad”. “Como argumenta Saw, para Spinoza, crecer en conocimiento es llegar a ser más claramente consciente de nuestras propias ideas y de la interconexión de las mismas, y esto se alcanza no por la reforma de la mente como si fuese un instrumento, sino por la remoción de ideas falsas e inadecuadas que empañan el intelecto” (Del “Tratado de la reforma del entendimiento” de Baruch de Spinoza-Editorial Tecnos SA-Madrid 1989).

Como siempre, las soluciones debemos buscarlas a un nivel individual, mientras que resulta poco recomendable quedarnos a esperar el cumplimiento del determinismo histórico supuesto por Auguste Comte con su “ley de los tres estados”, es decir, la que asocia al desarrollo del conocimiento la secuencia que va desde la teología (religión) a la metafísica (filosofía) y luego al estado positivo (ciencia). Si bien esta secuencia puede haberse establecido en algunas ramas del conocimiento, no debemos aceptarla como una verdadera ley histórica por cuanto nada nos asegura que siempre ha de resultar así, a pesar de lo atractiva, razonable y coherente que nos resulta en un primer momento.

lunes, 19 de enero de 2015

El hombre de Bien

La puesta en práctica de una propuesta ética está asociada a un método. Todos los métodos coinciden en que debemos realizar una evaluación de nuestro comportamiento cotidiano. Para ello debemos tener previamente una idea acerca del Bien y del Mal. Entonces, la introspección actuará como parte de un proceso de autocontrol que apunta hacia el mejoramiento individual.

Todo mejoramiento persigue un objetivo principal: la eliminación de nuestros defectos y la consolidación de nuestras virtudes; considerando como “defecto” lo que falta para llegar a tener la virtud correspondiente. De ahí que “el hombre de Bien” sea, justamente, el que con preponderancia realiza el Bien. Nótese que es muy distinto hacer el Bien a no hacer el Mal. Quien no hace el Bien ni el Mal, es éticamente neutro; su acción será insuficiente para el logro del éxito personal.

Debemos estar convencidos de que ciertas acciones producirán efectos deseados y que otras producirán efectos indeseados. Que no sepamos cuales serán los efectos de tal o cual acción humana, ello no significa que no los produzca. Se supone, además, que existe una transición gradual entre el Bien y el Mal.

El impresor, escritor, físico y hombre de Estado, Benjamín Franklin (1706-1790), sugirió un método que requiere de un listado de virtudes, como base de la acción a desarrollar. Luego, se busca eliminar los defectos uno a uno, sin prestar demasiada atención a los demás. Escribió al respecto: “Así como el jardinero que quiere limpiar un jardín no arranca a un tiempo todas las malas hierbas, porque sería una faena superior a sus medios y a sus fuerzas, sino que desde luego empieza por una parte, y no pasa a otra hasta haber concluido el trabajo de la primera: así también esperaba yo disfrutar el placer de ver en mis páginas los progresos que habría hecho en la virtud por la disminución sucesiva del número de señales, hasta que al fin, después de haber vuelto a comenzar muchas veces, tuviese la dicha de hallar mi librito enteramente blanco, después de un examen diario durante trece semanas” (De “El libro del hombre de bien”).

Este método presenta una similitud con el empleado por el físico-culturista Frank Zane para la “construcción del cuerpo” (bodybuilding), como se denomina también a la “gimnasia progresiva con pesas”. Primeramente tiene presente los factores de los que depende el entrenamiento con pesas: cantidad de series, repeticiones por serie, descanso entre series, peso utilizado, etc. El método sugerido implica realizar, de un entrenamiento a otro, alguna mejora. Esa mejora consistirá en aumentar el peso, o las repeticiones, o las series, o bien disminuir el tiempo de descanso. De esa forma se progresa sin preocuparse por los efectos inmediatos y sin fijarse una meta concreta para el largo plazo priorizando lo accesible y lo controlable. Tanto para el método de la mejora de nuestra conducta como para la mejora de nuestro cuerpo, se requiere realizar una anotación diaria de nuestras acciones.

La lista sugerida por Franklin consta de trece normas, a las que se agregarán comentarios:

1- Templanza. No comáis hasta entorpeceros, ni bebáis hasta perder el sentido

La templanza está asociada a la voluntad; por medio de la cual el hombre hace lo que estima que producirá los mejores efectos. Las pasiones, por el contrario, son prometedoras de felicidad en el corto plazo presionando al individuo a hacer lo incorrecto. La templanza es la que, a la larga, prolonga la vida y mejora su calidad, por cuanto permite que se dejen de lado los hábitos perjudiciales para la salud (fumar, comer y beber en exceso, o lo indebido, etc.). Francis Williard escribió: “Templanza es la moderación en el uso de lo bueno y abstinencia total de lo malo”.

2- Silencio. No habléis sino lo que puede ser útil a los otros o a vosotros mismos. Evitad las conversaciones ociosas.

El silencio y la meditación permiten adquirir nuevos conocimientos; la conversación permitirá transferirlos a los demás. De ahí que existan momentos propicios para el silencio como también momentos oportunos para el diálogo. Pitágoras escribió: “Escucha, serás sabio; el comienzo de la sabiduría es el silencio”.............. Se dice que la claridad es la cortesía del filósofo; también puede decirse que la brevedad y la claridad de nuestras expresiones serán parte de nuestra cortesía al participar en una conversación. Debemos, además, detectar el interés que los demás tienen respecto del tema que hemos propuesto.

3- Orden. Que en vuestra casa cada cosa tenga su lugar, cada negocio su tiempo.

El orden y la disciplina son esenciales para el logro de metas compartidas. No sólo debemos mantener un orden en la ubicación de los objetos materiales, sino también debemos distribuir adecuadamente nuestras acciones en el tiempo. Así se dará una mejor utilidad tanto al espacio como al tiempo.

El filósofo Mario Bunge, respondiendo acerca de las diferencias que encontraba en su desempeño en Canadá en comparación con la Argentina, expresó: “Aquí (Argentina) encontré alumnos más inteligentes y en mayor número, pero poco trabajadores y mucho menos disciplinados. De modo que la inteligencia y el número no llegaban nunca a prosperar. Yo no dirigí ninguna tesis de doctorado en la Argentina” (De “Vistas y entrevistas”-Ediciones Siglo Veinte-Buenos Aires 1987).

4- Resolución. Resolveos a hacer lo que debéis, y no dejéis de hacer lo que hubiéreis resuelto.

Esta sugerencia está asociada al interés asociado a cada proyecto. Puede decirse que el trabajo dedicado a realizar un objetivo, es una medida de cuánto de importante ha de ser para nosotros lograrlo. La persona negligente tiene metas insignificantes o inexistentes. También una sociedad, o una nación, que carece de objetivos comunes, tendrán una tendencia a la vagancia generalizada. José Ortega y Gasset dijo: “¡Argentinos; a las cosas!”, que podemos interpretar como: “Argentinos; dejen de hablar y pónganse a trabajar”.

5- Economía. Los gastos que hagáis sean únicamente para el bien ajeno o para el vuestro: es decir, no disipéis nada.

El secreto del éxito económico radica en trabajar y en gastar como si uno siempre ha de ser pobre. De esa manera, se podrá progresar a través del ahorro y de la inversión. Por el contrario, el “secreto” del fracaso económico radica en trabajar y en gastar como si uno fuese a ser siempre rico. El primero considera al dinero como un medio, mientras que el segundo lo considera como un fin. La primera actitud proviene de priorizar lo ético y lo intelectual, la segunda proviene de priorizar las pasiones y la comodidad. Paolo Mantegazza escribió: “Entre la avaricia y la prodigalidad está la economía, y es la virtud que debe practicar todo hombre”.

6- Trabajo. No perdáis el tiempo. Ocupaos siempre en alguna cosa útil. Absteneos de toda acción que no sea necesaria.

Para muchos, el ocio es el destino primordial del tiempo disponible, mientras que el trabajo es una especie de castigo inevitable. El trabajo se realiza de mala gana y, tanto un sueldo alto como uno bajo, son justificativos adecuados para el trabajo a desgano.

Cierto ingeniero argentino viajó a EEUU para trabajar en una empresa. Esperaba encontrar empleados y profesionales con alta capacitación que produjeran la efectividad empresarial conocida. Sin embargo, encuentra que la gran diferencia, respecto a una empresa argentina, radica en el orden y la disciplina con que se desempeña cada uno de sus integrantes.

7- Sinceridad. No uséis de inicuos artificios; pensad con sencillez y justicia, y hablad como pensáis.

La persona sincera es la que dice siempre lo que piensa; aunque a veces deba callar lo que puede no resultar agradable a los demás. Por el contrario, el que dice cosas distintas a lo que piensa, dará la sensación de ocultar algo malo. 8- Justicia. No hagáis mal a nadie, ya sea perjudicándolo, o ya omitiendo el hacerle el bien a que os obliga vuestro deber.

Debemos hacer el Bien y evitar el Mal en toda ocasión, tanto frente a nuestros amigos como frente a nuestros rivales. Si hacemos algo malo, nuestros amigos nos valorarán pobremente y nuestros rivales se alegrarán de ello. Si hacemos algo bueno, se alegrarán nuestros amigos, pero no nuestros rivales.

9- Moderación. Evitad la cólera. Guardaos de resentiros de las injurias tan vivamente como os parecen merecerlo.

La capacidad de amar se muestra, principalmente, a través de nuestra capacidad para perdonar, siendo favorecida cuando haya signos, de la otra parte, de arrepentimiento ante los agravios cometidos.

10- Limpieza. Sed limpios en vuestros cuerpos, en vuestros vestidos y en vuestra habitación.

A veces se confunde pobreza con falta de aseo. Son dos cosas diferentes. Con la primera se trata de encubrir la segunda.

11- Tranquilidad. No os incomodéis por pequeñeces, ni por ocurrencias ordinarias o inevitables.

Inmanuel Kant escribió: “La paciencia es la fortaleza del débil, y la impaciencia la debilidad del fuerte”.

12- Castidad. Usad con comedimiento de los placeres del amor, y solamente para conservar la salud o tener hijos, sin llegar jamás al extremo de caer en la estupidez o en la debilidad, ni comprometer vuestra conciencia, paz, reputación o las de vuestro prójimo.

El sexo-diversión produce, por lo general, dos situaciones no deseadas: la paternidad irresponsable y el aborto. La mayoría acepta el libertinaje al ser impuesto principalmente por la televisión.

13- Humildad. Imitad a Jesús y a Sócrates.

A varios filósofos se los asocia al lugar donde impartieron sus enseñanzas: la Academia de Platón, el Liceo de Aristóteles, la Stoa de los estoicos, el jardín de Epicuro, la universidad de Kant, etc. Sócrates y Cristo, por el contrario, son los “predicadores de la calle”. Sus enseñanzas son simples y profundas, por cuanto van dirigidas a todos los hombres; cualquiera sea su nivel intelectual. No sólo imparten conocimientos sino también sabiduría. Para comunicarse con todos, se sienten igual a todos, y en ello radica la humildad.

Se ha mostrado una propuesta ética sugerida por un hombre del siglo XVIII, que habitaba en la América del Norte. Sin embargo, sigue teniendo validez en nuestra época, ya que toda propuesta que esté vinculada a las leyes que gobiernan nuestra conducta presenta una validez que no depende del lugar ni de la época de su realización. Incluso el Bien y el Mal no cambian, ni dependen de la opinión que los hombres tengamos al respecto.

domingo, 18 de enero de 2015

Desigualdad social vs. pobreza

Todo parece indicar que la pretensión de reducir la desigualdad social junto a la pobreza, puede ser un problema insoluble, ya que, a mayor igualdad social, o económica, se establece generalmente mayor pobreza, mientras que la reducción de la pobreza puede requerir de cierta desigualdad social. Es necesario aclarar que el tema discutido no es una cuestión de buena o de mala voluntad, ya que hay indicios de que se trata de uno de esos problemas económicos caracterizados como de la “frazada corta”, con la cual, si nos cubrimos los pies, desabrigamos la cabeza, y viceversa.

En todo proceso competitivo, la eficacia lleva a la desigualdad, mientras que la desidia generalizada lleva a la igualdad. Considerando un ejemplo deportivo, imaginemos una competencia ciclística en la que participan principalmente aficionados con poco espíritu competitivo. En ese caso es posible que todos los corredores conformen el típico pelotón que marcha a una velocidad no muy elevada. Algo distinto ocurrirá en una competencia entre profesionales, en donde es posible que el pelotón se forme durante un tramo de la carrera, y con una parte de los competidores, mientras que varios serán los ciclistas que deciden desde un principio despegarse del conjunto para llegar primeros a la meta.

En el caso de los aficionados, el tiempo de los “ganadores” coincide con el del pelotón, mientras que en el caso de los profesionales, el tiempo del ganador resultará bastante menor para un mismo recorrido. Puede decirse que, a mayor igualdad deportiva, menor eficacia, y viceversa. Cuando se trata de una economía socialista, en la cual (al menos en teoría) se logra una igualdad económica generalizada, se pierde bastante eficacia, mientras que en una economía de mercado, por el contrario, la desigualdad inherente al proceso conduce a una mayor eficacia y a un menor nivel de pobreza.

Es oportuno mencionar que el primer estudio realizado en Psicología Social se estableció para comparar el desempeño individual de ciclistas bajo las dos circunstancias posibles, tales la de marchar solos y la de hacerlo en competencia con otros ciclistas. “Hace poco más de cien años, la observación de Norman Triplett de que la velocidad máxima de estos deportistas aumentaba en forma significativa en compañía de otros corredores llevó a lo que se considera el primer experimento de psicología social” (De “Psicología Social” de S. Worchel y otros-Thomson Editores SA-México 2002).

Desde el liberalismo se propone una economía de mercado que posibilite el libre desempeño de los productores, lo que tiende a elevar la eficacia del proceso y reducir la pobreza, siendo la desigualdad económica resultante un problema menor por cuanto, en realidad, tal inconveniente se le presenta a la gente envidiosa, que no soporta “perder” en la competencia en que ella misma se ha incluido por cuanto pareciera no tener otros valores ni otros objetivos en su vida. Para el envidioso, lo ideal es que surja un gobierno que desde el Estado le quite gran parte de las ganancias a los que más producen, aunque reduciendo la eficacia del proceso ya que al sector productivo se le quitarán alicientes junto a recursos económicos que podrían ser destinados a la inversión productiva. Mariano Grondona escribió: “Robert Nozick rechaza la envidia, pero llega a una nueva conclusión: «La envidia es una agresión a mi autoestima, que otro –sin querer- produce por efecto de la comparación entre los dos». El éxito del otro disminuye mi autoestima. Si yo podía hacer diez e hice seis, que podía hacer diez lo aprendo cuando el otro los hace. Cuando el otro hace diez, sé que mi seis es insignificante. Aquí disminuye mi autoestima y aquí siento un impulso de venganza contra aquel que disminuyó mi autoestima con su éxito” (De “Los pensadores de la libertad”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1986).

Mientras que el sistema capitalista se caracteriza por promover la movilidad social, favoreciendo el despegue individual desde el “pelotón”, las tendencias socialistas proponen una sociedad sin clases sociales. Gustavo Morello escribió sobre uno de los ideólogos de la guerrilla socialista: “Camilo Torres intentó, a través de sus escritos sociológicos, explicar la violencia, descubrir sus causas, los efectos que produjo en la sociedad y las formas de evitarla. En sus trabajos estableció que la violencia surgía cuando la posibilidad de ascenso social por las vías económica, social y política se clausuraba. La violencia mostraba al pueblo consciente de sus necesidades y de la oclusión de los caminos institucionales para plantear sus reclamos” (De “Camilo Torres. Sacristán de la guerrilla” de Hernán Brienza-Capital Intelectual-Buenos Aires 2007).

Si en una sociedad no existe la posibilidad de cierta movilidad social, es un síntoma de que no existe una economía de mercado, por lo que, si se combate esa situación, no debe atacarse al liberalismo por promoverla, como siempre se hace. Por el contrario, en el socialismo real se produce una estructura de clases cerrada, con poca movilidad social, en la cual una burocracia estatal domina y explota al resto. Freda Utley escribió acerca de la visión que del capitalismo existía en la URSS: “Como hace mucho tiempo que carecen de noticias sobre lo que ocurre en el «mundo capitalista», todavía tienen de él la imagen que corresponde a la era de la gran crisis; o no comprenden que en Occidente el sistema que ellos denominan «capitalista» y que en los EEUU recibe el nombre de «sistema de libre empresa» hace mucho que se ha transformado en un régimen mucho más parecido al ideal de justicia social de lo que probablemente el socialismo llegará jamás en cualquier parte del mundo” (De “La ilusión perdida”-Ediciones Marymar-Buenos Aires 1967).

Existe una forma simple de determinar en un individuo su preferencia en materia económica: la de mercado o la socialista. Tal evaluación consiste en elegir entre dos alternativas posibles:

a) Mi vecino gana $ 5.000 por mes mientras que yo también gano $ 5.000

b) Mi vecino ganará $ 15.000 por mes mientras que yo ganaré $ 9.000

Quien prefiera seguir bajo la primera alternativa, orienta su vida bajo el principio de competencia, o de la envidia nula, mientras que el que opta por la segunda alternativa prioriza el principio de felicidad. Bajo la primera alternativa existe mayor igualdad social junto a un menor poder adquisitivo, mientras que en el segundo caso existe mayor desigualdad social (o económica) pero mayor poder adquisitivo.

Por lo general, quien prefiere seguir bajo la primera alternativa, se opone a la competencia mercantil y califica de “perversos” e “inhumanos” a quienes prefieren la segunda opción. Este es el caso de la actual economía china, en la que, al abandonar el socialismo y optar por el mercado, se logró sacar de la pobreza a varios millones de individuos. Redujeron la pobreza a costa de una mayor desigualdad social. De ahí que se diga que el capitalismo logra una desigual distribución de la riqueza mientras que el socialismo establece una igualitaria distribución de la pobreza.

La justicia social, por lo general, se entiende como el objetivo de lograr cierta igualdad económica, lo que puede llevar también a un mayor nivel de pobreza. De ahí que la justicia distributiva, surgida del proceso del mercado, resulta ser una mejor opción. Ello no significa que la adopción de tal economía garantice automáticamente la solución de todos los problemas sociales, ya que ello depende bastante de aspectos no económicos de la sociedad. Pero se habrá dado un paso adelante cuando, al menos, estemos de acuerdo en cuál es el mejor sistema de producción y distribución, o mejor aun, cuál es el menos malo. Pablo Da Silveira escribió: “John Rawls no identifica la justicia con la igualdad estricta. A su juicio, la injusticia no consiste en que haya desigualdades, sino en que haya «desigualdades que no benefician a todos». Y cada vez que se produzca una injusticia así entendida, las instituciones políticas tendrán una razón legítima para intervenir. Esto se debe a que, como dice la muy célebre primera línea de «Teoría de la Justicia»: «La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, como la verdad lo es de los sistemas de pensamiento»”.

“Cierto grado de desigualdad en la distribución de la riqueza puede ser necesario para permitir que todos vivamos mejor”. “Es probable que esta conclusión sea difícil de aceptar para quienes tienen una sensibilidad igualitarista y que al mismo tiempo deje satisfechos a quienes piensan que la igualdad es poco importante. Pero estos estados de ánimo no durarían mucho tiempo, porque Rawls agrega enseguida que este razonamiento no debe convertirse en una excusa para aceptar cualquier forma de desigualdad. Si bien algunas formas de distribución desigual pueden ser necesarias para permitir que vivamos mejor, de aquí no se sigue que toda forma de desigualdad deba ser aceptada” (De “John Rawls y la justicia distributiva”-Campo de Ideas SL-Madrid 2003).

El propio Rawls es partidario de cierta redistribución de la riqueza por parte del Estado para alcanzar los objetivos que no pudo lograr el mercado. Aquí lo importante es que tal redistribución debe apuntar a reducir niveles de pobreza y no a reducir niveles de desigualdad. Si se busca el primer objetivo, es posible que el proceso del mercado no se vea distorsionado, mientras que el segundo objetivo por lo general trae aparejada la perturbación del mercado con resultados negativos para todos.

La injusticia debe observarse como un proceso dinámico antes que estático. Como ejemplo supondremos el caso de un empresario que aumenta su capital en un 100%, a lo largo de un año, pero sus empleados siguen ganando lo mismo que antes. Como no existe un beneficio para todos, aunque sea desigual, puede decirse que no ha sido justo.

En un país con mercados desarrollados, la injusticias padecidas por los trabajadores pueden solucionarse yendo a trabajar a otras empresas. Por el contrario, en los países subdesarrollados, por tener mercados subdesarrollados, esta situación puede no ser posible porque no hay otras empresas. Luego, cuando el Estado trata de establecer la “justicia social”, buscando reducir la desigualdad social, por lo general profundiza el subdesarrollo.

Quienes proponen el igualitarismo social y económico, bajo un sistema socialista, son los que asocian todos los males existentes a la desigualdad social. Al hacerlo, combaten al empresario provocando mayor pobreza y facilitando el caos que favorecerá el advenimiento del socialismo. Por el contrario, para combatir la pobreza debería surgir mayor cantidad de fuentes de trabajo, es decir, mayor cantidad de empresarios (considerados «explotadores» hasta que demuestren lo contrario). De ahí que se da el absurdo de que la izquierda los considere como creadores de “desigualdad social” y, por lo tanto, generadores de todos los males de la sociedad. Como han advertido desde ese sector, los políticos no pueden reemplazarlos fácilmente, por lo que han optado por un socialismo “light”, la socialdemocracia, que consiste en confiscar las ganancias de los empresarios, y no sus empresas.

jueves, 15 de enero de 2015

La Iglesia y sus cambios

La necesidad de establecer cambios en una organización social proviene generalmente de cierta disconformidad con el funcionamiento esperado, o con los resultados obtenidos, como es el caso de la Iglesia Católica. Sin embargo, el cambio por el cambio mismo es algo incoherente, ya que ello no asegura un progreso efectivo sino que incluso puede ocasionar retrocesos. El cambio pequeño implica alterar símbolos religiosos, como así también costumbres y tradiciones, hasta llegar finalmente a los fundamentos mismos de la institución. M. Roberto Gorostiaga escribió: “Un oleaje continuo de cambios agita la Iglesia desde hace cosa de un decenio. Cuando creemos que el nuevo cambio será «el último», que podremos descansar en él, la nueva ola barre con nuestras esperanzas. Desde la disposición interior de las iglesias (altar, sagrario, imágenes de santos) hasta el rito de la misa, pasando por el tratamiento dado a los obispos, la catequesis, el traje de los sacerdotes, los hábitos de las religiosas, nada se salva de la universal marejada de cambios”.

La función atribuida a los cambios, según el autor, “es ir ablandando a los «buenos», haciéndoles de más en más proclives a la idea del cambio para que, cada vez, les choquen menos las cosas malas”. “Así hay toda una «línea media» de gente, en proceso de ablande, que no quiere la destrucción de la Iglesia como la buscan los progresistas; pero que llevados por una obediencia no filial sino servil a la autoridad, ven cómo caen las tradiciones más venerables, los usos más santos, y se apresuran como a hacer punta en la nueva costumbre, señalando que ellos marchan por una vía media, a igual distancia tanto de los sostenedores de la herejía progresista cuanto de los defensores a ultranza de una tradición esclerosada. «Se cede por temor de lo peor o para no dejar de parecer lo suficientemente moderno y dispuesto al deseado ‘aggiornamento’» (Pablo VI)”.

“Así, cuando se dice «apertura», significa de hecho, simpatía hacia todo lo malo del mundo moderno: hacia el comunismo, las formas estatizantes y colectivistas, blandura cuando no franca aceptación del erotismo, inmoralidad en espectáculos y revistas, etc.”. “Para elegir este prudente y juicioso término medio entre verdad y error, la «línea media» parte a menudo de la falta de habilidad, intemperancia, dureza, imperfecciones, a veces reales, de los defensores de la verdad. No nos dejemos atrapar en este lazo….Por hosco y antipático que sea quien dice que dos más dos son cuatro, y por simpático y agradable resulte quien sostenga que son cinco, la verdad no por eso, es cuatro y pico”. “Si se quiere hacer caminar a la «línea media» cincuenta pasos a la izquierda, basta solamente que los «avanzados» caminen cien” (De “La misa, la obediencia y el Concilio Vaticano II”-Ediciones Fundación-Buenos Aires 1979).

De la misma manera en que a los políticos populistas y totalitarios no les basta con ignorar las leyes y la Constitución, sino que incluso pretenden cambiarlas para sentirse más a gusto con el poder, los destructores inconscientes de la Iglesia piden cambios en lugar de intentar cumplir con los mandamientos de Cristo. Como tales mandamientos requieren bastante esfuerzo de adaptación personal, les resulta más cómodo el cambio de la institución.

Luego de convertirse en Papa, Jorge Bergoglio ha impuesto cambios en la Iglesia, como era de esperar, aunque surgen dudas acerca de si tales cambios favorecerán un acercamiento a la propuesta evangélica o bien a un aumento del número de seguidores. Alguien advirtió sorprendido que el Papa procedió a apagar varias luces que no se utilizaban en un sector del Vaticano, tratando de evitar el derroche innecesario de energía que no sólo malgasta recursos económicos sino que evita parcialmente la contaminación ambiental asociada a toda generación eléctrica. Sin embargo, ésa es la postura adoptada por toda persona normal en una sociedad normal, mientras que, por el contrario, cuando tal actitud sorprende, resulta ser un indicio de que estamos en una situación de crisis moral.

Algunos críticos han advertido respuestas del Papa a las que consideran desligadas de la tradición eclesiástica. Antonio Socci escribió: “He aquí la primera cita del Papa Bergoglio, en la entrevista aparecida en «Reppublica» del 1 de Octubre de 2013: «Cada uno de nosotros tiene una visión del Bien y también del Mal. Nosotros debemos incitar a proceder hacia aquello que uno piensa que es el Bien….Cada uno tiene una idea del Bien y del Mal y debe elegir seguir el Bien y combatir el Mal tal como uno lo conceptúa. Bastaría esto para cambiar el mundo»”.

“Es impresionante leer estas palabras teniendo delante de los ojos las imágenes de los estragos de Paris (y de tantos otros estragos que el fanatismo islámico perpetra cada día en el mundo). Estas palabras de Bergoglio están en total contradicción con las enseñanzas de siempre de la Iglesia. En efecto, la Doctrina Católica afirma que el Bien y el Mal no son subjetivos, esto es, no son opiniones arbitrarias, y son objetivas y se encuentran inscriptas en la conciencia, en las leyes naturales y más claramente y explícitamente en las leyes de Dios, en los Mandamientos”.

“Basta aquí recordar las palabras de Pablo VI del 12 de febrero de 1969: «La conciencia, de por sí, no es el árbitro del valor moral de las acciones que ella sugiere. La conciencia es la intérprete de una norma interior y superior; no la crea por sí. Ella está iluminada por la intuición de ciertos principios normativos, connaturales con la razón humana; la conciencia no es la fuente del bien y del mal; es la advertencia, es la escucha de una voz, que se llama justamente la voz de la conciencia, es el reclamo a la conformidad que una acción debe tener a una exigencia intrínseca del hombre, de manera que el hombre sea hombre verdadero y perfecto. Lo cual es la intimación subjetiva e inmediata de una ley, que debemos llamar natural, no obstante que muchos hoy no quieren escuchar más hablar de ley natural”.

“Nueve meses después, el Papa Bergoglio, en una nueva entrevista con Scalfari, aparecida en «Reppublica» el 13 de Julio de 2014, volvió sobre el argumento y agregó: «La conciencia es libre. Se elige el mal porque se está seguro que de ello derivará un bien, de lo alto de los cielos estas intenciones y sus consecuencias serán evaluadas. Nosotros no podemos decir más porque no sabemos más». Una suerte de ‘¿quien soy yo para juzgar?’ también frente al mal elegido deliberadamente con la intención de perseguir un objetivo que es considerado justo (que luego es el viejo y peligroso adagio por el cual ‘el fin justifica los medios’)”.

“Esta idea es radicalmente condenada por la Iglesia como se puede leer en el mismo Catecismo de la Iglesia Católica que afirma categóricamente: «No es lícito cometer el mal aunque de él derive un bien». Explica en efecto que ya «es equivocado juzgar la moralidad de las acciones humanas considerando solamente la intención que les inspira, o las circunstancias que constituyen el ámbito”. Pero sobretodo afirma: «Hay acciones que por si mismas, independientemente de las circunstancias y de las intenciones, son siempre gravemente ilícitas por razones de su objetivo; tales la blasfemia y el perjurio, el homicidio y el adulterio»” (De www.antoniosocci.com ).

Por lo visto, el Papa adhiere a una forma de relativismo moral en el cual, al no existir el bien ni el mal, en un sentido objetivo, desconoce el tema que le da sentido a la Biblia y al cristianismo, es decir, la lucha entre el Bien y el Mal y la búsqueda del triunfo definitivo del primero sobre el segundo. De ahí que no resulte extraña su adhesión a la Teología de la Liberación en donde, se supone, la lucha histórica no es entre el Bien y el Mal sino entre pobres y ricos, o entre poseedores de medios de producción contra los no poseedores.

Desde el punto de vista de la psicología social, puede afirmarse que el Bien radica en la actitud del amor, por la cual se comparten las penas y las alegrías de los demás como propias. El cristianismo propone, justamente, que en todo individuo predomine esta actitud sobre las restantes. El Mal, por otra parte, se asocia a la actitud del odio, por la cual las alegrías ajenas producen tristeza propia y las tristezas ajenas, alegría propia. El egoísmo implica desinteresarnos de lo que le acontece a los demás y, junto a la negligencia, completa el conjunto de actitudes básicas que producen el Mal.

De la misma forma en que una concesionaria de automóviles, que siempre ha vendido una marca, comienza a vender la marca rival, pareciera que la actual Iglesia Católica, que siempre ha predicado el cristianismo, comienza ahora a promover el marxismo. Adviértase que no se trata de la inclusión de los Evangelios en un sistema más amplio, sino que directamente se niegan sus premisas fundamentales. Ya en los años 70 se hacía notoria la destrucción espiritual de la Iglesia cuando varios de sus integrantes se convierten en autores intelectuales del terrorismo marxista. M. Roberto Gorostiaga escribió: “Cuando la izquierda marxista subió al poder con Cámpora y con Obregón Cano como gobernador de Córdoba, su arzobispo, Cardenal Raúl Primatesta, dialogaba cordialmente con ella”. “El Cardenal expresó: «Tengan presente que yo estaré siempre cercano a nuestra responsabilidad común»”.

“En cambio, cuando la guerrilla comunista imponía su terror en Córdoba y en la Nación entera, no se oyó su voz. Ni cuando se impuso en todos los colegios, estatales y privados, la materia Estudio de la Realidad Social Argentina, de neto cuño marxista, basada en la tesis del comunista confeso Paulo Freire. Estuvo también a favor de la Biblia Latinoamericana, veneno intrínsecamente perverso en las páginas de la Escritura Santa”. “No se entiende la guerrilla montonera sin la activa participación de clérigos y religiosas que corrompían moral y doctrinariamente a la juventud a su cuidado, bajo la protección de «pastores» como el Cardenal Primatesta”.

“No podemos callar. Son demasiadas las catástrofes morales que tantas familias católicas, incluso muy queridas y allegadas, han tenido con sus hijos e hijas, pervertidos, subvertidos o destrozados espiritualmente en colegios, parroquias y movimientos juveniles, por sacerdotes y monjas amparados por, no ya pastores mercenarios, sino lobos con piel de pastor. ¡Cuántos jóvenes perdieron su vida, física o moral, al servicio del terrorismo comunista! ¡Cuántos perdieron la fe! ¡Cuántos no se casan por la Iglesia, ni bautizan a sus hijos!”.

El citado autor menciona una declaración “sincera” emitida por Leónidas Proaño Villalba, obispo de Riobamba, Ecuador: “Si el marxismo tiene un instrumento de análisis de la realidad, un instrumento científico, indiscutiblemente válido, el más válido que se conoce en la historia de la humanidad, el cristiano creo que tiene derecho a utilizar este método, para hacer su análisis”…”En principio, el cristiano debe colaborar con el marxismo, en la conquista de objetivos concretos”.

Finalmente cabe recordar la recomendación de Cristo: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestiduras de ovejas; mas de dentro son lobos rapaces”. “Por sus frutos los reconoceréis”

martes, 13 de enero de 2015

Spinoza; política y religión

De manera similar en que nuestras neuronas se conectan estableciendo circuitos, o ensambles neuronales, que se van reforzando con el razonamiento especializado, que hace las veces de un entrenamiento mental, los distintos cerebros se vinculan reforzando las ideas comunes que permiten establecer una mentalidad generalizada favorable al surgimiento de una comunidad. Este proceso resulta similar al de la interconexión de varias computadoras que permite la realización de Internet. Tal conjunto de ideas no se ha de conformar con cualesquiera posibles, sino con aquellas adecuadas, o verdaderas, es decir, compatibles con las leyes naturales que rigen el orden natural, y que constituyen los vínculos invariantes entre causas y efectos que rigen la conducta de los seres humanos. Baruch de Spinoza ha sido uno de los pensadores que ha descrito con detalles tal proceso.

Tanto la determinación de la mejor forma de gobierno como de la mejor religión implica intuir el tipo de comunidad que se ha de derivar de las ideas adecuadas, en el sentido indicado, de tal manera que ese gobierno, o esa religión, favorezcan, y no se opongan, a su espontánea aparición. Para ello debemos considerar previamente la existencia del proceso de adaptación cultural del hombre al orden natural por el cual tiende a lograr mayores niveles de adaptación dejando de lado la posibilidad de ideas como la del “eterno retorno”, que descartan la existencia de un sentido de la evolución y de la propia humanidad. Jacob Taubes escribió: “Para que la historia, la historia del individuo así como la colectiva, signifiquen algo, debe tener un principio y un fin. Si los hechos de nuestra vida no están orientados por un principio y un fin, nuestra historia se convierte en mero catálogo de datos. En el orden cíclico de la eterna repetición, «no hay nada nuevo bajo el sol». Volverá el hombre a vivir su vida actual, y así mil veces, sin nada nuevo en ella. Todos los acontecimientos se repetirán por el mismo orden y en serie”.

“La repetición eterna debería sustituir el Juicio Final. Así, cada momento de la vida humana iba cargado con el peso de la eternidad”. “El ciclo es símbolo de la existencia humana sin futuro y no impone imperativo ético que transforma el orden natural del hombre”. “A lo largo de la historia de los últimos ochocientos años, el paradigma de una ética escatológica de amor fraterno se tradujo repetidas veces en diversas configuraciones institucionales. El hombre no se contenta con que la ciudad celeste permanezca en las nubes, sino que de cuando en cuando anhela que ponga su morada en la Tierra” (De “La comunidad”-Compilado por Carl J. Friedrich-Editorial Roble-México 1969).

En la visión de Spinoza aparece la idea de inmanencia, con un Dios impersonal dentro del mundo y no con un Dios personal fuera de él. Si nuestro mundo funcionara de esta última forma, no podríamos dejar de padecer los conflictos interreligiosos por los cuales los seguidores de los distintos enviados se disputan la legitimidad en su condición de tales. Gustavo Santiago escribió: “La concepción de un Dios trascendente ha sido fruto de una doble operación. Quienes ejercían el poder de un modo verticalista, basándolo en la fuerza, el miedo y la subordinación, proyectaron hacia otra dimensión la propia estructura de poder de la que gozaban, Una vez hecho esto, colocaron como fundamento de su propia práctica la autoridad divina que habían moldeado según sus intereses. Pero, si resulta que el ser de Dios es inmanente a la naturaleza, la justificación de esas jerarquías de poder desaparece y la arbitrariedad no encuentra dónde ocultarse. ¿En qué se convierte un Dios que pierde la trascendencia? En el todo inmanente. O, dicho de otro modo, en la naturaleza”.

Para Spinoza, los hombres se diferencian en lo que pueden hacer, es decir, por sus capacidades o potencias. De ahí resulta que su unión en comunidad deba establecerse reforzando esas potencias en lugar de disminuirlas. Santiago agrega: “El mundo de Spinoza es un mundo en el que cada cosa está abierta a las demás. La ética no es más que una mirada sobre los encuentros y desencuentros que se producen entre los diversos seres”. “Hay encuentros que redundan en un aumento de potencia del conjunto por sobre cada ser singular. Son los casos en los que dos cuerpos afines componen un cuerpo mayor. Cuanto mayor sea la afinidad entre esos cuerpos, mayor será la potencia resultante: «si dos individuos que tienen una naturaleza enteramente igual se unen entre sí, componen un individuo doblemente potente que cada uno de ellos por separado»” (De “Intensidades filosóficas”-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2008).

En el cristianismo, la cooperación entre individuos se da como consecuencia de haber previamente establecido un vínculo afectivo basado en el amor al prójimo. También en la postura spinoziana se propone una unión desde los aspectos afectivos, pero, mientras que en el cristianismo se llega a tal actitud por medio de la fe, en la religión natural se llega mediante la razón. Para ser gobernados por la razón, ésta debe predominar sobre las pasiones. Ello no implica que se deba priorizarse la razón sobre las emociones en cada ocasión, sino que debe adoptarse la razón como una guía para las emociones cuyos resultados se lograrán en el largo plazo. Gustavo Santiago escribió: “Pero, además de tener ideas inadecuadas y de ser pasivo, el hombre sujeto a las pasiones adolece de estrechez de horizonte. Incapaz de comprender las cadenas de causas y efectos que rigen la naturaleza, incapaz de comprender que el bien de su entorno es también su propio bien, centra su mirada en él mismo y actúa de modo completamente egoísta. Tiende a utilizar a los demás en beneficio propio, a entrar en pleitos continuos, a entregarse desenfrenadamente a placeres que luego terminan trocándose en dolor sin que él pueda comprender cómo fue que sucedió eso. Siendo incapaz de componer con otros hombres, tiende a aislarse y a provocar descomposición en su contacto con los demás”.

En los hombres cuyas emociones son guiadas por la razón, desaparece el fanatismo que hace peligrar la existencia misma de la comunidad. De ahí la imperiosa necesidad de que la fe religiosa se oriente por la razón, para evitar los conflictos y antagonismos entre los diversos grupos. Marilena Chaui escribió: “La teología exige obediencia y sumisión intelectual; la filosofía es el ejercicio del libre pensamiento. Pero si la teología reclama una razón obediente y sumisa, si transforma el sentimiento religioso en sumisión a preceptos y dogmas incomprensibles, nada impide que aquel que desea obedecer pueda también desear comprender el sentido de su obediencia. Es en este momento de la comprensión del significado de un saber obediente cuando sale a la luz la contradicción. El deseo de conocer puede, en un primer paso, intentar que el consuelo aportado por la teología se convierta en certeza «matemáticamente demostrada», lo que es imposible”.

“Si la razón es invocada para aseverar las certezas teológicas, éstas quedan bajo el dominio de aquélla y, en este caso, la teología extrae su claridad de la pura luz de la razón, y no ya de los misterios de la revelación, que son su fuente y garantía. Si, al contrario, la razón es invocada sólo para auxiliar a la teología en la tarea de persuadir a los infieles, no merece la menor confianza, pues, o el Espíritu Santo se deja reconocer por sus propias obras, o no hay como convencer a un infiel de que aquello que ve y siente es obra del Espíritu Santo y no de la razón. A menos que sea para satisfacer un insaciable deseo de poder, nada explica el intento de la teología de usar la razón” (De “Política en Spinoza”-Editorial Gorla-Buenos Aires 2004).

Gustavo Santiago indica el planteo que se desprende de la Ética de Spinoza: “Partiendo, entonces, de condiciones reales, según las cuales la mayoría de los hombres no vive bajo la guía de la razón, ¿Cuál será la mejor forma política para el cultivo de comunidades? Por un lado, aquella que favorezca las posibilidades de encuentro de hombres libres, que no ponga obstáculos para la vida en amistad, que no ataque a quienes quieran unir su potencia para un logro común. Por otro lado, la que ponga freno con la menor violencia posible a aquellos que resulten peligrosos para quienes buscan el bien común. Esa forma de gobierno es la democracia”.

Por otra parte, Spinoza escribió: “El fin del Estado no consiste en transformar a los hombres de seres racionales en animales o autómatas, sino más bien en hacer que su espíritu y su cuerpo puedan desarrollar sus fuerzas sin trabas, para que usen libremente de su razón y para que no se combatan con cólera, odio o astucia, ni se sientan enemigos entre sí. El fin del Estado es, en realidad, la libertad” (Del “Tratado Teológico Político”).

Existe un principio implícito en la vida de los hombres que establece que aquello que mucho apreciamos, mucho trabajo requiere para su logro; por lo que Spinoza escribió: “He terminado aquí lo que quería establecer concerniente a la potencia del alma sobre sus afecciones y a la libertad del alma. Si el camino que he demostrado que conduce a la verdadera felicidad parece arduo, no por eso debemos dejar de entrar en él. Ciertamente, tiene que ser arduo lo que se encuentra con tan poca frecuencia. ¿Sería posible, si la salvación estuviera en nuestra mano y se pudiera conseguir sin mucho esfuerzo, que fuese desdeñada por casi todos? Pero todo lo que es hermoso es tan difícil como raro”.

Los recientes atentados terroristas en Francia vuelven a mostrar que la religión que rechaza tanto el razonamiento como las evidencias experimentales que surgen de las ciencias sociales, no debe considerarse como una “religión” por cuanto no une a los adeptos, sino que destruye todo atisbo de comunidad y civilización. Se olvida que toda religión ha de tener una implicancia ética y que si a esa implicancia se llega por caminos simples, no se debe a éstos rechazar, a menos que la formación de una comunidad humana no tenga valor alguno para quienes entonces la “religión” es solamente un medio para crear discordia y beneficiarse de ella de alguna forma.

Desde algunos sectores católicos se observa con cierto desprecio la religión natural, ya que, al carecer ésta de revelación, y al sustentarse en la experiencia y en la razón, se opone aparentemente a la religión tradicional. Sin embargo, resulta ser la única alternativa posible que elimina los justificativos que llevan a los conflictos interreligiosos permitiendo que el hombre se oriente definitivamente en la dirección que el propio orden natural nos impone. La evidencia de tal necesidad puede incluso observarse en la propia Iglesia Católica en donde un influyente sector ha llegado a reemplazar al cristianismo por el marxismo, con la simple jugarreta de ocultar bajo el nombre de Dios una de las ideologías más nefastas que ha padecido la humanidad, como es el marxismo-leninismo; esta vez bajo el engañoso nombre de Teología de la Liberación.

sábado, 10 de enero de 2015

Jesuitas: ignacistas vs. liberacionistas

Como ocurre frecuentemente en distintas instituciones religiosas, dentro de la Compañía de Jesús, la congregación fundada por San Ignacio de Loyola, ha surgido una división interna en la que se distinguen los adherentes a la tradición, los ignacistas o cristianos, por una parte, y los partidarios de la Teología de la Liberación, los liberacionistas o marxistas. Esta división surge luego de la desobediencia a una orden papal, hace algunas décadas, de enfrentar al marxismo, de manera de evitar su expansión. Sin embargo, varios jesuitas terminan adhiriendo a dicha ideología, mientras que los demás permanecen en el cristianismo. Ricardo de la Cierva escribió: “Una de las muestras más sorprendentes de la crisis en que se ha sumergido durante la segunda mitad de este siglo [el XX] la Compañía de Jesús es la negación de su propia identidad. Por su fundación, sus Constituciones y su práctica permanente durante cuatro siglos y medio la opción preferencial (como dicen con frase más bien cursi) de la orden ignaciana ha sido la obediencia esencial al Papa para las misiones que él quiere encomendarles. Pues bien desde la malhadada Congregación General 32 en 1974 cambiaron la finalidad básica y se orientaron a la «opción preferencial por los pobres» que ellos expresaron, tergiversando el mandato expreso de Pablo VI en 1965, como «servicio de fe y promoción de la justicia»”.

“Este cambio revolucionario (en todos los sentidos del término) no podían realizarlo más que con la pérdida de su propia identidad. Pues bien, en 1991 la revista más importante de los jesuitas en España, que durante décadas sirvió como referencia segura a los católicos y hoy está hecha unos zorros, sin prestigio ni capacidad orientadora, publica un artículo inconcebible: ‘Jesuitas: lo que no son’ cuyos subtítulos lo dicen todo: «San Ignacio de Loyola no fue un soldado; la Compañía de Jesús no es una milicia; los jesuitas no son un bastión antiprotestante» (Razón y Fe. Tomo 223/Enero 1991). El anónimo autor del dislate debe conocer mucho mejor las vidas de Marx y de Lucero que la de su fundador; que fue un soldado de España y un soldado de Dios; que imprimió a su Orden un inequívoco carácter militar en los Ejercicios; que formó con su red de colegios el límite y la barrera contra el protestantismo en Europa. Uno lee el texto del disparate y se queda estupefacto. Si una Orden histórica se niega a sí misma ¿qué podemos pensar los demás? Podría recordarle al original intérprete los textos ignacianos, papales y de toda la tradición de los jesuitas hasta muy dentro del siglo XX pero ¿cómo convencer de quien es a quien niega lo que es? Pobre revista, ni razón ni fe”.

Para el marxista, y para los jesuitas liberacionistas, los pobres constituyen una especie de casta cerrada, como en la India, de la cual no podrán salir sin la llegada del socialismo. Por el contrario, los liberales poco hablan de los pobres teniendo presente la movilidad social existente en las sociedades con economías de mercado. En ese ámbito, un gran porcentaje de la clase pobre y de la clase media, dispone del apoyo familiar en cuanto a techo y comida, que no es poco, y de ahí comienzan a elaborar su futuro mediante el estudio y el trabajo. Existe también un porcentaje de adolescentes que no estudia ni trabaja, o que va a la escuela a aprender lo mínimo posible y a entorpecer la labor de los docentes, ya que aspiran, consciente o inconscientemente, a que finalmente el Estado benefactor, a cambio de un voto favorable, lo mantenga a costa de la gente que trabaja, tanto a él como a su futura familia, o bien le otorgue un trabajo en el Estado en donde la principal preocupación sea la de cumplir un horario.

En cuanto a la desobediencia mencionada, el citado autor escribió: “Por primera vez en su historia, un gran sector de la Compañía de Jesús, dubitativa e insuficientemente guiada por el General que iban a elegir tras ese solemne encargo, desobedeció al Papa, violó el cuarto voto que el Papa acababa de recordarles y en vez de oponerse en combate con el ateísmo «que usa armas con el propósito de arrancar de las almas todo sentimiento religioso», es decir, con el marxismo-leninismo, única doctrina práctica que corresponde a esa definición, este sector dominante de la Compañía de Jesús convirtió la confrontación en diálogo complaciente, asumió decisivas posiciones teóricas y estratégicas de ese ateísmo y concertó de hecho con él una inconcebible alianza. Los Papas, a partir del mismo Pablo VI, reconocieron este hecho, clamaron contra él y tomaron durísimas medidas para intervenir en ese concierto discordante, en ese escuadrón desmandado”.

“Poco después, en diciembre de 1965, el padre Arrupe reconocía en una larga entrevista «la misión que nos ha confiado el Papa». Y cinco años más tarde se vería obligado a confesar su atroz fracaso: «Cometí un tremendo error por mi falta de experiencia en Occidente». Un jesuita americano, al que siguieron muchos, el padre A.D. Forsthorfel, quiso justificar lo injustificable y plasmó la tergiversación del mandato papal al escribir que, como raíz del ateismo es la injusticia –citando por cierto a Karl Marx como autoridad suprema-; los jesuitas, al dedicarse a la «justicia social» (debería decir a la política de izquierda revolucionaria) estaban cumpliendo expresamente el mandato de Pablo VI. Es el colmo del cinismo. Lo que estaban haciendo es tergiversarlo y prostituirlo; y el propio Papa se iba a encargar de explicárselo así de claro en 1974” (De “Las puertas del infierno”-Madrid 1996).

Respecto a la interpretación del marxismo por parte de los liberacionistas, el citado autor escribió: “Los movimientos cristianos de liberación, como ya sabemos, tratan de aplicar los principios fundamentales del marxismo no solamente al análisis de la realidad social sino sobre todo a la praxis revolucionaria, mediante lo que ha llamado insistentemente Fidel Castro alianza estratégica de cristianos y marxistas. La teología de la liberación en concreto es una simbiosis de teología progresista europea y de doctrina fundamental marxista, en relación con un proyecto social, político y estratégico para el Tercer Mundo, especialmente e inicialmente en Iberoamérica”.

La teología de la liberación encuentra su mejor expresión con el sacerdote Gustavo Gutiérrez. Al respecto, Ricardo de la Cierva escribió: “Junto a su vinculación a la teología progresista centroeuropea, Gutiérrez recalca su todavía más profunda vinculación con el marxismo. En efecto, en la misma página vuelve a definir a la Teología como «reflexión crítica de la praxis histórica a la luz de las palabra» y que no se hace solamente para «pensar el mundo» sino para transformarlo, según la famosa tesis marxista sobre Feuerbach. Inmediatamente después Gutiérrez asume la teoría marxista del hombre nuevo y el hombre total y en el importante contexto –una de las claves de su libro- sobre el proceso de liberación, en medio de la crítica al desarrollismo, Gutiérrez proclama la necesidad de una revolución social que rompa con la dependencia en un texto –y, como decimos, un contexto- típicamente marxista: «Únicamente una quiebra radical del presente estado de cosas, una transformación profunda del sistema de propiedad, el acceso al poder de la clase explotada, una revolución social que rompa con la dependencia, puede permitir el paso a una sociedad distinta, a una sociedad socialista»”.

“Casi inmediatamente propone a Marx como ejemplo del «análisis científico de la sociedad humana» para proclamar a renglón seguido –y dentro de otro contexto decisivo, sobre el hombre como agente de su propio destino- otra tesis claramente marxista: «Teoría abierta esta ciencia –la ciencia de la Historia según Marx- contribuye a que el hombre dé un paso más en la senda del conocimiento crítico, al hacerlo más consciente de los condicionamientos socioeconómicos de sus creaciones ideológicas, y por tanto más libre y lúcido frente a ellas. Pero al mismo tiempo le permite –si deja atrás toda interpretación dogmática y mecanicista de la Historia- un mayor dominio y racionalidad de su iniciativa histórica. Iniciativa que debe asegurar el paso del modelo de producción capitalista al modo de producción socialista, es decir, que debe orientarse hacia una sociedad en que, dominada la Naturaleza, creadas las condiciones de una producción socializada de la riqueza, suprimida la apropiación privada de la plusvalía, establecido el socialismo, el hombre pueda comenzar a vivir libre y humanitariamente» (pág.58)”.

“En este texto insinúa Gutiérrez algo gravísimo. Habla, en terminología y concepto marxista, de hacer al hombre «más consciente de los condicionamientos socioeconómicos de sus creaciones ideológicas». ¿No advierte Gutiérrez que el principal condicionamiento de esa clase es precisamente la alienación en virtud de la cual el propio Dios y la religión que une el hombre a Dios son calificados por Marx como falsos, lo cual supondría, en su aplicación, un desliz intolerable y absurdo para un teólogo, por muy liberador que sea? No contento con apoyarse en Marx, Gutiérrez admite una aportación del filósofo marxista Marcuse en el mismo contexto. Y cierra esta importante sección de su libro con la identificación de la liberación y el conflicto de clases y pueblos, una tesis marxista-leninista esencial” (De “Oscura rebelión en la Iglesia”-Plaza & Janés Editores SA-Barcelona 1987).

Entre los ideólogos marxistas que promovían en jóvenes y adolescentes la adhesión a la lucha armada, se encontraban algunos “sacerdotes”. Los autores intelectuales constituían el primer eslabón en la secuencia de la violencia. Eran doblemente criminales porque inducían a los jóvenes a matar policías, militares y “burgueses”, mientras que, luego de la reacción de éstos, caían los propios terroristas. Siempre se pone como pantalla la “opción por los pobres” como si alguien que tiene un enorme desprecio por la vida humana pudiese tener tanta sensibilidad como para conmoverse por la pobreza de algunos. En realidad, tales ideólogos eran simples psicópatas sociales que jamás mostraron algún tipo de arrepentimiento ni la Compañía de Jesús asumió la responsabilidad que le corresponde como formadora de tales personajes. Algunos autores consideran que el nazi era menos peligroso que el marxista por cuanto exponía sus aberrantes proyectos abiertamente. En forma similar, puede decirse que el marxista disfrazado de sacerdote cristiano resulta aun más peligroso. Marta Diana escribió:

“Juan Antonio Puigjané fue uno de los creadores del movimiento político Todos por la Patria y animador del mismo. Su certeza es que la fe no puede estar separada de la política, incluso partidaria”. “El 23 de Enero de 1989 acontece el golpe al regimiento militar de La Tablada por un grupo de Todos por la Patria”. “Como consecuencia de ese ataque, donde fueron fusilados varios de sus compañeros y amigos, Antonio se presenta libremente ante la justicia para declarar que él es parte de ese movimiento. Inmediatamente lo encarcelan y luego lo condenan a veinte años de prisión, no por pruebas, sino por «indicios», porque siendo sacerdote, seguramente fue el ideólogo e inspirador de ese golpe…” (De “Buscando el Reino”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2013).

Existen indicios de que el Papa Francisco ha aceptado de buen grado a sacerdotes que siguen la tendencia liberacionista, en puestos importantes de la Iglesia. De esa forma, la “oscura rebelión en la Iglesia” habría de transformarse en el “copamiento de la Iglesia por los seguidores del Anticristo”, algo lamentable para el futuro de Occidente y de la humanidad.