miércoles, 3 de diciembre de 2014

Lo sobrenatural y las ciencias sociales

En cuestiones de religión existe un problema insalvable, ya que lo que resulta accesible al creyente puede no serlo para quien razona sobre tales temas, ya que se considera que sobrenatural es aquello inaccesible a la razón, o a quienes no tienen fe suficiente. Quien esté habituado a razonar, tratando de encontrarle coherencia lógica a todo, se encuentra ante un muro infranqueable que lo separa de la religión tradicional e, incluso, de quienes suponen estar un escalón más arriba en la escala humana por tener acceso a lo sobrenatural. Miguel Ángel Fuentes escribió: “Conocemos de Dios no sólo su existencia sino sus atributos o cualidades, su esencia íntima (es un solo Dios en tres Personas distintas, es decir es Trinidad), conocemos su plan de salvación sobre los hombres (revelado en la Sagrada Escritura, particularmente en el Nuevo Testamento)”.

“Científicamente alguna de estas verdades no son alcanzables pues sobrepasan la capacidad de nuestro intelecto; estas verdades superiores a nuestra potencia natural son denominadas «misterios intrínsecamente sobrenaturales», y como tales sólo pueden ser conocidos por Dios y por aquél a quien Dios quiera manifestarlos (= revelarlos o des-velarlos). Tal es el caso del misterio de la Trinidad, del pecado original, de la Encarnación de Dios (Jesucristo) y su obra salvadora. La ciencia no puede alcanzarlas con su propio método, pues éste parte de las cosas naturales y con la fuerza que le da la sola razón humana natural. Pero estrictamente hablando la ciencia tampoco puede refutarlas ni contradecirlas puesto que precisamente por definición escapan a su campo”. “De este modo un científico no tiene autoridad para hablar de lo que no es su competencia” (De “Las verdades robadas”-Ediciones del Verbo Encarnado-San Rafael-Mendoza 2008).

La actitud del religioso que trata de prescindir de los científicos es similar a la del médico que trata de excluir a otros colegas ante los requerimientos de un enfermo. Si se siente tan confiado como para poder resolver los problemas que se le presentan, y los resuelve, entonces resulta aceptable su proceder. Pero, si no los resuelve, y muere su paciente, comete un grave error; por cuanto ha priorizado su orgullo personal sobre la vida del paciente, desvirtuando la ética profesional.

Si desde la religión sobrenatural se logra encauzar a la sociedad por el camino del bien, incluso terminando los conflictos entre religiones, pocas personas tendrán inconvenientes en concederle la supremacía reclamada. Si, por el contrario, sus difusores no aceptan ninguna crítica desde los ámbitos sociales “inferiores”, entonces la cuestión se agrava, ya que negarle a cualquier integrante de una sociedad que opine o critique a una actividad que tiene incidencia sobre su propio grupo social, implica adoptar una postura injustificada.

Cristo predicaba una actitud de humildad, que proviene de una previa predisposición afectiva. Por el contrario, varios de sus “seguidores” muestran cierta soberbia. Manuel M. Carreira Verez comenta las conclusiones de un libro escrito por un astrónomo: “Para el científico que ha vivido con la fe en el poder de la razón, el libro termina como una pesadilla. Ha escalado las montañas de la ignorancia; está a punto de conquistar la cima más elevada; cuando se remonta sobre la última roca, le saluda un grupo de teólogos que están sentados allí desde hace siglos” (De “El creyente ante la ciencia”-Cuadernos BAC-Madrid 1982).

El autor citado parece desconocer que los teólogos se equivocaron cuando combatieron a Galileo Galilei, por promover y difundir el sistema copernicano. Incluso en la actualidad se equivocan seriamente cuando la propia Iglesia Católica acepta o predica una Teología de la Liberación que tiene bastante más de marxista que de cristiana. En lugar de intentar que la gente adopte una actitud cooperativa hacia el prójimo, se preocupa en que crea en misterios sobrenaturales o termine adhiriendo a ideas que condujeron en el pasado a las peores catástrofes sociales de toda la historia.

La religión de mayor aceptación en el futuro, será posiblemente una enteramente compatible con la ciencia. De esa manera se podrá fundamentar la ética natural de una manera convincente. Lo que actualmente se considera sobrenatural, podrá interpretarse como la finalidad aparente del orden natural, o el sentido del universo, que, aunque resulte difícil de definir, no tiene un carácter inaccesible para el razonamiento normal. Miguel Ángel Fuentes escribió: “La religión natural es la que se conoce por las luces naturales de la razón y se funda en las relaciones necesarias entre el Creador y la criatura. Esta religión natural obliga absolutamente a todos los hombres, en todos los tiempos y en todos los lugares, porque ella dimana de la naturaleza de Dios y de la naturaleza del hombre. Encierra en sí las verdades y preceptos que el hombre puede conocer por la razón, aunque, de hecho, los haya conocido por la revelación: la existencia de Dios, la espiritualidad, la libertad e inmortalidad del alma, los primeros principios de la ley natural, la existencia de una vida futura, sus recompensas o castigos”.

“La religión sobrenatural o revelada es aquella que Dios ha hecho conocer al hombre desde el origen del mundo. El Creador impuso al primer hombre verdades que creer, como el destino sobrenatural del hombre, la necesidad de la gracia para llegar a este fin sublime, la esperanza de un redentor, etc., y deberes positivos que cumplir, como el descanso del sábado, el ofrecimiento de sacrificios, etc.”.

Puede decirse que, mientras que la religión natural surge del hombre, como parte de los requerimientos que para nuestra supervivencia nos ha impuesto el orden natural, la religión sobrenatural se supone surgida de Dios. Desde un punto de vista económico, puede decirse que una de ellas está demás. Seguramente, la religión del futuro se limitará a orientar al individuo al cumplimiento de los mandamientos éticos; que son simples y elementales para comprender, pero no tanto para ponerlos en práctica. De ahí que se distinga entre el religioso teórico, que a veces se comporta como si Dios no existiera, del religioso práctico, que generalmente se comporta como si Dios existiese. Podemos hacer un esquema de ambas formas religiosas para intentar encontrar alguna equivalencia:

Religión natural (deísmo) = Hombre + Sociedad + Orden natural

Religión sobrenatural (teísmo) = Hombre + Sociedad + Dios personal

En psicología social se considera que la actitud es el vínculo existente entre el individuo y la sociedad. Justamente, el mandamiento del amor al prójimo sugiere la forma en que hemos de orientar nuestra actitud característica como una tendencia que dará sentido a nuestra vida. Como tal actitud puede definirse como una relación entre respuesta y estímulo (A = R/E), puede considerarse que nuestras acciones cotidianas están regidas por una ley natural elemental, además de las que rigen cada una de las partes constitutivas de nuestro cuerpo y de nuestra mente. Luego, como todo lo existente está regido por alguna ley natural invariante, observamos el conjunto del orden natural como si se tratase de un hombre que responde de igual manera en iguales circunstancias, es decir, como si tuviese su propia actitud característica. De ahí provienen las formas humanas con que simbólicamente se personifica al orden natural y se lo designa con el nombre de Dios. Por ello el deísmo adopta la siguiente igualdad:

Universo = Dios = Naturaleza

Si intentamos encontrar alguna semejanza o concordancia con la postura teísta, cabe la siguiente pregunta: ¿está lo sobrenatural regido por leyes? Si se responde afirmativamente, entonces se trata de una postura equivalente a la anterior, y ello sucede cuando se supone que el Dios con atributos humanos tiene una personalidad definida por su propia actitud característica, respondiendo de igual manera en iguales circunstancias. Si se responde que el Dios del teísmo no tiene una actitud definida, entonces no se lo debe caracterizar como a un hombre, y si se responde que lo sobrenatural no está regido por leyes, entonces predomina el caos y ya no debe hablarse de un “orden” sobrenatural. De ahí la inconsistencia de la visión teísta, que puede expresarse mediante la siguiente igualdad:

Universo = Dios + Naturaleza

Si la evolución biológica ha conducido al hombre a disponer del razonamiento, para discernir entre lo que tiene coherencia lógica y lo que no lo tiene, no debemos dejarlo de lado. De todas formas, tal coherencia es un requisito necesario, aunque no suficiente, ya que se requiere una verificación posterior de tipo experimental, ya sea directa o indirecta.

La actitud sugerida por la religión natural, que surge del hombre, resulta equivalente a la sugerida por la religión sobrenatural o revelada, que surgiría de Dios. Aunque la idea de no disponer de alguien a quien invocar en “situaciones de emergencia” hace que a muchos le resulte poco atractiva. Sin embargo, recordemos que Cristo indicaba que lo que salva a los hombres no es una intervención directa de Dios, sino la propia fe. Además, nos advierte que “Dios sabe que os hace falta antes que se lo pidáis”.

Mientras que, para la religión moral, lo que le acontece a una persona depende principalmente de sus atributos éticos, para las religiones paganas depende principalmente de la interacción existente entre el Dios interviniente en los acontecimientos humanos y el adepto. De ahí que la religión natural sea una religión netamente moral mientras que la religión sobrenatural siempre está expuesta a una paganización encubierta, ya que poco sentido tiene “adorar al Dios verdadero” en lugar del “Dios pagano” si la actitud del creyente sigue siendo más o menos la misma.

No es de esperar mejoras significativas en la humanidad mientras la sociedad siga tomando como referencia las necesidades emocionales del envidioso para satisfacerlas mediante el socialismo, o bien tome como referencia las necesidades intelectuales del creyente en lo sobrenatural para satisfacer cierta superioridad social. Con el predominio futuro de la religión natural será posible el renacimiento de una religión estrictamente ética.

Cada religión se considera a sí misma como la verdadera, aunque es conveniente adoptar al propio orden natural como referencia para valorar las distintas aproximaciones, ya que se supone que la religión surge del propio hombre. Luego, el ateo absoluto es el que rechaza el orden natural, mientras que el hereje absoluto es el que trata de reemplazarla por una religión incompatible con dicho orden. De ahí que, desde este punto de vista, la religión sobrenatural puede ser vista como una herejía si se desconoce la ley de Dios o se trata de desplazarla a un lugar secundario.

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