lunes, 3 de febrero de 2014

Plusvalía y alienación

Puede decirse que la plusvalía, asociada al sistema capitalista, seguida por la alienación del trabajador, es el fundamento esbozado por el marxismo para su destrucción, con la intención de reemplazarlo por el socialismo. Así, se considera que el trabajo del obrero, por encima de su nivel de subsistencia (y del de su grupo familiar), es retenido injustamente por el empresario. La acumulación de capital de la empresa provendría, entonces, de haberse quedado con ese exceso correspondiente a los trabajadores. Florencio José Arnaudo escribió: “Por ejemplo: si dadas las condiciones productivas de un lugar y época el obrero necesita seis horas de trabajo para elaborar el valor de subsistencia (trabajo necesario) el capitalista lo hace trabajar ocho horas. (Esta diferencia de dos horas es el sobretrabajo). De este modo se establece la plusvalía de la que se apropia el capitalista” (De “La lucha ideológica”-EUDEBA-Buenos Aires 1981).

La explotación laboral, por parte del empresario, consiste esencialmente en el despojo asociado a la plusvalía. Cuando el obrero no es consciente de tal despojo, se dice que carece de conciencia de clase, o que está alienado o enajenado de tal situación. De ahí que la función del marxismo consiste, en primer lugar, en hacer conscientes a los trabajadores de su situación de injusta dependencia laboral. De ahí que hablan de la futura “liberación” de las clases oprimidas. Daniel Vidal escribió:

“El obrero alienado será aquel que acepta pasivamente su condición de productor objetivamente alienado y que sólo extraerá satisfacción en comportamientos extra-profesionales. Asimismo, estará alienado aquel que renuncie a comprender y a controlar el proceso de producción, a luchar en el plano sindical y a afirmar una solidaridad de clase, el que evite participar en la lucha por la construcción de un orden social nuevo y que prefiera perseguir sus aspiraciones personales en el interior del régimen burgués, el que intente encontrar en la cultura de masas un paliativo a un desorden interior más o menos sentido, y para quien la posesión de los objetos será considerada como indicador de un status social”.

“Designar lo que se concibe aquí con el término de alienación lleva a identificar la alienación como marginalidad en relación a los valores de clase, es decir como reflejo patológico. Y todo reflejo remite al objeto reflejado. El círculo se cierra. La alienación es lo negativo de la conciencia de clase. Ésta sólo puede ser llamada así por el descubrimiento que realiza de las estructuras alienantes del sistema socio-económico” (De “La alienación como concepto sociológico” de Rieser, Seeman y otros-Ediciones Signos SRL-Buenos Aires 1970).

Si bien se ha asociado al término “alienación” una “ausencia de conciencia de clase”, en sociología se le dan además otros significados. De todas maneras, el pensamiento marxista no resulta demasiado diferente del aquí considerado.

Entre los errores que pueden advertirse en la crítica marxista, está la afirmación de que el trabajo asalariado es el principal, o único, factor de la producción. Recordemos que en toda empresa existen los capitalistas y los directivos que toman decisiones, además de los trabajadores. Luego, cada uno de los sectores recibirá un porcentaje diferente de las ganancias de la empresa. De ahí que la acumulación de capital, por parte de capitalistas y empresarios, provendrá de sus ahorros personales, y no necesariamente de lo que le roban a los empleados. Existirán, por supuesto, varios casos en que efectivamente se le paga a los trabajadores menos de lo que se les debería pagar. En ese caso, el trabajador podrá ir a trabajar a otra empresa mientras que quien poco lo valoró perderá parte de su capital humano, que tiene un valor comparable o mayor que el capital financiero o el asociado a los bienes de producción. Debe aclararse que ninguno de los economistas representativos que adhieren a la economía de mercado, sostiene que la acumulación de capital de una empresa deba hacerse con el dinero injustamente extraído a alguien, sino que, se sobreentiende que cada uno debe progresar mediante acciones licitas. Toda forma de robo, no pertenece al sistema capitalista, sino a una forma distorsionada del mismo.

Debido a la injusta generalización del proceso de explotación laboral, el marxismo promueve el odio entre clases sociales culpando a todos los empresarios (burguesía) del robo sistemático a sus empleados. Sin embargo, desde hace más de cien años, muchos empleados ganan bastante por encima del nivel de subsistencia, tal es así que en ese entonces se masificó la venta de automóviles, como fue el caso del Ford T, lo que contradice totalmente la generalización del marxismo.

En realidad, el trabajador, o el ciudadano, que lee los escritos de Marx, es el que queda alienado de la realidad, por cuanto resulta ser una descripción errónea, que tiene validez para cierto porcentaje de casos, sin que tenga algo que ver con los postulados y las sugerencias de la ciencia económica. En esa visión errónea se le hace creer al lector desprevenido que los empresarios terminan todos millonarios a costa de la explotación laboral de sus empleados. Sin embargo, existe una gran cantidad de quiebras de las empresas, de tal manera que a lo largo de los años, sólo algunas de ellas sobreviven. Ernesto Sandler escribió: “De las empresas que logran sortear los dos primeros años de su etapa constitutiva, sólo el 10% prosigue con sus actividades después de la década”. “Los datos son contundentes. Esas cifras nos revelan que de cada 100 empresas que cada año inician una actividad económica en Argentina, sólo el 2% podrá superar la barrera de los diez años” (De “Economía sin barreras”-Mucho Gusto Editores-Buenos Aires 2012).

Esta realidad es completamente ignorada por Marx, ya que describe el proceso de la plusvalía mediante cierta comparación. Así, el trabajador produce un bien M que se traduce en cierta cantidad de dinero D, que empleará en la compra de otro bien con un valor también M, no ganando nada en el intercambio. El capitalista, en cambio, comienza el proceso con cierta cantidad de dinero D, que le permitirá fabricar bienes por un valor M, que luego venderá a un precio D`, mayor que el inicial D. Con ello inicia el proceso de ganancias ascendente, que no termina nunca. Luego, se afirma que el capitalista es cada vez más rico y el obrero cada vez más pobre. Sin embargo, si alguien puede ganar cada vez mayor cantidad de dinero fabricando y vendiendo, se supone que se lo tiene que vender a quienes ganan bastante más allá del nivel de subsistencia, de lo contrario no podrían vender ni siquiera lo mínimo. De ahí la inconsistencia lógica del razonamiento marxista. Incluso sería imposible que ocurriesen casos como el argentino, antes mencionado.

También el pensamiento marxista aduce que la acumulación de capital se debe mucho más a la plusvalía que a la inversión tecnológica. Florencio José Arnaudo escribió: “Si la teoría de la plusvalía de Marx fuera exacta, las empresas de mayor capital variable (obreros) deberían dar siempre mayor ganancia que las de mayor capital constante (maquinarias), lo que no ocurre en la práctica. Más aún, no habría riesgo de quiebra para las empresas con gran capital variable, pues la plusvalía aseguraría su beneficio”.

Es bajo el sistema socialista donde la acumulación de capital se debe al trabajo parcialmente no remunerado, o plusvalía, ya que no existen en ese caso capitalistas ni empresarios (pero si burócratas que se benefician con la situación). Rubén Zorrilla escribió: “En todos los sistemas económicos que registra la historia y, llamativamente, en todos los socialistas –donde no existía el capitalismo, la economía de mercado ni la propiedad privada- hubo plusvalía. De otra manera no hubieran realizado ninguna acumulación ni concentración de capital”.

Se dice, además, que la acumulación de capitales de los países desarrollados se debe al robo, mediante intercambios injustos, de las riquezas de los países pobres. El citado autor escribió: “A veces se suele decir, con espíritu marxistoide, y para demostrar la «explotación» de los países capitalistas (una ínfima minoría) sobre aquellos que no lo son, que, por ejemplo, el 20 % de la población mundial consume más del 80% de los recursos del planeta”. “El 20% consume el 80% porque son precisamente ellos los que producen ese 80%” (De “Sociedad de alta complejidad”-Grupo Editor Latinoamericano SRL-Buenos Aires 2005).

El peligro asociado al marxismo no radica en sus erróneos fundamentos descriptivos de la sociedad, sino en los efectos que la mentira y el odio han provocado en el mundo. Incluso su influencia ha sido aun más nefasta que la del nazismo. Puede decirse que cualquier persona normal y decente, se transforma en una victima potencial de nazis y de marxistas cuando se descubre su origen judío, en el primer caso, o su origen burgués, en el segundo caso. Respecto a la cantidad de victimas del marxismo-leninismo en la URSS, Alexander Solzhenitsyn escribió:

“Son numerosos los autores, los científicos y los economistas que dan estas cifras de muertos [decenas de millones] como el balance más significativo del experimento socialista en la Unión Soviética. Uno de los primeros en demostrarlo científicamente fue Iván A. Kurganov, profesor de Estadística y Demografía de la Universidad de Leningrado”. “Boris Souvarine, por ejemplo, en su libro «Le Stalinisme» hace un balance demográfico de Rusia y llega también a la conclusión de que en la URSS «faltan» 100 millones de seres humanos”. “Alain Besançon apunta: «En 1914 los rusos eran alrededor de noventa millones. Eran más numerosos que los norteamericanos y tenían un crecimiento demográfico igual de rápido. Cincuenta años después, pese a que la emigración estadísticamente hablando, dejó de ser significativa a partir de 1914, los norteamericanos eran doscientos millones, mientras que los rusos no alcanzaban a cien»” (De “Alerta a Occidente”-Ediciones Acervo-Barcelona 1978).

La diferencia entre los 100 millones “faltantes” y los rusos caídos durante las dos Guerras Mundiales, son los eliminados en el periodo socialista. Si se suman a las victimas de la China comunista, Camboya y otras partes del mundo, la cifra llegaría a unos 100 millones. Stéphane Courtois escribió: “Resulta indiscutible que en términos relativos la «palma» se la lleva Camboya, donde Pol Pot, en tres años y medio, llegó a matar de la manera más atroz –hambre generalizada, tortura- aproximadamente a la cuarta parte de la población total del país. Sin embargo, la experiencia maoísta sobrecoge por la magnitud de las masas afectadas. En cuanto a la Rusia leninista y estalinista hiela la sangre por su aspecto experimental pero perfectamente reflexionado, lógico y político” (De “El libro negro del comunismo”-S. Courtois y otros-Ediciones B SA-Barcelona 2010).

Puede decirse que, si se concentra todo el poder de una nación en manos de un líder político motivado por el odio, habrá algún sector de la sociedad (por una cuestión de raza, clase social o religión) cuya seguridad se verá amenazada. De ahí que el marxismo fue aplicado con plena conciencia de este hecho tan evidente, como fue planeado por el teórico Marx y llevado a la práctica por el revolucionario Lenin:

Catástrofe social = Concentración total de poder en el Estado + Líder dominado por el odio

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