miércoles, 29 de enero de 2014

Neurosis y psicosis en política

En el ámbito de la política, podemos apreciar ciertos rasgos neuróticos en aquellos que ven todo negativo en la sociedad, mientras que muestran ciertos rasgos psicóticos cuando creen que la solución se encuentra en alguna utopía que mágicamente la restaurará en todos y cada uno de sus aspectos. Este es el típico caso del izquierdista que encuentra sólo defectos en el capitalismo y cree que el socialismo los mejorará aun cuando para su establecimiento despliegue una labor destructiva tanto hacia la sociedad “enferma” como a su cultura. Roger Caillois escribió: “Si usted cree que dos y dos son cuatro, pero que eso lo angustia, usted es un neurótico; si cree que dos y dos son cinco y le parece muy normal, entonces no es una neurosis: es una psicosis. Está delirando” (De “La Psicología en historietas” de Denis Huisman-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1980).

Los problemas psíquicos pueden sintetizarse en la existencia de una diferencia apreciable entre la imagen del mundo que se forma cada individuo y el propio mundo real. Cuando la diferencia es pequeña, puede decirse que se trata de una persona normal; cuando es grande, se trata de alguien que padece algún tipo de problema mental. Alfred Adler escribió: “La curación o reorientación se lleva a cabo por una corrección de la imagen defectuosa del mundo y por la aceptación inequívoca de una imagen madura del mundo. El proceso ocurre de una manera que podemos expresar solamente por medio de términos aforísticos y frases tales como: aumento del interés social, aliento, renunciar a tratar de parecer grande, desarrollo de una mayor independencia de la opinión de los demás, etc.”.

Al tener una imagen distorsionada de la realidad, el individuo tiene poco éxito en sus intentos por adaptarse a la misma, por lo que puede surgir cierto complejo de inferioridad que luego ha de tratar de compensar mediante el complejo de superioridad. Alfred Adler escribió: “La cuestión es solamente que la imagen defectuosa del mundo del neurótico se ve tan constantemente sacudida por la realidad, que él mismo se siente amagado desde muchos lados. En consecuencia, reduce su esfera de actividad; de una manera pedante presenta siempre las mismas opiniones y las mismas actitudes que aceptó anteriormente. Con el tiempo, como un resultado del proceso de reducción, manifiesta un complejo de inferioridad con todas sus consecuencias. Entonces, para escapar a este complejo de inferioridad, y porque finalmente se ve amenazado por el problema de la muerte, construye convulsivamente un complejo de superioridad. Esto es un movimiento compensatorio”.

Entre los atributos asociados al hombre-masa, puede encontrarse la tendencia a priorizar sus derechos e ignorar sus deberes; a ser exigente con el cumplimiento de aquellos y a ser desagradecido con quienes sólo “cumplen con la obligación” de satisfacerlo. De ahí que el hombre-masa tenga características similares a las del niño mimado. El citado autor escribió: “El desaliento extremado, la duda continua, la impaciencia, la hipersensibilidad, la emoción exagerada y los fenómenos de retraimiento, las perturbaciones físicas y psíquicas que muestran señales de debilidad y necesidad de apoyo, siempre son la evidencia de que un paciente neurótico todavía no ha abandonado su estilo de vida característico del mimado, y que adquirió tempranamente. Estas cosas demuestran que un paciente dotado de un grado de actividad comparativamente pequeño, y que no posee el suficiente interés social, ha imaginado para sí un mundo en el cual él tiene el derecho de ser el primero en todo”.

“Más tarde, cuando esta situación tan favorable no prevalece para él, no está preparado para dar otra respuesta que una acusación más o menos rencorosa contra las demás gentes, contra la vida, contra sus padres. Esta limitación de su actividad a un círculo pequeño, tiene como resultado que deje sin contestar preguntas importantes, y que cuando se encara con un problema para el que no está preparado a enfrentarse, sufra un choque y responda con una reacción de choque”.

Debido a que tales individuos responden a su visión distorsionada de la realidad, antes que a la realidad misma, los líderes populistas tienden, a través del engaño, la mentira y la propaganda, a construir una especie de realidad ficticia con la que el hombre-masa se sentirá identificado. Recordemos que los hechos nos afectan, no por lo que en realidad son, sino por la forma en que los interpretamos. De ahí que los sistemas populistas, o totalitarios, podrían considerarse como procesos de neurosis colectiva inducidos por los líderes respectivos, ya que lo esencial en tales regímenes no es la adaptación del individuo al mundo real, sino el cambio de la realidad hasta que coincida con la propia visión del líder político.

“Cuando el niño mimado [o el hombre-masa], equivocado en su estilo de vida, ha construido su imagen del mundo casi como si estuviera viviendo en un sueño, ve, siente, interpreta y corresponde a cada una de sus experiencias posteriores a la luz de esta misma actitud hacia la vida. No son las experiencias como tales, no es su significado objetivo lo que entonces tiene un efecto sobre él, sino la concepción, la valoración y el significado que él da a estas experiencias: siempre interpreta las experiencias de acuerdo con su actitud ya existente y estilo de vida”.

En la Argentina existe una acentuada división entre kirchneristas y el resto, de tal manera que parecen dos naciones compartiendo un mismo territorio. El sector oficialista ha adquirido la visión del mundo propia de sus líderes, por lo cual se hace imposible todo entendimiento con quien trate de adoptar una postura cercana a la realidad. Como ejemplo podemos citar el caso de un kirchnerista que, para descalificar a un opositor, atribuye sus opiniones a haber leído el Diario Clarín, o a haber visto el canal Todo Noticias. Tal individuo olvida que, antes de la pelea de Néstor Kirchner con Clarín, todo era armonía y reinaba la paz. Cuando Kirchner “declara la guerra” al Grupo Clarín, en forma repentina sus seguidores adoptan su misma actitud mostrando un total sometimiento ideológico ante tal decisión. Por el contrario, entre quienes no son kirchneristas, existe un gran porcentaje que no es adepto ni simpatizante del grupo mencionado. De ahí que no pueda existir ninguna forma de diálogo cuando un defecto real y concreto (acatamiento de odio sectorial) es ignorado por el sometido y además es injustamente asignado a otra persona sin que exista necesariamente la actitud que se le ha endilgado.

El kirchnerista comparte el antagonismo hacia Clarín con el argumento de que se trata de un monopolio informativo; lo que es cierto. Sin embargo, acepta tranquilamente que su destrucción tenga como objetivo reemplazarlo por un monopolio estatal, con una concentración de medios informativos mucho mayor aún. En realidad, esta actitud es similar a la de todo izquierdista que, para combatir la “concentración de poder económico” bajo el capitalismo pretende “solucionarlo” con una concentración de poder económico, político, cultural, militar, etc. muchísimo mayor, tal el caso del socialismo.

También se le ha hecho creer al partidario kirchnerista que el gobierno “nacional y popular” es opositor al imperialismo de EEUU, sin advertir que, luego de algunas estatizaciones, se produjo una importante fuga de capitales privados, muchos de los cuales habrán ido hacia ese país. Incluso la propaganda oficial se refiere a la “asistencia a los pobres”, cuando en realidad el proceso inflacionario promovido desde el Estado favorece el aumento de la pobreza. Pareciera que la realidad poco importara; tal es el grado de sometimiento de un importante sector de la población.

La mentira, por la cual un individuo da un falso testimonio de la realidad, puede considerarse como un síntoma de neurosis. Es decir, produce los mismos resultados una visión distorsionada de la realidad que un falso testimonio de la misma, de ahí que surja frecuentemente la duda acerca de si los gobernantes kirchneristas creen ellos mismos las mentiras difundidas cotidianamente, o si en realidad todos tienen la misma imagen distorsionada de la realidad. Puede considerarse el proceso de la división social como la lucha entre “mapa privado contra visión común”, tal un subtitulo del citado libro de Alfred Adler. El mapa privado es la visión del sector gobernante que poco tiene en cuenta a la realidad, de ahí las contradicciones esenciales como las antes mencionadas. La visión común es la que tienen quienes adoptan como referencia la propia realidad. Respecto de quien tiene un “mapa privado”, escribe:

“Su estilo de vida y su visión del mundo son partes de un sistema integral. Ve todo con los ojos de su vanidad. Se acerca a cada situación y problema de la vida con una anticipación temerosa que le permita ver si su prestigio estará asegurado, encuentra rara vez que este es el caso, y por eso se siente impulsado a eludir los problemas de la vida. Su retraimiento se lleva a cabo por medio de sus síntomas, y los síntomas son los resultados de los efectos de choque. Ha encontrado que estos efectos de choque son útiles para obtener la liberación de una situación difícil. Entonces para él no hay incentivo para renunciar a los efectos de choque que le han servido para un fin; así es que persiste en ellos”.

En el caso kirchnerista, el fin es el poder político y económico, los choques son el estilo de confrontación permanente, mientras que la evasión a los problemas puede ejemplificarse con el tema energético, que fue descuidado hasta que se perdió el autoabastecimiento. Tampoco se reconoce el nivel de inflación o el de pobreza, algo que no debe asombrar por cuanto la neurosis política del sector gobernante resulta apreciable. Continua Adler:

“Mientras que no entienda este error, mientras que considere su mundo ficticio como el verdadero, mientras que encuentre el mundo real y objetivo insoportable para su vanidad, seguirá siendo un neurótico. Si puede abandonar su sueño de un mundo, un sueño que nació de su vanidad y que justifica su vanidad, entonces le será posible cada vez más sentirse un igual entre iguales, y rara vez menos dependiente de las opiniones de los demás. Su ánimo subirá, y el sentido común aumentará y obtendrá el control de lo que, hasta ahora, había estado bajo el predominio de su sentido privado” (De “Superioridad e interés social”-Fondo de Cultura Económica-México 1968).

“Al llegar a entender su propia visión del mundo –una visión que erigió en su niñez temprana y que le ha servido como su «mapa privado», por así decir, para hacer su camino a través de la vida –es una parte esencial del proceso de curación. Cuando alguien intenta acercar su modo de vivir a la normalidad, necesitará entender cómo ha estado viendo el mundo. Tendrá que verlo de nueva manera y cambiar su antigua visión privada para hacerla acorde con una visión común del mundo –recordando que con visión del mundo queremos decir una visión en la que los demás puedan participar. No es probable que otros compartieran su opinión privada de que en todo tiempo y en todas las situaciones él debería ocupar por derecho la posición del poder y recibir privilegios especiales”.

martes, 28 de enero de 2014

Intelectuales vs. empresarios

Por lo general, se supone que el empresario es un ser desalmado y materialista a quien sólo le interesa el dinero y su éxito personal, mientras que el resto de la sociedad estaría constituido por seres espirituales con deseos plenos de colaborar con el prójimo. Esta creencia resulta típica en sociedades caracterizadas por el hombre masa, que “nunca agradece, sino que siempre exige”. Un país con pocos empresarios resultará, indefectiblemente, un país pobre y subdesarrollado, de ahí que los ataques al sector productivo muestran cierta irresponsabilidad, a menos que se busque premeditadamente el deterioro económico de la sociedad, lo que es peor. Lo grave de la situación es que quienes más critican, son los que poco o nada producen, pero aun así, no renuncian a la conquista de alguna forma de poder.

Si una empresa no obtiene ganancias, muy pronto cerrará sus puertas. De ahí que todo empresario trate de perdurar motivado por el simple “instinto de supervivencia empresarial”. Además, si cualquiera pudiese ser exitoso como empresario, la pobreza tendería a desparecer en un periodo bastante breve. Como en todas las actividades, se requiere vocación y aptitudes para un buen desempeño; de ahí que el empresario resulte ser “un bien útil y escaso”. Tampoco se debe llegar al extremo de suponer que todo empresario carece de defectos: pero una cosa es pretender mejorar al sector y otra cosa es tratar de destruirlo.

Quienes buscan permanentemente el desprestigio del sector empresarial, son los seudointelectuales que aspiran a conquistar el poder a través del Estado, pensando en objetivos personales, aunque digan todo lo contrario. Irving Kristol escribió: “Esta nueva clase no es fácil de definir pero puede ser descripta. Consiste en una buena proporción de esa gente que ha recibido educación universitaria, cuyas vocaciones y habilidades prosperan en una «sociedad post industrial»….Nos estamos refiriendo a científicos, profesores y directores de enseñanza, periodistas y gente que trabaja en los medios de comunicación, psicólogos y trabajadores sociales, abogados y médicos que hacen su carrera dentro del creciente mundo de la administración pública, planificadores urbanos, empleados de grandes fundaciones, altos funcionarios de la burocracia estatal, etc.……Los miembros de la «nueva clase» no «controlan» los medios de difusión; son los medios de difusión, así como son nuestro sistema educativo, nuestro sistema de salud y de bienestar social, y muchas cosas más…”.

“¿Qué quiere esta «nueva clase» y porqué es tan hostil a la comunidad empresaria? Bueno, uno debería entender que los miembros de esta «nueva clase» son idealistas, según el significado que el término tuvo durante la década del 60, es decir, que no se interesan tanto por el dinero sino por el poder. ¿Poder para qué? Poder para moldear nuestra civilización; poder que, en el sistema capitalista se supone reside en el mercado libre. La «nueva clase» desea que parte de ese poder pase al Estado, donde ella tendrá más influencia para decidir cómo debe ser ejercido” (Citado en “La hora de la verdad” de William E. Simon-Emecé Editores SA–Buenos Aires 1980).

Mientras que el verdadero intelectual se siente satisfecho con su cultura y sus conocimientos, el seudointelectual considera que todo nivel cultural poseído debe ser retribuido económicamente; incluso de mejor manera que el asignado a los seres “incultos”. Como muchos empresarios carecen incluso de un mínimo interés por cualquier aspecto cultural, serán calificados despectivamente por quienes tenían ambiciones materiales similares, o mayores, pero no pudieron lograrlas. Ludwig von Mises escribió: “El vano orgullo de literatos y artistas bohemios menosprecia la actuación empresarial por el afán que implica de enriquecerse al margen de toda actividad intelectual. Pero la verdad es que empresario y promotores despliegan mayor intuición y esfuerzo intelectual que el escritor y pintor de tipo medio. La incapacidad de muchos de los que a si mismos califícanse de intelectuales queda reflejada en su limitación para apreciar las condiciones personales e intelectuales precisas para dirigir con éxito cualquier empresa mercantil”.

“La bajeza moral, la disipación y la esterilidad intelectual de estos desvergonzados seudoescritores y artistas constituye el costo que la humanidad ha de soportar para que el genio precursor no sea perturbado en la realización de su obra”. “Al fin y al cabo no son las frívolas doctrinas de los bohemios las que engendran el desastre, sino el hecho de que las gentes gustosas las acepten. Lo grave es que tales seudofilosofías sean asimiladas por los forjadores de la opinión pública y más tarde por la propia masa torpemente dirigida. Las gentes anhelan adherirse a los credos de moda para no ser tenidos por atrasados y rústicos” (De “La mentalidad anticapitalista”-Fundación Ignacio Villalonga-Valencia 1957).

Por lo general, el “intelectual” que desconoce tanto la economía como el socialismo real, supone que bajo este sistema dispondrá de mejores oportunidades para desarrollar sus aptitudes, algo que poco tiene que ver con la realidad. Irving Kristol escribió: “El destino de los intelectuales bajo el socialismo se llama desilusión, disenso, exilio, silencio. En política, los medios determinan los fines, y el socialismo se encarna, dondequiera, en burocracias coercitivas que descartan con desdén los ideales que presuntamente deberían legitimarlas; ideales que a veces quedan establecidos como una ortodoxia petrificada. Uno de los fenómenos más interesantes de la vida intelectual contemporánea es la total incapacidad que manifiestan los países llamados socialistas para producir intelectuales socialistas; en realidad, por esa misma razón ni siquiera consiguen tolerarlos. Si uno quiere encontrar intelectuales socialistas activos puede ir a Oxford, a Berkeley, a París o a Roma. Carecería de sentido buscarlos en Moscú, Pekín, Belgrado, Bucarest o La Habana. Actualmente, el socialismo es una vía muerta para los auténticos intelectuales que han jugado un papel tan importante en la orientación del mundo moderno hacia esa dirección”.

El antagonismo de los intelectuales hacia los empresarios es uno de los aspectos del antagonismo, todavía existente en muchos países, entre socialismo y capitalismo. Respecto de la sociedad estadounidense, el citado autor escribe: “Se trata de un hecho tan habitual [la cultura antagónica], de algo que damos por seguro hasta tal punto, que no comprendemos que, en realidad, es extraordinario. ¿Acaso ha existido, en toda la historia conocida de la humanidad, alguna civilización cuya cultura estuviera reñida con los valores e ideales de su propia civilización?”.

“Cuanto más «cultivada» es una persona en nuestra sociedad, más falta de afecto y descontenta se encuentra; una falta de afecto que no sólo se refiere a la realidad de nuestra sociedad, sino también a su idealidad”. “Huelga decir que el americano medio «menos cultivado» no pierde el sueño ni por la realidad ni por los ideales. Esto explica por qué la visión marxista de una clase social trabajadora radicalizada que se rebelaría contra la sociedad capitalista se ha mostrado tan errada. En la actualidad, el radicalismo encuentra un campo más fértil entre los egresados de las universidades que entre los que han concluido con el nivel medio de enseñanza; los primeros han estado más expuestos a una suerte de cultura antagónica –por lo menos hasta hace muy poco-mientras que los últimos poseen su propia cultura «popular», más adecuada al mundo burgués donde vive la clase trabajadora” (De “Reflexiones de un neoconservador”-Grupo Editor Latinoamericano SRL-Buenos Aires 1986).

En cuanto al vinculo entre las clases altas, la intelectualidad y la guerrilla, en la Argentina, Rubén Zorrilla escribió: “El ansia de dominio y superioridad, en parte completamente justificado, de los socializados en las familias privilegiadas es perfectamente congruente con la grandeza o desmesura de la meta (tomar el poder y ocupar los primeros lugares) para acceder al ascenso simple y rápido: de ahí la preferencia por los medios más violentos y las apuestas políticas más extremistas”.

“La misma lucha por los carriles democráticos, en cambio, que los terroristas argentinos tenían en un momento abiertos, resultaban insufriblemente lentos, burocráticos. La democracia demanda paciencia, constancia, acuerdos y dialogo con los que piensan diferente, algo que los jóvenes no están dispuestos a aceptar; porque en ellos, al final, se van lentamente los años, o porque simplemente no creen en eso y, sobre todo, no quieren creer. Su ego es extraordinariamente grande, soberbio y omnipotente, como corresponde a su extracción social”.

“Así entran en la batalla contra la sociedad de alta complejidad, el capitalismo, la propiedad privada, la riqueza de los poderosos, tópicos y posición de larga data en el proceso de cambio en la cultura occidental. El objetivo último es convertir a la sociedad –que es un sistema abierto- en una organización, un ente planificado y predecible, racional y justo, sin incertidumbres ni desequilibrios. Como esto es demasiado transparente y teórico, el espíritu militar de estos grupos le agrega una sobredosis conveniente de confusión con la glorificación del Estado (que ellos dirigirán), la soberanía nacional, lo telúrico, la reconquista de la «identidad nacional», y la reconstrucción del «ser nacional» y su soberanía. Pero este activismo elemental y universitario, sostenido por profesores y albaceas intelectuales –a veces ancianos marxistas, nacionalistas o stalinistas y trotskistas- es invariablemente radicalizante, carente de experiencia, simplista en su perspectiva general, carente de dudas, con un deseo de decidir sobre cualquier tema, directamente proporcional a la ignorancia de los problemas, tanto respecto del país como del mundo y aun de la maldita historia”.

“Este es el bosquejo del nicho, genético y emocional, donde se forma la intelectualidad enemiga de la sociedad de alta complejidad. No es el nicho del «proletariado», la «clase obrera», o el «campesinado». Pero este revolucionarismo intelectual no traduce una «lucha de clases», cuyo eje sería vertical («clase baja contra clase alta»), sino una batalla entre sectores intelectuales o intelectualizados de «clase» alta y media, devenidos en políticos, contra otros sectores altos y medios, a veces reformistas, a veces defensores del statu quo. Para dar fuerza y legitimidad a su acción, en un medio conformado por el proceso de democratización fundamental, los grupos que participan de este conflicto –cuyo eje es horizontal- deben atraer y conquistar el apoyo de los sectores «bajos» de la población a fin de inclinar la lucha a su favor. Para movilizar a estos estratos bajos, algunos podrán apelar a latiguillos demagógicos, promesas, y proclamas de impacto emocional, más que otros, con los cuales torcer o estimular la inercia cultural típica de los estratos «bajos»” (De “Sociedad de alta complejidad”-Grupo Editor Latinoamericano SRL-Buenos Aires 2005).

sábado, 25 de enero de 2014

Ideología para el siglo XXI

En cualquier época, el hombre necesita información para poder adaptarse al medio que habita. Entre toda la información que debe disponer, se encuentra aquella que le ha de permitir establecer un sentido para su vida. Durante gran parte de la historia, la religión bastaba para satisfacer este requisito. En la actualidad, las distintas religiones resultan insuficientes para ese fin, por lo que resulta imprescindible encontrar una ideología de adaptación que resulte accesible al hombre de nuestra época.

Para la elaboración de una ideología de adaptación, se ha de recurrir, entre otras, a las ideas que en épocas pasadas dieron buenos resultados, sólo que deberá encontrarse un “vehículo” distinto a los utilizados en el pasado y que sea capaz de permitir una difusión generalizada. En nuestro caso, a la palabra “ideología” se la ha de asociar a la “ciencia de las ideas”, como una síntesis de información lógicamente coherente y compatible con la realidad.

Deberán considerarse ciertos requisitos básicos que responderán a un sentido eminentemente práctico. Una ideología del siglo XXI debe incorporar la mayor parte de los conocimientos logrados por la ciencia experimental, para tomarlos como punto de partida hacia el establecimiento de una ética natural, y objetiva, que sea independiente de las distintas posturas filosóficas y religiosas adoptadas individualmente. Los aspectos básicos considerados no sólo serán el origen de una perspectiva general, sino que constituirán exigencias que deberá cumplir toda ética de validez universal:

1- Complejidad creciente: Asociada a la Ley cósmica de Complejidad-Consciencia, ha sido descripta por Joël de Rosnay de la siguiente forma: “Pierre Teilhard de Chardin sostiene que la materia del universo está organizada en una larga cadena de complejidad creciente. La cadena comienza en las partículas elementales, sigue con los átomos, las moléculas, las células y los organismos individuales; se extiende finalmente a los agrupamientos complejos constituidos por las sociedades humanas. En cada nivel de complejidad se encuentran los elementos constructivos a partir de los cuales se forma el siguiente, más complejo. Aparentemente, Teilhard de Chardin fue uno de los primeros en subrayar que esta clasificación por orden de complejidad creciente correspondía también a una clasificación cronológica”. (De “La aventura del ser vivo”–Gedisa Editorial-Barcelona 1998).

Esta tendencia implica la existencia de un sentido de la evolución y de una finalidad objetiva del universo. También puede establecerse el sentido de la historia de la humanidad como una serie de intentos por lograr mayores niveles de adaptación.

2- Invariabilidad de la ley natural: Sugerido por Auguste Comte, este principio básico de la ciencia experimental implica que todo lo existente está regido por una ley natural. Dicha ley, como un vínculo invariante entre causas y efectos, da lugar a un orden natural. Así como las leyes humanas se establecen bajo cierto espíritu, o finalidad, podemos decir que Dios puede identificarse con el espíritu de la ley natural. Luego, por ser la ley natural invariante, podemos identificar ciencia con religión natural, ya que se excluye toda interrupción de la misma.

3- Adaptación cultural: El hombre no sólo participa del proceso de la evolución biológica, sino que también está inmerso en un proceso de adaptación cultural al orden natural. Julian Huxley escribió: “Es como si el hombre hubiese sido designado, de repente, director general de la más grande de todas las empresas, la empresa de la evolución, y designado sin preguntarle si necesitaba ese puesto, y sin aviso ni preparación de ninguna clase. Más aún: no puede rechazar ese puesto. Precíselo o no, conozca o no lo que está haciendo, el hecho es que está determinando la futura orientación de la evolución en este mundo. Este es su destino, al que no puede escapar, y cuanto más pronto se dé cuenta de ello y empiece a creer en ello, mejor para todos los interesados” (De “Nuevos odres para el vino nuevo”–Editorial Hermes-Buenos Aires 1959).

Así como el medio biológico presiona a la vida hacia una mayor adaptación, el propio orden natural presiona a la humanidad, a través del sufrimiento, a lograr un mayor nivel de adaptación cultural.

4- Cooperación: Puede decirse que el hombre es un partícipe activo en el proceso de la creación, o formación, de la humanidad, estando en la actualidad en una etapa similar a la descripta en el Génesis bíblico. Henri Bergson escribió: “Lo más sublime que Dios ha creado es haber hecho al hombre cooperador suyo en la creación”. Esta es también una insinuación a darle a nuestra vida un sentido religioso y una finalidad acorde al sentido aparente del universo. La actitud ética tiene sentido cuando previamente se encontró un sentido a nuestra vida.

5- Decisiones accesibles: Epicteto escribió: “De lo existente, unas cosas dependen de nosotros; otras no dependen de nosotros”. La acción ética requiere de sugerencias prácticas que sean accesibles a nuestras decisiones. Si tenemos en cuenta esta restricción, será posible dejar de lado planteamientos de tipo filosófico que no conducen a una acción concreta y que sólo llevan a conflictos sin solución.

6- Acción acorde: La verdadera búsqueda de un objetivo depende de la cantidad de esfuerzo dispuesto para ese logro, teniendo poca importancia las declamaciones y los deseos asociados al respecto.

7- Simplicidad: Toda ética propuesta debe ser accesible a la totalidad de las personas, en forma independiente de su nivel intelectual. De ahí la expresión de Cristo: “Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los listos y las has revelado a los insignificantes” (Mt.)

8- Universalidad: Inmanuel Kant escribió: “Actúa como si el motivo que preside tus actos pudiera convertirse, por obra de tu voluntad, en una ley general”.

9- Amor intelectual a Dios: Baruch de Spinoza escribió: “Pero el amor por una cosa eterna e infinita alimenta el alma con una alegría singular y libre de toda tristeza, lo que hace que sea tan deseable y digno de ser buscado con todas nuestras fuerzas”.

10- Inmortalidad: No sólo la felicidad es un aliciente para el logro de una actitud ética adecuada, sino también la existencia de la inmortalidad, como premio a esa acción. Ignace Lepp escribió: “Pero si no hubiera tal eternidad, mi fe en el mundo recibiría un golpe peligroso. ¿Podría concebirse que el mundo evolucione durante miles de millones de años hasta originar la vida espiritual, consciente de sí misma…para que dicha vida vuelva a caer al fin nuevamente en la nada? Todo mi ser se rebela contra tal hipótesis, que rebajaría y reduciría a un absurdo el mundo, en el que tan firmemente creo” (De “La nueva Tierra”–Ediciones Carlos Lohlé-Buenos Aires 1968).

11- Influencia social: Wolfgang Goethe escribió: “Trata a la gente como si fuera lo que debería ser y la ayudarás a convertirse en lo que es capaz de ser”.

12- Respuesta característica: En los seres humanos existe una respuesta, o actitud, característica. Mediante las cuatro componentes emotivas básicas podemos describir el espectro de las respuestas posibles, y ellas son: amor, odio, egoísmo y negligencia. A la primera le asociamos el Bien, y a las últimas el Mal. De ahí que el éxito de la adaptación cultural del hombre al orden natural, está asociado al predominio del Bien sobre el Mal.

13- Sentimientos humanos: Toda actitud ética estará asociada a los sentimientos humanos. La sugerencia práctica del “Amarás al prójimo como a ti mismo”, puede interpretarse como: “Sentirás las penas y las alegrías de los demás como si fuesen propias”.

14- Razonamiento: Por lo general, las ideologías surgidas de la religión requieren del individuo una previa aceptación del emisor del mensaje, en lugar de adoptar una actitud de duda y de razonamiento. La insuficiencia actual de la fe obliga a que toda nueva ideología de adaptación sea compatible con la lógica y el razonamiento. De esa forma dejará de existir una masiva marginación hacia quienes optan por el razonamiento como etapa previa a la aceptación de nueva información. De todas formas, si alguien logra buenos resultados por el método tradicional de la fe, no se vislumbra inconveniente alguno.

15- Prioridad: De todos los objetivos a lograr, la prioridad debe recaer en la adopción, por parte del individuo, de una actitud cooperativa predominante. Cualquier otro objetivo, sin este logro, resultará insuficiente.

16- Calificación: No resulta necesaria una calificación previa del autor de una propuesta ideológica, ya que debe valorarse la efectividad de la misma en base al criterio de prioridad mencionado.

17- Responsabilidad: Toda persona que tenga capacidad de influir en los demás seres humanos, debe prever adecuadamente los efectos de su influencia ya que, en caso de ser negativa, deberá ser considerado como autor intelectual de estos efectos aun ocasionados por otros. Las posibles buenas intenciones no justifican la falta de previsión.

18- Felicidad: La verdadera felicidad es la que puede compartirse con los demás, de ahí que toda ideología exitosa ha de propagarse especialmente por la notoria mejora del nivel de felicidad.

Quienes buscan solucionar los problemas que aquejan a la mayor parte de los países, coinciden en que debe hallarse, en primer lugar, una ética global, para posteriormente buscar, en cada caso, las soluciones económicas y políticas. Mihajlo Mesarovic y Eduard Pestel escribieron: “Las soluciones no pueden obtenerse por los medios tradicionales confinados a un aspecto aislado del sistema mundial, tal como la economía. Lo que se necesita realmente es nada menos que una completa integración de todos los estratos en nuestra visión jerárquica del desarrollo mundial, esto es una consideración simultanea de todos los aspectos de la evolución de la humanidad, desde los valores y actitudes individuales hasta las condiciones ecológicas y ambientales”.

Donald Wilhelm escribió respecto de los autores citados: “Los autores reclaman «una nueva ética global», que incluirá una conciencia mundial para tratar todos los problemas principales; una nueva perspectiva sobre el uso de los recursos materiales «compatible con la era de la escasez que se aproxima»; y una preocupación por las necesidades de las generaciones futuras orientadas a su supervivencia. La ética global requiere también una nueva actitud hacia la naturaleza «basada en la armonía más que en la conquista. Sólo de esta forma el hombre puede aplicar en la práctica lo que ya está aceptado en la teoría, esto es que el hombre es una parte integral de la naturaleza»” (De “Alternativas creativas frente al comunismo”-EUDEBA-Buenos Aires 1981)

miércoles, 22 de enero de 2014

Origen social de los revolucionarios

Desde la izquierda política se trata de mostrar que los movimientos revolucionarios surgen desde los trabajadores en respuesta a las injusticias del sistema capitalista. Sin embargo, entre los revolucionarios y guerrilleros más notables encontramos a varios que surgieron de las clases medias y altas, lo que contradice la afirmación sustentada por la ideología marxista. Esto puede entenderse por el hecho de que en sus propias familias recibieron malos ejemplos, ya que tuvieron que respirar un ambiente de egoísmo extremo que incluso se materializaba en un desprecio absoluto por la mayor parte de la sociedad. Luego de vivir en un ambiente poco propicio para una vida social plena, se impusieron como meta la destrucción de toda la sociedad bajo la suposición de que en ella se piensa y se siente en forma similar a la de sus propias familias. Tales individuos, sin embargo, heredan y mantienen sus ambiciones de poder y de mando, sólo que las conducen por otros medios.

En la sociedad capitalista surge también una actitud condescendiente hacia los pobres debido al contraste económico con los exitosos. Sin embargo, aplicando el “principio de Schwarzenegger” (“El nivel de entrenamiento realizado en el gimnasio es proporcional al real interés del individuo por poseer un físico desarrollado”), puede decirse que la preocupación real que la gente tiene por los pobres, es proporcional al esfuerzo concreto realizado personalmente por combatir la pobreza. De ahí que las declamaciones y los buenos deseos poca importancia han de tener. Rubén Zorrilla escribió: “La misma riqueza masiva que produjo [el capitalismo]-desconocida antes en la historia del homo sapiens-ocasionó en los sectores altos de la estratificación social (los más beneficiados con su expansión) un sentimiento general de compasión y autoculpabilidad frente a la pobreza, que es el contenido de lo que llamo «efecto Dickens», fenómeno completamente extraño, en cambio, entre los mismos pobres”.

“De ahí que, a medida que se difunde la sociedad de alta complejidad y se propaga una actitud de comprensión y ayuda desde los estratos altos y medios hacia los estratos bajos y pobres, crece el apoyo de pastores, militares, empresarios, escritores y artistas a las reivindicaciones de los trabajadores. El inmenso desarrollo de la filantropía en EEUU y Gran Bretaña –los dos países que lanzaron y sostienen el capitalismo en el mundo- ejemplifica la práctica del “efecto Dickens”, que abarca también la defensa del mundo animal y natural”.

“Ahora, a diferencia de la antigüedad, el rechazo o la resistencia a la sociedad de alta complejidad se potencia desde los resultados emocionales del “efecto Dickens”: por eso tantos millonarios, hijos de millonarios, e intelectuales pertenecientes a sus círculos, o mantenidos por ellos, así como sectores conexos, no sólo satisfacen sus deseos de más «igualdad» y dar sentido a sus vidas, sino también –y en muchos casos principalmente –sus deseos de llegar al poder (si son jóvenes, a cualquier precio), hecho que se convierte en ocasiones en una forma de vida, y también en costos de vida de los otros. Los «niños bien» y los hijos de los «niños bien» quieren liberar a la Humanidad de los padres de los «niños bien», cuyo ejemplo paradigmático es Friedrich Engels, al fin transformado él también en empresario. Algo inesperado y desagradable para Marx, Bakunin, Kropotkin, Singer, Lenin, Dzerzinski, Che Guevara, Castro, Rafael Barret, Robert Owen, Carlo Cafiero, Tolstoi, Fernand Pelloutier, Lasalle, Alexander Herzen, todos «niños bien», entre una lista interminable de los que pensaban –a veces con grandes diferencias- en que los trabajadores, y no los intelectuales acaudalados y aristócratas, serían los protagonistas de su propia liberación” (De “Sociedad de alta complejidad”-Grupo Editor Latinoamericano SRL-Buenos Aires 2005).

Puede decirse que las distintas posturas políticas surgen de la actitud adoptada frente a la pobreza y a sus causas, según el siguiente esquema:

1- La pobreza es una calamidad. La culpa es de los ricos, que son egoístas (Izquierda política)
2- La pobreza es una calamidad. La culpa es de los pobres, que son vagos (Conservadurismo)
3- La pobreza es una calamidad. La culpa es de la sociedad, aunque en distinto grado según el accionar de cada individuo (Liberalismo)
4- La pobreza es la condición necesaria para el surgimiento de la espiritualidad (Tolstoi y otros)

Respecto de la última alternativa mencionada, el citado autor escribió: “El conde Tolstoi, integrante de la más elevada aristocracia zarista y novelista extraordinario, llega a una conclusión conocida, casi generalizada en la intelligentzia de su tiempo, presente inclusive en Marx: «He llegado a la conclusión de que nuestra riqueza es la causa real de la miseria del pueblo». Si esto es cierto, el único propósito, o propósito final de Tolstoi, no es buscar que haya menos pobres, o que estos vivan mejor, sino que los ricos se conviertan en pobres. Su idea no consiste en potenciar la capacidad productiva para satisfacer las necesidades de la gente (lo que sólo es posible creando más riqueza en menos tiempo y con menos trabajo) sino reducirlas al nivel más sencillo para que la satisfacción sea posible. Sólo así se entiende que la gran industria sea reemplazada, como en Gandhi, por el trabajo doméstico. Suponer, además, que la reducción de los intercambios hará que la gente sea más fraterna, menos envidiosa, y se acabe el odio, a fin de lograr una comunidad armónica, es desconocer los mecanismos fundamentales de la conducta humana. En esas condiciones que imagina Tolstoi como «buenas», la violencia, el odio y la envidia se manifestarán más que nunca”.

En cuanto a las sugerencias de Tolstoi, se advierte que la supuesta libertad del hombre respecto de los bienes materiales, termina por esclavizarlo completamente: “No debe acudir a los tribunales, no debe usar productos industriales, no debe emplear en su vida nada que proceda del trabajo de los demás. No debe tener propiedades, debe evitar tocar la moneda, no debe viajar en ferrocarril o en bicicleta, ni debe votar nunca, ni desempeñar un empleo público. No debe jurar lealtad ni al Zar ni a ningún otro poder: pues debe obediencia únicamente a Dios y a su palabra según se expresa en los evangelios, y no debe reconocer más juez que su conciencia”.

En cuanto al grupo terrorista Montoneros, puede advertirse la participación del típico “niño bien” ya mencionado, que busca destruir la sociedad que supone estar hecha “a imagen y semejanza” de su propio hogar. Pablo Giussani describe a tal personaje como el “rebelde”, en oposición al revolucionario tradicional: “Un rebelde vive de rebote. La dirección de sus movimientos no está marcada por metas que lo atraen sino por realidades dadas que lo repelen. Y la repulsión desnuda, la repulsión vivida como un absoluto y no como momento derivado de una previa percepción de valores y objetivos que califican de rechazable lo rechazado, se resuelve en puro negativo”. “La negación, en su variante absoluta, es un modo de depender de lo negado. El joven rebelde, carente de una tabla de valores propia, necesita conocer la tabla de valores de sus padres para construir por inversión la suya”.

“Y si se expresa en términos políticos, las opciones del joven rebelde no serán otras que las del contorno familiar asumidas con signo invertido. En mis tiempos, por lo menos, este rechazo negativista consiste en poner cabeza abajo la escala de valores de papá, se cumplía en el terreno político a través de la siguiente operación: el adolescente se preguntaba qué era lo que papá más temía y detestaba en el campo político: La respuesta era, generalmente, «el comunismo internacional». Y el joven rebelde, en consecuencia, corría a inscribirse en el Partido Comunista”.

“Ortega y Gasset creía advertir un contraste entre los europeos, empeñados en «hacer», y los argentinos, empeñados en «ser». Por un lado, una vida abierta al mundo, a los demás, a una constelación de fines exteriores a ella. Por el otro, una vida ensimismada, revertida sobre sí misma, en la que el sujeto que la vive permanece consagrado a la construcción de su propio personaje. Un europeo, en la visión de Ortega, elige ser escritor porque quiere escribir. Un argentino elige escribir porque quiere ser escritor”.

“Para un militante de extrema izquierda, la tarea de construirse autocontemplativamente una personalidad revolucionaria requiere otros ingredientes. La contemplación, autopracticada o buscada en otros a propósito de uno mismo, necesita un objeto claramente visualizable, audiovisualmente más atractivo”. “No es necesario precisar que la descripción de este narcisismo revolucionario es también, en gran medida, una descripción de Montoneros, con su sanguinolento folklore, sus redobles guerreros, su gesticulación militar”. “En otros términos, el narcisismo revolucionario necesita, de un modo visceral y como componente de su propia identidad, situaciones de violencia. Violencia practicada y violencia padecida. Heroísmo y martirio” (De “Montoneros. La soberbia armada”-Editorial Sudamericana-Planeta SA-Buenos Aires 1984).

Complementando la descripción anterior, respecto de la nefasta década de los 70, Rubén Zorrilla escribió: “Esta posición socialoide –muchas veces de raíz nacionalista, fascista y marxistoide- tiene una vertiente violenta, guerrillero-terrorista, claramente criminal en su metodología, que intenta su coerción totalitaria -como práctica política- con el manto aparente de sus sagradas intenciones. Si éstas pretenden ser convencionalmente «buenas» (según garantizan sus partidarios) entonces sus promotores serán calificados de «idealistas» -quieren una sociedad «mejor»-, independientemente de que practiquen crímenes políticos, secuestros extorsivos, atentados terroristas sobre civiles indefensos, destruyan fuentes de riqueza social, o generalicen y sistematicen la intimidación sobre personas y grupos. Todo esto se basa en hechos practicados con feroz determinación por los «buenos muchachos» de familias rigurosamente «decentes», prestigiosas y en general acaudaladas, en ocasiones muy católicas y casi siempre universitarias por su formación, desde antes de 1970, pero especialmente a partir de ese año”.

“Cualquier decisión de defensa contra sus desmanes sería, en términos de sus partidarios, «terrorismo de Estado» (dado que ofrecen la vida por «todos», por más que éstos no se los hayan pedido). Pero ese «terrorismo de Estado» fue practicado y generalizado por aquellos que los mismos terroristas llevaron al poder en 1973, aunque la violencia política –si bien no de ese carácter- existía desde mucho antes de esa fecha. Por otra parte, si el «terrorismo de Estado» es condenable, doblemente, puesto que lo hace en representación del país, este reconocimiento no invalida una condena general y sin contemplaciones, por más ácida que pueda parecer, sobre el conjunto, realmente criminal, de los grupos organizados para eliminar físicamente a sus enemigos políticos o para aterrorizar a la población. Ellos enseñaron cómo hacer secuestros extorsivos y cómo sistematizar el asesinato político, algo único en el país”.

martes, 21 de enero de 2014

La utopía socialista

Para justificar la imposición de una sociedad utópica, se establece un diagnóstico de la sociedad tradicional que se busca reemplazar, exagerando sus errores y debilidades. Además, poco se tiene en cuenta una posible mejora ética individual, ya que se sobreentiende que todo individuo mejorará una vez que cambien las reglas del juego de la sociedad. Al promover todo lo contrario a la sociedad tradicional, y al ignorar al ser humano real, se establece una sociedad inviable que empeora las cosas en lugar de mejorarlas.

Por lo general, se trata de diferenciar las utopías socialistas del socialismo científico, aunque en realidad este último debería ser denominado “utopía socialista con disfraz científico”, por cuanto resulta ser poco compatible con los resultados de las ciencias sociales. Si bien son pocos los países que adhieren al socialismo en una forma explícita, son muchos los movimientos políticos que conservan inalterable su confianza en la posibilidad de la utopía socialista. Rubén Zorrilla escribió: “Los socialistas se obstinan –y consuelan- en creer que el fracaso del socialismo real (que es el fracaso del teórico) se debe a «traiciones, fallas casuales o errores»-que sin duda siempre existen. No: los problemas del socialismo y su necesaria planificación son absolutamente sistémicos. La dictadura del «proletariado» (en rigor, ejecutada por intelectuales de extracción social privilegiada), el trabajo obligatorio, y los mandatos imperativos en todos los órdenes de la vida social –inclusive en las áreas no económicas- constituyen exigencias funcionales ineludibles de la planificación y su control (no pueden existir múltiples planificaciones independientes), como lo vieron con claridad Marx, Lenin, Trostki y Stalin” (De “Sociedad de alta complejidad”-Grupo Editor Latinoamericano SRL-Buenos Aires 2005).

Los políticos y los intelectuales, por lo general, tienden a asignar al sector empresarial la misión de producir todos los bienes necesarios para la población. Cuando los empresarios son escasos, habrá una insuficiente producción y una pobre disponibilidad de puestos de trabajo. Luego, en lugar de efectuar críticas a quienes no son capaces de sumarse al sector empresarial, culparán al reducido número existente por las deficiencias de la economía. Los pocos empresarios disponibles seguramente tendrán un nivel de vida bastante mejor que el resto, por lo que serán acusados de egoístas, surgiendo proclamas a favor del socialismo. Puede decirse que, mientras la sociedad no se decida a mirar con buenos ojos a las personas que favorecen la producción, incluso haciéndose una de ellas, pocas posibilidades de mejora económica habrá. El citado autor escribió:

“Los intelectuales sienten las humillaciones de esos seres inoperantes e insufribles que son los empresarios y los capitalistas, miserables sólo dedicados a ganar dinero exclusivamente…..Gente que compra y vende, que trabaja para comprar nuevas máquinas y que, para colmo, además de explotar sin piedad a sus trabajadores, crea niños desvalidos, villas de emergencia, incrementa la mortalidad infantil y aumenta el número de indigentes. Esto se torna trágico cuando el intelectual va a las editoriales a ofrecer el resultado de sus elucubraciones y esos empresarios carentes de todo criterio le aseguran que sus originales no se venderán (lo que la mayoría de las veces es cierto)”.

“Los intelectuales socialistas –y los que lo son sin saberlo o sin darse cuenta- intentan escapar a los veredictos inapelables del mercado, ese monstruo impersonal, integrado solamente por personas que eligen, como ocurre en las contiendas democráticas, e imposible de dominar. La otra salida es destruir el mercado, eliminar la posibilidad de que la gente elija, o coaccionar y aherrojarlo, y ampararse en los recursos del Estado. Esta es, sin embargo, para los intelectuales –a pesar de sus atractivos aparentes- una puerta falsa, porque se convertirán en sirvientes de los que dominan el poder absoluto, con lo que perderán el tesoro del libre pensamiento, tal como lo demuestran terminantemente las implacables peripecias de los socialismos reales, o de las dictaduras populistas. Reemplazarán las incertidumbres e incomprensiones del mercado –en el que los consumidores pueden optar por lo peor- por la certidumbre de obedecer sin chistar, porque es allí donde toda creación es un problema de Estado, es decir, político”.

La ideología marxista está constituida por ciertos principios que, si bien no son fáciles de verificar, con un poco de observación y algo de esfuerzo mental, podrá advertirse su falsedad. Uno de ellos es el que afirma que “El trabajador se vuelve más pobre a medida que produce más riqueza y a medida que su producción crece en poder y cantidad”. Tal expresión tiene poco que ver con el capitalismo real ya que este sistema, a diferencia de los reducidos mercados que existían en la antigüedad, tiene como atributo principal el de realizar una producción para un consumo masivo, es decir, destinado incluso a las personas de condiciones precarias. Zorrilla escribe al respecto:

“Desde la diversificación y expansión de la economía dineraria se ha elevado a niveles extraordinarios la cantidad de productos y de nuevos productos, han mejorado tanto las condiciones de vida como de trabajo, sobre todo desde la segunda mitad del siglo XIX, en EEUU y Europa occidental, justamente donde la economía de mercado se fortaleció, la estructura institucional se complejizó, y creció la importancia práctica y teórica de la actividad científica y tecnológica. El trabajador no se volvió más pobre, como dice Marx, sino todo lo contrario”.

Otra de las creencias marxistas es la de que “El trabajador se convierte en una mercancía aún más barata cuanto más bienes crea”. Al respecto, el citado autor escribe: “En primer lugar; puesto que es una persona libre, el trabajador no es una mercancía, aunque sí lo es su trabajo. En segundo lugar; el trabajo no es de ninguna manera más barato: si hubiera sido así, las máquinas probablemente no se hubieran perfeccionado y multiplicado como lo hicieron. Cuando los productos sean más numerosos, de más calidad, y las máquinas más valiosas y sofisticadas, el salario del trabajador será más alto. Esto es lo que demuestra la experiencia del capitalismo”.

“«La devaluación del mundo humano aumenta en relación directa con el incremento –dice Marx-de valor del mundo de las cosas». Esta idea, que es común a todos los reaccionarios en su crítica a la modernidad, a la ciencia y a la tecnología desde Thomas Carlyle (1795-1881) hasta Oswald Spengler (1880-1936), entre otros, es totalmente contraria a los testimonios de la realidad. Es cierto que han aumentado la cantidad, variedad y valor de las cosas de una manera fabulosa, pero esto ha sido trascendental para que el mundo humano fuera –a la inversa de lo que piensa Marx- más valorado. La gente que vive en el capitalismo tiene más posibilidades de vida, tiene una existencia de más goces, más ocio y vida más prolongada”.

Además del disfraz científico, el marxismo utiliza el disfraz ético, es decir, no descuidan el hecho de que la supuesta verdad debe siempre ir junto con el supuesto bien. En el histórico enfrentamiento del Bien y la Verdad en contra del Mal y la Mentira, al tratar de mentir siempre, quienes adhieren al Mal, emiten mensajes que sonarán similares a los emitidos por quienes dicen siempre la verdad. Rubén Zorrilla escribió: “Obsérvese un rasgo común en todos los textos de Marx: da un contenido ético a lo que debe ser una característica de procesos naturales. Eso es lo que revela el empleo del término «avaricia», típico de una concepción clerical en el examen de los problemas. Es como si dijéramos que los glóbulos rojos son «buenos» y los blancos, en cambio, «salvajes», y eso tuviera algún significado práctico o tuviera que ver con un conocimiento. Este es un método demagógico, además de perverso, porque busca desatar odio o inquina contra argumentos contrarios e inclusive contra personas o grupos, en el entendimiento de la historia o los procesos sociales. Es una forma encubierta de dirigir la emocionalidad del lector para eludir la tarea de dar razones convincentes en el sostenimiento de sus hipótesis. Este mecanismo aparece también cada vez que Marx identifica «trabajador» y «mercancía»”.

“Este último término es utilizado por Marx en sentido claramente peyorativo, con énfasis de clérigo y como ocurre casi siempre en la cosmovisión de la cultura tradicional. «Mercader» y «mercancía», en la boca de señores, guerreros, escritores, artistas y a veces en la gente común, tienen significado denigrante. Si algo se convierte en «mercancía» o se «vende», es «malo». ¡Qué lástima que un libro, una obra de arte, una sonata, sean mercancías! Deberíamos vivir en un mundo en el que todo fuera gratis, como hermanos que se amaran tiernamente, y no todo fuera resultado de la maldita necesidad, que desgraciadamente se traduce en trabajo. Soñamos en ese mundo imaginario, que jamás existió y que nunca existirá a menos que las condiciones que dieron origen a la vida, la nuestra y la de todos los seres, desaparezca”.

A partir de un diagnóstico poco cercano a la realidad se la trata de “solucionar” dando lugar a la disparatada utopía socialista que consiste, esencialmente, en la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, la eliminación de la división del trabajo y del intercambio bajo el mecanismo del mercado. Para llevarlo a cabo promueve la dictadura del proletariado por lo que se logra establecer un sistema totalitario y opresivo del cual no puede salirse fácilmente.

“«Enajenación», como término teórico, sólo nos llama a fijar los ojos sobre una característica universal de la acción humana. Siempre estamos «enajenados» porque nunca sabremos el significado último de nuestra acción. Marx creyó –por eso lo quiso con pasión- que creaba el esbozo de un sistema social que inevitablemente vendría (inclusive independientemente de él y los socialistas): como lo hizo notar Bakunin (1814-1876), ese sistema sería una dictadura feroz en la que los trabajadores serían los más perjudicados, lo que efectivamente ocurrió en la experiencia de todos los socialismos reales. En otras palabras: Marx no se libró de la alienación o enajenación. Tampoco Lenin, como millones de comunistas y camaradas de ruta: pensaban que estaban promocionando o construyendo una sociedad mejor y el resultado de su acción fue el primer Estado totalitario de la historia, prontamente imitado por Benito Mussolini en Italia y el nacional-socialismo de Alemania, si bien modificado por las peculiaridades culturales e históricas de cada uno de esos países”.

Mientras que en el socialismo teórico pueden encontrarse muchos errores, y quizás varias mentiras, en el socialismo práctico pueden encontrarse muchas mentiras, y quizás varios errores. Pablo Giussani escribió: “Todas las políticas revolucionarias en el campo de la información –que es el mecanismo a través del cual se pone la verdad al alcance de la gente- han coincidido monótonamente y sin fisuras en una invariable necesidad de desnaturalizarla. La información, bajo regímenes revolucionarios, no es una vía de acceso a la verdad sino un instrumento de motivación. Tanto en la Unión Soviética como en Cuba, en China como en Albania, informar significa no ya servir al inalienable derecho de la gente a conocer la verdad, sino condicionar a la gente a desarrollar determinados compartimientos. Los hechos son mostrados, ocultados, dosificados, tergiversados, afeados o embellecidos de acuerdo con el tipo de conducta que se desea generar en la gente mediante la información acerca de ellos” (De “Montoneros. La soberbia armada”-Editorial Sudamericana-Planeta SA-Buenos Aires 1984).

Luego de unos pocos años de la Revolución rusa de octubre de 1917, el propio Lenin debió acudir a la economía de mercado, aunque fue sólo por un tiempo, ya que para él la imposición del socialismo, aun con sus pobres resultados, era más importante que el bienestar de la población. Zorrilla escribió al respecto: “Lo que sabemos es que ese plan económico que debía ser obedecido con rigurosidad militar desde 1920, terminó en un fracaso calamitoso: en 1921 se declaró una hambruna espantosa que terminó con la vida de millones de personas. Lenin logró establecer lo que se llamó la Nueva Política Económica (NEP), que significó una vuelta a la economía de mercado. Con esta medida se palió la crisis rápidamente, por lo menos en sus aspectos más trágicos. Sin embargo, su éxito extraordinario planteó un problema crucial a la elite dominante de la dictadura: la reanimación de la economía de mercado, para seguir siendo exitosa, llevaba indefectiblemente a la expansión de la economía dineraria y al fortalecimiento de la propiedad privada y a un perfeccionamiento de la justicia que conducía a su vez a la reapertura de los derechos individuales. Este proceso sería –como lo fue históricamente-imparable, además de aniquilador para el monopolio existente….La lucha entre Trotski y Stalin refleja el problema de quién, cómo y cuándo se procedería a conjurar esta amenaza mortal”.

domingo, 19 de enero de 2014

La clase social incorrecta

Quien se haya desempeñado como educador, seguramente habrá considerado inoportuno establecer algún tipo de trato diferenciado entre sus alumnos, es decir, que no haya surgido como consecuencia de los propios atributos personales de los mismos. Podrá así haber eliminado cualquier posibilidad de establecer diferencias injustas suponiendo, o conociendo, que tal o cual adolescente pertenece a determinado grupo religioso, cultural, étnico o clase social de tipo económico, ya que asociarle a un individuo los atributos, reales o supuestos, de otras personas, implica desvirtuar su individualidad pudiendo llegar incluso a cierta forma de discriminación social.

La manía de catalogar bajo una denominación común a varios individuos presenta la ventaja de no tener que razonar sobre cada uno de ellos asignándoles los atributos típicos del grupo que supuestamente integran. La debilidad de la sociología reside, entre otros aspectos, en que establece descripciones y extrae conclusiones a partir del concepto poco definible y poco verificable de “clase social”. Tal concepto luego formará parte del vocabulario de la sociedad sin reparar que de ese modo se va instalando una implícita discriminación social dirigida hacia algunos sectores. Francis Korn escribió:

“Si la «clase obrera» es tan heterogénea y parece tener tan pocas posibilidades de volverse antropomórfica, ¿qué esperar de la ancha, prolífera, inescrutable «clase media»? ¿Quién sería capaz de describirla, conocerla, clasificarla, darle alguna corporeidad unificada? ¿Quién podría decir qué, dentro del universo total de características sociales y psicológicas, pueden tener en común plomeros independientes, pequeños comerciantes, grandes comerciantes, empleados de banco, modistas buenas y malas, escenógrafos, maestras, jueces, investigadores del CONICET, cambistas, bañeros, tenistas, actores, el cuerpo de baile estable de nuestro primer coliseo, tenientes, anticuarios, colocadores de cortinas de enrollar, secretarias y tantos otros que no alcanzarían las páginas de este libro (ni las de la Enciclopedia Británica) para mencionar?”.

“Nadie niega que cualquier sociedad humana puede ser dividida en grupos de prestigio, o de ocupación, o de cualquier otro tipo que implique un orden. Nadie niega que factores que hacen posible estas divisiones se relacionen además con otras características de la misma sociedad. Lo que se está tratando de ver aquí es la lógica de algunas clasificaciones que se suponen obvias. El uso indiscriminado del término «clase social» da lugar a que la entrada que le corresponde en el «Dictionary of the Social Sciences» firmado por Melvin M. Tumin diga lo siguiente: «…entre las consecuencias de la posición de la clase social que han sido estudiadas, se pueden enumerar: prácticas de crianza, salud mental,…, la salud física, la mortalidad infantil, patologías varias como la drogadicción, el alcoholismo, …, comportamiento electoral, preferencias en el consumo, casamientos, divorcios,..»” (De “Ciencias sociales: palabras y conjeturas”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1977).

Alexander Solyenitsin criticó alguna vez la teoría marxista de la lucha de clases diciendo que “adonde se necesita un bisturí, el marxismo utiliza un hacha”, debido a lo excesivamente general que resulta la variable sociológica considerada. Debe decirse que se trata de un aspecto surgido de los seres humanos sin que aparezca como algo propio de la naturaleza; y de ahí la debilidad actual de la sociología. T. B. Bottomore escribió: “Un sistema de jerarquías sociales no forma parte de cierto orden de cosas natural e invariable, y por el contrario es un artificio o producto humano, y está sometido a cambios de carácter histórico” (De “Las clases en la sociedad moderna”-Editorial La Pléyade-Buenos Aires 1968).

A pesar de lo poco confiable que resultan las descripciones en base a las clases sociales, todavía tiene vigencia el concepto marxista de la lucha de clases. Como era de esperar, al considerar una clase social exenta de virtudes (la burguesía) y una clase social exenta de defectos (el proletariado), se produce una importante discriminación social hacia la primera, haciendo visibles los efectos del “hacha marxista”. Tal ha sido el caudal de agravios y de tergiversaciones que se han emitido a lo largo de la historia acerca de la burguesía, que cabe denominarla como “la clase social incorrecta” (desde el punto de vista marxista). Debido a que no existe una relación causal entre nivel económico y atributos éticos, además de los otros aspectos señalados, la versión mencionada resulta esencialmente errónea. Podemos entonces sintetizar las debilidades que presenta la descripción sociológica en base al concepto de clase social sin apenas considerar los atributos individuales o personales de los componentes del grupo social:

1- Los atributos colectivos asignados a todo individuo tienden a encubrir y a ignorar sus atributos individuales
2- Resulta difícil definir la clase social a la que pertenece un individuo, por lo que debería enunciarse una cantidad mayor de clases sociales para disponer de una aceptable descripción de la realidad social (lo que complicaría aun más la descripción)
3- No existe una relación causal verificable entre moral y nivel económico

Si deseamos tener una visión aproximada de lo que usualmente se denomina “burguesía”, debemos considerar las etapas iniciales, en la época medieval, de quienes no formaban parte del sector de los señores feudales ni de sus siervos, sino que eran personas independientes laboralmente y que posibilitan la extensión del mercado y el origen del capitalismo. Henri Pirenne escribió:

“Comprobaremos, ante todo, que los comerciantes (mercatores) son hombres nuevos. Aparecen como creadores de una nueva riqueza, al margen de los que detentan la antigua fortuna territorial, de cuya clase ellos no proceden. En efecto, entre el ideal de la nobleza y la vida del mercader, el contraste ha subsistido durante siglos y no está aún completamente disipado. Son dos mundos impenetrables. De la Iglesia, ni hay que hablar. Es hostil a la vida mercantil. Ve en ella un riesgo para el alma […]. Prohíbe el comercio a los clérigos. Toda su inspiración ascética está en oposición flagrante con él. No condena la riqueza, pero sí el amor y la búsqueda de riqueza. No es, pues, en absoluto de ella de donde ha podido venir el menor estímulo a este respecto. ¿Procederían los mercaderes de la clase de los villanos, de esas gentes que teniendo marcado su sitio en los grandes dominios, viven su «mansus» y llevan una existencia asegurada y protegida? No se ve tal cosa, y todo parece indicar lo contrario. Por extraño que esto pueda parecer no nos queda, por ende, más que una solución: los mercaderes tienen por antepasados a los pobres, es decir, a las gentes sin tierra, masa flotante que azota al país, contratándose en la época de las cosechas y corriendo aventuras y peregrinaciones”.

“Es preciso hacer una excepción con los venecianos, cuyas lagunas los hacen pescadores y salineros que abastecen el mercado bizantino. Gentes sin tierra, son gente que no tiene nada que perder, pueden ganarlo todo. Gente sin tierra son gente aventurera, que sólo cuentan consigo mismas y a quienes nada estorba. Son también personas instruidas (pero no en la escuela) y de recursos, que han visto países, que conocen lenguas y costumbres diversas y a quienes la pobreza hace ingeniosas. En esta aristocracia, no lo dudemos, es donde se encuentran las primeras tripulaciones en corso de los pisanos y los genoveses. Y al norte de Europa, esos escandinavos que partían hacia Constantinopla, ¿qué eran sino gentes sin bienes y en busca de fortuna? En busca de fortuna, ésa es la frase. ¡Cuántos no la encontraron y desaparecieron en los combates o fueron devorados por la miseria! Pero otros la consiguieron. Sin contar con nada, es decir, sin contar con nada ajeno a su propio valor, a su inteligencia, su audacia, han hecho fortuna….”.

“Esto es fácil hoy día [1917]. Un hombre inteligente, sin otro haber que su ingenio, encuentra capitales disponibles. Pero reflexionemos bien que aquéllos no tenían capitales a su disposición. Era menester que se creasen de la nada. Es la época heroica de los orígenes. Y vale la pena detenerse ante estos pobres diablos que fueron los creadores de la fortuna mobiliaria” (De “Historia de Europa, desde las invasiones hasta el siglo XVI”-Fondo de Cultura Económica-México 1992).

Por lo general se supone que la imposición, o la aceptación explícita del sistema de mercado, generarán posteriormente la mentalidad capitalista. Sin embargo, el surgimiento de la economía de mercado, a un nivel masivo, se debió principalmente a la existencia de un sector de la sociedad mentalmente adaptado al cambio. Sin ese sector empresario existente, al menos potencialmente, hubiese resultado dificultoso tal surgimiento.

Mientras que la sociedad feudal estaba integrado por los señores feudales y los siervos, surgiendo el sector burgués, en la actualidad aquellos roles son cumplidos por los políticos a cargo del Estado y los empleados públicos, surgiendo además el sector empresarial. Cuando el empresario renuncia a la competencia en el mercado, para buscar la protección estatal, se anula prácticamente la posibilidad de una economía de mercado en el sentido estricto de la palabra. De ahí que la “clase social incorrecta” (para el marxismo) resulte esencial para el progreso de los pueblos ya que, sin su presencia, las naciones se retrotraerían al feudalismo o a su similar de épocas recientes, el socialismo. Rubén Zorrilla escribió: “Desde que apareció, apenas intuida, a la sombra de una cada vez más extensa –e intensa- economía dineraria, la sociedad de alta complejidad –cuyo fundamento y sostén es el capitalismo- fue encarnizadamente combatida por la cultura tradicional y los personeros conspicuos de su herencia, quienes recogieron imprecaciones y condenas, a veces sólo insinuadas, de un pasado milenario”.

“El dinero, el interés, el capital, su acumulación y concentración, el lucro, la célebre plusvalía, el monopolio, entre otros términos críticos fueron –en simple metáfora- los muñecos miserables, reiteradamente vilipendiados por una ética convencional, discriminatoria y sensiblera, que se negaba a comprender la nueva realidad del proceso histórico moderno, desencadenada por la audacia de la aventura, la inteligencia de la innovación y la porfía del trabajo incesante y meticuloso”.

“Las grandes máquinas, coordinadas en vastas organizaciones (pensemos en el ferrocarril), fueron caracterizadas como demonios. La tecnología, y la misma ciencia, han sido reiteradamente desestimadas por creadoras de incertidumbre y problemas (lo que es cierto) como si ésas no fueran las consecuencias necesarias de elegir entre dos opciones perentorias –realizadas por millones de personas-, todas las cuales tienen los mismos resultados inciertos y problemáticos. Pero mientras la tecnología y la ciencia nos lanzan al itinerario azaroso de vivir y aun exprimir lo desconocido y misterioso de la sociedad y la historia, su quiebra, o la abstención de producirlas, nos llevarían a la estabilidad de la inacción y a la nada, sin superar o enfrentar los problemas de vivir. Rifaríamos la propuesta imprevisible de crear y saber frente a lo desconocido que nos asedia. Dejaríamos de ser los astronautas del misterio, para gozar de la seguridad –por completo ilusoria- en el nicho de la ignorancia” (De “Sociedad de alta complejidad”-Grupo Editor Latinoamericano SRL-Buenos Aires 2005)

jueves, 16 de enero de 2014

La lucha entre el bien y el mal

Si se busca describir con pocas palabras el contenido de la Biblia, puede decirse que se trata de un relato de la lucha histórica entre el bien y el mal. El bien conduce a la felicidad mientras que el mal lleva a la infelicidad, de ahí que al primero lo deseamos mientras que al segundo lo rechazamos y lo tememos. Para definirlos con mayor rigor, pude decirse que el bien es la consecuencia de la actitud cooperativa del amor mientras que el mal lo es de las actitudes competitivas, como el odio y el egoísmo, y de la indiferencia.

La lucha mencionada nos permite definir un sentido de la historia, ya que podemos analizar en cada época las características de tal lucha para verificar la posible supremacía del bien, que es la condición que pareciera predominar en la mayor parte de los pueblos. Si bien se considera que al final de los tiempos el bien ha de ser el vencedor definitivo, como lo suponen los optimistas, nada nos garantiza que ello ocurra, ya que todo depende de las decisiones humanas e, incluso, de las decisiones de algunos lideres capaces de encauzar a la mayoría por caminos alejados del bien.

Teniendo en cuenta las componentes afectivas de la actitud característica, nos da la sensación de que existen similares probabilidades de que predomine la componente cooperativa o bien las competitivas, por lo que, en el largo plazo, no habría que esperar el predominio de ninguna de ellas, siendo un caso similar al de la tirada sucesiva al aire de una moneda. Luego de un número muy grande de tiradas, tiende a igualarse la cantidad de veces en que cae mostrando cada una de las caras. Sin embargo, en el caso del hombre, es posible que el desequilibrio a favor del bien provenga de las componentes cognitivas de nuestra actitud característica, por lo cual es de esperar un lento predominio del bien. Steven Pinker escribió al respecto:

“Este libro versa sobre lo que acaso sea lo más importante que haya acontecido jamás en la historia humana. Aunque parezca mentira –y la mayoría de la gente no lo crea-, la violencia ha descendido durante prolongados periodos de tiempo, y en la actualidad quizás estemos viviendo en la época más pacífica de la existencia de nuestra especie. Esta disminución, por cierto, no carece de complicaciones, puesto que no ha conseguido llevar la violencia al nivel cero ni garantizar que la violencia continúe disminuyendo en adelante. Sin embargo, desde los enfrentamientos bélicos hasta las zurras a los niños ha habido un avance inequívoco, palpable en escalas de milenios de años” (De “Los ángeles que llevamos dentro”-Espasa Libros SLU-Barcelona 2012).

Esto implica que el proceso de adaptación cultural al orden natural, asociado al conocimiento de las leyes naturales que lo conforman, en cierta forma nos garantizaría que, con el tiempo, habría de triunfar el bien sobre el mal, coincidiendo con las previsiones optimistas que la Biblia vislumbra respecto del futuro de la humanidad. Mientras que la mejora ética puede no ser significativa (ignorando el conocimiento adquirido por las distintas generaciones), al tener en cuenta lo cognitivo, se advertirá un progreso significativo.

Podemos considerar el proceso que conduce las acciones humanas como una serie de elecciones orientadas por los posibles premios o castigos futuros. Esto equivale, en cierta forma, a la elección de aquello que hemos de hacer con nuestro dinero en función de las ganancias o de las pérdidas que cada decisión producirá en el futuro. Las personas más felices serán quienes mejor decidieron. Blaise Pascal escribió: “Todos los hombres consideran la felicidad como su objetivo; no hay ninguna excepción. Por diferentes que sean los medios que empleen, todos tienden al mismo fin”.

Si bien la felicidad depende bastante de nuestra actitud afectiva dominante, resultan imprescindibles nuestras aptitudes cognitivas para vislumbrar los efectos que, en el corto y en el largo plazo, cada una de nuestras decisiones ha de generar. Marco Tulio Cicerón escribió: “La ignorancia del bien y del mal es lo que más perturba la vida humana”.

Si buscamos una respuesta respecto de cuál es el mejor camino para llegar a la felicidad, podemos decir que radica en nuestra capacidad para compartir las penas y las alegrías de los demás. De esa forma podremos adquirir un nivel casi ilimitado de felicidad debido precisamente a que existen muchas personas en el mundo de quienes podemos compartir sus estados emotivos. Incluso el mundo parece estar hecho de tal manera que sólo permite obtener un elevado grado de felicidad a quienes comparten las penas y las alegrías ajenas, mientras que está vedado a todos los que pretenden llegar por otros caminos. Recordemos que este proceso no es otro que el del Reino de Dios; siendo nuestra “mejor inversión” por cuanto obtendremos la “mayor ganancia”. Cristo dijo: “Es parecido el Reino de los Cielos a un grano de mostaza que un hombre tomó para sembrar en su campo; y, aun siendo la más pequeña de todas las semillas, cuando crece es mayor que todas las plantas de huerto, y se hace un árbol, adonde vienen los pájaros del cielo a cobijarse en sus ramas” (Mateo) (De “Los cuatro evangelios”-Ediciones Guadarrama-Madrid 1968).

Una vez que adoptamos un objetivo a lograr, denominaremos como “bueno” a todo aquello que favorezca su logro, mientras que “malo” será lo que lo impide. John Locke expresó: “Aquello que tiene la capacidad de producirnos placer es lo que llamamos un bien, y lo que tiene capacidad de producirnos dolor llamamos un mal” (Del “Diccionario de Filosofía” de Nicola Abbagnano – Fondo de Cultura Económica-México 1986).

Así como los teólogos cometen, por lo general, el error de encubrir los conceptos importantes bajo todo tipo de misterios, haciendo inalcanzable el mensaje bíblico al ciudadano común, los filósofos tienden a descalificarlos con cuestionamientos lógicos, como es el caso de la palabra “bueno” y de la presunta incorrección que se produciría al pretender deducir lo que “debe ser” a partir de lo que “es”. Sin embargo, cuando desde el cristianismo se nos sugiere adoptar la actitud del amor y rechazar al odio, el hombre sigue siendo lo que siempre ha sido, sólo que ha de intentar acentuar el predominio de uno de sus atributos respecto de los restantes. Carlos I. Massini Correas escribió:

“El argumento llamado pomposamente «ley de Hume», pretendiendo para él la demostrabilidad y certeza de las «leyes» naturales, puede ser resumido del siguiente modo: todas las doctrinas éticas elaboradas hasta la aparición del «Tratado de la naturaleza humana», han incurrido en la pretensión de «deducir» de afirmaciones acerca de «los asuntos humanos» proposiciones acerca de lo que debe hacer el hombre; ahora bien, como no es posible que en la conclusión se encuentre una relación –en este caso la relación deber- que no se halla en las premisas, el mencionado modo de razonamiento es una auténtica falacia y su puesta en evidencia por parte del escéptico escocés «subvertirá todos los sistemas morales corrientes», en especial aquellos que remiten como a su fundamento a la naturaleza humana”.

“Cuando se frecuenta más o menos asiduamente la literatura ética contemporánea de origen anglosajón [….] el investigador queda sorprendido al ver la seguridad y aplomo con que sus autores dan por definitivamente superado todo el conjunto de la ética clásica, incluida en ella, por supuesto, la tomista. Para una buena mayoría de estos autores, a partir del momento en que Hume formuló su conocida «ley» acerca de la incomunicabilidad entre el ámbito del «ser» y el del «debe ser» y de que George E. Moore expuso su no menos conocido argumento de la «falacia naturalista», toda la «ética pre-analítica» quedó refutada de modo definitivo. Esto les permite exhibir un extraño aire de suficiencia cuando se trata de abordar temas tales como el de la objetividad de la ética, el del fundamento de la ley natural, o el del conocimiento del «bien». Todos estos tópicos no plantearían sino pseudo-problemas y para su eliminación «terapéutica» bastaría con remitirse a la «ley» de Hume o a la «falacia» de Moore, sin que sea necesario recurrir a ningún argumento ulterior; y si alguien, inocentemente, se atreviera a hablar de ley natural o de acciones intrínsecamente malas, bastaría con responderle, con tono condescendiente: ¿no ha oído hablar usted de la «ley» de Hume o de la «falacia naturalista»?” (De “La falacia de la falacia naturalista”-Editorial Idearium-Mendoza 1995).

Debido a las actitudes de teólogos y filósofos criticadas antes, puede decirse que resulta sumamente afortunado para la humanidad que los planteamientos éticos hayan pasado a ser considerados dentro del ámbito de las distintas ramas de las ciencias sociales. Incluso desde la neurociencia se están investigando los procesos básicos de la empatía, lo que induce a pensar que en poco tiempo la ética cristiana podrá ser fundamentada de una manera inobjetable.

Si en lugar de decir que la Biblia describe la lucha entre el bien y el mal, decimos que describe la lucha entre el amor, por una parte, y el odio, el egoísmo y la negligencia, por la otra, las cosas no cambiarán demasiado. Lo que resulta sorprendente es que, al existir todavía en el mundo bastante sufrimiento y violencia, alguien trate de descalificar por falta de rigor alguna ética propuesta, ya que podría ayudar a mitigar los grandes males. Recordemos que aun en la más rigurosa y exigente rama de la ciencia, como es el caso de las matemáticas, algunas veces se han aceptado nuevos planteamientos sin que por el momento tuviesen una justificación adecuada, como fue el cálculo de Isaac Newton y Gottfried Leibniz, que fue fundamentado un siglo después por Augustin Cauchy mediante el límite matemático, sin que se dejase de utilizar mientras tanto en física y astronomía. Algo similar ocurrió con el cálculo operacional de Oliver Heaviside, que permitió resolver ecuaciones diferenciales lineales con métodos algebraicos con anterioridad al descubrimiento de sus fundamentos, aplicándose en ingeniería eléctrica y electrónica.

Quienes son exigentes respecto de los contenidos de la filosofía y de la ciencia, deben serlo no sólo en cuanto a la coherencia lógica de los mismos, sino respecto a su posible influencia social, ya que resulta inadmisible que se utilice la filosofía y, supuestamente, la ciencia, para validar ideologías que promueven abiertamente el odio entre distintos sectores de la sociedad, como es el caso del marxismo. Si a alguien se le ocurriera incluir las “prédicas de Hitler” en un ámbito filosófico o científico, surgiría un repudio casi unánime luego de tener presentes los efectos que produjeron. Sin embargo, si en lugar del odio racial, alguien promueve el odio sectorial de clases, que produjo resultados bastante peores, muy pocos reclaman por tal injusta situación. Esto implica que se considera “malo” odiar y matar por cuestiones de raza, pero resulta “bueno” odiar y matar por cuestiones de clase social. El relativismo moral permite tales inconsistencias.

miércoles, 8 de enero de 2014

Instituciones y desarrollo

El principal factor que favorece el desarrollo económico, o bien lo perjudica, es el de las “reglas del juego” establecidas por las instituciones estatales para las distintas actividades productivas y de intercambio. Para que el marco institucional favorezca la producción y el desarrollo, debe reunir algunos requisitos básicos, como los siguientes:

1- Las leyes deben ser claras, poco numerosas y estables en el tiempo
2- Se presupone que los agentes económicos son inocentes hasta que demuestren lo contrario
3- El marco legal ha de permitir que todo individuo pueda realizar su potencialidad productiva

Estos requisitos elementales no siempre son respetados por cuanto, muchas veces, se considera que el Estado debe proteger al ciudadano común del sector productivo, culpable supuesto de todos los males. El Estado desconfiado tiende a agrandarse hasta llegar a limitar coactivamente las potencialidades individuales hasta ahogar todo nuevo intento productivo. Pablo Rojas Paz escribió: “La Patria tal como la entendían los griegos y los romanos, era esencial y radicalmente opuesta a lo que por tal entendemos en nuestros tiempos y sociedades modernas. Era una institución de origen y carácter religioso y santo; equivale a lo que es hoy la Iglesia, por no decir más santo que ella, pues era la asociación de las almas, de las personas y de los intereses de sus miembros”. “Su poder era omnipotente y sin límites respecto de los individuos de que se componía”. “La Patria así entendida, era y tenía que ser, la negación de la libertad individual, en la que cifran la libertad todas las sociedades modernas que son realmente libres”.

“La palabra Patria, entre los antiguos, según de Coulanges, significaba la tierra de los padres, «tierra Patria». La Patria de cada hombre era la parte del suelo que su religión doméstica o nacional había santificado, la tierra en que estaban depositadas las osamentas de sus antecesores y que estaban ocupadas por sus almas”. “Estado, patria, ciudad, estas palabras no eran una mera abstracción, como en los modernos; representaban realmente todo un conjunto de divinidades locales, con un culto de todos los días, y creencias poderosas sobre el alma. Sólo así se explica el patriotismo entre los antiguos; sentimiento enérgico que era para ellos la virtud suprema, en que todas las virtudes venían a refundirse”.

Los gobiernos tiránicos en cierta forma se ven favorecidos por este tipo de institución. “Según estas ideas, el patriotismo era no sólo conciliable, sino idéntico y el mismo que el despotismo más absoluto y omnímodo en el orden social”. “La gran revolución que trajo el cristianismo en las nociones del hombre, de Dios, de la familia, de la sociedad entera, cambió radical y diametralmente las bases del sistema social greco-romano” (De “El pensamiento de Alberdi”-Editorial Lautaro-Buenos Aires 1943).

Según Pablo Rojas Paz, de la concepción greco-romana del Estado, heredada por los países latinos, surge la institucionalidad que favorece el surgimiento de gobiernos dictatoriales en América Central y del Sur, mientras que de la nueva concepción cristiana de la sociedad surgiría la institucionalidad dominante en América del Norte. Al respecto escribió: “La omnipotencia de los reyes tomó el lugar de la omnipotencia del Estado o de la Patria”. “Sublevados contra los reyes, los pueblos les reemplazaron en el ejercicio del poder de la Patria, que al fin era más legítimo en cuanto a su origen. La soberanía del pueblo tomó el lugar de la soberanía de los monarcas, aunque teóricamente”. “La Patria es libre, en cuanto no depende del extranjero; pero el individuo carece de libertad en cuanto depende del Estado en un modo omnímodo y absoluto”. “El «Contrato Social» de Rousseau, convertido en catecismo de nuestra revolución, por su ilustre corifeo el doctor Mariano Moreno, ha gobernado a nuestra sociedad en que el ciudadano ha seguido siendo una pertenencia del Estado o de la Patria, encarnada y personificada en sus gobiernos, como representantes naturales de la majestad del Estado omnipotente”.

“Otro fue el destino y la condición de la sociedad que puebla América del Norte. Esa sociedad, radicalmente diferente de la nuestra, debido al origen trasatlántico de sus habitantes sajones, la dirección y comprensión de su régimen político de gobierno, en que la libertad de la Patria tuvo por límite la libertad sagrada del individuo. Los derechos del hombre equilibraron allí en su valor a los derechos de la Patria, y si el Estado fue libre del extranjero, los individuos no lo fueron menos respecto del Estado”. “Los pueblos del Norte no han debido su opulencia a la opulencia y grandeza de sus gobiernos, sino al poder de los individuos”.

En cuanto a una diferencia advertida en ambos tipos de sociedades, Pablo Rojas Paz agrega: “Cuando el pueblo de esas sociedades necesita alguna obra o mejoramiento de público interés, sus hombres se miran unos a otros, se buscan, se reúnen, discuten, ponen de acuerdo sus voluntades y obran por sí mismos en la ejecución del trabajo que sus comunes intereses necesitan ver satisfecho”. “En los pueblos latinos de origen, los individuos que necesitan un trabajo de mejoramiento general, alzan sus ojos al Gobierno, suplican, lo esperan todo de su intervención y se quedan sin agua, sin luz, sin comercio, sin puentes, sin muelles, si el gobierno no se lo da todo hecho”.

Respecto del último párrafo, es oportuno mencionar una noticia aparecida en uno de los diarios de Mendoza en la cual se destacaba, como algo fuera de lo común, que un grupo de niños, mediante su trabajo personal, acondicionaron un terreno desocupado para realizar allí sus prácticas de fútbol. El hecho de no solicitar que lo hiciera por ellos alguna repartición estatal implicaba toda una novedad.

En cuanto a la diferencia de las instituciones de América del Norte y las de América Central y del Sur, existe una versión distinta a la anterior, aunque compatible con ella, que puede resumirse así:

1- Debido a que los aborígenes de Centro y Sudamérica permiten, o no impiden, ser colonizados por los conquistadores españoles, se establece una dominación y explotación laboral centralizada
2- Debido a que los aborígenes del Norte de América impiden ser dominados, y tampoco aceptan comerciar con los conquistadores europeos, obligan a éstos a trabajar. Los colonos adquieren derechos individuales importantes como alicientes para el trabajo

Quienes de esta manera describen las causas de las diferencias mencionadas, son Daron Acemoglu y James A. Robinson: “Fue John Smith el primero que se dio cuenta de que el modelo de colonización que había funcionado tan bien para Cortés y Pizarro no funcionaría en Norteamérica. Las circunstancias subyacentes eran demasiado distintas. Smith observó que, a diferencia de aztecas e incas, los pueblos de Virginia no tenían oro”. “No había oro ni metales preciosos y no se podía obligar a los indígenas a que trabajaran para ellos ni a que les proporcionaran comida. Smith se dio cuenta de que, para que la colonia fuera viable, serían los propios colonos quienes tendrían que trabajar. Por eso, instó a los directores para que enviaran el tipo adecuado de personas: «Cuando vuelvan a enviar personas, les rogaría que enviaran a unos treinta carpinteros, labradores, jardineros, pescadores, herreros y albañiles, así como excavadores de árboles y raíces, bien provistos, y, después, mil personas como las que ya tenemos»”.

“En todos los casos, fue imposible imponer a los colonos una rígida sociedad jerárquica porque sencillamente tenían demasiadas opciones en el Nuevo Mundo. Lo que se debía hacer era darles incentivos para que quisieran trabajar. Y pronto exigieron mayor libertad económica y más derechos políticos” (De “Por qué fracasan los países”-Editorial Paidós SAICF-(Ariel)-Buenos Aires 2013).

Las diferencias se hicieron notables: “Aquellas instituciones, que basaban la sociedad en la explotación de los pueblos indígenas y la creación de monopolios, bloquearon los incentivos y las iniciativas de la gran masa de la población. Mientras Estados Unidos empezaba a experimentar la revolución industrial en la primera mitad del siglo XIX, México se hacía cada vez más pobre”. “En EEUU, una larga serie de leyes legislativas…dieron un amplio acceso a las tierras fronterizas. A pesar de que los pueblos indígenas fueron marginados, aquello creó una frontera igualitaria y económicamente dinámica. En cambio, en la mayoría de los países latinoamericanos, las instituciones políticas condujeron a un resultado muy distinto. Las tierras fronterizas fueron asignadas a los que tenían poder político, riqueza y contactos, y aquello hizo que aquellas personas fueran todavía más poderosas”.

En la actualidad, entre las personas más ricas del planeta, encontramos un norteamericano, Bill Gates, y un mexicano, Carlos Slim. Uno se hizo rico mediante su capacidad empresarial, el otro mediante su habilidad para negociar con los políticos de turno, tal la descripción de los autores citados: “En México, Carlos Slim no ganó dinero mediante la innovación. Al principio, destacó en negocios bursátiles y en comprar y modernizar empresas que no eran rentables. Su golpe maestro fue la adquisición de Telmex, el monopolio de las telecomunicaciones mexicano que fue privatizado por el presidente Carlos Salinas en 1990. El gobierno anunció su intención de vender el 51% de las acciones con derecho a voto (el 20,4% de las acciones totales) …A pesar de que Slim no hizo la oferta más elevada, un consorcio liderado por su Grupo Carso ganó la subasta. Y en lugar de pagar las acciones inmediatamente, Slim consiguió retrasar el pago, y utilizó los dividendos del mismo Telmex para pagar las acciones. Lo que una vez fue un monopolio público se había convertido en el monopolio de Slim, y era enormemente rentable”.

“Slim ha ganado este dinero en la economía mexicana en gran parte gracias a sus conexiones políticas. En los momentos en los que se ha aventurado a ir a EEUU, no ha tenido éxito”. “Cuando Slim estuvo sometido a las instituciones de EEUU, sus tácticas habituales para ganar dinero no funcionaron”.

Heredero del colonialismo y de la explotación laboral efectuada por los conquistadores españoles de hace cinco siglos, aparece el auto-colonialismo socialista cubano. Ello se debe a que Fidel Castro engañó al pueblo, tomó el poder por las armas, robó y repartió entre sus secuaces las riquezas conquistadas, etc. Si le quitamos todo el discurso político empleado para disfrazar la cruda realidad, puede observarse una semejanza bastante cercana. Hilda Molina escribió: “Pude conocer que no solamente confiscaban los bienes de los supuestos ladrones del erario público, además saqueaban las viviendas de los que abandonaban el país e incluso las de personas honradas ajenas a la política. Comprobé también que los jefes de la ciudad incursionaban en esos locales cual lo harían en sus propios feudos y se repartían los recursos más valiosos, incrementando así sus ya abultados patrimonios personales y los de sus familiares y amigos. Finalmente, supe que el motivo fundamental de las asiduas visitas de los directivos de la Asociación de Jóvenes Rebeldes a ese antro, no era otro que participar en la rapiña, apropiándose de todo lo que les interesaba”.

También las expropiaciones se realizaban para eliminar todo tipo de producción individual, para ser reemplazada por una producción colectiva: “Nuestra familiar casa de modas no se libró de ese proceso, a pesar de que en la misma no había asalariados ni explotación del hombre por el hombre ni plusvalía ni ninguno de esos nuevos y extraños conceptos que nos repetían hasta el cansancio. El robo institucionalizado, absurdo e inútil del taller donde desarrollaba sus obras de arte resultó demoledor para mi madre…ya que el gobierno quitaba las pequeñas empresas a sus legítimos dueños con el único objetivo de destruirlas” (De “Mi verdad”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2010).

lunes, 6 de enero de 2014

Desarrollo y cultura

Es necesario distinguir entre crecimiento de la economía y aumento del PBI, ya que el PBI de un país puede aumentar tanto por el incremento del consumo como por el de la inversión. Si tal crecimiento se debe esencialmente al consumo, no puede decirse que el país haya crecido económicamente, ya que incluso puede haber retrocedido. Tal es el caso de la Argentina kirchnerista, en la cual el gobierno ha estimulado el consumo energético mediante tarifas controladas y baratas mientras que, por ello mismo, ha desalentado la inversión en el sector; incluso desestimando el más elemental mantenimiento, por lo que la elevación artificial del consumo ha implicado cortes de luz prolongados que han reducido notablemente el nivel de vida de algunos sectores de la población.

Puede decirse que el desarrollo económico de un país ha de darse luego de que su gobierno y sus habitantes posean hábitos de ahorro e inversión en reemplazo de aquel hábito que apunta a elevar en poco tiempo el nivel de comodidades para el cuerpo. El ahorro implica sacrificar el consumo del presente pensando en un beneficio futuro, mientras que el crédito implica sacrificar parcialmente el futuro para beneficiar el presente. Adviértase que un país como los EEUU, que dio suficientes muestras de ser apto culturalmente para el capitalismo, al predominar la tendencia a sacrificar el futuro mediante un generalizado endeudamiento, padece actualmente una crisis importante.

La postergación económica del África se debe esencialmente a aspectos culturales y hábitos sociales que resultan incompatibles con el ahorro y la inversión; variables económicas que son, justamente, la esencia del capitalismo. Sin capitales no puede haber desarrollo sustentable. Guy Sorman escribió: “La experiencia vivida por todo empresario africano demuestra esa incompatibilidad concreta entre la empresa capitalista y las culturas locales. Si llega a crear una empresa, el fundador está condenado ya sea a la quiebra, o a romper con su familia agrandada. En el mejor de los casos puede negociar. En efecto, la familia considera que tiene el derecho adquirido de compartir de entrada no los beneficios esperados, sino el capital mismo de la sociedad. Recuerdo a un ministro senegalés que, al disponer de un teléfono en su residencia, estaba «obligado» a dejar entrar libremente a todo el barrio. Arruinado, perdió el teléfono y el ministerio”.

“La cultura africana explica también el motivo por el que las empresas verdaderas, en los lugares donde existen, se mantienen de un tamaño reducido: el empresario difícilmente puede recurrir al mercado de trabajo, su familia es prioritaria y su autoridad sólo es reconocida si la ejerce personalmente. La autoridad patronal es de difícil aceptación cuando es delegada. Por lo tanto no puede existir una patronal africana objetiva en un mercado totalmente subjetivo. Por ese motivo las grandes empresas privadas están dirigidas por «lobos solitarios» apartados de sus vínculos: tribus nómadas, inmigrantes levantinos en África Occidental, indios en África Oriental, europeos. No es que los africanos sean incapaces de tener una empresa, la creatividad económica de las mujeres en los mercados lo demuestra. Pero no puede existir un «capitalismo africano» que amalgame el individualismo necesario del empresario y la «solidaridad tribal»” (De “El capitalismo y sus enemigos”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1994).

Mientras que el ahorro y la inversión implican cierta tendencia a mirar hacia el futuro, el consumo exacerbado implica mirar con exclusividad al presente. Incluso hay gobiernos que miran y se retrotraen al pasado con bastante persistencia para revivir los desencuentros ocurridos y así lograr algún rédito político, como ocurre en la Argentina. En cuanto al África, también existe una tendencia a mirar hacia el pasado, haciendo dificultosa la proyección hacia el desarrollo económico. El autor citado escribió:

“La invariante fundamental, inmediatamente perceptible, es la relación determinante del pasado. Todas las culturas africanas, señala Georges Balandier, están vueltas hacia el pasado y no al futuro, la cultura obstaculiza el desarrollo acumulativo de tipo occidental. Ese pasado africano no es histórico, no se transmite por una experiencia utilitaria, es mítico: así es como el recuerdo de las hambrunas de antaño no incitará necesariamente a mostrarse precavido para el futuro. Un futuro que en sí mismo tiene poca realidad sensible, como lo testimonia la facultad de un padre de dilapidar, en ocasión de un nacimiento, todo el patrimonio que hubiera podido servir para la educación de su hijo. En todas las culturas africanas, los ritos propiciatorios están así mezclados con la ostentación social y, en todos los casos, excluyen un dominio racional, «weberiano», sobre el mundo. Se sabe también que el capitalismo es el arte de administrar el tiempo, cuanto más madura el capitalismo, más precisa se vuelve en éste la gestión del tiempo. Ahora bien, en África el tiempo no existe. Ni los transportes ni las citas ni el trabajo obedecen a la más mínima de las normas previsibles”.

En las sociedades occidentales existen diferencias importantes respecto de la forma de priorizar los diversos valores culturales por lo que no resulta extraño que dos personas, con distintas prioridades y una misma entrada mensual de dinero, terminen en un lapso de diez años con una diferencia abismal en cuanto al patrimonio económico personal. Luego de un estudio realizado en los EEUU, Thomas J. Stanley y William D. Danko encuentran varios aspectos interesantes respecto del comportamiento de los millonarios en dólares. Al respecto escriben: “Hace veinte años, nos pusimos a estudiar cómo se hacía rica la gente. Al comienzo, como bien podrá imaginarse, lo hicimos mediante encuestas entre las personas que vivían en los denominados barrios de nivel alto de todo el país. Con el tiempo, descubrimos algo extraño. No todos los que viven en casas muy costosas y conducen autos de lujo tienen en realidad mucho dinero. Luego comprobamos algo más extraño aún: muchos de los que poseen una fortuna considerable ni siquiera viven en barrios de alto nivel”.

A nivel individual se produce algo similar a lo que ocurre a nivel nacional: no es rico el país que mucho consume, sino aquel que acumula capital productivo. “La mayoría de la gente tiene una idea errada sobre la riqueza en los EEUU. Riqueza no es lo mismo que ingreso. Si usted tiene un buen ingreso anual y lo gasta todo, no es rico. Simplemente vive bien. La riqueza es lo que se acumula, no lo que se gasta”.

En cuanto a los factores que llevan al éxito económico, los citados autores escriben: “¿Quién se hace rico? En general, el individuo rico es un empresario que vivió en la misma ciudad durante toda su vida adulta. Este individuo es dueño de una pequeña fábrica, una cadena de negocios o una empresa de servicios. Se casó una vez y sigue casado con la misma persona. Vive al lado de gente que tiene una fracción de su riqueza. Es un ahorrador e inversor compulsivo. E hizo el dinero solo. El ochenta por ciento de los millonarios de los EEUU son ricos en primera generación”. “La gente opulenta normalmente mantiene un estilo de vida que lleva a acumular dinero. En el transcurso de nuestras investigaciones, descubrimos siete denominadores comunes a quienes logran generar riquezas:

1- Viven muy por debajo de sus posibilidades.
2- Invierten su tiempo, energía y dinero de una manera eficiente que lleva a generar riqueza
3- Consideran que la independencia económica es más importante que exhibir una posición social alta
4- No recibieron atención económica de sus padres
5- Sus hijos adultos se autoabastecen económicamente
6- Son hábiles para detectar oportunidades en el mercado
7- Eligen la ocupación correcta
(De “El millonario de al lado”-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1996)

Por lo general, la gente envidiosa supone que los millonarios son gente perversa y explotadora de sus empleados, estando motivados en la vida para hacer ostentación de sus riquezas, lo que parece no coincidir con las conclusiones extraídas del estudio mencionado. De ahí que el marxista aconseja a los jóvenes trabajar lo menos posible para evitar ser “explotados laboralmente” en la sociedad capitalista. De esta forma limitan y malogran el futuro desempeño económico de quienes los escuchan. Eduardo Sartelli escribió: “Hemos escrito este libro para luchar contra uno de los dogmas más dañinos que haya creado la sociedad de clases y que llega a su clímax, a su apogeo, bajo la sociedad del trabajo alienado. Se trata de una batalla contra una tendencia que brota del corazón mismo de la sociedad capitalista, pero que hoy es expuesta y defendida con más virulencia que nunca. Una batalla contra la perversa idea de que el sentido de la vida es trabajar (para otros)”.

“Esta disparatada concepción aparece en los medios intelectuales en general, como la panacea que cura todos los males. ¿El país no marcha bien, no crece, no se desarrolla? A los argentinos nos falta una cultura del trabajo. ¡Más trabajo, pues! ¿Los salarios son bajos? Hace falta trabajar más. ¿Desocupación? Más trabajo. ¿Miseria? Sí, obvio: más trabajo. Hasta críticos importantes del capitalismo hacen suya esta demanda: ¡Queremos más trabajo!” (De “Contra la cultura del trabajo”-Eduardo Sartarelli (compilador)-Ediciones ryr-Buenos Aires 2005).

Por lo general, la persona decente es la que busca trabajar para poder intercambiar en el mercado el fruto de su trabajo, bajo un sistema de cooperación social. Debido a la falta de empresarios, especialmente en las sociedades que desalientan su existencia, el empleado agradece la posibilidad que se le otorga para poder realizar una labor productiva. Debido a la movilidad social permitida por el sistema capitalista, existe la posibilidad de convertirse en empresario para dar trabajo a otros que no lo tienen. De ahí la importancia del empresariado en la economía de una sociedad. Quienes pretenden destruir tal sistema, por lo general comienzan desprestigiando al empresariado en la búsqueda de su futuro reemplazo, pero no a través del trabajo y la producción, sino de la expropiación estatal luego de acceder al poder político. Bajo el socialismo, ejercerán luego la explotación laboral desde el Estado, con la diferencia que el explotado no tendrá otras opciones ni podrá fácilmente cambiar de país, por lo que se tratará, no de una explotación circunstancial, sino de una esclavitud forzada. Hilda Molina, médica cubana, relata su caso:

“Mi primera jornada en el hospital de Mostaganem resultó esclarecedora. Al firmar mi contrato comprobé que el gobierno cubano cobraba muchas divisas por mi trabajo, tantas que la cifra final ascendió a más de un cuarto de millón de dólares. Yo, al igual que el resto de mis compatriotas, recibía sólo un pequeño estipendio en dinares argelinos que apenas garantizaba la supervivencia, al tiempo que en Cuba entregaban a mi madre mi modesto salario en pesos cubanos”. “Supe también que mi presencia en Argelia no obedecía a una situación de catástrofe. El verdadero motivo era que los neurocirujanos de ese país se negaban a trabajar en Mostaganem y preferían hacerlo en ciudades más importantes con vistas a satisfacer sus intereses lucrativos. Conocí además que a los galenos cubanos nos obligaban a residir cual becarios adolescentes, varios en un mismo apartamento. Y confirmé que, tanto para las autoridades de la isla como para sus representantes en Argelia, los especialistas de la salud no éramos más que una dotación de esclavos ingenuos, obedientes, abnegados y excelentes productores de dólares”.

“….Y yo, una indefensa mujer, viajaba sola junta al chofer hasta el hospital donde en horario nocturno únicamente trabajaban hombres argelinos. El peligro que esto implicaba para mi seguridad y para mi salud no importaba ni a los diplomáticos ni a los funcionarios cubanos. A ellos solamente les interesaban las divisas que el régimen recaudaba por cada una de mis guardias, los dólares que fluían a partir de mi riesgoso trabajo y de mis inolvidables dolorosos sacrificios” (De “Mi verdad”–Grupo Editorial Planeta SAIC–Buenos Aires 2010).

Cuando la cultura favorece el desarrollo de la economía de mercado, los países crecen; de lo contrario, este proceso ni siquiera puede establecerse. Puede decirse que la cultura del trabajo, el ahorro y la inversión productiva favorecen el crecimiento económico, mientras que la contracultura de la vagancia, el derroche y el consumismo impide el crecimiento económico de la sociedad.