lunes, 28 de octubre de 2013

La Escuela Austriaca y sus antecesores

Existe una diferencia esencial entre las ramas de la ciencia experimental más desarrolladas, y las construcciones intelectuales de tipo filosófico, ya que las primeras se asemejan a edificios únicos construidos con el aporte de todos sus especialistas, mientras que las segundas parecen estar constituidas por varios edificios pequeños que se construyen, a veces, mirando a otros a su alrededor. Las grandes construcciones científicas presentan cimientos que pueden rastrearse en la historia, ya que implican observaciones contrastables con la realidad que se han ido perfeccionando con el tiempo mediante el trabajo de las distintas generaciones.

Si bien en la ciencia económica no existen acuerdos o coincidencias totales, podemos considerar, como ejemplo, a la Escuela Austriaca, o de Viena, como un edificio intelectual que se ha ido construyendo con aportes que provienen incluso de un pasado lejano. Tal construcción intelectual tiene como objetivo describir el accionar del hombre libre cuando establece intercambios en el mercado. Por el contrario, las construcciones filosóficas que desconocen el método científico, constituyen un conjunto de utopías que tiene como objetivo, casi siempre, la limitación o la anulación del mercado y de la propiedad privada. Así, al sospechar que el capitalismo es malo, el marxismo supone que el anticapitalismo debe ser bueno, por lo que Marx centra sus esfuerzos en destruir la economía de mercado sin prestar mucha atención a la forma que habría de adoptar el socialismo. David McLellan escribió: “Marx, curiosamente, dejó pocas indicaciones de cómo debía ser una sociedad marxista. Sus reflexiones sobre la naturaleza de la futura sociedad comunista resultan sumamente imprecisas” (De “Marx: su legado”-Ediciones Quarto SA-Barcelona 1984).

La mayor parte de los países adoptan al mercado, pero muchas veces dispensándole poca confianza, por lo que tratan de controlarlo llegando a distorsionarlo severamente. Luego de su destrucción parcial, todos concuerdan en que “no produce buenos resultados” por lo que se acentúan los controles desde el Estado. De ahí que los resultados de la ciencia económica están lejos de ser aceptados plenamente. Como causa de esa pobre aceptación están las propias limitaciones de la ciencia experimental, ya que muchas veces se olvida establecer la declaración esencial de que el mercado exige de la sociedad una base ética y legal aceptable para poder desarrollarse, constituida por factores esencialmente extraeconómicos.

En cuanto a los orígenes del pensamiento económico de la Escuela Austriaca, Murray N. Rothbard escribió: “En un intento para explicar la preferencia de los austriacos, entre todos los marginalistas, por el realismo filosófico y la ontología social, Kauder señaló las influencias de fines del siglo XIX sobre el clima intelectual austriaco de Aristóteles, Santo Tomás y de otras escuelas de filosofía realista. El más influyente fue Aristóteles, quien fue estudiado cuidadosamente a mediados del siglo XIX y también enseñado frecuentemente en las escuelas secundarias de Austria”. “En contraste, la influencia de la filosofía aristotélica en Inglaterra y Francia fue virtualmente nula durante el siglo XIX”.

“En décadas recientes, las escuelas revisionistas han alterado claramente nuestro conocimiento de la prehistoria de la escuela austriaca de economía. Vemos emerger una larga y poderosa tradición de economistas escolásticos protoaustriacos, fundada en Aristóteles, continuada a través de la Edad Media y por los últimos escolásticos españoles e italianos, y luego influenciando a los economistas franceses e italianos de antes y hasta Adam Smith. El logro de Menger y de los austriacos no fue tanto el encontrar un nuevo sistema sobre el marco de la economía política inglesa como el revivir y elaborar sobre la más vieja tradición que había sido dejada de lado por la escuela clásica” (De “Nueva luz sobre la prehistoria de la Escuela Austriaca”-Universidad Nacional de Cuyo-Mendoza 1978).

En cuanto al origen del concepto del precio justo, Rothbard escribió: “Los escritores medievales consideraron al hombre pobre más como consumidor que como productor. La teoría del costo de producción habría dado a los comerciantes una excusa para aumentar el precio con el pretexto de cubrir sus gastos, y se pensó que era más justo confiar en las fuerzas impersonales del mercado que reflejaban el juicio de toda la comunidad o, para usar la frase medieval, la «estimación común». Por cualquier razón, parecería que el fenómeno del intercambio vino a ser explicado crecientemente mediante términos psicológicos”.

Luis Saravia de la Calle escribía en 1544: “Aquellos que miden el precio justo por la mano de obra, los costos y los riesgos incurridos por la persona que produce o comercia la mercadería, o por los gastos de viaje o por el costo del transporte…o por lo que tiene que pagar a los factores de su industria, riesgo y mano de obra, están grandemente equivocados, y aún más lo están aquellos que aprueban o conceden un beneficio cierto de una quinta o décima parte. Porque el justo precio surge de la abundancia o escasez de bienes, comerciantes y dinero….y no de los costos, mano de obra y riesgo. Si tuviéramos que considerar la mano de obra y el riesgo para establecer el precio justo, ningún comerciante sufriría pérdida alguna, ni la abundancia o escasez de bienes y dinero entrarían en discusión. Los precios no son fijados comúnmente sobre la base de los costos. ¿Por qué debiera valer más una bata de lino traída por tierra desde Bretaña con grandes gastos, que aquella transportada más baratamente por mar? ¿Por qué debiera valer más un libro escrito a mano que otro que fuera impreso, cuando el último es mejor aunque cuesta menos producirlo?...El precio justo está fundado no en el costo pero sí en la estimación común”.

En cuanto a la Escuela Austriaca, Eduardo A. Zalduendo escribió: “La revolución marginalista procuró reconstruir las bases de la teoría económica con la critica a la escuela clásica (indistintamente, inglesa o smithiana) y a la escuela histórica (o alemana, desde List, Rosher y otros), a partir de cuatro puntos fundamentales:

Primero: el valor no es una propiedad de las cosas, sino que surge como fruto de la relación entre quien evalúa y la cosa evaluada. Se introduce así la utilidad subjetiva, donde las distintas personas tienen diferentes gustos, y emergen los conceptos del saber y de las expectativas, que se desarrollarán más adelante. Esta es la nota conocida como subjetivismo.
Segundo: desde Menger se enfatizó lo que él denominó «método atomístico». Este se expresó diciendo que un conjunto (la nación) no es equivalente a una sola persona que toma decisiones; los verdaderos elementos son personas, y es necesario estudiarlas individualmente. Otra nota característica de la metodología de la escuela austriaca es su posición respecto del uso de las matemáticas. Menger, von Mises y von Hayek lo estimaron inapropiado; entre ellos, el matiz diferencial va desde dudas sobre el mismo (von Hayek) hasta quien lo considera «vicioso por el uso de supuestos falsos que conducen a inferencias falaces» (von Mises). En 1871, Menger había criticado algunos trabajos que utilizaron matemáticas en su presentación.
Tercero: el fenómeno de la aparición de las instituciones sociales (como la moneda, el mercado, la competencia, las estructuras, etc.) es vital para el bienestar social, aunque no es el resultado de una legislación o acuerdos conscientes para establecer dichas instituciones, sino que existen procesos que generan esos fenómenos orgánicos. Menger decía que las instituciones sociales eran fruto de la acción humana, pero no de propósitos humanos específicos. Esta nota se denomina «organicidad».
Cuarto: los procesos orgánicos (cambios en el conocimiento, en las organizaciones y en los planes económicos) tienen valor por el paso del tiempo.

Luego de la década de 1940, los economistas que siguen la corriente austriaca se interesaron en destacar diversos aspectos de la personalidad de productores y consumidores (y por tal razón, a veces la escuela también recibió el nombre de «escuela psicológica»” (De “Historia del Pensamiento Económico”-Ediciones Macchi-Buenos Aires 1998).

Mariano Grondona escribió al respecto: “Ludwig von Mises distingue tres etapas en el pensamiento occidental. La primera ha sido dominada por los filósofos. La segunda, por los economistas clásicos –como Smith y Ricardo-, quienes descubren un principio científico: la teoría del intercambio, la teoría del valor…..Esto constituyó el primer momento en que la ciencia económica consiguió perforar la barrera que la separaba de las ciencias físicas y matemáticas. Es la primera vez que la ciencia consigue penetrar en el mundo de la acción humana. Hasta ese momento había, simplemente, filosofía. Este vocablo para von Mises tiene el sentido de ensoñación, ilusión. Pero también critica a los economistas clásicos porque ellos se quedaron en la cataláctica, hicieron sólo una ciencia del intercambio. No se dieron cuenta, como lo haría luego la Escuela de Viena, que habían descubierto la ley que preside «toda» la acción humana, económica y no económica”.

“Adam Smith decía que hay un precio de mercado que oscila, pero hay un precio natural que es estable y que objetivamente se puede fijar. «Hay que eliminar –dice von Mises- esta referencia a lo objetivo». Lo considera un residuo de la metafísica medieval. «No existe lo objetivo, lo único que existe son las preferencias personales». Una vez que nos hemos situado en las preferencias personales, estamos de lleno en la praxeología [de praxis, acción]”. “Si yo creo que hay un precio natural, que es el justo, y el precio de mercado se desvía por arriba o por debajo de éste, alguien gana de más y alguien obtiene de menos. La tesis de la praxeología es que si yo abandono la pretensión de que hay un precio objetivo, «ambos» ganan. Ambos ganan porque el valor subjetivo que tienen las cosas para cada uno es distinto”. “El principio de Montaigne ha sido derrotado en forma definitiva: dos pueden ganar en una misma operación. Si alguien gana, no necesariamente hay otro que pierde” (De “Los pensadores de la libertad”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1986).

Si bien la ciencia experimental busca la validez objetiva del conocimiento, debe advertirse que von Mises acepta tal atributo asignado al conocimiento económico, mientras que estima que no debe asociarse al valor económico de las cosas. Luego, el carácter objetivo quedaría asociado a las leyes psicológicas que rigen las decisiones humanas. De ahí que, para la Escuela Austriaca, el comportamiento de la economía depende de la psicología, mientras que para Marx es la psicología humana la que depende de la economía.

sábado, 26 de octubre de 2013

El ideal comunista

La falta de entendimiento existente entre dos personas, puede deberse a que sus afirmaciones surgen de distintas perspectivas desde donde observan una misma realidad, por lo que resulta posible que, con el tiempo, ambas posturas se acerquen. Sin embargo, cuando alguna de ellas, o ambas, no concuerdan con la realidad, la imposibilidad de entendimiento se prolonga indefinidamente, como ocurre entre liberales y socialistas. Respecto de estos últimos, pueden señalarse los siguientes aspectos que malogran cualquier entendimiento posible:

a) Utilización de palabras cuyos significados son diferentes y hasta opuestos al original
b) Manifiesta deshonestidad al intentar falsear la realidad a través de la mentira
c) Creencia fanática y actitud cerrada en cuanto a la validez de la ideología aceptada

La tergiversación de los significados de las palabras ha sido una táctica habitual de los sectores totalitarios. Friedrich Hayek escribió: “El camino más eficaz para que las gentes acepten unos valores a los que deben servir, consiste en persuadirlas de que son realmente los que ellas, o al menos los mejores individuos entre ellas, han sostenido siempre, pero que hasta ahora no reconocieron o entendieron rectamente. Se fuerza a las gentes a transferir su devoción de los viejos dioses a los nuevos so pretexto de que los nuevos dioses son en realidad los que su sano instinto les había revelado siempre, pero que hasta entonces solo confusamente habían entrevisto. Y la más eficiente técnica para esta finalidad consiste en usar las viejas palabras, pero cambiar su significado. Pocos trazos de los regímenes totalitarios son a la vez tan perturbadores para el observador superficial y tan característico de todo un clima intelectual como la perversión completa del lenguaje, el cambio del significado de las palabras con las que se expresan los ideales de los nuevos regímenes” (De “Camino de servidumbre”-Alianza Editorial SA-Madrid 1978).

En cuanto al segundo aspecto, podemos mencionar un encuentro imaginario entre un liberal y un marxista; cuando el primero critica a la muralla de Berlín, es posible que el marxista responda que “fue realizada para evitar que los foráneos entraran a perturbar la sociedad comunista”. Luego, si uno le recuerda que fueron varias las decenas, o los cientos, de individuos que perdieron sus vidas tratando de escapar de tal sociedad, posiblemente dirá que “se trataba de personas que tenían una equivocada mentalidad, de tipo capitalista” y que no alcanzaron los esfuerzos hechos por el socialismo para corregir tal error. Seguramente el interlocutor saldrá indignado de la conversación, por lo cual puede sugerirse un criterio general: no trate nunca de convencer a un marxista acerca de las debilidades o defectos del socialismo, sino que debe tratar de informar a quienes todavía no lo son para evitar que sean engañados.

Respecto al tercer aspecto, deben considerarse las creencias básicas del comunista para intentar entender su conducta. Un interesante planteo al respecto fue realizado por Fred Schwarz, quien escribió: “Dice el comunismo que cada característica y actitud de la personalidad humana sale del cerebro. El cerebro está formado por la acumulación de las experiencias en forma de reflejos condicionados. Estas experiencias son fruto del ambiente, en el cual predomina lo económico. Lo que pensamos, sentimos, creemos, amamos y adoramos refleja meramente nuestro ambiente económico”.

“Una vez aceptado esto, se deduce que si usted puede controlar el ambiente económico completamente, puede también engendrar una mente y carácter que desee. De esta manera el comunismo se convierte en un programa para la regeneración científica y material”. “Este programa de regeneración abre una vista maravillosa ante la mente humana. Los comunistas rusos se atribuyen ya el haber regenerado con éxito a mucha gente. Han publicado un libro que se titula «Gentes regeneradas». Proclaman en él que producirán seres perfectos con cuerpos, mentes y caracteres perfectos, que vivirán entre sí en perfecta felicidad”.

“El primer paso del programa es afrontar las necesidades científicas con realismo. El ambiente actual es capitalista y maligno, produce caracteres degenerados, criminales y llenos de vicios. Si sigue este ambiente, no podremos cambiar la naturaleza humana. Tratar de convencer a la gente de que mejore, mientras sigan viviendo en un ambiente que los obliga a ser como son, es una estupidez”. “Si vamos a cambiar al hombre, tenemos que arrancarlo de este ambiente capitalista. Para hacerlo, el comunismo tiene que conquistar el mundo y aniquilar el ambiente capitalista. El capitalismo será reemplazado entonces por el socialismo, que no descansa en las utilidades, en la avaricia y el egoísmo sino en el servicio, la cooperación y otras cualidades”.

Se advierte que la acción esencial del comunismo, implica tanto la construcción de un nuevo orden social como la destrucción del sistema capitalista. El citado autor agrega: “¿Qué cosa es el marxismo-leninismo? Desnudándolo hasta dejarlo en su pura esencia, el marxismo es la doctrina de la universalidad de la lucha de clases y el leninismo es la doctrina del papel histórico que juega el partido comunista para consumar la lucha universal de clases en la victoria mundial del comunismo. La doctrina básica del marxismo-leninismo dice que existe un estado de guerra y que el partido comunista ha sido creado para ganar esta guerra. La guerra fue descubierta originalmente, no declarada, por Karl Marx. Se desarrolla entre dos clases sociales que él llamó el proletariado y la burguesía. La burguesía es la clase de los propietarios, la clase que posee los medios de producción. El proletariado fue definido por él como la clase de los jornaleros. Entre estas dos clases, Marx reclamó el mérito de haber descubierto un estado de guerra. La burguesía desea utilidades; el proletariado desea salarios elevados. Si suben los salarios, disminuyen las utilidades. Si suben las utilidades, bajan los salarios. De este modo hay un conflicto fundamental entre estas dos clases. A este conflicto le llamó Marx la lucha de clases”.

“Marx enseñaba que la burguesía es la clase que compone la sociedad capitalista. Ha creado al Estado como un instrumento para oprimir y explotar al proletariado. En reacción, el proletariado crea al partido comunista para hacer la guerra contra el Estado. De este modo la guerra de clases se manifiesta en sí como una guerra entre el partido comunista y el Estado. Mediante el proceso histórico, el partido comunista ha ascendido al poder en Rusia, China y Europa Oriental. La burguesía sigue en el poder en los EEUU y sus aliados. De este modo la lucha de clases se ha transferido del plano nacional al internacional. La doctrina fundamental del marxismo, por lo tanto, es que Rusia y los EEUU están en guerra; que China y los EEUU están en guerra, no que ellos pudieran estar en guerra; ni tampoco que ellos podrían estar en guerra; ni que ellos van a estar en guerra; sino que están en guerra. Esta guerra está declarada históricamente; es universal; abarca todos los aspectos de la sociedad; no puede darse en ella un vestigio de tregua. Los comunistas no la escogieron; la han reconocido simplemente. Su deber es continuar la guerra hasta la victoria total y completa”.

Si bien la etapa de la Guerra Fría ya finalizó, la actitud beligerante de muchos marxistas continúa como si nada hubiese cambiado. El citado autor prosigue: “Las armas de esta guerra no son meramente los clásicos cañones, tanques, bombas y aviones. Las armas son universales. La educación es un arma; el idioma es un arma; el comercio es un arma; la diplomacia es un arma; la religión es un arma; el intercambio cultural es un arma. Los comunistas consideran cada acto y juzgan cada situación como parte de la lucha de clases”.

Puede decirse que el marxismo es una ideología que actúa sobre la sociedad como una enfermedad inducida colectivamente. No ayuda al individuo a ver mejor la realidad, sino que lo aleja de ella; tanto intelectual como afectivamente. De ahí que no debe generalizarse la presunción de que la gente mala adopta el marxismo, ya que también es posible que en las buenas personas, al adoptar el marxismo, surjan los peores aspectos de su personalidad. En cuanto al significado que dan los marxistas a la paz, Fred Schwarz escribió:

“Como los comunistas están en guerra, desean la paz naturalmente. Siempre que usted se encuentre con un comunista, topará con un amante de la paz”. “La mayoría de la gente, viendo las preparaciones militares de los comunistas, advirtiendo el enorme porcentaje de su presupuesto dedicado a objetivos militares, observando su modo brutal y sin miramientos de reprimir cualquier intento de sus naciones cautivas para librarse, clasifican a los comunistas de hipócritas redomados. Lo cual está muy lejos de ser la verdad. Los comunistas no son hipócritas. Están sincera y genuinamente dedicados a la paz” (De “Usted puede confiar en los comunistas”-Prentice Hall Inc.-EEUU 1957).

"¿Cuál es la paz que ellos desean? Durante la guerra contra Japón, la mayoría de los norteamericanos deseaba sin duda la paz. La paz era el pensamiento que confortaba a las madres cuyos hijos peligraban en distantes campos de batalla; paz era la palabra que sostenía a las esposas, solas y ansiosas sin sus maridos; paz era el objetivo que hacía trabajar a los soldados que sabían del tedio, la soledad y el peligro de la guerra. Si se les hubiese pedido que definiesen qué era la paz, la hubieran descrito sin duda como la terminación de las hostilidades mediante la derrota del enemigo por los Aliados. Bajo ninguna circunstancia se habría entendido por paz una victoria de los japoneses. Para el pueblo americano la paz significaba solo una cosa: su victoria. Los comunistas creen que están en guerra. Desean «la paz» con todo su corazón. Pero para ellos la paz es aquella consumación dorada que tendrá lugar cuando la fuerza progresiva del comunismo aplaste totalmente el imperialismo norteamericano y culmine en la conquista comunista del mundo”.

“Cuando los ejércitos de la China comunista rodearon a los tibetanos, arrebatándoles sus tierras y alimentos, provocándolos a hacer una revuelta frenética y desesperada, matándolos después en masa, ellos estaban consumando la paz. Cuando Kruschev ordenó a los tanques rusos marchar sobre Budapest y disparar contra las casas de departamentos, reduciéndolas a escombros y enterrando dentro a hombres, mujeres y niños, en su corazón tenia una canción de paz”.

“No son hipócritas los comunistas. Sufren delusiones paranoicas de intensa sinceridad. Tan embebidos se encuentran en el espejismo del marxismo-leninismo, que se hallan fuera del radio de acción del argumento y de la convicción racionales. Todos los fenómenos que observan, son interpretados por ellos dentro de la estructura de sus conclusiones preconcebidas. Si fueran hipócritas, sería mucho más fácil tratar con ellos. Usted puede hacer un trato con un hipócrita; usted puede asustar a un hipócrita. Cuando usted trata con paranoicos de esquemas delusionales altamente organizados, el único recurso de usted es conocer y entender estos esquemas y tomar las medidas adecuadas para protegerse a sí mismo contra la conducta que se deriva de dichas delusiones”.

viernes, 25 de octubre de 2013

La presión de los valores sociales

En forma a veces poco evidente, los valores aceptados en forma mayoritaria por la sociedad tienden a ser adoptados por los restantes integrantes mediante el proceso de “contagio” e imitación. Cuando los valores preferidos son en realidad desvalores, tal proceso favorece cierta “enfermedad social” que conduce hacia alguna forma de crisis. De ahí que todo individuo no debe necesariamente acatar lo que la sociedad impone, ya que muchas veces ello implicará adoptar valores que lo alejarán de lo que imponen las propias leyes naturales que rigen nuestra conducta individual. Jules Henry escribió: “Nuestra cultura es una cultura que obra por impulsión. Es impulsada por sus impulsos de realización, competencia, ganancia y movilidad, y por los impulsos de seguridad y de un nivel de vida más alto. Sobre todo, la impulsa la expansividad. Impulsos como el hambre, la sed, el sexo y los demás, surgen directamente de la química del cuerpo, mientras que los de expansión, competencia, realización, etc., son generados por la cultura, no obstante, cedemos a estos últimos como al hambre y al sexo”.

“Junto a estos impulsos existe otro grupo de apremios, como los de amabilidad, bondad y generosidad, a los que llamaré valores y en nuestra cultura un problema capital de la vida emocional de todos y cada uno es el del juego recíproco de estos dos. Valores e impulsos –distintos de los fisiológicos- son ambos creaciones de la cultura, pero en las vidas de los norteamericanos y, por cierto, de todos los hombres y mujeres «occidentales», desempeñan papeles muy importantes. Un valor es algo que consideramos bueno; algo que siempre queremos que nuestras esposas, maridos, padres e hijos nos expresen, nos muestren cuando estemos contentos y nos suministren cuando nos sentimos desdichados. A esta esfera pertenecen el amor, la bondad, la tranquilidad, el contento, la diversión, la franqueza, la honestidad, la decencia, el descanso, la sencillez” (De “La cultura contra el hombre”-Siglo XXI Editores SA-México 1967).

Quien rechaza los valores aceptados en forma generalizada, podrá quedar relegado de la sociedad. Sin embargo, es mejor quedar relegado de la sociedad que quedar marginado del mundo real con sus castigos aun más severos que los impuestos por aquella. Hace más de 2.000 años, Marco Tulio Cicerón escribía respecto de la ley natural: “El universo entero está sometido a un solo amo, a un solo rey supremo, al Dios todopoderoso que ha concebido, meditado y sancionado esta ley. Desconocerla es huirse a si mismo, renegar de su naturaleza y por ello mismo padecer los castigos más crueles aun cuando escapara a los suplicios impuestos por los hombres”.

Cuando la sociedad valora los bienes materiales sobre todos los demás, puede decirse que presiona a cada individuo a lograrlos a cualquier costo. De ahí que, cuando se protesta masivamente por algún estafador, o por algún político, que ha logrado un poderío económico importante, debe tenerse presente que ha sido la propia sociedad la que preparó previamente el trono imaginario de quien habrá de ocuparlo luego de realizar acciones que pueden ser incompatibles con los valores éticos elementales, precisamente aquellos que la propia sociedad ha dejado de lado.

También los padres que valoran en exceso los valores materiales, y quizás sin quererlo, presionan a sus hijos a lograrlos por cualquier medio. Luego, esos padres podrán escandalizarse por el rumbo que adoptan sin apenas sospechar que tan sólo esos hijos respondieron a la influencia que recibieron desde pequeños y que moldearon su personalidad. Olvidaron esos padres que, aun cuando en forma hipócrita aconsejaron bien a sus hijos, éstos adoptaron los valores asociados a la personalidad real transmitida, predominando el lenguaje gestual y las acciones concretas sobre las palabras.

Los valores materiales, justamente, tienen un “valor” que no debe menospreciarse, especialmente cuando están asociados a cierta seguridad económica futura. Sin embargo, cuando resultan prioritarios y se utilizan para valorar a las personas, se produce una severa distorsión en la sociedad que la orientará, tarde o temprano, a severas crisis sociales, incluso en el ámbito de la economía.

El que valora de sobremanera a quien mayor cantidad de dinero posee, necesariamente valorará en menos a quien poco dinero tiene. De ahí que la sociedad que valora a las personas por su riqueza, necesariamente descalificará y hasta marginará socialmente a quienes no alcanzaron algún tipo de éxito económico.

De la misma forma en que los distintos hijos, que comparten atributos genéticos y ambientales similares, pueden adoptar distintas escalas de valores, los integrantes de la sociedad recibirán de distinta forma los valores dominantes, por lo que las respuestas no serán uniformes. Sin embargo, resulta bastante pequeño el porcentaje de gente que no se suma a los valores imperantes en una sociedad.

Si se descubre que tales valores están equivocados, según los efectos producidos, resulta poco aconsejable atacar a la sociedad y mucho menos adoptarla como referencia para hacer todo lo opuesto a lo que esté generalizado. Nuestra referencia deberá ser la ley natural ya que tan sólo nos queda adaptarnos a la misma y sugerir a los demás que hagan otro tanto.

Las sociedades regresivas, que tienden a etapas de salvajismo o barbarie, como es el caso de la Argentina, requieren de cuidadosa atención. Si bien no podemos decir que estemos transitando por tales etapas, es indiscutible que nos dirigimos hacia ellas. Quien observe el comportamiento del público durante los partidos de fútbol, o el comportamiento de padres y alumnos en establecimientos educativos, podrá advertir la realidad de tal tendencia.

El salvajismo está vinculado a la burla (violencia psicológica) que luego llevará a la violencia física. Sin recurrir a la definición precisa de “salvajismo” aportada por los antropólogos, podemos asociarlo a la búsqueda de cierto placer ocasionado por el sufrimiento ajeno, tal el caso del Racing Club cuando simpatizantes y directivos organizaron un masivo y denigrante acto burlesco contra el descendido de categoría y principal rival, Independiente de Avellaneda. Lo que agrava la situación es que, en lugar de advertir la peligrosa tendencia emprendida hacia el salvajismo generalizado, no faltan los relativistas que opinan que tal acción forma parte de la “cultura” característica de la sociedad argentina. En realidad, forma parte de la incultura nacional.

Y aquí llegamos a la parte importante de todo esto, por cuanto la mayor parte de la gente pretende que se solucionen los problemas de la sociedad pero con la condición de que se mantengan vigentes algunas ideas y creencias generalizadas. Sin embargo, quien impone condiciones es el propio orden natural mediante sus leyes, y debemos acatarlas ya sea que estemos de acuerdo con ellas, o no, o creamos en ellas, o no.

Para revertir la situación, debemos priorizar lo ético a lo material, que es lo mismo que decir que debemos priorizar nuestros afectos y nuestra intelectualidad sobre nuestro cuerpo. La sociedad violenta es la que prioriza el bienestar del cuerpo sobre el bienestar del espíritu y de ahí que favorece el ascenso de los egoístas mientras que relega a los justos. Es el mismo caso que ocurre en una familia materialista cuando se estimula al egoísta, el soberbio o el vanidoso, y se relega al sencillo y al respetuoso.

Para colmo de males, los grupos ideológicos totalitarios, deseosos de llegar al poder, tienden a negar los efectos de las conductas erróneas para atribuirlos a otras causas, que, justamente, coinciden con aquello que combaten. Así, no falta quienes culpan al dinero por todos los males que existen, o bien culpan al sistema capitalista. Al respecto, debe decirse que el dinero puede usarse bien o mal, con una transición gradual entre esos extremos, siendo el dinero éticamente neutro. La ética se refiere sólo a las conductas de los seres humanos.

En cuanto al sistema capitalista, debe decirse que se trata de un proceso económico que traduce la demanda de los consumidores a producción y oferta de los productores, por lo cual también resulta éticamente neutro. Que el tipo de demanda no sea la aconsejable, como reflejo de una sociedad éticamente poco satisfactoria, no es algo que dependa del proceso del mercado, sino de las elecciones individuales. Y todo cambio posible debe apuntar a un cambio en las conductas y en las posteriores elecciones individuales.

Algunos autores han advertido la existencia de una transición que va desde la prioritaria búsqueda de la capacidad para producir, imperante en el pasado, a la prioritaria búsqueda de capacidad para consumir, predominante en años recientes. Nos alejamos de la idea del deber de producir, para acercarnos a la idea del derecho a consumir, tendencia que va desde la satisfacción asociada al trabajo, a la incomodidad que provoca realizar algún tipo de actividad que será de utilidad a los demás, aun cuando seamos remunerados por ello.

El malestar asociado a esta tendencia se vislumbra ya en el Mayo Francés del 1968, cuando se advierte en sus consignas el inconformismo de quienes desconocen que nunca, ni en ningún lugar, la tarea de ganarse la vida ha sido fácil, excepto para muy pocos. Su principal líder, Daniel Cohn-Bendit, expresó: “Más allá de la lucha contra la guerra de Vietnam, el movimiento de 1968 cuestionaba el estilo de vida: reclamaba el derecho al goce, atacaba a la sociedad del «subte-trabajo-cama». No teníamos ningún proyecto concreto porque los acontecimientos y nuestro éxito nos tomaron de sorpresa”.

Generalmente, quienes protestan contra la sociedad, o contra el “sistema”, adoptan previamente la suposición de que ellos mismos están libres de culpa o bien suponen que no pertenecen a la sociedad. En ambos casos deberían abstenerse de protestar, ya que por lo general lo hacen quienes no reciben lo esperado de la sociedad, protestando contra los que no dan nada a los demás, que es justamente el caso de los que protestan. Uno de los absurdos lemas del Mayo Francés era precisamente: “¡No sé lo que quiero, pero lo quiero ya!”.

El hombre actual vive una etapa en que se deja de lado la religión, sin considerar que el gobierno de Dios sobre el hombre implica, en definitiva, nuestro acatamiento a las leyes naturales. Pretende llegar a una etapa en donde el hombre se ha de gobernar por sí mismo ignorando tales leyes. Incluso en la Constitución de la Unión Europea no aparece referencia alguna a Dios. Sin embargo, no debemos olvidar que las leyes de Dios son precisamente las leyes naturales a las que hacía referencia Cicerón y son las que describe la ciencia experimental. Que la religión pase por etapas de crisis, o que varias de ellas puedan estar equivocadas en varios aspectos, ello no implica que deban suprimirse, sino que deben perfeccionarse.

martes, 22 de octubre de 2013

La deformación histórica de los setenta

A partir del reinicio de la democracia en la Argentina, comenzó a gestarse la deformación histórica de la década de los setenta, a veces con objetivos políticos, pero siempre con espíritu de venganza por parte del bando perdedor. El ataque sufrido por la sociedad argentina, por parte de la guerrilla pro-soviética, en épocas de la Guerra Fría, llevaba como objetivo instalar una dictadura similar a la vigente en Cuba sin importar en lo más mínimo la destrucción de vidas humanas cuando alguien se oponía a tales planes. La respuesta militar fue del mismo tenor y de ahí que surgió la polémica de si debía juzgarse con la misma vara tanto al grupo foráneo y agresor, como al bando local, que se vio obligado por las circunstancias a defender a la sociedad de la que era parte. Podemos hacer una breve secuencia de la “guerra sucia”:

1) Acción guerrillera: tenía como objetivo exterminar al bando enemigo
2) Reacción militar: tenía como objetivo exterminar al bando agresor

Luego de finalizado el conflicto, debieron tomarse decisiones acerca de posibles premios y castigos, si es que correspondían, para volver a la normalidad. Para ello habría sido oportuno tener presente lo que aconteció luego de la Primera Guerra Mundial, cuando se decide castigar a Alemania, el país agresor, mediante el Tratado de Paz de Versalles, que favoreció indirectamente el ascenso de Adolf Hitler al poder, desencadenando la Segunda Guerra Mundial. Debido al fracaso de tal decisión, luego de este último conflicto se optó por ayudar a Alemania a volver a la normalidad. En cuanto a la “posguerra sucia”, había que decidirse por alguna de las siguientes posibilidades:

a) Otorgar una amnistía a ambos bandos
b) Otorgar la amnistía al bando defensor y castigar al agresor
c) Otorgar la amnistía al bando agresor y castigar al defensor
d) Castigar tanto al agresor como al defensor

Las opciones “a” y “d” posibilitarían la paz posterior, mientras que las opciones “b” y “c” mantendrían la fractura de la sociedad que estaba dividida en dos sectores antagónicos. La alternativa que finalmente se impuso fue la “c”, que premió al bando agresor y foráneo para castigar al bando defensor y local. Esta opción tiene ahora un apoyo importante de la opinión pública por cuanto la ciudadanía fue debidamente desinformada a través de la tergiversación histórica de la cruenta lucha. El gobierno de facto del Gral. Reynaldo Bignone decreta una amnistía general tanto para los terroristas como para los militares, para poner fin a la contienda, sin embargo, el gobierno democrático que le sigue entra en una etapa de juzgamiento para un solo sector. El historiador Agustín Laje Arrigoni escribió:

“Apenas tres meses más tarde, ya con Raúl Alfonsín en el poder, éste declaró nula la amnistía general alegando que la misma provenía de «un gobierno de facto», fundamento ciertamente indefendible (aunque entendible siendo que el propio Alfonsin fue abogado ad honorem de Santucho y simpatizante del ERP [Ejército Revolucionario del Pueblo])…… sino que además, dicha amnistía quedó vigente en sus efectos para con los guerrilleros beneficiados. Vale decir, se anuló los efectos de la amnistía para con el bando que no era de la simpatía del presidente, y conservó los beneficios para con los terroristas” (De “Los mitos setentistas”-Buenos Aires 2011).

Entre las primeras tergiversaciones aparece la de los desaparecidos. Con el tiempo fueron “apareciendo” varios de ellos advirtiéndose parte del “negocio de los derechos humanos”, ya que los familiares cobraron por cada uno de ellos la suma de 250.000 dólares, mientras que los familiares de los caídos en defensa de su patria, o bien del ciudadano común que fue abatido por el bando foráneo, apenas si habrá cobrado alguna pequeña pensión del Estado. Es algo similar a que el Estado argentino acordara brindarles una indemnización de 250.000 dólares a los familiares de los soldados ingleses caídos durante la Guerra de las Malvinas y una pequeña pensión para los combatientes argentinos. El autor citado escribió:

“A pesar de haber empleado innumerables recursos para atraer denuncias, la lista de desaparecidos del «Nunca Más» contabilizó un total de 8.961 casos. Este número, a pesar de ni siquiera aproximarse a los cacareados 30.000, tampoco sería en absoluto verídico y fue por ello que las autoridades de la editorial Eudeba de inmediato quitaron de circulación el anexo –de casi 500 páginas- que incluía el listado. No obstante, según una puntillosa labor de investigación, de los 8.961 desaparecidos que engrosan el trabajo de la CONADEP solamente 4.905 llevan datos personales, como por ejemplo números de documentos de identidad, con lo cual se concluye que «casi la mitad (el 46%) son sobrenombres o apodos de indocumentados sin el menor rigor de verdad»”.

Según el oficialismo y la izquierda, los guerrilleros setentistas eran “jóvenes idealistas que luchaban por un mundo mejor”. Sin embargo, en todo país civilizado el asesinato es considerado un delito (cometieron unos 850), el secuestro extorsivo es un delito (cometieron 1.748), los atentados y destrucción con explosivos es también un delito (cometieron más de 20.000). De ahí que no corresponde denominar “jóvenes idealistas” a peligrosos delincuentes.

Como parte del engaño sistemático dirigido a quienes no vivieron los setenta, se dice que “no hubo una guerra” y que “los militares los asesinaban por sus ideas”. El autor citado escribe: “En términos de formación militar, los guerrilleros recibieron sofisticado entrenamiento en el extranjero, principalmente en Cuba (donde se calcula que pasaron 6.000 guerrilleros argentinos)”. “A modo de ejemplo, Montoneros tenia sus propios «hombres rana», encargados de la ejecución de atentados por debajo del agua. Uno de ellos era Máximo Fernando Nicoletti, quien haciendo uso de la técnica de buceo colocó los explosivos que volaron en pedazos el yate del comisario Alberto Villar (murió junto a su esposa durante el suceso)”.

“Según el jefe montonero Roberto Perdía, hacia 1973, solamente Montoneros tenía «unos dos mil trescientos oficiales; unos doce mil miembros sumados los aspirantes, y unas ciento veinte mil personas agregando a la gente más o menos organizada que adhería a nuestra propuesta»”. “En cuanto al ERP refiere, el propio jerarca Enrique Gorriarán Merlo anota: «Nosotros llegamos a tener una militancia de 5.000 compañeros. Para ser militante cada uno tenía que tener cinco colaboradores simpatizantes»”.

“La justicia alfonsinista, en el marco del juicio a los comandantes en 1985 (Causa 13) determinó que en total la guerrilla subversiva contó con «25.000 miembros activos, de los cuales 15.000 eran combatientes”. “En el caso del ERP, éstos instalaron en conjunto con la JCR «una fábrica de armas en la Argentina que producía explosivos, granadas y, especialmente, la subametralladora JCR1»”.

“Por el lado de Montoneros, además de montar fábricas de armamento militar en Medio Oriente, contaron con múltiples fábricas locales. Una de estas últimas llevó por nombre Sabino Navarro (en honor al jefe terrorista caído en la guerra) donde se llegaría a producir lanzagranadas de fusil LG 22, granadas de tipo SFM-4 y la granada para fusil antiblindaje G 40 (en otras instalaciones produjeron también granadas de mano)”. “Por citar algunos ejemplos, señalamos que culminando el mes de agosto de 1975, Montoneros en una operación tipo Vietnam «preparó desde marzo a agosto un canal que pasaba bajo la pista del aeropuerto de Tucumán. Lograron colocar 5kg de TNT, 60 kg de dietamón y 95 kg de Amonita con detonador a distancia. La hicieron explotar cuando despegaba un C-130 de la Fuerza Aérea con 114 gendarmes a bordo», dejando un saldo de 6 muertos y 25 heridos de distinta gravedad. De similar manera, pero haciendo uso de un coche bomba, harían explotar el 12 de septiembre de 1976 un ómnibus policial en Rosario, provocando la muerte de 9 policías y 2 civiles, e hiriendo gravemente a por lo menos 50 personas más”.

Otro de los mitos creados para difamar al bando ganador, lo constituye la llamada “noche de los lápices”, atribuyendo al sector militar haber asesinado a un grupo de estudiantes por “haber pedido una rebaja del boleto de colectivo para estudiantes”, siendo que la detención se debió al accionar guerrillero de varios de tales estudiantes. Agustín Laje Arrigoni escribió:

“Vale destacar la opinión que tiene sobre la temática en cuestión el ex montonero Martín Caparrós, puesto que ha conocido de cerca todos esos sucesos por su condición de ex guerrillero: «La noche de los lápices es la mayor falacia que se ha producido en la historia argentina contemporánea. Falacia que se va a reproducir cuándo ¿mañana, pasado?, ¿cuándo es el día de la noche de los lápices? […] La noche de los lápices es un mamarracho, quiero decir es como la quintaesencia de esta idea de ¡ay!, esos pobres chicos estudiantes secundarios que querían el boleto estudiantil, los agarraron los militares que eran tan malos y los mataron a todos. Esos chicos que querían el boleto estudiantil, además de querer el boleto estudiantil, eran militantes de unas organizaciones, unas agrupaciones que apoyaban a unas organizaciones que estaban a favor de la lucha armada y de todo eso. Yo también era militante de una de esas y no creo que eso justifique de ninguna manera que los secuestren, que los maten, que los torturen, etc. Parece que al principio de esta construcción del desaparecido como victima angelical, había mucha gente que pensaba que si hubieran dicho que esos desaparecidos no eran chicos que pedían el boleto estudiantil sino militantes de una agrupación revolucionaria, eso equivalía a justificar las desapariciones y los asesinatos. Seguramente porque pensaban que a los militantes es un poco más legítimo secuestrarlos y asesinarlos. Porque sino, no se ve porqué tenían que ocultar eso»”.

La deformación de la historia de los setenta no sólo agravia al sector militar, sino a los propios guerrilleros, por cuanto muchos de ellos, aun reconociendo los errores cometidos, podrán quedar en la historia como un grupo de cínicos, con una absoluta falta de dignidad, por mostrarse como inocentes de las atrocidades cometidas y aun así esperar que la sociedad los considere como víctimas del bando militar. De ahí que muchos de ellos han mostrado su disconformidad con la tergiversación de los hechos que son usados como una eficaz maniobra propagandista y electoral. El ex montonero Luis Labraña escribió:

“No nos hagamos más los pacifistas a conveniencia. Aquí hubo una guerra. Pese a lo que digan los vendedores de memoria. Y quienes lo niegan faltan a la verdad y ofenden la convicción y la valentía de quienes murieron en ambas trincheras. Negar la guerra, a la cual nos referíamos continuamente en nuestros documentos como «guerra revolucionaria, popular y prolongada», es hacernos quedar como niñitos estúpidos de un jardín de infantes. Es desmerecernos en provecho de algunos bolsillos. Nosotros fuimos héroes en tiempos de guerra. Y en la otra trinchera también. Nadie debe apropiarse de la sangre y del dolor de los que escribieron la historia de los 70`”.

lunes, 21 de octubre de 2013

La invasión soviética

Los distintos acontecimientos históricos no surgen sólo de las ideas dominantes en una sociedad, sino que también son promovidos por aspectos emocionales. De ahí que, para la comprensión de la historia, se los debe tener presentes, incluso prioritariamente a las ideas, ya que muchas veces éstas tan sólo sirven para enmascarar pasiones poco claras. Pierre Ansart escribió: “Esta atención especial prestada a las sensibilidades individuales y colectivas se funda en la convicción de que las acciones políticas y los comportamientos cotidianos de los ciudadanos están sostenidos por las emociones, los sentimientos y las pasiones, y que por ello estas dimensiones afectivas deben examinarse por la misma razón que las creencias, teorías e ideas a las cuales están íntimamente ligadas” (De “Los clínicos de las pasiones políticas”-Ediciones Nueva Visión SAIC-Buenos Aires 1997).

Para entender los hechos ocurridos en la Argentina en la década de los 70, puede hacerse una analogía con las invasiones inglesas de principios del siglo XIX a partir de las respuestas surgidas desde los distintos sectores de la población. En ese entonces, unos pocos años antes del Primer Gobierno Patrio, podíamos distinguir tres fuerzas políticas y militares, que recibían el apoyo, o bien el rechazo o la indiferencia, de los distintos sectores del pueblo, que eran los siguientes:

a) Los que apoyaban a la monarquía española
b) Los que apoyaban la independencia de la colonia sudamericana
c) Los que apoyaban al invasor británico

En realidad, los historiadores pocas veces han mencionado que hubiese algún sector que apoyara al invasor, lo que habría resultado un comportamiento bastante sorprendente, ya que la mayoría anhelaba la independencia del entonces Virreinato del Río de la Plata para la formación de un nuevo país. Vicente Massot escribió:

“Sir Home Popham estaba convencido –y, en rigor, no había razones para estarlo- que al amparo del poder británico la población local y los principales vecinos de la ciudad, o sea, lo que podría denominarse su clase dirigente, o se acogería a las nuevas autoridades o se llamarían a cuarteles de invierno. Más aún, creyó erróneamente que aprovecharían la oportunidad que les caía del cielo para declararse independientes de España. Nada de eso ocurrió y en su lugar la decisión de resistir de los rioplatenses, aun separados por distintos intereses, fue unánime: obraron, entonces, como vasallos fieles del rey Fernando” (De “La excepcionalidad argentina”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 2005).

Luego de las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807, el héroe de la lucha contra el invasor, Santiago de Liniers, fue ejecutado (1810) por apoyar la continuidad del dominio español en estas tierras en lugar de plegarse al movimiento patrio.

En la década de los setenta, los dos imperios más importantes, EEUU y la URSS (Unión Soviética), mantienen un antagonismo que los llevó a la Guerra Fría, denominada así por cuanto no hubo enfrentamientos militares directos entre ambas potencias, sino indirectos, a través del apoyo brindado a otros países en conflicto. El avance del imperialismo soviético en Latinoamérica fue promovido desde Cuba, país aliado a la URSS. El orientador y ejemplo que tuvieron los combatientes pro-soviéticos fue Ernesto Che Guevara, quien asesinó con su propia arma a unos 216 seres humanos, ninguno en combate, además de los miles de fusilamientos que ordenó ejecutar a sus subalternos. Sus “ideales” han quedado explícitos en sus propias palabras:

“El odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así: un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal” (Citado en “Por amor al odio” de Carlos Manuel Acuña-Ediciones del Pórtico-Buenos Aires 2000).

El accionar guerrillero de Guevara en Bolivia, en donde cae abatido, tenía como finalidad posterior dominar militarmente a su país de origen, la Argentina, para implantar el socialismo, como una etapa más de la expansión del Imperialismo Soviético en sus intentos de dominación mundial. La mayor parte de los líderes guerrilleros que actuaron en la Argentina, tuvieron el apoyo estratégico y militar de Cuba, por lo que puede hablarse de una “invasión soviética” a nuestro país, proceso que puede, en cierta forma, compararse a los intentos británicos de expansión durante el siglo XIX. Esta vez la población se divide en los siguientes sectores:

a) Los que apoyaban a los EEUU
b) Los que apoyaban a la Argentina
c) Los que apoyaban al invasor soviético

Carlos Manuel Acuña escribió: “La Unión Soviética, después del costoso enclave logrado en Cuba, resolvió expandirse lo más posible desde ese punto de apoyo mediante una operación que consideró lo suficientemente conflictiva como para fortalecer sus intereses estratégicos. Sin hacerse responsable, dejó la ejecución en manos de Fidel Castro quien, pese a las diferencias que había entre uno y otro permitió, a su vez, que fuera Ernesto Guevara de la Serna el artífice visible de ese nuevo conflicto: el argentino, con su extremo voluntarismo y ambición, creyó que podría transformarlo en una fácil conquista territorial y política con la República Argentina colocada en el centro principal de su objetivo”.

Por lo general, el pueblo argentino es indiferente hacia los EEUU, incluso es mayoritariamente opositor. Tal es así que, durante la Segunda Guerra Mundial, hubo muchas adhesiones al nazismo, manteniendo el país su neutralidad hasta casi finalizado el conflicto, en que se decide declarar la guerra a Alemania, más por conveniencia que por simpatía hacia los EEUU. Los atributos comunes a ambos países consisten principalmente en la aceptación de los valores dominantes en Occidente, tales como el cristianismo y la democracia económica y política.

Los partidarios del sector invasor, por el contrario, suponen que la Argentina no tiene atributos suficientes para ser considerada como una nación por lo que sólo se la debe considerar como una “colonia de los EEUU”, ya que supuestamente consideran que tanto el cristianismo como la democracia liberal han sido “inventos yankis”. Tal es así que, cuando alguien habla en nombre de la Argentina, con el derecho que tiene todo ciudadano para hacerlo, un marxista puede responderle atacando a los EEUU. De ahí que, aunque parezca obvio, es oportuno señalar que la Argentina existe.

Fieles al “pensamiento” del Che Guevara, la organización Montoneros, requería de sus nuevos integrantes una prueba de idoneidad, o de valor, por lo cual deberían asesinar a un policía cualquiera. Esto constituía un indicio evidente de que la lucha armada que iniciaron consistiría esencialmente en eliminar a todo integrante del considerado “bando opositor”, integrado por policías, militares, empresarios, trabajadores, ciudadanos comunes, etc. Esta “táctica” fue imitada por los organismos de seguridad del Estado (policiales y militares), incluso como respuesta al simple instinto de conservación de la vida. Ambas posturas dieron lugar a la llamada “guerra sucia”. Vicente Massot escribió:

“A caballo del marxismo, la idea de que todo se resolvería con la destrucción del enemigo se enancó en formaciones guerrilleras que asaltaron el Estado, comenzó una segunda guerra civil en la cual el otro no fue considerado un adversario, ni siquiera un enemigo, sino un criminal. El choque, pues, de dos fuerzas –las organizaciones terroristas de un lado; el Estado Nacional del otro- no consentía sobrevivientes. La condición esencial del conflicto, su naturaleza, radicaba en que unos y otros podían recurrir a cualquier medio para aniquilar al contrario y eliminarlo así de la faz de la Tierra” (Del Prólogo de “Por amor al odio”).

En realidad, desde el punto de vista de los argentinos, es decir, de quienes no apoyábamos a ninguna de las dos potencias mundiales, no puede hablarse de una “guerra civil” por cuanto hubo un invasor foráneo claramente distinguible, y un país que debió defenderse de la agresión. Carlos Manuel Acuña escribió:

“La lucrativa creación de la industria del secuestro, fueron hechos que marcaron, entre otros actos, una secuencia histórica que hemos incorporado a estas páginas en el mismo orden en que se produjeron. Juntos con los intentos de dominar la CGT y otras organizaciones con el mismo fin. Los múltiples asesinatos selectivos. La toma de localidades. Los asaltos a bancos. La preparación y desarrollo del «Cordobazo», sus repeticiones y otros hechos similares montados en función de una gimnasia revolucionaria. El asalto e incendio de casas, comercios y ferrocarriles. El copamiento de unidades militares y policiales. El asesinato sistemático de agentes de policía para sacar patente de «combatiente», quitarles el arma, la placa y a veces el ansiado uniforme, fueron todos hechos que formaron parte de esa misma secuencia y permitieron dibujar un «perfil del guerrillero» con el denominador común de su pertenencia mayoritaria a las clases medias y altas”.

Otro personaje nefasto que promovió la violencia fue Juan D. Perón. Alentó a los sectores pro-soviéticos para crear condiciones caóticas en la Argentina previendo su futuro acceso al mando gubernamental. Una vez en el poder, alentó el aniquilamiento de sus antiguos aliados. Quienes pretenden, ideológicamente hablando, ubicar a Perón, podrán quedar desconcertados, por cuanto el peronismo es un movimiento que apunta hacia el logro del poder utilizando el disfraz ideológico que convenga según la circunstancia o la época. El autor citado escribió:

“En el año 1957 aparecía la «Juventud Peronista» para llevar adelante esta «resistencia». Fue la época en que Perón llamaba a la insurrección popular en un intento por recuperar la presidencia. Su convocatoria era una apelación al odio y la violencia que terminaría canalizándose a través del «Peronismo Revolucionario», su expresión material fue «el caño»; el artefacto explosivo casero que atronó por doquier”. “Los mensajes de Perón desde el exilio sufrían una metamorfosis cualitativa. El lenguaje, pleno de citas a Mao y Lenin, señalaba un claro viraje ideológico que llenaba de desazón a sus seguidores ortodoxos y subyugaba a los jóvenes”.

Cuando Perón llega a su tercer mandato, favorece la formación de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) para combatir a sus ex-aliados marxistas, quienes a su vez habían intentado usar al peronismo como una vía para el acceso al poder y la anexión de la Argentina al conjunto de países liderados por la Unión Soviética.

Luego de terminada la “guerra sucia” le sigue la “posguerra sucia” en la cual los terroristas lograron que la opinión pública los considerara como “jóvenes idealistas” que luchaban por un mundo y una sociedad mejor. Tal es así que, cuando se habla de “derechos humanos” en la Argentina, se entiende que se hace referencia a los guerrilleros marxistas, mientras que a los caídos por el bando argentino se les niega incluso la condición de humanos, es decir, de la misma forma en que fueron considerados durante la guerra sucia. Vicente Massot escribió:

“El resultado militar de la contienda, que tuvo un principio y un fin en el tiempo, fue favorable a las Fuerzas Armadas. Inversamente, el resultado político favoreció a sus adversarios. Fenómeno éste –que los vencedores terminaran haciendo el papel de vencidos y los perdedores ganasen la batalla política después de muertos- nunca antes visto, cuando menos en el mundo moderno. Ello fue producto, entre otras cosas, de una sutil, paciente, atrevida y, a la vez, sectaria reconstrucción histórica a la que se consagraron, sin prisa pero sin pausa, quienes habían sido derrotados. Las distintas capillas intelectuales de la izquierda, de ordinario comprometidas directa o indirectamente con la subversión, encontraron en la historia, como disciplina teórica, una forma de prolongar la guerra por otros medios. Desde 1983 a la fecha en la Argentina sólo se ha escuchado esa campana” (Del Prólogo de “Por amor al odio”).

También puede decirse que pocas veces en la historia se ha dado el caso de que una parte significativa de un pueblo apoye al invasor que trata de arrebatarle tanto la soberanía nacional como la propia dignidad humana. Si deseamos alguna vez superarnos como Nación, debemos sentir, al menos, algo de patriotismo, en lugar a plegarnos a quienes pretendieron destruirnos material y moralmente.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Penetrando la naturaleza humana

En el ámbito de las ciencias humanas y sociales se acepta que la conducta humana depende tanto de factores hereditarios como de la influencia cultural que proviene del medio familiar y social, estimándose la importancia de ambos factores en un 50%. De ahí que se denomina naturaleza humana al aspecto enteramente biológico, sobre el cual ha de incidir el aspecto cultural. Haciendo una analogía con una computadora digital, puede decirse que la naturaleza humana se asemeja al hardware (circuitos eléctricos) mientras que la influencia cultural resulta similar al software (programación). Podemos precisar algo más la definición de la naturaleza humana identificándola con el contenido de los estudios derivados de la neurociencia, la cual estudia la estructura básica del cerebro tal como fue moldeado por el proceso de la evolución biológica.

En la actualidad, no resulta difícil aceptar tal afirmación, por cuanto estamos familiarizados con los resultados que provienen de los estudios acerca del cerebro como también lo estamos respecto de las computadoras digitales, algo que no ocurría algunas decenas de años atrás. Sin embargo, todavía persisten las opiniones de quienes afirman que “no existe algo así como la naturaleza humana”. En ese caso, tienen presentes seguramente sólo los aspectos culturales del comportamiento humano, que admiten diversas variantes, sin advertir que existe un sustrato cerebral sobre el cual se deposita tal influencia.

Uno de esos casos fue el del psicólogo conductista John B. Watson quien, desde pequeño, sufrió de miedo a la oscuridad, siendo un comportamiento condicionado por la influencia de una persona que lo tenía a su cargo durante algunas horas al día. D. Cohen escribió: “La niñera le dijo que el demonio acechaba en la oscuridad y que si alguna vez se levantaba durante la noche, el Malvado podría sacarlo de la penumbra para llevarlo directo al infierno. Aparentemente, Emma [la madre] no hizo nada por evitar que la niñera siguiera infundiendo tales terrores a su hijo menor. Lo más probable es que lo haya aprobado. Después de todo, sentir terror por el demonio era lo adecuado y prudente. Siendo un bautista fundamentalista, creía que Satanás siempre estaba merodeando. Todo esto ocasionó que Watson sufriera de terror a la oscuridad durante el resto de su vida. De hecho, llegó a admitir abiertamente que había estudiado si los niños nacían con miedo instintivo a la oscuridad, porque él nunca había podido deshacerse de esa fobia. Varias veces trató de usar sus principios conductistas para curarse, pero en realidad nunca se las arregló para lograrlo. En su vida adulta, Watson se deprimía con frecuencia y, en esos periodos, a veces tenía que dormir con la luz encendida” (Citado en “Historia de la Psicología” de B. R. Hergenhahn-Cengage Learning Editores SA-México 2011).

Uno de los experimentos llevados a cabo por Watson consistió en estudiar el condicionamiento de la conducta de niños pequeños, precisamente para comprobar si el miedo a algunos animalitos se les podía inducir o condicionar. Henry E. Garrett escribió: “Watson se decidió a ver si podía formar un miedo condicionado en el laboratorio. Su sujeto fue un niño, Alberto B., de 11 meses de edad, de carácter impasible flemático. Primero se determinó mediante pruebas reales que no tenía miedo a los animales de pelo, como el conejo o la rata blanca”.

“Sin embargo, la reacción de Alberto al ruido fuerte producido al golpear una barra de acero con un martillo era, claramente, de miedo. Hacía pucheros, levantaba los brazos, se daba vuelta para huir del ruido y comenzaba a lloriquear. El problema que Watson se planteó fue el siguiente: ¿puede un animal sustituir al ruido fuerte y convertirse, así, en un objeto-miedo? La disposición del experimento fue ésta: primero, se le presentó la rata blanca a Alberto. De inmediato, trató de tomarla y tan pronto como la tocó se le dio a la barra de acero, que estaba precisamente atrás de su cabeza, un golpe fuerte. La reacción de miedo apareció de inmediato. A la siguiente vez que el niño trató de alcanzar a la rata, se repitió el ruido con el mismo resultado: miedo claro y distinto. Siete días después el niño miró con cautela a la rata cuando se le presentó, y se negó a tocarla” (De “Las grandes realizaciones de la psicología experimental”-Fondo de Cultura Económica-México 1958).

De la experiencia descrita puede inferirse, además, que el niño confunde la correlación entre rata y ruido, por una causalidad entre ambos. Esto se asemeja, en cierta forma, a las cábalas que los adultos establecemos cuando asociamos el triunfo de la selección nacional de fútbol al hecho de haber visto el partido por televisión sentado en un determinado lugar. Luego, para el próximo partido, tratamos de que todos los detalles se mantengan iguales “por si acaso” la correlación implica en realidad una causalidad.

Watson pensaba que toda nuestra conducta se conformaba en base a la influencia recibida en nuestro medio familiar y social, sospechando que, lo que ahora conocemos como plasticidad neuronal, era en realidad una plasticidad total. Al respecto escribió: “Dadnos una docena de niños sanos, bien formados, y un mundo apropiado para criarlos, y garantizamos convertir cualquiera de ellos, tomado al azar, en determinado especialista: médico, abogado, artista, jefe de comercio, pordiosero o ladrón, no importa los talentos, inclinaciones, tendencias, habilidades, vocaciones y raza de sus ascendientes” (Citado en “Psicologías del siglo XX” de Edna Heidbreder-Editorial Paidós-Buenos Aires 1967).

La creencia de que el hombre actúa sólo por la influencia recibida del medio social resultó bastante más perjudicial que el relativismo cultural, moral y cognitivo, por cuanto aparecieron algunos “ingenieros sociales” que creyeron que sus dotes humanas “superiores y excepcionales” podrían convertirlos en los creadores de la futura humanidad, condicionándola en base a la propuesta de Karl Marx. De ahí el origen del “hombre nuevo soviético”, que se amolda a la sociedad sin clases y se une a sus semejantes mediante el trabajo colectivo bajo el lema “De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad”. Tal sugerencia, en realidad, derivó en una imposición que no contemplaba excepciones. De ahí que el plan fracasó rotundamente por la sencilla razón de que existe la naturaleza humana.

Puede decirse que el marxismo es la ideología que tiene, como principal enemigo, a la propia naturaleza humana, ya que ésta se resistió a adaptarse a la “naturaleza artificial” que se le trató de imponer bajo los diversos regimenes comunistas. Alfredo Sáenz escribió: “La Revolución se ha propuesto algo nunca visto: cambiar la naturaleza humana, haciendo que el hombre viva en la utopía como si ello fuera lo normal. Bertrand Russell fue uno de los primeros en advertirlo cuando al llegar en 1930 a la joven República Soviética, con gran horror se encontró en pleno reino de la utopía: «Todo el mal deriva de la visión del mundo de sus bolcheviques, de su dogmatismo vengativo y de su convicción de que puede transformar por la fuerza la naturaleza humana….»”.

“Se trata de educar al hombre soviético en base a una ideología bien determinada. De ahí el grave error que cometen los occidentales cuando analizan el fenómeno marxista olvidando la ideología que lo impregna”. “La esencia del régimen soviético es una ideología, pero una ideología en el poder, en orden de crear un sistema de reflejos condicionados que ponga a cada ciudadano soviético en la necesidad de pensar y actuar como comunista”. “El ideólogo fija el objetivo, el tipo de hombre que hay que formar, y una vez definido el carácter de ese hombre nuevo en sus grandes líneas, el creador –el nuevo dios creador- escoge sus instrumentos. Ya se recurrió a un surtido extremadamente variado de instrumentos, dolorosos unos, anestesiantes otros, con el fin de llevar adelante un plan cuyos detalles podrán alguna vez modificarse, pero que en sus aspectos esenciales persevera siempre invariable” (De “De la Rus` de Vladímir al «hombre nuevo» soviético”-Ediciones Gladius-Buenos Aires 1989).

Como ejemplo de estudios realizados sobre aspectos no culturales de nuestro comportamiento, podemos considerar a la psicología de los gestos; muchos de ellos aparecen idénticos en distintos pueblos sin que hayan existido vínculos previos entre los mismos. Unos de esos gestos fueron observados por Víktor Frankl quien interpretó los de afirmación y negación asociándolos a la aceptación, o no, de la comida que a una persona se le ofrece. La respuesta afirmativa implica un movimiento de la cabeza similar al acto de masticar, mientras que la respuesta negativa implica un movimiento de giro, hacia un lado y el otro, como es el caso de los niños que cierran su boca y mueven la cabeza cuando no les gusta alguna comida.

En cuanto a la psicología que estudia las distintas respuestas ante los estímulos correspondientes, puede decirse que, en general, hace referencia a los diversos aspectos de la naturaleza humana. Sin embargo, es posible utilizar tal método para encontrar respuestas generales de la personalidad que incluyan tanto los aspectos biológicos como culturales, tal el caso de la actitud característica, que resulta ser una variable esencial en las descripciones establecidas en la psicología social. Atendiendo en forma intuitiva la existencia de tal respuesta, el cristianismo propone el tránsito hacia el hombre nuevo adaptando nuestra actitud hacia una tendencia predominantemente cooperativa, para optimizar nuestro comportamiento. De ahí que el cristianismo sea compatible con la ciencia experimental mientras que el marxismo no lo sea, aunque generalmente se crea y se acepte todo lo contrario.

El atributo psicológico individual, que resulta esencial para la descripción de la conducta humana, es la actitud característica. Es una respuesta típica de cada ser humano que puede definirse como la relación entre respuesta y estímulo. Así, mientras que la psicología general estudia principalmente los atributos asociados a nuestra naturaleza humana, y la antropología estudia principalmente aquellos que provienen de la influencia cultural, en base a pares respuesta/estímulo, la psicología social lo hace considerando ambos aspectos conjuntamente, ya que la actitud característica es una respuesta típica que depende tanto de nuestra naturaleza humana hereditaria como de la influencia recibida del medio social y cultural.

Es de destacar que toda mejora social o individual provendrá finalmente del cambio asociado a nuestra actitud característica. De ahí que una mejora ética se logrará bajo un condicionamiento de nuestras emociones mediante el pensamiento. Así, la cultura podrá influir en el individuo, optimizando su comportamiento ético, mediante un proceso incluido bajo el fenómeno general del condicionamiento psicológico, pero esta vez no dependerá de procesos como el de Watson antes citado, sino que se deberá a la previa posesión de ideas que derivan de una adecuada descripción de nuestra naturaleza humana. Por ello podemos asociarlo a la evolución y posterior adaptación cultural de la humanidad:

Adaptación cultural al orden natural = Condicionamiento cultural

martes, 15 de octubre de 2013

Indices de inflación y de producción

Para obtener información, tanto de la inflación como de la producción, el Estado se basa en datos extraídos de las facturaciones realizadas a lo largo de un año como consecuencia de los intercambios en el mercado. En el caso argentino actual, se sabe que el índice de inflación oficial proviene de una grosera adulteración de las estadísticas realizadas, algo que todo habitante puede comprobar fácilmente. Sin embargo, como indican algunos economistas, al reducir “artificialmente” la inflación, se eleva también “artificialmente” la producción, que se mide mediante el PBI (producto bruto interno). Podemos apreciar la situación mediante un ejemplo numérico:

En un año se venden 100 unidades de cierta mercadería a $ 10 por unidad. Monto: $ 1.000

En el año siguiente, se venden 100 unidades de la misma mercadería a $ 12 por unidad. Monto: $ 1.200

Ello implica que no hubo aumento de la producción por cuanto se vendió, y se produjo, la misma cantidad de unidades en ambos años. El aumento del precio fue del 20%. Entonces:

Inflación anual: 20%
Incremento del PBI: 0 %

Sin embargo, el Estado enuncia los siguientes datos falsos:

Inflación anual: 5%
Incremento del PBI: 14,28 %

Como la inflación “artificial” se fijó en el 5%, se supone que el precio aumentó de $ 10 a $ 10,50. De ahí que las 100 unidades vendidas en el segundo año implicarían un monto de 100 x $ 10,50 = $ 1.050. Pero, como la facturación fue de $ 1.200 pesos, debe “ajustarse” la cantidad de unidades vendidas para llegar desde los $ 1.050 hasta los $ 1.200, es decir, hay que justificar, con producción ficticia, la diferencia de $ 150

Luego, el supuesto incremento de unidades vendidas será: $ 150 / $ 10,50 = 14,28 unidades (se supone, para simplificar, que las unidades son fraccionables). Entonces, en lugar de enunciar un cambio real nulo de la producción, se enuncia un incremento ficticio de 14,28 unidades, lo que implica un 14,28% de aumento anual de la producción, en el rubro considerado. De ahí que, en la Argentina kirchnerista, en lugar del publicitado aumento del PBI a tasas chinas, podemos hablar también del aumento del PBI como un cuento chino. Aun si algo de verdad hubiese en ese crecimiento, recordemos que los países crecen en función del crecimiento del capital invertido per capita, y no por el consumo.

En realidad, cuando se trata de tergiversar resultados estadísticos, el funcionario actuante no se molestará demasiado en hacer cálculos, sino que anotará los números finales que crea convenientes para la finalidad buscada.

Debido a que circulaba el rumor de que tal manipulación del índice de inflación se hacía para pagar menores ajustes a los bonos emitidos por el Estado, ajustados por inflación, un sector importante de la población justificó tal manipulación de las variables macroeconómicas suponiendo que ello tenía como finalidad estafar a los sectores adinerados. Sin embargo, resulta que también se emitieron bonos que se ajustan en función del aumento del PBI, por lo cual el Estado deberá pagar montos bastante importantes debido a la tergiversación de la variable respectiva.

Al estar los bonos, ajustables por inflación, mal ajustados, se perjudica principalmente al organismo de jubilaciones y pensiones (ANSES), mientras que los bonos ajustados por el PBI, al estar mal ajustados, beneficia a distintos inversores privados, por lo cual surge el interrogante acerca de porqué quienes dirigen al Estado han decidido perjudicar a unos y beneficiar a otros, abriendo sospechas respecto de los beneficiados, quienes podrían tener algún vínculo con el gobierno, o bien tal decisión sólo se debió a la habitual incapacidad para la gestión estatal.

La otra explicación consiste simplemente en que, al ser prioritario para el kirchnerismo la continuidad y la ampliación del poder, enuncian una baja inflación y un elevado aumento del PBI para acrecentar el apoyo de los votantes en futuras elecciones. Incluso resultó llamativo que algunos economistas extranjeros elogiaran el “modelo económico”, que lleva varios años con más del 20% anual de inflación, lo que se debe, seguramente, a que ni siquiera se les habrá pasado por la mente imaginar que las propias autoridades de una nación procederían a tergiversar groseramente los índices macroeconómicos. Además, una baja inflación y un aceptable aumento del PBI implicarán una reducida pobreza, algo que contrasta notablemente con el estimado 26% de la población bajo esa condición.

Otras de las consecuencias de la manipulación de variables, esta vez asociada al presupuesto nacional para el 2014, es que ubicarían para la fecha de entrada del próximo gobierno, en el 2015, una especie de bomba de tiempo consistente en un vencimiento de unos 4.000 millones de dólares adicionales que el Estado debería pagar a los poseedores de bonos ajustados por el PBI. Como el gobierno entrante no habrá tenido la oportunidad ni la posibilidad de tomar los recaudos a tiempo, se verá de entrada en apuros, por lo que pareciera ser una estrategia de las actuales autoridades para desprestigiar la próxima gestión de gobierno. Ello se debe a que suponen una probable derrota electoral.

Como la mayor parte del pueblo, del periodismo y de la intelectualidad analiza los hechos teniendo presente el corto plazo, incluso sólo el momento presente, el plan puede resultar efectivo. Incluso tales sectores critican severamente a la década de los 90, cuando se produjo la etapa de tecnificación del sector agrario, siendo el capital productivo que impide un mayor deterioro económico, actitud que resulta compatible con el apoyo a la tendencia kirchnerista de favorecer el consumo y desalentar a la inversión.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Economía vs. populismo

Podemos distinguir dos formas típicas, y extremas, para encarar la descripción y la posterior resolución de los problemas económicos de una sociedad. Uno de esos extremos está constituido por el pensamiento conforme a la ciencia económica, que la toma como referencia junto con las experiencias ocurridas en el propio país y también en el extranjero (liberalismo). En el otro extremo tenemos al pensamiento que no la tiene en cuenta, ni tampoco a las experiencias del pasado y que se atiene principalmente a algún tipo de ideología totalitaria (populismo).

La preferencia de algunos pueblos por el populismo se debe, muchas veces, a los desaciertos cometidos por reconocidos economistas, o también por asociarse maliciosamente a un economista todos los inconvenientes circunstanciales que debió afrontar una nación en determinada época. Tenemos un caso similar al de la gente que acude al curandero por cuanto alguna vez concurrió a un médico que se equivocó en el pronóstico de una enfermedad, o en el método curativo, o en ambos, y de ahí que varios pacientes concluyan en que la ciencia médica tiene poco valor y que resulta por ello conveniente ir al curandero.

Entre los principales problemas que se deben resolver están el de la pobreza y el desempleo. Para el pensamiento económico, la solución consiste en apuntar hacia un aumento del capital productivo invertido, ya que, de esa forma, los sueldos tienden a subir y se amplía la oferta de trabajo. De ahí que resulta poco recomendable toda tendencia que malgaste o consuma parte del capital acumulado en una nación, o que ahuyente los capitales hacia otros países luego de haber realizado expropiaciones, o bien por exigir impuestos excesivos. Alberto Benegas Lynch (h) y Martín Krause escribieron:

“No resulta posible promover seriamente la ayuda al necesitado si simultáneamente se boicotea el sistema que permite ampliar la producción. El proceder de esta manera revela un inaceptable doble discurso y un círculo vicioso imposible de vencer. A medida que la capitalización aumenta, muchos de los que antes eran considerados marginales entran con vigor en el proceso de producción. En la medida que aquel proceso se tiende a debilitar se revierte la situación y comienza a multiplicarse la pobreza en una barranca abajo que termina como una candela quemada en las dos puntas”.

“Cada medida que debilita el proceso productivo, por más insignificante que parezca, es un atentado contra los pobres. El más pequeño resquebrajamiento del sistema implica que una persona no come, que una persona no puede atender su salud o que una persona no puede educarse” (De “En defensa de los más necesitados”-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1998).

Para el pensamiento populista, la pobreza no es un problema tan serio como la desigualdad económica, ya que apunta principalmente a proteger al individuo del penoso sentimiento de la envidia. Si toda la población fuera igualmente pobre, o igualmente rica, se resolvería el problema, por lo que apunta generalmente a lo más fácil de lograr, que es el primer caso. De ahí que la táctica seguida sea la de la redistribución de las riquezas.

Con los aportes recibidos por el Estado, proveniente de los sectores productivos, el populismo procede a redistribuirlos entre el resto de la población, ya que previamente fueron distribuidos por el mercado. Si esos aportes llegaran íntegramente a los más necesitados, seguramente se solucionaría el problema. Sin embargo, existen tres factores que impiden ese resultado. El primero es que la ayuda social va tanto a los sectores necesitados como a los no necesitados (porque el Estado paternalista “ama a sus hijos” igualitariamente), el segundo radica en que se necesita cierta administración adicional, o burocracia estatal, para realizar la redistribución, mientras que el tercero radica en que, muchas veces, la corrupción asociada a dicha burocracia limita severamente el dinero que llega finalmente a quienes más lo necesitan. Los autores citados escribieron:

“Un meduloso estudio de Michael Tanner muestra que el gobierno de los EEUU declaró «la guerra a la pobreza» en 1965, se gastaron en ese país 5,4 billones de dólares para «combatir» la pobreza hasta 1996. El resultado de esa guerra y de los respectivos combates que insumió la cantidad referida de recursos –monto verdaderamente impresionante por cierto- es que hay más gente bajo la línea de pobreza sobre el total de la población que la que había al comenzar «la contienda». Para apreciar la cantidad astronómica de recursos que significaban los 5,4 billones de dólares consumidos por el gobierno en esta pelea tan mal concebida, señala el autor que con esa cantidad se podrían comprar los activos netos de las 500 empresas «top» según la revista Fortune y toda la tierra destinada a la producción agrícola de los EEUU”.

“El estudio revela que al comenzar este «programa» en 1965, 70 centavos de cada dólar llegaban a los destinatarios y el gobierno retenía 30 y, en la actualidad, las cifras se revirtieron: sólo 30 centavos de cada dólar llegan al destinatario y 70 se quedan en el camino, es decir, en las agencias gubernamentales y en los bolsillos de los burócratas. Y tengamos nuevamente en cuenta que estamos hablando del país más eficiente de la tierra…imaginemos lo que queda para el resto”.

Si tal porcentaje (30%) del gasto llega en un país en donde la corrupción es mediana, podemos suponer que en aquellos países en que la corrupción es muy alta podrá llegar a cifras entre un 10 o un 20%, siendo optimistas. De ahí que el redistribucionismo resulta, en general, bastante ineficaz. La razón de ello es que los recursos extraídos del sector productivo no van a parar a la inversión y al trabajo genuino, sino a la redistribución mencionada. También los trabajos estatales, promovidos para combatir la desigualdad social, absorben recursos que limitan posibles aportes a la inversión productiva. Esto explica porqué, luego de 10 años de kirchnerismo, a pesar de los buenos precios de las exportaciones agrícolas, el porcentaje de pobreza ronda el 26% de la población.

Cuando el “estado benefactor” toma a su cargo la ayuda social, promueve que tal actividad solidaria se reduzca en la población. Los citados autores escriben: “Resulta claro que si el Estado le saca la totalidad de sus recursos a los contribuyentes no habrá posibilidad alguna de que estos ayuden con fondos a nadie. Ahora bien, sin llegar a este extremo, cuantos más recursos le saque el gobierno a la gente, menores disponibilidades tendrá para obras caritativas y de beneficencia. Además de apoderarse de cuantiosas sumas, si los gobiernos se arrogan la función de «caridad» (y, dicho sea de paso, también destinan una porción sustancial del presupuesto público para publicitar dichas tareas) los gobernados terminan creyendo que en verdad es función estatal socorrer a los más necesitados”.

“La idea de la caridad también se degrada al manosearla en campañas políticas en las que se tolera que se recurra permanentemente al plural afirmando que «tenemos» que ayudar a los pobres y «nos comprometemos» a entregarles tales y cuales cosas. Este lenguaje impropio pasa por alto por lo menos dos cosas. En primer término, que especialmente la caridad requiere del singular, es decir, el autopreguntarse qué es lo que uno concretamente está haciendo en lugar de vociferar con un plural que sirve para ocultar la propia conducta y diluir responsabilidades. En segundo lugar, no tiene sentido «comprometer» recursos ajenos. Es muy fácil asegurar por la fuerza el aporte de los fondos que provienen de otros bolsillos, pero es una irresponsabilidad manifiesta el proceder de esta manera”.

“La mayoría se va tornando activista y termina por demandar fondos de los bolsillos ajenos. Esta exigencia es captada por demagogos que incorporan el redistribucionismo como parte de textos constitucionales, códigos y legislaciones diversas con lo cual se consagra un nuevo «derecho»”.

Por lo general, el populista cree en su “superioridad moral”, debida a sus “nobles sentimientos”, en oposición a la “perversidad” e “indiferencia” de los sectores liberales, mentalidad que prevalece en los países subdesarrollados. Entre los casos típicos tenemos al peronista. Alberto Benegas Lynch (h) y Martín Krause escribieron: “A partir del protagonismo de la Fundación Eva Perón y de la Secretaria de Trabajo y Previsión se impuso, mediante una abrumadora campaña masiva de difusión, «un nuevo concepto de beneficencia»”. “Se intentó por todos los medios eliminar el concepto de ayuda al necesitado para reemplazarlo por el criterio de «justicia» al damnificado. Según esta concepción, la pobreza no era una cuestión que demandara ayuda de los benevolentes sino que requería ser «indemnizada» por tratarse de un acto de injusticia. La «ayuda social» era más bien un acto de «justicia» que de benevolencia. El Estado era el encargado de remediar, de equiparar el daño realizado al pobre”.

“El pobre ya no tenía que pedir ayuda sino que podía reclamar un derecho. Es una cuestión de «justicia social», un tema de Estado, una prioridad absoluta de la acción del gobierno. Este cambio sustancial de mentalidad fue muy profundo, llegando hasta nuestros días y se ha incorporado al hábito de los argentinos”. “El cambio fue llevado a cabo de manera violenta, a pesar de que ya se estaba insinuando en los escritos y las demandas de los socialistas de los años veinte. No obstante el odio impulsado desde la Fundación Eva Perón hacia las entidades voluntarias de beneficencia fue determinante del cambio de mentalidad. Las entidades de beneficencia y los socorros mutuos fueron desapareciendo paulatinamente a medida que crecía el protagonismo del Estado benefactor y de su brazo privado, la Fundación”.

Tanto Perón como Eva Duarte de Perón fueron personajes influyentes de la política argentina, aclamados por medio país por amar a los pobres y repudiados por la otra mitad por odiar a los ricos y a la oposición. El sector peronista siempre asoció al antiperonismo cierta malignidad intrínseca, mientras que el sector antiperonista criticó al peronismo por la promoción del odio colectivo revestido con ropajes humanistas y solidarios. El fundamento del peronismo está ligado a la “ley de Marx”: los pobres poseen virtud y carecen de defectos, mientras que los ricos sólo tienen defectos y carecen de virtud. En “La razón de mi vida”, Eva Perón escribió: “No. No es filantropía, ni es caridad, ni es limosna, ni es solidaridad, ni es beneficencia. Ni siquiera es ayuda social, aunque por darle un nombre aproximado yo le he puesto ése. Para mí, es estrictamente justicia. Lo que más me indignaba al principio de la ayuda social, era que la calificasen de limosna o de beneficencia”.

“Porque la limosna para mí siempre fue un placer de ricos, el placer desalmado de excitar el deseo de los pobres sin dejarlo nunca satisfecho. Y para eso, para que la limosna fuese aún más miserable y más cruel, inventaron la beneficencia y así añadieron el perverso placer de divertirse alegremente con el pretexto del hambre de los pobres. La limosna y la beneficencia son para mí ostentación de riqueza y de poder para humillar a los humildes”. “Durante cien años, el pueblo argentino sólo ha recibido las migajas que caían de las mesas abundantes de la oligarquía, que primero lo explotaba y después, para quedar en paz con la conciencia, le tiraba las sobras de sus fiestas”.

Para difundir el odio peronista en forma masiva, el libro “La razón de mi vida” fue impuesto como lectura obligatoria en todos los niveles y en todos los colegios del sistema educativo nacional. Cuando el Estado sustituye la solidaridad individual, o la descalifica, restringe la posibilidad de la expresión de los mejores sentimientos humanos. El pueblo argentino, que se enorgullece por su “viveza”, fue embaucado por quienes inocularon por varias generaciones el odio colectivo entre sectores, lo que implica una degradación humana de gran magnitud, por cuanto el odio, con sus componentes de burla y envidia, son los peores atributos que pueda poseer un ser humano.

Como todo pensamiento que tenga en cuenta a la ciencia económica, y a las experiencias pasadas, es descalificado como “inhumano”, al menos deben hacerse conocer las causas por las que la Argentina padece su situación de subdesarrollo sostenido, a pesar de haber transitado por el camino del desarrollo en épocas en que todavía no había aparecido el populismo.

lunes, 7 de octubre de 2013

Posmodernidad vs. modernidad

Es deseable disponer de un terreno firme para poder construir un gran edificio. En forma similar, para la construcción del edificio de la ciencia, es deseable disponer de un marco firme y estable, tal el vislumbrado por el Iluminismo, o la Ilustración, movimiento intelectual y científico al cual se asocia la modernidad. Entre sus propuestas se destacan la confianza en la razón, el rechazo al mito, la investigación libre, el naturalismo, el cientificismo, el utilitarismo, el respeto por la tecnología, el universalismo, el individualismo y el modernismo junto a la confianza en el futuro, según la opinión de Mario Bunge (en “La relación entre la sociología y la filosofía”). El desarrollo posterior de la ciencia fue promovido por la actitud modernista, sin embargo, a partir de mediados del siglo XX, aparece un rechazo a sus lineamientos básicos que consiste, principalmente, en el distanciamiento de los estudios sociales respecto de los conceptos iluministas, dando origen a lo que algunos autores denominan la posmodernidad.

Los tres campos de discusión se asocian principalmente a la ciencia, la ética y el arte, que admiten un carácter objetivo, desde el punto de vista de la modernidad, mientras que para la posmodernidad todos ellos resultan ser esencialmente subjetivos, de ahí la incompatibilidad de ambas visiones de la realidad. Esther Díaz escribió: “El espíritu de las luces dieciochesco –es decir, la Ilustración o madurez moderna- defendió la idea progresista de la historia. Concibió la cultura conformada por tres esferas: la ciencia, la moralidad y el arte. Estas esferas se validaban, respectivamente, por medio de la verdad, el deber y la belleza. Además, convergían al orientarse por el ideal de la unidad de la ideología del Progreso. Pues, en tanto y en cuanto la razón gobierna las acciones humanas, la humanidad se dirige hacia su perfección. Los tres ámbitos podrían en un futuro confluir en una unidad plena. En esa unidad suprema se fundirían todos los deseos y las opiniones particulares. La subjetividad concentraría su posibilidad máxima accediendo a la universalidad de la razón, gran ideal de la «humanidad»”.

“Desde la perspectiva que defiende los valores modernos, se pretende que existe objetividad absoluta y unidad metodológica en la ciencia, legalidad universal en la moral y una lógica (racional) interna en el arte. Pero desde las prácticas y los discursos contemporáneos, asistimos a la siguiente realidad: cada ciencia impone sus reglas de juego, la moral se rige por una pluralidad de códigos y el arte no se atiene a imperativos meramente racionales, sino más bien creativos, sensitivos, irónicamente eruditos e incluso populares”.

“El discurso de la modernidad se refiere a leyes universales que constituyen y explican la realidad. Algunos de sus términos son determinismo, racionalidad, universalidad, verdad, progreso, emancipación, unidad, continuidad, ahorro, mañana mejor. El discurso de la posmodernidad, en cambio, sostiene que sólo puede haber consensos locales o parciales (universales acotados), diversos juegos de lenguaje o paradigmas inconmensurables entre sí. Algunos de sus términos son deconstrucción, alternativas, perspectivas, indeterminación, irreversibilidad, descentralización, disolución, diferencia. La modernidad fue rica en «ismos»: iluminismo, modernismo, empirismo, racionalismo, positivismo; la posmodernidad es rica en «post»: posestructuralismo, posindustrial, poscrítica, poshistoria, posciencia, posfilosofía, postsexualidad” (De “Posmodernidad”-Editorial Biblos-Buenos Aires 2005).

Considerando principalmente los ámbitos de la ciencia y de la ética, encontramos un antagonismo esencial entre ambas tendencias, ya que la modernidad admite la posibilidad de una verdad objetiva y universal, en oposición al relativismo cognitivo asociado a la posmodernidad. Además, la modernidad admite la posibilidad de una ética objetiva y universal, en oposición al relativismo moral asociado a la posmodernidad. La modernidad sostiene que, con el tiempo, tanto la ética como la religión podrán ser fundamentadas por la ciencia, mientras que la posmodernidad niega tal posibilidad. Armando Roa escribió: “Una actitud que asombra y que sin embargo aparece natural, es una especie de paso desde la ética de los deberes a la ética de los derechos en los últimos veinte años. La ética siempre fue una disciplina ocupada del deber ser, o sea, la que discernía entre lo que se quiere y se puede hacer, y a su vez, lo que cabe hacer sin evadirse de lo correcto”.

“Se reclama si se vulnera el más pequeño de los derechos, y de hecho suena mal hacerle presente a alguien sus deberes. Se podría pensar que todo derecho involucra un deber, pero la posmodernidad maximiza los derechos y en cambio tiene una mirada benévola, comprensiva, silenciosa, para las evasiones de deberes. Parece curioso sin embargo que la situación engendrada por este paso a la ética del posdeber, no haya provocado un caos en la vida social, como sería lo esperado” (De “Modernidad y posmodernidad”–Editorial Andrés Bello-Santiago de Chile-1995).

Al predominar la actitud hedonista y consumista, el hombre posmoderno compra a crédito, beneficiando al presente y sacrificando al futuro. Si se dedicara a ahorrar, o a invertir, sacrificaría el presente en favor de cierta seguridad futura. La búsqueda permanente del placer hace que desatienda otros aspectos como los deseos de trabajar y de estudiar, algo que se refleja en los pobres rendimientos escolares que se están dando últimamente. Ante la ausencia de un sentido de la vida, asociado al vacío existencial, existe una necesidad de evasión de la realidad, lo que conduce frecuentemente al alcoholismo y a la drogadicción.

La interpretación posmoderna de la ciencia, de sus objetivos y de sus resultados, ha producido una ruptura entre las diversas ramas de la ciencia experimental, por una parte, y algunas posturas de la filosofía y de la sociología, por otra parte. Estas últimas, desvinculadas totalmente de la ciencia, parecen hablar un idioma distinto, por lo cual no tiene mayor sentido intentar comunicación alguna, ya que sus resultados son recíprocamente ignorados. Esther Díaz escribió: “La pretensión de una uniformidad subyacente que explicaría toda la realidad, con el aval de una objetividad universal, responde al modelo de ciencia propio de la modernidad. Hoy se impone otro estilo. No se niega la objetividad, pero se la redefine. Lo objetivo está condicionado por relaciones de poder y, obviamente, de verdad. No obstante, también la verdad es una construcción histórico-cultural”.

Si tomamos a la física como ejemplo, podemos decir que sus resultados dependen de la verificación experimental de las descripciones propuestas. Al existir un mundo real, independiente de que lo observemos, o no, el comportamiento de la naturaleza no contempla para nada “las construcciones histórico-culturales” que sobre ella podamos hacer, ni tampoco del poder, económico o de cualquier tipo, de quien realice una investigación. Steven Weinberg escribió: “Es sencillamente una falacia lógica pasar de la observación de que la ciencia es un proceso social a la conclusión de que el producto final, nuestras teorías científicas, es el que es a causa de las fuerzas sociales e históricas que actúan sobre el proceso. Un grupo de escaladores podrá discutir sobre cuál es la mejor vía hacia la cima, y estas discusiones pueden estar condicionadas por la estructura histórica y social de la expedición, pero al final encuentran o no una buena vía hacia la cima, y cuando lo hacen la reconocen. (Nadie pondría a un libro sobre escalada el título de «La construcción del Everest»)” (De “El sueño de una teoría final”-Crítica-Barcelona 1994).

Como ejemplo, podemos considerar a la Electrodinámica cuántica, cuyos resultados previstos por la teoría difieren de la experiencia recién en el décimo lugar luego de la coma decimal. De ahí podemos sacar algunas conclusiones; una, que podemos encontrar descripciones muy cercanas a la realidad, o a la verdad, ya que ésta implica un error nulo. Otra, que el éxito de tal teoría no se debió a la influencia de poderes políticos o económicos, sino a la aptitud de los científicos que lograron realizarla. Tampoco su validez depende del consenso científico, y menos del popular, ya que la aproximación a la realidad no depende de los gustos particulares ni colectivos de la gente, sino de la divergencia existente entre descripción y realidad. En el resto de las ramas de la ciencia pasa algo semejante, a pesar de que muchas veces, por consenso, se pueda aceptar como válida una teoría errónea, lo que no invalida lo anterior, sino que en ese caso debe decirse que tal rama de la ciencia se halla todavía en una etapa precientífica y, por lo tanto, resulta ser poco confiable.

Si aceptamos la definición de “ciencia experimental” aceptada por los científicos, tal el de un proceso cognitivo cuyos resultados difieren de la realidad con un cierto error, y de cuya magnitud se infiere su carácter científico, o no, debemos considerar que las opiniones que provienen de otros ámbitos y que utilizan el término “ciencia” para designar algo muy distinto, no deben considerarse seriamente por cuanto se refieren a otra cosa, y no a la ciencia en sí. La ciencia produce resultados cuya validez es objetiva por cuanto, en principio, todos pueden realizar o repetir experimentos de validación de hipótesis contrastables. Una actividad cognitiva, en la que la validez de sus resultados dependa de cada observador particular, nada tiene que ver con la ciencia experimental usual y corriente.

De ahí que el antagonismo esencial entre posmodernidad y modernidad, implica en realidad un antagonismo hacia la ciencia surgido desde ámbitos anticientíficos que, no sólo ignoran sus resultados y sus lineamientos básicos, sino también sus conclusiones. De ahí que desde la ciencia tampoco exista el menor interés por conocer escritos de tipo filosófico de autores que pretendan darse el lujo, en pleno siglo XXI, de ignorar los resultados aportados por las distintas ramas de la ciencia experimental. Afortunadamente, gran parte de los científicos sociales pretenden darle seriedad a sus trabajos al adoptar los requisitos impuestos por la mayor parte de las ramas de la ciencia.

El posmodernismo resulta ser una tendencia que busca menoscabar, en el consenso social, valores tales como el bien y la verdad, por cuanto les cercena sus atributos objetivos y universales. Al intentar relativizar los objetivos de la ética y de la ciencia, tiende a impedir la posibilidad de encuadrar al hombre bajo la tendencia general de la adaptación cultural al orden natural. De esa forma, implícitamente está permitiendo una adaptación cultural a algún orden artificial propuesto por algún ser humano, en forma similar a lo que proponían los diversos totalitarismos. Por el contrario, la modernidad afianza la posibilidad de que la ética objetiva constituya la esencia de la religión natural que, como una religión universal, nos acercará en el futuro a la resolución definitiva de algunos de los grandes problemas que nos afectan.

viernes, 4 de octubre de 2013

Lo que el liberalismo económico es, y lo que no es

En el caso del liberalismo, y en forma similar a lo que ocurre con una persona difamada públicamente, antes de describir sus atributos positivos, debe responder a todo aquello que se ha dicho para descalificarlo y que poco tiene que ver con la realidad. Sus principales opositores son los ideólogos totalitarios, quienes, para tener éxito en sus turbias ambiciones, se encargan de eliminar a la competencia mediante cualquier artilugio posible. Las criticas, vengan de donde vengan, si son genuinas, promoverán un mejoramiento del liberalismo, ya que se verá obligado a fortalecer sus puntos débiles. Sin embargo, lo que abundan son las simples descalificaciones que apuntan a una desfiguración total, por lo que resultaría beneficioso que las criticas fuesen dirigidas hacia lo que en realidad consiste. Además, debemos considerar como liberalismo económico al conjunto de postulados y pensamientos emitidos por los intelectuales más representativos, y no por lo que cualquier persona opine o repita al respecto.

La táctica destructiva más común tiene como objetivo cambiar el significado de las palabras hasta que impliquen algo opuesto a lo que originariamente significaban. Carlos Becker escribió: “Los conceptos corrientes sobre el liberalismo económico no son uniformes, ni claros, sino hasta contradictorios. El término ha acabado por ser, como el de «capitalismo» y muchos otros más, usados con exceso, una simple manifestación de sentimiento de hostilidad o simpatía, no de ideas claras y objetivas. Para tales manifestaciones del ánimo no se necesita, a decir verdad, términos. Hasta diríamos que mejor valdría no tenerlos. Sólo engendran lamentables desórdenes, puesto que todo aquel que hace uso inapropiado o hasta deshonesto de los términos, puede llegar, en consecuencia, a las conclusiones más imprevistas y caprichosas. Le será fácil negar o probar todo. Es precisamente esa facilidad la que hace preferir la imprecisión a los espíritus superficiales o poco disciplinados”.

“Razonar con un lenguaje mal hecho, se ha dicho con mucha razón, equivale a pesar con pesas falsas. Esta deshonestidad consciente o inconsciente en el uso de los términos es un hecho y desgraciadamente un hecho común. En los ambientes científicos se la desaprueba y se la ridiculiza, pero en la vida social y política se la soporta con la mayor naturalidad. Toda discusión sobre el liberalismo económico es inútil si no llegamos a ponernos de acuerdo sobre lo que entendemos por él” (De “La economía mundial en las tinieblas”-Buenos Aires 1952).

En cuanto a lo que el liberalismo económico es, puede decirse que se trata de un método de producción utilizado para satisfacer la demanda del consumidor en el mercado, siendo tal individuo el que orienta y determina la producción. Para cumplir eficazmente su misión, el liberalismo se fundamenta en los conocimientos aportados por la ciencia económica, cuyo objetivo es describir el comportamiento económico de los seres humanos en el ámbito social. El citado autor agrega: “En los libros de economía podemos leer que el liberalismo económico es el régimen de estas cuatro libertades: libertad de la producción, libertad de comercio, libertad de trabajo y libertad del consumo”. “Es un sistema económico que reposa sobre la libre iniciativa personal provocada por el afán de lucro, pero mitigada imprescindiblemente por la responsabilidad personal, y que tiene, como corolario y como factor indispensable de equilibrio entre la producción y el consumo, la libre competencia individual”.

Entre las críticas dirigidas aparece la que sostiene que “el liberalismo promueve el egoísmo”. En realidad, toda ciencia social que describa aceptablemente al ser humano real ha de encontrar al egoísmo entre las actitudes dominantes. De ahí la observación de Adam Smith de que el proceso autorregulado del mercado puede funcionar aceptablemente a pesar del egoísmo existente en muchos de sus actores, que no es lo mismo a decir que el egoísmo es imprescindible, o beneficioso, para su óptimo funcionamiento. Mariano Grondona escribió: “Aparece, así, un Smith mucho más condescendiente con el pobre que con el rico. Smith no admira a los ricos, pero ellos son un hecho, están ahí, y él saca las consecuencias económicas de su presencia. En el fondo, toda la obra de Smith revela una cierta conmiseración moral, marca una condena a la vanidad que trabaja detrás de cada rico”.

La incomprensión de las ideas de Adam Smith radica en que, para él, existen atributos y valores humanos que exceden el ámbito económico, mientras que para los ideólogos totalitarios existen solamente valores materiales, y, por consiguiente, suponen que la felicidad depende solamente de esos valores. Entre las falsas acusaciones que hacen, aparece la proveniente del marxismo, cuya ideología sostiene que el proceso del mercado es una especie de “modelo económico inventado por Smith” de la misma manera en que el socialismo es un modelo económico inventado por Marx. En realidad, Smith describe el comportamiento de la sociedad de su tiempo para, luego, encontrar la forma en que el proceso económico funcione mejor de lo que lo hace. Adam Smith escribió:

“Y en lo que realmente hace a la felicidad del hombre, en eso no son inferiores a aquellos a quienes miran y admiran tan arriba de ellos. En salud del cuerpo y paz del espíritu todos los rangos están en el mismo nivel. El mendigo que toma sol en el costado de la carretera goza a veces de esa seguridad por la cual luchan los reyes”. Mariano Grondona agrega: “Smith está muy lejos de pensar que el sistema de propiedad privada es ideal; lo que él está diciendo es que es un mal menor. Usa un lenguaje de gran violencia para juzgar al indiferente, al rapaz, al vanidoso, al avaro; con lo cual está diciendo «no quiero una sociedad así, pero es así». Y el Director del Universo ha hecho que se pueda vivir bien aun en ella. Ésta es la «mano invisible» de Adam Smith. Aquí se juntan las aguas del sentido práctico y la reprobación moral, cuya fecunda convergencia es el aporte singular del liberalismo” (De “Los pensadores de la libertad”-Editorial Sudamericana SA-Buenas Aires 1986).

Una vez que se malinterpreta la opinión liberal sobre el egoísmo, se da un paso más y se identifica egoísmo con individualismo, ya que el liberalismo promueve el mejor desempeño de todos los hombres al proponer metas individuales que se suman para establecer las metas de la sociedad. Por el contrario, los totalitarios suponen que las metas individuales siempre se oponen al bien social, de ahí la propuesta colectivista que anula aquellas para implantar metas colectivas en forma similar a lo que ocurre en un hormiguero.

Mientras que el liberalismo observa en la competencia económica la forma en que los hombres dan lo mejor de si, de la misma manera en que los deportistas llegan a su óptimo nivel cuando compiten con los mejores, los colectivistas critican esta situación, por lo cual proponen el monopolio estatal, cuya ineficacia queda fuera de toda duda, ya que todos trabajan a “media máquina” por la falta de incentivos.

Se dice también que el liberalismo conduce a la concentración de las riquezas en pocas manos. Sin embargo, no debe olvidarse que el éxito económico de una empresa se logra a partir de haber favorecido a los consumidores que la han elevado a una situación preeminente, mientras que, en realidad, es el socialismo el que provoca la máxima concentración de riquezas, mediante la estatización de los medios de producción, que quedan en manos de quienes dirigen al Estado.

Otra de las críticas que se le hacen al liberalismo consiste en confundirlo con el anarquismo económico. Carlos Becker escribió al respecto: “El anarquismo considera a la autoridad pública inútil e indeseable, mientras que la libertad económica o el liberalismo necesita del Estado para poder realizarse. Tiene que ser naturalmente una fuerza pública la que proteja a todos los ciudadanos y a todos los intereses por igual. El anarquismo se funda sobre la hipótesis utópica de la bondad y la perfección de los individuos que, según él, sólo el Estado ha corrompido”.

La calumnia totalitaria no perdona tampoco a la historia, ya que, por lo general, se le atribuyen al capitalismo errores sociales previos a su aparición. El autor citado escribió:

“Uno de los hechos más asombrosos del siglo XIX fue el aumento de la población. En Europa ésta creció de 1800 a 1929 de 187 millones a 478 millones”. “Lo más notable, sin embargo, de esa evolución no fue aquella progresión de la población en sí. Fue el hecho de que se produjo sin que tuviera lugar un aumento de la tasa de natalidad. Ésta tendía más bien a bajar en donde los países la riqueza nacional se desarrollaba. El progreso de la población –en Europa por lo menos- tampoco se debía a las inmigraciones, puesto que Europa tuvo un fuerte saldo de emigraciones. Se debía sencillamente a la disminución de la mortalidad y ésta se redujo, ante todo, a causa del mejoramiento del nivel de vida de las capas más desheredadas de la población”. “A pesar de estos hechos irrefutables, los adversarios del liberalismo (para encontrar adictos a sus doctrinas utópicas, falsas y peligrosas las cuales domina hoy a casi toda la opinión pública), no cesan de afirmar que el progreso de aquella época sólo fue aprovechado por la «clase burguesa». Las clases trabajadoras, según ellos, habrían sido más bien perjudicadas a favor del «capital»”. “Las estadísticas más diversas y más serias desmienten de un modo total tales aserciones”.

Se ha asociado la lucha de clases al capitalismo, sin embargo, Marx describe en realidad el proceso que ocurrió antes del capitalismo, por cuanto éste, al permitir la movilidad social y la aparición de la clase media, fue poniendo fin a dicha lucha. Por otra parte, el socialismo, con la estatización de los medios de producción, tiende a formar una sociedad con dos clases bien diferenciadas, en donde sólo puede evitarse la lucha de clases mediante la implantación del terror y de una excesiva militarización de la sociedad. De ahí que Marx, al promover el socialismo, como una sociedad sin clases, sostiene que habría de ser la culminación de la historia, aunque, en realidad, ese atributo habría de corresponder al capitalismo, como tendencia que tiende a formar una predominante clase media que diluye cualquier forma de lucha de clases. De ahí que el tan criticado “fin de la historia” de Francis Fukuyama estaría avalado por la realidad y, parcialmente, por las propias ideas de Marx. Ludwig von Mises escribió:

“Karl Marx, en el primer capítulo del Manifiesto Comunista, ese pequeño panfleto con el que inicia su movimiento socialista, cuando proclama la existencia de una inevitable lucha clasista, para probar su tesis, no consigue, sin embargo, presentar más ejemplos y situaciones de las épocas precapitalistas. Entonces sí hallábase la sociedad dividida en diversos estamentos de condición hereditaria, similares a las castas de la India”. “Cada clase tenía sus ventajas y sus desventajas. Los de arriba, desde luego, prácticamente no tenían sino privilegios; los de abajo, sólo padecimientos”. “Bajo el capitalismo, por el contrario, se instaura eso que los sociólogos denominan «movilidad social»” (De “Seis lecciones sobre el capitalismo”-Unión Editorial SA-Madrid 1981).

Por otra parte, Rubén H. Zorrilla escribió: “Allí donde la economía de mercado pudo desarrollarse, erosionó y finalmente disolvió la sociedad aristocrática, quebró y fragmentó sus estamentos o castas, y dejó flotando a la deriva sus restos institucionalizados, tal como sucedió en Francia antes de 1789 y en Rusia antes de febrero de 1917, entre otros ejemplos” (De “Principios y leyes de la Sociología”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1998).