lunes, 23 de septiembre de 2013

Acerca de las creencias

Distinguimos las evidencias de las creencias considerando a estas últimas como suposiciones, o hipótesis personales, que establecemos respecto de lo que no puede conocerse de una manera segura e inobjetable. Sin embargo, muchas veces disponemos de evidencias indirectas por las cuales el conocimiento de lo no visible resulta ser tan seguro como el evidente, tal el caso de las partículas subatómicas o del ADN. Las distintas creencias, especialmente aquellas de tipo religioso, deberían fundamentarse también en evidencias indirectas y poseer además cierta coherencia lógica que muestre algún tipo de vínculo concreto con el mundo observable y cognoscible.

Nuestra mente está habituada a razonar en base a la previa suposición de que todo lo existente involucra vínculos entre causas y efectos, además de algunas otras propiedades básicas. De ahí que el pensamiento basado en aspectos que presenten incoherencias lógicas será rechazado por nuestra mente, no porque se mantenga una severa exigencia de rigor intelectual, sino porque resulta imposible adoptar lo irracional como base para establecer el pensamiento racional. No debe interpretarse tal rechazo por un “no quiero creer”, sino como un “no puedo creer”. De ahí que los “misterios de la fe” sirvan para incluir a un sector de la humanidad en la religión tradicional como también para excluir a otro sector no menos importante.

Por lo general, las distintas calificaciones que otorgamos a los demás, y a nosotros mismos, respecto de nuestras posturas religiosas y filosóficas, muestran un carácter subjetivo por cuanto es común utilizar como referencia nuestra propia creencia personal. De ahí que sea oportuno encontrar una caracterización objetiva en base a cómo funciona el mundo real, o cómo parece funcionar.

Llama la atención el hecho de que, generalmente, se pregunte acerca de la creencia religiosa o filosófica de tal o cual persona, dejando un tanto de lado la pregunta esencial acerca de cómo funciona el mundo real, al menos a partir de la información aportada por la ciencia experimental. Aun cuando la mayor parte de la población mundial tenga determinada opinión respecto de cómo funciona el mundo, puede tal opinión diferir notoriamente de la realidad.

Es posible establecer un breve esquema para clasificar las distintas creencias (o evidencias en algunos casos) teniendo presente la existencia de leyes naturales y del proceso general de adaptación cultural del hombre a dichas leyes. Las denominaciones utilizadas pueden no coincidir con las vigentes en la actualidad, si bien se tratará de respetarlas en lo posible. Como referencia adoptaremos la postura filosófica implícita en el método de la ciencia experimental. Luego calificaremos las distintas posturas según coincidan, o no, o difieran en distintos grados, con la referencia adoptada. Las categorías básicas serán entonces:

1- Ateismo: No existen leyes naturales y mucho menos un sentido objetivo del universo; tampoco existen dioses especializados, o un Dios, que dirijan al mundo
2- Paganismo: No existen leyes naturales sino que el mundo es dirigido mediante continuas decisiones de los dioses, o de un Dios, que actúan ante los pedidos humanos
3- Cientificismo no religioso: Existen leyes naturales pero sin un sentido objetivo o finalidad implícita, de ahí que la adaptación del hombre sólo pueda ser parcial
4- Religión natural o deísmo: Existen leyes naturales invariantes que establecen un orden natural con cierta finalidad implícita con la posibilidad de una plena adaptación al mismo
5- Teísmo: Existen leyes naturales, un orden natural, y también uno sobrenatural, de manera de permitir posibles intervenciones sobre aquél. Es posible la adaptación del hombre a la voluntad del Creador
6- Ideologías totalitarias, falsas religiones: A partir de leyes naturales falsas, se establece una falsa religión que aleja al hombre de una posible adaptación al orden natural
7- Agnosticismo: Es la postura de los hombres que no concuerdan con ninguna de las categorías previas, sin rechazarlas a todas y sin negarlas tampoco

La negación de la existencia de leyes naturales asociadas al mundo material, resulta en la actualidad algo poco común, excepto en el caso de personas con muy limitados conocimientos. Por el contrario, la negación parcial de tales leyes aplicadas a la mente humana, que deja lugar a algún tipo de sustancia espiritual, es admitida por varios pensadores. Sin embargo, las diversas investigaciones en neurociencia tienden a avalar la posibilidad de que todo lo asociado a nuestro cerebro esté regido por leyes naturales invariantes.

En plena época científica se admite la existencia de leyes naturales, aunque muchos no les asignen una finalidad u objetivo, por lo que, en cierta forma, se le niega al hombre la posibilidad de adoptar para su vida un sentido compatible con la propia finalidad implícita del universo. Christian de Duve escribió respecto de Jacques Monod: “El principal mensaje filosófico de esta obra [“El Azar y la necesidad”] es que la evolución biológica, lejos de estar de alguna forma dirigida por alguna clase de «élan vital», energía radial u otra fuerza mística, depende enteramente de las mutaciones fortuitas (el azar) evaluadas por la selección natural (la necesidad). No hay ningún significado, propósito o diseño a leer en la aparición y evolución de la vida, aun tratándose de la vida inteligente” (De “Polvo vital”-Grupo Editorial Norma SA-Bogotá 1999).

Si bien la biología nos muestra que no existió una creación directa del hombre, o de la vida, hubo en cambio una creación indirecta a través de las leyes naturales vigentes. Incluso tales leyes pueden materializar la idea de Dios. Si consideramos que Dios es un ser invisible que actúa de igual manera en iguales circunstancias, implica que posee determinada actitud característica. Luego, podemos decir que el propio Dios está regido por una ley similar a la impuesta a los hombres. De ahí la compatibilidad de la religión natural, o deísmo, con la religión teísta. Los hombres, entonces, estaríamos hechos a “imagen y semejanza” de Dios por estar regidos bajo una misma ley.

El ateismo estricto, es decir, el que supone un mundo sin leyes naturales y sin Dios, resulta difícil de admitir, e incluso de imaginar, ya que implicaría la imposibilidad de cierto orden natural y de ahí la posible existencia de un caos básico que dista bastante de la visión que tenemos del mundo real. Pero el ateismo cognitivo, como las restantes posturas filosóficas descriptas, no tiene una relación directa con la moral. Miguel de Unamuno escribió: “Creer en Dios es anhelar que le haya y es, además, conducirse como si le hubiera”. El ateismo moral, justamente, implica “conducirse como si no hubiera Dios ni leyes naturales” aun cuando cognitivamente aceptemos su existencia.

En cuanto a las religiones paganas, que ignoran las leyes naturales, podemos mencionar la religión de Mahoma. Al permitir que cada hombre tenga hasta cuatro mujeres, no tiene en cuenta una ley natural tan elemental como aquella por la cual nace una cantidad similar de hombres que de mujeres. Si unos tienen hasta cuatro, otros se quedarán sin ninguna. Si bien el Islam se presenta como una continuación histórica del cristianismo, al promover cierta violencia o antagonismo contra los “infieles”, incluidos los cristianos, resulta ser incompatible con la propia esencia de la religión, tal la de unir a los adeptos.

Se aduce que el paso del politeísmo al monoteísmo implica un progreso importante de la religión. Sin embargo, si se ignoran las leyes naturales y si se mantiene la creencia de que las cosas suceden por intervenciones directas de Dios, o de los dioses, desde el punto de vista del hombre y de su comportamiento, no existe un cambio esencial. Por el contrario, el salto desde la religión pagana a la religión moral, en la cual las cosas suceden según la conducta del hombre, implica un verdadero progreso.

Una vez que se acepta la existencia de leyes naturales que rigen todo lo existente, actitud filosófica que resulta compatible con la postura del Dios personal que posee una actitud característica definida, resulta superfluo, o redundante, la existencia de un orden sobrenatural, ya que es el hombre quien debe adaptarse a la ley natural en lugar de que Dios deba adaptarse al hombre. Anthony de Melo escribió: “Milagro no implica que Dios se adapte a los deseos humanos, sino que los hombres se adapten a los deseos de Dios”.

Además de las posturas filosóficas y religiosas consideradas, debemos también mencionar a la antirreligión, que produce peores efectos que la religión falsa, o distorsionada. La principal de ellas es el marxismo, que por lo general se lo considera como una postura atea. Sin embargo, al apoyarse en una supuesta ley natural, como es la lucha de clases, para lograr una posterior “adaptación” de la humanidad a tal proceso (eliminándola bajo un importante costo de vidas), adopta una postura similar a la de una religión. Aunque, debido a la débil generalidad de la supuesta ley, la ideología resulta falsa. Nicolás Berdiaev escribió:

“El comunismo pretende ser una nueva religión y exige para su realización grandes reservas de energía religiosas y una fe ilimitada....El ateismo comunista no es un movimiento laico de librepensamiento….Exige la adoración religiosa del proletariado, como pueblo elegido de Dios; diviniza a la colectividad social llamada a reemplazar a Dios y al hombre….El comunismo crea una nueva moral, que no es ni cristiana ni humanitaria. Posee su teología ortodoxa, crea su propio culto, por ejemplo, el culto de Lenin, su propio simbolismo, sus fiestas, el bautismo rojo y los funerales rojos. El comunismo posee sus dogmas obligatorios para todos, su catecismo, condena las herejías y excomulga a los herejes. Este carácter religioso del comunismo encuentra un terreno propicio en el alma del pueblo ruso y en el tipo religioso de su especie. El pueblo ruso pasa de una edad media a una nueva edad media, y sólo sus capas superiores, muy imperceptiblemente, han conocido la época del Renacimiento. El hombre ruso no se inclina a renunciar a la fe cristiana en nombre del racionalismo y de un escepticismo ilustrado, tiende más bien a acatar una nueva idolatría…Los comunistas rusos no son escépticos y, por lo tanto, los escépticos de Occidente les comprenden difícilmente”.

“Se siente claramente que por primera vez en la historia universal una secta atea se ha apoderado del mundo, y esto sobre inmensos espacios y sobre una inmensidad de seres humanos. La filosofía de esta secta está supeditada a un fin de carácter religioso: la propaganda antirreligiosa es el alma de esta filosofía” (De “El cristianismo y el problema del comunismo”-Editorial Espasa-Calpe SA-Madrid 1937).

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