lunes, 30 de septiembre de 2013

Las causas de la violencia

Se considera a la violencia como la consecuencia necesaria de la actitud del odio, siendo importante distinguir entre la agresividad, propia de nuestra naturaleza humana, y la violencia, que resulta ser un atributo adquirido y que depende de la influencia del medio social y familiar, si bien tales influencias afectan de distinta manera a los distintos individuos. José Sanmartín escribió: “Considero necesario distinguir entre la agresividad (biología) y la violencia (cultura o ambiente). Los seres humanos somos agresivos por naturaleza, pero violentos por cultura”. “La biología nos hace agresivos; pero es la cultura la que nos hace pacíficos o violentos”.

“Los mecanismos cerebrales conectados con la agresividad son unos; los mecanismos cerebrales conectados con la violencia son, en su núcleo, en su meollo, los mismos que los de la agresividad, pero a ellos se añaden nuevos circuitos conectados con la historia social del individuo (lo que aprende a lo largo de su vida). Los primeros permiten la reacción automática y, por tanto, involuntaria ante ciertos estímulos; los segundos no promueven reacciones, sino acciones conscientes. Y la violencia, tal como yo la entiendo, es toda acción (o inacción) consciente que causa un daño a terceros, daño que puede ser de muy diverso tipo (físico, psicológico, sexual, económico…)”.

Las respuestas emocionales están asociadas a la empatía; fenómeno psicológico por el cual nos ubicamos imaginariamente en las emociones y sentimientos ajenos para compartirlos, o bien para rechazarlos; consistiendo en las tres posibilidades siguientes:

a) Empatía positiva: se comparten las penas y las alegrías ajenas como propias (actitud de amor)
b) Empatía negativa: las penas ajenas producen alegría propia, mientras que las alegrías ajenas producen tristeza propia (actitud de odio)
c) Ausencia de empatía: anormalidad del comportamiento (asociada a los psicópatas)

En la persona cuyo comportamiento favorece los vínculos sociales, predomina la empatía positiva, mientras que en la que impide tales vínculos predomina la empatía negativa. En cuanto a los atributos típicos de los psicópatas, el mencionado autor escribió: “Se trata de individuos cuya personalidad y conducta están fuertemente alteradas, por los menos, en tres vertientes. En la vertiente de sus relaciones interpersonales, estos individuos, desde un marcado egocentrismo y narcisismo, tienden a manipular a los demás, engañándolos con mucha frecuencia”.

“En el plano afectivo, se trata de personas que son incapaces de ponerse en el lugar de los otros o, dicho técnicamente, incapaces de empatizar. Esa falta de empatía quizá explica otras notas de la personalidad del psicópata, como su carencia de ansiedad y de sentimiento de culpa. Pues, al no poder ponerse en el lugar de otro, es incapaz de sentir lo que le hace, aun sabiendo lo que hace. Y, al no sentir lo que hace, al no sentir el daño que causa a los otros, no se siente responsable de sus actos y, en consecuencia, no tiene nada de qué arrepentirse”.

“Hay un tercer plano en el que el psicópata sufre graves trastornos: el de la conducta. El psicópata se comporta antisocialmente. No asume ni las normas ni las convenciones sociales. Las usa en su favor y las transgrede cuando le viene en gana”. “Lo dicho no significa que todo psicópata acabe convertido en un asesino. Hay autores que en este punto suelen hacer la broma de que, si los psicópatas son de casa bien, se hacen ejecutivos o políticos famosos; pero si son de casa mal, se convierten en asesinos” (De “La violencia y sus claves”-Editorial Ariel-Barcelona 2013).

Considerando la verdad parcial asociada al humor, puede decirse que los políticos populistas, al favorecer la violencia colectiva, son en realidad psicópatas, ya que se caracterizan por ser egocéntricos, tendiendo a manipular y a engañar al pueblo a través de mentiras reiteradas. Ignoran las leyes y la Constitución, transgrediéndolas a su favor, etc. Al ser aclamados por el pueblo, se produce un proceso de identificación entre el psicópata y la masa popular, incitándolas al odio hacia los sectores opositores.

Es posible que exista una transición gradual que va desde la persona que tiene empatía positiva hasta la que tiene empatía negativa, pasando por la ausencia total de ese atributo. Estos comportamientos típicos no sólo dependen de nuestras características heredadas, ya que podemos mejorarlos o empeorarlos según sea la influencia social recibida y de la receptividad en cada caso. De ahí que los intentos de mejoramiento personal pueden establecerse luego de ser conscientes de nuestras acciones y de sus efectos, actuando el razonamiento posterior como un elemento que condicionará nuestro comportamiento emocional futuro siendo el medio natural que disponemos para acrecentar nuestra capacidad de empatía positiva, o capacidad de amar al prójimo. Podemos decir que los sentimientos son los condicionantes posteriores de nuestro nivel de empatía. José Sanmartín escribió: “El sentimiento es la reflexión sobre la emoción”. “Se denomina «sentimiento» a la consciencia de las emociones”.

Entre las causas generadoras de violencia doméstica aparece la desigualdad familiar entre hombre y mujer, lo que también se conoce como “machismo”. Esta tendencia se opone a la igualdad esencial promovida por el “Amarás al prójimo como a ti mismo”, sugerencia que, al utilizar la palabra prójimo, no distingue entre hombre y mujer. El autor citado escribió al respecto: “Aunque violencia contra la mujer la hay en todo tipo de familias, predomina en la familia fuertemente jerarquizada en la que el varón adulto ejerce el poder verticalmente (de arriba hacia abajo) de acuerdo con las leyes implícitas (cuando no explícitas) de la cultura patriarcal. Esas leyes exigen el respeto y la obediencia del subordinado, de forma tal que los de abajo únicamente suelen tener obligaciones con los de arriba. Los derechos fluyen de arriba hacia abajo; los deberes a la inversa”.

En forma análoga, cuando existe un desequilibrio entre deberes y derechos en la sociedad, decimos que existe cierta desigualdad social, como ocurre cuando se supone que sólo un sector tiene la obligación de producir y repartir sus ganancias entre los demás, mientras que otros tienen sólo el derecho a ser mantenidos por el resto de la sociedad a través del Estado, aun sin trabajar; ya que ni siquiera se les asigna el deber de ser capaces de mantenerse a si mismos. Igualdad social debe significar igualdad tanto de deberes como de derechos.

Cuando a alguien se le imponen obligaciones y a otros no, tiende a no cumplirlas, mostrando cierta actitud de rebeldía, mientras que, cuando a alguien se le otorgan derechos y a otros no, tiende a protestar cuando no son satisfechos. José Ortega y Gasset caracterizaba al hombre masa como alguien que suponía tener solamente derechos, desconociendo sus obligaciones. Así, el fenómeno de la rebelión de las masas implica la insatisfacción del hombre-masa que opta por elegir a un psicópata como líder político, para que defienda sus derechos y le otorgue otros.

También los medios de comunicación favorecen la violencia. José Sanmartín escribió: “Los dos jóvenes que en 1999 mataban a doce compañeros y a un profesor de un instituto de Denver no eran sólo hiperaficionados a la visión de películas violentas; ellos mismos concibieron su lamentable acción como el salto a la fama que los haría dignos personajes de algún filme rodado por Spielberg o Tarantino”.

En cuanto a las ideologías que promueven el odio racial y el de clases, respectivamente, la primera, el nazismo, quedó “pasado de moda”, mientras que al marxismo se lo rechaza tan sólo por su ineficacia en el ámbito económico. Así como alguna vez se habló de “la miseria de la filosofía”, o de “la miseria del historicismo”, debería hablarse de la “miseria de la sociología” al aceptar en su propio ámbito una ideología violenta como el marxismo. Las ideologías totalitarias, cuyos nefastos efectos han podido comprobarse sin dejar dudas, sólo sirven para enmascarar el odio que sintieron sus creadores y que sienten sus propagadores. También los nacionalismos y las religiones tienden a generar violencia en contra de los demás sectores. Henri Baruk escribió:

“¿Existirían, pues, dos variedades de odio, una patológica, otra normal? No lo creemos. Todas las observaciones que hemos podido hacer acerca del odio de los alienados nos han mostrado que estos odios tienen exactamente los mismos mecanismos, las mismas raíces y las mismas leyes que los de los sujetos llamados normales: la única diferencia es que los primeros están poco o mal disimulados, mientras que los segundos están hábilmente enmascarados o disfrazados por la razón: en los dos casos el punto de partida es una tendencia inconfesable que va acompañada de un sentimiento de vergüenza, pronto reprimido y transformado”.

“En los dos casos, la personalidad trata de disculparse ante los ojos de otro y ante sus propios ojos utilizando para una mala causa todo el aparato de la razón: ésta se halla entonces como domesticada, a la manera de un cuerpo de juristas sin conciencia al servicio de un poder absoluto que persiguiera fines criminales. Estos juristas elaborarán textos amplios y en apariencia sólidamente fundados a fin de dar una justificación racional a hechos abominables. La razón sirve entonces para falsear la verdad y para darle al crimen la máscara de virtud. Por eso no es, en tal caso, más que un instrumento”.

“En el odio del hombre normal la razón construye con gran habilidad una red apretada de pruebas y contrapruebas todas ellas escogidas, claro es, como verosímiles y que son tanto más abundantes cuanto más falso es su punto de partida. Cuanto más grande es su culpabilidad tanto más considerable es el esfuerzo del individuo y este esfuerzo está dotado de un dinamismo pasional, de una perseverancia y de una energía inauditas que tienden todas las fibras de la personalidad hacia este resultado diabólico. Por eso este resultado se alcanza a menudo, ya que casi todos consideran perentorias las leyes demostrativas de la razón. En general, nadie duda de que se pueden falsificar los principios racionales, por lo menos cuando el punto de partida es falso, pero cuanto más densa y rigurosa es la construcción racional, tanto menos se experimenta la necesidad de verificar el punto de partida”.

“Esta curiosidad supondría una fuerza y un intenso amor por la verdad que son muy excepcionales, por lo menos en la humanidad actual. Por eso estas falsificaciones tienen tanto más éxito cuanto que atañen a gentes egoístas, amigas de su tranquilidad y cuya abulia y cobardía tolera de antemano todos los crímenes, siempre que dejen intactos sus intereses y su dicha. Además, es un hecho frecuente que los espíritus racionales son, igualmente, más a menudo engañados por las falsedades que las almas sencillas y rectas. Esto se comprende, puesto que concediéndole los primeros un valor absoluto a la razón están dispuestos a inclinarse ante todo aparato racional bien construido, aun si recubre el error. Por eso, intelectuales refinados pueden ser en este dominio, ya sea por una baja moral, o bien por el punto ciego de la razón, muy inferiores a espíritus poco cultivados pero dotados instintivamente de un sentido psicológico mucho más profundo” (De “Psiquiatría moral experimental”-Fondo de Cultura Económica-México 1960).

viernes, 27 de septiembre de 2013

Pensamiento y lenguaje

El lenguaje permite al pensamiento individual constituirse en conocimiento público. Tanto uno como el otro son procesos que favorecen nuestra adaptación cultural al orden natural ya que la información asociada a dicho orden es procesada por el pensamiento individual para ser comunicada posteriormente a los demás mediante el lenguaje y la escritura. Incluso Wilhelm von Humboldt pretendía caracterizar a todas las civilizaciones, y a los modos posibles de pensar, partiendo de su realidad lingüística.

El cerebro puede ser visto como una “caja negra” (en el sentido de la cibernética). Sus operaciones “dejarán su huella” en el lenguaje. Podemos entender parcialmente el comportamiento de la mente a través del pensamiento expresado mediante el lenguaje. En cuanto a la gran cantidad de idiomas y dialectos que existen, debe advertirse que tienen estructuras similares por cuanto derivan del propio mundo real, ya que éste nos impone aquello que ha de describirse. La codificación asociada, sin embargo, ha de ser convencional y arbitraria. Puede decirse que, así como el lenguaje involucra aspectos comunes, o biológicos, también implica aspectos subjetivos o culturales que explican las diferencias existentes entre los distintos idiomas.

La estructura básica de los idiomas es única, lo que posibilita su aprendizaje por parte de los niños. Ian Hacking escribió: “Virtualmente, cualquier niño «atrapará» el lenguaje de cualquier comunidad en la que se encuentre. En lugar de postular que cada niño nace con cien gramáticas distintas (japonés, chicano, kwkiutl y francés), es mejor conjeturar que todos los lenguajes comparten una estructura subyacente única y que los niños nacen con una disposición a seguir esta estructura al delinear un lenguaje real en base a lo que se ha dicho en torno a ellos” (De “¿Porqué el lenguaje importa a la Filosofía“-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1979).

El lenguaje es la expresión del pensamiento, pero el pensamiento se perfecciona buscando una adecuada expresión. De ahí que podamos identificar sus estructuras. Jean Piaget escribió: “Entre el lenguaje y el pensamiento existe un vínculo genético tal que cada uno se apoya necesariamente en el otro, en formación solidaria y en perpetua acción recíproca; pero, en definitiva, los dos dependen de la inteligencia, que es anterior al lenguaje e independiente del mismo” (Citado en “Principios de Filosofía del Lenguaje” de José Hierro S. Pescador-Alianza Editorial SA-Madrid 1997).

Una vez que la sociedad ha aceptado un lenguaje, una misma palabra evocará imágenes distintas en cada uno de sus integrantes. Las imágenes serán levemente diferentes para las palabras simples, pero podrá haber grandes diferencias con palabras poco usuales o poco cotidianas. De ahí que, cuando se trata de un tema filosófico, es usual dar, previamente, una aclaración respecto del significado que se asignará a determinadas palabras. Respecto de esta entidad básica, que es la menor unidad de significado, Lev S. Vygotsky escribió: “Una palabra no se refiere a un solo objeto, sino a un grupo o a una clase de objetos, y cada una de ellas es, por lo tanto, también, una generalización” (De “Pensamiento y lenguaje”-Ediciones Fausto-Buenos Aires 1998).

Podemos viajar imaginariamente al pasado para tratar de reconstruir el proceso mediante el cual fueron apareciendo los distintos idiomas y dialectos. En primer lugar consideraremos el concepto intuitivo de “sistema”, palabra que significa “agregado de objetos que cumple determinada finalidad”. Los elementos básicos de un sistema natural han de ser las entidades (a las que asociamos la pregunta ¿quién?), sus atributos (¿cómo es) y las actividades (¿qué cambios produce en el sistema?).

Los conceptos mencionados permiten establecer un “sistema descriptivo elemental” que reproducirá en nuestra mente las características del sistema real. Podemos decir que una idea es la imagen que permite reproducir mentalmente la información asociada a un sistema real. Las imágenes elaboradas por nuestra mente serán luego traducidas a palabras. Las ideas y las palabras forman estructuras semejantes, ya que tienen similar contenido de información. Ludwig Wittgenstein escribió: “Lo que cualquier figura, sea cual fuere su forma, ha de tener en común con la realidad para poder siquiera –correcta o falsamente- figurarla, es su forma lógica, esto es, la forma de la realidad” (Del “Tractatus Logico-Philosophicus”-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1994).

La mente elabora pensamientos asociados a un sistema natural y los traduce a palabras. Los comunica al oyente, a través del lenguaje oral, o al lector, a través de la escritura. El receptor le asocia sus propias imágenes al mensaje recibido. De ahí que las palabras sean las intermediarias entre las imágenes transmitidas y las reproducidas en la mente del receptor. Thomas Hobbes escribió: “El uso general del lenguaje consiste en transferir nuestro discurso mental al discurso verbal, o la secuencia de nuestros pensamientos a una secuencia de palabras” (De “Leviatán”-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1994).

Si el emisor no logra crear las imágenes adecuadas en la mente del receptor, ya sea porque no tiene claras sus propias ideas, o porque no supo asociarlas a las palabras adecuadas, o porque el tema es difícil, o porque el mensaje excede la capacidad imaginativa del receptor, entonces el mensaje será confuso. Galileo Galilei escribió: “Hablar oscuramente lo sabe hacer cualquiera. Con claridad lo hacen muy pocos”.

Gran parte de todo lo que existe puede describirse a partir de los conceptos mencionados, dando lugar a las funciones básicas que han de cumplir las palabras:

Entidades -> ¿Quién? -> Sustantivos
Atributos -> ¿Cómo es? -> Adjetivos
Actividades -> ¿Qué cambios produce? -> Verbos

Generalmente, las ideas están expresadas por algún sustantivo, algún adjetivo y algún verbo. Deberán, además, respetar un orden de aparición adecuado. De ahí proviene el denominado “teorema de Platón”, quien escribió: “Los nombres enunciados completamente solos, uno a continuación de otro, no constituyen, pues, nunca un discurso, como tampoco una serie de verbos enunciados sin la compañía de ningún nombre” (Citado en “La filosofía del Lenguaje” de Sylvain Auroux).

Los niños pueden aprender rápidamente el lenguaje por cuanto sólo implica codificar aquellas imágenes que llevan en sus mentes, ordenadas según los elementos del sistema natural. Pero no todo pensamiento es visual, ya que muchas veces se hacen deducciones lógicas a partir de los símbolos asociados a las palabras o a los objetos que describen. Si a la deducción realizada se le puede asociar una imagen concreta, podrá ser parte de la realidad. De lo contrario, es posible que sólo sea una creación de la mente.

El hombre se va adaptando a las distintas circunstancias a través de tanteos, por el método de prueba y error. Va memorizando los caminos que llevan al éxito y también aquellos que producen resultados no deseados. Este es un proceso realimentado que está caracterizado por la operación básica “comparar”; más precisamente, compara lo logrado con lo que se desea lograr y actúa según la magnitud y el sentido de esa diferencia.

Además de la operación “comparar”, de la lógica analógica o natural, disponemos de la operación “agrupar”, que permite ordenar en nuestra memoria los distintos agrupamientos de datos y de sucesos que guardamos en ella. El pensamiento analógico, asociado a los sistemas naturales, responde al proceso basado en las dos operaciones mencionadas.

En cuanto a la forma en que nuestra mente agrupa u ordena información en el cerebro, puede mencionarse una interesante experiencia realizada por algunos investigadores lingüísticos. Tal experiencia consistió en solicitar a varias personas que enunciaran la máxima cantidad de animales que conocieran. Los primeros nombrados fueron los animales domésticos (perro, gato, etc.) hasta que, cuando apareció en la memoria algún animal que presentaba atributos intermedios o comunes con otro agrupamiento, se comienza a mencionar a los animales de ese nuevo grupo, y así sucesivamente. Esta experiencia permitió establecer un diagrama del agrupamiento realizado en nuestra memoria, y que está constituido (para el ejemplo mencionado) por: animales domésticos, del zoológico, reptiles, aves, insectos, primates, etc.

Puede hacerse una analogía con la forma en que se unen los distintos grupos de la sociedad considerando casos como el de un individuo que trabaja a tiempo parcial en dos empresas distintas, apareciendo como un vínculo entre las empresas y que podrá, en el futuro, permitir el acercamiento de ambas. El agrupamiento de entidades en la forma descrita, está vinculado a un agrupamiento subyacente de neuronas, las cuales tienden a activarse cuando una de ellas lo hace. De ahí la posibilidad de nombrar una gran cantidad de animales buscados previamente en nuestra memoria.

Los investigadores establecieron un diagrama en forma de red y comprobaron que, al eliminar algunos de los vínculos que permiten pasar de un agrupamiento a otro, se pierde la posibilidad de que la atención pase a otro de los agrupamientos, por lo que escribieron: “En la red semántica, los superconectores resultaron ser las palabras polisémicas. Uno de los aspectos más interesantes del estudio de Sigman y Cecchi consistió en analizar el impacto de eliminar dichas palabras, en apariencia poco deseables dada la ambigüedad que conllevan. Una vez extraídas, los investigadores calcularon las propiedades de la red resultante. Las consecuencias fueron enormes, pero negativas” (De “Lenguaje, redes y evolución” por R.V. Solé, B. Corominas-Murtra y J. Fortuny-Investigación y Ciencia Nº 440-Prensa Científica SA-Barcelona-Mayo 2013).

El lenguaje no sólo estará constituido por sustantivos, adjetivos y verbos, sino también por conectivos tales como “y”, “o”, “no”, “si, entonces”, etc. Estos conectivos provienen de la lógica simbólica, que deriva de los vínculos entre causas y efectos asociados a todo suceso del mundo real. Mientras que la lógica analógica trata con imágenes, la lógica simbólica trata, precisamente, con símbolos, y admite enunciados a los cuales se les puede dar un valor de verdad (Verdadero o Falso). L. Wittgenstein escribió: “Los signos lógicos hablan sólo de sí mismos. No hay objetos lógicos”. Podemos hacer un resumen de todo lo antes expresado:

Estructura del pensamiento = Lógica analógica + Lógica simbólica

Estructura del lenguaje = Sistema natural + Conectivos

El sistema natural utiliza conceptos tales como entidades, atributos y actividades, los que son tratados mediante las operaciones de la lógica analógica (agrupar y comparar), dando lugar a los sustantivos, adjetivos y verbos. Los conectivos, por otra parte, utilizan conceptos derivados de las operaciones de la lógica simbólica. Se han omitido los adverbios, artículos, y demás, los cuales permiten definir con mayor precisión aquello que se describe.

De lo anterior se observa la identidad entre la estructura del pensamiento y la del lenguaje, ya que están regidos por reglas similares. La palabra “estructura” implica “forma de orden”. L. Wittgenstein escribió: “El pensamiento es la proposición con sentido”. “La totalidad de las proposiciones es el lenguaje”.

El lenguaje aparece antes que el hombre intentara establecer las leyes de la lógica. Tanto la estructura de la lógica, como la del lenguaje, le vienen impuestas por la propia realidad. Es decir, si fuesen creaciones libres de la mente, no se adaptarían al mundo real de la forma en que lo hacen.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Vivir con lo nuestro o convivir con las multinacionales

Por lo general, los gobiernos populistas expresan públicamente conceptos opuestos a lo que realmente persiguen con sus decisiones. De ahí que debe considerarse prioritario lo que hacen en lugar de lo que dicen. También el pueblo, cuando trabaja e invierte poco, apunta hacia el subdesarrollo y la pobreza, aunque pretenda un elevado nivel de vida. Carlos Mira escribió: “Decir que queremos tener un Mercedes Benz, pero conformarnos con los patrones de trabajo y de productividad que nos arrojan resultados compatibles con un Fiat 600 no es querer un Mercedes Benz. Querer es hacer cosas compatibles con la obtención de la meta querida. Donde se lea «no quiero hacer esas cosas», debe leerse «no quiero la meta»” (De “Así somos…y así nos va”-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2007).

Existe también una inconsistencia lógica entre quienes aceptan las ventajas del capitalismo aunque rechazan las reglas del mismo; contradicción incluida en la vieja antinomia entre felicidad y competencia, ya que al tener éxito en una, se malogra la otra, si es que no se supo armonizarlas. Tal inconsistencia caracteriza la mentalidad anticapitalista, que surge generalmente de la envidia de quienes no tuvieron éxito laboral, y de ahí que se oponen al sistema que no les permitió ocupar el lugar social que anhelaban. En todos los ámbitos laborales existen triunfadores y perdedores, de ahí que sean estos últimos los que tienden a quejarse del “sistema”. Ludwig von Mises describe un caso típico que origina la mentalidad anticapitalista:

“Aquellos más eminentes, cuyos métodos e innovaciones ha de aprender y practicar si quiere mantenerse al día, fueron sus compañeros de facultad, trabajaron como internos juntos y asisten con él a las reuniones médicas. Los encuentra a la cabecera de los pacientes y en las fiestas de sociedad. Algunos son sus amigos personales o mantienen con él relación frecuente y todos le tratan con la mayor cortesía y se le dirigen llamándole «mi querido colega». Pero descuellan sobremanera en la estimación del público y también, a menudo, en la cuantía de sus honorarios. Al compararse con ellos siente humillación, pero, sin embargo, ha de vigilarse cuidadosamente para no dejar traslucir su resentimiento y envidia. La más ligera exteriorización de tales sentimientos sería considerada como signo de muy mala educación, convirtiéndole en un ser despreciable a los ojos de todo el mundo. Tiene que disimular su mortificación y desviar su ira cambiando de blanco. Denuncia la organización económica de la sociedad, el nefasto sistema capitalista. Si no fuera por este injusto régimen, sus capacidades y talentos, su celo y sus realizaciones le hubieran valido la gran recompensa que se merece” (De “La mentalidad anticapitalista”-Fundacion Ignacio Villalonga-Valencia 1957).

Los ataques hacia el capitalismo se concentran principalmente en los empresarios, a quienes se les atribuyen atributos morales cada vez peores a medida que resultan más exitosos. Luego, las grandes empresas multinacionales habrían de constituir el mal supremo. De ahí surge la tendencia populista de tratar de evitar el asentamiento de tales empresas hasta llegar al extremo de “vivir con lo nuestro”, es decir, prescindiendo totalmente de todo grupo empresario multinacional. William E. Simon escribió:

“El concepto de que «la riqueza es robo» debe ser repudiado. En la actualidad está presente, en forma implícita, en la mayoría de las declaraciones políticas que escuchamos. Es verdad que se puede robar riqueza, pero eso sucederá solamente después que esa riqueza haya sido producida; por otra parte, la diferencia entre riqueza robada y riqueza producida, es trascendental. Si un hombre obtiene su fortuna mediante fraude o el uso de la fuerza, es sencillamente un delincuente que debe ser entregado a la policía y a la justicia. Si ha ganado su fortuna honorablemente, gracias al intercambio voluntario de bienes y servicios, no es un delincuente ni un ciudadano de segunda clase, y por lo tanto debe ser tratado como tal. Una sociedad a la que se le enseña que los productores son delincuentes, terminará destruyendo su sistema productivo” (De “La hora de la verdad”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1980).

Las ventajas que presentan tales empresas surgen por la razón de que, al operar en un mercado mundial, los precios de sus productos tienden a ser accesibles aun para los sectores menos favorecidos. Promueven, además, la transmisión del conocimiento tecnológico desde los países más avanzados hacia los restantes. De ahí que sean el principal factor del despegue económico de la China, ya que, en ese país antiguamente socialista, además de promoverse el sistema capitalista, resultó imprescindible la llegada de capitales productivos. Guy Sorman escribió:

“El destino de este país depende en gran parte de las decisiones tomadas en Occidente: sin las inversiones extranjeras, sin la importación de productos chinos, el desarrollo económico del país se vería interrumpido; el 60% de las exportaciones de China se efectúa por intermedio de empresas extranjeras; la supervivencia del Partido Comunista es tributaria de la relación privilegiada que tiene con quienes deciden en Occidente” (De “China. El imperio de las mentiras”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2007).

Recientes declaraciones de Jorge Castro, analista político internacional, efectuadas en el programa “Hora clave” (22/Set/13) (Canal 26) confirman el porcentaje mencionado por Guy Sorman. Incluso afirma que los porcentajes de las exportaciones chinas, efectuados por empresas multinacionales, son superiores al 60% cuando se trata de dispositivos de alta tecnología.

El éxito de la economía china se debe, sobre todo, a considerar el ritmo de crecimiento antes que el nivel económico general de la población, que todavía dista bastante de ser el deseado. Recordemos que hace muy pocos años logró superar el PBI del Japón; pero debe tenerse presente que este país tiene diez veces menos cantidad de habitantes que la China.

Cuesta bastante encontrar un país que le haya ido bien “viviendo con lo nuestro”, mientras que tampoco puede encontrarse un país que haya progresado bastante sin contar con amplios capitales de producción asociados a las empresas multinacionales. De ahí que resulta llamativo el convencimiento del pueblo argentino que se opone mayoritariamente al capitalismo, incluso detestando todo lo asociado al liberalismo, que resulta casi una mala palabra. De ahí el apoyo incondicional que un importante sector de la población brinda al modelo “nacional y popular” que ha favorecido la huida de capitales en forma sostenida. Entre las formas preferidas para ahuyentar capitales de inversión, podemos mencionar algunas decisiones adoptadas por el kirchnerismo como también otros inconvenientes permitidos, o favorecidos, por la ineficacia de su gestión:

1- Expropiación de empresas
2- Redistribución de sus ganancias permitida por los altos impuestos
3- Prohibición para llevar sus ganancias al exterior
4- Permitir la intervención estatal de las empresas a solicitud de accionistas minoritarios
5- Cambiar las leyes con bastante frecuencia promoviendo incertidumbre
6- Alta inflación e inestabilidad monetaria
7- Alta inseguridad urbana
8- Altos niveles de corrupción

Respecto de preguntas tales como: ¿Qué mágica combinación de impuestos, gasto deficitario y estímulos monetarios adoptará para “resolver” nuestros problemas?, que cierta vez le hacían los periodistas a un candidato populista, William E. Simon escribió: “Esas eran las preguntas que se hacían porque muy pocos sabían qué otras hacer y, en realidad, en lo que respecta al gobierno no hay otras: ésas son las únicas alternativas que se ofrecen a un Estado intervencionista. Puede confiscar, puede redistribuir lo que ha confiscado, puede gastar más de lo que dispone recurriendo a préstamos y emitiendo moneda sin respaldo. Hay una sola cosa que no puede hacer: producir riqueza”.

Quienes afirman que las decisiones económicas que impiden la llegada de inversiones a la Argentina se deben a una cuestión ideológica, antes que económica, posiblemente estén en lo cierto, aunque olvidan que el propio socialismo soviético se mantuvo por varios años gracias al aporte de empresas de Occidente. De ahí que pueda decirse que el socialismo no pudo prescindir del capitalismo, mientras que éste pudo prescindir del socialismo, lo que no resulta sorprendente. Alfredo Sáenz escribió:

“Existe una verdadera alianza entre los lideres soviéticos y los capitalistas de EEUU, afirmó Solzhenitsyn en una conferencia a los trabajadores norteamericanos, una permanente solidaridad de fondo entre la revolución soviética y el mundo liberal-capitalista de Occidente. Él mismo ha podido constatar cómo durante 50 años los hombres de negocios de Occidente han puesto el hombro. La economía chapucera y torpe de los soviéticos no hubiera podido superar las dificultades internas, sin la continua ayuda material y tecnológica de Occidente. Los planes quinquenales se llevaron a cabo sobre la base de esa ayuda, como el mismo Stalin lo reconoció en su momento. «Y si hoy en día la Unión Soviética tiene fuerzas militares y policiales poderosas…se las usa para aplastar nuestros movimientos a favor de la libertad en la Unión Soviética; también tenemos que agradecerles esto a los capitales occidentales»”.

“En el caso de que Occidente dejara de mantener económicamente a la URSS, pronto el comunismo tendría que abandonar el poder. La ironía de Solzhenitsyn se vuelve trágica: «Hago una sola petición: cuando nos entierren vivos en el suelo….como ustedes saben, es una sensación muy desagradable: la boca se le llena a uno de tierra, mientras está vivo todavía; por favor, no les manden palas. Por favor, no les manden los equipos más modernos para remover la tierra»” (De “De la Rus` de Vladímir al «hombre nuevo» soviético”-Ediciones Gladius-Buenos Aires 1989).

En la Argentina se ha intensificado la promoción del socialismo por la vía pacifica. Carlos Mira escribió: “El intelectual italiano del marxismo Antonio Gramsci, superó con creces las burdas inteligencias de Marx, Engels y Lenin. Estos tres no dudaban en proponer la abierta violencia para alcanzar los ideales colectivistas de la dictadura del proletariado. Pero Gramsci consideró que todo aquello era propio de las bestias. Lo que debía hacerse era conformar un verdadero ejército de propagadores (que él llamaba «intelectuales orgánicos») para que todos los centros de la transmisión de la cultura fueran copados por estos con el objetivo de cambiar los valores medios de la sociedad por la vía de un constante machaqueo colectivista”. “Así, la academia, la universidad, la escuela, la prensa y los medios en general debían ser cooptados por los intelectuales orgánicos que, con su mensaje de «gota china», horadarían los bastiones de la sociedad libre. Una vez que las convicciones medias de la sociedad fueran cambiadas por el mensaje cotidiano de los intelectuales orgánicos, la violencia no sería necesaria: la sociedad se entregaría a sus nuevos amos sin ofrecer resistencia” (De “La idolatría del Estado”-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2009)

lunes, 23 de septiembre de 2013

El imperio de la mentira

La mentira, o falsa descripción de la realidad, cuando es premeditada y busca como objetivo engañar al receptor, tiende a denigrarlo, mientras que el propio emisor de mentiras ha de degradarse socialmente por cuanto nadie creerá en sus palabras aun cuando alguna vez diga la verdad. El hábito de la mentira tiende a acentuarse hasta hacerse inmanejable por cuanto, para cubrir una de ellas, se necesitan emitir varias más. Además, al descubrirse el engaño, se producen deterioros en los vínculos familiares y sociales, incluso se llega al deterioro de sociedades enteras cuando son emitidas por los lideres políticos avalados por amplio consenso. Se atribuye a Abraham Lincoln haber expresado: “Se puede engañar a algunos todo el tiempo, y a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”.

Con la mentira se trata de encubrir la realidad, especialmente cuando resulta ser la consecuencia necesaria de decisiones adoptadas bajo el imperativo de una ideología política poco confiable, incluso recayendo tales mentiras sobre personas que ocasionalmente se oponen a la ideología en cuestión, por lo cual el mentiroso resulta ser también un difamador y calumniador.

Quien ambiciona tener conocimientos cercanos a la verdad, no teme a los rivales ocasionales que puedan presentarse por cuanto se siente seguro de sus convicciones. Por el contrario, quienes quieren tener el monopolio de la mentira, son los que tratan de hacer callar a los opositores y a limitar la libertad de expresión. La mayor decadencia de una sociedad se produce cuando no sólo los políticos mienten, sino también los intelectuales; y ambos son consentidos por amplios sectores de la población. José Ortega y Gasset escribió:

“El hombre que aparece ante los demás dedicado al ejercicio intelectual no tiene derecho a mentir. En beneficio de su patria, es lícito al comerciante, al industrial, al labrador, mentir; no hablemos del político, porque es su oficio. Pero el hombre de ciencia, cuyo menester es esforzarse tras la verdad, no puede usar de la autoridad en esa labor ganada para decir la mentira” (Citado en “Diccionario del Lenguaje Filosófico”-Paul Foulquié-Editorial Labor SA-Barcelona 1967).

En la etapa kirchnerista, el sector político opositor reclama ser escuchado en lugar de ser descalificado y difamado públicamente desde la propia presidencia de la nación. Sin embargo, ¿qué diálogo puede esperarse cuando uno de los posibles participantes miente descaradamente tergiversando las estadísticas oficiales, incumpliendo leyes vigentes e incluso tratando de trasfigurar la historia nacional con fines partidarios? El sector gobernante rechaza toda acusación al respecto aduciendo que tal o cual medio informativo opositor también mintió. De ahí que no solo pretende tener amplios derechos a mentir sino que al ciudadano común le impone la obligación de callar ante toda la mentira oficial.

En general, los gobiernos totalitarios (todo en el Estado), al disponer de los medios periodísticos estatales, que dominan a una pequeña o nula competencia del sector privado, tienden a mentir con total libertad para encubrir sus acciones y para proteger la ideología cuando no da los resultados esperados. Alfredo Saénz escribió: “Inicialmente el Estado soviético se apoyó en el terror. Lenin no necesitaba mentir. En su época, el terror se llamaba aun terror, la burocracia era la burocracia, las rebeliones antibolcheviques eran tratadas como tales. En este sentido, Stalin dio un giro importante en su política. Tenía razón cuando decía a Emil Ludwig que el solo temor no bastaba para conservar el poder. Era preciso también la mentira”.

“En 1938, y con todo el peso de la experiencia, Boris Suvarin podía escribir: «La URSS es el país de la mentira, de la mentira absoluta, de la mentira integral. Stalin y sus súbditos mienten siempre, en todo instante, en toda circunstancia, y a fuerza de mentir no saben siquiera ya si mienten. Y cuando cada uno miente, nadie miente más al mentir. La URSS no es más que una mentira de la base al techo. En las cuatro palabras que representan estas cuatro iniciales, no hay menos de cuatro mentiras. La Constitución contiene varias mentiras por artículo…Los planes quinquenales, las estadísticas, los resultados, las realizaciones: mentiras; las asambleas, los congresos: teatro, escenificación. La dictadura del proletariado: inmensa impostura. La espontaneidad de las masas: meticulosa organización. La derecha, la izquierda: mentira y mentira. La vida feliz: una farsa lúgubre. El hombre nuevo: un antiguo gorila. La cultura: una incultura. El jefe genial: un tirano obtuso. El socialismo: una mentira desvergonzada». «Única realidad: el terror, que descompone los espíritus y envenena las conciencias. La mentira es el primer corolario del terror»”.

“Todo está saturado de mentira; todos lo saben y lo dicen abiertamente en las conversaciones privadas, y hacen bromas y se lamentan de ello; pero en los discursos oficiales siguen repitiendo como loros, hipócritamente, «lo que se espera que digan», y con hipocresía y aburrimiento iguales leen y escuchan los discursos de los otros”. “A juicio de Solzhenitsyn esta alimentación forzada, universal y obligatoria, a base de mentiras, es el aspecto más angustiante de la existencia en la URSS, peor que todas sus miserias materiales, peor que toda carencia de libertades ciudadanas. Esos inmensos arsenales de mentiras son recaudados como una especie de impuesto en beneficio de la ideología, para sujetar con clavos los acontecimientos, a medida que van ocurriendo, y fijarlos en una ideología de garras afiladas pero muerta”.

“«La corrupción es para la sociedad civil un signo de salud. Es una manifestación de la vida, de una vida patológica, pero que vale más que la muerte. Se traduce por un renacimiento de la vida personal, porque la figura misma del traficante es una victoria del individuo, de la persona. Las relaciones entre los hombres, en lugar de correr por los moldes artificiales de la ideología, vuelven a encontrar la tierra firme de la realidad, la repartición negociada entre sujetos que disponen de una cierta autonomía. Por el hecho de que ilumina la nada de la palabra muerta la inmoralidad de la corrupción es incluso más moral que la moral falsificada del comunismo» (Alain Besançon)” (De “De la Rus` de Vladímir al «hombre nuevo» soviético”-Ediciones Gladius-Buenos Aires 1989).

La forma en que “arregla” el kirchnerismo los problemas de la inflación, la inseguridad, la pobreza, y tantos otros, consiste en tergiversar los datos estadísticos negándolos. Al igual que en la URSS, se establece una ideología (o relato) y luego se miente hasta compatibilizarla con la realidad. Incluso el sector adherente ataca al capitalismo como la fuente de todo mal. En la Enciclopedia Soviética aparecen los siguientes principios respecto de la delincuencia:

“1. El crimen es una de las características de las sociedades basadas en la propiedad privada, la explotación y la desigualdad social. El capitalismo engendra y ejerce una ideología inmoral de codicia, de ganancias, de misantropía”.
“2. En las sociedades socialistas, las causas del crimen quedan anuladas. Por primera vez en la historia de la humanidad se han creado las condiciones para la liquidación total del crimen”.

Alfredo Sáenz agrega: “Como la delincuencia no debe existir en la URSS, de hecho no existe. Eppur si mueve….Allí están las patotas, los rateros, los violadores. Se los encuentra en las calles de Leningrado y de Odessa, donde los hombres buscan divisas y las chicas se venden a los turistas por 50 dólares. Por supuesto que esto, bien lo sabemos, sucede también entre nosotros. Pero en la URSS resulta inconfesable, no se ajusta a la imagen oficial, ni responde a la lógica del sistema pues el socialismo pretende haber eliminado las causas de la delincuencia de derecho común y los ideólogos soviéticos apuran que la miseria, la explotación del hombre por el hombre, la desocupación y los conflictos han sido suprimidos en la URSS”.

Si bien en la Argentina no hemos llegado todavía a un deterioro social similar al de la URSS staliniana, la mentira ha sido instalada por el kirchnerismo a todo nivel. De ahí que sea conveniente tener presentes algunas medidas de protección individual y social como las sugeridas por Alexander Solzhenitsyn, quien, como respuesta a la pregunta ¿De qué manera sus compatriotas, su juventud, pueden prestarle apoyo?, respondió: “Con acciones físicas no, tan sólo: negándose a mentir, no participando personalmente de la mentira. Que cada uno deje de colaborar con la mentira en todos los sitios donde la vea: le obliguen a decirla, escribirla, citarla o firmarla, o sólo a votarla, o sólo a leerla. En nuestro país la mentira se ha convertido no sólo en categoría ética, sino también en un pilar del Estado. Al apartarnos de la mentira, realizamos un acto ético, no político, no enjuiciable penalmente, pero tendría una influencia inmediata en nuestra vida entera”.

En cuanto al socialismo real de la URSS y las consecuencias de la mentira y el terror, el citado autor agrega respecto de su libro “Archipiélago Gulag”: “A través de las torres de mentiras periodísticas, ¿quién conseguirá enterarse de que mi libro no trata en absoluto de esta guerra [Segunda Guerra Mundial] ni de nuestros veinte millones de caídos, sino de los otros sesenta millones aniquilados en cuarenta años de guerra interior, torturados en secreto, muertos de frío en las soledades, matados de hambre por repúblicas enteras?”. “Hace semanas aún había un camino honrado: reconocer la verdad sobre lo ocurrido y así purificarse de antiguos crímenes. Pero convulsivamente, pero en su miedo cerval han decidido defender la mentira hasta el fin, amparándose tras bastiones de papel de periódico” (De “Memorias”-Librería Editorial Argos SA-Barcelona 1977).

Si alguien asocia la historia reciente de la humanidad a la profecía bíblica del Apocalipsis, acerca del anticristo, de la falsa religión y del sufrimiento humano, a un nivel masivo, y que involucró a gran parte de la humanidad, no puede dudar un instante de que tales personajes nefastos han sido justamente los ideólogos y políticos que promovieron el socialismo, es decir, Marx, Engels, Lenin, Stalin, Trotski, etc. Tan sólo en la URSS asesinaron unos 60 millones de seres humanos, según lo manifestado por el autor citado, que coincide con la opinión de otras figuras sobresalientes de la URSS que denunciaron oportunamente tal catástrofe humana. A esa cifra falta agregar las victimas del terrorismo socialista impuesto en China por Mao Tse Tung, y algunos millones más en algunos otros países.

En cuanto al afianzamiento de la mentira en la sociedad, podemos decir que todavía transitamos por etapas en las cuales ni siquiera somos capaces de cumplir con los mandamientos bíblicos del Antiguo Testamento, tal el que nos sugiere “no levantar falso testimonio ni mentir”. De ahí que pensar en llegar a cumplir los mandamientos del Nuevo Testamento, como el que nos sugiere “ama al prójimo como a ti mismo”, parece un tanto inalcanzable. La gravedad de la situación en la Argentina no radica en que un pequeño grupo de políticos emplee la mentira como un medio para adquirir poder sectorial ilimitado; la gravedad radica en la férrea defensa que un sector de la población ofrece a tales prácticas decadentes.

Acerca de las creencias

Distinguimos las evidencias de las creencias considerando a estas últimas como suposiciones, o hipótesis personales, que establecemos respecto de lo que no puede conocerse de una manera segura e inobjetable. Sin embargo, muchas veces disponemos de evidencias indirectas por las cuales el conocimiento de lo no visible resulta ser tan seguro como el evidente, tal el caso de las partículas subatómicas o del ADN. Las distintas creencias, especialmente aquellas de tipo religioso, deberían fundamentarse también en evidencias indirectas y poseer además cierta coherencia lógica que muestre algún tipo de vínculo concreto con el mundo observable y cognoscible.

Nuestra mente está habituada a razonar en base a la previa suposición de que todo lo existente involucra vínculos entre causas y efectos, además de algunas otras propiedades básicas. De ahí que el pensamiento basado en aspectos que presenten incoherencias lógicas será rechazado por nuestra mente, no porque se mantenga una severa exigencia de rigor intelectual, sino porque resulta imposible adoptar lo irracional como base para establecer el pensamiento racional. No debe interpretarse tal rechazo por un “no quiero creer”, sino como un “no puedo creer”. De ahí que los “misterios de la fe” sirvan para incluir a un sector de la humanidad en la religión tradicional como también para excluir a otro sector no menos importante.

Por lo general, las distintas calificaciones que otorgamos a los demás, y a nosotros mismos, respecto de nuestras posturas religiosas y filosóficas, muestran un carácter subjetivo por cuanto es común utilizar como referencia nuestra propia creencia personal. De ahí que sea oportuno encontrar una caracterización objetiva en base a cómo funciona el mundo real, o cómo parece funcionar.

Llama la atención el hecho de que, generalmente, se pregunte acerca de la creencia religiosa o filosófica de tal o cual persona, dejando un tanto de lado la pregunta esencial acerca de cómo funciona el mundo real, al menos a partir de la información aportada por la ciencia experimental. Aun cuando la mayor parte de la población mundial tenga determinada opinión respecto de cómo funciona el mundo, puede tal opinión diferir notoriamente de la realidad.

Es posible establecer un breve esquema para clasificar las distintas creencias (o evidencias en algunos casos) teniendo presente la existencia de leyes naturales y del proceso general de adaptación cultural del hombre a dichas leyes. Las denominaciones utilizadas pueden no coincidir con las vigentes en la actualidad, si bien se tratará de respetarlas en lo posible. Como referencia adoptaremos la postura filosófica implícita en el método de la ciencia experimental. Luego calificaremos las distintas posturas según coincidan, o no, o difieran en distintos grados, con la referencia adoptada. Las categorías básicas serán entonces:

1- Ateismo: No existen leyes naturales y mucho menos un sentido objetivo del universo; tampoco existen dioses especializados, o un Dios, que dirijan al mundo
2- Paganismo: No existen leyes naturales sino que el mundo es dirigido mediante continuas decisiones de los dioses, o de un Dios, que actúan ante los pedidos humanos
3- Cientificismo no religioso: Existen leyes naturales pero sin un sentido objetivo o finalidad implícita, de ahí que la adaptación del hombre sólo pueda ser parcial
4- Religión natural o deísmo: Existen leyes naturales invariantes que establecen un orden natural con cierta finalidad implícita con la posibilidad de una plena adaptación al mismo
5- Teísmo: Existen leyes naturales, un orden natural, y también uno sobrenatural, de manera de permitir posibles intervenciones sobre aquél. Es posible la adaptación del hombre a la voluntad del Creador
6- Ideologías totalitarias, falsas religiones: A partir de leyes naturales falsas, se establece una falsa religión que aleja al hombre de una posible adaptación al orden natural
7- Agnosticismo: Es la postura de los hombres que no concuerdan con ninguna de las categorías previas, sin rechazarlas a todas y sin negarlas tampoco

La negación de la existencia de leyes naturales asociadas al mundo material, resulta en la actualidad algo poco común, excepto en el caso de personas con muy limitados conocimientos. Por el contrario, la negación parcial de tales leyes aplicadas a la mente humana, que deja lugar a algún tipo de sustancia espiritual, es admitida por varios pensadores. Sin embargo, las diversas investigaciones en neurociencia tienden a avalar la posibilidad de que todo lo asociado a nuestro cerebro esté regido por leyes naturales invariantes.

En plena época científica se admite la existencia de leyes naturales, aunque muchos no les asignen una finalidad u objetivo, por lo que, en cierta forma, se le niega al hombre la posibilidad de adoptar para su vida un sentido compatible con la propia finalidad implícita del universo. Christian de Duve escribió respecto de Jacques Monod: “El principal mensaje filosófico de esta obra [“El Azar y la necesidad”] es que la evolución biológica, lejos de estar de alguna forma dirigida por alguna clase de «élan vital», energía radial u otra fuerza mística, depende enteramente de las mutaciones fortuitas (el azar) evaluadas por la selección natural (la necesidad). No hay ningún significado, propósito o diseño a leer en la aparición y evolución de la vida, aun tratándose de la vida inteligente” (De “Polvo vital”-Grupo Editorial Norma SA-Bogotá 1999).

Si bien la biología nos muestra que no existió una creación directa del hombre, o de la vida, hubo en cambio una creación indirecta a través de las leyes naturales vigentes. Incluso tales leyes pueden materializar la idea de Dios. Si consideramos que Dios es un ser invisible que actúa de igual manera en iguales circunstancias, implica que posee determinada actitud característica. Luego, podemos decir que el propio Dios está regido por una ley similar a la impuesta a los hombres. De ahí la compatibilidad de la religión natural, o deísmo, con la religión teísta. Los hombres, entonces, estaríamos hechos a “imagen y semejanza” de Dios por estar regidos bajo una misma ley.

El ateismo estricto, es decir, el que supone un mundo sin leyes naturales y sin Dios, resulta difícil de admitir, e incluso de imaginar, ya que implicaría la imposibilidad de cierto orden natural y de ahí la posible existencia de un caos básico que dista bastante de la visión que tenemos del mundo real. Pero el ateismo cognitivo, como las restantes posturas filosóficas descriptas, no tiene una relación directa con la moral. Miguel de Unamuno escribió: “Creer en Dios es anhelar que le haya y es, además, conducirse como si le hubiera”. El ateismo moral, justamente, implica “conducirse como si no hubiera Dios ni leyes naturales” aun cuando cognitivamente aceptemos su existencia.

En cuanto a las religiones paganas, que ignoran las leyes naturales, podemos mencionar la religión de Mahoma. Al permitir que cada hombre tenga hasta cuatro mujeres, no tiene en cuenta una ley natural tan elemental como aquella por la cual nace una cantidad similar de hombres que de mujeres. Si unos tienen hasta cuatro, otros se quedarán sin ninguna. Si bien el Islam se presenta como una continuación histórica del cristianismo, al promover cierta violencia o antagonismo contra los “infieles”, incluidos los cristianos, resulta ser incompatible con la propia esencia de la religión, tal la de unir a los adeptos.

Se aduce que el paso del politeísmo al monoteísmo implica un progreso importante de la religión. Sin embargo, si se ignoran las leyes naturales y si se mantiene la creencia de que las cosas suceden por intervenciones directas de Dios, o de los dioses, desde el punto de vista del hombre y de su comportamiento, no existe un cambio esencial. Por el contrario, el salto desde la religión pagana a la religión moral, en la cual las cosas suceden según la conducta del hombre, implica un verdadero progreso.

Una vez que se acepta la existencia de leyes naturales que rigen todo lo existente, actitud filosófica que resulta compatible con la postura del Dios personal que posee una actitud característica definida, resulta superfluo, o redundante, la existencia de un orden sobrenatural, ya que es el hombre quien debe adaptarse a la ley natural en lugar de que Dios deba adaptarse al hombre. Anthony de Melo escribió: “Milagro no implica que Dios se adapte a los deseos humanos, sino que los hombres se adapten a los deseos de Dios”.

Además de las posturas filosóficas y religiosas consideradas, debemos también mencionar a la antirreligión, que produce peores efectos que la religión falsa, o distorsionada. La principal de ellas es el marxismo, que por lo general se lo considera como una postura atea. Sin embargo, al apoyarse en una supuesta ley natural, como es la lucha de clases, para lograr una posterior “adaptación” de la humanidad a tal proceso (eliminándola bajo un importante costo de vidas), adopta una postura similar a la de una religión. Aunque, debido a la débil generalidad de la supuesta ley, la ideología resulta falsa. Nicolás Berdiaev escribió:

“El comunismo pretende ser una nueva religión y exige para su realización grandes reservas de energía religiosas y una fe ilimitada....El ateismo comunista no es un movimiento laico de librepensamiento….Exige la adoración religiosa del proletariado, como pueblo elegido de Dios; diviniza a la colectividad social llamada a reemplazar a Dios y al hombre….El comunismo crea una nueva moral, que no es ni cristiana ni humanitaria. Posee su teología ortodoxa, crea su propio culto, por ejemplo, el culto de Lenin, su propio simbolismo, sus fiestas, el bautismo rojo y los funerales rojos. El comunismo posee sus dogmas obligatorios para todos, su catecismo, condena las herejías y excomulga a los herejes. Este carácter religioso del comunismo encuentra un terreno propicio en el alma del pueblo ruso y en el tipo religioso de su especie. El pueblo ruso pasa de una edad media a una nueva edad media, y sólo sus capas superiores, muy imperceptiblemente, han conocido la época del Renacimiento. El hombre ruso no se inclina a renunciar a la fe cristiana en nombre del racionalismo y de un escepticismo ilustrado, tiende más bien a acatar una nueva idolatría…Los comunistas rusos no son escépticos y, por lo tanto, los escépticos de Occidente les comprenden difícilmente”.

“Se siente claramente que por primera vez en la historia universal una secta atea se ha apoderado del mundo, y esto sobre inmensos espacios y sobre una inmensidad de seres humanos. La filosofía de esta secta está supeditada a un fin de carácter religioso: la propaganda antirreligiosa es el alma de esta filosofía” (De “El cristianismo y el problema del comunismo”-Editorial Espasa-Calpe SA-Madrid 1937).

viernes, 20 de septiembre de 2013

La geopolítica de las emociones

La geopolítica describe la influencia que la geografía y la historia ejercen sobre la política, permitiendo disponer de una visión alternativa para la determinación de las causas que favorecieron algunos de los conflictos establecidos entre distintos países; aunque resulta aventurado sostener la existencia de leyes generales de la geopolítica a las cuales los pueblos deberían adaptarse. Juan Beneyto escribió: “La acción de las grandes potencias sobre las pequeñas y la valoración de los puntos de apoyo obtenidos de éstas para servicio de aquéllas obliga a repensar la Geopolítica, pues los problemas derivados de la acción de todos los mecanismos de dominación a escala global replantean los temas de la situación geográfica y del lugar de ésta en la historia”.

“La relación del hombre con los demás hombres y con las agrupaciones resultantes de tal vínculo se encuentra calificada por la situación geográfica. La isla nos ofrece un cuadro de aislamiento eficaz en la historia, pero una isla grande presentará matices más acentuados en la litoralidad. Se conoce el fenómeno de la mayor densidad demográfica de las zonas costeras y las peculiaridades de su protagonismo histórico de cara a las zonas interiores. La tierra constituye el apoyo del hombre, pero también proyecta sobre él su propia alma” (De “Historia Geopolítica Universal”-Aguilar SA de Ediciones-Madrid 1972).

En cuanto a sus orígenes y contenidos, Walter Theimer escribió: “Mezcla de geografía, historia y política, podría decirse que la geopolítica era un intento de utilizar la geografía en política. Su origen se remonta a la Geografía Política de Ratzel (1897), y la expresión geopolítica fue acuñada por el suizo Kjellén (1864-1922), discípulo de Ratzel”. “De acuerdo con la geopolítica, es el Estado un organismo supraindividual; como todos los organismos, los Estados se hallan empeñados en una lucha constante por la existencia. La tierra, por su configuración natural, está dividida en cierto número de «espacios», que son escenarios de la lucha entre Estados. Esto condiciona una política encadenada al espacio e independiente de los factores humanos, con leyes determinadas a las que se someten todos los pueblos que actúan en cierta región, y a medida que hacen su aparición en la historia”.

“La intención de la geopolítica, a partir de un estudio del espacio y de la historia, era la de impartir sugerencias sobre la utilización de las leyes espaciales en la política exterior. A causa de la eterna actitud de lucha de los pueblos entre sí, se da por descontado que la política exterior debe primar sobre la interna. Las ideologías políticas y los sistemas constitucionales ayudan a perseguir en forma más eficaz los intereses nacionales, dentro de las condiciones geográficas dadas” (Del “Diccionario de Política Mundial”-Miguel A. Collia Editor-Buenos Aires 1958).

De la misma forma en que el marxismo ve en la lucha de clases una “ley natural” que regiría a las sociedades humanas, el nazismo la observa en la lucha por el territorio; tema central de algunos textos de geopolítica. Ludwig von Mises escribió: “El punto esencial en los planes del partido Obrero Nacional-Socialista Alemán es la conquista de «Lebensraum» [Espacio vital] para los alemanes, es decir, un territorio lo bastante extenso y rico en recursos naturales para que puedan vivir bastándose económicamente y en un nivel no más bajo que el de ninguna otra nación. Es obvio que este programa, que desafía y amenaza a todas las demás naciones, no puede ser realizado sino mediante el establecimiento de una hegemonía mundial alemana” (De “Omnipotencia gubernamental”-Editorial Hermes-México 1943).

En la búsqueda de una ciencia con alcances similares a la geopolítica tradicional, incluso de mayor generalidad, diversos autores sostienen que es necesario adoptar, como variables relevantes, otros aspectos asociados al comportamiento del hombre. Así, en ocasiones se habla de la mentalidad generalizada de una sociedad, materializada en la existencia de un conjunto de ideas dominantes. Luego, será posible caracterizarla detectando, mediante encuestas, en qué consisten tales ideas. Sin embargo, las motivaciones que generan las distintas acciones humanas no dependen sólo de las ideas dominantes, sino también de las emociones dominantes. De ahí la interesante posibilidad de describir las tendencias políticas de los pueblos bajo una “geopolítica de las emociones”.

Si bien las actitudes generalizadas de los pueblos pueden comprenderse a través de las ideologías dominantes, ya sea que estén expresadas en forma explícita, o bien tácitamente, es posible sostener que cada ideología admite también un fundamento emocional. Luego, toda ideología promoverá respuestas emocionales típicas que, para bien o para mal, influirán sobre las demás personas. Dominique Moïsi escribió:

“Hoy en día la búsqueda de identidad por parte de personas que no están seguras de quiénes son, de su lugar en el mundo y de sus perspectivas de un futuro con sentido, ha reemplazado las ideologías como el motor de la historia. Esto ha llevado a que las emociones tengan hoy, más que nunca, importancia en un mundo en el que los medios de comunicación desempeñan el papel de caja acústica y lupa”. “En este libro he decidido concentrarme en tres emociones primordiales: el miedo, la esperanza y la humillación. ¿Por qué precisamente estas tres? ¿Por qué no la ira, el odio, el resentimiento, la venganza, el amor, el honor, la solidaridad…? La razón por la cual he elegido estas tres emociones es que ellas están estrechamente ligadas a la noción de «confianza», que es el factor determinante de la forma en que las naciones y los pueblos encaran los retos con que se topan y se relacionan entre sí”.

“El miedo es la ausencia de confianza. Si tu vida está dominada por el miedo, vives preocupado por el presente y esperas que el futuro se vuelva incluso más amenazante. La esperanza, por el contrario, es una expresión de confianza; está basada en la convicción de que el día de hoy es mejor que el de ayer, y que mañana será mejor que hoy. Y la humillación es la confianza herida de aquellos que han perdido la esperanza en el mañana; tu falta de esperanza es culpa de aquellos que te han lastimado en el pasado. Cuando el contraste entre tu pasado y tu presente frustrante es demasiado agudo, la humillación prevalece”.

“Si se quisieran resumir estas tres emociones a través de tres fórmulas, se podrá decir que la esperanza es «Quiero lograrlo, puedo lograrlo, lo voy a lograr»; la humillación es «Jamás podré lograrlo», y puede llevar a «Ya que no me puedo unir a ti, intentaré entonces destruirte»; y el miedo, «Dios santo, el mundo se ha convertido en un lugar peligroso. ¿Qué me protegerá de él?»” (De “La geopolítica de las emociones”-Grupo Editorial Norma-Bogotá 2009).

Considerando a la etología humana comparada como la ciencia de los comportamientos, costumbres y mentalidades de los distintos grupos humanos, puede considerarse a la geopolítica como un desarrollo de aquélla. Alain Peyrefitte escribió: “La sociedad de suspicacia es una sociedad transida de frío, ganador-perdedor: una sociedad en que la vida común es un juego de suma cero, incluso de suma negativa («si tu ganas, yo pierdo»); sociedad proclive a la lucha de clases, al malvivir nacional e internacional, a la envidia social, al encierro, a la agresividad de la vigilancia recíproca. La sociedad de confianza es una sociedad en expansión, ganador-ganador («si tu ganas, yo gano»); sociedad de solidaridad, de proyecto común, de apertura, de intercambio y comunicación” (De “La sociedad de la confianza”-Editorial Andrés Bello-Santiago de Chile 1996).

Es oportuno mencionar los países o los pueblos que ejemplifican cada una de las emociones básicas mencionadas. Para Dominique Moïsi, la esperanza puede asociarse a los países en crecimiento, como pueden ser China e India, constituidos por millones de personas que están dejando atrás la pobreza para acceder a la clase media. Al respecto escribió: “Hoy en día, la esperanza se refiere al avance económico y social, y su sede se halla en Oriente. Más aún, para un número significativo de asiáticos, lo que importa no es sólo que buscan estar a la altura de Occidente, sino además que confían en que pueden y podrán hacerlo. Si la fe es una «esperanza en lo invisible», el mundo asiático claramente avanza a paso seguro más allá de la fe, cifrando sus esperanzas en un progreso material que puede ver, sentir, escuchar, saborear y experimentar en un mundo que cambia a toda velocidad”.

En cuanto a la cultura de la humillación, se la asocia a los países árabes-musulmanes, que han adoptado una postura antagónica hacia Occidente tratando de ocultar su propia debilidad. Al respecto escribió: “La cultura de la humillación árabe-islámica tiene algunas otras implicaciones importantes más allá del papel que desempeña como patrocinadora del terrorismo”. “Según Samir Kassir [periodista libanés] el peor aspecto de esta desgracia es la negativa de los árabes mismos de salir de ella. Añade que, en su opinión, el atractivo del islamismo yihadista radica en el hecho de que se trata de «la única ideología que parece ofrecer un alivio del estatus de víctima que los árabes proclaman con furor»”. “La cultura de la muerte, según Kassir, es parte de esta profunda desgracia. Si no es posible obtener una victoria, «desangrar a otros se convierte en algún tipo de consuelo». Esta lógica de venganza ha alcanzado una nueva cima durante la última década: «La muerte se ha convertido en el medio indispensable para alcanzar cierto fin, o incluso en el fin mismo»”.

Una postura derrotista similar es la que predomina en algunos países latinoamericanos y por la cual se culpa de todos sus males al imperialismo yankee que trata de dominarlos mediante toda suerte de “artefactos diabólicos” conocidos como Ford, Chevrolet, Microsoft, Intel, etc. De ahí que se acepte que los pueblos “dominados” no deben cambiar en lo más mínimo ya que es el “culpable” el que debe cambiar; y si lo hace por una catástrofe, tanto mejor. Para colmo, los políticos con mayores posibilidades de ser elegidos para gobernar serán aquellos que mejor sepan orientar y promover el odio hacia el imperio, y simultáneamente, hacia los sectores opositores que, supuestamente, favorecen al “enemigo”.

La cultura del miedo, por otra parte, prevalece en Japón tanto como en los países occidentales debido a las recientes crisis económicas y el subsiguiente estancamiento. Dominique Moïsi escribió: “La crisis de identidad que enfrenta el mundo occidental puede ser resumida a través del concepto de «miedo». Pero una misma palabra define realidades diferentes. El miedo que domina hoy en día a EEUU es bastante diferente del que se experimenta en Europa. Y sin embargo, no es una simplificación sostener que es el miedo lo que une las dos ramas de Occidente, la estadounidense y la europea. Y es justamente el factor del miedo el que nos puede separar mañana si los EEUU, bajo el liderazgo de un presidente joven, rechaza su cultura del miedo a fin de recuperar su cultura tradicional de esperanza, mientras Europa, tras el tercer voto contra Europa por parte del pueblo irlandés, y frente a la posibilidad de un «no» francés y holandés, sigue hundiéndose a trompicones en una pérdida de confianza aún más profunda”.

martes, 17 de septiembre de 2013

Desde el socialismo al redistribucionismo

Luego del derrumbe del socialismo, una parte significativa de la izquierda política encontró en el redistribucionismo una variante que habría de satisfacer algunas de las demandas que antes otorgaba aquel sistema. Así, mientras el socialismo alentaba las esperanzas de una futura expropiación de los medios de producción, o incluso de otros tipos de propiedad privada, con el redistribucionismo se espera que el Estado confisque las ganancias de las empresas para asignarlas a quienes menos tienen. De esa forma, el peligro de confiscación recaerá sólo en los empresarios, por lo cual la adhesión puede resultar todavía mayor.

Debido a los inconvenientes inmediatos que esta tendencia provoca en la economía, resulta ser una “solución” desestimada por otros sectores, mientras que los marxistas se interesan más por el perjuicio que originará a los ricos que por los beneficios que recibirán los pobres. Ludwig von Mises escribió: “No vale la pena hablar demasiado del resentimiento y de la envidiosa malevolencia. Está uno resentido cuando odia tanto que no le preocupa soportar daño personal grave con tal de que otro sufra también. Gran número de los enemigos del capitalismo saben perfectamente que su personal situación se perjudicaría bajo cualquier otro orden económico. Propugnan, sin embargo, la reforma, es decir, el socialismo, con pleno conocimiento de lo anterior, por suponer que los ricos, a quienes envidian, también, por su parte, padecerán. ¡Cuántas veces oímos decir que la penuria socialista resultará fácilmente soportable ya que, bajo tal sistema, todos sabrán que nadie disfruta de mayor bienestar!”.

Además, el socialismo implica la esperanza de quienes necesitan apoyarse en la creencia en un futuro venturoso. El citado autor agrega: “El socialismo, para nuestros contemporáneos, constituye divino elixir frente a la adversidad; algo de lo que le pasaba al devoto cristiano de otrora, que soportaba mejor las penas terrenales confiando en un feliz mundo ulterior, donde los últimos serían los primeros. La promesa socialista tiene, sin embargo, muy diferentes consecuencias, pues la cristiana inducía a las gentes a llevar una conducta virtuosa, confiando siempre en una vida eterna y una celestial recompensa. El partido, en cambio, exige a sus seguidores disciplina política absoluta, para acabar pagándoles con esperanzas fallidas e inalcanzables promesas”.

También la imposición del socialismo tuvo cierta semejanza con la colonización española de América, ya que, bajo la excusa de evangelizar a los nativos, se cometieron saqueos generalizados y una intensiva explotación laboral a los habitantes del Nuevo Mundo. La imposición del socialismo, mediante las armas y las guerras civiles, produjo también saqueos masivos y explotación generalizada de amplios sectores de las poblaciones. Sin embargo, existe una diferencia notable, ya que la conquista de América ocurrió hace más de cinco siglos mientras que la imposición socialista existe todavía en algunos pocos países.

En las sociedades actuales, si fuese por la intención de la mayoría, se le otorgarían al empresario sólo obligaciones, tal como la de mantener al resto de la población quedándose para sí con una pequeña ganancia. Tales obligaciones están vinculadas a los deberes que el Estado contrae con el resto de la sociedad, que sólo tiene derechos. Los deberes del Estado son transferidos sin mucho cambio al sector empresarial. Se habla siempre en nombre de la igualdad, sin embargo, se supone que unos sólo tienen derechos y otros sólo obligaciones.

En cuanto a la redistribución de las utilidades empresariales, confiscadas mediante impuestos, en cuanto se excede el nivel razonable de la prestación de ayuda a los sectores más vulnerables, se tiende a reproducir los típicos errores socialistas:

a) Al quitarle incentivos para trabajar y producir, empresarios y empleados tienden a limitar sus actividades
b) Al elevarse el monto de los impuestos, las inversiones productivas tienden a decrecer debido a la menor disponibilidad de recursos
c) Cuando la ayuda social se generaliza, se tiende a igualar los salarios del obrero con lo que recibe mensualmente quien no trabaja. Se incentiva así la vagancia

Cuando se reducen las posibilidades de inversión productiva; se impide la creación de puestos de trabajo para quienes son mantenidos por empresarios y trabajadores, a través del Estado, sin que se produzca la esperada contraprestación laboral. De ahí la gran divergencia de opiniones entre liberales y redistribucionistas. Podemos sintetizar ambas posturas de la siguiente forma:

1) Liberales: sostienen que los bajos impuestos permiten aumentar las inversiones productivas; tales inversiones permiten ofrecer puestos de trabajo genuino, ya que se busca la elevación del nivel de vida de toda la sociedad.
2) Redistribucionistas: sostienen que los altos impuestos permiten al Estado distribuir dinero masivamente para mejorar la situación de los sectores necesitados, y de aquellos no tan necesitados. (Aunque sin reconocerlo, buscan la obtención de votos para las futuras elecciones).

La postura liberal, sin embargo, es descalificada, mientras que el redistribucionismo es alabado. Ludwig von Mises escribió: “En cuanto el liberal se pronuncia contra ciertas demagógicas medidas, por razón de las demagógicas consecuencias sociales que sabe las mismas han de provocar, inmediatamente acúsasele de enemigo del pueblo, mientras elogios y alabanzas sin cuento son derramadas sobre falsos profetas que, incapaces de ver los inevitables perjuicios subsiguientes, propician lo que, al pronto, parece mejor”. “La política antiliberal es una política de consumo de capital. Amplía la provisión presente a costa de la futura”. “Hablar, en tal caso, de dureza de corazón frente a filantropía resulta, a no dudar, deshonesto y mendaz. Y esto no es tan sólo aplicable a nuestros presentes políticos y periodistas antiliberales, pues la cosa ya viene de antiguo; la mayor parte de los autores partidarios de la prusiana «Sozialpolitik» recurrió a iguales tretas” (De “El liberalismo”-Editorial Planeta Argentina SAIC-Buenos Aires 1994).

Debe advertirse que el libro citado apareció inicialmente en 1927 en idioma alemán. Sin embargo, como las posturas políticas provienen de los distintos tipos de personalidad existentes en las diversas sociedades, las discusiones se repiten hasta que un país entra definitivamente en la etapa del desarrollo y se comienza a tener en cuenta los efectos reales de las decisiones humanas.

En cuanto a la filosofía confiscatoria, Ludwig von Mises escribió: “Supone el dirigista que las medidas atentatorias contra el derecho de propiedad para nada influyen sobre el volumen total de la producción. De ahí que tan cándidamente se lance a todo género de actividades expoliatorias. La producción, para él, es una suma dada, sin relación alguna con el orden social existente. Piensa que no es tanto la producción, sino la «equitativa» distribución de la misma entre los distintos miembros de la comunidad, lo que fundamentalmente debe de preocupar al Estado. Intervencionistas y socialistas pretenden que los bienes económicos son engendrados por peculiar proceso social. Llegado éste a su término y recolectado sus frutos, pónese en marcha un segundo proceso que distribuye entre los miembros de la comunidad los bienes acumulados. Rasgo característico del capitalismo es –dicen- el que las respectivas cuotas asignadas, en dicho reparto, a cada individuo sean desiguales. Hay quienes –empresarios, capitalistas, terratenientes- se apropian más de lo debido. El resto de las gentes, consecuentemente, ve su participación injustamente cercenada. El poder público está obligado, ejerciendo innegable derecho, a expropiar ese exceso retirado por los privilegiados para redistribuirlo entre los restantes ciudadanos”.

“Pero esta supuesta dualidad de procesos –uno de producción y otro de distribución- en la economía de mercado no se da. El mecanismo es único. Los bienes no son primero producidos y luego distribuidos. Ficticia a todas luces resulta aquella imaginada apropiación de unas riquezas sin dueño. Todos los bienes, desde un principio, son siempre propiedad de alguien. Si se quiere redistribuirlos es obligado proceder previamente a su confiscación. El aparato estatal de compulsión y coerción puede, desde luego, lanzarse a todo género de expoliaciones y expropiaciones. Pero ello no prueba que un duradero y fecundo sistema de colaboración social pueda, sobre tal base, estructurarse”.

“Cuando los piratas vikingos, después de asolar una comunidad de autárquicos campesinos, reembarcaban en sus naves, las víctimas supervivientes reanudaban el trabajo, cultivaban la tierra y procedían a la reconstrucción de lo damnificado. Si los corsarios al cabo de unos años volvían, encontraban nuevas riquezas que expoliar. La organización capitalista, sin embargo, no resiste reiteradas depredaciones. La acumulación de capital y la inversión productiva presuponen que tales ataques no se prodigarán. En ausencia de tal esperanza, las gentes prefieren consumir su capital a reservarlo para quienes han de expropiarlo. De ahí la íntima contradicción de aquellos planes que aspiran a combinar la propiedad privada con la reiterada expoliación de la riqueza individual” (De “La acción humana”-Editorial Sopec SA-Madrid 1968).

Cuando los gastos del Estado son excesivos, ha de recurrirse a la impresión de billetes a un ritmo mayor al aumento de la producción, acentuándose el proceso inflacionario. Como la inflación afecta prioritariamente a los sectores de menores recursos, la redistribución excesiva termina siendo una redistribución inversa, ya que el impuesto inflacionario puede considerarse como un proceso por el cual se favorece a los ricos a costa de los más pobres. Esta parece haber sido la secuencia adoptada por el kirchnerismo; que puede resumirse de la siguiente manera:

a) Se trata de ganar elecciones a toda costa
b) Se redistribuyen los montos derivados de impuestos cada vez más altos
c) Se comienzan a realizar expropiaciones de empresas
d) Disminuye la inversión productiva
e) Salen los capitales del circuito productivo (a veces fuera del país)
f) Se imprime papel moneda en exceso
g) Comienza a acentuarse el proceso inflacionario
h) Se mantiene alto el nivel de pobreza
i) Seguimos a paso firme por el camino del subdesarrollo.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Acerca de la perestroika

El final del Imperio Soviético y del socialismo estuvo precedido por una severa crisis social y económica que requirió de sus autoridades un intento final por salvar la estructura tradicional del sistema. Tal reestructuración, si bien constituyó cierto acercamiento al sistema capitalista, no fue considerado como tal por cuestiones esencialmente ideológicas, ya que en realidad existen sólo dos posibilidades para la organización de la economía, de ahí que todo cambio implica acercarse a uno y alejarse simultáneamente del otro sistema. Ramón Tamames escribió: “Con las palabras perestroika (reestructuración) y glasnost (transparencia) se resumen las reformas emprendidas en la URSS desde 1985 para modernizar y democratizar la economía y la sociedad. Mijaíl Gorbachov tomaba la dirección, tantas veces anhelada, de más libertad, mayores cotas de bienestar, autonomía de las empresas y renovada capacidad innovadora frente a la asfixiante planificación centralista” (Del prólogo de “La perestroika económica” de Abel Aganbegyan-Ediciones Grijalbo SA-Buenos Aires 1990).

No existe una tercera vía, tal como un “socialismo de mercado”, por cuanto en la sociedad capitalista las decisiones económicas son tomadas por cada individuo a través de la planificación de sus propias vidas, o bien todas las decisiones, incluyendo la planificación económica colectiva, será llevada a cabo por quienes dirigen a la sociedad comunista. En el mercado, el empresario orienta su producción según la demanda observada de sus productos, de ahí que ambas decisiones (demanda y producción) están vinculadas cercanamente. Alberto Benegas Lynch (h) escribió: “Separar la producción de la distribución es imposible, ya que se trata del mismo proceso. La redistribución genera mala inversión de recursos, lo que a su vez hace que se consuma capital, resultando de este proceso menores ingresos y salarios. De esta forma, cuando el Estado interviene en la economía, redistribuyendo coactivamente, termina generando un efecto exactamente inverso al buscado, perjudicando en especial a los más desposeídos” (De “Socialismo de mercado”-Ameghino Editora SA-Rosario 1997).

Entre los aspectos más notorios de las deficiencias del sistema socialista tenemos, por una parte, la excesiva centralización de las decisiones económicas. En lugar de ser cada uno de los millones de habitantes quienes decidirán sus vidas, eligiendo distintas alternativas cotidianamente, respecto de qué hacer en el presente vislumbrando y proyectando un futuro, son las autoridades políticas quienes “sabiamente” decidirán el destino de cada habitante. Además de no existir tanta sabiduría concentrada en una persona normal, no es factible manejar una cantidad formidable de información para luego decidir en función de ella, lo que provoca una ineficiencia manifiesta en todo el sistema. Abel Aganbegyan, asesor de Gorbachov, escribió:

“El problema principal consiste en sustituir el sistema de administración mediante órdenes, que ha regido en nuestro país durante los últimos cincuenta años, por un sistema de administración radicalmente nuevo, basado en la utilización de los métodos económicos: desarrollo del mercado y de los mecanismos financieros y crediticios, afirmación de los estímulos económicos, y todo esto bajo la influencia determinante de una democratización general y de la aceptación de la autoadministración”.

“El fundamento del nuevo sistema global de dirección consiste en proporcionar una independencia económica a los principales eslabones productivos de la economía, o sea a las empresas o asociaciones. El Estado no es responsable de sus cuentas y las empresas no son responsables de las deudas del Estado. Se acepta el pluralismo en las relaciones de propiedad: además de las empresas estatales, se crea un importante sector cooperativo y se desarrolla la actividad artesanal, que penetra en todas las esferas de la economía”.

Además de los problemas derivados de la planificación central de la economía, los sistemas socialistas presentan una ausencia de incentivos para promover el trabajo y la innovación. Ramón Tamames escribió: “El propósito de la reforma abordada por Gorbachov consiste en generar bienestar, sobre la base de producir toda clase de artículos de alta tecnología. Se propone superar el grave atraso de muchos sectores y proporcionar incentivos salariales y extrasalariales a los trabajadores para elevar la productividad «el que trabaja mejor debe poder vivir mejor». Persigue erradicar el derroche, evitar las producciones invendibles por su mala calidad y de aumentar la competitividad acabando, gradualmente, con los sistemas de subvenciones que, cubriendo pérdidas, fomentan la ineficiencia de muchas empresas”.

Respecto de los problemas socialistas, Ricardo Bebczuk escribió: “¿Qué gobierna nuestras decisiones de trabajo e inversión? Nos gustaría decir que es la vocación de servicio o el compromiso con la sociedad, pero la respuesta correcta tiene menos poesía: el incentivo a la ganancia. Aquí es donde falló el principio comunista que pregonaba «de cada uno según su capacidad; a cada uno según sus necesidades». Incluso con sus métodos autoritarios, el sistema no consiguió el resultado esperado. Ausente el incentivo de un ingreso acorde a la capacidad, las personas optaron por trabajar de acuerdo a sus necesidades; del otro lado del escritorio, los gobernantes no se contentaron con un ingreso acorde a sus necesidades y, mucho menos, acorde a su capacidad. Faltaron los incentivos para que cada uno diera lo mejor de sí y los controles para evitar lo peor de cada uno. Se impusieron reglas asfixiantes hacia un lado y se dejó sin reglas al otro sector” (De “Para entender la economía”-Galerna-Buenos Aires 2012).

Las deficiencias del sistema socialista, en la URSS, han sido también descriptas por el propio Mijaíl Gorbachov, quien escribió: “En cierta etapa –eso se vuelve particularmente claro en la última mitad de los años setenta- sucedió algo que resultó a primera vista inexplicable. El país comenzó a perder impulso. Los fracasos económicos se volvieron más frecuentes. Comenzaron a acumularse las dificultades y se multiplicaron los problemas sin resolver. Elementos de lo que nosotros llamamos estancamiento, y otros fenómenos ajenos al socialismo comenzaron a aparecer en la vida de la sociedad. Una especie de «mecanismo de freno» afectaba el desarrollo social y económico. Y todo eso sucedía al mismo tiempo que la revolución científica y tecnológica abría nuevas perspectivas para el progreso social y económico”.

“El impulso a la producción bruta, en particular en la industria pesada, se convirtió en un objetivo «prioridad uno», casi un fin en sí mismo. Lo mismo sucedió con la capitalización, donde una considerable parte de la riqueza nacional se convirtió en capital ocioso. Hubo costosos proyectos que nunca fueron dignos de los más altos niveles científicos y tecnológicos. El trabajador o la empresa que había gastado la mayor cantidad de trabajo, material y dinero, era considerado el mejor. Es natural que el productor trate de «agradar» al consumidor, si puedo expresarlo de esa manera. Sin embargo, en nuestro país el consumidor se encontró totalmente a merced del productor, y tuvo que conformarse con lo que éste decidiera ofrecerle. Esto era, nuevamente, consecuencia del impulso de la producción bruta”.

“Se convirtió en algo típico de nuestros especialistas en economía, el pensar, no en cómo elevar el activo nacional, sino en cómo colocar más material, mano de obra y horas de trabajo en una partida, para venderla a precios altos. Por lo tanto, a pesar de esa «producción bruta», había escasez de productos. Nosotros gastamos; de hecho estamos todavía gastando mucho más en materias primas, energía y otros recursos, por unidad de producción bruta, que otras naciones desarrolladas. La riqueza de nuestro país, en términos de recursos naturales y mano de obra, nos ha echado a perder; incluso podría decirse que nos ha corrompido” (De “Perestroika”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1987).

Lo que resulta difícil de entender, respecto de los adeptos al socialismo, son sus criticas al liberalismo por cuanto éste recomienda adaptarse a las leyes del mercado, teniendo presente que en un sistema capitalista no ocurrirían los errores económicos elementales descriptos por el citado autor. En cuanto a la corrupción inherente al sistema, Gorbachov escribe: “Las actitudes parásitas estaban aumentando, el prestigio del trabajo cuidadoso y de alta calidad comenzó a disminuir y la mentalidad de «nivelar los salarios» comenzaba a generalizarse. La falta de equilibrio entre la dimensión de trabajo y la dimensión de consumo se había convertido en algo así como la pieza clave en el mecanismo de freno; no solamente obstruyendo el crecimiento de la productividad laboral, sino también conduciendo a la distorsión del principio de justicia social”.

“La presentación de una realidad sin problemas fue contraproducente: se había formado una brecha entre la palabra y la acción, que produjo la pasividad pública y el descreimiento de los eslogans que se proclamaban. Es natural que esta situación diera por resultado una brecha en la credibilidad: todo lo que era proclamado en las tribunas e impreso en los periódicos y libros de texto fue cuestionado”. “El mundo de las realidades cotidianas y el mundo de la prosperidad ficticia fueron divergiendo más y más”.

“Virtualmente no hay desempleo. El Estado ha asumido la preocupación de asegurar el empleo. Hasta una persona echada por holgazanería o por una infracción a la disciplina laboral se le deberá dar otro trabajo”. “Pero también vemos que la gente deshonesta trata de explotar esas ventajas del socialismo, conoce solamente sus derechos pero no quiere saber sus deberes: trabajan poco, evitan el trabajo, y beben mucho. Hay alguna gente que se ha adaptado a las leyes existentes y las practica para sus propios intereses egoístas. Casi no da nada a la sociedad, pero sin embargo se las arregla para sacar de ella todo lo posible y aun lo imposible, vive de ingresos que no ha ganado”.

Por lo general se destaca, en los ámbitos socialistas, que, al no existir la propiedad privada de los medios de producción, y a veces de las viviendas, todo pertenece al Estado y, por lo tanto, todo pertenece al pueblo. Sin embargo, como nadie puede disponer de nada, excepto los gobernantes, resulta mejor decir que en el socialismo nadie es dueño de nada. Gorbachov escribe al respecto: “La propiedad pública fue gradualmente privada de su verdadero dueño: el hombre trabajador. Esta propiedad fue frecuentemente víctima del departamentalismo y el localismo, se convirtió en una tierra de nadie, privada de un verdadero dueño. Signos siempre en aumento pusieron de manifiesto la alienación del hombre con respecto a la propiedad de todo el pueblo, la falta de coordinación entre los intereses públicos y los intereses personales del que trabaja. Ésta fue la causa principal de lo que sucedió: en la nueva etapa, el viejo sistema de gestión económica comenzó a convertirse, de un factor de desarrollo, en un freno que retardaba el avance socialista”.

Quien pretende cooperar con la sociedad en que vive, seguramente se inclinará por el trabajo productivo libre mientras que quien pretende vivir a costa de los demás, a veces en forma “igualitaria”, a veces tratando de gobernar desde el Estado a quienes lo mantendrán con su trabajo, puede considerarse como alguien que padece de la corrupta “actitud socialista”.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Entre el deontologismo y el utilitarismo

Las distintas propuestas éticas consisten esencialmente en sugerir, mediante normas, las acciones que conducen a lograr el bien y a evitar el mal. Esta definición general, aparentemente evidente, presenta, sin embargo, algunos interrogantes ya que, para algunos, la norma que sugiere una acción ha de ser prioritaria a los efectos derivados de su cumplimiento, mientras que para otros la norma ética surge luego de considerar los efectos de las acciones humanas, para tratar de optimizar nuestro comportamiento social. Para aclarar el tema, a fin de encontrar la secuencia adecuada entre normas, conducta y efectos, debemos considerar la siguiente pregunta básica: ¿Me gusta porque es bueno o es bueno porque me gusta?.

Si aceptamos que algo nos gusta porque previamente consideramos que es bueno, en cierta forma estamos considerando prioritaria una norma, un mandamiento o una sugerencia ética que será considerada como nuestra referencia, incluso una referencia más importante que los efectos concretos asociados a nuestra conducta. Por el contrario, si aceptamos que algo es bueno porque nos gusta, en principio estamos priorizando los efectos de nuestra conducta bajo la previa aceptación del principio de felicidad, como la tendencia básica que orienta nuestros actos y nuestra vida.

Consideramos como bueno a lo que nos lleva a la felicidad y malo lo que nos aleja de ese objetivo. Javier Sádaba escribió: “El deontologismo afirma que algo es bueno porque debe hacerse. El utilitarismo afirma que algo debe hacerse porque es bueno. El deontologismo parte de unos principios que considera deberes y sólo lo que se realiza según tales deberes es bueno. El utilitarista pone la vista en las consecuencias de una acción y, si ve que son buenas, concluye que debe hacerse”.

Puede decirse que en el primer caso estaríamos adoptando como referencia la norma, el mandamiento o la sugerencia originada en un ser humano, relegando a la propia ley natural como la referencia obligada (si no se la ha tenido en cuenta), mientras que en el segundo caso adoptamos como referencia a la propia realidad y a la ley natural. Sin embargo, al guiarnos por los resultados de nuestra conducta, nada nos asegura que el nivel de felicidad obtenido sea siempre el adecuado, como es el caso del que encuentra un fugaz bienestar en el juego o en el vicio. Tampoco las sugerencias éticas que provienen de otras personas nos dan una garantía total acerca de su validez. Podemos sintetizar las secuencias seguidas en ambos casos:

a) Deontologismo: Normas -> Conducta -> Efectos
b) Utilitarismo: Efectos -> Normas -> Conducta

El autor citado agrega: “Pero vamos a intentar responder antes a dos objeciones que a buen seguro habrán ido apoderándose de la mente del lector atento:

1- La primera es ésta: si el fin último de la moral es la felicidad, entonces todo el bien o deber que se haga tendrá por objeto ser feliz, luego no es verdad que la moral es algo absoluto; es, más bien, relativa, y un medio o un instrumento para lograr la felicidad.
2- Si existe un segundo nivel, el de las teorías morales, que responde a la pregunta de por qué esto es bueno o malo, también habrá un tercer nivel en el que se pregunte por qué, por ejemplo, las consecuencias son buenas o por qué los principios son buenos. Más aún, podemos imaginar un cuarto nivel, y así hasta el infinito”
(De “La Ética contada con sencillez”-Maeva Ediciones-Madrid 2004)

Desde el punto de vista de los razonamientos, entramos en los laberintos típicamente filosóficos, de ahí que conviene salir de ellos recurriendo a la verificación experimental, acudiendo, por ejemplo, a la psicología social. En este caso, podemos advertir que, afortunadamente, existen sólo cuatro posibles componentes afectivas básicas de nuestra actitud típica, o característica, de la cual debemos elegir una. Así, si a alguien le pasa algo malo, podemos compartir ese dolor (amor), o podemos alegrarnos de ello (odio), o podemos ignorarlo porque sólo nos interesamos por nosotros mismos (egoísmo) o porque poco nos importa lo que le sucede a los demás e incluso a nosotros mismos (indiferencia).

Luego, teniendo presente la natural tendencia hacia el logro de la felicidad, la actitud que mejor se adapta es la primera, por la cual compartimos las penas y las alegrías de los demás como si fuesen propias, que es, esencialmente, el significado del “Amarás al prójimo como a ti mismo”. De esa forma, vemos que dicho mandamiento responde tanto a la postura deontológica (debemos cumplir una norma) como a la postura utilitarista (la norma es buena porque nos orienta hacia la felicidad).

Nuestra respuesta, o actitud característica, es un conjunto de respuestas típicas que pueden variar desde el amor hacia nuestros familiares hasta la indiferencia hacia las personas extrañas pasando por el odio hacia alguna figura popular, o hacia alguien conocido. El mandamiento cristiano nos sugiere al amor como la tendencia que debe predominar sobre las restantes, hasta llegar, incluso, a anularlas.

Es posible que la ética cristiana haya surgido como surgen todos los conocimientos asociados con la conducta humana, es decir, mediante prueba y error, y una posterior selección de lo que produce los mejores resultados. Este supuesto origen “terrestre”, en lugar de una revelación, no cambia esencialmente el contenido del mandamiento, mientras que el mérito de su cumplimiento no radica en creer en su origen sobrenatural, sino en poder aplicarlo en una forma generalizada.

Entre los impedimentos de su cumplimiento, encontramos las diversas interpretaciones que tan sólo confunden al ciudadano común. También la prioritaria consideración de la fe sobre las obras, asumida por algunas iglesias cristianas, relega la ética cristiana a la adhesión a cierta postura filosófica, olvidando que la religión es una cuestión de moral antes que de filosofía.

La ética formaba parte de la religión, en forma exclusiva, hasta hace algunos siglos atrás. Sin embargo, la severa crisis moral que afronta gran parte de la humanidad requiere de cierta claridad conceptual y sencillez para reencausar al ser humano por el camino indicado por la ética natural, o cristiana. No resulta admisible considerar que la propia naturaleza haya impedido que los lineamientos básicos de nuestra conducta moral sean accesibles tan sólo a las personas con una formación intelectual especializada. La religión para monjes no es justamente una religión, sino que lo es solamente cuando los destinatarios son todos los seres humanos.

Una moral desvinculada de los afectos, no es una moral, ya que el cumplimiento de normas por vía puramente racional dará pobres resultados, lo mismo que el cálculo utilitario desligado de los mismos. Además, los estados de ánimo son accesibles a nuestro control y son los indicadores de lo que debemos hacer en cada circunstancia en lugar de tener que decidir en base a un razonamiento previo que ha de adaptar nuestras decisiones a los principios morales conformados bajo la forma de deberes irrenunciables. Como ejemplo de esta postura, puede mencionarse a Immanuel Kant. Al respecto, Armando Ribas escribió: “Tres máximas establece Kant para definir el valor moral, esto es, que tales acciones sean hechas no por inclinación sino por deber:

1- La de procurar cada cual su propia felicidad no por inclinación, sino por deber; sólo entonces tiene su conducta un verdadero valor moral.
2- Una acción hecha por deber tiene su valor moral, no en el propósito que por medio de ella se quiere alcanzar, sino en la máxima por la cual ha sido resuelta.
3- El deber es la necesidad de la acción por respeto a la ley.

“Es importante destacar, entonces, que razón práctica, para Kant, en modo alguno implica un concepto sacado de la experiencia. La popularidad de la razón vulgar ha sido lograda no como un conocimiento surgido empíricamente, sino como una metafísica de las costumbres que tiene su validez universal a priori, más allá de que alguna vez pueda encontrarse una conducta semejante en la experiencia. Kant enfatiza este punto diciendo: «Por todo lo dicho se ve claramente que todos los conceptos morales tienen su asiento y origen completamente a priori, en la razón, y ello en la razón humana más vulgar tanto como en la más altamente especulativa; que no pueden ser abstraídos de ningún conocimiento empírico, el cual por lo tanto sería contingente, que en esa pureza de su origen reside su dignidad de servirnos de principios prácticos supremos….Puesto que las leyes morales deben valer para todo ser racional en general»” (De “Entre la libertad y la servidumbre”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1992).

Max Weber también advirtió la diferencia entre las morales de principios y aquellas orientadas a los resultados, por lo que escribió: “Debemos tener claro que toda actividad de orientación ética puede estar sometida a dos máximas antitéticas, absolutamente opuestas: puede basarse en una «ética de la convicción» o en una «ética de la responsabilidad». Eso no quiere decir que la ética de la convicción sea irresponsable ni que la ética de la responsabilidad carezca de convicciones. En absoluto. Pero sí existe una abismal contradicción entre los actos que se fundamentan en la máxima de la ética de la convicción –para expresarla en términos religiosos: «el cristiano actúa como es debido, el éxito de sus actos está en manos de Dios»- y la máxima de la ética de la responsabilidad: es menester asumir las consecuencias (previsibles) de los actos”.

“La ética de la convicción fracasa precisamente cuando se trata de justificar los medios por los fines”. “Quien sella un pacto con esos medios –sean cuales fueren los fines- está sometido a sus consecuencias. Todo político lo hace, en especial los que luchan por fe, ya sean religiosos o revolucionarios. Citemos con toda tranquilidad algunos ejemplos de nuestra época. Quien desea establecer la justicia absoluta en la Tierra mediante la violencia, necesita de un grupo de seguidores, de una «aparato» humano. Entonces debe ofrecer a dicho grupo unas recompensas internas o externas –terrestres o celestiales- pues de lo contrario la relación no funciona. Recompensas internas: en la lucha de clases modernas, la satisfacción del odio y de la sed de venganza, del resentimiento y de la necesidad de un ergotismo pseudoético, del afán de difamar y calumniar al enemigo. Recompensas externas: la aventura, la victoria, el botín, el poder, las prebendas” (De “El trabajo intelectual como profesión”-Editorial Bruguera SA-Barcelona 1983).

Las éticas de los principios, o de la convicción de su validez, han actuado como justificativos de las grandes catástrofes sociales asociadas a los totalitarismos, por cuanto han suplantado la ley natural inmediata y evidente de nuestros propios afectos individuales por los “elevados principios” de los pueblos, las razas o las clases sociales “superiores”, bajo el tácito criterio de que los grandes fines justifican cualquier medio empleado para establecerlos.