sábado, 6 de julio de 2013

Antropología y cultura

La supervivencia del hombre depende esencialmente de su herencia cultural. Si ignorásemos, por ejemplo, los conocimientos aportados por la medicina, seguramente descendería nuestra edad promedio de vida. Ralph Linton escribió: “Sin la presencia de la cultura, que conserva las conquistas anteriores y forja a la generación que sigue…el homo sapiens no sería más que un primate antropoide de la Tierra, ligeramente distinto en estructura y un poco superior en inteligencia al chimpancé, pero hermano suyo”. “Los seres humanos deben su preeminencia actual en parte a su dotación mental superior, pero sobre todo a las ideas, hábitos y técnicas que han recibido de sus antepasados” (De “El estudio del hombre”-Fondo de Cultura Económica-México 1972).

La antropología estudia la forma en que surge la cultura, que está asociada a la información aportada por las distintas generaciones para ser transmitida a las futuras. De ahí que se ocupe de temas tales como organización social, derecho, religión, raza, lenguaje, moral, arte, etc. Si bien estos temas también son estudiados por la psicología, la sociología y otras ciencias sociales, el enfoque antropológico apunta a describir las etapas del surgimiento de la cultura en los distintos pueblos y a proponer posteriores comparaciones. R. R. Marett escribió: “La antropología es la historia total del hombre, animado y penetrado por la idea de la evolución. El hombre en evolución –tal es, en toda su vastedad- el objeto de la Antropología”. “El papel de la Antropología consiste sencillamente en describir. Mas sin salirse de los límites de su campo, puede y debe proceder de lo particular a lo general, aspirando nada menos que a una fórmula descriptiva que resuma y corone la serie total de transformaciones en que la evolución del hombre consiste” (De “Antropología”-Editorial Labor SA-Barcelona 1931).

El punto de partida, algunos miles de años atrás, es la época en que el hombre llega a un estado de evolución biológica similar al del hombre actual, pero con un mínimo nivel cultural, o de información adquirida. Para facilitar la descripción podemos suponer que ese hombre lleva información biológica en su propio cuerpo y mente en un 100% y cultural en un 0%, por cuanto nada ha podido heredar. El punto de llegada, como tendencia, habrá de ser el hombre evolucionado culturalmente, o el hombre espiritual, que habrá podido incorporar a su propia mente una gran parte de la información adquirida por las sucesivas generaciones humanas. De ahí que la información disponible por este hombre del futuro podrá ser de origen biológico en un 30% y cultural en un 70%, por estimar alguna cifra.

Al existir la evolución cultural del hombre, podemos decir que la tarea de la antropología consiste precisamente en la descripción de tal proceso, que va asociado a un progresivo aumento en el nivel de adaptación al orden natural. De ahí que, en cierta forma, en lugar de buscar prioritariamente la descripción de todo tipo de cultura existente en el pasado y en la actualidad (antropología experimental), deberá encontrarse, además, una valoración posterior en función del proceso de la evolución cultural con un progreso paulatino en cuanto al nivel de adaptación (antropología teórica).

Este cambio es necesario para evitar que sea designado como “cultural” todo acontecimiento social sin una previa valoración bajo el criterio mencionado. Jorge Bosch escribió: “Para los antropólogos todas las relaciones sociales que no se derivan directamente del patrimonio genético poseen carácter cultural; todas, independientemente de cualquier sistema de valores. Desde el punto de vista antropológico, son rasgos culturales las ceremonias de casamiento y las formas de delincuencia, las honras fúnebres y las estafas. Las modalidades del trabajo y los métodos de corrupción de las conciencias” (De “Cultura y contracultura”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1992).

Un aspecto notable de la influencia que la ciencia ejerce sobre la humanidad es el cambio que produce en la visión que en cada época nos formamos acerca del universo. Antiguamente se pensaba que el hombre era un ser viviente ya formado en una etapa previa, y que poco podíamos hacer para cambiarlo, mientras que ahora advertimos que debemos construirnos a nosotros mismos, como una tarea inesperada. Podemos decir que el Creador nos ha hecho partícipes de su obra, ya que nuestra evolución cultural es una actividad prevista por la naturaleza, y no una intromisión del hombre en el plan implícito en el propio orden natural.

La antropología teórica, o valorativa, sólo puede establecerse con la colaboración de otras ramas de las ciencias sociales. Ello se debe principalmente a que todo grupo humano está constituido por individuos y de ahí que exista una cercana relación entre las distintas personalidades individuales y la cultura emergente del grupo social. Ralph Linton escribió:

“El entendimiento de la cultura es para el antropólogo lo que para el matemático el conocimiento de los números. Pero cuando aquél se propone conocer la integración de la cultura encuentra que sólo puede lograrlo recurriendo al psicólogo que estudia la personalidad y con quien colabora, a su vez, siempre que se trate de explicar los factores que condicionan dicha personalidad; la multiplicidad ambiental y la diversidad del medio cultural. Semejante colaboración es hoy imprescindible como necesidad científica en las Ciencias Sociales, desde el proceso mismo de la investigación”. “El estudio sistemático de las relaciones entre el individuo, la sociedad y la cultura, es el progreso más reciente que ha logrado el hombre en su viejo esfuerzo de entenderse a sí mismo. Este estudio versa sobre el punto de contacto de tres antiguas disciplinas científicas, a saber: la psicología, la sociología y la antropología. Cada una ha seleccionado una serie determinada de fenómenos, ha desarrollado sus propias técnicas y actualmente puede exhibir un buen número de resultados positivos” (De “Cultura y personalidad”-Fondo de Cultura Económica-México 1971).

Es posible afirmar que, a nivel individual, existe una ética natural objetiva que consiste en adoptar una actitud cooperativa que permite compartir las penas y las alegrías de nuestros semejantes, siendo éste el camino del bien. Las restantes actitudes, competitivas, egoístas y negligentes, constituyen el camino del mal. Luego, la cultura emergente de una sociedad en la que predomina el bien ha de ser muy distinta a la cultura de una sociedad en la que predomina el mal; por lo que, necesariamente, la primera ha de ser mejor que la segunda, por cuanto en el primer caso el individuo está mejor adaptado al orden natural. De ahí que, desde este punto de vista, no tendrá validez el relativismo cultural que valora igualitariamente a toda cultura posible. John Monaghan y Peter Just escriben:

“Entre las consecuencias morales, filosóficas y políticas del surgimiento del concepto de cultura se encuentra el desarrollo de la doctrina del «relativismo cultural». Partimos de la premisa de que nuestras creencias, moral y comportamientos –incluso las verdaderas concepciones del mundo que nos rodea- son productos de la cultura que asimilamos como miembros de una comunidad. Sí, como creemos, el contenido de la cultura es el producto de la experiencia histórica, arbitraria de una persona, entonces lo que somos como seres sociales también es un producto histórico, arbitrario. Como la cultura determina nuestra visión del mundo de una manera tan profunda, entonces hay razones para pensar que no tenemos una base objetiva para afirmar que una visión del mundo es superior a otra, o que puede utilizarse una visión del mundo para medir las demás. En este sentido, las culturas sólo pueden juzgarse como relativas en relación con cualquier otra, y el significado de una creencia o comportamiento determinado debe entenderse, antes que nada, como relativo a su propio contexto cultural. En otras palabras, constituye la base de lo que ha dado en llamarse relativismo cultural” (De “Antropología social y cultural”-Editorial Océano de México SA-México 2006).

Los argumentos dados provienen de no tener en cuenta tres aspectos básicos:

a) El hombre actúa no sólo por influencia del medio social, sino también por sus atributos genéticos heredados.
b) La cultura dominante en un grupo social depende bastante de las personalidades individuales de sus integrantes, de donde, a la desigualdad de personalidades, le sigue una desigual cultura. Como existe una ética individual objetiva, ha de existir una valoración objetiva de la cultura dominante.
c) La visión científica disponible a partir de los avances de la ciencia experimental nos muestra que los conocimientos por ella aportados resultan superiores, en sentido absoluto y en algunos temas, a las creencias dominantes en sociedades atrasadas respecto a tales temas.

El hombre surge luego de sucesivas mutaciones genéticas, cuyos efectos fueron seleccionados mediante el proceso de prueba y error (selección natural). En una forma similar aparecen los distintos cambios culturales y científicos. De ahí que la cultura adoptada por cada pueblo sea la adecuada, o la que mejor parece serlo. Ante la innovación, se estiman los posibles efectos, o bien se considera lo que ocurrió en otros pueblos en similares circunstancias.

El espíritu de cambio, que tiende a rechazar parcialmente al pasado, se opone al espíritu conservador que trata de mantenerlo. El primero puede servir tanto para mejorar como para empeorar el nivel cultural de una sociedad. Si se busca el cambio por el cambio mismo, sólo se buscará contradecir todo lo anterior. Tanto el innovador como el reaccionario tratan de imponer cambios en la estructura social. Al principio no son descubiertos como tales, ya que el tiempo será el que logrará darles su verdadera importancia. Tales individuos se presentan como “mutaciones sociales” que pueden tanto favorecer como perjudicar al organismo social.

Una parte importante de los conflictos humanos se debe a los diversos intentos por imponer la cultura propia a otros pueblos. Ello implica imponer religiones, creencias, sistemas políticos o económicos, etc. Con el tiempo, y con el auge de las comunicaciones, existe una tendencia hacia la universalización de las culturas, que presenta la ventaja evidente de un posible cese de los conflictos. Tal cultura ha de heredar el carácter universal que presenta el conocimiento científico, al menos hasta donde llega su alcance.

Si bien muchos tienen depositada su confianza en el multiculturalismo basado en el relativismo moral, podemos también depositar nuestra confianza en el universalismo basado en el objetivismo cultural. Como existe una ley natural objetiva que da lugar a un orden natural con tal atributo, debemos tomarlo como referencia para comparar toda “mutación cultural” propuesta para ir conformando la cultura universal.

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