sábado, 4 de mayo de 2013

Vamos por todo

La actitud adoptada por el kirchnerismo puede sintetizarse en la propia expresión “vamos por todo”, ya que, a la democrática afirmación “dentro de la ley, todo; fuera de la ley, nada” se la trata de cambiar por “dentro del Estado, todo; fuera del Estado, nada” a medida que “van por todo” el Estado. Las ambiciones personales de poder superan ampliamente a las obligaciones contraídas entre un gobernante y la sociedad que le asignó cierto mandato condicionado y limitado por las leyes vigentes. El periodista Luis Majul escribió: “Nunca, en toda la historia de la Argentina, un Presidente tuvo más poder político y económico que Néstor Carlos Kirchner. Ni siquiera Juan Perón. Ni, mucho menos, Carlos Menem”. “Kirchner no se resigna a ser parte del poder transitorio. Al contrario: pretende ser parte del poder permanente que trasciende los turnos de los jefes de Estado”.

“Su poder real es inmenso”. “Desde 2003 hasta ahora tomó por su cuenta la suma del patrimonio del Estado, distribuyó entre sus amigos el gran negocio de la obra pública, se aseguró de que un empresario aliado comprara parte de la petrolera que al mismo tiempo es la compañía más grande de la Argentina, manejó la caja del transporte público, se metió en los bancos públicos y privados, intercedió para que otro amigo suyo multiplicara sus negocios en el juego e irrumpió en los medios de comunicaciones para golpear a Clarín y manejar parte de la información de todos los argentinos”.

“Además, por medio de funcionarios incondicionales, tomó el control del Correo, de Aguas Argentinas y de Aerolíneas Argentinas, así como el dinero de las jubilaciones privadas, entre otras fuentes de poder político y económico”. “Pero eso no fue todo. También tomó el control de los jueces federales a través del Consejo de la Magistratura, transformó al Parlamento en una escribanía de sus caprichos, invadió el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) para manipular los índices de inflación y pobreza, y penetró la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) para evitar que siguieran investigando a sus amigos de negocios”.

“Kirchner soñó un proyecto de poder capaz de perdurar durante décadas. Con amigos y enemigos bien diferenciados. Con un discurso de centroizquierda y una política real de centroderecha”. “Los que aceptaron formar parte del proyecto se han enriquecido desmesuradamente, al mismo ritmo que el ex presidente. Los que se resistieron han sido perseguidos y castigados, pertenecieran al mundo de la política, al gremial, al empresario o a los medios de comunicación” (De “El dueño”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2009).

En el escrito anterior se puede observar una expresión que es conveniente aclarar, y que forma parte de comentarios cotidianos, generalmente poco especializados. El periodista habla de “un discurso de centroizquierda y una política real de centroderecha”, lo que resulta erróneo. En primer lugar, la búsqueda desmesurada del control político y económico de toda una Nación, al llevar asociada aparentemente una serie de ilícitos, resulta ser una actividad que trasciende la política para ser parte de la ilegalidad, o de la delincuencia. En segundo lugar, la tendencia izquierdista es la que sostiene que los medios de producción deben ser del Estado, incluso en varios países socialistas pertenecía al Estado el total de las viviendas existente. De ahí que el kirchnerismo adopta una actitud típicamente socialista, o de izquierda, aunque todavía esté lejos del poder total y absoluto ejercido por los hermanos Castro en Cuba.

En cuanto a la política de centroderecha, puede decirse que se denomina así a la postura de centro (que admite una participación complementaria entre Estado y mercado) proveniente del liberalismo. Sostiene que debe imperar el mercado en la economía y la democracia en política, para evitar la existencia de monopolios y de tiranías de cualquier tipo. De ahí que el kirchnerismo se parezca mucho más al socialismo real impuesto por Fidel Castro desde 1959 que a una economía de mercado con participación del Estado, como lo fue la Economía Social de Mercado que produjo el llamado “milagro alemán” luego de la Segunda Guerra Mundial.

Para un análisis comprensivo del kirchnerismo debemos considerar aspectos ligados a la personalidad de su principal gestor como así también a la mentalidad predominante en la sociedad argentina, para tener un diagnóstico aceptable dentro del marco de la psicología social. En primer lugar, debe tenerse presente que el ex presidente padeció de adolescente la típica maldad de sus compañeros de escuela, ya que la burla permanente tiende a destruir la autoestima de cualquier persona que la reciba. La posterior búsqueda de éxito y de poder, vinculada a una actitud vengativa, fue la respuesta y la causa aparente de un comportamiento que resulta poco comprensible desde una hipótesis distinta. Luis Majul escribió: “Arnold [ex vicegobernador de Santa Cruz] se prometió que en algún momento escribiría un libro. El titulo tentativo no es un secreto, porque se lo comentó por lo menos a diez personas distintas”. “Igual, duda de que alguna editorial se anime a publicarlo con ese nombre «La venganza del boludo»”. “Contaría la historia de ese pequeño atormentado que, al convertirse en hombre, usó su resentimiento original para colocarse por encima de todos”.

Luis Maria Aguilar Torres, ex profesor de Kirchner expresó: “Cuando pasaba al frente, le hacían de todo, desde correrle el banco para que se cayera hasta atacarlo a tizazos. Pobre, lo tenían para el cachetazo….”, mientras que una ex compañera añadió: “Era el «Pan triste» de la clase. En los recreos tiraba trompadas al aire, pero no le acertaba a ninguno. Yo le tenía cierta conmiseración. Era el más alto, el más tímido y el blanco de las peores burlas” (Citas de “El Dueño”).

Alfred Adler consideraba al sentimiento de inferioridad como un aspecto favorable a la vida, ya que promueve la superación del niño y del adolescente intentando emular a los mayores. Cuando ello no se logra, aparece el complejo de inferioridad, que promueve al complejo de superioridad en la búsqueda de cierta compensación. La principal actitud adoptada por quienes tratan de denigrar a los demás, ya sea por una acción directa o bien como revancha ante el mal recibido, es la venganza, que incluso va destinada contra todo integrante del medio social. Francis Bacon escribió al respecto:

“La venganza es una especie de justicia bárbara y salvaje. Las leyes deben procurar su completa extirpación; porque si es muy cierto que la primera ofensa o el primer delito ofende a la ley, también lo es que la venganza la destituye y se coloca en su lugar. Si se mira con detenimiento, la venganza iguala al hombre con sus enemigos, mientras que el perdón le hace muy superior a ellos; perdonar es una prerrogativa de los reyes: «La verdadera gloria del hombre», ha dicho Salomón, «es despreciar las ofensas». El pasado dejó de existir, es irrevocable, y los sabios tienen bastante con pensar en el presente y en el porvenir. Así, pues, ocuparse mucho del pasado, es perder el tiempo y atormentarse inútilmente”.

“Nadie hace una injuria por una injuria misma, sino por el placer, el provecho o el honor que espera sacar de ella. Por tanto, ¿qué razón hay para irritarse contra otro hombre porque ama más su persona que la nuestra? Y aun suponiendo un sujeto de tan mala índole que nos ofenda sin fin ninguno y por pura maldad, ¿por qué nos hemos de enfadar? Semejante hombre sería, por lo menos en apariencia, de igual naturaleza que los espinos y las zarzas, que pinchan y arañan porque no pueden hacer otra cosa”. “Los hombres vengativos tienen un destino semejante al de los hechiceros, que comienzan por hacer muchos desgraciados, y acaban por serlo ellos mismos” (De “Ensayos sobre moral y política”-Editorial Lautaro-Buenos Aires 1946).

En cuanto al medio social argentino, debemos considerar que se caracteriza por la tendencia a no respetar leyes ni pactos, y mucho menos las simples normas cotidianas de conducta. La severa crisis moral implica que esta anomia social no involucra sólo al ciudadano común, sino también a los propios gobernantes, de ahí que el kirchnerismo, a pesar de sus evidentes decisiones ilegales e inconstitucionales, sea aceptado de buena forma por un importante sector de la población. Carlos S. Nino escribió:

“Bajo este presupuesto de la complejidad causal de la involución económica y social de la Argentina, el objetivo central de este trabajo es llamar la atención sobre otro fenómeno social que generalmente no es incluido entre los factores que han intervenido en esa generación. Me refiero a la tendencia recurrente de la sociedad argentina, y en especial de los factores de poder –incluidos los sucesivos gobiernos-, a la anomia en general y a la ilegalidad en particular, o sea a la inobservancia de normas jurídicas, morales y sociales. Es realmente sorprendente que, no obstante la visibilidad de la tendencia argentina hacia la ilegalidad y la estrecha vinculación entre anomia e ineficiencia y entre ésta y el subdesarrollo, ella no ha sido señalada hasta ahora por los politicólogos, historiadores y economistas como un factor significativo para dar cuenta del subdesarrollo argentino” (De “Un país al margen de la ley”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1992).

El proceso kirchnerista se ha instalado en la sociedad argentina como una especie de tumor que intenta conquistar o someter al sector “enemigo”, que se supone culpable hasta que demuestre lo contrario; tal el pensamiento subyacente y aparente de quienes están dominados por cierto resentimiento social.

Entre las habilidades sociales más valoradas en la Argentina aparece la burla, abierta o encubierta, que constituye uno de los peores defectos que pueda tener el ser humano. Incluso durante el proceso de la “tinellizacion” de la sociedad, se festejaba la degradación pública (televisiva) de un primer mandatario, lo que implicaba ser una degradación consciente de las propias instituciones de la Nación y un síntoma de decadencia absoluta. La viveza argentina nunca tuvo en cuenta que la burla implica, no sólo una agresión psicológica brutal, sino una falta de respeto que denigra a su receptor hasta límites insospechables, dándole derechos y motivos para adoptar actitudes de revancha. El kirchnerismo surge de una necesidad de venganza contra la burla, aunque hemos de padecerlo todos los habitantes por bastante tiempo. Los optimistas, que auguran el cercano fin del ciclo kirchnerista, no tienen en cuenta que, como poco les interesa el bienestar social o la integridad de la Nación, seguirán con sus proyectos de imperialismo interno aun cuando la mayoría los desprecie y los aborrezca.

Por lo general, los historiadores esperan que los gobiernos que pasan sean juzgados algún día por la historia, como si los juicios del presente no bastaran para calificarlos. Sin embargo, ante los evidentes atropellos a la legalidad y a la Constitución nacional, dentro de este mismo marco legal se encuentra un juzgamiento en contra de quienes pretendan usurpar, desde el Poder Ejecutivo, a los restantes poderes. A ellos dirige un explícito calificativo: “infames traidores a la patria” (Del Artículo 29).

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