viernes, 15 de marzo de 2013

El Papa argentino

Un importante sector de la sociedad argentina vivió momentos de gran emotividad debido a que un hijo de esta tierra había sido designado como el mayor responsable de la dirección y continuidad en la tarea evangelizadora de la mayor Iglesia de Cristo. Tuvimos el privilegio que desde todo el mundo preguntaran acerca de la Argentina; algo que despertó un orgullo compartido por todos aquellos que seguimos con interés todo lo positivo que nos ocurre como nación. El prestigio de un país se debe principalmente a los aportes culturales, literarios, artísticos, científicos, etc., que ofrece al patrimonio común de la humanidad. De ahí que el nuevo Papa pasará a integrar la lista selecta de argentinos que le dieron a su país un lugar destacado entre las naciones.

De todas formas, no existe unanimidad de criterios por cuanto parecen existir dos Argentinas, la que festeja la designación de Bergoglio y la que se lamenta por ello. Recordemos que para la actual Presidente de la Nación, los personajes más destacados de nuestro país fueron Ernesto Guevara, Eva Perón y Diego Maradona. Recordemos que el Che Guevara sugería que un guerrillero marxista debía convertirse en “una fría máquina de matar”, siendo un simple asesino serial que incluso promovía abiertamente la lucha motivada por el odio al prójimo. Eva Perón, por otra parte, despertaba la admiración de medio país y el desprecio de la otra mitad, que a su vez se despreciaban entre sí, por lo cual su figura resultó ser bastante negativa para la sociedad, a pesar de la idealización posterior que se ha hecho de su figura.

El ex presidente Néstor Kirchner calificó a Bergoglio, en el 2005, como el “jefe espiritual de la oposición”, por lo que podemos decir que el Papa Francisco puede muy bien desempeñar el rol de Jefe Espiritual de la Argentina del amor y la verdad, mientras que sus opositores seguirán siendo los jefes de la pseudo Argentina del odio y de la mentira.

De ahí que, desde varios medios informativos adeptos al gobierno, se está tratando de asociar al nuevo Papa cierta participación, o negligencia, durante la última dictadura militar; dictadura descalificada principalmente por impedir que la Argentina llegara a formar parte del entonces Imperio Soviético. Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti escriben:

“En la denuncia se le atribuía una cuota de responsabilidad por el secuestro de dos sacerdotes jesuitas, que se desempeñaban en una villa de emergencia del barrio porteño de Flores, efectuado por miembros de la Marina en mayo de 1976, dos meses después del golpe”. Pocos sospechaban, en esos momentos, que el accionar represivo de las Fuerzas Armadas habría de entrar en el terreno de la ilegalidad, por lo que la denuncia resulta poco creíble, mientras que son muchos los que atestiguan acerca de los posteriores actos de protección que realiza Bergoglio en amparo de quienes corrían el riesgo de ser detenidos por los militares en el poder, actitud que resulta contradictoria con la que se le quiere atribuir.

Además de ser el primer Papa no europeo, resultó ser el primer jesuita en desempeñar tal misión. Recordemos que los sacerdotes católicos están agrupados en congregaciones tales como dominicos (seguidores de Santo Tomás de Aquino), franciscanos (seguidores de San Francisco de Asís), jesuitas (seguidores de San Ignacio de Loyola), benedictinos (seguidores de San Benito), trapenses (seguidores de San Benito y San Bernardo), cartujos (seguidores de San Bruno), carmelitas (seguidores del profeta Elías, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila) y capuchinos. En cuanto a los jesuitas, André Frossard escribe: “Preparado para la acción durante catorce años de formación intelectual y moral, el jesuita sale de su escuela con la fuerza y la velocidad de un obús de marina: irá a estallar donde le sea mandado, un obús no elige su objetivo”.

“Si la Compañía de Jesús es comparable a un ejército, se debe a la disciplina ejemplar que sabe lograr de sus miembros y sobre todo a su voto especial de obediencia a la Santa Sede, que permite al Papa disponer de ella a su arbitrio para la fundación de una universidad, el envío de una misión, cualquier obra apostólica o caritativa, como un general asigna un objetivo a sus tropas y las hace maniobrar según las necesidades de la estrategia”.

“Como todas las empresas que sobrepasan de algún modo la medida humana, la Compañía de Jesús inspira por igual la aversión y el entusiasmo. Sobreexcita la imaginación y desconcierta el juicio. Nadie cree en sus presuntos delitos, sobre cuya naturaleza sus detractores callan, pero su verdadero rostro, su acción, sus procedimientos siguen siendo tan enigmáticos. Uno se pregunta: ¿es una escuela de misioneros como los demás, una simple congregación religiosa, un ejército secreto, un instrumento de dominación universal forjado en la sombra por el papado, un partido político? ¿Qué se propone? ¿Sojuzgar a los espíritus, recuperar el poder temporal de la Iglesia? ¿Qué resortes lo mueven? ¿La ambición, el fanatismo? ¿Cuál es su verdadero jefe: el Papa a quien la une un voto especial de obediencia o su general, lo bastante poderoso para tener dentro y fuera de la Iglesia, su política personal?” (De “La sal de la Tierra”-Ediciones Carlos Lohlé-Buenos Aires 1958).

A partir de esta breve descripción de los jesuitas, podemos decir que al Papa Francisco se le ha encomendado reconstruir la alicaída Iglesia Católica, desprestigiada por las múltiples denuncias de corrupción de menores practicada por varios de sus integrantes. A ello se agregan las sospechas de corrupción asociadas al Banco del Vaticano, de propiedad de la Iglesia. Recordemos que gran parte de la población italiana (un 40% aproximadamente) aceptaba la posibilidad de que el Papa Juan Pablo I (Albino Luciani), cuyo papado duró sólo 33 días, fuera asesinado bajo el silencio y la complicidad de la propia Iglesia. Incluso Benedicto XVI expresó recientemente que “la Iglesia está llena de soberbia y porquería”. De ahí que se espera del nuevo Papa una exigente tarea de depuración que permita a la Iglesia Católica recuperar el prestigio ostentado en otras épocas.

La adopción del nombre Francisco, por parte de un jesuita, revela seguramente la intención de establecer un papado inspirado en la personalidad del destacado predicador medieval. San Francisco fue un ejemplo de sencillez y de adhesión a la pobreza. Renuncia a la importante herencia familiar establecida por su progenitor mediante la confección y el comercio de telas. Su acaudalado padre, que comerciaba exitosamente con empresarios franceses, elige para su hijo el nombre de Francesco, es decir, “francés”, en homenaje hacia aquellos. Entre las obras del santo aparece justamente la reconstrucción de la Iglesia de San Damián.

La principal tarea de la Iglesia es la de difundir el mensaje cristiano para que la ética de los Evangelios llegue a formar parte de la vida cotidiana de cada uno de sus receptores. Existen coincidencias respecto a los atributos personales simples de Jorge M. Bergoglio con aquellos franciscanos. La eficacia de su tarea dependerá de la comunicación efectiva o del “contagio” de tales atributos a un nivel generalizado, algo seguramente poco fácil de establecer.

Se ha resaltado la coherencia del nuevo Papa entre lo que dice y lo que hace. Al respecto afirmó: “Una certeza no es solamente un consejo, una convicción intelectual, una frase. Es también un testimonio, una coherencia entre lo que se piensa, lo que se siente y lo que se hace. Es fundamental que uno piense lo que siente y lo que hace; sienta lo que piensa y lo que hace, y haga lo que piensa y siente. Que ejercite el lenguaje de la cabeza, del corazón y de las manos”.

En cuanto a la acción de la Iglesia expresó: “A una Iglesia que se limita a administrar el trabajo parroquial, que vive encerrada en su comunidad, le pasa lo mismo que a una persona encerrada: se atrofia física y mentalmente. O se deteriora como un cuarto encerrado, donde se expande el moho y la humedad. A una Iglesia autorreferencial le sucede lo mismo que a una persona autorrefencial: se pone paranoica, autista. Es cierto que, si uno sale a la calle, le puede pasar lo que a cualquier hijo de vecino: accidentarse. Pero prefiero mil veces una Iglesia accidentada a una Iglesia enferma. En otras palabras, creo que una Iglesia que se reduce a lo administrativo, a conservar su pequeño rebaño, es una Iglesia que, a la larga, se enferma. El pastor que se encierra no es un auténtico pastor de ovejas, sino un «peinador» de ovejas, que se pasa haciéndole rulitos, en lugar de ir a buscar otras”. “La conversión pastoral nos llama a pasar de una Iglesia «reguladora de la fe» a una Iglesia «transmisora y facilitadora de la fe»”.

Por lo general, la gente sostiene que la Iglesia debe adaptarse a sus necesidades y que debe renunciar a ciertos principios que la alejan de ella. Sin embargo, debido a que el cristianismo es esencialmente una religión ética, el proceso de mejoramiento individual radica en una orientación religiosa que priorice el comportamiento moral a la creencia, o a la postura filosófica adoptada. Luego, el adepto habrá de adaptarse en lo posible a tal postura ética. De lo contrario, si la Iglesia se adapta a lo que la mayoría prefiere, estaría negando la ética elemental promoviendo un relativismo moral que implica el fin de toda vida social. Bergoglio agrega:

“El camino de la ética, que forma parte del ser humano, es pre-religioso. Cualquier persona, sea creyente o agnóstica o atea, no puede eludir el planteo ético que arranca desde los principios más generales –el primero de todos: «hacer el bien y evitar el mal»- hasta los más particulares. En la medida en que el hombre va descubriendo y poniendo en práctica esos principios, va achicando la brecha. Diría que es una brecha de crecimiento. Hay también una brecha contracultural, aquélla del «dale que va, todo da igual, que allá en el horno nos vamos a encontrar» a la que se refiere el tango Cambalache. Y que puede anidar tanto en el agnóstico como en el ateo o en el creyente. Si se quiere, es la cuestión de la doble vida. O de la doble moral”.

“Es que las culturas, en general, van progresando en la captación de la conciencia moral. No es que cambie la moral. La moral no cambia. La llevamos adentro. El comportamiento ético es parte de nuestro ser. Lo que pasa es que cada vez lo explicitamos mejor. Por ejemplo, ahora hay una conciencia creciente sobre la inmoralidad de la pena de muerte. Antes se sostenía que la Iglesia católica estaba a favor de ella o, por lo menos, que no la condenaba. La última redacción del catecismo pide, prácticamente, que sea abolida. En otras palabras, se tomó una mayor conciencia de que la vida es algo tan sagrado que ni un crimen tremendo justifica la pena de muerte. Lo mismo puede decirse de la esclavitud, lo cual no implica que no siga manifestándose a través de otras formas” (Citas de “El jesuita” de Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti-Javier Vergara Editor-Buenos Aires 2010).

Otro aspecto a destacar del nuevo Papa es su acercamiento a otras religiones, como es el caso del judaísmo. Así, el prólogo de “El jesuita” ha sido redactado por el rabino Abraham Skorka, mientras que a su vez, el entonces Cardenal Jorge M. Bergoglio prologó al libro “Argentina ciudadana” del rabino Sergio Bergman. Quizás sea éste un síntoma positivo que alienta la esperanza de que alguna vez las distintas religiones dejen de ser una causa más de conflictos para llegar a ser un factor esencial de unión y de concordia.

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