viernes, 29 de marzo de 2013

Nacionalismo vs. patriotismo

La palabra patria (del latín) significa “perteneciente al padre” de donde deriva “terra patria” (la tierra de los padres). El amor a la patria implica, en cierta forma, una prolongación, hacia toda la sociedad, del amor a los padres. El patriotismo se manifiesta como un espíritu cooperativo que habrá de constituir el vínculo que unirá a los integrantes de una sociedad, siendo además lo que nos liga al pasado y nos impulsa hacia el futuro. Respecto de la diferencia entre conceptos aparentemente similares, como patria, país y nación, Jorge M. Bergoglio expresó:

“Me gusta hablar de patria, no de país ni de nación. El país es, en última instancia, un hecho geográfico, y la nación, un hecho legal, constitucional. En cambio, la patria es lo que otorga la identidad. De una persona que ama el lugar donde vive no se dice que es un paisista o un nacionalista, sino un patriota. Patria viene de padre, es, como ya dije, la que recibe la tradición de los padres, la lleva adelante, la hace progresar. La patria es la herencia de los padres en el ahora para llevarla adelante. Por eso, se equivocan tanto los que hablan de una patria desgajada de la herencia, como aquellos que la quieren reducir a la herencia y no la dejan crecer” (De “El jesuita” de S. Rubin y F. Ambrogetti-Ediciones B de Argentina SA-Buenos Aires 2010).

Mientras que el patriotismo produce buenos efectos, el nacionalismo resulta ser una causa de conflictos. Ello se debe a que puede tenerse más de una patria, mientras que el nacionalista se jacta de pertenecer sólo a una nación, a veces sin sentir a la patria, en el sentido antes mencionado. Así, el ex-futbolista Alfredo Distéfano considera que tiene dos patrias, Argentina y España, dándole sentido a la expresión de Marco Tulio Cicerón, quien afirma: “Dondequiera que se esté bien, allí está la patria”. Mediante el patriotismo podemos llegar a ser ciudadanos del mundo, mientras que con el nacionalismo podemos incluso llegar a destruirlo. Lucio Anneo Séneca escribió: “No he nacido para sólo un rincón; mi patria es todo el mundo”.

En épocas de crisis predomina el nacionalismo sobre el patriotismo. Incluso podríamos decir que, a mayor nacionalismo, menor patriotismo. Mientras mayor desprecio exista hacia lo extranjero y hacia el pasado (y a los sectores de la población que, se supone, adhieren a lo extranjero) mayor división existirá en la sociedad y menor será la cooperación existente entre los distintos sectores. Ramón Serrano Suñer escribió:

“El patriotismo es un sentimiento muy antiguo que, en algunos países, vive hoy sus horas más bajas. Hay épocas en que un determinado concepto o, si se quiere, una idea-fuerza, es objeto de sobre-estimación hasta convertirse en tópico; mientras que en otros periodos de tiempo ese mismo concepto está como aletargado y parece como si sobre él se extendiera un velo de pudor. Esto último ocurre en la actualidad con el patriotismo; ese noble sentimiento –esa virtud- que une al hombre con la comunidad en que ha nacido, o se ha formado, por un vínculo de fidelidad. Hay, sin embargo, muchas ambigüedades en la definición de ese sentimiento que nunca está totalmente exento –como la mayor parte de los afectos humanos- de un matiz de egoísmo, ya que solemos amar lo que amamos por el hecho de ser nuestro y por la idea, a veces subconsciente, de que el bien de lo que amamos implica nuestro propio bien. En ocasiones ese matiz cobra una importancia desmesurada y unilateral, llegando a dar a la palabra «nuestro» una acepción patrimonial, bajo cuya influencia se producen en alguna ocasión y medida transmutaciones del patrimonio nacional al privado” (De “De anteayer y de hoy”-Plaza & Janés Editores SA-Barcelona 1981).

El patriota llena su vida encarnando una escena imaginaria en la cual se siente parte de una humanidad que se esfuerza por lograr mejoras adaptativas al orden natural. Por el contrario, el nacionalista necesita ver al mundo sintiéndose parte de uno de los bandos en conflicto en alguna de las luchas históricas entre amigos y enemigos. De ahí que, necesariamente, se ha de involucrar de alguna manera en algún movimiento político u ideológico que favorezca su producción diaria de actitudes negativas.

Los movimientos nacionalistas, en muchos casos, adoptan posturas populistas y totalitarias, tal como ha ocurrido con el fascismo, nazismo, comunismo, peronismo, chavismo y kirchnerismo. En ellos encontramos algunos aspectos comunes:

1- Adopción de mitos que presuponen un pasado de gloria que es preciso recuperar, o bien recurren a tergiversar la historia a través de cierto revisionismo histórico favorable al relato propuesto.
2- Elección de enemigos externos e internos a quienes se ha de culpar por los males de la nación.
3- Debilitamiento de la sociedad debido al estímulo del odio entre sectores.
4- Surgimiento de un líder carismático que decide por voluntad personal los destinos de la nación.

Walter Theimer escribió: “Había enseñado Gaetano Mosca que todo régimen que persiga con suficiente energía a sus adversarios, puede mantenerse en el poder ilimitadamente, y añadía que, en su opinión, si el cristianismo y el liberalismo habían podido prosperar, era porque no se les había perseguido lo suficiente: las revoluciones sólo sobreviven por la debilidad de los que gobiernan, pues si la persecución es suficientemente intensa, la fuerza obtiene siempre la victoria sobre el espíritu. Los dictadores totalitarios aceptaron cordialmente estas teorías neoescépticas, y pusieron por obra un sistema de persecución y opresión muy duro y cuantitativamente ilimitado, contra el cual hasta la fecha una revolución interior se ha revelado, aun en el caso de que el régimen tenga muchos enemigos, como realmente imposible” (De “Historia de las ideas políticas”-Ediciones Ariel SL-Barcelona 1960).

En la Argentina se ha emprendido la tarea de desligarnos de nuestro pasado europeo amparados en el multiculturalismo, o el relativismo cultural. En realidad, multiculturalismo implica aceptar en forma igualitaria a todas las formas de cultura, mientras que reemplazar a una por otra implicaría adoptar un absolutismo cultural que, en apariencias, se pretende combatir. Sin embargo, como las distintas formas culturales están íntimamente ligadas a las actitudes individuales, no todo comportamiento resulta favorable al individuo y a la sociedad, por lo que a veces es necesario incorporar las mejoras adoptadas incluso por otras culturas. El patriota no tiene inconvenientes en imitar lo bueno de otras patrias, mientras que el nacionalista, por principio, tiende a rechazarlas. James Neilson escribió:

“A la presidente Cristina Fernández de Kirchner no le gusta para nada que la Argentina sea un país de cultura esencialmente europea. Es de suponer que siente indignación cuando algún visitante desprevenido le dice que ciertas zonas de la ciudad de Buenos Aires le hacen recordar a Paris. Para ella la Argentina de 1910 fue despreciable porque «queríamos parecernos a Europa, y mirar hacia afuera», en vez de concentrarnos en el ombligo propio como es debido. Por supuesto que Cristina no es la única persona que opina así. La idea de que no fue suficiente conseguir la independencia política, que para terminar la obra sería necesario romper por completo con Europa y convertirse en algo radicalmente distinto, es compartida por una proporción muy significante de la intelectualidad local”.

“Escapar de la «cárcel» cultural así supuesta para transformarse en un ex europeo, por decirlo de algún modo, no es del todo fácil. La verdad es que muy pocos argentinos han soñado con hacerlo. ¿Cuántos se han dado el trabajo de estudiar una lengua y literatura no europea con el propósito de familiarizarse con las alternativas? ¿Cuántos han elegido adoptar las costumbres, y la forma de pensar, de uno de los muchos «pueblos originarios»? En vista de las dificultades, es comprensible que la mayoría haya llegado a la conclusión de que para sacarse de encima el peso de milenios no hay que hacer nada más que hablar pestes del imperialismo español y anglosajón”.

“La voluntad de negar todo valor a lo heredado de Europa, como si fuera cuestión de una especie de maldición ancestral, ha contribuido mucho a la depauperación de la Argentina. Para destacar la independencia no sólo política sino también mental, gobiernos comprometidos con diversas ideologías, algunas de ellas improvisadas localmente a partir de retazos europeos, se han sentido libres para mofarse de la experiencia ajena”.

“Una consecuencia del desasosiego que se ha apoderado de las elites europeas, las que en ese ámbito como en muchos otros se asemejan a la variante progresista argentina, es la hostilidad que sienten hacia lo logrado a través de los siglos por sus congéneres de generaciones anteriores, de ahí el multiculturalismo según el cual todas las culturas, sin excluir a las más rudimentarias o las más cruentas, son igualmente valiosas y por lo tanto sólo a un racista de mentalidad imperialista se le ocurriría manifestar cierta preferencia por la de Europa”.

“Merced a la distancia geográfica, aquí ha sido posible ingeniárselas para asumir el rol de víctimas inocentes del colonialismo. Quienes se han comprometido con dicha postura quisieran pasar por alto el hecho manifiesto de que, de no haber sido por el colonialismo que denuncian con fervor justiciero, la Argentina nunca hubiera existido. El rencor apenas contenible que sienten los que intentan reemplazar el pasado por un mito a su juicio más digno puede entenderse: para un parricida, saberse producto de un pecado imperdonable constituye un motivo adicional para odiar a sus progenitores” (De “Los años que vivimos con K”-Emecé Editores-Buenos Aires 2011).

El revisionismo histórico emprendido por el gobierno kirchnerista en realidad parece llevar como objetivo atacar al sector patriota para llenarlo de indignación, ya que algunos historiadores representativos de tal movimiento tienden incluso a usurpar la intimidad y la privacidad de los grandes patriotas de nuestra historia, la que resulta ser una información poco comprobable. Olvidan que varios de los personajes ilustres aceptaron misiones motivadas por altos valores morales; algo poco conocido por quienes necesitan vivir cotidianamente de la difamación pública dirigida al sector de la sociedad al que pretenden destruir de alguna manera. Hay quienes padecen el infortunio de haber elegido una escala de valores que los hace ubicar en la más baja de las categorías sociales, por lo que es oportuno tener presente aquella expresión de Friedrich Nietzsche que afirma: “No se odia mientras se menosprecia. No se odia más que al igual o al superior”.

martes, 26 de marzo de 2013

Las actividades lucrativas

Se supone, en general, que la elevación espiritual radica en el desprecio al dinero y a toda actividad lucrativa, mientras que, por el contrario, tal elevación debería implicar la búsqueda de una mejora ética e intelectual, actitud que poco tiene que ver con la previamente mencionada. Quienes desprecian lo material haciendo ostentación de “humildad”, son a veces los materialistas con poco dinero, que sólo aspiran, para justificar su fracaso, a difamar a quienes han tenido éxito en ese ámbito. Respecto de la palabra lucro, podemos leer: “Ganancia o provecho que se saca de una cosa”, mientras que lucrativo implica: “Que produce utilidad y ganancia” (Del “Diccionario de la Lengua Española”-Ediciones Castell 1988).

Si bien el lucro, o la ganancia, es la consecuencia del éxito empresarial, no debe olvidarse que detrás de ese éxito deben reunirse atributos personales que permitan realizar actividades productivas y que, necesariamente, han de requerir de conocimientos esenciales y de cierta vocación para la cooperación social a través del intercambio.

El blanco preferido de la gente “espiritual”, en el sentido indicado, es el empresario, sobre quien recae la acusación de ser un individuo carente de sensibilidad social, de sentimientos humanos, de dignidad, de responsabilidad, etc. Se lo reduce a ser el único individuo que sólo busca ganancias, mientras que el resto de las actividades humanas estaría asociado a personas que con su trabajo buscan objetivos sociales y humanitarios. Este es el principio de la discriminación social más frecuente en la sociedad. Incluso toda una rama de la política, constituida por la izquierda, parte de este principio discriminatorio que, por cierto, le reditúa gran cantidad de votos.

La mentalidad que conduce al subdesarrollo se caracteriza por el desprecio generalizado por los empresarios locales, como también por la oposición a la radicación de empresas extranjeras. De ahí que el subdesarrollo, por lo general, es una inconsciente búsqueda de la pobreza generalizada. Cuando aparece un candidato político que es empresario, es común escuchar afirmaciones acerca de que jamás lo votarían debido a ese “origen social”. De ahí que no resulte sorprendente que, en la Argentina, de cada cien empresas que se crean, al cabo de diez años sólo sobrevivan dos.

Mientras mayores sean los gastos realizados por el Estado, menor ha de ser el dinero disponible por parte de los empresarios para realizar inversiones, en especial si tales gastos están destinados a la creación de puestos de trabajo puramente burocráticos. Mario Vargas Llosa escribió:

“Para conocer de manera práctica el «costo de la legalidad» en el Perú, el Instituto Libertad y Democracia montó un ficticio taller de confecciones y tramitó, oficina tras oficina, su reconocimiento jurídico. Había decidido no pagar ningún soborno salvo en aquellas instancias en que, de no hacerlo, el trámite quedaría definitivamente interrumpido. De diez ocasiones en el que los funcionarios se lo solicitaron, en dos se vio obligado a gratificarlos bajo mano. Registrar debidamente el supuesto taller demoró 289 días de gestiones que exigieron una dedicación casi exclusiva de los investigadores del Instituto empeñados en la simulación y una suma de 1.231 dólares (computando los gastos realizados y lo dejado de ganar en ese tiempo) que significaba 32 veces el sueldo mínimo vital. La conclusión del experimento: «legalizar» una pequeña industria, en estas condiciones, está fuera de las posibilidades de un hombre de recursos modestos, como comenzaron siéndolo todos los «informales» del Perú” (Del Prólogo de “El otro sendero” de Hernando de Soto-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1987).

La situación descripta puede muy bien considerarse como una imagen representativa del subdesarrollo latinoamericano, promovido principalmente por una intelectualidad que ha demonizado a las actividades lucrativas y a los empresarios, sobre quienes, se aduce, debe ocuparse el Estado de controlar y, luego, de redistribuir lo que producen. Como se sabe, gran parte de los empleados públicos tiene como “misión principal” entorpecer las labores productivas. En el caso del Perú actual, afortunadamente, nos llegan noticias de que está logrando un crecimiento real en su economía, posiblemente dejando un tanto de lado la ideología que lleva a los pueblos hacia el subdesarrollo y la pobreza.

En la Argentina kirchnerista, con bastante apoyo electoral, el gobierno tiende a “extraer recursos al que le va bien para otorgarlos a quienes le va mal, económicamente”, lo que se entiende como “justicia social”. Al que le va bien, el que produce, se le quitan recursos que podrían ir a la inversión productiva, mientras que, al que le va mal, el que poco o nada produce, destina todo lo recibido al consumo. Como consecuencia de ello, el PBI (producto bruto interno) depende del consumo y no tanto de la inversión, por lo cual la economía padece cierto estancamiento. De ahí que es muy poco, o nulo, el crecimiento de puestos de trabajo en el sector productivo (privado), mientras que es notorio el aumento de puestos de trabajo en el Estado.

El sector constituido por los trabajadores estatales improductivos (que no son todos los estatales), aporta gran cantidad de votos, además de los aportados por los beneficiarios de planes sociales (dádivas al que no trabaja). Aseguran así al poder político una importante base electoral, por lo cual no es de esperar grandes cambios en el corto o en el mediano plazo. Una vez que los puestos de trabajo improductivos superan con creces a los productivos, comienza a acentuarse el déficit fiscal. Para hacer frente a este déficit, el gobierno emite dinero sin respaldo, lo que da lugar al inicio del proceso inflacionario, aunque luego culpará a los comerciantes por la suba de precios subsiguiente.

Quienes pretenden prolongar indefinidamente el sistema basado en la redistribución mencionada, tratan por todos los medios de difamar al liberalismo por cuanto, para esta tendencia política y económica, el empresario es el principal artífice de la producción y del desarrollo. Resulta ser como el director de orquesta que armoniza los factores de la producción para adaptarlos a la demanda existente. Ayn Rand escribió:

“Las mismas mentes que crean un «antihéroe» para destruir a los héroes y una «antinovela» para destruir las novelas, crean «anticonceptos» para destruir los conceptos. El propósito de «los anticonceptos» es erradicar ciertos conceptos sin discusión pública y, como un medio para ese fin, hacer que la discusión pública resulte incomprensible, e inducir la misma desintegración mental de cualquier hombre que los acepte, considerándole incapaz de claro juicio pensante y racional. Ninguna mente es mejor que la precisión de sus conceptos” (De “Capitalismo”-Gruto Sagrado Editorial-Buenos Aires 2008).

Para los autores más representativos del liberalismo, el empresario es (o debe ser) un “ser tridimensional”, es decir, que posea los siguientes atributos básicos:

a) Que tenga una vocación manifiesta por cierta actividad productiva.
b) Que sienta satisfacción de ser útil a la sociedad.
c) Que busque el progreso de su empresa junto al progreso de la sociedad.

Para el socialista, por el contrario, todo empresario es un ser unidimensional, que sólo busca optimizar ganancias sin interesarle nada más. Este supuesto, justificado en quienes buscan el poder absoluto a través del Estado, poco tiene que ver con la realidad. No nos imaginamos a un James Watt que se interese por las máquinas de vapor pensando sólo en el dinero que ha de ganar, o a un Thomas Edison que busca dinero como ambición central de su vida en lugar de la actividad creativa asociada a sus inventos. El socialista acierta en su descripción del empresario justamente cuando el Estado se rodea de quienes reciben la “ayuda” de los políticos para realizar actividades lucrativas, pero sin arriesgar en lo más mínimo su capital en la dura lucha por la competencia con otros empresarios, lo que a veces se denomina “capitalismo de amigos”. En realidad, un “capitalismo sin competencia”, o monopólico, no debería en realidad denominarse capitalismo. David S. Landes escribió:

“Una vez más, una pequeña nación europea se superó a sí misma, y este logro reflejó tanto la capacidad natural como el carácter altamente competitivo del proceso de creación de la naciones de Europa. Por sobre todo, el éxito holandés reflejaba una actitud hacia el trabajo y el comercio cuyo mejor ejemplo es el de la fábula de la Liebre y la Tortuga: es bueno tener premios y botines, pero lo que importa a largo plazo (nunca olvidemos el largo plazo) son aquellas pequeñas ganancias, de bajo riesgo, que se van sumando y no nos decepcionan” (De “La riqueza y la pobreza de las naciones”¨-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 1999).

Aun cuando las tendencias populistas y socialistas promuevan el pseudotrabajo, o trabajo improductivo asociado a la burocracia estatal, tienden a sugerir que el comercio implica una intermediación parásita que sólo sirve para encarecer los productos. Recordemos que el mercado requiere, entre otros aspectos, de suficiente disponibilidad de información entre sus participantes. Incluso la existencia de varios comerciantes en competencia aseguran una fácil distribución a un precio razonable, dentro de los costos afrontados en cierta situación. La no existencia del comercio implica la anulación de intercambios y del mercado, lo que conduce a las largas “filas de espera socialistas”, a la escasez y a la disminución de la calidad.

Uno de los fundamentos esgrimido por las tendencias de izquierda consiste en considerar que los intercambios comerciales son un “juego de suma cero”, ya que lo que uno gana, el otro lo pierde. De ahí que necesariamente existiría, en todos los casos, lo que conocemos como una estafa. Como la prestación de un trabajo se realiza también bajo la idea de un intercambio entre un trabajador y el salario otorgado a cambio, debería traer implícita cierta injusticia, que se conoce como explotación laboral. Como se supone que el intercambio produce en todos los casos pérdidas en una de las partes, los que logran mayor éxito económico serian los peores, éticamente hablando, por lo que aparece la difamación contra ese sector. Así, Michel de Montaigne escribió: “El provecho de uno es perjuicio de algún otro”. “No existe lucro ni provecho sino a costa de otro; de modo que en buena cuenta habría que condenar toda clase de ganancias” (De “Ensayos”-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1997).

Por el contrario, en el mundo real podemos observar cambios y contrataciones que benefician a ambas partes, siendo la estafa y la explotación laboral parte de la realidad, pero no constituyen una situación que se deba generalizar. Nuestra propia supervivencia radica esencialmente en los intercambios que hacemos con los demás, ya que nadie podría fabricar todo lo que consume, incluso los medicamentos que de vez en cuando necesitamos imperiosamente.

viernes, 22 de marzo de 2013

La postura cambiante de la Iglesia

Cada vez que se produce el ascenso de un nuevo Papa, se esperan cambios en la Iglesia Católica, generalmente respecto a su postura social, esperando unos un acercamiento hacia el liberalismo mientras que otros lo esperan respecto del socialismo. Parece ignorarse que el orden social propuesto por el cristianismo, si uno se atiene a las prédicas evangélicas, es aquel que ha de derivarse del masivo acatamiento y cumplimiento posterior de sus mandamientos. Luego, según sea la interpretación de los mismos, hay quienes los ven cercanos al liberalismo mientras que otros lo ven cercanos al socialismo.

Si se tienen presentes los nefastos resultados obtenidos por los sistemas socialistas, surge de inmediato que una Iglesia que predica el amor al próximo debe estar en oposición a un sistema que produjo en el siglo XX decenas de millones de víctimas. El gobierno absoluto, sobre cada individuo, por parte de quienes dirigen al Estado, se opone al gobierno (o el Reino) de Dios sobre los hombres a través de su adaptación a las leyes naturales que nos rigen. Además, la discriminación social promovida por el socialismo, cuyos resultados son incluso peores a los efectos de la discriminación racial promovida por el nazismo, estimula la división y la violencia entre clases sociales, algo que poco o nada tiene que ver con el amor al prójimo sugerido por el cristianismo. Sin embargo, engañados por el significado de las palabras o por la simple ignorancia, se ha notado una tendencia de la Iglesia hacia la admisión de la postura socialista, lo que implica un abandono del espíritu de las prédicas cristianas, implicando un serio retroceso de la Iglesia respecto a su finalidad esencial.

La labor de la Iglesia, hasta hace unos pocos siglos atrás, consistía esencialmente en la preparación mental y espiritual del individuo para llegar a la vida eterna. En los últimos tiempos, además, ha incorporado un conjunto de sugerencias respeto de la forma adecuada que, se supone, debería tener el orden social vigente en el mundo. Uno de los temas de mayor confusión es el de la valoración ética de la riqueza y de la pobreza, que en realidad resultan ser atributos asociados a las aptitudes productivas o a las aspiraciones económicas de las personas, que no presentan un vínculo directo con alguna postura ética. La descripción fácil e inmediata es la de atribuir una actitud pecadora a quien posee riquezas y una actitud virtuosa a quien no las posee. Se olvida considerar los medios por los cuales una persona llegó a poseer un importante capital, siendo el trabajo y la inventiva uno de esos atributos necesarios (aunque pueda decirse que existen excepciones), mientras que muchas veces la desidia y la negligencia son los atributos mostrados por muchos de quienes viven en la pobreza, algo que no debe asociarse a virtud alguna.

La postura que atribuye una actitud pecadora a la riqueza y cierta virtud a la pobreza, se identifica con la ideología marxista, que condena a todo empresario (la burguesía) y exime de culpas a todo trabajador en relación de dependencia (el proletariado), algo que resulta completamente injustificado. San Agustín expresó: “Si tienes riquezas, no lo censuro, son de tu herencia, tu padre hombre rico te las dejó, tiene origen honesto, son el fruto acumulado de un honrado trabajo, nada tengo que reprocharte”. “Navegaste, afrontaste peligros, no has engañado a nadie, no juraste con mentira, adquiriste lo que a Dios plugo, y esto guardas ávidamente con sosegada conciencia, porque ni lo allegaste de mala manera ni buscas lo ajeno” (Citado en “Fabricantes de miseria” de P. A. Mendoza, C. A. Montaner y A. Vargas Llosa-Plaza & Janés Editores SA-Barcelona 1998).

En el siglo XIX, el entonces Papa León XIII escribe: “Porque mientras los socialistas presentan el derecho de propiedad como «invención» que repugna la igualdad natural de los hombres y, procurando la comunidad de bienes, piensan que no debe sufrirse con paciencia la pobreza y que pueden violarse impunemente las posesiones y derechos de los ricos; la Iglesia, con más acierto y utilidad, reconoce la desigualdad entre los hombres –naturalmente desemejados en fuerza de cuerpo y espíritu- aun en la posesión de bienes, y manda que cada uno tenga, intacto e inviolado, el derecho de propiedad y dominio que viene de la misma naturaleza” (Quod apostolici muneris).

Luego, en Rerum Novarum (1891), encíclica que sería la base de la Doctrina Social de la Iglesia, expresa: “Creen los socialistas que en el traslado de los bienes particulares a la comunidad se podría curar el mal presente. Pero esta medida es tan inadecuada para resolver la contienda que incluso llega a perjudicar a las propias clases obreras; y es, además, sumamente injusta, pues ejerce violencia contra los legítimos poseedores, altera la misión de la república y agita fundamentalmente a las naciones”.

“El que Dios haya dado la tierra para usufructuarla y disfrutarla a la totalidad del género humano no puede oponerse en modo alguno a la propiedad privada. Pues se dice que Dios dio la tierra en común al género humano, no porque quisiera que su posesión fuera indivisa para todos, sino porque no asignó a nadie la parte que habría de poseer, dejando la determinación de las propiedades privadas a la industria de los individuos y a las instituciones de los pueblos”.

Si bien algunos consideran que la propiedad privada, tanto como la posibilidad de su herencia, produce injusticias, la abolición de ambos derechos implica llegar a situaciones como la de Cuba, país en el que el “propietario” de todo lo existente es Fidel Castro, mientras que tal “propiedad” pudo ser heredada por su hermano Raúl. El simple ciudadano cubano no puede disponer libremente de su propia vivienda e incluso no puede dejarla en calidad de herencia a sus hijos (aunque últimamente parece haber cambios en este aspecto). Si en el socialismo el ciudadano común no es dueño de nada ni tampoco puede dejarle nada a sus hijos, sus motivaciones y alicientes se reducen de tal manera que pocos son los que trabajan con entusiasmo por el “bienestar de la sociedad”. El Papa Pío XI afirmó: “Socialismo religioso, socialismo cristiano, implican términos contradictorios; nadie puede ser a la vez buen católico y verdadero socialista”.

Los cambios en la Iglesia comienzan bajo el papado de Juan XXIII quien admite que “la época registra una progresiva ampliación de la propiedad del Estado y la causa es que el bien común exige hoy de la autoridad pública el cumplimento de una serie de funciones”, sin embargo continúa con la tradición que viene de León XIII, afirmando “La historia y la experiencia demuestran que en regímenes políticos que no reconocen a los particulares la propiedad, incluida la de los bienes de producción, se viola o suprime totalmente el ejercicio de la libertad humana en las cosas más fundamentales, lo cual demuestra con evidencia que el ejercicio de la libertad humana tiene su garantía y al mismo tiempo su estímulo en el derecho de propiedad” (De “Mater et Magistra”).

El sucesor de Juan XXIII fue Pablo VI, quien escribió: “Pero, por desgracia, sobre estas nuevas condiciones de la sociedad se construyó un sistema que consideraba el lucro como el motivo esencial del progreso económico, la competencia como ley suprema de la economía, la propiedad privada de los medios de producción como un derecho absoluto, sin limites ni obligaciones sociales correspondientes” (De “Populorum Progresssio”). P.A. Mendoza, C.A. Montaner y A. Vargas Llosa, escriben al respecto: “Esta encíclica muy bien puede considerarse como uno de los documentos clave para percibir los errores de juicio que convierten a la Iglesia en un fabricante de miseria”.

“Pablo VI consigna tres fobias que, por razones morales, una y otra vez fustiga el catolicismo: la búsqueda del lucro, la competencia y la propiedad privada”. “Sin el afán de lucro, sin la voluntad de sobresalir, las personas no consiguen prosperar. ¿Conocía Pablo VI lo que sucedía en las dictaduras comunistas, en las que se había demonizado el afán de lucro? ¿No sabía de esas muchedumbres impasibles, apáticamente marginadas de la actividad económica por la falta de motivaciones?”. “¿Cómo aspirar lógicamente a los niveles de confort y prosperidad que caracteriza a las sociedades ricas si se renuncia al resorte psicológico que mejor la propicia?”.

En cuanto a la competencia, es indudable que las actitudes competitivas se oponen a las cooperativas, por lo que, éticamente hablando, el mal viene asociado a la competencia y el bien a la cooperación. Pero resulta absurdo dar un mismo significado a la palabra “competencia” cuando pasa del ámbito de la ética y de las actitudes humanas a la actividad económica. Quien esté contra la competencia entre comerciantes o entre fabricantes, está a favor del monopolio, que favorece la concentración de riquezas en pocas manos a costa de la mayoría. Justamente, la competencia que impera en el mercado no permite la existencia de monopolios. Y tal competencia se traduce en una mejor capacidad del comerciante o del productor para cooperar con el cliente (reduciendo costos o mejorando la calidad).

Es muy sencillo verificar las ventajas que presenta la búsqueda del lucro, la competencia y la propiedad privada respecto de su abolición. Indáguese acerca de lo que aconteció en los países comunistas ante tal abolición para luego hacer una comparación con lo que resultó en los países desarrollados al adoptar la economía de mercado. La libertad y el mercado parecen ser considerados en forma similar a cómo se hace con la propia madre; que es valorada principalmente cuando se extraña su presencia.

También se considera pecaminoso la acumulación de capitales, siendo que quien acumula ahorros y luego los invierte en la producción, es quien dispone de dinero que prefiere guardar para el futuro en lugar de vivir un presente con mayores comodidades, lujos y ostentación. Los autores citados escriben: “¿Es acaso tan difícil de entender uno de los mecanismos que explican la dinámica del desarrollo económico? Si no hay ahorro e inversión no es posible eliminar la miseria. Es el ahorro suficiente o excesivo del que ha superado el umbral de lo imprescindible lo que hace posible un aumento de los ingresos de los menos favorecidos. Al mismo tiempo, es la inversión en bienes de capital lo que suele aumentar la productividad, reducir los costos y generar un crecimiento intensivo de la economía, fenómeno que acaba por multiplicar los puestos de trabajo y el monto de los salarios”.

Quienes promovieron y difundieron tanto la Teoría de la Dependencia como la Teología de la Liberación, fueron los autores intelectuales de miles de atentados, secuestros y asesinatos a lo largo y a lo ancho de la América Latina. El sector de la Iglesia que apoyó esta insurrección promotora de atraso y pobreza, poco tiene que ver con el cristianismo. Fueron doblemente culpables por cuanto convirtieron en asesinos a muchos jóvenes, quienes a la vez fueron asesinados por las fuerzas militares. Tanto quien tiene algún tipo de influencia social como el arquero de un equipo de fútbol, debe ser valorado por los resultados de sus acciones, sin tener en cuenta si estuvieron “bien intencionados”, o no.

domingo, 17 de marzo de 2013

La izquierda latinoamericana

Luego de la designación del Papa argentino, los pueblos latinoamericanos manifestaron síntomas de legítima alegría y de orgullo. Cuando alguien se siente feliz, otras personas compartirán esa felicidad, lo que constituye la actitud del amor, aunque también habrá personas incapaces de asociarse a ese estado de ánimo, como es el caso de los egoístas, incluso otros experimentarán un malestar bastante evidente, y son los que sienten envidia, respuesta que constituye, junto con la burla, el síntoma básico del odio.

De ahí que surgieron, desde el propio país del nuevo Pontífice, una serie de difamaciones que trataban de empañar la fiesta y la alegría reinante en millones de personas de todo el mundo. Tal alegato, surgido desde sectores izquierdistas, acusaban al cardenal Jorge M. Bergoglio de haber “entregado” en épocas de la dictadura militar, en los años 70, a dos sacerdotes jesuitas. Sin embargo, las cosas se aclararon cuando algunos integrantes de comisiones investigadoras de derechos humanos desestimaron la veracidad de tales calumnias, entre los que puede nombrarse a la ex funcionaria nacional Graciela Fernández Meijide, a la ex jueza Alicia Oliveira y a Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz.

La falta de dignidad de quienes calumnian y difaman es notoria en varios políticos de izquierda, como es el caso del periodista Horacio Verbitsky, de donde surgió la falsa información sobre el nuevo Papa. Sin embargo, este tipo de maniobra informativa tuvo pocos efectos en comparación con los que tuvo la prédica marxista en los 70, cuando miles de jóvenes creyeron las versiones distorsionadas de la realidad, emitidas por tales personajes, siendo llevados a formar parte de bandas terroristas que mataban con cierto entusiasmo a policías, militares, empresarios, intelectuales, y a todo aquel que era considerado como un colaboracionista del “imperialismo yankee”.

Las distintas posturas filosóficas, religiosas o políticas adoptadas por un individuo están estrechamente ligadas a los rasgos que caracterizan a su personalidad, de ahí que no es arriesgado decir que el izquierdista es alguien que tiene una visión pesimista del hombre y del mundo en el que le toca vivir. De ahí la predisposición a desconfiar de todos y a controlarlos desde el Estado, asociada a cierta actitud de odio hacia la sociedad, como en el caso antes descrito.

El izquierdista parece sufrir de algún complejo de persecución, por cuanto siempre culpa a otros países por los males del suyo propio. Convencido de la maldad del extranjero, supone que éste necesita de la colaboración de compatriotas suyos, sobre quienes recaerá todo el peso de la violencia. De ahí que gran parte de la literatura de izquierda constituye un relato que describe la realidad en base a la culpa de otros, actitud que, desde luego, impide ver los errores propios favoreciendo el estancamiento y el subdesarrollo.

Entre los ideólogos más influyentes tenemos al escritor Eduardo Galeano con su libro “Las venas abiertas de América Latina” (1971), respecto del cual Plinio A. Mendoza, Carlos A. Montaner y Álvaro Vargas Llosa, escriben: “Es el libro definitivo para explicar por qué América Latina tiene unos niveles de desarrollo inferiores a los de Europa occidental o EEUU”. “El libro es un constante memorial de agravios montado desde la victimización y la identificación de los villanos que nos martirizan cruelmente; los que importan nuestras materias primas, los que nos exportan objetos, maquinarias o capitales; las multinacionales que invierten y las que no invierten, los organismos internacionales de crédito (FMI, BID, BM, AID). La ayuda exterior es un truco para esquilmarnos más. Si nos prestan es para estrangularnos: «El intercambio desigual funciona como siempre: los salarios de hambre de América Latina contribuyen a financiar los altos salarios de EEUU y de Europa»”.

“Galeano es capaz de afirmar la siguiente falsedad sin el menor rubor: «En Cuba la causa esencial de la escasez es la nueva abundancia de los consumidores: ahora el país les pertenece a todos. Se trata, por lo tanto, de una escasez de signo inverso a la que padecen los demás países latinoamericanos»”.

“Naturalmente, ese discurso sólo puede conducir a la violencia más insensata, como la desatada por sus compatriotas tupamaros. Veamos el párrafo con que termina su libro: «El actual proceso de integración no nos reencuentra con nuestro origen ni nos aproxima a nuestras metas. Ya Bolívar había afirmado, certera profecía, que los EEUU parecían destinados por la Providencia para plagar América de miserias en nombre de la libertad. No han de ser la General Motors y la IBM las que tendrán la gentileza de levantar, en lugar de nosotros, las viejas banderas de unidad y emancipación caídas en la pelea, ni han de ser los traidores contemporáneos quienes realicen, hoy, la redención de los héroes ayer traicionados. Es mucha la podredumbre para arrojar al fondo del mar en el camino de la reconstrucción de América Latina. Los despojados, los humillados, los malditos tienen, ellos sí, es sus manos, la tarea. La causa nacional latinoamericana es, ante todo, una causa social: para que América Latina pueda nacer de nuevo, habrá que empezar por derribar a sus dueños, país por país. Se abren tiempos de rebelión y de cambio. Hay quienes creen que el destino descansa en las rodillas de los dioses, pero la verdad es que trabaja, como un desafío candente, sobre las conciencias de los hombres»” (Del “Manual del perfecto idiota latinoamericano”-Plaza & Janés Editores SA-Barcelona 1996).

Es oportuno mencionar el hecho de que la Argentina recibió en los años 90 gran cantidad de dólares en préstamos pero, a pesar de ello, seguimos en pleno subdesarrollo. También la Venezuela de Hugo Chávez tuvo elevados ingresos debido al alto precio del petróleo, aunque Venezuela sigue siendo subdesarrollada por propia decisión. De ahí que no sea justo culpar a quienes otorgan préstamos, sino a quienes los administran pésimamente. Guillermo Laura y Adolfo Sturzenegger escriben:

“Con frecuencia se escucha decir que Argentina necesita un Plan Marshall. Quienes así razonan creen que el problema de nuestro país es la falta de dólares y que si se obtuviera un flujo generoso de ayuda, todo se resolvería como por arte de magia. Durante la década de 1990 lo que sobraron fueron los dólares ya que Argentina recibió préstamos por U$S 107.452 millones entre 1991 y 2001, o sea U$S 9.527 millones más que el total del Plan Marshall actualizado. Pero con una diferencia esencial: el Plan Marshall se distribuyó entre 16 países con 270 millones de habitantes, mientras que Argentina tenía la décima parte de la población. Si hacemos el cálculo per capita descubriremos algo asombroso: recibimos casi diez veces más que Europa. Argentina U$S 3.357 por habitante y Europa apenas U$S 362 (expresado en dólares actuales de igual poder adquisitivo)”.

“En la década de 1990, Argentina recibió el equivalente a un Plan Marshall todos los años durante diez años. O sea diez planes Marshall. Dólares no faltaron. El problema fue el destino: burocracia, «ñoquis» [pseudoempleos remunerados], consultorías truchas [falsas] y mucha corrupción. Es cierto que el 88,7% del Plan Marshall fue no reembolsable. Pero, a partir del default argentino, los créditos otorgados a nuestro país también se han transformado en la práctica en donaciones, al menos en el porcentaje de la quita” (De “Abundancia de lo indispensable”-Pearson Education SA-Bs.As. 2004).

Si alguien considera que el “culpable” es el que hace los préstamos, u otorga beneficios, se le puede preguntar acerca de por qué en Europa se produce, luego de la Segunda Guerra Mundial, el “milagro alemán” y otros resurgimientos económicos notables, mientras que en la Argentina no ocurrió nada parecido. La respuesta más adecuada parece ser la que distingue entre el grado de corrupción de los países, aprovechando los préstamos los poco corruptos y despilfarrándolos los altamente corruptos. (Si tenemos un Papa argentino, no es porque seamos mejores, sino porque más lo necesitamos).

Otro de los libros de orientación izquierdista es “Para leer al pato Donald” de Ariel Dorfman y Armand Mattelart (1972). Este curioso título hace referencia a que los personajes de Walt Disney en realidad se habrían realizado con la finalidad de introducir cierta ideología favorable al capitalismo. P.A. Mendoza y los otros autores mencionados escriben: “Donald, Mickey, Pluto, Tribilin, no son lo que parecen. Son agentes encubiertos de la reacción sembrados entre los niños para asegurar una relación de dominio entre la metrópoli y las colonias. El tío rico no es un pato millonario y egoísta, y lo que le acontece no son peripecias divertidas, sino que se trata de un símbolo del capitalismo con el que se inclina a los niños a cultivar el egoísmo más crudo e insolidario”.

El libro “La historia me absolverá”, de Fidel Castro (1953), se encuentra entre los preferidos por la izquierda latinoamericana. Los autores mencionados escriben: “A sus veintisiete añitos, sin la menor experiencia laboral –no digamos empresarial o administrativa-, puesto que no había trabajado un minuto en su vida, Castro sabe cómo resolver en un abrir y cerrar de ojos el problema de la vivienda, de la salud, de la industrialización, de la educación, de la alimentación, de la instantánea creación de riquezas. Todo se puede hacer rápida y eficientemente mediante unos cuantos decretos dictados por hombres bondadosos guiados por principios superiores”.

Existe una teoría que trata de sintetizar el proceso imperialista en “Dependencia y desarrollo en América Latina” de Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto (1969). Los tres autores citados escriben: “Había que encontrar alguna explicación al hundimiento de la teoría desarrollista del argentino Raul Prebisch, escuela basada en dos premisas que la experiencia acabaría por desacreditar totalmente: la primera, era industrializar a los países latinoamericanos mediante barreras arancelarias temporales que les permitieran sustituir las importaciones extranjeras; y la segunda, que ese gigantesco esfuerzo de «modernización» de las economías tenia que ser planificado y hasta financiado por los Estados, puesto que la burguesía económica local carecía de los medios y hasta de la mentalidad social que se requería para dar ese gran salto adelante”. Ante el poco éxito del plan anterior, Cardoso y Faletto realizan la teoría mencionada.

Enrique del Acebo Ibáñez y Roberto J. Brie escriben: “La teoría de la Dependencia, elaborada a partir de la mitad del siglo XX para explicar la situación específica de dominación, dentro de la concepción de estratificación social (marxista-leninista) de las naciones, según la cual los países ricos e industrialmente avanzados mantienen en una situación de dominio a los países pobres o en desarrollo; esta relación externa tiene su correlato dentro de cada país en el dominio de las clases ricas –ligadas a los países centrales- sobre las clases pobres (F.H. Cardoso y E. Faletto). Se expresa también en términos de centro-periferia, o países centrales-países periféricos”.

“Dentro de esta teoría de la dependencia juega un papel importante la conciencia, con su sistema de representaciones y valores: la servidumbre de la mente (Ph. Altbach) es condición de la situación de dependencia y se expresa en términos de colonialismo o imperialismo cultural. La educación juega un papel importante en el mantenimiento de la ideología oficial y condiciona en el oprimido la mentalidad de opresor potencial (P. Freire); de ahí que haya que elaborar una nueva pedagogía del oprimido. De acuerdo con la teoría de la dependencia, las instituciones y las clases dominantes tienen como tarea la «reproducción» de representaciones, valores y actitudes de los países dominantes. Los críticos de esta teoría –incluso dentro de las corrientes marxistas y neomarxistas-destacan dos aspectos epistemológicamente relevantes: a) la ilegitimidad de transcribir el orden de la cultura y de la vida social a lo que sucede en las relaciones económicas; y b) el carácter dogmático con que se justifica el rechazo de toda critica a partir del principio de que cualquier crítica no sería más que una manifestación de la dependencia o colonialismo cultural” (Del “Diccionario de Sociología”-Editorial Claridad SA-Buenos Aires 2006).

Resulta ilustrativo mencionar el libro “Hacia una teología de la liberación” de Gustavo Gutiérrez (1971), sacerdote católico. Los “tres idiotas latinoamericanos” citados (que reconocen haberlo sido alguna vez), escriben: “Gustavo Gutiérrez buscó los libros sagrados y encontró la lectura adecuada para convertir a los pobres en el sujeto histórico del cristianismo. Estaba en los orígenes, en los salmos, en diferentes pasajes bíblicos, en anécdotas del Viejo y del Nuevo Testamentos. Resultaba perfectamente posible, sin incurrir en herejía, afirmar que la misión principal de la Iglesia era redimir a los pobres, pero no sólo de sus carencias materiales, sino también de las espirituales. El concepto liberación era para Gutiérrez mucho más que dar de comer al hambriento o de beber al sediento: era –como «el hombre nuevo» del Che y Castro, a quienes cita –construir una criatura solidaria y desinteresada, despojada de viles ambiciones mundanas”.

Para darle un sustento militar a la imposición del socialismo en América Latina, aparece el libro “La guerra de guerrillas” de Ernesto Che Guevara (1960). Los autores citados escriben: “El Che parte de tres axiomas extraídos de la experiencia cubana: I) Las guerrillas pueden derrotar a los ejércitos regulares, II) No hay que esperar a que exista un clima insurreccional, pues los «focos» guerrilleros pueden crear esas condiciones, III) El escenario natural para esta batalla es el campo y no las ciudades”.

“El gran error de este librito, que le costó la vida al Che y a tantos miles de jóvenes latinoamericanos, es que elevó a categoría universal la anécdota de la lucha contra Batista, ignorando las verdaderas razones que provocaron el desplome de esa dictadura. Castro y el Che –que quieren verse como los héroes de las Termópilas- nunca han admitido que Batista no era un general decidido a pelear, sino un sargento taquígrafo, encumbrado al generalato tras la revolución de 1933, cuyo objetivo principal era enriquecerse en el poder junto a sus cómplices”.

Según la teoría de la dependencia, el valor de las materias primas es impuesto por los países centrales, y no por el mercado. Recordemos que la adopción de economías de mercado por parte de países como China e India, han hecho subir la demanda mundial de materias primas y de alimentos debido a sus grandes poblaciones, influyendo en el precio de los bienes mencionados. Además, con el avance tecnológico, tanto las actividades agrícolas como las industriales se realizan con el trabajo de pequeños porcentajes de la población laboralmente activa, por lo que todo país que las produzca, no sólo debe especializarse en tales actividades, sino que también debe desarrollarse en las demás. La Venezuela de Chávez, con cerca del 97 % de sus exportaciones constituidas por el petróleo, es un ejemplo negativo por cuanto implica que gran parte de la población vive a costa de esa industria realizando muy poco trabajo productivo.

¿Adonde conduce la ideología izquierdista? Como puede apreciarse en los textos citados, promueve el odio hacia pueblos extranjeros y hacia sectores de la propia sociedad. Por este camino se llega a la violencia y a los asesinatos, como se pudo observar en la década de los 70 en gran parte de Latinoamérica. Al culparse a los demás por los males propios, se encuentra la justificación del fracasado y la renuncia a una mejora por medios civilizados. Cuando los izquierdistas llegan al poder y comienzan a realizar expropiaciones, provocan la huida de capitales, que muchas veces se dirigen hacia los países centrales, por lo cual se convierten en colaboraciones y favorecedores de la dependencia que tanto dicen rechazar y combatir.

viernes, 15 de marzo de 2013

El Papa argentino

Un importante sector de la sociedad argentina vivió momentos de gran emotividad debido a que un hijo de esta tierra había sido designado como el mayor responsable de la dirección y continuidad en la tarea evangelizadora de la mayor Iglesia de Cristo. Tuvimos el privilegio que desde todo el mundo preguntaran acerca de la Argentina; algo que despertó un orgullo compartido por todos aquellos que seguimos con interés todo lo positivo que nos ocurre como nación. El prestigio de un país se debe principalmente a los aportes culturales, literarios, artísticos, científicos, etc., que ofrece al patrimonio común de la humanidad. De ahí que el nuevo Papa pasará a integrar la lista selecta de argentinos que le dieron a su país un lugar destacado entre las naciones.

De todas formas, no existe unanimidad de criterios por cuanto parecen existir dos Argentinas, la que festeja la designación de Bergoglio y la que se lamenta por ello. Recordemos que para la actual Presidente de la Nación, los personajes más destacados de nuestro país fueron Ernesto Guevara, Eva Perón y Diego Maradona. Recordemos que el Che Guevara sugería que un guerrillero marxista debía convertirse en “una fría máquina de matar”, siendo un simple asesino serial que incluso promovía abiertamente la lucha motivada por el odio al prójimo. Eva Perón, por otra parte, despertaba la admiración de medio país y el desprecio de la otra mitad, que a su vez se despreciaban entre sí, por lo cual su figura resultó ser bastante negativa para la sociedad, a pesar de la idealización posterior que se ha hecho de su figura.

El ex presidente Néstor Kirchner calificó a Bergoglio, en el 2005, como el “jefe espiritual de la oposición”, por lo que podemos decir que el Papa Francisco puede muy bien desempeñar el rol de Jefe Espiritual de la Argentina del amor y la verdad, mientras que sus opositores seguirán siendo los jefes de la pseudo Argentina del odio y de la mentira.

De ahí que, desde varios medios informativos adeptos al gobierno, se está tratando de asociar al nuevo Papa cierta participación, o negligencia, durante la última dictadura militar; dictadura descalificada principalmente por impedir que la Argentina llegara a formar parte del entonces Imperio Soviético. Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti escriben:

“En la denuncia se le atribuía una cuota de responsabilidad por el secuestro de dos sacerdotes jesuitas, que se desempeñaban en una villa de emergencia del barrio porteño de Flores, efectuado por miembros de la Marina en mayo de 1976, dos meses después del golpe”. Pocos sospechaban, en esos momentos, que el accionar represivo de las Fuerzas Armadas habría de entrar en el terreno de la ilegalidad, por lo que la denuncia resulta poco creíble, mientras que son muchos los que atestiguan acerca de los posteriores actos de protección que realiza Bergoglio en amparo de quienes corrían el riesgo de ser detenidos por los militares en el poder, actitud que resulta contradictoria con la que se le quiere atribuir.

Además de ser el primer Papa no europeo, resultó ser el primer jesuita en desempeñar tal misión. Recordemos que los sacerdotes católicos están agrupados en congregaciones tales como dominicos (seguidores de Santo Tomás de Aquino), franciscanos (seguidores de San Francisco de Asís), jesuitas (seguidores de San Ignacio de Loyola), benedictinos (seguidores de San Benito), trapenses (seguidores de San Benito y San Bernardo), cartujos (seguidores de San Bruno), carmelitas (seguidores del profeta Elías, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila) y capuchinos. En cuanto a los jesuitas, André Frossard escribe: “Preparado para la acción durante catorce años de formación intelectual y moral, el jesuita sale de su escuela con la fuerza y la velocidad de un obús de marina: irá a estallar donde le sea mandado, un obús no elige su objetivo”.

“Si la Compañía de Jesús es comparable a un ejército, se debe a la disciplina ejemplar que sabe lograr de sus miembros y sobre todo a su voto especial de obediencia a la Santa Sede, que permite al Papa disponer de ella a su arbitrio para la fundación de una universidad, el envío de una misión, cualquier obra apostólica o caritativa, como un general asigna un objetivo a sus tropas y las hace maniobrar según las necesidades de la estrategia”.

“Como todas las empresas que sobrepasan de algún modo la medida humana, la Compañía de Jesús inspira por igual la aversión y el entusiasmo. Sobreexcita la imaginación y desconcierta el juicio. Nadie cree en sus presuntos delitos, sobre cuya naturaleza sus detractores callan, pero su verdadero rostro, su acción, sus procedimientos siguen siendo tan enigmáticos. Uno se pregunta: ¿es una escuela de misioneros como los demás, una simple congregación religiosa, un ejército secreto, un instrumento de dominación universal forjado en la sombra por el papado, un partido político? ¿Qué se propone? ¿Sojuzgar a los espíritus, recuperar el poder temporal de la Iglesia? ¿Qué resortes lo mueven? ¿La ambición, el fanatismo? ¿Cuál es su verdadero jefe: el Papa a quien la une un voto especial de obediencia o su general, lo bastante poderoso para tener dentro y fuera de la Iglesia, su política personal?” (De “La sal de la Tierra”-Ediciones Carlos Lohlé-Buenos Aires 1958).

A partir de esta breve descripción de los jesuitas, podemos decir que al Papa Francisco se le ha encomendado reconstruir la alicaída Iglesia Católica, desprestigiada por las múltiples denuncias de corrupción de menores practicada por varios de sus integrantes. A ello se agregan las sospechas de corrupción asociadas al Banco del Vaticano, de propiedad de la Iglesia. Recordemos que gran parte de la población italiana (un 40% aproximadamente) aceptaba la posibilidad de que el Papa Juan Pablo I (Albino Luciani), cuyo papado duró sólo 33 días, fuera asesinado bajo el silencio y la complicidad de la propia Iglesia. Incluso Benedicto XVI expresó recientemente que “la Iglesia está llena de soberbia y porquería”. De ahí que se espera del nuevo Papa una exigente tarea de depuración que permita a la Iglesia Católica recuperar el prestigio ostentado en otras épocas.

La adopción del nombre Francisco, por parte de un jesuita, revela seguramente la intención de establecer un papado inspirado en la personalidad del destacado predicador medieval. San Francisco fue un ejemplo de sencillez y de adhesión a la pobreza. Renuncia a la importante herencia familiar establecida por su progenitor mediante la confección y el comercio de telas. Su acaudalado padre, que comerciaba exitosamente con empresarios franceses, elige para su hijo el nombre de Francesco, es decir, “francés”, en homenaje hacia aquellos. Entre las obras del santo aparece justamente la reconstrucción de la Iglesia de San Damián.

La principal tarea de la Iglesia es la de difundir el mensaje cristiano para que la ética de los Evangelios llegue a formar parte de la vida cotidiana de cada uno de sus receptores. Existen coincidencias respecto a los atributos personales simples de Jorge M. Bergoglio con aquellos franciscanos. La eficacia de su tarea dependerá de la comunicación efectiva o del “contagio” de tales atributos a un nivel generalizado, algo seguramente poco fácil de establecer.

Se ha resaltado la coherencia del nuevo Papa entre lo que dice y lo que hace. Al respecto afirmó: “Una certeza no es solamente un consejo, una convicción intelectual, una frase. Es también un testimonio, una coherencia entre lo que se piensa, lo que se siente y lo que se hace. Es fundamental que uno piense lo que siente y lo que hace; sienta lo que piensa y lo que hace, y haga lo que piensa y siente. Que ejercite el lenguaje de la cabeza, del corazón y de las manos”.

En cuanto a la acción de la Iglesia expresó: “A una Iglesia que se limita a administrar el trabajo parroquial, que vive encerrada en su comunidad, le pasa lo mismo que a una persona encerrada: se atrofia física y mentalmente. O se deteriora como un cuarto encerrado, donde se expande el moho y la humedad. A una Iglesia autorreferencial le sucede lo mismo que a una persona autorrefencial: se pone paranoica, autista. Es cierto que, si uno sale a la calle, le puede pasar lo que a cualquier hijo de vecino: accidentarse. Pero prefiero mil veces una Iglesia accidentada a una Iglesia enferma. En otras palabras, creo que una Iglesia que se reduce a lo administrativo, a conservar su pequeño rebaño, es una Iglesia que, a la larga, se enferma. El pastor que se encierra no es un auténtico pastor de ovejas, sino un «peinador» de ovejas, que se pasa haciéndole rulitos, en lugar de ir a buscar otras”. “La conversión pastoral nos llama a pasar de una Iglesia «reguladora de la fe» a una Iglesia «transmisora y facilitadora de la fe»”.

Por lo general, la gente sostiene que la Iglesia debe adaptarse a sus necesidades y que debe renunciar a ciertos principios que la alejan de ella. Sin embargo, debido a que el cristianismo es esencialmente una religión ética, el proceso de mejoramiento individual radica en una orientación religiosa que priorice el comportamiento moral a la creencia, o a la postura filosófica adoptada. Luego, el adepto habrá de adaptarse en lo posible a tal postura ética. De lo contrario, si la Iglesia se adapta a lo que la mayoría prefiere, estaría negando la ética elemental promoviendo un relativismo moral que implica el fin de toda vida social. Bergoglio agrega:

“El camino de la ética, que forma parte del ser humano, es pre-religioso. Cualquier persona, sea creyente o agnóstica o atea, no puede eludir el planteo ético que arranca desde los principios más generales –el primero de todos: «hacer el bien y evitar el mal»- hasta los más particulares. En la medida en que el hombre va descubriendo y poniendo en práctica esos principios, va achicando la brecha. Diría que es una brecha de crecimiento. Hay también una brecha contracultural, aquélla del «dale que va, todo da igual, que allá en el horno nos vamos a encontrar» a la que se refiere el tango Cambalache. Y que puede anidar tanto en el agnóstico como en el ateo o en el creyente. Si se quiere, es la cuestión de la doble vida. O de la doble moral”.

“Es que las culturas, en general, van progresando en la captación de la conciencia moral. No es que cambie la moral. La moral no cambia. La llevamos adentro. El comportamiento ético es parte de nuestro ser. Lo que pasa es que cada vez lo explicitamos mejor. Por ejemplo, ahora hay una conciencia creciente sobre la inmoralidad de la pena de muerte. Antes se sostenía que la Iglesia católica estaba a favor de ella o, por lo menos, que no la condenaba. La última redacción del catecismo pide, prácticamente, que sea abolida. En otras palabras, se tomó una mayor conciencia de que la vida es algo tan sagrado que ni un crimen tremendo justifica la pena de muerte. Lo mismo puede decirse de la esclavitud, lo cual no implica que no siga manifestándose a través de otras formas” (Citas de “El jesuita” de Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti-Javier Vergara Editor-Buenos Aires 2010).

Otro aspecto a destacar del nuevo Papa es su acercamiento a otras religiones, como es el caso del judaísmo. Así, el prólogo de “El jesuita” ha sido redactado por el rabino Abraham Skorka, mientras que a su vez, el entonces Cardenal Jorge M. Bergoglio prologó al libro “Argentina ciudadana” del rabino Sergio Bergman. Quizás sea éste un síntoma positivo que alienta la esperanza de que alguna vez las distintas religiones dejen de ser una causa más de conflictos para llegar a ser un factor esencial de unión y de concordia.

martes, 12 de marzo de 2013

Acerca del chavismo

Los analistas políticos, por lo general, consideran al populismo, no como una tendencia política, sino como a una distorsión de alguna de ellas. Ello se debe, entre otras causas, a que son movimientos políticos que muestran poco respeto por las leyes (incluso pretendiendo cambiarlas), responden a las decisiones y los caprichos de una persona, muestran poco respeto por la verdad y tratan de que exista en la población una sensación de bienestar, es decir, mejoras en el corto plazo que no están sustentadas en el fortalecimiento real de la economía de una nación. Francisco Panizza escribió:

“El término «populista» fue usado originalmente en EEUU, a mediados de la década de 1890, en referencia al Partido del Pueblo, pero desde entonces casi ningún movimiento o líder ha reconocido ser «populista». En el lenguaje político corriente, el término posee una connotación negativa, al estar estrechamente asociado con términos como demagogia y prodigalidad económica, que indican irresponsabilidad económica o política”, mientras que Michael Conniff lo caracteriza de la siguiente manera: “El populismo fue un estilo expansivo de realizar campañas electorales por parte de políticos pintorescos y carismáticos, que podían atraer masas de nuevos votantes a sus movimientos y mantener indefinidamente su lealtad, aun después de muertos. Inspiraban en sus seguidores un sentimiento de nacionalismo y orgullo cultural, y prometían también darles una vida mejor” (De “El populismo como espejo de la democracia”-Francisco Panizza y otros-Fondo de Cultura Económica de Argentina SA-Buenos Aires 2009).

Existen ciertas semejanzas entre el movimiento del desaparecido Hugo Chávez respecto del peronismo de los 50 y del kirchnerismo actual. Una de las características comunes radica en promover el odio colectivo logrando una efectiva división de la sociedad. Estas divisiones resultan ser una especie de cáncer social, ya que el líder actúa como un tumor que contagia a las células cercanas produciéndose un crecimiento descontrolado de las mismas hasta que comienza a destruir los tejidos y los órganos sanos. Es poco probable que una sociedad pueda avanzar bajo esas condiciones.

Una de las imágenes que alguna vez observamos de Chávez, por televisión, la constituyó un discurso en el cual desacredita y difama a cierto medio periodístico independiente. Luego de la proclama, en los días subsiguientes, mueren asesinados dos periodistas del grupo previamente agredido. Puede decirse que no hace falta que se ordene alguna ejecución, ya que basta con culpar en forma sostenida a los sectores independientes para que se vaya estableciendo un fuerte antagonismo que es el inicio de una etapa de violencia generalizada. Andrés Oppenheimer escribió: “Ya entonces, el país estaba dividido en dos mitades. Y se polarizaba cada vez más en los cuatro años siguientes, en la medida en que Chávez arremetía contra los partidos de oposición, los medios, la Iglesia Católica, la «oligarquía», y cualquier otro grupo que osara criticar a su gobierno”.

El avance del Estado sobre la justicia y los medios de comunicaciones es otra de las tácticas del populismo para lograr el incremento de su poder. El citado autor agrega: “En 2004, tras salir airoso de un plebiscito sobre su mandato, Chávez había ordenado ampliar la Corte Suprema de 20 a 32 miembros, llenándola de partidarios suyos y asegurándose el control de la institución que en el futuro tendría la última palabra en materia de disputas sobre la libertad de prensa y las reglas electorales. Y ese mismo año había hecho aprobar una ley de medios que le daría al gobierno poderes de facto para censurar a la prensa. O sea, había ido descabezando uno a uno a todos sus enemigos reales y potenciales, hasta quedarse con el control de los tres poderes del Estado, y en alguna medida con todos los factores de poder del país”.

Para la “compra de votos”, los gobiernos populistas utilizan el dinero del Estado para distribuirlo discrecionalmente en aquellos sectores que, con seguridad, prefieren seguir recibiéndolo en forma independiente a cómo sea la situación económica y social del país. Andrés Oppenheimer agrega: “Sin embargo, aunque los obstáculos legales y la intimidación fueron factores importantes, lo que más contribuyó a la victoria de Chávez fueron los petrodólares. El presidente desembolsó entre 1.600 y 3.600 millones de dólares de los ingresos de PDVSA, el monopolio petrolero estatal venezolano, en los meses anteriores a la votación, en forma de becas temporales de más de 150 dólares mensuales a cientos de miles de jóvenes y desempleados. Se trataba de becas para la educación, en su gran mayoría, pero que no llevaban consigo ninguna obligación de estudiar. Chávez estaba nadando en petrodólares. Y en un país en el que el petróleo constituía el 80 por ciento de las exportaciones y el principal ingreso del Estado, Chávez tenía un dineral, y lo estaba repartiendo en efectivo para ganar votos” (De “Cuentos chinos”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2005).

La venganza hacia los sectores poco “dóciles” es otro de los atributos del populismo. En la Venezuela de Chávez, la oposición juntó miles de firmas para pedir la destitución del presidente, algo contemplado por la Constitución. La reacción no se hizo esperar. El citado autor comenta: “El gobierno hizo saber a través de sus voceros en la televisión estatal que examinaría detenidamente la lista de quienes habían firmado el petitorio para el referéndum, y que ni los empleados gubernamentales ni los empresarios firmantes que tenían negocios con el Estado podían esperar que el gobierno los siguiera tratando como hasta entonces. En otras palabras, habría represalias contra los firmantes. Y mientras aparecían en la prensa las primeras denuncias de despidos arbitrarios de opositores que habían firmado el petitorio, el gobierno anunció que los «arrepentidos» podían firmar un nuevo formulario exigiendo ser retirados de la lista”.

Entre las imágenes que recordamos de Chávez, aparece aquella en que consulta a un asesor acerca de cierta propiedad que tienen a la vista, incluso ante las cámaras de televisión. Luego ordena: “¡Exprópiese!”. Tales decisiones arbitrarias y fuera de la ley, resultan ser llamados de atención para que todo propietario trate de salvaguardar su patrimonio por lo cual “el narcisismo-leninismo de Chávez había causado la fuga de capitales más grande de la historia venezolana” (A. Oppenheimer). Entre los países beneficiados por tal fuga, pueden estar incluso los EEUU; el odiado país “imperialista” que se ve así beneficiado por un gobierno populista.

Resulta bastante evidente que el chavismo tiene muy poco de democracia. Sin embargo, resulta muy sencillo tergiversar significados o utilizar conceptos que disfrazan la realidad de manera tal de seguir hablando del carácter democrático del movimiento. Aparece así la “democracia participativa” que ha de suplantar a la tradicional democracia representativa. Carlos Alberto Montaner escribió:

“Cuando se dice «representativa» se alude a un modelo de gobierno en el que existen plenas garantías para los individuos. Es el tipo de Estado de Derecho con límites precisos y numerosas cautelas, en el que las personas están a salvo de los atropellos del gobierno y aun de la voluntad de las mayorías. Por el contrario, cuando dicen «participativa» a lo que se refieren es a un modelo «revolucionario» en el que las reglas del juego pueden ser cambiadas constantemente en nombre de los intereses reales o supuestos del pueblo” (De “Las columnas de la libertad”-Edhasa-Buenos Aires 2007).

En cuanto a la economía chavista, se afirma que, cuando se inicia el proceso, las exportaciones petroleras de Venezuela constituían un 72% del total, mientras que en el último año rondan el 97%. Ello implica que la sociedad se ha convertido en una “sociedad rentista”, que vive principalmente de lo que ha heredado de la madre naturaleza.

Según las últimas versiones del marxismo, la explotación no sólo existe en el plano laboral, sino también entre las naciones. De ahí que las poderosas explotan a las débiles asignándoles el papel de productoras de materias primas, lo que constituye la conocida “teoría de la dependencia”. En el caso de Venezuela puede comprobarse que no sólo colabora, por propia decisión, con el envío de capitales a los países poderosos, sino que también adopta la postura de autodesignarse como país productor y exportador casi exclusivo de materias primas. Carlos Alberto Montaner escribe al respecto:

“Otra idea entonces presente entre nosotros era la llamada «teoría de la dependencia», tomada de la interpretación que en el siglo XIX hizo Marx de las relaciones económicas entre Inglaterra y la India. Para el pensador alemán resultaba claro que Londres le había asignado a la India un papel económico complementario. Como en los viejos pactos coloniales, la India sólo podía producir aquello que Inglaterra no producía, pues su destino era el de convertirse en suministradora de materia prima y en compradora de las exportaciones inglesas. De manera que nuestros teóricos antiimperialistas latinoamericanos no tuvieron que esforzarse demasiado para darles forma a sus planteamientos: los grandes círculos económicos del primer mundo habían determinado que América Latina sólo debía desempeñar el rol de territorio dependiente, condenado a comprar en el exterior los productos manufacturados que necesitara y a vender la materia prima que las naciones desarrolladas requerían para elaborar sus bienes. Los nuestros no eran realmente países sino mercados cautivos” (De “La libertad y sus enemigos”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2005).

Recordemos que, en épocas recientes, la división de países en función de una producción especializada fue una decisión de la ex Unión Soviética, de ahí que constituía efectivamente un Imperio. Incluso, en sus delirios de grandeza, Chávez trataba de emularla a través del ALBA (Alternativa Bolivariana de las Américas), dedicada a fomentar el comercio entre naciones y no entre empresas privadas. Carlos Alberto Montaner escribió:

“Los comunistas, adictos a la planificación, se asignaron tareas. A los rusos les tocaba la responsabilidad de suministrar petróleo (como ocurre hoy con Venezuela). Los alemanes y polacos construirían los barcos. Los eslovacos, las armas. Los cubanos aportarían el azúcar. Los búlgaros, húngaros y checos, los productos agrícolas, las carnes, los embutidos y cierta industria ligera. ¿Para qué seguir? No había creatividad. No había empresarios decididos a triunfar. Los intercambios los planeaban y ejecutaban aburridos burócratas que tomaban las decisiones mecánicamente, siempre bajo el dictado de los comisarios políticos. Al final lograron un resultado asombroso: por primera vez en la historia se consiguió un modelo de negocios en el que todos perdían” (“Las columnas de la libertad”).

Si la teoría de la dependencia es verdadera, en el caso latinoamericano, entonces Hugo Chávez ha sido evidentemente un colaboracionista de los EEUU, que ha debilitado a su nación dividiéndola y llenándola de odio, la ha convertido en un exportador de materias primas cuyo principal destino es precisamente ese país, debiendo importar la mayor parte de los bienes necesarios para la población. La otra opción es que tal teoría sea errónea, en cuyo caso los desaciertos de Chávez siguen teniendo la misma gravedad.

domingo, 10 de marzo de 2013

Las riquezas en pocas manos

Uno de los argumentos que atribuye como causa principal de gran parte de los males del mundo consiste en suponer que cada millonario posee, además de gran cantidad de dinero, un gran número de cuerpos que es necesario alimentar y vestir, por lo que a otros, los que poseen un solo cuerpo, les faltará lo mínimo debido a tal exceso. Luego, se sostiene, que si sus riquezas fueran repartidas entre los más necesitados, se resolvería gran parte de los problemas que afectan a la humanidad. Sin embargo, como todo individuo posee solamente un cuerpo para alimentar y vestir, el argumento carece de validez. Además, debe tenerse presente que la mayor parte de los bienes económicos son generados por el hombre y que gran parte de las riquezas no existirían si no fuesen previamente creadas.

Resulta poco afortunado considerar la cantidad de riqueza disponible por cada individuo sin tener presente la forma en que la ha logrado y la forma en que la ha invertido, por cuanto existirá una amplia variedad de situaciones que resulta injustificado unificar. De ahí que resulta conveniente clasificar a los distintos tipos de monopolio económico que pueden formarse como así también reservar un lugar para el comportamiento cooperativo que ha de tener una empresa:

a) Empresa cooperativa: busca lograr cierto porcentaje del mercado (demanda) existente en su especialidad tratando de incrementarlo en base a innovación, calidad y precio.
b) Monopolio natural: se produce cuando no existe competencia en un sector, por cuanto una empresa introduce una innovación exclusiva y puede llegar a dominar el mercado aunque ese no haya sido su objetivo principal. También se produce tal tipo de monopolio en países cuya población, en conjunto, muestra poca iniciativa individual y es poco emprendedora.
c) Monopolio competitivo: cuando una empresa trata de absorber a sus competidores buscando una primacía absoluta en el mercado utilizando cualquier medio posible.
d) Monopolio generalizado: cuando sectores políticos buscan dominar el Estado para luego proceder a la confiscación de los medios de producción, incluso dominando otros sectores de la actividad social como son los medios de información, educación, justicia, fuerzas de seguridad, etc. Tal búsqueda caracteriza al pensamiento socialista.

Como ejemplo de actitud monopólica podemos mencionar a John D. Rockefeller en el rubro del petróleo. Daniel Gross escribió: “Una vez establecida la Standard Oil, Rockefeller se les acercó a sus competidores más pequeños con una propuesta muy sencilla: «Únanse a nosotros o tendrán que habérselas con los estragos de la alta competencia. Nosotros nos encargamos de salvarlos de los fracasos del negocio de la refinación, y les retribuimos por el capital que tienen representado en la fábrica y el terreno; o si lo prefieren, les quitamos el negocio», les dijo llanamente”. “Pero aquellos que se resistían a sus propuestas iniciales recibían entonces un desapasionado recordatorio: «Según mi criterio, usted no podrá hacer más dinero. No puede competir con Standard Oil», le dijo a un renuente refinador. «Ahora nosotros tenemos todas las grandes refinerías. Si rehúsa vender, terminará por ser aplastado»” (De “Historias de Forbes”-Grupo Editorial Norma-Bogotá 1997).

A pesar de todo, con los aportes y la iniciativa de Rockefeller, es posible que la sociedad se haya beneficiado económicamente, por cuanto promovió la producción petrolera, aunque la perjudicó en otros aspectos. Esto puede afirmarse en base a un razonamiento similar al empleado por los socialistas quienes proponen el altruismo, actitud por medio de la cual todo individuo se ha de sacrificar por el bien de la sociedad. Consideran inhumano sacrificarse por el engrandecimiento de una empresa privada aunque se consideran altamente ético sacrificarse por el engrandecimiento del Estado, siendo que el individuo, en ambos casos, recibirá similares compensaciones económicas y personales. El tan criticado egoísmo, que según algunos pensadores liberales ha de ser el motor de la economía, presupone la existencia de seres benévolos que hasta aceptarán ser perjudicados de alguna manera ya que de esa forma ha de progresar el conjunto de la sociedad, coincidiendo parcialmente con la actitud socialista.

Quienes buscan el completo dominio del mercado, en su especialidad, se asemejan al político que busca el monopolio de los votos a través de la existencia de un partido político único. Luego, el líder totalitario pretenderá tener un dominio total, no sólo de la política sino también de la economía.

A pesar de constituir el socialismo, o capitalismo estatal, un medio para la concentración total de las riquezas, aparece entre las soluciones propuestas para corregir “los excesos del capitalismo privado” en la creencia de que las riquezas en manos de los políticos serán mejor administradas que por los empresarios más acaudalados. Faustino Ballvé escribió: “La intervención estatal en materia de impuestos es de carácter correctivo o de carácter confiscatorio. Respecto a la primera dice el profesor W. A. Lewis que en Inglaterra el 20% de la renta nacional va al 2% de la población, y que esto es excesivo y hay que quitar a esta minoría, por medio del impuesto, la mitad de sus ingresos. No tiene en cuenta tres cosas:

1- Que estos llamados privilegiados son también los que pagan la mayoría de los impuestos s.in necesidad de impuestos especiales.
2- Que la mayor parte de lo que ganan no lo consumen porque la capacidad de consumo de una persona o de una familia, por despilfarradora y extravagante que sea (en cuyo caso, según Keynes, hace bien a la sociedad porque lleva su dinero al mercado) es limitada. Sus ganancias van principalmente a la inversión; a la construcción de viviendas y a la producción de bienes y servicios de los que se beneficia toda la comunidad que ve mejorado y abaratado su nivel de vida.
3- Que la redistribución de este excedente no significaría ventaja apreciable para el que gana poco (apenas un 10%) y en cambio el dinero distribuido iría al mercado a encarecer los precios y se sustraería a la inversión con lo cual escasearían aún más las mercancías y subirían más los precios.

Sin embargo, Lewis y sus correligionarios no se contentan con ello y proponen la confiscación de los capitales. Quieren sustraer el capital privado, por medio de estas confiscaciones, a la economía y entregarlo al gobierno. Y ¿qué hará el gobierno con el dinero? No puede hacer más que una de estas dos cosas: o gastarlo en forma improductiva (aumento de la burocracia y de la policía, obras públicas de fantasía) en cuyo caso la producción se estanca en relación con el aumento de la población y el nivel de vida baja, o bien, emplearlo en la producción directamente o por medio de organizaciones llamadas descentralizadas, lo cual, prácticamente es el socialismo, que es precisamente lo que los dirigistas pretenden querer evitar con sus medidas correctivas de las «debilidades de la economía libre»” (De “Diez lecciones de economía”-Victor P. de Zavalía Editor-Buenos Aires 1960).

La “solución socialista” proviene esencialmente de las criticas marxistas a la economía de mercado, aunque el propio Marx, como gran parte de sus seguidores, poco se hayan interesado en indagar desde cerca los aspectos reales del proceso productivo. Sylvia Nasar escribió: “Marx nunca salió a la calle a ver las cosas por sí mismo; ni siquiera se preocupó por hablar bien el inglés. Su mundo se circunscribía a un pequeño círculo de exiliados con sus mismas ideas. Sus contactos con los dirigentes obreros ingleses fueron superficiales. Nunca expuso sus ideas ante personas que pudieran rebatirlas en sus mismos términos. Jamás trató a los economistas («buhoneros del librecambismo», los llamaba) que planteaban ideas que pretendía derribar”. “Para ser el mejor amigo de un empresario [Engels] y el autor de una de las más apasionadas descripciones de los horrores de la mecanización, Marx nunca estuvo en una fábrica de Inglaterra, ni de ningún otro sitio, hasta que hizo una visita guiada a una manufactura de porcelanas cercana a Carlsbad, la localidad donde acostumbraba veranear en los últimos años de su vida” (De “La gran búsqueda”-Debate-Buenos Aires 2013).

Generalmente aparecen conflictos respecto de la justa distribución de ganancias entre empresarios, accionistas y empleados de una empresa, siendo llamativo el caso de Henry Ford quien pretendía reinvertir las ganancias de su empresa con gran disgusto de sus accionistas, por lo que dijo: “La industria tiene que arreglárselas para mantener los salarios altos y los precios bajos, porque, de otro modo, ella misma limitará el número de sus clientes. Los mejores clientes del industrial deberían ser sus propios trabajadores”. Stewart H. Holbrook escribió:

“Ford demostró ante los Tribunales que él pertenecía a una clase nueva de magnates del dinero, capitalistas o patronos. Expuso en sus declaraciones unas doctrinas heréticas que habrían provocado ataques de apoplejía fulminante a un Vanderbilt, un Rockefeller o un Carnegie. Ford dijo al Tribunal que los beneficios de la Ford Motor Company no eran de él ni de los accionistas. «Una vez que ellos (los empleados) han recibido sus salarios y su parte correspondiente de beneficios, es obligación mía tomar lo que queda y devolverlo a la industria, a fin de crear mayor cantidad de trabajo para un número mayor de hombres con salarios más altos». Aseguró que nada tenían que ver en ello ni su generosidad ni su conciencia. Era simplemente una buena norma de negocio”.

“Los abogados de la parte contraria mostraron una hoja de balance en la que resultaba que la Ford Motor Company había obtenido el año anterior beneficios que superaban a los 52 millones de dólares. ¿Era su intención entregar a sus accionistas algo menos que un cincuentavo de esa cantidad? En efecto: ésa era su intención”. “El Tribunal encontró aquello excesivo, y quizás lo hubiera encontrado excesivo cualquier otro Tribunal; este de ahora sentenció que Henry Ford debía distribuir un dividendo de 19.265.000 dólares. Decía el Tribunal: «No está dentro de la potestad legal de una sociedad anónima el dar forma y llevar a cabo sus negocios simplemente para proporcionar un beneficio accesorio a sus accionistas, en tanto que dedica su finalidad principal a beneficiar a otras personas»” (De “Hombres de empresa y hombres de presa”-Aguilar SA de Ediciones-Madrid 1958).

La globalización económica, que consiste en un mercado mundial único, parece seguir los lineamientos empresariales básicos propuestos por Henry Ford; no en el sentido de limitar las ganancias de los accionistas, sino por promover el consumo masivo sin excluir a nadie de la posibilidad de adquirir desde una potente computadora personal hasta un automóvil. Quienes se oponen al consumo masivo, que involucra precios accesibles, son aquellos que sólo piensan en las masas para inculcarles un intenso odio hacia aquellos empresarios que tratan de mejorar el nivel de bienestar de cada uno de los habitantes del mundo, pretendiendo establecer, en su propio beneficio, un monopolio estatal.