lunes, 28 de enero de 2013

La experiencia marxista en Chile

La implantación del socialismo implica la expropiación de los medios de producción por parte del Estado, generalmente para ser repartidos entre los partidarios de quienes lo dirigen. Es un robo organizado por el propio gobierno que lleva de inmediato a la violencia por cuanto toda persona despojada de su propiedad tiende a defenderla de alguna manera. Finalmente, los medios de producción en manos de quienes tienen poco entusiasmo para el trabajo, como ocurre casi siempre, produce una importante caída de la producción, de ahí que la experiencia marxista en Chile, durante la década de los setenta, no presenta mayores sorpresas respecto de lo que acontece luego de tomarse las decisiones sugeridas por la bibliografía marxista-leninista. El analista político británico Robert Moss escribió:

“La forma en que el gobierno de Allende abordó la reforma agraria fue una de las materias más controvertidas de todo su programa. La rápida expropiación de predios particulares (lo que le permitía al gobierno proclamar que había terminado «la era del latifundio en Chile») y la tolerancia oficial respecto de las tomas ilegales de tierras de miristas indígenas ocupantes, tuvo un tremendo costo social y económico. La tierra era expropiada a expensas de la eficiencia y de la productividad. El decrecimiento alarmante de la producción de alimentos claves como el trigo, las papas y el maíz hizo necesaria la importación de una siempre creciente proporción de abastecimiento alimenticio del país, constituyendo un serio drenaje de las disminuidas reservas de divisas”.

“Al mismo tiempo, la manera en que era conducida la reforma parecía agradar a poca gente, aparte de los burócratas y de los protegidos de los partidos que fueron colocados a la cabeza de las nuevas granjas manejadas por el Estado (Centros de Reforma Agraria). Los campesinos sin tierras que querían la seguridad y el status de un titulo individual para la tierra que ellos trabajaban, no estaban muy contentos de cambiar un empleador por otro. La rabia y la frustración de los medianos agricultores, convertidos en el objetivo principal del MIR [Movimiento de Izquierda Revolucionaria] y de los organismos de la reforma, llevaron a una violenta resistencia en el Sur, donde se constituyeron varios movimientos de vigilancia. Los habitantes de las ciudades (que componen el 71% de la población de Chile) comenzaron a descubrir que las seguridades del gobierno de que podrían contar con alimentos baratos una vez que la tierra fuera distribuida «en forma racional», no eran sino buenos deseos”.

“Quedó en claro que en la tierra, al igual que en la industria, el proceso de estatización significaba solamente el traspaso del poder de un grupo social a otro, en ningún caso mejorar la producción. Sin embargo, al cabo de dos años, la irresponsable expropiación de la tierra había comenzado a tomar el aspecto de otro error de cálculo gubernativo: sus propios partidarios de la clase obrera de Santiago y Valparaíso (tradicionalmente fuera de contacto con las provincias) pueden no haber estado muy preocupados con las quejas de los agricultores despojados de sus tierras, pero –como los demás- experimentaban los efectos de la escasez de alimentos que, por último, obligaron al gobierno a establecer un sistema de racionamiento en enero de 1973”.

“Para los marxistas que rodeaban a Salvador Allende, el objetivo primordial fue siempre el poder, dejando a un lado la eficiencia y la justicia social. Se propusieron hacer que la revolución chilena fuera «irreversible» (lo cual, para el lego, significa instalación de un sistema totalitario), usando tres tácticas diferentes. Al comienzo tuvieron esperanzas de conseguir suficiente apoyo en el país para llevar a cabo un referéndum sobre la nueva Constitución que terminaría con el Parlamento y los Tribunales de Justicia”.

“El gobierno de Allende se movía a velocidad huracanada –actuando a menudo fuera de la ley-, para confiscar la propiedad privada, en la esperanza de que, al transformar las estructuras económicas de Chile, podría destruir la base financiera de los partidos de oposición y la prensa libre. En términos de propiedad de la industria, Chile es uno de los países más socialistas de la América Latina (con alrededor del 50 por ciento de la producción industrial bajo control del Estado) y estaba siendo convertido en uno de los países más socialistas fuera del bloque comunista (con 80 por ciento de la producción bajo el control del Estado). Cualquier virtud abstracta que esto pueda tener, no pudo ser evidente, ya que los efectos en la producción fueron catastróficos” (De “El experimento marxista chileno”-Editora Nacional Gabriela Mistral Ltda.-Santiago de Chile 1974).

Nótese que los marxistas no tratan de repartir tierras incultas o de crear nuevas empresas, sino expropiar lo ya existente. La búsqueda del poder económico (además del político y de otros poderes), antes que las mejoras sociales, son el principal objetivo de sus acciones. Lo que nunca deja de sorprendernos es el apoyo de muchos argentinos hacia la guerrilla marxista de los setenta que pretendía realizar una experiencia similar a la chilena, no sólo por buscar que la Argentina fuera parte del Imperio Soviético, sino por no pensar siquiera en la propia seguridad personal, familiar y social. Los militares, tanto chilenos como argentinos, fueron obligados por las circunstancias extremas a actuar en defensa de su nación, que era su obligación y su derecho, a pesar de las acciones ilegales que se les pudieran atribuir. El marxismo no venia a instaurar precisamente una democracia, sino a destruir conscientemente a los distintos países a los que, aunque suene inverosímil en la actualidad, los militares permitieron el retorno a la democracia. Si hubiesen triunfado los marxistas inspirados por Fidel Castro, todavía estarían en el poder por cuanto ello constituía su único y principal objetivo. Recordemos que Castro usurpa el poder en Cuba en 1959 (Sí, leyó bien: hace 54 años) y nunca más lo entregó.

El empresario o el agricultor que padecía el “robo legal” de su emprendimiento productivo, luchaba y protestaba, no por su adhesión al “imperialismo yankee” como los marxistas pretenden hacernos creer, sino simplemente porque no estaba de acuerdo con ceder sus pertenencias a un grupo de violentos lleno de odio que trataban de quedarse con el fruto del trabajo y del esfuerzo ajenos.

Para afianzar el poder logrado en las urnas, con un 36% de los votos, los seguidores de Allende tratan de establecer un poder militar con fuerte apoyo internacional. Recordemos que las tan aplaudidas “revoluciones marxistas” no son otra cosa que guerras civiles entre despojados y usurpadores. El citado autor prosigue: “Una poderosa facción de la Unidad Popular de Allende (al igual que los grupos revolucionarios fuera del gobierno) se encontraba preparando, desde el mismo comienzo, una violenta insurrección: una revolución dentro de la revolución. Fueron ayudados por extremistas extranjeros que inundaron el país bajo Allende y que, corrientemente, se encontraban premunidos de papeles de identificación chilenos. Unos 14.000 extremistas foráneos mezclados en actividades revolucionarias en Chile, fueron identificados por el Servicio de Inteligencia Militar después del pronunciamiento. Los cubanos y norcoreanos jugaron importante rol suministrando armamentos checos e instructores militares. Durante los últimos meses del régimen, era obvio que Allende ya no contaba con el apoyo de los uniformados. Los comunistas y socialistas trabajaban febrilmente preparando sus brigadas para el inminente choque. Régis Debray, que visitara a Allende por última vez en agosto de 1973, lo resumió en la siguiente forma en Le Nouvel Observateur: «Todos sabíamos que era un asunto táctico ganar tiempo, organizar, armar y coordinar las formaciones militares de los partidos que componían la Unidad Popular y su gobierno. Era una carrera contra el tiempo»”.

También en Chile hubo una importante inflación, que en un año llego al 350%. Recordemos que en los procesos de tipo totalitario el deterioro de la economía implica la posibilidad de acentuar el control sobre distintos sectores de la población teniendo como pretexto su culpabilidad por tal deterioro. Robert Moss agrega:

“Después que llegó a ser Ministro de Economía, Carlos Matus dijo lo siguiente en una extraordinariamente franca entrevista al corresponsal de Der Spiegel: «Si se considera con criterio económico convencional, nos encontramos, en efecto, en estado de crisis. Si, por ejemplo, el anterior gobierno se hubiera encontrado en nuestra situación, hubiese sido su final….Pero lo que es crisis para algunos, para nosotros es solución». Lo que puede acreditársele a Matus es, por lo menos, su honradez. No es difícil interpretar su declaración. Es obvio que una crisis económica mayor le proporciona a cualquier gobierno el pretexto para atribuirse mayores poderes. Pocas democracias del mundo han sobrevivido a un periodo de inflación al estilo Weimar sin cambios políticos radicales. La elevada inflación y la escasez de alimentos proporcionaron a los partidos marxistas en Chile el pretexto para imponer un sistema de racionamiento que dio a los comités de vecinos –o Junta de Abastecimientos- considerable amplitud para vigilar las vidas de sus vecinos. No constituía sorpresa el que estos comités estuvieran dominados por el Partido Comunista. Al mismo tiempo, manteniendo bajos los salarios de los trabajadores especializados y profesionales en el momento de desatada la inflación, el gobierno podía debilitar a la clase media chilena”.

“Manteniéndoles bajos precios de venta a los productos de determinadas firmas, se podía llevarlas un poco más cerca de la bancarrota a la que habían logrado sobrevivir a los dos años de gobierno de Allende. El objetivo final no era una sociedad de mayor igualdad, ni siquiera una nueva forma de socialismo –ya que el gobierno de Allende estaba singularmente desinteresado en hacer experimentos con la participación de los trabajadores-, sino más bien la concentración del poder político en las manos de un estrecho grupo dirigente. En este sentido, una política económica que provocaba una serie de desastres económicos tenía sentido político. Al erosionar «las bases económicas de la burguesía» a través de la redistribución de la riqueza y el control estatal de las compañías privadas, los estrategas marxistas esperaban cambiar el equilibrio del poder dentro de la sociedad chilena. Al abusar de los poderes gubernativos para regular la economía, iniciaron una larga marcha a través de instituciones cuyo objetivo no era un mero «capitalismo estatal» (basado en el más anticuado modelo stalinista), sino un sistema político autoritario en el cual las libertades básicas –incluyendo el derecho de huelga- no existirían más. Quizás no toda la curiosa combinación de partidos que formaban la Unidad Popular compartía estas ideas; pero, gustárales o no, ésta era la dirección que seguía la política económica del gobierno”.

La inflación en la Argentina, junto a las expropiaciones, fuga de capitales de inversión, venganzas contra quienes emiten opiniones desfavorables al gobierno, la infiltración ideológica marxista en escuelas primarias y secundarias como su difusión en los medios masivos de comunicación y, principalmente, la concentración de poder económico en el circulo de “amigos del gobierno”, no presagian nada bueno para el futuro. Las experiencias de otros países deben ser siempre tenidas en cuenta.

domingo, 27 de enero de 2013

La competencia para la cooperación

Los términos competencia y cooperación, en psicología, designan actitudes opuestas, ya que, en general, no es posible competir con alguien y a la vez cooperar con ese alguien en el mismo sentido en que se establece la competencia. Se puede, sin embargo, cooperar con los demás integrantes de un grupo para competir contra otro grupo. Así, el jugador de fútbol del equipo A coopera con todos sus compañeros en su competencia contra el equipo B. Finalmente existe la competencia por cooperar mejor, y es la propia competencia interna de los jugadores que cooperan para lograr el triunfo del equipo.

En el ámbito de la economía se habla también de competencia, esta vez entre los integrantes del grupo de los productores, por una parte, y entre los integrantes del grupo de los consumidores, por otra parte, como si fuese una competencia exenta de cooperación, lo que no siempre es así. Y ello se debe a que, cuando un empresario quiere lograr un porcentaje mayor del mercado, para cierta mercancía, debe mejorar la calidad de sus productos o el precio o ambos. De esa manera, al competir con otros productores, necesariamente ha de cooperar con el consumidor que se verá beneficiado por las mejoras mencionadas. Por otra parte, la competencia entre consumidores predomina en épocas de escasez. Esta situación puede ejemplificarse en el caso de un remate en donde hay poca oferta y bastante demanda.

La competencia en el mercado requiere de la no intervención del Estado en favor de alguno de los productores y también de la realización de actividades legales por parte de los empresarios. Tal es el planteamiento de los economistas que ven en dicho proceso una forma eficaz de cooperación entre productores y consumidores. Sin embargo, en la búsqueda de mayores ganancias, un empresario puede hacer trampas, saboteando, por ejemplo, las instalaciones de los rivales, o sugiriendo a algún político en el gobierno que actúe en contra de una empresa rival. De esa manera, en lugar de hacer mayores inversiones para aumentar su productividad, se dedica a perjudicar a la competencia buscando optimizar sus ganancias de una manera ilegal.

Cuando los economistas liberales se refieren a la competencia en el mercado, lo hacen pensando en la cooperación implícita que se da entre productores y consumidores, descartando la “competencia salvaje”, que es la búsqueda prioritaria de ganancias que no contempla ni la legalidad de las acciones ni las normas éticas elementales para una adecuada sociabilidad. Respecto de este tipo de competencia destructiva, Lester C. Thurow escribió: “Desplazar a otros del mercado para llevar sus ingresos a cero arrebatándoles sus oportunidades de ganancia es en lo que consiste la competencia”.

En cuanto a la competencia orientada a la cooperación, Ludwig von Mises escribió: “En la naturaleza predominan irreconciliables conflictos de intereses. Sólo sobreviven las plantas y los animales más aptos. Es implacable el antagonismo entre un animal que está muriendo de hambre y otro que trata de arrebatarle el alimento. Podemos llamar a esto competencia biológica, que no debe confundirse con competencia social, es decir, la lucha de los individuos para alcanzar la posición más favorable en el sistema de cooperación social. La competencia social está presente en toda forma concebible de organización social”.

“En un sistema totalitario la competencia social se manifiesta en el esfuerzo del pueblo por procurar el favor de los que están en el poder. En la economía de mercado la competencia social se manifiesta en el hecho de que los vendedores deben superarse los unos a los otros ofreciendo bienes y servicios mejores o más baratos y los compradores deben hacerlo ofreciendo precios más elevados”.

“La competencia en la economía de mercado no implica un antagonismo, en cuanto al sentido con que este término se aplica al hacer referencia al choque hostil de intereses incompatibles. Los psicólogos son propensos a confundir combate con competencia. Pero la praxeología [Teoría general de la acción humana] debe tener cuidado con dicho lenguaje ambiguo y falaz. Los términos militares no son apropiados para describir las operaciones mercantiles. Es, por ejemplo, una mala metáfora hablar de la conquista de un mercado. No hay conquista en el hecho de que una firma ofrezca productos mejores o más baratos que sus competidores”.

“Los dueños de las fábricas que ya están en funcionamiento no poseen ningún interés particular en la diferencia de clases al mantener la libre competencia. Se oponen a la confiscación y expropiación de su fortuna, pero sus intereses creados están más a favor de medidas que eviten que los recién llegados hagan temblar su posición. En la actualidad, aquellos que luchan por la libre empresa y la libre competencia no defienden los intereses de esos ricos. Desean libertad para actuar y decidir por propia iniciativa; que dicha libertad sea puesta en manos de hombres desconocidos que serán los empresarios del mañana y cuyo ingenio hará más agradable la vida de las generaciones venideras. Quieren dejar abierta una brecha hacia mejoras económicas ulteriores. Son los portavoces del progreso”.

“Lo que hace posible las relaciones amistosas entre los seres humanos, es la mayor productividad de la división del trabajo. Es lo que elimina el conflicto natural de intereses. Un interés común preeminente, la preservación y posterior intensificación de la cooperación social, se transforma en supremo y desvanece cualquier colisión especial. La competencia biológica se sustituye por la competencia cataláctica [asociada a la Ciencia de los intercambios]. Contribuye a la armonía de los intereses de todos los miembros de la sociedad” (De “La Acción humana” –Editorial Sopec SA-Madrid 1968).

Así como en la ética natural existe un principio igualitario por el cual debemos tratar de compartir las penas y las alegrías de nuestros semejantes, en los intercambios económicos debe predominar la búsqueda de un beneficio simultáneo entre las partes que realizan un intercambio. Milton y Rose Friedman escriben: “El hallazgo clave de Adam Smith consistió en afirmar que todo intercambio voluntario genera beneficios para las dos partes y que, mientras que la cooperación sea estrictamente voluntaria, ningún intercambio se llevará a cabo, a menos que ambas partes obtengan con ello un beneficio. No es necesaria una fuerza externa, la coerción o la violación de la libertad para conseguir la cooperación entre individuos que se pueden beneficiar de ésta. Tal es la razón por la que, como dice Adam Smith, un individuo que «intenta solamente su propio beneficio» es «conducido por una mano invisible a alcanzar un fin que no formaba parte de sus intenciones. Ni el hecho de que ese fin no formara parte de sus intenciones es siempre malo para la sociedad. Al perseguir sus propios intereses, el individuo promueve a menudo los de la sociedad de un modo más efectivo que cuando intenta directamente promoverlos. No he visto nunca que quienes dicen comerciar para el bien común hayan hecho mucho bien»”.

“El mérito de Adam Smith consistió en conocer que los precios que se establecían en las transacciones voluntarias entre compradores y vendedores –para abreviar, en un mercado libre- podían coordinar la actividad de millones de personas, buscando cada una de ellas su propio interés, de tal modo que todos se beneficiasen. Fue una brillante idea en aquel tiempo, y lo sigue siendo ahora, que el orden económico pudiese aparecer como una consecuencia involuntaria de los actos de varias personas en busca, cada una, de su propio beneficio”.

“La actividad económica no es de ningún modo el único aspecto de la vida humana en el que surge una estructura compleja y perfeccionada, como una inesperada consecuencia de que gran número de individuos coopera mientras cada uno de ellos persigue la satisfacción de sus intereses personales. Tomemos en consideración, por ejemplo, el lenguaje. Es una compleja estructura que se está desarrollando y cambiando continuamente. Posee un orden bien definido, pese a que no fue planificado por ningún organismo central. Nadie decidió qué palabras deberían ser admitidas en el lenguaje, cuáles deberían ser las reglas gramaticales, qué palabras deberían ser adjetivos y cuáles nombres. La Academia Francesa trata de controlar los cambios que se producen en la lengua, pero se trata de una medida relativamente reciente. Fue tomada mucho tiempo después de que el francés fuese ya una lengua muy estructurada, y su misión consiste principalmente en poner un sello de legitimidad a los cambios que escapan a su control”.

“Todas las disciplinas crecen de manera muy parecida al crecimiento del mercado económico. Los hombres de ciencia cooperan entre sí porque encuentran mutuas ventajas en ello. Aceptan de la labor de los demás lo que les parece útil. Intercambian sus descubrimientos por medio de la comunicación verbal, de la circulación de documentos no editados, de publicaciones en periódicos y libros. La cooperación se efectúa a escala mundial, lo mismo que sucede en el mercado económico. El aprecio o la aprobación de los colegas desempeña una función bastante parecida a la que desempeña la recompensa monetaria en el mercado económico” (De “Libertad de elegir”-Ediciones Grijalbo SA-Barcelona 1981).

Quienes se oponen a la economía de mercado son quienes sostienen que la economía, el lenguaje, la ciencia y toda actividad humana, deberían ser planificadas y dirigidas por el Estado, es decir, se supone que quienes han de gobernar el Estado, al tener que suplantar las millones de decisiones individuales que se adoptan en esos casos, han de poseer un grado tal de sabiduría que superaría enormemente la inteligencia del ciudadano común; tal es el caso del pensamiento socialista. James Buchanan escribió: “Consideremos ahora cómo responde esa persona [socialista cerca de la conversión] cuando se encuentra frente a sólidos argumentos de la teoría económica. Piénsese su reacción cuando finalmente entiende el principio del orden espontáneo de la economía de mercado. Esta persona ahora comprende que las elecciones en el mercado no son arbitrarias, que limita la posibilidad de la explotación del hombre por el hombre, que los mercados tienden a maximizar la libertad de las personas del control político y que la libertad, aquello que siempre constituyó un valor básico, está mejor preservada en un régimen que permite a los mercados un rol decisivo” (Citado en “Socialismo de mercado” de Alberto Benegas Lynch (h)-Ameghino Editora SA-Rosario 1997).

Consideremos el caso en que las impresoras asociadas a una computadora desplazan del mercado a las antiguas máquinas de escribir. Puede decirse que, al producirse una innovación tecnológica, se produce el final de lo que queda relegado y obsoleto. El usuario es el que favorece la “selección natural” que provoca la “supervivencia del más apto”. Este proceso es una consecuencia del progreso tecnológico aunque resulta criticado porque deja sin empleo circunstancialmente a quienes no supieron adaptarse a dicho progreso. Incluso algunos proponen subsidiar desde el Estado a las empresas menos eficientes para no perder puestos de trabajo. De ahí que pueda decirse que, mientras que el capitalismo promueve la “supervivencia del más apto”, el socialismo promueve la “supervivencia del menos apto”, lo que resulta bastante absurdo.

sábado, 26 de enero de 2013

La legalidad aparente

Los distintos gobiernos, por lo general, tratan de adquirir legitimidad para ser aceptados plenamente por la población que han de dirigir. Tal legitimidad se logra principalmente al ser elegidos voluntariamente mediante el libre sufragio. De ahí que el sistema eleccionario sea un requisito necesario, pero no suficiente, para la legitimidad de un gobierno. No resulta suficiente por cuanto, para continuar con la legitimidad inicial, debe respetar un conjunto de leyes establecidas previamente, tal la Constitución. Las leyes humanas provienen, o son compatibles, con las leyes naturales que rigen todo lo existente, o con las leyes establecidas por el Creador, de lo contrario no tendrían razón de ser. Sin embargo, no todos los políticos tratan de cumplir con las leyes previamente establecidas, sino que, a veces, pueden incurrir en uno, o ambos, de los siguientes casos:

a) Presuponen la existencia de leyes naturales o históricas que sólo ellos conocen, y las aplican sin un pronunciamiento explícito.
b) Fingen respetar las leyes constitucionales pero apenas las tienen en cuenta, incluso toman decisiones en contra del espíritu con que tales leyes fueron redactadas.

Respecto de las leyes históricas o naturales superiores, tenemos el caso del nazismo y la “ley de las razas superiores e inferiores” o el caso del marxismo y la “ley de las clases sociales explotadoras y explotadas”. Hannah Arendt escribió: “La ilegalidad totalitaria, desafiando la legitimidad y pretendiendo establecer el reinado directo de la justicia en la Tierra, ejecuta la ley de la Historia o de la Naturaleza sin traducirla en normas de lo justo y lo injusto para el comportamiento individual. Aplica directamente la ley a la Humanidad sin preocuparse del comportamiento de los hombres. Se espera que la ley de la Naturaleza o la ley de la Historia, si son adecuadamente ejecutadas, produzcan a la Humanidad como su producto final; y esta esperanza alienta tras la reivindicación de dominación global por parte de todos los gobiernos totalitarios” (De “Los orígenes del totalitarismo”-Editorial Aguilar-Buenos Aires 2010).

La tendencia a introducir “leyes históricas” ha sido calificada por Karl Popper como “historicismo” y propone el siguiente planteo en contra de su validez:

1) El curso de la historia humana está fuertemente influido por el crecimiento de los conocimientos humanos.
2) No podemos predecir, por métodos racionales o científicos, el crecimiento futuro de nuestros conocimientos científicos.
3) No podemos, por tanto, predecir el curso futuro de la historia humana.
4) Esto significa que hemos de rechazar la posibilidad de una historia teórica; es decir, de una ciencia histórica y social de la misma naturaleza que la física teórica. No puede haber una teoría científica del desarrollo histórico que sirva de base para la predicción histórica.
5) La meta fundamental de los métodos historicistas está, por lo tanto, mal concebida; y el historicismo cae por su peso.

En la dedicatoria de su libro podemos leer: “En memoria de los incontables hombres y mujeres de todos los credos, naciones o razas que cayeron victimas de la creencia fascista y comunista en las Leyes Inexorables del Destino Histórico”. Popper agrega más adelante: “Todas las versiones del historicismo son expresiones de una sensación de estar siendo arrastrados hacia el futuro por fuerzas irresistibles. Los historicistas modernos, sin embargo, parecen no haberse dado cuenta de la antigüedad de su doctrina. Creen -¿y qué otra cosa podría permitir su deificación del modernismo?- que su propia versión del historicismo es la última y más audaz realización de la mente humana, una realización tan sensacionalmente moderna que muy poca gente está lo suficientemente adelantada para comprenderla. Creen, además, que son ellos los que han descubierto el problema del cambio, uno de los problemas más viejos de la metafísica especulativa. Al contrastar su «dinámico» pensar con el pensar «estático» de todas las generaciones previas, creen que su propio avance ha sido posible por el hecho de que ahora estamos «viviendo en una evolución» que ha acelerado tanto la velocidad de nuestro desarrollo que el cambio social puede notarse ahora en el espacio de una vida. Esto es, naturalmente, pura mitología” (De “La Miseria del historicismo”-Alianza Editorial SA-Madrid 1984).

Respecto del totalitarismo que gobernó la URSS, Emmanuel Todd escribió: “Su Constitución y sus textos legislativos hacen de la URSS la más perfecta de las democracias. Por desgracia, en la vida social del país, el derecho es un tigre de papel, un elemento decorativo, más que activo, del sistema. Raymond Aron ha consagrado un capitulo entero de «Democracia y totalitarismo» al carácter ficticio de la constitución soviética que garantiza en teoría todos los derechos fundamentales: libertad de palabra, libertad de prensa y libertad de reunión. Es bastante fácil de comprobar, en 1976 como en 1937, épocas de los grandes procesos stalinistas, consecuencia lógica de la promulgación de una constitución perfecta desde el punto de vista democrático, que el derecho soviético es un derecho ficticio. Basta ver a la milicia prohibir el acceso a las iglesias a los jóvenes soviéticos cuando las misas de Pascua para comprender que la libertad de culto es una broma abyecta”.

“Más difícil es seguir la evolución del derecho real, implícito, oficioso, pero aplicado metódicamente por la policía y los tribunales, conocido por la población y por las autoridades pero que sin embargo no aparece en ningún texto, salvo quizás en las circulares del KGB (Servicio de Seguridad del Estado) y del Ministerio del Interior. La URSS es en gran medida un país de tradición oral, porque lo impreso, integralmente controlado por el Estado, describe un mundo fantasmal e inexistente, del dominio de la surrealidad, como diría Alain Besançon. En un sentido, el comunismo ruso ha secretado una sociedad primitiva, donde la información real –los acontecimientos censurados, como los reglamentos oficiosos- circulan de boca en boca, fuera de los diarios y de los libros. Existe un derecho consuetudinario muy estricto en la Unión Soviética que plantea un problema particular al analista, porque la tradición oral es móvil, fluida, contrariamente al derecho escrito”.

“La Unión Soviética combina las desigualdades monetarias y las desigualdades jurídicas: como en la Francia del Antiguo Régimen, los soviéticos no son iguales ante la ley; la no escrita, desde luego”. “Podemos considerar que la oligarquía soviética constituye alrededor del 2% de la población” (De “La caída final”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1978).

Por otra parte, Alejandro Magnet escribió: “El peronismo, al igual que el comunismo, reclama para si el calificativo de democracia auténtica y más perfecta que la que corrientemente se llama tal”. “Todo en la Argentina se desarrolla conforme a la Constitución y las leyes que, según el mecanismo establecido por ella, se dictan por los representantes del pueblo argentino. No existe en derecho el partido único, que es el sello innegable de los regimenes totalitarios. Además del Peronista, con sus dos ramas: masculina y femenina, existen la Unión Cívica Radical, el Demócrata Nacional, el Comunista y el Socialista. Todos esos partidos tienen existencia legal, autoridades constituidas, pueden presentar candidatos a las elecciones y «peticionar» a los poderes públicos. Desgraciadamente, sí, para expresar, difundir y hacer valer sus opiniones, se encuentran con insuperables dificultades de hecho. Sus diputados, no sólo ahora que están en la Cámara en proporción de 1 opositor contra 10 peronistas, sino incluso en la legislatura anterior, en que la proporción era de 1 a 2, se encuentran con llamadas al orden y clausuras del debate que les impiden hacer uso de la palabra”.

“Fuera del Parlamento la oposición se encuentra también con algunas dificultades. Hacerse oír por radio les resulta tan difícil a los no justicialistas que en el hecho los micrófonos sólo funcionan ante las bocas de los partidarios del gobierno. Cosa muy lógica, por otra parte, en gran número de casos, ya que no pocas de las más poderosas radioemisoras argentinas han pasado a ser propiedad del Estado”. “Mas, por grande y creciente que sea la importancia de la radio como medio de difusión de las ideas, la prensa sigue siendo para ello el instrumento por excelencia, y la libertad de prensa el mejor índice del grado de libertad general de que goza el pueblo. También aquí se topa la oposición con algunas dificultades de hecho, ya que en derecho la plena libertad de prensa existe en la Argentina y, conforme al artículo 26 de la Constitución Justicialista, no hay censura previa. Pero resulta que como la Argentina no produce suficiente papel para cubrir sus necesidades, ha sido necesario racionar y cuotear su consumo, con lo que, en el hecho, las publicaciones dependen de la buena voluntad de las autoridades para imprimirse”.

Estando casi lista una fábrica de papel de Celulosa Argentina SA, el gobierno peronista no autorizó la importación de algunas máquinas faltantes. Alejandro Magnet agrega: “Pero esa autorización no se da porque entonces la fábrica podría abastecer el 80% de las actuales necesidades argentinas de papel y así ya no se justificaría de ningún modo el racionamiento de este producto, cuyas cuotas distribuye el gobierno”.

En cuanto a los intelectuales y científicos, quienes no adherían al régimen podían quedar cesantes en su trabajo. El citado autor agrega: “Las universidades de Buenos Aires, de La Plata, la Nacional de Cuyo, la del Litoral, y multitud de institutos técnicos fueron, en efecto, sujetos a la intervención del gobierno federal para terminar, como dijo un vocero del Gral. Perón con «la fingida democracia» que predominaba en ellos e impedir que, «en momentos trascendentales de la vida argentina» las universidades quedasen desvinculadas del resto de la nación. Según parece, el profesor Bernado Houssay, Premio Nobel de Medicina, no estaba suficientemente vinculado al «momento trascendental» y un señor Bergara, interventor en la Universidad de Buenos Aires, lo expulsó por simple nota en que le decía: «Su cargo de profesor ha cesado a partir de la fecha». Igual suerte corrieron hombres como Ricardo Rojas, Carlos Saavedra Lamas [Premio Nobel de la Paz], Manuel Ordoñez, Manuel Río, Amado Alonso, Francisco Romero, Mariano de Vedia y Mitre, José M. Monner Sans, Ricardo Caillet Bois y más de un millar de profesores de todas las universidades argentinas”. “Como término medio, el 70% de los profesores universitarios fue expulsado y en algunos casos los alumnos, a fin de año, no tuvieron ante quien rendir sus exámenes pues no había profesores para constituir comisiones” (De “Nuestros vecinos justicialistas”-Editorial del Pacifico SA-Santiago de Chile 1953).

Si queremos simplificar en breves palabras la historia argentina del siglo XX, podemos decir que la Argentina progresaba a la par de Australia, Canadá, Nueva Zelanda y otros países similares, pero el pueblo debía elegir entre seguir en el desarrollo, el trabajo y la decencia, o caer en el peronismo, el odio y la confrontación, y eligió esto último. De ahí que nuestro subdesarrollo sea consciente y consensuado.

miércoles, 23 de enero de 2013

La adversidad que fortalece

Tanto en el caso de los individuos como en el de las naciones, es frecuente que las situaciones adversas promuevan su fortalecimiento, mientras que las situaciones favorables los perjudiquen. Ello se debe a que, en los casos de adversidad, el individuo tiene la necesidad de adaptarse rápidamente a las dificultades que la vida le presenta, por lo que se ve obligado a madurar en poco tiempo, y ello podrá favorecer su éxito posterior. Un caso destacado es el del médico Mario Capecchi quien, durante la Segunda Guerra Mundial, fue confiado desde muy pequeño al cuidado de una familia previo pago de los gastos que podría demandar. Una vez que el monto se terminó, es arrojado a la calle debiendo realizar todo tipo de tareas (legales e ilegales) junto a otros niños abandonados, para poder sobrevivir. Con el tiempo (en 1946), su madre lo recupera, inicia sus estudios y termina logrando el Premio Nobel de Medicina de 2007. Mario Capecchi expresó:

“Tengo 71 años: cuanto más estudio, menos sé y más me divierto. Nací en Verona. La mía es una larga historia. Todo comienza durante la Gran Guerra. Mi primer recuerdo es cuando vivíamos en los Alpes tiroleses y la GESTAPO vino a buscar a mi madre. Yo tenía tres años y medio. Mi madre, Lucy Ramberg, se enamoró de un aviador italiano: mi padre, Mario Capecchi. Pero luego tuvo que criarme sola. Mamá era poetisa, una intelectual antinazi y presentía que iban a ir por ella. Por eso vendió todo lo que tenía y les dio el dinero a unos granjeros del Tirol para que cuidaran de mí por si algún día a ella le pasaba alguna cosa. Mamá acabó en un campo de concentración”.

“Los granjeros me cuidaron unos meses, pero un día el dinero de mamá…desapareció. No sé…Algo pasó y….bueno, yo acabé en la calle…..¡Dios mío! ¡Si sólo tenía cuatro años! Sí, cuatro años y medio, y después estuve hasta los nueve años sobreviviendo en las calles con una pandilla de chiquillos. Éramos un grupo de críos y robábamos en pandilla para poder comer por toda la Italia de posguerra. Recuerdo que siempre tenía hambre. Al final me internaron en un hospital en el sur de Verona donde luché contra la fiebre tifoidea que me provocó la malnutrición, desnudo en una cama, durante un año”.

“A mi madre le costó dos años encontrarme en aquella pandilla de delincuentes: habíamos salido del Tirol y acabamos en Calabria. Y mamá decidió que nos fuéramos a América porque ella tenía allí un hermano. Fuimos a Filadelfia. No aprendí a leer hasta los 13 años, pero entonces ya sabía todo sobre la vida: me las había ingeniado para sobrevivir. Y luego seguí estudiando….Progresando. ¡La ciencia de la calle! Siempre he pensado que lo que aprendí entonces con aquellos ladronzuelos, me sirvió después como investigador: una cierta intuición del porvenir….”.

“En la calle aprendí a confiar en mí. Yo estaba solo. Creo que mi trabajo de hoy como científico está vinculado a esa etapa. Mi mente era mi entretenimiento. Todo el tiempo desarrollaba planes que luego tenía que cumplir. Yo les enseño a mis alumnos a ser pacientes. Les digo que en vez de pasar tanto tiempo pensando en algo, es mucho mejor, ir y hacerlo. No hay que darle tanta vuelta. Hay que empezar por algo. Pero para eso hay que tener un plan. Una idea de hacia dónde uno quiere ir. Y desearlo mucho. Ahora hay una sensación de que la gratificación tiene que ser inmediata. La gratificación es algo que lleva mucho tiempo, esfuerzo, dedicación y paciencia. Y por eso es gratificante cuando llega”.

Como contrapartida tenemos el caso de aquellos niños que lo tienen todo y que, por ello mismo, no lo valoran y terminan desperdiciando sus vidas detrás de la frivolidad y el lujo. Muchas veces se da el caso en que los hijos y los nietos de quien funda una empresa exitosa, son quienes terminan por destruirla. Anaxágoras escribió: “Es grande trabajo el que cuesta juntar algunas riquezas, pero es mayor aun el que se necesita para conservarlas”.

La tendencia predominante en política consiste en establecer el Estado de Bienestar por el cual todo individuo debe ser protegido por el Estado aunque los recursos deban salir de la población misma. Y aquí se llega a una situación algo similar al de los “hijos de ricos” por cuanto se tiende a desfavorecer las aptitudes para el trabajo, la responsabilidad y el esfuerzo.

Hace algunos años, a algún político se le ocurrió la idea de promover el ingreso de inmigrantes rumanos, que vivían, entonces, bajo un régimen comunista. En principio, como la Argentina es un país de inmigrantes, la idea pareció buena. Sin embargo, pudo observarse que tales grupos venían en realidad a pedir limosnas y ser alimentados por los demás. En el centro de Mendoza, algunos hombres y mujeres, junto a sus hijos, permanecían quietos, como para no gastar energías, esperando alguna moneda de quienes por ahí pasaban. Esto era un síntoma, seguramente, de haber vivido en una sociedad en que se acostumbraba a todo individuo a cumplir órdenes y a no tener responsabilidad alguna por su futuro y por el de los demás. Andrei Sajarov escribía respecto de la vida en la Unión Soviética:

“Como muchos autores señalan, el pleno monopolio estatal conduce inevitablemente a la represión y al conformismo coercitivo, pues todo individuo depende por entero del Estado. En los periodos críticos de represión aparece el terror, y en las épocas más tranquilas reina la burocracia inepta, la uniformidad y la apatía” (De “Mi país y el mundo”-Editorial Noguer SA-Barcelona 1976).

Existen dos tipos de países a considerar respecto de la disponibilidad, o no, de recursos naturales. Los que los tienen, a veces descuidan su capacidad de supervivencia. Es un caso similar al del hijo del millonario que apenas se preocupa por aprender a ganarse la vida. Ya en el siglo XIX, Juan Bautista Alberdi advertía: “La América del Sud está ocupada por pueblos pobres que habitan suelo rico, al revés de la Europa, ocupada en su mayor parte por pueblos ricos que habitan suelo pobre”.

“La primera dificultad de Sud América para escapar de la pobreza es que ignora su condición económica. Con la persuasión de que es rica y por causa de esa persuasión, vive pobre, porque toma por riqueza lo que no es sino instrumento para producirla. Los pueblos de Sud América, en efecto, nos creemos ricos y gastamos como ricos lo ajeno y lo nuestro, sólo porque tenemos vastos territorios, dotados de clima y aptitudes, capaces de servir al trabajo del hombre para producir riqueza” (De “Estudios Económicos”-Librería La Facultad-Buenos Aires 1927).

Si se tienen muchos medios naturales, aparece entonces cierta apatía para potenciar los atributos personales, que constituyen el capital humano. Como los factores para lograr la riqueza son el capital material y el humano, al fallar este último, no se logran los resultados deseados. Guillermo Izquierdo Araya escribía a un amigo en la década de los 40: “En este país, el problema moral, es decir, el de la calidad intrínseca de los hombres, es el mayor problema argentino. Precisamente, como este país nada en la abundancia, y gran parte de su población se ha formado sobre la base de los inmigrantes que vienen a esta tierra generosa en busca de riqueza, se ha formado una población de un nivel moral muy bajo, como que ha crecido en el ambiente del mercantilismo utilitario y del interés inmediato. Esto se ha traducido en la política, siempre, en un desprecio absoluto por la moral” (Citado en “Nuestros vecinos justicialistas” de Alejandro Magnet-Editorial del Pacifico SA-Santiago de Chile 1953).

Incluso en la actualidad ha aparecido una especie de “ética argentina” por la cual, cuando un país pide dinero prestado y no lo devuelve, no es un estafador, sino que el “culpable” y el “malo” es el que pretende cobrar lo que prestó (más los intereses convenidos). Desde un punto de vista material, resulta ventajoso no pagar, pero entonces uno se convierte en un delincuente. Y si ni siquiera se reconoce esa realidad y se denigra al que quiere cobrar, podemos entonces decir que, como sociedad, estamos tocando fondo.

Por el contrario, los países que tienen una pobre “herencia natural”, es decir, poca extensión cultivable, pocos recursos energéticos, etc., se ven en la imperiosa necesidad de no equivocarse y de potenciar al máximo sus atributos personales a nivel individual. En otras palabras, si se tiene poca materia prima se debe potenciar el capital humano, tal el caso del Japón. Akio Morita, fundador de la empresa Sony, escribió: “No hay magia ni secreto que haga que una compañía japonesa tenga éxito, cuando se hagan muchas de las cosas correctas, y las deben hacer los directivos de la empresa; no las pueden hacer ni los banqueros ni los burócratas. La gloria y la némesis de la empresa nipona, el flujo vital de nuestro motor industrial es la buena y anticuada competencia. Es una clase rigurosa de competencia y, en ocasiones, es tan rigurosa que me preocupa que se la exporte a otros países. A los japoneses nos gusta competir, no sólo en los negocios sino también en la vida”.

“Es la intensa competencia dentro del país lo que hace que nuestras compañías tengan tanto espíritu de competencia en el exterior. En la rivalidad de los negocios –feroz como es- el acuerdo no escrito de competencia por parte del mercado no es para que una sola empresa vorazmente se quede con todo. Sin embargo, si una empresa se hunde, su competidor no la mantendrá a flote”. “Es en la competencia por ocupar un lugar en el mercado interno que esas empresas desarrollan la habilidad para competir en el exterior” (De “Made in Japan”-Emecé Editores SA-Bogotá 1987).

Las causas del subdesarrollo argentino podemos encontrarlas, en principio, en el error compartido con aquellos países que heredan un medio geográfico favorable y que luego descuidan su capital humano. Sin embargo, existen otras opiniones, por lo que podemos distinguir dos posturas extremas:

a) Disponemos de un medio geográfico muy favorable para el desarrollo económico
b) Pero nuestra ciudadanía descuida su nivel ético y cultural
c) Consecuencia: seguimos en el subdesarrollo por nuestra culpa

La postura rival, predominante en el país, sostiene:

a) Disponemos de un medio geográfico muy favorable para el desarrollo económico
b) Pero, como somos “un país con buena gente”, desde el exterior nos envidian y temen el pleno desarrollo de nuestro potencial humano, por lo que han acordado en no dejarnos crecer
c) Consecuencia: seguiremos en el subdesarrollo hasta que caiga el imperialismo yankee

Quienes promovemos, de alguna manera, la mejora del nivel cultural y ético de la sociedad, somos considerados como “colaboracionistas” del imperialismo yankee, o algo por el estilo. De todas maneras, aun cuando los ciudadanos de los EEUU fueran bastante peores de lo que se supone, el camino a emprender es el del mejoramiento individual y el de la eficacia productiva a través de la inversión y del trabajo.

domingo, 20 de enero de 2013

La Sociedad Mont Pelerin

Finalizada la Segunda Guerra Mundial y derrotados militarmente los regimenes nazi-fascistas, se vislumbraba un serio peligro que debía afrontar la humanidad, tal el caso del comunismo. Por iniciativa del economista Friedrich A. von Hayek, se reúne en Mont Pelerin, Suiza, un grupo de intelectuales con el objeto de fortalecer la difusión del liberalismo, tanto a nivel teórico como práctico, para oponerse al avance totalitario y colectivista del socialismo, ya que constituía una amenaza para la civilización. El libro “Camino de servidumbre”, escrito durante la guerra por el mencionado autor, puede considerarse como el portador del espíritu del grupo, que adquiere el nombre del lugar en donde se realiza la primera reunión. Friedrich A. von Hayek escribió:

“El dirigente nazi que describió la revolución nacionalsocialista como un Contra-renacimiento estaba más en lo cierto de lo que probablemente suponía. Ha sido el paso decisivo en la ruina de aquella civilización que el hombre vino construyendo desde la época del Renacimiento, y que era, sobre todo, una civilización individualista. Individualismo es hoy una palabra mal vista, y ha llegado a asociarse con egotismo y egoísmo. Pero el individualismo del que hablamos, contrariamente al socialismo y las demás formas de colectivismo, no está en conexión necesaria con ellos. Sólo gradualmente podremos, a lo largo de este libro, aclarar el contraste entre los dos principios opuestos. Ahora bien, los rasgos esenciales de aquel individualismo que, con elementos aportados por el cristianismo y la filosofía de la Antigüedad clásica, se logró plenamente por vez primera durante el Renacimiento y ha crecido y se ha extendido después en lo que conocemos como civilización occidental europea, son: el respeto por el hombre individual qua hombre, es decir, el reconocimiento de sus propias opiniones y gustos como supremos en su propia esfera, por mucho que se estreche ésta, y la creencia en que es deseable que los hombres puedan desarrollar sus propias dotes e inclinaciones individuales”.

“«Independencia» y «libertad» son palabras tan gastadas por el uso y el abuso, que se duda de emplearlas para expresar los ideales que representaron durante ese periodo. Tolerancia es quizá la sola palabra que todavía conserva plenamente el significado del principio que durante todo ese periodo floreció, y que sólo en los tiempos recientes ha decaído de nuevo hasta desaparecer por completo con el nacimiento del Estado totalitario” (Del “Camino de servidumbre”-Alianza Editorial SA-Madrid 2000).

Muchos consideran exagerado suponer que toda economía planificada tenderá, a la larga, a convertirse en un sistema totalitario. Debe tenerse presente que existe un peligro real, al concentrar todo el poder económico, político, militar, etc., en una sola persona, o en un reducido grupo, ya que en ese caso la sociedad habría de estar jugando a una especie de ruleta rusa. Si a la cima de tal poder llega una persona normal, no debería suceder algo más que la pérdida de la eficiencia económica y de parte de las libertades individuales. Pero, en caso de que llegara algún tirano, entonces el riesgo de una catástrofe social resultaría inminente. De ahí la plena vigencia de las advertencias vertidas por Hayek, quien escribió: “Se ha alegado frecuentemente que afirmo que todo movimiento en la dirección del socialismo ha de conducir por fuerza al totalitarismo. Aunque este peligro existe, no es esto lo que el libro dice. Lo que hace es llamar la atención hacia los principios de nuestra política, pues si no los corregimos se seguirán de ellos consecuencias muy desagradables que la mayoría de los que abogan por esa política no desean” (Del Prefacio de 1976 de “Camino de servidumbre”).

Existen algunas críticas hacia Hayek por haber promovido la difusión de ideas e información, dejando de lado la búsqueda de una participación política efectiva. Al respecto debe decirse que el liberalismo aspira a que todo individuo sea gobernado por leyes antes que por otros hombres, mientras que las posturas totalitarias enfatizan el gobierno de los políticos, a cargo del Estado, decidiendo sobre la vida de los demás. De ahí, en principio, se justificaría la actitud adoptada por el grupo. Alberto Mansueti escribió:

“Aspirar al éxito político para el liberalismo clásico sólo en base a la Economía austriaca es irrealista. Sin embargo, y con pocas excepciones, con mucho de ese irrealismo viven las fundaciones e instituciones asociadas al liberalismo clásico, comenzando por la más celebre de todas, la Sociedad Mont Pelerin…¿Por qué? En buena parte porque muchas de ellas….siguen el desafortunado consejo de Hayek, un genio sin duda, pero equivocado entonces al recomendar esfuerzos intelectuales y académicos y desalentar emprendimientos políticos….Pero, ¿imagina Ud. como hubiera sido el mundo en los últimos cien años si Lenin, en 1913, hayekianamente hubiese aconsejado a sus seguidores no dedicarse a la política sino sólo a especulaciones filosóficas, investigaciones científicas, históricas y bibliográficas? En tal caso probablemente marxistas y socialistas de otras observancias hubiesen quedado reducidos a pequeños círculos de disconformes, hurgando bibliotecas y documentos, y escribiendo artículos, ensayos monográficos y libros…¿E imagina Ud. como hubiera sido el mundo en los últimos cincuenta años si Hayek en 1947 hubiese considerado que las cátedras universitarias y los centros de producción y transmisión de ideas y conocimientos estaban ya en poder de los socialistas o a punto de caer? ¿Y si en consecuencia, leninianamente Hayek hubiera aconsejado a los liberales fieles dedicarse a la política tanto o más que a los estudios y reflexiones académicas? En tal caso probablemente los liberales clásicos hubieran organizado partidos, ganado elecciones en muchos países, abolido el estatismo –con sus inflaciones, guerras, desempleos y miserias- mediante revoluciones de libre mercado, y cambiado la historia del mundo. Y obligado así a los cientistas sociales, periodistas, políticos y curiosos en general, a correr a las bibliotecas (y ahora a Internet) a descubrir cuáles autores, obras y principios inspiraron a los políticos liberales cambios tan benéficos para la humanidad…” (Citado en http://es.wikipedia.org/wiki/Sociedad_Mont_Pelerin ).

A la primera reunión asisten 39 intelectuales de 17 países. Además de Hayek, estuvieron Ludwig Erhard, Ludwig von Mises, Milton Friedman, Karl Popper, Walter Lipmann, Henry Hazlitt, Frank Night, Aaron Director, George Stigler, Wilhelm Röpke, Walter Eucken, Maurice Allais, Bertrand de Jouvenel, Lionel Robbins, John Jewkes, Michael Polanyi, Fritz Machlup, Salvador de Madariaga, entre otros. Las reuniones se fueron realizando cada año, al principio, luego se hacen cada dos años, contando la Sociedad actualmente con unos 500 participantes. Entre los integrantes más destacados aparecen ocho economistas que recibieron el Premio Nobel de Economía:

1974 Friedrich A. von Hayek
1976 Milton Friedman
1982 George Stigler
1986 James M. Buchanan
1988 Maurice Allais
1991 Ronald Coase
1992 Gary Becker
2002 Vernon Smith

Entre los aportes realizados por los economistas mencionados puede encontrarse la ampliación del campo de aplicación del análisis económico a otros ámbitos de las ciencias sociales como la política y el derecho. Quizás tal posibilidad provenga de que el mercado constituye un sistema realimentado y autorregulado, que puede también ser la base de otros sistemas sociales. Y lo que se conoce bien en la economía puede aplicarse a otras ramas de las ciencias sociales; algo que se viene haciendo, por otra parte, en las ciencias fisicomatemáticas. Este aspecto también es parte del espíritu de Mont Pelerin, ya que sirve para afianzar el conocimiento y las perspectivas que del mismo se derivan. Henri Lepage escribió:

“En esencia, el liberalismo no es otra cosa que una filosofía de la organización de los sistemas sociales que está basada en una determinada concepción del comportamiento humano: la concepción «económica» que considera al hombre, no como un monstruo egoísta, sino simplemente un individuo «racional» que toma decisiones coherentes en función de sus preferencias y de los problemas de elección o de asignación que le impone la escasez de recursos disponibles en nuestro universo. Por lo tanto, todo lo que contribuya a reforzar la validez científica de este instrumento de análisis, que es el modelo «económico» del ser humano, consolida el edificio de las doctrinas y formulaciones liberales (en especial toda la teoría del mercado, que se apoya sobre el concepto clave de «intercambio» entre individuos «racionales»).

“Este modelo «económico» del hombre no es, por supuesto, el único posible. La sociología nos ofrece otra manera de concebir al hombre y sus relaciones sociales; y lo mismo la psicología. Pero el auténtico problema desde el punto de vista de la ciencia, es el de saber, entre esos instrumentos, cuál de los modelos «económico», «político», «sociológico» o «psicológico» del hombre es el más eficaz, el más «capaz» para aprehender mejor toda la complejidad del mundo social. A este respecto, la gran aportación de los trabajos pertenecientes a la Escuela de Chicago y a sus filiales es la de sugerir que en la actualidad –teniendo en cuenta el relativo adelanto de las diferentes ciencias sociales, y a raíz del éxito de estos «nuevos economistas» en la aplicación de su modelo del hombre económico a una gran variedad de situaciones y sociales de tipo no mercantil, así como también los resultados relativamente satisfactorios de las contrastaciones empíricas realizadas sobre la base de este modelo- el instrumento económico basado en el postulado del ser racional se está afianzando como el más eficaz de todos los que disponen los investigadores de las ciencias sociales”.

“Para el economista, reducir el individuo a su única dimensión «económica» es con seguridad irreal (en el sentido habitual del término). Pero, de acuerdo con el análisis positivista común a todas las ciencias experimentales (incluso físicas), el valor de un instrumento científico no se mide por el grado de realismo de sus hipótesis. Lo que importa es la relación entre la simplicidad de las hipótesis y su eficacia. Querer acercarse a la realidad es, seguramente, una preocupación deseable; pero el realismo de las hipótesis tiene por contrapartida un crecimiento de la complejidad que perjudica su eficacia operativa” (De “Mañana, el apitalismo”-Alianza Editorial SA-Madrid 1979)

viernes, 18 de enero de 2013

La brecha entre ricos y pobres

Una de las razones por la cual se agranda la brecha entre ricos y pobres se debe a la inflación. Esto puede observarse mediante un cálculo abreviado, y aproximado, del tiempo de duplicación del precio de una vivienda. Luego, si los sueldos no tienen ajuste por la inflación, o si crecen a un ritmo menor al de la inflación real, al asalariado le resulta cada vez más difícil adquirir una vivienda. Mientras que el propietario de bienes inmuebles mantiene el valor de su capital, quien no los posee, se aleja cada vez más de la posibilidad de adquirirlos, lo que constituye una forma inmediata de observar el agrandamiento paulatino de la brecha mencionada.

Supongamos que existe una inflación anual del 20% y que se repite todos los años. Una regla práctica nos permite encontrar el tiempo de duplicación de un precio sometido a esa variación anual. Tal tiempo se calcula mediante la siguiente fracción:

70/20 = 3,5

Ello implica que el valor de una vivienda se DUPLICA en 3 años y 6 meses, aproximadamente. También puede decirse que el valor adquisitivo de un sueldo no ajustado por inflación se REDUCE A LA MITAD en 3 años y 6 meses. Veamos ahora lo que sucede si la inflación crece a un ritmo del 30% anual. El tiempo de duplicación será ahora de:

70/30 = 2,33

Ello implica que el valor de una vivienda se DUPLICA en 2 años y 4 meses. (Los 4 meses equivalen a 1/3 de año, o 0,33 de año). También puede decirse que el valor adquisitivo de un sueldo no ajustado por inflación se REDUCE A LA MITAD en 2 años y 4 meses.

Podemos verificar la validez de la regla práctica para el primer caso mencionado, suponiendo un valor inicial de 100 unidades:

Valor inicial = 100
Luego del 1er. Año: 100 x 1,20 = 120
Luego del 2do. Año: 120 x 1,20 = 144
Luego del 3er. Año: 144 x 1,20 = 172,8
Luego del 4to. Año: 172,8 x 1,20 = 207,36

Se observa que la duplicación del precio inicial de 100, es decir, 200, se alcanza en un periodo comprendido entre 3 y 4 años, por lo que se verifica la regla práctica mencionada dentro de cierto margen de error admitido.

La duplicación del valor de una propiedad adquiere un carácter exponencial, ya que partiendo de un valor inicial unitario tendremos la siguiente sucesión numérica: 1, 2, 4, 8, 16, 32, …………, mientras que un sueldo fijo, o que apenas es ajustado para compensar la inflación existente, crecerá a un ritmo mucho menor. De ahí que la inflación favorece la brecha entre pobres y ricos, o entre propietarios e inquilinos.

Como la inflación produce y acentúa la desigualdad económica y social, se la combate en todo el mundo, menos en la Argentina. Incluso el pueblo apoyó masivamente, en las últimas elecciones presidenciales, el “modelo económico” que consiste esencialmente en la distribución de “billetes para todos”. Mientras que los economistas serios advierten la situación, los políticos populistas muestran una enorme habilidad para convencer a los sectores de menores recursos sosteniendo que la inflación “promueve el crecimiento” (del patrimonio de los ricos, debieron advertir). Para “disimular” la situación, el gobierno tergiversa los índices de inflación anual, mientras que algunos gremios, como el de los estatales de Mendoza, ya solicitan un ajuste de haberes del orden del 50%.

Si bien varios sectores han recibido ajustes similares al del índice inflacionario real, el crecimiento permanente de los precios hace que algunos sectores exportadores queden fuera de competencia en el mercado internacional, o que el turismo extranjero se restrinja debido a tales aumentos, lo que sucede, o sucederá, a la corta o a la larga. También existe un importante sector de trabajadores ilegales, o en negro, cuyos sueldos se van atrasando cada vez más respecto de la suba sostenida de precios.

Debido a la división que existe en la sociedad, el sector oficialista se niega a reconocer los errores, lo que eventualmente daría la razón al sector “enemigo”. De ahí que, posiblemente, sigamos con el ritmo inflacionario a “tasas argentinas” por bastante tiempo más.

jueves, 17 de enero de 2013

La insoportable irracionalidad del ser

Dentro del comportamiento irracional del hombre encontramos algunas causas que hacen que el pensamiento resulte incompatible con la realidad. Una de esas causas psicológicas es la disonancia cognitiva, por la cual aparece cierta divergencia entre lo que un individuo siente, y lo que piensa y hace, ya que no existe acuerdo entre lo que le indican sus emociones y lo que le sugiere su razonamiento. Es posible que quien la padezca, carezca también de conciencia moral, ya que a su razón no le resulta posible controlar la acción sugerida por sus emociones.

La disonancia cognitiva es un inconveniente que atañe al subconsciente del pensamiento, aunque existe también una “disonancia cognitiva consciente” que no es otra cosa que el engaño premeditado que ejecutan ciertos individuos en la búsqueda de algún beneficio personal o sectorial a costa de un posible sufrimiento ajeno. En ese caso, tampoco existe coincidencia entre lo que el embaucador aparenta pensar y sentir y lo que expresa efectivamente.

Como ejemplo de disonancia cognitiva podemos mencionar el caso del filósofo Martin Heidegger, y su adhesión al nazismo, suponiendo que la barbarie nazi no estaba implícita en sus escritos como algo posible o deseable. Mario Vargas Llosa escribió: “Inscripto en el partido nazi el 1 de mayo de 1933, Heidegger continuaría pagando sus cuotas de afiliado hasta el fin de la guerra, en 1945”.

“¿Debemos aceptar, so pena de ser considerados unos inquisidores, esa censura infranqueable entre el hombre y la obra? ¿No hay, pues, relación entre lo que un filósofo piensa y escribe y lo que hace? ¿Es la excelencia intelectual una especie de salvoconducto que exime de responsabilidades morales? Parece que sí, por lo menos en nuestro tiempo. Y algunos consideran que esto es una gran conquista del espíritu, pues impermeabilizar la filosofía (o la literatura o el arte) de la moral es garantizarle la libertad, abrirle las puertas de la renovación permanente, inducirla a todas las audacias. Pero ¿y si fuera al revés? ¿Si disociar de esa manera tan tajante lo que leemos de lo que hacemos, fuera quitar todo valor de uso a la palabra escrita y apartarla de la experiencia común, ir empujándola cada vez más fuera de la vida, hacia la frivolidad o el juego irresponsable? Tal vez esta actitud tenga mucho que ver con la terrible devaluación que en nuestra época experimentan las ideas, con lo poco que significa hoy la filosofía para el común de las gentes (pese a haber tantos profesores de filosofía) y con los puntos que a diario pierden los libros en la batalla que tiene entablada con las imágenes de los medios. Si se trata sólo de entretener ¿cómo derrotaría Ser y tiempo a un culebrón?” (De “Desafíos a la libertad”-Alfaguara SA de Ediciones-Buenos Aires 2005).

Algunos años atrás, el físico Alan Sokal realizó una interesante experiencia que consistió en escribir un artículo “científico” (en apariencias) que no significaba prácticamente nada. Era puro palabrerío hueco que fue publicado en la revista “Social Text”. Podemos leer en la contratapa de uno de sus libros: “Su famosa broma de 1996 provocó un feroz debate y se convirtió en noticia de portada en publicaciones de todo el mundo: él mismo reveló que un artículo que había publicado en la revista de estudios culturales Social Text era una parodia hábilmente construida que ponía en evidencia la jerga sin sentido de la critica posmoderna de la ciencia. Tal critica sostiene que los hechos, la verdad y la evidencia son meras construcciones sociales”. “Sokal pone de manifiesto los peligros que entraña esa manera de pensar y propugna una visión del mundo basada en el respeto de la evidencia, la lógica y la argumentación racional por encima del pensamiento desiderativo, la superstición y la demagogia de cualquier signo” (De “Más allá de las imposturas intelectuales”-Alan Sokal-Ediciones Paidós Ibérica SA-Barcelona 2009).

Las verdades parciales, al implicar simultáneamente un ocultamiento parcial, se utilizan como una forma de engañar a los demás, siendo el ámbito de la política en donde se observa generalmente el importante arsenal de armas psicológicas que terminan perjudicando a la población en general. Un caso típico se da en la Argentina actual, en donde las autoridades y sus adeptos manifiestan que “existe plena libertad de expresión”, especialmente en los medios masivos de comunicación, algo que todos podemos comprobar. Sin embargo, se oculta un “detalle” poco observable y consiste en que los periodistas que emiten opiniones que no le gustan al gobierno, tarde o temprano perderán sus puestos de trabajo, por lo que resulta más ajustado a la realidad decir que no existe libertad de expresión. Respecto de las etapas iniciales del peronismo, Alejandro Magnet escribió:

“Tampoco es responsabilidad del gobierno si los inspectores sanitarios descubren que los talleres en que se imprimen las publicaciones de la oposición no cumplen en el hecho con los requisitos mínimos que exigen los reglamentos por lo cual, conforme a la ley, es necesario clausurarlos o imponerles fuertes multas. Así, por ejemplo, ocurrió con El Intransigente de Salta, cuyo dueño y editor David Michel Torino, cuenta la odisea de su diario en un libro titulado «Desde mi celda», la cual no es de un convento, precisamente. O con el semanario socialista Vanguardia, cuya imprenta molestaba con su ruido al vecindario. Y si un periódico como La Prensa de Buenos Aires tiene máquinas silenciosas y espléndidas instalaciones higiénicas, además de un prestigio mundial, no puede evitar el gobierno que el gremio de suplementeros de Buenos Aires, en un gesto de viril dignidad y rechazo a las tendencias oligárquicas y antinacionales del diario, comience a provocarle dificultades y que éstas lleguen a convertirse en tales desórdenes que, para evitar mayores trastornos de la tranquilidad pública, se vean las autoridades en la dolorosa necesidad de clausurar y apropiarse el único órgano opositor de importancia que quedaba en la Argentina” (De “Nuestros vecinos justicialistas”-Editorial del Pacífico SA-Santiago de Chile 1953).

También puede observarse la existencia de ayuda económica otorgada por el Estado hacia varios sectores de la población con la intención aparente de tratar de “disminuir la pobreza”. Como se trata de importantes sumas de dinero a ser distribuidas por el Estado, dado que los beneficiarios serán millones, se ha llegado a la situación de que se gasta bastante más de lo que el Estado recibe a través de los impuestos. De ahí que deba comenzar a emitir papel moneda a un ritmo mayor al del crecimiento de la producción, decisión que conduce al proceso inflacionario. Luego, aun cuando se hable de la “generosidad” del gobierno para con los pobres, la inflación creciente desmiente gran parte de la propaganda oficial.

Nótese que esta ayuda social adopta el carácter de universal por lo cual todo habitante perteneciente a cierto segmento de la población (embarazadas, matrimonios con hijos menores, etc.) ha de recibir la ayuda. Esto se hace para que muchos no se sientan “discriminados” por ser pobres en caso de que fuesen los únicos beneficiarios. Como resultado de todo esto, una gran parte de la ayuda termina en manos de quienes no la necesitan, por lo cual se desvían importantes montos de dinero que podrían servir para mejorar el nivel de vida de los sectores de menores recursos.

Se ha dicho que los gobiernos populistas aman tanto a los pobres que los fabrican por millones. Generalmente, el individuo que no recibe ayuda económica tiende a poner en marcha todos sus recursos psicológicos y personales para ganarse la vida honradamente mediante el trabajo, mientras que, por el contrario, quienes reciben una ayuda estatal tienden a amoldarse a la misma y a atenuar la puesta en marcha de tales recursos, inclusive dejando de trabajar. La creación de genuinos puestos de trabajo, es decir, de trabajo productivo y no sólo de “puestos de trabajo estatales”, resulta ser el único medio comprobado que dará resultados positivos en el largo plazo, aunque no sirva para ganar elecciones en el corto plazo.

Cuando alguien se proclama socialista, debería implicar que desea socializar (o compartir) parte de su patrimonio económico personal, mientras que en realidad implica que pretende socializar lo que es de otros. Luego, como muestra “buenas intenciones” (al desear repartir lo ajeno) se siente éticamente superior al resto de la sociedad, como es el caso de los “egoístas” que no quieren socializar o compartir aquello que les pertenece, por lo que van surgiendo dos bandos en conflicto. De ahí que la persona egoísta adhiera al Estado redistribuidor para revestirse con una máscara que lo ha de mostrar como una persona interesada por el bien de los demás, o bien se opondrá al populismo para no sufrir personalmente los embates distribucionistas.

Los severos ataques, sin embargo, los recibirán los empresarios que dan puestos de trabajo genuino, ya que crean “desigualdad social” por cuanto tienen más dinero que los demás sectores. Se dice que “explotan laboralmente” a sus empleados ya que, se supone, deberían compartir las ganancias con sus empleados (antes que con sus accionistas) por lo que, en realidad, antes que empleados se pretende que sean los nuevos socios del empresario. Cuando se trata de invertir y de trabajar duro para la formación de un medio productivo, son pocos los que se presentan, mientras que, cuando se trata de repartir beneficios, serán muchos los interesados.

Si un destacado intelectual, como Martin Heidegger, estuvo ligado al régimen nazi, no es de extrañar entonces que todo un país, como la Argentina, mantenga vigente al peronismo y a su “doctrina justicialista”, que en realidad pocos se atreven a definir exactamente de qué se trata, aunque ello pasa seguramente porque no es más que un conjunto de frases emitidas según las distintas necesidades y circunstancias. Alejandro Magnet escribió:

“En cuanto a la doctrina política, los militares triunfantes [en 1943] no tenían ninguna –confesable al menos- y ninguno era capaz de elaborar una. Perón tampoco, pero hizo algo más efectivo: supo crear una mística y hacerse caudillo de una estructura sindical creada por él mismo, desde arriba. Esa mística, que utilizaba todos los recursos de la técnica moderna para propagarse, enaltecía a la nacionalidad, al pueblo trabajador, cuyo símbolo era el descamisado, y a la persona del líder”. “Es técnica ya conocida y experimentada en otros países en donde se trató de determinar –y se obtuvo al menos por un tiempo- la formación de una especie de reflejo condicionado de las masas, que, a la sola excitación que significaban ciertas palabras como el nombre de jefe, nación, revolución, patria, independencia, traidores, etc., se echaban a gritar y cantar o se entregaban a la embriaguez de la violencia y el odio”.

“Cuando en agosto de 1948 el Gral. Perón intentaba contestar la pregunta de unos diputados radicales que querían saber qué cosa era el peronismo, tenía que hilvanar unas cuantas vaguedades sobre nacionalismo económico e igualdad y justicia en la distribución de la riqueza, para terminar afirmando que el peronismo «se siente o no se siente. El peronismo es una cuestión del corazón más que de la cabeza»”.

domingo, 13 de enero de 2013

El proteccionismo económico

En cuestiones inherentes a la economía de una sociedad, aparecen dificultades respecto de la elección del mejor sistema para lograr los objetivos deseados, aunque también presenta dificultades encontrar los objetivos que se buscan. La ciencia económica describe el accionar del hombre en un ámbito de libertad. Encuentra los procesos y les asocia variables descriptivas buscando posteriormente una optimización del sistema, que es lo que se hace frecuentemente en las distintas ramas de las ciencias sociales. Por lo general se apunta a encontrar la forma óptima de transformar los recursos disponibles (capital, información, mano de obra, etc.) en productos y servicios. Es aquí donde el proceso del mercado muestra una gran eficiencia por cuanto las decisiones son adoptadas por muchas personas, cada una administrando sus propios recursos y realizando sus propios proyectos, sin descartar las asociaciones o sociedades que puedan formarse para promover la cooperación productiva. Ludwig von Mises escribió: “El gran cambio que en pocas décadas transformó a Inglaterra en la nación más rica y poderosa del mundo, fue preparada por un pequeño grupo de filósofos y economistas. Estos arrasaron enteramente la seudo-filosofía que hasta entonces había servido para orientar la política económica de las naciones”.

En muchas sociedades, sin embargo, existen dificultades que surgen de un comportamiento ético inadecuado por parte de sus integrantes, por lo que ese aspecto tenderá a incidir negativamente tanto en el ámbito económico como en los restantes aspectos de la vida social. De ahí que la elección del sistema de producción y de distribución más eficiente no baste para lograr un nivel económico aceptable o esperado. Debe también existir un nivel ético básico y suficiente para disponer de las reservas anímicas que llevarán al individuo a una vida plena de trabajo y de realizaciones personales. También debe predominar una escala de valores que ubique al factor económico (bienes materiales) en un lugar inferior al otorgado a los sentimientos humanos, que son justamente los que determinan el comportamiento ético del individuo.

Existe, sin embargo, una importante falla ética personal, la envidia, que hace que muchas personas se opongan a la economía de mercado por cuanto ella producirá individuos exitosos y también fracasados, materialmente hablando. Ello no implica que el individuo sea exitoso o fracasado respecto de la ambición natural de lograr un grado de felicidad óptimo. Sin embargo, como predomina una valoración material de las personas (vale más quien más tiene) se opta por combatir a la economía de mercado en lugar de combatir las fallas éticas individuales como es el caso del materialismo imperante y de la envidia que surge en los menos exitosos en ese aspecto.

Puede decirse que las tendencias socialistas surgen a partir de la necesidad de protección del individuo respecto de la envidia que puedan sentir, evitando así que lleve una vida desagradable. De ahí que los postulados básicos del socialismo apunten a la obtención de la igualdad económica. Si buscaran la igualdad personal o afectiva, habrían aceptado el mandamiento cristiano del amor al prójimo, que nos sugiere compartir las penas y las alegrías ajenas como si fuesen propias, es decir, una tendencia igualitaria por excelencia.

Por el contrario, el socialista se atreve a manifestar que toda persona exitosa, económicamente hablando, forma parte de una “clase social” que debe ser perseguida y destruida. Descarta la posibilidad de que los menos exitosos logren mejorar su situación por sus propios medios. Por otra parte, supone que la mencionada igualdad habrá de lograrse solamente mediante el proteccionismo del Estado dirigido por los socialistas, que han de constituir la “clase social éticamente superior”. El proteccionismo tiene dos aspectos; el que se busca cuando el Estado protege al empleado de la maldad propia del empresario nacional y, además, cuando el Estado protege al empresario nacional de la maldad propia del empresario extranjero.

Ludwig von Mises prosigue, refiriéndose a los filósofos y economistas antes mencionados: “Refutaron las viejas fábulas: que es injusto y vil sobrepasar a un competidor produciendo mercancías mejores y más baratas; que es inicuo desviarse de los métodos tradicionales de producción; que las máquinas que ahorran trabajo provocan desocupación, y por lo tanto su uso es perverso; que una de las tareas del gobierno civil es impedir que los comerciantes eficientes se enriquezcan; y proteger a los menos eficientes contra la competencia de los más capaces; que restringir la libertad y la iniciativa de los empresarios por la fuerza gubernamental o por la coerción ejercida por otros poderes, es un medio apropiado para promover el bienestar de la nación” (Citado en “Ideas sobre la libertad” Nº 41-Buenos Aires Abril 1982).

El lema básico del socialismo se debe a Louis Blanc, aunque fue popularizado por Karl Marx: “De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad”. En esta expresión se advierte cierto determinismo en cuanto a la capacidad de las personas, ya que se admite que hay personas menos capaces que otras y que su trabajo deficitario debe ser compensado por los más trabajadores, para que todos reciban “según su necesidad”, que por lo general implica una “igual necesidad”.

Si se realiza una encuesta respecto de la conveniencia, o no, de poner en práctica este lema, los envidiosos y los que poco entusiasmo muestran por trabajar, lo apoyarán. También quienes tienen ambiciones ilimitadas de poder buscarán en el socialismo una posibilidad de ubicarse, a través del Estado, como los amos absolutos de la sociedad. Los trabajadores, los no envidiosos y los que no pretenden gobernar ni ser gobernados por otros hombres, se opondrán a dicho lema. Todo esto implica que la oposición existente entre capitalismo y socialismo trasciende el ámbito de la economía y de la política para ser considerado esencialmente como un problema ético.

El socialismo ha fracasado en todas partes por la sencilla razón de que los más trabajadores y creativos de una sociedad poca predisposición tienen para sustituir el trabajo deficitario de los menos trabajadores, para recibir una recompensa similar. Luego, al socialista sólo le queda, para su propaganda política, la difamación sistemática del capitalismo, atribuyendo al pensamiento liberal toda desviación ética que pueda ocurrir. Se repite frecuentemente que el empresario, en un sistema capitalista, “explota laboralmente” al empleado pagando un sueldo de subsistencia. En realidad, cuando se trata de empleados eficientes, el empresario trata de mantenerlos en su empresa pagándoles un sueldo razonable por cuanto, de no hacerlo, dichos trabajadores podrán irse a otra empresa, perdiendo el empresario elementos valiosos para el proceso productivo. Ludwig von Mises escribió:

“El beneficio del empresario brota de su capacidad para prever, con mayor justeza que los demás, la futura demanda de los consumidores. La empresa con fin lucrativo háyase inexorablemente sometida a la soberanía de los consumidores. Las pérdidas y las ganancias constituyen los resortes gracias a los cuales el imperio de los consumidores gobierna el mercado”. “Los gastos públicos y el déficit presupuestario implican de modo inexorable consumo de capital. El Estado se convierte en el principal dilapidador del capital existente cuando los gastos ordinarios –por beneficiosos que se reputen- son sufragados mediante gravar las rentas más elevadas que, en otro caso, hubiéranse dedicado a la inversión”.

Como no existe la mencionada “superioridad ética” de quienes pretenden dirigir y controlar la vida de cada integrante de la sociedad, los resultados económicos y sociales del socialismo son bastante pobres. Sin embargo, ello no constituye el principal perjuicio para el individuo que se somete a la planificación de cada aspecto de su vida. El problema más grave radica en la supresión de la libertad; algo que se opone a nuestra propia esencia; de ahí que el principal enemigo del socialismo sea la propia naturaleza humana. Ludwig von Mises escribió: “No hay más libertad que la engendrada por la economía de mercado. No existe gobierno ni constitución que pueda garantizar la libertad si no ampara y defiende las instituciones fundamentales en las que se basa la organización social. Reemplazarla por la planificación económica implica anular toda libertad. Las gentes en tal supuesto sólo gozan de un derecho: el de obedecer”.

El socialismo es un sistema político y económico por el cual una oligarquía revolucionaria toma el mando del Estado por las armas, o mediante el engaño y las urnas, para disponer de un poder absoluto. La confiscación de la propiedad privada implica, generalmente, el traspaso de bienes desde sus antiguos propietarios a algún miembro de la nueva oligarquía que detenta el poder. El físico Edward Witten afirmaba que la “teoría de supercuerdas es una teoría del siglo XXI que cayó accidentalmente en el siglo XX”. En forma similar, y dadas algunas semejanzas del socialismo con el feudalismo y con Gengis Kan, puede decirse que el socialismo es un sistema político y económico de la Edad Media que cayó accidentalmente en el siglo XX.

El robo y la confiscación estatal son justificados plenamente por el socialista por cuanto, aduce, el empresariado “explotó laboralmente”, en forma previa, a los trabajadores y ello da plenos derechos para el robo posterior, pero no para devolverle al pueblo lo injustamente extraído, sino para ser utilizado principalmente en beneficio de la oligarquía marxista. Jonathan Swift escribió: “Los pueblos insurrectos sólo trabajan para algunos tiranos y para su propia ruina, con un instinto tan ciego como el de los gusanos de seda, que mueren tejiendo magnificas vestiduras para seres elegidos de una naturaleza superior”.

Se ha definido al gobierno kirchnerista actual como un gobierno de tipo stalinista. Para comprender la razón de tal designación podemos citar a Hélène Carrère d´Encausse quien escribió: “El poder de Stalin se caracterizaba por la dictadura personal, el voluntarismo, la arbitrariedad total tanto en sus relaciones con la clase política como con la sociedad y, finalmente, por el hecho de que todo era imprevisible” (De “El poder confiscado”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1983).

En la Argentina se avanza a buen ritmo hacia la consecución del socialismo. Uno de los primeros objetivos a lograr por el partido gobernante es el control absoluto de los medios de comunicación. El escritor Juan José Sebreli manifestó en un programa televisivo que “de los canales abiertos de televisión, todos menos uno son oficialistas, y de las radioemisoras, todas menos una también lo son”. Con la aplicación de la ley de medios de comunicación se trata de lograr el control total que permitirá informarle al pueblo que vivimos en el “mejor de los países y con el mejor gobierno” y que el que diga lo contrario será un enemigo a quien se debe despreciar.

viernes, 11 de enero de 2013

El pensamiento racional

Es conveniente describir el pensamiento racional ya que le ha de seguir, como una consecuencia inmediata, la elección racional. Si bien este aspecto del comportamiento del hombre es de interés en los ámbitos de la economía y de la política, resulta también de importancia para las decisiones que cada individuo habrá de adoptar en los restantes aspectos de su vida. Jean Ullmo escribió: “La función de la razón es comprender. Así como hemos visto modificarse el concepto que los hombres tenían de la razón, así el significado ha cambiado al mismo tiempo”. “Hoy día comprender es ser capaz de repetir; se comprende un concepto cuando se posee de él una definición operatoria; se comprende un fenómeno cuando se es capaz de reproducirlo, virtualmente, por lo menos, y, por consiguiente, de preverlo; comprender es poder” (De “El pensamiento científico moderno”-Taurus Ediciones SA-Madrid 1959).

Debemos tener presente que las decisiones humanas son adoptadas tanto desde un punto de vista emocional (asociado al cerebro límbico) como desde un punto de vista racional (asociado al neocórtex). Nuestro comportamiento emocional, compartido con los mamíferos, data de unos 200 millones de años, mientras que nuestro comportamiento racional aparece unos 100.000 años atrás. Cuando hablamos acerca del pensamiento racional, debemos hacerlo respecto del pensamiento que proviene tanto del aspecto emocional como del estrictamente racional.

Una persona que carezca de aptitud racional, es decir, que carezca del neorcórtex, posiblemente no habría de diferir esencialmente de un animalito doméstico que, aun así, nos muestra aspectos afectivos de mucha valía. Por otra parte, una persona que carezca de aptitud emocional, aun cuando tuviese desarrollada normalmente su capacidad racional, padecerá de cierta anormalidad en su comportamiento social y afectivo. Por ello, cuando hablamos del “comportamiento racional del hombre” nos referimos al hombre completo, con ambos atributos mencionados presentes.

En cuanto a los distintos problemas que afectan a individuos y sociedades, podemos describirlos considerando al hombre como un ser viviente incompleto espiritualmente. Así, el hombre guiado por la búsqueda del bienestar y del placer asociados a su cuerpo tiende a dejar de lado los aspectos afectivos e intelectuales, mientras que el hombre guiado sólo por el aspecto emocional, que no hace uso de su razonamiento, posiblemente oriente sus acciones hacia sentimientos negativos. Finalmente, el hombre predominantemente racional, posiblemente sea el que deje de lado los aspectos emotivos de su personalidad.

Como el comportamiento ético depende tanto del aspecto emocional del hombre como de su control racional, toda crisis moral, padecida por el individuo y por la sociedad, puede ser comprendida, en principio, bajo este punto de vista un tanto elemental e inmediato. El hombre que admite su doble naturaleza emocional y racional, y que ha de ser capaz de desarrollar el pensamiento racional, ha de ser el que adopta como referencia a la propia realidad y a las leyes naturales que la gobiernan; tal el ideal de Baruch de Spinoza, quien escribió: “El orden y conexión de las ideas es el mismo orden y conexión de las cosas”.

En las etapas iniciales de la ciencia experimental, un científico como Galileo Galilei, se caracteriza por adoptar la realidad como referencia, debiendo luchar contra quienes la establecen en la opinión de algún filósofo, como Aristóteles, o en lo que afirman los teólogos. Incluso en el siglo XX, algunos genetistas soviéticos terminan en la cárcel por difundir las leyes de la herencia de Gregor Mendel, opuestas al materialismo dialéctico. En la actualidad, especialmente en política y economía, se sigue estando lejos del pensamiento racional por cuanto, en muchos casos, se toman como referencia ideologías que resultan incompatibles con la realidad. El objetivo prioritario no implica la búsqueda de la verdad, sino el triunfo de ideas sectoriales o personales.

De ahí que uno de los conflictos que surgen a partir de lo que nos dicen las emociones y lo que nos sugiere el razonamiento, es el de la disonancia cognitiva. Al respecto, Enrique del Acebo Ibáñez y Roberto J. Brie escribieron: “La disonancia cognitiva supone cierta contradicción entre el saber y el sentir, respecto del obrar; así, se valora de una determinada manera algo (una situación, un objeto, un sujeto, un grupo) pero no se actúa consecuentemente. Dado que la disonancia cognitiva produce costos individuales y sociales (malestar, tensión, agresión, etc.), provoca el surgimiento de mecanismos (a nivel individual y social) para superarlos. Cuando el sujeto actúa en «disonancia» con la información que posee o con los sentimientos que tiene, tratará de atenuar esa contradicción, ya sea modificando su actuación o cambiando sus formas de valoración y sus persuasiones; si no puede cambiar sus acciones (externas), intentará un cambio de opinión (interno)” (Del “Diccionario de Sociología”-Editorial Claridad SA-Buenos Aires 2006).

Podemos hacer un breve listado de las principales causas que producen un comportamiento no racional:

a) Cuando el hombre rechaza parte de su naturaleza dejando de lado los aspectos intelectuales y afectivos para darle lugar a los placeres y comodidades del cuerpo casi con exclusividad.
b) Cuando el hombre presenta síntomas de disonancia cognitiva, es decir, cuando no concuerdan sus emociones con lo que le dicta su razonamiento.
c) Cuando elige, entre las componentes afectivas de su actitud característica, aquellas que priorizan la competencia sobre la cooperación.
d) Cuando elige, entre las componentes cognitivas de su actitud característica, aquellas que priorizan las opiniones personales, ya sean propias o ajenas, en lugar de la propia realidad.
e) Cuando se propone priorizar el razonamiento relegando el aspecto emocional. Daniel Goleman escribió: “El antiguo paradigma obedecía al ideal de una razón liberada de la presión de la emoción. El nuevo, nos invita a armonizar la cabeza y el corazón. Debemos comprender mejor lo que significa utilizar la emoción en forma inteligente”
(De “La inteligencia emocional”-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2000).

f) Cuando se propone priorizar las emociones relegando el aspecto racional. Isabelle Filliozat escribió: “La mayor parte de las emociones requieren un proceso cognitivo. Seamos conscientes o no de ello, es preciso que el cerebro identifique y dé un significado a la percepción para desencadenar una emoción” (De “El corazón tiene sus razones”-Ediciones Urano SA-Barcelona 1998).

De ahí que el comportamiento racional pueda definirse en base a la armonía y entendimiento entre emoción y razón. Desde las emociones se ha de buscar un comportamiento cooperativo mediante el cual se han de compartir las penas y las alegrías de nuestros semejantes. Desde la razón se ha de buscar el conocimiento objetivo del mundo real. Desde las emociones y desde la razón se ha de buscar el perfeccionamiento estético individual. Con estos objetivos llegamos nuevamente a la búsqueda del amor, la verdad y la belleza, como los ideales básicos que debemos concretar a lo largo de la vida.

Uno de los grandes logros establecidos en psicología ha sido la posibilidad de describir una importante cantidad de aspectos asociados al pensamiento a partir de unos pocos principios básicos que permiten deducirlos en forma lógica. Tales puntos básicos son el Sistema 1, que es rápido, intuitivo y emocional, y el Sistema 2, que es lento, deliberativo y lógico. En principio, es posible asociarlos, respectivamente, al cerebro límbico y al neocórtex, aunque, al no ser del todo coincidentes, al menos en la forma en que esperarían los investigadores, se han adoptado estas denominaciones. Este trabajo, consistente en un modelo racional de la toma de decisiones, se debe a Daniel Kahneman, quien por ello recibió el Premio Nobel de Economía.

El autor mencionado ejemplifica la función del Sistema 1 en la interpretación que un individuo establece respecto de la actitud mostrada por una persona que aparece en una fotografía, mientras que la función del Sistema 2 la ejemplifica con la multiplicación aritmética entre dos números. Daniel Kahneman escribió: “El Sistema 1 opera de manera rápida y automática, con poco o ningún esfuerzo y sin sensación de control voluntario”. “El Sistema 2 centra la atención en las actividades mentales esforzadas que lo demandan, incluidos los cálculos complejos. Las operaciones del Sistema 2 están a menudo asociadas a la experiencia subjetiva de actuar, elegir y concentrarse”.

“Cuando pensamos en nosotros mismos, nos identificamos con el Sistema 2, con el yo consciente, racional, que tiene creencias, hace elecciones y decide qué pensar y qué hacer. Aunque el Sistema 2 crea estar donde está la acción, el protagonista del libro es el automático Sistema 1. Describo el Sistema 1 como el que sin esfuerzo genera impresiones y sentimientos que son las fuentes principales de las creencias explicitas y las elecciones deliberadas del Sistema 2”.

“Las operaciones automáticas del Sistema 1 generan patrones de ideas sorprendentemente complejos, pero solo el lento Sistema 2 puede construir pensamientos en una serie ordenada de pasos. Describo también las circunstancias en las que el Sistema 2 toma las riendas, anulando los irresponsables impulsos y asociaciones del Sistema 1. Invito al lector a pensar en los dos sistemas como dos agentes con sus particulares aptitudes, limitaciones y funciones” (De “Pensar rápido, pensar despacio”-Editorial Debate-Buenos Aires 2012).

Mientras que las operaciones mentales del Sistema 2 están vinculadas con la lógica simbólica; la lógica de los razonamientos del tipo verdadero-falso, surge de inmediato el interrogante acerca de las operaciones mentales que fundamentarán al Sistema 1, a lo que podríamos denominar “lógica intuitiva”. Al respecto puede decirse que tal tipo de razonamiento es esencialmente el mismo que el empleado por los científicos experimentales, tal el proceso realimentado de prueba y error. De ahí extraemos la operación básica de “comparar”. Por otra parte, el pensamiento asociado al Sistema 1 se desarrolla esencialmente en nuestra memoria, en donde es de primordial importancia la forma en que se almacena la información que en ella reside. De ahí que la segunda operación podemos denominarla como “agrupar”. Los atributos de tales operaciones seguramente se pondrán en evidencia con los posteriores avances de la investigación en neurociencias.

viernes, 4 de enero de 2013

Un país anacrónico

Cuando los gobernantes de un país son incapaces de vislumbrar la tendencia que en el mundo predominará en el futuro, o cuando no saben reconocer sus propios errores, se transitará por caminos diferentes a los que se hubiera seguido en caso de haber acertado a las perspectivas futuras o de haber podido enmendar los equívocos cometidos; tal parece ser el caso de la Argentina, país en donde se persigue lo que en la mayor parte del mundo se descarta, en una época determinada. De ahí el concepto de “anacronismo”: “1-Error que consiste en suponer acaecido un hecho antes o después del tiempo en que sucedió, y por extensión, incongruencia que resulta de presentar algo como propio de una época a la que no corresponde. 2-Cosa pasada de moda” (Del “Diccionario de la Lengua Española”-Ediciones Castell-Madrid 1988).

Entre las equivocadas decisiones adoptadas, podemos mencionar la orientación del país hacia el fascismo y el nazismo, desde épocas previas, y posteriores, a la Segunda Guerra Mundial. Tal fue la esencia del peronismo; ideología que aún sigue vigente por cuanto no se reconocen sus graves desaciertos del pasado. Roberto Azaretto escribió: “La verdad es que mientras el ejército aliado completaba la conquista de Sicilia y se aprestaba a invadir la península italiana, y el ejército soviético venía avanzando todos los días, desde febrero de ese año, rumbo a la frontera alemana luego de la rendición de los ejércitos de Von Paulus en Stalingrado, los oficiales superiores de nuestro ejército seguían confiando en el triunfo de los ejércitos nazi-fascistas. Incluso días después del desembarco en Normandía, en junio de 1944, se enseñaba en la Escuela Superior de Guerra cómo serían derrotadas las fuerzas de Eisenhower. Ante un error de esa magnitud, muchas de las cosas que se han dicho sobre medidas desacertadas tomadas después pierden relevancia”.

“Como hay que disimular ante el cambio de la situación mundial, los golpistas pro nazis de 1943 le declaraban la guerra a Alemania pocos días antes de la caída de Berlín; y en el plano intelectual, se cambian los discursos hacia un hispanismo que se mezcla con la religión y el ejército: la conjunción de la cruz y la espada”. “El país prefería ponerse de contestatario frente a las nuevas reglas del juego y jugar a liderar a los pobres. Esto no fue solamente una postura del peronismo, sino también del radicalismo, que adopta el programa de Avellaneda, pues su reacción a la derrota de su candidato ante Perón fue girar hacia la izquierda del nuevo presidente”.

“Olvidaban que la Argentina pertenecía entonces al grupo de los países ricos. De hecho, fue el único de los 20 países más importantes del mundo que no firmó esos acuerdos [Bretton Woods]. Actitud realmente extraña para una nación cuyo PBI per capita cuadriplicaba al de Brasil y México, superaba con comodidad a Italia y Japón en 1939 y era ligeramente inferior al de Alemania y Francia”. “La Argentina se decide por la autarquía, la sustitución de importaciones, en definitiva, por el encierro”.

“Perón creyó que se repetiría la crisis en el comercio internacional que se diera pocos años después de la Primera Guerra Mundial. También creyó en el estallido de una tercera guerra mundial que nunca se produjo, por lo menos de la manera clásica. Sin duda ha sido insuperable como caudillo capaz de lograr el fervor popular, pero su capacidad de anticiparse a los acontecimientos y a la realidad del mundo dejaba mucho que desear” (De “Federico Pinedo, político y economista”-Emecé Editores SA-Bs. As. 1998).

Si bien todos los acontecimientos de una nación irremediablemente irán a formar parte de la Historia, es necesario juzgarlos para no volver a repetirlos en caso de que hayan sido negativos. Además, debemos distinguir entre los políticos que mostraron cierto patriotismo y aquellos que lo relegaron a un lugar secundario por cuanto predominó la soberbia y el egoísmo personal sobre la búsqueda de seguridad y bienestar de la población.

Podemos decir que patriota es el que ama a la patria, y que la patria está constituida no sólo por territorio, sino esencialmente por seres humanos. Quienes apuntaron a favorecer divisiones y enfrentamientos, es decir, al odio entre sectores buscando un rédito político, no deberían calificarse de “argentinos” ni tampoco sus movimientos políticos habrían de catalogarse como tales, sino a simples tendencias que trataban de imitar lo peor de lo que podía observarse en el extranjero. Federico Pinedo escribió sobre Perón y “el botín de sus batallas”, “….esas batallas que han sido libradas contra las tradiciones más gloriosas de su patria; contra el ideal que acariciaron los fundadores del país; contra la forma de vida por cuya implantación lucharon cincuenta años en la pasada centuria los mejores argentinos; contra el sistema de gobierno que sabiamente organizaron los hombres del 53 por medio del código político que encauzando con buen rumbo nuestra evolución nacional hizo posible nuestro constante mejoramiento individual y colectivo”.

La traición y el engaño que Perón hizo a la nación, y que incluso reiteró en las etapas últimas de su vida promoviendo la guerrilla y el terrorismo de los setenta, que tanto daño hicieron a la sociedad, lo ubican entre lo peor que haya existido entre nuestros gobernantes. Sin embargo, la incondicionalidad partidaria y la hipocresía opositora “perdonaron” todas las calamidades peronistas por cuanto, al final de sus días, cambió su frase: “Para un peronista no hay mejor que otro peronista” por “Para un argentino no hay mejor que otro argentino”. Si en realidad ese cambio significó cierto arrepentimiento, por lo que de hecho puede considerarse que dejó de ser peronista, ya es hora de que sus partidarios también dejen de serlo.

El político actual, para tener éxito en futuras elecciones, trata de conquistar el cuantioso voto peronista, mientras que el periodista político, aun siendo ajeno al peronismo, “suaviza sus modales” para tener una audiencia respetable, numéricamente hablando. De ahí que en nuestro país sigamos inmersos en una crisis que se debe, entre otros aspectos, a que seguimos el rumbo marcado por políticos carentes de un mínimo de patriotismo, ya que se caracterizaron por la búsqueda de objetivos personales.

Supongamos el caso de una familia numerosa en la cual uno de sus miembros promueve todo tipo de difamaciones, calumnias e intrigas encaminadas a dividirla y, como consecuencia, a destruirla. ¿Puede considerarse que tal individuo es un “integrante” de la familia? Aunque la integre como parte del conjunto, afectivamente está fuera del mismo. En forma similar, si tenemos en cuenta a personajes políticos asociados al peronismo, al kirchnerismo, o al partido que fuere, que promueven la destrucción de la unidad nacional, ¿debemos considerarlos como argentinos?.

No llegaremos lejos mientras los integrantes de los sectores totalitarios mantengan la actitud del “alumno cínico”. Tal actitud corresponde al tipo de alumno secundario que amenaza e insulta a un docente y que, luego de que éste informa del hecho a los directivos escolares, dicho alumno, en actitud vengativa y mentirosa, dirá que recibió previamente insultos y amenazas por parte del docente, con lo cual coloca a éste en una situación comprometida, especialmente en el caso en que los directivos tengan la predisposición a creer en la palabra de tal tipo de alumno. Esta actitud es ampliamente utilizada por los sectores totalitarios, y por medio de la cual contraatacan a todo aquel que emita una opinión desfavorable hacia ellos, implicando como consecuencia un subsiguiente desprestigio de los sectores democráticos y el afianzamiento del totalitarismo en la nación.

Luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial, comienza a gestarse la denominada Guerra Fría. En ella participan principalmente los EEUU y la URSS; los primeros impulsando tanto la democracia política como económica, mientras que los segundos impulsando el totalitarismo (todo en el Estado), que involucra tanto lo político como lo económico. Las tendencias nazi-fascistas, derrotadas militarmente en la Segunda Guerra Mundial, pierden vigencia, excepto en algunos países que tratan de resucitarlas, como fue el caso argentino.

En la Guerra Fría no hubo un enfrentamiento directo entre las mencionadas potencias militares. Sin embargo, se desarrollaron conflictos armados indirectos a lo largo y a lo ancho del mundo; incluso luchas internas, guerras civiles y hambrunas premeditadas que produjeron una mayor cantidad de víctimas que las producidas durante el enfrentamiento contra los nazi-fascistas.

Con la caída del muro de Berlín, en 1989, se inicia el derrumbe del Imperio Soviético, mientras que la China deja de lado la economía socialista, manteniendo el totalitarismo político. Son muy pocos los países que tratan de mantener y reflotar al socialismo económico debido a que, justamente, fue abandonado por quienes primeramente lo pusieron en práctica. Sin embargo, aparecieron los intentos por resucitarlo, como es el caso de Venezuela, Ecuador, Bolivia y……la Argentina, en donde todavía se sostiene que el socialismo presenta ventajas respecto de la economía de mercado, o que las dictaduras, con el apoyo de las urnas, son la mejor opción para gobernar un país. También existen países que tratan de mantenerlo vigente como es el caso de Cuba y de Corea del Norte.

En el caso argentino, es admisible tanto la opinión de que es exagerado hablar de socialismo como la opinión de que vamos a su encuentro. La búsqueda del monopolio estatal de los medios masivos de comunicación, la división de la sociedad, el adoctrinamiento totalitario de niños y adolescentes, la tendencia expropiadora del Estado, la fuga de capitales, las reformas constitucionales, la tergiversación de los índices oficiales de la economía, la “falsificación legal” de papel moneda, etc., son síntomas, algunos compartidos con Venezuela, que nos indican que apuntamos hacia la “venezuelización” del país. Tampoco debemos descartar que Cuba habrá de ser el modelo final a seguir. Si bien podrá decirse acertadamente que la “cubanización” de la Argentina ha de ser rechazada por una gran parte de la sociedad, no debemos olvidar que el control y el poder estatal absoluto no parecen ser del todo ajenos a las ambiciones mostradas por las autoridades nacionales, que son en definitiva quienes decidirán al respecto.

Además de los intentos por resucitar al nazismo y al socialismo, hubo también algunos destinados a implantar la economía de mercado. No se obtuvieron los resultados esperados por cuanto se supuso que el “sistema económico” generaría la ética adecuada para su éxito, mientras que en realidad el sistema tiene éxito cuando se parte de una base moral mínima y adecuada. En otros casos se pretendió lograr buenos resultados aun cuando el incremento de los gastos estatales excedía ampliamente al crecimiento de la producción.