domingo, 28 de octubre de 2012

Inflación y totalitarismo

El populismo es una de las vías que conducen hacia el totalitarismo (todo en el Estado). Junto al fascismo, nazismo y comunismo, adopta distintas variantes según el país y la época, aunque mantiene algunos rasgos comunes con los demás sistemas antidemocráticos. Existe, además, una estrecha relación entre populismo e inflación, ya que la impresión excesiva de billetes, como también el otorgamiento de créditos a tasas inferiores a las del mercado, factores que producen el conocido efecto del aumento de los precios, responden por lo general a una forma de engaño, por parte de los gobernantes, hacia el pueblo. Mediante tal engaño no se busca, evidentemente, el beneficio de la ciudadanía, sino el éxito aparente del político populista ya que, a la larga, el proceso inflacionario resulta perjudicial para la economía. Quienes afirman lo contrario, deberían preguntarse por qué tal método no ha sido adoptado universalmente por parte de los distintos países siendo que se puede lograr tan fácilmente imprimiendo billetes.

El proceso inflacionario consiste de dos etapas con efectos opuestos. En la primera, al haber suficiente dinero disponible, se produce un crecimiento en el consumo, y también de la producción, mientras que la segunda etapa consiste en una crisis económica generalizada. Siempre se recuerda a los gobiernos extensos por tener “una muy buena primera presidencia”, seguida de una “segunda presidencia no tan buena”, cuyos errores son generalmente atribuidos a los “enemigos de la patria” que tratan de impedir la redistribución de la riqueza, u otro tipo similar de justificación. No se tiene presente que ello se debe generalmente a las dos etapas que constituyen el proceso inflacionario.

El líder populista tiene objetivos para el muy corto plazo identificándose con los sectores populares que lo apoyarán electoralmente. De ahí que este proceso se parece un tanto a las enfermedades que no presentan síntomas, o que son poco evidentes, y que favorecen los desarreglos alimentarios que en el largo plazo pueden resultar fatales. La emisión excesiva de moneda puede, en el corto plazo, tener efectos casi milagrosos (los que quedan en la mente de la mayoría) y que son atribuidos a la bondad del gobernante. Podemos mencionar una regla que nos permitirá acordarnos de la inflación, conocida como el “suplicio chino de Pal: que empieza bien pero termina mal”.

Al respecto, G. A. Pastor escribe: “El periodo durante el cual la inflación rinde es el del comienzo. En pocos años el alza de los precios puede aliviar el presupuesto del Estado en tres cuartas partes del peso de sus deudas bajas. Es allí donde debería detenerse. Pero muy pocos son los que se detienen en ese instante, porque la inflación tiene sus propias exigencias y su evolución demanda cada vez más billetes y más emisión”.

Para colmo de males, el líder populista denigra todo lo que se opone a sus planteos inflacionarios, considerando que las palabras “liberalismo”, “economía de mercado”, “capitalismo” y otras de tenor similar, no deberían ser pronunciadas públicamente por una persona decente. Esto nos trae a la mente el caso de las garrapatas, pequeño animal que anestesia a su víctima para poder cumplir mejor su misión de extraerle la sangre sin que ésta pueda defenderse.

El estimulo del consumo, por parte del Estado, especialmente en épocas posteriores a una crisis severa, sigue el planteamiento sugerido por John M. Keynes, respecto del cual G. A. Pastor escribe: “J. M. Keynes pensaba en términos moderados e imaginaba una manipulación monetaria, largamente calculada, prudente, tipo Banco de Inglaterra ¡No podía imaginar para qué iba a servir su descubrimiento desde hace un cuarto de siglo! En la práctica ha sido comprendida e interpretada como una exigencia de la ciencia económica de sacrificar todo a la ocupación total, teniendo que arrojar por la borda todas las reglas tradicionales de prudencia en la política monetaria al menor indicio de desocupación”.

“El argumento tomado de Keynes se ha desarrollado en dos direcciones: la ocupación total y la política anticíclica. El gobierno inflacionista deberá, pues, en todo caso, citar naturalmente el nombre de Keynes, pero no le aconsejo leerlo, porque con ello correría el riesgo de ver perturbadas sus ideas. El reducido análisis que precede le bastará. El ministro se contentará con afirmar que Keynes ha dicho:

a) Que es preciso hacer toda la inflación necesaria para mantener la ocupación total
b) Que también hay que hacer inflación por medio de grandes obras públicas para combatir las crisis económicas y prevenirlas

“Así presentados y utilizados los dos argumentos postulan implícitamente que la fabricación de papel moneda tiene efectivamente como resultado el mantenimiento de la ocupación total y la prevención de las crisis económicas. Concepción infantil cuya falsedad han demostrado tantas inflaciones que condujeron a la desocupación y la miseria”. “Sin embargo, los dos argumentos se han convertido ahora en las armas más eficaces de los inflacionistas y de los dirigistas. No sólo conducen a la emisión, sino también, lo que es más grave, confían al Estado una función específica en la vida económica, función que sólo él puede ejecutar y que le da el derecho de imponer su voluntad por todos los medios posibles. Es, pues, la argumentación ideal de los dictadores tanto para comenzar una inflación como para proseguirla” (De “La inflación al alcance de todos”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1958).

Otro aspecto interesante lo constituye el hecho de que en la ecuación matemática propuesta por Keynes, y que permite calcular el nivel de precios, no figura M (la masa monetaria), lo que implicaría que el nivel de precios no depende de dicha variable monetaria. Al respecto Roy Harrod escribe: “Esto no significa que Keynes pensara que la oferta monetaria no tiene ningún efecto sobre el nivel de precios; pero pensaba Keynes que sus efectos eran dudosos y que debían manifestarse a través de su efecto sobre uno u otro de los términos de sus ecuaciones fundamentales” (De “El dinero”-Ediciones Ariel SA-Barcelona 1972).

En el planteamiento keynesiano se considera que la abstención a la inversión, por parte del sector más rico de la sociedad, debe ser suplantado por el Estado. G. A Pastor escribe al respecto: “En el modelo clásico no hay lugar para una superproducción general porque los productos se venden contra productos y el total del costo de las mercaderías está forzosamente representado por una igual capacidad de compra en manos de los consumidores-productores”.

“La objeción de que los ricos no consumen todas sus rentas, sino que las economizan, desaparece también porque el ahorro, en último análisis, no es otra cosa que una inversión en bienes de producción y no en bienes de consumo, ya sea el ahorrista mismo quien invierta, ya sea que confíe a otro su dinero para que éste lo invierta”.

“Según Keynes, existe una tercera posición que ha pasado inadvertida: la abstención completa del capitalista que no consume ni invierte, sino que retiene el dinero líquido, a lo que él llama preferencia de liquidez. La justificación económica de esta actitud es la esperanza de mejores condiciones posteriores para sus inversiones o de precios más bajos para sus compras de consumición”. “Pero, dice Keynes entonces, esa posibilidad prueba que la moneda es algo más que un simple intermediario; que es, en ciertas circunstancias, un factor positivo de la evolución económica y que, por consiguiente, es perfectamente lógico que el Estado, en caso de crisis, intervenga para reemplazar la abstención de las inversiones privadas por inversiones del Estado”.

En cuanto a la relación entre la inflación y la tiranía, el G. A. Pastor agrega: “La inflación debe recomendarse a los aprendices de dictadores como el medio más seguro para lograr sus fines. Si frecuentemente sus regímenes fueron producto de la inflación que creó las condiciones favorables para su actuación, frecuentemente también fueron ellos mismos quienes provocaron la inflación para realizar sus ambiciones. Un ejemplo que algún día será clásico, es el de la República Argentina, donde el aspirante a dictador Perón hizo una inflación sistemática en un país abundantemente rico para llegar a establecer el control del Estado sobre la economía del país”. “La inflación provee al futuro dictador del dinero que necesita, justifica todas las medidas tiránicas y determina la ruina de las clases medias, que son esencialmente contrarias al régimen dictatorial. El totalitarismo político está tan evidentemente ligado a la inflación, que a menudo resulta difícil establecer cuál de esos factores ha producido al otro”.

“El ministro de finanzas que hace la inflación política deberá, en consecuencia, multiplicar y reforzar todos los controles. Hay que imponer inmediatamente el control de cambios integral, establecer un margen entre los tipos comprador y vendedor, con tasas múltiples, lo que provocará la organización del mercado negro, y por tanto su represión, y al mismo tiempo producirá recursos considerables”.

“Los pueblos más atados a sus instituciones democráticas se deciden con mucha facilidad a arrojar todos los principios por la borda y a someterse a las medidas de policía más arbitrarias, en cuanto se les dice que se trata de «salvar la moneda nacional». La defensa de una moneda, arruinada por el mismo gobierno que pretende defenderla, servirá, pues, de pretexto y justificación para todas las medidas políticas enderezadas a organizar el totalitarismo dictatorial: control integral de cambios, interdicción para comerciar en oro y en divisas, así como para poseerlos, riguroso control de los precios, interdicción de exportar los capitales, los billetes de banco, el oro; otros tantos medios de establecer un régimen tiránico”.

“Recomienda especialmente el control de los precios. A medida que la inflación empuja a la moneda hacia su depreciación y que los precios suben, los comerciantes buscan la manera de eludir sus consecuencias, tratando de aumentar sus precios de venta para poder, por lo menos, reponer lo que venden. Al mantener los precios oficiales muy lejos de su valor real, el gobierno transforma a todos los comerciantes en delincuentes y a sus clientes en cómplices. Ello permite desarrollar una enorme policía económica que constituye uno de los más eficaces medios de presión de una dictadura”.

“La inflación política debe, pues, al revés de la inflación importada, conducir a la reglamentación más estricta y extensa posible; hacer la inflación con el máximo de los medios y aprovechar de ellos para excitar a las masas contra los especuladores, los intermediarios, los financistas internacionales, etc.”.

“El parentesco entre la inflación y la tiranía es tan estrecho, que ningún país inflacionista ha escapado a las medidas tiránicas, ni siquiera Inglaterra. En Francia, el régimen político ha sido sacudido por ese fenómeno, y la libertad tradicional ha desparecido desde la introducción de las medidas de policía económica y la actividad de los controles”

miércoles, 24 de octubre de 2012

El poder y la enfermedad

La relación que existe entre el poder y la enfermedad presenta dos facetas distintas. En una de ellas, una anomalía psicológica promueve una inusitada e ilimitada búsqueda de poder que, por lo general, trae perjuicios al que se encuentra bajo la influencia de quien padece tal tipo de perturbación mental. En la otra forma de vínculo entre poder y enfermedad aparece el simple deterioro de la salud motivado por la intensa actividad que requiere todo desempeño asociado a una gran responsabilidad social, ya sea que se busque el poder, o no.

En ocasiones nos asombra el inusitado esfuerzo que realizan algunos gobernantes por tratar de deslegitimar o bien de destruir a sus ocasionales rivales. Por ello es de interés público conocer algunos aspectos asociados a la personalidad de quienes deciden el rumbo de la nación y de cada una de nuestras vidas. Cuando un político pretende lograr un excesivo poder social e, incluso cuando busca que ese poder se prolongue en forma indefinida, nos encontramos con un caso que por lo general resulta riesgoso para la sociedad.

Una parte importante de la sociedad supone que la ley que hacen los políticos es la referencia que debemos adoptar para valorar la moralidad de nuestros actos, desconociendo instancias superiores. Gerhard Ritter escribió: “El problema de la relación entre política y ética es el problema de la responsabilidad ética de la lucha política. Tal problema solo puede ser planteado allí donde existe una instancia ética, un tribunal situado por encima de los poderes seculares en lucha, es decir, o un Dios ante el cual quienes en la Tierra detentan el poder o luchan por él tienen que responder, o una conciencia moral que se sepa estrechamente vinculada a ciertas normas de ética racional” (De “El problema ético del poder”-Revista de Occidente-Madrid 1962).

Seguramente que no faltarán opiniones de quienes aducen que no se debe juzgar a las personas por hechos que todavía no han sucedido o por errores que no se han cometido, pero tampoco debemos quedarnos a la espera de que algunos acontecimientos negativos ocurran y que luego sea demasiado tarde para revertirlos. Quien observa la realidad contemplando el largo plazo, tiene plenos derechos a opinar respecto de aquello que es inherente a su propia seguridad y a su propia libertad personal.

Es oportuno mencionar algunos relatos relacionados con enfermedades padecidas por algunos políticos a lo largo de la historia. El médico y periodista Nelson Castro escribió: “Hiperactivo, vehemente, confrontativo. Son tres atributos de un hombre que llegó al poder de la manera menos pensada. Un hombre que, como la mayoría de los políticos argentinos, no escapa a una trayectoria en la que la contradicción abunda”. “Cuando, tras haber ganado la elección de 1991, Néstor Kirchner llegó a la gobernación [de Santa Cruz], tenía clara conciencia de que iba a ser la plataforma de lanzamiento para alcanzar su anhelo más preciado: el de ser Presidente de la Nación”. “Es una provincia llena de inmensidad, en la que el espacio es casi infinito y cuya densidad de población es baja. En consecuencia, el desempleo es escaso ya que la mayoría de la población trabaja en la administración pública”.

“Kirchner manejó la provincia con una correcta administración fiscal y mano dura. La intolerancia hacia la prensa libre fue uno de los rasgos que compartió con, prácticamente, otros gobernadores. Cuando estaba por terminar su segundo mandato y debido a la existencia de una limitación constitucional para ser reelecto nuevamente, buscó una forma de sortear ese impedimento. Organizó, pues, una consulta popular no vinculante en la que se le preguntó a la ciudadanía de la provincia si aprobaba o no la posibilidad de que se presentara a una nueva reelección. Ganó el sí por amplio margen. Con este resultado, el entonces gobernador hizo una presentación ante el Tribunal Superior de Justicia de la provincia con el objetivo de que se transformara la consulta no vinculante en vinculante”.

“La finalidad de esta maniobra era forzar a la Legislatura de Santa Cruz, en la que el kirchnerismo tenía la mayoría pero sin alcanzar los dos tercios, a habilitar el proceso de reforma de la Constitución local. Antes de todo esto, como tampoco tenía la mayoría en el Tribunal de Justicia, Kirchner amplió el número de sus miembros de tres a cinco y nombró como su presidente a quien era el jefe del bloque del Partido Justicialista, el doctor Carlos Zanini, que fue luego secretario Legal y Técnico de la Presidencia, hombre de su absoluta confianza. Con el voto decisivo de Zanini, el Tribunal, que se hizo del caso a través de la aplicación del per saltum, declaró al plebiscito vinculante y allanó el camino a la reelección indefinida de Kirchner, operación que constituyó una clara violación de la Constitución provincial. Sin embargo, a pesar de los reclamos de la oposición, nada pudo hacerse para revertir esta situación” (De “Enfermos de poder”-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2009).

Muchas veces se hacen autocríticas, en la Argentina, respecto del incumplimiento que en nuestro país dispensamos por las leyes. Incluso el sostenimiento de una anomia crónica radica en que los políticos, además de no cumplirlas, tratan de cambiarlas si el cambio les ha de otorgar algún tipo de beneficio personal. Subyacente a ese comportamiento seguramente existirá algún problema psicológico. Nelson Castro agrega: “Otro tema de permanente conversación dentro y fuera de los ámbitos del poder ha tenido que ver con los rasgos de la personalidad de Néstor Kirchner, sobre los cuales los testimonios son coincidentes: egoísmo, egocentrismo, destemplanza, desconfianza, escasa capacidad de autocrítica, ideas obsesivas, poca aptitud para el diálogo. Todo esto encaja en lo que se ha denominado el síndrome de Hubris, una entidad aún no categorizada por la Medicina, pero con características bien definidas que incluyen una excesiva confianza en sí mismo, una actitud de desprecio hacia las ideas del otro y un alejamiento paulatino de la realidad”.

Es oportuno destacar que esta actitud predominante se fue generalizando hacia sus adeptos, por lo que no resulta extraño que exista muy poco diálogo entre políticos oficialistas y opositores, ya que estos últimos son descalificados y hasta denigrados públicamente por la prensa estatal al servicio del oficialismo y por la prensa partidaria. Finalmente, la actitud confrontativa llega al ciudadano común, que se siente marginado en su propio país por cuanto advierte que es considerado como un enemigo tan sólo por tratar de defender y mantener sus elementales derechos que le corresponden como ciudadano. En el otro sector se encuentran los que llevan en sus mentes y corazones algún tipo de odio sectorial e ideológico destinado a un enemigo unificado (al menos unificado en sus mentes).

Respecto del tipo psicológico mencionado al principio, Nelson Castro cita lo siguiente: “Los griegos llamaron a esto hubris, y ellos sabían que los dioses, a quienes ellos eran capaces de tomar como realidades, no bendecían esas actitudes, ya que ellos demandaban humildad”.

“La profesión médica acuña correctamente expresiones tales como «locura» e «insanía» cuando se refiere a la salud mental. Pero ha sido observado por siglos que algunas cosas suceden con la estabilidad mental de las personas cuando llegan al poder, y la relación causal entre el ejercicio del poder y la conducta aberrante que tiene el sello de la inestabilidad mental ha sido perfectamente definida por la frase de Bertrand Russell «la intoxicación del poder». El poder es una droga pesada y no todo político tiene el carácter necesario para contrabalancear sus efectos. Ese carácter bien cimentado debe incluir una combinación de sentido común, buen humor, decencia, escepticismo, y algo de cinismo a los fines de tratar al poder por lo que es, o sea, una oportunidad privilegiada para servir, para influenciar y, algunas veces, determinar el curso de los acontecimientos”.

“El síndrome de Hubris es casi una enfermedad laboral para jefes de gobierno, como lo es también para líderes en otros rubros, tales como el militar y el de los negocios, ya que se alimenta del aislamiento que se construye alrededor de una persona con poder”.

Si bien la desaparición del mencionado ex presidente dejaría sin efecto una posible influencia futura, nos encontramos con que la actual presidente posee varias de las características personales atribuidas a quien fuera su marido. Por lo pronto, existen varios indicios de que se está gestando una posible reforma constitucional que ha de contemplar la posibilidad de una reelección presidencial indefinida; sospecha que puede ser sostenida por los hechos políticos ya observados en Santa Cruz.

Podemos considerar los aspectos por los cuales sería posible, o no, que se llegara a tal situación. Si se tiene presente que una reelección presidencial indefinida está contra el espíritu y la letra de la Constitucional Nacional, como también en oposición a uno de los principios básicos de la democracia, no debería llegarse a tal situación. Además, resulta evidente que el actual gobierno presenta pocas garantías para la seguridad de futuras inversiones, debido principalmente a las expropiaciones realizadas, por lo cual una reelección indefinida marcaría un estancamiento y un deterioro social acentuados por una inflación y una inseguridad crecientes. Si a los gobernantes el país les interesara al menos tanto como sus ambiciones de poder, seguramente no accederían a la posibilidad mencionada. Sin embargo, cuando se muestra un mayor empeño en la conquista del poder que en la búsqueda de soluciones a los problemas cotidianos de la población, podemos esperar la peor de las posibilidades.

También sería posible que, al igual que algunas personas que pierden a un familiar, tienden a realizar sus proyectos truncos de manera de mantenerlo presente en sus propias mentes, se trataría de lograr tal tipo de reelección. Incluso existen quienes adoptan una actitud de revancha contra la adversidad, como si la adversidad estuviese personificada y pudiese ser derrotada.

Como ejemplo de esta actitud puede citarse el caso de un adolescente que intentó cruzar un canal aluvional sosteniéndose con sus brazos bajo la parte inferior de un puente metálico. Al fallar en su intento, cae al canal, que no traía agua, fracturándose una pierna. Con el tiempo, y tomando una arriesgada decisión, intenta realizar nuevamente la prueba, pero esta vez con un importante caudal de agua circulando bajo sus pies. De fallar nuevamente, habría perdido la vida. Realizada la nueva prueba, tuvo éxito y pudo así “vengarse” de la situación previa.

Si siguiera en marcha la tarea emprendida por las actuales autoridades de “ir por todo”, a partir de la reelección indefinida, puede sospecharse que existiría un intento de venganza contra el destino que impidió al ex presidente continuar con su carrera política y con el poder correspondiente. También podría deberse a otras causas psicológicas distintas a las aquí mencionadas.

domingo, 21 de octubre de 2012

Desencuentros históricos

Los desencuentros que se producen en muchos países impiden lograr la unidad nacional. Las divisiones internas favorecen un persistente subdesarrollo cultural, social y económico. La gravedad de los hechos no radica sólo en la situación actual de una nación, sino en la tendencia descendente en que puede encontrarse. Desde el punto de vista del largo plazo, es mejor estar mal y transitar por una etapa ascendente que estar algo mejor pero marchar en una dirección descendente. De ahí que el primer desencuentro lo encontramos entre quienes todo lo observan desde el corto plazo y quienes lo observan desde uno largo.

Se dice que una nación difiere de un conglomerado humano en cuanto sus integrantes tienen objetivos comunes y transitan unidos tras esas metas. De ahí que una sociedad dividida no responda a ese requisito. Algunas situaciones se repiten en la historia, como es el caso de las etapas en que predomina la libertad, tanto política como económica, mientras que la sociedad, al no mostrar una adecuada cuota de responsabilidad, malogra las ventajas de esa libertad. Luego, en lugar de buscarse una mejora ética que incremente la alicaída responsabilidad, surgen tendencias totalitarias que proponen abolir las libertades mencionadas por cuanto, se supone, la naturaleza humana es egoísta y perversa necesitando la sociedad ser dirigida y regulada desde el Estado aun en cuestiones personales, cotidianas y domésticas.

La supuesta “supremacía” social, racial o ética de quienes ocuparán los cargos directivos estatales, definen el tipo de totalitarismo que habrá de surgir, es decir, fascismo, nazismo o comunismo, respectivamente. Sin embargo, tales tendencias tienden a acentuar toda división previa que pueda existir.

En el caso argentino, luego de una etapa de esplendor (hasta principios del siglo XX) le siguen etapas de estancamiento y subdesarrollo. Finalizada la próspera etapa de libertad comienza el declive y aparece la tentación totalitaria. Carlos Ibarguren escribía en 1934: “En el interior de los países avanzan impetuosamente las dos corrientes revolucionarias encontradas, que aglutinan hoy las tendencias políticas, sobre los restos minados de la democracia liberal individualista: el fascismo, corporativismo o nacionalismo por un lado, y el marxismo o comunismo por el otro”. “Se ha observado con verdad que las sociedades oscilan, en política, entre el principio de autoridad y el de la libertad. En épocas de equilibrio el ritmo de esa oscilación es regular; pero en los muchos periodos de transformación o crisis, es irregular y se va de la anarquía demagógica a la dictadura. La historia nos demuestra que jamás un pueblo remonta de la demagogia al liberalismo, sino que para salir del desorden va del caos a la dictadura que restablece el orden”.

“El pueblo, como suma de votos personales, es algo inorgánico, vago, caprichoso, ciego, y considerado como entidad en los discursos políticos, es sólo una palabra, abstracción. El pueblo no consiste en los organismos parasitarios llamados partidos políticos, que se mueven de la oligarquía a la demagogia, sino en la sociedad, vale decir, en el conjunto orgánico de fuerzas humanas e intereses organizados que elaboran, nutren y regulan la vida social y el desenvolvimiento de una nación” (De “La inquietud de esta hora”-Roldán Editor-Buenos Aires 1934).

Son épocas en que en la Argentina comienzan los golpes militares, como es el caso del efectuado por el Gral. José F. Uriburu quien derroca a Hipólito Yrigoyen. Al respecto, Pablo Mendelevich escribió: “Lo cierto es que ya en el primer golpe compitieron dos generales para derrocar al gobierno radical: Uriburu, un general de aspecto prusiano e ideas fascistas, a quien llamaban «von Pepe» por la germanofilia que había desarrollado como agregado militar en Berlín, y Agustín P. Justo, que pretendía reponer el orden conservador sin exclusión civil y sacarlo del medio a Yrigoyen” (De “Cómo dejan el gobierno los presidentes argentinos”-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2010).

En la década siguiente aparece la influencia del GOU (Grupo de Oficiales Unidos), en donde uno de sus integrantes fue Juan D. Perón. En una proclama del mencionado grupo militar se observan las líneas generales de sus objetivos: “La tarea es inmensa y llena de sacrificios, pero no se hace patria sin sacrificarlo todo. Los titanes de nuestra independencia sacrificaron bienes y vidas. En nuestro tiempo Alemania ha dado a la vida un sentido heroico. Esos serán nuestros ejemplos”. “Para realizar el primer paso, que nos llevará a una Argentina grande y poderosa, debemos tomar el poder. Jamás un civil comprenderá la grandeza de nuestro ideal; habrá, pues, que eliminarlos del poder y del gobierno y darles la única misión que les corresponde: trabajo y obediencia”. “Conquistado el poder, nuestra misión será ser fuertes, más fuertes que todos los otros países unidos. Habrá que armarse siempre, venciendo dificultades, luchando contra las circunstancias interiores y exteriores. La lucha de Hitler en la paz y en la guerra nos servirá de guía”.

Respecto de la década de los 40, Juan O. de Tomás escribió: “En 1943 la situación de nuestro país era, en lo económico, extraordinariamente próspera. Mientras las más grandes naciones del mundo se desangraban, destruían y empobrecían en una guerra implacable, la nuestra, neutral en la contienda y alejada de los campos de combate, se había enriquecido con la exportación no sólo de sus productos agropecuarios sino también de artículos elaborados. Había reducido sus importaciones y acumulado cuantiosas divisas extranjeras. Había ocupación plena y el costo de vida era moderado”.

“Casi se podría establecer como una ley de la historia que los dictadores y tiranos caen sobre los pueblos en sus horas de más graves conmociones y crisis. El desorden institucional, la guerra civil, la amenaza exterior, la miseria colectiva, la corrupción social, pueden en determinadas circunstancias explicar la aparición de un «hombre fuerte» que, con poderes más o menos absolutos, domine a su país durante un largo periodo de su vida. Lo inexplicable, lo monstruoso, es que se establezca una dictadura en tiempos de paz y de prosperidad, sin causas inmediatas que la justifiquen ni antecedentes valederos que la hagan prever. Tal es lo acontecido en la Argentina entre 1946 –o si se quiere, 1943- y 1955” (De “El libro negro de la Segunda Tiranía”-Buenos Aires 1958).

El peronismo resultó ser una tiranía apoyada electoralmente que fue promoviendo una abrupta división de la población para dar lugar a dos Argentinas irreconciliables. Una de ellas, democrática en lo político y en lo económico; la otra totalitaria, ya sea en la forma fascista del peronismo tradicional o bien en la forma izquierdista del kirchnerismo. La Argentina democrática trata de respetar los mandamientos básicos comunes a todas las religiones: no matar, no robar, no mentir, mientras que la Argentina totalitaria parece adoptar la postura de Lenin, quien expresó: “Moral es lo que favorece el advenimiento del socialismo. Inmoral lo contrario”.

Los desencuentros no sólo ocurren respecto del presente sino también cuando se trata del pasado, tal el caso del Gral. Julio A. Roca, valorado por unos y descalificado por otros. La Patagonia, considerada en el siglo XIX como un territorio poco valioso por parte de políticos, inversores y productores agropecuarios, despierta el interés tanto de británicos como de chilenos. Los malones indígenas se aproximan hasta unos 200 kilómetros de Buenos Aires. La defensa territorial requiere de medios económicos y militares importantes. Adolfo Alsina, designado Ministro de Guerra y Marina por Nicolás Avellaneda, escribe: “El Río Negro, pues, debe ser no la primera, sino por el contrario, la línea final de esta cruzada contra la barbarie, hasta conseguir que los moradores del desierto acepten, por el rigor o por la templanza, los beneficios que la civilización les ofrece. Y si se ha de juzgar por lo que sucede con otras tribus que viven sometidas, no es dudoso esperar que el éxito sea satisfactorio”.

Alsina propone un plan gradualista para avanzar sobre el territorio del sur, pero antes muere en forma repentina. Julio A. Roca ocupa su lugar y es partidario de una avanzada más decidida y eficaz. Mediante su accionar permite ampliar el territorio nacional en una forma considerable. Según se advierte en las palabras de Alsina, el criterio era “llevar los beneficios de la civilización” a todos los habitantes del territorio patagónico, si bien en la actualidad un sector considera que el objetivo era el de “matar indios”.

Las dos Argentinas tienen sus propias historias nacionales. La realidad es tergiversada de acuerdo a las necesidades ideológicas, aunque no debemos olvidar que hay quienes tratan de decir la verdad, aunque no siempre la digan, y otros tratan de mentir casi siempre. Si consideramos que todos somos mentirosos, estaremos encubriendo al que lo es y difamando al que no lo es. Natalio R. Botana escribió:

“En ese tiempo, no se había apagado aun el eco de una militante polémica entre la vulgarmente llamada «historia liberal u oficial» y su contrapartida, el «revisionismo histórico». El combate tenía por objeto apropiarse de la entera verdad del pasado gracias al estridente montaje que cada bando producía con los legados de una memoria partidista y con explicaciones causales afincadas en grandes generalizaciones: dos decorados para un mismo escenario. La lucha se entablaba entonces entre panteones imaginarios. En ellos yacían unos héroes que habían derrotado a otros personajes condenados por el propio historiador a representar el papel de antihéroes” (De “El siglo de la libertad y el miedo”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1998).

Mientras que la Argentina democrática actualmente considera conveniente producir e invertir (para luego consumir), la Argentina totalitaria considera conveniente distribuir y consumir (desatendiendo la inversión). En caso de que la estrategia económica adoptada no produzca buenos resultados, se falsificarán las estadísticas oficiales y se seguirá con la falsificación “legal” de papel moneda; causa principal de la inflación. Ricardo H. Arriazu escribió:

“En el caso particular argentino, mientras la ciudadanía no comprenda que la «viveza criolla» incluye acciones que en países económicamente más exitosos serian consideradas delictivas, las posibilidades de lograr un proceso de desarrollo sustentable serán escasas”. “Desde un punto de vista económico, tanto la inflación como la devaluación de la moneda y el incumplimiento de contratos constituyen generalmente claros ejemplos de «estafas» por parte del sector público que afectan los derechos de propiedad de sus acreedores. La Constitución prohíbe la confiscación y establece que no puede haber expropiación sin compensación; sin embargo, ni la Justicia ni los economistas consideran que la inflación y la devaluación sean medidas confiscatorias. Más aún, en general la profesión económica ha contribuido a estas confiscaciones al atribuir a esas medidas carácter de instrumentos de política económica” (De “Lecciones de la crisis argentina”-Editorial El Ateneo-Buenos Aires 2003).

lunes, 15 de octubre de 2012

La estratificación social

Mientras que las componentes afectivas y cognitivas de la actitud característica permiten describir aceptablemente el comportamiento social de todo individuo, las componentes (o clases) asociadas a la estratificación social permiten describir aceptablemente a toda sociedad. Al igual que la elección de una de las componentes de la actitud característica implica una escala de valores previamente adoptada por un individuo, la formación de cierta estratificación social implica una previa adopción de cierta escala de valores por parte de la sociedad. Bernard Barber escribió:

“Las sociedades humanas se diferencian de las sociedades animales en un aspecto importante: aun la más sencilla de las sociedades humanas conocidas está mucho más diferenciada internamente que la más complicada de las sociedades animales”. “La consecuencia de la interacción entre diferenciación y valoración en la sociedad es un sistema de estratificación social, una estructura de desigualdades regularizadas en la que los hombres son situados más arriba o más abajo, de acuerdo con el valor que se concede a sus varios papeles y actividades sociales. Puede decirse que esta estructura consta de cierto número de clases sociales, o grupos de individuos relativamente iguales”.

En psicología social se considera a las ideas predominantes como la principal causa de la acción individual. Tales ideas influirán en el resto de la sociedad, de ahí que también ese resto influirá sobre cada uno de nosotros, por lo que la estratificación social quedará vinculada a las ideas predominantes en los individuos que componen el grupo social. Kimball Young escribió: “La psicología social estudia la interacción recíproca entre las personas y los efectos que esta interacción ejerce sobre los pensamientos, sentimientos, emociones y hábitos del individuo. Como campo de investigación, la psicología social tiene sus raíces en la psicología y en la sociología, pero la historia, la ciencia política, la economía y la filosofía han contribuido mucho al estudio de la interacción humana” (De “Psicología social”-Editorial Paidós-Buenos Aires 1963).

La palabra estratificación nos da la idea de una clasificación de la sociedad en forma de capas superpuestas en sentido vertical. Anthony Giddens escribió: “La estratificación puede definirse como las desigualdades estructurales que existen entre diferentes grupos de individuos. Resulta útil ver este concepto como los estratos geológicos de las rocas sobre la superficie de la Tierra y pensar que las sociedades están compuestas por «estratos» jerarquizados, con los más favorecidos en la cima y los menos privilegiados más cerca de la base” (De “Sociología”-Alianza Editorial SA-Madrid 1999).

Como ejemplo podemos considerar las ideas que podía tener un habitante típico de la antigua Atenas. El “griego perfecto” podría responder, en una encuesta supuesta, respecto de los esclavos, la religión, la guerra y la ley, respectivamente, de la siguiente forma: “Nuestro país no podría sobrevivir sin emplear esclavos para el trabajo. La captura de los fugitivos redunda en beneficio común”. “Los griegos deben mostrar un gran respeto a los dioses y ofrecerles sacrificios. De lo contrario éstos, enojados, pueden castigar a toda la ciudad”. “Las ciudades-estado necesitan que sus habitantes las protejan en tiempos de guerra y todos los hombres jóvenes han de saber luchar”. “Si nuestros ciudadanos tienen disputas entre ellos, la ciudad se convierte inmediatamente en un blanco fácil para los enemigos. Cualquier enfrentamiento debe solucionarse ante los tribunales, donde todos los ciudadanos tienen derecho a votar y a opinar sobre el caso”.

Por otra parte, respecto de Esparta, la ciudad rival de Atenas, se dice lo siguiente: “Dolor, frío, hambre y sufrimiento son los calificativos que mejor describen la vida en Esparta. Los habitantes de este reino tienen el firme convencimiento de que las comodidades de la vida convierten al hombre en un cobarde perezoso”. “Es bien sabido que los espartanos son los mejores luchadores de Grecia. Imaginad pues la mezcla de sentimientos que me embargaba mientras me dirigía hacia este reino del sur. El lugar es bastante acogedor, pero la comida es horrible”. “Ni que decir tiene que la lucha es importante para todos los griegos. Pero, en Esparta, ¡todos están obsesionados con la guerra!” (De “El periódico de Grecia”-Ediciones B-Barcelona 2000).

Entre los valores elegidos por la mayor parte de los hombres tenemos la posesión de riqueza, el poder militar o económico y también la consecución de atributos personales. Enrique del Acebo Ibáñez y Roberto J. Brie escriben: “En todo grupo o sociedad se da un sistema de recompensas y castigos respecto de la obtención de bienes sociales, a saber: riqueza, prestigio y poder” (Del “Diccionario de Sociología”-Editorial Claridad SA-Buenos Aires 2006).

Por estas razones encontramos sociedades guerreras en las que se fomenta el militarismo, o sociedades religiosas en donde la clase social de los sacerdotes ocupa el lugar de mayor importancia. En épocas en que se valora excesivamente lo material, la clase social de mayor prestigio es la que posee mayores medios económicos. De ahí que, si más se valora a quienes más tienen, necesariamente se ha de valorar en menos a quienes poco poseen, por lo cual un gran porcentaje de gente vive una existencia poco feliz, no tanto por la carencia de bienes materiales, sino por estar incluido en la clase social inferior, o que la mayoría considera inferior. Bernard Barber escribió:

“En la Europa medieval, los papeles guerreros, gubernativos y religiosos se consideraban superiores, de suerte que aun los comerciantes más florecientes procuraban «ascender» a esos otros papeles. En China, a causa del sistema confuciano de valores, el guerrero no tenía más prestigio social que el comerciante o el artesano, y los papeles gubernativos, desempeñados por los eruditos con educación clásica de la clase acomodada, eran los más altamente valorados. Consecuentemente, en China el comerciante o el guerrero con éxito probablemente tratarían de «ascender» a la clase terrateniente desde el papel menos favorecido que ocupaban. Si no podían hacerlo ellos mismos, y en general no podían, por lo menos podían preparar a sus hijos para el papel más altamente valorado” (De “Estratificación social”-Fondo de Cultura Económica-México 1964).

Como ocurre en el caso de los individuos, una vez que se ha podido describir lo que el hombre es, debemos tratar de establecer una optimización para llegar a intuir lo que el hombre debe llegar a ser. En el caso de las sociedades, una vez que describimos lo que sucede en una sociedad libre (al menos en nuestra época actual), podemos intentar optimizarla hasta llegar a una sociedad que incluso podríamos adoptar como un objetivo a lograr. A tal sociedad podemos considerarla estratificada según el siguiente esquema:

a) Clase baja: pobreza asumida
b) Clase baja media: pobreza provisoria con el objetivo de llegar a la clase media
c) Clase media: trata de no bajar a la pobreza ni de subir a una riqueza extrema
d) Clase media alta: tiene como objetivo llegar a ser clase alta
e) Clase alta: busca superioridad económica, social, étnica o la que sea

En este caso hemos tomado como base para la descripción, no al nivel económico real y actual de un individuo sino, sobre todo, su mentalidad predominante. En todos los casos habría que agregar una componente de envidia y otra de comportamientos ilegales que pueden existir en todos los estratos sociales.

Si asociamos estos grupos sociales a las componentes afectivas de la actitud característica, encontramos a la clase baja como la consecuencia del predominio de la negligencia, tanto para trabajar como para pensar, mientras que en la clase media encontramos al individuo que, además de tener las ambiciones económicas normales (que le permiten seguridad y comodidad básicas) posee inquietudes de tipo cultural e intelectual. La clase alta, por el contrario, surge de la tendencia competitiva de quienes aspiran a estar en la cima de la sociedad, a veces a cualquier precio, por lo que se la puede asociar al egoísmo.

Por lo general, existe una tendencia a la aparición de conflictos entre los distintos estratos sociales, por lo que una sociedad sin estratos ni clases tiende a constituir cierto perfeccionamiento de la sociedad. Esta tendencia puede lograrse a través de una optimización de las ideas predominantes en la clase media, ya que la existencia de objetivos de tipo ético e intelectual lleva al individuo a sentirse un “ciudadano del mundo”. Desde el punto de vista de sus ideas, actúa como parte de la humanidad antes que sintiéndose parte de alguna clase social concreta dentro de su propia sociedad.

Si bien, al predominar ideas que contemplan valores éticos e intelectuales, no ha de cambiar el resto de las diferencias entre las distintas personas, es posible la preponderancia de esta hipotética clase única, constituida por el hombre universal, considerando ideas que actuarán como fuerzas de cohesión de mayor intensidad que todas las fuerzas de dispersión juntas. Recordemos que, lo que nos afecta, no depende tanto de las cosas mismas sino de la opinión que de esas cosas tengamos.

La personalidad de todo individuo es una mezcla de herencia genética y de influencia social, ya que ambas concurren en distintas proporciones para determinar el comportamiento característico de cada persona. Aun así, en muchos casos, el individuo está restringido por su medio social, ya que en cierta forma le impone ciertas pautas de comportamiento. Incluso, a veces puede romper esta influencia para mostrar su verdadera personalidad, algo que sucede cuando recibe algún estímulo que le permite lograr un salto social ascendente, por lo que se ha dicho: “si quieres conocer a alguien, dadle poder”.

Debido a la errónea descripción de la estratificación social por parte del marxismo, no sólo por ignorar la existencia de la clase media, sino por suponer que el nivel económico determina el comportamiento y las ideas de todo individuo, en lugar de ser las ideas las que determinan tanto el comportamiento como el nivel económico de las personas, tal ideología produjo una “estratificación social artificial” que condujo a la mayor división social posible promoviendo una serie de catástrofes sociales a lo largo y a lo ancho del mundo. Al suponer que en una sociedad libre existen sólo dos clases económicas, promueve su fusión, dando como resultado la sociedad comunista, compuesta por una clase dirigente y una clase dirigida, algo totalmente opuesto a lo que se predicaba. Mientras que las ciencias exactas producen descripciones de gran exactitud con poca influencia social, las ciencias sociales producen descripciones con elevado margen de error con una gran influencia social, tanto para bien como para mal.

jueves, 11 de octubre de 2012

Salir de la crisis

Varias de las crisis económicas que afrontan los países tienen como causa principal la pretensión generalizada de vivir más allá de sus reales posibilidades; objetivo que es promovido por políticos en la búsqueda de votos favorables en futuras elecciones. Es el caso de un grupo familiar que tiene ingresos mensuales de $ 1.000 pero pretende vivir como si tales entradas fuesen de $ 1.500, o a veces mucho más. Para evitar tal situación, el grupo familiar debería optar por la elemental búsqueda de mayores ingresos, mientras que una nación debería hacerlo buscando mayor productividad y mayores inversiones en el sector productivo.

En lugar de apuntar a mejorar la producción, algunos gobiernos recurren a una suba de impuestos, o a pedir préstamos o bien a emitir dinero a un ritmo superior al del crecimiento de la producción, lo que produce inflación. Pero una vez que un país se encaminó por la senda de los gastos excesivos (respecto de las entradas de dinero genuinas y no de lo que los políticos consideran como “salarios dignos”) aparecen los primeros síntomas de la crisis, y deben tomarse medidas para salir de ella.

La solución inmediata es la de restringir los gastos prescindibles. Esto implica, por lo general, realizar “recortes” que traen aparejados serios inconvenientes en quienes sufren reducciones salariales o bien la pérdida de su fuente de trabajo. De ahí que se opte, en muchos casos, por ir reduciendo el déficit a un ritmo bastante lento. El economista Pablo Broder menciona las dos formas principales de salida de las crisis económicas, haciendo referencia al caso argentino:

Postura 1:

Normalización de las relaciones y cumplimiento con los acreedores institucionales y privados externos
Apoyo al sistema financiero para su normalización, luego de la debacle del 2001
Atención al tema tarifario de las compañías (mayoritariamente extranjeras) prestatarias de los servicios públicos

Postura 2:

Asegurar el crecimiento sustentable de la economía
Reparar las consecuencias de los procesos de marginación y exclusión
Encarar la resolución del endeudamiento externo, dentro de marcos de sustentabilidad y posibilidad de cumplimiento, priorizando los dos supuestos anteriores
(De “Dos años en la era K”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2005)

En el primer caso se trata de cumplir con los compromisos contraídos, ajustando los gastos y tratando de pagar las deudas. Sosteniendo al sector financiero para evitar males mayores. En el segundo caso se dejan de lado los compromisos contraídos o, al menos, se los deja para ser cumplidos en un futuro lejano. Se trata, por todos los medios, de poner en marcha la economía para que la crisis sea menos “dolorosa” para la población, aunque a costa de transferir ese malestar a quienes le prestaron dinero al país con la promesa de recibir algún día su devolución.

En la analogía del caso de una familia, en el primer caso tendríamos la actitud del padre responsable que trata de cumplir con sus deudas (aunque si fuera responsable quizás no hubiese llegado a esa situación, excepto por problemas económicos motivados por causas ajenas a su ética personal). En el segundo caso tenemos al padre irresponsable que poco se preocupa por los acreedores y por su propio prestigio personal, dejando el cumplimiento de pactos “para más adelante”.

En cuanto a los organismos internacionales, como el FMI (Fondo Monetario Internacional), el citado autor escribe: “El FMI se ha convertido en el gran auditor internacional pues la ayuda de los demás organismos internacionales (BM, BID, etc.) está generalmente condicionada a su acuerdo o aprobación. No sólo los países que buscan ayuda sino también aquellos que desean lograr un mejor acceso a los mercados internacionales de capital deben seguir sus consejos económicos –en realidad, más que sugerencias son exigencias- están firmemente alineadas con las teorías del libre mercado que dominan el accionar de estas poderosas instituciones”.

“Todo gobierno que requiere la ayuda del FMI está condicionado a cumplir las políticas sugeridas, que si bien varían de país en país, pueden resumirse en tres puntos: equilibrio fiscal; liberalización comercial y financiera; privatizaciones”.

En cuanto al FMI, organismo en el cual trabajan miles de economistas de distintas naciones, se ha caracterizado por hacer sugerencias que produjeron malos resultados ya que perjudicaron a los países que siguieron sus consejos, especialmente en el caso de Rusia, luego de la caída del comunismo. Al proponer una economía libre sin una etapa previa de gradual adaptación, se produjo una severa crisis económica y social. De todas formas, los consejos en sí, como objetivos para el largo plazo, no parecen discutibles.

En el caso del equilibro fiscal, Pablo Broder escribió: “La austeridad fiscal tiene como principal objetivo la estabilización de las variables monetarias. El FMI pone mucho énfasis en la reducción de la tasa de inflación en la economía y por ende tiende a recomendar políticas restrictivas para reducir el gasto público y neutralizar los déficit fiscales”.

Esto implica que, si desde un principio se le hubiese hecho caso a tal sugerencia, no habrían aparecido las severas crisis en muchos países. En cuanto a la liberalización comercial y financiera, escribió: “En este sentido sostiene que la apertura comercial expande la renta de los países al desplazar los recursos de empleos menos productivos a más eficientes, a través de las ventajas comparativas. A su vez, la liberalización del mercado de capitales permite a los países atraer al capital extranjero y en especial a la inversión directa, al tiempo que promueve la estabilidad, al diversificar las fuentes de financiamiento”.

Respecto a las privatizaciones, escribió: “El FMI plantea (exige) que el Estado abandone aquellas actividades que puedan manejar las empresas privadas. Preconiza que es necesario privatizar las empresas públicas, para contribuir a la eficiencia de los servicios y favorecer a los consumidores”.

Puede decirse, en cuanto a las privatizaciones, que pueden hacerse bien o mal, y que no necesariamente una empresa estatal ha de ser deficitaria, como sucede en varios países. En cuanto a la inversión extranjera asociada a las privatizaciones, en el caso argentino de la década de los noventa, muchas empresas estatales pasaban a manos privadas sin que hubiese un aumento en cuanto a la cantidad de empresas operando, por lo cual no se produjeron los efectos esperados. Aunque el gran inconveniente que hubo con la economía consistió en mantener la paridad artificial del uno a uno (sin atenerse al mercado) más allá de la etapa en que se combatió la hiperinflación, produciendo un serio deterioro en la producción nacional por cuanto resultaba más barato comprar un artículo en el exterior que producirlo en el país.

En un tiempo anterior al colapso del 2001, desde el gobierno se propuso lograr como objetivo el “déficit cero”, optándose por las recetas liberales del mediano y el largo plazo en lugar de aplicar la receta keynesiana del corto plazo, que seguramente habría resultado más efectiva.

Haciendo una analogía entre religión y economía, podemos decir que, al igual de lo que ocurre con los consejos que da la Iglesia Católica, que a veces no resultan eficaces, pero que resulta perjudicial hacer todo lo contrario; así también ocurre con los consejos del FMI, ya que tampoco resulta conveniente hacer todo lo opuesto a lo sugerido. En la Argentina actual, el gasto del Estado excede a sus ingresos. Al ser financiado dicho déficit con emisión monetaria, se genera una inflación superior al 20% anual. El nivel de pobreza es mayor a ese porcentaje. Las expropiaciones y estatizaciones han ahuyentado tanto a capitales nacionales como extranjeros. La empresa Aerolíneas Argentinas, que fue nacionalizada, produce pérdidas diarias estimadas entre 1 y 2 millones de dólares. Puede decirse que el colapso del 2001 fue favorecido por el hecho de escuchar demasiado los consejos del FMI, mientras que el estancamiento de la primera década del 2000 fue favorecido por hacer todo lo contrario a lo que recomienda el FMI.

Existe la creencia generalizada que el FMI tiene como misión perjudicar a los países periféricos para beneficiar así a los poderosos. Aunque esto va contra la lógica elemental. Si un país pretende llevarse las riquezas de otro, le conviene que este último tenga muchas, en lugar de poca o ninguna. Por el contrario, cuando se producen expropiaciones en un país, los capitales huyen hacia otros que brindan una mayor seguridad y protección a la propiedad privada, favoreciendo a los países centrales y desvirtuando la teoría de la dependencia.

En cuanto al colonialismo y la dependencia, resulta oportuno observar los defectos propios antes de culpar a los demás por nuestros errores. Al desconocerlos, nunca podremos solucionarlos. Mahatma Gandhi escribió: “En un principio, los ingleses llegaron a la India por razones comerciales. Recuerde usted la Compañía Bahadur”. “En esa época no tenían el menor propósito de establecer un reino. ¿Por quienes fueron ayudados los funcionarios de la Compañía? ¿Quién fue tentado a la vista de su dinero? ¿Quién compró sus bienes? La historia demuestra que fuimos nosotros quienes hicimos todo eso. La perspectiva de hacernos ricos demasiado rápidamente nos hizo recibir con los brazos abiertos a los funcionarios de la Compañía. Les hemos ayudado”.

“Supongamos que yo tuviese el hábito del alcohol y que un comerciante viene a vendérmelo; ¿será a éste o a mí a quien debe acusarse? ¿Perderé el hábito por el hecho de acusar al comerciante? Y si arrojo a uno de ellos ¿no vendrá a ocupar otro su lugar? Quien quiera servir verdaderamente a la India, debe remontarse al origen de las cosas. Si un exceso de comida me ha producido una indigestión, no me sentiré mejor por acusar a lo que he comido. Sólo el buen médico investiga la verdadera causa de las enfermedades, y si usted quiere curar la India de su enfermedad, le será necesario hallar el verdadero origen del mal” (De “La civilización occidental y nuestra independencia”-Editorial Sur SRL-Buenos Aires 1959).

Recordemos que Mahatma Gandhi fue el político hindú que logró la independencia de la India, que por entonces (1948) tenia unos trescientos millones de habitantes. Con su método orientado al fortalecimiento ético individual (“la fuerza del amor y la verdad”) pudo liberar a su país del colonialismo británico. Este método también ha de servir para superar las diversas crisis económicas que afectan a los distintos países, ya que en toda crisis puede advertirse la presencia de un comportamiento ético inadecuado por parte de la mayor parte de los involucrados.

La religión universal

Las religiones se fundamentan en distintas visiones del mundo que surgen, por lo general, de las ideas predominantes en sus lugares de origen en las épocas de sus respectivas realizaciones. Desde el surgimiento de la ciencia experimental se ha ido modificando esa visión y de ahí la posibilidad de compatibilizar alguna de esas religiones a la nueva manera de mirar nuestro universo, o bien de establecer una religión natural enteramente compatible con los resultados de la ciencia experimental.

La ciencia nos da una imagen del universo cuyo principal atributo es el de estar regido por leyes naturales invariantes, que rigen todo lo existente, incluyendo al hombre mismo y a la sociedad. Identificando la ley natural, descripta por la ciencia, con la ley de Dios, considerada por la religión, se advierte que la ciencia lleva implícita tanto una filosofía como una religión, aun cuando no sean expresadas en forma explícita. Además, en el ámbito de la filosofía existen sistemas que se identifican con la postura de la ciencia, tal el caso del propuesto por Baruch de Spinoza. Este autor realiza su obra en el siglo XVII, época en que se afianza el método de la ciencia experimental especialmente en la obra de Galileo Galilei. Respecto de tal visión del mundo, O. Baensch escribió:

“Mediante la filosofía de Spinoza, el espíritu de la ciencia natural moderna se depura y clarifica en una grandiosa visión metafísica del mundo y de la vida”.

“La meta principal que, desde el comienzo de la Edad Moderna y de un modo cada vez más consciente, ha tratado y trata aún hoy de alcanzar la ciencia de la naturaleza, es el establecimiento de leyes generales valederas para las cosas siempre y en todas partes. La ciencia natural considera, por tanto, la realidad como una inmensa trabazón esencialmente unitaria, en donde todo se halla íntimamente ligado con todo, según reglas inteligibles. Inquebrantable necesidad rige el sucederse de los fenómenos; todas las cosas deben recorrer el ciclo de su existencia, con arreglo a leyes férreas y eternas; y estas leyes son siempre y dondequiera las mismas, como la propia naturaleza es siempre una y la misma, y la misma en todas partes es su fuerza eficiente. Así, las formas fundamentales de este modo de ver el mundo son las categorías de substancia y causalidad, categorías que se postulan mutuamente. El mundo aparece como una unidad substancial, eternamente idéntica a sí misma, cuyas cambiantes modalidades se determinan una a otra por modo rigurosamente causal. Son estas conexiones causales de carácter general, integrantes de toda sucesión concreta, las que se trata de penetrar y de formular en lenguaje matemático, hasta donde ello sea posible” (De “Los grandes pensadores” II-Editora Espasa Calpe Argentina SA-Buenos Aires 1945).

En el libro “El enigma Spinoza”, cuyo autor es el psiquiatra Irvin D. Yalom, aparecen expresiones del citado filósofo y que han sido supuestas o imaginadas. Como responden a un estudio previo de sus ideas, resulta oportuno ilustrar el pensamiento espinociano mediante algunas de tales expresiones, atribuidas al propio Spinoza: “Parece paradójico decir que los hombres son más útiles unos con otros cuando cada uno persigue su propio beneficio. Pero cuando se trata de hombres de la razón, eso es cierto. El egoísmo ilustrado conduce a la mutua utilidad. Todos tenemos en común nuestra capacidad de razonar, y un verdadero paraíso terrenal se producirá cuando nuestro compromiso para comprender a la Naturaleza, o Dios, reemplace toda otra afiliación, sea religiosa, cultural o nacional”. “Esta idea puede unir a todos los hombres, es ser diferente del otro y a la vez parte de algo”.

“Por lo tanto, para aumentar nuestra comprensión, debemos tratar de ver a este mundo «sub specie aeternitatis», desde la perspectiva de la eternidad. En otras palabras, tenemos que superar las obstrucciones a nuestro conocimiento que resultan de nuestro apego a nuestro propio yo”. “Para ver al mundo bajo una perspectiva de eternidad debo eliminar mi propia identidad, es decir, mi apego a mí mismo, y ver todo desde la perspectiva absoluta, adecuada y verdadera. Cuando puedo hacerlo, dejo de experimentar los límites entre yo y los otros. En cuanto esto ocurre, me invade una gran calma, y ningún hecho concerniente a mí, incluso mi muerte, tiene importancia. Y cuando los otros alcancen esta perspectiva, nos haremos amigos unos de los otros, querremos para los otros lo que queremos para nosotros mismos, y actuaremos con espíritu elevado. Esta experiencia bendita y gozosa es, por lo tanto, una consecuencia de una pérdida de la diferenciación más que de una conexión. Así que ya ves que hay una diferencia, la diferencia entre hombres que se amontonan en busca de tibieza y seguridad, en contraste con hombres que comparten una visión gozosa y racional de la Naturaleza o de Dios”.

“Mi objetivo no es cambiar al judaísmo. Mi objetivo de universalismo radical eliminaría todas las religiones para instituir una religión universal en la que todos los hombres tratarán de alcanzar la santidad a través del conocimiento completo de la Naturaleza”.

“Uso el término «Naturaleza» de una manera especial. No quiero decir los árboles, ni los bosques, ni las hierbas, ni el océano, ni ninguna cosa no hecha por el hombre. Cuando digo «Naturaleza» quiero decir todo lo que existe: la absoluta unidad necesaria y perfecta. Con «Naturaleza» me refiero a lo que es infinito, unificado, perfecto, racional y lógico. Es la causa inmanente de todas las cosas. Y todo lo que existe, sin excepción, funciona de acuerdo con las leyes de la Naturaleza” (De “El enigma Spinoza”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2012).

Por lo general, cuando se opina sobre religión, se advierte el agrado o el desagrado, la identificación personal o no, el interés o la indiferencia que todo individuo muestra respecto a ella. Cuando predomina una postura subjetiva, aparecen antagonismos debidos a las diversas opiniones al respecto. Sin embargo, deberíamos aceptar o rechazar toda propuesta religiosa de la misma manera en que lo hacemos respecto a una propuesta científica, es decir, teniendo presente si se adapta, o no, a la realidad, en forma independiente a nuestros gustos o preferencias personales. Incluso, en caso de dudas, deberíamos tener, o debería la sociedad otorgarnos, la posibilidad de expresar simplemente que no podemos hablar, razonar o creer en aquello que no comprendemos.

La religión universal, respecto de la cual las demás son aproximaciones a ella, es una religión objetiva que se basa en las leyes de Dios, mientras que la mayor parte de las religiones vigentes surgen de hombres que miran hacia Dios tratando de conocer sus designios, expresados por sus enviados y elegidos a través de los Libros Sagrados. De ahí que no corresponda descalificar a la religión que prioriza las leyes de Dios sobre las opiniones de quienes aducen una previa elección divina como sus intermediarios. Por lo general se critica al científico “soberbio” que trata de conocer las leyes de Dios desde la “humilde” postura del que fue elegido por el mismísimo Dios entre millones de hombres.

El que adhiere a una religión generalmente pregunta a los demás si “creen en Dios”, lo que constituye una pregunta acerca de su postura filosófica, que poco tiene que ver con la actitud ética adoptada. Por el contrario, la pregunta esencial debería ser acerca de cómo funciona el mundo real, que tiene bastante más importancia que la anterior, ya que, aun cuando todos los hombres creyéramos que el mundo funciona de una determinada forma, podría hacerlo de otra distinta. Otras preguntas serían: ¿Cómo actúan las leyes naturales sobre el hombre? ¿Son interrumpidas alguna vez por el Creador?.

Si bien existen opiniones que descartan toda finalidad al conjunto de leyes que caracterizan a todo lo existente, podemos atribuirle un sentido aparente que ha de formar parte de una descripción que pueda realizarse. Es el mismo caso de conocer las reglas de un juego, el ajedrez por ejemplo, y de atribuirle luego un objetivo aparente aun cuando nada se nos haya dicho sobre tal finalidad. De ahí que podamos considerar principios generales asociados al orden natural, como el principio de complejidad-conciencia propuesto por Pierre Teilhard de Chardin.

A medida que la materia se va enfriando, luego del momento inicial del universo y de la posterior expansión, se establece un progresivo aumento de la complejidad, que va desde la formación de partículas elementales hasta los núcleos, átomos y moléculas. Si bien no existe una definición respecto de la complejidad, al menos aceptada con generalidad, podemos asociarla a la cantidad de información necesaria para describir un ente natural o artificial. Luego, la medida de esa información viene expresada en la teoría de la información. A partir de las moléculas de mayor tamaño y complejidad, aparecen los organismos simples y la vida, comenzando a actuar la selección natural. A medida que crece la complejidad va apareciendo un mayor grado de autoconciencia. La última etapa de este proceso la constituye la vida inteligente, el último peldaño de la complejidad y de la conciencia. (Consciente: que siente, piensa, quiere y obra con conocimiento de lo que hace).

La religión objetiva surge del hombre, mientras que la religión subjetiva, se supone, surge de Dios. En el primer caso es el hombre mismo quien necesita disponer de conocimiento suficiente para adaptarse al mundo y, sobre todo, a la finalidad implícita subyacente. Por el contrario, la religión subjetiva considera que el propio Creador tiene la iniciativa de enviar sus representantes para expresar su voluntad. En la religión objetiva es el hombre mismo quien crea finalmente los códigos éticos, mientras que en el otro caso atribuye a los Libros Sagrados el carácter de “manuales de instrucción” que son enviados desde el fabricante al consumidor.

El proceso de la evolución cultural, y posterior adaptación, tiene en la religión a su medio más importante. Tal empresa ha sido dejada, por la naturaleza, a la iniciativa y responsabilidad humana. Julian Huxley escribió: “Es como si el hombre hubiese sido designado, de repente, director general de la más grande de todas las empresas, la empresa de la evolución, y designado sin preguntarle si necesitaba ese puesto, y sin aviso ni preparación de ninguna clase. Más aún: no puede rechazar ese puesto. Precíselo o no, conozca o no lo que está haciendo, el hecho es que está determinando la futura orientación de la evolución en este mundo. Este es su destino, al que no puede escapar, y cuanto más pronto se dé cuenta de ello y empiece a creer en ello, mejor para todos los interesados” (De “Nuevos odres para el vino nuevo”-Editorial Hermes-Buenos Aires 1959).

Mientras que la religión objetiva nos exige desarrollar al máximo nuestros potenciales intelectuales, la religión subjetiva nos ubica en una espera que aletarga tales potencialidades. La primera nos mueve a trabajar con los demás hombres en una gran empresa, la segunda hace que los hombres luchen y se dividan a través de discusiones que no tienen fin, sobre prioridades y legitimidades, como con respecto a aspectos incomprobables de la realidad.

jueves, 4 de octubre de 2012

Ideas innovadoras y cambio social

En el proceso de adaptación cultural del hombre a la ley natural, algunos individuos proponen ideas innovadoras buscando producir mejoras en la sociedad. Mediante “prueba y error” son aceptadas aquellas que producen un mejoramiento social mientras que son rechazadas las que tienden a empeorar las cosas. Si todo el proceso transcurriera de esa forma, seguramente la humanidad habría progresado a un ritmo mayor al logrado, aunque no todas las sociedades están predispuestas mentalmente a una mejora.

Entre los factores que impiden un sostenido mejoramiento social, debe mencionarse el temor que todo cambio ha de despertar, ya que si ha de resultar en un empeoramiento, ello se traducirá en sufrimiento humano. Además, existe cierta inercia mental en la sociedad que se opone a todo cambio, posiblemente ante el temor mencionado o bien ante la seguridad que le brinda un sistema de creencias y valores a partir del cual no se ve necesidad alguna de introducir cambios.

Existen sociedades, denominadas tradicionales o conservadoras, que mantienen similares características a lo largo de los siglos, mientras que otras, por el contrario, están más predispuestas al cambio. J. M. Bury escribió: “La inteligencia media es naturalmente perezosa y tiende a seguir la línea de menor resistencia. El mundo mental del hombre corriente se compone de creencias aceptadas sin crítica y a las cuales se aferra firmemente, siendo por instinto hostil a todo lo que trastorne el orden establecido de su mundo familiar. Una idea nueva, contradictoria respecto a las creencias que sustenta, significa la necesidad de reajustar su mente. Este proceso es laborioso, y requiere un gasto penoso de energía mental. Para él y sus iguales, que forman la vasta mayoría, las nuevas ideas y opiniones aparecerán como perversas ya que, al poner en duda creencias e instituciones establecidas, su posible aceptación supone un trabajo desagradable”.

“Un sentimiento positivo de miedo aumenta la repugnancia debida a la mera pereza mental. El instinto de conservación robustece la doctrina conservadora de que toda alteración en la estructura de la sociedad pone en peligro sus cimientos. Tan sólo en estos últimos tiempos han ido los hombres abandonando la creencia de que la felicidad de un Estado depende de la estabilidad rígida y de la conservación inalterada de sus tradiciones e instituciones. En donde quiera que este espíritu tradicional prevalece, las opiniones nuevas son consideradas tan peligrosas como molestas, y cualquiera que hace preguntas inconvenientes sobre el por qué y el para qué de principios aceptados, es considerado como un elemento pernicioso” (De “La libertad de pensamiento”-Fondo de Cultura Económica-México 1941).

El cambio social está vinculado a la libertad de pensamiento, ya que son justamente las sociedades que permiten la libre circulación y difusión de las ideas las que realizaron la mayor cantidad de aportes al desarrollo cultural de la humanidad. El citado autor escribe respecto de la Grecia antigua: “Esta libertad de espíritu no sólo fue la condición primordial de sus especulaciones en filosofía, de su progreso científico y de sus experimentos en materia política, sino un factor inexcusable de su excelencia literaria y artística. Su literatura, por ejemplo, no podría haber sido la que fue, si le hubiera estado vedada la libre crítica de la vida. Pero, aparte de lo que efectivamente hicieron los griegos y aunque no hubiesen obtenido los resultados admirables que lograron en la mayoría de los dominios de la actividad humana, su afirmación del principio de libertad los colocaría en el más alto rango entre los bienhechores de la especie, ya que fue éste uno de los mayores pasos en el progreso humano”.

Como contrapartida de los pueblos que basan su progreso en la libertad, la historia nos presenta a los que, buscando la igualdad, la sacrifican sin obtener tampoco ese objetivo. Georges Bernanos escribió: “«La libertad, ¿para qué?» es, como saben ustedes, una célebre frase de Lenin y expresa con brillo y lucidez terribles esa especie de desapego cínico hacia la libertad que ya ha corrompido a tantas conciencias. La peor amenaza para la libertad no es que nos la dejemos tomar –pues el que se la ha dejado robar siempre puede reconquistarla- sino que se desaprenda a amarla o que ya no se la comprenda” (De “La libertad, ¿Para qué?”-Librería Hachette SA-Buenos Aires 1955).

El desarrollo histórico de la humanidad, desde el punto de vista del surgimiento y aceptación de ideas innovadoras, está vinculado a la contienda entre autoridad y libertad, en la que el individuo debe aceptar lo impuesto por el peso de la tradición o bien debe adoptar la actitud que lo lleva a contemplar la realidad con sus propios medios dejando de lado a los intermediarios.

Innovación implica agregar algo nuevo sin que necesariamente aparezca un rechazo a lo previamente existente, mientras que revolución, por el contrario, implica la destrucción sistemática de todo el orden social previo; al menos este parece haber sido el sentido que el marxismo le dio a dicha palabra.

Si debemos elegir algún ejemplo de idea innovadora de gran trascendencia, podemos mencionar el surgimiento del concepto de ley natural. Carl Sagan escribió: “En el siglo VI AC, en Jonia, se desarrolló un nuevo concepto, una de las grandes ideas de la especie humana. El universo se puede conocer, afirmaban los antiguos jonios, porque presenta un orden interno: hay regularidades en la naturaleza que permiten revelar sus secretos. La naturaleza no es totalmente impredecible; hay reglas a las cuales ha de obedecer necesariamente. Este carácter ordenado y admirable del universo recibió el nombre de Cosmos” (De “Cosmos”-Editorial Planeta SA-Barcelona 1980).

Este concepto se fue introduciendo luego en la propia religión, ya que tales leyes no sólo rigen lo material, sino también a la vida, por lo que en ese ámbito se produce la secuencia histórica siguiente:

1- Politeísmo: se supone un mundo regido por dioses especializados que dirigen las distintas fuerzas de la naturaleza.
2- Monoteísmo: se supone un mundo regido por la voluntad de un solo Dios.
3- Deísmo o religión natural: se supone un mundo regido por leyes naturales invariantes a las cuales nos debemos adaptar.

Esta última etapa, iniciada hace más de tres siglos, todavía no ha logrado una vigencia plena. En caso de lograrse, constituirá un hecho trascendental por cuanto implicará la unificación de todas las religiones por cuanto existe una sola ley natural. Por el contrario, cuando se trata de la religión monoteísta, surgen diversos enviados de Dios que difunden mensajes distintos, y que sólo se podrá dirimir a favor de uno de ellos contemplando justamente su compatibilidad con la ley natural. Además, el avance del conocimiento científico, al acercarse a la descripción adecuada de una ética natural objetiva, se aproxima también a una religión natural aunque sus objetivos sean puramente cognitivos.

Una de las figuras importantes en el surgimiento de la religión natural fue el filósofo Baruch de Spinoza (siglo XVII). Su interpretación de la religión y sus ideas innovadoras tienen como efecto inmediato su expulsión de la comunidad judía. Indirectamente se lo obliga a ser uno de los primeros adherentes a la religión universal única.

La innovación tecnológica se produce a partir de la necesidad y surge también del avance científico. En el caso de la innovación social, se produce esencialmente por la primera de estas causas. En todos los casos debe contemplarse la existencia de leyes naturales que rigen a todo individuo; leyes de la psicología, principalmente, o bien aquellas que rigen a la sociedad y que son estudiadas por la economía, la psicología social, la sociología y otras.

La innovación propuesta sin contemplar tales leyes, o bien admitiendo leyes erróneas (que no se ajustan a la realidad), producen por lo general un retroceso en la tendencia natural del hombre a lograr mayores niveles de adaptación. Uno de esos retrocesos se debe a la religión, que generalmente se basa en la interpretación literal de los Libros Sagrados. En vez de buscar las leyes naturales subyacentes a toda simbología, se considera a la propia simbología como la realidad profunda e inaccesible a la razón del hombre normal. Se exige posteriormente que esta simbología sea tomada como referencia para valorar todo conocimiento o toda propuesta innovadora. Luego de la Edad Media, en la cual predomina este tipo de creencia, se llega al Renacimiento que consiste, esencialmente, en un cambio de referencia ya que se va dejando de lado lo subjetivo para apoyarse en el conocimiento objetivo.

Pero este error de la lejana Edad Media vuelve a manifestarse en épocas recientes, cuando la referencia esta vez son las ideologías totalitarias que poco tienen que ver con el conocimiento científico. El caso más representativo fue el de Trofim D. Lyssenko quien propone una “genética marxista”, compatible con el materialismo dialéctico, y opuesta a la “genética burguesa”, compatible con una verificación experimental. José Vergara escribió: “El 7 de Agosto de 1948, la Academia de Ciencias Agrícolas de la URSS había anunciado el nacimiento de una ciencia nueva: una biología contraria a la genética, «enemiga de ésta e irreconciliable con ella». Era el triunfo absoluto de su promotor, el agrónomo Trofim D. Lyssenko, que cuatro años más tarde entraba en desgracia y, tras varias alternativas, se veía forzado a pedir el retiro en 1965, por causa de los repetidos fracasos de la agricultura rusa, al caer Kruschev del poder”.

Debe notarse que los adherentes al totalitarismo, cuando proponen innovaciones desconociendo la realidad, entre las primeras decisiones que toman es la prohibición de la libertad de expresión y la libertad de pensamiento. El citado autor agrega: “La gran figura rusa de la genética, N. I. Vavilov, había sido detenido en 1940 –otros genetistas lo habían sido antes y moría poco después de la deportación-. Lyssenko atacaba el carácter «idealista», «burgués» de la genética, por pretender ésta la «fatalidad» de los fenómenos hereditarios” (Del prefacio de “Camino de servidumbre”-Friedrich Hayek-Alianza Editorial SA-Madrid 2000).

La libertad de pensamiento y de acción debe ir siempre unida a la responsabilidad correspondiente, siendo la libertad personal un derecho básico mientras que la responsabilidad para darle un buen uso implica el deber correspondiente. Cuando no sucede así, la libertad pierde vigencia y da lugar a una recaída social en la que se vuelve a épocas pasadas. Esto es lo que sucede cuando, luego de la plena vigencia de la libertad no asociada a la responsabilidad, le sigue una etapa totalitaria.