martes, 11 de septiembre de 2012

La propaganda y la política

Las estrategias utilizadas por los movimientos políticos de tipo totalitario provienen esencialmente de la actitud del líder respectivo, por lo cual no es posible encontrar algo similar a un “manual del totalitario” que indique la secuencia exacta de los pasos a seguir hasta llegar al poder absoluto. Sin embargo, existirán algunas coincidencias importantes que permitirán establecer cierta generalización. Una de ellas es que, mientras que en los sistemas democráticos el gobernante se dirige al ciudadano como individuo pensante, en los sistemas totalitarios el líder se dirige al hombre masa, de quien espera adhesión y obediencia.

El lema del político totalitario podría estar constituido por la expresión de Maquiavelo en la que sostiene que “es mejor ser temido que ser amado”, ya que se busca básicamente inspirar temor para reclamar obediencia. El temor del súbdito vendrá asociado a la posibilidad de recibir un castigo, ya sea moral o material, como venganza posterior a la deserción, a la oposición o a la simple desobediencia. Previamente habrá utilizado todos los medios posibles para difundir sus proclamas y su ideología, siendo prioritarias la propaganda y la mentira. Una vez instalado en el poder, empleará los propios recursos del Estado, tales como los medios masivos de difusión y la educación, para afianzar su poder y su permanencia en él.

Mientras que en los sistemas democráticos se utiliza la fuerza del Estado para encauzar al delincuente, en los sistemas totalitarios se utiliza ese poder para ser aplicado al ciudadano común. Alex Inkeles escribió: “Todas las sociedades se apoyan hasta cierto punto en la coerción y la persuasión. Pero por coerción nosotros entendemos ordinariamente el ejercicio de la fuerza de autoridades constituidas contra los individuos que violan la ley, y por persuasión el esfuerzo para convencer a los individuos, mediante contacto personal, con el objeto de que procedan de acuerdo con los valores sociales. En contraste, Lenin utilizaba la coerción en el sentido de la aplicación de la fuerza contra segmentos enteros o clases de la población, incluyendo a la misma clase trabajadora en la que se apoyaba el régimen. Y por persuasión se entendía campañas concertadas y organizadas sistemáticamente para cambiar la actitud e influencia de las acciones de los grandes grupos sociales”. “Lenin declaró una vez que el régimen soviético se sostenía en un equilibrio de coerción y persuasión. Esta fórmula de Lenin, repetida en varias formas por los líderes soviéticos, es la llave maestra para la comprensión de la sociedad soviética” (De “La opinión pública en Rusia”-Editorial Difusión-Buenos Aires 1952).

En los sistemas democráticos, resulta esencial la libertad de prensa y de expresión, de manera que exista cierta neutralidad en cuanto a la influencia que esa información pueda tener en cada uno de los integrantes de la sociedad. Ello no ocurre en los sistemas totalitarios por cuanto lo que se busca es la modificación de actitudes personales para que actúen en la forma deseada por el líder político a cargo de la dirección del Estado. El autor citado escribe:

“En la Unión Soviética el libre flujo de la información pública es agudamente restringido, y un individuo cualquiera puede ejercer influencia personal que vaya contra la corriente principal de la política del gobierno únicamente en secreto, y, con frecuencia, a riesgo de perder la libertad personal. Todo el promedio de comunicaciones, incluyendo el contacto personal y las pequeñas reuniones, son parte de un monopolio político controlado con precisión, respaldado por la fuerza del Estado y de la ley, engranado directamente con los más amplios propósitos políticos y orientado en cierta dirección específicamente determinada, que dicta, en forma y contenido, una uniformidad de elevado nivel. Las potencialidades de la comunicación con las masas para ejercer influencia en las actitudes y acciones humanas en la Unión Soviética, son así sumamente magnificadas”.

“La mayoría de los marxistas anteriores a Lenin se inclinaban a identificar el partido y las masas como una unidad. Es una característica significativa del pensamiento leninista que ambos se traten como una dicotomía (método de clasificación en que las divisiones y subdivisiones sólo tienen dos partes). Esto condujo a Lenin a una interpretación del papel que juegan las masas en el proceso revolucionario que era marcadamente diferente a la de otros marxistas en Rusia y en la Europa occidental”.

“Stalin definió la obra de los lideres como la «habilidad de convencer a las masas de que la política del partido es la correcta y la habilidad de actuar mediante slogans –frases hechas- que atraigan a las masas cada vez más cerca de los puntos de vista del partido»”.

Aunque el Imperio Soviético nos parece lejano en el tiempo, recordemos que todavía sobrevive a pequeña escala en la Cuba de los Castro. Además, el actual (2012) presidente de Venezuela parece tener como objetivo establecer en su país un sistema político y económico similar al vigente en Cuba (si la población y la economía se lo permiten). Otros presidentes sudamericanos (de Ecuador, Bolivia y Argentina), por su parte, tienden a emular al de Venezuela. Así, los largos discursos de Hugo Chávez han sido inspirados por una práctica ya utilizada por Fidel Castro, mientras que en la Argentina se aprecia una tendencia similar. Todos estos gobiernos, además, están enfrentados con los medios de información independientes, a los cuales se los considera como opositores, y enemigos, al resistirse a la coerción a la que se ven sometidos.

Recordemos que también la lucha contra la prensa fue una táctica empleada por Juan D. Perón, quien goza de la mayor popularidad entre la población. De ahí que el totalitarismo no sea algo ajeno a la idiosincrasia nacional. Los resultados de las últimas elecciones parecen confirmar que gran parte de la sociedad aspira a un tipo de régimen político que nunca ha dado buenos resultados.

Otro de los peligros que acarrea el totalitarismo es que se establece un “imperialismo local” ya que los seguidores del líder tienden a dominar al sector opositor, e incluso a “heredar” lo que a ese sector le confisca el Estado. Walter Theimer escribió: “Quien conozca el ansia de mandar, de demostrar su poder, de los funcionarios, comisarios de manzana, «activistas», etc., se dará cuenta de que los dictadores dieron justamente en el clavo. En principio, conocían bien los aspectos oscuros de la naturaleza humana”.

El citado autor agrega: “Ya Thomas Hobbes daba una especie de anticipo formal de la dictadura totalitaria –la forma moderna del absolutismo- cuando preconizaba al «gran Leviathan», al «Dios mortal» que debía dominar sobre todo y sobre todos. Sin embargo, en la misión de este ser extraordinario, no estaba incluida la extinción del individuo: por el contrario, su dominación absoluta debía garantizar paradójicamente una forma de vida individualista. Tanto en éste como en otros puntos se distingue el antiguo absolutismo monárquico del totalitarismo moderno: frente a la tiranía totalitaria, parece aquél notoriamente liberal”.

“Desde el momento en que partía de una base cristiana, el antiguo absolutismo se fundaba igualmente en una concepción del mundo de tipo personalista: reservaba así a los particulares una esfera privada, en la cual estaba incluido en ocasiones un grado de libertad espiritual relativamente muy elevado. Había unos límites cuantitativos y cualitativos para la persecución de un hombre a causa de sus opiniones, y, por otra parte, también el monarca estaba sometido a una ley moral”.

“La cosa sucede de modo muy distinto en las dictaduras totalitarias, cuyos principios y métodos importan el aniquilamiento de la persona individual. Un antiindividualismo extremo es la base de todos los sistemas de esta clase, que, a ejemplo de Hobbes, ponen buen cuidado en que no se introduzca ninguna bomba individualista en la máquina de su Estado absoluto. Sólo hay entidades colectivas, abstracciones: no existe el ser individual, y por consiguiente no tiene derecho alguno. El conductor, el jefe, que –según manifestación propia- encarna lo colectivo, lo abstracto, es en principio la única «persona» admisible. El hombre ya no es un fin en sí mismo, como quería Kant, sino sólo el medio para otros fines, y además sólo para fines estatales, puesto que la esfera privada está suprimida: continuamente dirigido, continuamente vigilado, carece, no ya de intimidad, sino incluso de voluntad” (De “Historia de las Ideas Políticas”-Ediciones Ariel SL-Barcelona 1960).

Es de destacar que el adherente totalitario califica, a su vez, a toda difusión del conocimiento como una propaganda que lleva la finalidad, no de brindar beneficios al individuo, sino la de buscar un cambio de actitud en vista a cierta dominación mental posterior. Al respecto podemos decir que, cuando uno difunde una verdad, no busca dominar mentalmente a los demás, mientras que sí lo hace cuando difunde una mentira. Como es posible hablar de una verdad objetiva para todo, aunque generalmente no la conocemos bien, en principio es posible encontrar una diferencia notable entre educación y “lavado de cerebro”. Alex Inkeles escribió: “La posición básica bolchevique en cuanto a propaganda y agitación se deriva de la definición clásica de Plekhanov, que estableció: «Un propagandista presenta muchas ideas a una o más personas; un agitador presenta solamente una o muy pocas ideas, pero las presenta a las masas del pueblo»”.

Desde épocas pasadas, el marxismo afirma que, mientras que las ideologías dominantes en las democracias se fundamentan en la religión, el totalitarismo marxista se basa en la ciencia. Por el contrario, en la actualidad podemos afirmar que la ética cristiana resulta compatible con la psicología social y la neurociencia, mientras que el marxismo no presenta un carácter científico, sino que es una filosofía con muy poca compatibilidad con el método y los resultados de la ciencia experimental. El citado autor agrega:

“Los escritores soviéticos tienden a emplear estas expresiones de una manera tan restringida como cuidadosa. Se refieren a la propaganda y agitación burguesa y a la propaganda y agitación comunista. La propaganda religiosa, por ejemplo, es definida como uno de los aspectos más importantes de la actividad política de las clases gobernantes, llevada a efecto mediante las iglesias, las misiones, la educación pública y las instituciones religiosas como medio de subyugación espiritual de las masas”.

En la actualidad, es notable la reiterada difusión, por parte del gobierno argentino, de información pública que resulta verdadera parcialmente, o incluso se trata de simples mentiras. Aunque las mentiras, repetidas varias veces, hacen dudar hasta al opositor más incrédulo. Esta forma de tergiversar la realidad no podría encuadrarse como propaganda o como agitación, sino que es una mezcla de ambas. Podemos hacer un breve listado a manera de ejemplo:

1- Tergiversación de los índices económicos: el caso más notable es el del índice de inflación mensual que resulta bastante menor al obtenido por encuestadores independientes y al observado en forma directa por el consumidor. Incluso se ha llegado a afirmar que una persona puede alimentarse satisfactoriamente con $ 6 diarios mientras que un kilogramo de pan cuesta unos $ 10.

2- Desde altos organismos oficiales se han emitido expresiones tales como: “La emisión monetaria no produce inflación”. “A mayor inflación menor pobreza y mayor crecimiento”. “La inflación perjudica mayormente a los sectores de mayor nivel económico”, etc. Puede decirse que tales expresiones contradicen totalmente a lo que aparece en cualquier libro de economía.

3- Se afirma que el crecimiento económico depende del crecimiento del PBI sin tener presente si ese crecimiento se debió a un incremento artificial de la demanda o bien se debió a un efectivo incremento del capital productivo invertido per capita; siendo este último el criterio que se adopta para considerar al verdadero crecimiento económico. Además, el gobierno incluye a la construcción de viviendas como capital de inversión, siendo que, una vez finalizada una obra, no resulta ser un factor de la producción para la realización de otras viviendas.

4- En cuanto a los emprendimientos públicos, se han observado múltiples “inauguraciones” para una misma obra, lo que abre sospechas respecto de la veracidad de todo lo anunciado. M. López Masía y C. Solís escriben: “Durante la primera etapa del kirchnerismo –la gestión de Néstor- no había día que no se anunciara una obra pública. El periodismo y la oposición tardaron bastante en darse cuenta de que muchas de esas presentaciones rimbombantes formaban parte de un proceso que confundía a todos: la misma carretera, por ejemplo, se anunciaba media docena de veces” (De “Mentiras”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2009). También se recuerda la “inauguración” de una central nuclear con una anticipación de unos dos años respecto de su efectiva puesta en marcha.

5- Otro caso similar es el de la pérdida del autoabastecimiento energético del país ante la escasa o nula intervención del Estado en el control de las empresas petroleras. Sin embargo, luego de tan grosero error, con la estatización de YPF, se quiso mostrar al público el “éxito del gobierno en el plano energético”. Se fomentó el consumo y el derroche de combustibles subsidiando sus precios, que resultaron bastante inferiores a los valores de costo, por lo que simultáneamente se dejó de hacer inversiones en el sector.

6- En cuanto a la deuda externa, se quiso hacer creer a la población que el pago al FMI, que involucraba un pequeño porcentaje de la deuda total, solucionaba casi totalmente el problema de la deuda. En el libro mencionado se lee: “El ex diputado nacional Mario Cafiero, uno de los políticos argentinos que más ha estudiado la problemática de nuestra deuda externa, señaló que «los Kirchner administraron estas obligaciones pateando para adelante los compromisos. El tiempo pasa y los intereses no dejan de correr, mucha gente se sorprende que ahora tengamos una deuda más grande que la del 2001»”. La calificación internacional del “riesgo país” y el nivel de los intereses cobrados por los bancos internacionales ante posibles préstamos, dan una idea de la real situación. Incluso se afirma que en la actualidad estaríamos en una situación similar, o peor, en ese aspecto, a la de España. Es decir, España, a pesar de su severa crisis, estaría en un nivel de confianza superior a la Argentina en cuanto a la recepción de posibles préstamos.

7- Se anuncia, como gran éxito, que se ha producido un balance positivo en el caso del comercio exterior, pero no se dice que no fue por un gran aumento de las exportaciones, sino por la prohibición de numerosas importaciones.

8- Al prohibirse la salida de dólares, tampoco se favorece la entrada de capitales del exterior, justamente por esa imposibilidad, aunque la población ya ha sido advertida que se trata, en casi todos los casos, de “capitales de especulación”.

Podría seguirse el listado con la conclusión de que existe un sector importante de la población que cree totalmente en la versión oficial de la realidad, que resulta “más atractiva” que la “horrible versión” mostrada por los sectores considerados opositores. De ahí que, seguramente, seguirá apoyando con su voto a quienes le dan esperanza para el futuro y seguridad de que “vamos por el buen camino”.

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