domingo, 30 de septiembre de 2012

El periodismo político

De todo periodista se espera el cumplimiento del requisito básico de informar con veracidad, objetividad e imparcialidad, dejando de lado sus propias inclinaciones, mientras que el medio de difusión en donde desarrolla su actividad debe garantizarle libertad e independencia de pensamiento; expectativas que a veces no se cumplen. Además, el hecho de ser verídico, objetivo e imparcial, no debe implicar ocultar sus opiniones personales tales como las conclusiones e interpretaciones de los acontecimientos relatados. Félix Luna escribió:

“El periodismo político de buen nivel comienza con posterioridad a Caseros. De entonces son los cuatro diarios que hacen escuela en Buenos Aires y en todo el país”. “Aclaremos: en realidad todos eran diarios políticos. El aspecto informativo era secundario. Total, las noticias importantes se sabían de uno u otro modo. Lo esencial era el comentario que se formulaba sobre hechos y personajes. Por eso, quien recorre esas viejas colecciones se sorprende al ver que casi no hay noticias concretas (nos referimos a las que hoy ocuparían la primera plana de cualquier cotidiano) y en cambio abundan las interpretaciones y polémicas acerca de hechos que no se han precisado con anterioridad”.

“A treinta años de la presidencia de Sarmiento, otro presidente decía: «Nuestros grandes diarios criollos, La Nación, La Prensa, El Diario, que se odian entre sí, se juntan siempre para demoler y ultrajar. Esta nuestra prensa –afirma Roca- cree que no se puede existir sin atacar toda iniciativa de gobierno, por buena que sea…»” (De “Conflictos y armonías”-Editorial Planeta Argentina SAIC-Buenos Aires 1993).

Un periodista ha de ser, necesariamente, un formador de la opinión pública, aunque es distinto formarla con la verdad a deformarla con la mentira. Así como al político se le exige decir la verdad, al periodista se le debe exigir otro tanto. Y ello principalmente porque, como han dicho algunos pensadores, lo que influye en cada uno de nosotros no son los hechos concretos sino la opinión que de ellos nos formamos. Walter Lippmann escribió: “Aceptamos que la acción de cada hombre no se basa en un conocimiento directo y certero, sino en las representaciones que ese mismo hombre se ha hecho o en las que le han sido dadas” (De “La opinión pública”-Compañía General Fabril Editora SA-Buenos Aires 1964).

Supongamos que un periodista, tratando de mantener cierta neutralidad informativa, se limita a decir que tal gobernante genera, respecto de alguna decisión o alguna expresión, opiniones adversas en algunos casos y favorables en otros, pero sin “jugarse” y sin emitir una opinión propia. Luego, es posible que sus lectores, oyentes o televidentes mostrarán cierta disconformidad.

Imaginemos que vivimos en la Argentina del siglo XIX, bajo la presidencia de don Juan Manuel de Rosas, y que leamos algunos artículos firmados por periodistas argentinos en el exilio, como Sarmiento y Alberdi. Si bien, como lectores, esperamos y exigimos que se nos diga siempre la verdad, también esperamos que tales periodistas, en el nombre de ciertos principios éticos y del futuro de la patria, emitan sus críticas cuando tales principios o ideales no son respetados por el gobernante.

Tanto Sarmiento como Alberdi vislumbran un país futuro, el que debería seguir luego de la caída del tirano. En ese sentido eran “formadores de la opinión pública”, pero teniendo como objetivo el mejoramiento del orden político, económico y social. A pesar de que estaban unidos en su lucha contra Rosas (o a favor de la Nación) surge un antagonismo personal que conduce a una áspera disputa periodística entre ambos.

En el caso mencionado se hace evidente que es imprescindible disponer de libertad de prensa para dar lugar a las diversas opiniones para que se establezca una especie de “mercado libre de la información”, donde todo ciudadano pueda optar por el medio periodístico que le resulte de mayor confianza e interés. Nelson Castro escribió: “La historia supo unir a Domingo Faustino Sarmiento y a Juan Bautista Alberdi. Y lo hizo en un terreno que, podría decirse con seguridad y sin temor al error, era para ambos totalmente ajeno a sus actividades y a sus inquietudes: crease o no, Sarmiento y Alberdi, dos intelectuales y emblemáticos de la política argentina del siglo XIX, formaron parte de la campaña del Ejército Grande que, comandado por Justo José de Urquiza, derrotó a Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852” (De “Rivales”-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2011).

El antagonismo entre ambos personajes surge, entre otros aspectos, porque, para uno la educación era lo prioritario, mientras que para el otro lo era el establecimiento de una Constitución Nacional. Sarmiento escribe: “¿Ėsas son vuestras Bases de Constitución? ¿Ėsa la palanca de organización y progreso? ¡Para manejar la barreta se necesita aprender a leer, abogado Alberdi! En Copiapó se paga 14 pesos al barretero rudo, palanca de demoler ciegamente la materia; y 50 pesos al barretero inglés que, merced de saber leer, se le encomiendan las cortadas, socavones y todo trabajo que requiera el uso de la inteligencia, ¡Para manejar el arado se necesita saber leer, periodista y abogado!” (De “Las ciento y una”).

En la actualidad se propone, desde el oficialismo, un “periodismo militante”, es decir, un periodismo que no tenga como objetivo formar la opinión pública en base a la verdad sino en base al interés del partido gobernante. En la analogía mencionada, vendría a ser el caso de periodistas que estuviesen dispuestos a interpretar la realidad de tal manera que siempre sus opiniones resultaran favorables a Rosas. Además, y asociado a esa clase de periodismo (si así se le puede denominar), se ha establecido una ley de medios de difusión que tiende a suprimir los monopolios privados, pero para establecer un monopolio estatal. De esa manera, se trata de lograr un sistema de “desinformación pública” partidaria que muestre una realidad bastante distinta de la que por lo general resulta. Julio Bárbaro, ex interventor del Comfer (Comité Federal de Radiodifusión, actualmente Afsca), manifestó en una entrevista televisiva de TN: “Hay un retroceso en la libertad de la prensa. La Ley está hecha contra Clarín. No tiene que ver con la libertad de medios, ni con nada. Tengo tristeza porque veo una sociedad cada vez más fracturada”.

Como justificación y legitimación de tal decisión se aduce que los medios privados y monopólicos utilizan tales medios para dominar mentalmente a la sociedad a favor de sus intereses económicos, u otros fines egoístas o perversos. Suponiendo que en realidad fuese así, el hecho de que, desde el Estado, se trate de hacer exactamente lo mismo, pero tratando de imponer una visión distorsionada de la realidad en el sentido opuesto, se estaría combatiendo un error con otro error.

Volvemos a un caso similar a lo que ocurre con la economía; mientras se critica al sistema capitalista, o economía de mercado, porque permite una excesiva concentración de poder económico, se trata de solucionar el problema a través de una concentración mucho mayor aún mediante la confiscación masiva de los medios de producción. Luego, si se considera como malo al monopolio privado, por ser manejado por “mala gente”, se estima que el monopolio estatal ha de ser bueno porque será manejado por “buena gente” (los políticos de izquierda). Debemos tener presente un hecho básico: que la verdad es lo opuesto a la mentira, en lugar de serlo una “mentira opuesta”, y que la cooperación es lo opuesto a la confrontación, en lugar de serlo una confrontación distinta a la anterior.

El totalitarismo (todo en el Estado) tiende a suprimir toda iniciativa individual, mientras que en el caso del periodismo, al tender a suprimir toda disidencia, restringe la libertad de expresión logrando luego el totalitarismo político. Si un partido opositor no dispone de ningún medio periodístico favorable, es posible que tienda a desaparecer; al menos ésas son las consecuencias que siguen luego de que se logre establecer el monopolio estatal de los medios masivos de información.

Un caso notable es el de Radio Colonia, del Uruguay. Debido a su cercanía con la Argentina, en algunas épocas, y debido a la censura del Estado a las emisoras locales, el público argentino se informaba de la situación de su propio país a través de dicha radio uruguaya. Pareciera que el futuro le ha de seguir dando un lugar preferencial. Julio Bárbaro agrega: “Crónica TV, Radio 10 y C5N pasaron a manos del gobierno. La Ley viene de la mano de las cooperativas y los pueblos originarios, pero busca otra cosa. Si cayera TN y el Trece, vamos a terminar siendo Radio Colonia”.

El pensamiento de quienes pretenden suprimir tanto el mercado económico, como el político y el de la información, parten de la base de que constituyen un sector de iluminados que se arrogan el derecho de decidir por toda la población, que a su vez constituiría un sector incapaz de elegir lo que más le conviene. Es una actitud similar al de quienes justificaban el colonialismo europeo en muchas partes del mundo aduciendo que lo hacían “en beneficio de los pueblos colonizados”. Los políticos totalitarios pretenden establecer un autocolonialismo en su propio país pretendiendo que el sector de iluminados decida en todos los casos, y por todos. J. M. Bury escribió:

“Quienes tienen la responsabilidad de gobernar una sociedad pueden argüir que les incumbe tanto prohibir la circulación de opiniones perniciosas como el evitar cualquier acción antisocial. Pueden sostener que un hombre hace más daño propagando doctrinas antisociales, que robando el caballo del vecino, o enamorando a la esposa de su prójimo. Les compete cuidar bien del Estado, y, si están convencidos de que una opinión es peligrosa porque amenaza los postulados políticos, religiosos o morales sobre los que la sociedad se basa, deben proteger a la sociedad contra ella, como contra cualquier otro peligro”.

“La verdadera respuesta a semejante argumentación dirigida a limitar la libertad de pensamiento aparecerá más tarde. No fue una cosa tan obvia el logro de esa libertad. Se necesitó mucho tiempo para llegar al convencimiento de que restringir la libertad de opinión suponía un error, y aun hoy sólo una parte del mundo acepta esta conclusión que es, a mi juicio, la más importante a que nunca ha llegado el hombre luego de una lucha constante entre autoridad y razón”.

“Si la historia de la civilización tiene alguna lección que enseñarnos, es ésta: hay una condición suprema del progreso intelectual y moral que está por completo dentro del poder del hombre el poder asegurar, y ésta es la libertad de pensamiento y discusión. El establecimiento de dicha libertad puede ser considerado el logro más valioso de la civilización moderna, debiendo considerarse como una condición fundamental del progreso social. Las consideraciones de utilidad permanente sobre las que descansa, deben pesar más que cualquier cálculo de la conveniencia actual que, en cualquier momento, pueda pensarse que exige su violación” (De “La libertad de pensamiento”-Fondo de Cultura Económica-México 1941).

Por lo general, quienes tratan de dominar mentalmente a una sociedad, primeramente se han sometido a los caprichos de un líder, a quien adulan, y que piensa por ellos indicándoles lo que deben decir e incluso a quiénes deben odiar.

jueves, 27 de septiembre de 2012

La reelección presidencial

Respecto de la posibilidad de una reelección presidencial indefinida y de su legitimidad constitucional, han surgido diversas opiniones. Los optimistas sostienen que si un gobierno es bueno, debería poder seguir gobernando en forma indefinida. Los pesimistas, junto a los realistas, sostienen que esa posibilidad desvirtúa totalmente el sentido de una democracia auténtica por la simple razón de que, una vez a cargo del Estado, el gobernante de turno tiene la posibilidad de “ir preparando el terreno” para adquirir cada vez mayor poder.

En cuanto a la postura optimista, podemos mencionar los argumentos que frecuentemente se proponen como justificación. Alexis de Tocqueville escribió: “Impedir que el jefe del poder ejecutivo pueda ser reelegido parece, a primera vista, contrario a la razón. Es sabida la influencia que las dotes o el carácter de un solo hombre ejercen sobre el destino de todo un pueblo, tanto más en circunstancias difíciles y en épocas de crisis. Unas leyes que prohibieran a los ciudadanos elegir a un primer magistrado les privarían del mejor medio de hacer prosperar al Estado o de salvarle. Además, se podría llegar así al extravagante resultado de que un hombre fuera excluido del gobierno precisamente en el momento en que se acabara de probar que era capaz de gobernar bien”.

Respecto del desempeño de las actuales autoridades nacionales, en la Argentina, que justificaría una reforma constitucional en la que se incluyera la posibilidad de una reelección indefinida, podemos mencionarlo en forma sintética:

a) Se favoreció al consumo antes que a la inversión, por lo que el verdadero crecimiento económico es bastante menor del que generalmente se considera.
b) Se perdió el autoabastecimiento energético, por lo cual se debe importar gran cantidad de combustibles a precios bastante elevados.
c) Mientras la población mundial reclama y necesita alimentos, se destruyó una importante industria alimenticia como es la ganadera.
d) El nivel de pobreza, según mediciones confiables, alcanza a cerca del 22 % de la población.
e) En los últimos cinco años se retiraron del circuito productivo, y posiblemente fuera del país, unos 80.000 millones de dólares por temor a nuevas expropiaciones por parte del Estado.
f) Se ha acentuado el proceso inflacionario con una tasa mayor al 20 % anual. Los gastos del Estado se financian en parte con una emisión monetaria excesiva.
g) La inseguridad urbana ha alcanzado niveles preocupantes. Debe considerarse que un juez, luego de excarcelar a un peligroso delincuente, no podrá ser destituido ya que actúa dentro del marco legal establecido por el poder político, siendo éste el principal responsable por la situación.
h) Se promueve la división de la sociedad argentina en dos partes bien diferenciadas.
i) Debido a los controles ejercidos por organismos estatales, como respuesta a quien manifieste ser opositor al gobierno, ha surgido un temor generalizado ante la persecución política.
j) Se ha acentuado la creación de puestos de trabajo estatales, e improductivos, para encubrir la real desocupación.
k) Se ha favorecido cierta exclusión social, respecto a un trabajo digno, que perjudica a muchos que no trabajan y que viven a expensas del sector productivo. Se supone, sin embargo, que se los “ha incluido” en la sociedad.
l) El deterioro educativo ha aumentado severamente aunque el interés del gobierno recae en el adoctrinamiento político partidario, incluso al nivel de la escuela primaria.
m) Se trata de tener bajo la tutela del gobierno a la totalidad de los medios masivos de información, ya que se combate arduamente a los medios independientes.
n) Cuando se realiza una denuncia contra algún funcionario del gobierno, siempre sale “sorteado” el mismo juez (que siempre absuelve al acusado).

Esta breve síntesis confirma la postura de quienes se oponen a la reelección presidencial, por lo cual, el motivo de la reelección no contemplaría un posible beneficio para la sociedad y para la nación, sino que simplemente se trataría de una estrategia en favor del mantenimiento en el gobierno de los funcionarios actuales. Para ellos, la integridad de la nación es bastante menos importante que la realización de sus ambiciones de poder motivadas por cuestiones estrictamente personales o sectoriales. Alexis de Tocqueville agrega: “La intriga y la corrupción son vicios naturales de los gobiernos electivos. Pero cuando el jefe del Estado puede ser reelegido, estos vicios se extienden indefinidamente y comprometen la existencia misma del país. Cuando un simple candidato pretende medrar mediante la intriga, tiene un espacio limitado para sus maniobras. Pero si es el jefe del Estado el que entra en liza, emplea en provecho propio la fuerza del gobierno”.

“En el primer caso, se trata solo de un hombre con débiles medios; en el segundo, es el Estado mismo, con sus inmensos recursos, el que intriga y corrompe”.

“El ciudadano corriente que emplea maniobras culpables para llegar al poder sólo de manera indirecta puede perjudicar a la prosperidad pública; pero si el representante del poder ejecutivo desciende a la lid, los intereses del gobierno se convierten para él en algo secundario; lo principal es su elección. Las negociaciones, como las leyes, no son para él sino combinaciones electorales; los puestos se convierten en otras tantas recompensas por servicios prestados, no a la nación, sino a su jefe. Aunque haya casos en que la acción del gobierno no sea contraria al interés del país, tampoco sirve ya a éste, a pesar de que debe ser su único fin” (De “La democracia en América”-Tomo I-Fundación Iberdrola-Madrid 2006).

Las leyes electorales establecidas en la Constitución deben contemplar la vigencia de cierto “factor de seguridad”, de manera tal de salvaguardar a la nación de los efectos de los peores casos posibles, es decir, de aquellos gobernantes que no tengan escrúpulos en la búsqueda del poder absoluto e ilimitado, tanto en el espacio como en el tiempo. Alexis de Tocqueville prosigue su análisis: “Así, pues, el principio de reelección hace más extensa y peligrosa la influencia corruptora de los gobiernos electivos. Tiende a degradar la moral política del pueblo y a reemplazar al patriotismo por la habilidad”.

“Cada gobierno lleva en sí un vicio natural que parece inherente al principio mismo de su vida; el genio del legislador consiste en discernirlo bien. Un Estado puede triunfar de muchas leyes malas, y a menudo se exagera el mal que éstas causan. Pero toda ley cuyo efecto es el de desarrollar ese germen de muerte no puede dejar, a la larga, de ser fatal, aunque sus malos efectos no se perciban inmediatamente”.

“El principio de ruina en las monarquías absolutas es la extensión ilimitada e irrazonable del poder real. Cualquier medida que hiciera desaparecer el contrapeso puesto por la Constitución a dicho poder sería, pues, radicalmente mala, aunque sus efectos no se dejaran sentir en mucho tiempo”. “De la misma manera, en los países donde impera la democracia y donde el pueblo es el centro de todo, las leyes que hacen su acción cada vez va más rápida e irresistible atacan de una manera directa la existencia del gobierno”.

Quienes en la Argentina observan el enriquecimiento y el poder adquirido por el sector gobernante aducen que “se dicen socialistas pero actúan como capitalistas”. En primer lugar, debe aclararse que “socialismo” implica que los medios de producción (y, por lo general, todo lo demás) deben pertenecer al Estado, por lo que el dirigente socialista es el que promueve y ejerce la mayor concentración de poder económico y político posible. De ahí que no resulte sorprendente que sean los partidarios del socialismo quienes promuevan la reelección presidencial. En segundo lugar, se le dice capitalista a quien propone una economía basada en el mercado, algo que poco tiene que ver con las ambiciones personales asociadas a la obtención de poder económico o algo semejante.

La reelección presidencial indefinida parece ser una nueva táctica propuesta por los movimientos totalitarios en la búsqueda del poder absoluto. Resulta más sencillo llegar al poder por medio de los votos que emprender una lucha armada para destituir a las autoridades constituidas. Recordemos que Fidel Castro llega al poder en Cuba, por medio de las armas, en 1959. El poder político absoluto así logrado parece ser no sólo vitalicio, sino también hereditario, ya que por el momento le sigue su hermano Raúl. No debemos dejar de reconocer que ha habido cierto mejoramiento en el comportamiento ético de varios de los gobernantes actuales de la Argentina, que siguieron el ejemplo de Fidel Castro durante la década de los setenta, ya que resulta mucho más “democrático” tratar de acceder al poder absoluto y eterno a través de una reelección presidencial que tratar de hacerlo mediante más de 20.000 atentados contra la propiedad, más de 1.700 secuestros extorsivos y unos 1.500 asesinatos.

Quizás en España se sorprendan por esta situación, ya que sería algo similar a que la población española permitiera el acceso al gobierno, mediante elecciones libres, a los terroristas del ETA. Pero no sólo eso, sino que incluso apoyara también su reelección indefinida. Aun así, ETA asesinó a algo más de 700 personas, casi la mitad de las víctimas de Montoneros y de otros movimientos terroristas que actuaron en la Argentina. Recordemos que, para ingresar a Montoneros, se le exigía al aspirante una “prueba de idoneidad” que consistía en matar a un policía. De ahí que resulta llamativo que gran parte de la ciudadanía argentina pareciera no tener ningún “prejuicio” (como se dice ahora) de tipo moral al apoyar a tales personajes. En todo proceso eleccionario tiene una responsabilidad similar el gobernante que comete serios errores como el votante consciente que facilita su acceso al gobierno.

Muchas veces se recurre a la analogía entre un padre de familia y el vínculo existente con sus hijos, por una parte, y el Estado y el vínculo existente con los ciudadanos, por otra parte. Así, se habla del “Estado paternalista”, del “Estado vigilante” o del “Estado de bienestar”. Si tuviésemos que aplicar la analogía mencionada en el caso del Estado argentino, puede decirse que se trata del “Estado perverso”, que promueve la división de sus hijos instigando, mediante la mentira y la difamación sistemáticos, el odio entre sus dos hijos: el sector oficialista y el sector opositor.

martes, 25 de septiembre de 2012

Liderazgo en democracia

El liderazgo político es esencial para el pleno desarrollo de una democracia, de ahí que sea necesario determinar los atributos que debería poseer un líder auténtico. Para ello también contribuyen aquellos liderazgos que caen en múltiples errores ya que nos permiten observar todo lo que no deberíamos aceptar en quienes han de desempeñar una importante tarea al mando de un país. José Enrique Miguens escribió: “La aptitud para deliberar y para juzgar acerca de las acciones comunes a realizar no surge de una ciencia ni de un arte, sino del atributo que tiene toda persona con sentido común de poder persuadir y ser persuadido por el logos argumentativo y deliberativo. La persuasión es por lo tanto el principal instrumento de la práctica política democrática. Por esta razón, los atenienses tenían en sus asambleas de ciudadanos la estatua de la diosa Peitho, la diosa de la persuasión”.

Se han realizado estudios respecto de la influencia que tienen los distintos tipos de liderazgo en los grupos sociales, aunque no se ha llegado a determinar al tipo ideal. En realidad sólo se sugiere que el líder sea una persona normal, de la que existen muchos en un país, aunque la severa crisis moral existente impide que llegue al poder mediante elecciones libres. Saul Kassin y otros escriben: “En una gran variedad de entornos los investigadores se preguntan desde hace mucho tiempo: ¿Qué factores personales y situacionales contribuyen a la formación de líderes efectivos? No hay una fórmula única. Algunos líderes alcanzan el éxito consiguiendo partidarios; otros dirigen restaurando relaciones, uniéndose a sus rivales, haciendo tratos, construyendo coaliciones, resolviendo problemas o exaltando las emociones” (De “Psicología Social”-S. Kassin, S. Fein, H.R. Markus-Cengage Learning Editores SA-México 2010).

En la lista anterior faltó mencionar el caso de algunos líderes políticos que son aclamados por el pueblo debido a su estilo de confrontación permanente, tal como la llevada adelante contra sectores sociales, medios de información, políticos opositores, instituciones, países, etc., además de producir importantes divisiones en las propias sociedades que dirigen. De ahí que podamos considerar a las actitudes mencionadas por S. Kassin como pertenecientes al tipo de liderazgo democrático, mientras que el estilo confrontativo puede asociarse al tipo de liderazgo populista y totalitario. José Enrique Miguens agrega:

“La persuasión se opone a la violencia y a la dominación tanto directa como indirecta, que es lo contrario a la política y su negación y también al engaño de aquellos que buscan poder y posiciones de poder a través de la palabra y la comunicación social. No hay deliberación verdadera entre las personas, y por lo tanto no puede haber política, sin el respeto mutuo, la igualdad entre los participantes y la confianza en la veracidad de los interlocutores”.

“Sin la deliberación para llegar a una decisión que culmine en una acción colectiva, la política regrede a ser un simple espectáculo y así el demos resigna su poder político, su arché. Cuando llega a esta situación pasiva de espectador, cualquiera puede tomar el poder y manipularlo desde arriba con la palabra y la comunicación social convirtiéndolo en súbdito. El pueblo ciudadano deja de ser sujeto activo de la política para ser objeto de manipulación”.

“Aquí radica la deformación moderna de la política que lleva a una situación social de prepotencia de algunos y de dependencia de otros, que está eliminando la conversación social dialogal y sustituyéndola por la comunicación masiva desde arriba”. “Esta comunicación surge de la sociedad de masas que transforma al demos, al pueblo, en objeto pasivo de manipulaciones de todo tipo, porque ha conseguido atomizarlo, pulverizarlo y desorientarlo, llevándolo a ser un objeto impotente, alienado, sin identidad y sin un sentido para sus vidas” (De “Democracia práctica”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 2004).

La importancia de los líderes políticos radica en su capacidad para influir sobre cada uno de los integrantes de la sociedad. Esta influencia tenderá a convertirlo en un individuo y en un ciudadano, en el mejor de los casos, o bien en un hombre masa y en un súbdito, en el peor de los casos. De ahí que el líder democrático siempre se dirija a un potencial individuo mientras que el líder totalitario siempre lo haga respecto al potencial hombre masa. Una sociedad es un conjunto de individuos, mientras que un conjunto de hombres masa es sólo un conglomerado humano. El citado autor escribe al respecto: “Masa es, pues, un agrupamiento colectivo elemental y espontáneo constituido por un gran número de personas de extracción social heterogénea ubicadas psicológicamente en situación pasiva y receptiva ante una fuente común de estímulos, con un máximo de anonimato y aislamiento de sus componentes individuales y con un mínimo de interacción entre ellos”.

“Frente a esta configuración masiva de nuestras sociedades, que considero la cuestión fundamental de nuestro tiempo y el cáncer que corroe toda sociedad, las soluciones intentadas han sido hasta ahora inmaduras y primarias, porque se han dirigido exclusivamente al foco buscando controlarlo, corregirlo o mejorarlo, con escasos resultados”.

Podemos decir que una sociedad democrática, o bien una totalitaria, no dependen solamente del líder que oportunamente las dirija en uno u otro sentido, sino que, previa aparición del líder existe un nivel moral e intelectual predominante que favorece la llegada del dirigente que se identifica con la sociedad que lo ha de aceptar. De ahí que, desde un punto de vista práctico, no debemos cruzarnos de brazos esperando la llegada del político salvador que oriente adecuadamente a la sociedad, sino que también debemos previamente mejorar la sociedad para que el político eficaz surja en forma natural de su propio seno. Es decir, el líder democrático habrá de surgir de la clase media o bien la mentalidad de clase media habrá de favorecer el surgimiento del líder respectivo. Ferdinand Peroutka escribió:

“Por varias centurias, casi toda la historia la modeló la clase media, merced a su espíritu de empresa e inventiva. Su perspectiva ha sido concluyente. Una vez que la clase media pierde el liderazgo exclusivo, su principal creación, la actual Era Moderna oficial, también toca a su fin. En algunos países la clase media ha salido derrotada en cataclismos apocalípticos, debido a que no trató de resolver problemas políticos y sociales; en otros, poco a poco perdió su influencia merced a que trató de resolverlos: ésta es la lógica del flujo y reflujo de la historia. La clase media creó la democracia, el instrumento con el que, andando el tiempo, fue restringida. Resultaba imposible introducir el sufragio universal sin esperar las consecuencias. En las naciones democráticas las masas seguras de si mismas han adquirido una influencia directa sobre los actos de los gobiernos, como nunca antes la tuvieran en la historia” (Del “Manifiesto democrático”-Libreros Mexicanos Unidos SA-México 1962).

Es oportuno destacar que, cuando se habla de la “mentalidad de clase media”, o de alguna otra clase, no se hace referencia al nivel económico de un individuo, sino a su actitud social predominante, ya que tal nivel puede elevarse o reducirse por cuestiones circunstanciales o fortuitas sin que la persona cambie esencialmente su manera de pensar y de sentir. Podemos, entonces, caracterizar el pensamiento típico de la clase media, o democrático, como también el pensamiento típico del adherente a algún tipo de totalitarismo:

a- Pensamiento democrático: surge del individuo de clase media que no solamente posee y busca valores materiales, sino también aquellos afectivos e intelectuales. Lo económico es sólo un medio que le da comodidad presente y tranquilidad futura. No se siente inferior al que tiene más dinero ni tampoco se siente superior al que poco posee. No quiere ser sometido por otros ni tampoco quiere someter a nadie.
b- Pensamiento totalitario: surge de los individuos de clase alta y de clase baja, quienes valoran exclusivamente lo material. El de clase alta busca el poder por cualquier medio, incluso busca dominar al resto de la sociedad mediante el poder económico o mediante el poder político asociado al Estado. El de clase baja, que necesita liberarse de la envidia que lo corroe, adhiere a algún sistema totalitario que reduzca el nivel económico de quienes lo superan.

El sociólogo C. Wright Mills escribió: “Ni las capas superiores ni las capas inferiores de la sociedad moderna pertenecen normalmente al mundo de los que leen y escriben libros; estamos más familiarizados con las filas intermedias. Para entender a la clase media nos basta con ver lo que se mueve en torno nuestro, mientras que para comprender la cima o el fondo, debemos primero intentar descubrir y describir. Y esto resulta muy difícil: la cima de la sociedad moderna es, a menudo, inaccesible; y el fondo está con frecuencia oculto” (De “La elite del poder”-Fondo de Cultura Económica-México 1957).

Los movimientos populistas, que luego terminan en totalitarismo, pueden considerarse como aquellos en los que existe una alianza entre la clase alta, a cargo del poder político, y que es apoyada por la clase baja. Ambas clases poco aportan a la producción, pero se las ingenian para redistribuir lo que produce y genera la clase media.

El totalitarismo surge esencialmente de la valoración estrictamente material de las personas y de la actitud competitiva subsiguiente. De ahí que los líderes buscan un poder absoluto y eterno, mientras que los súbditos apoyan a todo el que proponga algún tipo de igualdad económica, aunque sea aquella que reduce el nivel económico de quienes están en un peldaño superior. Además, el ideólogo totalitario descarta la validez de todo tipo de orden superior, ya sea el del mundo trascendente propuesto por la religión teísta o el orden inmanente de la religión natural. Sólo mantiene la creencia en un “orden artificial” que descarta toda referencia al orden natural. Zevedei Barbu escribió:

“Los rasgos comunistas aparecieron en aquellos periodos históricos y aquellos individuos en que la fe en un orden de vida trascendental había sufrido un derrumbe absoluto. Ello afectó, en primer lugar, el sistema de seguridad humana. Los individuos pertenecientes a tales periodos y a dicho tipo de personalidad elaboraron su sistema de seguridad en un plano puramente inmanente de vida. Su conciencia quedó dominada por el propósito de establecer un cierto orden en su medio ambiente- y la agudeza y la ansiedad por hacerlo creando rígidos sistemas de organización ideológica y social están arraigadas en esa condición básica de su personalidad”.

“En esto radica la diferencia esencial entre el hombre comunista y el democrático, pues la personalidad de este último se desarrolla en un clima cultural donde la fe en un orden trascendental existe junto con la fe en un orden inmanente de la vida creado por la razón humana. De tal modo, su sistema de seguridad es doble, pues está garantizado al mismo tiempo por un orden trascendental y otro inmanente. El individuo democrático cuenta con el sistema más poderoso de seguridad: la fe en Dios y la fe en el hombre, que se compensan mutuamente. Sobre esta base segura, el individuo está dispuesto a asumir la responsabilidad de vida y, por ende, toda la pauta de vida se individualiza” (De “Psicología de la democracia y de la dictadura”-Editorial Paidós-Buenos Aires 1962).

domingo, 23 de septiembre de 2012

Las crisis y sus enseñanzas

En muchas actividades humanas, luego de ocurrida una crisis, le siguen mejoras sustanciales por cuanto se han podido describir acertadamente las causas que la produjeron. Una vez conocidas esas causas, se toman las precauciones necesarias para evitar que la crisis se repita en el futuro, por lo que este conocimiento adquirido se traduce en un progreso sustancial. Sin embargo, no siempre resulta de la manera mencionada por cuanto, en cuestiones de política o de economía, si tenemos un problema, se trata de esconder sus causas verdaderas para reemplazarlas por otras si de esa forma se culpa al sector opositor y se encubre al que tomó las decisiones incorrectas, o bien se culpa al “sistema” (económico y político) aprovechando la circunstancia para criticarlo o bien para diluir las distintas culpas individuales.

En las ciencias sociales, en donde concurren muchas causas para producir determinado efecto, pocas veces resulta sencillo encontrar aquellas relevantes que incidirán en la aparición de determinados acontecimientos, por lo que es necesario agudizar el ingenio para poder así encontrar posibles soluciones a los problemas que se van presentando. Se atribuye a Albert Einstein el siguiente escrito: “No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia, como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis, se supera a sí mismo sin quedar superado”.

“Quien atribuye a las crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis es la de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones”.

“Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en las crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la cínica crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla”.

Luego de una protesta masiva realizada por razones diversas, como inseguridad e inflación, entre otras (Set/12), varios funcionarios, en lugar de considerar la legitimidad de los manifestantes y la posible veracidad de sus pedidos, simplemente la descalificaron. Incluso uno de ellos manifestó que “la clase media se opone a que el Estado ayude a los más necesitados”. Con esto pretende hacer notar a la opinión pública que la clase media argentina es, en realidad, una clase que muestra gran perversidad. Como se afirma que el 70% de la población pertenece a la clase media, el argentino típico sería una persona perversa y egoísta que se opone cuando alguien trata de ayudar a un necesitado (y que el nuestro no es “un país con buena gente”, como dice la propaganda oficial). Además, el Secretario de Comercio echó de una reunión a una dirigente de una organización que defiende los Derechos del Consumidor, mediante gritos, aduciendo que “no levantó la mano para pedir hablar”, lo que en cierta forma confirma la opinión que sobre el ciudadano común tienen varios de los dirigentes a cargo del gobierno.

Una de las mayores crisis económicas de los últimos tiempos ha sido la que se produjo en el 2008 en los EEUU. Entre las diversas causas económicas mencionadas por los especialistas podemos citar a dos:

1- Desde el Estado se promovió el otorgamiento de créditos, para la adquisición de viviendas, que contemplaba cierto porcentaje obligatorio de capital de los bancos, sin tener en cuenta los indicadores del mercado en ese rubro.
2- Desde el Estado se fueron reduciendo las trabas y los mecanismos de seguridad financieros establecidos para reducir la posible aparición de futuras crisis.

En estas decisiones se pudo observar, por una parte, el error frecuente de establecer decisiones fuera del mercado, algo que, por lo general, produce algún inconveniente posterior. Por otra parte, una excesiva confianza, no tanto en el mecanismo del mercado, sino en los individuos y empresas que en él participan, resulta ser una actitud desaconsejable debido a la natural tendencia del ser humano a “optimizar ganancias reduciendo el esfuerzo por conseguirlas”. Thomas L. Friedman escribió:

“Y, tras el 11-S, lanzamos quijotescas campañas para llevar la democracia a Afganistán y a Irak, de enorme coste y resultados inciertos; pero la mayoría de nuestros adultos, como generación, han sido dedicados no a grandes objetivos nacionales, como llevar a un hombre a la Luna o a incrementar las libertades, sino a preocupaciones más personales y al consumo. Se animó a todo el mundo a ahorrar menos y a tomar más prestado, y a vivir más allá de sus posibilidades, fuera gente pobre sometida por sus hipotecas basura o gente rica sometida por sus plazos del jet privado. Y la globalización financiera, que permitió a los estadounidenses utilizar los ahorros de los chinos, combinada con las «innovaciones» en los servicios financieros, tentaron a mucha gente a vivir por encima de sus posibilidades, sin ningún sentido de los riesgos implicados” (De “Caliente, plana y abarrotada”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2009).

El autor citado resume en tres razones principales a las causantes tanto del deterioro ecológico como económico producidos en los últimos años:

a) La ocultación e infravaloración sistemáticas de los costes reales del riesgo de lo que estábamos haciendo.
b) La insistente aplicación de la peor clase de valores ecológicos y empresariales, encarnados en el lema YNE/TNE («haz lo que te apetezca ahora, porque Yo No Estaré y Tú No Estarás cuando nos pasen la cuenta»).
c) La privatización de beneficios y la socialización de las pérdidas.

“Las hipotecas subprime o basura encendieron la mecha de la debacle ocurrida en los mercados, al permitir a personas con escasos ingresos y exiguos o nulos historiales crediticios comprar casas”. “Los bancos y proveedores de hipotecas las entregaban a todo aquel que fuera capaz de «sujetar un bolígrafo»”.

“La Gran Recesión estuvo motivada, en parte, por un amplio desmoronamiento ético por parte de actores cruciales, a saber, banqueros, agencias de rating, empresas de inversión, agentes hipotecarios y consumidores. Pueden existir todas las regulaciones del mundo, pero cuando la avaricia tienta a grandes cantidades de gente a perder de vista cualquier clase de pensamiento a largo plazo o sentido de la responsabilidad, las regulaciones no ayudarán a nada. No fue un comportamiento ilícito el que motivó la Gran Recesión; fue todo lo que ocurrió a la vista de gente que debería haber actuado mejor pero que aparcó sus creencias, valores, normas y escepticismos para unirse a la fiesta. Sí, tenían «principios», pero por desgracia, toda la burbuja crediticia que desestabilizó la economía mundial reposaba sobre los «principios» conocidos en el mundo financiero como YNE/TNE: Yo No Estaré o Tú No Estarás cuando las cosas vayan mal”.

“Para expresarlo de otra forma: todo el sistema dependía de gente que originaba el riesgo aprovechando este punto de partida, transfiriéndolo luego a otra persona y evitando ser responsable por ello más tarde. De esta forma, gente que nunca debería haber asumido hipotecas las asumió, gente que nunca debería haberlas concedido las concedió, gente que nunca debería haberlas empaquetado las empaquetó, gente que nunca debería haberles concedido un AAA lo hizo, gente que nunca debería haberlas vendido a fondos de pensiones y a otras entidades financieras las vendió. Y las compañías que nunca deberían haberlas asegurado, como AIG, las aseguraron, sin separar suficientes activos como para cubrir un impago masivo. Todo el mundo presumió que podía beneficiarse personalmente a corto plazo y que nunca más tendría que preocuparse de lo que ocurriera a largo plazo tras pasar su bono”.

Mientras que las compañías financieras, que en épocas normales favorecían la “destrucción creativa” asociada a la innovación tecnológica, y por la cual un nuevo producto reemplaza al anterior, en épocas previas a la crisis se dedicaron, por el contrario, a promover una “creación destructiva”. Luego de todos los errores cometidos por todos los sectores, y tratando de evitar que la crisis fuese mayor aún, el Estado debió “socorrer” a los grandes bancos y financieras dando finalmente como consecuencia el injusto resultado de “privatizar los beneficios y socializar los costos”.

No debemos olvidar que la causa primera, de todo tipo de crisis, finalmente recae en las ideas predominantes en los individuos en donde, quizás, deberíamos haber comenzado. Tales ideas determinan en definitiva una actitud ética que conviene describir con cierta exactitud. Y esto es precisamente lo que hace Thomas L. Friedman cuando agrega:

“Cuando se suma todo esto, empezamos a ver que la Gran Recesión no fue producto únicamente de triquiñuelas financieras, hipotecas basura y colapsos éticos. Sí, éstos fueron los grandes propulsores, pero existe, en realidad, un problema más hondo que es la causa fundamental: una determinada conexión entre el rendimiento escolar, el trabajo duro y la prosperidad se quebró. Nos convertimos en una nación subprime que creyó que simplemente podía tomar prestado su ascenso hacia las riquezas, que prometía un sueño americano sin tener que pagar entrada ni plazos durante dos años. No necesitábamos mejorar nuestras escuelas públicas ni incrementar exponencialmente la financiación de investigación para propulsar nuevos sectores en un momento en el que la Tierra se estaba volviendo plana y la tecnología estaba permitiendo a más y más gente competir, conectarse y colaborar con nosotros. No, el banco de la esquina, o el de la Internet, podía tomar prestado el dinero de China y prestárnoslo a nosotros, con una comprobación crediticia no más exhaustiva que la que realizan en los aeropuertos al comparar el nombre del pasajero y el del billete”.

En el caso argentino valen también las siguientes palabras del citado autor: “Hemos estado consumiendo demasiado, ahorrando demasiado poco, estudiando con demasiado poco ahínco, e invirtiendo mucho menos de lo suficiente. Y nuestras instituciones políticas también son las que tenemos que superar: mientras que nuestro sistema político, nuestro Congreso y nuestro Senado parezcan incapaces de dar las respuestas correctas a los grandes problemas, mientras que nuestros políticos sólo puedan comportarse como Papá Noel y regalar cosas, y no lo sean, como Abraham Lincoln, de hacer llamamientos auténticamente difíciles, la grandeza de la que EEUU es capaz los esquivará durante esta generación”

viernes, 21 de septiembre de 2012

La libertad de expresión

Entre los atributos sociales más destacados del ser humano aparece su deseo de compartir algún tipo de información con el resto de las personas. Posiblemente ésta haya sido una mejora evolutiva de las tantas que han ido conformando nuestra naturaleza humana. La transmisión del conocimiento entre individuos, y entre pueblos, ha facilitado el progreso generalizado de la humanidad permitiéndonos una mejor adaptación al medio en que vivimos.

Cuando un individuo tiene una gran necesidad de compartir con los demás las últimas noticias, muestra la vocación de un periodista. Cuando tiene gran necesidad de compartir el conocimiento adquirido por el conjunto de la sociedad, se trata de un intelectual o de un docente. Aunque también hay casos en que se tiene la necesidad de compartir información que va más allá del interés y de la incumbencia social hasta llegar a la información asociada al ámbito estrictamente personal de los seres humanos, en cuyo caso decimos que se trata de un chismoso, actitud que seguramente tiene poco que ver con la ventaja evolutiva mencionada.

La circulación de información es un requisito básico de los organismos, de ahí que la sociedad se va conformando mediante ese intercambio. Si no existiese comunicación entre las partes, no podríamos hablar de una sociedad sino de un conjunto de individuos aislados. Wolfgang Wieser escribió: “Los elementos de un sistema deben «comunicarse» entre sí, deben desarrollar interrelaciones regulares coherentes. Esta necesidad de comunicación es fundamental e igualmente importante para sistemas físicos, biológicos o sociológicos. Sin comunicación no hay orden, sin orden no hay totalidad” (De “Organismos, estructuras y máquinas”-EUDEBA-Buenos Aires 1962).

La mentalidad generalizada de la sociedad se va estableciendo a través del libre intercambio de información entre individuos. Mediante la libertad de expresión, asociada a este proceso, podrán corregirse las ideas y las costumbres que no favorezcan a la sociedad, mientras que, cuando el Estado interviene persiguiendo de alguna forma a quienes no comparten el criterio de sus autoridades, implica una tendencia adversa a la libre expresión, por lo que tal mentalidad sufrirá perturbaciones respecto de su natural evolución. De ahí que en los países totalitarios se advierta una tendencia del individuo a encerrarse en si mismo y a ser poco comunicativo ante el miedo a una posible delación (acción de delatar) por parte de personas cercanas a su ámbito social o familiar.

Podemos mencionar el caso de un sacerdote católico que desde la Argentina retorna a la ex República de Checoslovaquia, una vez finalizada la etapa comunista, con la ilusión de poder predicar el cristianismo en su propio pueblo. Sin embargo, se encuentra con que la gente lo escucha con atención pero habla muy poco, seguramente por el todavía vigente temor a la delación que se mantenía vivo en la mente de muchos, por lo que tuvo que retornar al país. Respecto del sistema imperante en la ex-URSS, Michel Heller escribió:

“Las relaciones humanas que forman el tejido social se convierten así en un blanco privilegiado: se ataca la religión, la familia, la memoria histórica y la lengua. La sociedad es atomizada de una manera sistemática y metódica, de tal manera que el hombre se vea privado de los vínculos por él escogidos, en provecho de otros establecidos para él y aprobados por el Estado. El hombre se encuentra así absolutamente solo ante el leviatán del Estado. No le queda otro recurso, pues, que «fundirse en el colectivo», transformarse en una «gota de la masa» si desea salvarse de una soledad que lo aterroriza” (De “El hombre nuevo soviético”-Editorial Planeta SA-Barcelona 1985).

En el ámbito de la política y de los gobiernos totalitarios, aparece una secuencia que se repite una y otra vez, con algunas diferencias, pero que esencialmente consiste en la siguiente secuencia:

1- Descalificar, perseguir y excluir a la prensa independiente.
2- Asociar a la prensa independiente cierta dependencia respecto de algún poder adversario a la nación.
3- Utilizar los medios económicos del Estado para la adquisición de medios periodísticos que luego actuarán en favor del partido gobernante.
4- Utilizar los medios de difusión estatales en beneficio del partido gobernante.

Entre los requisitos indispensables para el ejercicio de una democracia auténtica aparece una prohibición expresa a una posible reelección contemplando, justamente, la posibilidad de que un gobierno, disponiendo del poder otorgado por los medios del Estado, los utilice a su favor de futuras campañas políticas con ventajas ciertas sobre sus adversarios.

La concentración de medios de difusión adeptos al gobierno se hace cada vez mayor, por lo que, con el tiempo, en la Argentina sólo quedará Internet como un medio más o menos a salvo del control gubernamental. En épocas del peronismo se promovió tal tipo de concentración. Marcos Aguinis escribió al respecto: “Cuando fue derrocado, la mitad de los ciudadanos esperaba su extinción, pero la otra mitad se empeñó en mantenerlo vivo. Pese a las ofensas que el líder y su entorno habían cometido contra las instituciones de la república, la libertad de expresión, el erario público, la autonomía universitaria, la independencia de la justicia y haber hartado con el culto a la personalidad, estimulado la delación, hundido en la cárcel a adversarios políticos, expulsado a científicos y artistas y hasta practicado impunemente la tortura, a pesar de ello, los fieles al régimen lo siguieron extrañando” (De “El atroz encanto de ser argentino”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2002).

Quienes observan con cierto asombro la campaña emprendida por el gobierno actual (2012) en contra de los medios de comunicación independientes y la campaña difamatoria y descalificadora de todo el que manifieste cierta oposición, parecen olvidar que tales tácticas son inherentes a todo gobierno totalitario. Marcos Aguinis agrega:

“La delación creció hasta convertirse en virtud, como en los regímenes totalitarios. El miedo se expandió hasta extremos desconocidos. Al mismo tiempo, se dilapidaban fortunas en una propaganda sin freno acerca de las pequeñas y grandes realizaciones gubernamentales o sobre los conmovedores méritos de Perón y de su esposa; la publicidad invadía la radio, el cine, la prensa escrita, las paredes, las tapias, los costados de los caminos”. “Creó el Fuero Policial para que el abuso de los comisarios leales gozaran de impunidad. Instituyó el «certificado de buena conducta» como requisito indispensable para buscar trabajo, viajar al exterior o inscribirse en la universidad; era una sutil manera de encadenar a todos los habitantes y desalentar cualquier protesta. Controló los medios de comunicación y no titubeó en expropiar el diario La Prensa, que lo criticaba. Llegó al extremo de exigir a las instituciones culturales que solicitaran permiso para publicar o reunirse”.

La explicación que puede darse respecto de la persona que adhiere a este tipo de gobierno es, simplemente, la existencia de cierto odio previo hacia la sociedad y que es estimulado por un líder. Cuando desde el Estado se trata de limitar la libertad de expresión mediante la descalificación sistemática y la venganza contra toda voz disidente, surgirán protestas por parte de quienes se oponen a la implantación de tal sistema totalitario. Esas protestas incluso podrán llegar a ser violentas, por lo que desde el Estado se las calificará como reacciones motivadas por el “odio”. En realidad, el odio y la división entre sectores son una práctica promovida por los políticos totalitarios mientras que quienes protestan sienten, en realidad, cierta repugnancia o asco. Friedrich Nietzsche escribió: “Sólo se odia al igual o al superior”, por lo que el sector que se opone a la pérdida de libertades esenciales rara vez se ha de sentir inferior a quienes incuban algún tipo malestar contra la sociedad y por el cual son motivados para intentar someterla.

Es oportuno decir que los resultados negativos del peronismo no fueron negados ni siquiera por sus partidarios, por la simple razón de que les daba vergüenza reconocer su adhesión al líder. Jorge Luis Borges escribió: “Quince años han bastado para que las generaciones argentinas que no sobrellevaron o que por obra de su corta edad sólo sobrellevaron de un modo vago el tedio y el horror de la dictadura, tengan ahora una imagen falsa de lo que fue aquella época. Nacido en 1899 puedo ofrecer a los lectores jóvenes un testimonio personal y preciso”.

“No hay en Italia un solo fascista, todos se hacen los fascistas [señalaba Croce]. La observación es aplicable a nuestra república y a nuestro remedo vernáculo del fascismo. Ahora hay gente que afirma abiertamente: soy peronista. En los años de oprobio nadie se atrevía a formular en el diálogo algo semejante, declaración que lo hubiera puesto en ridículo. Quienes lo eran abiertamente se apresuraban a explicar que se habían afiliado al régimen porque les convenía, no porque lo pensaban en serio. El argentino suele carecer de conciencia moral, no intelectual; pasar por inmoral le importa menos que pasar por zonzo. La deshonestidad, según se sabe, goza de la veneración general y se llama «viveza criolla»” (Del Diario “Los Andes”-Mendoza).

Algunos aspectos del peronismo aquí mencionados no deberían tener solamente interés histórico, sino que deben servir para hacer plenamente consciente al pueblo argentino de que la actual conducción del gobierno nos está llevando a la reedición de un país y de una sociedad totalitarios que, como siempre ha ocurrido en esos casos, provoca deterioros importantes en el individuo y en la sociedad.

La libertad de expresión es un derecho elemental y básico que debe respetarse en toda sociedad democrática. Como todo derecho, implica también una obligación, tal la de utilizarlo para decir la verdad, y no para tergiversarla o para omitirla. Se ha dicho acertadamente que “los pueblos que olvidan el pasado están condenados a repetirlo”, expresión que puede ampliarse para expresar “los pueblos que tergiversan la historia están condenados a repetirla”. Con la “valiosa colaboración” de políticos adeptos y opositores al peronismo que, con la intención de captar el voto peronista, casi nunca hablan de la tiranía de Perón y de sus negativos resultados, no resulta demasiado sorprendente que nos encaminemos hacia una etapa similar. Incluso la aceptación generalizada de la legitimidad del atentado, del secuestro y del asesinato, medios utilizados por la guerrilla marxista de los setenta, coloca al país en una situación al margen de la ley: pero no de la ley que hacen los políticos, sino de la ley natural cuya aceptación y adaptación posterior confirmará nuestra categoría de seres sociables y pensantes, y cuya negación nos ubicará en un conglomerado humano distante de lo que potencialmente el orden natural espera de nuestra esencia y de nuestra naturaleza humana.

martes, 18 de septiembre de 2012

La politización de la sociedad

Se considera como politización al excesivo interés de la población por la política, hecho que responde, entre otras causas, a que el ciudadano desconfía del rumbo que el gobierno le ha impuesto al país. Cuando, por el contrario, la ciudadanía advierte que las cosas andan bien, pocos hablan de política o de economía. Es un fenómeno similar al caso del seleccionado nacional de fútbol, ya que, cuando el aficionado tiene confianza en el director técnico, casi nadie discute proponiendo quien debería ingresar al equipo o quien debería salir.

La politización es un fenómeno que caracteriza al proceso de la masificación, por el cual los demagogos tienden a dejar atrás al individuo pensante de una sociedad democrática para llevarlo a ser un hombre masa integrante de una sociedad colectivista. José Ortega y Gasset escribió: “El politicismo integral, la absorción de todas las cosas y de todo el hombre por la política, es una y misma cosa con el fenómeno de rebelión de las masas que aquí se describe. La masa en rebeldía ha perdido toda capacidad de religión y de conocimiento. No puede tener dentro más que política, una política exorbitada, frenética, fuera de sí, puesto que pretende suplantar al conocimiento, a la religión, a la «sagesse» -en fin, a las únicas cosas que por su sustancia son aptas para ocupar el centro de la mente humana. La política vacía al hombre de soledad e intimidad, y por eso es la predicación del politicismo integral una de las técnicas que se usan para socializarlo”.

“Cuando alguien nos pregunta qué somos en política, o, anticipándose con la insolencia que pertenece al estilo de nuestro tiempo, nos adscribe a una, en vez de responder debemos preguntar al impertinente qué piensa él que es el hombre y la naturaleza y la historia, qué es la sociedad y el individuo, la colectividad, el Estado, el uso, el derecho. La política se apresura a apagar las luces para que todos estos gatos resulten pardos”.

“La primera condición para un mejoramiento de la situación presente es hacerse bien cargo de su enorme dificultad. Sólo esto nos llevará a atacar el mal de los estratos hondos donde verdaderamente se origina. Es, en efecto, muy difícil salvar una civilización cuando le ha llegado la hora de caer bajo el poder de los demagogos. Los demagogos han sido los grandes estranguladores de las civilizaciones. La griega y la romana sucumbieron a manos de esta fauna repugnante, que hacía exclamar a Macaulay: «En todos los siglos, los ejemplos más viles de la naturaleza humana se han encontrado entre los demagogos». Pero no es un hombre demagogo simplemente porque se ponga a gritar ante la multitud. Esto puede ser, en ocasiones, una magistratura sacrosanta. La demagogia esencial del demagogo está dentro de su mente y radica en su irresponsabilidad ante las ideas mismas que maneja y que él no ha creado, sino recibido de los verdaderos creadores. La demagogia es una forma de degeneración intelectual” (De “La rebelión de las masas”-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1984).

Por otra parte, la utilización, con fines partidarios, de gran parte de las actividades culturales, deportivas, y de otra índole, lleva a un deterioro de éstas. Víctor Massuh escribió: “Esta politización, definida así como «desmesura de lo político», tiene graves consecuencias. La primera sería la pérdida de la calidad, el empobrecimiento de la cultura. La politización del arte, la religión, la ciencia, la educación, el pensamiento y las costumbres en general, operan una verdadera degradación de cada uno de sus contenidos. El arte se degrada a mero instrumento de propaganda, la educación se envilece hasta la simplificación, el pensamiento se convierte en ideología. La vida social, pública y privada, se exaspera y se torna banal”.

“No se trata de un mal que sólo afecta a las sociedades autoritarias sino también que se da en las democráticas. En los sistemas autoritarios la politización lleva al raquitismo de la actividad política, precisamente en razón de su hipertrofia. Como esta actividad está concentrada en pocas manos, la mayoría de la población recibe sus dictados pasivamente, no interviene en ella. Esto es lo singular de un régimen autoritario: cuanto menos participa el ciudadano en política, tanto más ella se extiende exageradamente hasta poner su sello en todas las formas de la vida social”.

“En las sociedades democráticas la politización se presenta de otro modo: la política se vuelve una práctica absorbente, una fatigosa extraversión callejera, un debate que no cesa. La mayor parte de la vida social transcurre en un estado de asamblea donde todos discuten sobre el arte de gobernar pero nadie gobierna, y cuya salida exasperada es la violencia. El terrorismo aparece siempre en el clímax de la política democrática. En suma, tanto en las sociedades autoritarias como liberales, la politización lleva a las mismas consecuencias: una degradación de la cultura” (De “El llamado de la Patria Grande”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1983).

Tanto en las sociedades totalitarias, como la actual Venezuela, como en las sociedades “en vías del totalitarismo”, como la Argentina, aparece una fuerte división en la ciudadanía ya que el sector mayoritario y dominante pretende “ir por todo”, mientras que el sector minoritario y dominado trata de resistirse a ese proyecto. De ahí que en ambos casos, aproximadamente un tercio del electorado es incondicionalmente adepto al gobierno, un tercio es incondicionalmente opositor y el tercio restante fluctúa según las circunstancias.

Luego de una masiva protesta social (Set/12), autoconvocada por quienes no están de acuerdo con la orientación de la política y de la economía en la Argentina, algunos funcionarios del gobierno la desestimaron y la descalificaron aduciendo que provenía de “sectores de clase media y de clase media alta” y que, por esa razón, no eran representativos del pueblo, ya que consideran como “pueblo” a los adherentes al gobierno, por lo que el resto, perdedor en las elecciones, carecería de derechos para realizar reclamos.

La mentalidad predominante en la clase media le imprime un deseo de vivir una vida normal sin estar sometida a los dictados que emanan de un gobierno que, por otra parte, pareciera disfrutar del hecho de recibir gran parte de los impuestos provenientes de todo el país para “distribuirlos” en la cantidad y forma que crea conveniente. A pesar del crecimiento logrado luego de la crisis de una década atrás, se sigue en una situación de emergencia, al menos es lo que se desprende del hecho de que mucha gente sigue sin trabajar y es mantenida mediante los planes sociales otorgados por el Estado. Incluso un referente del gobierno, el actual senador Aníbal Fernández, expresó en 2003 (por entonces Ministro del Interior) respecto del Plan Jefes y Jefas de Hogar: “Es una porquería ya que significa la demostración más acabada del fracaso de la política”. “El mejor momento va a ser el día que lo saquemos. Va a ser bárbaro, porque los beneficiarios van a tener trabajo y con su plata harán lo que se les antoje y darán de comer en el mejor comedor que existe en el mundo: el de su casa, con la vieja al lado” (De “La Nación”-Buenos Aires 25/08/2003).

Otro de los síntomas negativos, de los muchos que existen, fue el caso del viceministro de Economía, en respuesta a las criticas al gobierno efectuadas por un importante empresario industrial (de la empresa Techint), cuando afirmó que “si queremos, le fundimos la empresa”. De esta expresión puede observarse, en primer lugar, que semejante posibilidad estaría vedada para cualquier funcionario del Estado en países democráticos, ya que en tales países un funcionario particular no podría hacer ni decir lo que su actitud autoritaria le sugiriera en un momento de ofuscación. Podemos preguntarnos acerca de la respuesta que tendría en la opinión pública un funcionario de Corea del Sur que expresara algo similar respecto de la empresa Hyundai. Seguramente el patriotismo de los coreanos promovería un fuerte rechazo ante tales expresiones.

La politización también abarca a la propia educación pública, en donde los contenidos provenientes del conocimiento científico, de validez universal, tienden a ser reemplazados por el “conocimiento” derivado de la ideología que se pretende inculcar. Entre otros aspectos, se trata de lograr que los alumnos sean conscientes de la dependencia económica y cultural que pretende instalar “el imperialismo yankee” por medio de las peligrosas corporaciones, es decir, de las grandes empresas multinacionales. En cuanto a estas empresas y su forma de actuar, podemos mencionar, a manera de ejemplo, a dos de las que figuran entre las veinte mayores empresas del mundo: Intel (el principal proveedor del hardware para computadoras) y Microsoft (el principal proveedor del software). Juntas con Internet (creación realizada con aportes del Estado “imperial”) permiten beneficiarnos de la manera por todos conocida.

Los ideólogos deberían sugerir a los alumnos que no adquieran sus productos y, además, deberían informarles que las mismas han ocupado en el mercado mundial un lugar tan importante debido justamente a los millones de usuarios que han optado libremente por adquirir sus productos, al menos no se conoce que alguien haya sido obligado a comprarlos.

Sin embargo, y a pesar de todos los esfuerzos en contra del “imperialismo”, la Argentina se ha convertido en un importante exportador de capitales de inversión, es decir, ante la tendencia expropiadora del gobierno, han salido en los últimos cinco años unos 80.000 millones de dólares del circuito productivo, muchos de esos capitales incluso podrán haber beneficiado a la economía del “imperio”, aspecto que también los militantes políticos deberían informar a los estudiantes.

A quienes no les resulta sencillo tener una idea aproximada de tal magnitud monetaria, podemos decirles que con 1 millón de dólares puede construirse un barrio de unas 20 viviendas. Luego, ha salido del circuito productivo el equivalente al costo de unas 1.600.000 viviendas. En esos cinco años, los ingresos debidos a la exportación agraria ascendieron a unos 110.000 millones de dólares, por lo que la situación no empeoró de una manera más notable. Entre las causas de protesta de la clase media aparece la indiferencia del gobierno ante la inseguridad, la inflación, etc., aunque todavía no se han sentido voces que le reclamen por haber favorecido el éxodo de capitales, rifando el presente y el futuro económico de la Nación.

La Argentina actualmente es un país fracturado en dos partes; un sector que sigue al gobierno en su aparente lucha en contra del capitalismo y de todo lo que implique civilización occidental, y otro sector que ofrece una resistencia pasiva ya que busca realizar una vida normal y feliz. Es un caso similar al de algunos países islámicos que se encuentran divididos entre quienes tienen como objetivo luchar contra el Mal (EEUU y Occidente) mientras que el resto de la población aspira a una vida sencilla y pacifica.

sábado, 15 de septiembre de 2012

El centro político

Todas las posturas políticas definen, entre otras, la forma en que la acción estatal se vinculará con la economía. Tanto la política como la economía forman parte de las ciencias sociales, de ahí que toda propuesta política deberá ser compatible con el resto de las ciencias sociales y con una ética natural elemental. Es por ello que debamos dejar de lado todo tipo de exclusión social, racial, sectorial o de otro tipo. Veremos que, en ese caso, la cuestión se simplifica bastante ya que, por lo general, la falta de entendimiento se debe a cierta incompatibilidad, ética o científica, de alguna de las propuestas.

Para comprender el significado de las posturas políticas de centro, debemos considerar primeramente los extremos. Tales extremos serán, en este caso, izquierda y derecha, que debemos definir con cierta precisión, al menos dentro del rigor aceptable en el ámbito de las ciencias sociales. La caracterización más simple y general de la izquierda y de la derecha será:

Izquierda (socialismo) = Totalitarismo político + Planificación económica central estatal.
Derecha (liberalismo) = Democracia política + Economía de mercado

En esta primera clasificación podemos también incluir las posturas mixtas (no intermedias) tales como:

Mixta 1 = Totalitarismo político + Economía de mercado
Mixta 2 = Democracia política + Planificación económica central estatal

Estas posturas provienen de ideologías que las promueven, siendo las posturas extremas derivadas del marxismo (izquierda), por una parte, y del liberalismo (derecha), por la otra. Por el momento dejaremos de lado al nazismo y al fascismo debido a que son posturas totalitarias (“todo en el Estado”) con poca vigencia en la actualidad.

El marxismo considera que el empresario (la burguesía) es esencialmente explotador y egoísta, de ahí que promueve una planificación central de la economía con prohibición de la propiedad privada de los medios de producción, presuponiendo, además, que el político socialista a cargo del Estado está exento de los atributos negativos que asocia al sector productivo.

El liberalismo tradicional es lo opuesto al socialismo, ya que supone que el empresario, en una economía de mercado, aun con atributos personales negativos, podrá ser útil a la sociedad y a la economía, mientras que el burócrata estará incapacitado “por naturaleza” a tener un buen desempeño en su actividad, especialmente con la vinculada a la economía.

Toda ideología, comprendida en el ámbito de la “ciencia de las ideas”, como conjunto de ideas que describe lo que el hombre y la sociedad son (sugiriendo también lo que deberían ser), no debería presuponer que toda una clase social (burguesía o empresariado) habría de estar compuesta de malas personas. De ahí que el fundamento del marxismo no responde a una observación elemental de la realidad ni responde a un criterio ético básico, por cuanto promueve una efectiva discriminación social.

También algunos pensadores liberales han adoptado una postura similar, aunque destinada al burócrata estatal. Si bien no se trata de una discriminación social como la anterior, vendría a ser una discriminación de rol social, ya que suponen que quienes desempeñan cargos estatales no tienen aptitudes suficientes como para limitar y regular algunos aspectos de la economía que escapan a los resultados producidos por el mecanismo del mercado. Al suponer que el mercado soluciona todos los problemas sociales, sin necesidad del Estado, se cae en una postura demasiado optimista.

Las posturas de centro implican una transición desde ambos extremos ya que encuentran deficiencias en ambos, por lo que existe un centro izquierda, que proviene del marxismo, y un centro derecha que proviene del liberalismo. La centro izquierda, o social democracia, parece coincidir con el socialismo tradicional en cuanto a que “el empresario es malo y egoísta por naturaleza” y que el Estado debe proteger al ciudadano común respecto del sector productivo. Difiere del marxismo tradicional en que, en lugar de sugerir expropiar los medios de producción, sugiere dejarlos trabajar para confiscar luego gran parte de sus ganancias. Surge como una alternativa al Estado totalitario debido a los reiterados fracasos y catástrofes asociadas al comunismo.

El centro derecha, por el contrario, acepta la democracia y el mercado como los “males menores” aunque difiere del liberalismo tradicional en que le resulta poco adecuado sostener que existe una “ineficacia natural del burócrata”. Recordemos que posturas tales como la Economía Social de Mercado considera que el Estado debe tener una presencia efectiva en la economía, pero limitando su accionar en el preciso instante en que se ha de deteriorar el mecanismo del mercado.

¿Hasta donde debe intervenir el Estado en la economía? Podemos establecer una analogía en la que se compara el Estado con un neurocirujano, quien realiza una operación quirúrgica deteniéndose en el preciso instante en que ha de deteriorar alguna parte del cerebro sano.

Puede decirse que el centro izquierda aparece luego de la decepción motivada por los pobres resultados logrados por el socialismo, aunque acepta sus fundamentos y objetivos, por cuanto se trata de una postura dogmática, mientras que el centro derecha proviene de quienes mantienen convicciones coincidentes con el liberalismo pero que, a su vez, proponen ciertas mejoras como corresponde a toda rama del conocimiento que sea compatible con el método de la ciencia experimental.

Quienes sostienen, desde el liberalismo, y en forma dogmática, que todo está bien en el plano teórico, olvidan que el liberalismo, para insertarse en la sociedad, deberá ganar elecciones y que sólo una ideología exenta de toda debilidad teórica podrá constituirse en un factor de importancia social. Así mismo, cualquier debilidad observada será explotada eficazmente por la izquierda, que por lo general recurre a la mentira y a la propaganda haciendo que la gente le conceda mucha mayor tolerancia. Guillermo Laura y Adolfo Sturzenegger escriben sobre el gobierno (G) y el mercado (M):

“Desde el punto de vista intelectual, si bien subsisten algunos debates acerca de la línea divisoria exacta entre gobierno y mercado, resulta muy claro que en lo que constituye el tronco central de la ciencia económica, las diferencias son sólo de grado, no de esencia. Se reconoce que ambos mecanismos tienen roles decisivos en una buena organización económica, y que tales roles son recíprocamente complementarios y no antagónicos”.

“Intelectualmente, las posturas extremas han resultado demolidas. El marxismo leninismo, cuando se demostró científicamente la imposibilidad del cálculo económico en una economía sin mercados ni precios. El fundamentalismo de mercado, cuando se comprobó que los principios teóricos de uno de los pensadores arquetípicos de esta corriente resultaban implacablemente invalidados por la historia de los hechos económicos del siglo pasado”.

“El mensaje intelectual del siglo XX es claro. La organización de la economía no debe basarse en los principios marxistas leninistas, ni en los principios de sus adaptaciones occidentales de creer que toda intervención estatal en los mercados está justificada, que la propiedad pública de los medios de producción es siempre superior a la propiedad privada, que los precios de bienes y factores deben ser fijados en centrales de planificación y no en mercados descentralizados, que siempre es preferible más gobierno y menos mercado, esto es, en creer en una situación (G – M). Pero tampoco debe basarse en los principios del fundamentalismo de mercado, del gobierno ausente, del Estado gendarme, del piloto automático, de una situación que siempre prefiere más mercado y menos gobierno, esto es, una situación (M – G). Por el contrario, debe basarse en los principios de un capitalismo equilibrado capaz de reconocer que a veces debe existir sólo mercado, a veces sólo gobierno, y a veces una coordinación estratégica de acciones complementarias entre las dos formas de organización de la sociedad. Esto es, una situación que respeta tanto al mercado como al gobierno en el manejo de la economía, o sea una situación (G + M)” (De “Abundancia de lo indispensable para todos”-Pearson Education SA-Buenos Aires 2004).

En el lenguaje utilizado por los citados autores, podemos expresar entonces tanto las posturas extremas como las intermedias:

Socialismo = G
Liberalismo = M
Centro izquierda = G – M
Centro derecha = G + M

Observamos que se pasa desde posturas que muestran algún tipo de exclusión, a otra que muestra antagonismo entre gobierno y mercado hasta llegar, finalmente, a la que promueve una postura predominantemente cooperativa. Incluso recordemos que el criterio básico de la democracia es el de la división de poderes, de ahí que es mejor que el poder se reparta entre Estado y mercado a que sólo lo posea el Estado o sólo el mercado. Werner Lachmann escribió: “En las palabras de Röpke, la Economía Social de Mercado puede ser considerada históricamente el ordenamiento económico que exhibe la menor concentración de manifestaciones de violencia. En este sentido, Franz Böhm expresó que la competencia es el instrumento más ingenioso que se conoce para limitar el poder, dado que las posiciones de poder conquistadas se tornan inestables y por ello se reduce la dependencia del individuo respecto de los centros de poder, que además se disciplinan” (De “Seguridad Social en la Economía Social de Mercado”-CIEDLA-Buenos Aires 1995).

El proceso “purificador” del liberalismo implica la posibilidad de que el Estado tenga una importante participación en la vida económica, tal como fue demostrado eficazmente por la Economía Social de Mercado en Alemania luego de la Segunda Guerra Mundial. Así como la mecánica de Isaac Newton fue corregida, y el conocimiento de la gravitación universal fue ampliado, ambos logros establecidos por Albert Einstein, sin que lo descubierto por Newton perdiera su valor, algunos economistas han “corregido” algunas ideas vertidas por el economista austriaco Ludwig von Mises, para hacer del liberalismo económico una postura más cercana a la realidad, y más cercana a una masiva aceptación. Podemos sintetizar la actitud de Ludwig von Mises, respecto de la burocracia, en sus propias expresiones: “La burocracia está penetrada de una fanática hostilidad hacia la libre empresa y la propiedad privada. Paraliza la gestión de los negocios y disminuye la productividad del trabajo. Sin reparar en el gasto, derrocha las riquezas de la nación. Es ineficiente y dispendiosa”.

“Los burócratas se multiplican y están ansiosos de restringir, paso a paso, la libertad de acción del ciudadano individual”. “La burocracia está imbuida de un odio implacable a los negocios privados y la libre empresa”.

“Ningún compromiso es posible entre estos dos sistemas. En contra de la falacia popular, no existe una vía media, ningún tercer sistema es posible como modelo de un orden social permanente” (De “Burocracia”-Unión Editorial-Madrid 1974).

G. Laura y A. Sturzenegger consideran inadecuados los siguientes aspectos promovidos por el destacado economista:

1- El gobierno es incapaz de innovar
2- La burocracia paraliza el espíritu creador
3- El progreso científico no puede provenir del gobierno
4- El único motor del progreso es el beneficio económico
5- La burocracia es incapaz de alcanzar una meta
6- Las fuerzas armadas tienen una obstinada hostilidad hacia el progreso tecnológico

Los citados autores agregan: “En nuestra opinión esta postura nihilista de von Mises hacia la burocracia y el gobierno resulta perjudicial porque es fatalista y entonces la situación no se puede modificar. Es algo intrínseco y congénito. Según von Mises la burocracia es así y no existe posibilidad de cambiarla. No hay burocracias buenas y burocracias malas. Todas son así por su propia naturaleza. Esto nos lleva a la resignación y a tener que aceptar que un grupo de incapaces carentes de todo espíritu de progreso e investidos de la autoridad se apodere del 20% al 40% de la riqueza nacional a través de los tributos, sin que el pueblo reciba nada a cambio. Esta visión es destructiva del futuro de la sociedad y lleva a la sociedad civil a bajar los brazos con una conformidad pasiva, a ser privada de su esfuerzo sin que exista ninguna posibilidad de modificar una realidad que viene determinada necesariamente por la naturaleza propia, esencial e inmodificable del gobierno. Según esta visión, el gobierno sería por naturaleza altamente ineficiente”.

Por su parte, Bernardo Kliksberg agrega: “En América Latina el razonamiento ha tomado con frecuencia el carácter de «profecía que se cumple a si misma». Al plantear como punto de partida la inutilidad del Estado, ha generado medidas que debilitaron fuertemente sus capacidades institucionales, desarticularon organismos clave, propiciaron casi agresivamente el retiro del sector público de los más capaces, desjerarquizaron la función pública en el campo social como en otras áreas. Un Estado minado en sus bases organizativas ha cumplido en diversas realidades la profecía. Su capacidad de operación real se redujo significativamente, sin embargo, las exigencias de la realidad han ido por otro camino” (De “Más ética, más desarrollo”-Temas-Buenos Aires 2004).

Puede argumentarse que von Mises tiene toda la razón en algunas situaciones concretas, como es el caso de una sociedad que atraviesa por una etapa de severa crisis moral de la cual pocos escapan. Incluso también Marx puede tener razón en el caso de muchos empresarios que ejercen una explotación real respecto de sus empleados. Sin embargo, el error radica en generalizar a todos los integrantes de un sector social atribuyéndoles los atributos negativos observados en una parte del mismo.

Quienes se sientan “desilusionados” al observar el error atribuido a Ludwig von Mises, desilusión compartida por el autor del presente escrito, quizás compartan también la tranquilidad que resulta de poder disponer de una mejor visión de la realidad y de poder observar que se ha podido comprender un aspecto que seguramente redundará en una mejora futura en quienes proponen para su país una orientación política libre de los errores cometidos en el pasado.

viernes, 14 de septiembre de 2012

El nacionalismo económico

El nacionalismo en los países ha sido comparado con el egoísmo en las personas, ya que apunta a un beneficio unilateral sin interesarles apenas los posibles efectos en los demás, ya sean positivos o negativos. Entre las tendencias económicas adoptadas por los distintos países, encontramos aquella en que se opta por cerrar las fronteras al ingreso de mercaderías del exterior (importaciones) aunque se permite el egreso (exportaciones) hacia ese destino. Esto significa que, si todos los países adoptaran la misma postura, entonces ninguno podría exportar, ya que la importación estaría prohibida en todas partes. Se llegaría entonces a la paralización del comercio internacional. Faustino Ballvé escribió:

“La consigna «compre lo que el país produce, produzca lo que el país necesita» no ha dado ni puede dar resultado, porque el que compra busca su comodidad como y donde la encuentre: esto es la esencia misma de la función económica y del juicio electivo innatos en los hombres. Por otra parte, para producir lo que el país necesita, es necesario disponer de condiciones naturales y de una demanda suficiente que haga la producción costeable y nadie se lanzará a producir una mercancía, por mucho que el país la necesite, que dentro del cálculo económico, resulte incosteable e incapaz de competir con la producción mundial” (De “Diez lecciones de economía”-Víctor P. de Zabalía Editor-Buenos Aires 1960).

La búsqueda de la supremacía de las exportaciones sobre las importaciones, o de los ingresos de divisas sobre los egresos, lo que constituye el superávit comercial, es interpretado desde la postura nacionalista como una medida de la eficacia comercial de una nación. Luego, si un país tiene siempre superávit habrá otros que siempre tendrán déficit. El autor citado agrega: “Pero lo más absurdo es la obsesión de que los países sólo pueden prosperar cuando tienen una balanza de pagos favorable, o sea cuando exportan más de lo que importan y cobran más de lo que pagan, lo cual equivale a decir que un país sólo puede prosperar a costa de los demás”.

“Se olvida que no se puede ser rico entre pobres porque la riqueza consiste en la posibilidad de comprar”. “Si un país exporta año tras año más de lo que importa y llega a acumular casi toda la riqueza de los demás países que se han pasado todo este tiempo importando y pagando la diferencia en oro [no vigente en la actualidad] hasta quedar en la mayor miseria, ¿de qué le servirá el oro a aquel país exportador? ¿Qué podrá comprar con él en un mundo donde la gente apenas si tiene lo bastante para no morir de hambre?”.

Mientras que la persona egoísta lleva en su actitud su propio castigo, ya que se aísla afectivamente de los demás logrando un reducido nivel de felicidad, las sociedades que adoptan el nacionalismo económico también tendrán su propio “castigo económico”, entre los que se pueden mencionar:

1- Se producirán bienes con elevados costos; como es el caso de algunos productos que podrían adquirirse en países que pueden realizarlos con costos menores.
2- Faltarán artículos necesarios para el desarrollo de la industria local.
3- Los demás países comenzarán a cerrar sus fronteras ante quien las cerró primero, impidiendo el normal desarrollo de las exportaciones.
4- Los fabricantes locales, al no tener que competir con empresarios extranjeros, subirán los precios de sus productos y no se preocuparán por mejorar la calidad.
5- Al desalentar la salida de turistas al exterior, se favorecerá una suba de precios en la hotelería local.
6- El exceso de divisas puede promover inflación.

El modelo económico denominado “nacionalismo económico” se conoce también como “mercantilismo”, que fue abandonado hace bastante tiempo debido a los efectos negativos que produce en el largo plazo. Enrique Ballestero escribió: “Los habitantes del país se alegran porque el oro y las divisas entran en mayor cantidad que salen. Todo ese superávit de la balanza comercial lo han ganado honradamente las empresas exportadoras; es natural que vaya a las cajas de esas empresas y después a los bolsillos de los productores. En otras épocas, cuando el oro extranjero circulaba corrientemente por los países, no había necesidad de cambiarlo por moneda nacional; hoy, el gobierno controla férreamente este tráfico; las empresas tienen la obligación de entregar las divisas en el Banco Central y reciben su contravalor en moneda del país. De un modo u otro, el superávit de la balanza se monetiza; esto es, se convierte en un medio de pago ordinario”.

“Los productores tienen que pagar impuestos; el gobierno se queda de ese modo con una porción mayor o menor del superávit y se cumple así con el objetivo político: más oro, más poder”. “Ahora viene la segunda parte. Los productores se gastan el dinero. El gobierno paga a sus funcionarios, que se gastan también el dinero. Los bienes industriales que consumen estos individuos son, casi todos, de fabricación nacional, ya que no se pueden importar prácticamente. Sus precios subirán por la abundancia de dinero comprador. Sólo un aumento espectacular de la productividad, que aumente la oferta barata de productos nacionales, podrá frenar los precios. En resumen, el superávit de la balanza provoca una inflación, con los efectos conocidos: disminuyen las exportaciones (porque los productos nacionales son más caros y ya no compiten ventajosamente con los extranjeros); el dinero huye del país, buscando un refugio seguro; y el superávit, por el que tanto se suspiró, se transforma al poco tiempo en un déficit”.

“Para salvar el modelo mercantilista, hay que cortar la inflación, pero manteniendo viva la causa de la inflación, que es la propia política mercantilista. Esto suena a paradoja, o todavía peor, a hazaña imposible. Sin embargo, se puede lograr a fuerza de austeridad y sacrificio” (De “Introducción a la teoría económica”-Alianza Editorial SA-Madrid 1988).

El nacionalismo ha sido casi siempre motivo de conflictos, haciendo que los países se vayan separando y desuniendo a partir de que alguno de ellos comience su etapa mercantilista. Faustino Ballvé escribió: “En la época de la gran prosperidad económica que comprende la casi totalidad del siglo XIX y los primeros años del XX nadie se preocupaba de economía nacional ni de balanza de pagos, concepto lanzado a la circulación al parecer por David Ricardo (antes se hablaba sólo de balanza comercial): cada uno se preocupaba de producir bienes y servicios que tuvieran aceptación en el mercado del mundo, y este cruzamiento multilateral de esfuerzos daba por resultado que todo se comprara y se vendiera, que todo el mundo mejorara su nivel de vida y que jamás hubiera falta de divisas extranjeras”.

“Hasta 1914 no se dio un solo caso de que alguien, en algún país quisiera importar algo y no pudiera porque no encontraba moneda extranjera para pagarlo a un precio razonable. Pero un día, unos economistas alemanes más o menos dependientes del bando militarista e imperialista descubren la existencia de la economía nacional (Volkswitschaft), empiezan a razonar sobre si Alemania obtiene una justa compensación por el esfuerzo de su pueblo y crean el complejo de la explotación internacional que lleva a la guerra del 14 y nuevamente a la del 39”.

De todo esto surge el siguiente cuestionamiento: si algo no da buenos resultados, ¿por qué se sigue utilizando? Entre las respuestas posibles podemos mencionar: a) Porque algunos políticos ganan elecciones proponiendo modelos económicos fallidos, b) Porque la adhesión incondicional a ideologías dogmáticas les impide aceptar la realidad, c) Simplemente porque “el hombre es el único ser viviente capaz de tropezar más de una vez con la misma piedra”.

Pero la “obra cumbre” del nacionalismo económico es la nacionalización o expropiación de las empresas. Aun cuando las masas populares avalen con entusiasmo tal procedimiento, tiene un efecto inmediato, ya que actúa como una señal que alertará a futuros inversores, nacionales o extranjeros, quienes temerán realizar inversiones en el país e, incluso, tratarán de salvaguardar las existentes transfiriéndolas de alguna manera al exterior.

Incluso existen propuestas legislativas que contemplan ampliar las posibilidades legales del Estado para realizar expropiaciones de “viviendas ociosas”, es decir, segundas viviendas que se hallen desocupadas. Esta nueva señal, establézcase la legislación respectiva, o no, hará que posibles inversores en la construcción desistan de sus planes, o bien los realicen en países limítrofes que mantengan un estricto respeto por el derecho que ampara la propiedad privada.

La Argentina no puede darse el lujo de seguir enviando capitales a los países desarrollados, desaprovechando, además, las posibilidades ventajosas que la actual situación internacional brinda a los países de Latinoamérica. La opción “desarrollo vs. populismo”, o “democracia vs. totalitarismo”, pocas veces ha sido tan evidente ante la ciudadanía. Sin embargo, nuestra referencia no es el futuro posible, sino la crisis de la década pasada, respecto de la cual, por supuesto, estamos bastante mejor. Incluso se critica a quien trate de vislumbrar otras alternativas ya que, pareciera, se teme tener que renunciar al sueño populista que tantas ilusiones brindó.

Para la llegada de capitales de inversión extranjeros, y para el regreso de capitales de argentinos invertidos en el exterior, debe primeramente existir una ideología básica, un consenso político, una aceptación popular y una legislación que ampare las “políticas de Estado”, que son acuerdos consensuados por todos los sectores, que darán lugar a un marco favorable para una alianza estratégica entre gobierno y mercado. Por el momento parece que estamos bastante lejos de, al menos, iniciar tal objetivo.

La “regla de oro” para la llegada de capitales contempla los siguientes requisitos: credibilidad, previsibilidad, estabilidad y rentabilidad. La credibilidad de un Estado que tergiversa datos estadísticos resulta muy pobre. La previsibilidad de un Estado que casi no se rige por leyes sino por las decisiones de una persona, es bastante pobre. Incluso la Presidente, ante las criticas recibidas por la falta de previsibilidad del Estado, afirmó tranquilamente que “ella es confiable y previsible”, expresión que resultó ser un reconocimiento tácito de que “ella es el Estado”. Las descalificaciones y venganzas desde el gobierno hacia la oposición hacen poco estable el ámbito político, mientras que la posible rentabilidad resulta ser insegura ante decisiones imprevistas del gobierno, como la prohibición para la salida de capitales de los inversores extranjeros. Nótese que el respeto a la propiedad privada no está incluido en la regla mencionada, ya que se da por sentado que se aplica a sociedades democráticas, y no a totalitarias.

martes, 11 de septiembre de 2012

La propaganda y la política

Las estrategias utilizadas por los movimientos políticos de tipo totalitario provienen esencialmente de la actitud del líder respectivo, por lo cual no es posible encontrar algo similar a un “manual del totalitario” que indique la secuencia exacta de los pasos a seguir hasta llegar al poder absoluto. Sin embargo, existirán algunas coincidencias importantes que permitirán establecer cierta generalización. Una de ellas es que, mientras que en los sistemas democráticos el gobernante se dirige al ciudadano como individuo pensante, en los sistemas totalitarios el líder se dirige al hombre masa, de quien espera adhesión y obediencia.

El lema del político totalitario podría estar constituido por la expresión de Maquiavelo en la que sostiene que “es mejor ser temido que ser amado”, ya que se busca básicamente inspirar temor para reclamar obediencia. El temor del súbdito vendrá asociado a la posibilidad de recibir un castigo, ya sea moral o material, como venganza posterior a la deserción, a la oposición o a la simple desobediencia. Previamente habrá utilizado todos los medios posibles para difundir sus proclamas y su ideología, siendo prioritarias la propaganda y la mentira. Una vez instalado en el poder, empleará los propios recursos del Estado, tales como los medios masivos de difusión y la educación, para afianzar su poder y su permanencia en él.

Mientras que en los sistemas democráticos se utiliza la fuerza del Estado para encauzar al delincuente, en los sistemas totalitarios se utiliza ese poder para ser aplicado al ciudadano común. Alex Inkeles escribió: “Todas las sociedades se apoyan hasta cierto punto en la coerción y la persuasión. Pero por coerción nosotros entendemos ordinariamente el ejercicio de la fuerza de autoridades constituidas contra los individuos que violan la ley, y por persuasión el esfuerzo para convencer a los individuos, mediante contacto personal, con el objeto de que procedan de acuerdo con los valores sociales. En contraste, Lenin utilizaba la coerción en el sentido de la aplicación de la fuerza contra segmentos enteros o clases de la población, incluyendo a la misma clase trabajadora en la que se apoyaba el régimen. Y por persuasión se entendía campañas concertadas y organizadas sistemáticamente para cambiar la actitud e influencia de las acciones de los grandes grupos sociales”. “Lenin declaró una vez que el régimen soviético se sostenía en un equilibrio de coerción y persuasión. Esta fórmula de Lenin, repetida en varias formas por los líderes soviéticos, es la llave maestra para la comprensión de la sociedad soviética” (De “La opinión pública en Rusia”-Editorial Difusión-Buenos Aires 1952).

En los sistemas democráticos, resulta esencial la libertad de prensa y de expresión, de manera que exista cierta neutralidad en cuanto a la influencia que esa información pueda tener en cada uno de los integrantes de la sociedad. Ello no ocurre en los sistemas totalitarios por cuanto lo que se busca es la modificación de actitudes personales para que actúen en la forma deseada por el líder político a cargo de la dirección del Estado. El autor citado escribe:

“En la Unión Soviética el libre flujo de la información pública es agudamente restringido, y un individuo cualquiera puede ejercer influencia personal que vaya contra la corriente principal de la política del gobierno únicamente en secreto, y, con frecuencia, a riesgo de perder la libertad personal. Todo el promedio de comunicaciones, incluyendo el contacto personal y las pequeñas reuniones, son parte de un monopolio político controlado con precisión, respaldado por la fuerza del Estado y de la ley, engranado directamente con los más amplios propósitos políticos y orientado en cierta dirección específicamente determinada, que dicta, en forma y contenido, una uniformidad de elevado nivel. Las potencialidades de la comunicación con las masas para ejercer influencia en las actitudes y acciones humanas en la Unión Soviética, son así sumamente magnificadas”.

“La mayoría de los marxistas anteriores a Lenin se inclinaban a identificar el partido y las masas como una unidad. Es una característica significativa del pensamiento leninista que ambos se traten como una dicotomía (método de clasificación en que las divisiones y subdivisiones sólo tienen dos partes). Esto condujo a Lenin a una interpretación del papel que juegan las masas en el proceso revolucionario que era marcadamente diferente a la de otros marxistas en Rusia y en la Europa occidental”.

“Stalin definió la obra de los lideres como la «habilidad de convencer a las masas de que la política del partido es la correcta y la habilidad de actuar mediante slogans –frases hechas- que atraigan a las masas cada vez más cerca de los puntos de vista del partido»”.

Aunque el Imperio Soviético nos parece lejano en el tiempo, recordemos que todavía sobrevive a pequeña escala en la Cuba de los Castro. Además, el actual (2012) presidente de Venezuela parece tener como objetivo establecer en su país un sistema político y económico similar al vigente en Cuba (si la población y la economía se lo permiten). Otros presidentes sudamericanos (de Ecuador, Bolivia y Argentina), por su parte, tienden a emular al de Venezuela. Así, los largos discursos de Hugo Chávez han sido inspirados por una práctica ya utilizada por Fidel Castro, mientras que en la Argentina se aprecia una tendencia similar. Todos estos gobiernos, además, están enfrentados con los medios de información independientes, a los cuales se los considera como opositores, y enemigos, al resistirse a la coerción a la que se ven sometidos.

Recordemos que también la lucha contra la prensa fue una táctica empleada por Juan D. Perón, quien goza de la mayor popularidad entre la población. De ahí que el totalitarismo no sea algo ajeno a la idiosincrasia nacional. Los resultados de las últimas elecciones parecen confirmar que gran parte de la sociedad aspira a un tipo de régimen político que nunca ha dado buenos resultados.

Otro de los peligros que acarrea el totalitarismo es que se establece un “imperialismo local” ya que los seguidores del líder tienden a dominar al sector opositor, e incluso a “heredar” lo que a ese sector le confisca el Estado. Walter Theimer escribió: “Quien conozca el ansia de mandar, de demostrar su poder, de los funcionarios, comisarios de manzana, «activistas», etc., se dará cuenta de que los dictadores dieron justamente en el clavo. En principio, conocían bien los aspectos oscuros de la naturaleza humana”.

El citado autor agrega: “Ya Thomas Hobbes daba una especie de anticipo formal de la dictadura totalitaria –la forma moderna del absolutismo- cuando preconizaba al «gran Leviathan», al «Dios mortal» que debía dominar sobre todo y sobre todos. Sin embargo, en la misión de este ser extraordinario, no estaba incluida la extinción del individuo: por el contrario, su dominación absoluta debía garantizar paradójicamente una forma de vida individualista. Tanto en éste como en otros puntos se distingue el antiguo absolutismo monárquico del totalitarismo moderno: frente a la tiranía totalitaria, parece aquél notoriamente liberal”.

“Desde el momento en que partía de una base cristiana, el antiguo absolutismo se fundaba igualmente en una concepción del mundo de tipo personalista: reservaba así a los particulares una esfera privada, en la cual estaba incluido en ocasiones un grado de libertad espiritual relativamente muy elevado. Había unos límites cuantitativos y cualitativos para la persecución de un hombre a causa de sus opiniones, y, por otra parte, también el monarca estaba sometido a una ley moral”.

“La cosa sucede de modo muy distinto en las dictaduras totalitarias, cuyos principios y métodos importan el aniquilamiento de la persona individual. Un antiindividualismo extremo es la base de todos los sistemas de esta clase, que, a ejemplo de Hobbes, ponen buen cuidado en que no se introduzca ninguna bomba individualista en la máquina de su Estado absoluto. Sólo hay entidades colectivas, abstracciones: no existe el ser individual, y por consiguiente no tiene derecho alguno. El conductor, el jefe, que –según manifestación propia- encarna lo colectivo, lo abstracto, es en principio la única «persona» admisible. El hombre ya no es un fin en sí mismo, como quería Kant, sino sólo el medio para otros fines, y además sólo para fines estatales, puesto que la esfera privada está suprimida: continuamente dirigido, continuamente vigilado, carece, no ya de intimidad, sino incluso de voluntad” (De “Historia de las Ideas Políticas”-Ediciones Ariel SL-Barcelona 1960).

Es de destacar que el adherente totalitario califica, a su vez, a toda difusión del conocimiento como una propaganda que lleva la finalidad, no de brindar beneficios al individuo, sino la de buscar un cambio de actitud en vista a cierta dominación mental posterior. Al respecto podemos decir que, cuando uno difunde una verdad, no busca dominar mentalmente a los demás, mientras que sí lo hace cuando difunde una mentira. Como es posible hablar de una verdad objetiva para todo, aunque generalmente no la conocemos bien, en principio es posible encontrar una diferencia notable entre educación y “lavado de cerebro”. Alex Inkeles escribió: “La posición básica bolchevique en cuanto a propaganda y agitación se deriva de la definición clásica de Plekhanov, que estableció: «Un propagandista presenta muchas ideas a una o más personas; un agitador presenta solamente una o muy pocas ideas, pero las presenta a las masas del pueblo»”.

Desde épocas pasadas, el marxismo afirma que, mientras que las ideologías dominantes en las democracias se fundamentan en la religión, el totalitarismo marxista se basa en la ciencia. Por el contrario, en la actualidad podemos afirmar que la ética cristiana resulta compatible con la psicología social y la neurociencia, mientras que el marxismo no presenta un carácter científico, sino que es una filosofía con muy poca compatibilidad con el método y los resultados de la ciencia experimental. El citado autor agrega:

“Los escritores soviéticos tienden a emplear estas expresiones de una manera tan restringida como cuidadosa. Se refieren a la propaganda y agitación burguesa y a la propaganda y agitación comunista. La propaganda religiosa, por ejemplo, es definida como uno de los aspectos más importantes de la actividad política de las clases gobernantes, llevada a efecto mediante las iglesias, las misiones, la educación pública y las instituciones religiosas como medio de subyugación espiritual de las masas”.

En la actualidad, es notable la reiterada difusión, por parte del gobierno argentino, de información pública que resulta verdadera parcialmente, o incluso se trata de simples mentiras. Aunque las mentiras, repetidas varias veces, hacen dudar hasta al opositor más incrédulo. Esta forma de tergiversar la realidad no podría encuadrarse como propaganda o como agitación, sino que es una mezcla de ambas. Podemos hacer un breve listado a manera de ejemplo:

1- Tergiversación de los índices económicos: el caso más notable es el del índice de inflación mensual que resulta bastante menor al obtenido por encuestadores independientes y al observado en forma directa por el consumidor. Incluso se ha llegado a afirmar que una persona puede alimentarse satisfactoriamente con $ 6 diarios mientras que un kilogramo de pan cuesta unos $ 10.

2- Desde altos organismos oficiales se han emitido expresiones tales como: “La emisión monetaria no produce inflación”. “A mayor inflación menor pobreza y mayor crecimiento”. “La inflación perjudica mayormente a los sectores de mayor nivel económico”, etc. Puede decirse que tales expresiones contradicen totalmente a lo que aparece en cualquier libro de economía.

3- Se afirma que el crecimiento económico depende del crecimiento del PBI sin tener presente si ese crecimiento se debió a un incremento artificial de la demanda o bien se debió a un efectivo incremento del capital productivo invertido per capita; siendo este último el criterio que se adopta para considerar al verdadero crecimiento económico. Además, el gobierno incluye a la construcción de viviendas como capital de inversión, siendo que, una vez finalizada una obra, no resulta ser un factor de la producción para la realización de otras viviendas.

4- En cuanto a los emprendimientos públicos, se han observado múltiples “inauguraciones” para una misma obra, lo que abre sospechas respecto de la veracidad de todo lo anunciado. M. López Masía y C. Solís escriben: “Durante la primera etapa del kirchnerismo –la gestión de Néstor- no había día que no se anunciara una obra pública. El periodismo y la oposición tardaron bastante en darse cuenta de que muchas de esas presentaciones rimbombantes formaban parte de un proceso que confundía a todos: la misma carretera, por ejemplo, se anunciaba media docena de veces” (De “Mentiras”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2009). También se recuerda la “inauguración” de una central nuclear con una anticipación de unos dos años respecto de su efectiva puesta en marcha.

5- Otro caso similar es el de la pérdida del autoabastecimiento energético del país ante la escasa o nula intervención del Estado en el control de las empresas petroleras. Sin embargo, luego de tan grosero error, con la estatización de YPF, se quiso mostrar al público el “éxito del gobierno en el plano energético”. Se fomentó el consumo y el derroche de combustibles subsidiando sus precios, que resultaron bastante inferiores a los valores de costo, por lo que simultáneamente se dejó de hacer inversiones en el sector.

6- En cuanto a la deuda externa, se quiso hacer creer a la población que el pago al FMI, que involucraba un pequeño porcentaje de la deuda total, solucionaba casi totalmente el problema de la deuda. En el libro mencionado se lee: “El ex diputado nacional Mario Cafiero, uno de los políticos argentinos que más ha estudiado la problemática de nuestra deuda externa, señaló que «los Kirchner administraron estas obligaciones pateando para adelante los compromisos. El tiempo pasa y los intereses no dejan de correr, mucha gente se sorprende que ahora tengamos una deuda más grande que la del 2001»”. La calificación internacional del “riesgo país” y el nivel de los intereses cobrados por los bancos internacionales ante posibles préstamos, dan una idea de la real situación. Incluso se afirma que en la actualidad estaríamos en una situación similar, o peor, en ese aspecto, a la de España. Es decir, España, a pesar de su severa crisis, estaría en un nivel de confianza superior a la Argentina en cuanto a la recepción de posibles préstamos.

7- Se anuncia, como gran éxito, que se ha producido un balance positivo en el caso del comercio exterior, pero no se dice que no fue por un gran aumento de las exportaciones, sino por la prohibición de numerosas importaciones.

8- Al prohibirse la salida de dólares, tampoco se favorece la entrada de capitales del exterior, justamente por esa imposibilidad, aunque la población ya ha sido advertida que se trata, en casi todos los casos, de “capitales de especulación”.

Podría seguirse el listado con la conclusión de que existe un sector importante de la población que cree totalmente en la versión oficial de la realidad, que resulta “más atractiva” que la “horrible versión” mostrada por los sectores considerados opositores. De ahí que, seguramente, seguirá apoyando con su voto a quienes le dan esperanza para el futuro y seguridad de que “vamos por el buen camino”.