lunes, 27 de agosto de 2012

Los científicos y la religión

En principio, no resulta posible establecer una conclusión general respecto de la importancia que la religión ha tenido en la vida de los científicos, ya que entre ellos ha existido una amplia variedad de creencias y de pensamientos al respecto, que incluye, por supuesto, la no religiosidad. De ahí que sea oportuno considerar sólo algunos casos representativos.

Debido a que el científico presupone la existencia de leyes invariantes que rigen todos los fenómenos naturales, que incluyen al propio ser humano, su pensamiento se identifica con la religión natural, o deísmo; de ahí la expresión de Albert Einstein: “Mi Dios es el Dios de Spinoza”, haciendo referencia al filósofo Baruch de Spinoza quien identificaba a Dios con el orden natural, dejando de lado toda concepción antropomorfa del ente creador.

Cuando alguien le preguntaba a Albert Einstein si creía en Dios, le respondía solicitando una aclaración respecto al significado atribuido a “creer en Dios”, ya que el sentido de la pregunta inicial muchas veces implica “¿Comparte usted la creencia que yo tengo de Dios?”. Incluso el problema que ofrece la religión actual radica en que no parte de aspectos objetivos de la realidad, como son las leyes naturales, sino de creencias subjetivas que pueden mostrar una diversidad bastante apreciable.

También hubo quienes admitían una posible intervención del Creador en los acontecimientos naturales, postura que se identifica con el teísmo, en el cual se admite que Dios puede intervenir en los fenómenos cotidianos interrumpiendo las leyes naturales, o cambiando las condiciones iniciales en algunas secuencias de causas y efectos, lo que se conoce como “milagro”. Isaac Newton escribió acerca de las irregularidades en el movimiento de Júpiter y Saturno: “Un destino ciego no habría podido nunca hacer mover a todos los planetas y los cometas, desigualdades que probablemente irán en aumento por mucho tiempo, hasta que finalmente el sistema tendrá necesidad de ser puesto de nuevo en orden por su creador”. La cuestión fue aclarada posteriormente por Pierre S. de Laplace sin necesidad de acudir a esa hipótesis.

Podemos hacer una síntesis de las distintas posturas religiosas, que incluye la no religiosidad:

a) Deísmo: existen leyes naturales invariantes que dan lugar a un orden natural. Dios no interviene en los acontecimientos humanos, sino a través de sus leyes. No existe el milagro ni la revelación. Es una postura compatible con la ciencia.
b) Teísmo: existen leyes naturales que dan lugar a un orden natural, que pueden ser interrumpidas mediante intervenciones de Dios. Existen los milagros y la revelación. Es una postura parcialmente compatible con la ciencia.
c) Ateismo: no existen leyes invariantes ni un orden natural, sino un caos básico, por lo que se requiere que el hombre establezca cierto orden artificial. Es incompatible con la ciencia

Debe aclararse que otras posturas filosóficas o religiosas distintas caerán fuera de este reducido esquema, ya que sólo constituye una forma orientadora para la comprensión del tema.

Quienes poco conocen la historia de la ciencia, sospechan que ésta es opuesta a la religión. Sin embargo, la ciencia ha contado, entre sus principales fundadores, a muchos hombres para quienes la religión ocupaba un lugar importante en sus vidas. Entre ellos podemos citar a Nicolás Copérnico, Galileo Galilei, Johannes Kepler, Isaac Newton, Michael Faraday, James Clerk Maxwell, Charles Darwin, Gregor Mendel, etc. Incluso dos de ellos (Copérnico y Mendel) eran sacerdotes católicos, mientras que Kepler y Darwin estudiaron teología para convertirse en predicadores protestantes, si bien luego se dedicaron por completo a la ciencia.

Puede observarse que los científicos cristianos nombrados han sido los fundadores de la mecánica y de la astronomía (Copérnico, Kepler, Galileo, Newton), del electromagnetismo (Faraday, Maxwell), de la evolución biológica por selección natural (Darwin) y de la genética (Mendel). También Newton, junto a Gottfried Leibniz y, posteriormente, Augustin Cauchy, son los nombres relevantes del cálculo infinitesimal. Incluso uno de los fundadores de la teoría del universo en expansión, denominada “modelo de Lemaître, Friedmann, Robertson, Walter”, tal el caso de George Lemaître, fue un sacerdote católico. Respecto a su modelo de átomo primitivo, escribió: “El objeto de una teoría cosmogónica es el de buscar las condiciones iniciales idealmente simples de las que ha podido resultar, por medio del juego de las fuerzas físicas conocidas, el mundo actual en toda su complejidad” (De “Cosmogonía”-Editorial Ibero-Americana-Buenos Aires 1948).

No todos los científicos cristianos tuvieron el apoyo de las Iglesias a las cuales pertenecían, ya que, si bien sus pensamientos eran compatibles con la ética cristiana, podían no ser compatibles con la interpretación literal de la Biblia. Recordemos que hay muchos religiosos que suponen que la Biblia no es sólo un libro histórico que trata sobre cuestiones inherentes al comportamiento del hombre, sino que también estaría ahí comprendida “toda la verdad sobre todas las cosas”. Uno de los criticados fue el astrónomo Nicolás Copérnico quien, por temor a recibir descalificaciones por su modelo de sistema planetario solar heliocéntrico (el Sol al centro con la Tierra en movimiento), retarda la edición de su libro “Sobre las revoluciones” durante unos veinte años, apareciendo el primer ejemplar impreso el día de su fallecimiento, el 24 de mayo de 1543, por lo que no tuvo que padecer las adversidades de la critica destructiva. I. Bernard Cohen escribió: “Martín Lutero, que sabía poco (o nada) de astronomía experimental, reaccionó con violencia contra la idea de Copérnico sin siquiera leer sus escritos” (De “Revolución de la Ciencia”-Editorial Gedisa SA-Barcelona 1989).

Entre los casos trascendentes de antagonismo entre ciencia y religión, aparece la prohibición, por parte de la Iglesia Católica, de la difusión de las obras de Galileo Galilei, quien apoya el modelo de Copérnico y lo fundamenta con sus propias observaciones astronómicas. Uno de los supuestos errores atribuidos a dicho sistema radica en que en la Biblia aparece un pasaje que expresa que Josué ordena al Sol que se detenga, de donde se extrae que el Sol se mueve, y no la Tierra, como dice Copérnico.

Recordemos que para muchos fanáticos, toda descripción realizada por algún científico deberá ser compatible con algún libro (sagrado, filosófico, político, etc.) antes que con la propia realidad. La realidad, como resulta evidente, es la obra de Dios, mientras que todos los libros son escritos por hombres, de ahí que, en general, el científico toma como referencia la obra de Dios mientras que el religioso toma como referencia la obra de otros hombres. Moisés González escribe sobre Galileo:

“Desde su punto de vista la concordancia entre ciencia y fe no era solamente posible, sino que el conflicto entre ellas no podía ser más que aparente, pero nunca podía realmente existir. La solución a la apariencia del conflicto era muy sencilla; bastaba con que cada cual se dedicase a cumplir estrictamente su función. A los teólogos les correspondía interpretar el verdadero sentido de los textos bíblicos que contenían la revelación «positiva» de Dios, y a los científicos correspondía en exclusiva el sentido de la revelación «natural» que se encontraba en el «libro de la naturaleza»” (De la Introducción a las “Cartas a Cristina de Lorena”-Galileo Galilei-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1994).

Galileo no sólo tuvo que lidiar contra quienes lo acusaban desde la Iglesia, sino también contra quienes tomaban como referencia los libros de Aristóteles, ya que, por lo general, quienes pretenden destacarse sobre los demás por su conocimiento, antes que ser buscadores de la verdad, sostienen primeramente la creencia de que tal o cual libro es la suma de todo conocimiento y de toda posible verdad. Luego, leen y repiten el libro del principio al final suponiendo que así han llegado a la erudición. Ėsta ha sido una de las causas de los conflictos entre religión y ciencia; la simple lucha por la supremacía intelectual y, a veces, por el poder otorgado por la misma. De esa forma la religión fue perdiendo su eficacia y su influencia positiva a través de los años. Debe destacarse que Galileo no se oponía a la Iglesia ni a la religión, sino que algunos teólogos se oponían a Galileo por los motivos antes mencionados. Incluso dos hijas del físico y astrónomo optaron por la vida religiosa en un convento católico cerca del cual estableció su domicilio. Galileo Galilei escribe en el libro citado:

“Para explicación y justificación de tal opinión suya dicen que, siendo la teología reina de todas las ciencias, no debe de ninguna forma rebajarse para acomodarse a los dogmas de las otras menos dignas e inferiores a ella, sino por el contrario las otras deben, como a reina suprema, remitirse a ella y cambiar y variar sus conclusiones conforme a los estatutos y decretos de la teología; y más aún, añaden que cuando en la ciencia inferior se tuviese por segura alguna conclusión, en base a demostraciones y experiencias, si se encuentra en la Escritura alguna afirmación contraria a la misma, deben los mismos profesores de aquella ciencia procurar por sí mismos invalidar sus demostraciones y descubrir las falacias de las propias experiencias, sin recurrir a los teólogos y a los exegetas”.

El hecho científico que señala una mejor adaptación al mundo real del deísmo que del teísmo, es el descubrimiento del fenómeno de la evolución biológica. Sin embargo, al igual que en épocas de Galileo, se trató de descalificar todo aquello que no concordaba con la creencia predominante. Se vio claramente que la Biblia traía mensajes religiosos y no científicos, y que, en lugar de una creación directa del hombre, se habría producido una creación indirecta a través de las leyes naturales. I. Bernard Cohen escribió:

“Lo que trastornaba a la gente de la época de Darwin era el hecho de que la teoría de la evolución cuestionaba la interpretación literal de las Escrituras. Posiblemente Darwin no habría suscitado una oposición tan clamorosa si se hubiera ocupado tan sólo de las plantas, animales e incluso de la edad de la Tierra. En otras palabras, si no hubiera sido necesario incluir al hombre en la escala y el proceso evolutivo, o concluir que los seres humanos son producto de la selección natural, es probable que los creyentes religiosos no habrían reaccionado con tanto vigor. Desde luego, existían (aún existen) ciertos fundamentalistas que creían en la letra de las Sagradas Escrituras, a tal punto que eran capaces de alzarse en armas contra la idea de que la edad de la Tierra es mayor de la que se desprende de la crónica bíblica. Recuérdese que en nuestros días, en EEUU, los fundamentalistas están librando una batalla a través de las legislaturas estaduales y los tribunales para que se dedique el «mismo tiempo» a la teoría de la «creación» que a la de la evolución en las aulas”.

viernes, 24 de agosto de 2012

El mundo de las finanzas

El proceso asociado a la Bolsa de valores resulta ser un medio que permite beneficiar tanto a empresas como a inversores. En el caso de las empresas, cuando tratan de crecer, necesitan un medio alternativo al de la toma de préstamos en bancos, que les resulta costoso y arriesgado en caso de no poder cumplir con la devolución de esos préstamos. De ahí que optan por dividir el patrimonio de la empresa en acciones que serán puestas a la venta en la Bolsa de valores y así las empresas podrán crecer con menores riesgos. Los compradores de las acciones recibirán anualmente una compensación monetaria en función de las ganancias obtenidas por la empresa, proporcionalmente a la cantidad de acciones adquiridas. El ciudadano común, que por lo general no posee medios ni aptitudes empresariales, podrá de esa forma participar de la actividad productiva. Nuño Rodrigo escribe:

“La Bolsa es una lonja en la que lo que se compra y se vende son participaciones en la propiedad de una empresa, es decir, acciones. Es, en primer lugar, el punto de encuentro entre los que venden acciones –las empresas- y los que las compran, que son los inversores. Estos últimos tienen exceso de ahorro porque ganan más de lo que gastan, y están dispuestos a comprar participaciones en el capital de la empresa para que ésta invierta el dinero en actividades rentables y, después, les devuelva los beneficios”.

En las economías de mercado, todo lo que tenga un valor monetario y pueda ser intercambiado, estará sometido a las reglas del mercado. Existen, además de la Bolsa, otros lugares en donde se realizan compras y ventas. Nuño Rodrigo agrega: “Hay activos financieros como bonos, monedas o materias primas que se negocian en otros mercados, otras lonjas. Estos otros mercados funcionan de la misma manera que la Bolsa, pues centralizan las operaciones que se hacen con un determinado activo. A los mercados donde se compran y venden activos financieros se les llama mercados financieros. La Bolsa es uno de ellos, pero también hay mercados de deuda (bonos), de petróleo, de derivados, de monedas…Todos están muy relacionados entre sí, pues los elementos que influyen en ellos suelen ser los mismos y tienen la costumbre de contagiarse unos a otros”.

“Los fondos de inversión son entidades de ahorro colectivo. Varios inversores depositan su dinero en un fondo para obtener más rentabilidad o menos riesgo que en una inversión ordinaria. Los gestores del fondo mueven el capital en espera de conseguir rentabilidad para los inversores y a cambio cobran una comisión sobre el patrimonio invertido. Tienen la ventaja del tamaño, pues cuanto más dinero se mete en el mercado, más se abre el abanico de posibles inversiones y mayor es la capacidad de diversificar. Un fondo puede invertir en acciones de toda Europa porque ha agrupado el ahorro de 100.000 personas. Pero estos 100.000 inversores no podrían diversificar tanto sus ahorros porque las comisiones se comerían la rentabilidad. Además, se supone que los gestores de fondos tienen más información, más tiempo y más aptitudes para tomar decisiones de inversión que los pequeños ahorristas. La función de los fondos es positiva en la medida en que acercan al pequeño inversor posibilidades que de otro modo no tendría. Contribuyen, por decirlo de alguna manera, a democratizar los mercados” (De “La Bolsa”-Maeva Ediciones-Madrid 2004).

Si bien el proceso del mercado es el marco adecuado para promover la producción y la distribución de bienes y servicios, se lo distorsiona cuando se le da acceso a la especulación. En ese caso, no puede decirse que el sistema sea el “culpable”, ya que no se respetan sus reglas. Podemos decir que un sistema económico es mejor que otro cuando produce mejores resultados a partir de una previa adaptación del hombre común a ese proceso. Si la adaptación resulta muy dificultosa, por cuanto puede estar tal sistema bastante alejado de la naturaleza humana, entonces ese sistema es poco factible, tal el caso del socialismo.

Nótese que existe una delgada línea divisoria entre inversión y especulación, ya que ambos, inversor y especulador, compran y venden acciones, pero el primero las mantiene durante bastante tiempo mientras que el segundo compra y vende a un ritmo mucho mayor. En cuanto al inversor mencionado, Hernán Iglesias Illa escribe: “Hasta mediados de la década del 60, el inversor promedio compraba los bonos, de empresas o del Tesoro de EEUU, los ponía en una caja fuerte y se olvidaba de ellos. Sólo le interesaba el rendimiento prometido, de entre 4% y 5%, y ni se le ocurría venderlos o reemplazarlos por otros. La vida transcurría entonces apaciblemente para los banqueros estadounidenses. Los de los bancos de inversión, contratados más por sus contactos sociales que por su coeficiente intelectual, visitaban a sus clientes empresarios y se tomaban largos almuerzos. A los banqueros regionales, que tenían una importante porción del mercado, los llamaban el club del 3-6-3: tomaban depósitos al 3%, prestaban al 6% y llegaban a la cancha de golf a las 3 de la tarde” (De “Golden Boys”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 2007).

Cuando los especuladores ganan bastante más dinero que muchos empresarios productivos, se produce una desnaturalización de los fines con que se promueve la existencia de los mercados. Max Otto escribió: “Peter Drucker examinó críticamente la función del mercado financiero en auge, y sobre los agentes de bolsa de Wall Street dijo: «Son una banda totalmente improductiva que lo único que persigue es el dinero fácil». Su mismo aspecto le producía repugnancia: «Parecen cerdos apelotonados ante el comedero llenándose las tripas». Lo único que le tranquilizaba, decía, era que esto no podía continuar eternamente. Porque cuando los agentes de bolsa ganan más dinero que los inversores decentes, ello es un indicio de que existe una burbuja que no tardará en estallar. A este respecto tenía su propia teoría: «Una pompa de jabón dura en promedio 26 segundos; una burbuja especulativa 18 meses»”.

Una de las soluciones propuestas para mejorar la situación (descartando una poco probable y generalizada mejora ética de la sociedad) consiste en la regulación de los mercados por parte del Estado. Aunque en general existe bastante aceptación acerca de esta acción del Estado, deben considerarse dos posibilidades:

a) Intervención del Estado sin distorsionar el proceso del mercado
b) Intervención del Estado distorsionando el proceso del mercado

La primera alternativa, compatible con la Economía Social de Mercado, actuaría como un remedio que mejora al paciente, mientras que la alternativa restante sería como un caso en que el remedio lo empeora o lo mata. Dejar las cosas como están implica tener una enfermedad y no acudir al médico.

Mientras que el inversor mantiene por largo tiempo una acción, sintiéndose a veces el “dueño parcial” de una empresa, el especulador trata de venderla apenas encuentra la posibilidad de ganar algo de dinero, de ahí que el sistema tiende a ser inestable. Max Otte escribió: “Mientras que en la época de 1900 el comercio mundial y las finanzas globales todavía se veían estabilizadas por el patrón oro, en el periodo de entreguerras faltó una regulación y cooperación internacional efectiva, lo que convirtió el colapso de 1929 en una crisis económica mundial. Desde finales de la Segunda Guerra Mundial, los mercados financieros estuvieron estrictamente regulados, cosa que deparó al mundo un periodo de estabilidad relativa que duró hasta los años sesenta”.

“Desde finales de los años sesenta y con el descrédito sistemático del papel del Estado, estos mecanismos protectores, empezando por el régimen de los tipos de cambio fijos, fueron desmantelados uno después de otro”. “Así parece que las enseñanzas de la historia no duran más que una generación, hasta que la siguiente, en su desenfrenada búsqueda de beneficio, elimina de nuevo los dispositivos de seguridad instalados en el sistema financiero. Por lo visto, la humanidad tiene entonces que volver a aprender que los mercados financieros deben regularse” (De “La crisis rompe las reglas”-Editorial Planeta SA-Barcelona 2011).

Entre los errores que pudieron advertirse en el origen de la crisis del 2008 aparecen algunos señalados por Max Otte, quien escribió: “Los bancos hipotecarios regionales de EEUU se mostraron sumamente creativos”. “Uno iba al banco, decía que ganaba 150.000 dólares al año y que quería contratar un crédito de 500.000 dólares, pero que de momento no podía presentar documentos. Entonces un segundo empleado del banco comprobaba la plausibilidad de los datos y con esto ya bastaba para conceder millones de créditos de este tipo. Este procedimiento, contrario a las buenas prácticas, contaba asimismo con el favor de la clase política, para que también los más pobres pudieran acceder al crédito. Pero el resultado fue que se concedieron préstamos hipotecarios a personas que nunca debieron haber obtenido uno. En EEUU no se fomenta el ahorro, sino la posibilidad de endeudarse”.

Puede hacerse un resumen de los errores señalados:

1- Por parte del que recibe el crédito: al solicitar un préstamo que sabe que no podrá pagar
2- Por parte del banco: por asignar créditos a quienes no podrán pagarlos
3- Por parte de la clase política: a alentar prácticas fuera de las posibilidades reales de un sector de la población y en contra de las variables económicas surgidas del mercado
4- Por parte de todo EEUU: por alentar la posibilidad de adquirir créditos y endeudarse antes que de ahorrar, convirtiendo al sistema económico en algo potencialmente inestable

Cuando se dice que la crisis del 2008 es un síntoma del fin del sistema capitalista, debe aclararse que no existe algo como un sistema económico infalible, que funciona bien a pesar de que no se cumplen sus reglas más elementales. Los errores señalados, incurridos por los bancos, por los consumidores y por el Estado (que incluso había legislado a favor de un porcentaje mínimo, de lo disponible en los bancos, para facilitar préstamos para viviendas fuera de lo “aconsejado” por el mercado), son decisiones no permitidas por las reglas básicas de la economía de mercado. Max Otte agrega:

“Para los keynesianos, la palabra mágica es «demanda», tanto si se financia con deuda como si no. Para los monetaristas, mientras la masa monetaria se mantenga constante o crezca con la economía, todo va bien. Sin embargo, ninguna de las dos corrientes presta atención al volumen crediticio y a la calidad de los créditos; es decir, la probabilidad de que un crédito sea devuelto en el plazo previsto. Lo que no veían o no querían ver era que se estaba construyendo un edificio crediticio cada vez más grande con cada vez más plantas, para luego titulizarlo y revenderlo. Todo esto resultó ser como un castillo de naipes al que continuamente se añadían nuevos pisos. Entonces, cuando se sacó un naipe de abajo, todo se hundió en un santiamén”.

En cuanto a la posibilidad de que el sector inversor pague impuestos adicionales a los ya pagados por las empresas de las cuales ese sector es accionista, en principio es rechazado. Sin embargo, como existe también un importante sector especulador, resultaría entonces justo que se pagaran. Como en el mundo de las finanzas existen tanto “los justos como los pecadores”, cobrar impuestos adicionales perjudica tanto a justos como pecadores, mientras que no cobrarlos beneficia a ambos, de donde resulta ser un “problema digno de ser dejado para los especialistas en el tema”.

Los que pregonan la eficacia de la economía de mercado, admiten el control estatal sin distorsión del mercado. Así como el liberalismo propone, para la democracia, la división de poderes, para evitar excesos por parte de quienes dirigen al Estado, no se opone tampoco a que el Estado evite excesos por parte de los grandes grupos financieros. Sin embargo, aun se mantiene la necesidad de una mejora elemental en el accionar ético de todos los participantes en el proceso económico. Sin ese aspecto básico, resulta poco creíble que dejemos atrás las severas crisis económicas que se han presentado y se siguen presentando. Todo individuo debe ser regido por lineamientos éticos antes que por la ley de la oferta y la demanda. John Maynard Keynes escribió: “El capitalismo se basa en la extraña convicción de que personas odiosas obrarán de alguna manera por motivos odiosos en el bien de todos”.

En cuanto a las crisis sufridas por muchos países, se culpa a los bancos, con exclusividad, por esos problemas económicos, aunque debe tenerse en cuenta que son los Estados quienes acuden a los bancos para gastar más dinero del que disponen legítimamente. También en el caso de los bancos se debe aplicar la ley básica del mercado para “descubrir” que, cuando hay pocos en un país, hay poca competencia, y aparecen los abusos, como es de esperar. Max Otte escribe al respecto:

“El sistema bancario alemán es, de acuerdo con todos los coeficientes de productividad, muy eficiente. Todo cuadra, salvo la rentabilidad financiera”. “Veamos: ¿qué significa una elevada rentabilidad financiera del capital propio invertido? Significa precios altos, abuso de posición dominante en el mercado y cortapisas a la competencia. En una economía de mercado sana, la rentabilidad disminuye porque hay competencia. Nuestra baja rentabilidad del capital propio demuestra, por tanto, que en nuestro sistema bancario funciona la competencia, que los bancos compiten entre ellos y que no están en condiciones de imponer precios extremos. Miremos a los países que nos rodean, como Gran Bretaña, España o Italia, donde la rentabilidad financiera es elevada por el hecho, entre otros, de que las comisiones que han de pagar los clientes particulares por los servicios bancarios son descaradamente elevadas y porque la presencia de cajeros automáticos presenta lagunas. En estas circunstancias, es bastante impertinente por parte del lobby financiero internacional plantear una y otra vez el tema de la rentabilidad financiera y su bajo nivel en Alemania”.

Finalmente, es necesario proponer cambios en el sector financiero para tratar de impedir las severas crisis que afectan a gran parte de los países. Veamos la opinión de Max Otte, considerado como el “profeta que vislumbró la crisis del 2008”. Al respecto escribe: “Una buena regulación es sencilla. Es transparente, pero también hace daño. Si no hace daño y si no dificulta o impide determinadas operaciones, entonces tampoco es efectiva. Si para interpretar una regulación se precisan tropeles de abogados y auditores, entonces la regulación no es buena”.

“El primer punto es el de los recursos propios, recursos propios de verdad”. “Estoy a favor de una dotación fija de recursos propios del 6% como mínimo, incluso un poco más. Y esto para todos los agentes financieros, los fondos de cobertura, los fondos de capital de riesgo, los bancos, etc. Claro que el sector pondría el grito en el cielo y que estas reglas supondrían de entrada un freno para el crecimiento económico y provocarían problemas de adaptación. Soy perfectamente consciente de ello. Pero un banco con un 8% de fondos propios puede apalancarse más de doce veces. Esto es suficiente para una economía que funciona”.

“La segunda medida sería un impuesto sobre las transacciones financieras, es decir, un IVA sobre todas las transacciones financieras. Se podría incluso aplicar a los productos que un banco crea directamente y vende a sus clientes. En este caso se denomina impuesto de emisión. Pero se trata de que todo lo que se crea y se negocia se someta a este impuesto. El tipo impositivo del que se habla es del 0,05%”.

“En el caso de un fondo de cobertura informatizado, que ejecuta innumerables operaciones al mes, la recaudación no sería poca cosa. Los fondos de inversión serios rotan su capital quizás una vez al año, y en muchos casos ni siquiera eso. Esto no dañaría a nadie. Claro que el sector pone el grito en el cielo cuando se formulan planteamientos de este tipo y agita el fantasma del miedo. Sin embargo, bien mirado, un impuesto sobre las transacciones financieras frenaría las operaciones especulativas y no afectaría a la economía real. ¡Eso es justo lo que queremos!”.

“[Luego de la crisis] hemos proporcionado todavía más liquidez a los bancos y no hemos regulado suficientemente las operaciones porque había que darles la oportunidad de volver a ganar dinero muy pronto. Y eso que en el otoño de 2008 se discutió realmente sobre la posibilidad de aplicar el modelo sueco, que prevé la nacionalización inmediata, seguida de una reorganización, liquidación o fragmentación. En mi opinión, ésa habría sido la vía correcta”.

“Si el Estado da dinero a los bancos, a cambio debería poder influir más en sus decisiones. En Suecia esto también ha funcionado a la perfección. También en el caso más reciente se podría haber creado un sistema más sano liquidando algunos bancos. Ahora tenemos en principio el mismo achacoso sistema que antes; un sistema bancario hipertrofiado, con numerosísimos agentes orientados al mercado de capitales, que en realidad nadie necesita, y con trabas a los agentes financieros que realizan operaciones relacionadas con la economía productiva, como por ejemplo las cooperativas de crédito y las cajas de ahorros, que han resultado claramente desfavorecidas en la legislación frente a los bancos que no hacen más que especular”.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Controversias y dignidad

Es bastante común en la vida de los seres humanos que se establezcan controversias que terminan en un antagonismo que puede proyectarse en el tiempo e incluso en los demás integrantes de la sociedad. Una vez que, por distintas circunstancias, participamos de algún conflicto de origen personal, religioso, político, filosófico, etc., ya sea iniciado por uno mismo o bien iniciado por otros, tenemos dos opciones en cuanto a esa situación: una es mantener la boca cerrada para que nadie más participe en el asunto y la otra consiste en difundirlo para que otros también participen en el conflicto.

Quizás la confrontación intelectual de “más alto nivel” que recuerda la historia fue la mantenida entre Isaac Newton y Gottfried Leibniz, cuando se acusaron mutuamente de plagio respecto de la prioridad por el descubrimiento del cálculo infinitesimal. A este conflicto personal le siguió el que involucraba a científicos ingleses que apoyaban a Newton, estando enfrentados con los seguidores de Leibniz.

Otro conflicto histórico, esta vez ocurrido entre argentinos, fue el mantenido por dos figuras destacadas del siglo XIX: Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento. Ambos escritores, exiliados en países limítrofes durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, utilizan “artillería pesada” cuando en sus artículos periodísticos apuntan contra el rival.

En cuanto a las diversas posturas posibles, podemos mencionar la actitud adoptada por el docente, en la mayor parte de los casos. Ėsta sería una “actitud digna”, ya que tiende a no transferir a sus alumnos algún tipo de conflicto personal que se le puede presentar. Por otra parte existe lo que podríamos llamar una “actitud indigna” y es la de algunos políticos que tratan de colectivizar sus propios odios personales tratando de difamar públicamente al rival. Incluso muchas veces sucede que, con el tiempo, mediante alguna ventaja mutua acordada, los políticos enemistados superan el conflicto, mientras que los seguidores incondicionales mantienen vivo el antagonismo heredado.

Pero el tipo de controversia que presenta la mayor influencia negativa posible es el denominado maniqueísmo, por medio del cual se divide a la sociedad en dos grupos bien diferenciados. Todos han de participar, ya sea que uno tenga deseos, o no, de hacerlo, ya que podrá ser asignado al grupo “enemigo” si pretende mantener cierta neutralidad. En la Argentina se presentaron varios casos de este tipo; así, en el siglo XIX predominó el conflicto entre unitarios y federales, del cual se recuerda la consigna “Viva la Santa y Gloriosa Federación. Mueran los salvajes unitarios”. En la segunda mitad del siglo XX predomina el conflicto entre peronistas y antiperonistas, del cual resulta representativa la expresión de Perón: “Cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de los de ellos”. En el actual siglo XXI aparece una nueva edición del antiguo conflicto y es la que se está gestando por parte del kirchnerismo. Aunque, según expresa Pablo Mendelevich, “todo se reduce a un enfrentamiento dual entre pueblo y oligarquía, ya fuera representado en las luchas del siglo XIX entre unitarios y federales o las del siglo XX entre peronistas y antiperonistas. ¿Por qué no sincerar, entonces, en el siglo XXI, la disputa ancestral y no ponerla en clave kirchnerista-antikirchnerista?”.

El nombre de maniqueísmo proviene de Manes, o Mani, fundador de una secta, en el siglo III, que describía al mundo como una realización por parte de dos entes principales: Dios, que hizo todo lo bueno, y Satanás, que hizo todo lo malo. San Agustín fue maniqueo antes de convertirse al cristianismo. Pablo Mendelevich escribe: “Los maniqueos habían encontrado una forma más o menos sencilla de explicar el universo, a sus ojos una lucha entre el bien y el mal, la luz y las tinieblas: Dios y Satanás”. “Hoy se entiende que el maniqueísmo es un dualismo incapaz de eludir los extremos. El frasco de la antinomia”.

El maniqueísmo es una forma de hacer política siendo utilizada por quienes buscan lograr un excesivo poder, aunque a la Nación no le resulte conveniente. Pablo Mendelevich escribió: “La adaptación de las antinomias a la vida política atiende fundamentalmente a la idea de dividir en dos y confrontar, aunque por lo general una de las fracciones hace uso del control de las reglas del juego, lo que le otorga una decisiva superioridad sobre su oponente que, empujado a esa dinámica compulsiva, suele robustecerla desde el primer pataleo”.

“Las antinomias rara vez son simétricas, más bien se construyen a partir de quien planta la lógica amigo-enemigo y empuja a sus rivales a apelotonarse, entre perplejos, furiosos, impotentes y reaccionarios –reaccionarios en el más crudo sentido de la expresión- en la vereda de enfrente. Quien plantea una distribución de papeles así no pretende otra cosa que deslegitimar al contrario para adueñarse del sistema. En una democracia, metamorfosear al opositor en enemigo. La razón es simple: el opositor aspira al poder, en forma consecutiva, asistido por los mismos derechos que quien lo detenta; el enemigo, en cambio quiere asaltar el poder, es un conspirador, un desestabilizador, alguien que no merece demasiadas consideraciones, un sujeto sin derechos”.

Una de las estrategias empleada en los últimos tiempos por el Poder Ejecutivo consiste en absorber la mayor parte del dinero que recibe el Estado para, luego, distribuirlo a discreción favoreciendo a los adeptos y castigando a los opositores. En el libro mencionado se dice al respecto: “Para los votantes de Santiago del Estero o La Rioja, por ejemplo, se ha vuelto rutinario, hasta natural, identificar al candidato que goza del cariño del poder central. Es decir, el candidato que a uno le conviene votar si quiere que le siga llegando plata a la provincia, o sea, a uno. En las provincias en que buena parte de la economía depende de los sueldos que paga la casa de gobierno local con remesas que llegan de Buenos Aires y de las obras públicas que llevan la firma (ostentosa) de la Presidencia de la Nación, los tiempos de bonos, miseria y agitación, no tan lejanos, tuvieron enorme utilidad didáctica. Enseñaron que con un gobierno central que maneja muchísimo dinero y que está ansioso por alinear a las provincias resulta más rendidor tener un gobernador apreciado en Buenos Aires que un principista con ganas de discutir en el siglo XXI el federalismo que los próceres de la Organización Nacional legaron fallado”.

Por lo general, los procesos políticos basados en la confrontación entre sectores, nunca terminan bien. El autor citado escribe: “En la historia argentina las antinomias retornan como si sólo se recordara de ellas el beneficio político inmediato para quien las impuso y no el carácter corrosivo de su ingrediente principal: el odio. Odio que se multiplica y se recicla entre ambas partes una vez que la máquina arranca. Curioso rasgo de la antinomia, con mayor o menor octanaje, el combustible termina siendo el mismo para las dos partes” (De “El país de las antinomias”-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2008).

En países con tradición democrática, resultaría llamativo que un líder populista encontrara un fuerte respaldo de la población. Todo lo contrario ocurre en la Argentina, en donde la mayor parte de la población es peronista, incluso los “opositores” sienten una secreta admiración ya que, por lo general, se admira la habilidad del líder para lograr el poder que detentó. De ahí que poco efecto tiene la difusión de ideas y actitudes que no encajan en nuestra idiosincrasia nacional. El espíritu democrático de la población existe sólo en una pequeña minoría. Pablo Mendelevich escribe: “La gran antinomia del siglo XX-no la única-, fue la del peronismo-antiperonismo. Gracias a los recuerdos y lamentaciones de padres y abuelos, los argentinos que hoy tienen menos de treinta y cinco años han accedido a algunos fotogramas de aquella película, la de la antinomia explícita de mitad de la década de los cuarenta, lo que no significa que hubieran logrado imaginar, entender, cómo vivió la sociedad argentina durante tantos años partida en mitades”.

“La verdad es que Hugo Chávez, el presidente venezolano que le copió a Perón el método de practicar el arte de gobernar en los bordes de la legalidad democrática bajo una lógica «revolucionaria», viene prestando un generoso auxilio para que los argentinos de hoy puedan balconear en la etapa peronista (1946-55) de la antinomia peronismo-antiperonismo (1946-73/74). Los venezolanos se encuentran ahora –se desencuentran- divididos en dos bandos, chavistas y antichavistas, esquema que es regenteado por el populismo de un militar carismático antes golpista (Perón también había sido golpista pero de tercera fila) que, con más petróleo y menos beneficios sociales, reproduce la receta argentina”.

La táctica de promover el odio colectivo mediante la propaganda y la mentira, es algo que trasciende a la política siendo una simple cuestión de ética elemental. Incluso se ha llegado, por parte de militantes políticos adherentes al gobierno, a ingresar en escuelas primarias para difundir el “mensaje doctrinario” que, seguramente, no induce a que los niños traten de ser trabajadores y empresarios para favorecer la creación de riquezas, sino que se los orientará a que traten de “distribuir las riquezas” creadas por otros, generalmente por el sector “enemigo”.

Algunos psicólogos sociales, como Stanley Milgram y Philip Zimbardo, quienes realizaron estudios sobre el comportamiento humano en personas sometidas a circunstancias e influencias negativas, estiman en un 10% el porcentaje de gente que no es alcanzado por tal tipo de influencia. Este porcentaje es compatible con el comportamiento mostrado por individuos pertenecientes a las SS en los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial, según lo manifestado por Viktor Frankl.

Mientras que ese 10% de “gente decente” permanezca fuera del poder, existe siempre la posibilidad concreta de que el resto de la población sea embaucado por lideres populistas que, al darle un motivo para odiar al enemigo, real o ficticio, le ofrece una especie de “sentido de la vida” otorgándole la posibilidad de participar en una gran “empresa”, aunque fundamentada en bases poco éticas.

Sólo a ese 10% le ha de resultar atractivo el método utilizado por el Mahatma Gandhi, quien logró liberar a un país de trescientos millones de habitantes: la India de mitad del siglo XX, fundamentando su acción en la fuerza del amor y de la verdad. Tuvo que luchar en contra de fuerzas de disolución social como fue el caso de las distintas religiones que incumplían su finalidad esencial. También tenemos el gran ejemplo de Nelson Mandela quien, por métodos pacíficos, logró la integración de su pueblo previamente dividido por cuestiones raciales.

Por simples cuestiones estadísticas, es posible suponer que también existirá un 10% de personas en el otro extremo de la “curva en forma de campana”, aunque esta vez siendo orientados por la fuerza del odio y la mentira. Podemos decir que en un país las cosas andarán bien o mal dependiendo principalmente de cuáles sean las fuerzas dominantes; las que promueven la unión, o bien las que favorecen la división de la sociedad.

lunes, 20 de agosto de 2012

Identidad cultural y globalización

Mientras que todo individuo posee atributos personales diferentes de aquellos poseídos por los demás, y que le permiten ser una persona única, los pueblos poseen atributos culturales diferentes que los distinguen de los demás. De la misma manera en que el individuo se esfuerza por no caer en el anonimato y la masificación, los distintos pueblos luchan por mantener sus atributos culturales indemnes, lo que se conoce como la lucha por mantener su identidad cultural.

Se asocia la cultura de los pueblos a sus aspectos básicos que los caracterizan, aunque tales aspectos pueden coincidir con los de otros pueblos, ya que, así como cada individuo puede aprender de otros, cada pueblo podrá también hacerlo. Margaret Mead escribió: “Por «cultura» entendemos el conjunto de las formas adquiridas de comportamiento que un grupo de individuos, unidos por una tradición común, transmiten a sus hijos. Esta palabra designa, pues, no sólo las tradiciones artísticas, científicas, religiosas y filosóficas de una sociedad, sino también sus técnicas propias, sus costumbres políticas y los mil usos que caracterizan su vida cotidiana: modos de preparación y de consumo de los alimentos, manera de dormir a los pequeños, modo de designación del presidente del Consejo, procedimiento de revisión de la Constitución, etc.” (De “Sociedades, tradiciones y técnicas”-Unesco-1953).

Cada tipo de influencia que recibe un individuo podrá hacer que mejore su condición social y humana o bien podrá hacer que empeore. De la misma forma, cada tipo de influencia cultural que recibe un pueblo, y que provenga de otras culturas, podrá hacer que ese pueblo mejore o bien que empeore. De ahí que los optimistas prefieran que su propio país tenga las puertas abiertas a la llegada de inmigrantes y de ideas de otras partes, mientras que los pesimistas prefieran mantenerlas cerradas a todo tipo de intromisión foránea. Es por ello que muchos pueblos quedaron detenidos en el tiempo debido a sus preferencias por desarrollar lo propio y lo nacional, mientras que otros optaron por progresar agregando a sus propios conocimientos los aportados por otros pueblos. Jorge Bosch escribió:

“La sola expresión «identidad cultural» delata ya los efluvios de un dogma congelador e inmovilista como el del ser nacional. Con las palabras «identidad cultural» se pretende aludir a algo que permanece idéntico a sí mismo, invariable, estático, y en consecuencia, la defensa de la identidad cultural implica oposición a todo lo que pueda cambiarla, esto es, oposición al dinamismo histórico que caracteriza al fenómeno cultural. La defensa de la identidad cultural es una típica acción de la contracultura”.

Como ejemplo histórico de apertura cultural podemos mencionar a la antigua Roma, la que recibe de los griegos su filosofía; principalmente la estoica. De los egipcios el calendario que, luego, se denominará “juliano”. Recibe al cristianismo de una de sus colonias de Asia, y así también otras influencias que contribuyeron a su grandeza. El caso de los EEUU es bastante similar, ya que es un país cuya cultura nacional es más bien una “cultura internacional”. Al igual que la Roma antigua, abre sus puertas a los inmigrantes y recibe el aporte de todos ellos.

Como contrapartida tenemos el caso de los grupos separatistas de algunos países europeos que pretenden separarse de sus respectivos países. Puede decirse que el país que busca integrarse al mundo es aquel en el que predomina, a nivel individual, la idea de ser un ciudadano del mundo, además de pertenecer a su propio pueblo, mientras que aquellos que buscan separarse de la comunidad internacional son aquellos en los que predomina una fuerte idea nacionalista.

Debido a que el proceso de la globalización abarca, en principio, a todos los países del mundo, es aceptada por quienes se sienten ciudadanos del mundo y es rechazada por quienes se sienten ciudadanos sólo de su propio país. Incluso ven en este proceso un ataque a su cultura nacional, o a su identidad cultural. Joseph E. Stiglitz escribió: “Una de las razones por la que es atacada la globalización es porque parece conspirar contra los valores tradicionales. Los conflictos son reales y en cierta medida inevitables. El crecimiento económico –incluyendo el inducido por la globalización- dará como resultado la urbanización, lo que socava las sociedades rurales tradicionales. Por desgracia, hasta el presente los responsables de gestionar la globalización, aunque han alabado esos beneficios positivos, demasiado a menudo han mostrado una insuficiente apreciación de ese lado negativo: la amenaza a la identidad y los valores culturales” (De “El malestar de la globalización”-Taurus Ediciones SA-Buenos Aires 2002).

Pero no sólo el nacionalista se opone a la globalización, ya que, como tal proceso económico y cultural se basa en el mercado y en la tecnología, quienes pretendían una globalización económica basada en una economía socialista y en la propaganda (dirigida desde la ex URSS) también se oponen tenazmente, “encontrando” aspectos negativos en tal proceso. Por ello, tanto los nacionalistas como los “ciudadanos del mundo” siempre se opusieron a la globalización de tipo soviético, porque no implicaba un intercambio cultural entre todos los países del mundo, sino la imposición de la ideología marxista-leninista que intentaba abarcar tanto los aspectos culturales y tradicionales de un pueblo para someter la elemental voluntad individual de aceptar, o no, dicha influencia.

A esta ideología se asocia actualmente la “teoría de la dependencia”. Al respecto, Jorge Bosch escribió: “A grandes rasgos, la teoría de la dependencia sostiene que existen en el mundo algunos países hegemónicos (llamados también imperiales o imperialistas o, más asépticamente, centrales), que mantienen o tratan de mantener al resto en situación de dependencia económica, política y cultural. Los países dependientes (llamados también periféricos) mantienen esta dependencia gracias fundamentalmente a la acción de las oligarquías nativas, las que se ocupan más de satisfacer los intereses del país central que los del suyo propio”. “La teoría de la dependencia firma que la penetración cultural es una parte importante de la estrategia que los países centrales despliegan para mantener su hegemonía sobre los periféricos, y que en consecuencia la política de liberación de éstos debe consistir en el rechazo de la cultura imperial y la elaboración de una cultura propia, autóctona y popular”.

“Creo que esta teoría conspira contra sus propios fines, porque el rechazo de la cultura de los países centrales y la elaboración de una cultura propia desde la A hasta la Z requiere que el pobre país periférico reconstruya por sus propios medios toda la cultura, partiendo de sus canciones, sus bailes, sus tradiciones, y también de su tecnología atrasada y de su ciencia atrasada, renunciando al aporte de los recursos culturales que se han mostrado eficaces en los países desarrollados”.

“Ėsta es la mejor manera de consolidar el atraso relativo y hacer que el país periférico caiga definitivamente en una irremediable situación de dependencia; por eso digo que esta teoría conspira contra sus propios fines. En cambio, si un país periférico adopta los recursos culturales que han impulsado el progreso de los países desarrollados, y si realiza esta adopción con inteligencia y sentido de apropiación, sin vulnerar sus auténticos valores originales, se colocará en condiciones mucho más favorables para desenvolverse con autonomía en la política mundial. En términos esquemáticos se puede decir que la teoría de la dependencia, aplicada a la cultura de los países periféricos, tiende a consolidar y reforzar la dependencia. Creo que una conclusión análoga vale para los aspectos económicos y políticos, y por motivos parecidos” (De “Cultura y contracultura”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1992).

Entre las creencias erróneas, inducidas por los opositores a la globalización vía mercado, es la que estima que los países centrales se benefician a costa del perjuicio a los dependientes. Sin embargo, muchas empresas de los países centrales, para poder mantenerse en el mercado, recurren a la mano de obra de costo reducido que encuentran en los países periféricos, limitando así la cantidad de puestos de trabajo del país de origen y creándolos en otra parte. Suzanne Berger escribió: “La producción y los servicios pueden ser encargados por los países occidentales a los trabajadores y técnicos de India, China, Rumania y otros cuyos salarios a veces no exceden la décima parte de lo que se cobra en el país más avanzado”. “Durante los últimos tres años, los estadounidenses han llegado a temer que no quedase a salvo ningún puesto de trabajo en su país. Más de dos millones de empleos se destruyeron entre 2001 y 2004” (De “Desde las trincheras”-Ediciones Urano SA-Barcelona 2006).

Debe aclararse que el pago de bajos salarios a los empleados del extranjero, teniendo presente el poder adquisitivo del dólar en esos países, implica por lo general un sueldo conveniente para quienes lo reciben. De ahí que, no siempre se perjudica el país subdesarrollado ni siempre se beneficia el país desarrollado. Además, las empresas muchas veces se ven obligadas a reducir costos, no para obtener excesivas ganancias, sino para poder subsistir en un mercado altamente competitivo.

Otro de los aspectos vinculados a la identidad cultural de los pueblos es el relativismo cultural. Ėste implica que no existiría una cultura mejor que otra sino simplemente habría culturas diferentes tan “buenas y legítimas” como las demás. El inconveniente que se produce al adoptar este criterio radica en que no existe referencia alguna para emular ni motivo alguno para superarse. Si aceptamos esta situación, al menos debe tenerse presente que queda la posibilidad de someter a prueba los resultados logrados por distintas culturas y de ahí la posibilidad de poder aceptar la que, desde algún punto de vista, es superior a otra. Jorge Bosch escribió:

“Aun en el caso de que se acuda a un sistema de valores para comparar y juzgar dos sistemas de valores, no es necesario que el sistema de valores «patrón» coincida con el que tiene vigencia en alguna de las sociedades humanas existentes o que hayan existido. En efecto, si deseo comparar y juzgar los sistemas de valores de una sociedad capitalista democrática y una sociedad comunista, necesito información y deducción racional; y a partir de las consecuencias (y de las experiencias) hago una elección según mi propio sistema personal de valores, que no tiene por qué coincidir con el que tiene vigencia mayoritaria en ningún país particular”.

El relativismo cultural también resulta ser una justificación de los regímenes totalitarios por cuanto se supone que el sistema político y económico adoptado, que ofrecería cierta identidad cultural a la sociedad, resultaría tan legítimo como cualquier otro, por lo que no habría necesidad de cambiarlo y mucho menos de reemplazarlo. Jean-François Revel escribió: “La reivindicación de la «identidad cultural» sirve, por otra parte, a las minorías dirigentes del Tercer Mundo para justificar la censura de la información y el ejercicio de la dictadura. Con el pretexto de proteger la pureza cultural de su pueblo, esos dirigentes lo mantienen tanto como les es posible en la ignorancia de lo que sucede en el mundo y de lo que éste piensa de ellos. Dejan filtrar, o inventan si es preciso, las informaciones que les permiten disimular sus fracasos y perpetuar sus imposturas” (De “El conocimiento inútil”-Editorial Planeta SA-Barcelona 1989).

viernes, 17 de agosto de 2012

El poder y la política

La actividad política requiere, para su efectiva realización, de cierto poder, o de cierta capacidad para influir sobre los demás miembros de una comunidad. Pero esta capacidad de influencia debe estar acompañada de ciertos principios éticos del gobernante, para que ese poder no termine perjudicando a los sectores jerárquicamente inferiores. El poder público, asociado a la política, siempre ha constituido una atracción para individuos que responden a ciertos tipos psicológicos que, por distintas razones, lo buscan guiados por ambiciones estrictamente personales. Oriana Fallaci escribió respecto de algunos políticos entrevistados, al no poder creerles demasiado: “Quizá porque no comprendo el poder, el mecanismo por el cual un hombre o mujer se sienten investidos o se ven investidos del derecho de mandar sobre los demás o de castigarles si no obedecen. Venga de un soberano despótico o de un presidente electo, de un general asesino o de un líder venerado, veo el poder como un fenómeno inhumano y odioso”.

“De acuerdo, para vivir en grupo es necesaria una autoridad que gobierne, si no es el caos. Pero éste me parece el aspecto más trágico de la condición humana: tener necesidad de una autoridad que gobierne, de un jefe; la única cosa segura es que no se le puede controlar y que mata tu libertad. Peor; es la más amarga demostración de que la libertad no existe en absoluto, no ha existido nunca y no puede existir. Aunque hay que comportarse como si existiera y buscarla. Cueste lo que cueste” (De “Entrevista con la historia”-Editorial Noguer SA-Bogotá 1978).

La disociación de la política y la ética ya fue descrita en épocas de Nicolás Maquiavelo aunque, ni por antigua ni por cotidiana, debemos aceptar esa ruptura como algo propio de la naturaleza humana y de los gobernantes. Rubén Calderón Bouchet escribió: “A partir de Maquiavelo la ciencia política es una reflexión sobre el poder. La palabra, sin otra aclaración, no designa el poder político propiamente dicho y tiene una acepción muy vasta cuyos variados matices conviene aclarar”. “En primer lugar existe el poder de hacer algo y éste se extiende a todos los aspectos de la realidad. En segundo lugar existe un poder con derecho a hacer algo y éste está limitado por un ordenamiento jurídico de la fuerza. Al primero lo llamamos poder a secas y al segundo potestad”.

“El poder se tiene, la potestad se posee”. “Se tiene un terreno cuando se lo ocupa de facto, se lo posee cuando la ocupación es legal y supone un título legítimo”. “No basta el poder. La soberanía necesita autoridad, esto es, inteligencia y voluntad políticas. Un claro conocimiento de los medios usados para el bien común y una real capacidad para promover las actividades ordenadas a su consecución. Sin estas condiciones, la soberanía, aunque tenga fuerza, carecerá de su principal atributo y no podrá imponerse a sus súbditos como poder consciente y firme” (De “Sobre las causas del orden político”-Editorial Nuevo Orden-Buenos Aires 1976).

Tanto en el caso del ciudadano común como en el del político, se supone que su accionar ha de limitarse por medio de leyes surgidas del derecho. Pero, para que las cosas marchen bien, hace falta algo más que límites a nuestro accionar, sobre todo una actitud ética asociada a una motivación que trascienda lo estrictamente superfluo y material. No basta con no hacer el mal, sino que debe hacerse el bien. Gerhard Ritter escribió: “Maquiavelo gira continuamente en torno al problema de cómo constituir una autoridad política. ¿Cómo es posible salir en este mundo del caos de intereses partidistas e intrigas personales que continuamente se enfrentan entre sí, anulándose, para crear un orden estatal que sea a la vez duradero y potente?” (De “El problema ético del poder”-Revista de Occidente-Madrid 1976).

El gobernante que usa el poder con fines constructivos, es plenamente consciente de que su misión es la de orientar al ciudadano por una senda ética, por lo cual deberá predicar con el ejemplo indicando su propia confianza en el camino sugerido. Debe ser consciente, además, de que las leyes establecidas sólo servirán para limitar el accionar humano, a menos que caiga en el error de suponer que las leyes del Estado han de ser la guía efectiva de la sociedad, tal como ocurre en los sistemas totalitarios. Publio Cornelio Tácito escribió: “El Estado más corrompido es el que más leyes tiene”.

Finalmente, es importante conocer la psicología individual de quienes buscan un poder excesivo, al menos para encontrar una explicación racional de su conducta. Entre los estudios realizados al respecto podemos citar el de Vivian Green en su libro “La locura en el poder: de Calígula a los tiranos del siglo XX” en el que dice: “Un dictador es un político cuya mente, enferma de poder, va por un solo carril, y cuyo deseo consiste en imponer su voluntad y sus valores a todos los ciudadanos y eliminar a quienes no lo aceptan. La búsqueda y la conservación del poder se convierten en el único objetivo de su existencia”. “Para reforzar su imagen, los dictadores necesitaban hacerla aparecer más imponente de lo que era, entonces buscaban la adulación pública, organizaban ceremonias grandilocuentes y fomentaban magníficos monumentos. Además, necesitaban acabar con la oposición, fuera ésta real o imaginaria. Pero en medio de todas las cortes de sicofantes y de la adulación ilimitada, los dictadores estuvieron siempre aislados de la realidad y conservaron su personalidad trastornada, de modo que dentro del autoengaño en que vivían tomaron decisiones que quizás, en última instancia, bien pueden haber sido suicidas o autodestructivas”.

Respecto de Juan sin Tierra escribió: “Es probable que la falta de cordura del rey se revele con más nitidez en su inseguridad, que lo llevó a ser cruel y vengativo con sus rivales y a sospechar de todos, amigos y enemigos por igual”. En cuanto a Eduardo II escribe: “El rey intentó hacerse de un grupo de súbditos leales, pero, a pesar de contar con el dinero para comprar cualquier apoyo, no tuvo éxito. Entonces decidió consolidar su poder mediante la acumulación de riquezas en las arcas reales por medio de la aplicación de impuestos abusivos y la confiscación de propiedades pertenecientes a los nobles de dudosa lealtad, lo cual limitaría el control que la nobleza ejercía sobre el monarca”.

Roberto Cachanosky comenta al respecto: “Cuando se analiza la política y la economía de un país, no es un dato menor el estado mental de sus gobernantes o cómo influye en los países la locura en el poder porque muchas veces las decisiones de los tiranos no responden a una lógica determinada, sino a las arbitrariedades que sus caprichos los llevan a adoptar” (De www.economiaparatodos.com.ar).

En la Argentina, y a lo largo de su historia, tres son las etapas políticas que se destacan por la decidida búsqueda del poder total y absoluto por parte de sus gobernantes: la de Juan Manuel de Rosas, en el siglo XIX, la de Juan Domingo Perón en el siglo XX, y la de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, durante el siglo XXI. Como ese objetivo deja de lado los reales intereses de la Nación, ya que promueven profundas divisiones en la sociedad, estos casos despiertan la atención de algunos psicólogos que tratan de encontrar las causas personales de tales comportamientos. Al respecto, Ruth Schwarz escribió:

“El «mundo de la idolatría del poder» es, en mi conceptualización, el mundo de la desconfianza y del rechazo, ya que cuando predomina la desconfianza sólo valoramos la fuerza y el poder. Se caracteriza por la necesidad de dominar a toda costa a los demás y hasta la realidad misma, a través del poder propio o el de los otros con los cuales uno se identifica”. “Todos los deseos y esfuerzos convergen en la necesidad de obtener seguridad, ya sea a través de un poder propio ilimitado, ya sea a través de la protección de otros que tienen el poder”.

“Las situaciones de hambre, dolor, desamparo, impotencia y miedo al abandono que sufre hasta el infante mejor cuidado despiertan en su mente primitiva una sensación de «desconfianza básica» cuya fantasía central puede resumirse en las frases siguientes: «Me están dañando, podrían destruirme, no puedo confiar en nada ni en nadie…..»”.

“De ese modo se va formando en la mente una «zona» de vaciamiento de amor y de fe, dominada por el terror primitivo a la indefensión y al aniquilamiento. La respuesta a este cúmulo de emociones insoportables toma múltiples formas, pero tiene un solo contenido: la búsqueda frenética de recuperar la seguridad perdida a través de un poder absoluto sobre la realidad” (De “Idolatría del poder o reconocimiento”-Grupo Editor Latinoamericano-Buenos Aires 1989).

En cuanto a Néstor Kirchner, Walter Curia escribe: “Tímido entre los chicos de su grupo, inseguro y nervioso en los exámenes, Néstor seguía siendo un chico débil”. “Luis Maria Aguilar Torres, su profesor de Instrucción Cívica, con quien, a pesar de la identidad futbolera, nunca lograría tenerse respeto a lo largo de los años, dice todavía implacable: «Kirchner era el b…… de la clase»”.

“Sobre su vulnerabilidad emocional, otro ministro aventuró: «Kirchner ha sido muy poco acariciado cuando niño». El mismo funcionario agregó: «Nunca lo vi intimidado por nadie»” (De “El último peronista”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2009).

El periodista Luis Majul comentó en un programa televisivo que, en Santa Cruz, los amigos de Kirchner de su juventud fueron beneficiados cuando fue gobernador, mientras que sus enemigos tuvieron que irse de la provincia, mostrando el aspecto vengativo de su personalidad. Incluso todavía se recuerda su expresión dirigida a los productores del campo: “Quiero ver al campo arrodillado….”. De ahí que algunos atribuyen a esa actitud vengativa su decisión de prohibir las exportaciones ganaderas, ya que ello produjo una caída de unas 12 millones de cabezas en el stock ganadero destruyendo tal sector de la producción.

Lo peligroso es que la actitud de quien encarna un presidencialismo absoluto se va contagiando a los demás funcionarios y al resto de la sociedad. De ahí que no resulte extraño el cuantioso caudal de mentiras emitidas que deforman totalmente la realidad. Incluso el Secretario de Comercio afirmó que una persona puede cubrir sus necesidades alimenticias con unos $ 6 diarios, mientras que el precio actual (2012) de 1 kilogramo de pan es de unos $ 10. Detrás de ésta, y de otras erróneas afirmaciones, se pretende mostrar el éxito del gobierno en su gestión de la economía por cuanto los índices de indigencia y de pobreza se reducirían notablemente.

Son dos las condiciones necesarias para que pueda establecerse un diálogo: que las personas hablen el mismo idioma y que ambas digan la verdad. De ahí que en la Argentina no existe la posibilidad de diálogo entre gobierno y oposición, y tampoco entre los sectores que adhieren a las orientaciones políticas respectivas. La división en la sociedad se advierte claramente en el antagonismo existente entre quienes optan por la confrontación permanente y la mentira en contra de quienes confían en la posesión parcial de la verdad de todos los sectores respetando el elemental principio ético de poder expresarla y de permitirla a sus ocasionales contendientes.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Mirando hacia el futuro

Se observa en la vida política actual de la Argentina una permanente referencia al pasado. En lugar de adoptar una postura similar a la de España, país que optó por mirar al futuro en lugar de permanecer mirando hacia la Guerra Civil que padeció, seguimos observando el pasado sin que se vislumbre algún tipo de superación. La falta de acuerdo radica esencialmente en que se acepta la “legitimidad” de la guerrilla pro-soviética al pretender imponer un gobierno totalitario en la Argentina mientras que, simultáneamente, se niega la legitimidad de la Nación al ejercer su defensa ante ese agresor. Recordemos que el grupo combatiente PRT-ERP había ocupado militarmente un tercio del territorio de la provincia de Tucumán con las intenciones de reclamar para esa zona “liberada” el reconocimiento internacional. Pío Laghi escribió: “El país tiene una ideología tradicional y cuando alguien pretende imponer otro ideario diferente y extraño a la Nación reacciona como un organismo con anticuerpos frente a los gérmenes, generándose así la violencia”.

En la actualidad es mirado con cierto desprecio el argentino que reconoce haber preferido el triunfo militar de su país en lugar del triunfo del grupo foráneo. Es una situación similar a que se desprecie al argentino que hubiese preferido el triunfo nacional ante los ingleses en el conflicto de las Islas Malvinas. Es muy común asociar, al ciudadano que rechaza todo tipo de totalitarismo, alguna forma de “dependencia mental o adhesión afectiva respecto del imperialismo yankee”, o algo similar. Ni siquiera se reconoce la posibilidad de existencia de cierta identidad nacional que, sin embargo, existe.

Muchos proponen que se realice en el país un pacto similar al de la Moncloa, de España. Al respecto, Guillermo Laura y Adolfo Sturzenegger escriben: “Recurrentemente se insiste en que Argentina necesita un Pacto de la Moncloa. Quienes así opinan nunca han dicho cuál debe ser su contenido, por lo que no pasa de ser un slogan inútil, aunque inofensivo. Nuestro verdadero Pacto de la Moncloa es la Constitución Nacional. Allí está todo lo esencial y allí se encuentran las herramientas institucionales indispensables para construir un gran país, como lo demostró la generación del '80. Lo primero que debemos hacer es respetar la Constitución. Si lo hacemos, tendremos un marco institucional perfecto para garantizar la seguridad jurídica y recrear un ambiente óptimo dentro del invernadero para alentar las inversiones y expandir el mercado”. “Todo esto debería ser el contenido de nuestro Pacto de la Moncloa: ponernos de acuerdo en poca metas humildes, aunque de gran escala, para resolver rápidamente los problemas prioritarios”.

Los autores citados se refieren a la Constitución original surgida principalmente de la visión de Juan B. Alberdi, y no tanto a las sucesivas distorsiones que desde entonces sufrió. También hacen falta ideas orientadoras para el resurgimiento que todos esperamos. Las ideas necesarias sobre aspectos concretos de la economía y de la política, han sido vertidas por distintos autores. En este caso se sugiere la lectura de dos libros que seguramente podrán ayudar a emprender el camino hacia el desarrollo, si es que alguna vez nos decidimos a ello:

a) “Abundancia de lo indispensable para todos” (Gobierno + mercado: sustentar el desarrollo y derrotar el desempleo) de G. Laura y A. Sturzenegger - Pearson Education SA - Bs.As 2004.
b) “Economía sin barreras” (Más empresas, menos impuestos) de Ernesto Sandler-Mucho Gusto Editores-Buenos Aires 2012.

Una de las formas propuestas para solucionar varios problemas a la vez, es la orientada hacia la construcción, especialmente en un país con disponibilidad de tierras y de mano de obra. Es una solución factible y mucho más eficaz que aquella de recurrir a crear puestos ficticios de trabajo, desde el Estado, que terminan transfiriendo la pobreza desde los desocupados a los sectores productivos, ya que se intensifica la pesada carga que debe soportar el sector privado. G. Laura y A. Sturzenegger escriben:

“Por una milagrosa coincidencia de hechos aparentemente inconexos y autónomos, Argentina está en una situación privilegiada y singular. Aquello que necesitamos con mayor urgencia y premura coincide con aquellas cosas que podemos hacer utilizando las verdaderas aptitudes y capacidades de los desocupados. Porque, justamente, lo que Argentina necesita se resuelve con baja tecnología, como construir masivamente viviendas, escuelas, carreteras, aeropuertos, cárceles, saneamiento y forestación, que coinciden, casi como si alguien lo hubiera planificado previamente, con los recursos reales ociosos disponibles: cemento y mano de obra”. “Como dice con acierto Fernando Henrique Cardoso «El mercado no resuelve el problema de la miseria. La extrema pobreza debe ser resuelta mediante acciones coordinadas por el Estado»”.

Al ser necesario y prioritario el trabajo genuino es de esperar que el Estado promueva la creación de empresas, al menos facilitando sus inicios. Sin embargo, resulta ser todo lo contrario, ya que la tarea más importante de la burocracia estatal parece ser la de poner trabas y controlar al sector productivo. Ernesto Sandler escribió: “Según los datos de 2011 del Banco Mundial, nuestro país se encuentra en el puesto 113 sobre los 180 países que más trabas y obstáculos administrativos ponen a las empresas para que inicien sus actividades. Puesto que llega al 169 si se trata de la actividad de la construcción en un país que tiene un déficit de 6 millones de viviendas”. (Nota: se entiende como que el primer puesto es para el país que establece la menor cantidad de impedimentos).

“Las cifras del último censo muestran que el 22% de la gente que trabaja es empleada para el Estado de manera directa. Los edificios públicos están abarrotados de personal que no tiene tareas especificas ni objetivos claros que cumplir; sin embargo, como es propio del comportamiento humano no dejan de reclamar mejores condiciones laborales y mayores salarios”.

Una de las soluciones posibles para esta mala administración de recursos consiste en buscar actividades productivas para la mayoría de estos empleados, incluso cediéndolos a empresas privadas productivas, como se ha hecho, con buenos resultados, en la provincia de San Luis.

El problema de la vivienda está lejos de resolverse, siendo un problema que se acentuó en épocas de Perón cuando congeló el precio de los alquileres estableciendo una expropiación virtual de viviendas (y real en algunos casos) que desalentó la construcción de otras nuevas para alquiler. Ernesto Sandler escribió: “Uno de cada cinco argentinos vive en hogares precarios. A este dato hay que agregar otro dato igualmente significativo que arroja el censo de 2010. De tres a cuatro personas, sobre un total aproximado de 2 millones, viven en el mismo cuarto, dando lugar a un «hacinamiento crítico»”.

“Entre los argentinos que tienen vivienda propia o alquilada, sólo la mitad tiene cloacas o gas natural. Esto pone de relieve que buena parte de la población vive en un contexto de insalubridad y padeciendo el frío invernal. La misma carencia ocurre con el agua potable. Más del 50% de la población no tiene agua corriente que el Estado debería garantizar desde hace más de 100 años, cuando Pellegrini nacionalizó Obras Sanitarias de la Nación”.

“El censo de 2010 refleja que cerca del 15% de las viviendas no cuenta con heladera para conservar alimentos y tener una vida acorde con el siglo que vivimos. El 22% de las zonas urbanas está rodeado de basurales contaminantes y generadores de cientos de enfermedades”.

A pesar de la imperiosa necesidad que tiene la población por mejorar su situación a través del trabajo productivo, es algo común a todos los gobiernos “proteger a la población de la maldad y el egoísmo de los empresarios”, controlándolos y poniéndoles trabas a todas sus actividades, tendencia que se está acentuando notablemente en la actualidad (2012). Ernesto Sandler agrega: “La falta de confianza en la gente, constituida por emprendedores, trabajadores, comerciantes, consumidores y empresarios independientes es una de las causas de nuestro limitado desarrollo económico y progreso social. No confiar en la gente por considerarla incapaz de forjar su propio destino es tan negativo como creer que sólo el Estado puede encauzar el desarrollo y lograr la justicia social”.

“El 90% de la gente que votó en las elecciones del 2011 lo hizo por partidos que promueven diferentes tipos de muletas estatales. Pocos fueron los que votaron para que los dejen trabajar y producir sin interferencias de los gobiernos”. “Las muletas estatales pueden ser diferentes según los gobiernos o partidos políticos. Pero todas ellas reflejan un pensamiento dominante: la sociedad argentina considera que la única manera de caminar económicamente es a través de la intervención ordenadora del Estado en la economía. De ninguna manera piensa que la gente y las empresas puedan ser el motor para que la economía camine y trote hacia un crecimiento ordenado y pujante”.

El hecho de que el Estado tienda a someter al sector productivo distorsionando al mercado, no se da en todos los países. Tal distorsión se materializa a través de las restricciones a las múltiples y variadas decisiones individuales de productores y consumidores. Sin embargo, existe también la posibilidad de que el Estado actúe favoreciendo tanto al sector productivo como al sector consumidor, que en realidad son los dos roles desempeñados simultáneamente por la mayoría de los habitantes de una Nación. Esta es justamente la idea básica de la propuesta de G. Laura y A. Sturzenegger, quienes escriben:

“A este nuevo modelo lo denominamos alianza estratégica del gobierno y el mercado. Ha estado presente en los grandes logros científicos y técnicos del siglo XX, así como en los «milagros económicos» de posguerra y, más recientemente, en el despertar de los países asiáticos”. “Por un lado el gobierno ha intervenido en la economía excediendo ampliamente las funciones del Estado gendarme. Estas intervenciones exitosas han procurado no destruir los delicados mecanismos del mercado logrando un difícil equilibrio entre la autoridad del gobierno y la libertad de mercado, para lo cual fue esencial la actitud positiva asumida por la burocracia en lugar de constituir un obstáculo, una máquina de impedir, ha logrado conformar un gobierno «facilitador», promotor y estimulador: una intervención del gobierno para potenciar el mercado y no para destruirlo”.

La propuesta de estos autores no es algo distinto a lo que se ha denominado como “economía social de mercado” que tanto éxito tuvo en los países europeos luego de la Segunda Guerra Mundial. Es el método que produjo el famoso “milagro alemán” aunque en la Argentina se vea con mayor simpatía el tipo de economía que favoreció la construcción del “muro de Berlín”.

domingo, 12 de agosto de 2012

El presidencialismo absoluto

Mientras que aquellos países que han tenido dictaduras realizan leyes que limitan el poder de los gobiernos previniendo no repetir el pasado, en otros, que han sufrido situaciones caóticas, se opta por formular leyes que garanticen a los gobernantes un poder suficiente para evitar tales situaciones extremas. En estos casos se tiene presente aquello de que “es mejor un mal gobierno a no tener ninguno”. Esta última alternativa ha dado lugar a que aparezcan verdaderas “dictaduras constitucionales”, ya que las constituciones respectivas contemplan esa posibilidad. Mariano Grondona escribió:

“Todos los regímenes políticos discurren entre dos precipicios. Uno es el despotismo. El otro, la anarquía. En tanto en los países anglosajones el temor político principal es el despotismo, porque desde la guerra civil inglesa del siglo XVII desconocieron experiencias anárquicas, en América Latina el temor político principal es la anarquía, de la cual la región ha tenido abundantes experiencias en su historia”.

“La experiencia latinoamericana ha llevado a autores como Juan Bautista Alberdi a imaginar presidentes «fuertes» que puedan proteger a los países de la región contra el rebrote de la maleza del desorden, de la anarquía, un mal que –según también advirtió el general Julio Argentino Roca cuando hubo de justificar por qué él mismo había sido un presidente «fuerte», un presidente «elector» de sus sucesores- «no es posible erradicar ni en cincuenta ni en cien años»” (De “El desarrollo político”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2011).

En países con la tendencia a establecer “dictaduras constitucionales”, ya que no sólo lo permiten las leyes sino también la propia ciudadanía, es posible la aparición del presidencialismo absoluto, como ha ocurrido en la Argentina más de una vez. Así, el pueblo ha consensuado afirmativamente, a través de las elecciones, la continuidad de un gobierno de tipo unipersonal a cuya figura central se ha delegado la atribución de adoptar todas las decisiones de tipo económico, político, jurídico, cultural, etc., incluso avasallando los poderes Legislativo y Judicial. Se le asignan atributos personales especiales a los que se asocia cierta infalibilidad, pasando a un lugar secundario en la consideración pública aspectos tales como inseguridad, inflación, fuga de capitales, crisis energética, niveles importantes de pobreza, división creciente de la sociedad, etc.

A pesar de todos los inconvenientes citados, que mantienen una plena vigencia, y aun cuando hayan sido cuantiosos los aportes monetarios realizados al Estado por el sector productivo, a éste se lo sigue criticando severamente. Incluso, al haber una fuga de capitales y un limitado aporte de inversiones desde el exterior, el Estado encara sus propias “inversiones” con el recurso de la máquina de imprimir billetes, que es el primer eslabón de la secuencia que termina con la aplicación del “impuesto inflacionario”, que recae principalmente en los sectores de menores recursos, por lo que se trata de un “modelo” bastante injusto. Así, la mayor parte de los gastos del Estado, superfluos y legítimos, recaerá principalmente sobre los hombros de los sectores de menores recursos, algo opuesto a lo que predica la publicidad oficialista.

Cuando se dice que la persona que encarna el presidencialismo absoluto ha de poseer atributos especiales, tales atributos parecen consistir, en el caso argentino actual (2012), en una gran habilidad para convencer a la ciudadanía de que todo marcha muy bien y que, quienes dicen lo contrario, son afines a los “turbios intereses de las corporaciones”, o algo semejante. De ahí que no será posible que sean tenidos en cuenta los llamados de atención de quienes no ven las cosas tan bien, por lo que no es de esperar cambios de rumbo importantes. En nuestro país, sólo se cambia de rumbo una vez que la crisis nos ha caído encima, ya que es muy difícil que un gobernante reconozca errores, especialmente cuando son los señalados por el sector “enemigo”.

El presidencialismo absoluto, más cercano a una dictadura que a una democracia, se establece en el marco del populismo. Jorge Bosch escribió al respecto: “Deseo establecer con la mayor claridad posible las diferencias entre democracia y populismo:

1- La democracia está basada en la libertad y el populismo en la adhesión; a su vez, el fundamento de la libertad está constituido por la información diversificada y la discusión racional; en tanto que la adhesión propia del populismo se funda en el adoctrinamiento.

2- En la democracia el protagonista es el individuo diferenciado y personalizado; en el populismo el protagonista es la masa indiferenciada. El proceso de diferenciación y personalización constituye un refinamiento de los recursos intelectuales y emocionales, y pone en funciones mecanismos de comprensión y acción cada vez más sutiles. Los mecanismos de acción de la masa son la hipnosis y el automatismo.

3- Para el populismo el pueblo es el depositario de Verdad y de Excelencia; para la democracia el pueblo es solamente depositario de Soberanía, pero se admite que pueda equivocarse y que sus dictámenes puedan ser injustos. El populismo adula al pueblo, considerando que éste ya está en posesión de todas las virtudes; la democracia educa al pueblo para que pueda ir poseyendo cada vez más virtudes. En un caso la consigna es adular al soberano, y en el otro es educar al soberano.

4- Como consecuencia de lo anterior, la democracia es dinámica y perfectible, en tanto que el populismo es paralizante. Por tanto, la democracia busca el perfeccionamiento y la elevación progresiva del pueblo; el populismo lo conduce al estancamiento.

5- En el marco de las observaciones precedentes queda claro que la democracia está naturalmente interesada por la calidad de los bienes a los que tiene acceso el pueblo, en tanto que al populismo le basta con satisfacer las apetencias más gruesas e inmediatas.

6- Para el populismo la consulta masiva al pueblo y la respuesta masiva de éste constituyen el mejor método de gobierno; este método presenta la apariencia de una acción directa del pueblo pero, en las sociedades multitudinarias y complejas, se resuelve en una delegación irrestricta de poderes en manos de un líder o de un partido, que son los que concentran los medios de manipulación masiva. La democracia es realista y reconoce que en las sociedades de alta complejidad es imposible una acción directa coherente, para lo cual multiplica y diversifica la representatividad, establece controles en todos los niveles y adopta en suma la delegación controlada como medio eficaz para tomar decisiones. Este sistema de representatividad y de controles requiere de los ciudadanos una permanente atención y un continuo perfeccionamiento de sus procesos de información y de sus recursos intelectuales. A hacer más directa e inmediata esta participación inteligente puede contribuir la revolución informática en marcha.

7- Como consecuencia de su dinamismo intelectual y de su vocación por la diversidad y el perfeccionamiento constantes, la democracia es universalista. El populismo, por la estrechez y la falta de renovación de su marco conceptual, es localista y cerril”.

“Mientras tanto, la contracultura golpea y se extiende. Estamos asistiendo a un intento de descomposición de la cultura occidental, que puede llevar a los países centrales –pese a sus enormes reservas- a una regresión lindante con un nuevo tipo de barbarie” (De “Cultura y contracultura”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1992).

Las recientes medidas adoptadas por el gobierno nacional respecto de la posibilidad de adquirir moneda extranjera, ha restringido la posibilidad de realizar viajes al exterior; una libertad esencial para muchos habitantes. Sin embargo, como la mayoría pocas veces, o nunca, viaja al exterior, encontrará cierto beneplácito ante la “igualdad social” lograda en ese aspecto. Pocos son quienes dudan de que la Argentina apunta hacia una “venezuelización” del país. Recordemos, además, que Hugo Chávez tiene como objetivo lograr el poder absoluto sobre toda la geografía y toda la vida existente sobre su país, intentando una conquista similar a la lograda por Fidel Castro en Cuba. Lo importante, para estos personajes, no es el bienestar del pueblo ni el destino de sus naciones, sino el poder personal que puedan lograr. Mariano Grondona escribe sobre Hugo Chávez:

“La oposición podría vencerlo, aunque sólo en teoría, porque Chávez es, para todos los efectos prácticos, un dictador que no ha vacilado en cerrar los medios de comunicación que no le eran adictos y en encarcelar a opositores políticos y a algunos periodistas independientes que considera peligrosos, mientras que otros disidentes han debido tomar, por la misma causa, el camino del exilio”.

“Pensando en Chávez y en sus émulos, hemos definido a su régimen como una dictadura intrademocrática, como una dictadura que no proviene de un previo golpe de Estado, «por fuera» de la democracia, sino que ha nacido y progresado «dentro» de ella, cual si fuera un tumor, detrás de la expectativa oficialista de que, cuando el pueblo advirtiera lo que estaba ocurriendo, ya sería demasiado tarde. Si bien Chávez y sus émulos han expresado muchas veces su admiración por la dictadura totalitaria de los hermanos Castro en Cuba, a la inversa de ellos no llegaron al poder mediante la lucha armada sino a partir de una elección democrática, para iniciar desde ella un proceso cuya meta final es, empero, afín al castrismo; no sólo autoritaria por controlar gradualmente los resortes del poder, sino también totalitaria, por pretender, mediante la propaganda y la educación del Estado, que sus súbditos terminen por adherir en su propia conciencia al régimen imperante, detrás de un pensamiento único que no admite ni siquiera los residuos cada vez más débiles del pluralismo. Un ejemplo de ellos es que Chávez ha organizado «milicias infantiles», en cuyo seno los más jóvenes son adoctrinados y adiestrados militarmente para defender al mesías político de Venezuela, con el apoyo de asesores cubanos”.

Recordemos que en el gobierno actual argentino militan varios integrantes del grupo Montoneros, que desarrolló en los setenta una lucha armada contra la Nación con el fin de instaurar un sistema totalitario similar al existente en Cuba desde 1959. Por ello, quienes piensan que este gobierno avanza mediante un nuevo intento totalitario por lograr el poder total y absoluto, tienen una base real y concreta para temer esa posibilidad. Venezuela está cerca. Cuba algo más lejos. Sólo es cuestión de tiempo y de esperar la llegada del socialismo permaneciendo imparciales ante la realidad política e indiferentes respecto del futuro que nos espera.

sábado, 11 de agosto de 2012

Acerca de la educación

Si se asocia la cultura principalmente al conocimiento que tiene validez universal, puede decirse que la educación es el medio que dispone la sociedad para promover y difundir el proceso de la evolución cultural. Mediante este proceso respondemos a la “imposición”, por parte del orden natural, que nos exige como precio que debemos pagar por nuestra supervivencia. Así, el docente resulta ser el intermediario entre quienes generan el conocimiento y quienes lo han de recibir. El contenido de la educación ha de ser universal por cuanto la ciencia tiene ese carácter. De ahí que es posible hablar de una “ciencia de la educación”. Víctor García Hoz escribió: “Todo perfeccionamiento humano de algún modo empieza por su perfeccionamiento intelectual. El saber y el saber hacer sustentan la vida humana. De aquí las estrechas relaciones entre la educación y la cultura. La educación puede ser entendida también como actualización de la cultura” (De “Principios de Pedagogía sistemática”-Ediciones Rialp SA-Madrid 1960).

Si bien la cultura universal se estableció en el pasado a partir de la religión y la filosofía, siendo ambas actividades cognitivas de validez sectorial, han servido de apoyo para el establecimiento del conocimiento científico, de validez universal. Es de suponer que, con el tiempo seguirá predominando la ciencia hasta que se pueda establecer una religión natural enteramente compatible con sus contenidos y con su método.

Las principales funciones de la educación son las siguientes (según Craig Calhoun y otros):

1- Enseñanza de aptitudes
2- Transmisión de la cultura
3- Promover la adaptación cultural
4- Inculcar disciplina
5- Fomentar el trabajo en grupo
6- Promover el comportamiento ético
7- Seleccionar talentos y recompensar el logro
(De “Sociología” de C. Calhoun, D. Light, S. Keller-McGraw Hill España-Madrid 2000).

En la educación podemos distinguir un contenido y un método de enseñanza, asignando a la palabra “método” el significado de “camino al objetivo”. Así como el contenido de la educación podrá ser común y universal, la transmisión del conocimiento ha de depender bastante de las aptitudes de quien la imparte y de quien la recibe. La forma de transmitir información es una cuestión bastante personal ya que a ella está asociada la creatividad individual, por lo que debemos hablar también del “arte de la educación”. Dicho arte consiste en optimizar la transferencia de ideas sintetizándolas en un tamaño mínimo y adecuado, y que podrán ser depositadas en la memoria del alumno permitiéndole realizar razonamientos al respecto. Anatole France escribió: “El arte de la enseñanza consiste en despertar curiosidad en las inteligencias jóvenes y en satisfacerlas después”.

El arte de la educación consiste esencialmente en transmitir ideas básicas que sólo pueden establecerse a partir del adecuado conocimiento de los contenidos que van a enseñarse. De ahí que pocas veces se podrá suplir el conocimiento con aptitudes pedagógicas. Incluso en los ámbitos educativos se supone que bastan muy pocos libros para lograr un nivel cultural y científico adecuado. Conocimientos y capacidad de síntesis, por parte del docente, e interés y entrenamiento mental por parte del alumno, son los elementos básicos del proceso educativo. Bertrand Russell escribió: “La educación podría definirse como la formación, por medio de la instrucción, de ciertos hábitos mentales y de ciertas actitudes frente a la vida y frente al mundo” (Citado en “Tres filosofías de la educación en la historia”-W.K. Frankena-UTHEA-México 1968).

Así como la ciencia biológica busca conocer el código genético del ser humano tratando de resolver gran parte de nuestras debilidades físicas, las ciencias sociales buscan (o deberían hacerlo) la información mínima (ideología) que todo hombre debería llevar en su mente de manera de permitirle una plena adaptación al orden natural. La libertad del pensamiento ha de surgir a partir de la posesión de verdades elementales y evidentes. Con ellas se ha de elaborar un pensamiento cercano a la realidad. El poder de las ideas simples puede sintetizarse en la siguiente expresión de Cristo: “Es parecido el Reino de los Cielos a un grano de mostaza que un hombre tomó para sembrar en su campo; y, aún siendo la más pequeña de todas las semillas, cuando crece es mayor que todas las plantas del huerto, y se hace un árbol, adonde vienen los pájaros del cielo a cobijarse en sus ramas” (Mt).

En cuanto a los métodos de enseñanza, su efectividad depende de la aptitud del docente para impartir conocimientos ordenados a partir de cierta coherencia lógica previamente existente en su mente. De ahí que ciertos objetivos mínimos deban ser claramente expuestos buscando que queden para siempre en la memoria de los alumnos. Dicha coherencia lógica provendrá de conocer adecuadamente una secuencia histórica, una forma deductiva o bien una forma inductiva. La secuencia histórica implica una sucesión lineal de hechos, mientras que la forma deductiva permite ir desde lo general a lo particular. La forma inductiva, finalmente, permite describir los contenidos desde lo particular a lo general. Estas últimas posibilidades provienen de haber podido organizar el conocimiento en una forma axiomática. Luego, teniendo presente la libertad de elección del docente y su arte pedagógico, podrá elegir entre estas alternativas o bien otras no mencionadas aquí.

Los objetivos de la educación apuntan al hombre para hacerlo consciente del lugar que ocupa en el universo. También existirán objetivos sociales, ya que todo individuo deberá adaptarse al medio en donde realiza su vida. Diversas posturas filosóficas proponen contenidos y métodos para la educación, si bien predominan aquellos surgidos de la ciencia y de la postura filosófica implícita en dicha actividad. Así, los contenidos inherentes a la adaptación cultural del individuo provendrán de una “teoría de la acción ética”, mientras que los métodos para la transmisión de esos contenidos provendrán de una “teoría del conocimiento”.

El conocimiento adquirido permite al hombre dedicar sus pensamientos a cosas importantes. Es la única forma de evitar su total dedicación a las trivialidades cotidianas, a la vulgaridad o al desmedido afán de lujo y comodidades. El intelectual, desinteresado por lo material, adopta esa actitud sin tener que realizar el esfuerzo de sacrificar algo valioso. Ello ocurre porque lo material, para él, sólo significa un medio para que su vida sea más cómoda y segura. Por el contrario, el hombre pobremente educado asigna una mayor categoría social a quien más dinero posee, siendo que este valor prioritario sólo sirve para promover envidia entre quienes adoptan tal escala material de valores.

El ideal de la educación no ha de diferir esencialmente del ideal de la ciencia, de la filosofía y de la religión, que puede sintetizarse en la búsqueda de la verdad. Todos los demás objetivos se darán como una consecuencia de esa búsqueda. La educación universal tenderá a unificar culturalmente a todos los pueblos. Cristo dijo: “La verdad os hará libres”; es decir, libres respecto de nuestras propias debilidades como también respecto del posible dominio que sobre cada uno puedan ejercer los demás hombres.

La posesión parcial del conocimiento universal nos hará sentir ciudadanos del mundo, y nos permitirá dejar de lado los nacionalismos exagerados que generan antagonismos. Así como al sentirnos partes de la sociedad no dejamos de pertenecer a una familia, al sentirnos partes de la humanidad no dejaremos de pertenecer a nuestra propia Nación. El nacionalismo debe darse simultáneamente con el universalismo, de la misma manera en que el amor propio debe darse junto con el amor al prójimo.

El conocimiento de la verdad nos hace vislumbrar la esencia de la eternidad, porque la verdad implica el conocimiento de lo eterno; la ley natural invariante. El ciudadano común debería acercarse a la obra de los buscadores de la verdad en lugar de seguir los pasos de los buscadores de lo efímero y de lo circunstancial. Si asociamos nuestra vida a la búsqueda y a la difusión de la verdad, encontraremos el sentido de la vida que las leyes eternas han asignado a los hombres.

La escuela materializa sólo una de las causas influyentes en la formación de cada individuo. Esta influencia será compartida con el medio familiar y con los medios masivos de comunicación. Cuando se habla de la “crisis de la educación”, generalmente se supone que los contenidos y los métodos utilizados son anticuados, y se sugiere cambiarlos totalmente. En realidad, lo que está en crisis es la propia sociedad; la que valora muy poco el conocimiento y la cultura. Poco se ganará si se trata de cambiar aspectos poco relevantes en lugar de tener presentes otros factores de mayor importancia.

En la actualidad, desde un punto de vista empresarial, se valora más el conocimiento que el capital y el trabajo. El hombre compite con la máquina y subsiste laboralmente el que es servido por una máquina, y no el que la sirve. Peter Druke escribió: “El cambio de significado del saber, que empezó hace doscientos cincuenta años, ha transformado a la sociedad y a la economía. El saber convencional se considera a la vez el recurso personal clave y el recurso económico clave. El saber es hoy el único recurso significativo. Los tradicionales ‘factores de producción’, suelo (recursos naturales), mano de obra y capital, no han desaparecido, pero se han convertido en secundarios; pueden obtenerse, y con facilidad, siempre que haya saber” (De “La sociedad poscapitalista”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1993).

La exagerada utilización de la tecnología perjudica al estudiante. Así, pierde la posibilidad de realizar un eficaz entrenamiento mental al ejecutar cálculos elementales con calculadoras digitales, mientras que pierde entrenamiento imaginativo al disponer de imágenes televisivas durante gran cantidad de horas. De esta manera, a la mayoría le resulta dificultoso realizar cálculos mentales o leer libros sin imágenes. Este proceso está favorecido por el ideal tácitamente aceptado de buscar comodidades a toda costa, aún para que no trabaje nuestra propia mente.

El hombre regido por el “principio del placer” tiende a colocar “una alfombra a los pies de sus hijos” para que no sufran el menor malestar. De esa forma sólo consigue desadaptarlos de la sociedad y alejarlos de la realidad. Además, se ha llegado a un caso frecuente en que, si el docente comparte alguna información con sus alumnos, prestándoles libros o revistas, es altamente probable que no reciba su devolución. Este es un síntoma de que el subdesarrollo económico y tecnológico es sólo una consecuencia del subdesarrollo cultural.

viernes, 10 de agosto de 2012

Contrapedagogía

Además de la falta de interés que los alumnos muestran respecto de la adquisición de conocimientos y de atributos éticos, posiblemente como consecuencia de la pobre valoración social de los mismos, se añade cierto criterio que tiende a ser dominante entre muchos educadores, y que hace que el resultado final del proceso educativo vaya decayendo año a año. Jorge Bosch escribió: “La contracultura alcanza su culminación en la contrapedagogía. Llamo así al conjunto de ideas que, en forma directa e indirecta, contribuyen al debilitamiento de la función que considero primordial en la pedagogía, que es la transmisión del saber, de la cultura y de los mecanismos que hacen posible su renovación, en un sentido que apunte a una mayor calidad de los productos y a una mayor elevación del espíritu” (De “Cultura y contracultura”–Emecé Editores SA-Buenos Aires 1992).

Para tener una idea acerca del criterio antes mencionado, se cita un informe emitido por especialistas de la UNESCO: “El hecho es que, con la óptica de la educación permanente y en el presente estado del saber humano, cada vez constituye un abuso mayor del término dar al enseñante el nombre de maestro, cualquiera que sea el sentido que se le dé a la palabra entre sus múltiples acepciones. Está claro que los enseñantes tienen cada vez menos como tarea única el inculcar conocimientos, y cada vez más el papel de despertar el pensamiento. El enseñante, al lado de sus tareas tradicionales, está llamado a convertirse cada día más en un consejero, un interlocutor; más bien la persona que ayuda a buscar en común los argumentos contradictorios, que la que posee las verdades prefabricadas; deberá dedicar más tiempo y energías a las actividades productivas y creadoras: interacción, discusión, comprensión y estímulo”.

Se estima que la cantidad de conocimientos aportados por las distintas ramas de la ciencia experimental se duplica cada diez años, por lo que existe la necesidad de enseñar mayor cantidad de información en un tiempo similar. De ahí que el educador debe transmitir un conocimiento básico (“ideas prefabricadas” para algunos) que se acrecienta rápidamente. Y ese conocimiento básico no ha de ser algo que se ha de debatir entre maestro y alumno buscando elementos contradictorios. Las actividades productivas y creativas se irán dando luego de que se haya adquirido un nivel de conocimientos básicos previos, pero no en las primeras etapas del aprendizaje. Jorge Bosch escribió:

“Si se pretende con esto dejar en manos del alumno la selección de temas, métodos y vías de confirmación o refutación, esperando que llegue por sus propios medios a descubrir todo el saber científico acumulado durante dos mil años, desde el teorema de Pitágoras hasta las teorías modernas de la constitución de la materia y de la genética, entonces se producirá una decadencia generalizada en la transmisión de la cultura y en poco tiempo la humanidad volverá, en el mejor de los casos, a la beatífica armonía de la era pre-industrial, en las cuales las relaciones de dominación se hallaban sólidamente establecidas”.

La mayor parte de los contenidos de programas que se enseñan en las escuelas, proviene de los aportes de la ciencia experimental. De todos ellos, existe una parte importante que ha sido comprobada fehacientemente y que no es materia de discusión. Sin embargo, muchos suponen que en la ciencia cada nueva teoría “destruye” a las anteriores, lo que en realidad sucede pocas veces. Una nueva teoría reemplaza, o mejora, a una anterior, pero ésta sigue teniendo validez (si fue verificada en su oportunidad). Así, la mecánica de Newton sigue teniendo la validez que siempre tuvo a pesar de las correcciones relativistas y cuánticas que se le han hecho. La biología básica tampoco cambia aún cuando cada día aparezcan hallazgos novedosos. Tampoco la matemática básica ha cambiado desde hace siglos. Jorge Bosch escribió:

“Me parece que una de las principales tareas del enseñante actual consiste en idear las formas adecuadas para transmitir una mayor y más compleja masa de información a una gran cantidad de gente. Este problema no se resuelve con animadores sonrientes y felices que «ayuden a buscar en común los argumentos contradictorios». Con el método de los animadores sonrientes la cantidad de información que se logrará transmitir será cada vez menor y la educación marchará hacia atrás”.

Debido a que predomina en la intelectualidad la búsqueda de la igualdad antes que la búsqueda de la libertad, de la justicia o de la cultura, en todas partes aparece el antagonismo entre dominantes y dominados, entre explotadores y explotados, etc., por lo que se estima necesario tratar de destruir cualquier tipo de vínculo social que se le parezca. De ahí que Jorge Bosch reelabora el artículo de la UNESCO antes citado tratando de interpretar su contenido bajo la perspectiva mencionada:

“En la actualidad, la relación maestro-alumno es un caso particular de la relación dominante-dominado. El maestro ejerce su dominio comportándose en forma autoritaria, inculcando conocimientos y haciendo valer verdades prefabricadas. Hay que romper esta relación, para lo cual el proceso educativo debe centrarse en la interacción, la discusión, la comprensión y el estímulo; el maestro debe ser un consejero y un interlocutor, pero el alumno debe ser quien busque y encuentre el conocimiento”.

Jorge Bosch hace referencia, en el libro citado, a alguien que utiliza la actividad educativa para propagar su postura política, por lo que escribe: “El autor se explaya acerca de la violencia e incurre sin ninguna originalidad en la «teoría» que los terroristas de izquierda han elaborado sobre la violencia. Leemos: «Toda relación de dominación, de explotación, de opresión ya en sí es violencia. No importa que se haga a través de medios drásticos o no». Así se reencuentra el conocido slogan de los terroristas de izquierda: «La violencia de arriba engendra la violencia de abajo». Pero, ¿qué es la violencia de arriba? Ya lo ha dicho Paulo Freire: la dominación, la explotación, la opresión, aunque no se realicen por medios drásticos. La conclusión que se extrae de toda esta «pedagogía» es la siguiente: todo el que se considera explotado tiene derecho a radicalizarse y entonces, por una cuestión de amor, debe reaccionar con violencia. Ésta es una fórmula insurreccional que nada tiene que ver con la pedagogía, evidentemente. Es más bien contrapedagogía”.

Incluso el actual (2012) Ministro de Educación de la Nación, manifiesta como un hecho positivo y “democrático” que estudiantes secundarios hayan tomado bajo su control una escuela secundaria debido a que no están de acuerdo con la forma en que se gestiona, en ese establecimiento, el negocio que expende, durante los recreos, bebidas y alimentos. Si asociamos a cada protesta algún hecho delictivo, podemos imaginarnos la situación a la que se dirige la sociedad. Jorge Bosch agrega: “He defendido la tesis de que la cultura propia de la democracia es la de la más alta calidad, en cuanto que la contracultura es un fenómeno más bien adecuado al populismo”.

La práctica antiautoritaria, que trata de eliminar la “desigualdad” entre maestro y alumno, ha promovido el auge de los siguientes aspectos negativos en la educación:

a) Indisciplina: cada vez en más provincias se prohíbe el uso de amonestaciones, algo muy “autoritario”, lo que resulta ser un estímulo a la indisciplina.
b) Facilismo: el docente habla de “buscar en común elementos contradictorios”, de “no inculcar” conocimientos, de no transmitir “verdades prefabricadas”.
c) Desaliento al mérito y a la competencia: el buen alumno, el que se destaca, crea “desigualdades” y ello no ha de ser permitido.
d) Degradación de los contenidos: se utiliza el criterio de que, con hábitos de investigación, el alumno aprenderá cuando le haga falta. Pero sin conocimientos básicos previos, no puede investigar ni siquiera algo mínimo.

Las sociedades actuales están reaccionando contra el “sistema opresivo” (real o imaginado) de varias décadas atrás. De ahí que se opta por hacer todo lo contrario a lo que antes se hacía, sin tener en cuenta los resultados de antes y los de ahora. Incluso se trata de hacer todo lo contrario a lo que predica la religión cristiana (considerada por muchos como la portadora de la ideología que favorece la “explotación laboral”). El precio que estamos pagando es muy caro.

Existe una lista de “principios tácitos” que predominan en la educación actual y que es oportuno mencionar (de autor anónimo):

1) Principio de bondad: El joven (al estilo del Emilio roussoniano) es naturalmente bueno y, dejado a su libre albedrío, llegará a formarse y educarse adecuadamente. Él, y sólo él, es el artífice de su educación.
2) Principio de comodidad: En su educación debe prescindirse de todo elemento que pueda producirle dolor o sufrimiento, incluso esfuerzo. Sólo por el hecho de existir y asistir ya cumple su deber. (“Al alumno hay que darle lo que le gusta”).
3) Principio de igualdad: Puesto que todos somos iguales, cualquier desviación de esa igualdad se trata como un defecto a corregir. Se adaptarán los sistemas de evaluación de manera que se respete el criterio de igualdad, lo que se consigue graduando las pruebas a las posibilidades de cada alumno (enseñanza individualizada).
4) Principio democratizador: Una decisión es válida si se toma democráticamente. Se sustituye la crítica científica y los criterios lógicos por el valor del consenso.
5) Principio de presunción de responsabilidad: Cualquier problema surgido en el ámbito educativo es debido a la acción incorrecta del profesor, de acuerdo con el principio 1.
6) Principio de inocencia: Cualquier problema provocado presuntamente por un educando, para poder ser corregido, deberá seguir un procedimiento sancionador de complejidad y duración suficiente para que su eficacia correctora sea mínima, de acuerdo con el principio 2.
7) Principio de no autoridad: El profesor asistirá a clase como uno más, desarrollando su función docente en función de la disposición de los demás componentes del grupo y de acuerdo con el principio 4.
8) Principio de igualdad de oportunidades: Finalizado el periodo educativo, todos tendrán los mismos derechos, el mismo sueldo y las mismas oportunidades de ocupar cualquier puesto de trabajo, por riguroso orden de solicitud del mismo.