martes, 31 de julio de 2012

El crecimiento económico

Por lo general, el aumento del PBI (producto bruto interno) de un país es considerado como un indicativo de que la economía marcha bien. Sin embargo, debemos tener presente algunos aspectos por los cuales no siempre resulta ser así. Podemos darnos una idea de lo que el PBI implica considerando que se trata de la suma de todos los bienes y servicios que se han producido anualmente en una nación.

Si en esa nación se disparara el índice de delitos cometidos contra la propiedad, manteniéndose iguales todas las demás variables económicas, seguramente se encontrará que el PBI habrá crecido durante ese año. El crecimiento esta vez vendrá dado por el aumento que se ha producido en la demanda de servicios de seguridad privados, colocación de rejas en las viviendas y de los sistemas de alarmas, etc. En este ejemplo podemos apreciar que ha crecido el PBI pero no ha mejorado en nada la economía del país.

Podemos decir que el conjunto de la sociedad funciona, económicamente hablando, en forma similar a lo que ocurre en un grupo familiar. Así, la economía de una familia crece cuando adquiere un nuevo ingreso de dinero, o cuando mejora el nivel de ingresos existente. Por el contrario, cuando aumenta el nivel de consumo y de gastos (no asociados a una inversión) mejora el nivel de vida, pero no su capacidad para generar nuevos recursos.

Como ejemplo de elevación del nivel de vida asociado al consumo sin una elevación del poder económico de una familia podemos considerar el caso de los artistas o deportistas exitosos que, una vez que logran importantes ingresos monetarios, los “invierten” en una mansión, automóviles lujosos, casas de fin de semana, etc. Nótese que estos bienes no generan ningún ingreso extra de dinero y que, con el tiempo, producirán pérdidas por cuanto por ellos se deberán pagar impuestos y requerirán de mantenimiento, pudiéndose perder totalmente el valor inicial que tuvieron. Por el contrario, si esos bienes mantienen su valor de mercado, podrán ser vendidos en algún momento y ese dinero podrá ser invertido en algo productivo, tanto para el dueño como para la sociedad. Para expresar la diferencia entre inversión y gasto, podemos decir que inversión es lo que nos puede mantener económicamente (aunque sea parcialmente), mientras que gasto es todo aquello que requiere de nosotros su manutención.

Por lo general, los políticos que acceden al gobierno tratarán de mostrar a la población su buena gestión tomando decisiones desde el Estado. Luego, si el PBI ha aumentado regularmente, se atribuirán todos los méritos de tal manera que el habitante común ha de pensar que la producción ha sido realizada por los políticos. No debemos olvidar que empresarios y trabajadores son quienes generan el PBI de un país y que el mérito (o la obligación) del Estado es la de permitir esa realización. Ernesto Sandler escribió:

“El Estado necesita proveerse de recursos que otros generan para poder funcionar y cumplir con sus objetivos. Esos ingresos normalmente provienen de las cargas tributarias –los impuestos y retenciones- que el Estado aplica a las actividades económicas realizadas por la economía privada. Son las empresas, los consumidores y los trabajadores quienes sostienen la economía pública. Son los actores económicos privados los que ceden parte de la riqueza que han creado con su trabajo para que la economía pública pueda planificar y cumplir con los objetivos sociales e institucionales”.

De lo anterior se desprende que, si el Estado malgasta los recursos extraídos a los sectores productivos, impide que estos hagan inversiones en una magnitud similar al malgasto estatal, valores que habrían de mejorar la productividad estableciendo el verdadero crecimiento económico del país. En el PBI aparecerán tanto los gastos superfluos y el derroche estatal como las inversiones de capital establecidas en ese periodo, por lo que tal índice (PBI) no nos da una información completa acerca del verdadero crecimiento de la economía nacional.

Los economistas (o gran parte de ellos) han llegado a la conclusión de que el crecimiento de la economía nacional se produce en función del incremento del capital de inversión per capita existente. De ahí que, como la población crece anualmente en un porcentaje comprendido entre un 1,5 y un 2%, el aumento del capital invertido deberá crecer en un porcentaje algo mayor. Ludwig von Mises escribió: “La diferencia [entre países desarrollados y subdesarrollados] estriba en la dispar capitalización de unos y otros; en la cuantía de los bienes de producción disponibles aquí y allá. Pero nada de inferioridad personal ni de ignorancia alguna. Lo que, en definitiva, sucede es que hay más capital invertido por unidad de población en los pueblos desarrollados que en los subdesarrollados. Eso es todo”.

“El empresario nunca puede pagar al asalariado más del valor que el trabajo de éste agrega al producto de que se trate; es decir, no puede pagarle más de lo que el público comprador esté dispuesto a abonar por la labor del trabajador adicional. Si desembolsa más, tiene que perder dinero. Y entonces, o quiebra o se dedica a otra cosa”.

“Qué duda cabe de que un trabajador americano, en su moderna instalación, produce en el mismo tiempo muchos más zapatos, digamos, que los que el obrero hindú, con sus atrasados métodos, puede fabricar”. “Los empleadores de los países en vías de desarrollo saben perfectamente que, con modernas máquinas y herramientas, ganarían más. A ellos, desde luego, les gustaría poder crear nuevas y mejores instalaciones fabriles. Pero no pueden hacerlo por una simple razón; porque no se dispone en el país de bastante capital para atender tales inversiones”.

“La diferencia entre las naciones desarrolladas y las subdesarrolladas, no es más que un problema de tiempo. Los ingleses fueron los primeros que comenzaron en serio a ahorrar, a acumular capital y a invertirlo en empresas rentables. Por eso, porque comenzaron antes, los británicos gozaron más pronto de un nivel de vida netamente superior al del continente. Pero los europeos comenzaron a estudiar la razón de las cosas y gradualmente fueron descubriendo las causas de la superioridad inglesa, lo que les indujo a copiar el sistema económico de Gran Bretaña” (De “Seis lecciones sobre el capitalismo”-Unión Editorial SA-Madrid 1981).

Cuando von Mises habla del desarrollo como “un problema de tiempo”, no tiene en cuenta que poblaciones enteras, de los países subdesarrollados, son convencidas fácilmente y votan masivamente por líderes populistas que tratan de imitar a los países que fracasaron. Como alguien dijo acertadamente: “El subdesarrollo está en la mente”. En estos países, se entiende mayoritariamente que la acumulación de capital no significa aumento de la productividad y crecimiento económico, sino “mayor explotación laboral”. Si bien no resulta sencillo convencer a una población que diariamente recibe información parcializada y alejada de la realidad, al menos es importante que sea plenamente consciente del futuro que nos espera.

El ciudadano común debe advertir que los gobiernos populistas, dilapidadores de riquezas y ahuyentadores de capitales, sólo pueden producir mejoras circunstanciales en el nivel de vida, pero en el mediano y el largo plazo se produce un estancamiento que ha de limitar la seguridad económica y laboral de la población desaprovechando años en que las condiciones económicas fueron favorables para la región.

Las sucesivas expropiaciones de empresas, por parte del Estado, han logrado, como primer efecto, que haya cesado el ingreso de capitales de inversión desde el exterior. Incluso capitales de argentinos han salido para ser útiles a otros países en sus circuitos productivos. Para impedir definitivamente la llegada de capitales, han prohibido la salida de dólares hacia el exterior. Así, nadie querrá traer capitales si sabe que luego no podrá retirarlos. El gobierno argentino ha creado una especie de “muro de Berlín” para capitales. No pueden salir los que están adentro por lo que no quieren entrar los de afuera por temor a no poder salir.

Generalmente uno se asombra cuando algunas estadísticas confiables muestran un elevado porcentaje de pobreza en la población a pesar del aumento que ha habido en el PBI en años recientes. Como se dijo antes, si ese aumento proviene esencialmente del aumento del consumo y no de la inversión de capitales, no es de extrañar que la economía se haya mantenido estancada, y el aumento natural de la población no fue acompañado por un aumento en la inversión productiva.

La cuestión esencial radica en la forma y cantidad con que el Estado distribuye riquezas extraídas del sector privado. Cuando extrae demasiado, la economía del país irremediablemente funcionará mal. Ernesto Sandler escribió: “Este principio de racionalidad –ajustar el gasto a los ingresos- que priva en la economía privada no es fácil de llevar a la economía pública. Los gobiernos nunca están en condiciones políticas para suprimir los beneficios sociales ni bajar el gasto público. Ningún gobierno puede salir airoso de las llamadas «políticas de ajuste». Ningún gobierno resiste el rechazo social al suprimir los beneficios otorgados gratuitamente por el Estado”.

“Los miembros de la sociedad que han sido beneficiados por las políticas estatales –sea la asignación por hijo, la educación gratuita, el seguro de desempleo, los servicios de salud o la entrega de notebooks en las escuelas- no están dispuestos a que esos derechos adquiridos desaparezcan. Poco tienen en cuenta quienes se benefician, que el Estado carezca de recursos. La sociedad en este punto se parece a los funcionarios estatales. Consideran que los recursos son ilimitados y que pueden disponerse a voluntad” (De “Economía sin barreras”-Mucho Gusto Editores-Buenos Aires 2012).

Debe aclararse que muchos de los beneficios sociales otorgados por el Estado son asignados en forma masiva, en lugar de ser distribuidos entre la gente más necesitada. Pareciera que los fines electorales estuvieran por encima de los objetivos sociales publicitados. De ahí que todavía la pobreza sea un problema que está lejos de solucionarse. Ernesto Sandler escribe: “A través de impuestos directos e indirectos el Estado pone la mano en el bolsillo de cada argentino. Se apropia de más de un tercio de la riqueza que genera con su esfuerzo y su inversión. Se lleva 37 pesos de cada cien. Lo sorprendente es que esa excesiva recaudación, que nos pone a la cabeza de los estados que más impuestos cobran, no es suficiente para cubrir los gastos públicos”.

Así como en el ámbito de los vendedores de comercio se dice que “Si es por vender, cualquiera vende; la cuestión es cobrar”, en el mundo de la política podemos decir: “Si es por repartir, cualquiera reparte; la cuestión es producir”.

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