martes, 31 de julio de 2012

El crecimiento económico

Por lo general, el aumento del PBI (producto bruto interno) de un país es considerado como un indicativo de que la economía marcha bien. Sin embargo, debemos tener presente algunos aspectos por los cuales no siempre resulta ser así. Podemos darnos una idea de lo que el PBI implica considerando que se trata de la suma de todos los bienes y servicios que se han producido anualmente en una nación.

Si en esa nación se disparara el índice de delitos cometidos contra la propiedad, manteniéndose iguales todas las demás variables económicas, seguramente se encontrará que el PBI habrá crecido durante ese año. El crecimiento esta vez vendrá dado por el aumento que se ha producido en la demanda de servicios de seguridad privados, colocación de rejas en las viviendas y de los sistemas de alarmas, etc. En este ejemplo podemos apreciar que ha crecido el PBI pero no ha mejorado en nada la economía del país.

Podemos decir que el conjunto de la sociedad funciona, económicamente hablando, en forma similar a lo que ocurre en un grupo familiar. Así, la economía de una familia crece cuando adquiere un nuevo ingreso de dinero, o cuando mejora el nivel de ingresos existente. Por el contrario, cuando aumenta el nivel de consumo y de gastos (no asociados a una inversión) mejora el nivel de vida, pero no su capacidad para generar nuevos recursos.

Como ejemplo de elevación del nivel de vida asociado al consumo sin una elevación del poder económico de una familia podemos considerar el caso de los artistas o deportistas exitosos que, una vez que logran importantes ingresos monetarios, los “invierten” en una mansión, automóviles lujosos, casas de fin de semana, etc. Nótese que estos bienes no generan ningún ingreso extra de dinero y que, con el tiempo, producirán pérdidas por cuanto por ellos se deberán pagar impuestos y requerirán de mantenimiento, pudiéndose perder totalmente el valor inicial que tuvieron. Por el contrario, si esos bienes mantienen su valor de mercado, podrán ser vendidos en algún momento y ese dinero podrá ser invertido en algo productivo, tanto para el dueño como para la sociedad. Para expresar la diferencia entre inversión y gasto, podemos decir que inversión es lo que nos puede mantener económicamente (aunque sea parcialmente), mientras que gasto es todo aquello que requiere de nosotros su manutención.

Por lo general, los políticos que acceden al gobierno tratarán de mostrar a la población su buena gestión tomando decisiones desde el Estado. Luego, si el PBI ha aumentado regularmente, se atribuirán todos los méritos de tal manera que el habitante común ha de pensar que la producción ha sido realizada por los políticos. No debemos olvidar que empresarios y trabajadores son quienes generan el PBI de un país y que el mérito (o la obligación) del Estado es la de permitir esa realización. Ernesto Sandler escribió:

“El Estado necesita proveerse de recursos que otros generan para poder funcionar y cumplir con sus objetivos. Esos ingresos normalmente provienen de las cargas tributarias –los impuestos y retenciones- que el Estado aplica a las actividades económicas realizadas por la economía privada. Son las empresas, los consumidores y los trabajadores quienes sostienen la economía pública. Son los actores económicos privados los que ceden parte de la riqueza que han creado con su trabajo para que la economía pública pueda planificar y cumplir con los objetivos sociales e institucionales”.

De lo anterior se desprende que, si el Estado malgasta los recursos extraídos a los sectores productivos, impide que estos hagan inversiones en una magnitud similar al malgasto estatal, valores que habrían de mejorar la productividad estableciendo el verdadero crecimiento económico del país. En el PBI aparecerán tanto los gastos superfluos y el derroche estatal como las inversiones de capital establecidas en ese periodo, por lo que tal índice (PBI) no nos da una información completa acerca del verdadero crecimiento de la economía nacional.

Los economistas (o gran parte de ellos) han llegado a la conclusión de que el crecimiento de la economía nacional se produce en función del incremento del capital de inversión per capita existente. De ahí que, como la población crece anualmente en un porcentaje comprendido entre un 1,5 y un 2%, el aumento del capital invertido deberá crecer en un porcentaje algo mayor. Ludwig von Mises escribió: “La diferencia [entre países desarrollados y subdesarrollados] estriba en la dispar capitalización de unos y otros; en la cuantía de los bienes de producción disponibles aquí y allá. Pero nada de inferioridad personal ni de ignorancia alguna. Lo que, en definitiva, sucede es que hay más capital invertido por unidad de población en los pueblos desarrollados que en los subdesarrollados. Eso es todo”.

“El empresario nunca puede pagar al asalariado más del valor que el trabajo de éste agrega al producto de que se trate; es decir, no puede pagarle más de lo que el público comprador esté dispuesto a abonar por la labor del trabajador adicional. Si desembolsa más, tiene que perder dinero. Y entonces, o quiebra o se dedica a otra cosa”.

“Qué duda cabe de que un trabajador americano, en su moderna instalación, produce en el mismo tiempo muchos más zapatos, digamos, que los que el obrero hindú, con sus atrasados métodos, puede fabricar”. “Los empleadores de los países en vías de desarrollo saben perfectamente que, con modernas máquinas y herramientas, ganarían más. A ellos, desde luego, les gustaría poder crear nuevas y mejores instalaciones fabriles. Pero no pueden hacerlo por una simple razón; porque no se dispone en el país de bastante capital para atender tales inversiones”.

“La diferencia entre las naciones desarrolladas y las subdesarrolladas, no es más que un problema de tiempo. Los ingleses fueron los primeros que comenzaron en serio a ahorrar, a acumular capital y a invertirlo en empresas rentables. Por eso, porque comenzaron antes, los británicos gozaron más pronto de un nivel de vida netamente superior al del continente. Pero los europeos comenzaron a estudiar la razón de las cosas y gradualmente fueron descubriendo las causas de la superioridad inglesa, lo que les indujo a copiar el sistema económico de Gran Bretaña” (De “Seis lecciones sobre el capitalismo”-Unión Editorial SA-Madrid 1981).

Cuando von Mises habla del desarrollo como “un problema de tiempo”, no tiene en cuenta que poblaciones enteras, de los países subdesarrollados, son convencidas fácilmente y votan masivamente por líderes populistas que tratan de imitar a los países que fracasaron. Como alguien dijo acertadamente: “El subdesarrollo está en la mente”. En estos países, se entiende mayoritariamente que la acumulación de capital no significa aumento de la productividad y crecimiento económico, sino “mayor explotación laboral”. Si bien no resulta sencillo convencer a una población que diariamente recibe información parcializada y alejada de la realidad, al menos es importante que sea plenamente consciente del futuro que nos espera.

El ciudadano común debe advertir que los gobiernos populistas, dilapidadores de riquezas y ahuyentadores de capitales, sólo pueden producir mejoras circunstanciales en el nivel de vida, pero en el mediano y el largo plazo se produce un estancamiento que ha de limitar la seguridad económica y laboral de la población desaprovechando años en que las condiciones económicas fueron favorables para la región.

Las sucesivas expropiaciones de empresas, por parte del Estado, han logrado, como primer efecto, que haya cesado el ingreso de capitales de inversión desde el exterior. Incluso capitales de argentinos han salido para ser útiles a otros países en sus circuitos productivos. Para impedir definitivamente la llegada de capitales, han prohibido la salida de dólares hacia el exterior. Así, nadie querrá traer capitales si sabe que luego no podrá retirarlos. El gobierno argentino ha creado una especie de “muro de Berlín” para capitales. No pueden salir los que están adentro por lo que no quieren entrar los de afuera por temor a no poder salir.

Generalmente uno se asombra cuando algunas estadísticas confiables muestran un elevado porcentaje de pobreza en la población a pesar del aumento que ha habido en el PBI en años recientes. Como se dijo antes, si ese aumento proviene esencialmente del aumento del consumo y no de la inversión de capitales, no es de extrañar que la economía se haya mantenido estancada, y el aumento natural de la población no fue acompañado por un aumento en la inversión productiva.

La cuestión esencial radica en la forma y cantidad con que el Estado distribuye riquezas extraídas del sector privado. Cuando extrae demasiado, la economía del país irremediablemente funcionará mal. Ernesto Sandler escribió: “Este principio de racionalidad –ajustar el gasto a los ingresos- que priva en la economía privada no es fácil de llevar a la economía pública. Los gobiernos nunca están en condiciones políticas para suprimir los beneficios sociales ni bajar el gasto público. Ningún gobierno puede salir airoso de las llamadas «políticas de ajuste». Ningún gobierno resiste el rechazo social al suprimir los beneficios otorgados gratuitamente por el Estado”.

“Los miembros de la sociedad que han sido beneficiados por las políticas estatales –sea la asignación por hijo, la educación gratuita, el seguro de desempleo, los servicios de salud o la entrega de notebooks en las escuelas- no están dispuestos a que esos derechos adquiridos desaparezcan. Poco tienen en cuenta quienes se benefician, que el Estado carezca de recursos. La sociedad en este punto se parece a los funcionarios estatales. Consideran que los recursos son ilimitados y que pueden disponerse a voluntad” (De “Economía sin barreras”-Mucho Gusto Editores-Buenos Aires 2012).

Debe aclararse que muchos de los beneficios sociales otorgados por el Estado son asignados en forma masiva, en lugar de ser distribuidos entre la gente más necesitada. Pareciera que los fines electorales estuvieran por encima de los objetivos sociales publicitados. De ahí que todavía la pobreza sea un problema que está lejos de solucionarse. Ernesto Sandler escribe: “A través de impuestos directos e indirectos el Estado pone la mano en el bolsillo de cada argentino. Se apropia de más de un tercio de la riqueza que genera con su esfuerzo y su inversión. Se lleva 37 pesos de cada cien. Lo sorprendente es que esa excesiva recaudación, que nos pone a la cabeza de los estados que más impuestos cobran, no es suficiente para cubrir los gastos públicos”.

Así como en el ámbito de los vendedores de comercio se dice que “Si es por vender, cualquiera vende; la cuestión es cobrar”, en el mundo de la política podemos decir: “Si es por repartir, cualquiera reparte; la cuestión es producir”.

domingo, 29 de julio de 2012

Democracia y pseudodemocracia

En política, no sólo es difícil ponerse de acuerdo en cuestiones sobre las que existen coincidencias previas respecto del significado de las palabras, sino que resulta más difícil aún cuando a las propias palabras básicas de esa rama de la actividad humana se les asocia significados diversos. De ahí que, lo que para algunos implica democracia, para otros implica una falsa democracia. De todas formas, antes de dar por sentado lo que esa palabra significa, se sugiere utilizar una mayor cantidad de palabras cada vez que se haga referencia a determinadas acciones políticas, presentes y futuras, que se discuten o que se mencionan.

En el presente escrito consideraremos como democracia al gobierno indirecto del pueblo, con una plena vigencia de libertades individuales y división de poderes, principalmente. La democracia plena no sólo ha de abarcar lo político sino también lo económico, de ahí que se requerirá también la vigencia de una economía de mercado.

Se dice que la democracia es el sistema político menos malo. Se lo ha establecido principalmente para proteger al individuo de los abusos que pueden provenir del poder gubernamental, como es el Estado. De ahí que se ha propuesto para regir en un ordenamiento social compuesto por hombres reales, a veces con pocas virtudes. Si los hombres no tuviesen defectos, la democracia perdería bastante su razón de ser por cuanto otro tipo de gobierno podría muy bien cumplir con éxito la tarea de mando. Eduardo A. Valdovinos escribió:

“Si la democracia resulta el mejor sistema es porque en mayor grado que los demás impide el abuso del poder, pero si nadie abusara del poder la democracia carecería de trascendencia. Lo mismo sucedería con las demás formas de gobierno. El día que la humanidad pueda implantar las condiciones necesarias para que solamente lleguen a la función gubernativa hombres capaces y honestos, el fantasma de la dictadura no tendrá sentido” (De “La crisis moral”-Editorial Troquel SA-Buenos Aires 1965).

Por el contrario, se ha propuesto al totalitarismo como un medio para proteger al individuo de la maldad y del egoísmo empresarial. Se supone que quienes dirigen al Estado totalitario tienen cierta superioridad social, racial o ética, sobre el resto de la población, de manera de poder cumplir su misión. Como ejemplo de sistema totalitario, podemos mencionar a la ex República Democrática Alemana, que instaló la muralla de Berlín. En ese país no existían las libertades esenciales por lo que no había democracia política ni económica, a pesar de la engañosa denominación utilizada.

Mientras que las ideologías democráticas consideran que toda la población, gobernantes y gobernados, puede carecer de atributos éticos suficientes, las ideologías totalitarias, como es el caso del marxismo, asumen que en toda población existe un sector sin virtudes y con defectos (burguesía) y un sector sin defectos y con virtudes (proletariado). Luego, promovido por la superioridad ética de los últimos surgirá el gobierno “democrático” que no será necesario cambiar, o bien se podrán hacer elecciones “libres” pero entre candidatos que profesen el credo marxista.

Podemos decir que la democracia permite un buen funcionamiento de la sociedad mientras el nivel moral predominante de la población sea aceptable. Cuando este nivel retrocede, es posible que cada vez con más asiduidad se elija a gobernantes corruptos y se llegue a la pseudodemocracia. Una vez instalada en el poder, en un plazo mediano se habrá de convertir en una dictadura, aunque se la siga denominando “democracia”.

Es oportuno decir que la democracia parte de la previa suposición de la existencia de hombres buenos y malos, aptos y poco aptos (aceptando una continua transición entre ambos extremos) distribuidos en todos los sectores de la sociedad. De ahí que en principio todos puedan mejorar y acceder al poder en alguna ocasión futura. Por el contrario, las pseudodemocracias parten de la supuesta existencia de hombres buenos y aptos pertenecientes a un sector social, étnico, religioso, etc. mientras que en otro sector social existirán hombres malos e ineptos, ya que éstos pertenecen a la clase social o al grupo étnico “incorrecto”. Esto da lugar a dos actitudes opuestas en quienes se identifican con la democracia y quienes lo hacen con el totalitarismo. En el primer caso predomina una actitud igualitaria y cooperativa, mientras que en el segundo caso predomina una actitud desigualitaria y competitiva. Como en las distintas sociedades tenemos personas que basan sus acciones personales en el amor y otras que lo hacen en el odio, será normal que exista tanto personas democráticas como totalitarias.

Para poder distinguir entre gobiernos democráticos de aquellos que sólo fingen serlo, se mencionarán algunos párrafos escritos por Alexis de Tocqueville: “Los que yo llamo grandes partidos políticos son aquellos que se sujetan a los principios más que a sus consecuencias, a las generalidades y no a los casos particulares, a las ideas y no a los hombres. En general, estos partidos tienen rasgos más nobles, pasiones más generosas, convicciones más reales, un ritmo más franco y audaz que los otros. El interés particular, que siempre juega el papel principal en las pasiones políticas, se oculta aquí más hábilmente tras el velo del interés público; incluso llega a veces a pasar inadvertido a las miradas mismas de aquellos a quienes anima y mueve”.

“Los pequeños partidos, por el contrario, carecen en general de fe política. Como no se sienten formados ni sostenidos por grandes fines, su carácter esta impregnado de un egoísmo que aparece ostensiblemente en cada uno de sus actos. Se irritan por la menor cosa y su lenguaje es violento, pero su paso es tímido e incierto. Los medios que emplean son miserables, como el fin mismo que se proponen”.

“Los grandes partidos cambian a la sociedad, los pequeños la agitan; unos la desgarran y otros la corrompen; los primeros a veces la salvan al conmoverla, los segundos la trastornan siempre sin provecho” (De “La democracia en América”-Fundación Iberdrola-Madrid 2006).

Siguiendo el criterio expuesto por Alexis de Tocqueville, podemos decir que en la Argentina predomina netamente un “pequeño partido”, pequeño por sus fines, y no en cuanto al apoyo y adhesión popular. Para entender este hecho, podemos comenzar mencionando el resultado de una encuesta realizada por una emisora radial en Buenos Aires luego del atentado a las torres gemelas de Nueva York. Ante la expresión de “la madre de todos los argentinos” (Hebe de Bonafini), de “haber festejado” tal atentado terrorista, un 55% de los encuestados contestó afirmativamente su adhesión a tal expresión. Al tratarse de un caso con muchas víctimas inocentes, aun cuando no se sepa cuál fue la cantidad de encuestados, resulta ser un síntoma elocuente de que en la Argentina ha de tener mayor éxito un partido político que instigue al odio que otro que trate de promover el amor. De ahí que no sea extraño que el peronismo, y sus variantes, sea prácticamente el único partido con reales posibilidades de triunfo. Los partidos democráticos, por el contrario, tienen poca adhesión; más aún cuando tratan de promover un cambio moral. El analista político Seymour M. Lipset, quien describe al peronismo como “el fascismo de la clase baja” escribió:

“La verificación gradual de que en la sociedad moderna es más posible que los movimientos extremistas e intolerantes se hallen basados en las clases inferiores que en las clases medias y superiores ha planteado un dilema trágico a aquellos intelectuales de la izquierda democrática, que en su oportunidad consideraron que el proletariado era necesariamente una fuerza de libertad, igualdad racial y progreso social”.

“A diferencia de las tendencias antidemocráticas del ala derecha, que se apoyaban en los estratos más acomodados y tradicionalistas y de aquellas tendencias que preferimos llamar fascismo «verdadero» –autoritarismo centrista apoyado en las clases medias liberales, fundamentalmente los trabajadores independientes- el peronismo, en gran parte como los partidos marxistas, se orientó hacia las clases más pobres, principalmente los trabajadores urbanos, pero también hacia la población rural más empobrecida. El peronismo posee una ideología del Estado fuerte, totalmente similar a la abogada por Mussolini. También posee un fuerte contenido populista antiparlamentario, destacando que el poder del partido y el dirigente se derivan directamente del pueblo, y que el parlamentarismo se convierte en gobierno de políticos incompetentes y corrompidos” (De “El hombre político”-EUDEBA-Buenos Aires 1963).

En la actualidad (2012) contemplamos un gobierno de tipo personalista que está más preocupado por mantener el poder personal que por resguardar la seguridad personal y económica de la población. Así, cada vez que algún político, partidario u opositor, manifiesta la intención de ser candidato a la presidencia en futuras elecciones, se verá atacado y calumniado severamente por la prensa partidaria y también por la estatal, que previamente fue puesta a disposición del partido gobernante.

La exaltación del hombre masa lo ha convertido en alguien que “siempre exige, pero nunca agradece”. Así, nunca agradece al empresariado que produce y paga cada vez mayores impuestos. La actitud confiscatoria y expropiadora del gobierno ha desalentado a los inversores que han preferido asegurar sus capitales llevándolos al exterior, mientras que los pequeños ahorristas han optado por guardarlos fuera del circuito productivo.

La inflación, producida por la limitada producción y por el exceso de gastos del Estado, que lo ha llevado a una excesiva emisión monetaria, está produciendo severos deterioros económicos principalmente en la gente de menores recursos. Sin embargo, tal problema “se soluciona” falsificando las estadísticas y minimizando los efectos. Lo que resulta sorprendente y alarmante es el ataque, desde el nivel presidencial, hacia aquellos que, bajo el elemental derecho democrático de expresar su libre opinión, se atreven a hablar de los niveles de inflación reales y de los serios efectos que (según los libros de economía y la realidad) seguirán en el futuro. De esa manera se trata de excluir de la sociedad a los políticos y votantes ajenos al partido gobernante, que son denigrados y difamados diariamente en los burlescos programas que la televisión estatal se encarga de difundir masivamente por todo el país.

Mientras que la democracia se ha de fundamentar en la “fuerza del amor y la verdad”, las pseudodemocracias se fundamentan en la “fuerza del odio y la mentira”. En la Argentina seguimos experimentado con este método ya que no sólo se identifica con la vocación mayoritaria del pueblo, sino que se tienen esperanzas de que por ese camino alguna vez se saldrá del subdesarrollo.

jueves, 26 de julio de 2012

Identidad cultural y violencia

Desde el punto de vista de la Psicología Social, podemos caracterizar a todo individuo en base al conjunto de vínculos que establece con personas y grupos de su medio social. La personalidad de cada individuo ha de ser única de la misma forma en que lo son sus huellas dactilares. George H. Mead escribió: “Esta organización se expresa en las dotes particulares y en la especial situación social del individuo. Ėste es un miembro de la comunidad, pero es una parte especial de la comunidad, con una herencia y una posición especiales que le distinguen de todos los demás. Es lo que es en cuanto a miembro de dicha comunidad, y las materias primas de que nace ese individuo especial no constituirían una persona, a no ser por la relación del individuo con la comunidad de la cual forma parte” (De “Espíritu, persona y sociedad”-Editorial Paidós-Buenos Aires 1954).

Podemos hablar, entonces, de la identidad cultural individual en base al conjunto de grupos sociales de los cuales forma parte determinada persona. Amartya Sen escribió: “En nuestras vidas normales, nos consideramos miembros de una variedad de grupos; pertenecemos a todos ellos. La ciudadanía, la residencia, el origen geográfico, el género, la clase, la política, la profesión, el empleo, los hábitos alimentarios, los intereses deportivos, el gusto musical, los compromisos sociales, entre otros aspectos de una persona, la hacen miembro de una variedad de grupos. Cada una de estas colectividades, a las que esta persona pertenece en forma simultánea, le confiere una identidad particular. Ninguna de ellas puede ser considerada la única identidad o categoría de pertenencia de la persona”.

En cuanto a la denominación empleada para describir este aspecto del comportamiento humano, podemos citar lo que aparece en un diccionario de sociología: “El término identidad es retomado por la Psicología Social actual para designar la continuidad de la conciencia de sí mismo del individuo; esta conciencia se sostiene a través de los roles sociales que se asumen y del reconocimiento social del sujeto de dichos roles. La identidad se forma durante la pubertad y la adolescencia, periodos en que el individuo elige y asume roles para su vida futura. Esta tarea se realiza por la integración de elementos conscientes y subconscientes (cualidades, necesidades, etc.) con frecuencia conflictivos. La no integración de esos múltiples elementos puede generar crisis a las que se denomina «difusión de identidad», y que llevan a la pérdida de identidad o de la propia imagen («quién soy yo, a dónde pertenezco»); esto puede darse por la pérdida del rol profesional u otro rol social, por la pérdida de la pertenencia a un grupo, o el fracaso en los planes de vida. Se genera así una identidad negativa por la asunción de roles o la identificación con modelos que son desvalorizados por el medio social, o por el mismo sujeto” (Del “Diccionario de Sociología”-Enrique del Acebo Ibáñez-Roberto J. Brie-Editorial Claridad SA-Buenos Aires 2006).

La pobre valoración de nuestra propia persona produce conflictos a nivel personal. Stephen Worchel y otros escriben: “Para muchos de nosotros es incómodo o desagradable perder nuestra identidad en el grupo. En muchas universidades grandes, los estudiantes se quejan de estar perdidos entre la masa; son tratados como números y nadie los conoce ni se preocupa por ellos. El sentimiento de perderse en la multitud incita a las personas a hacer algo que las destaque del grupo para adquirir una identidad y ser reconocidas. Por eso la conducta animada, exagerada y algunas veces antisocial representa los intentos de las personas por ser reconocidas” (De “Psicología Social”- S. Worchel- J. Cooper- G.R. Goethals- J.M. Olson-Internacional Thomson Editores SA-México 2002).

La mutilación de las identidades de las personas es la causa principal de los conflictos de tipo étnico, religioso o político. Recordemos que Alexandr Solyenitsin criticaba al marxismo por cuanto “allí donde hace falta un bisturí, utiliza un hacha”, haciendo referencia a la grosera descripción de los seres humanos y de la sociedad considerando que ésta está constituida por sólo dos grupos: burguesía y proletariado. También los nazis recurrieron a la descripción de la población alemana a la simple composición de arios, por una parte, y el resto, constituido por las “razas inferiores”. Incluso en la actualidad se considera al marxismo como una parte importante de la sociología, denostando el pobre nivel científico que ese hecho refleja de tal rama del conocimiento.

Puede decirse que las ideologías que generan conflictos sociales de gran envergadura son las que consideran sólo un aspecto de nuestra identidad e ignoran las restantes. Es decir, mientras que el adepto considera un único grupo de pertenencia, asocia a sus “enemigos” también ese mismo aspecto. Así, para el nazismo el único atributo de interés que caracteriza a una persona es su raza; para el marxista lo es su clase social; para el fanático religioso, su filiación religiosa, etc. Amartya Sen escribió: “Una importante fuente de conflictos potenciales en el mundo contemporáneo es la suposición de que la gente puede ser categorizada únicamente según la religión o la cultura. La creencia implícita en el poder abarcador de una clasificación singular puede hacer que el mundo se torne en extremo inflamable. Una visión singularmente disgregadora no sólo se opone a la antigua creencia de que todos los seres humanos son bastante parecidos, sino también al concepto menos discutido, pero mucho más posible de que somos diversamente diferentes” (De “Identidad y violencia”-Katz Editores-Buenos Aires 2007).

La consideración de un solo aspecto de la identidad de una persona, ignorando los restantes, implica por lo general la asignación, a esa persona, de todos los atributos asignados a la identidad considerada, lo que implica un primer paso hacia un tipo de discriminación explícita. De ahí que surjan, entre las más conocidas, la discriminación racial o étnica (nazismo, por ejemplo), la discriminación social (marxismo, por ejemplo), y la religiosa (entre judíos y musulmanes, por ejemplo).

El individuo que, en forma consciente, limita y mutila su propia identidad, considerándose parte de sólo un grupo determinado (político, social, religioso) lo hace generalmente porque siente que poco vale como individuo y todo su valor espera adquirirlo como miembro del grupo del que forma parte. Así, hay personas que se jactan por su origen social, nacional o étnico, o por su nivel de instrucción, o por su creencia religiosa, casi siempre tratando de adquirir valoración social o bien perdurar en el tiempo en función de la perdurabilidad del grupo al cual adhiere.

En cuanto a la violencia que surge de quien posee una única y limitada identidad, podemos mencionar el caso de Elie Wiesel, quien estuvo detenido en un campo de concentración nazi y que luego optara por el terrorismo contra los ingleses, quienes se oponían a los planes hebreos de fundar el nuevo Estado de Israel. Posteriormente supera su filiación y sus creencias haciéndose acreedor al Premio Nobel de la Paz de 1986. Amalio Blanco describe la argumentación que utilizó Wiesel para justificar su paso de victima a verdugo:

1- El enemigo: Se trata de un argumento omnipresente: «Lo único que sabía de John Dawson es que era inglés; que era mi enemigo»; eso fue suficiente para firmar su sentencia de muerte. No existe piedad ni medias tintas. «El undécimo mandamiento del Movimiento: odia a tu enemigo».

2- Invocación a Dios: A los designios divinos, a su voluntad convertida en ley, a sus deseos insondables, a su posición decantada a nuestro favor. Dios es un combatiente de la Resistencia. Wiesel añade con la seguridad y la contundencia del fanático: «Dios es un terrorista». Su plegaria ante el trance de ajusticiar a sangre fría a un inocente es, con algunos matices, la misma que invoca hoy el terrorismo salafista. «Padre –le dije- no me juzgues. Juzga a Dios. Es él quien creó el universo e hizo que la justicia se obtenga con la injusticia, que la felicidad de un pueblo se adquiera al precio de las lágrimas, que la libertad de una nación, como la de los hombres, sea una estatua levantada sobre los cuerpos de los condenados a muerte». Un verdadero horror.

3- Ideales sublimes. Metas sagradas y objetivos inaplazables, aun a costa de la vida de los nuestros y, sobre todo, de los otros. «Nosotros decimos que estamos comprometidos en una lucha sagrada, que luchamos contra algo, por algo; combatimos contra los ingleses, combatimos por una Palestina libre, independiente». David ben Moshe sabe por qué lucha; John Dawson no lo sabe. La muerte del primero tiene sentido; la muerte del segundo es un absurdo.

4- El contexto de guerra. El entorno de combate lo engulle todo, lo justifica todo, lo perdona todo. «Estábamos en guerra. Teníamos un objetivo, un ideal. Teníamos un enemigo que se interponía entre nosotros y el infinito. Entonces, había que eliminarlo. ¿Cómo? No importaba cómo. Los métodos no tenían ninguna importancia. Los medios son múltiples y pronto se los olvida. Lo que queda y cuenta es el fin único».

5- El cumplimiento del deber. La planificación, la estrategia, la distribución de tareas, los sistemas de control y, de manera especial, la jerarquía forman parte de la estructura de cualquier organización. Todo va en la misma dirección: el cumplimiento del deber, la obediencia incondicional a las órdenes recibidas. «¿Quién ejecutará a John Dawson?, pregunté a Gad. Tú, respondió. ¿Yo?, pregunté sorprendido. No daba crédito a mis oídos. Tú, repitió Gad. Después de un momento agregó: son órdenes del Viejo» (De “Mente y cerebro” (52)-Prensa Científica SA-Barcelona Feb/2012).

Quienes promueven la vigencia de identidades culturales únicas, ven en el proceso de la globalización económica un avance en contra de sus formas limitadas de afrontar la vida. Pocas veces reconocen el enorme progreso que ha significado para la humanidad la globalización de la ciencia y de la tecnología, aspecto asociado también a la globalización económica y cultural. Amartya Sen escribió: “Seria difícil creer que el progreso de las condiciones de vida de los pobres del mundo podría acelerarse si se les impide acceder a las grandes ventajas de la tecnología actual, a la valiosa oportunidad del comercio y del intercambio y a los beneficios sociales y económicos de vivir en sociedades abiertas en lugar de sociedades cerradas”.

En oposición al individuo limitado en su identidad, aparece el ciudadano del mundo, que se siente parte de muchos grupos y que valora a los demás en función de todos los atributos que los caracterizan. Tal ciudadano del mundo es el que puede sentir y hablar de igualdad y de libertad, buscando compartirlas con los demás.

domingo, 22 de julio de 2012

La prisión de Zimbardo

Uno de los experimentos relevantes en la Psicología Social se conoce como la “prisión de Zimbardo”. Esta experiencia involucra a dos grupos de voluntarios que desempeñan, respectivamente, el papel de guardias carcelarios y de reclusos. La finalidad prevista por su creador, Philip Zimbardo (1971), era la de comprobar la dinámica de una prisión. Estando proyectada una duración de dos semanas, la experiencia debió suspenderse luego de seis días cuando los que actuaban como guardias comenzaron a tratar brutalmente a los falsos prisioneros. Christian Jarret y otros escriben:

“Algunos prisioneros se encontraban terriblemente angustiados, y alrededor de una tercera parte de los guardias se comportaban de manera sádica. Los perfiles de personalidad anteriores al estudio de los participantes que acabaron actuando como guardias sádicos no habían dado pistas sobre lo que eran capaces de hacer: todos dieron el perfil de personas emocionalmente estables y respetuosas con la ley. Zimbardo afirma que el estudio demuestra que determinadas situaciones y roles sociales pueden despojar a las personas de su individualidad e impulsarlas a actuar de manera sádica o sumisa” (De “50 teorías psicológicas”-Art Blume SL-Barcelona 2011).

En una primera impresión, el hecho mencionado nos lleva a pensar que los distintos individuos llevamos en nuestro interior tanto una “fábrica” de buenos como de malos sentimientos, predominando los buenos en algunos casos y los malos en otros. Un medio social que nos impone una conducta “normal” es el que nos impide exteriorizar los malos sentimientos. Sin embargo, en condiciones favorables para ello, o en situaciones de anonimato, podrán salir al exterior los peores sentimientos y las peores acciones. S. Kassin y otros escriben: “P. Zimbardo observó que la incitación, el anonimato y la reducción de sentimientos de responsabilidad individual contribuyen conjuntamente a la desindividualización”. “Desindividualización: pérdida del sentido de individualidad de una persona y la reducción de las restricciones normales contra la conducta inadecuada” (De “Psicología Social”-S. Kassin-S. Fein-H.R. Markus-Cergage Learning Editores SA-México 2010).

El fenómeno del anonimato y la posterior liberación de malas actitudes puede comprobarse fácilmente en el caso de los foros de discusión en Internet, en donde, escudados bajo un pseudónimo, algunos individuos liberan toda la grosería, vulgaridad y demás aspectos negativos de su personalidad. También observamos cómo los seguidores incondicionales de los líderes políticos pasan del “amor al odio” destinado a terceros si previamente ha pasado por esa situación el líder respectivo.

En una entrevista al autor de la experiencia mencionada, Steve Ayan le pregunta acerca de lo que más le impresionó; a lo que Zimbardo responde: “La dinámica que tomó todo de manera repentina. Ya en la segunda noche, los vigilantes empezaron a despertar a cada instante a los internos para acosarlos; les obligaban a cantar o hacer reflexiones. Los casos de humillaciones y trato degradante empezaron a proliferar. Treinta y seis horas después del inicio del experimento se registró el primer caso de choque emocional en uno de los prisioneros. Al principio creí que estaba fingiendo; cada día teníamos que dejar marchar a individuos y sustituirlos por otros. Habríamos podido decir bastante antes que el poder de la situación había quedado demostrado, dando por finalizado el experimento en aquel momento. Sin embargo, esto fue para mí el aspecto más dramático; en ese instante yo mismo me había transformado en un jefe de vigilantes a quien le daba prácticamente igual el destino de las personas. En lugar de preocuparme por las víctimas, me dedicaba a observarlo todo de forma meticulosa. El estudio giraba en torno al modo en que unos estudiantes normales se convertían en prisioneros y vigilantes, pero yo también me transformé. Aunque personalmente no hice nada malo, sí que di el permiso para hacerlo”.

Respecto de aquellas personas en quienes predomina una actitud cooperativa (además de ser poco influenciables) Zimbardo expresó: “Hasta ahora he sido el Dr. Evil, que estudiaba aquellas condiciones en las cuales las personas buenas hacían el mal. Ello llevó a cuestionarme cómo podemos sobreponernos a esas fuerzas. De todas las personas que se sometían a mis estudios, siempre había una parte, en torno al diez por ciento, que lograba imponerse a la maldad. Lo mismo ocurrió en el experimento de Milgram. La pregunta estriba en: ¿De qué tipo de personas se trata? En mi opinión, los héroes son individuos que pueden protegerse de poderosas fuerzas sociales, aunque casi no existen estudios sobre el tema del heroísmo” (De “Mente y cerebro” (52)-Prensa Científica SA-Barcelona Feb/2012).

Una vez que disponemos de suficiente información acerca de nuestro comportamiento, surge la pregunta de cómo hacer para mejorar nuestra propia sociedad. La respuesta inmediata es la de difundir la información relevante acumulada para hacernos conscientes de cómo actúa el ser humano y de cómo deberíamos actuar. Quizás así las cosas puedan comenzar a mejorar. Philip Zimbardo dijo: “Los psicólogos no se consideran a sí mismos como transformadores de la sociedad, aunque deberían hacerlo”.

De mayor importancia aún que la experiencia mencionada ha sido la descripción realizada por Víktor E. Frankl estando prisionero en el campo de concentración nazi de Auschwitz, y en otros. Uno de los aspectos destacables y llamativos de su relato es la existencia de prisioneros judíos elegidos por los nazis para colaborar con sus captores en el mantenimiento de la disciplina de los detenidos. Al respecto escribió: “En primer lugar, había entre los guardias algunos sádicos, sádicos en el sentido clínico más estricto. En segundo lugar, se elegía especialmente a los sádicos siempre que se necesitaba un destacamento de guardias muy severos. A esa selección negativa, como la que se realizaba entre la masa de los propios prisioneros para elegir a aquellos que debían ejercer la función de «capos» y en la que es fácil comprender que, a menudo, fueran los individuos más brutales y egoístas los que tenían más probabilidades de sobrevivir, a esta selección negativa, pues, se añadía en el campo la selección positiva de los sádicos”.

“Se armaba un gran revuelo de alegría cuando, tras dos horas de duro bregar bajo la cruda helada, nos permitían calentarnos unos pocos minutos allí mismo, al pie del trabajo, frente a una pequeña estufa que se cargaba con ramitas y virutas de madera. Pero siempre había algún capataz que sentía gran placer en privarnos de esta pequeña comodidad. Su rostro expresaba bien a las claras la satisfacción que sentía no ya sólo al prohibirnos estar ahí, sino volcando la estufa y hundiendo su amoroso fuego en la nieve. Cuando a las SS les molestaba determinada persona, siempre había en sus filas alguien especialmente dotado y altamente especializado en la tortura sádica a quien se enviaba al desdichado prisionero”.

“En tercer lugar, los sentimientos de la mayoría de los guardias se hallaban embotados por todos aquellos años en que, a ritmo siempre creciente, habían sido testigos de los brutales métodos del campo. Los que estaban endurecidos moral y mentalmente rehusaban, al menos, tomar parte activa en acciones de carácter sádico, pero no impedían que otros las realizaran”.

“En cuarto lugar, es preciso afirmar que aun entre los guardias había algunos que sentían lástima por nosotros. Mencionaré únicamente al comandante del campo del que fui liberado. Después de la liberación –y sólo el médico del campo, que también era prisionero, tenía conocimiento de ello antes de esa fecha- me enteré de que dicho comandante había comprado en la localidad más próxima medicinas destinadas a los prisioneros y había pagado de su propio bolsillo cantidades nada despreciables. Por lo que se refiere a este comandante de las SS, ocurrió un incidente interesante relativo a la actitud que tomaron hacia él algunos prisioneros judíos. Al acabar la guerra y ser liberados por las tropas norteamericanas, tres jóvenes judíos húngaros escondieron al comandante en los bosques bávaros”.

“El prisionero más antiguo del campo era, sin embargo, mucho peor que todos los guardias de la SS juntos. Golpeaba a los demás prisioneros a la más mínima falta, mientras el comandante alemán, hasta donde yo sé, no levantó nunca la mano contra ninguno de nosotros”.

“Es evidente que el mero hecho de saber que un hombre fue guardia del campo o prisionero nada nos dice. La bondad humana se encuentra en todos los grupos, incluso en aquellos que, en términos generales, merecen que se les condene. Los límites entre estos grupos se superponen muchas veces y no debemos inclinarnos a simplificar las cosas asegurando que unos hombres eran unos ángeles y otros unos demonios. Lo cierto es que, tratándose de un capataz, el hecho de ser amable con los prisioneros a pesar de todas las perniciosas influencias del campo es un gran logro, mientras que la vileza del prisionero que maltrata a sus propios compañeros merece condenación y desprecio en grado sumo”.

“De todo lo expuesto debemos sacar la consecuencia de que hay dos razas de hombres en el mundo y nada más que dos: la «raza» de los hombres decentes y la raza de los indecentes. Ambas se encuentran en todas partes y en todas las capas sociales. Ningún grupo se compone de hombres decentes o de hombres indecentes, así sin más ni más. En este sentido, ningún grupo es de «pura raza» y, por ello, a veces se podía encontrar, entre los guardias, a alguna persona decente” (De “El hombre en busca de sentido”-Editorial Herder SA-Barcelona 1986).

Las grandes catástrofes sociales del siglo XX se produjeron bajo la influencia de ideologías que dividían a los hombres en razas superiores e inferiores y en clases sociales buenas y malas. Si queremos superar las peores crisis de la humanidad, debemos clasificar a los seres humanos en forma individual para alentar a los decentes y para hacer mejorar a quienes todavía no lo son. Es oportuno destacar que los primeros no podrían realizar sus vidas si no existiesen personas a quienes amar, mientras que los últimos no tendrían un sentido para sus vidas si no tuviesen a quienes odiar. De ahí que éstos, por lo general, promueven una lucha entre clases sociales que no sólo es criticable por la falsedad de su creencia, sino, sobre todo, por instigar al odio colectivo en la sociedad a través de difamaciones que abarcan no sólo el presente sino también el pasado. Víktor E. Frankl agrega: “La vida en un campo de concentración abría de par en par el alma humana y sacaba a la luz sus abismos. ¿Puede sorprender que en estas profundidades encontremos, una vez más, únicamente cualidades humanas que, en su naturaleza más íntima, eran una mezcla del bien y del mal?”.

“Nosotros hemos tenido la oportunidad de conocer al hombre quizá mejor que ninguna otra generación. ¿Qué es, en realidad, el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración”.

jueves, 19 de julio de 2012

Las profecías autocumplidas

En ciertas circunstancias, y a partir de una mentira o de una falsa información, se puede llegar a que en el futuro tal afirmación se transforme en una realidad. Se habla entonces de una “profecía autocumplida” que puede ser a veces beneficiosa para el individuo y otras veces perjudicial. Así, las personas que están convencidas de que no tienen aptitudes para desempeñarse en una determinada actividad, actúan en forma inconsciente de manera de cumplir con ese pronóstico; mientras que, por el contrario, quienes se sienten muy capaces para una actividad, quizás sobreestimándose, al menos alcanzarán su mejor desempeño posible. Robert K. Merton escribió: “La profecía que se autorrealiza es, al principio, una definición «falsa» de la situación que despierta un nuevo comportamiento que hace que la falsa concepción original de la situación se vuelva «verdadera»”.

Este comportamiento puede vincularse a aquella expresión de que “lo que nos afecta no depende tanto de cómo las cosas son, sino de la opinión que tengamos de las mismas”, que se conoce también como el “teorema de Thomas”: “Si una situación es definida como real, esa situación tiene efectos reales”. Aplicada a la religión, aparece la expresión establecida por William James: “Dios es real porque produce efectos reales”.

Los errores de apreciación, por parte de periodistas, pueden tener bastante trascendencia social ya que podrán constituir el inicio de algunas profecías como las mencionadas. De ahí que deban tenerse presentes las siguientes posibilidades:

1- Las ideas preconcebidas pueden controlar las interpretaciones
2- El sesgo de confirmación puede guiarlos hacia fuentes y preguntas que confirmen sus ideas preconcebidas
3- La persistencia de las ideas puede mantener las creencias preconcebidas ante el descrédito
4- Las anécdotas convincentes pueden parecer más informativas que la información básica
5- Los hechos pueden parecer correlacionados cuando no lo están
6- La retrospectiva facilita el análisis después de los hechos
(De “Psicología Social” de David G. Myers-McGraw-Hill Interamericana-México 2005.

Entre los estudios realizados en Psicología Social respecto de las profecías de autocumplimiento aparecen los vinculados con la educación. David G. Myers describe una secuencia típica del proceso:

a) Expectativa del profesor: “El hermano mayor de Rena era brillante. Apuesto a que ella también lo es”.
b) Comportamiento del profesor: Le sonríe más a Rena, le enseña más, le pone más atención, le da más tiempo para responder.
c) Comportamiento del estudiante: Rena responde con entusiasmo (Lo que confirma la expectativa del profesor).

Procesos similares ocurren en la economía, tal el caso de algunas versiones falsas que desencadenan crisis posteriores. S. Kassin y otros, escriben: “En 1948 el sociólogo Robert Merton narró una anécdota sobre C. Millingville, presidente del Last Nacional Bank durante la Depresión (década de los treinta). Aunque el banco era solvente, comenzó a correr el rumor que estaba comenzando a tener problemas. Pocas horas después de difundirse tal murmuración, cientos de clientes formaban filas para recuperar sus ahorros antes de que no hubiera dinero para retirar. El rumor resultó falso, pero el banco acabó yéndose a la bancarrota. Apoyándose en historias como éstas, Merton propuso una hipótesis aparentemente descabellada: que las expectativas de un observador pueden conducir a su propio cumplimiento” (De “Psicología Social” de S. Kassin-S. Fein-H.R. Markus-Cengage Learning Editores SA-México 2010).

Las inestabilidades producidas en las economías de mercado presentan muchas veces un componente psicológico. David G. Myers escribió: “La psicología autorrealizada del mercado de valores funcionó, hasta el extremo, el lunes 19 de octubre de 1987, cuando el promedio industrial Dow Jones perdió cerca del 20 por ciento. Parte de lo que sucede durante este tipo de caídas es que los medios masivos y los rumores enfocan en cualquier mala noticia que pueda justificarlos. Una vez reportadas, las historias de las explicaciones disminuyen más las expectativas de la gente, provocando que los precios descendientes caigan aún más. El proceso también funciona a la inversa, al magnificar las buenas noticias cuando las cotizaciones están en aumento”.

Las falsas profecías, que desconocen la realidad, producen efectos similares a las mentiras emitidas por los políticos, quienes engañan tanto a adeptos como a adversarios. Se ha dicho que se puede mentir por poco tiempo a muchos hombres, o a un hombre por mucho tiempo, pero nunca a muchos hombres durante mucho tiempo. Tal hábito de los políticos es favorecido por un gran sector de la población que prefiere escuchar mentiras antes que conocer la estricta realidad.

Las profecías de autocumplimiento no sólo aparecen en hechos aislados sino también formando parte de presuntas teorías “científicas”. Puede decirse que todo pronóstico surgido de una propuesta científica debería ser independiente de su propia influencia. De lo contrario, dejaría de ser una predicción. Este tipo de influencia puede producirse principalmente en el ámbito de las humanidades, ya que a la materia inerte no se la puede “convencer” de que deba cumplir con las predicciones establecidas por las teorías respectivas.

En realidad, cuando se habla de predicciones científicas, como ocurren en el caso de las ciencias fisicomatemáticas, se trata de la predicción de nuevos fenómenos físicos, nunca antes vistos. Como ejemplo podemos mencionar la teoría electromagnética de James Clerk Maxwell (siglo XIX), que predice la existencia de ondas electromagnéticas y que fueron descubiertas experimentalmente unos veinte años después de formulada la teoría.

En el caso de las ciencias sociales, una predicción implicaría el descubrimiento de algún fenómeno social nunca visto, es decir, que nunca haya sucedido, lo que tiene muy poca probabilidad de ocurrencia. Incluso es común encontrar, en actividades fuera del ámbito de la ciencia, predicciones de acontecimientos que le podrán ocurrir tanto a un individuo como a un grupo. Pero debe notarse la diferencia esencial; no se predice un nuevo fenómeno, sino una circunstancia particular, lo que consistiría esencialmente en una adivinación.

Como ejemplo podemos mencionar las predicciones realizadas a través del horóscopo, o incluso por la lectura de las líneas de la mano. Acertar en la adivinación implica, por lo general, haber acertado en situaciones de elevada probabilidad de ocurrencia: se casará, o no, hará un viaje a Europa, o no, etc. O bien el éxito adivinatorio provendrá de la fe que el receptor del pronóstico tiene respecto de las habilidades de quien lo emite, por lo cual, en forma inconsciente, tratará de realizar su vida buscando el cumplimiento del pronóstico que se ha hecho sobre su destino. Entonces el pronosticador se convierte en dueño y hacedor de los destinos de otras personas.

La profecía de autocumplimiento de mayor trascendencia, en cuanto a sus efectos, ha sido aquella establecida por Karl Marx acerca de la caída y desaparición del capitalismo como también del subsiguiente apogeo del socialismo. Entre sus argumentos aparece el aumento de la concentración del poder económico capitalista en pocas manos como también la esclavitud forzada a la que se somete a todo trabajador. Las características mencionadas, sin embargo, se adaptan bastante bien al capitalismo estatal (socialismo) promovido por el propio Marx, de ahí que, en cierta forma, puede decirse que se cumplió su profecía, sólo que se equivocó de “sistema”.

En realidad, la influencia de Marx, respecto de la caída del capitalismo privado, o economía de mercado, se observa en sus seguidores y creyentes quienes, en forma conciente o inconsciente, rechazan la validez y efectividad del proceso del mercado y tratan de modificarlo. El nuevo rostro de sus seguidores se encuentra en los intelectuales y políticos involucrados en las social democracias. Bajo un sistema democrático (en lo político pero no en lo económico), una vez que acceden al poder, lo primero que hacen es tratar de “redistribuir las riquezas” ignorando al mercado, del que desconfían. Luego, el mercado “se rebela” contra quienes ignoran sus leyes. Incluso las crisis surgidas en países que gastan más allá de sus posibilidades derivan de un error elemental, no atribuido a sus desconocimientos de la economía, sino a la ausencia de sentido común (el menos común de los sentidos).

Detrás de toda crisis económica aparecen errores humanos que provienen de políticos que “no creen” en el mercado; también de causas psicológicas como las antes mencionadas y de la pobre predisposición al trabajo de muchos sectores de la población. También proviene de quienes ignoran el espíritu cooperativo que exige la producción y el intercambio posterior de bienes y servicios, ya sea tratando de obtener ganancias exorbitantes o bien buscando que la sociedad los mantenga, sin trabajar, a través de la benevolencia del Estado benefactor.

Debido a los pobres resultados obtenidos por el socialismo, a sus adherentes sólo les queda la ambicionada “satisfacción moral” de poder ver algún día la caída y desaparición del capitalismo privado. Una vez que acceden al poder estatal, despotrican contra el liberalismo y ponen en marcha una serie de medidas económicas intervencionistas que distorsionan el proceso del mercado. Luego, producida la crisis respectiva, se oyen por todo el mundo los augurios de un derrumbe del capitalismo, tratando en forma consciente o inconsciente de cumplir con la profecía establecida por Marx en el siglo XIX. Al fracasar el proceso de dominación mundial mediante las armas y la propaganda (promovido por la ex URSS) les queda la esperanza de éxito a través del proceso psicológico inducido y asociado a las profecías de auto cumplimiento.

domingo, 15 de julio de 2012

Liberalismo y catolicismo

En las ciencias sociales, por lo general, se establecen escritos e investigaciones que muestran una muy limitada precisión descriptiva, por lo que no es raro advertir que puedan sacarse conclusiones opuestas a lo que originalmente un autor pretendió manifestar. Así, no han faltado quienes ven cierta similitud entre marxismo y cristianismo a pesar del odio predicado por el primero y por el amor predicado por el segundo; error que proviene, en ciertos casos, por haber realizado razonamientos en base a vincular palabras en lugar de tratar de establecer razonamientos en base a imágenes extraídas de la propia realidad. Recordemos la expresión de Baruch de Spinoza: “El orden y conexión de las ideas es el mismo orden y conexión de las cosas”. Cuando se pierde de vista este aspecto asociado al proceso cognitivo, se cae en razonamientos con “ambos pies firmemente apoyados en el aire”.

Como el amor es opuesto al odio, y el cristianismo es opuesto al marxismo, no sería extraño que existiera compatibilidad entre liberalismo y cristianismo. Alguien que ha propuesto esta compatibilidad desde el catolicismo ha sido Michael Novak, quien escribió: “En su primer periodo Jacques Maritain se preguntó con cuál sistema político es compatible el cristianismo. Específicamente, se preguntó si la democracia es una expresión natural del ethos cristiano. Análogamente, debemos nosotros preguntarnos ahora con cual sistema económico es compatible el cristianismo. Específicamente, debemos preguntarnos si un sistema económico basado en los mercados y en los incentivos personales es una expresión natural del ethos cristiano. Debemos hacernos una ulterior pregunta: ¿Con cuál sistema económico es compatible la democracia? ¿Es el capitalismo la expresión económica natural de una política democrática? ¿Podrá tener raíces evangélicas un sistema económico basado en mercados e incentivos?”.

“El organismo social distintivo producido por el capitalismo no es para nada individualista. Es un organismo corporativo, la corporación de los negocios. Además, el motivo inherente al capitalismo como sistema no es el bienestar del individuo sino el bienestar de todo el género humano. Este motivo de fondo es expresado en el título del documento más importante en la historia del capitalismo: «Una indagación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones», de Adam Smith (1776)”.

“Como lo dice claramente el titulo la intención del capitalismo democrático va más allá del problema de los individuos, del problema de Escocia o de Gran Bretaña, su meta es ayudar a todas las naciones. Adam Smith es el inventor de la idea de un desarrollo económico sostenido. Su punto de vista abarcó el mundo entero en todas sus culturas. Sin embargo, su libro sobre el sistema económico debe ser leído sobre todo en el contexto de su obra anterior sobre el sistema moral-cultural: «Teoría de los sentimientos morales» (1769) y de su trabajo sobre el sistema político, que dejó inconcluso a su muerte”.

Si bien es importante conocer la compatibilidad entre religión, política y economía, no debe caerse en el extremo de pretender fundamentar al cristianismo en alguna corriente del pensamiento político o económico con el fin de afianzar su influencia en la sociedad. Seria un error grosero por cuanto en el mandamiento cristiano del amor al prójimo radica, potencialmente, un orden social, político y económico emergente que habrá de establecerse en función del cumplimiento de dicho mandamiento.

De la misma forma en que existe una división de poderes en los sistemas democráticos, ha de existir una previa independencia entre el orden político, el moral-cultural y el económico. Cuando el Estado, u orden político, invade los demás, se cae en un sistema totalitario. De ahí que se aconseja que la religión sea independiente del Estado y el Estado de la religión, lo mismo debe ocurrir entre Estado y economía y economía y Estado, etc. Michael Novak escribió: “A veces se señala que una política democrática saludable depende de la separación de los poderes –ejecutivo, legislativo y judicial-. Análogamente, un orden social saludable y enteramente diferenciado depende de la separación de los sistemas –político, económico y moral-cultural-. De hecho, diferentes tipos de personalidades son comúnmente atraídas hacia cada uno de estos diferentes sistemas. De esta manera cada tipo desarrolla, como ha ocurrido, un interés psicológico en controlar a los otros dos, una especie de suspicacia y hostilidad natas hacia el tipo de personas características de los otros dos”.

Como ejemplos de las tendencias usurpadoras que proponen la subordinación de los restantes órdenes sociales, podemos dar los siguientes:

a) El orden económico socialista debe imperar sobre el orden político y el moral-cultural (marxismo)
b) El orden político debe imperar sobre el económico y sobre el moral-cultural (fascismo)
c) El orden religioso debe imperar sobre el económico y el político (algunos países islámicos)

Debe agregarse que la independencia mencionada, que impide la subordinación, no implica tampoco su total desconocimiento. Así, desde la política o la religión no deben darse opiniones sobre aspectos económicos de la sociedad en las cuales se desconozca totalmente las elementales leyes de la economía. Tampoco desde la economía o la política deben sugerirse acciones que se opongan a las elementales normas éticas y de convivencia pacifica.

Luego, las posturas ideológicas propuestas, respetando tanto la independencia como la vigencia de todos los órdenes sociales mencionados, deberán involucrarlos a todos y a compatibilizarlos en forma coherente. De ahí que el liberalismo, al proponer la democracia política tanto como la democracia económica (mercado), favorece la libertad individual y los derechos elementales que deben contemplarse en toda sociedad, por lo que ha de resultar compatible con el cristianismo.

Una vez que estemos de acuerdo en estos aspectos, no significa que hayamos llegado al “fin de la historia”, si por tal expresión se considera que debemos ahora descansar contemplando el éxito final. Por el contrario, si se acepta que el liberalismo es “lo menos malo” que disponemos, queda realizar un enorme esfuerzo de adaptación desde la posición de cada individuo hasta llegar a una actitud ética que permita dar plena vigencia a los órdenes sociales antes mencionados.

Sin embargo, en muchos países, se sigue discutiendo acerca de las “ventajas” que proponen las posturas totalitarias abarcadoras y destructoras de los órdenes sociales considerados dependientes, desconociendo la independencia que debe imperar en toda sociedad democrática. Michael Novak escribió: “En cierta manera, los sistemas económicos dependen de los sistemas moral-culturales. Allí donde faltan algunas actitudes, hábitos, creencias, aspiraciones y esfuerzos, muy probablemente allí no se dé un desarrollo económico. Inversamente hasta en los pueblos que carecen de recursos materiales, o condiciones naturales favorables, una fuerte tradición moral-cultural de cierta clase puede hacer surgir un gran florecimiento económico. De alguna manera este fenómeno parece haber aparecido en Japón, Hong Kong, Taiwan y otros lugares” (De “El sistema económico de las democracias”-Ediciones del Rey-Buenos Aires 1988).

En cuanto a la riqueza, el autor citado señala: “No puede realmente decirse que las raíces del mal residan en el dinero. Sin ninguna duda, el sentido moral de la riqueza no reside en su posesión sino en su uso, en las pasiones e intereses a los que sirve. Tener riqueza es ejercitar una más amplia libertad que la que es posible sin ella. Los peligros morales están por tanto magnificados”. “Usar la riqueza sabia y adecuadamente puede servir para hacer de ella un bien moral, pero usarla mal es atraer sobre sí una severa condenación moral. Ni la pobreza ni la riqueza garantizan virtud ni son suficientes para la salvación. El rico, no obstante, tiene mayores obligaciones que el pobre”. “«La Riqueza de las Naciones» debe ser estimada no por sí misma sino por la miseria que puede aliviar y por las libertades que puede otorgar”.

Si pensamos en la pobreza existente en el mundo, daremos preponderancia a la justicia productiva, mientras que si pensamos prioritariamente en aliviar los efectos de la envidia de los que menos poseen, aun cuando no padezcan pobreza material, daremos preponderancia a la justicia distributiva. Michael Novak escribió: “Desde la antigüedad el principal énfasis del pensamiento filosófico y teológico ha recaído en la justicia distributiva. Comprensiblemente el problema de la justicia productiva fue descuidado, incluso teniendo una obvia prioridad tanto lógicamente como en la realidad misma. Debido a ello esta verdad no adquirió fuerza hasta que Adam Smith inventó la posibilidad de un desarrollo económico sostenido”.

“Es claro que miles de millones de personas permanecen en la necesidad, entonces, y sólo entonces, es cuando la responsabilidad de producir lo que puede ser producido deviene en claro imperativo moral. Por tanto, solamente en la modernidad este imperativo moral de la producción ha llegado a preceder al imperativo moral de la distribución y a ser tomado como una necesaria condición previa del mismo”.

Una gran parte de las distorsiones que sufre la economía de mercado se debe a los intentos gubernamentales de reducir la “desigualdad social”. Por el contrario, si se tratara de enfatizar la erradicación de la pobreza, como un objetivo inmediato, se mejoraría incluso el problema de la desigualdad. Michael Novak agrega: “Actualmente es suficientemente conocido cómo hacer innecesario el hambre y cómo hacer del hambre no una responsabilidad de Dios sino del hombre”.

En cuanto a los sistemas sociales que se oponen al capitalismo, y que son las denominadas democracias sociales, el citado autor agrega: “Como filosofía gobernante de un sistema social tiene tres graves dificultades. En primer lugar, corre un enorme riesgo de recrear los antiguos moldes del Estado tiránico. En segundo lugar, aun en sus formas democráticas corre el riesgo de dotar a las colectividades, especialmente a las mejor organizadas, de excesivo poder a expensa de las libertades individuales. (Esto es una verdadera amenaza en todas las democracias providentes). En tercer lugar, por prestar poca atención tanto a los mercados como a los incentivos, corre el riesgo de bajar la productividad y elevar el nivel de ineficiencia reduciendo, por tanto, a las sociedades a un juego se suma-cero en el cual el sectarismo y otras formas de descontento se multiplican”.

La tendencia que promueve incentivos para el más capaz se opone a la que tiende a proteger al individuo de la envidia. Esta última, en realidad, promueve en forma encubierta un trastrocamiento social que da lugar a que los mejores sean reemplazados por los peores.

jueves, 12 de julio de 2012

Exportaciones e inflación

Cuando se elevan los precios en forma uniforme, incluyendo salarios y demás, pareciera que nada hubiese cambiado ya que se trataría, en apariencia, de algo similar a lo que ocurre cuando se reduce el valor del dinero sacándole algunos ceros. Sin embargo, la suba de precios uniforme tiende a beneficiar al deudor y a perjudicar al acreedor, como una primera diferencia. También perjudica al que ahorra en la moneda cuyo valor se deteriora al ritmo inflacionario.

Los procesos inflacionarios no son uniformes ya que aparecen retardos en la suba de salarios, por lo que algunos sectores serán más perjudicados que otros. Tienden a sufrirlos más los sectores que no están amparados por la “máquina estatal de imprimir billetes”. José M. Dagnino Pastore dijo: “El efectivo pierde valor; es como si pagara un impuesto cuya tasa anual es igual a la tasa de inflación”.

Finalmente tenemos el caso de las exportaciones, que involucra productos y mercancías que van al exterior para participar en otros mercados, aunque con un agravante: la persistente inflación existente en el país productor va elevando en forma sostenida los costos del exportador. Tarde o temprano las exportaciones dejarán de ser rentables ya que los costos elevados impiden competir con los precios a nivel internacional. Es decir, si el exportador del país con inflación pretende ganar dinero con su actividad, deberá ofrecer sus productos en competencia con productos similares elaborados en países sin inflación, por lo cual deberá cesar pronto en su actividad a menos que se cambie la cotización del dólar.

Este proceso resulta bastante evidente y no es difícil de comprender. Sin embargo, el ciudadano común parece no darse cuenta del rumbo que está tomando el país. O al menos parece importarle muy poco lo que le pueda suceder a los exportadores ya que está convencido de la buena gestión que está desarrollado el gobierno nacional.

En algún momento, durante su presidencia, el ex presidente Néstor Kirchner expresó que quería ver al campo arrodillado ante él. Luego, prohibió la exportación de carne vacuna con el objetivo de reducir el precio de la carne en el mercado interno. Al perder la posibilidad de exportar, el sector ganadero comenzó una etapa de crisis que produjo una reducción del ganado vacuno en unas 10 a 12 millones de cabezas. Caben dudas acerca de tal decisión ya que se puede interpretar tanto como una venganza contra el campo “oligárquico” o bien como una desafortunada decisión gubernamental.

La forma en que se resuelve el problema de los costos crecientes por inflación, en el caso de los exportadores, es a través del aumento del precio del dólar (o la devaluación del peso). De esa manera, sus costos se reducirán ya que recibe por sus exportaciones dólares revaluados, y así podrá seguir compitiendo eficazmente en el mercado internacional. Sin embargo, como casi siempre sucede en cuestiones económicas, lo que se arregla por un lado se desarregla por otro (la economía es como una frazada corta…). Al devaluarse el peso, se reduce el salario real de los trabajadores y se acentúa el proceso inflacionario.

De ahí que el “inofensivo” proceso inflacionario, conocido como el “modelo inclusivo y popular”, lleva al país hacia una crisis irreversible. Al menos los libros de economía, incluso los escritos varios años antes de que apareciera tal modelo, establecen que nunca terminan bien los procesos inflacionarios. Sin embargo, desde la presidencia se califica como “papagayos” a los economistas que repiten siempre lo mismo (lo que dicen los libros de su especialidad). José M. Dagnino Pastore escribió:

“En países con inflación del orden de la nuestra se advierte que no ayuda para nada al crecimiento y que realmente es mejor si se puede estar con estabilidad. Ahora, si se toma como premisa que no podemos lograr la estabilidad –parece una premisa relativamente razonable- hay que preguntarse ¿cómo podemos hacer para vivir mejor con inflación y no temer, además, una serie de distorsiones adicionales?”.

“Las distorsiones principales que crea la inflación son, en el campo exterior, el aumento de los costos internos, con los cuales se hace mucho más barato importar y más difícil exportar, si no se modifica el tipo de cambio. De manera que el primer problema es no dejar que el tipo de cambio se atrase con respecto a la inflación”.

“Si tenemos una inflación del 10%, mientras en el resto del mundo es del 5 o 6%, quiere decir que nos descolocamos en términos de costos un 4% por año. En esas condiciones se puede sostener un tipo de cambio fijo cerca de 3 años y vale la pena correr el riesgo de 2 años y medio de tranquilidad, esperando el cimbronazo de la especulación después. En esas condiciones tiene sentido el escalonamiento con 3 años de duración, por ejemplo. Si la inflación es del orden del 20% y se descoloca un 13 o 14% por año –vale decir, que ya se sabe que no resiste más de un año-, y la gente anticipa la especulación –con lo cual da sólo 6 meses de tiempo- no tiene sentido atrasar el tipo de cambio, perder reservas y manejar la caja del Banco Central en lugar de la economía del país. Es una cuestión empírica más que de teorías decidir si el tipo de cambio debe ser fijo o móvil” (De “¿Qué Argentina queremos los argentinos?”-Felix Luna (coordinador)-Ediciones La Bastilla-Buenos Aires 1973).

En cuanto al balance comercial, el cual implica la diferencia entre exportaciones e importaciones, podemos considerar los siguientes casos:

I) Exportación grande – Importación grande
II) Exportación pequeña – Importación pequeña

En el primer caso, si el balance diera negativo, indicando que se importó más de lo que se exportó, el tamaño de ambas nos indica que hay una actividad productiva razonable y que es de esperar que se alcance el equilibrio. En el segundo caso, en el cual se logra un balance comercial positivo, implica que la actividad productiva ha caído y de ahí que, en este caso, no tiene sentido medir la eficacia de la economía a través de dicho balance.

Por lo general, se recomienda comprar productos nacionales, y no importados, como un gesto patriótico hacia las empresas locales. Sin embargo, pocas veces se escuchan exhortaciones a los empresarios locales para que fabriquen mejores productos que los importados. Por el contrario, tratan de obtener protecciones desde el Estado (y en nombre de la patria) para obtener elevadas ganancias a costa del consumidor local.

Algunos partidarios del modelo inflacionario critican severamente a los que pronostican un futuro incierto ya que dichos adherentes confunden los razonamientos elementales sobre la realidad económica con posibles malos augurios. Sin embargo, los que admiran el modelo inflacionario deberían criticar a los difusores de burlas, surgidas principalmente de canales de televisión del Estado, a menos que se considere a la oposición como una postura ilegal. Las leyes de la economía tienen vigencia en forma independiente de las creencias, a favor o en contra, que se tengan respecto de su validez.

Podemos sintetizar el proceso que comienza con la inflación y termina reduciendo las exportaciones, o incluso generando una severa crisis si no se toman decisiones a tiempo:

1- El político en el gobierno promueve gastos excesivos desde el Estado.
2- Aumenta la demanda artificialmente en algunos sectores de la economía.
3- Se eleva el gasto hasta que se llega a la emisión monetaria excesiva.
4- Se va consolidando el proceso inflacionario.
5- Se comienzan a restringir las exportaciones.
6- La balanza comercial se hace negativa.
7- Se prohíben, o restringen, las importaciones.
8- Debido a la falta de insumos importados, se restringen aún más las exportaciones.
9- Se entra en un círculo vicioso, o un proceso de realimentación positiva, que tiende a auto- mantenerse.

Si la secuencia, en este tipo de crisis, comienza con el gasto excesivo del Estado (ya que gasta más de lo que recibe) la solución que surge de la lógica elemental consiste en disminuir el gasto estatal (ajuste). Sin embargo, los promotores y admiradores del modelo que produjo la crisis, descartan el ajuste y critican severamente a los “inhumanos” economistas que proponen tal medida por cuanto ello va a perjudicar a “los trabajadores”. Entonces quedarían dos opciones:

a) Dejar las cosas como están.
b) Intensificar aún más el gasto por parte del Estado (que ya no tiene fondos disponibles).

En cualquiera de las dos últimas opciones, el perjuicio va a ser tanto para “los trabajadores” como para los “no trabajadores”, es decir, una crisis para todos. Si se perjudican unos más que otros, no habría “igualdad” y ello no será visto como algo “justo”, de ahí que se descarta el ajuste antes mencionado. El modelo de crecimiento que debería darse seguirá una secuencia como la siguiente:

1- Inversión de capitales
2- Trabajo
3- Consumo y crecimiento

De ahí que el modelo “nacional y popular” que rige el destino de los argentinos se trata en realidad de un modelo “ahuyentador de capitales” y “populista”, ya que favoreció el éxodo de capitales al exterior y, además, aplica el impuesto inflacionario afectando principalmente a la población de menores recursos. Para que el inversor tenga confianza en el país, y retornen los capitales, habremos de esperar una próxima etapa política, si así lo prefiere el pueblo expresándose en futuras elecciones.

lunes, 9 de julio de 2012

Testigos del horror

Si tuviésemos que elegir algunos pocos libros que habrán de informar a las futuras generaciones acerca del siglo XX y sus más graves conflictos, podríamos elegir dos de ellos: “El hombre en busca de sentido”, de Viktor E. Frankl, que relata sus experiencias en un campo de concentración nazi en épocas de la Segunda Guerra Mundial, y el otro es “Archipiélago Gulag”, de Alexandr Solyenitsin, que relata la situación de los detenidos en un campo de trabajos forzados en la ex Unión Soviética. Posiblemente haya sido el siglo XX uno de los más violentos en toda la historia de la humanidad, por lo que, seguramente, las generaciones futuras hablarán de un “pasado salvaje” de la humanidad.

Gordon W. Allport escribió respecto del primero de los libros mencionados: “En esta obra, el Dr. Frankl explica la experiencia que le llevó al descubrimiento de la logoterapia. Prisionero, durante mucho tiempo, en los bestiales campos de concentración, él mismo sintió en su propio ser lo que significaba una existencia desnuda. Sus padres, su hermano, incluso su esposa, murieron en los campos de concentración o fueron enviados a las cámaras de gas, de tal suerte que, salvo una hermana, todos perecieron. ¿Cómo pudo él –que todo lo había perdido, que había visto destruir todo lo que valía la pena, que padeció hambre, frío, brutalidades sin fin, que tantas veces estuvo a punto del exterminio-, cómo pudo aceptar que la vida fuera digna de vivirla?”. “El psiquiatra que personalmente ha tenido que enfrentarse a tales rigores merece que se le escuche, pues nadie como él para juzgar nuestra condición humana sabia y compasivamente” (Del prefacio de “El hombre en busca de sentido”).

En el relato de su vida en Auschwitz, Víktor Frankl escribió: “Un pensamiento me petrificó: por primera vez en mi vida comprendí la verdad vertida en las canciones de tantos poetas y proclamada en la sabiduría definitiva de tantos pensadores. La verdad de que el amor es la meta última y más alta a que puede aspirar un hombre”. “Comprendí cómo el hombre, desposeído de todo en este mundo, todavía puede conocer la felicidad –aunque sea sólo momentáneamente- si contempla al ser querido. Cuando el hombre se encuentra en una situación de total desolación, sin poder expresarse por medio de una acción positiva, cuando su único objetivo es limitarse a soportar los sufrimientos correctamente –con dignidad- ese hombre puede, en fin, realizarse en la amorosa contemplación de la imagen del ser querido”.

Una de las enseñanzas que pudo extraer Frankl de su experiencia extrema fue que, a través de los casos que pudo observar, cuando alguien descubre un sentido de la vida que orientará su futuro, dispone de las razones suficientes para vivir y para superar aun las condiciones más adversas. Frankl escribió: “Cada edad tiene su propia neurosis colectiva. Y cada edad precisa su propia psicoterapia para vencerla. El vacío existencial que es la neurosis masiva de nuestro tiempo puede describirse como una forma privada y personal de nihilismo, ya que el nihilismo puede definirse como la aseveración de que el ser carece de significación. Por lo que a la psicoterapia se refiere, no obstante, nunca podrá vencer este estado de cosas a escala masiva si no se mantiene libre del impacto y de la influencia de las tendencias contemporáneas de una filosofía nihilista” (De “El hombre en busca de sentido”-Editorial Herder SA-Barcelona 1986).

Entre las filosofías que ignoran el sentido de la vida que nos imponen las leyes naturales y el orden natural, están precisamente las que constituyeron el fundamento filosófico tanto del nazismo como del comunismo. Es decir, no sólo provocaron las mayores catástrofes de la humanidad sino que impusieron la creencia en la ausencia de un sentido del universo y de ahí de nuestras propias vidas. Ante esa supuesta ausencia, realizaron sus ideologías para brindarle a todo hombre un “sentido de la vida artificial”, lo que motivó los intentos de la implantación, a nivel mundial, del nuevo orden por parte de la “raza superior” aria o de la multiplicación a nivel mundial del “hombre nuevo” soviético. Joseph B Fabbry escribió:

“El racista está plenamente convencido de que estamos determinados únicamente por nuestra herencia biológica, el marxista está igualmente convencido de que la conducta del hombre está determinada por su clase y su medio sociales” (De “La búsqueda de significado”-Fondo de Cultura Económica-México 1977).

La discriminación racial promovida por los nazis, como la discriminación social impulsada por el marxismo, tanto como las discriminaciones motivadas por las creencias religiosas, son enfermedades sociales que desde hace mucho tiempo envenenan los ánimos e impiden que haya paz en nuestro mundo. El requisito que debe imponerse quien proponga una ideología desde la filosofía, la ciencia o la religión, es que tenga validez universal, y no sectorial.

En cuanto al segundo libro mencionado, Víctor Massuh escribió: “Los obreros, estudiantes y campesinos rusos ganados por la fe en la violencia como «partera» de un mundo nuevo no pudieron evitar una catástrofe. La sangría desde entonces fue tal que uno de los más grandes países del planeta quedó sumido en el caos”. “El cronista del mayor engaño del último siglo, y quien contribuyó con eficacia a enfrentarlo, fue Alexandr Solyenitsin”. “En 1941, a los 22 años de edad, Alexandr Solyenitsin era movilizado como oficial del ejército soviético y participó en la guerra contra los nazis. Su comportamiento fue ejemplar. En 1945 ya con el grado de capitán, tres meses antes de finalizar la guerra, fue arrestado y degradado. Había cometido una falta grave: en unas cartas que intercambió con un amigo se había referido a Stalin de un modo «irrespetuoso». Esa travesura le costó once años de prisión”.

“Hasta el momento de su detención Solyenitsin no era un opositor ni un derrotista: fue héroe de la guerra, creía en el socialismo y aceptaba su base marxista. Un par de bromas sobre el Infalible lo tiró al sumidero de una vida «subterránea» que le permitió percibir en plenitud la cara infernal del sistema imperante en su país. Comprendió que todo lo que se movía en la superficie política era mentira. Y que el eje en torno al cual giraba la vida soviética estaba sostenido por esos ochenta recintos pestilentes («gulags») distribuidos a lo largo y ancho del territorio como un archipiélago. Ellos eran la verdad”.

“Había que difundir estas imágenes del infierno a viva voz. En prisión, Solyenitsin ya «presentía vagamente que un día podría gritar a los doscientos millones de soviéticos». Ese grito se plasmó en una obra memorable. Su autor salió de prisión en 1956, comenzó a redactarla dos años después y la concluyó luego de nueve años de trabajo. El arresto que padeció aquel joven capitán de 22 años no sólo cambio su vida sino el destino de su país. A partir de aquel momento comenzó a tomar forma una hazaña sin parangón en la historia contemporánea: que un libro echara abajo un imperio”.

“El libro había generado fuera de su país y dentro de él un clima de generalizada autoconciencia, algo parecido a un despertar. Fue la expresión de un «hartazgo moral» ante una colosal mentira ideológica que se hizo insoportable aun para aquellos que se beneficiaban con ella. El coraje de Solyenitsin, su reclamo de un sinceramiento a toda costa y de reconocer públicamente el fracaso de una experiencia que duró cincuenta años, tuvo una respuesta oportuna: el imperio cayó sin guerra civil, sin sangre ni ajusticiados, casi por un acto de contrición colectiva”.

“El libro era una larga narración literaria, no una construcción teórica para refutar el marxismo, tampoco un alegato jurídico ni un ensayo político que ofrecía a la sociedad soviética un modelo de recambio. No abunda en ideas, no quiere persuadir a nadie: sólo quiere ser un testigo creíble que presenta sus heridas y las de otros. El método elegido no es de una demostración, sino la sencilla mostración de una miríada de hechos absurdos y aberrantes que se fueron acumulando a lo largo de once años de reclusión y que el autor relata día a día”.

“¿Pero qué nos dice, además, la voz aislada del preso, héroe de guerra, luego gran escritor, Premio Nobel, condenado sin razón y humillado mil veces? ¿Qué lo ayudó a resistir? Una constatación secreta: la presencia del prójimo, la inmediatez indestructible del prójimo en su estado de mayor caída. Esta revelación fue la misma que tuvo Fedor Dostoievsky cien años antes confinado en Siberia. Allí pasó cuatro años de extrema miseria y sin embargo escribe: «El alma es transportada. Y reconoces que el último de los hombres, el más desgraciado, es también hombre y hermano tuyo» (Humillados y ofendidos). Solyenitsin lo dice de la siguiente forma: «En la celda ves por primera vez otros hombres que no son enemigos. Coincides por primera vez con otros hombres vivos que siguen tu mismo camino y con quienes puedes fundirte en una gozosa palabra: nosotros». Quienes llegaron a los bordes últimos del sufrimiento son los que mejor perciben el milagro de la fraternidad humana” (De “Cara y contracara”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1999).

El ejemplo que dan los pueblos que prefieren mirar al futuro en vez de quedarse para siempre mirando el pasado, fue desatendido por los argentinos. Luego de la violencia desatada por el terrorismo marxista en los setenta y la posterior respuesta violenta del Estado que lo combatió, debió haberse juzgado y castigado a quienes violaron las leyes vigentes, del bando que fuese. Sin embargo, se optó erróneamente por juzgar con fines de venganza a todos los militares, tanto a quienes cumplieron con su deber de defender la patria ante el embate de fuerzas foráneas como a quienes desconocieron las más elementales normas éticas. Como consecuencia de tal error, seguimos anclados en el pasado mientras se sigue promoviendo una división en la sociedad cada vez más acentuada, incluso utilizando los medios de difusión del Estado para poner en vigencia ideologías similares a las que constituyeron el primer eslabón en la escalada de violencia de ese entonces. Víctor Massuh escribe sobre el caso soviético:

“Hubo una quiebra del sistema represivo y un cambio profundo, sin sangre en las calles ni en las prisiones, sin que la «justicia vengativa» levantara nuevos cadalsos para los viejos culpables. La sabiduría política ensayada por el poscomunismo, al igual que el posfranquismo, aconsejó no seguir rindiendo cuentas con el pasado: habría sido una manera de quedar detenido en él. Una vez desarmado el culpable, carente de vigencia histórica, convertido en residuo, es preferible el olvido porque ayuda a mirar sin resentimientos el futuro y a emprender con menos lastre en el alma las tareas nuevas que impone el paso del tiempo”.

Si aparece en nuestra sociedad algún grupo neonazi, seguramente hará surgir reacciones adversas y cierto temor en la población. Por el contrario, cuando aparecen grupos marxistas, la reacción es completamente distinta aunque, históricamente hablando, las millones de victimas producidas por los comunistas exceden ampliamente a las de los nazis. Alguna vez un autor se preguntaba por qué se le perdonaban los masivos asesinatos a los marxistas y no así a los nazis. En realidad, no se trata tanto de un perdón, sino porque el nazi proclama sus intenciones en forma directa, mientras el marxista adopta un disfraz humanista que incluso lo hace más peligroso.

domingo, 8 de julio de 2012

Las refundaciones del país

En los últimos tiempos, varios de los políticos argentinos que han llegado al poder, se han considerado como los nuevos fundadores de la república, como si todo el pasado fuese puro error. Además de ser una actitud pretenciosa, resulta ser una forma de descalificar a toda tendencia política distinta. De ahí que no sea raro encontrar que proyectos puestos en marcha, o propuestos por otros partidos políticos, sean descartados de raíz simplemente por ese motivo. Gregorio Caro Figueroa escribió:

“Cada nuevo protagonista tiende a creer que está pisando un enorme espacio vacío, erguido sobre ruinas aún humeantes de un país al que no sólo debe enderezar, sino cuya titánica misión consiste en refundarlo. En tal gesto subyacen egocentrismo, autoritarismo y negación selectiva del pasado. Para ser tal, esa fundación debe abjurar de todo lo anterior, y de aquellos otros diferentes, condenados a la condición de ciudadanos sospechados y de segunda. No se viene a corregir errores, ni a introducir reformas. Tampoco a respetar la continuidad de las instituciones, sino a quebrarla. El gradualismo es tarea gris. No excita pasiones”.

“La mentalidad fundadora estuvo presidida por la certidumbre de «la absoluta e indiscutible posesión de la verdad»”. “Que nuestros ex presidentes de la República no sólo no dialogaran sobre asuntos de Estado, y que ni siquiera se reconocieran o saludaran por cortesía, forma parte de una larga tradición que todavía no quebró este ciclo democrático que va para un cuarto de siglo”.

“La retórica fundacional alimenta el peligroso esquema de «las dos Argentina»: de nacionales buenos y antinacionales malos. Que a esas manías fundacionales hayan seguido nuestras grandes frustraciones, conduciendo a otras peores, es algo que debería hacernos reflexionar” (De “Fundación y frustración”-Todo es Historia-Año XL-Buenos Aires Dic/2007).

Por lo general, los políticos “refundadores” ni siquiera presentan en público un sustento ideológico coherente de tal manera que permita la participación en el proceso de un importante sector de la población. La política sin ideología ni conocimientos suficientes es simplemente politiquería. Cuando la actividad partidaria se basa solamente en buenos deseos, frases repetidas y persistentes descalificaciones al “enemigo”, se logrará tan sólo profundizar los antagonismos y hacer que el país retroceda un poco más.

Resulta sorprendente observar el pobre nivel intelectual y ético de quienes llegan a los más altos cargos del gobierno nacional. Se advierte que ni siquiera se han preparado previamente para ese desempeño y que, pareciera, sus principales propósitos consisten en llegar a formar parte de la historia nacional para que los alumnos de las futuras generaciones los incluyan en sus estudios respectivos. Obnubilados por la trascendencia posterior, y por el poder en el presente, ignoran la triste imagen que brindan al ciudadano no masificado que puede apreciar la mediocridad y la pobreza humana de los que ascienden públicamente embaucando a los ignorantes y a los desprevenidos.

En los últimos tiempos se ha notado un incremento de esta tendencia ya que las supresiones parciales del pasado incluyen hechos que la mayor parte de la ciudadanía ha vivido y aún los retiene en su memoria. Uno de ellos es la supresión de toda referencia a la presidencia de Eduardo Duhalde, que siguió a la severa crisis del 2001. A pesar de varios desaciertos económicos señalados por los especialistas, fue el periodo en el que comenzó la recuperación del país. Tal es así que en las siguientes elecciones presidenciales, ganó quien prometió la continuidad del ministro de economía del citado presidente.

La manipulación de los índices económicos (provistos por el INDEC) por parte del gobierno nacional es una maniobra por la que se trata de esconder el fenómeno inflacionario. Estas decisiones favorecen la duda y el descreimiento ante toda información que proceda del gobierno. Incluso toda la ciudadanía debe padecer una especie de burla generalizada que surge desde la propia presidencia cuando se afirma que “en el exterior están asombrados por los elevados porcentajes de aumento de los sueldos de los trabajadores” sin que se advierta previamente a tales “asombrados” periodistas y políticos extranjeros que esos aumentos sirven para compensar el deterioro salarial permanente que la severa inflación produce.

Para atenuar la imagen negativa del gobierno, se lanzan ataques permanentes contra la prensa opositora acusándolos a su vez de mentir, por lo que tales acciones llevan a la población al descreimiento y la duda tanto acerca de los honestos como de los mentirosos.

En el marco de las verdades parciales aparece el aumento del PBI a “tasas chinas”. Debe tenerse en cuenta que durante la crisis de finales del 2000 ese indicador bajó bastante, y que ya en la época de Duhalde, comienza el “efecto rebote”. Con sólo poner en marcha el ya existente aparato productivo se habría de lograr una notable mejora de ese indicador. De ahí que el crecimiento económico posterior fue similar al de los otros países de la región. Juan Carlos De Pablo escribió:

“Entre 2003 y 2008 el PBI real aumentó 50%, pero entre 1998 y 2002 había caído 18,4%. Como consecuencia de lo cual, entre 1998 y 2008 el PBI real creció...2,2%”. “De manera que cuando se considera el aumento del PBI real verificado entre 2003 y 2008 simultáneamente con la recesión previa, queda claro que lo que pasó a partir de 2003 fue un proceso de reactivación económica. Resulta exclusivamente una coincidencia estadística que entre 2003 y 2008 creciéramos a «tasas chinas», porque mientras las de ellos derivaron de un proceso de transición, las nuestras surgieron de uno de reactivación” (De “200 años de Economía argentina”-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2011).

Ya en el año 2009, un grupo integrado por ocho ex secretarios de Energía, advirtió al gobierno nacional acerca de la futura crisis energética que se produciría en caso de no tomar las decisiones correctas a tiempo. Pero como esas sugerencias provenían de “ellos” (los adversarios) se ignoraron completamente. Posteriormente se produjo la crisis energética tal como los especialistas habían pronosticado. En la nota enviada se aludía a que “Argentina perforó en 2008 casi la mitad de los pozos exploratorios de 1988 y se encamina hacia el final del autoabastecimiento; las obras eléctricas están retrasadas y no existe plan energético nacional; el sector energético afronta serios problemas estructurales sin solución a la vista; Argentina tiene un presente decadente en materia productiva y un futuro incierto” (Citado en “200 años de Economía argentina”).

El crecimiento del PBI (producto bruto interno) se debió principalmente a un aumento del consumo, y no tanto de la inversión. Las empresas energéticas fueron subsidiadas para que el precio del gas, nafta, electricidad, etc., se redujera y el público tuviese más dinero disponible para gastar. Tal decisión fue uno de los factores que desalentaron la inversión en ese rubro. Además, cuando un empresario sabe que la demanda no surge naturalmente sino que es inducida artificialmente por el Estado, no se arriesga a realizar grandes inversiones por cuanto sabe que ese auge de la demanda es sólo circunstancial.

Recordemos que varios economistas destacados sostienen que el crecimiento económico real de un país depende de la cantidad de capital productivo per capita existente. Se crece principalmente cuando se invierte, siendo el aumento del consumo una consecuencia posterior, mientras que no existe un significativo crecimiento si el aumento del PBI se debe principalmente al consumo inducido en forma ajena al mercado.

Una de las consecuencias de haber aumentado el consumo (demanda) a un ritmo mayor al de la inversión (asociada a la oferta) es el aumento de los precios. Es decir, el proceso inflacionario puede iniciarse por el exceso de demanda sobre la oferta aun cuando no exista una excesiva emisión monetaria. Por ello, el proceso inflacionario comenzó a establecerse en años en que había superávit fiscal.

Luego de varias confiscaciones y estatizaciones, los inversores desconfiaron del Estado de tal manera que se produjo una importante fuga de capitales, tanto hacia el exterior como dentro del país; en este caso se trata de dinero guardado que está fuera del circuito productivo. Varios de esos capitales habrán ido a producir una mejora en la economía de los EEUU, algo que nunca ha reconocido el gobierno “nacional y popular”.

La necesidad de seguir fomentando el gasto y el consumo se debió, seguramente, al éxito que el método tuvo en los años en que se estaba saliendo de la severa recesión del 2001, pero el grave error consiste en seguir utilizando ese método (keynesiano) una vez que la economía está en marcha. De lo contrario, estaríamos aceptando que todos los problemas económicos se solucionarán imprimiendo y repartiendo billetes, estrategia poco usada (en otros países) debido a los efectos negativos que produce en el largo plazo.

De una manera similar a cómo se deforma la realidad actual, se están formando grupos de historiadores que tratan de dar una visión “políticamente correcta” del pasado argentino. Gregorio Caro Figueroa escribe: “Nuestra historia y algunas de sus interpretaciones están moldeadas por el fuego de las pasiones y el fragor de los conflictos. La obsesión por utilizar el pasado para legitimar el presente y diseñar el futuro no es una invención argentina reciente. Al uso político de la memoria por la llamada historia oficial se contrapuso una contra historia sesgada y militante” (De “Fuero Gaucho y desafuero historiográfico”-Todo es Historia-Año XLI-Buenos Aires Dic/2008).

En la versión “políticamente correcta” de la historia, impulsada por el gobierno actual (2012), se trata de hacer pasar, como un proceso favorable al país, su virtual “anexamiento” al ex Imperio Soviético tomando como ejemplo a la Cuba de Fidel Castro. Como se sabe, tal tirano es el amo absoluto de su país, siendo el poder económico disponible un medio para someter y dirigir las vidas de todos y de cada uno de los cubanos. El modelo de cárcel soviética que pretendieron imponer ha sido el intento de refundación del país que mayor riesgo impuso a la población y a la integridad nacional.

Las mejoras que se esperan para un país, en forma independiente de la época o de la situación real existente, se habrán de lograr a través de una mejora de la mentalidad generalizada de la población. Luego de años en que se ha manifestado el egoísmo materialista (que se da espontáneamente y que no necesita ideología que lo promueva), tanto como el inoperante populismo y el odio totalitario, se hace necesario un renacimiento ético restaurador del individuo que predominó en las mejores épocas de nuestra historia. Ernesto Sandler escribió: “El pensamiento dominante argentino ha causado ceguera para ver los problemas que acucian a nuestro país. Ha fanatizado a las personas detrás de creencias que prometen un mayor progreso cuando en verdad son causa de su miseria” (De “Economía sin barreras”-Mucho Gusto Editores-Buenos Aires 2012)

jueves, 5 de julio de 2012

Amor vs. altruismo

La vinculación de un individuo con la sociedad a la que pertenece, presenta dos casos extremos (además de otros intermedios). En el primer caso, esa persona podrá sentirse “cabeza de ratón”, es decir, preferirá ser un individuo diferenciado de los demás, vinculado mediante una actitud cooperativa, sin caer nunca en una postura masificada y siendo poco adepto a formar parte de subgrupos de esa sociedad. En el segundo caso, una persona preferirá sentirse “cola de león”, es decir, elegirá perder su individualidad optando por sentirse una minúscula parte de un conjunto masificado de personas, bajo una actitud parcialmente cooperativa y parcialmente competitiva.

En el primer caso tenemos al individuo que se identifica con la actitud del amor y por ello trata de compartir las penas y las alegrías de quienes le rodean, ya sea que formen parte de la sociedad en que vive o bien que formen parte de la humanidad toda. En el segundo caso tenemos el habitante de una sociedad conflictiva en la cual trata de colaborar con los integrantes de su propio grupo, pero en actitud hostil hacia los restantes componentes de la sociedad tanto como hacia los habitantes de otros países.

Mientras que el amor es una actitud que surge en el proceso de la evolución biológica, como una mejora adaptativa orientada principalmente a promover la actitud cooperativa en los pequeños grupos humanos, el amor cristiano, por el cual se sugiere generalizar tal actitud a todo el género humano, es la mejora más importante que podremos lograr dentro del marco de la evolución cultural de la humanidad.

En cambio, el altruismo se ha promovido en las naciones totalitarias para ser adoptado en beneficio principalmente de los políticos que dirigen al Estado, mientras que, simultáneamente, se predicaba el odio hacia los sectores rebeldes como así también hacia países democráticos. También el altruismo fue (o es) promovido por sectas religiosas que proponen sacrificarse por los miembros adherentes mientras que en forma simultánea promueven el desprecio o la indiferencia hacia los considerados “infieles”.

La palabra “altruismo” deriva de la palabra latina “alter” (otro), quien ha de ser el destinatario prioritario de nuestras decisiones favorables; de ahí que podríamos hablar de “otroísmo”, o mejor, de “altruismo”. Nótese que se trata de una actitud distinta del amor (de lo contrario estaríamos hablando simplemente de tal actitud). Mientras que en el amor existe un beneficio simultáneo entre ambas partes intervinientes, siendo éste un beneficio afectivo, en el altruismo se sostiene que uno debe hacer el bien al otro aun a costa de un malestar o sufrimiento propio.

Al compartir las penas y las alegrías de los demás como si fuesen propias, trataremos de que le ocurra lo bueno a la persona amada, para compartir ese éxito, mientras que trataremos de evitarle lo malo, para no compartir el sufrimiento. De ahí que siempre estaremos dispuestos a favorecer el Bien de los demás y a desalentar las acciones que llevan al Mal. Por el contrario, si beneficiar a alguien nos ocasiona cierto sufrimiento, o indiferencia, se advierte que no existe el amor en grado suficiente. Demás está decir que tendremos poca predisposición a favorecer el Bien y evitar el Mal, por cuanto no compartiremos sus efectos. Nicolás Berdiaev escribió: “Se habla de altruismo cuando el amor se enfría y muere” (De “El sentido de la Creación”-Ediciones Lohlé SA-Buenos Aires 1978).

La palabra “altruismo” aparece primeramente en los escritos de Auguste Comte, quien trató de promover una actitud opuesta al egoísmo en la búsqueda de una ética social, que trascendiera la ética egoísta prevaleciente a nivel familiar y personal. Sin embargo, no tuvo presente que en el “Amarás al prójimo como a ti mismo” ya viene expresada en forma explícita tanto la moral individual como la social, que es otra forma de decir que en realidad existe una sola actitud ética en el individuo, al menos predominante sobre otras actitudes. Auguste Comte escribió: “Las afecciones domésticas se convierten en los únicos intermediarios espontáneos entre el egoísmo y el altruismo, de modo que proporcionan la base esencial del gran problema humano. A partir de ahí, su verdadero perfeccionamiento debe consistir, en general, en convertirse cada vez en más sociales y menos personales, sin perder nada de su intensidad” (Citado en “Diccionario del lenguaje filosófico”-Paul Foulquié-Editorial Labor SA-Barcelona 1967).

El error (o la omisión) de Comte se debió, posiblemente, a no saber interpretar adecuadamente el significado del mandamiento cristiano mencionado. Y esto se debe a que, por lo general, a cada expresión bíblica se la rodea de misterios y de complejidades que la hacen ininteligible e impracticable. Además, quienes se propongan aclarar o simplificar tales significados, posiblemente serán considerados como sacrílegos o herejes. Afortunadamente disponemos de la definición del amor enunciada en el siglo XVII por Baruch de Spinoza: “El que imagina aquello que ama afectado de alegría o tristeza, también será afectado de alegría o tristeza; y uno y otro de estos afectos será mayor o menor en el amante, según uno y otro sea mayor o menor en la cosa amada” (De “Ética”-Fondo de Cultura Económica-México 1985).

Podría decirse que el altruismo es un anti-egoísmo ya que la actitud egoísta implica beneficiarse uno mismo sin interesarle los demás, mientras que el anti-egoísmo implica beneficiar a los demás sin interesarse por uno mismo. La actitud egoísta es la causa de muchos males, mientras que el altruismo es en realidad un absurdo. El beneficiario del sacrificio ajeno, no se sentirá bien por esa situación, ya que está permitiendo el malestar de otro. Por ello, a la larga, el altruismo no resulta conveniente.

La puesta en práctica del altruismo, en gran escala, estuvo asociada al marxismo, bajo regímenes socialistas. El lema básico del socialismo es: “De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad” (Louis Blanc). Ello implica que cada uno debe esforzarse en el propio trabajo para compensar el trabajo deficiente, o nulo, de quienes no pueden o no quieren hacerlo. Luego, si las necesidades básicas serán similares en las distintas personas, vendrá la distribución igualitaria. Se debe sembrar en forma desigual para que, mediante el altruismo, la cosecha se reparta en forma igualitaria. Mariano Grondona escribió: “De esta manera, los que rinden más pueden recibir menos si su necesidad es menor; a la inversa, los que rinden menos pueden recibir más si lo necesitan. Aquí, en esta norma de contenido ético, está la esencia del socialismo” (De “Las condiciones culturales del desarrollo económico”-Editorial Planeta Argentina SAIC-Buenos Aires 1999).

Debido a que en la naturaleza humana no existe una actitud natural como el altruismo, a la corta o a la larga, no será aceptado por una sociedad real. Como son muy escasas las personas que habrán de organizar una empresa, por ejemplo, para, luego, compartir sus beneficios gustosamente con individuos que hicieron muy poco, o nada, para establecerla, la actividad productiva tenderá a caer severamente y será necesaria la amenaza de las armas para que la población trabaje en un nivel aceptable. Andrei D. Sajarov escribe respecto de la ex Unión Soviética: “Sin duda, ni nuestro rendimiento de la producción es el mayor del mundo, ni puede esperar alcanzar en lo inmediato los coeficientes que a este respecto ostentan los países capitalistas adelantados. La nuestra es una economía permanentemente militarizada a un nivel inverosímil en tiempos de paz, que resulta opresiva para la población y peligrosa para el resto del mundo” (De “Mi país y el mundo”-Editorial Noguer SA-Barcelona 1976).

Muchas fueron las victimas producidas bajo los intentos de cambiar la naturaleza humana por la “naturaleza artificial” propuesta por el marxismo. Recordemos que Marx había escrito que “los filósofos hasta ahora han interpretado la naturaleza; desde ahora debemos transformarla”. Andrei D. Sajarov escribió: “Apagados los hornos de Auschwitz, millares de criaturas, sin embargo, dejaban a diario sus vidas en las gélidas minas de Kolima, de Norilsk y de Vorkuta, no menos que en las incontables brigadas estalinistas «de la muerte» (mano de obra procedente de los presidios y destinada a la realización de grandes proyectos públicos). En esos instantes, las víctimas del Gulag alcanzaban ya la espantosa cifra de veinte millones”.

Pareciera que el marxismo predicara una “ética superior” a la cristiana, ya que el altruismo equivale a proponer “amar al prójimo más que a uno mismo”. Sin embargo, para llegar al socialismo, el marxismo sugiere primeramente la eliminación de la clase social incorrecta (la burguesía, o el empresariado) inculcando el odio colectivo. Supone que el individuo habrá de pasar, casi por arte de magia y luego de la revolución, desde el odio intenso hacia una actitud en la cual habrá de amar al prójimo más que a sí mismo.

El altruismo es utilizado en los regímenes colectivistas como un justificativo para que el habitante común se sacrifique, sin protestar, por el Estado (concretamente por quienes dirigen al Estado). No es de extrañar que se realice una generalizada explotación laboral por parte del Estado hacia los trabajadores comunes. Sin embargo, como “el Estado es de todos” no lo consideran de esa manera. Hilda Molina, médica cubana, escribe sobre su país: “Los bribones jefes de la región y de la provincia, integrantes de la elite de poder y también adictos al acoso sexual, se movían con prepotencia en sus jeeps soviéticos impartiendo órdenes y exigiéndonos a nosotros, sus esclavos, más productividad y mayores sacrificios. Una vez finalizada su cotidiana payasada, nos abandonaban a nuestra suerte y marchaban a sus hogares donde, sin que les temblaran las conciencias, comían y dormían cómodamente junto a sus familias”. “Resulta absolutamente imposible lograr un mínimo de paz y de sosiego en un tormentoso ambiente de odio, de ese odio sempiterno que es precisamente la base de sustentación de los regimenes totalitarios” (De “Mi verdad”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2010).

Muchas penurias pasaron los soldados de Napoleón en el verano de Egipto y en el invierno de Rusia, y todo por dar cumplimiento a las ilimitadas ambiciones de poder de un personaje siniestro e irresponsable. También bajo los sistemas totalitarios del siglo XX la vida del individuo era considerada sólo como un engranaje que podía ser reemplazado sin inconvenientes por cualquier otro y cuya importancia residía solamente en ser una pequeña parte de una máquina completa. Para llegar a esa situación, el individuo masificado debía estar convencido previamente que poco importaba perder la vida como tampoco importaba la vida de quienes se oponían a esos objetivos.

La enajenación mental (alienación) del individuo, respecto del mundo real, resulta ser el primer objetivo que se impone el ideólogo totalitario. Hilda Molina escribió: “Porque sólo después de un largo y agónico proceso de maduración y al cabo de múltiples horas de análisis y meditación, yo comencé a conocer la maléfica naturaleza de ese régimen. Hasta entonces permanecí inerme frente al enajenante, prolongado y minucioso proceso de manipulación sentimental, de inoculación de terror y de chantaje psicológico al que han sometido al pueblo cubano, y que ha transformado en marionetas a millones de seres pensantes”