martes, 12 de junio de 2012

El neomercantilismo

Podemos describir a grandes rasgos, y en base a la posibilidad que tiene un país de establecer intercambios comerciales con otros países, los siguientes tres casos:

1- Economía abierta: libre importación y exportación.
2- Economía semiabierta (o semicerrada): libre exportación, importación limitada.
3- Economía cerrada: importación y exportación limitadas.

La primera economía mencionada, propuesta por el liberalismo, es la economía de mercado o capitalismo privado. El segundo tipo se conoce como capitalismo mercantil o mercantilismo, mientras que la tercera es la economía socialista, o de capitalismo estatal.

Para comprender los efectos del mercantilismo, supongamos que un país, luego de realizar exitosas exportaciones, tiene una ganancia neta del 10 % del PBI. Como está restringida la importación de bienes de otros países, el dinero producido por las exportaciones podrá volcarse al consumo y a la inversión internos. Sin embargo, el efecto del ingreso de tanto dinero ocasionará un efecto similar al que produjo el oro y la plata que entraba en España y que provenía de sus colonias en las épocas de la conquista de América, lo que produjo un serio efecto inflacionario. Para evitar este inconveniente, y ya que no es posible la importación, entonces esas ganancias podrán invertirse en el extranjero, con lo cual la exitosa exportación no podrá servir para el progreso económico del país que la produjo, mientras que resultará beneficiado el país que recibe esos capitales de inversión (y permite las importaciones), algo totalmente distinto a lo que se buscaba en un principio. De ahí que esta tendencia no resulta tan efectiva como pareciera en una primera impresión. Los británicos de la época mercantilista optaron, con los excedentes de sus exportaciones, por comerciar en el extranjero tanto comprando como vendiendo mercancías de ese origen.

Bajo la influencia del mercantilismo, el Estado, para regular el comercio exterior, debió intervenir excesivamente en la economía de un país. Las críticas que se le hicieron consistieron en negar sus postulados:

a) El orden social es un producto artificial y arbitrario del Estado.
b) La moneda (el oro) es una medida de la riqueza de un país.
c) La balanza comercial positiva es un indicio suficiente de prosperidad del país.
d) Un país debe, al cabo del tiempo, exportar más de lo que importa.

Francesco Vito escribió: “El principio de que se debe exportar más de lo que se importa, si se considera aplicado universalmente, es a todas luces absurdo. Es, en efecto, obvio que, si algunos países exportan más de lo que importan, es inevitable que otros países importen en medida superior a su exportación. Es, no obstante, también dudoso que algunos países puedan, andando el tiempo, exportar más que importar, dado que semejante política, estando fundada en el concepto de que lo que uno gana otro lo pierde, debe finalmente desembocar en las contiendas internacionales” (De “Curso de Economía Política”-Editorial Tesoro-Madrid 1970).

Las protecciones del Estado en favor de ciertos sectores de la economía y de la producción tiende a favorecerlos, pero necesariamente perjudica a otros sectores, por lo que, a la larga, tal método resulta poco eficaz. Murray N. Rothbard escribió: “El mercantilismo ha tenido «buena prensa» durante las últimas décadas, en contraste con lo que sucedió en el siglo XIX. En los días de Adam Smith y los economistas clásicos, el mercantilismo fue considerado con acierto como una mezcla de falacia económica y de privilegio especial creado por el Estado. Pero en nuestro siglo, la opinión general sobre el mercantilismo ha cambiado drásticamente; los keynesianos consideran a los mercantilistas con beneplácito por haber anticipado sus propios descubrimientos económicos; los marxistas, constitucionalmente incapaces de distinguir entre libre empresa y privilegio especial, consideran el mercantilismo como un paso «progresista» en el desenvolvimiento histórico del capitalismo; los socialistas e intervencionistas respetan el mercantilismo por adelantarse a la planificación central y la edificación estatal modernas”.

“El mercantilismo, que alcanzó su auge en la Europa de los siglos XVII y XVIII, fue un sistema de estatismo que hizo uso de la falacia económica de levantar una estructura de poder imperial del Estado, así como subsidios especiales y privilegios monopolistas para individuos o grupos favorecidos por el Estado. El mercantilismo sostenía que el gobierno debía fomentar las exportaciones y restringir las importaciones. Económicamente, dicha doctrina es una trama de falacias; porque ¿de qué sirve la exportación sino para pagar lo que se importa? o ¿para qué hemos de acumular oro, si el tal oro no se usa para comprar bienes?”. (De “Ideas sobre la libertad”-Centro de Estudios sobre la Libertad-Buenos Aires-Nov 1970).

Las críticas al intervencionismo estatal, que promueve distorsiones del mercado, no implican una critica al Estado que establece leyes y garantiza el libre desempeño de los ciudadanos tanto en su accionar social como económico. Carlos Alberto Montaner escribió: “Es conveniente dejar en claro un dato histórico clave: los enemigos de la libertad económica y de la integración no representan la modernidad sino la reacción y las posiciones más retrogradas. Casi todo el análisis que hacen repite las viejas ideas de los mercantilistas de los siglos XVII y XVIII. Fue Jean Baptiste Colbert, ministro de Luis XIV y padre del nacionalismo económico, quien a mediados del siglo XVII creó el Estado centralista, dirigista, empresario y proteccionista, dotado de miles de inspectores que controlaban precios y salarios”.

“Fueron los mercantilistas de esa época los que propagaron el costoso error de sostener que el objetivo de las transacciones internacionales era alcanzar una balanza comercial positiva, prohibiendo a toda costa las importaciones de productos manufacturados para proteger de la competencia a los empresarios nacionales, generalmente cortesanos privilegiados por la realeza” (De “La libertad y sus enemigos”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2005),

Por otra parte, John Kenneth Galbraith escribió: “A los mercaderes de la era mercantilista no les agradaba la competencia en materia de precios, desagrado éste que muchos comerciantes comparten todavía en la actualidad. En cambio, les convenían los métodos opuestos, como por ejemplo los convenios o acuerdos entre los vendedores respecto de los precios, el otorgamiento de concesiones o patentes de monopolio por parte de la Corona en relación con determinados productos, el monopolio del comercio con alguna región del planeta, y la prohibición de toda producción que pudiera presentar competencia, así como la venta de los productos respectivos en las colonias del Nuevo Mundo. La tendencia a identificar los intereses de determinado grupo con el interés nacional no es un factor que pueda sorprender a los observadores modernos” (De “Historia de la Economía”-Editorial Ariel SA-Buenos Aires 1991).

Es oportuno resaltar que los países más exitosos, económicamente hablando, son aquellos que han optado por un vigoroso intercambio comercial con otros países, como es el caso de EEUU, Europa Occidental y Japón, mientras que los menos exitosos son aquellos que han cerrado sus fronteras al intercambio comercial, tales los casos de Corea del Norte o Cuba. La tendencia a emular a los países menos exitosos puede explicarse por la prioritaria búsqueda de imponer ideologías determinadas o bien por la posibilidad que brinda la dialéctica marxista, y no la lógica natural, de que lo que resulta falso en una época puede resultar verdadero en el futuro. Agrega Montaner: “Por qué la izquierda supuestamente progresista se empeña en copiar los ejemplos fallidos en lugar de los exitosos pertenece al terreno de la psiquiatría y no al de las ciencias económicas”.

El daño que el proteccionismo estatal produce al capital humano es otro factor a mencionar. Cuando aparece alguna adversidad, surge en todo individuo la oportunidad y la necesidad de poner todo su empeño y todas sus fuerzas en salir a flote de la situación adversa, por lo que se ve obligado a extraer lo mejor de sí mismo. A la larga, ese hábito le permitirá desarrollar aptitudes que lo beneficiarán en el futuro. Víctor Massuh escribió:

“Estas son las virtudes que el populismo desestima a través de una insistente pedagogía colectivista. Recusa todos los valores de la individualidad creadora como una forma de elitismo, egoísmo o indiferencia. Nada más errado, porque es respondiendo a una firme voluntad argentina de diferenciación singular, estilo propio, autonomía, selección cualitativa, autoestima, iniciativa personal y sentido del coraje y la aventura, que el hombre de estas tierras vivió sus hazañas mayores y fundó la grandeza del país. El populismo le infiere un gran daño, al desdeñar estas virtudes en nombre de la primacía de lo colectivo. Frenado por el Estado, condenado por una ética de la cantidad que lo convierte en sospechoso, el individuo se desencanta, pierde fuerzas y termina recostándose en la abulia de la medianía” (De “La Argentina como sentimiento”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1982).

Por otra parte, Carlos Alberto Montaner escribió: “Los defensores de las virtudes del gasto social probablemente no se han percatado de que el objetivo que debe perseguir toda sociedad sana es tener la menor cantidad posible de gasto porque las personas y las familias son capaces de ganar decentemente su propio sustento sin tener que recurrir a la solidaridad colectiva o la compasión de ciertos grupos piadosos. Incluso, hasta es posible formular una regla general que establezca que la calidad de un sistema político y económico se mide en función inversa a la cantidad de gasto social que la sociedad requiere para subsistir decentemente. A más gasto social, más inadecuado resulta el sistema. A menor gasto social requerido, más flexible y exitoso es ese modelo que permite y estimula la creación de riquezas y la responsabilidad de los individuos”.

Las dificultades que presenta la economía en cuanto a la comprensión de sus distintos procesos y el insistente mensaje difamador hacia quienes pretenden esclarecer y difundir la verdad, hacen que gran parte de la población termine apoyando tendencias, como el neomercantilismo, que la perjudicarán en el futuro.

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