domingo, 15 de abril de 2012

Entre la finalidad y el nihilismo


Algunos de los conceptos más importantes de la psicología, que han promovido la realización de teorías parciales, son el sentido de la vida, la motivación, la acción, la ética y la felicidad. Veremos que es posible considerarlos juntos y en un mismo esquema.

Primeramente consideraremos el caso individual en el cual un objetivo personal promueve una motivación para su logro. Tal motivación es el requisito previo a la acción, la cual estará caracterizada por decisiones que favorecen el logro del objetivo y aquellas que se oponen al mismo. Finalmente, el grado de satisfacción que nos brinda nuestra tarea en función de la búsqueda del objetivo, como del objetivo mismo, será una medida de que el mismo fue bien elegido o si habrá que replantarlo en el futuro.

Como ejemplo de este tipo de elección tenemos el caso de una carrera universitaria o bien de una profesión. El objetivo ha sido elegido en función de cierta satisfacción personal que se espera disfrutar tanto en el periodo de estudios como en el posterior ejercicio de la profesión. Si la satisfacción esperada se transforma en una tarea poco grata, habremos de considerar la posibilidad de buscar otra actividad afín a nuestra personalidad. Podemos, entonces, hacer un esquema que liga los aspectos mencionados:

Objetivo → Motivación → Acción → Grado de satisfacción personal

Como este proceso resulta ser en realidad un sistema realimentado, falta agregar el vínculo entre lo que se logra (Grado de satisfacción personal) con aquello que se ha pretendido lograr (Grado de satisfacción asociado al logro del objetivo). Para ello se establece una comparación entre los mismos (restándolos) para que la diferencia actué sobre la motivación y se continúe nuevamente la secuencia anterior.

Lo interesante de este modelo descriptivo elemental es que puede generalizarse para aquellos objetivos que trascienden a los individuos y que atañen a toda la humanidad. Supondremos que existe un objetivo personal que está en función del sentido, o de la propia finalidad, del universo, por lo que nuestro esquema esta vez adoptará la siguiente forma:

Sentido del universo → Motivación → Acción (ética) → Nivel de felicidad

Siendo realimentado este Nivel de felicidad para ser comparado con el Sentido del universo (o la felicidad esperada en su búsqueda).

Hay quienes opinan que el hombre debe buscar los “pequeños objetivos” para, luego, una vez logrados, buscar los principales. Abraham H. Maslow escribió:

“Conviene, por lo tanto, designar estos motivos y necesidades «superiores» de las personas autorrealizadas con el término de «metanecesidades», así como diferenciar la categoría de motivación de la categoría de «metamotivación»”. “Ahora está más claro para mí que la gratificación de las necesidades básicas no es una condición suficiente para la metamotivación, aunque puede ser una precondición necesaria”. “Parece que la metamotivación no resulta automáticamente de la satisfacción de las necesidades básicas” (De “La personalidad creadora”-Editorial Kairós-Barcelona 2005).

Desde el cristianismo se propone el logro simultáneo de los grandes y de los pequeños objetivos. Ello se debe a que el amor al prójimo no es sólo una meta a lograr una vez satisfechas las necesidades primarias de alimentos y vivienda, ya que, incluso, todo niño pequeño, o el simple animalito doméstico, necesitan del amor tanto como de las demás necesidades básicas mencionadas, ya que su total ausencia significará una muerte segura. De ahí que Cristo sugería: “Busca primeramente el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura”.

El hombre se encuentra, por lo general, a mitad de camino entre una vida orientada por una finalidad o bien por una vida carente de objetivos. Entre las diferencias esenciales que existe entre la vida inteligente y las restantes formas de vida, encontramos la necesidad de la búsqueda, en el primer caso, de una finalidad, o de un sentido, que oriente todas y cada una de nuestras acciones. Pierre Teilhard de Chardin escribió: “El hombre es el único animal en la escala zoológica que tiene que trazar su destino”.

Cuando el hombre no encuentra un sentido para su vida, puede caer en estados depresivos, por lo que se observa que nuestra propia naturaleza nos exige encontrar un objetivo que nos permita escapar del nihilismo, es decir, de la ausencia de un sentido para nuestra vida. Bernard Delfgaauw escribió:

“¿Qué sentido tiene la existencia humana? Un nihilismo con su doble filo de angustia y hastío paraliza la facultad de pensar y laborar”. “Hay que encontrar un sentido a la existencia humana y al mundo, lo suficientemente vasto y profundo como para que nos revalide de pensamiento y obra y nos lleve a poner en tensión todas nuestras fuerzas y facultades. Se trata, pues, de derrotar al nihilismo” (De “Creyentes e incrédulos”-Ediciones Carlos Lohlé-Buenos Aires 1968).

En cuanto a la motivación, existen varias teorías psicológicas propuestas, aunque lo importante es establecer una teoría de la motivación junto a una teoría de la acción que permitan lograr cierta finalidad objetiva asociada al propio orden natural. Respecto de la acción, puede decirse que implica una ética y es una condición tanto emocional como cognitiva. Se conoce el objetivo y luego, emocionalmente, se favorece la acción conducente al logro de ese objetivo. La ética consiste esencialmente en conocer las acciones que favorecen el logro del objetivo como de aquellas que se oponen a ese logro. Víktor E. Frankl escribió:

“Tarde o temprano nos veremos obligados, no ya a moralizar, sino a ontologizar la moral; habrá que definir el bien y el mal, no como algo que debamos o no hacer, sino el bien como aquello que favorece la realización del sentido que encomienda a un ente y se le elige, y el mal como aquello que impide su realización” (De “El hombre doliente”-Editorial Herder SA-Barcelona 1987).

Puede decirse que los problemas políticos y económicos, y no sólo los sociales, tienen que ver con la ausencia de un sentido de la vida adoptado masivamente y en concordancia con el objetivo implícito en el espíritu de la ley natural. Así, tanto la sociedad de consumo como el totalitarismo estarían vinculados al vacío existencial. Víktor E. Frankl escribió:

“En cuanto a las causas que provocan el vacío existencial, cabe enumerar dos: la pérdida del instinto y la pérdida de la tradición. Los instintos no dicen al hombre, contrariamente al animal, lo que debe hacer; las tradiciones tampoco dicen al hombre actual cuáles son sus deberes; y muchas veces éste parece no saber lo que quiere. Entonces se siente tentado a querer lo que los demás hacen o a hacer lo que los demás quieren. En el primer caso topamos con el conformismo y en el segundo con el totalitarismo”.

En el caso de la religión, vemos que en ella aparece, como objetivo del universo, la voluntad del Creador. El individuo que cree firmemente en ese Dios Creador, adquiere suficiente motivación como para responder eficazmente a la ética propuesta por el profeta o por el enviado de ese Dios. Lo opuesto lo tenemos en el caso del que adopta una actitud nihilista negando toda posible existencia de un sentido del universo y, luego, del sentido de la vida individual, siendo posible que no tenga suficientes motivaciones para realizar su vida ya que podrá faltarle la “fuerza de la fe”.

La finalidad adoptada generalmente en la mayor parte de los planteos provenientes de la ciencia experimental, es la adaptación del hombre al orden natural. En esa adaptación distinguimos una evolución biológica y una evolución cultural, propia esta última de la vida inteligente. Ambas tipos de evolución responden al aumento de la complejidad, medida por la información asociada a todo organismo, y al aumento de su grado de conciencia, que ha de ser el conocimiento que el ser viviente tiene respecto de esa información. Podemos hacer una síntesis:

(Adaptación = Evolución Biológica + Evolución cultural) → (Complejidad + Conciencia)

La búsqueda de objetivos que orientarán nuestra vida nos indica una evidente influencia del futuro. En caso de no existir esa proyección, el hombre pierde motivaciones y reduce sus estímulos para el accionar cotidiano, posiblemente hasta caer en estados depresivos.

Nótese que existirán muchas finalidades posibles, siendo varias de ellas erróneas, por cuanto son finalidades propuestas por el hombre sin tener presente la propia realidad. Podemos mencionar el caso del nazismo, que propone como finalidad de sus adeptos la eliminación de las “razas incorrectas”, o el caso del marxismo, que propone eliminar la “clase social incorrecta”. En ambos casos se sugiere una “ética” destructiva del grupo incorrecto, mientras que el individuo que sigue esta tendencia logrará cierto nivel de felicidad, seguramente muy limitado, en función de la creencia y de los objetivos logrados.

Desde la ciencia experimental, y desde la Psicología Social en concreto, se ha podido describir una ética compatible con la impulsada por el cristianismo, de ahí que sería oportuno considerarla como un fundamento adicional del mismo. De todas las religiones vigentes, alguna estará más cerca de las leyes naturales, siendo por ello más “verdadera” que las restantes. Y es precisamente el avance de las ciencias sociales el que finalmente permitirá “elegir” a una religión en lugar de otras.

Las severas crisis de las sociedades actuales se acentúan con las divisiones y los antagonismos promovidos por las distintas religiones, que adquieren un carácter y una validez subjetiva en cuanto no hacen los menores intentos por hacer visible su compatibilidad con las leyes naturales, que son las propias leyes de Dios. Pierre Teilhard de Chardin escribió:

“Ya es tiempo de reconocerlo. En nuestros días, la Iglesia, arrastrada por un remolino de teología abstracta, de sacramentalismo cuantitativo, de devoción sutilizada, ha perdido contacto con lo Real. Las direcciones eclesiásticas y las preocupaciones de los fieles se van encerrando poco a poco en un mundillo artificial de ritos, de prácticas, de emulaciones piadosas, enteramente separado de la verdadera corriente de las cosas. La Eucaristía, en concreto, tiende a convertirse en una suerte de objeto válido por sí mismo, que absorbe en sí la actividad religiosa en lugar de hacerla fermentar para la salvación de todas las cosas del Universo. Nos estamos equivocando de camino, y ésa es la razón de que los progresos de la Verdad cristiana hayan quedado como detenidos”.

“Creo que el mundo no se convertirá a las esperanzas celestiales del Cristianismo más que si, previamente, el Cristianismo se convierte (para divinizarlas) a las esperanzas de la Tierra” (De “Las direcciones del porvenir”-Taurus Ediciones SA-Madrid 1974).

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