viernes, 16 de marzo de 2012

Utopías vs. capitalismo

Las distintas utopías surgidas desde la antigüedad, algunas de ellas difundidas antes de la aparición del capitalismo, coinciden en oponerse a varios de los atributos que a éste caracterizan. Por lo general, las utopías son modelos de sociedad establecidos sin contemplar previamente un modelo de hombre. De esta manera, todo individuo debería adaptarse al diseño establecido, en lugar de ser la sociedad la resultante del modelo de individuo considerado óptimo.

El comportamiento individual es accesible a una descripción científica que presente cierta seguridad en cuanto a sus resultados, por lo que toda descripción de la sociedad sólo tendrá sentido a partir de las descripciones de las conductas individuales. De ahí que el cambio social basado en un conocimiento firme, deberá provenir de una mejora individual.

Respecto de las utopías, Melvin J. Lasky escribió: “Las utopías se escriben, a la vez, a partir de la esperanza y de la desesperación. Son modelos de estabilidad concebidos con ánimo de contradecir. Son acciones –especie de «sueño de acción»-en nombre de valores ideales: descuidados o traicionados en el presente, alguna vez gozados en el pasado, o que deberán satisfacerse en lo futuro. Son interpretaciones del orden existente y, muchas veces, programas de cambio. La implicación exhortadora de la utopía, en forma de un requerimiento secreto, está siempre presente, pues todos los ideales políticos son implícitamente revolucionarios; sus elementos críticos llevan a disentir; sus perfectas proyecciones, a un anhelo por construir de nuevo. El sueño utópico del futuro, con sus fuentes en la fantasía y en la alienación, implica la pesadilla del presente. Y sin embargo, el futuro concebible y deseable nunca se ve libre de este escape de pesadilla” (De “Utopía y revolución”-Fondo de Cultura Económica-México 1985).

La mayor parte de las sociedades diseñadas por el hombre coinciden en abolir la propiedad privada. Uno de los primeros intentos proviene de Platón, quien escribió: “Mi República existe sólo en nuestra mente, puesto que no está en parte alguna de la Tierra, por lo menos como yo imagino. Pero en el cielo hay, probablemente, un modelo de ella”. La palabra “utopía” proviene del griego y hace referencia a esos intentos; significa en “ningún lugar”, como manifiesta Platón.

La abolición mencionada se propone, por lo general, para que el trabajo, o los bienes materiales, sirvan como vínculos de unión entre los hombres, en lugar de significar motivos para antagonismos y desencuentros. Respecto del vínculo que uniría a los hombres en el socialismo marxista, Henri Lefebvre escribió:

“Las relaciones fundamentales de toda sociedad son las relaciones de producción. Para llegar a la estructura esencial de una sociedad, el análisis debe descartar las apariencias ideológicas, los revestimientos abigarrados, las fórmulas oficiales, todo lo que se agita en la superficie de esa sociedad, todo el decorado: debe penetrar bajo esa superficie y llegar a que las relaciones de producción sean las relaciones fundamentales del hombre con la naturaleza y de los hombres entre sí en el trabajo” (De “El marxismo”-EUDEBA-Buenos Aires 1973).

Podemos, entonces, hacer una generalización:

Sociedades utópicas (socialismo) = Propiedad colectiva + Vínculos de unión materiales

Las sociedades cuyos integrantes se unen a través del trabajo nos hacen recordar a las comunidades de abejas y de hormigas, de ahí que no resulte sorprendente que algunos promotores del socialismo hayan pensado que el hombre debería imitar a tales insectos. Otto von Bismarck expresó:

“Si tuviera que elegir la forma en que preferiría volver a vivir, no estoy seguro de que desdeñaría ser una hormiga. Ese pequeño insecto vive en condiciones de perfecta organización política. Cada hormiga está obligada a trabajar; a llevar una vida útil; todas son industriosas; la subordinación, la disciplina y el orden que se dan son perfectos. Son felices, porque trabajan” (Citado en “Utopía y revolución”).

Cuanto al socialismo marxista se lo pone en práctica, luego de la expropiación de los medios de producción, se establece una sociedad similar a una colmena. Así, la clase dirigente cumple el papel de la abeja reina, el resto del pueblo cumple el rol de abejas obreras, mientras que los que no trabajan (junto a los disidentes), cumplen el rol de los zánganos, por lo cual son separados de la sociedad (colmena).

Resulta evidente que la vida inteligente, que caracteriza al hombre, deberá tener metas bastante distintas a las inherentes a las sociedades de abejas o de hormigas. El ideal socialista resulta bastante alejado del principio de complejidad-conciencia (propuesto por Pierre Teilhard de Chardin) que describe al proceso evolutivo humano, tanto desde el punto de vista biológico como cultural. Es oportuno recordar que el cristianismo propone, como vínculo de unión entre los hombres, al amor generalizado, objetivo que obliga a todo individuo a un necesario e imprescindible crecimiento espiritual.

Mediante la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y de la supuesta igualdad económica de todos los componentes de la sociedad, el socialismo resulta ser la sociedad ideal para quienes tengan pocas aptitudes para el trabajo, poca iniciativa, pocas ambiciones e incluso lo libera de la pesada carga de la envidia.

En cuanto al sistema de producción y distribución capitalista, debemos decir que es el propuesto por los economistas liberales representativos de esa tendencia, en lugar de considerar las descripciones distorsionadas que del mismo hacen sus opositores. Por ello, consideraremos a dicho sistema en función de sus principales atributos:

Capitalismo = Propiedad privada + División del trabajo + Mercado + Ahorro productivo (inversión) + Innovación + Actitud cooperativa

La propiedad privada es la que le permite al individuo alcanzar un adecuado nivel de libertad, ya que, de lo contrario, su vida dependerá de las decisiones adoptadas por quienes dirigen la propiedad colectiva, ya se trate de vivienda, medio de producción o de un trabajo. Si bien no todos los individuos disponen de la propiedad individual deseable en una sociedad capitalista, debemos esperar que alguna vez la tengan, en lugar de buscar la igualdad en la carencia de propiedad y de libertad individual.

Si bien en la actualidad resulta sencillo describir los errores a los que conduce el socialismo, ya que disponemos de varios ejemplos históricos, es meritoria la previsión hecha por Alexis de Tocqueville en el siglo XIX, cuando escribió:

“La democracia extiende la esfera de la libertad individual; el socialismo la restringe. La democracia atribuye todo valor posible al individuo; el socialismo hace de cada hombre un simple agente, un simple número. La democracia y el socialismo sólo tienen en común una palabra: igualdad. Pero adviértase la diferencia: mientras la democracia aspira a la igualdad en la libertad, el socialismo aspira a la igualdad en la coerción y en la servidumbre” (Citado en “Camino de servidumbre” de Friedrich A. Hayek-Alianza Editorial SA-Madrid 2000).

Si el accionar individual permite acrecentar el nivel de vida personal y la seguridad económica futura, entonces cada hombre se esmerará por trabajar y progresar. Por el contrario, si el fruto de su trabajo habrá de ser confiscado totalmente por el Estado, poca predisposición habrá para el trabajo y la innovación. Nótese que el individuo en esclavitud está bajo condiciones sociales y laborales similares a quien vive en el socialismo, en donde no existe la propiedad privada.

También las utopías promueven la abolición de la herencia. Si bien muchas veces resulta negativo para un individuo recibir en herencia una fortuna, ya que posiblemente anulará algunas metas accesibles para su vida, debe tenerse presente que en caso de no ser posible tal traspaso generacional, poco interés habrá, por parte de la persona emprendedora, para progresar materialmente si sus logros irán al Estado y no a sus hijos. De ahí que el socialismo favorece la predisposición a trabajar poco y perjudica a quien puede trabajar bastante, por lo que los resultados económicos serán, por lo general, bastante pobres.

Gran parte de las utopías considera al trabajo como una actividad poco agradable, por lo cual proponen restringir su duración diaria. Sin embargo, no debemos olvidar aquellos casos en que el trabajo elegido resulta placentero ya que incluso permite al individuo concretar su realización personal. Por el contrario, el ocio predominante lleva al individuo al tedio que puede derivar en situaciones poco felices.

Siempre se ha discutido acerca de las “buenas intenciones” del socialista cuando quiere distribuir el patrimonio ajeno (aunque nunca el propio). Sin embargo, debe tenerse presente que este tipo de individuo generalmente ambiciona ocupar un alto cargo directivo en la sociedad utópica, y no se distingue mayormente de las ambiciones personales de los integrantes de otros grupos totalitarios. Friedrich A. Hayek escribió:

“No menos significativa es la historia intelectual de muchos dirigentes nazis y fascistas. Todo el que ha observado el desarrollo de estos movimientos en Italia o Alemania se ha extrañado ante el número de dirigentes, de Mussolini para abajo (y sin excluir a Laval y a Quisling), que empezaron como socialistas y acabaron como fascistas o nazis. Y lo que es cierto en los dirigentes es todavía más verdad de las filas del movimiento. La relativa facilidad con que un joven comunista puede convertirse en un nazi, o viceversa, se conocía muy bien en Alemania, y mejor que nadie lo sabían los propagandistas de ambos partidos. Muchos profesores de universidad británicos han visto en la década de 1930 retornar del continente a estudiantes ingleses y americanos que no sabían si eran comunistas o nazis, pero estaban seguros de odiar la civilización liberal occidental” (De “Camino de servidumbre”).

Marx considera que su propuesta es una teoría científica en lugar de ser una utopía más. De todas formas, la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción producirá los mismos efectos ya sea que la sugerencia provenga de la ciencia o de una utopía. El marxismo es científicamente erróneo cuando afirma que la lucha de clases es la ley que rige la evolución de las sociedades y es “acertadamente” anticientífico cuando promueve una sociedad artificial a la cual debería adaptarse todo ser humano.

Todos los intentos por establecer utopías socialistas fracasaron. Ello se debió a que primeramente debe convencerse a todos los hombres a vivir ligados (o atados) a otros seres humanos a través de medios materiales, algo que puede ser aceptado por una parte de la población, pero no por toda. Si no se los pudo convencer, viene luego la etapa del “socialismo científico” por el cual se obliga a toda una población a someterse al planeamiento dispuesto.

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