domingo, 25 de marzo de 2012

Las dimensiones del hombre

Podemos describir el comportamiento humano considerando los objetivos fijados por distintos individuos para el progreso personal, y que constituyen las tres dimensiones básicas del hombre. Tales dimensiones tendrán como objetivo lograr el Bien, la Verdad y la Belleza, de ahí que apuntarán a la búsqueda del perfeccionamiento ético, como del intelectual y del corporal o estético. Así como el individuo que busca perfeccionarse en los tres aspectos logrará llegar a ser un hombre integro, o completo, quien desatienda estos aspectos tenderá a ser un hombre espiritualmente mutilado.

Suponiendo que nos hemos de especializar, por distintas razones, en el desarrollo de uno de los aspectos mencionados, debemos establecer cierta prioridad. De ahí que, contemplando nuestra esencia y nuestra naturaleza humana, debemos considerar el aspecto ético como prioritario, luego el aspecto intelectual y finalmente el estético. Podemos entonces hacer una síntesis de las dimensiones del hombre y los objetivos correspondientes:

1- Ética (la búsqueda del Bien)
2- Intelectual (la búsqueda de la Verdad)
3- Estética (la búsqueda de la Belleza)

Los sentimientos están asociados al aspecto ético, y constituyen los valores más importantes del hombre. Wolfgang Goethe, para resaltar la superioridad de los sentimientos respecto del intelecto, dijo: “Lo que yo sé, todos pueden saberlo, pero el corazón es sólo mío”. Por otra parte, el destacado filósofo y matemático René Descartes, quizás justificando su estado de soltero, expresó: “He preferido la verdad a la belleza”.

Podemos caracterizar a todo ser humano, incluso a todo grupo social, mediante estos tres aspectos: ético, intelectual y estético, ya que existe cierta independencia entre los mismos. Esto se debe a que existen personas de reconocida belleza exterior, pero con pocos atributos éticos e intelectuales, o bien personas con reconocida belleza interior, pero con pocos atributos físicos e intelectuales, y así todas las demás posibilidades. El hombre plenamente adaptado al orden natural será el que tenga un desarrollo equilibrado de los tres aspectos.

Siendo la vida espiritual la que caracteriza nuestra esencia humana, la propia naturaleza nos brinda posibilidades a todos para llegar a ser personas íntegras, o a llegar muy cerca de ese ideal. Así, hay veces en que los aspectos afectivos e intelectuales crecen como compensación a una pobre valoración estética por parte del medio social. Tanto Blaise Pascal, como San Francisco de Asís, Baruch de Spinoza y Sören Kierkegaard, poseían una salud precaria, posiblemente tendrían poco atractivo estético y los cuatro vivieron alrededor de los cuarenta años, pero pasan los siglos y sus atractivas personalidades siguen despertando curiosidad. Dijo François Mauriac sobre Pascal: “…al cabo de tres siglos él aún está ahí, vivo, tomando parte en nuestras disputas. Hasta sus mínimos pensamientos nos confunden, entusiasman o incomodan, pero él es comprendido al momento, desde la primera palabra, mucho mejor que en su propio tiempo…”.

Si tuviésemos que elegir una edad óptima para detener el paso del tiempo, un deportista la elegiría entre 25 o 30 años, un científico entre 35 y 45 años, un filósofo quizás algo más, mientras que, quien basa su vida en sus vínculos sociales y afectivos, podrá elegir una edad mayor aún. De ahí que una valoración excesiva de la belleza física hará sentir poco feliz a quien posee una edad que excede a la óptima de su ideal. Lograr el desarrollo equilibrado de nuestras tres dimensiones equivale hacer más intensa nuestra propia vida.

Si tuviésemos que elegir al “modelo de hombre feliz”, quienes viven en la fase estética pensarán en algún millonario que vive lujosamente. En cambio, quienes viven en la fase ética e intelectual, podrán elegir una vida como la del médico Edward Jenner, quien alguna vez habrá podido decir con orgullo: “…con mi vacuna podré salvar 60 millones de vidas por siglo”, ya que esa fue la cantidad estimada de víctimas de la viruela durante el siglo XVIII. Por su obra podemos decir que era “creyente”, en el sentido religioso, aunque no sepamos cuáles eran sus pensamientos al respecto.

La evolución tecnológica y la vida moderna exigen al hombre un mínimo esfuerzo físico en sus actividades cotidianas, mientras que nuestra propia naturaleza requiere de cada uno de nosotros una actividad muscular permanente para el logro de una vida sana. El ejercicio físico y el deporte son necesarios e imprescindibles para el logro de una vida plena; fortalecen al cuerpo y prolongan la vida. Ayudan a embellecer el aspecto exterior como también han de servir para ejercitar la voluntad y la disciplina; aspectos necesarios para nuestro cotidiano vivir. John Locke escribió: “Educar es obtener un alma sana en un cuerpo sano”.

Cuando vemos diariamente el caso de algunos animalitos domésticos que muestran una buena dosis de afecto y de sociabilidad, y los comparamos con muchos seres humanos, compartimos aquella expresión que indica que “a medida que conozco mejor al ser humano, quiero más a mi perro”. De ahí que pareciera una sugerencia inútil hacer resaltar en la sociedad el ejemplo de notables hombres del pasado cuando, para una mejora inmediata, bastaría que señalar la presencia de algunos seres del reino animal que muestran aptitudes éticas bastante más elevadas que muchos seres humanos.
Podemos incluso establecer una escala de valores que, posiblemente, reflejará la actualidad ética de muchas sociedades. No es una escala ideal, sino real, ya que refleja los resultados de lo que el hombre busca para su vida:

1- El hombre económico (ser unidimensional que busca y valora el placer o el poder, o ambos).
2- Los animales domésticos (seres bidimensionales que superan éticamente a muchos hombres).
3- El hombre tridimensional (el que logra la integridad humana).

Mientras que el hombre crece buscando algunas, o todas, de las tres dimensiones mencionadas primeramente, los pueblos progresan eligiendo mejorar su nivel cultural, su nivel científico y tecnológico o bien su nivel económico. Incluso podemos decir que lo ético en el individuo se proyecta socialmente en lo cultural, lo intelectual en lo científico, tecnológico, artístico, etc., mientras que la búsqueda de comodidades y seguridad personales promoverán el desarrollo económico de la sociedad. Así, los romanos tenían una mentalidad práctica. Realizan, entre otras obras, 90.000 kilómetros de caminos, haciendo que Roma represente la fase tecnológica de la humanidad. Uno de ellos dijo: “Los griegos y los egipcios construyen monumentos que no tienen utilidad práctica, mientras que Roma construye caminos y acueductos que sirven a todo el pueblo”. Por el contrario, en la Grecia antigua se acentúa la fase intelectual y científica de la humanidad, y en donde, incluso, se desprecian las actividades puramente prácticas. También los pueblos deberán buscar un desarrollo equilibrado entre cultura, ciencia, tecnología y economía, que, como se dijo, resultan de la proyección de los valores individuales como valores sociales.

Generalmente se afirma que las crisis sociales y humanas se deben a un descenso en la búsqueda de valores personales. En esos casos predomina la idea del relativismo moral y cognitivo. Quienes adhieren a tales relativismos consideran que no existe el Bien ni la Verdad en un sentido objetivo. De ahí que, si el Bien y la Verdad son sólo cuestiones convencionales, no merecerían que les dediquemos demasiado tiempo y esfuerzos, ya que sólo adquiriremos atributos de reducida valoración social y de dudosa validez objetiva.

La más importante sugerencia para la mutilación espiritual del hombre proviene del marxismo cuando sostiene que no existen el Bien ni la Verdad objetivos y que todos esos conceptos derivan del sistema económico de producción y distribución vigente en determinada sociedad. Sostiene que todos los atributos del hombre renacerán una vez que se ha establecido el socialismo, al cual se llegará mediante una revolución, es decir, primeramente se siembra el odio, que luego llevará a una lucha entre sectores y finalmente, casi por arte de magia, aparecerá el “hombre nuevo” emergente del socialismo.

Podemos decir que el “homo economicus”, como “especie” predominante en las sociedades en crisis, no sólo lo encontramos en la base del socialismo, sino también en las sociedades de consumo. Posiblemente de ahí surjan las severas críticas al capitalismo, como sistema económico creador del “hombre unidimensional”, que carece de atributos éticos e intelectuales.

En este caso, el error que se comete radica en seguir el pensamiento marxista, ya que atribuye todos los defectos de una sociedad al sistema de producción. Si el individuo típico de la sociedad de consumo no busca su perfeccionamiento ético, intelectual y estético, y tan sólo busca lograr comodidades para su cuerpo, a través de la adquisición de bastante dinero, ello poco tiene que ver con las ventajas operativas que presenta el sistema capitalista de producción y distribución de bienes y servicios.

La economía de mercado es superior, o menos mala, si se prefiere, que la economía planificada. Su función es responder y satisfacer de la mejor manera a las demandas establecidas por el consumidor. Pero la ética que debe imperar en la sociedad debe reflejarse en el tipo de demanda que el consumidor establece. La ética debe tratar de mejorar las actitudes del cliente y del productor, siendo el sistema del mercado un sistema éticamente neutro, que no empeora ni mejora las conductas individuales. Si alguien come o bebe excesivamente, no debe culparse a quienes producen o venden alimentos o bebidas, sino que toda la responsabilidad recae sobre el propio consumidor. Si se atribuye al sistema capitalista la culpabilidad respecto del egoísmo y del materialismo extremo que impera en las sociedades en crisis, se deja de lado la posibilidad de buscar mejoras a nivel individual.

Todo sistema que funcione en base a la libre elección, por parte de los individuos que lo integran, funcionará aceptablemente en cuanto exista en tales individuos una base ética mínima y aceptable. De lo contrario, nunca funcionará adecuadamente. De la misma manera en que se acusa al sistema de mercado por “permitir” los excesos del hombre, podemos incluso cuestionar al propio Creador, o a la propia Naturaleza, por habernos dado libertad de elección y por cuanto todavía no somos capaces de adaptarnos plenamente a las leyes naturales establecidas siendo el sufrimiento una medida de esa desadaptación.

Así como no es posible decir que el mundo esté mal hecho, y que es para el hombre una trampa sin solución ni esperanzas, es posible decir que el capitalismo es un sistema que requiere del individuo el mismo tipo de ética que el necesario para el buen desempeño individual en la sociedad humana surgida libremente a partir de nuestros atributos personales.

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