viernes, 30 de marzo de 2012

La secuencia del desarrollo

Podemos considerar a una nación como un vehículo que tiene tres ruedas (cultura, política y economía) y que se requiere del buen funcionamiento de las tres para que esa nación se inicie, o se mantenga, en un estado de desarrollo. Por el contrario, cuando una, o más, de las ruedas no funciona bien, el país transitará por una etapa de subdesarrollo.

Cuando se trata de encontrar la secuencia necesaria, o las prioridades, respecto de cual de las tres conviene desarrollar primeramente, aparecen divergencias de opiniones. Mariano Grondona escribió:

“Tres grandes corrientes de pensamiento son discernibles en esta materia. El estructuralismo, en sus diversas versiones, tiende a creer que la economía es la realidad sustancial, que lo demás, desde la cultura hasta la política, viene por añadidura. El institucionalismo subraya a su vez la influencia del orden político, de las instituciones, sobre la economía y la cultura. El culturalismo sostiene por su parte que lo que más importa es la escala de valores que predomina en la mente de los actores del desarrollo; que a partir de ciertas creencias y actitudes fundamentales, es previsible lo que ocurrirá en la economía y en la política” (De “Las condiciones culturales del desarrollo económico”-Editorial Planeta Argentina SAIC-Buenos Aires 1999). Podemos hacer una síntesis:

1- Estructuralismo: es prioritaria la economía. (De izquierda: marxismo, teoría de la dependencia. De centro: desarrollismo. De derecha: economicismo liberal)
2- Institucionalismo: es prioritaria la política.
3- Culturalismo: es prioritaria la cultura.

El marxismo considera que todo obrero es explotado por su empleador (al suponer erróneamente que el trabajo es el único factor de la producción), por lo que propone la expropiación de los medios de producción para lograr el pleno desarrollo de una sociedad, método desmentido por la realidad en varias oportunidades.

Generalizando la hipótesis de Marx, aparece la teoría de la dependencia, en la cual los países desarrollados cumplen la función de la burguesía explotadora y los países subdesarrollados se asemejarían al proletariado explotado. Luego, la vigencia de la división o especialización del trabajo, a nivel de las naciones, favorecería a los países industriales (desarrollados) en perjuicio de los países proveedores de materias primas (subdesarrollados). De ahí que esta tendencia sugiere el aislamiento de los países subdesarrollados para protegerse de los más poderosos.

Una de las formas de protección es la de reemplazar importaciones. Mientras esto sea posible, es algo conveniente. Luego, si consideramos que lo que es bueno para un país, es bueno para cada provincia, también cada provincia debería tratar de evitar intercambios comerciales con las restantes. Lo mismo se puede decir del intercambio entre departamentos internos de las provincias hasta llegar a eliminar toda especialización del trabajo, como se hacia mucho antes de la Edad Media.

Si en los países subdesarrollados aparecieran empresas como Hyundai, de Corea del Sur, podrían salir del subdesarrollo en plazos relativamente breves. Pero si la mayor parte de la población tiene muy poca vocación empresarial, quizás esa falla no se deba al sabotaje o al boicot por parte de los grupos empresarios que temen ser desplazados por las nuevas industrias emergentes. La creencia firme en la teoría de la dependencia hace que exista una justificación de los errores y un impedimento para superarlos. Es el mismo caso de la persona fracasada que siempre culpa por sus males a los demás, por lo que nunca podrá salir de esa situación.

Hace algunos años, la empresa automotriz más poderosa mundo, Toyota, decide participar en las competiciones de Fórmula Uno. Al no lograr los objetivos deseados, incluso obteniendo muy pobres resultados deportivos, decide retirarse de esa actividad. Desde el punto de vista de los adherentes a la teoría de la dependencia, se dirá que tal empresa estuvo saboteada o boicoteada por Ferrari, McLaren, etc., lo que tiene poco sentido dado que son empresas más pequeñas que Toyota. No se tiene en cuenta que en cualquier actividad tecnológica se requiere, además de capital, conocimientos y experiencia.

Si aparece una nueva empresa automotriz en un país subdesarrollado, es poco probable que logre competir exitosamente con las poderosas empresas internacionales que llevan más de un siglo en la actividad. Al menos debería conformarse con un pequeño sector del mercado, ya que nadie puede hacer milagros en ese ámbito. Si se piensa que existe un sabotaje por parte de las “multinacionales” y que por ello debe cerrarse la importación de vehículos, es posible que sólo se logre proteger a la nueva empresa a costa de imponerle a la sociedad sólo la posibilidad de adquirir vehículos de menor calidad y a mayor precio.

Los marxistas consideran que todo individuo, o sector, que no comparta tal teoría, será necesariamente un colaboracionista del imperialismo yankee, por lo cual se ha justificado plenamente el terrorismo de los setenta en contra del sector “cipayo”. Pero tales grupos terroristas (Montoneros, ERP, FARC, etc.) han sido a su vez considerados como propagadores del antiguo Imperio Soviético, que buscaba que toda Latinoamérica llegase a ser una colonia más de ese imperio. Por ambas partes se ha mirado al grupo opositor como “enemigo de la patria a favor de un imperialismo extranjero”, lo que resulta ser una consecuencia lógica teniendo presente los puntos de vista adoptados. Pero, mientras el marxista trata de destruir la sociedad en que vive, el “cipayo” trata de conservarla y de mejorarla. En la actualidad, los marxistas esperan el colapso total de la economía de EEUU y de Europa ya que, estiman, sería un acontecimiento beneficioso para los países subdesarrollados.

En cuanto al pensamiento liberal, importantes sectores consideran que, esta vez respetando el libre funcionamiento del mercado, el desarrollo de la economía debe ser prioritaria respecto de la política y de la cultura. Mariano Grondona escribió:

“El estructuralismo de izquierda cree en el Estado y desconfía del mercado. El estructuralismo de centro apela a ambos, pragmáticamente. El estructuralismo de derecha cree en el mercado y desconfía del Estado. Todos ellos buscan a su manera el desarrollo económico, al que consideran el lado prioritario del triángulo del desarrollo”.

De la misma manera en que el liberalismo sostiene que el Estado no debe distorsionar el proceso del mercado mediante desafortunadas intervenciones, promueve la eficaz intervención del Estado estableciendo normas jurídicas que garanticen y permitan el pleno desenvolvimiento de las empresas en el mercado. Como estas normas son imprescindibles, se ha sugerido que la política, entonces, debe ser prioritaria a la economía, lo que da lugar al institucionalismo. Mariano Grondona escribió:

“Al fracaso latinoamericano del desarrollismo en los años cincuenta y sesenta le sucedió el éxito que está obteniendo en nuestra región, a partir de los años ochenta, una fórmula inversa a los modelos coreano y taiwanés. Según esta nueva fórmula, primero no viene el desarrollo económico sino el desarrollo político. Ésta es la revolucionaria comprobación que estamos obteniendo hoy mismo en nuestra América en países como Chile, Uruguay, Brasil y Colombia. ¿Es que, entonces, la clave del desarrollo latinoamericano no residía en la prioridad de la prosperidad económica sino en la previa maduración de las instituciones democráticas?” (De “El desarrollo político”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2011).

Finalmente tenemos el culturalismo, que esencialmente sostiene que no podrá establecerse una buena economía o una buena política sin partir previamente de un adecuado nivel cultural (moral esencialmente) de la población. Juan Bautista Alberdi escribió:

“Los hechos en que consisten las dos causas naturales de la pobreza, son: la ausencia del trabajo, por la ociosidad u otra razón accidental, y el dispendio o la disipación de los productos del trabajo, por vicio o por error”.

“Ausentes, por cualquiera de estas causas, el trabajo y el ahorro, la pobreza es el resultado natural de esa situación, y ella coexiste con la posesión de los más felices climas y territorios, cuyos poseedores arrogantes pueden presentar el cómico espectáculo de una opulencia andrajosa”.

“El trabajo y el ahorro son esas causas naturales de la riqueza, como la ociosidad y el dispendio son las causas de la pobreza. Esas cuatro palabras expresan los cuatro hechos a que está reducida toda la gran ciencia de Adam Smith”.

“La riqueza y la pobreza, según esto, residen en el modo de ser moral de una sociedad, en sus costumbres de labor y ahorro, y en sus hábitos viciosos de ociosidad y dispendio. En vez de blasonar de las riquezas del suelo, la América del Sud debiera saber que no es rico el país que no puede blasonar las riquezas de su civilización. Comprender la riqueza y la pobreza en su ser y causas morales, es colocarse en el camino de aprender a salir de la pobreza y llegar a la riqueza” (De “Estudios económicos”-Librería La Facultad-Buenos Aires 1927).

Entre los hábitos de los distintos pueblos podemos encontrar aquellos que tratan de prever el futuro a costa de sacrificar en parte el bienestar del presente, y son los pueblos con mentalidad desarrollada que privilegian el ahorro y la inversión. También encontramos pueblos que sacrifican el futuro en beneficio del bienestar del presente y son los pueblos con mentalidad subdesarrollada que privilegian el consumo y el crédito. Mariano Grondona escribió:

“Lo que caracteriza a las sociedades inclinadas hacia el desarrollo es el énfasis en la distribución de cara al futuro. La tasa de ahorro interno de los países del Sudoeste asiático en las últimas décadas, por ejemplo, ha superado consistentemente el 30 por ciento del producto bruto anual”.

“Lo que caracteriza a las sociedades resistentes al desarrollo, por el contrario, es una baja tasa de ahorro y de inversión. Consumen casi todo lo que producen. Consiguen el pan para hoy al precio del hambre para mañana. Podría decirse que esto resulta de su pobreza, de que no tienen tantos recursos como para darse el lujo de privarse de buena parte de ellos en dirección al futuro. Pero, al prolongar de este modo las condiciones de su propia pobreza por falta de inversiones, esas sociedades quedan condenadas al círculo vicioso del estancamiento” (De “Las condiciones culturales del desarrollo económico”).

Así como en las ciencias exactas se dejó de lado la posibilidad de realización del movimiento continuo, en las ciencias sociales debemos dejar de ilusionarnos con lograr el sistema económico, o político, capaz de lograr el progreso humano a pesar de las serias deficiencias éticas de la sociedad. Sólo el mejoramiento individual logrará establecer una buena política y una buena economía.

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