martes, 28 de febrero de 2012

La guerra fría

Se denominó guerra fría al enfrentamiento indirecto entre los EEUU y la URSS durante el siglo pasado, aunque hubo enfrentamientos directos entre bandos y países apoyados militar y económicamente por ambas potencias. Es conveniente tener presentes los acontecimientos históricos recientes para rebatir conceptos que provienen de una tergiversación premeditada de los mismos. Luego de finalizada una guerra, le sigue una etapa de venganza y difamación por parte del bando perdedor, si bien es conveniente decir que en toda guerra sólo existen dos perdedores.

La formación de la URSS, o Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, comienza con la Revolución de Octubre de 1917. Su finalidad es la toma del poder, la confiscación de los medios de producción y la implantación del socialismo a escala mundial. En cierta forma, puede decirse que se toma como referencia a las sociedades capitalistas para realizar una sociedad opuesta totalmente a ellas. Coloca a la igualdad como una prioridad inmediata y la logra parcialmente a través de una “igualdad en la pobreza”. Christian Jelen escribió:

“Sobre el vínculo envilecedor entre el dinero y la democracia dejan entrever por qué tantos revolucionarios en su visita a la Unión Soviética se adhieren al «comunismo del cepillo de dientes» (ponerlo todo en común, compartirlo todo, desde los pisos hasta los objetos más sencillos). Creen ver en ello la prueba de que ya no existen ricos en la URSS y se comparte la austeridad. Este «rigor» para todos oculta la escasez total, la imposibilidad de tener una vivienda, alimentarse o vestirse decentemente”.

“El régimen bolchevique desencadena la desmoralización total del productor-recalca Petit-. Y he aquí un ejemplo que puede generalizarse. Cuando viajé por el norte de Rusia, hablé con algunos habitantes de la región cercana al lago Onega. La población de esta zona vive de la pesca. Al preguntarle a un pescador si puede venderme pescado, responde que no tiene. Agregando: «Ahora ya no se pesca, porque cada vez que volvíamos con pescado, los guardias rojos nos lo quitaban». La consecuencia de ello es que el hambre se extiende por todas partes”. (De “La ceguera voluntaria”-Editorial Planeta SA-Buenos Aires 1985).

Establecido un régimen político en el que el poder queda en manos de un reducido grupo de políticos, o incluso en un solo líder, como Lenin, y posteriormente Stalin, se establece un sistema totalitario. Christian Jelen escribe:

“La revolución de octubre sólo tiene catorce meses, y ya aparece una de las características esenciales del comunismo que engañará a varias generaciones: la perversión del lenguaje y la inversión del sentido de las palabras. Al darle un contenido de clase al vocabulario democrático, Souvarine transforma la democracia burguesa en dictadura y la dictadura comunista en democracia. En otros términos: instaura en Francia el esquema orwelliano según el cual la esclavitud es la libertad. Da consistencia a esta espantosa idea que puede existir un terror bueno, progresista, emancipador”.

En un texto utilizado recientemente en Francia, se lee lo siguiente: “Se dirá que existen en el mundo dos campos: a) Uno, imperialista y antidemocrático (EEUU). b) Otro, antiimperialista y democrático (URSS)” (De “El conocimiento inútil”- Jean-Françoise Revel-Editorial Planeta SA-Barcelona 1989). De la misma forma en que es difícil razonar ante quien confía en dogmas, también es difícil razonar ante quienes están motivados por el odio y la mentira. Jonathan Swift escribió: “No podéis conseguir que alguien abandone por el razonamiento una convicción a la cual no ha sido conducido por el razonamiento”.

Mientras que el ciudadano que acepta gobiernos de tipo democrático observa todos los males de las sociedades actuales, no descarta la posibilidad de mejorar las cosas por métodos pacíficos. Por el contrario, el marxista, que observa los mismos males, pretende de alguna manera ayudar a la destrucción de la sociedad para ser cambiada finalmente por el socialismo. De ahí que siga siendo fiel al Imperio Soviético aunque éste haya desaparecido. Jean-Françoise Revel escribe:

“En toda Europa, el odio a la sociedad liberal se convierte en el punto de convergencia de numerosos escritores, tanto de derechas como de izquierda”.

“El terrorismo se convierte en altamente bienhechor cuando es un intelectual quien toma la iniciativa del mismo, elabora su teoría e incita a los demás. La comunidad científica francesa protestó contra la detención, en 1987, de un biólogo italiano, el doctor Gianfranco Pancino, presunto antiguo dirigente del movimiento terrorista Autonomía Obrera, movimiento responsable, durante los años setenta, de casi tantos asesinatos como las Brigadas Rojas”.

“Los defensores de Pancino declaran que no se pronuncian sobre el fondo del asunto. Esto equivale a plantear el principio de que incluso si es culpable, hipótesis que prudentemente no descartan, Pancino no debe comparecer ante la justicia de su país. Cuando se trata de un intelectual, por consiguiente, la cuestión de la culpabilidad o de la inocencia no debe ser planteada, no debe ser tenida en cuenta. Sea lo que fuera lo que haya hecho, el intelectual no puede ser obligado a comparecer ante un tribunal, ni siquiera para ser absuelto. Incluso cuando es condenado, con todas las pruebas necesarias, ello no demuestra, por otra parte, su culpabilidad, puesto que pertenece a una esfera superior a la de los otros seres humanos (si es de izquierdas, por supuesto), ya que su reino no es de este mundo”.

“Jean P. Sartre habría experimentado una gran sorpresa si se le hubiera pedido cuentas de los millones de cadáveres amontonados por los diversos regímenes totalitarios, de los que él fue propagandista, durante toda su vida, con tanto celo”.

“Los intelectuales italianos no se basan en un conocimiento de la sociedad italiana. Se basan en su propio apetito interno de mesianismo revolucionario y se forjan una visión de la sociedad que sirve de justificación imaginaria de ese apetito. Desgraciadamente no se limitan a delirar en su rincón; ellos matan. En su estudio sobre «Los intelectuales y el terrorismo», Sergio Romano emplea la fórmula de la «revolución revelada», para designar la representación psíquica de los intelectuales terroristas. Es una mezcla de cristianismo y comunismo. Por una parte, esperan un acontecimiento futuro que metamorfoseará de un solo golpe, y de arriba abajo, nuestro mundo y nuestra persona; por otra parte, gracias al marxismo, pueden presentar sus deseos como verdades científicas”.

“La filosofía de los intelectuales de la revolución terrorista conjuga la necedad del mago iluminado, la grosería del doctor marxista y la ametralladora del asesino de la mafia”.

“Para colmo, numerosos intelectuales son, al mismo tiempo, favorables al terrorismo y favorables al pacifismo. En otras palabras, al predicar el desarme unilateral de Occidente, se prohíben utilizar, para defender el territorio nacional en tiempo de guerra, una violencia que les parece necesaria para ser aplicada a sus propios conciudadanos en tiempos de paz”.

En cuanto a los sectores de origen católico orientados al marxismo, escribe: “Los teólogos de la liberación prefieren la ortodoxia marxista a ninguna ortodoxia en absoluto. El objeto principal de su odio es la sociedad liberal, incontrolable con sus miles de variantes individuales. Saben que nunca podrán volver a controlar a esta sociedad, a unificarla. Al contrario, la sociedad colectivista, ya unificada por el marxismo, puede, creen, volver a ellos un día, cambiando simplemente de molde. Su lucha no es, pues, una lucha contra la pobreza. No protestan contra la pobreza en Etiopia, en Cuba, en Mozambique, en Nicaragua, pues esas son pobrezas buenas”.

Unos de los frentes de combate en la guerra fría (aunque no tan fría) fue la Argentina de los 70. Entre muchos casos, se recuerdan algunos como el secuestro de Oberdan Sallustro, directivo de la Fábrica Italiana de Automotores Torino (FIAT), quien luego fuera asesinado por los marxistas. Para la mayor parte de la población, la llegada al país de fábricas de automóviles implicaba nuevas fuentes de trabajo y la más cercana posibilidad de adquirir un automóvil. Para el marxista significaba “mayor explotación laboral” y ello debía castigarse con la muerte.

Con los años, el militarismo argentino recibe un castigo social mayoritario por combatir a la guerrilla pro-soviética (sin distinguir entre acciones legales o ilegales), mientras que los terroristas reciben homenajes. La familia de cada soldado argentino fallecido en defensa de su patria no recibe ninguna compensación ni ayuda monetaria, mientras que los familiares de los “soldados pro-soviéticos” recibieron cuantiosas indemnizaciones. Sería un caso similar al de Colombia si en ese país la población apoyara mayoritariamente a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), luego de tantas victimas que produjo en la población; algo que a una persona razonable no le seria fácil imaginar. De ahí que a esa persona quizás le cueste admitir la veracidad de lo que sucede en la Argentina.

La guerra fría se caracterizó por un notable avance de la URSS anexando cada vez más países al sistema comunista mientras que recibía ayuda de los propios países occidentales, ya que sus empresas privadas comerciaban libremente proveyéndole de tecnología de avanzada. Alexander Solyenitzin expresó en un discurso en EEUU:

“En el mundo se desarrollan dos procesos: Un proceso de liberación espiritual de la URSS y de los otros países comunistas. Otro proceso por el cual Occidente ayuda a los dirigentes comunistas. Concesiones, aflojamiento de la tensión, entrega de países enteros”.

“Nosotros allí somos esclavos de nacimiento. Nacemos como esclavos. Yo no soy joven y nací en la esclavitud”.

“Toda la existencia de nuestros esclavistas, desde el principio hasta el fin, depende de la ayuda económica de Occidente; empezando con los materiales y repuestos con los que se reconstruyeron nuestras fábricas durante los años veinte; siguiendo con la construcción del Magnitostroi, Dnieprostroi, de las fábricas de automóviles, de tractores, durante el Primer Plan Quinquenal y luego, durante los últimos años de la guerra y ahora, y todo lo que exigen ahora, todo esto es absolutamente imprescindible para el sistema soviético, no desde el punto de vista político sino económico”.

“La economía soviética posee un coeficiente de utilidad extremadamente bajo. Es extremadamente ineficiente. Para lo que aquí se realiza con un pequeño número de hombres y una reducida cantidad de máquinas, nosotros requerimos multitudes de personas y grandes masas de equipos. Por eso la economía soviética no puede hacer frente a todo a la vez: la guerra, y el cosmos ligado con la guerra, la industria pesada y la industria liviana, y alimentar y vestir a su población. Las fuerzas de toda la economía soviética se concentran en la guerra, donde ustedes no van a prestar ayuda. Y todo lo que hace falta, todo lo que se puede agregar, o lo que hace falta para alimentar al pueblo, o para el resto de la industria, todo lo toman de ustedes”.

“Díganme qué clase de país es éste, gran potencia mundial que posee un enorme potencial militar y conquista el cosmos y, sin embargo, ¿qué puede vender? Toda la técnica pesada, la técnica sofisticada, la compra. Entonces, ¿es un país agricultor? Nada de eso. También compra cereales.” “¿Qué economía es ésta? ¿La creó el socialismo? ¡No! Lo que Dios puso desde el principio en el suelo ruso, todo eso lo despilfarramos y lo vendemos” (De “En la lucha por la libertad”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1976).

sábado, 25 de febrero de 2012

Las cualidades del investigador científico

Si bien no existe un arquetipo del investigador científico, ya que el desarrollo de la ciencia se debe a los aportes de muchas personalidades diferentes, es posible encontrar ciertas cualidades básicas que son compartidas por la mayoría de ellas. En este caso consideraremos principalmente la opinión del pionero de los estudios de neurociencia, el médico español Santiago Ramón y Cajal. Sintetizando las enseñanzas de Cajal, Bernardo A. Houssay escribió:
“Ramón y Cajal demostró con su ejemplo el poder mágico de la voluntad. Le atribuyó un papel principal para el adelanto humano e insistía en que esa facultad puede educarse. Dijo con razón, y lo prueba su propia vida, que toda obra grande es el resultado de una gran pasión puesta al servicio de una gran idea. No sólo los talentos excepcionales pueden hacer ciencia con provecho, sino también los talentos medianos que disciplinan la voluntad. La perseverancia es una de las más grandes cualidades y permite obtener resultados que parecen milagrosos” (De “La investigación científica”-Editorial Columba-Buenos Aires 1960).

Uno de los aspectos considerados por Cajal, asociados al proceso de la investigación científica, consiste en la favorable formación de una polarización neuronal, es decir, del agrupamiento de neuronas que están entrenadas para pensar sobre un tema específico y que se produce luego de, justamente, dedicarle bastante tiempo al pensamiento que abarca dicho tema. Al respecto escribió:

“Ponderan con razón los tratadistas de lógica la virtud creadora de la atención; pero insisten poco en una variedad del atender que cabría llamar polarización cerebral o atención crónica, esto es, la orientación permanente, durante meses y aun años, de todas nuestras facultades hacia un objeto de estudio”.

“Cuando se reflexiona sobre la curiosa propiedad que el hombre posee de cambiar y perfeccionar su actividad mental con relación a un objeto o problema profundamente meditado, no puede menos que sospecharse que el cerebro, merced a su plasticidad, evoluciona anatómica y dinámicamente, adaptándose progresivamente al tema. Esta adecuada y específica organización adquirida por las células nerviosas produce a la larga lo que yo llamaría talento profesional o de adaptación, y tiene por motor la propia voluntad, es decir, la resolución enérgica de adecuar nuestro entendimiento a la naturaleza del asunto”.

“En cierto sentido no sería paradójico afirmar que el hombre que plantea un problema no es enteramente el mismo que lo resuelve, por donde tienen fácil y llana explicación esas exclamaciones de asombro en que prorrumpe todo investigador al considerar lo fácil de la solución tan laboriosamente buscada. ¡Cómo no se me ocurrió esto desde el principio!-exclamamos-¡Qué obcecación la mía al obstinarme en marchar por caminos que no conducen a parte alguna!”.

“Casi todos los que desconfían de sus propias fuerzas ignoran el maravilloso poder de la atención prolongada. Esta especie de polarización cerebral con relación a un cierto orden de percepciones afina el juicio, enriquece nuestra sensibilidad analítica, espolea la imaginación constructiva y, en fin, condensando toda la luz de la razón en las negruras del problema, permite descubrir en éste inesperadas y sutiles relaciones. A fuerza de horas de exposición, una placa fotográfica situada en el foco de un anteojo dirigido al firmamento llega a revelar astros tan lejanos, que el telescopio más potente es incapaz de mostrarlos; a fuerza de tiempo y atención, el intelecto llega a percibir un rayo de luz en las tinieblas del más abstruso problema”.

La adecuada utilización del tiempo es imprescindible para el investigador, por lo que Cajal agrega:

“El secreto está en el método de trabajo, en aprovechar para la labor todo el tiempo hábil, en no entregarse al diario descanso sin haber consagrado dos o tres horas por lo menos a la tarea, en poner dique prudente a esa dispersión intelectual y a ese derroche de tiempo exigido por el trato social, en restañar, en fin, en lo posible, la cháchara ingeniosa del café o de la tertulia, despilfarradora de fuerzas nerviosas (cuando no causa disgusto) y que nos aleja, con pueriles vanidades y fútiles preocupaciones, de la tarea principal”.

“Si nuestras ocupaciones no nos permiten consagrar al tema más que dos horas, no abandonemos el trabajo a pretexto de que necesitaríamos cuatro a seis. Como dice juiciosamente Payot: «poco basta cada día si cada día logramos un poco»”.

“Toda obra grande es el fruto de la paciencia y de la perseverancia combinadas con una atención orientada tenazmente durante meses y aun años hacia un objeto particular. Así lo han confesado sabios ilustres al ser interrogados tocante al secreto de sus creaciones. Newton declaraba que sólo pensando siempre en la misma cosa había llegado a la soberana ley de la atracción universal; de Darwin refiere uno de sus hijos que llegó a tal concentración en el estudio de los hechos biológicos relacionados con el principio de la evolución, que se privó durante muchos años y de modo sistemático de toda lectura y meditación extrañas al blanco de sus pensamientos; en fin, Buffon no vacilaba en decir que «el genio no es sino la paciencia extremada». Suya es también esta respuesta a los que le preguntaban cómo había conquistado la gloria: «Pasando cuarenta años de mi vida inclinado sobre mi escritorio»”.

“Siendo, pues, cierto de toda certidumbre que las empresas científicas exigen, más que vigor intelectual, disciplina severa de la voluntad y perenne subordinación de todas las fuerzas mentales a un objeto de estudio, ¡cuán grande es el daño causado inconscientemente por los biógrafos de sabios ilustres el achacar las grandes conquistas científicas al genio antes que al trabajo y la paciencia!” (De “Los tónicos de la voluntad”-Editorial Espasa-Calpe SA-Madrid 1971).

Se comenta que en cierta ocasión, alguien queda de acuerdo con Albert Einstein para encontrarse a determinada hora y en cierto lugar. Pero tal persona no puede llegar a tiempo, por lo que, preocupado, le pide disculpas a Einstein por haberle hecho perder parte de su valioso tiempo, a lo que Einstein le contesta: “No se haga problema, para mí es lo mismo estar pensando en este lugar que en cualquier otra parte”.

Otro de los aspectos resaltados por Cajal es la “pasión por la gloria”, por lo que escribe al respecto:

“La psicología del investigador se aparta un tanto de la del común de los intelectuales. Sin duda, le alientan las aspiraciones y le mueven los mismos resortes que a los demás hombres; pero en el sabio existen dos que obran con desusado vigor: el culto a la verdad y la pasión por la gloria. El predominio de estas dos pasiones explica la vida entera del investigador: y del contraste entre el ideal que éste se forma de la existencia y el que se forja el vulgo resultan esas luchas, desvíos e incomprensiones que en todo tiempo han marcado las relaciones del sabio con el ambiente social”.

“Sólo al genio le es dado oponerse a la corriente y modificar el medio moral; y bajo este aspecto es lícito afirmar que su misión no es la adaptación de sus ideas a las de la sociedad, sino la adaptación de la sociedad a sus ideas. Y como tenga razón (y la suele tener) y proceda con prudente energía y sin desmayos, tarde o temprano la Humanidad le sigue, le aplaude y le aureola la gloria. Confiado en este halagador tributo de veneración y de justicia, trabaja todo investigador, porque sabe que si los individuos son capaces de ingratitud, pocas veces lo son las colectividades, como alcancen plena conciencia de la realidad y utilidad de una idea”.

En forma similar a las ventajas que presenta, en la economía, la división o especialización del trabajo, en la actividad científica existe la especialización en alguna de las ramas de la ciencia e incluso en algún tema concreto. De ahí que el enciclopedismo no resulta recomendable para el investigador, aunque los intereses culturales de los grandes científicos abarquen la mayor parte de la ciencia. Cajal escribió:

“Para un entendimiento superior que conociera todas las razones misteriosas que enlazan los fenómenos del Universo, en vez de ciencias, habría una sola Ciencia. Ante un ser semejante las fronteras que parecen separar nuestros conocimientos, el andamiaje formal de nuestras clasificaciones, el desmenuzamiento artificial de las cosas tan grato a nuestro intelecto, que sólo puede considerar la realidad sucesivamente y como por facetas, desaparecerían por completo. A sus ojos la Ciencia total parecería a modo de árbol gigantesco, cuyas ramas estuvieran representadas por las ciencias particulares, y el tronco por el principio o principios sobre que se fundan. El especialista trabaja como una larva, asentado sobre una hoja y forjándose la ilusión de que su pequeño mundo se mece aislado en el espacio; el científico general, dotado de sentido filosófico, entrevé el tallo común a muchas ramas. Pero sólo el gesto del saber a que antes aludíamos, gozaría de la dicha y del poder de contemplar el árbol entero, esto es, la Ciencia, múltiple e infinita en sus formas, una en sus principios”.

En cuanto al enciclopedismo, Cajal agrega: “Conviene, empero, no exagerar la regla precedente, cayendo en el escollo de la enciclopedia, adonde van a parar todos los entendimientos dispersivos, inquietos, indisciplinados, e incapaces de fijar mucho tiempo la atención en una sola idea. Las aficiones rotatorias, como las llamaba un médico-escritor originalísimo, pueden formar grandes literatos, conversadores deliciosos, oradores insignes, rara vez descubridores científicos”.

Respecto de las razones que motivan la investigación científica, Albert Einstein escribió:

“¿Qué es lo que les ha conducido a dedicar sus vidas a la persecución de la ciencia? Difícil es responder a esta cuestión, y puede que jamás sea posible dar una respuesta categórica. Me inclino a aceptar con Schopenhauer que uno de los más fuertes motivos que conduce a las gentes a entregar sus vidas al arte o a la ciencia es la necesidad de huir de la vida cotidiana con su gris y fatal pesadez, y así desprenderse de las cadenas de los deseos temporales que se van suplantando en una sucesión interminable, en tanto la mente se fija sobre el horizonte del medio que nos rodea día tras día”.

“Pero a este motivo negativo debe añadirse otro positivo. La naturaleza humana ha intentado siempre formar por sí misma una simple y sinóptica imagen del mundo circundante. En consecuencia, ensaya la construcción de una imagen que proporcione cierta expresión tangible de lo que la mente humana ve en la naturaleza. Esto es lo que hacen, cada uno en su propia esfera, el poeta, el pintor y el filósofo especulativo. Dentro de este cuadro coloca el centro de gravedad de su propia alma, y en él quiere encontrar el reposo y equilibrio que no puede hallar dentro del estrecho círculo de sus agitadas reacciones personales frente a la vida cotidiana” (Del prólogo de “¿Adónde va la ciencia?”-Max Planck-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1961).

martes, 21 de febrero de 2012

La lucha en el mercado

El sistema económico de producción y distribución constituido por el mercado es conocido también como economía capitalista. La denominación de “capitalismo” proviene de uno de sus detractores, Karl Marx, quien sólo veía aspectos negativos en tal proceso. La, en su momento, innovación capitalista, consistió en la promoción del ahorro productivo como el factor más importante del proceso productivo, ya que el progreso económico de una sociedad depende del aumento del capital productivo per capita existente.

Como el capitalismo se “conoce” más por sus detractores que por sus defensores, primeramente consideraremos la versión marxista de dicho sistema. Para simplificar las cosas, supondremos un mercado limitado a tres empresas A, B y C. Estas empresas tienen dueños, que denominaremos A1, B1 y C1, y también tienen empleados, que denominaremos A2, B2 y C2. Según el marxismo, la sociedad capitalista está compuesta por la clase social burguesa, que en nuestro ejemplo estaría constituida por el conjunto de los dueños de las empresas, es decir, (A1 + B1 + C1) y por la clase social del proletariado, es decir, el conjunto de los empleados (A2 + B2 + C2).

Marx afirma que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, por lo que, para que se cumpla su teoría, debe encontrar luchas de clases en todas partes, y si no existen, las inventa y las promueve. De ahí que supone que en el mercado existiría una lucha del grupo de los dueños o burgueses, en contra de los empleados o proletarios. Esa lucha llevaría, a la larga, al empobrecimiento de la clase proletaria y al enriquecimiento de la clase burguesa. Karl Popper expresó:

“El proceso de industrialización no puede ser depauperación; esto es tan evidente como que dos y dos son cuatro. ¿Qué era entonces el tan traído y llevado capitalismo? Era industrialización y producción en masa. La fabricación en serie implica que se produce muchísimo y que por ello muchos más reciben algo. Pues muchos productos necesitan un gran mercado y, por lo tanto, muchos consumidores”.

Desde el punto de vista de Marx, la mayor producción sería consumida por los propios dueños de las empresas, lo que tiene muy poco que ver con la realidad. Esta supuesta injusticia es la que provoca malestar y reacción social. Popper agrega:

“Si el capitalismo conduce con necesidad a la depauperación, entonces aparece la subversión como la única salida posible: la revolución social”.

“Un «capitalismo» en el sentido histórico, en el que Marx empleaba el término, no ha existido nunca en este mundo: nunca ha existido una sociedad con una tendencia inherente en el sentido de la «Ley de depauperación creciente» de Marx o con una dictadura secreta de los capitalistas. Todo esto era y es puro autoengaño”.

“Concedido, la vida al comienzo de la industrialización era enormemente dura. Pero industrialización significaba también productividad creciente y enseguida producción en masa. Obviamente, la producción en masa encontró finalmente su camino también hacia las masas. La interpretación histórica de Marx junto con su profecía no es sólo falsa –es imposible: no se puede producir algo de forma masiva, que según su doctrina esté predestinado para los cada vez menos numerosos ricos capitalistas”.

“Por consiguiente, es un hecho: el capitalismo de Marx es un constructo mental imposible, una quimera. Para destruir esa quimera, la Unión Soviética reunió sin embargo un arsenal de armas sin precedentes hasta la fecha, incluidas armas atómicas, en una magnitud que calculando equivale aproximadamente a 50 millones o todavía más de bombas-Hiroshima. Todo esto para aniquilar un infierno imaginario a causa de su supuesta inhumanidad. Ciertamente, la realidad no era celestial –pero mucho más próxima al cielo que la realidad comunista” (De “La responsabilidad de vivir”-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1999).

Es muy importante captar la idea básica asociada a la descripción marxista del mercado por cuanto ha sido una de las ideas más influyentes en la humanidad durante el siglo XX y aún hoy sigue teniendo bastantes adeptos. El marxismo supone que los burgueses necesariamente explotan a los trabajadores por cuanto se quedan con una gran parte de lo que a éstos corresponde por su trabajo. Se supone que el único factor de la producción es el trabajo, ignorándose las materias primas, el capital productivo asociado a maquinarias, los riesgos empresariales que se deben afrontar, la ganancia de los accionistas, etc.

La labor del marxismo es promover la destrucción de una sociedad “injusta y perversa” promoviendo el odio entre sectores. Éste lleva a la revolución, o guerra civil, por lo cual puede considerarse al marxismo como una especie de cáncer social inducido. Sin embargo, el revolucionario piensa que su misión en el mundo es muy importante. Incluso, como “ve” una realidad que no es tal, se siente superior al hombre común, que todavía no es consciente de la “explotación laboral” de la que es víctima. Karl Popper escribió:

“Pero en el tiempo del que ahora estoy hablando (debió ser en 1919 o en 1920) una de las cosas que me sublevaban era la presunción intelectual de algunos de mis amigos marxistas y compañeros estudiantes, quienes, apenas sin excepción, daban por hecho que ellos habían de ser los futuros líderes de la clase obrera. Yo sabía que no poseían aptitudes intelectuales especiales. Todo lo que podían alegar era una cierta familiaridad con la literatura marxista –aunque, por supuesto, no profunda y, ciertamente, no crítica” (De “Búsqueda sin término”-Editorial Tecnos SA-Madrid 1993).

En cuanto a lo que sucede en la realidad es que la empresa A, constituida por (A1 + A2) (dueños y empleados) compite con B (constituida por B1 + B2) y con C (constituida por C1 + C2). La competencia entre empresas tiende a impedir el monopolio y el abuso de aquellas que podrían quedar solas en el mercado. Además, la competencia exige de cada empresa continuas innovaciones para buscar precios más bajos y productos de mayor calidad. En caso de no innovar, corre el riesgo de ser desplazada del mercado por aquellas que sí lo hacen, debido a la pobre fidelidad que tiene el consumidor respecto de las empresas que lo proveen cotidianamente de bienes y servicios.

Si en la empresa A, sus dueños pretenden tener mayores ganancias reduciendo los sueldos de sus empleados, se arriesgan a perder parte de su capital humano, que puede llegar a ser tan valioso como el resto del capital productivo, por lo que tratan de mantenerlo con sueldos elevados o, en general, aceptables. De ahí que “la lucha de clases” sólo existe en la mente de los agitadores de masas, o en casos en que no existe un mercado por no haber una adecuada concurrencia de productores y de consumidores.

También se da el caso en que los propios empleados sean accionistas de las empresas, o que participen indirectamente con sus aportes previsionales como capitalistas de otras empresas. En este caso tendríamos que A1 = A2 y tampoco existirá la lucha de clases.

En una economía de intercambio, no sólo los precios vienen impuestos por el mercado, sino también los salarios de los trabajadores. A la “ley de depauperación” antes mencionada, el marxismo añade la inexistente “ley del salario mínimo” respecto de la cual Ludwig von Mises escribe:

“No hay país capitalista alguno en donde el nivel de vida de las masas trabajadoras no haya mejorado, a lo largo de los últimos cien años, de modo impresionante, pese a las fúnebres profecías de Don Carlos. Hallábanse él y sus seguidores convencidos de que bajo el capitalismo regia la «ley de hierro» salarial, según la cual los jornales no podían jamás superar el mínimo indispensable para la mera supervivencia del trabajador, lo que les hacía concluir que la condición de éste, mientras tal «ley» prevaleciera, jamás podría mejorar”.

“En el fondo, lo que los marxistas venían a decir era que si los salarios subían por encima del aludido límite de mera supervivencia, los obreros se dedicarían a tener más hijos, infantes éstos que, al acceder al mercado laboral, harían bajar otra vez los jornales al mínimo de mera subsistencia de la población obrera”

“Esta idea la tomó Marx de los –indudablemente acertados- descubrimientos biológicos del reino animal que, a la sazón, estaban popularizando investigadores destacados. Pero ello suponía equiparar los obreros a los seres irracionales, a los ratones, digamos, por ejemplo. Si el alimento aumenta, la población de bichos y microbios crece; si, en cambio, las vituallas se les restringen, redúcese su número. Pero los hombres son distintos. Hasta el más obtuso peón, digan lo que quieran los marxistas, busca, además de comida y ayuntamiento carnal, otras satisfacciones. El alza real de los ingresos laborales no sólo incrementa las cifras de población, sino que, además, y ante todo, da lugar a una mejora del nivel general de vida” (De “Seis lecciones sobre el capitalismo”-Unión Editorial SA-Madrid 1981).

Podemos hacer una síntesis de lo que implica la economía de mercado:

Economía de mercado = Trabajo + Ahorro productivo + Innovación + Ética

A pesar de que se trata de un sistema económico cuyos resultados son muy superiores a los logrados por las economías planificadas, sigue siendo tergiversado por la cotidiana y persistente difamación marxista.

El intelectual, para merecer serlo en una forma auténtica, debe ser un buscador de la verdad. De ahí que resulta contradictoria la expresión “intelectual marxista”, ya que, sin los ataques a lo que ellos consideran capitalismo, no queda ninguna justificación para la existencia de tal ideología. Y ello es evidente por cuanto, una vez logrado el poder total, a través de la revolución o vía elecciones, y al producirse la nacionalización de los medios de producción, se llega al capitalismo estatal que esta vez sí tendrá todos los defectos que los marxistas atribuyen injustamente al capitalismo privado.

También se ha tergiversado la historia, lo que no resulta extraño, para combatir al capitalismo de manera más efectiva aún. Ludwin von Mises escribió:

“Una de las mayores falsedades históricas es aquel mito, mil veces repetido, según el cual las mujeres y los niños que acudían a las fábricas anteriormente habían disfrutado de idílica existencia. Cuando, en tropel, las tan mentadas madres acudían al taller, no estaban dejando tras de sí agradables viviendas y bien repletas despensas; se amontonaban en las puertas de los nuevos establecimientos fabriles implorando acceso, precisamente porque la mayoría de ellas no sabía ni siquiera lo que era una cocina; y de poco hubiérale servido tal conocimiento al carecer de cosa alguna cocinable”.

“Fácil es refutar toda esa cháchara acerca de los indescriptibles horrores del capitalismo inicial, consustanciales al mismo, cuando, a través de la revolución industrial inglesa, comenzaba el nuevo sistema a tomar cuerpo, si pensamos que precisamente en tal época, de 1760 a 1830, la población británica duplica su número, lo que indudablemente proclama bien claro que millones de niños –ayer condenados a desaparecer- podían ahora sobrevivir y llegar a la edad adulta”

lunes, 20 de febrero de 2012

Absolutismo vs. relativismo moral

El absolutismo moral presupone la existencia de acciones cuyos efectos serán los mismos con independencia de la época o del ámbito social en que se realizan. Existiría una invariabilidad del vínculo entre causas y efectos, que es la ley natural. De ahí la posibilidad de establecer normas de conducta que promuevan el bien y también la propuesta de algún tipo de castigo para desalentar acciones que produzcan el mal. El relativismo moral, por el contrario, presupone la imposibilidad de la validez universal de tales normas, ya que sólo tendrían validez circunstancial por poseer un carácter puramente convencional, pudiéndose convenir lo contrario, en otras circunstancias, con similares resultados.

Uno de los argumentos esgrimidos a favor del relativismo moral consiste en el hecho de que la esclavitud era aceptada por pensadores tan ilustres como Aristóteles, mientras que en la actualidad es rechazada en forma unánime. Sin embargo, debe tenerse presente que la esclavitud, en la antigüedad, aparece como una mejora social respecto del asesinato de los vencidos en una contienda bélica. La situación de esclavitud es indeseable para cualquier ser humano de cualquier época, por lo que siempre será algo malo para quien la padece. Pero es distinto decir que lo que antes fue considerado bueno, en otra época se consideró malo, a afirmar que lo que siempre fue malo, se aceptó en una época sólo porque significó una mejora social.

Los partidarios del relativismo moral atribuyen el comportamiento humano, en cuestiones sexuales, a la influencia de ciertas ideas predominantes en el medio social. De ahí que, se supone, convencionalmente podríamos cambiar totalmente esas ideas y lo que antes era considerado malo, en el presente podría dejar de serlo. Sin embargo, pueden notarse perturbaciones psíquicas en el caso de los niños que padecieron alguna situación de abuso por parte de adultos. Aun cuando el niño no tenga ninguna información acerca de los convencionalismo vigentes y predominantes en una sociedad, los efectos psíquicos presentan una respuesta que nos sugiere la existencia de una moral natural que debemos tener presente.

La evolución cultural del hombre viene actuando desde épocas remotas transmitiéndose conocimientos de generación en generación. Tales conocimientos, acerca de actitudes y efectos subsiguientes, fueron observados de manera práctica tratándose de encontrar lo que produce buenos resultados para dejar de lado lo que produce malos resultados. Pero este proceso tiende a perder vigencia ante el predominio del relativismo moral, ya que niega la efectividad del mismo.

En realidad, el proceso de prueba y error, por el cual el hombre va mejorando su nivel de adaptación al orden natural, es un proceso lento y penoso, por cuanto el error implica sufrimiento. Sin embargo, tal proceso no es demasiado diferente del método de la ciencia experimental, que va aceptando lo que concuerda con la realidad rechazando lo que no concuerda. Las éticas propuestas por diferentes pensadores y observadores del comportamiento humano, son validadas, o no, por sus resultados una vez puestas en práctica. Marcelin Berthelot escribió:

“Los instintos sociales, los sentimientos y los deberes que de aquéllos derivan, no son, por lo tanto, propios de la especie humana y debidos a cierta revelación extraña y divina: son inherentes a la constitución cerebral y fisiológica del hombre, constitución semejante a la de los animales, aunque de una clase superior, y que ha llegado a serlo sobretodo, en el curso de los siglos, por efecto de las conquistas de nuestra inteligencia. El perfeccionamiento hereditario de estos instintos es la verdadera base de la moral y el punto de partida de la organización de las sociedades civilizadas” (De “Ciencia y moral”-Editorial Elevación-Buenos Aires 1945).

Cuando hablamos de una moral absoluta no significa que hayamos logrado conocerla con exactitud, sino que podemos acercarnos a ella paulatinamente. Puede notarse una secuencia característica, en el ejemplo considerado, en que se pasa desde el mal (asesinato de los vencidos), a una mejora social (esclavitud), y a una mejora posterior (abolición de la esclavitud). Ese progreso lo encontramos también en la ética bíblica, en la que se pasa desde la prohibición del mal (mandamientos del Antiguo Testamento) a ordenarnos hacer el bien (mandamientos del Nuevo Testamento). Así como el conocimiento científico implica un acercamiento paulatino a la verdad, sin llegar nunca a ella, la ética se acerca también a la verdad, sin llegar tampoco a ella. Pero ese cambio progresivo no significa algo convencional o arbitrario, sino que implica un paulatino acercamiento a una mejor concordancia entre la descripción realizada y lo descripto.

Siguiendo el criterio de Auguste Comte respecto del avance del conocimiento humano, en el cual aparece una secuencia que va desde la etapa teológica (religión), seguida por la etapa metafísica (filosofía) para llegar a la etapa positiva (ciencia experimental), podemos describir el camino del absolutismo, según las siguientes etapas:

1- Mandamientos de Cristo
2- Ética de Spinoza
3- Psicología de las actitudes
4- Fundamentos desde la neurociencia

Los mandamientos de Cristo sugieren amar a Dios por sobre todas las cosas y amar al prójimo como a uno mismo, considerando que el amor al prójimo ha de derivarse de una visión general del mundo en el cual existe un orden natural, o bien un criterio de creación del mundo, y una voluntad creadora que requiere de cada hombre una actitud ética que se pretende imponer.

En el siglo XVII aparece el libro “Ética demostrada según el orden geométrico”, del filósofo holandés Baruch de Spinoza. El “amor intelectual a Dios” propuesto por este autor presenta, desde el punto de vista ético, una función similar al “amor a Dios” del cristianismo. Además, define con cierta precisión el significado del amor, y también del odio. Al respecto escribe:

“El que imagina aquello que ama afectado de alegría o tristeza, también será afectado de alegría o tristeza; y uno y otro de estos afectos será mayor o menor en el amante, según uno y otro sea mayor o menor en la cosa amada”.

“El que imagina que aquello a que tiene odio está afectado de tristeza, se alegrará; si, por el contrario, lo imagina afectado de alegría, se entristecerá; y uno y otro afecto será mayor o menor según sea mayor o menor el afecto contrario en aquello a que tiene odio” (De “Ética”-Fondo de Cultura Económica-México 1985).

Uno de los conceptos básicos de la Psicología Social lo constituye la actitud, o respuesta característica, de los seres humanos. Tal respuesta estará orientada por alguna de las dos tendencias principales de cooperación y competencia. Si consideramos, además del amor y del odio, al egoísmo y a la negligencia (o indiferencia), tendremos las cuatro componentes afectivas de las actitudes. Si asociamos el amor a la tendencia cooperativa y al Bien, y si asociamos el odio y el egoísmo a la tendencia competitiva y al Mal, tendremos una ética natural y objetiva cuya validez será independiente del lugar y de la época. En cuanto a la indiferencia, también será parte del Mal, aun cuando no sea una actitud competitiva, considerando la expresión de Wolfgang Goethe: “La negligencia y la disidencia producen en el mundo más males que el odio y la maldad”.

En años recientes, con el descubrimiento de las neuronas espejo, ha surgido un fundamento adicional de la ética objetiva. Marco Iacoboni escribió:

“Las neuronas espejo están interesadas en los objetivos más que en las acciones específicas que conducen al logro de tales objetivos”.

“Las neuronas espejo efectúan una imitación interna, o simulación, de la expresión facial observada. Envían señales al sistema límbico a través de la ínsula, y dicho sistema nos permite sentir la emoción que vemos” (De “Las neuronas espejo”-Katz Editores-Madrid 2010)

Además, desde la neurociencia se están reconociendo los aportes de Baruch de Spinoza por lo que, en un futuro no muy lejano, es posible que los fundamentos de la ética queden establecidos desde el ámbito de la neurociencia. Antonio Damasio escribió:

“Spinoza es absolutamente relevante para cualquier discusión sobre la emoción y los sentimientos humanos. Consideraba que los impulsos, motivaciones, emociones y sentimientos (un conjunto que él denominaba afectos) eran un aspecto fundamental de la humanidad. La alegría y la pena constituían dos conceptos prominentes en su intento de comprender a los seres humanos y de sugerir maneras en las que éstos podían vivir mejor su vida” (De “En busca de Spinoza”-Editorial Crítica SL-Barcelona 2007).

Al buscar las causas del bien y del mal, los distintos pensadores y científicos indagan las leyes que rigen nuestro propio comportamiento, mientras que desde el relativismo moral se aduce que no existen tales conceptos. Alexander Solyenitzin escribió:

“El comunismo nunca ocultó su negación de los conceptos morales absolutos. Se mofa de las nociones de bien y mal como categorías absolutas. Considera la moralidad como un fenómeno relativo a la clase. Según las circunstancias y el ambiente político, cualquier acción, incluyendo el asesinato, y aún el asesinato de millares de seres humanos, puede ser mala como puede ser buena. Depende de la ideología de clase que lo alimente.”

“¿Y quién determina la ideología de clase? Toda la clase no puede reunirse para decidir lo que es bueno y lo que es malo. Pero debo decir que, en este sentido, el comunismo ha progresado. Logró contagiar a todo el mundo con esta noción del bien y del mal. Ahora no sólo los comunistas están convencidos de esto. En una sociedad progresista se considera inconveniente usar seriamente las palabras bien y mal. El comunismo supo inculcarnos a todos la idea de que tales nociones son anticuadas y ridículas”.

“Pero si nos quitan la noción de bien y mal, ¿qué nos queda? Nos quedan sólo las combinaciones vitales. Descendemos al mundo animal.”

Desde el ámbito del Derecho surgen quienes proponen establecer una ley humana independiente de la moral natural; algo que queda totalmente fuera del marco científico (y del sentido común). Alexander Solyenitzin escribió:

“Entre los juristas es hoy moneda corriente la idea de que el derecho es superior a la moral. El derecho, dicen, es algo definido, pero la moral es algo, según ellos, indefinido. No, ¡precisamente al revés! La moral es superior al derecho” (De “En la lucha por la libertad”–Emecé Editores SA–Buenos Aires 1976).

jueves, 16 de febrero de 2012

Estrategias totalitarias

Cuando una nación se dirige, a través de la política y la economía, hacia una creciente intervención del Estado, sus habitantes actúan como aquel pasajero que sube a un tren y que puede bajar en una estación próxima (socialdemocracia, populismo) o bien hacerlo al final del recorrido (totalitarismo). De ahí que debemos analizar primeramente la estrategia adoptada para llegar a la primera etapa del recorrido para, luego, encontrar en la “profundización” del viaje, una sociedad con características totalitarias.

En nuestra época, se ha ido alejando la posibilidad de llegar al socialismo mediante revoluciones violentas, de ahí que el marxismo ha optado por la estrategia de llegar al gobierno mediante elecciones, simulando un comportamiento democrático, mientras que, si la situación lo permite, buscarán la eliminación de los partidos políticos opositores, o bien, como objetivo inmediato, ejercerán su difamación pública, constante y persistente, a través de los medios masivos de comunicación pertenecientes al Estado, o a empresas adherentes.

Bajo gobiernos populistas se busca la redistribución de las riquezas con la principal finalidad de obtener gran cantidad de votos en futuras elecciones. El analista político británico Robert Moss escribe:

“La religión de la igualdad, que adoptando diversas formas es la apología del gobierno con facultades ilimitadas en las sociedades democráticas actuales, tiene su credo en tres elementos principales: Primero: niega lo que es obvio, es decir que existen diferencias de capacidad intrínsecas en cada hombre. Segundo: perpetúa la mítica teoría laboral del valor. Tercero: aprueba el criterio de «lo queremos ya»-el clamor en pro del consumo inmediato- y apela a esos oscuros resortes de la envidia que existen en la mayoría de los hombres”.

“Una sociedad que gasta sus energías en redistribuir riquezas en vez de crearlas, sucumbirá al estancamiento y eventualmente fracasará en satisfacer las mismas expectativas de riqueza sin trabajo que había alentado”.

“Se nos dice que todos los problemas creados por el socialismo igualitario serán solucionados aumentado el número de esos mismos problemas. Las industrias estatales son ineficaces, de modo que nacionalizaremos más industrias. La inversión privada ha sido asfixiada por los impuestos en aumento constante y por los utópicos sistemas de subsidios y controles de precios, por lo tanto también los aplicaremos en mayor número –y si las empresas irremediablemente deficitarias van a la quiebra, ¿por qué no incorporarlas también al sector estatal con el objeto de no perder fuentes de trabajo?”.

“Los niveles de la instrucción impartida por el Estado están declinando debido a la difusión de la enseñanza «generalizada», de manera que eliminaremos las escuelas bien orientadas o independientes que aún quedan. El servicio de Salud Pública carece de los fondos necesarios, así pues, prohibiremos a los pacientes pagar por las camas”.

“Las prácticas restrictivas impuestas por los sindicatos constituyen algunos de los principales obstáculos para el despliegue racional de los recursos económicos, como también una seria amenaza para el derecho de un hombre a elegir a su empleador, de manera que incrementaremos el poder de los gremios fomentando la afiliación obligatoria y el derecho a formar piquetes intimidatorios. Todo se hará en nombre de la Igualdad y de los Derechos del Hombre, pero si somos honestos al respecto admitiremos –como estuvo siempre dispuesto a hacerlo un laborista de izquierda miembro del Parlamento en un reciente articulo- que estamos actuando así porque «ahora somos los amos»”.

“En multitud de casos se ha podido observar la corrupción moral que acompaña a la burocratización de la vida económica y a la extensión del Estado Benefactor. La mentalidad empresarial o de iniciativa cede paso a la mentalidad de «empleado» o «pensionado»; por cierto, la inmensa mayoría de nosotros somos empleados o pensionados. El peligro implícito de este nuevo esquema ocupacional es que la apatía frecuentemente acompaña a la estabilidad del empleo. Algunas de las grandes empresas norteamericanas lo superan creando presiones, tensiones y un elemento competitivo dentro del ámbito de trabajo, que bien puede eliminar a los ejecutivos a la edad de cincuenta años. No estoy recomendando eso, pero puede argumentarse que es preferible a los síndromes de «hacer tiempo» y «observar el reloj», que tan deprimentemente se ha generalizado en todas partes” De “El colapso de la democracia”-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1977).

La descripción anterior, que corresponde a la sociedad inglesa de los 70, coincide en varios aspectos con descripciones que se hacen de la sociedad argentina actual (2012). En elecciones pasadas, el pueblo resolvió apoyar la “profundización del modelo”, que consiste esencialmente en una redistribución de riquezas vía impresión monetaria, que implica una inflación del orden del 20% anual. Al priorizarse el consumo sobre la inversión, vía subsidios, se ha pasado de un superávit energético a la necesidad de importar gas y petróleo. Ante la falta de incentivos y de seguridad jurídica, los capitales nacionales y extranjeros han optado por irse a otros países. Se afirma que en el año anterior, de los capitales europeos invertidos fuera de Europa, un 40 % llegó a países de Latinoamérica, excepto a dos: Venezuela y Argentina.

Los movimientos totalitarios buscan legitimar su accionar invocando enemigos, reales o ficticios, de los cuales protegerán al pueblo, y por lo cual requieren lograr el poder absoluto ejercido desde el Estado. El Premio Nobel de Literatura Alexander Solyenitzin describía la actitud dominante en épocas del Imperio Soviético:

“Durante decenios, en los años veinte, treinta, cuarenta y cincuenta, toda la prensa soviética decía: «¡Capitalismo occidental, llegó tu fin! ¡Te aniquilaremos!»”.

“Lenin desarrollaba el marxismo y ocupaba el primer plano con su intolerancia ideológica. Al leer sus obras uno se asombra por el cúmulo de odio originado en mínimos desacuerdos, cuando las opiniones difieren por un pelo. Lenin desarrollaba el marxismo en la dirección de su odio al género humano”.

“La ideología que ellos defienden propone aniquilar vuestro régimen. Es su finalidad desde hace ciento veinticinco años. Nunca ha cambiado. Sólo los métodos han cambiado un poquito. ¡Y cuando se lleva a cabo el aflojamiento de la tensión, la convivencia pacifica y el comercio, insisten en que la guerra ideológica debe continuar! ¿Y que es la guerra ideológica? Un cúmulo de odio, la repetición del juramento: el mundo occidental debe ser aniquilado. Como otrora en el Senado de Roma un famoso senador terminaba sus alocuciones con la sentencia: «Cartago debe ser destruida», también hoy, en cada acto de comercio o de relajamiento de la tensión, la prensa comunista, las instrucciones reservadas y miles de conferenciantes repiten: ¡El capitalismo debe ser aniquilado!”.

“Quiero recordarles cómo comenzó este sistema: Llegó al poder mediante las armas. Disolvió la Asamblea Constituyente. Capituló ante Alemania, por entonces enemigo común. Introdujo la represión violenta mediante la Cheka; una represión ejecutada sin juicio previo. Aplastó las huelgas obreras. Saqueó sin piedad a los campesinos hasta que empezaron las rebeliones agrarias y cuando éstas se extendieron, las ahogó en sangre. Destruyó la Iglesia. Arrojó al abismo del hambre a veinte provincias. Este fue el sistema que estableció los primeros campos de concentración del mundo”.

“Este fue el sistema que, por primera vez en el siglo XX, se valió de rehenes, es decir, la detención no sólo de aquel al que se persigue sino de toda su familia y la detención de gente tomada al azar para ser fusilada. Fue el sistema, mucho antes que el de Hitler, que introdujo las falsas citaciones de registro, así, tal o cual persona debe presentarse para registrarse, concurren y son llevados para su aniquilación. Fue el sistema que engañó a los trabajadores con sus decretos: el decreto referido a la tierra, el decreto de paz, el decreto sobre las fábricas, el decreto acerca de la libertad de prensa. Fue el sistema que aniquiló a todos los otros partidos. No se limitó a anular los partidos, no los disolvió, sino que aniquiló a sus miembros. Fue el sistema que ejecutó el genocidio de los campesinos; quince millones de campesinos fueron aniquilados. Fue el sistema que introdujo la esclavitud a través del así llamado «régimen de pasaportes». Fue el sistema que, en plena paz, provocó artificialmente el hambre en Ucrania. Seis millones de personas murieron en Ucrania de hambre, a las puertas mismas de Europa, entre 1932 y 1933” (De “En la lucha por la libertad”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1976).

Las recientes y actuales crisis económicas en países europeos y en los EEUU, alienta la esperanza de los totalitarios de poder ver con sus propios ojos la caída final del capitalismo. En realidad, los problemas aparecidos en estos países se deben a que son economías intervenidas desde el Estado, que interrumpen y distorsionan el accionar del mercado, por lo que en realidad responden a esquemas próximos al socialismo antes que al capitalismo.

En la Argentina, el peronismo original, cercano ideológicamente al fascismo, tuvo una prédica opositora al capitalismo y a los EEUU, como si todo ciudadano estadounidense adhiriera ideológicamente al liberalismo económico, lo que no es real. A sus opositores locales, la “oligarquía”, se los asociaba al enemigo que debía combatirse. No es de extrañar que actualmente no exista ningún partido político, a nivel nacional, de tendencia democrática (liberal y capitalista), sino que mayormente se trata de partidos populistas, o bien, totalitarios, pero con un disfraz democrático. E. F. Sánchez Zinny escribió:

“El proceso político-social que engendró la asonada militar de 1943, entró en crisis revulsiva en 1946, con el gobierno francamente totalitario del peronismo. Y alcanza el cenit de la descomposición moral, cuando se invita al pueblo a reelegir al dictador para un nuevo periodo presidencial”.

“Se preparó la máquina electoral y se produjo la modificación de la Constitución de 1853, para hacer posible el continuismo de la tiranía. La planificación impuesta al país, respondía íntegramente a esa finalidad política y los métodos usados pusieron a su servicio todos los recursos del Estado. Para hacerlos más eficaces se amordazó la opinión y las cárceles se llenaron de ciudadanos opositores. No bastaba silenciar las voces y se sembró el terror para amedrentar a pusilánimes e indecisos. Para los otros, los paniagudos, el hartazgo. Así pretendíase domesticar al país”.

“El pueblo sugestionado por la prensa asalariada, aturdido por la radio oficial y confundido por la avalancha desatada de todas las potencias dirigidas del Estado, acató el reclamo de la farsa. Y pidió la reelección del ex presidente para un nuevo período y que su esposa integrara la fórmula presidencial. Así no habría duda que ¡eran de Perón!” (De “El culto de la infamia”-Tomo II- de E. F. Sanchez Zinny-Buenos Aires 1958.

lunes, 13 de febrero de 2012

La lucha por ideales

Los hombres trascendentes, que dejan sus huellas y pasan a la posteridad, son aquellos que tienen ideales definidos y realizan su existencia en función de éstos, que los guían y le dan sentido a sus vidas. Ángel Ganivet escribió: “Si nuestro ideal no nos inspira el sacrificio de nuestra vida, no es digno ya de que nos molestemos en propagarlo e imponerlo a los demás hombres; y si no es tan puro que se acomoda a aliarse con vulgares intereses, vale más prescindir de él y no deshonrarlo aún más con los crímenes cometidos por la ambición de la riqueza o del poder” (De “Diccionario de citas” de C. Goicoechea-Editorial Labor SA-Barcelona 1953).

Por lo general se admira al que tiene elevados ideales por cuanto la intensidad que impone a sus acciones estará ligada a cuánto de importante es, para él, alcanzarlos. Sin embargo, es importante distinguir entre los ideales altruistas y aquellos que son inspirados en el egoísmo o el odio. De la misma forma en que es más sencillo emitir un insulto o difamar a alguien que elaborar un pensamiento coherente para ser expresado en forma adecuada, resulta más sencillo luchar motivado en el odio destructor dirigido hacia alguien, o hacia algún sector de la sociedad, que luchar por el amor generalizado a la humanidad.

Parece ser que nuestras acciones van dirigidas siempre a lograr algo que valoramos y que no poseemos, o bien que poseemos y deseamos incrementar. Se comenta que un soldado de Napoleón Bonaparte le dice a un habitante de un pueblo conquistado: “Nosotros los franceses luchamos por el honor y la gloria, mientras que ustedes tan sólo luchan por la comida”, a lo que recibe como respuesta: “Cada uno lucha por aquello que más le hace falta”.

El que lucha a favor de la humanidad, trata de eliminar el mal mediante el predominio del bien, mientras que el que lucha motivado por el odio, trata de someter a los pueblos y, si no admiten su sometimiento, tratan de eliminar el mal eliminando al “malo” (las nacionalidades, las razas o las clases sociales incorrectas). El que lucha cooperativamente, lo hace con la mente fría y el corazón caliente. El que lucha competitivamente, lo hace con la mente caliente y el corazón frío.

El Mahatma Gandhi predicaba la fuerza del amor y de la verdad en sus intentos por mejorar la sociedad en que vivió, por lo que dijo: “No tengo nada nuevo que enseñar al mundo. La verdad y la no violencia son tan antiguas como las montañas. Toda mi obra consiste en haber experimentado con ambas en una escala tan vasta como me fue posible. Al hacerlo, me he equivocado algunas veces y he aprendido de mis errores. La vida y sus problemas se han convertido así, para mí, en sucesivos experimentos en la práctica de la verdad y la no violencia” (De “Pensamientos escogidos” de R.Attenborough-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1983)

Así como el hombre pobre y sencillo encuentra en los valores morales su enorme dimensión humana y social, distintos pueblos, sin grandes aportes científicos o intelectuales a la humanidad, muestran con sus tendencias pacifistas valores dignos de ser considerados. Por el contrario, cuando los pueblos son instigados por los agitadores de masas, encuentran en el odio y la mentira los medios que les darán fuerza para la acción destructiva.

El que lucha motivado por el odio, al utilizar sistemáticamente la mentira, logra tener mayor aceptación que el que lucha con la verdad. Esto ha llegado a tal extremo que las victimas del marxismo, pareciera, carecen de todo derecho a la vida ya que se acepta que sus asesinos no cometieron ningún delito al ejecutarlas. Luego, si no infringieron ninguna ley, no se lo debe investigar ni condenar. Se considera al socialismo como una especie de guerra santa a la que los adversarios tienen que aceptar sin ejercer ninguna oposición.

Supongamos el caso de un judío que observa que los nazis no son castigados por sus crímenes y que incluso son felicitados por el gobierno de Hitler por la matanza de judíos. Esa persona se sentirá indignada por las muestras de inhumanidad que debe padecer junto a los de su raza o religión. Pero este es el mismo caso del católico que, al enterarse de los 8.000 curas y monjas asesinados por los comunistas (republicanos) durante la guerra civil española (además de otros tantos miles de personas), y al saber que un juez sólo pretende enjuiciar los crímenes del franquismo, sin apenas considerar los crímenes del otro bando, habrá de sentir algo parecido al judío antes mencionado. También en la Argentina estamos esperando el inicio de los juicios contra los terroristas del 70, que provocaron unos 1.500 asesinatos y más de 20.000 atentados. ¿O acaso hemos llegado tan bajo como para legitimar tales acciones?

El cristiano, en general, siente algo parecido al judío luego del asesinato de millones de cristianos que los comunistas eliminaron a lo largo y a lo ancho del mundo. Así como para el judío resulta un grave insulto escuchar opiniones favorables sobre Hitler y los nazis, para el cristiano resulta un grave insulto observar los homenajes que se hacen a personajes nefastos como el Che Guevara, que emitió una consigna que resulta amenazante a la civilización y denigrante para la esencia humana. En un discurso expresó:

“Es preciso, por encima de todo, mantener vivo nuestro odio y alimentarlo hasta el paroxismo“. “El odio como elemento de lucha, un odio implacable al enemigo que nos impulsa más allá de las limitaciones naturales propias del hombre y lo transforma en una máquina de matar efectiva, seductora y fría”. “Un pueblo sin odio no puede triunfar” (Citado en “La idolatría del Estado” de Carlos Mira-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2009).

Sin embargo, el siglo XX también nos ha dado hombres ejemplares que nos muestran el camino para elevar nuestra esencia humana. Tales los casos de Nelson Mandela y el Mahatma Gandhi. El primero estuvo encarcelado más de dos décadas debido a la lucha que entabló a favor de sus congéneres de raza negra que eran discriminados en su propio país (Sudáfrica). Luego del encierro que debió padecer, confió más en la razón y en la fe en los valores humanos, y así pudo dejar de lado todo sentimiento de venganza, triunfando finalmente y cumpliendo con sus ideales de libertad destinados a su pueblo.

También Gandhi tuvo que padecer discriminaciones cuando trabajaba en una empresa hindú que estaba en Sudáfrica. Cuando vuelve a la India, inicia el proceso de la Independencia respecto del colonialismo británico. Mediante métodos pacíficos logra liberar a un país de trescientos millones de habitantes, en ese entonces, mostrando que se pueden lograr importantes resultados dejando de lado la violencia. Puede decirse que los seres humanos superiores son aquellos como Gandhi y Mandela, mientras que los inferiores son los que promueven el odio, teniendo presente la expresión de Friedrich Nietzsche: “Sólo se odia al igual o al superior”.

La mayor parte de la luchas por ideales son encausadas a través de la política, por lo que Julien Benda escribió:

“Hoy veo que cada pasión política está provista de toda una red de doctrinas fuertemente constituidas, cuya única función es representar, desde todo punto de vista, el supremo valor de su acción, y en las cuales se proyecta, decuplicando naturalmente su poderío pasional”.

“Nuestro siglo [el XX] será propiamente el siglo de la organización intelectual de los odios políticos. Será uno de sus grandes títulos en la historia moral de la humanidad”.

“Agreguemos que nuestro tiempo ha introducido en la teorización de las pasiones políticas, dos novedades que no dejan de avivarlas singularmente. La primera es que, hoy, cada una de ellas pretende que su movimiento se halla conforme al «sentido de la evolución», al «desarrollo profundo de la historia». Se sabe que todas las pasiones actuales, sean de Marx, del señor Maurras o de H. S. Chamberlain [ideólogos socialista, nacionalista y nazi, respectivamente] han descubierto una «ley histórica» según la cual su movimiento no hace otra cosa que seguir el espíritu de la historia y debe necesariamente triunfar, mientras que su adversario contraviene dicho espíritu y no podría obtener más que un triunfo ilusorio. Esa no es sino la antigua voluntad de tener al Destino de su parte, disfrazada ahora bajo forma científica. Y esto nos conduce a la segunda novedad: la pretensión que hoy tienen todas las ideologías políticas de hallarse edificadas sobre la ciencia, de ser el resultado de la «estricta observancia de los hechos»”.

“Estas pasiones me parecen poder referirse a dos voluntades fundamentales:

1- La voluntad de un grupo de hombres de echar mano (o mantenerla) sobre un bien temporal: territorio, bienestar material, poder político, con las ventajas temporales que comporta.
2- La voluntad de un grupo de hombres de sentirse como particulares y distintos con relación a los demás hombres.

Puede decirse, además, que se refieren a dos voluntades, una de las cuales busca la satisfacción de un interés, y la otra de un orgullo. Estas dos voluntades entran en las pasiones políticas, según relaciones muy diferentes, según la pasión que encaran” (De “La traición de los intelectuales”-Efece Ediciones-Buenos Aires 1974).

La idea de encuadrar nuestras acciones bajo los requerimientos de las leyes naturales, es una idea aceptable y coherente. Sin embargo, no habremos adelantado gran cosa si partimos de leyes falsas, o leyes mal descriptas por el hombre, o bien si partimos de leyes irrelevantes respecto de las actitudes y de las posibles decisiones humanas.

Podemos afirmar actualmente que el sentido del universo implica una tendencia hacia mayores niveles de complejidad-consciencia. La autoconsciencia del universo es precisamente la vida inteligente. De ahí que queda a nuestro criterio la forma de adaptarnos de la mejor manera a esa tendencia.

Afortunadamente, desde el conocimiento proveniente de la Psicología Social, podemos decir que sólo debemos elegir una entre las cuatro componentes afectivas posibles que dan forma a nuestra actitud característica, es decir, amor, egoísmo, odio y negligencia. Además, debemos elegir una entre las cuatro componentes cognitivas posibles de nuestra actitud característica, es decir, debemos tomar como referencia, para valorar cada nuevo conocimiento, a la propia realidad, a nuestra propia opinión, a la opinión de otra persona o bien a lo que piensa la mayoría.

Como el amor y la verdad van siempre juntos, estaremos en condiciones de compartir las penas y las alegrías de nuestros semejantes, además de considerar a la propia realidad como referencia, tal como lo hace el científico experimental. De esa manera, es posible que nos parezcamos un poco a Mandela y a Gandhi, y así el mundo algo habrá cambiado.

jueves, 9 de febrero de 2012

El neoliberalismo y sus enemigos

Algunos autores denominan a la economía social de mercado como neoliberalismo, para distinguirlo del liberalismo clásico del siglo XIX, mientras que otros autores designan con ese nombre al liberalismo luego de la adopción de aportes que consolidan sus fundamentos. Henri Lepage escribió: “El movimiento norteamericano «neoliberal» se presenta hoy esencialmente como un renacimiento científico aplicado al análisis de los hechos económicos, políticos y sociales. Su influencia se extiende a través de cuatro vías:

1- La corriente monetarista
2- La teoría del capital humano
3- El movimiento de los «derechos de propiedad»
4- La escuela de la Public Choise (Elecciones públicas)

La corriente más conocida es la monetarista a la que está asociado el nombre de Milton Friedman y sus estudios sobre las causas de la inflación y del desempleo. En cuanto a la teoría del capital humano, Mark Blaug escribe:

“El fundamento de la teoría del capital humano reside en la idea de que las personas no limitan su actividad económica a la elección entre diferentes productos del mercado, sino que llevan a cabo simultáneamente una serie de elecciones entre unos consumos inmediatos y unas satisfacciones futuras de orden pecuniario y no pecuniario; por ejemplo, cuando aceptan hoy un empleo que, a lo mejor, está mal pagado pero que, por la formación y la experiencia que depara, aumenta las perspectivas profesionales y retributivas futuras del individuo”.

Entre los nombres más conocidos en este tema tenemos a Theodore Schultz y a Gary Becker. Este último economista escribió:

“La ciencia económica está entrando en una tercera era. Durante la primera se consideraba que la economía se limitaba al estudio de los mecanismos de producción y de consumo de bienes materiales, y que no iba más lejos (la teoría tradicional de los mercados). En un segundo momento, el campo de la teoría económica fue ampliado al estudio del conjunto de los fenómenos mercantiles, es decir, a los que daban lugar a una relación de intercambio monetario. En la actualidad, el campo del análisis económico se extiende al conjunto de las conductas humanas y de las decisiones correspondientes”.

Es oportuno recordar que el principal libro de Ludwig von Mises se titula “La acción humana”, en donde considera a la economía como el estudio de las decisiones humanas (praxeología). De ahí que no resulta extraño que la ciencia económica se haya utilizado también para analizar problemas de criminalidad, suicidios, conductas altruistas e interacciones sociales, posturas religiosas, divorcios, evolución del lenguaje, evolución del comportamiento humano, teoría del consumidor, etc. Henri Lepage escribió:

“En suma, el conjunto de estos trabajos, nacidos a la sombra de la teoría del capital humano, pero que sobrepasan el marco limitado de esta disciplina en sentido estricto, nos conduce a una situación aplastante; a saber, que en la esfera de la conducta y de las decisiones humanas, la parte irracional es infinitamente más reducida de lo que generalmente se cree o de lo que nos hacen creer los científicos de las otras ciencias sociales. Como lo resume Gary Becker: «Hablar de la irracionalidad de los seres humanos es a menudo sólo una coartada de los científicos para ocultar su incapacidad para explicar determinados fenómenos»” (De “Mañana, el capitalismo”-Alianza Editorial SA-Madrid 1979).

Respecto de los derechos de propiedad, Henri Lepage escribe: “En el seno de todos estos estudios modernos alimentados por la problemática del capital humano se hallan dos ideas que no hemos evocado todavía: la de que el tiempo es, para el hombre, un recurso escaso, que tiene un precio implícito (es un recurso escaso cuyo uso intentamos optimizar utilizándolo más en actividades que nos aportan más satisfacciones que en las que nos aportan menos); y por otro lado, la de que cualquier decisión adoptada por un individuo supone como paso previo la acumulación de una determinada cantidad de información, que también es un recurso escaso y costoso (costoso en tiempo personal, en esfuerzos individuales, en la compra de la información, etc.)”. Asociado a estos estudios aparecen temas como el coste de transacción, la economía del derecho y el estudio comparado de las organizaciones.

El último componente de la nueva economía es la escuela de la elección pública que está asociada principalmente a James Buchanan y a Gordon Tullock, autores de “El cálculo del consenso”. El primer autor citado escribió:

“Lo que queremos es aplicar al Estado y a todos los engranajes de la Economía Pública exactamente las mismas técnicas que se utilizan desde hace cuarenta años para analizar los defectos y deficiencias de la economía de mercado. El Public Choise no es más que el esfuerzo para formular una teoría general de la Economía Pública que permita en el campo de las elecciones colectivas lo que se realiza desde hace tiempo a nivel de la microeconomía de mercado. Se trata de completar la teoría de la producción y del intercambio de bienes y servicios mercantiles con una teoría equivalente, y en la medida de lo posible compatible, del funcionamiento de los mercados políticos”.

Henri Lepage agrega: “Los economistas no tienen la intención de reducir toda la naturaleza humana al homo economicus. No están suficientemente locos como para afirmar que el comportamiento humano es reductible a una única dimensión, la «económica». Afirmar que el homo economicus es un instrumento suficientemente eficaz como para aportar una explicación racional de un abanico muy extenso de problemas humanos y sociales no significa negar la existencia de otras dimensiones de la «naturaleza humana» (la dimensión política, religiosa, espiritual, etc.).”

Las principales críticas que sufre la ciencia económica provienen del marxismo, que desconoce la realidad del proceso autorregulado del mercado. Es una situación bastante similar al de algunas iglesias cristianas que se oponen a la evolución biológica (que es un hecho antes que una teoría). Henri Lepage escribió:

“Seguir atacando, como lo hacen muchos, las bases de la sociedad capitalista utilizando en su contra las lagunas de la teoría económica neoclásica no tiene, en la actualidad, más sentido que el de condenar la medicina contemporánea en nombre de teorías médicas anteriores a la invención del microscopio”.

Mientras que desde el liberalismo se consideran otras dimensiones humanas, incluso más importantes que el comportamiento económico, para el marxismo el sistema de producción de una sociedad es el que determina el carácter de la política, de la religión, de la moral, etc. Incluso determinaría las ideas que surgen de la mente de los diversos individuos. De ahí que la ciencia económica, como cualquier otro conocimiento que surja de una sociedad capitalista, serán considerados por el marxismo como simple ideología, es decir, carentes de validez objetiva. Por ello, todo lo que no sea marxismo será combatido y descalificado por este movimiento político de masas. Octavio N. Derisi escribió, respecto de la actitud marxista frente a la moral, que tiene validez también para otras ramas del conocimiento:

“El Materialismo dialéctico e histórico de Marx ha hecho del conocimiento y de toda la actividad humana un producto de la materia que, a través de los medios de producción da origen a los diversos tipos de sociedad; la cual, a su vez, engendra las «ideologías» correspondientes a ellas: el derecho, la filosofía, la moral, la religión. La moral, pues, no tiene ningún sentido absoluto en el marxismo, sino que es simplemente un modo de obrar para amparar cierta forma de sociedad y, en última instancia, determinados medios de trabajo y producción” (De “Los fundamentos metafísicos del orden moral”-Editorial El Derecho-Universitas SRL-Buenos Aires 1978).

La forma de rebatir las propuestas científicas consiste en mostrar, vía experimental, lo desacertadas que son sus conclusiones tomando como referencia a la propia realidad y a las leyes naturales que la rigen. Sin embargo, los opositores al neoliberalismo recurren a la simple tergiversación de sus propuestas y de la propia realidad. También recurren a la difamación sistemática del capitalismo criticando públicamente a una postura que, previamente, ha sido deformada. Así, en un libro de divulgación se lee que “…para Braudel, el capitalismo consistiría en esquivar las reglas de la competencia para obtener beneficios excepcionales. El capitalismo consistiría, así, en la búsqueda de posiciones de monopolio…” (De “La gran historia del capitalismo”-Editorial Globus Comunicación SA-Madrid 2011).

El lector no especializado en el tema pensará posiblemente que la ciencia económica propone “esquivar las reglas de la competencia para establecer monopolios”. Por el contrario, el liberalismo se caracteriza por promover la aceptación del proceso del mercado en el cual la competencia entre productores, principalmente, tiende a mantener los precios bajos, a impedir monopolios y a favorecer la innovación tecnológica. Además, quienes en realidad proponen eliminar la competencia y el mercado, para reemplazarlo por un monopolio estatal, son precisamente los marxistas. Se observa en este caso una doble mentira.

Si establecemos una clasificación de las economías según que prevalezca la planificación estatal o el mercado, como productores y distribuidores de la riqueza, tendremos la siguiente lista:

1- Socialismo (economía planificada con total ingerencia estatal en la economía).
2- Socialdemocracia (Estado de bienestar) (economía de mercado distorsionada por la ingerencia estatal).
3- Capitalismo o liberalismo (economía de mercado sin distorsión por parte del Estado)

Debido a que la mayoría de los países socialistas, como la ex Unión Soviética y China, abandonaron ese tipo de economía, los sectores anticapitalistas y marxistas confían en el éxito de un “socialismo debilitado”, que es la socialdemocracia. Es oportuno señalar que las serias crisis económicas que afrontan varios países de Occidente, se deben principalmente a la irresponsabilidad de los políticos que distribuyen riquezas más allá de las reales posibilidades económicas de sus respectivos países, algo que caracteriza al Estado de bienestar.

De todas formas, es oportuno recalcar que los resultados de la ciencia económica son verdaderos, o no, dentro del marco científico, mientras que las aplicaciones, o la libre aceptación de sus sugerencias, no es responsabilidad del economista, y muchos menos lo es respecto de todas las posibles actividades fuera de la ley y de las elementales normas éticas en que puedan incurrir los distintos individuos o empresas.

martes, 7 de febrero de 2012

El gobierno de las masas

El fenómeno social conocido como la rebelión de las masas involucra a dos actores principales: el hombre masa y el demagogo. Al establecerse un proceso de identificación entre ambos, implica que el demagogo también es un hombre masa, ya que estará caracterizado por atributos similares. José Ortega y Gasset escribió: “La vieja democracia vivía templada por una abundante dosis de liberalismo y de entusiasmo por la ley. Al servir a estos principios, el individuo se obligaba a sostener en sí mismo una disciplina difícil. Al amparo del principio liberal y de la norma jurídica podían actuar y vivir las minorías. Democracia y ley, convivencia legal, eran sinónimos. Hoy asistimos al triunfo de una hiperdemocracia en que la masa actúa directamente sin ley, por medio de materiales presiones, imponiendo sus aspiraciones y sus gustos” (De “La rebelión de las masas”-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1985).

Cuando las masas superan numéricamente a los individuos cultos, la democracia se convierte inexorablemente en populismo, estableciéndose el gobierno de las masas. Ello se debe a que surgirán demagogos que harán y dirán las cosas que agradarán a las masas, con las intenciones de captar sus votos para eternizarse en el poder y llegar así a ser protagonistas de la historia. Luego, los políticos opositores, plenamente conscientes de que sólo podrán ganar elecciones si adoptan el lenguaje y la actitud demagógica, permitirán que el sistema populista se vaya consolidando paulatinamente.

Podemos denominar como hombre masa al que siente que sólo tiene derechos, y no obligaciones. Es el que nunca agradece, sino que siempre exige. Espera la tolerancia de los demás, pero es intolerante con los supuestos errores ajenos. Es poco adepto al trabajo y pretende vivir a costa de la sociedad, a través del Estado de bienestar ya que este tipo de Estado es el que tiende a confiscar las riquezas producidas por quienes trabajan para dárselas a quienes no lo hacen.

La democracia, por el contrario, requiere de individuos que piensen prioritariamente en sus deberes, antes que en sus derechos, ya que nuestros deberes son, por lo general, los derechos de los demás. Requiere de individuos que sean agradecidos antes que exigentes, y que tengan la dignidad suficiente como para no esperar ser mantenidos por el resto de la sociedad.

El hombre masa descrito por Ortega y Gasset, tiende a identificarse en muchos aspectos con el típico individuo posmoderno. Armando Roa escribe: “Se podría pensar que todo derecho involucra un deber, pero la posmodernidad maximiza los derechos y en cambio tiene una mirada benévola, comprensiva, silenciosa, para las evasiones de deberes”. Además, advierte “…una entrega abierta al consumismo en cuanto entretenida fuente de placer sin problemas. En este aspecto, el vivir a crédito sustituye la anterior mentalidad moderna de privilegiar el ahorro”.

El relativismo moral tiende a reemplazar los principios morales que en otras épocas recomendaba la religión o la filosofía, para reemplazarlos por simples convenios arbitrarios que se pactan en cada situación. Armando Roa escribe:

“Esta etapa en que nos encontraríamos es la que algunos autores llaman la etapa de la eticidad sin moralidad, en la cual se dejaría de lado la discusión de los grandes principios en que se fundamenta una moral, y se llegaría a un acuerdo en la regulación de las costumbres y también de las acciones profesionales, como las médicas por ejemplo, a base más bien de un mero consenso; a esto se le llama eticidad”. (De “Modernidad y posmodernidad”-Editorial Andrés Bello-Santiago de Chile 1995).

Respecto del populismo, el sociólogo Rubén H. Zorrilla escribió:

“En su fundamento, es la concepción que sitúa en el «pueblo» el origen de la verdad y la legitimidad ética. El «pueblo» -que es la síntesis de la «tierra y la sangre» (lo «telúrico»)- sabe lo que es verdadero y lo que es justo: nunca se equivoca. Para adquirir ese saber inefable hay que ir hacia él, vivir con él, seguirlo en sus intuiciones infalibles. Y para hacer lo «correcto» hay que escucharlo. Es como un oráculo que se requiere, ay, interpretar. El líder (militar, sacerdote, político, intelectual) es el que realiza esa proeza. Por eso deviene inexorablemente en autoritario”.

“Los más distintos populismos (salvo el histórico, que denomino «oligárquico», cuyo símbolo en la Argentina es Facundo Quiroga) reposan en una concepción económica fundada en la noción de reparto o «distribución». Hay que sacar a los que tienen para dar a los que no tienen, por dos razones: porque los que tienen más lo han robado o, en el mejor de los casos, explotado a los que tienen menos (lo que a veces es cierto) y porque hay que ejercer la solidaridad social. Esta posición no admite que los que tienen más hayan creado riquezas antes inexistentes, o que sin su iniciativa y diligencia no hubieran existido. Postula, en cambio, que desde el poder se podrá crearlas”.

“Por lo tanto, el populismo impulsa a la limitación de la propiedad privada y al control político del mercado. Inevitablemente, estas medidas conducen al aumento de las coerciones del Estado y al aumento de sus funciones económicas, así como al control no democrático de la actividad política y la cultura. Tiende hacia el autoritarismo más severo, y, si las condiciones históricas lo permiten, al totalitarismo. Las consecuencias son la disminución del estado de derecho, la inseguridad jurídica, y el aumento de la corrupción en todos los niveles de la vida social, especialmente del Estado, que la sostiene y la propaga” (De “Principios y leyes de la Sociología”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1992).

El proceso democrático funciona como un sistema autorregulado, que produce aceptables resultados, cuando, en el caso de que acceda al poder un partido político que defrauda al pueblo, será desplazado en futuras elecciones por candidatos opositores. Por el contrario, cuando el demagogo tiene suficiente poder como para comprar voluntades y habilidad para mentir, es posible que cada vez logre mayor cantidad de adeptos. Incluso aparece la tendencia a ser imitado por los demás políticos. Si alguien dice la verdad, será rechazado en un proceso eleccionario porque la verdad resulta ser políticamente incorrecta.

En la economía existe un proceso similar cuando el sistema autorregulado del mercado es destruido mediante el proceso inflacionario pasándose de una realimentación negativa (que produce estabilidad) a una realimentación positiva (que produce inestabilidad). Así, en el mercado, una suba de precios tiende a reducirse debido a la existencia de competidores, mientras que en el proceso inflacionario, ante aumentos de precios, vienen los aumentos de sueldos, nuevos aumentos de precios y así sucesivamente.

Los procesos políticos y económicos también pueden ser descriptos en Psicología Social, ya que se repiten en distintas épocas y en diversos países. Si uno lee los detalles del comportamiento demagógico de un líder político de un país, observará que tal descripción se adecua bastante bien a lo que pasa en otras épocas y en otros países. El analista político británico Robert Moss escribió:

“El demagogo llega al poder sobornando al electorado. Promete riquezas fáciles para todos a través de la confiscación de la riqueza privada. Promete terminar con el desempleo mediante la expansión de la burocracia y la máquina impresora de moneda. Nutre su fuerza de la envidia. Desencadena un ponzoñoso odio de clases subrayando las diferencias en riqueza y educación que son inevitables en toda sociedad móvil, es decir, en toda sociedad donde existe lo que se suele llamar movilidad social”.
“Ofrece mitos y no verdades políticas. Busca escapar a la responsabilidad del desastre económico que su programa causa atacando a chivos emisarios. Los chivos emisarios preferidos de nuestro tiempo son, naturalmente, los «especuladores», las empresas multinacionales, la CIA y los EEUU”.

“El demagogo invita a los hombres a preguntar no lo que ellos puedan hacer por el país, sino lo que el país puede hacer por ellos. Compra votos prometiendo que el Estado proveerá a todos con un nivel de vida a que cada cual se sienta con derecho, al margen de todo esfuerzo. Si tiene éxito establecerá una tiranía antes de que el mito se derribe y de que el pueblo se dé cuenta de adónde realmente se lo está llevando”.

“El demagogo es el producto supremo de una sociedad en que un electorado inestable puede, por medio de una votación, subvertir por completo instituciones y convenciones que pueden haber durado siglos enteros. Es a la vez el producto del sistema democrático y su corruptor. El gran Ortega y Gasset hizo la advertencia de que la democracia de masas terminaría produciendo el «hombre masa», un animal parásito lleno de miedo y de desprecio hacia todo lo que sea excepcional, y así aquellos «que no se exigen nada especial» triunfarán por mera aritmética sobre los «que se exigen mucho», y pueden incluso castigarlos por sus esfuerzos”.

“Habrá a la vez una correspondiente pérdida de respeto por las habilidades especiales y por cualquier forma de excelencia. Aquel grito de «somos los dueños ahora» dará como resultado la exaltación de todo lo que es vulgar” (De “El colapso de la democracia”-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1977).

El relativismo moral es utilizado como justificación plena de acciones desligadas del respeto a algún principio o a alguna ley. Así, un asesinato no es considerado bueno ni malo, ya que todo depende de quienes sean el autor y la victima. Incluso, luego de algunas guerras civiles, los demagogos promueven investigar y juzgar los asesinatos de un solo bando, el opositor, dando por sentado que la lucha a favor del totalitarismo es una “lucha justa”. Se llega a distinguir entre un “terrorismo bueno” y un “terrorismo malo”. Incluso se excluye de la calidad de terrorista aun al que comete numerosos asesinatos en nombre del pueblo, mientras que se le adscribe tal calificativo al que “crea terror”, como el simple periodista o el intelectual que trata de advertir sobre los peligros que presenta a la población el predominio de los gobiernos totalitarios.

Mientras que el ciudadano común puede sentirse afectado ante el desprecio o la falta de respeto recibido por una, o unas pocas personas, aun siendo valorado por muchas más, el demagogo muestra un excesivo cinismo cuando recibe adulaciones por parte de las masas adeptas siendo totalmente indiferente a las severas críticas del ciudadano no masificado, que es marginado de la sociedad como un enemigo despreciable, a pesar de que desde la demagogia se pregone todos los días la “inclusión social”.

Las crisis económicas surgidas en varios países provienen básicamente del hecho de haber gastado más de lo debido. Resulta ser una proyección desde la sociedad hacia los políticos el hecho de preferir sacrificar el futuro en beneficio del presente, como es el caso de vivir en base a créditos, en lugar de sacrificar el presente en función del futuro, como es el caso del que ahorra e invierte. Como la base del capitalismo es el trabajo y el ahorro productivo (capital), goza de mala reputación tanto en las sociedades de masas como en los políticos que esperan recibir sus votos.

viernes, 3 de febrero de 2012

El planificador

Luego de la etapa destructiva de la sociedad capitalista, a través de la revolución socialista, le sigue la estatización de los medios de producción y la abolición del mercado, dando paso a la importante figura del planificador. Su misión es reemplazar con eficacia las miles, o mejor, las millones de decisiones individuales que antes se tomaban bajo la vigencia del mercado; de ahí que su tarea será bastante ardua. Ludwig von Mises escribió:

“Lo típico del orden socialista es que, dentro de él, una sola voluntad actúa. Intrascendente resulta quién sea el aludido sujeto volitivo. Igual puede regir el sistema un rey ungido que un dictador gobernando con personal carisma; un führer individualizado o una junta de jerarcas por sufragio popular designados. Lo fundamental es que un solo agente controla el destino que deba darse a todos los factores de producción. Una sola voluntad elige, decide, dirige, actúa, ordena. Una organización, un orden planificado, reemplaza a la «anarquía» de la producción y a las dispares iniciativas particulares. La cooperación social, bajo el signo de la división del trabajo, se mantiene a base de vínculos hegemónicos que permiten al jerarca exigir absoluta obediencia de todos sus vasallos”.

Uno de los personajes más conocidos, que alguna vez tuvo a su cargo la tarea de reemplazar al mercado, fue Ernesto Che Guevara. Juan José Sebreli escribió al respecto:

“La creencia en su propia capacidad para lograr cualquier objetivo con tal de proponérselo y la indiferencia por las condiciones lo habían llevado a aceptar la presidencia del Banco Nacional cubano, sin tener ninguna experiencia ni haber estudiado jamás economía, y el Ministerio de Industria, desde donde creyó poder torcer súbitamente el rumbo de la producción cubana. Las ambiciones desmesuradas, la ineficiencia, sumadas a las teorías guevaristas sobre la centralización burocrática y la abolición del mercado, llevaron a la endeble economía cubana al colapso y, como consecuencia, al deterioro de las condiciones de vida del pueblo cubano” (De “Crítica de las ideas políticas argentinas”-Editorial Sudamericana SA- Buenos Aires 2002).

El planificador socialista no sólo resulta responsable de la economía de una nación, sino de las libertades individuales, o de su carencia, ya que todo individuo resulta ser un empleado del Estado y deberá adaptarse a la planificación impuesta. Ludwig von Mises escribió:

“El socialismo exige la desaparición del mercado y de la competencia. Es incompatible con el mercado, con los precios y con la competencia, pues pone todos los resortes económicos en manos de una única autoridad. Un socialismo de mercado y precios es tan contradictorio como un cuadrado triangular” (De “La acción humana”-Editorial Sopec SA-Madrid 1968).

Es oportuno citar el escrito “Se necesita un economista”, del guatemalteco Manuel Ayau, en el cual, en forma ficticia, se realiza un pedido laboral, para desempeñarse en una sociedad nueva, para cumplir con las tareas de un planificador. Este pedido imaginario, sin embargo, tiene la gran virtud de enumerar la mayoría de las decisiones que diariamente se toman en un país tanto en el sector productivo como en el consumidor.

“El problema para lo cual se buscará un economista y un abogado es el siguiente:
Establecer un régimen de derecho que permita al hombre actuar –planear sus actos- en la confianza de que el resultado de sus actos ejecutados dentro del régimen legal será respetado, y que permita resolver los problemas enumerados más adelante, que en una u otra forma hay que resolver, a sabiendas de que ningún sistema funcionará perfectamente y que si bien, en una economía libre se resuelven a través del mercado y el sistema de precios, los resultados causan descontento.
El sistema debería tener alto grado de flexibilidad para poder corregir errores y adaptarse a condiciones siempre cambiantes de un progreso social, y deberá tener inflexibilidad (estabilidad) en cuanto a las normas, es decir, al régimen jurídico. Todo ello a base de normas justas, impersonales y de general aplicación”.

“Lista de problemas por resolver:
Determinar qué producto necesita cada persona en relación a lo que ya tiene, a sus posibilidades, a su estado de salud, sus compromisos familiares, su grado de educación y demás factores por considerar.
Juzgar calidades: el grado de perfección a que se producirá cada bien y valorizar las muchas calidades que pueden producirse de cada uno y de cada una de las partes que entran en la producción de cada bien.
Decidir el proceso y la combinación de métodos que se utilizarán en la producción de cada bien y cada parte de cada bien.
Determinar las ocasiones cuando los hombres pueden experimentar combinaciones y métodos diferentes de producción a los establecidos, para así hacer posible los descubrimientos que causan el progreso.
Determinar cuáles productos y en qué cantidad debe producirse cada uno.
Determinar cuándo un producto ya no debe producirse.
Decidir qué cosas compra cada cual en vez de producirlas.
Cómo evitar el mayor desperdicio posible.
Determinar los cambios de prioridades que durante cada día hay que cambiar en una economía dinámica.
Determinar cuáles recursos se quedan temporalmente ociosos y por cuánto tiempo.
Método para discriminar entre múltiples alternativas productivas y de consumo para utilizar económicamente la suma del capital disponible, y los cambios diarios necesarios.
Determinar cuándo y en cuánto cada inversión es mejor que las otras alternativas existentes.
Determinar la relativa escasez de cada recurso, cuantitativa y cualitativamente, tomando en cuenta todos los factores que debido a su localización y estado, influyen en su relativa disponibilidad.
Cuáles bienes produce el país, cuáles partes de cada bien, y cuáles importa.
Determinar la localización de cada una de las plantas industriales dentro de cada región.
Determinar la localización de cada establecimiento comercial y la clase, cantidad y calidad de cada artículo que venderá.
Decidir dentro de cada hacienda, cuáles áreas se utilizan, y para qué se utilizan.
Cuánto fertilizante resulta económico utilizar dentro de cada área.
Establecer sistema para transmitir información que afecta cambios de valor de recursos a todos los participantes del proceso, en forma resumida en cuanto a lo que concierne a los planes individuales de cada persona o empresa.
Determinar la cantidad de cada empleo u ocupación (cuántos albañiles, dentistas, violinistas).
Escoger cada persona y asignar los empleos y ocupaciones a cada uno, describiendo las tareas y los cambios diarios en las mismas, según la habilidad actual y potencial de cada persona.
Proveer incentivos o castigos, en forma impersonal, para todos los actos económicamente deseados o no, por otros (la sociedad).
Determinar la remuneración de cada persona:

a- Criterio para establecer diferencias en remuneración (ejemplo entre albañil y abogado).
b- Valorizar la contribución de cada cual (según algún método impersonal) para bienestar general y no según el valor que cada persona da a su aporte propio.

Establecer el grado de desigualdad admisible y cómo cambiar constantemente el status quo, para adaptarlo a las condiciones cambiantes.
Determinar cuánto tiempo utiliza cada persona para descanso y diversión, considerando las preferencias de cada individuo, dentro de los límites compatibles con la salud de cada cual, su productividad, y las alternativas que se puedan adoptar para no desordenar el proceso.
Determinar cómo modificar lo anterior día a día, según vayan cambiando las circunstancias.
Determinar cuánto debe ahorrar cada persona, según los miembros de su familia, la edad de cada uno de ellos, los bienes que ya posee y la salud y otras necesidades de cada miembro.
Establecer sistemas para que cada hombre pueda ordenar sus prioridades, comparando el valor de las mismas entre sí y con sus posibilidades.
Establecer sistema para que cada individuo pueda escoger entre las múltiples alternativas y combinaciones de recursos, para cada uno de sus actos diarios de consumo individual.
Establecer un sistema para escoger quiénes manejarán el escaso capital con que cuenta la sociedad, y cuánto de ese capital manejará cada cual.
Decidir quién impondrá las decisiones anteriores”. (Citado en “Bases para la acción política futura” de Álvaro Alsogaray-Editorial Atlántida-Buenos Aires 1969).

Si la planificación estatal de la economía fuese parcial, podrían sumarse los aportes de privados y estatales. Sin embargo, el socialismo propone una planificación central que no admite ni permite que ningún habitante quede fuera del sistema. Ludwig von Mises escribió:

“No hay más libertad que la engendrada por la economía de mercado. No existe gobierno ni constitución que pueda garantizar la libertad si no ampara y defiende las instituciones fundamentales en las que se basa tal organización social. Reemplazarla por la planificación económica implica anular toda libertad. Las gentes, en tal supuesto, sólo gozan de un derecho: el de obedecer”.

Una vez que se dejan de lado el mercado y los precios, no puede establecerse el cálculo económico, de ahí que en los ex-países socialistas pedían información de los precios relativos vigentes en las economías de mercado para hacer estimaciones generales. Ludwig von Mises escribió al respecto:

“La paradoja de la «planificación» radica en que, al imposibilitar el cálculo económico, impide planear. La llamada economía planificada lo que no es, es economía. Supone caminar a tientas en la más densa oscuridad. Impide averiguar cuáles, entre los múltiples medios, son los más idóneos para alcanzar los deseados objetivos. Bajo la denominada racional planificación, ni la más sencilla operación puede practicarse de un modo razonable y reflexivo”.