lunes, 12 de diciembre de 2011

La libertad que presupone igualdad

Generalmente se afirma que el liberalismo se caracteriza por la búsqueda de la libertad, dejando de lado la igualdad, mientras que el socialismo busca la igualdad dejando de lado la libertad. Sin embargo, el liberalismo propone la libertad del individuo, respecto del posible gobierno mental y material de otros seres humanos, justamente porque tal tipo de gobierno implicará una desigualdad esencial, ya que unos serán dominadores y los otros dominados, o también unos serán amos y los otros esclavos, en un caso extremo. Por lo que puede decirse que el liberalismo busca y propone la libertad presuponiendo una previa igualdad social de todos los hombres.

El socialismo, en cambio, al promover la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción, acepta que la clase dirigente ocupe una posición social distinta a la del resto de la población, por lo que no se logrará la igualdad pregonada. Por no existir la propiedad privada, será el Estado (y sus dirigentes) quienes asignarán los puestos de trabajos, a veces sin el consentimiento o la voluntad de los trabajadores. Los efectivos dueños del Estado son los que pueden tomar decisiones, mientras que los demás deberán acatarlas. Por lo tanto, bajo el socialismo no se logra la igualdad y menos aún la libertad. Ludwig von Mises escribió al respecto:

“El jerarca deviene soberano incontestable. Puede desplazar a unos –a los adversarios- a las regiones inhóspitas, mientras a los otros –a los amigos- permíteles vivir en sitios mejores, teniendo siempre a la mano el «plan económico» para justificar toda arbitrariedad, todo destierro, toda confiscación” (De “Seis lecciones sobre el capitalismo”-Unión Editorial SA-Madrid 1981).

En todos estos casos debemos distinguir entre lo que dice la ideología que favorece estas tendencias y lo que generalmente ocurre en la realidad. En el caso del liberalismo, para promover la igualdad y la libertad individual, propone tanto la democracia política como la democracia económica (mercado), que resultan exitosas cuando se parte de un razonable nivel ético de la población. En cuanto al socialismo, por lo general no se obtienen los objetivos buscados, por cuanto la total concentración de poder en el Estado, que a veces implica una sola persona, constituye un riesgo para toda una nación, como ya ha ocurrido varias veces.

De todas formas, es oportuno mencionar que la búsqueda de la igualdad a través del socialismo, es un objetivo buscado por quienes, quizás sin saberlo, adhieren a una especie de socialismo utópico que no necesariamente coincide con los objetivos propuestos por los fundadores, ejecutores y difusores del marxismo. Jean Ousset escribió:

“No hay error más vulgar (error común, sin embargo) que creer que el marxismo tiene por finalidad un cierto tipo de organización social, la cual, una vez lograda, haría inútil su perfección, la acción revolucionaria, y permitiría, en consecuencia, una especie de descanso, de calma, si no de inmovilidad. Esto seria el ideal del socialismo utópico. El marxismo es, en vez, un socialismo dialéctico. Para él la revolución es permanente, continua”.

Josef Stalin escribió: “Para el reformista, la reforma es todo…Para el revolucionario, por el contrario, lo principal es el trabajo revolucionario y no la reforma. Para él la reforma es sólo el producto accesorio de la revolución. Es por esto que con la táctica revolucionaria, en las condiciones de existencia del poder burgués, una reforma es naturalmente un instrumento de esfuerzo de la revolución, un punto de apoyo para el desarrollo continuo del movimiento revolucionario”.

Por lo general, el revolucionario marxista no busca tanto mejorar las condiciones de los que tienen menores recursos económicos, sino de usarlos de alguna manera para sus propios fines políticos. Vladimir Lenín expresó:

“De hecho sólo el obrero atrasado se empeña en la lucha económica (entendámonos, la lucha por un simple mejoramiento de su estado). El obrero revolucionario rechaza con indignación todos los razonamientos sobre la lucha por las reivindicaciones que permitan resultados tangibles”.

“Casi todos los socialistas de entonces y en general los amigos de la clase obrera, no veían en el proletariado sino una plaga; veían con espanto agrandarse esta plaga a medida que se desarrollaba la industria. Por lo tanto trataban, por todos los medios, de detener el desarrollo de la industria y el proletariado. Marx y Engels ponían, por el contrario, toda su esperanza en el crecimiento continuo de este último. Cuantos más proletarios hay, más grande es su fuerza como clase revolucionaria, más cercano y posible está el socialismo” (Citado en “El marxismo leninismo”-Jean Ousset-Editorial Iction SRL-Buenos Aires 1963, como las demás citas).

Para el marxismo, en lugar de existir el proceso de evolución biológica y luego la evolución cultural del hombre, en vistas a la búsqueda de una plena adaptación al orden natural, supone que es el proceso de la revolución permanente el que ocupa ese lugar. Al respecto, Jean de Fabrègues escribió:

“La Revolución es explicación del mundo, de su movimiento, de su ritmo; ella le da sentido, su objetivo; ella es la esperanza y ella será el final de la obra….La Revolución es redentora, es también creación, nueva creación del mundo…La Revolución engendra no solamente relaciones nuevas entre los hombres y un mundo nuevo, sino más exactamente también un hombre nuevo”.

Es oportuno citar a Adolf Hitler para encontrar ciertas semejanzas respecto de las ideas marxistas. Hitler expresó:

“Somos un movimiento, esta es la palabra que lo dice todo…Sabemos que no hay estado definitivo, que no hay nada durable, que sólo hay una evolución perpetua. Lo que no se transforma es lo que está muerto. El presente ya es pasado. Pero el porvenir es la corriente inagotable de las posibilidades infinitas de una creación siempre nueva”.

Para que la revolución sea exitosa es necesario cortar los lazos de la sociedad con el pasado, para que todo individuo deje de estar alienado y comience su etapa de concientización. Jean Ousset escribió:

“Todo lo que pueda frenar, por el contrario, todo lo que signifique arraigo, fijación, adhesión a algún bien o verdad, será combatido y, si se puede, aniquilado. Tal es la ley, tal es la economía de la acción marxista, acción revolucionaria”.

Uno de los factores que producen la alienación, o alejamiento del individuo respecto de la realidad, es para el marxismo la religión. M. Baas escribió:

“Creando a Dios el hombre se ha despojado de sí mismo; ha atribuido a Dios una fuerza y un poder de señorío sobre la naturaleza que, de hecho, pertenece al hombre. Ese desprendimiento del hombre por el hombre en provecho de la idea de Dios, se llama, en lenguaje marxista, «la alienación humana». El hombre en la religión enajena su poder en provecho de la idea de Dios. Pertenece a la critica marxista denunciar esta ilusión, recuperar las fuerzas humanas alienadas, y devolver al hombre su verdadero destino humano”.

Así como la revolución, y no tanto sus resultados, es lo principal para el marxismo, la acción resultará más importante que la teoría, no existiendo, además, una verdad objetiva. Mao Tse Tung escribió:

“Una de las particularidades del materialismo dialéctico es su carácter práctico subrayando el hecho de que la teoría depende de la práctica, el hecho de que el fundamento de la teoría es la práctica, y de que la teoría, a su vez, es la práctica…El criterio de la verdad no puede ser sino la práctica social. El punto de vista de la práctica es el punto de vista primordial, fundamental, de la teoría materialista dialéctica del conocimiento”.

Habrá notado el lector que en el presente escrito se hace referencia a Lenin, Marx, Engels, Stalin, Mao Tse Tung, Hitler, quienes gozan del triste privilegio de constituir el grupo totalitario ejecutor directo e indirecto del asesinato de decenas de millones de seres humanos. Pero lo sorprendente del caso es la vigencia actual que tienen en importantes sectores de la sociedad y de la política.

Mientras que la revolución no es otra cosa que una guerra civil motivada principalmente por el odio inducido por alguna ideología totalitaria, los numerosos seguidores y admiradores de los lideres respectivos, consideran que la humanidad debe protegerse del “mayor peligro” existente: el liberalismo o capitalismo (democracia política + economía de mercado). Incluso algunos sectores cristianos, como el catolicismo, pareciera, no se han interiorizado lo suficiente respecto de lo que implica el pensamiento liberal y se oponen al mismo.

En cuanto a la democracia, todos conocen sus ventajas y también sus limitaciones, ya que las conductas individuales, fuera de una ética natural elemental, tienden a hacerle perder sus potenciales ventajas. En cuanto a la economía, el pensamiento liberal encuentra en el proceso del mercado la mejor forma de responder, mediante la producción, a las demandas establecidas por los consumidores.

Si la demanda consistiera en artículos inútiles o lujosos o superfluos, lo que normalmente no se da, no debe atribuirse al proceso del mercado culpa alguna, y tampoco a quienes lo promueven, sino que son las instituciones extra económicas las que deben orientar e influir en las personas para que administren con buen criterio el dinero que poseen. Ludwig von Mises escribió:

“Las grandes industrias, ésas a las que tanto se complace el izquierdismo en denigrar, sustancialmente producen para atender los deseos y necesidades de las masas. Ninguna empresa de lujo, dedicada tan sólo a atender las apetencias de los ricos, jamás alcanza verdadera magnitud. Y son precisamente los trabajadores de las gigantescas factorías quienes compran y consumen cuanto en tales centros fabriles se crea. He ahí la trascendental diferencia entre la producción capitalista y el sistema productivo de épocas anteriores”.

Si la mayoría prefiere sacrificar el futuro en beneficio del presente, consumiendo mediante créditos, en lugar de sacrificar el presente en beneficio del futuro, invirtiendo o ahorrando, no es una cuestión de la cual pueda culparse a la economía de mercado. Ludwig von Mises escribió: “Los países progresan sólo en la medida en que el capital invertido supera el crecimiento de la población”.

Si el prestamista, o el banco emisor de un crédito, actúan de manera que tienden a perjudicar al cliente, debe advertirse que tampoco es una situación que pueda achacarse al mercado, y menos a quienes lo promueven, ya que es el propio cliente quien debe prever los posibles efectos de su contratación.

Los políticos a cargo del Estado son quienes tienden a gastar más de lo que el Estado recibe, pensando en futuras elecciones. La irresponsabilidad creciente ha provocado, entre otros hechos, las severas crisis por las que atraviesan muchos países.

El mercado es un mecanismo éticamente neutro; se lo puede emplear para lograr buenos resultados tanto como para especular y aún más, distorsionarlo en la búsqueda de ventajas personales……para luego culpar al liberalismo porque tal sistema “no funciona bien”.

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