jueves, 3 de noviembre de 2011

Acerca de la despenalización del aborto

Las leyes establecidas por el hombre deben contemplar algunos requisitos básicos para ser efectivas y para beneficiar a cada individuo y, por lo tanto, a toda la sociedad. Entre los requisitos a tener presentes podemos mencionar los siguientes:

a) Deberán ser compatibles con las leyes naturales que rigen a los seres humanos
b) Deberán contemplar la adaptación de todo individuo al orden social
c) Deberán contemplar derechos naturales básicos como a la vida y a la libre elección individual
d) Deberán limitar el libre accionar individual cuando tienda a perjudicar los derechos naturales de otros individuos.
e) Deberán ser compatibles con la naturaleza humana

En primer lugar es necesario mencionar la existencia de leyes naturales que rigen nuestra conducta y que debemos tomar como referencia. Tales leyes son las leyes de Dios, en el contexto de las religiones, que son las mismas leyes que describe la ciencia experimental.

Las leyes naturales traen implícitos tanto premios como castigos. Los premios provendrán de la adaptación del individuo a las mismas, mientras que el castigo (o sufrimiento) provendrá de la falta de acatamiento o por su desconocimiento. Respecto de la ley natural, Marco Tulio Cicerón escribió:

“El universo entero ha sido sometido a un solo amo, a un solo rey supremo, al Dios todopoderoso que ha meditado, concebido y sancionado esta ley. Desconocerla es huirse a sí mismo, renegar de su naturaleza y por ello mismo padecer los castigos más crueles aunque escapara a los suplicios impuestos por los hombres”.

La ley humana, que proviene del Derecho, ubica limites al accionar individual tratando de lograr un orden social humano compatible con el orden social natural que existe en forma implícita en las leyes naturales que rigen a todos los hombres.

La ley humana, sin embargo, puede contemplar castigos adicionales a los impuestos por la ley natural con la finalidad de persuadir al individuo a dejar de lado las acciones que atentan contra la integridad y la libertad de otros seres humanos. También la pérdida de la libertad del individuo infractor debe contemplarse cuando se trata de alguien que pone en peligro la vida de los demás. Este encierro momentáneo no debe considerarse como un castigo adicional, sino como una forma de proteger al resto de la sociedad.

De todas formas, existen diversas etapas previas que impedirán que el individuo realice acciones negativas para los demás. En primer lugar está la conciencia individual que nos hace prever los efectos que nuestras acciones provocarán en el futuro. Si falla esa alternativa, será el medio familiar el que nos alertará sobre nuestra conducta errónea. Si falla esta segunda alternativa, será el medio social el que esta vez nos alertará. Si falla esta tercera alternativa, será la ley humana la que deberá advertirnos acerca del rumbo equivocado que hemos impuesto a nuestra vida.

Cuando en una sociedad se considera el surgimiento, o la abolición, de una ley como un acontecimiento de gran trascendencia, se vislumbra que las tres etapas previas (conciencia individual e influencia familiar y social) han fallado en cuanto a sus funciones limitadoras de nuestras acciones erróneas. Esto puede observarse en la reacción de algunos sectores religiosos ante la posible despenalización del aborto en la Argentina. Si la religión tuviese la influencia que tuvo en épocas pasadas, se consideraría tal ley como algo poco influyente debido a la eficaz influencia de las tres instancias previas mencionadas.

La crisis social de nuestra época está asociada, entre otros aspectos, al alejamiento de la sociedad respecto de la religión. Son varios los motivos por los que ello sucede. Uno de ellos es la creencia de que la religión es algo del pasado y que sus planteamientos son incompatibles con la ciencia. Sin embargo, como se dijo antes, la ciencia describe las leyes naturales, que son las leyes de Dios. Y si la ética que trata de imponer la religión es compatible con esas leyes, se trata de algo totalmente vigente en la actualidad, como lo fue y lo será en toda época.

Otro error que se comete es la descalificación de pensadores, como es el caso del antes citado Cicerón, como un autor “pagano”. Si bien este pensador romano existió antes de la era cristiana, puede observarse que sus ideas son enteramente compatibles con el pensamiento cristiano y con el posterior pensamiento científico. Que alguien haya considerado la existencia de varios dioses, o de un Dios distinto al de otras religiones, pero las consecuencias éticas de esa creencia sean las mismas, entonces se trata de actitudes éticas similares. Y las coincidencias deben darse en las cuestiones éticas antes que en cuestiones de tipo filosófico.

En cuanto a la “naturaleza humana”, concepto que resulta poco convincente en cuanto a las posibilidades para llegar a ponerse de acuerdo, al menos debe reconocerse que es posible generalizar tres aspectos básicos de nuestro comportamiento “natural”, y ellas son las tendencias a obtener la felicidad mediante la búsqueda de satisfacciones del cuerpo, de la mente y de los sentimientos. Cuando el individuo se aleja de cierto equilibrio y predomina sólo una de ellas, podemos hablar del “hombre mutilado”, que descuida partes importantes de su personalidad con el consecuente desajuste respecto de su adaptación al orden social antes mencionado.

En cuanto al derecho del aborto, podemos decir que es un derecho que se concede a una mujer para el asesinato de su propio hijo por nacer, algo que, sin embargo, está severamente castigado si el niño ya nació. Aunque parezca extraño, la ley condena el asesinato de niños de cualquier edad, pero si se lo comete un tiempo antes del nacimiento, la nueva ley (y la parte de la sociedad que la promovió) no vislumbra inconveniente alguno. En esto se observa cierta incoherencia lógica.

Si se aduce que mediante el aborto clandestino peligra la salud de la madre, que tiene poco dinero para hacerlo en lugares profesionalizados, en donde su riesgo sería mucho menor, se estaría buscando cierta igualdad respecto de la posibilidad concreta del asesinato del hijo no buscado.

Cualquiera puede darse cuenta que existen varias alternativas previas para no llegar a una situación extrema. De ahí que la ley, y la sociedad, deberían, de alguna forma, contemplar los derechos del niño por nacer. Además, deberían contemplar que la ley debe considerar como destinatario, no al ser humano mutilado y sin sentimientos, sino al ser humano pleno respecto de su naturaleza. En este caso, la ley que favorece al aborto, no penalizándolo, ayudaría a condenar de por vida a una mujer que alguna vez habrá de sentir un serio arrepentimiento por su acción extrema.

Las victimas serían dos en caso de tratarse de madres con sentimientos humanos, por lo que la ley debería prohibirlo. Si la ley (y la sociedad) contempla que las mujeres que llegan a tales extremos carecen de sentimientos humanos y que habrán de tomar la acción aludida sin remordimiento presente ni futuro, entonces la ley estaría dejando de cumplir con el objetivo de legislar a favor de seres humanos que responden a cierta naturaleza biológica y cultural, que no debería dejarse de lado.

En cuanto a los sectores que apoyan la despenalización del aborto y sectores que se oponen, podemos decir que se trata, en cierta forma, de clases sociales antagónicas, por lo cual, en primera instancia pareciera que se busca tal innovación legal, no para favorecer a cierto número de mujeres que pierden su vida debido a abortos clandestinos, sino a escandalizar al sector social que se opone, por el cual se tiene poca simpatía.

Podemos, brevemente, indicar las clases sociales que surgen de las actitudes básicas del hombre, en lugar de hacerlo, como generalmente se hace, en función de su nivel social o económico reconocido por la sociedad. Esta ha de ser una escala social natural o biológica, ya que tales actitudes tienen un componente predominantemente biológico antes que cultural, si bien la educación y la influencia social podrán corregir las tendencias naturales que el hombre presenta. Ellos serán:

a) Grupo que comparte las emociones de los seres de su especie. Los mamíferos, en general, traen incorporada una ventaja evolutiva por la cual pueden compartir el sufrimiento o el bienestar de sus hijos, y por ello pueden protegerlos eficazmente ante posibles peligros. La capacidad de amar al prójimo forma parte de esa ventaja evolutiva.

b) Grupo que es indiferente a las emociones de los seres de su especie. Los reptiles, según afirman los especialistas, no tienen capacidad de sufrimiento aun cuando su propia cría padezca algún tipo de daño o afronte un peligro inminente. También existen seres humanos, poco empáticos, que tienen muy poca predisposición a ubicarse en el lugar de otros para compartir sus emociones. El egoísmo y la indiferencia son las actitudes correspondientes.

c) Grupo de la empatía negativa: es el que sufre ante la felicidad ajena (envidia no comunicable) y se alegra del mal ajeno (burla disimulada o explícita), actitudes que forman parte del odio y se da sólo en seres humanos (al menos el autor no conoce otros casos en el reino animal).

Luego, los que pertenecen al primer grupo, se ubican imaginariamente en el lugar de la madre que ha de practicar un aborto y en la del niño que ha de recibir la agresión, y rechazan totalmente la posibilidad de legalizarlo. Sugieren otro tipo de medidas para solucionar los conflictos derivados de los abortos ilegales. Los que pertenecen al segundo grupo, son indiferentes, y no apoyan ni se oponen a la innovación legal que se busca implantar.

En cuanto al tercer grupo, puede decirse que por lo general ataca severamente al grupo esencialmente humanista constituido por sectores que se identifican con el cristianismo. Al sector cristiano, o católico, lo considera como “la burguesía” y le asocia atributos negativos heredados de épocas pasadas culpándolos de gran parte de los males de las sociedades actuales. Todo parece indicar que detrás del hecho legal aparece una batalla más de la prolongada lucha ideológica entre marxismo y cristianismo.

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