martes, 30 de agosto de 2011

La caída de los Imperios

A lo largo de la historia de la humanidad ha aparecido, y luego desaparecido, una sucesión de imperios y civilizaciones que tenían, como principal finalidad, la conquista y el posterior gobierno sobre toda la humanidad. Desde un punto de vista general podemos decir que las crisis que llevaron a sus respectivas desapariciones fueron motivadas por el desconocimiento de alguna ley natural, ya sea ética, social o económica. Tarde o temprano las leyes naturales “se rebelan” contra quienes las ignoran, y que son los “gigantes con pies de barro”, según la expresión bíblica. De aquí surge el antagonismo básico entre el Reino de Dios (el reino de la ley natural) y el Reino del Hombre (que pretende gobernar a otros hombres).

El desconocimiento de la ley natural de debe a dos causas básicas: la primera implica simplemente que no se conocen, en una época determinada, algunas leyes naturales debido a que el conocimiento humano progresa de una manera gradual. La segunda, porque el hombre ignora leyes conocidas haciendo efectiva aquella expresión que dice que “el hombre es el único ser viviente capaz de tropezar más de una vez con la misma piedra”.

Uno de los imperios más poderosos e influyentes en la civilización occidental fue el Imperio Romano. Algunos economistas atribuyen, como causa principal de su desintegración, a la ignorancia de leyes económicas básicas, desconocidas en esas épocas. Para “tranquilidad” de los antiguos romanos, podemos decir que en la actualidad, a pesar del tiempo transcurrido, se siguen ignorando esas leyes, pero esta vez, bastante bien establecidas.

La conocida expresión “pan y circo” (en oposición a trabajo y pan) vislumbra que el hoy vigente Estado de bienestar ya existía, de manera rudimentaria, en épocas del Imperio Romano. Para facilitar el consumo de alimentos básicos, el gobierno central dispuso establecer precios máximos, incluso se llevó a cabo una reducción del porcentaje de oro y plata, en las monedas utilizadas como medio de pago, llegando a un equivalente de la actual “impresión excesiva de circulante”, que es el inicio de los procesos inflacionarios. Con esos dos factores solamente se dispuso de los medios efectivos para generar una severa crisis que produjo la caída final del Imperio.

Con precios máximos e inflación creciente se llegó a una situación en que las actividades productivas agrícolas dejaron de ser rentables, iniciando etapas de hambre generalizado. Los habitantes de las ciudades, tanto como los campesinos, formaron comunidades autoabastecidas caracterizando la organización económica y social que habría de suceder al Imperio Romano, es decir, la sociedad feudal, mientras que antes de la caída, existía un mercado que abarcaba gran parte del Imperio. Ludwig von Mises escribe:

“No sólo las industrias, sino también la agricultura, tendían a especializarse cada vez más. Las diversas partes del imperio no eran ya económicamente autárquicas; más bien operaban como mutuamente interdependientes”.

“No fueron las invasiones bárbaras la causa y origen de la caída del Imperio Romano y del ocaso de su civilización, sino el resquebrajamiento de aquella interconexión económica. Los agresores exteriores no hicieron más que aprovechar la oportunidad que la debilidad interna del imperio les ofrecía”.

“El comercio de cereales y demás bienes considerados de primera necesidad fue objeto de una intervención mayor que otros aspectos de la actividad mercantil. Se consideraba inmoral e injusto pedir por el trigo, el aceite o el vino-los artículos esenciales en aquellos tiempos- precios superiores a los que las gentes tenían por normales. Las autoridades municipales intervenían enérgicamente para cortar lo que consideraban abusos de los especuladores”.

“El desastre sobrevino cuando, ante los disturbios políticos de los siglos III y IV, los emperadores se dedicaron a rebajar y envilecer la moneda. Tales prácticas, unidas a unos congelados precios máximos, paralizaron la producción y el comercio de los artículos básicos, desintegrando la organización económica de la sociedad”. “Para no morir de hambre, las gentes huían de las ciudades, refugiándose en el campo, dedicándose al cultivo de cereales, olivos, vides y otros productos, pero tan sólo para su propio consumo”.

“Surgió una tendencia en los latifundios a la autarquía. La actividad económica de las ciudades, el tráfico mercantil y el desenvolvimiento de las manufacturas urbanas se redujo de manera notable. El progreso de la división del trabajo, tanto en Italia como en las provincias del imperio, se contuvo. La estructura económica de la antigua civilización, que tan alto nivel alcanzara, retrocedió a lo que hoy se denomina feudal de la Edad Media.”

“Los emperadores se alarmaron ante tal estado de cosas que minaba gravemente su poderío militar y financiero. Pero las medidas adoptadas resultaron ineficaces por cuanto no atacaban la raíz del mal. Apelar a la coerción y compulsión para invertir la registrada tendencia hacia la desintegración social era contraproducente si se advierte que precisamente la descomposición traía su origen en el haberse aplicado desacertadamente medidas de fuerza y coacción. Ningún romano fue capaz de intuir que la decadencia del imperio era consecuencia de la injerencia estatal en los precios y del envilecimiento de la moneda”. (De “La Acción Humana”-Editorial Sopec SA-Madrid 1968)

Ludwig von Mises no olvida citar a los antoninos como los “emperadores buenos”, ya que, generalmente, quienes tratan de imponer precios máximos a los artículos de primera necesidad son considerados como personas de nobles sentimientos humanos. Se ha dicho que “el camino que conduce al infierno está plagado de buenas intenciones”, aunque siempre, en estos casos, se nota la criticable decisión de ser generoso con los bienes y con el trabajo ajenos, como los de los productores de alimentos básicos.

También puede observarse un error que se sigue cometiendo frecuentemente, tal el hecho de contemplar medidas económicas sólo para el corto plazo y que beneficia a un sector de la sociedad, ignorando otros plazos y otros sectores. Henry Hazlitt escribe: “El arte de la Economía consiste en considerar los efectos más remotos de cualquier acto o política y no meramente sus consecuencias inmediatas; en calcular las repercusiones de tal política no sobre un grupo, sino sobre todos los sectores” (De “La economía en una lección”-Unión Editorial SA-Madrid 1981). Podemos agregar que el cumplimiento de la lección de Hazlitt será considerada “políticamente incorrecta” y que, en caso de aplicarse, redituará pocos votos a favor del político que pretenda imponerla a toda una Nación.

Los errores que condujeron a la caída del Imperio Romano fueron repetidos varias veces en todo el mundo, principalmente bajo el socialismo. Así nace el Imperio Soviético, en donde se prohíbe el mercado y se impone una planificación económica central. La diferencia esencial, en cuanto a su vigencia, se debió a que, mientras los emperadores romanos no pudieron hacer trabajar adecuadamente al pueblo bajo presión militar, en la URSS se “solucionó” ese inconveniente y pudo así durar unos setenta años. Andrei Sajarov escribió: “La nuestra es una economía permanentemente militarizada a un nivel inverosímil en tiempos de paz, que resulta opresiva para la población y peligrosa para el resto del mundo” (De “Mi país y el mundo”-Editorial Moguer SA-Barcelona 1976)

La “solución soviética” a la falta de incentivos para el trabajador, se logró mediante un sistema que implantó el terror como una práctica habitual. Alexander Solyenitsin escribió: “Fue el sistema que, en plena paz, provocó artificialmente el hambre en Ucrania. Seis millones de personas murieron en Ucrania de hambre, a las puertas mismas de Europa, entre 1932 y 1933. Europa no se dio cuenta y el mundo no se dio cuenta….¡ Seis millones de personas!” (De “En la lucha por la libertad”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1976).

La caída del Imperio Soviético resulta relativamente fácil de describir, ya que sólo hizo falta alivianar la presión militar sobre el pueblo para que se produjera. Al respecto, Jean-François Revel escribió: “Añadir que los regímenes de Estado se mantenían únicamente bajo la amenaza permanente de una intervención del Ejército Rojo, era tachado de sectarismo. Desde el momento en que, gracias a la política de Gorbachov, fue evidente que esta amenaza había sido retirada del cuadro, bastaron tres meses para que la población barriera al socialismo” (De “El Renacimiento Democrático”-Plaza & Janes Editores-Barcelona 1992).

Los procesos de crisis y caída de los imperios lleva bastante tiempo, tal el caso del Imperio Británico. Algunos autores veían hace varias décadas atrás a la corrupción generalizada como la semilla del desmoronamiento que finalmente se produjo. En un artículo del periódico The Times (11/2/63) se expresa lo siguiente:

“Para que la Cámara de los Comunes llegue al centro de la cuestión hoy, tendrá que reconocer que la crisis inherente a la situación política y económica de Gran Bretaña es una crisis moral. La cuestión de los incentivos nunca ha sido presentada con suficiente amplitud. El garrote y la zanahoria, incluso las balas y los diamantes, pueden ser eficaces durante un tiempo en cualquier nación. Pero la historia demuestra que las sociedades se levantan y caen, florecen y se derrumban, por aquello en que creen, y por lo que representa su manera de vivir”.

En otro articulo (28/7/62) se expresaba: “Las indagaciones a que está siendo sometida la nación son de un carácter que los individuos difícilmente comprendan ellos mismos…aturdimiento…desorientación de la juventud…desilusión de los dos partidos políticos principales…falta de sentido de la vida” (Citados en “El fantasma de la corrupción en Gran Bretaña”-Peter Howard-Emecé Editores SA- Buenos Aires 1964).

En cuanto a los EEUU, se advierte desde hace varias décadas la tendencia a dirigirse hacia un socialismo encubierto. William E. Simon escribió al respecto:

“Nuestro país no es un Estado benefactor ni siquiera en el viejo sentido del New Deal. Hoy en día es nada más que un Estado redistribucionista, que saca a uno para dar a otro, y ese otro no es ni huérfano, ni tullido, ni viejo; sencillamente es el otro”.

“El Estado intervencionista puede confiscar, puede redistribuir lo que ha confiscado, puede gastar más de lo que dispone recurriendo a préstamos y emitiendo moneda sin respaldo. Hay una sola cosa que no puede hacer: producir riqueza”.

“En el caso del gobierno federal se puede recurrir al expediente de fabricar dinero para costear nuestras locuras, durante un tiempo, pero de esa manera continuamos envileciendo nuestra moneda y nos encaminamos al colapso económico. Ése es el camino sobre el cual transitamos actualmente; ésa es la dirección en la cual los «benefactores» nos guían” (De “La hora de la verdad”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1980).


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