viernes, 13 de mayo de 2011

Ideas que dividen al mundo

Denominamos generalmente como “ideología” a un conjunto de ideas que apuntan hacia el logro de uno o más objetivos. Las ideologías son una consecuencia de una previa visión del mundo, y son de origen filosófico, religioso o científico. También podemos asignar a dicha palabra el significado de “ciencia de las ideas”. Como primer objetivo de esta ciencia aparece el estudio de los efectos que en el individuo y en la sociedad han de producir las ideas con trascendencia social. Desde el punto de vista adoptado, podemos establecer una clasificación general de las ideas:

a) Ideas que favorecen la unión de individuos y pueblos.
b) Ideas que promueven la división y el antagonismo de individuos y pueblos

Para valorar las distintas propuestas ideológicas, debemos observar tanto los efectos que producen como también la coherencia lógica que las sustenta. Si sus efectos son negativos, no existirá mayor diferencia si se tenían “buenas intenciones” y pocas aptitudes, o bien si el mismo efecto se produjo porque la ideología se sustentaba en malas intenciones de sus realizadores y se acertó con su objetivo.

En cuanto a la valoración de las acciones individuales, podemos, y debemos, tener presente el carácter de las intenciones, pero en el caso de quienes aceptan la responsabilidad de regir al Estado o de quienes influyen de alguna manera en la mentalidad generalizada de la sociedad, incurren en una gran irresponsabilidad si no están capacitados para la función desempeñada.

Así como las enfermedades atacan nuestra integridad personal, las ideologías negativas atacan la integridad social. Los principales ámbitos de disputas y discusiones son los siguientes:

1- Economía y sociedad: lucha ideológica entre liberalismo y socialismo

2- Religión: lucha ideológica entre religiones

Comenzando por el primero de los conflictos, mencionaremos la opinión del economista Paul Krugman, quien escribió:

“Un lado de la política estadounidense considera que el Estado moderno de asistencia social –una economía de empresa privada, pero en la cual se cobran impuestos a los ganadores de la sociedad para que cubran el costo de una red de seguridad social- es moralmente superior al violento y descarnado capitalismo que teníamos antes del New Deal. Tan sólo es correcto, cree esta parte, que los ricos ayuden a los menos afortunados”.

“La otra parte cree que la gente tiene derecho a quedarse con lo que gana, y que cobrarles impuestos para mantener a otros, sin consideración a cuánto lo necesiten, equivale a un robo. Eso es lo que está detrás de la predilección del derecho moderno por la retórica violenta: muchos activistas de la derecha realmente consideran que los impuestos y la normatividad son imposiciones tiránicas sobre su libertad”.

“Cada una de las partes en ese debate cree apasionadamente que la otra parte está mal. Y está bien que ellos digan eso. Lo que no es aceptable es el tipo de violencia y retórica alentando la violencia de eliminación, que se ha vuelto demasiado común en estos últimos años” (De “Una nación dividida por el bien y el mal”-Diario “Los Andes”-Mendoza 23/01/2011).

Podemos plantear dos casos hipotéticos que podrán utilizarse como un examen para determinar el grado de adhesión al socialismo o al liberalismo existente en un individuo:

Primer Escenario: existe una sociedad económicamente desigual en la cual un sector dispone de un promedio de 100 unidades de riqueza, mientras que otro sector dispone de 30 de esas unidades.

Segundo escenario: existe una sociedad igualitaria en donde todos tienen un promedio de 20 unidades de riqueza.

El individuo con mentalidad socialista elegirá la segunda opción por cuanto, al existir igualdad económica, sostiene que no existirán motivos de envidia ni tampoco marginación social. El individuo con mentalidad liberal elegirá la primera opción por cuanto en esa sociedad existe un mejor nivel económico con posibilidades de mejoras. Winston Churchill expresó: “El vicio inherente del capitalismo es el reparto desigual de las bendiciones: la virtud inherente del socialismo es el reparto equitativo de las miserias”

Respecto del socialismo debe señalarse que, adoptando valores extra económicos (éticos e intelectuales) tiende a desaparecer la actitud que lo promueve. La “noble idea” de la igualdad económica, propia del socialismo teórico, conduce en realidad a una notable desigualdad en el socialismo real, ya que implica una clase dirigente que predomina respecto de la clase popular. Andrei D. Sajarov escribió:

“Aunque a diario los altavoces sugieran al ciudadano medio soviético que él es el dueño del país, este ciudadano comprende perfectamente que los verdaderos amos son los que, arrellanados en los asientos de sus lujosos, negros y blindados automóviles, ve pasar cada día, mañana y tarde, por las calzadas desiertas”.

“Hasta el momento presente, el socialismo ha significado en todo momento un sistema de partido único, un poder detentado por una burocracia rapaz e incompetente, la expropiación de toda clase de propiedad privada, el terror de la Cheka o sus afines, la destrucción de las fuerzas productivas y la consiguiente necesidad de restaurarlas y expandirlas a expensas de incontables sacrificios por parte del pueblo, y de violencias de las que son blanco la conciencia y el pensamiento libre” (De “Mi país y el mundo”-Editorial Noguer SA-Barcelona 1976).

Para la promoción de la “noble idea”, se atribuye a la desigualdad económica todas las injusticias existentes en las sociedades libres. De ahí que el socialismo moderado apunta a que el Estado sea el encargado de quitarle recursos al sector que trabaja para entregárselo al sector improductivo. Por lo que el empresario, el que más favorece a la producción, es mirado como el principal promotor de “desigualdad”.

Por otra parte, las injusticias que se producen en los intentos revolucionarios por tomar el poder, son legitimadas por la “noble idea” de la igualdad económica. Jean-Françoise Revel escribió: “Según la izquierda, «la guerra es la paz» cuando la URSS vence, y existen ocupaciones extranjeras buenas (como en el caso de Afganistán) y malas, hay una violencia buena y otra mala, dictaduras buenas y malas, y terrores buenos y malos” (Del prólogo de “La ceguera voluntaria”-Christian Jelen-Editorial Planeta SA-Buenos Aires 1985).

En cuanto a la religión, debemos considerar dos posturas generales, si bien es posible que no toda manifestación religiosa pueda quedar incluida en este simple esquema. Tenemos primeramente a la religión tradicional (teísmo) cuya visión del mundo puede sintetizarse en la siguiente igualdad:

Universo = Dios + Naturaleza

Por otra parte, la religión natural (deísmo) adopta la visión expresada principalmente por Baruch de Spinoza:

Universo = Dios = Naturaleza

Si consideramos la validez de la postura teísta, podemos preguntarnos si Dios actúa de igual manera en iguales circunstancias. En caso afirmativo, podemos decir que admite una ley similar que la ley impuesta a los seres humanos. De ahí que sea posible considerar cierta compatibilidad entre ambas posturas.

En cuanto a los conflictos religiosos, en primer lugar debemos considerar la discriminación hacia los “no creyentes” por parte de los “creyentes” en Dios. Se considera como una virtud la creencia en un ser exterior al mundo (teísmo) que interrumpe las leyes naturales a partir de nuestros pedidos, mientras que se considera un grave defecto pensar en la existencia de leyes naturales invariantes (deísmo o religión natural).

Se otorga mayor mérito a una postura filosófica que a una actitud ética, lo que es admisible en filosofía, pero no en religión. En las religiones éticas, como el cristianismo, es prioritario el amor al prójimo a la creencia de tipo cognitivo (o debería serlo). También existen discriminaciones entre religiones y entre sectas seguidoras de un mismo profeta.

Al priorizar la fe sobre las obras, la postura cognitiva sobre la acción concreta, el intelecto sobre los sentimientos, se ha desnaturalizado la esencia de la religión. Con ello se ha dado cabida a la “religión competitiva” (irreligión) en lugar de la religión cooperativa, la que “une a los adeptos”. Baruch de Spinoza escribió:

“Pero, tanto han podido la ambición y el crimen, que se ha puesto la religión no tanto en seguir las enseñanzas del Espíritu Santo, cuanto en defender las invenciones de los hombres; más aún, la religión no se reduce a la caridad, sino a difundir discordias entre los hombres y a propagar el odio más funesto, que disimulan con el falso nombre de celo divino y de fervor ardiente. A estos males se añade la superstición, que enseña a los hombres a despreciar la razón y la naturaleza y a admirar y venerar únicamente lo que contradice a ambas”.

“Por gobierno de Dios entiendo el orden fijo e inmutable o la concatenación de las cosas naturales, puesto que las leyes universales de la naturaleza, conforme a las cuales se hacen y determinan todas las cosas, no son más que los eternos decretos de Dios, que implican siempre una verdad y una necesidad eternas. Es, pues, lo mismo que digamos que todas las cosas se hacen según las leyes de la naturaleza o que son ordenadas por el decreto de Dios y su gobierno” (Del “Tratado teológico-político”-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1994).

La religión debe encuadrarse en la tendencia general de la adaptación cultural del hombre al orden natural. De ahí que deba contemplar principalmente a dicho orden y a las leyes naturales que lo conforman. Cuando no se tiene en cuenta al orden natural, se cae en el subjetivismo absoluto dando lugar a graves conflictos intelectuales y sociales.

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