jueves, 31 de marzo de 2011

La lucha política


Siguiendo la tendencia de la lucha ideológica existente entre liberalismo y totalitarismo, aparece la lucha política entre estos sectores. Tal lucha viene asociada, en nuestra época, al uso de la mentira, el engaño, y otros medios reñidos con la ética elemental. Jean-François Revel escribió: “La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira”. “La democracia no puede vivir sin la verdad, el totalitarismo no puede vivir sin la mentira; la democracia se suicida si se deja invadir por la mentira, el totalitarismo si se deja invadir por la verdad”.

La política totalitaria se caracteriza por tomar como fundamento algún tipo de creencia, o mito, en lugar de recurrir a un plano racional y objetivo, de ahí las pocas posibilidades de entendimiento que se vislumbran hacia el futuro. Estos mitos fueron descriptos por Joaquín Sánchez Covisa y son los siguientes:

“Mito colectivista: es el que caracteriza a los ideólogos de las diversas doctrinas políticas totalitarias. Considera que el Estado, en cuanto personificación del interés general, tiene la misión de dirigir y controlar, en su integridad, los recursos productivos y, por lo tanto, el proceso económico de la comunidad. Imagina que ha de lograr así sustituir una economía anárquica e injusta, basada en el afán de lucro individual, por una economía planificada que ha de satisfacer a cabalidad las necesidades de los hombres. Es este el mito que late en las utopías humanas de todos los tiempos y el que ha inspirado modernamente las políticas despiadadas del nacionalsocialismo alemán y del marxismo-leninismo soviético.

Esta concepción es ilusoria porque se basa en la ignorancia de las realidades objetivas de la economía y en el desprecio de las enseñanzas de la historia. No obstante, se ha convertido en uno de los ídolos de la mitología política de nuestra época. Como todos los falsos ídolos, sólo ha servido, allí donde se ha logrado imponer, para empobrecer y sacrificar a los pueblos que se han ofrendado a la nueva e implacable deidad”.

“Mito liberal: es el que niega que corresponda al Estado función alguna en la economía de la comunidad. Considera que el Estado es un instrumento inútil, si no nefasto, que seria preciso arrinconar. Imagina que, dejando que cada cual haga lo que le venga en gana, ha de lograrse, por obra de una misteriosa ley, un orden de armonía y felicidad.

Esta concepción es igualmente ilusoria. Pero lo es en forma muy distinta a la anterior. Lo es, en efecto, porque no hay nadie digno de ser citado que haya salido nunca en su defensa. No tiene ni ha tenido nunca que ver con el verdadero pensamiento liberal, ni puede identificarse con el sentido progresivo que tuvo, en un mundo deformado por trabas mercantilistas y feudales, la consigna del laissez faire. Constituye un ídolo imaginario que han inventado, a manera de espantajo popular, los que pretenden atraer gentes hacia el mito del Estado redentor”.

“Mito de la intervención: es de líneas más imprecisas, pero no menos ilusorio que los otros dos, y que pudiera llamarse el mito de la intervención. Es el que sostienen aquellos que perciben las amenazas efectivas del mito colectivista y quieren a la vez evadir el imaginario mito liberal. Es el mito de los espíritus ingenuos que pretenden eliminar las injusticias de este mundo sin analizar las causas efectivas que las ocasionan; de quienes imaginan que el Estado puede, mediante intervenciones bien intencionadas, abrir ilimitadas perspectivas de bienestar y prosperidad.

Es también el que utilizan, con criterios puramente egoístas, aquellos que tratan de canalizar esas intervenciones aisladas a favor de su interés particular. Y es, en este aspecto, el que amenaza convertir al Estado moderno en un campo de lucha de intereses bastardos, en el cual, como decía agudamente Bastiat, todo el mundo se esfuerza en vivir a expensas de todo el mundo.

Este tercer mito es, en cierto modo, el más respetable y el más peligroso de los tres. Es el más respetable porque se apoya muchas veces en generosos objetivos sociales y pretende evitar a los hombres la miseria económica y espiritual del colectivismo integral. Y es más peligroso porque, bajo un ropaje altruista, contribuye, inconscientemente, a la destrucción de un orden económico que no entiende, o no quiere entender y abona así el terreno para las consignas simplistas del colectivismo. El mito de la intervención es el trágico exponente de una época de impotencia y desorientación” (De la Revista “Orientación Económica” N° 4 – Caracas 1962)

Una de las tácticas utilizadas por los totalitarios es el cambio del significado de las palabras de manera de crear un lenguaje confuso. Una de ellas es la palabra “democracia”. Recordemos que la Alemania del Este, en lugar de denominarse “República Totalitaria Alemana”, se denominaba República Democrática Alemana. La muralla de Berlín fue un símbolo evidente de algo que no fue precisamente una democracia.

Acerca de la palabra “libertad”, Friedrich A. Hayek escribió: “Pocos trazos de los regimenes totalitarios son a la vez tan perturbadores para el observador superficial y tan característico de todo un clima intelectual como la perversión completa del lenguaje, el cambio de significado de las palabras con las que se expresan los ideales de los nuevos regimenes”.

“La que más ha sufrido a este respecto es, desde luego, la palabra libertad. Es una palabra que se usa tan desembarazadamente en los Estados totalitarios como en cualquier parte”. “Pero su empleo de la palabra libertad es tan engañoso como en boca de los políticos totalitarios. Como la libertad de estos, la «libertad colectiva» que aquél nos ofrece no es la libertad de los miembros de la sociedad, sino la libertad ilimitada del planificador para hacer con la sociedad lo que se le antoje. Es la confusión de la libertad con el poder llevada al extremo” (De “Camino de servidumbre”-Alianza Editorial SA- Madrid 2000)

En cuanto a la denominación de “liberal”, Ludwig von Mises escribió: “En la Gran Bretaña, el adjetivo «liberal» se utiliza, por lo general, para designar un programa que poco difiere del totalitarismo socialista. En los EEUU, el término «liberal» ampara actualmente un conjunto de ideas y postulados políticos que constituyen la propia contrafigura de lo que aquel vocablo significaba para anteriores generaciones” (De “Liberalismo”-Editorial Planeta-DeAgostini SA-Barcelona 1994).

Los políticos, para no perder votos, pocas veces se definen por una o por otra tendencia, es decir, por el liberalismo económico y la democracia, o bien por una economía socialista y el totalitarismo. Otras veces ni siquiera tienen claramente presente a estas tendencias básicas de la política. Jean Fourastié escribió: “Por razones fáciles de entender, el candidato de izquierda habló poco de erigir el socialismo (con el fin de obtener la mayor cantidad posible de votos de la derecha) y el candidato de derecha habló poco de afirmar el capitalismo (con el fin de procurar obtener votos de la izquierda)” (De “El largo camino de los hombres”- Emecé Editores SA-Buenos Aires 1979).

Todos los pretextos son eficaces para quienes aspiran al logro del poder absoluto sobre los demás integrantes de la sociedad. El más difundido es el de la lucha contra el “enemigo imperialista”, ya sea real o imaginario. El odio generalizado contra los habitantes de EEUU proviene de considerar que todos adhieren al capitalismo, ignorando que gran parte de la población estadounidense se identifica con los sistemas totalitarios. Ludwig von Mises escribió: “El americano que se autodenomina «liberal» invariablemente milita en favor de la omnipotencia estatal, es enemigo encarnizado de la libre empresa y aspira a la planificación de todo por parte de la autoridad, o sea, en otras palabras, que desea implantar el socialismo”.

También la lucha por el predominio de la identidad nacional resulta ser un buen pretexto para la toma del poder. Aunque, para evitar conflictos continuos y perpetuos, resulta conveniente encontrar una identidad humana de características universales. Recordemos que los mensajes éticos de los grandes predicadores tienen una vigencia universal e incluso trascienden las épocas. Jean-François Revel escribió: “La reivindicación de la «identidad cultural» sirve, por otra parte, a las minorías dirigentes del Tercer Mundo para justificar la censura de la información y el ejercicio de la dictadura. Con el pretexto de proteger la pureza cultural de su pueblo, esos dirigentes lo mantienen tanto como les es posible en la ignorancia de lo que sucede en el mundo y de lo que éste piensa de ellos” (De “El conocimiento inútil”-Editorial Planeta SA-Barcelona 1989).

Uno de los típicos casos del ascenso al poder de los totalitarios es el de la traición de Fidel Castro a la revolución cubana, por cuanto el objetivo inicial de la lucha armada fue el derrocamiento del dictador Fulgencio Batista, mientras que el objetivo secreto de Castro era establecer una nueva dictadura (que se instaló desde el año 1959). Traiciona a varios de sus camaradas e incluso los encarcela una vez finalizada la revolución. Nicolás Márquez escribe: “En verdad, Batista era un intervencionista con rasgos autoritarios sin demasiada carga ideológica. Los rebeldes comandados por Castro que habían intentado derrocarlo en 1953 y ahora renovaban la apuesta, se presentaban públicamente como demócratas antimarxistas que pretendían reinstaurar la Constitución de 1940, el mecanismo republicano y el sistema electoral sin sospechas de fraude” (De “El canalla”- Nicolás Márquez – Buenos Aires 2009)

Lo que resulta sorprendente es el hecho de que muchos intelectuales, aun conociendo el peligro extremo que resulta de unificar todo el poder de una Nación en un reducido número de personas, o incluso, en una persona, y conociendo los efectos catastróficos ocurridos durante el siglo XX (asesinatos masivos por parte de Hitler, Stalin, Mao y otros) sigan promoviendo estas situaciones en la actualidad.

Quienes pretenden dirigir mentalmente al hombre-masa, y quienes apoyan ese objetivo, deberían recordar el ejemplo del Mahatma Gandhi, quien se dirigía al individuo para fortalecerlo moral e intelectualmente. Fortaleciendo individualmente a sus compatriotas logró liberar a la India del dominio imperialista ejercido por los británicos. Los totalitarios, por el contrario, promoviendo el odio y la mentira, sólo consiguen acentuar la dependencia respecto de los enemigos reales o imaginarios
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lunes, 28 de marzo de 2011

¿ Es científico el marxismo ?

La ciencia experimental tiene como objetivo la descripción de leyes naturales y consiste básicamente en el proceso de prueba y error. Luego, el conocimiento obtenido habrá de organizarse en forma axiomática. Generalmente denominamos “conocimiento científico” al que pasó exitosamente la prueba de la contrastación con la propia realidad, mientras que otras tantas descripciones debieron dejarse de lado una vez que respondieron negativamente a la verificación correspondiente.

Se dice que la ciencia es democrática por cuanto lo que uno puede ver, todos pueden verlo. Todo individuo dispone, en principio, de la posibilidad de observar los experimentos que otros hicieron. En las ciencias sociales, sin embargo, pueden surgir desacuerdos respecto de la interpretación de algunos hechos, ya que podrán ser asimilados a alguna de las teorías propuestas si son presentados de una manera que resulte favorable.

El marxismo es una ideología que pretende imponerse mediante su autodenominación de “científica”, lo que implica ser un “conocimiento científico verificado experimentalmente”; algo que deja muchas dudas. Por ello debemos analizar las distintas afirmaciones de la ideología socialista, tales las que surgen en ámbitos como ética, lógica, economía, sociología y política.

Respecto de la ética, el marxismo considera que “No hay normas permanentes de moral. La moral es relativa y depende de las condiciones económicas y es diferente para cada época histórica y para cada clase social” (Florencio José Arnaudo) (De “La lucha ideológica”–Eudeba–Buenos Aires 1981). Esto resulta incompatible con las investigaciones llevadas a cabo en neurociencia en las cuales se buscan las bases biológicas de nuestro comportamiento ético aceptándose tácitamente la existencia de cierta ética natural y objetiva.

Para solucionar los efectos negativos de la sociedad, el marxismo propone una sociedad nueva y un hombre nuevo, que adoptan como lema el propuesto por Louis Blanc: “De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad”. Se trataría de efectuar un salto, partiendo desde una sociedad en que predominan el odio y el egoísmo, hasta llegar al altruismo, lo que implica “sacrificarse por los demás” (por la sociedad, por el Estado, etc.). El sacrificio altruista es la base de la ética colectivista y del Estado totalitario, mientras que el beneficio simultáneo es la base de la ética individual y del Estado democrático.

En realidad, la actitud altruista no constituye un gran sacrificio para el individuo que fue convencido previamente de que esa es la actitud más conveniente para su vida. Se pasa por alto la actitud ética natural, basada en el fenómeno de la empatía y es la que sugiere un beneficio simultáneo entre las partes que intervienen en todo proceso social.

El pensamiento socialista no solo adhiere al relativismo moral sino también al relativismo cognitivo. No sólo no existiría el Bien sino tampoco la Verdad (al menos el Bien y la Verdad propuestos por otras ideologías). Ludwig von Mises escribió: “Conforme a la concepción marxista, la existencia colectiva determina la conciencia. Las ideas que expresa un autor las ocasiona el hecho de que pertenezca a tal o cual clase social y no está en su poder salirse de su clase y liberar su pensamiento de la tendencia que le prescribe su interés de clase. Se refuta así la posibilidad de una ciencia general, válida para todos los hombres sin distinción de clases” (De “El socialismo”–Editorial Hermes SA–México 1961)

En cuanto a la lógica, si se analizan las distintas investigaciones realizadas por matemáticos y lógicos, se observará que nunca tienen en cuenta a la “lógica dialéctica”. Friedrich Engels afirmó: “La dialéctica es la ciencia de las leyes generales de la evolución de la naturaleza, de la sociedad humana y del pensamiento”. En esta expresión se observa que el pensamiento socialista adopta reglas distintas a las empleadas por la ciencia experimental. Florencio José Arnaudo escribe al respecto: “Con la aplicación de la dialéctica a la evolución de la materia se puede deducir cualquier cosa porque no puede definirse concretamente cuándo una cosa es negación de otra. Cada tesis tiene varias antítesis y con frecuencia no se llega a ninguna síntesis”.

En cuanto a la sociología, el marxismo supone la existencia de una ley general de la evolución cultural del hombre, tal el caso de la “lucha de clases”. Una verificación inmediata puede mostrarnos la existencia de la clase media, en la mayor parte de las naciones, hecho que no concuerda con lo que propone el marxismo. La lucha de clases puede ser real en aquellas sociedades en que el pensamiento socialista previamente influyó en gran parte de los individuos culpando al sector productivo (o empresarial) de ser el culpable de todos los males existentes. Esta forma de hacer “ciencia” se denomina “profecía de autocumplimento” (“Si los individuos definen como reales ciertas situaciones, éstas son reales en sus consecuencias. Quiere decir que la percepción de una consecuencia como real la transforma en causa de ésta”) (Del “Diccionario de Sociología” de E. del Acebo Ibáñez y R. J. Brie–Editorial Claridad–Buenos Aires 2006).

Para describir un grupo de personas, incluso a una clase social, se puede imaginar al personaje típico o al representativo de la clase, sobre el cual se establecerá una generalización. De esa manera se considerará a cada grupo como si estuviese constituido por integrantes bastante parecidos al que se tomó como referencia. Esta generalización inmediata muchas veces constituye el inicio de algún tipo de discriminación social, tal como ocurre con los atributos negativos destinados por el marxismo a la “burguesía”. Para Marx, el personaje representativo de la burguesía es una persona egoísta y perversa, que ignora otros valores distintos a los económicos. Si obtiene suficiente dinero, se sentirá importante y se jactará de ello. Tenderá a hacer ostentación de su riqueza para despertar la envidia en los demás.

Alguien que no es marxista, y que tenga como valores prioritarios a lo ético y a lo intelectual, seguramente no le otorgará un lugar distinguido a tal personaje, mientras que el marxista (con una escala de valores similar al que hace ostentación de riqueza) sentirá envidia al no poder poseer los bienes materiales logrados por aquél. Como siempre ocurre, el egoísmo despierta el odio. Ludwig von Mises escribió: “Lo que ha hecho una realidad la lucha de clases es la conciencia de clases creada por la ideología marxista. Es la idea la que ha creado la clase y no la clase quien ha creado la idea”.

Otro de los errores evidentes lo constituye la teoría del valor, en economía. En la actualidad se afirma que el valor de un bien depende de dos factores. Si uno de ellos se anula, se anula el valor económico de dicho bien.

Valor = (Interés del usuario) x (Dificultad de obtención)

Al considerar que “El valor de una mercancía es igual a la cantidad de trabajo necesario para su producción” (definición de David Ricardo), el marxismo adopta una postura incorrecta respecto de esa variable económica.

Mientras que en la ciencia económica se acepta que los factores de la producción son la tierra (o materias primas), el capital, el trabajo y la empresa, el marxismo supone al trabajo como el principal factor de la producción, ignorando a los demás. Luis Pazos escribió: “Marx consideró al trabajo como el único factor que agregaba valor a los bienes durante su elaboración, y a los trabajadores como a los únicos destinatarios de dicho valor. Schumpeter sostiene que es el empresario el personaje central en el desarrollo económico de un país” (De “Ciencia y teoría económica”–Editorial Diana SA–México 1981).

A partir de la idea errónea de Marx, respecto de la incidencia del factor trabajo en la producción, se sostiene que el empresario se apropia injustificadamente de algo que le pertenece al trabajador, lo que se conoce como “plusvalía”, concepto conocido (y también mal interpretado) por Adam Smith.

La formación y acumulación de capital productivo ha de ser la principal causa de la riqueza de los pueblos, y este capital, desde la óptica marxista, lo establecería el empresario quedándose con aquella parte que le quitó a sus trabajadores. Pero ello se soluciona fácilmente en la sociedad colectivista por cuanto la plusvalía pasa del trabajador al Estado sin inconveniente alguno por cuanto aquél ya ha sido mentalizado previamente de que debe trabajar con entusiasmo a favor de la clase directora de la sociedad ya que esta clase será capaz de “distribuir con justicia” la riqueza obtenida. De todas formas, en la ex URSS se admitía el valor económico del capital como un importante factor de la producción. De ahí que el socialismo es simplemente un capitalismo estatal acentuados los errores atribuidos al capitalismo privado. Claudio Napoleoni escribió: “La alternativa entre consumo presente y formación de capital (en la URSS) se decidió de una vez por todas con la elección de un tipo de gestión que, reduciendo el consumo a nivel de subsistencia, garantizará el desarrollo mas rápido posible”.

Otro de los inconvenientes de la planificación económica socialista aparece en la imposibilidad de llevar a cabo cálculos económicos. Claudio Napoleoni escribió: “En el pasado se ha reconocido en la Unión Soviética la necesidad de una determinación correcta de los precios; pero el criterio que se ha propuesto para llegar a esta determinación ha sido el de la proporcionalidad de los precios y las cantidades de trabajo necesarias para producir los distintos bienes. No parece que este criterio haya sido nunca aplicado extensamente, pero lo que es cierto es que no hubiera proporcionado una base correcta para el cálculo de los precios, ya que no se puede considerar que los precios estén determinados únicamente por las cantidades de trabajo. En esencia, la determinación de los precios en el plan soviético se ha conseguido empíricamente, no sólo a causa de dificultades prácticas de cálculo, sino por la insuficiencia del criterio mismo de cálculo” (De “Curso de Economía Política”–Ediciones Oikos-Tau SA–Barcelona 1977).

El plan socialista parece ser una gran “profecía de autocumplimiento” ya que parte de varios conceptos erróneos que dejarían de serlo una vez que la sociedad real se adaptara a la sociedad artificial surgida del pensamiento de Marx. Si la ciencia consiste en ser una actividad cognitiva que describe leyes naturales, una actividad científicamente errónea será la que realiza descripciones que no se adaptan a la realidad, mientras que una actividad anticientífica habría de ser aquella que trata de adaptar al ser humano a una sociedad inviable que surge de la mente de un hombre.

jueves, 17 de marzo de 2011

La lucha ideológica

A lo largo de la historia han aparecido individuos y grupos que, aduciendo cierta superioridad racial, social o ética, han tratado de legitimar sus aspiraciones a gobernar a otros individuos y a otros grupos. En épocas recientes, los “autoelegidos” han tratado de hacerlo a través del dominio del Estado, por lo cual se los designa como totalitarios. Alberto Rodríguez Varela escribió: “El estado totalitario constituye la culminación de tendencias doctrinales que conducen a la aniquilación de la persona humana y a su absorción integral por la comunidad política en nombre de diferentes mitos (nación, raza, clase) según se trate del fascismo, el nacionalsocialismo o el comunismo”. Las modalidades principales del totalitarismo son las siguientes (según Mario Justo López):

1) Partido político único
2) Inexistencia de la división de poderes.
3) Ausencia de oposición legalizada
4) Desconocimiento de libertades esenciales
5) Control centralizado de la economía.

Uno de los grupos totalitarios de mayor vigencia en la actualidad es el que se atribuye legitimidad debido a su “superioridad ética”. Tal superioridad no radica en ser capaces de producir bienes materiales suficientes que favorecerán a la sociedad, sino por tener las intenciones de distribuir lo que producen los demás. Además, ese grupo considera al sector productivo como éticamente inferior, por lo cual estima que se le deben expropiar sus empresas o bien las ganancias que las mismas brindan a sus poseedores.

Por otra parte, existe una mayoría de hombres que rechazan tanto la posibilidad de convertirse en gobernantes de otros hombres, como de ser gobernados por extraños sin su previo consentimiento. Estas personas adhieren a la democracia liberal, en la que se busca el gobierno de las leyes sobre el individuo, y a la esencial división de poderes en el Estado, para sentirse protegidos del poder totalitario.

La lucha ideológica actual se establece principalmente entre los sectores mencionados y presenta dos frentes principales: en el plano político se produce el antagonismo entre democracia y totalitarismo, mientras que en el plano económico se produce el antagonismo entre economía de mercado y socialismo.

Así como un judío raramente establecerá un diálogo sincero con un nazi, quienes son discriminados socialmente por ser cristianos, por trabajar y producir en forma individual, etc., raramente podrán dialogar con un totalitario, ya que no es posible comunicarse con quienes simpatizan y difunden ideologías que provocaron decenas de millones de víctimas (en la ex URSS y China, principalmente) que fueron asesinadas por oponerse a la legitimidad que se autoasignaron los totalitarios.

Las actitudes irreconciliables se deben a que estos sectores parten de creencias bastante distintas. Así, para el liberal:

a) Existen leyes naturales, por lo que puede hablarse de un orden natural al que nos debemos adaptar.
b) El hombre libre es potencialmente bueno, por lo que puede ser gobernado por esas leyes.
c) Es posible de existencia de una ética natural.

Mientras que para los totalitarios:

a) Si bien existen leyes naturales, no es admisible algo tal como un “orden natural”.
b) El hombre libre es potencialmente perverso, por lo que debe ser gobernado por el Estado totalitario (a través de la clase “superior” que lo ha de dirigir)
c) No existe una ética natural u objetiva.

En el capitalismo privado es posible la existencia de explotación laboral. Se trata en ese caso de una esclavitud circunstancial por cuanto el trabajador puede cambiar de empresa o irse a otro lugar dentro del país, o bien irse al extranjero. En el capitalismo estatal (socialismo) no existen estas posibilidades por lo que la explotación del trabajador por parte de la clase dirigente estatal constituye una esclavitud forzada. La médica cubana Hilda Molina escribió:

“Mi primera jornada en el hospital de Mostaganem resultó esclarecedora. Al firmar mi contrato comprobé que el gobierno cubano cobraba muchas divisas por mi trabajo, tantas que la cifra final ascendió a más de un cuarto de millón de dólares. Yo, al igual que el resto de mis compatriotas, recibía sólo un pequeño estipendio en dinares argelinos que apenas garantizaba la supervivencia, al tiempo que en Cuba entregaban a mi madre mi modesto salario en pesos cubanos”.

“Supe también que mi presencia en Argelia no obedecía a una situación de catástrofe. El verdadero motivo era que los neurocirujanos de ese país se negaban a trabajar en Mostaganem y preferían hacerlo en ciudades más importantes con vistas a satisfacer sus intereses lucrativos. Conocí además que a los galenos cubanos nos obligaban a residir cual becarios adolescentes, varios en un mismo apartamento. Y confirmé que, tanto para las autoridades de la isla como para sus representantes en Argelia, los especialistas de la salud no éramos más que una dotación de esclavos ingenuos, obedientes, abnegados y excelentes productores de dólares”.

“….Y yo, una indefensa mujer, viajaba sola junta al chofer hasta el hospital donde en horario nocturno únicamente trabajaban hombres argelinos. El peligro que esto implicaba para mi seguridad y para mi salud no importaba ni a los diplomáticos ni a los funcionarios cubanos. A ellos solamente les interesaban las divisas que el régimen recaudaba por cada una de mis guardias, los dólares que fluían a partir de mi riesgoso trabajo y de mis inolvidables dolorosos sacrificios” (Del libro “Mi verdad” de Hilda Molina – Grupo Editorial Planeta SAIC – Buenos Aires 2010).

Luego de la caída del muro de Berlín, de la desaparición del Imperio Soviético, y de la aceptación de la economía de mercado por parte de China continental, muchos pensaron que el ideal socialista había sido superado por las evidencias de la propia realidad. Sin embargo, el pensamiento neototalitario sólo parece haber cambiado de estrategia, ya que sigue siendo esencialmente el mismo en cuanto a los objetivos perseguidos. Jean François Revel escribió: “La ideología es la principal fuente de perturbación de la información, porque precisa de una mentira sistematizada, global y no solamente ocasional. Para permanecer intacta debe defenderse sin tregua del testimonio de los sentidos y de la inteligencia, de la misma realidad. Esa lucha agotadora lleva a aumentar de día a día la dosis de mentira requerida para hacer frente a las evidencias que se desprenden de lo real inexorable. Así, en el momento en que el marxismo-leninismo pierde todo crédito entre sus mismos adeptos como principio de dirección de las sociedades humanas cuando, semejante a la luz cuya fuente está muerta y que nos llega de soles extintos desde hace millones de años, brilla con su más vivo resplandor en el teatro ideológico” (De “El conocimiento inútil” – Editorial Planeta SA – Barcelona 1989)

El totalitarismo marxista podía establecerse a través de la revolución violenta según la propuesta de Marx y Lenin. La alternativa a ese medio fue propuesta por Antonio Gramsci, quien sugirió establecer primeramente la penetración ideológica, incluso aprovechando los medios democráticos, para llegar a establecer finalmente el sistema totalitario. Gustavo Layor escribió: “Es evidente que Gramsci no apuntó a comenzar con apoderarse de los medios de producción (Marx), ni del poder político (Lenin), sino de los medios de comunicación social y educativos, considerándolos como primera fortaleza que debía conquistar el comunismo” (Citado en “Historia de las ideas políticas” de Alberto Rodríguez Varela – AZ Editora – Buenos Aires 1995).

Sigue vigente, sin embargo, la creencia de Marx y Lenin respecto de la exclusiva culpabilidad del sector productivo en cuanto a los males existentes, pero esta vez no se trata de expropiar los medios de producción, sino de confiscarles gran parte de las ganancias, para redistribuir lo que injustamente, se supone, distribuyó el proceso del mercado.

El lema operativo del neototalitario vendría a ser: “Dividir por dos y unificar en uno”, es decir, dividir a la sociedad en grupos antagónicos cuyos integrantes habrán de presentarse o bien como amigos o bien como enemigos, para afianzar la posibilidad de la toma del poder en futuras elecciones. Si bien el totalitario desprecia la democracia, se disfraza de democrático por simple conveniencia. Una vez en el gobierno, tratará que las decisiones de toda la nación sean adoptadas por un reducido grupo o bien por un único dictador. Sin embargo, quienes buscan la total concentración de poder en el Estado, son los que critican a los “enemigos” (liberales o capitalistas) por concentrar el poder económico en unas pocas manos, lo que nunca ha de ser comparable con el poder absoluto de un tirano a cargo del gobierno.

El relativismo moral ampara el accionar totalitario. Alexander Solyenitzin escribió: “El comunismo nunca ocultó su negación de los conceptos morales absolutos. Se mofa de las nociones de bien y mal como categorías absolutas. Considera la moralidad como un fenómeno relativo a la clase. Según las circunstancias y el ambiente político, cualquier acción, incluyendo el asesinato, y aún el asesinato de millares de seres humanos, puede ser mala como puede ser buena. Depende de la ideología de clase que lo alimente”.

“¿Y quién determina la ideología de clase? Toda la clase no puede reunirse para decidir lo que es bueno y lo que es malo. Pero debo decir que, en este sentido, el comunismo ha progresado. Logró contagiar a todo el mundo con esta noción del bien y del mal. Ahora no sólo los comunistas están convencidos de esto. En una sociedad progresista se considera inconveniente usar seriamente las palabras bien y mal. El comunismo supo inculcarnos a todos la idea de que tales nociones son anticuadas y ridículas”.

“Pero si nos quitan la noción de bien y mal, ¿qué nos queda? Nos quedan sólo las combinaciones vitales. Descendemos al mundo animal. Y por esto, la teoría y la práctica del comunismo son absolutamente inhumanas”. (De “En la lucha por la libertad” de Alexander Solyenitzin – Emecé Editores SA – Buenos Aires 1976)

martes, 1 de marzo de 2011

El pensamiento liberal

Debido a que el pensamiento es un proceso individual, se entiende por “pensamiento liberal” a las conclusiones coincidentes de los destacados intelectuales que se identifican con la búsqueda de la libertad como objetivo prioritario. No existe, dentro del liberalismo, algo parecido a un “pensamiento único”, de ahí que no es posible encontrar coincidencias estrictas entre los distintos pensadores respecto de los diversos temas sociales.

En cuanto a la libertad, como objetivo principal, implica la búsqueda de que todo individuo esté regido por leyes y no sea dominado material o mentalmente por otros seres humanos. Lo opuesto a la libertad provendrá entonces de las tendencias que promueven la dependencia mental, o material, o ambas, del individuo respecto de la voluntad de un líder político o religioso. Mariano Grondona escribió: “Según John Locke, la libertad consiste en que cada hombre depende de la ley de la naturaleza y no de la voluntad de otro hombre”

La búsqueda de la libertad, en el sentido indicado, presupone la confianza en la capacidad potencial de todo hombre de poder alcanzar un adecuado nivel de conocimientos que le permitan desarrollar su vida sin que deba delegar sus decisiones a otros seres humanos en oposición a quienes sostienen que el Estado debe dirigir al hombre-masa (totalitarismo). La actitud liberal se adopta incluso respecto a los distintos pueblos, en oposición a quienes sostienen que las naciones “superiores” deben dirigir a las demás (imperialismo).

Ello no significa que se piense ingenuamente que todo individuo, o todo pueblo, tengan efectivamente aptitudes suficientes para desempeñarse con la libertad adecuada, sino que se los debe orientar en esa tendencia, en lugar de dirigirnos a la tendencia opuesta antes mencionada.

Es oportuno señalar que la búsqueda de la libertad individual es también el objetivo central que aparece en la propia Biblia. La búsqueda del Reino de Dios, en oposición al “Reino del hombre”, implica la adaptación de todo individuo a los designios de Dios que trata de “gobernarnos” a través de las leyes naturales. También la actitud liberal resulta coincidente con la actitud del científico, ya que éste supone que todo lo existente está regido por leyes naturales invariantes, por lo que varios pensadores liberales adhieren al deísmo o religión natural. John Stuart Mill expresó: “Resulta inconsistente la concepción de un Dios que gobierna al universo por medio de actos de voluntad variable. La que resulta consistente es la concepción de un Dios que gobierna al mundo por medio de leyes invariables”.

Florencio José Arnaudo sintetiza el pensamiento liberal respeto de la religión: “Existe un Dios, autor de la naturaleza y de sus leyes, cuyos atributos no pueden conocerse. El destino de los hombres depende enteramente de las leyes de la naturaleza y del uso de su propia libertad. Es posible que Dios remunere a los hombres después de la muerte”. “No deben aceptarse las religiones que se dicen reveladas porque imponen dogmas y ritos no racionales. Los creyentes deben seguir una religión natural, de índole moral, dictada por la propia razón. La religión es beneficiosa para la convivencia social”. (De “Principales tesis liberales” de Florencio José Arnaudo – Editorial Pleamar – Buenos Aires 1994).

Luego de aceptarse la existencia de leyes naturales, puede hablarse de un orden natural al cual nos debemos adaptar. Así, la idea de un orden natural adopta, en economía, la forma de un orden económico espontáneo (el proceso del mercado). También son las leyes del mercado la base de los estudios de la ciencia económica. El liberalismo económico resulta simplemente de adoptar, respecto de la economía, una actitud similar a la adoptada respecto de la religión, de la política y de otros aspectos de la vida social. Jean B. Say escribió: “Las leyes de la economía no son obra humana, sino que resultan de la naturaleza de las cosas con la misma seguridad que las leyes del mundo físico”.

La vigencia de la propiedad privada y la búsqueda de un buen nivel económico implican una búsqueda de libertad personal, ya que se trata de disminuir, por ese medio, toda dependencia respecto de otros seres humanos. También se busca esa independencia tratando de adaptarse a una vida simple y sencilla, como lo proponía Mahatma Gandhi.

La principal crítica que los neototalitarios realizan a la economía de mercado, o capitalismo, consiste en atribuir al empresario una injusta y excesiva privación del producto del trabajo de sus empleados, que serían retribuidos sólo parcialmente (para ir el resto a formar parte de la capitalización de la empresa). Sostienen que el empleado debe ser un “socio” más de la empresa, pero para compartir las ganancias y no las pérdidas cuando ellas se presentan. El error de las críticas radica en considerar al trabajo de los empleados como si fuese el único factor de la producción. Entre esos factores está la información, o el conocimiento, necesarios para poner en funcionamiento y mantener la empresa (con los riesgos económicos asociados). También el capital, aportado por accionistas, constituye otro de los factores esenciales para la acción empresarial.

Es oportuno señalar que si un empresario contrata a un nuevo empleado, será porque así obtendrá mayores ganancias. Poca predisposición tendrá a contratarlo si incluso la nueva contratación le ocasionará pérdidas. Adam Smith escribió: “El valor que el trabajador añade a los materiales se resuelve en dos partes; una de ellas paga el salario de los obreros y la otra la ganancia del empresario”.

Respecto de la apreciación de A. Smith, José Florencio Arnaudo escribió: “No es del valor que el trabajador añade, sino del precio que el mercado asigna al valor que el trabajador añade, de donde sale el beneficio del empresario”. “Su inadvertencia, utilizada hábilmente por Marx, lanzó a la humanidad a un derrotero de luchas, revoluciones, persecuciones y masacres de la que sólo ahora estamos emergiendo”.
En cuanto a las críticas dirigidas hacia la concentración de las riquezas, debemos tener presente que la elevada producción de una empresa, así como las elevadas ganancias obtenidas, son una consecuencia del elevado nivel de capital invertido. También los sueldos de los empleados dependen en forma directa de ese capital. De ahí que debemos distinguir entre capital productivo y patrimonio de uso personal de los dueños de ese capital.

De todas formas, si se propone como solución a esa situación la confiscación o expropiación del capital, como ocurre en Cuba y en otros países, se llega a una concentración económica mucho mayor aún, llegándose al extremo de que una pequeña minoría, o un dictador, dirige la vida individual de la población con poderes ilimitados.

En cuanto a la política, como el estudio de la relación entre Estado e individuo, el pensamiento liberal propone límites a quienes gobiernan para proteger al individuo de posibles excesos. Para hacer al Estado “menos peligroso”, propone la división de poderes. El barón de Montesquieu escribió: “Todo estaría perdido si el mismo hombre, el mismo cuerpo de personas principales, de los nobles o del pueblo, ejerciera los tres poderes: el de hacer las leyes, el de ejecutar las resoluciones públicas y el de juzgar los delitos o diferencias entre particulares” (De “Del espíritu de las leyes” de Montesquieu – Ediciones Altaya SA – Barcelona 1993).

La democracia resulta ser una consecuencia del pensamiento liberal y se opone a otros tipos de gobiernos, especialmente los de tipo totalitario. Aun cuando la democracia pueda presentar algunas desventajas, resulta ser la que ofrece menor riesgo respecto de la integridad de sus ciudadanos, ya que los gobiernos totalitarios (fascismo, nazismo, socialismo) explotan las desigualdades naturales entre individuos de manera que constituyen un serio riesgo para los sectores que son considerados “enemigos” del poder de turno.

Podemos decir que el liberal trata de limitar el poder del Estado para protegernos de quienes lo dirigen, mientras que los neototalitarios tratan de protegernos de los empresarios haciéndose cargo del Estado. (En un mundo con muchas necesidades, hay quienes nos ofrecen protección respecto, justamente, de los sectores productivos).
Las leyes que el hombre establece para lograr un ordenamiento social adecuado, deben fundamentarse principalmente en las leyes naturales que rigen nuestro comportamiento. La adopción de esas leyes, como referencia, implica contemplar la igualdad de los hombres en el sentido de estar todos igualmente sometidos a ellas. John Locke escribió: “La ley natural existe y es tan inteligible y tan evidente para un ser racional y para un estudioso de esa ley como son las leyes positivas de los Estados. Estas sólo son justas en cuanto que están fundadas en la ley de la naturaleza por la que han de regularse y ser interpretadas” (De “Ensayo sobre el gobierno civil” de John Locke – Editorial Aguilar – Madrid 1939).

Desde el liberalismo se propone la igualdad de oportunidades suponiendo una igual capacidad potencial de todos los individuos, mientras que los neototalitarios proponen una igualdad de resultados suponiendo cierta inferioridad en algunos sectores de la población.

Si se pretende sintetizar brevemente el pensamiento liberal, podemos mencionar los dos aspectos que aparecen juntos en todas y cada una de sus manifestaciones, ya sea que se trate de ética, religión, economía o política:

1) Debemos evitar las situaciones en que un hombre ha de ser dirigido material o mentalmente por otro hombre.
2) Debemos tratar de adaptarnos a las leyes naturales que rigen el comportamiento social del hombre.

Para que tenga sentido la actitud liberal, debe tenerse presente que el hombre presenta tres aspectos básicos que lo integran, tales como el afectivo, el intelectual y el material. Desconocer alguno de ellos, o bien priorizarlo excesivamente en desmedro de los otros, lleva a visiones distorsionadas de la realidad con las conclusiones erróneas correspondientes.