viernes, 18 de febrero de 2011

Globalización económica

El proceso de globalización económica consiste en un mercado mundial único asociado a la libertad empresarial o capitalismo. Este mercado mundial fue promovido por la actitud de accionistas de las grandes empresas (con el fin de mejorar sus ganancias) y permitido por las recientes tecnologías de las comunicaciones (Internet, principalmente).

Existen sectores que están a favor de la globalización como también sectores que están en contra:

a) A favor: sectores adherentes al liberalismo económico
b) En contra: sectores neototalitarios y autárquicos

Quienes están a favor contemplan las posibles ventajas tanto para los consumidores como para las empresas, ya que, al existir un mercado mundial, existe una gran variedad de artículos que se pueden comerciar a precios convenientes para todos.
Entre quienes se oponen a la globalización están los que adherían al ex–Imperio Soviético y estaban esperanzados en el triunfo del socialismo a nivel global a través del dominio militar sobre el resto de los países. También están en contra quienes creen ventajoso un muy limitado intercambio de productos entre países y, si es posible, establecer economías cerradas, o estrictamente nacionales.

En este último caso, podemos decir que, si algo es bueno para un país (aislarse económicamente de los demás países) también ha de ser bueno para cada una de las provincias que lo integran. De ahí que las provincias deberían aislarse de las demás. Luego deberían hacerlo los municipios hasta llegar a cada individuo, para que produzca todo lo que necesita volviendo a las etapas previas a la división del trabajo y posterior intercambio en el mercado.

También debemos considerar, como opositores a la globalización, a los “enemigos internos” que con sus palabras la apoyan, pero con sus acciones la distorsionan seriamente:

a) La actitud proteccionista de algunos países desarrollados: (Que los demás abran sus fronteras; nosotros nos reservamos el derecho de protegernos de la entrada de productos de otros países).
b) Fundamentalismo de mercado (promovido por algunos organismos internacionales).

Uno de esos organismos, el Fondo Monetario Internacional, integrado por unos diez mil economistas, cometió serios errores al aconsejar a países ex-comunistas a adoptar el mercado sin un tiempo normal de adaptación (cambio de mentalidad). Se lo acusa de practicar el “fundamentalismo de mercado” por el cual se supone que éste resuelve todos los problemas económicos incluso el de adaptar, en poco tiempo, a personas que nunca fueron empresarios, a los rigores del mercado competitivo.
En cambio, China, que no siguió los consejos del FMI, logró mejores resultados debido a la gradualidad con que estableció el cambio (desde una economía planificada a una de mercado). Joseph E. Stiglitz escribió: “La transición china ha comportado la mayor reducción de la pobreza de la historia (de 358 millones en 1990 a 208 millones en 1997, utilizando el reconocidamente bajo estándar de pobreza chino de un dólar por día), mientras que la transición rusa ha comportado quizás el mayor incremento de la pobreza de la historia en un lapso de tiempo más breve (excluidas guerras y hambrunas)” (De “El malestar de la globalización” de Joseph E. Stiglitz – Editorial Taurus SA – Buenos Aires 2002)

Para la plena vigencia de la globalización, debe existir una adaptación gradual de los distintos pueblos, como también deberán existir organismos internacionales que controlen de alguna manera el accionar empresarial (de la misma manera en que lo hace el Estado en cada país). Joseph E. Stiglitz escribió: “A medida que el FMI elaboraba políticas para dar respuestas a las crisis, parecía concentrarse más en salvar a los acreedores occidentales que en ayudar a los países en crisis y a su población. Había dinero para sacar de apuros a los bancos occidentales pero no para proporcionar alimentos a quien estaba al borde de la inanición” (De “Cómo hacer que funcione la globalización” de Joseph E. Stiglitz - Editorial Taurus SA – Buenos Aires 2006).

Los pueblos con mentalidad empresarial se han de adaptar mejor y más rápidamente a la globalización. En una encuesta realizada en EEUU y en Europa, se encontró que 2/3 de los norteamericanos prefería trabajar en forma independiente en lugar hacerlo bajo dependencia, mientras que en Europa sólo en 40 % prefería esa opción. En una provincia argentina, sin embargo, en una encuesta acerca de si el encuestado aceptaría ser mantenido por el Estado (aun sin trabajar), más de la mitad contestó que no tendría inconveniente alguno en aceptar esa situación. De ahí que cada país debe buscar la mejor forma de desarrollarse teniendo presente la mentalidad predominante, para intentar cambiarla si no es favorable a ese objetivo. Joseph E. Stiglitz escribió: “Los esquemas mentales no cambian de la noche a la mañana, y esto es verdad tanto en los países desarrollados como en los subdesarrollados. La obtención de la libertad por los países en desarrollo (generalmente tras una escasa preparación para la autonomía) no modificó la actitud de sus antiguas metrópolis, que siguieron pensando que sabían más” (De “El malestar de la globalización” de Joseph E. Stiglitz – Ediciones Taurus SA – Buenos Aires 2002)

Incluso en algunos países existe la posibilidad que empresas estatales participen en el mercado si es que pueden hacerlo eficazmente (algo prohibido por el “fundamentalismo de mercado”). Ludwig von Mises escribió: “Si en una sociedad basada sobre la propiedad privada de los medios de producción algunos de éstos pertenecen al gobierno o a las municipalidades y son manejados por ellos, no se puede hablar de un sistema mixto que combina socialismo con propiedad privada. Mientras sólo estén en manos del Estado algunas empresas, permanecerán las características de la economía de mercado que determinan la actividad económica. En este caso también las empresas públicas, como compradoras de materias primas, bienes semielaborados y trabajo, y como vendedoras de bienes y servicios, deben adaptarse al mecanismo de la economía de mercado” (De “Planificación para la libertad” de Ludwig von Mises – Centro de Estudios sobre la libertad – Buenos Aires 1986).

El mercado mundial contempla también cierta especialización de los países en cuanto a la producción, pero ello no implica que un país agrícola-ganadero no deba desarrollar su propia industria. Es oportuno mencionar el caso de la empresa finlandesa Nokia. Comenzó como una empresa maderera, luego fabricó y diseñó muebles para introducirse posteriormente en el mercado de las comunicaciones y la telefonía celular, pero nunca abandonó sus anteriores actividades.

La actitud liberal implica que cada persona se siente “ciudadano del mundo”, mientras que quienes están en contra de la globalización se sienten ciudadanos de un país o bien ciudadanos de ninguno, ya que miran al mundo como una gran “lucha de clases”. Debido a las diversas mentalidades predominantes, la globalización económica puede tener distintas orientaciones. Jeremy Rifkin escribió:

“El sueño americano está demasiado centrado en el progreso material personal y demasiado poco preocupado por el bienestar de la sociedad humana en general como para conservar su valor en un mundo cada vez más diverso, interdependiente y plagado de riesgos. Es un viejo sueño, inmerso en una mentalidad de frontera, que se ha quedado anticuado desde hace tiempo. Mientras que el espíritu norteamericano se agota y languidece en el pasado, asistimos al nacimiento de un nuevo sueño europeo. Es un sueño mucho más apropiado para el nuevo estadio en que se encuentra el viaje de la humanidad: un estadio que promete llevarla a la conciencia global propia de una sociedad cada vez más globalizada e interconectada”

“El sueño europeo pone el acento en las relaciones comunitarias más que en la autonomía individual, en la diversidad cultural más que en la asimilación, en la calidad de vida más que en la acumulación de riqueza, en el desarrollo sostenible más que en el progreso material ilimitado, en el esparcimiento antes que en el trabajo duro, en los derechos humanos universales y los derechos de la naturaleza por encima de los derechos de propiedad, y en la cooperación global más que en el ejercicio natural del poder” (De “El sueño europeo” de Jeremy Rifkin – Editorial Paidós SAICF – Buenos Aires 2004).

Existen quienes se oponen a EEUU en todo aspecto. Incluso suponen que la economía de mercado o la globalización son “inventos” norteamericanos. Jeremy Rifkin escribió: “Sorprende ver la escasa atención que se presta a las empresas europeas en los debates sobre la globalización. En las protestas antiglobalización el foco de interés en las calles se dirige habitualmente hacia las malvadas maquinaciones de las multinacionales estadounidenses. Y, sin embargo, en muchos sectores clave del mundo, son las multinacionales europeas las que dominan el comercio y los negocios”.

También se combate la producción de alimentos genéticamente modificados, no por sus efectos, sino porque son producidos principalmente por empresas de EEUU. Con un aumento anual de la población mundial en unos cien millones de habitantes, y con una reducción paulatina de la superficie cultivable, quedan prácticamente dos opciones: el hambre o la utilización de transgénicos. Quienes tengan mejores soluciones, que las propongan.

En general, existe un acuerdo tácito de que la economía de mercado es la que mejores resultados produce. Sin embargo, es evidente que, para obtener esos resultados, debe existir una adaptación de la sociedad a ese proceso. Esta adaptación está ligada principalmente a la actitud ética individual. De ahí que, para mejorar al mundo, debemos empezar tratando de mejorarnos a cada uno de nosotros mismos.

lunes, 7 de febrero de 2011

Intervencionismo e inflación

La inflación es un aumento desproporcionado de circulante en relación con el aumento de bienes producidos. El aumento de circulante puede establecerse por medio de papel moneda, créditos o emisión de bonos o valores del Estado.

En un país en el que el Estado no interfiere el proceso del mercado, no existirá inflación. Por ello, esta distorsión del mercado casi siempre se asocia a alguna forma de intervencionismo. Mientras que el respeto a las leyes del mercado es propuesto por los liberales (o neoliberales), el intervencionismo es propuesto por los neototalitarios, ya que tienen mayor tendencia a desconocer al mercado que a adaptarse al mismo.

El intervencionismo recibió un importante apoyo teórico a través del economista británico John Maynard Keynes, quien sugirió la elevación del gasto público para poner en marcha economías en estado de crisis profunda. Sin embargo, los neototalitarios pretenden aplicar el método en circunstancias normales, o en situaciones de crisis leves. Incluso el propio Keynes conocía perfectamente el peligro asociado a la inflación, por lo que escribió:

“Se pone en boca de Lenin la afirmación de que la mejor manera de destruir el sistema capitalista es corromper su moneda. Los gobiernos pueden confiscar, en secreto y sin ser observados, mediante un proceso constante de inflación, una parte importante de la riqueza de sus ciudadanos. Recurriendo a este método, no sólo confiscan, sino que confiscan arbitrariamente….no se equivocaba Lenin, desde luego, no existe recurso más sutil ni más seguro para echar abajo las actuales bases de la sociedad que el de corromper su moneda. Ese proceso emplea todas las fuerzas ocultas de la ley económica en la tarea de la destrucción, y lo hace de una manera que sólo una persona en mil es capaz de diagnosticarla” (Citado en “Ciencia y teoría económica” de Luis Pazos – Editorial Diana SA – México 1981)

¿En qué consiste la propuesta keynesiana? Luis Pazos la describe de la siguiente manera:

“Al invertir y gastar dinero, el gobierno va a aumentar la demanda efectiva y los fabricantes tendrán a quien vender. Al ver aumentadas sus ventas, los fabricantes aumentarán la producción, lo que traerá como consecuencia una ocupación mayor y una solución al problema del desempleo. Parece como si Keynes hubiera descubierto una solución muy sencilla que acaba con todos los problemas de una economía. Si eso fuera cierto, ya se hubiera acabado con la pobreza de los países subdesarrollados; pues la solución sería que el gobierno emitiera billetes, los repartieran y todos ejercieran su poder de compra, y al ver los productores la rápida venta de sus productos, produjeran más, con el consiguiente aumento en la ocupación de mano de obra”.

“La creación de demanda efectiva, que es la solución del desempleo y la forma de salir de una crisis económica, según Keynes puede hacerse:

1) Mediante el aumento del gasto público y la creación de un déficit presupuestario.
2) La política monetaria de aumentar el circulante. Según Keynes, al ver la gente que baja el poder adquisitivo del dinero, prefiere invertir que ahorrar.
3) Mediante el dinero barato: bajar las tasas de interés.

“Keynes dio importancia vital al gasto y pareció olvidar que la producción es limitada y requiere de tiempo para su aumento; pensó que un gobierno podía lograr, por medio del aumento de circulante, una mayor producción”.

“Las políticas keynesianas, que conducen al déficit presupuestario y al aumento del circulante monetario, solamente han logrado dilatar la crisis, proyectándolas al futuro con mayor fuerza. En concreto, han producido la inflación y una intervención progresiva del Estado, con el peligro de culminar en un control completo de la economía por éste, situación que no quería Keynes”.

Uno de los objetivos de Keynes era la reducción del desempleo. La solución práctica e inmediata consiste en la reducción de salarios para facilitar nuevos empleos. Pero esta solución resulta “políticamente incorrecta”, de ahí que, al promover el gasto público (y la inflación consiguiente) ésta produce inevitablemente una reducción de los salarios reales….y así se promueve el empleo. Ludwig von Mises escribió al respecto:

“Si durante el periodo inflacionario el aumento de los precios de los bienes excede el incremento de los salarios nominales, la tasa de desempleo caerá, pero este hecho ocurrirá como consecuencia de que los salarios reales están cayendo. Lord Keynes recomendaba la expansión del crédito porque creía que los asalariados se conformarían con el resultado; creía que «una baja gradual y automática de los salarios reales, como resultado del aumento de los precios», no seria tan fuertemente resistida por los trabajadores como un intento de disminuir los salarios nominales”.

“Pero, aunque lo sostenido por Lord Keynes fuera correcto, nada bueno podría surgir de ese engaño. Los grandes conflictos de ideas deben ser resueltos con métodos directos y honestos, no mediante artificios y subterfugios” (De “Planificación para la libertad” – Centro de Estudios sobre la Libertad – Buenos Aires 1986).

En cuanto al deterioro de la moneda, Luis Pazos establece la siguiente secuencia:

1) Inflación = Emisión de papel moneda (créditos, etc.) sin respaldo de bienes en el mercado.
2) Inflación + Control de precios = Escasez + Mercado negro
3) Escasez + Mercado negro = Racionamiento y sistema de colas
4) Pérdida total del poder adquisitivo del dinero = Regreso al trueque

Los procesos inflacionarios tienden a acelerar la producción en sus comienzos, por lo cual algunos políticos consideran a la inflación como algo “positivo para la economía”. Milton Friedman escribió:

“Cuando un país inicia un periodo de aumento de los precios, los efectos iniciales parecen buenos. La cantidad de dinero más alta permite que cualquiera tenga acceso a él –en la actualidad principalmente el Estado- para gastar más sin que ninguna persona tenga que reducir sus gastos. Hay más puestos de trabajo, la actividad económica se anima y –al principio- prácticamente todo el mundo es feliz. Todo lo anterior constituye los buenos efectos”.

“Pero entonces el mayor gasto empieza a hacer aumentar los precios; los trabajadores se dan cuenta de que el salario que perciben, aunque monetariamente sea más elevado, les permite adquirir menos bienes; los empresarios ven que sus costes han aumentado, de modo que las ventas adicionales realizadas no proporcionarán un beneficio tan alto como el que habían anticipado, a menos que aumenten los precios aún más. Empiezan a emerger las malas consecuencias: precios más elevados, la demanda está más apagada, la inflación se combina con el estancamiento” (De “Libertad de elegir” de Milton y Rose Friedman – Ediciones Grijalbo SA – 1980 Barcelona)

Existe una ecuación, debida a Irving Fisher, en la que aparecen las variables relevantes en un proceso inflacionario:

M V = P T

(Masa monetaria) (Velocidad de circulación) = (Precios) (Total de bienes disponibles)

En donde M es la cantidad de moneda circulante, V es la velocidad con que circula. P es el nivel de precios mientras que T es la cantidad de bienes y servicios disponibles para ser adquiridos.

Podemos extraer de esta relación algunas conclusiones simples. Si aumenta la masa circulante de dinero M, o su velocidad V (asociadas a la impresión de nuevos billetes o al otorgamiento de créditos) y si no aumenta simultáneamente la producción T, entonces aumentará el nivel de precios P, para que se mantenga la igualdad.

Si aumenta la producción (bienes disponibles T), manteniéndose constantes M y V, habrá una reducción de precios P (lo que nos lleva por otro camino a la ley de la oferta y la demanda, que indica que el precio decae cuando aumenta la oferta).

El ciudadano común (al menos en su gran mayoría), al igual que muchos políticos, “no cree” en las leyes del mercado. De ahí que los elementales análisis anteriores de poco servirán. Y si el proceso keynesiano falla, entonces dirá que los “conspiradores” lo hicieron fallar.

Milton Friedman escribió: “La financiación del gasto público mediante el aumento de la cantidad de dinero parece una cosa más bien mágica, como si se consiguiera algo de la nada. Para utilizar un ejemplo sencillo, el Estado construye una carretera y la paga con billetes de la Reserva Federal [Banco Central en el caso argentino] recién emitidos. Parece como si todo el mundo estuviera en una situación mejor. Los trabajadores que han construido la carretera han recibido sus salarios y pueden comprar alimentos, ropas y vivienda con ellos; nadie ha pagado impuestos. Sin embargo, donde antes no había nada, ahora hay una carretera. ¿Quién la ha pagado?”.

“La respuesta es que todos los tenedores de dinero la han pagado. El dinero adicional aumenta los precios cuando se destina para inducir a los trabajadores a construir la carretera en vez de dedicarlos a cualquier otra actividad productiva. Esos precios más altos se mantienen mientras el dinero adicional circula a través de la corriente de gastos de los trabajadores a los vendedores de lo que aquéllos compran, de esos vendedores a otros, y así sucesivamente”.

Para la mayoría de los habitantes, los buenos gobiernos son los que “distribuyen las riquezas” y quieren al pueblo, aunque a veces tal “distribución” venga acompañada de inflación y el remedio resulta peor que la enfermedad. Por el contrario, quienes promueven la adaptación de la sociedad a las leyes del mercado, son considerados “gente perversa y egoísta” de tal forma que cada vez el intervencionismo tiene mayor cantidad de adeptos.

domingo, 6 de febrero de 2011

La responsabilidad del intelectual

Mientras que el político, por lo general, no dice la verdad, o toda la verdad, respecto de la realidad cotidiana, el intelectual es quien la dice. El primero se guía por la cantidad de votos a favor o en contra que puede lograr en una próxima elección. El segundo debe atenerse estrictamente a la verdad para ser un intelectual auténtico. Alexandr Solyenitsin escribió:

“Ciertamente, los escritores preocupados por la verdad nunca tuvieron, ni tienen (¡Ni tendrán!) una vida fácil: con uno acabaron a calumnias; con otro en duelo; con éste, por el fracaso de su vida familiar; con aquél, por la ruina y una miseria constante e irremediable, con aquél otro mediante el manicomio, con el de más allá mediante la cárcel. Y si todo les va bien, como en el caso de León Tolstoi, tanto más amargamente los desgarrará por dentro la propia conciencia”

“Una circunstancia que me ha llevado a escribir este libro es nuestra cruel y cobarde manía del silencio, de la que provienen todas las desgracias de nuestro país. Tenemos miedo, no ya de decir, escribir y contar abiertamente a los amigos lo que pensamos o cómo de verdad ocurrieron las cosas, sino de hasta confiarlo al papel, porque igual que antes, hay una espada colgando sobre cada una de nuestras cabezas, ¡ay que cae! Lo que todavía durará este silencio, no se puede predecir, tal vez a muchos de nosotros nos destrozarán antes, y desaparecerá con nosotros lo que no llegamos a decir” (De “Memorias” de Alexandr Solyenitsin – Editorial Argos SA – Aragón 1977).

En épocas pasadas, los profetas hebreos orientaban a su pueblo; mientras los filósofos griegos hacían lo propio con el suyo. En la actualidad tal misión queda reservada al intelectual. Cuando las sociedades entran en profundas crisis, es posible que ello se deba a que la intelectualidad ha perdido su rumbo, o bien que no tenga capacidad de convencimiento sobre las masas, o que las masas adoptan una actitud de rebeldía. José Ortega y Gasset escribió:

“Tal vez no haya cosa que califique más certeramente a un pueblo y a cada época de su historia como el estado de las relaciones entre la masa y la minoría directora. La acción pública –política, intelectual y educativa- es, según su nombre indica, de tal carácter que el individuo por sí solo, cualquiera que sea el grado de su genialidad, no puede ejercerla eficazmente. La influencia pública o, si se prefiere llamarla así, la influencia social, emana de energías muy diferentes de las que actúan en la influencia privada que cada persona puede ejercer sobre su vecina. Un hombre no es nunca eficaz por sus cualidades individuales, sino por la energía social que la masa ha depositado en él. Sus talentos personales fueron sólo el motivo, ocasión o pretexto para que se condensase en él ese dinamismo social”.

“Así, cuando en una nación la masa se niega a ser masa –esto es, a seguir a la minoría directora- la nación se deshace, la sociedad se desmembra y sobreviene el caos social, la invertebración histórica” (De “España invertebrada” de José Ortega y Gasset – Espasa-Calpe SA – Madrid 1967)

Es oportuno señalar que el intelectual responsable debe dirigirse a los demás como si no fuesen hombres masas, para que, con el tiempo dejen de serlo. Por el contrario, cuando el contenido de sus palabras tiene la intención de gobernar mentalmente a otros hombres, a mirar la realidad por ellos, se desvirtúa su misión. Wolfgang Goethe escribió: “Trata a la gente como si fuera lo que debería ser y la ayudarás a convertirse en lo que es capaz de ser”.

Las tendencias populistas y totalitarias promueven la rebelión de las masas. Ello se debe a que sus mensajes llevan la abierta intención de dirigirlas a través del estímulo de actitudes intolerantes y exigentes, incluso hasta promover el odio sectorial. Por ello han elevado a la categoría de ejemplo al guerrillero Ernesto Guevara, quien, en el mensaje que dio ante el Congreso Tricontinental del 16 de Abril de 1967, expresó: “Es preciso, por encima de todo, mantener vivo nuestro odio y alimentarlo hasta el paroxismo…..el odio como elemento de lucha, un odio implacable al enemigo que nos impulsa más allá de las limitaciones naturales propias del hombre y lo transforma en una máquina de matar efectiva, seductora y fría…Un pueblo sin odio no puede triunfar” (Citado en “La idolatría del Estado” de Carlos Mira – Ediciones B Argentina SA – Buenos Aires 2009).

En cuanto a su accionar, debemos distinguir entre los asesinatos de manera directa (unos 216) y los asesinatos que ordenó a sus subalternos (unos 1.500). Juan José Sebreli escribió: “El único triunfo del Che fue la batalla de Santa Clara, que se redujo al asalto a un tren blindado, donde los soldados de Batista se entregaron sin luchar” (De “Comediantes y mártires” de Juan José Sebreli – Editorial Debate – Buenos Aires 2008).

Nicolás Márquez escribió: “Cabe sumar el agravante de que esos asesinatos no formaron parte del contexto naturalmente cruel de una guerra (no hay registro de que Guevara en combate haya matado a un enemigo) en cuyo caso obviamente cabría algún tipo de disculpa o atenuante. Pues no es el caso”.

“Jamás tuvo Guevara un acto de arrepentimiento ni de contrición. Poco antes de abandonar la función publica en Cuba y partir al Congo a seguir exportando violencia, el 11 de diciembre de 1964 ante la Asamblea de la ONU y siendo todavía Ministro de Industrias confesó: «Fusilamientos, sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando». (De “El canalla” de Nicolás Márquez – Buenos Aires 2009).

¿Puede denominarse “intelectual” a quien acepta como válida la postura y el accionar de personajes como Ernesto Che Guevara, que promueven el odio en forma abierta y descarada y que simplemente se dedicaban a asesinar a seres humanos? La supuesta “supremacía ética” del izquierdista, por medio de la cual pretende dirigir la sociedad, queda desvirtuada principalmente por el hecho de orientar a la juventud al odio sectorial, que muchas veces termina en simple terrorismo.

En cuanto a la intelectualidad latinoamericana, Carlos A. Montaner escribió: “Esta característica de nuestra cultura [ser un experto en todos los temas] no tendría mayor importancia si no fuera por sus destructivas consecuencias. Esta «todología» -la facultad de hablar acerca de todo sin modestia o conocimiento- practicada con gran entusiasmo por nuestros intelectuales tiene su precio: todo lo que declaran y repiten se convierte en un elemento clave en la creación de una cosmovisión latinoamericana. Esta característica de nuestra cultura tiene serias consecuencias, ya que un número significativo de intelectuales latinoamericanos es antioccidente, antiyanquis y antimercado” (De “La cultura es lo que importa” de S.P. Huntington, L.E. Harrison y otros – Grupo Editorial Planeta/Ariel – Buenos Aires 2001).

La crisis de la intelectualidad se debe, entre otros factores, a la plena vigencia del relativismo moral, cognitivo y cultural. Si no existe el Bien ni la Verdad, en sentido objetivo, entonces no habría que buscarlas. Si una cultura no es superior a otra, en algún aspecto, entonces no tiene sentido tratar de progresar hacia ella.
En lugar de validar todo conocimiento propuesto en función de su adaptación a la realidad, tal como se establece en la ciencia experimental, se recurre a que “todo vale”, amparado en el relativismo cognitivo. Incluso se llega al extremo de descalificar opiniones debido a que surgen de “mentes alienadas” según la clase social a la que pertenezcan. Al respecto podemos mencionar el caso de los filósofos romanos Marco Aurelio, que fue emperador, y el caso sorprendente de Epicteto, que fue un esclavo. Su baja condición social no le impidió pasar a la historia como un pensador original.

En cuanto a la intelectualidad norteamericana, Irving Kristol la denomina como la “nueva clase”, escribiendo al respecto:

“Esta nueva clase no es fácil de definir pero puede ser descripta. Consiste en una buena proporción de esa gente que ha recibido educación universitaria, cuyas vocaciones y habilidades prosperan en una «sociedad post industrial»….Nos estamos refiriendo a científicos, profesores y directores de enseñanza, periodistas y gente que trabaja en los medios de comunicación, psicólogos y trabajadores sociales, abogados y médicos que hacen su carrera dentro del creciente mundo de la administración pública, planificadores urbanos, empleados de grandes fundaciones, altos funcionarios de la burocracia estatal, etc……Los miembros de la «nueva clase» no «controlan» los medios de difusión; son los medios de difusión, así como son nuestro sistema educativo, nuestro sistema de salud y de bienestar social, y muchas cosas más…”.

“¿Qué quiere esta «nueva clase» y porqué es tan hostil a la comunidad empresaria? Bueno, uno debería entender que los miembros de esta «nueva clase» son idealistas, según el significado que el término tuvo durante la década del 60, es decir, que no se interesan tanto por el dinero sino por el poder. ¿Poder para qué? Poder para moldear nuestra civilización; poder que, en el sistema capitalista se supone reside en el mercado libre. La «nueva clase» desea que parte de ese poder pase al Estado, donde ella tendrá más influencia para decidir cómo debe ser ejercido” (Citado en “La hora de la verdad” de William E. Simon - Emecé Editores SA – Buenos Aires 1980).

Quienes no se ajustan estrictamente a la verdad, en cierta forma están imponiendo a los demás una forma distorsionada de la realidad; están tratando, en forma consciente o no, de gobernar mentalmente a otros individuos. En el gobierno mental del hombre sobre el hombre aparece nuevamente el antagonismo bíblico entre el gobierno de Dios sobre el hombre, denominado el Reino de Dios, y el gobierno del hombre sobre el hombre, principalmente a través de la mentira o a través del Estado.

En nuestra época es imprescindible llegar a la actitud del científico porque sus objetivos consisten en la descripción de la ley natural, que no es otra cosa que la ley de Dios. Una vez conocida esta ley (principalmente las leyes asociadas al comportamiento humano) el hombre podrá gobernarse por si mismo, adquiriendo libertad, especialmente de los pseudointelectuales que conocen parcialmente la verdad o bien cuando la distorsionan totalmente.